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Consejo Editorial Elizabeth Lizster Acosta Haro Kiril Ruso Kravchenko
Departamento de Habilidades Multidisciplinarias Benjamín 11:11 Camarillo Omar Shaggy Carbajal Natasha 4:20 Puente Quinta edición: Septiembre 2013 © Todos los autores incluidos en esta publicación D. R. © Grupo Editorial Mamá Dolores Cartonera, 2013
Impreso y hecho en Querétaro, México “Se prohíbe la reproducción total o parcial de este documento por cualquier medio sin previo y expreso consentimiento por escrito de Grupo Editorial Mamá Dolores Cartonera, a cualquier persona y actividad que sean ajenas al mismo”.
Prosvet es un proyecto de difusión artística sin fines de lucro. Todas las colaboraciones son voluntarias y por puro amor al arte.
En colaboración con:
Diseño Editorial:
a través de
Felipe Bohórquez
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De calle Pez al cerro del Sangremal Horacio Lozano
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RADIO PROSVET Heroin and your veins
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La soledad del nómada Nicolás Tapia
ÍNDICE
Chicago Travelin’: crónica desde el Lollapalooza 2011.
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Tripear por la City. Un rol por Ciudad Juárez elalasblissett
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Vafthrudnir Andrés Camacho
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HEROIN / SELFIE / LEIDI / TODAYS Jude
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cAllejero Adrián Ortega Iturriaga
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RADIO PROSVET Cuervo Sinclair.
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Vagabundos viajes y demás Luis Javier Kanchi
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Novela en entregas (nombre pendiente) Carlos González
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VIAJERO D3A
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EL SAFAS Diego Alejandro Cruz García
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Ideas complejas, explicadas con palabras simples Vlad Dolg
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Recrudece la disputa Hermes Införmator
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AUTORRETRATO INCONCLUSO / HEDONISTA EN UNA HABITACIÓN DEL HOTEL LAFAYETTE / VIAJERO DEL INFINITO INSPECCIONANDO A LA LUNA DURANTE EL DÍA Antoine Fräppa
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EL VAGO Charlie Núñez
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Generación y no: Teoría de las catástrofes frente a La Generación Z Juan Diego Tullido / Procesión / Pensamiento Puñal Fernando Goitia
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DESDE LA EDITORIAL El errante que no tiene hogar, ni oficio. El que camina y busca, y seguramente no encuentra. El vagabundo es un tipo haraposo, de cabellos largos y enredados. El Vvagabundus significaes la disonancia en la masa de afeitados, trajeados, bienolientes. Es el Prosvet que se crea por entre la gente de provecho, cuáando camina por la calle, y la mancha de humanidad que se aparece por las noches, en lugares previamente marcados, entre escombros de cartón.
Vagabundo el que anda por la calle con la guitarra al hombro., Eel que pide dinero., Eel que duerme en la sombrita., Eel que se va de autostop a la punta del continente. Vagabundo El Che fue vagabundo, y también lo fue Ted Bundy. Vagabundo es el que lo sabe y al que así llaman. ¡Hey, vagabundo! ¡Hey! Vagabundo aquel que grita majaderías, pero que ni la policía lo toca. Hay Vvagabundos los hay con dinero, que se van a vagar las Europas, y tambiénvagabundos pobres, nacionales, que vagan mientras haya suelo. Pobres, ricos, majaderos, músicos, haraposos, no importa., pero Aa todos les encanta caminar. Si no te gusta caminar, no puedes ser vagabundo. Vagabundo tú, vagabundo yo, vagabundos todos.
de venta aquĂ
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Revista Trotamunda Queretana
REVISTA PROSVET
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CHiCago traveLin’ Crónica desde el Lollapalooza 2011 Felipe Bohórquez
L
a música es un viaje. El cliché probablemente tiene siglos gestándose en algún rincón del lugar común y la sabiduría popular. Pero me gusta pensar que fue en los 50’s cuando los beats, con su pasión por el jazz y los viajes cross country convirtieron la expresión en algo literal y que para los 60’s un nutrido grupo de hippies ácidos y marihuánicos reforzaron la idea del trip como un hecho sonoro, al realizar viajes intercontinentales cuyo único destino era algún festival de música y el traslado a la Jefferson Airplane. Así las cosas, desde pequeño guardé un singular respeto cuasi-religioso por los festivales de música. Vive Latino, Lollapalooza, Ozzfest, Glastonbury, a mis 15 años conocía y añoraba todos estos festivales, sin embargo, bien entrado en mis 20s, seguía yo sin asistir a ninguno. Por otro lado, mi experiencia viajera se había desarrollado de manera contraria y, al menos en México, mi lista de playas, bosques y ciudades recorridas, si bien no gloriosa, era bastante respetable. Para el 2010, esta lista tuvo un salto cualitativo que nos lleva al punto de esta crónica.
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Revista Trotamunda Queretana Ese año, recibo una beca para estudiar en Michigan y me vuelvo un apologeta del “turismo académico”, es decir, la obtención de becas para estudiar, exponer, publicar, en el extranjero y su consecuente monto económico que te permitirá explorar el área en dónde se lleven a cabo tus actividades. Pongan atención todos aquellos que no tienen problemas con leer hasta la locura y echarse una chela en un bar de alguna ciudad aleatoria, mientras leen sobre el desarrollo de la estética barroca –o cualquiera que sea su área de conocimiento. Pongan atención, porque su futuro puede encontrarse en Amsterdam, Sao Paolo o Beijing… Sin embargo: música y vagabundeo. Música: sí. En el 2010, recibo la beca y un
año después compro mis boletos para mi primer festival: el Lollapalooza 2011. Música: no. Aunque me encantaría hablar de las bandas que escuché – entre las que destacaron A Perfect Circle, Muse, Deftones, Beirut y Foo Fighters–, las que descubrí – mención honorífica a Typhoon y a Explosions in the Sky– y las que tristemente tuve que dejar ir – Deadmau5, Damian “Jr Gong” Marley y Cage the Elephant–, lo cierto es que me enfocaré a la vaguística del evento. Porque el “turismo académico” depende de las becas y tu capacidad de ahorro en esos momentos de estrés en que, después del tercer artículo teórico leído en la semana, quieres ahogar (dejar reposar) todo el conocimiento adquirido en litros y litros de cerveza. Vagabundeo, entonces. Los boletos, que no eran estúpidamente caros, habían agotado mis posibilidades de hospedaje. Así que desarrollé un plan: El P lan
¿Con quiénes ir? Después de comprar el boleto me dediqué a buscar compañía. “Happiness only real when shared” escribió alguna vez en su diario Christopher “Alexander
Supertramp” McCandless, que luego aparecería representado en Into the Wild, una de las épicas de viaje y liberación de nuestra generación. Para ir al concierto, hice una invitación general esperando que cualquiera que tuviera las posibilidades se lanzara. Según yo, alguien jalaría al menos un día. ¿Cómo llegar y cómo regresar? Más de una vez había llegado yo en tren a Chicago, así que tenía destinados unos cuantos dólares para eso (110 para ser exacto). ¿Dónde dormir? Aquí es donde el vagar toma forma. Sin dinero para un cuarto de hotel y con los hostales de la ciudad a reventar por el evento, pasearme por Chicago, sus cafés y bares, y llegar al parque una vez que el sol saliera, para dormir ahí unas cuantas horas antes que diera comienzo el festival, era la opción real. Al fin y al cabo, había estado amaneciendo a las 6 de la mañana y los conciertos comenzaban hasta las 12. El Sol me protegería de los peligros de dormir en un parque con mis cosas y un árbol me protegería de los peligros de la exposición continua al Sol. ¿Qué comer? Llevaría una dotación suficientemente grande de manzanas para mantenerme a flote durante el festival y así únicamente cenar fuerte mientras rondaba en la madrugada por la ciudad. -----¿Los resultados? Nadie jaló, los trenes se convirtieron en autobuses, y Chicago decidió otorgarme una extenuante noche de bienvenida. Una vez que acabó A Perfect Circle, cuando logré despabilarme de la hipnótica presencia de Maynard James Keenan, me orillé a una colinita y saqué la tercera manzana del día. Ahí comencé a preguntarme por mi hospedaje nocturno. Aunque el plan era otro, yo estaba
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10 bastante cansado y sabía que esa zona de Chicago estaba completamente muerta después de las 12 de la noche. Preguntándome sobre lo que seguía, el equipo de Muse comenzó a montar la parafernalia en el escenario. Cuando terminaron de poner las pantallas y chingomil cosas que Muse utiliza para sus espectáculos, era ya de noche. Ahí conocí a Denise y a Ana, unas regias que se habían ganado un premio de 5 días en Chicago todo pagado, con pase a los tres días de concierto, gracias a una empresa telefónica. Platicamos entre canción y canción, hasta que decidieron moverse al otro lado del festival para ver a Coldplay. Nos pasamos nuestros números para vernos al día siguiente, mi plan obviamente cambio a seguir echando desmadre con ellas y colarme el sábado en la noche al Marriott, donde se hospedaban como parte de su premio. Poco después había terminado mi primer día en el Lollapalooza, pero el desvelo apenas comenzaba. Hecho a la idea de no dormir, decidí esperar a que se vaciaran las salidas, o al menos a que bajara considerablemente su aperre, regresé a mi colinita y tomé asiento. La masa de gente se alejaba del escenario, unos pocos se sentaron a mi lado, otros tantos se acercaron a los bebederos y unos cuantos buscaron la tranquilidad de los arbustos para vaciar la vejiga. Buena cantidad de borrachos se rezagaba, también dos que tres individuos hablando por teléfono buscando a sus compañeros de festival. Uno de los individuos con teléfono se me figuró nacional y decidí hablarle, la intención de la charla era más que nada informativa, sobre algún buen lugar para echar una chela o algún café abierto toda la noche. El que me respondió fue su hermano que estaba saliendo de un arbusto. Les conté mi situación mientras me juzgaban con la mirada, al finalizar mi historia, el mayor de los hermanos decidió invitarme a dormir a su casa. Mientras seguíamos platicando el resto
