7 minute read

Culturas El kilómetro cero de la historieta argentina

El libro “La historieta salvaje”, de Ediciones de la Flor, indaga en los sorprendentes orígenes de las historieta argentina, a comienzos del siglo XX. El punto de partida de una historia signada por revistas legendarias, autores llenos de talento, personajes entrañables y, por sobre todo, miles de lectores que siguen fieles a una de las grandes pasiones argentinas.

Coda historia, sea grandiosa o insignificante, tiene que comenzar de alguna manera. Y la de la historieta argentina empezó allá por 1912, medio de casualidad. Hasta ese entonces, las tiras cómicas que se publicaban por estos confines del sur de América llegaban desde Estados Unidos. Acá lo que se hacía era adaptarles el tamaño, traducir sus brevísimos textos, y poco más. Y eso fue así hasta que un barco se tardó más de la cuenta en llegar desde Nueva York al puerto de Buenos Aires. Era el barco en el que viajaban

Advertisement

Personajes Inolvidables

Una azarosa galería de algunos de los grandes personajes de nuestra historieta.

los originales de la historieta “Spareribs and Gravy”, del celebrado autor estadounidense George MacManus, que publicaba la revista porteña Caras y Caretas. Como la tira era muy seguida por el público, los directores de Caras y Caretas decidieron salir del apuro “fabricando” una versión local que se convirtió de inmediato en un verdadero fenómeno popular. Y así, gracias a la lentitud de un buque perezoso, fue como nació la historieta argentina. Aquella tira pionera recibió el nombre de “Viruta y Chicharrón” y su “nacionalización” se considera unánimemente el kilómetro cero de la historieta argentina, un universo signado por revistas legendarias, autores que en muchos casos han alcanzado fama mundial, personajes entrañables y, por sobre todo, miles y miles de lectores que generación tras generación siguen confirmando que la historieta es una de las grandes pasiones de los argentinos. la “edad de oro” Personajes como Don Goyo Sarrasqueta, el Negro Raúl, Don Salamito y Doña Ga - viota, Jimmy y su pupilo, Anacleto Bataraz, Nenucho y Don Gil Contento retrataban la vida en los conventillos, la presencia masiva y multicolor de inmigrantes llegados de todo el mundo y también algunos estereotipos bien nuestros, como el porteño vivillo y chanta y el hombre de campo noble y trabajador. Aquellos años iniciales sentaron muchas de las señas de identidad de nuestra forma de hacer historietas y dejaron grabados en bronce los nombres de talentosísimos autores como Dante Quinterno (quien a finales de los años 20 crearía a Paturuzú), Juan Sanuy, Arturo Lanteri y René González Fossat, entre tantos otros, y de revistas míticas como Caras y Caretas , PBT y una recién nacida llamada El Tony, que con el correr del tiempo marcaría toda una época.

Las décadas de 1940 y 1950 constituyeron la “edad de oro” de la historieta nacional. En aquellos años en los que no reinaba aún la TV (ni la Playstation), revistas como Patoruzito , Rico Tipo o Intervalo tiraban una media de 300.000 ejemplares por semana. En aquel entonces, las historietas conformaban uno de los principales canales de divulgación y entretenimiento, un verdadero fenómeno de masas fuertemente segmentado, que tenía propuestas para todos los gustos: relatos infantiles, novelas rosa, sobre temas históricos y científicos, humorísticos, y otros tantos. Impulsada por editoriales como Abril, Columba o Dante Quinterno, la historieta argentina de mediados del siglo XX constituía un gigantesco entramado industrial, comparable con el de los syndicates norteamericanos, y era capaz de atraer hasta estas pampas lejanas a talentos de la talla del italiano Hugo Pratt, el creador de Corto Maltés. Cuando Walt Disney visitó el país, paturuzú

El mayor personaje de Quinterno nació en 1928, como un cacique noble y un poco inocente que llegaba a la gran ciudad.

Coquita la bataclana don Goyo sarrasqueta don Gil

Tuvo el honor de ser el primer personaje femenino en protagonizar una tira. Apareció en 1926.

Contento el negro raul De Arturo Lanteri, apareció por primera vez en la revista El Hogar, en 1916. Uno de los primeros personajes 100% argentinos. a comienzos de los 40, se quedó asombrado de la cantidad de dibujantes que había en Buenos Aires: “Dudo de que en Nueva York haya tantos”, le confesó el padre del ratón Mickey a Ramón Columba, uno de los pesos pesados de la industria local. Persiguiendo el sueño de ser fichados por la Disney (sueño que cumpliría Florencio Molina Campos) o de convertirse en autor de alguna tira de éxito como Misterix o Rayo Rojo, muchísimos hijos de la clase obrera llenaban las aulas de las academias de historieta que había por todo el país.

Una tira costumbrista, creada por Dante Quinterno, que comenzó a publicarse en 1927 en el diario Crítica.

Se publicó entre 1913 y 1928. Creado por Juan Carlos Alonso, representaba al típico “chanta” porteño.

De ese magma salieron autores que expandieron las fronteras del lenguaje de la historieta, como Héctor G. Oesterheld o Alberto Breccia, además de tantísimos otros que luego se incorporaron al staff de muchas de las mejores editoriales de historieta del mundo. Y en la legendaria revista Hora Cero, entre 1957 y 1959, Oesterheld y Francisco Solano López publicaron “El Eternauta”, una obra totalmente revolucionaria, tanto narrativa como conceptualmente, que desde entonces es considerada como el punto más alto alcanzado por este género en nuestro país.

