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ACADEMIA
La Reina Isabel II y Mijaíl Gorbachov:
DE LA GUERRA Y LA PAZ
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POR DR. MIGUEL RUJANA QUINTERO DOCENTE INVESTIGADOR DE LA UNIVERSIDAD DEL SINÚ– EXTENSIÓN BOGOTÁ En la cultura griega los funerales eran el punto de inflexión: el paso a la otra vida. Se celebraban con cánticos, danzas, plegarias y banquetes funerarios. Eran el momento del panegírico, del dolor y del pesar por la memoria y la obra del que partía. Suplicantes imploraban la gloria para el virtuoso; para el héroe.
Recientemente fallecieron dos jefes de Estado que dejaron huellas en la historia de la humanidad: Mijaíl Gorbachov y la Reina Isabel II de Inglaterra, el primero murió el 30 de agosto y la reina el 8 de septiembre de 2022. Isabel II ocupó el trono por más de 70 años, recordada por ser la monarca más longeva del Reino Unido, sólo comparable con el rey Luis XIV de Francia, quien reinó 72 años en el siglo XVI. A su funeral, que duró 11 días, asistieron más de dos millones de personas, quinientos jefes de Estado y dignatarios mundiales como el presidente de Estados Unidos, entre otros. Tras el servicio, el féretro recorrió las calles de Londres en un afuste tirado por marineros, hasta el arco de Wellington, en Hyde Park Corner, en un cortejo al que asistieron más de un millón de personas.
Sobre el féretro de la monarca estaba colocada la corona imperial británica, el símbolo del poder real. Adornada con el diamante Kohinoor, una de las piezas talladas más grandes del mundo.
A las honras fúnebres de Mijaíl Gorbachov asistieron ciudadanos del común, quienes lo despidieron en la histórica Sala de las Columnas de la Casa de los Sindicatos en Moscú, reservada a personalidades ilustres. Allí no hubo despliegue de poder ni ostentación. Las exequias no tuvieron carácter de Estado, pero sí fueron incluidos algunos elementos como una imagen de gran tamaño del líder soviético con varias coronas de flores delante y con dos guardias de honor a cada lado. Familiares del fallecido político estaban sentados a la derecha del féretro, detrás del cual había una bandera rusa con un lazo negro. A su funeral sólo asistió el presidente de Hungría, Viktor Orbán. El presidente ruso, Vladímir Putin, se excusó por un “tema de agenda”.
El gran imperio donde nunca se pone el sol fue la herencia que dejó Isabel II. Representó con lealtad y rigor el poder de los monarcas que la antecedieron. El del “cruel” y “sanguinario” Enrique VIII, quien en 1532 inició la expansión del reino entregando “patentes de corso” a conquistadores ingleses. La reina también heredó, con mácula, las hazañas de la Royal African Company, fundada por sus parientes Carlos II y Jacobo II en 1660, cuyo objetivo era el transporte y comercio de esclavos negros secuestrados en África hacia las colonias británicas. Encargaron este tráfico al duque de York. Muchas de estas personas tenían las iniciales “DY” grabadas en la piel para indicar su pertenencia a este duque.
Isabel II también recibió el vasto imperio que conquistó la Reina Victoria (1837-1901). En 1839 esta monarca le declaró la guerra a China, conocida como guerra Anglo China o del opio, apropiándose de la isla de Hong Kong, que pasaría a ser colonia británica por el Tratado de Nankín de 1842. Territorio que pudo recuperar China ciento cuarenta años después, el 1 de julio de 1997. Conflicto conocido en China como el período de la humillación; sentimiento que aún vive ahí.
El reinado de Isabel II no fue sólo glamour y etiqueta. Siguió la misma línea de sus antecesoras. Estuvo al mando de guerras imperialistas y en un sinnúmero de intervenciones colonialistas. La corona británica participó activamente en el genocidio de los Mau-Mau en Kenia (1952-1960); en la guerra contra Egipto por el Canal de Suez (1956-1957); en Irlanda (1956-1962); en las Malvinas (1982); en la primera Guerra del Golfo (1990-1991); en Bosnia (1992-1995); en Afganistán (2001-2021); en la segunda Guerra de Irak (2003-2009); en Libia (2011-2020) y en Siria (2011-2022). En 1963 el pueblo yemení se rebeló contra el colonialismo inglés; ante esta revuelta la corona ordenó sofocar los actos independentistas. Pasados 50 años, Inglaterra libra otra guerra contra este pueblo (esta vez junto con EE. UU., Arabia Saudita, Israel y los Emiratos Árabes Unidos), hasta la fecha. La monarca nunca se apartó de la línea dura del imperio, hasta su muerte apoyó la guerra de Ucrania (2022).