de la familia se reunió: una hermana más, su novio y el hermano más chico (que se parecía muchísimo a Omar Rodriguez López). Parecía que tenía dónde pasar la noche. El problema fue que el resto de su familia no compartía mi parecer. Saliendo del parque, fui interrogado, puse cara de perro abandonado, eché cotorreo con “Omarcito”. El Mayor de los chilangos reiteró su invitación, pero a unas cuantas calles del festival, lejos de Grant Park el asunto de no caber todos en un taxi me convirtió en el rival más débil. Ahí se rompió el encanto. Me despedí de ellos, ellos me dieron unas cuantas recomendaciones y todo murió. Vamos a hacer la historia corta en este punto: seguí preguntando por algún lugar donde pasar el rato y nada rindió muchos frutos. Al parecer en una metropli de casi 10 millones de habitantes la noche acaba, a lo mucho, a las 2 de la mañana. Poco antes de las 12 decidí tomar mi primer café de la noche. Ya iba de salida cuando se me ocurrió preguntar por un lugar abierto más tiempo. De los rincones más extraños del baño, voces angelicales que trapeaban corearon las glorias de un Starbucks abierto 24/7. A unas 20 cuadras al norte, unos 2 kilómetros aproximadamente, llegaría a una calle cuyo nombre ya no recuerdo y ahí podría sentarme a beber café y ver la vida pasar. La distancia era considerable, pero tenía bastante tiempo que perder. Caminar. Caminar hasta una calle que no existía; caminar hasta una zona de departamentos de lujo donde dormía gente que yo envidiaba con mala saña; caminar hasta encontrarme a unas asiáticas que caminaban, a las que preguntaba con alegría si también habían ido al concierto y si también estaban perdidas, o si tampoco tenían dónde quedarse; caminar después de despedirme de ellas que llegaban a la calle indicada, donde vivía una
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Revista Trotamunda Queretana de sus amigas, ¡malditas ojos rasgados traicioneras, malditas todas y cada una de ustedes! El cansancio me tenía irritable y algo idiota: cada arbusto era una posibilidad de refugio nocturno, me descubrí pensando en los pros y contras de dormir en los escalones de una casa, pensé en visitar el lago Michigan y dormir en alguna de sus playas. Todas estas posibles soluciones sonaban riesgosas, pero más riesgoso puede ser un hombre que a la 1:30 saca a pasear a su perro. O no. El hombrecito me dio la buena noticia de que los cafés 24 hrs. existían y que estaba yo muy cerca de la vida nocturna de Chicago. Señaló que a tres cuadras hacia el oeste, llegaría a la zona de bares y que por ahí, en la calle Division, se encontraba el café. Y ahí estaba… cerrado. Cuando menos era la zona de bares. Había gente y policías y taxistas y ruido y movimiento, rasgos que siempre pueden ser malévolos, pero que en la locación correcta le permiten a uno descansar. Quería una cerveza, pero ningún lugar se veía apetecible, todos estaban a reventar de gente y la calidad de la música distaba mucho de la del festival. Afuera de una farmacia me senté a ver la vida pasar. Las zonas de antros son similares en todo el mundo: mujeres descalzas con tacones en mano, parejas discutiendo enfrente de su auto con el valet parking esperando la propina, un policía regañando gente, otro tomándose una foto con un grupo de borrachos, un muchacho de tránsito apresurando con un gesto a algún taxista, mientras un ojo se le va discretamente tras de unas piernas bien torneadas. En medio de todo estaba yo; contento, pero derrotado. No me ofrecieron dinero, pero un borracho que salía de un bar se sentó a mi lado, me dio unas palmadas en el hombro, me pidió perdón como si fuera culpable de mi estado, rió un poco, se paró tambaleándose y desapareció por una de las calles. Eran las 2 a.m. y faltaban de menos
otras cuatro horas para que saliera la luz del día. Había que caminar un poco y tomar otra taza de café, que la primera ya me abandonaba. Los taxistas de Chicago son seres agradables. Siguiendo la tradición de mi padre, que habla largo y tendido con cualquier taxista, decidí acercármeles y sacar información de uno de los profesionales que tiene mayor dominio del espacio nocturno. El taxista en cuestión era un tipo de unos 30 años que conducía un bicitaxi y explicome con lujo de detalle mi siguiente destino: la cafetería Tempo. Al parecer, Tempo es uno de los lugares más emblemáticos de la vida nocturna chicaguense y cuenta con un elemento característico de cualquier restaurante en Chicago: su personal es completamente latino. Así que desde un principio mientras hacía fila para que me dieran un lugar (eran las 3 de la mañana) pude hablar con una mesera que había llegado 40 años atrás de Guanajuato. Me acomodé en la barra y le declaré al gerente y una mesara mis intenciones de arranarme hasta que amaneciera. Pedí un café. Saqué un libro. Conocí a Armando, a.k.a. El Alegre. Cerré el libro. Platiqué con El Alegre. Hablaba mucho, no sólo conmigo sino con los meseros y el resto de los clientes. Le conté de mi plan de viaje, de cómo iba hasta el momento, un poco más de otros temas y él hizo lo mismo. Acababa de llegar a Chicago, venía también al Lollapalooza, a eso y a una modalidad no ilegal de turismo sexual. El tipo, que era salvadoreño, parecía reventar en dinero, tenía unos 40 años aproximadamente, vestía como rapero negro y tenía un trabajo que explicó de manera sospechosa. Lo que sí supo explicar hasta con fotos fue que había estado en Argentina para la Copa América y que era muy amigo de Giovanni Dos Santos, que él había vivido mucho tiempo en México a lado de la familia Dos Santos y que la madre era una excelente cocinera. Ya entrado en pláticas de comida el
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12 hombre se pidió la cena de tres personas juntas (un omelette de 3 quesos, unos waffles y un plato de pan francés). Antes él había sido muy gordo y dijo que seguía comiendo mucho, pero una operación para adelgazar resolvió el problema. Me externó su idea sobre compartirme su cena. Así que cenamos. Con cena ahorrada pedí algo de beber y ahondé en su filosofía de vida. El Alegre, tenía una forma bastante empírica de medir su calidad de vida. Salud, dinero y amor son un cliché que él dejaba para otros individuos que gozaban de menor genio. El mundo -me dijo él aunque en otras palabras- ha valorado incorrectamente sus cualidades materiales; toda ontología debe estar regida por los siguientes números, cuya variación para alcanzar la felicidad debe ser mínima: 90-6090. Su filosofía lo había llevado a tener unas cuantas mujeres por aquí y por allá. Tenía una ex esposa en Los Ángeles, una pareja ahí mismo, una novia en México, otra en Miami y de vez en cuando alguna amiga lo invitaba a visitar. Una de esas amigas lo traía a Chicago, sólo que había un problema, que parafraseo con la mayor fidelidad que mis apuntes sobre el tema me permiten: Me engañó la cabrona. Me envió unas fotos donde salía buenísima, pero de seguro eran de hace años. Ahora que la vi estaba bien gorda y aparte de todo hizo su berrinche. Te digo que me sentía mal, que iba llegando del avión al hotel y aquella pidiéndome que la llevara al concierto, quesque porque se lo había prometido. ¡La mandé a la chingada! Te digo que me engañó y cansado, medio enfermo y encabronado, porque no era lo que esperaba, ya mejor la mandé a su casa. Quedamos de vernos mañana, pero si no llega te dejo mi teléfono, me marcas y ya nos ponemos una pedota allá adentro. Te digo que a mí me gusta la fiesta y pos me caíste muy chin… Pinche negra escandalosa, que la callen… Se zampó otros cuantos bocados, comenzó
a calificar a las comensales y siguió su camino. Me ofreció asilo, que prudentemente rechacé. No había mucho de violador en él, aunque le intuía algún negocio no muy legal. Tener dónde bañarme iba a ser tarde o temprano necesario, una chela gratis no se debe de desperdiciar así como así, pero soportar al mejor filósofo de nuestros tiempos un día entero habría sido demasiado esfuerzo. Así que lo mejor fue agarrar la servilleta con su número y limpiar el café que la mesera había tirado cuando me lo trajo a la barra. Por otro lado, El Alegre era sabio. En efecto, alguien tenía que decirle a la negrita aquella que no estaba en un reality show. Así lo hizo una rubia. Todos menos la negrita estuvieron de acuerdo y “¡Oh no, you didn’t!” Los what did you say, bitch? y los who the fuck you think you are? comenzaron a salir, mientras se le abalanzaba amanezadora. Una cosa hay que reconocerle a la banda de color: no se andan con medias tintas. Aquella quería venganza contra su detractora y un tipo afroamericano sentado al fondo decidió que eso ya era demasiado, así que fue a detenerla; ella entonces decidió descargar su furia con el salvaguarda de la paz y él quiso controlarla con algo de gentileza; con fuerza sobrehumana de sus hipo-
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Revista Trotamunda Queretana potamescos bracitos el hombre recibió tremendo madrazo, lo que acabó con su tranquilidad, rápidamente se quitó el cinturón y se lo amarró en uno de los puños para magullar a la gorda escandalosa; esto no ocurrió porque algún otro individuo decidió jalarlo hacia atrás, tiempo suficiente para que la negrita se abalanzara sobre él para atisbar otro manazo que no llegó a su destino porque un tercer individuo de color la agarró del cuello y arrastró hasta afuera de la cafetería. Este último movimiento causo gran algarabía entre los espectadores que volvieron a aplaudir como focas de parque acuático. Pero no fue suficiente. Regresó furibunda y localizó a su primer objetivo, el negrito y el gerente intentaron detenerla. El último elemento del espectáculo nocturno se hizo presente: la policía. Pero no hay uniforme tan azul, ni bigote tan tupido, que pueda someter la indignación de una mujer a la que han querido privar de su derecho a expresarse en público. Mientras un policía la sostenía, alguno de los involucrados se acercó para exigir que se la llevaran y ella hizo un nuevo intento por zafarse y tratar ahora de golpear al tipo en cuestión. Lo intentó, lo logró y sólo sirvió para que los policías, un poco hartos ya de todo el asunto, la privaran de su libertad con base en la ley que los ampara. A macanazos, suelo, esposas y patrulla. En Tempo un aplauso volvió a surgir, pero la excitación general fue bajando. Yo saqué mi libro una vez más. La primera noche rondando por la ciudad y el consecuente coma que por 3 horas me tuvo durmiendo en el lobby de un hotel, me hicieron darme cuenta de las fallas en mi plan de hospedaje. A eso se agregó el hecho de no tener acceso al parque hasta que comenzaran los conciertos y la falta de conexión en mi celular, así que las siguientes noches las pasé durmiendo en un rincón de la estación de autobuses de Chicago –las centrales siempre dan para más crónicas, pero no todo cabe en ésta. Se podría hablar de las verdades de Alex Supertramp y del tercer día de festival en que conocí a unos chilangos entusiastas por los mosh pits y el lodo de las lluvias torrenciales: a veces la felicidad puede ser compartida con desconocidos. Pero los festivales y las crónicas inevitablemente guardan silencio.
