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Borges y el problema del punto de vista por Marcelo Sánchez

por Marcelo Sánchez.

1. Introducción

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El presente trabajo se ocupa parcialmente de una hoja manuscrita por Borges que contiene apuntes para un ciclo de conferencias referente a “Problemas de la novela”. No se sabe si estas conferencias fueron presentadas. Balderston (2018) publica este manuscrito, lo fecha (hacia 1951) y ofrece análisis a cerca de los “problemas” referidos al destino humano, y a la importancia relativa del argumento y los personajes.

Aquí brindamos una primera aproximación a otro “problema” que formaba parte de esas conferencias planeadas: el del punto de vista. Nos circunscribimos a una sola de las fuentes indicadas por Borges: la novela Don Segundo Sombra (1926) de Ricardo Güiraldes. Como en Balderston, el método que usamos es partir de la fuente bibliográfica en cuestión e indagar las posibles intenciones del conferenciante.

2. El “problema” del punto de vista

En la hoja manuscrita, el punto de vista aparece en los dos listados que da Borges, como punto tercero del primer listado y quinto del segundo listado (Balderston, 2018, 100):

3. El problema del punto de vista: Wilkie Collins, The ring & the book, Don Segundo.

5. El problema del punto de vista: Henry James.

Además de los novelistas Collins y James, las fuentes de Borges incluyen dos libros, la novela de Güiraldes y The ring and the book, poema narrativo de Robert Browning (publicado entre 1868 y 1869). Partiendo de Collins —en quien el punto de vista es múltiple— este aspecto de la narración continúa desarrollándose (con nuevos matices) en Browning y James. Si Browning busca la verdad que subyace a los varios puntos de vista —y a la incertidumbre de las relaciones humanas—, James no abriga esperanzas en cuanto al esclarecimiento de unos hechos intrínsecamente ambiguos. El nombre de James ya aparece vinculado al punto de vista en una fuente que da Borges para el “problema” del argumento y los personajes. Proponiendo nuevas formas de acercamiento a la trama, James establece un punto de vista que no coincide con el del escritor: es el punto de vista de un personaje que narra la historia no objetivamente, sino filtrada por sus características idiosincráticas (psicología, intereses e inserción en la trama).1

3. El caso de Don Segundo Sombra

Dado que no contamos con materiales muy explícitos para conocer la postura de Borges con relación al punto de vista en Don Segundo, aquí rastreamos posibles pistas. A fin de descifrar las intenciones de Borges con relación a este tema, las entradas del diario en Bioy Casares (2006) son especialmente útiles para los años 50 y 60.2 La razón es que entonces (hasta 1967) aún vivía la viuda de Güiraldes, y Borges presumiblemente tenía incentivos para morigerar en público sus objeciones a Don Segundo.3

El narrador de la novela, Fabio Cáceres, es un hijo no reconocido por su padre, abandonado al cuidado de unas tías, y apadrinado por Don Segundo, gaucho reservado y razonable. José Hernández, en el Martín Fierro, había ya narrado una gran amistad, aquella entre Fierro y el sargento Cruz. Una diferencia importante entre las dos obras es que el Martín Fierro reivindica socialmente al gaucho, mientras que este es evocado por Don Segundo en un tono elegíaco.

Borges tiene un problema con Don Segundo que es casi simétrico al que tiene con el Martín Fierro. Mientras este le parece estéticamente admirable, pero moralmente problemático, en Don Segundo lamenta la falta de elementos épicos —vacío que no vienen a llenar las virtudes criollas encarnadas en el protagonista—. Dice Borges al respecto: “Todo se arregla con la presencia, donde no hay peleas ni pasa nada, se advierte la evolución del pueblo argentino: de peleador a pacífico” (867).4 Las virtudes criollas que Borges valora no son las vigentes en el mundo

1 Borges fue brindando opiniones sobre James a lo largo de décadas, concluyendo en la aquí pertinente del prólogo (publicado en 1986) a Los amigos de los amigos, de James.

