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A, por Enrique Ocampo - Cuentos
A
Por: Enrique Ocampo
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Nota de Nudo Gordiano: Este cuento alude a cinco canciones que se relacionan con el contenido de cada carta numerada. La lista pública de Spotify con las canciones puede encontrarse en: https://open.spotify.com/user/ hxbr9dxckrw27kxhcghuckhue/playlist 57a0a8KuU3EjLxiuJloDsn
1
Lunes 22 de abril 10:27 pm
El bautizo de la ceniza y el evangelio del la menor. El desamparo y la humedad. Las cuerdas saltan la cuerda entre las paredes agrietadas; despertar sin ti es la elegía de la soledad. Despertar bajo tu ausencia, aunque duermes a mi lado, es la epopeya de la frustración. De tanta soledad, apenas cabe la música.
Me apeo, sigiloso, del tren del desencuentro y el humo amargo inunda los pulmones bajo la cegadora oscuridad nocturna. Duermes y en sueños tiritas, pero tu hermosura no descansa. El cabello avellana te baña entera y la música suena para ti. Si tan solo recordara a qué suena tu voz.(…)
(…)Colilla en mano, salgo de la habitación y empiezo esta carta. Para que sepas que te extraño. Para que la música sobreviva. Para que estas paredes, teñidas de melancolía, no olviden que existimos. Aunque sea en las letras. Aunque rueden lágrimas por la página de este block. Aunque el último Re se vista de oquedad. Que existimos aunque sea en la música.
Tuyo, siempre.
2
Martes 23 de abril 6:00 am
Nada más que dar, nada que perder. Despierto y la música ya empezó. Me siento como tonta cuando escucho el la menor, la segunda nota. De la puerta todavía cuelga tu partida tibia. Una esperanza hace un charco sobre la alfombra. No está la guitarra, solo el cenicero. Enciendo la última gota moribunda de una colilla: solo así puedo tenerte en mis labios. Tu música ya suena en otra geografía.
Voy al escritorio y leo tu carta. Saboreo el rescoldo de tu voz en cada frase y la abrazo contra mi cuello. Las comas las salto: saben a otredad. Nado enamorada en el perpetuo mar de tu desaparición y empiezo esta carta. En esta carta, como en la de todos los días, están todas mis canciones.
Tus canciones están en otra parte, siempre del otro lado de la puerta, siempre en el bando equivocado de la guerra del reloj, siempre empapadas de tinta y de silencio. Siempre suenas en otros labios. Pero suenas pasajero e intrascendente; corean lo que te conocen. En los míos resuenas como un eco melifluo; yo canto a pulmón desgarrado lo que no te conoces ni tú mismo. Eres mío. Soy tuya. Let’s not fuck around. Y que este la menor final resuene junto con mis labios.
Tuya, eternamente.
3
Martes 23 de abril 8:02 am
Descuelgo mi partida de la puerta al entrar y la guitarra bañada en nostalgia vuela hasta el sofá. Del estéreo se arrastra un la menor. El mundo es muy pesado, muy grande para mis hombros: ¿dónde estás para quitarme el peso de encima?
Un cigarro arrugado se enciende maquinal y el regusto sopla ron. El concierto de hoy duró dos horas sin ti. La vida sin ti bien podría durar un segundo y duraría para siempre. Agotado, leo tu carta y me inyecta de energía. Un día, ya verás, vamos a resonar juntos. Te imagino detrás de la caja, una botella de vino sin bolsa, por favor. Son catorce euros, gracias. Y yo aquí, empezando esta carta y recordando como si fuera ayer que siempre cruzas una puerta con el pie izquierdo por delante, que tienes veintitrés sonrisas distintas para estar contenta y cómo sacabas la cabeza por la ventana del coche al son de otro la menor. Recordando como si fuera ayer, deseando que fuera mañana.