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de CaLLe peZ aL Cerro deL SangremaL Horacio Lozano
A
ntes de irme a Madrid solía moverme en un espacio en concreto. No sufría de las displicencias del colectivo, no tenía necesidad de experimentar rutas, me faltaba valoración urbana, energía para estimular mi cuerpo y sobre todo sensibilidad al movimiento. Tenía un Topaz ‘82 que se llamaba Miguel Ángel. Gastaba mucha gasolina, se descomponía mínimo una vez por mes, tardaba en encender y le faltaba una placa. Le tomé mucho cariño a Miguel Ángel porque me transportó miles de kilómetros: del Sangremal a La Cañada, de Juriquilla a Tejeda, de una fiesta a otra siempre protegidos por una luz luciferina. Alguna vez El Coronel me propuso llevarlo por barco a Madrid. Llegaría a Barajas después de un tormentoso viaje con escala en Amsterdam, lo recibirían en aduanas y lo conduciría suavemente desde el aeropuerto hasta mi piso en Calle Ercilla. Lo tendría por 8 años más, recorreríamos Cantabria y El País Vasco cuando en un viaje a Yugoslavia me dejaría tirado sobre la carretera. En un impulso de ira lo vendería a unos macedonios por 60 euros. No sabría nada de él hasta 10 años más tarde, en un café de Nueva York, abriría el periódico y en primera plana aparecería Miguel Ángel
montado por docenas de revolucionarios mongoles. Celebrando la victoria, anunciando el nuevo imperio. Era un final digno para Miguel Ángel. Sin embargo, cuando volví a Querétaro lo vendí y olvidé sentarme en el volante y ahora sólo espero que esté en algún desierto encabezando a los bárbaros de alguna región olvidada. Así eran los traslados en Querétaro, el Topaz se encargaba de todo, y a pesar de no tener las comodidades del auto moderno para mí era suficiente. Cuando comencé a planear mi partida a Europa pensé en miles de cosas que podrían sucederme, profeticé enfermedades, imaginé triunfos y estaba embebido con la sensación de cambio. Era un hechizo. Todo parecía ir tomando forma. A los dos días que llegué comprendí, mientras viajaba en el tren ligero, que no iba a conducir por mucho tiempo. Me sentía feliz. Compré abonos mensuales para el metro y descubrí después de un mes que no importaba a donde me moviera, siempre terminaría caminando. Caminar era la nueva consigna, no importaba la hora, el clima o los zapatos. Tuve varias
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Revista Trotamunda Queretana rutas pero mi favorita sin duda fue la que tomé por dos años seguidos. Vivía en Embajadores, cerca de Atocha, en calle Ercilla, justo arriba del Teatro la Cuarta Pared. Salía del piso y doblaba en la panadería, de ahí hasta los kebabs y esa calle llegaba a la glorieta. Subía por Lavapiés, en donde casi siempre me detenía a beber un café, hasta Tirso de Molina. Cruzaba la plaza y bajaba por Carretas hasta Sol, Callao, Gran Vía y de ahí hasta Plaza España. Después tenía que cruzar y subir algunas calles más para llegar al trabajo. Era un camino lleno de neón, ruido, caos y belleza. Algunas veces subía por Montera para ver a las prostitutas polacas o rumanas. En verano me desviaba por Plaza Santa Ana y de ahí callejeaba por el barrio de las letras. Siempre había fiesta y risas. El calor lo hacía todo más eléctrico, más inclemente. Pensaba que en algún momento del día me uniría a ellos y celebraría hasta el amanecer. ¿Qué celebraríamos? Cualquier cosa. Un día soleado era más que suficiente. La mejor experiencia era en invierno. El vaho me parecía un lujo. Era cuando más latinoamericano me sentía. Fumar por Calle Pez hasta el bar Palentino y subir de rigor a Malasaña para tomar una copa en el Garage Sónico o en la Vía Láctea. Caminar a otro bar en Chueca y comprarle una cerveza a un chino sobre calle Montera. Y así, toda la noche, de
un lugar a otro. Sacando y poniendo bufandas, guantes, abrigos. Un baile de guardarropas nocturno en donde el alcohol y el frío son dos grandes aliados. Al llegar a casa traes una chaqueta que no es tuya, aúllas en el balcón y fumas el último cigarrillo viendo cómo amanece y cómo todos salen a sus trabajos o a sus colegios. Fue el primer flâneur de mi vida, mi spleen, por fin era un noctámbulo. Extraño muchas cosas de mi experiencia allá; pero caminar es la que más me hace falta. Volví a Querétaro después de casi cuatro años en los cuales jamás tuve problemas para trasladarme. Era más delgado y tenía mejor condición física a pesar de todo el alcohol y las drogas que consumí. Renté un departamento en el centro, en Felipe Luna. Bautizamos el lugar como Villa Oporto ya que después llegaron a vivir ahí mismo mi chica y dos neónidas (Saúl Galo y El Coronel K). No iba a vivir en otro lugar que no fuera el centro de Querétaro. Además Villa Oporto tenía una ubicación privilegiada. Para llegar a mi trabajo tenía que salir por Felipe Luna hasta la 5 de mayo y bajar a Plaza de Armas. De ahí tomaba el Andador Libertad hasta Jardín Zenea y me iba por la izquierda para agarrar Madero. Pasaba la fuente del Neptuno y el Jardín Guerrero, topaba con Ezequiel Montes, compraba una empanada de jamón recién hecha, cruzaba a Avenida del 57 y llegaba radiante a la escuela. Caminar muy temprano en el centro puede ser una experiencia revitalizadora. Regresar de Madrid y tener esa nueva ruta no estaba nada mal. De nuevo todo parecía acomodarse hasta que me fui a vivir al campo y el auto se hizo de suma importancia para moverme de un lugar a otro. Salir del centro fue extremo y estar en la montaña me ha vuelto estático. La naturaleza, a diferencia de las ciudades, me produce quietud, estadía, hermetismo. No me gusta enfrentarme a la naturaleza en dado caso, ya que
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me impone su fuerza y sus misterios. No es algo que quiera descifrar en estos momentos. Podría decirse que lo que más añoro es caminar; pero en la ciudades. El urbanismo me parece ágil, dilatado, posiblemente un extraño gusto; aunque bien estilizado. Pronto regresaré a la ciudad, es inevitable para mi formación. Extraño las distancias, el concreto, los gatos callejeros y los mercados, entre otras cosas. La última vez que tuve una experiencia flaneurística en Querétaro fue con mi buen amigo El Coronel. Se dice que los jueves en esta ciudad son peligrosos, y es cierto. Empezamos a beber unas cervezas y de ahí comenzó una marcha que terminaría hasta las seis de la mañana. Con nosotros estaba Saúl Galo, en ese entonces pintaba los murales de Villa Oporto, donde El Coronel aún vive. A las cuatro de la madrugada el Coronel nos invitó a su ruta nocturna. Era a pie. En un principio Galo y yo nos sentimos cansados pero con la persistencia de un gitano ebrio nos convenció para partir. Tomamos Reforma y, entre andadores, casas místicas, templos paganos, mujeres atrapadas en sótanos, aullidos de coyote, demonios barrocos, desconocidos vampíricos y fuentes secas, el efecto de la noche se apoderó de nosotros. Terminamos bailando una marcha kgargariana en las cornisas de Santa Rosa de Viterbo. La ciudad había tomado posesión de nosotros. Era un ritual magnifico. La fuente danzante estaba apagada y se convirtió en una plataforma espacial. La nave estaba a punto de despegar. Un vagabundo se nos unió desquiciado y hubiéramos en ese momento quemado muebles y libros al centro de nuestra danza. Estábamos dispuestos a rendir culto a la oscuridad, hacer una hoguera, bailar alrededor de ella hasta desvanecernos, entregarnos a la noche y dejar que la vida y la muerte tomaran tranquilamente su curso.
Heroin and Your Veins Heroin and Your Veins es un proyecto musical solista de Janne Perttula (UltraNoir), nacido y ubicado en Tamper, Finlandia. Toca desde 2006 y el género musical que eligió es el de “pistas musicales para películas noir no-existentes”: La música es ambiental y oscuraque mezcla un poco de jazz, blues, post-rock y surf-rock. Influenciado por “Bohren & Der Club Of Gore”, Tom Waits, obras literarias de Franz Kafka y peliculas noir. Es completamente instumental. Dice Janne que no intenta decir nada a nadie con su música. Su guitarra es una brocha que dibuja paisajes en la imaginacion de las personas. Algo así como una banda de surf-rock tocando desde el infierno con un sonido lleno de melancolia y angustia profunda o un grupo de lounge experimental con una cruda terrible. Así suena “Heroin And Your Veins”. Hasta el momento existen 3 discos (Dead People’s Trials, Nausea y Regret) y un EP con una sola una pista de 48 minutos (Lovely Bone Structure). El proyecto musical de Janne sigue en marcha, sorprendiéndonos con nuevos paisajes auditivos en cada entrega.
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Sin título (plano de la Calle Elvira) Ury Enríquez Julio 2013 Collage sobre papel A4
“Vendrán las iguanas vivas a morder a los hombres que no sueñan y el que huye con el corazón roto encontrará por las esquinas al increíble cocodrilo quieto bajo la tierna protesta de los astros.” Federico García Lorca
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La SoLedad deL nómada Nicolás Tapia
E
l confinamiento generalmente está relacionado con la desgracia, la diferencia negativa o lo atípico. Algo que a su vez no es bien recibido en una vida normal. Se utilizó como herramienta de pago y castigo para todo aquel que cometiera un delito, entrando en reemplazo de otras formas ortodoxas y cavernícolas como lo son la decapitación o el fusilamiento. Actualmente, el confinamiento viene empaquetado en una distinción social y se usa como respuesta a pensar diferente, ser de otro color o pertenecer a una distinta clase socioeconómica. Nuestra sociedad tiende a aislar al pez que no sigue la corriente, expulsarlo del sistema, no dejarlo integrarse a un algoritmo social que, según los mismos integrantes, funciona de manera perfecta y redituable. Es entendible desde cualquier punto de vista, más termina de ser aceptable cuando se llega al punto de ver ese sistema desde afuera. ¿Qué sucede con el confinado, fuese en contra de su voluntad o por iniciativa propia? Entra en soledad. Este concepto, malinterpretado y distorsionado por la persona en rutina, también es un sinónimo del infortunio. Si se opta por hablar poco, quedarse en casa,
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20 no salir a las típicas fiestas o eventos sociales semanales, tener pocos amigos, viajar solo, vivir solo, hablar solo, comer solo y cagar solo, entonces automáticamente cargamos el estandarte de la locura, amargura o cualquier otra rama del antisocialismo. En la mayoría de los casos, la soledad sí que tiene efectos devastadores. Pero no por su naturaleza, sino que más bien por nuestra incapacidad de lidiar con ella; terminamos por asumir que el estar solo y el sentirse solo, son sinónimos. En el momento que entendemos el esqueleto de la soledad, identificamos sus ventajas y disfrutamos de ella, ésta deja de existir automáticamente. Para explicar mejor esto, he de citar a Bukowski: «Nunca me he sentido solo. He estado solo en un cuarto –Me he querido suicidar. Me he deprimido. Me he sentido terrible –terrible sobre todo –pero nunca he sentido que otra persona podría entrar a dicho cuarto y curar dicha sensación. En otras palabras, la soledad es algo que nunca me ha afectado porque siempre he tenido este deseo vehemente de estar solo. Es estando en una fiesta o en un estadio lleno de gente gritando por algo, que me podría sentir solo. Citaré a Ibsen: “Los hombres más fuertes son los más solitarios”. Nunca pensé, “Bueno, ahora una rubia hermosa entrará aquí y me la chupará, y me sentiré bien”. No, eso no ayudará. Ustedes conocen a la gente típica, “Wow, es viernes por la noche, ¿qué vas a hacer? ¿sólo quedarte ahí sentado?” Mmm, sí. Porque no hay nada allá afuera. Sólo estupidez. Gente estúpida mezclándose con gente estúpida. Dejemos que se vuelvan estúpidos entre ellos. Nunca me he visto afectado con la necesidad de salir en la noche. Voy a bares, porque no me quiero esconder en las fábricas. Eso es todo. Perdón a todos, pero nunca me he sentido solo. Me gusta mi forma de ser. Soy la mejor forma de entretenimiento que tengo. ¡Tomemos más vino!». Jamás pensé en la soledad, ni con miedo, mucho menos con ansia. Sin embargo a medida que mi kilometraje aumentaba, las palmadas
en la espalda eran más una utopía que una realidad. A la hora de empacar tus pertenencias para un viaje sin fecha ni territorio límite, lo último que pasa por tu cabeza es el aislamiento. Sólo visualizas a tus cinco sentidos interactuando constantemente con un sinfín de sabores, idiomas, paisajes y labios. El viaje, en su antesala, emociona generando expectativas de libertad. Pero no de una libertad genuina, como muchos piensan, más una envasada, aquella que nos vende Hollywood, Facebook y Discovery Channel. Vivir como un hippie está de moda, o al menos el aparentar vivir como ellos. Más aún cuando esos modelos a seguir son actores encantadores, unos verdaderos superhéroes. Si ellos deciden escapar de la rutina, entonces estamos destinados a seguir el mismo camino. Y a triunfar. Si en las películas siempre hay un final feliz, ¿por qué en nuestras vidas no puede haber uno? Al final del día somos directores también. Y probablemente de la película más importante que nuestros ojos puedan ver. La imaginación cambia por realidad cuando llega la ejecución del viaje. En un inicio todo es novedad, algo que va muy de la mano con el asombro y la sonrisa, en su defecto. Nuevas comidas, nuevas palabras, nuevas imágenes, nuevos planes, nuevas formas de tener sexo, nuevas formas de emborracharte, nuevas formas de socializar, nuevas razones para reír, y también para llorar. Las nuevas experiencias, sean buenas o malas, son el bálsamo del ser humano en cuerpo, mente y alma. Pasada la infancia del viaje, tienes la opción de tomar dos caminos, los cuales no siempre están bien definidos: el ser turista o ser viajero. Desafortunada y afortunadamente escogí el primero. Para uno, con ganas de vivir el presente envuelto en placer, fue difícil ver las ventajas y desventajas que ofrece cada camino. Absurda-
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Revista Trotamunda Queretana mente pensé que vivir saltando entre hostales, paraísos y recomendaciones del Lonely Planet, era el tipo de travesía que le daría un significado a mi ser. Sin darme cuenta me transformé en un animal, actuando con base en el instinto y el placer, pero a la vez teniendo en mente otro tipo de recompensa. Buscaba las enseñanzas y experiencias de una vida local, disfrazado de turista. Una frustración sin intención. Una doble frustración. Miles de kilómetros y meses más tarde logré darme cuenta de aquello. No existía una curiosidad por lo nuevo. Escapando de la rutina, sin atestiguarlo, había entrado en otra. El agua turquesa pasaba a ser algo normal. Las piñas frescas no tenían sabor. El “Where are you from?” era el catalizador de un show visto ya varias veces. No había diferencia entre Juha, John y Johannes, por más distintos que fuesen física y mentalmente. En la burbuja turística, todos terminan siendo el mismo tipo de persona. Podrán decir, pensar y fomentar conceptos únicos, pero a la hora del día a día, terminan haciendo lo mismo. Ese es el presente. Mejor definición no pude encontrar.