Cuando irrumpen los años 60, el modelo industrial y masivo de la historieta comienza a declinar y en su lugar surge una veta mucho más autoral, que ofrecería otro tipo de historias, otro tipo de personajes más vinculados con el aquí y ahora cotidiano que con las populares tiras de aventuras. Y entre ellos se encontraba Mafalda, la obra maestra del mendocino Joaquín Lavado, Quino, un personaje rabiosamente argentino y a la vez universal. “Mafalda nunca te deja de sorprender”, afirma y dios atendió en córdoba

Daniel Divinsky, fundador de Ediciones de la Flor, el sello editorial más importante de la historieta argentina, que publica a Mafalda desde 1967 y que tiene en su catálogo a próceres como Fontanarrosa, Caloi, Crist y Garaycochea. “Lo más increíble es cómo se mantiene en el tiempo y la forma en que conecta con lectores de todo el mundo –continúa Divinsky–. Hace poco acaban de traducirla a varios dialectos de China y ahora se está preparando una edición en Indonesia”. En 1971, cuando Mafalda ya era un éxito mayúsculo, Divinsky conoció al Negro Fontanarrosa, un tipo fuera de serie, que representaría como nadie una de las características fundamentales de la historieta argentina que estaba por venir: la de captar la sensibilidad de la calle, el humor y el habla de la gente común.

Dios tiene su despacho en Buenos Aires. Y la historieta no escapa a ese tópico. Aun- que hubo un momento en que el epicentro se corrió hacia Córdoba, donde tuvo lugar una experiencia irrepetible llamada Hortensia. “Fue la primera vez que una revista del interior logró dar visibilidad a grandes autores, nucleando no solamente a creadores cordobeses sino de otros lugares del país, e incluso de Buenos Aires”, recuerda uno de sus protagonistas, Cristóbal Reinoso, mejor conocido como Crist. Impulsada por el energético y apasionado Alberto Cognini, la revista apareció en 1971 y comenzó a declinar tras la muerte de su fundador, en 1983. Y, en este tiempo, revolucionó la manera de hacer humor gráfico e historietas, abriéndose por completo a la calle, al habla popular.

“Cognini creó un manera de plasmar de forma escrita el cordobés hablado –reflexiona Crist–. Recopilábamos mucho del humor callejero y la gente empezó a mandarnos chistes. Captaba mucho el estilo de Córdoba, su humor local, que no tenía nada que ver con el de Buenos Aires”. Hortensia comenzó con una tirada de 2.000 ejemplares y en su momento de gloria llegó a los 100.000, cuando en su staff de colaboradores brillaban creadores por entonces casi desconocidos como Caloi, Carlos Ortíz, Peiró, Ian, Brócoli y Fontanarrosa. Hortensia , en muchos sentidos, marcó un sendero que luego recorrerían revistas no menos legendarias como Humor. Desde su aparición en 1978, esta revista dirigida por Andrés Cascioli se propuso tomarle el pelo a la dictadura en plena dictadura, aglutinando, de paso, a una generación brillante de historietistas y periodistas. Humor , que también llegó a rebasar una tirada de 300.000 ejemplares en su mejor momento, era la punta de las chicas de divito Sexys, elegantes y estilizadas, alcanzaron la estatura de íconos sociales durante los años 50 y 60. el eternauta Considerado como la obra maestra de la historieta argentina, se publicó en la mítica revista Hora Cero entre 1957 y 1959. lanza de La Urraca, una editorial que jugó un papel fundamental durante el tránsito entre los años de plomo y la recuperación democrática. Además de publicaciones en las que se combinaban las historietas y el periodismo crítico con el régimen, La Urraca lanzó al mercado numerosos libros de cómics y, en 1984, dio vida a Fierro , la última de las revistas-ícono de la historieta argentina. Dirigida inicialmente por Juan Sasturain, Fierro puso en juego una visión mucho más autoral que industrial, vinculada con un concepto que desde Francia, España e Italia propiciaban revistas como Metal Hurlant , Cimoc o Linus , estableciendo un nexo entre la tradicional historieta de masas y los nuevos cómics de espíritu independiente. Sus lectores ya no eran los trabajadores que viajaban en tren desde el conurbano hasta el centro de la ciudad, sino los jóvenes de la clase media ilustrada. Fierro bajó las persianas al cumplir sus 100 números, en 1992, fecha que marca el final de una época de gloria para la historieta argentina.

Misterix Comenzó a publicarse en Italia, pero a finales de los años 40 sus autores se mudaron a la Argentina, donde fue todo un éxito.

viñetas del siglo XXi

Tras la desaparición de Fierro y el ocaso de las últimas grandes editoriales (La Urraca, Récord y Columba), la historieta argentina cambió radicalmente su naturaleza. Los años 90 fueron prácticamente un páramo, pero tras la crisis de 2001 comenzaron a brotar en todo el país editoriales y revistas independientes que dieron visibilidad a toda una nueva generación de autores que son quienes hoy protagonizan el renacer de la vieja y querida historieta argentina. • don Fulgencio El hombre que nunca tuvo infancia fue una de las grandes creaciones de Lino Palacio. Apareció en La Prensa, en 1938.

Mafalda Tan argentina como universal, la niña adorable y cuestionadora del mendocino Quino fue publicada en buena parte del mundo.

This article is from: