Azul es una revista que busca dar a conocer el trabajo de autores novels o poco conocidos en el ámbito cultural. Siendo la literatura el canal para transcender el concepto de tiempo y elevar el alma. Dirección: Ariel Arévalo Consejo Editorial: Marco García Ariel Arévalo Diseño: Erika Arroyo
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Contenido 4 Dormir en la luna
5 Extracto 1 del libro Estefanía 5 Extracto Estefanía
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6 Taza vacía 7 Ave fénix 8 La Caída 10 Arder
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del
libro
Dormir en la luna ARIEL ARÉVALO No es tan cómodo como esperaba, este gris pálido es un poco sombrío, no hay ningún conejo ni nada de queso, solo estos cráteres caprichosos y secos. Sí, las estrellas están muy cerca, pero brillan demasiado, no es que eso sea malo en general, y desde la tierra la puesta en escena es algo maravilloso, pero desde esta perspectiva solo deslumbran, lastiman las pupilas, no me he quedado ciego porque cerré los ojos. Y ahora que busco un espacio en el lado oscuro de la luna no se ve nada, absolutamente nada, ni el vacío se puede mirar, no es que yo sea alguien a quien el miedo lo mantiene alerta durante el día o despierto en la madrugada, con la lámpara que me obsequiaron mis padres preparada en la orilla de la cama, pero esos ecos de silencio comienzan a crecer y carecen de melodía. Mejor regresaré al punto medio, al equilibrio, a la nostalgia. Aquí todo es tan enigmático, está hecho de misterio, y la verdad tengo ciertas dificultades al respirar, además, esperaba encontrar 4
restos, de cometa, de planetas, de meteoritos, de sus abrazos con el sol, de quienes la piensan, sin embargo, nada, solo rocas, arena, y el chiquitín azul de allá, pero nada más, ¡ah! y esas figuritas que no dejan de encajarse en mis pies. Aunque muchas veces soñé con dormir en la luna, despertar en el espacio, no estoy muy complacido, imaginaba habitaciones, no cuadradas ni rectangulares, pero no esto que no tiene más que la belleza muy bien escondida, no les pasa que a veces algo de lejos es muy radiante y de cerca decepcionante. Es prácticamente imposible conciliar el sueño, no soy exigente, no pido una frazada o una almohada, solo una canción, pero hasta el sonido se ha ausentado. Y el cohete va de regreso a la tierra… un momento, esa no es la tierra.
Extracto 1 del libro Estefanía
ARIEL ARÉVALO
Que anécdota cuando nos encontramos una estrella vagabunda y le enseñaste a pescar, a andar en bicicleta, a pintar, a cultivar esmeraldas, a soñar; y aunque logró sonreír, como extrañaba a la luna.
Extracto 2 del libro Estefanía ARIEL ARÉVALO Memoro cuando dormías boca arriba y te cubrías con la cobija media cara, justo hasta la punta redonda de la nariz, yo nunca pude hacerlo, pues sentía que no lograba respirar, tú, en cambio, lo conseguías de una manera casi imposible, era tu pose favorita, donde podías atrapar más sueños. No entiendo aún por qué te molestaba que me ensimismara observándote dormir, si de esa forma se puede ver la otra cara del alma.
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POESÍA
Taza vacía SANDY SANDOVAL Cuando yo pida café lo pediré con tu nombre, dulce como tu recuerdo, cargado como tu pasión y amargo como esta noche, en donde no queda más que la azul taza vacía en la que bebiste tú.
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POESÍA
Ave fénix ELIZABETH MUSTAFA ZUÑIGA Soy un ave fénix, renazco, resurjo entre mis cenizas, soy incendiaria volátil. Soy un ave fénix, resucito cada día, cada instante, en cada suspiro en cada sollozo, en cada sonrisa, en cada beso. Soy un ave fénix, vuelo, navego en el azul firmamento o en el gris nocturno. Soy un ave fénix me enamoro me desamoro y sigo adelante.
