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Lecturas
y aún en la actualidad, en un mundo más descreído, atrae lo mismo a cristianos que ateos, aquellos que se sienten seducidos por el arte y la historia.
Es extraordinario cómo, siendo su biografía confusa y contradictoria, sigue cautivando con un encanto ingenuo y un toque de heroísmo que desde un lejano medioevo llevó a sus contemporáneos a contar su historia volviéndola imperecedera.
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advirtió a su padre que se curaría si la llevaba a las aguas de San Vicente, en la Castilla cristiana. El rey preparó el viaje con una gran comitiva, pero al llegar a Burgos ella pidió ser bautizada y él se lo concedió. Cuando llegaron a Briviesca, muy recuperada, consagró su virginidad a Jesús y comunicó a los suyos que pasaría el resto de su vida en recogimiento.
Por cri S tina bajo
La que canta con alegría
Desde niña, me han gustado las historias sobre santas, especialmente a través de los cuadros de grandes pintores como Velázquez, Zurbarán yMurillo. Y entre estos cuadros, me resulta inolvidable una Santa Casilda que persigo en libros de arte desde chica.
Su imagen me llevó a buscar la historia de la santa, y descubrí un artículo titulado muy atractivamente “La virgen mora que vino de Toledo”. Si a eso le sumamos que están pasando por el canal español una miniserie titulada Toledo, ambientada en aquella maravillosa ciudad, comprenderán por qué me decidí a averiguar sobre esta santa que repartía panes.
Al parecer, en San Vicente, cerca de Bri- viesca -según la nota, en la región de Castilla-, vivió esta bondadosa mujer. Había nacido en una familia mahometana, murió a una edad muy avanzada para la época, durante el siglo 1000 y no hay fecha de su nacimiento. No era creyente de nacimiento, pero comenzó ayudando a los prisioneros cristianos, para convertirse finalmente en eremita. Su nombre, aclara la nota, significa “La que canta con alegría.”
Dice el autor: “En el cerro que domina el valle, en el santuario actual, descansan desde 1750 las reliquias de Santa Casilda -la virgen mora que vino de Toledo-; y añade que es muy venerada en Burgos y alrededores. El pueblo donde duerme el sueño eterno ha acogido a peregrinos durante siglos