En ese momento, después de haber estado viajando por casi un año, me sentí libre por primera vez. George Bernard Shaw, escritor irlandés que fomentó el vegetarianismo pero a su vez propuso exterminar a la gente que no generaran un superávit a través de cámaras de gas letal (una idea que llegó a Hitler años más tarde), señala que la libertad significa responsabilidad. Y que es por eso que la mayoría le teme. El aprendizaje negativo lo había experimentado, ahora faltaba el positivo. La recompensa inicial del viaje, aquella por la que cambié el clóset por mi mochila. Esa era mi responsabilidad. Al vivir como un nómada el viaje, al igual que la materia, no se crea ni se destruye, sólo se modifica. Y la soledad ayuda a enderezar el camino cuando uno se encuentra del lado de la mayoría. El estar solo me ha ayudado a no sentirme solo y, sobre todo, a seguir con el viaje. Viajar o no, no es el dilema. Más bien es el cómo. Bien dijo Paul Fussell que antes de que el turismo se desarrollase como tal, viajar era considerado como estudiar, y sus frutos eran el adorno de la mente y la formación del juicio. Mientras se aprenda, es imposible dejar de estudiar
La evolución de la antipatía ante tal estilo de vida era proporcional a los kilómetros recorridos. En un inicio apareció como un síntoma o simplemente un cosquilleo. Acto seguido se mostró descaradamente. No la vi. O más bien, no la quise ver. La ceguera es terca y la terquedad es ciega. Cuando no pude más con la carga apareció la soledad, mi mejor amiga, mi aliada, mi guía, mi salvadora. Ella me ayudó a escapar de esa burbuja y ver el sistema desde afuera. A analizarlo. A entenderlo. A reestructurarlo. ¿Cómo no lo había visto antes? He ahí la fortuna de haber vivido semejante colapso, de lo contrario jamás lo hubiera visto.
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tripear por La CitY Un rol por Ciudad Juárez
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n casquillo de bala fue lo primero que encontré al llegar a Juaritos. El sol abrasante me recordó al instante por qué le huyo a los veranos en el desierto. Dejé Tepic, Nayarit dos días antes. Ciudad conocida como el pequeño Juárez por la cantidad de muertos que reporta. Dos traileros me ayudaron a recorrer medio país. Viajé el último tramo en una camioneta que me dio aventón en la ciudad de Chihuahua. El conductor me habló durante las cuatro horas del trayecto, de las grandes bondades geográficas y de oportunidades para los negocios en el estado grande. Intentando convencerme, y convencerse él mismo, de que no estamos en uno de los peores lugares para vivir. No sólo de México sino del mundo. Una especie de cloaca por donde se purga la economía globalizada en crisis. Mientras en Europa, Medio Oriente y algunas ciudades de Sudamérica la población se rebela a pagar los costos de esa crisis saliendo a las calles a defender lo suyo, en Ciudad Juárez miles son asesinados como moscas sin lograr imaginar lo que ocurre. A Juárez se la traga el propio desierto que intenta domar. Es una trampa mortal. La arena movediza en la que si no haces nada te hundes y si te mueves, también. Un anuncio en la entrada nos da la clave para entenderlo: Bienvenidos a Juárez, la ciudad de los negocios. Esos negocios que le dieron la vida ahora la están matando.
Soy un viajero, no dejo de caminar, deambular. Recorro playas, bosques y selvas. El desierto es mi oráculo, la ciudad mi barricada. Las cosas que necesito para vivir caben en una mochila. En el camino encuentro todo. Voy navegando, platicando y preguntando: si no sabes lo que ocurre en Ciudad Juárez ¿cómo lo vas a evitar en tu ciudad? E s t o s e e x p a n d e . Juaritos toca a tu puerta. ¡Welcome to hell! Esa exploración me trae de vuelta al lugar de origen. Al llegar, vuelvo a conocer la ciudad por primera vez. Siento una ciudad deprimida, desolada, en abandono. Una ciudad sórdida. La atmósfera densa, casas abandonadas, negocios incendiados, calles solitarias, omnipresencia policiaca. La periferia marginada de México en toda su nitidez. Una imagen me asalta, la ciudad Flint retratada por Michael Moore en Roger & Me tras la decadencia que siguió al esplendor de la industria automotriz en Michigan. No es casual, es la misma industria, es la misma crisis. Por la magia de la globalización vinieron a dar a la frontera los empleos perdidos en Michigan. Ahora esos empleos se han esfumado con el colapso económico. Viví el apogeo de la maquila. Bonanza económica, sobre oferta de empleo, decenas
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Revista Trotamunda Queretana de familias llegando a diario a la central de autobuses, estampidas de camiones retacados de trabajadores, agitada vida nocturna. La ciudad funcionando veinticuatro horas siete días a la semana. Durante años, anticipando el destino de una ciudad que centra su crecimiento en una industria ajena, les hice a mis alumnos una pregunta ¿qué pasaría con Juárez si se fuera la industria maquiladora? Nunca, nunca, ni en el peor de los escenarios, pude (pudimos) imaginar tanta destrucción. A la ciudad le acompaña la violencia desde su fundación. Cada auge económico ha venido seguido de sangre, muerte y destrucción. Paga con creces el privilegio de estar en un lugar clave para los negocios. El punto medio entre los océanos Pacífico y Atlántico. Límite entre los Estados Unidos Mexicanos y los Estados Unidos de América. Primer y tercer mundo cara a cara. La frontera entre la apariencia de un mundo humano y la transparencia de su verdadera naturaleza. A principios del siglo XX, durante la prohibición del alcohol en Estados Unidos, florecieron los lugares orientados a la vida nocturna, las cervecerías y destilerías de whiskey. Se vendía alcohol en cientos de establecimientos y se introducía a Estados Unidos. Prostitución, drogas, juegos de azar y armas completaban los negocios. El destino de la ciudad tatuado letra por letra. Opulencia. Apariencia de civilidad. Ajustes de cuentas. Despilfarro. Party eterno. Impunidad. Lo legal e ilegal como dos caras de la misma moneda. La violencia mediando la convivencia. ¿Cada habitante un Dr. Jekill y Mr. Hyde? A mediados de siglo, miles de soldados gringos y alemanes estacionados en el Fort Bliss disfrutaban el auge de una época dorada que duró varias décadas. La ciudad se les abría como una enorme cantina, prostíbulo, paraíso de drogas y centro de espectáculos internacional.
Don J, fotógrafo, fue testigo de esa era. La registró durante años con su cámara de treintaicinco milímetros. Recorría bares y cantinas ofreciendo la del recuerdo. Miles de negativos y fotografías conforman su tesoro. –Alguien tendría que ver todo esto, eso ocurrió aquí. Había mucho trabajo. Venía gente de todas partes. Ahora está todo muy cambiado, –dice tranquilamente al remover las cajas. Las fotos van corriendo una a una: mujeres bailando y cantando, parejas abrazadas, grupos de personas brindando, músicos, fachadas de bares, las calles. Cada foto una historia, una vida. De pronto hace la seña de parar –es Chayo, e s C h a y o –Repite sorprendido, como al reconocer en una persona a alguien de nuestro pasado que se nos presenta como una aparición. Los ojos se le llenan de agua. Un tesoro dentro del tesoro. La imagen en blanco y negro muestra a una joven mujer sonriendo, hablando con los ojos. Es su compañera. Su esposa recién finada mirándolo como lo hizo hace ¿cincuenta años? en que él captaba ese momento. Un registro para el futuro, para que perdure la memoria. Hoy que ese futuro es el presente, él se encuentra ese onírico mensaje que se rebela a su condición de pensamiento y se materializa en un pedazo de papel. Fundiendo y confundiendo realidad y sueño. Su Chayo sonriéndole, hablándole cómplice y coqueta, como el primer día que la vio. –¡E s C h a y o ! –Dice en loop, incrédulo aún. Conectado con su pasado. El agua de los ojos humedece sus mejillas. II
Más de una hora el trayecto en camión urbano al downtown. Son largas las distancias. Sube y baja gente que te analiza, te mira a los ojos, intenta descifrar tu vida. ¿Eres sicario, dealer, extorsionador, andas movido? ¿Cuál es el rostro del criminal? ¿Cuál es la apariencia del asesino? ¿Tienes un arma entre tu ropa, en la mochila? ¿A dónde te diriges? ¿Ocultas algo? ¿En qué trabajas? ¿De qué vives? Cada persona
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26 en el papel de un Sherlock Holmes improvisado. Combinando experiencia, sentido común e intuición para intentar adivinar frente a quién está. En la radio José no deja de sorprender, nunca sabes lo que va tocar. Llego al centro, sin edificios y en demolición. Negocios cerrados, zanjas y montones de tierra a media calle. Así imagino yo una zona de guerra. Sólo la Misión y la Ex Aduana tienen más de cien años. Se construye para destruir y volver a construir. En la Plaza de Armas, la gente se toma fotos con Tin Tan que está sentado en la fuente fumando un puro. Un danzante azteca forma un círculo con las personas que observan su ritual. En el kiosco, un predicador mantiene el tono frenético para hablar del fin del mundo, del Apocalipsis en curso. Su voz amplificada por dos bocinas es casi tan irritante como los cantos distorsionados que salen de la catedral intentando opacar su voz. El atrio cerrado, sólo se abre un rato los domingos, por seguridad. La plaza luce vacía, sigue siendo punto de reunión de adultos mayores y palomas, que llegan por miles. Al parecer nadie les ha informado nada. Topo con dos conocidos. –Nos matan por esta madre ¿y no nos podemos dar ni un pinche gallo? dice Kaos desesperado por no poder conectar mota. –Tiene todo el día buscando, –anda erizo, –dice Dany justificando su acelere. –Ya fuimos con varios conectes, a todos los revientan carnal, dos tres semanas y truenan, bueno, se los truenan, jajaja, –suelta Kaos la carcajada. –Sólo queda un lugar pero está rodeado de chota. Es misión suicida. Entrar, conectar y salir. I-n-v-i-s-i-b-l-e-s –. Los acompaño a la colonia Bellavista. En el camino, Kaos me platica su teoría basada en Crimen y Castigo de Dostoyevski. Según él, puedes meterte a la boca del lobo,
navegar entre chotas, pasar retenes y revisiones sin problema siempre y cuando mantengas la calma. –Huelen el miedo, son como los perros, con perdón de los perros. Se basan en la apariencia y la actitud para sus chequeos. En la culpa. Yo por eso tranquilo, ando línea, camino con mi morra, ni los volteo a ver. Para mí no existen. No me paran policías ni soldados, carnal. Llegamos por la Avenida Juárez, hermana gemela de la Avenida Revolución en Tijuana. Antiguo escenario de la vida nocturna y entrada del turismo norteamericano a la frontera más fabulosa y bella de mundo según Juan Gabriel. Las mexican curious, mariachis y tacos en cada esquina son ahora fantasmas en mi mente buscando colorear el abandono. Retén militar junto al puente internacional. Convoys de Policía Municipal y Federal apuntando con sus armas. Yo veo en los policías a los Orcos del Señor de los Anillos, pero es certera la comparación de
Kaos, logro visualizarlos como una jauría de perros rabiosos liberados tras días de encierro. Al doblar en una calle cesa el ruido y movimiento. Un tipo en bicicleta se nos empareja –¿Qué andan buscando? –¿Tienes mota, carnal? –pregunta Kaos. –No hay hierba. Sólo piedra y chiva. –responde tajante.