Mijaíl Gorbachov gobernó 6 años como secretario y luego como presidente de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), sobre más de 15 Estados. En este periodo promovió las más importantes reformas, conocidas como la perestroika y el glasnost, que permitieron implantar el capitalismo en Rusia y la libertad a sus ciudadanos. Su mayor obra fue haber impulsado la paz del mundo, que concretó con el fin de la Guerra Fría, de la carrera armamentista y la celebración de los tratados para el control de las armas nucleares. Acciones políticas que significaron la desintegración de la Unión Soviética, del Pacto de Varsovia, y la independencia de los países del Este de Europa.
El líder soviético inspiró repentinamente la esperanza de que el enfrentamiento nuclear que persiguió al mundo en la segunda mitad del siglo XX no terminaría por destruir a la civilización. El presidente estadounidense Ronald Reagan y la primera ministra británica Margaret Thatcher, se dieron cuenta de que el momento era prometedor, como dijo la primera ministra del nuevo líder de la URSS: “Podemos hacer negocios juntos”.
Todo el mundo recuerda, al final de los 80, el día en que Reagan fue a Berlín y, dijo: “Señor Gorbachov, derribe este muro”. Fue uno de los momentos más icónicos de la historia moderna de Estados Unidos y de la URSS. Al final, en un acto de gran humanidad, Gorbachov efectivamente apoyó la idea de derribar ese muro. Y después de una serie embriagadora de conversaciones sobre reducción del control de armas nucleares y reuniones con líderes occidentales, el soviético se convirtió en un héroe en Occidente. Lo confirmó su decisión de no intervenir con la fuerza militar cuando estallaron las rebeliones populares contra los regímenes comunistas en las naciones del Pacto de Varsovia, en 1989. Su política del glasnost condujo a la liberación de Europa del Este, el fin de la Guerra Fría, la caída del Muro de Berlín y la reunificación de
Alemania. En 1990 el Comité Noruego le otorgó el Premio Nobel de la Paz; en 1995, Portugal lo condecoró con la Gran Cruz de la Orden de la Libertad. Muchas conquistas para un sólo hombre.
Entre tanto, Gorbachov luchaba por mantener unida a la URSS, pero ya era tarde, las libertades se tomaron el mundo. Entonces la vieja guardia soviética lanzó un golpe de Estado de línea dura en agosto de 1991, poniéndolo bajo arresto domiciliario en su villa de la ciudad turística de Foros, en el mar Negro. Boris Yeltsin, líder de la Federación Rusa, se convirtió en el rostro de la resistencia, “emulando” a Lenin al subirse a un tanque y exigir la liberación de Gorbachov, así como elecciones libres y justas. El golpe de Estado fracasó al negarse el ejército ruso a disparar contra los manifestantes. Gorbachov intentó volver a la política rusa (en 1996 con su candidatura presidencial, obtuvo apenas el 1% de los votos). Luego creó una fundación con su nombre y se dedicó a dar conferencias por el mundo, con su esposa Raisa. La figura del padre de la perestroika se fue apagando y salió de las primeras planas de los medios de prensa, solo era recordada en los aniversarios de hechos históricos como la caída del Muro de Berlín o la disolución de la URSS1 .
Tras su muerte, algunos jefes de Estado, no pudiendo negar la fuerza de la historia, desde la distancia reconocen el gran legado que Mijaíl Gorbachov entregó a Europa y al mundo, en tan solo 6 años. La presidenta de la Comisión Europea, Úrsula Von Der Leyen, destacó su legado: “Abrió el camino a una Europa libre”. El presidente de Francia, Emmanuel Macron, expresó: “Cambió nuestra historia común”. El Secretario General de la ONU, António Guterres, dijo: “Un hombre único que cambió el curso de la historia”. El presidente de Alemania, Frank-Walter Steinmeier, hizo eco de los elogios del Canciller Olaf Scholz: “Me inclino ante un gran estadista [...] Alemania sigue ligada a él en gratitud por su decisiva contribución a la unificación alemana. Respeto por su valentía para abrirse democráticamente y para tender puentes entre Oriente y Occidente, y en recuerdo de su gran visión de una Europa común y en paz”.