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La caída como forma de nacer JOSÉ J. GONZÁLEZ Me he preguntado sobre la noche cuando las luces se apagan y el frío pululante y espeso cubre las manos del profeta; la voz de dios es un susurro que repta como serpiente en los terrenos baldíos de un paraíso febril y apagado. Le he dicho a Izza que en mi interior se gesta un “algo” que tiene mil cien cabezas. El espacio se me revela como un artefacto matemático que arroja blasfemias encantadoras a los poetas falsos. Si me dejo morder por esta bestezuela resignificaré el increíble panteísmo en el que me sumerjo. Izza, Iza, Eliza, Eli, Za, Iz, como la semilla de la flor de liz que se enreda a las piernas del entrecejo cósmico. Eliza, extirpa de mis ojos el incrédulo deseo de lo inmaterial; si las ciénegas lunares se extienden hasta mi espalda terminaré naciendo en un tiempo infinitivo y no tendré acto ni potencia. Cada cabeza es un cúmulo de vacíos que lo van extendiendo todo como un campo sin flores; cada ojo que suma trillones es la altura que tiene la noche en las manos de los hombres ínfimos. Este lenguaje con el que te hablo es la transfiguración de los nombres de Dios y su divina casa perdida en el reverso de tu nombre, Eliza. Cuando invada tu corteza cerebral con mis manos de nube, podrás ver con claridad el cielo al que perteneces; este es un vacío que me corroe; puedo sentir la metamórfica piedra ocular cimbrar mi espíritu cuando mana del agua y los desiertos se hincan a mi nombre conjugado. Clava la rodilla sobre mi cien; observa con delicadeza las cabezas que me nacen en la sombra del paladar. Te he dicho, Iza, Za, A, Eli, El, que una magnífica creación gira en el centro de mis intestinos. Me desenredo la clarividencia que se abismó en la fluctuante encarnación del “siempre es”. ¿Y luego? El silencio sesea entre las estrellas calcinadas, pertrechas, casas viejas, eones, insignificancias de lo dicho cuando miro el mar y sus atisbos seculares. Luché contra el Noé de las contradicciones; subía las escaleras boca abajo, Izza, como lo hacen los clamores del rocío ante lo eterno. Mira, allá, eso que
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ves son los fatuos poetas que inauguran la era del silencio: escriben mucho, dicen nada. Puedo recitar sus nombres, del Omega al Alpha; puedo ver que entre sus manos tienen plumas y hojas. ¡Corten sus manos a esos cerdos poéticos! Iza, cuanto he vomitado en Vallejo, Huidobro y Pessoa cuando me topo con estos despreciables seres silenciosos. Retira de sus cuencas mis ojos aborrecidos por esos poetas absurdos de la no-contemplación. Izza, te he hablado de los miles de ojos que miran mis células, de esos millones de atisbos planetarios que se arrojan sobre mis defensas; he sentido la mordida de una serpiente que se extiende como peste negra y nos lleva al río Estigia. Decrezco cuando la noche devora el lenguaje de los ángeles. ¿Sabrá Dios que sus serafines han intentado convencerme de su inexistencia? De noche cuando despierto y me siento a tu lado te veo dormir, E, y beso tus manos de cruz en la madrugada pletórica e irascible que siembra la congoja de lo eterno en mis ojos. Termino pensando que el mundo es eso que existe solo en nuestros sentidos, que más allá de nosotros se pierde la realidad en una frontera oscura; ves, Izza, por qué tengo en la sangre los ojos de dios y el diablo; ¿comprendes cual es la alquimia en esta voz que suena a canto de serpiente cruzando el cielo? Tengo que hablarte de la geometría, el espacio, Iz, y de la insistencia que tiene la matemática en los gorriones paralelepípedos. Surge la simiente de la nada en los abismos tremebundos del silencio. Heme aquí rodeado de pequeñas bestias que han crecido más que mi voluntad. Hay un hueco en mí, ubicado justo detrás del hígado; por allí reptan indecisas criaturas hasta ubicarse en la composición molecular de cada una de mis vidas. En realidad, soy nada, y Pessoa tenía mucha razón, nunca seré nada. Heme aquí sin el nombre que pueda encontrarte al sonar la campanada de los sueños; heme aquí en el sonido que tiene la luz cuando rompe el tiempo. Si puedo mirarte ahora es porque has dicho mi nombre; me llamo iZza, eLi, Li, ZA, iZ, Z, y puedo descomponerme en la mónada 16 de Spinoza. Te diré en el sabor de lo eterno que allí estás sembrada como alcoba en las torres del paraíso; contempla a Adan y a Eva; velos desnudos como animales insensatos a puntos de corromperse. Nada existe más allá de este momento; arrojarnos al mundo es perdernos en el vacío. Tengo en las manos eso que llamas vida; tengo en la boca eso que llamas clarividencia; las Moiras erigen tenues edificaciones en mi consciencia. Heme aquí esperando tu llegada… heme aquí… tienes que arrojarte y deshacer tu carne.
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Arder ASTRONAUTA DE BAÑERA De la nada, recuerdos de tiempos perdidos inundan mi cabeza, quiero arrancarlos, quemarlos con la sangre de quienes los crearon y esparcirlos sobre las cenizas de sus cuerpos calcinados por el sol abrasador de abril, quiero ver arder este mundo, verlo explotar junto con el sistema solar, ver que hay más allá de todo esto, estar solo en medio de la nada total y el todo, al final ser lo único que realmente existe para ver si algo nace, si hay alguien más allá de mi imaginación tan perturbada.
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