16 minute read
Columna Roberto Balaguer
Decidir, resolver y educar en ello
Por Roberto Balaguer
“En rigor, no tomamos decisiones, las decisiones nos toman a nosotros.” José Saramago
“Voy a estudiar más, voy a adelgazar, vamos a hacer más cosas juntos”. Fin de año suele decorarse con deseos y planes a futuro. Por eso, hoy dedicaremos nuestra columna a reflexionar sobre cómo resolvemos problemas y tomamos decisiones en el día a día.
De hecho, la cotidianeidad se compone de una suma de momentos en los cuales -a veces más claramente, otras no tanto- debemos elegir. Tomar decisiones implica, a la vez, ser capaces de tolerar la incertidumbre, visualizar y elegir caminos, dejar atrás opciones, asumir ciertos riesgos. Es curioso que cuando tenemos que decidir, la mayor parte del tiempo nos consideramos a nosotros mismos seres racionales, dueños absolutos de nuestro rumbo. Vernos de esa forma nos hace sentir bien, en control de nuestras vidas. Nos imaginamos como capitanes que timonean sus destinos con conductas equilibradas, medidas, planificadas y sobre todo… racionales. ¿Pero es esto realmente así? ¿Funcionamos verdaderamente de esa forma? A la hora de examinar nuestras decisiones, advertimos que la vida real es bien distinta a ese estado de cosas que anhelamos y que no siempre transcurre de esa manera imaginaria, sino más bien, por el contrario, nuestras decisiones se basan en algunas variables que, en ocasiones, inclusive, desconocemos. Y así sucede que en lugar de decidir, podríamos decir que “somos decididos” por fuerzas ocultas. Y no me refiero con ello a pulsiones psicoanalíticas, a mecanismos freudianos inconscientes, sino a ese tipo de formas que tiene nuestra mente de tomar decisiones, donde la consciencia no es siquiera consultada. A veces ésta solo le pone la firma al camino elegido, pero no es quien ha decidido verdaderamente.
En ocasiones, incluso primero optamos con nuestro cuerpo y antes de saberlo conscientemente, ya hemos decidido, como muchos experimentos científicos así lo demuestran. Alguien mueve los hilos del capitán, aunque sus manos estén sobre el timón.
Un psicólogo que ha trabajado muchísimo con todos estos temas tan interesantes es el colega israelí Dan Ariely. Sus estudios nos han revelado los sesgos que tenemos a la hora de decidir, aun siendo expertos en un área. Es lo que Ariely denomina las heurísticas, los atajos que toma la mente, que nos hablan de lo predeciblemente irracional de nuestras elecciones. Son, de hecho, atajos que nuestra psiquis toma a la hora de enfrentarse a los diversos problemas. Elegimos algo no porque nos guste más, sino porque es conocido y entonces nos parece ¨mejor¨, o porque hemos quedado anclados a una idea y ésta condiciona nuestras restantes decisiones, aunque esto no tenga el menor sentido ni remota racionalidad. Esa falla ni siquiera es algo personal, individual. Lo que parece no funcionar correctamente es el software humano que utiliza determinadas reglas en su ejecución, que en ocasiones colaboran y en otras, significan un obstáculo para llegar a buen puerto. Son las mareas de ese mar donde navega nuestro capitán y su barco.
Dime cómo abordas un problema y te diré… Podemos hacer el ejercicio de dividir a las personas, al menos en dos grupos a la hora de enfrentar los problemas. Las que entienden que un problema es un obstáculo para seguir adelante y aquellas otras para las que un problema representa un desafío, una oportunidad de poner a prueba sus conocimientos actuales y su poder de resolución. Para las del primer grupo, un problema es algo que compromete su autoestima y la hace sentir menos inteligente, en la medida que no puede resolverlo rápidamente. Se pone de esa forma en juego su valía, su autoestima, su capacidad y por tanto, estas personas, en general, huyen de aquellos escenarios donde esto pueda suceder. Para los del segundo grupo, un problema es algo genial, un desafío a sus conocimientos actuales, no a su ego. Es la adrenalina de la tormenta perfecta. De este modo, un problema pasa a ser para unos, un desafío, al tiempo que para otros significa un “dolor de ego”, según cómo lo abordemos y esto ya de por sí, es interesante para pensar nuestras formas de resolver problemas cotidianamente y más si se acerca fin de año y nuestros planes son… grandilocuentes.
¿Qué regalar como padres y educadores? ¿Qué podríamos hacer como padres y educadores para ayudar a nuestros jóvenes en sus vidas? ¿Cómo evitar transformarnos en eso que el psicólogo Howard Gardner denomina “padres helicópteros”, esos adultos de la actualidad que constantemente acuden a ayudar a los hijos en cuanto les surgen los problemas en lugar de darles espacio y autonomía para que ejerciten su criterio? Ese es precisamente uno de los problemas que aquejan a los Millenials, la falta de autonomía de estas generaciones, donde los padres somos claros y declarados cómplices. La toma de decisiones forma parte de un conjunto de habilidades que tienen que ver con situarnos donde verdaderamente queremos estar. Es un músculo que se ejercita en la acción, que se fortalece con la experiencia. Optemos por hacer de nuestros hijos buenos tomadores de decisiones, especialistas en resolver problemas. Démosle confianza y autonomía para ello. Escuchémoslos más a ellos que a las voces adultas de los grupos de WhatsApp. No es una mala decisión para tomar este diciembre. Ayudémoslos a conocerse y entenderse y así a ser mejores decisores. Sin duda, será un gran regalo no solo para esta Navidad, sino para todas las restantes.
RECOMENDACIONES Por Hugo Burel Un libro: Fantasmas de Henry James
No pocos críticos han afirmado que Henry James, nacido en New York en 1843 y muerto en Londres en 1916, es uno de los autores claves de la novela moderna y junto con Proust, Virginia Wolf y James Joyce, los que iniciaron la novela introspectiva y con gran predominio de lo psicológico y la interioridad de los personajes. Considerado el maestro del manejo del punto de vista en sus narraciones -y por consiguiente del manejo del lector- James es un autor ineludible si se considera que fue un escritor a caballo entre dos culturas, la norteamericana y la europea -en especial la inglesa- y entre dos siglos, el XIX y el XX. Por supuesto que su obra novelística es vasta y conocida, desde Daisy Miller a Las bostonianas, pasando por la magistral Retrato de una dama o la inquietante Otra vuelta de tuerca.
El sentimiento de ser estadounidense en Europa es un tema recurrente en sus libros, que contrastan la inocencia norteamericana (una gran bondad unida a una ignorancia absoluta de la cultura y sociedad europea) con la sofisticación del Viejo Continente. Este contraste entre la inocencia y la experiencia corruptora se muestra en obras como Roderick Hudson o El americano.
A partir de 1890 el tema de la inocencia presenta una nueva faceta. Los años anteriores han sido amargos: su padre, su madre y uno de sus hermanos menores han muerto, algunas de sus novelas no han tenido la recepción esperada y sus obras teatrales han fracasado. Todo ese dolor y decepción se reflejarán a través de historias de fantasmas (La vida privada, El rincón feliz, Sir Edmund Orme). En ellas, el contraste se situará entre el mundo real y el sobrenatural.
Precisamente, el volumen que hoy les comento, Fantasmas, reúne relatos de James que parten de experiencias familiares que se remontan a la infancia y de sus ocultos sueños e imaginaciones. Su idea como novelista establece que el hombre mantiene una cierta relación con fuerzas impenetrables y misteriosas que escapan al control humano. No todos sus relatos fantásticos o de fantasmas incluyen a estos últimos sino que a veces alude a entes o situaciones en los que se insinúa algo horrendo o sobrenatural.
Felizmente para los lectores interesados en la buena literatura combinada con una dimensión inquietante y sutil, la Colección Penguin Clásicos ha editado Fantasmas junto con el magistral estudio de Leon Edel, considerado el mayor especialista del siglo XX en la obra de Henry James. El resultado es un volumen que permite incursionar en esas regiones ambiguas, inexplicables y sugestivas que tan bien esboza y describe James y en las cuales lo fantasmal o sobrenatural se instala en lo cotidiano para agobio de los protagonistas y placer de los lectores.
Una serie: This Is Us, de Dan Fogelman
Creada por Dan Fogelman, This Is Us es una serie del género comedia dramática. Se estrenó en NBC el 20 de setiembre de 2016 y está protagonizada por Milo Ventimiglia, Mandy Moore, Sterling K. Brown, Chrissy Metz, Justin Hartley, Susan Kelechi Watson, Chris Sullivan y Ron Cephas Jones. Trata de la vida familiar y las conexiones entre personas que comparten el mismo día de cumpleaños y las formas en que son similares y diferentes. La serie -que lleva dos temporadas- ha recibido críticas positivas desde su estreno, y mereció nominaciones como Mejor Serie de Televisión de Drama en los Golden Globe Awards y los Critics’ Choice Awards. El elenco ha sido merecedor de reconocimientos varios y nominaciones en los Golden Globe Awards.
El principal núcleo argumental de This Is Us sigue la peripecia de los hermanos Kate, Kevin y Randall, y el peculiar entrelazado de sus vidas. Kate y Kevin fueron originalmente parte de un embarazo de trillizos. La fecha de nacimiento de los dos estaba prevista para el 12 de octubre de 1980, pero ellos nacieron seis semanas antes, el 31 de agosto. El hermano biológico del dúo murió en el parto. Sus padres, Jack y Rebecca, con la intención de no renunciar a llevar a tres bebés a su casa, deciden adoptar otro recién nacido: Randall, un bebé negro nacido el mismo día, que había sido llevado al mismo hospital después de que su padre biológico lo abandonara en el cuerpo de bomberos.
La estructura temporal que maneja This Is Us permite ver la evolución de esos hermanos tan especiales y recrea sus vidas a distintas edades y con un permanente cruce de referencias al pasado y el presente. La reconstrucción de época está muy bien lograda y la problemática que trasmite está dotada siempre de una sagaz observación sobre los conflictos afectivos que padecen sus protagonistas. Eso se presenta con un variado arco de peripecias, muchas de ellas graciosas y hasta de un humor por momentos cínico o una mirada tierna y muy humana. Ese registro de vivencias está bien dosificado y permite un rendimiento excelente por parte del elenco.
Lo mejor de This Is Us es cierto desenfado argumental y una graduada dosis de absurdo cotidiano que por momento recuerda las novelas de John Irving. Su mirada sobre la realidad tiene la virtud de no caer en golpes bajos ni en adocenada sensiblería. Parece por momentos un reality show guionado y bien dirigido. Una serie diferente y sin pretensiones pero muy disfrutable.
This is us [USA 2016] de Dan Fogelman, con Milo Ventimiglia, Mandy Moore, Sterling K. Brown, Chrissy Metz, Justin Hartley, Susan Kelechi Watson, Chris Sullivan, y Ron Cephas Jones. Se emite por TCC vivo.
Por Claudio Destéfano Pinxtos & Music Football “Cómo debiera ser un club si naciera hoy” es un dilema que cada día toma más vida. La lógica es imaginar que todos los caminos conducirán hacia la tecnología. No siempre.
El Athletic Club es una institución centenaria ubicada en el País Vasco que, al decir de sus habitantes, “limita con dos países: España y Francia”. El Athletic Club nació en una ciudad portuaria, y su estadio, el San Mamés, entrelazado entre rías y contenedores. La ciudad cambió: menos industria y más servicios, especialmente la gastronomía. “Tenemos la lengua más antigua de Europa Occidental y somos el país con más restaurantes por metro cuadrado del mundo”.