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Revista Trotamunda Queretana Nos analiza sin vernos directamente y echa un vistazo alrededor. Seguimos caminando. Pregunta dos, tres, cuatro veces, misma respuesta. –¿Cómo la ves? ¡Pura piedra, pura piedra, pura chiva, pura chiva! ¡Tengan su pinche chiva! ¿Creen que estamos pendejos? Queremos motita, no esa mierda. ¡Natural ése, no veneno! ¿Ves cómo los pone? Se los echa en dos tres meses. Se los chupa así. Pura piltrafa humana, bato. Quieren que te metas a huevo lo que ellos quieran. Nos matan con esas chingaderas. ¿Dónde queda el derecho que tenemos de meternos lo que nos de la gana? Para eso es nuestra vida ¿o no? En Wall Street y Hollywood reciben pura calidad sin semilla y fresquecita y nosotros acá buscando guarumo. ¡Está cabrón! ¿o no? –va soltando entre reniegos. Los dealers haciendo equipo, división del trabajo. De decenas de tienditas que había, el buffet de drogas, ahora es una operación conjunta. A uno le pides, otro cobra, otro entrega. Todo en la calle, en movimiento. De un bar se escapa la nueva versión de Panamericano. Dos hostess en minifalda nos invitan a entrar al ritmo de la canción. Bicicletas, perros, carritos de burritos, parqueros, prostitutas, borrachines y negocios ayudan a montar la escenografía de la película que voy imaginando al caminar. Barrio Chino, Huevo de Serpiente y Sin City se dibujan frente a mí. Nos piden que esperemos afuera de una peluquería. Hay un bato de lentes oscuros sentado con un perro de pelea a un lado, una estatua vigilando. Me siento junto a él. Reconozco el lugar. Le digo que estuve ahí de niño con mi padre. Le interesa la plática, responde amable. ¿De dónde vienen? El perro babea, olfatea, impone. Dany toma una foto de unas aves en un cable eléctrico. El bato sujeta al perro, se sube los lentes –mija, le voy a dar un consejo que le puede salvar el pellejo. Cuando venga a lugares como este nunca traiga cámara, y si la
trai, clávela, no la saque ¿me entiende? –le dice tranquilizando al pitbull que espera la orden de atacar. Olvidando su cara de vigilante cuenta que los traen jodidos, han matado a muchos. –Tantos muertos no es pa’ acabar con esto, más bien pa’ ver quién se queda con la gallina de los huevos de oro ¿me entiendes? Aquí jalas pa’ ellos vendiendo su merca o te la rifas y vendes lo tuyo. Pero te tienes que arreglar ¿me entiendes? Con la tira y los wachos no hay pedo. No se meten, pero estamos rodeados. Garantizamos la venta, entrar y salir de aquí es pedo suyo ¿me entiendes? Estábamos las veinticuatro horas, ahora nos quitamos cuando se apaga la vela. Así está el abarrote carnal, tenemos que camellar. Llegan las latas. Salimos nuevamente a la Avenida Juárez, bullicio. Convoys de Policía Municipal y Federal apuntando con sus armas. Retén militar junto al puente internacional. Dany no habla. Kaos me enseña una bolsa antes de clavarla. Se me acerca, me dice a los ojos –esta es la marihuana más difícil de conectar y la más cara del país. Una lata que no te alcanza para un churro te cuesta treinta o cuarenta varos. Seca, con semillas y palos ¿ves por qué me encabrono?
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vaFtHrudnir Andrés Camacho
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acó la mano del río y se puso de pie mientras se sacudía el agua. –Ifing –murmuró el hombre –el agua está helada, debe ser éste el río Ifing, es aquí –. Miró al otro lado del río contemplando los árboles grandes y rugosos, árboles tan altos que sus copas parecían nubes ocultando las estrellas de aquella noche invernal en el bosque de Jötumheim a las afueras de Midgard. Cruzó el puente con prisa e inquietud y se detuvo antes de pisar la sombra que creaban las secuoyas y arces en la entrada del bosque. Metió las manos en las bolsas del pantalón destazado que hacía juego con su viejo y roto saco negro. Relajando los hombros comenzó a caminar entre los arbustos y el estrecho de tierra, adentrándose lenta y tranquilamente en el bosque de Jötumheim. Residuos de la nieve que había caído la noche anterior aún pintaba la hierba de blanco a las orillas del recorrido, la temperatura era baja y por lo tanto los árboles generaban vientos fríos a orillas del río Ifing que delimitaba el norte del bosque. A lo largo del camino había bancas de madera que permanecían vacías, a excepción de una que recibía la luz artificial detallando sus colores con una precisión aún
más exacta. Ahí estaba él sentado, un hombre de edad con bastantes arrugas y suciedad en la cara que descifraban las expresiones en su frente y ojos. El viejo saco entreabierto dejaba ver la corbata negra que había recogido la noche anterior y que ahora caía hasta su cintura en armonía cromática con sus zapatos desgastados. Era un hombre bastante alto a pesar de la imagen que creaban sus piernas encogidas por debajo de la banca, tenía las manos enlazadas y puestas sobre una mesa frente a él. –¿Quién eres tú, extraño que caminas entre mis árboles y levantas la tierra que pisas? –alzó la voz con violencia aún sin moverse demasiado, dirigiéndose a aquél otro hombre vagabundo que había cruzado el río hacía las entrañas de Jötunheim. –Fjölnir es mi nombre y lamento haberte ofendido al caminar entre todo lo que llamas y miras tuyo –contestó tranquilamente Fjölnir –Vengo sediento del sabio más grande que, dicen, orbita entre los caminos perdidos de Jötumheim. ¿Es usted el sabio del que he escuchado? –preguntó al hombre sentado en la banca a la orilla del camino. –Fjölnir no es un nombre de aquí ¿De dónde has llegado con tanta sed, viajero?, siéntate, que estás en mi casa, no hables más desde el pasillo, acércate –dijo expectante el hombre en la banca. –Incluso para saber preguntar hace falta sabiduría, viajero –agregó.
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Revista Trotamunda Queretana guntó Vafthrudnir a la vez que comenzaba a mover un Berseker hacia adelante, tomándolo con fuerza y haciendo sonar el tablero de madera.
–He andado desde Midgard, pues es sabido que aquí habita Vafthrudnir, ¿eres tú él? –contestó Fjölnir a la vez que se sentaba en la frágil silla frente a la mesa que lo separaba del hombre –Estás aquí, bajo el gran árbol que sostiene al mundo, cercado por las heladas aguas del río Ifing, debes ser tú Vafthrudnir –aseveró energéticamente Fjölnir. –Oh, viajero que sediento ha estado de mi, eres digno de mover tus piezas, anda, ya están acomodadas, podremos así saber quién dejará Jötunheim sin ser el más sabio y perderá aquí su cabeza, a los pies de Yggdrasil, el árbol que sostiene al mundo –instruyó ansioso el gran hombre a Fjölnir, quien acercó su silla a la mesa y miró sus piezas de ajedrez. Eran antiguas, labradas en mármol y, a diferencia de los ocho peones acostumbrados, había ocho “Bersekers”, guerreros ancestrales conocidos por ser fieros y despiadados en batalla, detrás, dos caballeros con lanza en mano, a sus costados, un par de obispos seguidos por dos runas inscritas y al centro el rey sobre su trono junto a la reina, que portaba un velo finamente tallado. –Oh, viajero que tantos mundos has recorrido, sediento e intrigado pero sabio en tus preguntas, dime, pues quiero probar tu conocimiento ¿De qué está hecho el hombre? –pre-
–El hombre, oh sabio entre los sabios, nació entre los animales, erigiéndose de instintos y placeres, corrompidos por la misericordia y el miedo, pues de carne y hueso está hecho también el hombre –contestó Fjölnir tomando su caballero de atrás para llevarlo a las primeras filas en su parte del tablero. –Oh, viajero que tantos mundos has recorrido, sediento e intrigado pero sabio en tus preguntas, dime ¿Dónde termina el mundo de la existencia? –preguntó nuevamente Vafthrudnir, protegiendo la pequeña runa inscrita detrás del obispo. –Donde terminan las palabras, ¡oh, sabio entre los sabios! La existencia es imprecisa donde faltan las palabras, pues en el pensamiento no hay lugar para los estados y emociones intermedias –respondió Fjölnir moviendo el otro de sus caballeros a las cuadrículas frontales. Después, él preguntó a Vafthrudnir –pero siendo aún, de Jötumheim el más sabio, debes decirme, ¿Quién creó el mundo y a los hombres sobre él? –. –De entre los gigantes, de la carne de Ymir se formó la tierra, los montes existieron al caer sus huesos y fueron rodeados por su sangre, ahora la mar, y fue del fresno y el olmo ¡oh, viajero y sabio entre tus preguntas! que tomaron los dioses la madera con que sería hecho el hombre y así viviría en Midgard, a los pies de los dioses –respondió Vafthrudnir con cierta simpleza, tomando los retales de lo que había sido un elegante sombrero, sacudiéndolos y colocándolos sobre su cabeza. –He de preguntar, viajero que tantos mundos ha recorrido y qué ha llegado aquí a probar mi sabiduría con la suya, ¿dónde principia para los hombres el bien y el mal, oh, viajero de tantos mundos? – preguntó Vafthrudnir tirando uno de los caba-
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30 lleros de Fjölnir fuera y colocando en su lugar uno de sus obispos. –Donde aparece nuestra herencia animal de enjuiciar ¡oh, sabio entre los sabios!, pues encasillamos todo derivado de un juicio a partir de lo perjudicial o beneficioso –respondió Fjölnir moviendo el otro de sus caballeros donde el obispo había despojado la pieza anterior. Enseguida levantó la mirada encontrándola con la del hombre frente a él y exclamó –¡El bien y el mal, oh gigante de Jötumheim, se mide según nuestros criterios! –. Vafthrudnir formó una leve sonrisa y adelantó su reina por encima del último caballero de Fjölnir, sacándolo del tablero –Dime, viajero que por los nueve mundos ha viajado, si sabio eres en verdad, ¿quién ha traído la Luna que hoy ensombrece sobre nosotros y traerá el sol, luz de día?, si es verdad que sabio eres, viajero, ¿quién nombró al invierno y lleva el verano a los nueve mundos? –preguntó enérgicamente Vafthrudnir, inclinando su cuerpo sobre el tablero y despegándose del respaldo en la banca. –Skinfaxi es el caballo que arrastrará el día en unas horas y es Hrímfaxi el corcel que cabalga ahora en la noche, descubriendo las estrellas a los nueve mundos –respondió con fluidez Fjölnir, sacando del tablero al obispo restante y una de las runas del gigante de Jötunheim, amontonándolas con las piezas que ambos habían ya perdido –No olvido a Vindsval, padre del invierno ¡oh, sabio entre los sabios! Tampoco lo hago con Svásud, padre del verano –agregó Fjölnir inclinándose al igual que lo había hecho Vafthrudnir sobre el tablero.
