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Forma y fondo. La escamocha presidencial

Hace ya algunos años, en el crucero de las Avenidas Juárez y 16 de septiembre, ubicado en pleno centro de la ciudad de Guadalajara, existió un pasaje subterráneo en el que se comercializaban distintos preparados de frutas y bebidas naturales, y que se hizo muy popular, conocido como la “escamocha” Aunque no se sabe mucho sobre su origen etimológico, se le defne como “una mezcla de diversos alimentos”.

En la versión tapatía, la escamocha es una combinación de frutas como piña, papaya, sandía, plátano y guayaba, con agregado de limón, jugo de naranja, azúcar y sal. No es lo mismo que un cóctel de frutas, ni el 'fruit punch' estadounidense, ni la 'tizana' venezolana, ni el 'salpicón' colombiano.

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En el contexto político, permítaseme utilizar el término “escamocha presidencial” para referirme a la multitud de aspirantes opositores que buscan la presidencia de la República. Estos aspirantes provienen de partidos políticos tradicionales con un amplio desgaste electoral, ex candidatos presidenciales, agrupaciones políticas con ambiciones de mayor infuencia, líderes de organizaciones civiles en busca de protagonismo, legisladores próximos a fnalizar su mandato y necesitados de una buena cobertura política, tránsfugas partidistas, ex funcionarios con resultados cuestionables en sus gestiones pero animados por los supuestos fracasos del gobierno obradorista y de empresarios ansiosos por volver a obtener contratos del gobierno federal. En resumen, una oferta política variada que se presenta como un escaparate o una estantería de supermercado para captar la atención del público.

Este alineamiento de pretendientes presidenciales tiene como requisito ser oposición al ofcialismo; aunque Movimiento Ciudadano (MC) sin dejar de ser oposición, aún no defne su postura. Esta estrategia propagandística favorece la difusión de mensajes políticos de diversos contenidos, argumentos y opiniones dirigidos hacia un electorado que, en su mayoría, mantiene grandes diferencias sociales y económicas con estos notables personajes. Se trata de un proceso de comunicación etiquetado y direccionado hacia un segmento específco, claramente opuesto al gobierno en turno. Por lo tanto, se les otorgan pocas posibilidades de integración en una plataforma nacional coherente y, mucho menos, en la selección de un candidato presidencial. Lo más reciente es la propuesta del panista Marko Cortés, quien solicita un millón de frmas de adhesión para ser considerado como aspirante, aunque no necesariamente como candidato defnitivo del bloque opositor.

En este escenario, el estridentismo político desatado abarca desde críticas infundadas al equipo gobernante, hasta publicaciones periodísticas con claros sesgos informativos, medios de comunicación abiertamente asociados a grupos de interés, programas de radio y televisión con presentadores de noticias/ difusores de opiniones que a veces recurren al drama o a la actuación frente a las cámaras o los micrófonos para fomentar el desencanto y la decepción ciudadana. Hay que reconocer que abundan.

De esta manera, la etiquetación política se corresponde con las narrativas de cada uno de los aspirantes presidenciales colocados en la oposición, conformando, como se anticipó, un escaparate mercadológico que busca atraer positivamente la atención del público, aunque en realidad provoca reacciones de ironía o sarcasmo debido a su pasado político.

Además, existen los “críticos externos” que, amparados por las fronteras internacionales, frecuentemente expresan su desagrado hacia los pronunciamientos y acciones del gobierno de López Obrador, como es el caso representativo de Ricardo Anaya y Felipe Calderón, entre otros.

También se distinguen en este “cielo mediático” personajes de los regímenes priístas y panistas resentidos por no haber logrado sus sueños presidenciales y que fnancian, fuera de cámaras y micrófonos, a líderes de opinión que “investigan” acciones o situaciones (incluso de tipo familiar) para darle un tono sensacionalista a sus descubrimientos periodísticos.

No se diga de fguras intelectuales y revistas de análisis político que antes gozaban de reconocimiento público, pero que ahora, motivados por inconfesables propósitos y ambiciones personales, se suman al bando crítico y oposicionista.

Todo esto podría ser parte del sabor propio de la “escamocha presidencial” de la oposición en su dispositivo político con el que pretenden acceder a la presidencia de la República. Ahora bien, se puede describir “el producto” que se ofrece en este licuado de aspirantes como una propuesta mezclada de intereses económicos de los grupos de poder que buscan apropiarse de la silla presidencial, añadido con un toque discreto de intervenciones externas que también se interesan por revertir las reformas de López Obrador para obtener ganancias a costa de los recursos nacionales.

“el producto” que se ofrece en este licuado de aspirantes como una propuesta mezclada de intereses económicos de los grupos de poder que buscan apropiarse de la silla presidencial,

Entre las difcultades previsibles se consideran importantes: a) la designación del candidato; b) el diseño del proyecto de Nación; c) su eventual desempeño como gobierno, con posibles funcionarios provenientes de diversos partidos, organizaciones empresariales o civiles.

Al presente, surge la pregunta de quién o quiénes podrán obtener la autoridad moral y la legitimación ciudadana para establecer un procedimiento democrático que permita elegir, en condiciones de unidad y colaboración, a todos aquellos que hasta hace poco se consideraban con profundas diferencias ideológicas y sociales. ¿Los perredistas apoyarán a un aspirante proveniente de los sectores empresariales? ¿El priismo respaldaría a un panista de la vieja guardia? ¿Qué pensarán los electores panistas sobre unirse al cuestionado y debilitado perredismo?

Otro tema importante es el diseño de una plataforma electoral que encarne la perspectiva hacia el futuro, esto a cargo a la oposición, para conciliar la visión del aspirante ganador (el contendiente presidencial opositor e imaginario ganador) con las expectativas y aspiraciones frustradas de los perdedores.

Bajo el supuesto de que obtengan la presidencia de la república, surgen otras preguntas: ¿con qué líneas de diseño se elaborarán los planes de desarrollo nacional? ¿Cómo se formularán las políticas públicas? ¿Cómo se pueden conciliar programas de gobierno equitativos en regiones de bajo desarrollo con actores gubernamentales de diferente afliación política y propensos a obtener ganancias económicas? ¿Cómo se les podría pedir, por ejemplo, a los oaxaqueños, guerrerenses o chiapanecos que acepten un nuevo Pacto Fiscal en el que salgan perdiendo? Y, bueno, responderán con escasa ética: "Primero el poder". Ahí es donde comienza el problema.

También es importante señalar otro escenario potencialmente controvertido: las relaciones con los poderes legislativo y judicial. En el primer caso, dependerá de la distribución de escaños que obtengan en las elecciones de 2024; los pronósticos son complicados y se acercan más a la adivinación que al análisis razonado, al menos por ahora. Sin embargo, hasta el momento, la oposición al ofcialismo cuenta con el respaldo discreto de algunos magistrados y jueces.

En conclusión, el ambiente social que resulte de una feroz confrontación y gran polarización entre el ofcialismo y el bloque opositor (en caso de organizarse) puede ampliar riesgosamente las brechas económicas, sociales y culturales entre la población, complicando la gobernabilidad del país.

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