El museo Guggenheim se convirtió en el otro ancla de la ciudad. La cantidad de turistas creció para disfrutar del arte, y para recorrer tascas y tabernas. “¿Y el Athletic?” se preguntaron los directivos de la institución que, al igual que el FC Barcelona, durante décadas no tuvo publicidad en el pecho de la camiseta para no “mancharla”. Incluso, el Kutxabank, actual sponsor, durante muchos años puso la plata pero aceptó no estampar su nombre en la elástica. Todo un símbolo.
Los mismos directivos son los que mantienen estoicos la decisión de tener en su plantel profesional jugadores de origen vasco o formados en Euskadi. Sienten que son distintos, incluso a los otros tres clubes de la región vasca: Osasuna, Alavés y Real Sociedad. Muestran que tienen otra forma de competir. Tan fuerte es esa consigna que crearon el premio “One Club Player Award” y se le entrega al jugador que sólo vistió una camiseta en su vida. Hasta ahora lo recibieron Mark Crossley del Southampton, Paolo Maldini del AC Milán y Sepp Maier, del Bayern Munich.
El Athletic, como el Guggenheim, es un ícono de la ciudad. Y el San Mamés se quedó antiguo y pequeño para tanto fervor. De allí que decidieron agrandarlo. Como la Bombonera de Boca Juniors, el San Mamés tenía esa mística difícil de igualar. Pero no imposible, como demostró el estudio de arquitectura vasco llamado Idom, que venía de dirigir la obra del Guggenheim.
Es algo digno de googlear para entenderlo, lo increíble es que construyeron el nuevo estadio mientras el equipo jugaba en el viejo. Duró tres años la obra, y cuando tenían 2/3 de la cancha nueva (una herradura), tiraron una tribuna y cerraron el predio en tiempo record.
Pero la clave, y lo que lo hace distinto, es que el Nuevo San Mamés no solo es un campo de fútbol. Tiene un restaurante gourmet y una taberna top que abren durante todo el año. Aprovechando que Bilbao es la ciudad con mayor número de chef con estrella por kilómetro cuadrado, los cinco que manejan los locales gastronómicos tienen estrellas Michelin. Lo bautizaron “Gastronomic Cathedral” y en un spot publicitario hicieron salir a la cancha seis jugadores y
los cinco chef para hacer la tradicional formación del equipo antes de empezar un partido.
Tres tips cortos: a) la inversión del nuevo estadio fue de 200 millones de euros, aportados en partes iguales por el club, la alcaldía y el Kutxabank; b) el San Mamés tiene un 4% de la superficie como área VIP. La prioridad para adquirir esos lugares primero la tuvieron los socios y después los patrocinadores; c) para mantener la cultura y el arte vasco, los palcos son viejos contenedores del puerto cuando era una ciudad netamente industrial.
Un club volvió a nacer anclado en el nuevo paisaje de la ciudad, y aprovechando una fortaleza: los tenedores y cuchillos.
Rock & Fútbol. Esta es otra historia real que invita a pensar alternativas no necesariamente tecnológicas para volver a nacer.
El 2 de noviembre de 1962 nació el Club Armenio de fútbol, de la mano de su socio fundador número 1, Don Jorge Margossian, quien junto con comerciantes del barrio de Once (el cafetero, el comerciante de lencería, de telas, juguetes, entre otros) se animaron a formar un club de fútbol con chicos armenios de los barrios de la parte sur de la Capital Federal.
En 1971 logran afiliarse a la AFA. “Nos faltaban muchas cosas todavía, pero Colombo, el presidente de AFA de ese momento, se tapó un ojo y medio y nos permitió la afiliación”, solía contar Teodoro Torosian, primer Presidente del Club que, en 1968, con la obtención de la personería jurídica, cambió su nombre a Deportivo Armenio. Con una simple camiseta blanca con detalles negros y no más que la insignia del Monte Ararat en su camiseta como único símbolo de representación, Deportivo Armenio empezó de abajo, en Primera D.