Ambos se miraron unos segundos y habló Vafthrudnir entonces –Veo ¡oh, viajero de los nueve mundos! que digno eres de sentarte aquí, frente a mi, bajo los árboles que envuelven mi trono –dijo el hombre, moviendo su reina tibiamente oscurecida, quitando la runa restante de Fjölnir y dejando libre el paso frente al rey –Veo también, viajero, que a Jötunheim ha venido a probar su sabiduría, que de las runas de todos los hombres has leído e indagado, sin embargo yo aún me erijo, desde Jötunheim, como el más sabio entre todos los sabios –. Tomó entonces Fjölnir con su mano sucia y vieja el último de sus caballeros y lo acercó al rey ajeno –Desde hace miles de años mucho he viajado, mucho he indagado y mucho he preguntado, pero dime entonces, si sabio eres entre los sabios, ¿qué dijo Odín a su hijo antes de morir y subir a la pira? –preguntó Fjölnir sosteniendo firmemente el caballero y fijando su mirada en Vafthrudnir. –Nadie sabe lo que dijiste en el pasado al oído a tu hijo, pues contigo, Odín, compito en sabiduría, mas tú serás siempre el más sabio –habló concluyente Vafthrudnir, el gigante de Jötunheim, a la vez que el acha, forjada del acero más poderoso de Asgard, cortó el aire antes de hacerlo así con su cabeza.
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Heroin Jude
SELFIE Jude
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LEIDI Jude
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Adrián Ortega Iturriaga
Alguna vez fui un perro que olfateó el culo de otro perro, todos los culos apestosos vagabundeé sentado como hacen los holgazanes que ni la cola mueven cuando pasa una perrita zapateando la falda inútil el abismo de los instintos. Mordí a un cretino que me lanzó un disco y casi deja tuertos los paisajes pornográficos, como si fuera su sirviente Simio analfabeto que no ha leído la constitución de los perros. Sr. Perro, saluda uno y Qué tal, Sr. Perro responden todos porque ante racismos aquí todos somos Sr. Perro, gloria socialista confuso cuando se trata de votaciones, partidos de futbol Gol de Sr. Perro y todos festejan mostrando su pecho de lobo doméstico.
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Pero yo fui Sr. Perro el poeta uno de los tantos poetas perros que perfuman versos para el olfato de los ociosos, aullamos indecencias mientras oficinistas firman cheques por millones de croquetas y persignan los domingos crímenes engrapados al archivo del olvido. Olfateé todos los culos del mundo hasta que hallé un aroma a hembra en celo y enamorado como pingüino monógamo arrojé mi abrigo a la guillotina del amor. Granizaron jaurías erectas de luna llena corazones descuartizados por fauces libidinosas sonrisas del culo coqueto que meneaba insinuante sus antojos de huesos de oro y bosques lujosos en París. Ladré fantasías en tabernas de aplausos desdichados, rascábamos la tierra hasta encontrarnos en la nariz del otro enterrada la morralla de huesitos navegamos ríos pestilentes, el velero flotante por ambos alientos. Carcajadas de cebolla me recordaron la fragancia del culo recitado aquella vez que fui un perro.
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Cuervo Sinclair “Cuervo Sinclair son guitarras relampagueantes y tambores machacantes” Sus integrantes: Eduardo Castaño - Vocalista Gabriel Campillo - Guitarra Daniel Landeros - Guitarra/ Alguna voz Alan Contreras - Batería Andrés Camacho - Bajo/ Alguna voz Influencias: Breaking Benjamin, Soil y Stone Sour Canciones: Doña Sara García, Tiempo Perdido y...Tornillo de Plata
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Vagabundos viajes y demรกs Luis Javier Kanchi
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noveLa en entregaS (nombre pendiente)
Carlos González I
N
o puedo sino reconstruir los hechos a partir de indicios. Mi madre nunca tocó el tema. Fue Lucía quien cuidó de mí recién murió mi madre, cuando tenía yo diez o doce años, la que orientó con sus recuerdos las pistas que había logrado hacerme durante la infancia. Mi madre era un fantasma. Deambulaba por la casa escogiendo sitios para sentarse a fumar y mirar la nada. No recuerdo una sola conversación con ella. Mira, ese es tu padre, me dijo en una ocasión cuando la descubrí observando una fotografía. Tenía yo siete años y era la primera vez que mi madre decía algo sobre mi padre. Cuando la cuestionaba al respecto, siempre eran las mismas respuestas: eres muy pequeño, todo a su tiempo, estás muy chico para comprender. Al mostrarme la fotografía pronunció esa frase que no tenía el menor sentido ante lo que veían mis ojos. Era una estampa en color sepia, amarillenta y decolorada, de un desierto, un peñasco y un árbol seco. Era todo lo que se podía ver. Vuelve a jugar, me dijo acariciando mi cabello. Este es tu padre…vuelve a jugar. ¿Qué sentido tenía eso? Guardó la fotografía entre las páginas de un libro y se dirigió a su cuarto. La seguí para verla adentrarse en la oscuridad del largo pasillo que terminaba en su habita-
ción. Nada. No había nada en mi mente sino confusión. Todavía recuerdo el sonido de sus tacones golpeando el piso. Me perdí en ellos, quizá buscando en su ritmo algo que, en aquel momento, tuviera algún sentido, después del absurdo y brevísimo monólogo que acababa de escuchar. Hoy podría pensar que jugaba conmigo. Pero me es imposible, como me fue imposible aquella tarde, concebir malicia hacia mí de la mujer que me había dado la vida. Para mí, en ese momento, no comprender era mi culpa, por ser pequeño, por ser torpe, por ser incapaz de entender, como me dijo mi madre tantas veces. Y ella, ella seguía su andar hacia su cuarto. Y yo levantaba la mirada, para encontrarme con esa imagen que es la que más recuerdo de mi madre. Dándome la espalda, avanzando lentamente sobre el pasillo que en aquel entonces me parecía infinito, en dirección a su recámara. Quería entonces lanzarme a sus piernas, apresarlas en mis brazos y llorar y llorar y llorar. Quería llorar en su pecho y suplicarle que me ayudara a comprender. Pero aquello ya lo había hecho muchas veces, tomándola desprevenida, sin obtener más respuesta que caricias en el cabello acompañadas por un condescendiente chistear
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Revista Trotamunda Queretana de sus labios. Quise correr detrás de ella, pero no pude. Me contuve hasta que la vi entrar a su recámara. Me puse entonces de pie y me acerqué en silencio, escondido tras el marco de la puerta. Descubrí a mi madre mirando la fotografía, mientras sostenía el libro abierto en su mano izquierda. Para mí, teniendo siete años, las palabras eran pocas e insuficientes. No era tristeza, y mucho menos alegría lo que vi en mi madre. Hoy conozco la palabra que describe su mirada, la densidad de su cuerpo y la cadencia de sus movimientos. Era nostalgia, la carga de un sueño que al morir permaneció como un cadáver en la mente de mi madre, en putrefacción, despidiendo los tortuosos olores que despide lo imaginable pero imposible. De pronto, sucedió. Por primera vez en mi vida vi a mi madre llorar. Una lágrima escapó de su ojo derecho, y después una más. ¿Escogen las lágrimas el ojo por el cual han de brotar? ¿hace alguna diferencia? Mi madre siempre lloró por el ojo derecho. Yo lo hago por el izquierdo. Ella no se limpió el rostro. Dejó correr las dos lágrimas sobre aquella piel que tantas veces imaginé prohibida. Entonces lloré yo también, sin que ella me viera o escuchara. Llorábamos los dos, yo por ella y ella, sin saber que estaba ahí, por algo que desconocía. Aunque seguramente para ella la sensación ni siquiera se insinuaba, yo sentí que en ese momento estábamos tan cerca uno del otro como nunca habíamos estado. Esperé con desesperación que sintiera necesidad de mí, como yo sentía necesidad de ella. Rogaba en mi mente porque se pusiera de pie y saliera a buscarme, y me encontrara ahí, y me abrazara y me besara, y la abrazara yo y la besara yo. Llorar juntos, uno con el otro, uno para el otro y que ese abrazo, ese ella y yo, ese nosotros, fuera eterno. De haber sucedido, nada más hubiera ya importado, ni siquiera el comprender. Pero nada de eso sucedió. No me miró, ni me abrazó ni me besó. Introdujo la foto en el libro y lo cerró para ocultarlo entre
sus páginas. Cerró los ojos y bajó la cabeza mientras acariciaba la pasta de aquel libro. Limpió luego su rostro, sacó una llave del bolsillo de su suéter, abrió el ropero y guardó el libro en un pequeño cajón al fondo del mueble. Cerró el ropero, guardó la llave en su bolsillo y abandonó la habitación. Si sintió mi presencia en el marco de la puerta, le fue indiferente. Pasó de largo sobre el pasillo, hacia la sala. Ahí iba de nuevo, su espalda, su andar, sus tacones. Su mirada fija en algo oculto para mí, alejándose sobre aquel pasillo que se volvía materialización de la distancia entre los dos. Fue sobre ese pasillo donde la vi con vida por última vez. Eso lo recuerdo con claridad. Me encontraba sentado en el piso de la sala, leyendo Alicia en el país de las maravillas, un libro que me había prestado Don Aurelio, un viejo que encontraba siempre sentado en una banca de madera fuera de la tienda de abarrotes de Doña Martha, en la esquina de la calle, y quien era dado a contarme historias y prestarme libros o historietas. ¿Quién eres tú?, preguntaba entonces la oruga a Alicia. Apenas sé, señora, lo que soy en este momento, contestó Alicia. A ver si te aclaras contigo misma, replicó la oruga. Temo que no puedo aclarar nada conmigo misma, señora, respondió Alicia, porque yo no soy yo misma, ya lo ve. En ese momento oí un golpe. Mi madre caminaba sobre el pasillo de modo zigzagueante, golpeándose contra las
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40 paredes. Me puse de pie, pero tuve miedo de acercarme. De pronto, apenas puso un pie en su alcoba, cayó de frente y permaneció inmóvil. Me acerqué entonces, lentamente, con temor. Tenía un brazo extendido hacia delante, como si hubiera intentado alcanzar algo en el último instante. Su cabeza había caído sobre su costado derecho. Ahí estaba yo, de pie, a un lado de ella. Me puse de rodillas y acaricié su cabello, retirándolo de su rostro. Vi entonces que, como una lágrima, dos gotas de sangre habían escapado de su ojo izquierdo, aquel por el que nunca brotaron las lágrimas. Una gota recorría ya el borde de la nariz, y la otra permanecía condensada dentro del párpado. Tenía los ojos abiertos. Estaba fría, no respiraba. Tomé su mano derecha y la hice recorrer despacio mi mejilla, como una caricia. La besé. Acaricié su rostro. Seguí sus facciones con el dedo índice. Sentí la forma del cráneo que recubría aquella pálida piel de mi madre. Sentí la forma de su nariz, las comisuras de su boca y la textura de sus labios. Me recosté a su lado izquierdo, de modo que pudiera verla mirarme con esos ojos abiertos y vacíos. Seguí acariciándola. Tomé su brazo izquierdo y lo pasé sobre mi cuerpo, como si me abrazara. Me acerqué lo más que pude a su cuerpo. Besé una vez más su mejilla y levantándola un poco me acurruqué en su cuerpo frío. Así, en ese abrazo, dormí, y permanecí dormido no sé cuánto tiempo. Desperté y ella seguía mirándome, a mí, mirándome, sin respirar. Sabía desde un principio que había muerto, pero no estaba dispuesto a concederle realidad a ese hecho. Fue hasta que desperté que lo vi con claridad. Lloré, ahí, acurrucado en su cuerpo, viendo sus ojos que, me quedó claro entonces, seguían sin verme, seguían mirando la nada o algún fantasma. Lloré acariciando su rostro, limpiando las dos gotas de sangre que se secaban sobre su rostro, acariciando su mano izquierda, que apreté contra mi pecho. Se había ido sin haber nunca estado. Me puse de pie y sin dejar de llorar corrí a la calle, sin saber qué hacer. Me encontré con Don Aurelio, a quien conté lo que había sucedido y me dijo que lo esperara, que iríamos juntos a la casa. Entró entonces a la tienda de Doña Martha y le pidió el teléfono. Vi que hablaba con alguien y decidí que no lo esperaría. Corrí de nuevo a la casa. Ahí estaba, al fondo del pasillo, muerta. Me acerqué y tomé de su bolsillo la llave del ropero. Busqué en todos los cajones hasta dar con aquel libro y aquella fotografía, que guardaría celosamente hasta la fecha.