Si bien los medios occidentales le rindieron homenaje y derramaron sus lágrimas por la muerte de la reina Isabel II, también muchos aprovecharon estos actos fúnebres para repudiar su nefasto papel en la historia como símbolo del sangriento imperialismo británico. Dijeron: no derramamos una sola lágrima por su muerte. Como afirmó un poeta: “No son estos los muertos que lloramos”2 .
La “familia imperial británica”, por la que hoy doblan las campanas, desacreditada y con el poder menguado, es ya casi una caricatura, refleja la idea de una monarquía como figura decorativa del imperio, investida de ideologías de supremacía blanca y colonialismo, derrochona e inane. Hasta los estudiantes de la Universidad Magdalen College de Oxford, sienten vergüenza de la monarquía. Decidieron descolgar un retrato de Isabel II, argumentando que esta figura puede incomodar a visitantes y alumnos de antiguas colonias británicas, ya que la reina representa “la historia colonial”. La presidenta de la universidad, Dinah Rose, expresó que es una decisión de los estudiantes que nada tiene que ver con la dirección3 .
Indignada por el funeral y los elogios a esta monarca, la economista india Manisha Kadyan escribió: “Los barcos británicos transportaron un total de tres millones de africanos al Nuevo Mundo como esclavos. Gran Bretaña es un imperio que trajo la miseria y el hambre a Asia y África. Su legado es el colonialismo, la esclavitud, el racismo y el saqueo. A pesar de tener oportunidades, la reina Isabel II nunca se disculpó por la historia sangrienta de su familia. No hay lágrimas por la reina Isabel. No hay lágrimas por la monarquía británica”4.
Es usual pensar que, por la cantidad de sus dolientes, las honras fúnebres reflejan la bondad o la crueldad del que vivió. Entonces la pregunta: ¿La cantidad de los dolientes en los funerales de estos mandatarios son el testimonio de sus acciones? La respuesta es paradójica. La Reina Isabel II tuvo el funeral más fastuoso y concurrido de la historia, entre el más exquisito y distinguido glamour, y no precisamente por apología a la bondad. Sino porque en vida representó un mundo de fascinación y lujo cortesano, y el poder universal que, aunque vergonzante como lo fue la esclavitud, el sufrimiento y la muerte que causó su imperio, fue también compartido por todos sus dolientes. ¿Por ello, su lujosa y masiva despedida?
A Gorbachov no se le rindió el homenaje fúnebre que merecía, según algunos. No se le despidió como jefe de Estado; su ceremonia fue lánguida, de absoluta simpleza y corta, como si importunara. Murió aislado del mundo que debió haberle rendido su homenaje y gratitud. Tal vez porque fue considerado injustamente un “paria” en su propia patria, y un solitario en la lucha contra las guerras, por el escepticismo de Occidente. En esta causa fue traicionado y abandonado por el mundo. De ahí su solitario funeral. Ignominia sin par, a pesar de que en vida fue el más grande gestor y arquitecto de la paz mundial, sin parangón en la historia. Además, ¡que ironía!
En el hilo de la paradoja, ¿cómo entender que el funeral de Gorbachov haya sido aislado del mundo y el de la Reina Isabel II el más concurrido, si él representó la libertad y la paz, y ella, la esclavitud y la muerte? Como si sufrir y lamentar la muerte del tirano fuera lógico; y abandonar y traicionar al adalid de la vida, la libertad y la paz también lo fuera. Ahora se cambian valores y principios por intereses.
1. LIT-CI, agosto 31 de 2022. Gorbachov: la figura clave en la restauración capitalista en la ex URSS. 2. LIT-CI, septiembre 9 de 2022. Murió Isabel II: el símbolo de una potencia imperialista en decadencia. 3. FRANCE 24, agosto 6 de 2022. Estudiantes de Oxford retiran un retrato de Isabel II por representar un símbolo “colonial”. 4. Tramas periodismo en movimiento, septiembre 13 de 2022. Isabel II: un símbolo del imperialismo británico.