2 En lo sucesivo, todo número de página sin una fuente explícita corresponde a ese diario.

3 Así, en 1959, al considerar en broma la posibilidad de que la novela haya sido escrita en tono satírico, Borges dice: “Mientras Adelina [del Carril] viva, mejor es no decirlo” (584). Curiosamente, en ese mismo párrafo se habla de Collins, indicando cuántos más recursos narrativos presenta este en comparación con Don Segundo: “Güiraldes es como quien hace juegos malabares con tres naranjas, muy atento a que no se le caigan”. La consistencia con la que Don Segundo es atacada en Bioy Casares (2006) contrasta con el enorme prestigio (aparentemente considerado inmerecido por Borges y Bioy) de que entonces gozaba la novela de Güiraldes. En 1956 se comenta allí: “En la encuesta de la SADE sobre la novela argentina más representiva, la que recibió más votos es Don Segundo Sombra” (221).

4 Sarlo (1995) ha estudiado la “problemática” relación de Borges con Don Segundo. bárbaro sino las de la civilización; la barbarie para Borges sólo cuenta por el culto del coraje, —y según comprendió al menos desde el Evaristo Carriego (1930) —. Contemporáneamente este tema sería mejor abordarlo en un contexto arrabalero que en el rural de la literatura gauchesca. En todo caso, Borges deplora la falta de acción en Don Segundo, al punto de que en Crónicas de H. Bustos Domecq (1967), aun antes que muriera Del Carril, escribió lo siguiente (cuento “Catálogo y análisis de los diversos libros de Loomis”):5 “En los libros de otros autores, fuerza es admitir una escisión, una grieta entre el contenido y el título. Las palabras La cabaña del Tío Tom, no nos comunican, acaso, todas las circunstancias del argumento; el articular Don Segundo Sombra no es haber expresado cada uno de los cuernos, testuces, patas, lomos, colas, rebenques, caronas, bastos, mandiles y cojinillos que integran, in extenso, el volumen.”

En cuanto al tema que aquí nos ocupa, el punto de vista, Borges ha notado que a aquel concernía la única crítica que se hizo a Don Segundo al ser publicado: “Nadie atacó a Don Segundo: creo que solo Ramón Doll, que dijo que el libro era la estancia vista por el hijo del patrón.” (473). Borges no compartía esta observación que preconiza la crítica literaria de la izquierda, según la cual Don Segundo reflejaría una visión nostálgica y elegíaca de la oligarquía terrateniente: “La crítica de Doll, de que en Don Segundo está el campo visto desde el lado del patrón me parece una idiotez. ¿Qué significa? Nada.” (797). Por lo tanto, queda por ver cuál sería la postura de Borges sobre el punto de vista de Don Segundo. En tal sentido, es informativa la crítica de Borges a la falta de adecuación entre el tema y cómo este es narrado.

Hay veces en que el narrador no sería creíble en términos de sus conocimientos o emociones: “Habla de calles paralelas y perpendiculares entre sí. Se asombra el chico de que el trazado del pueblo sea en damero, como si hubiera visto otras ciudades, acaso de Europa; el damero para él tendría que ser lo natural. El episodio con el tape6 no está mal, aunque la ansiedad del chico es un poco absurda y muy absurda la embestida del tape contra la pared.” (816, nuestras aclaraciones).

5 Al respecto, dice Bioy en 1964 (1024): “Concluimos el cuento de Loomis. No he podido atenuar una broma sobre Don Segundo, que apenará a Adelina.” Como el cuento tardó en ser publicado (en enero de 1967), no está claro que haya sido leído por la viuda de Güiraldes muerta meses después ese mismo año, el 18 de diciembre. Sobre la falta de acción, v. también otras entradas del diario (174, 272 y 1137).