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Viajero D3A
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El Safas Diego Alejandro Cruz GarcĂa
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ideaS CompLeJaS Explicadas con palabras simples.
Vlad Dolg Feminismo: Los hombres y las mujeres son iguales, pero el hombre debe lavar los trastes. Teocracia: Si no lavas los trastes vestido adecuadamente, serás asesinado a pedradas por una multitud furiosa. Democracia: En la reunión familiar todos votamos para elegir a la persona que lavará los trastes. Democracia Soberana: En la reunión familiar todos votamos para elegir a la persona que lavará los trastes. Excepto por el líder familiar. Él no puede ser elegido para lavar los trastes nunca. A narquía: Cada quien lava sus trastes. El que intente obligarme a lavar sus trastes, recibirá una patada de mi parte. Transhumanismo: Tenemos una máquina lavatrastes. Comunismo: El líder de la familia me dice que puedo lavar todos los trastes que quiera y usar los que necesite, cuando los necesite. Pero si me niego a lavarlos, seré ejecutado para poner el ejemplo. Tecnocracia: Cómo y cuándo deben ser lavados los trastes es determinado por el especialista en el área de la trastología, antes de ser llevado a la práctica. Libertarianismo: Este vaso es mío y lo lavaré cuando yo quiera, no tienes derecho a decirme nada sobre mi vaso. Es mi derecho lavarlo. Minimalismo: Lavar los trastes no es necesario si puedes comer con manos sucias, agarrando la comida del suelo. Fascismo: Los trastes limpios son mas importantes que mi propia vida. Y los vecinos los tienen asquerosamente sucios, por lo tanto, merecen la muerte. Capitalismo: El hermano menor lavó mis trastes, porque yo le ayude con su tarea. Pacifismo: Es mejor evitar lavar los trastes, porque corremos el riesgo de romper algunos de ellos. A ntiglobalismo: El gobierno mundial quiere destruir las tradiciones de mi familia, obligándonos a lavar los trastes. Monarquía: El líder de la familia no debe lavar los trastes porque su padre y su abuelo tampoco lo hacían.
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reCrudeCe La diSputa Hermes Införmator, 4 septiembre de 2011
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ichael Grossmann y Andrew Goldberg —la polémica dupla de exproductores televisivos de la cadena norteamericana Fox TV— continúan sin manifestarse al respecto de las demandas multimillonarias presentadas a TeleRehx durante el pasado mes de junio. Han pasado ya cuatro meses desde que la Human Rights Watch, en coalición con distintas asociaciones civiles de la capital, acusó a TeleRhex (nuestra televisora paraestatal) de financiar la serie Ilyo Jöbö Kömandrovyano, adaptación del reality estadounidense Bums & Drifters, por el cual la cadena Fox TV fue penalizada con elevadas multas económicas durante 2010. Grossmann y Goldberg —los ídolos desterrados del showbizz norteamericano— aterrizaron en Ciudad Hermes con el propósito de relanzar el polémico reality en una metrópoli rebasada por sus porcentajes de indigencia y mendicidad; tras largos debates, triquiñuelas legales y una buena dosis de sofistería humanitaria, convencieron al director ejecutivo de la paraestatal —el excéntrico empresario Giuseppe Rehx, quien hace no más de seis meses protagonizó un escándalo por inversión de capital de procedencia irregular en una productora pornográfica Ucraniana1 — para transmitir una primera temporada de 12 capítulos de una hora en horario familiar.
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Ver Tijuana State Journal #2 (N. de E.)
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46 La serie —reinventada para satisfacer el morbo de los hermecitadinos— obtuvo permisos legales para sedar a 30 vagabundos, colocarles un geolocalizador intraepidérmico y grabarlos a distancia durante 4 meses. Al igual que en la versión yanqui, los concursantes desconocen su participación en el programa: las inversiones en promoción y publicidad son nulas; si alguno de los competidores da señas de saberse observado, su descalificación es inmediata e irrevocable. Muchos sostienen que el show representa la máxima perversión del mundo del entretenimiento: elevar a los cielos de la fama a individuos que luchan a diario por evitar su extinción; luminarias secretas que —de un momento a otro— desfilarán bajo los reflectores gracias a su estilo singular de vivir una miseria errante en el anonimato. Por otra parte, los apologistas de Bums & Drifters alegan que la serie ofrece una posibilidad de redención (dictada por el azar, claro) a los ciudadanos que engrosan las cifras vergonzantes de los desahuciados; y —por supuesto— no faltan voces que opinen al respecto: el regente de la Policía Imperial de Santa Victoria, el licenciado Atlas Garcini, hizo una serie de declaraciones controvertidas donde se refirió a los menesterosos como “el desperdicio humano que empaña la grandeza de nuestras avenidas”; agregó que Ilyo Jöbö Kömandrovyano era al menos una estrategia audaz para concederle cierta utilidad a la escoria de Ciudad Hermes: “ahora al menos podremos gozar con sus batallas minúsculas por sortear las fieras dentelladas de nuestra megaurbe”, declaró el regente en conferencia de prensa. La querella gira principalmente en torno al tema de la dignidad humana, y ha dividido a la población hermetropolitana en bandos francamente antagónicos. A pesar de las protestas y las demandas, TeleRexh ya entregó las fechas
de estreno para una segunda temporada, y ha logrado aislar a los participantes del reality por medio de cinturones policíacos auspiciados por el brazo firme del licenciado Garcini. Ya corren rumores acerca de los parámetros de valoración y puntaje para las transmisiones subsecuentes. Entre otros factores se prevé que: 1) los jueces ampliarán el área de movilidad y selección de los participantes (los distritos de Kashkar, St. Charles, Porta Da Luna, Aljemires y Adeonimbva serán incluidos; sin embargo, habrá restricciones con la cantidad de pordioseros de raigambre gitana); 2) se calificará favorablemente la capacidad de supervivencia al invierno, la frugalidad de las dietas, la economía de sueño, la discreción para satisfacer sus necesidades orgánicas y la suma total de la distancia recorrida (en Km.) durante los 4 meses; 3) el indigente que utilice el transporte público, provoque escándalos o cambie de prendas regularmente, será candidato a recibir una infracción de 3 puntos; 4) el voto vía Internet se reducirá a uno por línea de conexión; y 5) las investigaciones sobre la procedencia y la historia personal de cada competidor serán publicadas dos semanas antes del cierre de temporada.
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Revista Trotamunda Queretana El ganador de la primera temporada, el marroquí Ahmed Barzï, aún no ha recibido el cheque por la cantidad de TorreCareyes2 equivalente a un millón de dólares, y ha pedido explícitamente que se retiren del DVD escenas de sus baños en la fuente del emperador Edmundo V. Barzï argumentó que los espectadores podrían tomarlo como una ofensa al viejo jerarca, a quien él “admira de forma incondicional”, aclaró. Pidió no ser juzgado por su adicción al crack y dijo estar conmovido por la iniciativa de los productores Michael Grossmann y Andrew Goldberg, quienes —por su lado— han hecho hasta lo imposible por mostrar al mundo entero los highlights de su experimento televisivo. “Queremos que el público vea que es posible vivir con pocos recursos, que el capitalismo rapaz nos ha llevado a niveles de consumo desorbitados y absurdos, a costa de orillar a miles a sobrevivir en las calles.”, dijo Grossmann en entrevista para el periódico francés Le Monde. Andrew Goldberg, doctor en historia por la Universidad de Harvard, recordó que el vagabundeo encuentra un antecedente filosófico sólido en la tradición de Antístenes y Diógenes de Sínope, pensadores de alto vuelo que celebraron el ascetismo y la vida callejera. “Nuestra serie dignifica a los competidores y les regala una alternativa”, afirmó el norteamericano; sin embargo, no son pocos los que han tachado estas declaraciones de tramposas y retóricas. En las redes sociales existen ya más de mil grupos de protesta que apoyan las demandas de la Human Rights Watch, y que acusan directamente al gobierno de Ciudad Hermes por estar al servicio de empresarios célebres por sus múltiples coaliciones con frentes políticos corruptos y deshumanizados. Mientras tanto la población está paralizada: ¿Procederá la demanda?, ¿Tendrán que intervenir organizaciones internacionales ó habrá una segunda temporada de Ilyo Jöbö Kömandrovyano?... Una tormenta de incógnitas cubre el horizonte de la ciudad más poblada del planeta. A nuestro alcance, solamente tenemos el dato que anticipa la probable derrota del bando inconforme: el último capítulo de Ilyo Jöbö… —en su especial sobre vagabundos ilustrados— batió récords de rating internacional, superando incluso a los 120 millones de televidentes alcanzados por el último Super Bowl.
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El peso de cambio local en Santa Victoria, valuado en 1,500 Torrecarreyes en la compra de un dólar americano.
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Autorretrato Inconcluso Antoine Fr채ppa
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Hedonista en una habitaci贸n del hotel Lafayette Antoine Fr盲ppa
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Viajero del infinito inspeccionando a la luna durante el dĂa Antoine Fräppa
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EL VAGO Charlie Núñez
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generaCión Y no: Teoría de las catástrofes frente a La Generación Z
Fernando Goitia
Llegaron tarde—llegamos tarde—dos veces. Alberto Chimal
Una Generación en busca de sus autores
La producción y publicación literaria, en los últimos años, tiene sello de entretenimiento al alcance de todos debido a la industria literaria y a su comercialización masiva, con presupuestos muy altos para lograr una buena publicidad. La cantidad tiene que ver con la variedad que surge, a partir de la creación de editoriales pequeñas, que se conciben como independientes del mercado editorial que controlan las grandes editoriales, y de las que surge, inevitablemente, un poder casi político ante el cual los editores, críticos y nuevos escritores no tienen salida ni manera de evitar. Uno de los problemas que va de la mano con esta situación se encuentra en las generaciones de escritores. Las discusiones acerca de una determinada generación con características comunes no ha sido posible debido a la postura que cada autor tiene ante la idea de integrarse a un grupo más o menos homogéneo. Ante la cantidad de opciones literarias está el contraste de lectores que consumen la literatura mexicana. En varias ocasiones diferentes autores y críticos hablan de las producciones de los creadores nacidos en los 70’s y 80’s como una ‘generación inexistente’, como
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Revista Trotamunda Queretana se refiere Tryno Maldonado en un artículo al que después Yépez responde y que critica por contradictorio. A pesar de la cantidad de autores que tenemos ahora y de su manera de presentar la literatura, surgen dudas de cómo se conformaría una generación, ya no nacida en los 70’s y 80’s sino en los 90’s. A estas alturas parecería que los críticos, y los autores de los que hablan, no han logrado ponerse de acuerdo sobre lo que está ocurriendo con su participación en la literatura. Quiérase o no, este modelo de discusión es un anuncio y ejemplo para los nuevos participantes literarios de la siguiente generación. A veces parece muy importante concebir a una generación como se hacía antes para lograr darle una identidad, desde la que pueda partirse, para ejercer una crítica. Parece haber una incomodidad en la forma en cómo surgen las nuevas literaturas, como si no hubiera una lectura de la misma época o donde los temas que comparten, como elementos de la vida en la que se encuentran, no fueran los suficientemente atractivos para considerarlos como parte de un testimonio a través de la literatura.
literatura, acontecimientos que influyan directamente en la conformación de una sociedad en una época determinada. No se logra distinguir la voz de una generación y eso complica las cosas para quien se encarga de darle una forma. Por ejemplo los académicos literarios, que se resignan a jugar el juego de las editoriales grandes. Frente al concepto de alfguarización Marco Tulio Aguilera ofrece un consejo para combatir y recuperar terreno ante las condiciones que las editoriales proponen para decidir qué obras/autores publican Esto es lo que está sucediendo, no hay duda, hacia allá vamos. Pero también está creciendo, o debe crecer, una contracorriente, de la cual los escritores deben ser parte, sosteniendo la cuerda de la literatura de calidad, e imponiendo sus productos a las trasnacionales, incluso si es necesario deben publicar sus libros en pequeñas editoriales o en empresas artesanales. Y de esa corriente deben participar ustedes, los estudiosos de la literatura, no cediendo a las presiones para estudiar siempre a los mismos autores, imprimiendo sus individualidades a sus estudios, a sus clases, estimulando la diferencia y luchando contra la homogeneidad.