La popularidad creció entre los armenios de Buenos Aires. Asumió la presidencia Eduardo Bakchellian, ex dueño de Adidas Argentina y Gatic, y se propuso armar un súper equipo. Llegó Amadeo Carrizo a la conducción técnica y, con varias figuras, logró el primer ascenso a la categoría C. A partir de allí escribieron la época dorada, y cumpliendo los 25 años de existencia, Armenio llegó a la Primera División, habiendo logrado un récord en la B Nacional con 34 partidos invicto (aún vigentes en la categoría) y una particularidad: el club cambió sus colores al verde y blanco para lograr una mayor atención.
Figuras muy importantes tomaron las riendas del club, como Armando Gostanian (asesor estrecho de Carlos Menem), quien se dio el gusto de ser presidente durante las dos temporadas que Armenio jugó en la primera, donde le ganó 3 a 2 a River en el Monumental, y 1 a 0 a Boca, donde luego del gol de Armenio, el arquero Hugo Gatti fue borrado del plantel Xeneize.
Las épocas doradas llegaron a su fin en 1990, cuando el equipo descendió a la B Nacional y luego a la B metropolitana.
Cuando la URRS se disolvió y Armenia pasó a ser un país independiente, el club decidió adoptar de manera oficial los colores de la República: rojo, azul y naranja. Y un avance: logró obtener su estadio propio en la ciudad de Ingeniero Maschwitz y el sueño de la casa propia se hizo realidad.
Hoy el Deportivo Armenio milita en la Primera C. Fue perdiendo presencia, y el estadio, aunque coqueto, era muy difícil de llenar. “¿Cómo hacer para que el club tenga más convocatoria?” fue la pregunta del millón que se hicieron los miembros de la Comisión Directiva.
Desde hacer camisetas conmemorativas hasta crear un club de socios donde cada partido que asistía al estadio sumaba puntos para ganar algún premio (el tradicional millaje), pasando por promocionar los partidos en redes sociales, crear nueva línea de indumentaria, mejorar la web oficial o pintar el Estadio. Todas esas alternativas no fueron suficientes para lograr romper esa barrera de una convocatoria de hinchas que nunca supera las 250 personas.
Pero surgió una idea. Debido a la escasa respuesta de sus seguidores y futuros hinchas, el club decidió volcarse al espectáculo. Parte de la Comisión Directiva realizó un viaje para convencer a Tata Simonyan, el cantante más conocido de la República de Armenia, para lograr que el artista viniera a la Argentina por primera vez para hacer dos shows. Dicho y hecho: el jueves 30 de noviembre fue el recital en Tango Porteño, a metros del Obelisco, y el 5 de diciembre en el Gran Rex, uno de los teatros más importantes de Buenos Aires.
La organización previa fue fundamental. Invitaciones a abanderados de los colegios armenios, impulso coordinado de dirigentes de las diferentes instituciones de la colectividad, sorteo de entradas en radios armenias argentinas y uruguayas, fueron factores importantes para el éxito.
El final de la historia fue sorprendente: Deportivo Armenio convocó alrededor de 2.500 personas en menos de 5 días. Claro, no en la cancha de fútbol.
Los números son elocuentes. En dos días, con un ticket promedio tres veces superior a la entrada de un partido, Simonyan arrastró el equivalente a hinchas que van a alentar al equipo en diez partidos de local.
El modesto club que por momentos no tiene más de un juego de camisetas para sus jugadores y el mismo presidente es el que termina haciendo los choripanes en el buffet los días de partido, colmó casi en su totalidad ese teatro, descubrió que la subsistencia de un club que es sólo de fútbol, puede haber alternativas válidas de subsistencia que no tengan que ver con la pelotita.
Siempre flota en el aire cómo debiera ser un club si naciera. Muchos caminos conducen a la tecnología. Hay excepciones a la regla. El Athletic Club apostó a la comida vasca, y Deportivo Armenio a organizador de espectáculos musicales. No se le cayeron los anillos, como se dice en la jerga, ni perdieron identidad. Hay otro partido.