6 El localismo ‘tape’ denota un hombre de rasgos aindiados, robusto y de baja estatura.

Borges habla de un déficit en la construcción del carácter central, lo cual se vincularía con el punto de vista del narrador, a su vez reminiscente de la infancia de Güiraldes, de quien leemos: “Tenía una idea romántica del gaucho. Lo veía como algo perdido y con lo precioso de todo lo perdido y con la pátina del tiempo además. Usted ve que en Don Segundo Sombra no sabemos casi nada de Don Segundo. Y no lo sabemos porque Güiraldes no lo sabía tampoco. Es un personaje que aparece respetado por los demás, y que no sabemos si es realmente el personaje que cree el chico, o si es un impostor que está haciéndole una broma al chico que cuenta la historia.” (Sorrentino, 1973, 26).

Otro déficit que afecta la narración es el lenguaje. Güiraldes podía combinar voces camperas con otras solo usadas en la ciudad, como “pampa”, (Fernández Moreno, 1967, 14), o emplear la palabra “resero” en vez de “tropero”.7 Borges también reprueba las metáforas de cuño vanguardista al decir con sorna: “De pronto apareció un libro gauchesco en un estilo que podía aprobar un lector de Apollinaire” (472-473). En conexión con esto, en un manuscrito (también c. 1951) de “El escritor argentino y la tradición” —texto programático central sobre qué es el “arte nacional” para Borges— leemos: “No sé en virtud de qué razones La urna es menos argentino que Don Segundo Sombra.” (Balderston, 2013, 35). En La urna “pudor y timidez” serían virtudes argentinas que prevalecerían sobre la ausencia de color local (Enrique Banchs se refiere a los nada autóctonos ruiseñores y tejados). En contraste, los motivos gauchescos de Güiraldes son presentados en un lenguaje “que no habría existido sin los cenáculos y polémicas de Montmartre”, mientras que la fábula “proviene de Kim de Kipling, que proviene a su vez de Huckleberry Finn, de Mark Twain”. De estos dos antecedentes Borges siempre ha alabado la amistad entre los dos personajes centrales, lo que se contrapone a una poco clara referencia a “esa relación desagradable entre Don Segundo y el relator” (366). Esta última crítica no es menor, ya que esa relación sería lo único que sostiene a Don Segundo: “Me parece muy difícil hacer un film sobre un libro que es casi una serie de cuadros de costumbres. Porque, fuera de la creciente amistad entre el tropero viejo y el chico, yo no sé qué acción novelesca tiene.” (Sorrentino, 1967, 93). Borges ahonda en los problemas estilísticos de Don Segundo: “Sí, tenía mucha dificultad para expresarse.” Recuerda una de las primeras frases del libro: “La pesca misma parecióme un

7 Dice Borges: “Parece que [Carlos] Mastronardi objetaba la palabra resero en Güiraldes. ‘¿Por qué no evocar la tropa? ¿Por qué evocar un montón de reses en el gancho?, decía.[…] [“Tropero”] evoca la tropa de animales vivos. En cambio, resero sugiere las reses, el animal muerto.” (1081, nuestras aclaraciones). gesto superfluo...” BORGES: “La pesca un gesto: ¡Qué animal! Poco antes emplea una palabra como chuscada, una palabra que no tiene nada de criolla. No se daba cuenta del ambiente de las palabras: de pronto se olvidaba del tono criollo y escribía: Arriméme.” (274). También es relevante la conocida idea de Borges de que, en la literatura gauchesca, es mejor cuando el paisaje no se describe, pero se siente, como en el Martín Fierro. Sobre esto vuelve años después: “Parece imposible escribir un libro sobre el gaucho en el que no haya una sola descripción de la pampa, de la llanura. Y sin embargo en el Martín Fierro no hay ninguna. Y sin embargo sentimos la llanura. […] ahí está dada la llanura, indirectamente […] Creo que eso es mucho más eficaz, por ejemplo, que las descripciones que encontramos en un libro —por lo demás admirable— como Don Segundo Sombra. Porque me parece que en Don Segundo Sombra el autor deja el relato y se pone a decir que a la izquierda había, por ejemplo, un monte y que a la derecha había una estancia o un rancho, lo que fuera. En cambio, en Martín Fierro todo fluye” (1976, 1h 20’ 9’’).

