Pseudociencia y sociedad en España

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Todo ello ha contribuido a una desinformación generalizada acerca de las vacunas que ha eclosionado en grupos puntuales de movimientos anti-vacuna. Estos se rigen por una serie de argumentos falaces, pseudocientíficos y peligrosos. Diversos centros de investigación, hospitales y organismos públicos han puesto en marcha protocolos, argumentarios y justificaciones diversas para contrarrestar los argumentos pseudocientíficos que se encuentran en estos movimientos. El Centro para la Prevención y Control de Enfermedades, por ejemplo, se dedicó a argumentar por qué eran falsos algunas de las eslóganes que enarbolan los movimientos anti-vacuna. Afirmaciones como “la enfermedad ya había empezado a desaparecer antes de la vacunación”, “las personas vacunadas ya estaban previamente inmunizadas”, “que las vacunas causan enfermedades”, “que hay una sobrecarga del sistema inmunitario” y otras afirmaciones. Las respuestas son evidentes y conclusivas, no dejando lugar a dudas (se citan algunas recogidas por la Organización Mundial de la Salud en un informe web, obtenido a partir de la concesión de derechos de la CDC de Atlanta, quien los realizó). El sarampión, por ejemplo, no empezó a decrecer de forma consistente y coherente hasta 1963, cuando se produjo el uso extendido de la vacunación, y este comportamiento se observa en la mayoría de enfermedades para las que existe vacunación. La coexistencia de la bajada en las enfermedades con la introducción masiva de la vacunación apuntan, pues, a una clara causalidad. De hecho, si miramos el comportamiento contrario, es decir, países que hayan dejado de vacunar de tos ferina por miedo, se pudo observar un claro rebrote de la enfermedad a la par que caía el ratio de vacunación de la misma en países como Gran Bretaña o Japón. Por lo que respecta a las vacunas como elementos de riesgo, la evidencia demuestra que su riesgo es relativamente bajo. Cualquier tratamiento médico comporta un riesgo, sin embrago, el de las vacunas es extremadamente minoritario. Casos como la correlación de la triple vírica con el autismo, que se ha demostrado erróneo, o la vacuna de difteria, tos ferina y tétanos con síndromes de muerte súbita en niños se han demostrado que no tienen ningún tipo de relación. Estas afirmaciones se dan porque existe una alta desinformación estadística 43


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