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Brett Anderson El lado nuclear del britpop

“El libro es intransferible, y esa cualidad es un tanto ruda. Creo esa es una gran diferencia entre escribir una canción y un libro, el nivel de intimidad que encierra cada uno”

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TXT:: Wenceslao Bruciaga FOT:: Ed Webster

Estoy consciente que la comparación sonará chocante e innecesaria, pero siempre me ha gustado, y obsesionado, más Suede que Pulp, desde que el video de “Animal Nitrate” se atravesó por primera vez en mi vida, casi al mismo tiempo que descubría el olor del nitrato de amilo, mejor conocido como poppers, cuando se conseguían finos y a muy buen precio en los puestos de la calle Jesús Carranza, en Tepito, a principios de los noventa.

Brett Anderson parecía ofrecer una versión alternativa y certera de homosexualidad que por ese entonces vivía, mamando verga en los baños del Sanborns o en los asientos del Savoy, el cine porno del Centro Histórico del entonces DF. Anderson salía decadentemente afeminado, fajoneándose a botargas de cerdos en proletarios edificios de hormigón que lograban transmitir, más allá del videoclip, un tufo a pañales usados y corrosión nuclear, sin que la bomba hubiera caído. Suede siempre fue el retrato, honesto y visceral, de la Inglaterra desfavorecida, donde hasta la ironía era un lujo. Al final, la banda de Jarvis Cocker fue devorada por la inesperada complacencia clasista, derivada curiosamente, de la misma crítica a la clase media que se desborda en el Different Class, sin duda un disco enorme. Pero, me da la impresión que buena parte de los fanáticos de Pulp lo conforman burgueses como la morra que protagoniza el himno del britpop, Common People y Cocker abrazó tal consecuencia sin reticencias. Ni bueno ni malo. Sólo que los auténticos jodidos nos quedamos con Suede y sus letras extraídas de los rayones en los triplays de los wáteres masculinos de los baños públicos, como escribe Brett Anderson en sus libros de memorias Mañanas negras como el carbón y Tardes de persianas bajadas, traducidos al castellano por Editorial Contra, que dejan muestra del gran talento de Anderson como escritor.

De hecho, al finalizar Tardes… me queda la problemática duda de si Anderson será más que escritor, en su cliché tradicional, que el emblemático líder de la banda de britpop más coherente con su realidad:

No me odies por esta pregunta, pero: ¿te sientes como un sobreviviente del Britpop? No lo creo. Entiendo que a muchos les gustaría escuchar algo motivacional al respecto, pero no. Estoy simplemente agradecido de tener una segunda oportunidad con Suede y volver a grabar discos en lo que se conformó como una trilogía. He sentido la experiencia como si tuviera una posibilidad de corregir ciertos errores, muchos de ellos con la necesidad de complacer o alimentar la fantasía de prensa de eso del britpop. Pero no lo vería tanto como sobrevivir, sino, más bien, hacer de Suede algo que tenga coherencia con los temas que me obsesionan…

Escribiste Mañanas negras como el carbón al mismo tiempo que producías The Blue Hour… Fue un proceso de suerte y agradecimiento. Era un disco cuyo material, inconscientemente, venia trabajado desde hace tiempo, por las letras que estaba escribiendo a lo largo de los últimos años, y que sentí la necesidad de que tuvieran un canal de escapatoria. Y una buena forma de sacarlo a la realidad, fue mediante la incursión en un álbum. Creo que por eso, la grabación de The Blue Hour fue relativamente rápida, porque la mitad del proceso ya estaba lista, mientras que las sesiones musicales tenían muchos ensayos adelantados, incluso arreglos con las orquesta, que fue la Filarmónica de Praga, sobretodo en los detalles de cuerdas, que son los que a veces nos detienen, por la búsqueda de la satisfacción de un resultado específico. Al final, estoy muy satisfecho con el resultado: es un disco largo, un poco complicado en cuanto a su estructura y melodía. Definitivamente no es un disco fácil. Como venía trabajando desde hace mucho con las letras, tienen un carácter un tanto desolador, que es proporcional al hecho de que te vas haciendo viejo…

Noté eso en el disco, y los videos de los sencillos, “The Invisibles” y “Life is Golden”, que grabaron con drones en Chernóbil, tenían una combinación de pesimismo y esperanza bastante escalofriante… Quería capturar mi idea de que cuando empiezas a hacer discos, todo es fresco, novedoso y nuevo. Las expectativas son adrenalina y las letras responden a eso. Todo es un proceso por impactar de un modo excitante o sorprendente. Y rápido. Te esfuerzas demasiado por escribir canciones que en tu mente se pretenden épicas, fantaseando con la respuesta del público o la crítica. Es inevitable eso. Pero, conformes te haces viejo, te das cuenta que lo importante no es sorprender sino explicarte lo que en ese momento te aflige y hacer algo creativo con eso. Si algo nos propusimos en Suede es nunca repetirnos a nosotros mismos. Pero no como un mantra intelectual para mantener un grado de pureza o lealtad o ese tipo de cosas. Es más como un consejo terapéutico, para encarar el hecho de que jamás volveremos a ser esos jóvenes. Y la cosa se complica cuando reparas en el hecho de que tienes escritas más de cien canciones que por lógica se vuelven reiterativas y la única forma de reinventarlas en con la electricidad del escenario. Así que cuando te rindes al hecho de la edad, escribes conforme a tu madurez o lo que eso signifique, historias que tienen que ver con tu momento, con esos espasmos anodinos entre una canción y otra que la mayor de las veces encierran más conocimiento que la búsqueda constante de material creativo por medio del frenesí…

¿Cómo vives la diferencia entre escribir un libro y escribir canciones? Escribir un libro, el que sea, es un asunto que tiene que ver con la memoria y a ninguna otra cosa más. Incluso la ciencia ficción parte de hechos vividos para plantear futuros posibles. Suede es una banda que se ha caracterizado por fetichizar la memoria. Una mirada descarnada puesta sobre la memoria. La mirada en el pasado es importante para que la lógica del presente no sea tan dura. Debo admitir, sin embargo, que estas posturas se han agudizado, de algún modo, desde que soy padre. Al ser un hombre que tiene hijos, te dejas llevar por cómo ellos te apreciarán cuando escuchen tus discos o lean tus libros. Al final, serán ellos los que se encuentren con tu posteridad, y probablemente a una edad en la que no están muy preparados para entender el mundo. Me inquieta esa forma en la que mi hijo reaccione cuando escuche por primera vez un disco de Suede. Sin embargo, un disco tiene las ventajas de insertar la memoria en notas y arreglos musicales que te ayuden a identificarte con esas memorias inscritas en las canciones, hacerlas tuyas. Tener música detrás de letras tuyas es algo simplemente fascinante. Porque se complementa y algo muy importante: te ayuda, en muchos niveles, sobretodo en el emocional. Una frase no suena igual con música de fondo que en completo silencio. La digieres de una forma completamente distinta. Son procesos diferentes. El libro es intransferible, y esa cualidad es un tanto ruda. Creo esa es una gran diferencia entre escribir una canción y un libro, el nivel de intimidad que encierra cada uno.

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