Como referencia ante el tema de las muchas literaturas vale referirse al concepto de alfaguarización de la literatura propuesto por Barrera Enderle. El peso que tiene el mercado editorial ha provocado que la literatura tenga una homogeneidad no por lo común sino por lo diferente que es la literatura de una misma época. Es homogénea porque ningún autor parece tomar partido de lo que ocurre y, por esa razón, parece no hablar de algo que en realidad cuente sobre un tema. E incluso, cuando se refiere a temas que parecen muy importantes y esenciales para las obras, aparece un alejamiento repentino que termina por rodear los asuntos que prometían dar cuenta de un contexto aparentemente de interés para quien pretende recuperar, desde la
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54 El siguiente paso sería buscar en esas editoriales artesanales si la tendencia a no concebir una Generación continúa y extraer las características de esa literatura que no llega a distribuirse en producciones industriales. La academia tendría también que participar con las editoriales artesanales para poder proponerlas como ejemplo de lo que se está haciendo en lugar de seguir con las tendencias de seguir con los mismos autores que hace cincuenta años, surgidos a partir del boom literario. La insistencia de los autores por concebirse como creadores ajenos a la generación a la que, inevitablemente, pertenecen refleja un alejamiento con los otros congéneres y eso puede notarse en las obras. El fenómeno de la no-generación aparece como una constante con los autores de los 70’s y 80’s, los cuales parecen mostrar un interés mucho más grande por la creación misma, el resultado, frente a los temas que tratan en la creación y la manera de ubicarlos en un entorno con el que se relacionen directamente. La famosa idea del papel del escritor frente a su sociedad es cada vez más obsoleta y parece no tener remedio alguno a partir del cual pueda lograrse una reubicación concreta sin sacrificar las formas (artificios) de la literatura. No estamos refiriéndonos a establecer una nueva moda de literatura panfletaria que pretenda educar pueblos enteros y que sirva como la voz de los vencidos sino una literatura que represente un diálogo intelectual con los temas que conciernen a una sociedad y sus diferentes niveles. Dicho esto, se presenta la oportunidad de hablar sobre una obra que aparece como ruptura en las formas que diferentes autores han propuesto para presentar su literatura. No sólo entre autores como individuos sino que el mismo autor de la novela logra desmarcarse del estilo que antes había sido constante en sus
obras y que resulta atractivo por ser la primera en el tema que trata. Resalta de esta novela que sea publicada por Alfaguara y, a pesar de eso, resulte un éxito precisamente por no pertenecer a la homogeneidad que estigmatiza a la literatura. Tal vez, con el paso de los años y la recuperación de las voces cada vez más maduras de los autores de los 70’s y 80’s pueda establecerse una literatura propia de una generación que, por fin, pueda disfrutar de autores que le pertenezcan y que marquen una nueva tendencia para la literatura de autores que irán apareciendo ante la literatura para renovarla y hablarla desde una voz singular, en constante diálogo con los entornos. Teoría de las catástrofes, un testimonio de la Generación
Maldonado escribe, por ejemplo, Teoría de las catástrofes como un extranjero en Oaxaca. En la obra narra los acontecimientos del conflicto de la APPO en el 2006 y de la influencia que existe en la vida doméstica de Anselmo y Mariana, personajes centrales de la novela. Existe una crítica, sin tomar partido y por parte del narrador, a la manera de actuar del gobierno en funciones. También hay un reflejo del nacimiento de la insurgencia para tratar de recuperar lo que el gobierno ha sustraído de los derechos de los ciudadanos. A Lemus le sorprende que Maldonado escriba una novela con un tema político debido a que “nada en sus novelas anteriores (Viena roja, 2005, y Temporada de caza para el león negro, 2009) delataba un interés por la política nacional y porque todo en aquella fallida antología de narradores mexicanos que coordinó (Grandes hits, vol. 1, 2008) celebraba el temperamento apolítico de sus contemporáneos”, esta sorpresa no le resta valor a la novela. Las posturas de sus personajes tienen una concordancia con la ideología de los insurgentes, conviven con ellos, e incluso llegan a participar en las acciones en contra de los
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establecimientos públicos y los plantones que llegaron a instalarse en el centro de la ciudad. En esta separación de los demás escritores congéneres se puede detectar que, después de la participación del PAN, hay una intención re-surgida por narrar lo que sucede alrededor de los narradores. Lo vemos con la literatura del narco, que se convirtió en moda y tema único en un periodo. Aunque después, por utilizado a tal punto de caer en el estereotipo, ya no pudiera aportar cosas nuevas y haya perdido cualquier valor más allá del momento literario del que aprovechó para establecerse como parte de una homogeneidad y quede reducida a un cuerpo de testimonios artificiales para quien intente recuperarlo en el futuro. En cambio, la narración de un conflicto tan específico como el de Oaxaca—fuera de ser el primer testimonio—no aparece como tendencia ni sigue una línea de narración que sea reciente al autor. Y si comparamos, como hace Lemus, con sus anteriores novelas, observamos un cambio aun más marcado que llama la atención por separarse, aunque pareciera ser un acto inconsciente. Teoría de las catástrofes logra establecer una respuesta ante la situación que converge como coincidencia con la generación a la que pertenece Maldonado y de la cual toma hechos que funcionan como testimonio para presentar el tema y proponerlo para la discusión con los congéneres.
Habría que ver quiénes serían los que entraran al diálogo y de qué forma. Valdría mucho tener una obra literaria que hable desde el otro lado, sin las intenciones de legitimar la acción hecha por el partido. Eso no aportaría sino una visión política totalmente partidaria y alineadora. La intención sería lograr que participe la generación, ya no digamos para reconocerse como parte de ella, sino simplemente por el hecho y privilegio del que se serviría el diálogo desde la literatura. Convendría no pensar en el modelo de producto literario del que ahondamos en la primera parte de este ensayo, sino concebir las literaturas por ser activas, no homogéneas. En el ensayo La generación Z1 , Alberto Chimal explica, o intenta explicar las características y razones por las cuáles se identifica a una supuesta generación con ciertas características. Una de las explicaciones acerca de la concepción de un grupo generacional dice Muchas personas hablaban de la generación sólo para recalcar que no formaban parte de ella y casi nadie fue más allá de parecidas observaciones enojadas o despectivas[…]
La época a la que se refiere determina el tema de la generación que surgía como una generación desesperanzada y ciega a los acontecimientos de su presente, interesada por los temas de las generaciones anteriores y que sólo alcanzaron a presentarse como textos nostálgicos sin pretensiones que se adecuaran al tiempo que les tocaba narrar, como dice Chimal, “llegamos (su generación) tarde”. Y no sólo una vez, ya que sigue habiendo un hueco que está disponible para recibir lo que los narradores decidan, siempre y cuando respeten el momento en el que se encuentran. “El nombre de Generación Z, pensado para cierto grupo de autores mexicanos, no tiene nada que ver con el narcotráfico. Es un juego más que una marca y tiene que ver con los zombis: con la figura del zombi, o tal vez con su espíritu.” (p. 13)
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56 En algún momento se refiere a que los escritores que pertenecerían a esta generación son revinientes, que parecen levantarse de un sopor que los ha mantenido callados durante cierto tiempo. Algo así como una generación que mucho tiempo perteneció a la filosofía Bartleby y que prefería no escribir y si lo hacía, prefería no abordar desde la política los temas de su literatura. Sobre estas premisas, podemos considerar que Maldonado es un reviniente que decide despegarse de sus pasadas obras para meterse de lleno a los temas nacionales—o políticos— y que influyen en la literatura. Tomemos en cuenta el ejemplo de Maldonado para establecer una predicción desde este momento hasta que termine el sexenio gobernado por el PRI ¿Qué nuevas literaturas hará resurgir el regreso del PRI al poder y cómo abordarán los temas los narradores? ¿Será posible conformar una generación a partir de lo que se escriba al término del sexenio? Sin duda la respuesta comenzará a tener forma en los próximos años, conforme avancen las acciones del gobierno y se establezca una influencia en común, o donde puedan sentirse identificados los autores. Con Ácido bórico, Maldonado comenzaba a asomar como un autor en dirección a la crítica de una situación política. No resulta extraño encontrar una versión de ese cuento dentro de Teoría de las catástrofes, e incluso, Maldonado se ha referido a ese cuento como la semilla a partir de la cual nació la intención de narrar todo lo que ocurría fuera del departamento del personaje, al mismo tiempo que sentía la necesidad de acercarse a analizar la manera en cómo las relaciones sociales/sentimentales sufren ciertos cambios después de compartir determinadas experiencias, esto como parte de una postura de carácter psicológico y que determinan, también, una forma de acercarse
a las relaciones que pertenecen a una ideología que puede considerarse como generacional. No hay duda de que los acontecimientos que incluye la novela quedan como parte de una posible generación que está conformándose y que, incluso, podría ser que ya esté conformada pero que no haya alcanzado a surgir ante los ojos de todos por ser todavía muy pronto. Así pues, el primer acercamiento revela una postura que intenta “llegar temprano” para no perderse en las narraciones sobre la memoria y el tiempo y atraer luz hacia los acontecimientos en un presente que todavía se considera cercano. Se expresa la necesidad de referirse al presente y de asirlo de una vez. Es en esta inquietud por el presente en donde la generación tiene oportunidad de encontrar lo que se refiere a ella y de la que los autores deberían participar por el hecho de estarla viviendo. A pesar de la lucha en contra del realismo, al que se había acostumbrado la literatura mexicana, sigue siendo necesario que los autores muestren el interés por su entorno para poder colocarse frente a las generaciones que vienen después, y que puedan encontrar el camino propio a partir de lo que muestre la generación actual que tiene una presencia considerable en el mercado de la literatura y ostenta, de alguna forma, un poder y recursos para cimentar el paso de los que vienen. La literatura de la generación 70-80’s perdió, durante mucho tiempo, la oportunidad de definirse por no encontrar un camino puesto por la generación anterior. En cambio, halló líneas que fueron desdibujándose con el tiempo y los pasos sobre el polvo del vacío generacional.
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Bibliografía MALDONADO, Tryno. Teoría de las catástrofes. Alfaguara, México (2012). CHIMAL , Alberto. La Generación Z y otros ensayos. CONACULTA, México (2012)
Aguilera MT. Mongolia central [Blog Internet]. Colombia: Marco Tulio Aguilera 2013 feb [citado 2013/jun/10]. Disponible en: http://misterkolombias.blogspot.mx/2013/02/la-alfaguarizacion-de-la-literatura.html Lemus R. Rafael Lemus [Blog Internet]. México: Rafael Lemus 2012 oct [citado 2013/jun/10]. Disponible en: http://www.rafaellemus.net/03-10-2012/literatura-y-evento ENDERLE, Víctor Barrera. Entradas y salidas del fenómeno literario actual o la “alfaguarización” de la
literatura hispanoamericana. Sincronía [en línea]. marzo de 2002, nº 22. [Fecha de consulta: 2013/ jun/10]. Disponible en: http://sincronia.cucsh.udg.mx/alfaguar.htm
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