Peor aún, habría un tono grandilocuente en las descripciones de Don Segundo, de lo que se lamenta Borges (2001, 187) en la Nota sobre “La tierra purpúrea”, de 1941: “Nadie ignora que su narrador es un gaucho, de ahí lo doblemente injustificado de ese gigantismo teatral que hace de un arreo de novillos una función de guerra. Güiraldes ahueca la voz para referir los trabajos cotidianos del campo; Hudson (como Ascasubi, como Hernández, como Eduardo Gutiérrez) narra con toda naturalidad hechos acaso atroces.”8

La inadecuación del “punto de vista” de Don Segundo parecería entonces relacionada con otros problemas de la novela, como los atinentes al lenguaje utilizado, el desarrollo de los caracteres, las descripciones del paisaje y la intensidad de la acción.

4. Conclusión

Borges planeó disertar sobre el “problema” del punto de vista, incluyendo a Don Segundo al lado de narradores como Collins, James y Browning. A diferencia de estos narradores —en cuyas historias el punto de vista es múltiple, o al menos no coincidente con el del autor—, el punto de vista desde el cual se narra Don Segundo es único (y reminiscente, según Borges, de la infancia de Güiraldes). En cualquier caso, esta novela no es del agrado de Borges por razones que en parte conciernen al punto de vista. Habría una falta de adecuación entre el tema y cómo este es

8 Cf. Fernández Moreno (1967, 12), donde Borges fustiga ese “defecto capital” de Don Segundo: “Está lleno de descripciones, y esas descripciones no corresponden al narrador. El narrador se supone que es un paisano, que ha sido un paisano, ¿no?”. narrado. No sería convincente que el narrador, que es un paisano, abunde en descripciones (hasta teatrales) del paisaje rural. Güiraldes también revelaría tener “mucha dificultad para expresarse”, siendo insensible al “ambiente” de las palabras. La debilidad del narrador acaba desdibujando un aspecto tan central a la novela como es la imagen del protagonista. Para Borges, el inadecuado punto de vista interactuaría así con otros déficits de Don Segundo, como la ausencia de acción épica o las limitaciones de sus dos personajes centrales —y aun la “relación desagradable” que estos entablarían—.

Aquí nos hemos ceñido a solo una de las fuentes con que Borges planeó ilustrar el “problema” del punto de vista. Nuestra discusión ofrece un panorama de las ideas que él podría haber discutido al referirse a Don Segundo, basadas en algunas de las opiniones vertidas por el escritor argentino que son relevantes al respecto. En todo caso, se trata de una buena ocasión para revisar, en base a un manuscrito recientemente exhumado, estas facetas del original pensamiento de Borges sobre el género de la novela.

Balderston, Daniel (2013) “Detalles circunstanciales sobre dos borradores de `El escritor argentino y la tradición`”, Revista La Biblioteca, No. 13, 32-47.

--- (2018) “Imaginar de modo preciso: Sobre el manuscrito de ‘La espera’ de Borges”, en Jerónimo Pizarro y Diana Paola

Guzmán (comps.), Ilusión y materialidad: perspectivas sobre el archivo, Bogotá: Ediciones Uniandes, 91-110.

Bioy Casares, Adolfo (2006) Borges, Buenos Aires: Destino Ediciones.

Borges, Jorge Luis. (1976) Entrevista en “A Fondo” con J. Soler Serrano. Acceso: October 12, 2020. Disponible en https://www. youtube.com/watch?v=Tst6vLOqfa0

---. Textos Recobrados 1931-1955, Buenos Aires: Emecé, 2001.

Fernández Moreno, César (1967) “Harto de los laberintos”, Mundo Nuevo, No. 18, 5-29.

Sarlo, Beatriz (1995) Borges, un escritor en las orillas, Buenos Aires: Ariel.

Sorrentino, Fernando (1973) Siete conversaciones con Jorge Luis Borges, Buenos Aires: Casa Pardo.

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