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EMIGRANTE SOY LATINO
La
odisea que vive el migrante antes de lograr la adaptación social, económica y cultural, es una cadena de experiencias positivas y negativas que cada quien tiene que superar desde el mismo momento que baja del avión, o en su defecto, desde que logra cruzar la frontera. Conozco tantos connacionales que viajan y se aventuran a emigrar en familia y ahí sí que las cosas son más complicadas.
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OrlandO, Fl . Esta hermosa canción del Emigrante Latino que cuenta la realidad de quienes emigramos por la misma cantidad de razones, hoy le da marco a esta crónica porque como dice la letra, esa "tierra, pedacito de cielo que diste un día a mis ojos luz", hace parte de los pensamientos que habitan en nuestra mente y son permanentes, porque hagamos lo que hagamos, sin que importe cuál país sea el destino que nos acogió, jamás dejamos de ser emigrantes.
La historia más común es la que cuentan cabizbajos quienes en sus países de origen estudiaron para graduarse como médicos, abogados, ingenieros, arquitectos, contadores, economistas... la gran mayoría con especializaciones, cuando pasados dos meses ya no tienen más dinero y deben aceptar cualquier trabajo que, por lo general, son los oficios más duros y peor pagados por hora, y demasiado exigentes físicamente.
El emigrante es presa fácil de cuanto tinterillo o paralegal sin ética le recomiendan, porque el segundo problema después del sustento diario, es el estatus migratorio y eso lo saben muy bien quienes viven de desplumar y engañar a los recién llegados ofreciéndoles visas de todo tipo, pues funcionan como fábricas de asilos políticos; duele reconocer que operan sin asomo de solidaridad con sus compatriotas, con la tranquilidad de que un emigrante jamás se va a quejar ante las autoridades.
Otro de los obstáculos más duros es el idioma. Para quienes emigran a los Estados Unidos, a Florida particularmente, no es tan grave como para aquellos que se establecen en los estados del norte, donde se habla inglés y punto. Aquí en Florida también se habla español y muchos idiomas más. Los colegios y escuelas cuentan con programas para nivelar a los menores de edad, pues los niños aprenden y asimilan muy rápido el inglés, contrario a sus padres quienes, por lo general, difícilmente superan el spanglish.
Por eso, para los emigrantes es tan importante el trabajo que deben hacer los consulados y embajadas para apoyar, respaldar y contribuir al desarrollo integral de las comunidades de connacionales que representan. Los consulados deben dejar de funcionar simplemente como notarías en el exterior y transformarse en ese "lugar o pedacito de patria" que les preste a los migrantes ayudas en los puntos críticos y que los oriente al mejor estilo de dummies para principiantes, porque no es fácil conectar con la comunidad ya establecida, no es fácil abrir una cuenta bancaria, es complicado el tema del seguro de salud, el pase de conducir, el hospital si tiene una emergencia; complicadísimo el tema de la escuela, de las oportunidades laborales, de los centros de ayuda alimentaria, del aprendizaje del idioma, en fin, de lo mínimo que un ser humano requiere para ir estabilizando su proceso migratorio.
Por esa razón, desde esta tribuna, elevamos un clamor al gobierno actual de Colombia, para que incluya a la llamada diáspora dentro del Plan Nacional de Desarrollo, con capítulo especial dedicado al servicio y apoyo de los emigrantes nacionales en todo el mundo, que permita modernizar el software que manejan los consulados, para mejorar el servicio de citas y trámites que es una verdadera pesadilla.
Ninguno de los gobiernos anteriores hizo nada por la diáspora a pesar de que las remesas que enviamos mensualmente equivalen al segundo renglón del PIB, después del petróleo. En pandemia, más de 6.8 millones de colombianos pudieron comer y pagar la renta gracias a las remesas, sin embargo, los emigrantes estamos siendo ignorados también en este gobierno que se autocalifica como incluyente.
Desde este momento, la diáspora de colombianos en el mundo cerramos filas para exigirle al gobierno igualdad de derechos, porque, aunque somos emigrantes, ¡seguimos siendo colombianos!