Hay algo que no te he dicho. Pero los créditos ruedan por la esquina de horizontes que no he descubierto aún. Pero el Fa final marcha inclemente y la canción se acaba. Y cuando se acaba la canción, se acaba la carta. Un brindis: porque nunca nos acabemos nosotros. Ya nos encontraremos en otra música.
Tuyo, irremediablemente.
4
Martes, 23 de abril 6:30 pm
“Hay algo que no te he dicho”. Hay el mundo entero que me queda a mí por decirte. Un la menor bautiza el crepúsculo y desde la entrada saboreo la cadencia de tus suspiros en la habitación. Lo poco que sabes; cómo me rompo mientras te quedas dormido. Despertarte. Despertarte y enamorarme de mi reflejo en tus pupilas: siempre lo hicieron ver mágico. A la mierda la casa, vestido y sustento. El mundo entero viviría cien siglos solo de nuestros besos. Pero acaricio tu mejilla, áspera y dulce a la vez; por lo menos en sueños te he visto. Entre sueños, canciones y cartas.
La cena pobre bajo la luz de una vela tacaña sobre mi soledad opulenta. Escribo esta carta, presa del hueco en mi interior. Pero la partitura no está completa todavía. Un día la terminaremos juntos. Mientras tanto siempre tendremos la música. Siempre la epístola. Hasta que el sol se muera.
Tuya, inexorablemente.
5
Martes, 23 de abril 10:23 pm
Una vez más, me tortura tu silueta dormida y perfecta. Pero no tengo tiempo que perder. La canción ya comenzó en la y, sin siquiera encender el cigarro, me apresuro a empezar la carta. “Hay algo que no te he dicho”. Camino a través de una tierra vacía; sé el camino como la palma de mi mano. Años de amor oprimido y solo tres minutos cincuenta y seis.
Para empezar, te amo.
Te amo entre la distancia y el silencio, entre las pesadillas inquietantes y las alboradas pesadas, entre las letras confusas de la vida y los compases vertiginosos de la muerte, entre las dos peonias mágicas que cayeron de las nubes hace seis abriles y entre las dos golondrinas muertas que aparecieron en la almohada hace ya no recuerdo cuántos marzos. Pero estamos aquí. Año nuevo a medias y pascuas a completas. Te veo perfecta cada noche y te extraño ajena cada mañana. Creo que todavía sé hablar contigo. Pero entre registradoras y amplificadores, relojes inmisericordes y esta vida que quién puede entender, creo que ya no sé hablar contigo. Por eso te escribo.
Y te propongo que hoy no.
Que hoy lo hablemos en algún lugar que solo nosotros conocemos: en nuestra presencia extática, pasional y simultánea. Te estaré esperando. Yo creo que todavía no es demasiado tarde para construir una utopía que nos permita compartir la tierra.
El último la resuena mientras firmo. El último la solitario, me atrevo a esperar.
Tuyo, esperanzadamente.
Despierto de un sueño extraño y del ascua de tu lejanía emana un calor extraño. Lo recuerdo, distante de hace más de mil ayeres, pero lo recuerdo. Algo es diferente. Inquieta, enciendo un cigarro y me olvido de encender el estéreo; son las 6:00 am y ningún la bautiza mi mañana.
Trastabillo hasta tu carta y el papel acaricia las yemas de un modo indescriptible. Algo es diferente. Alterada, leo la carta y comprendo sin comprender. Te amo tanto que las palabras y la música son insuficientes. No escribo ninguna letra ni pongo ninguna música. Te busco detrás de mis párpados y te siento cerca. Te siento real. Nos siento nuestros, por fin y para siempre. Y entonces los abro.
Me sonríes desde la cocina, con un velo de nicotina sobre el rostro. Todavía sostienes la vela etérea que encendió tu cigarro. Y nada importa. Te beso por primera vez en un millón de eternidades y se hace el silencio abrumador. No suena ninguna música, excepto la que brota de nosotros.