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Roberto Balaguer: Redes y política

Por Roberto Balaguer Redes y política

Para muchos analistas, la mayor parte de todos los procesos eleccionarios del futuro se decidirán en las redes sociales. ¿Qué significa eso? Nada más y nada menos que será en ese ámbito discursivo -Facebook, Instagram, Twitter- donde las distintas ideas tendrán mayor o menor incidencia e inclinarán las balanzas hacia uno u otro lado, no importa el lugar del mundo donde nos encontremos, con excepción de los países donde rige censura de Internet.

Para poder comprender este novedoso fenómeno se hace necesario primero que nada entender el alcance, peso y funcionamiento de las redes sociales, el poder que pueden tener y, a su vez, comprender los movimientos del electorado en ese ámbito. Intentemos hacer parte de ese recorrido en esta columna.

Con relación al alcance que tienen las redes recordaremos que a comienzo de 2018 Facebook alcanzó los 2.167 millones de usuarios activos en un mes. Casi un tercio de la población mundial está presente en Facebook. Prácticamente toda la familia de este siglo XXI está allí, tres generaciones recorren sus publicaciones diariamente, aunque alguna como la generación Millenial, prefiere recorrer el timeline de Instagram que tiene más de 800 millones de usuarios activos en un mes.

A pesar de ser bastante más pequeña, Twitter con sus 320 millones de usuarios activos en un mes, es la red que pauta el latir de las redes en términos políticos. En las redes sociales las campañas políticas comienzan a tejerse en clave de tweets y hashtags, y la denominada opinión pública se va conformando en torno al símbolo de numeral seguido de una o dos palabras clave.

Pero, ¿qué es la opinión pública y qué implica?

Wikipedia define la opinión pública como la tendencia o preferencia, real o estimulada, de una sociedad o de un individuo hacia hechos sociales que le reporten interés.

Si nos remitimos a la Historia, una de las primeras definiciones de opinión es la que encontramos en Platón en la Grecia clásica. Según el filósofo griego, la opinión o doxa era el punto intermedio entre conocimiento -o episteme- y la ignorancia. La opinión implica siempre una actitud personal ante los fenómenos o sucesos y se puede definir como la postura que mantiene un individuo respecto a hechos sucedidos en el mundo real. Diremos que en estos tiempos de hiperconexión, de múltiples redes, los medios masivos suelen confundir los hechos con la opinión, así como la opinión pública con las ideas de la gente que participa en Twitter, dos elementos relacionados pero no necesariamente coincidentes. El silencio es una voz que tiene peso en las urnas a pesar de no usar hashtags. Un grupo no demasiado numeroso, pero bien organizado, podría generar una alta replicación de contenidos sobre determinadas posturas, ideas o candidaturas. La presencia de periodistas en espacios como Twitter, puede darle mayor visibilidad a estos grupos y lograr que sus ideas lleguen a mucha gente.

Es como si en una plaza pública, donde se organiza una manifestación, los medios acudieran a darle visibilidad y difusión. Esta suerte de sensaciones ficticias puede incidir en la doxa u opinión de aquellos que están en sus casas y deben tomar postura, aunque ésta sea silenciosa.

La espiral del silencio

En el libro La Espiral del silencio. Opinión pública: nuestra piel social, Elisabeth Noelle-Neumann estudia el fenómeno de la opinión pública, la cual es entendida como una forma de control social en la que los individuos adaptan su comportamiento a las actitudes predominantes sobre lo que es aceptable y lo que no. Es decir, los sujetos decidimos siempre en un entorno social que nos

pauta de alguna manera lo que es aceptable y preferible. Somos sujetos gregarios y opinamos en función de los grupos a los que pertenecemos.

Su teoría, que toma en cuenta lo emocional por sobre lo racional, permite comprender mejor el comportamiento electoral de los ciudadanos o las relaciones entre los medios de comunicación y la sociedad. La moda, la reputación, la importancia de la opinión de los otros en nuestra conformación de la visión del mundo, toman un papel relevante en su teoría. Siguiendo el legado de Locke, afirma que los seres humanos se ajustan a las opiniones de aquellos que les rodean, algo que la psicología desde los años cincuenta ha comprobado una y mil veces en el laboratorio.

Esta autora se refiere también al clima de opinión: una tendencia inespecífica que decanta las tendencias hacia una determinada opción. En tiempos de redes son los Trending Topic de Twitter, los temas aparentemente más candentes que “hacen furor” como suele decirse.

El capítulo inaugural de la primera temporada de la serie de Netflix Black Mirror es quizás el episodio televisivo que mejor muestra la importancia de la opinión pública en las decisiones de las personas, pero sobre todo de los gobernantes, en un mundo donde se puede sentir casi que el latido de las personas, a través de lo que se denomina social listening. Allí, el primer ministro británico se ve en la encrucijada de llevar a cabo actos obscenos televisados y en vivo, obligado por el secuestrador de la princesa. La opinión pública es la que define lo que finalmente sucede. Pero no voy a contarles el final. Hasta ahora, la evidencia científica muestra que Twitter más que un indicador de opinión pública, es un buen canal de difusión y una buena herramienta de comunicación. Pero muchos sabemos que a veces, gritar más fuerte no da la razón, pero sí inclina la doxa… en las series pero también en la vida real.

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