Una ley necesaria Por estos días, como nunca en la historia argentina, se discute el rol de los medios de comunicación y su incidencia en la realidad política, económica y social cotidiana. El debate parlamentario sobre la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual expuso una problemática que, hasta hace apenas dos meses, estaba circunscripta a periodistas y académicos: la Ley de Radiodifusión vigente fue decretada el 15 de septiembre de 1980 por el dictador Videla. Como pocas veces, el público es testigo de una puja para definir quienes son los dueños del poder real en la Argentina. Porque es más que evidente que no se está discutiendo sobre la libertad de prensa o sobre el derecho de un gobierno determinado a regular el mercado de las comunicaciones. Lo que en verdad se quiere dirimir es si el país es manejado por las corporaciones (mediáticas, en este caso, y aliadas a fenomenales actores económicos) y cómo se hace para disciplinar al poder político, lo que no es ni más ni menos que disciplinar y condicionar a la democracia misma. Es patético presenciar las operaciones de prensa que realizan periodistas a favor de sus empleadores. Se los escucha llenarse la boca hablando de la libertad de prensa cuando ellos saben perfectamente que esa libertad de prensa que tanto declaman no existe en estado puro: los periodistas no son ángeles que sobrevuelan el mundo sin ser rozados por sus intereses, deseos o temores. ¿Por qué un periodista habría de tenerle miedo a una nueva Ley de Medios? Un periodista no necesita garantías ni resguardo para hacer su trabajo, para decir lo que siente o para desarrollar su tarea profesional. Un caño es un ejemplo de esto que hablamos. Cada uno de los que trabajan en esta revista escribe lo que piensa, sin condicionamientos. Los únicos requisitos son la responsabilidad y la honestidad intelectual. Es necesaria en la Argentina una nueva Ley de Medios Audiovisuales. Y no ahora ni después del 10 de diciembre. Es necesaria desde hace exactamente 29 años. Los legisladores deben hacer ya mismo su trabajo y así cumplir con la conciencia y la voluntad democrática. Mariano Hamilton
staff SEGUNDA ÉPOCA (AÑO 4) NÚMERO 18 CONSEJO DE DIRECCIÓN Alejandro Caravario Christian Colonna Pablo Cheb Terrab Mariano Hamilton Pablo Llonto Matías Martin Fabián Mauri Víctor Hugo Morales Ralph Rothschild Ariel Senosiain Adrián Soria SECRETARIO DE REDACCIÓN Pablo Llonto DIRECCIÓN DE ARTE Alicia Sliwkin EDITOR DE FOTOGRAFÍA Fabián Mauri CORRECCIÓN Alejandro Lingenti COLABORAN EN ESTE NÚMERO
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ILUSTRACIÓN DE TAPA Sebastián Domenech OCTUBRE 2009 | UN CAÑO 3
PICADO Las malas compañías “Podrán imitarnos, nunca igualarnos” es un slogan altanero de la Doce. Pero en Tel Aviv hay una hinchada que los imita hasta el límite de tratar de igualarlos. La insólita historia de la barra de Maccabi incluye lecciones por video, grabaciones sobre el comportamiento de los hinchas boquenses y una obsesión. Por MARTÍN DE ROSE
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as diez de la mañana en Tel Aviv. Erez Hakatan Barak abre ansioso el sobre de DHL que llegó desde la Argentina. Prende su DVD y respira aliviado. Se viene un duelo fundamental por la Liga de Fútbol ante el clásico rival, en una temporada de resultados bien esquivos. La batalla que se perdía dentro de la cancha, había que ganarla en la Puerta Once, el espacio reservado para “The 12 Player”, la hinchada del Maccabi. Erez miró cada detalle y luego entregó el video a Itzik Kosman, el capo. Y todos se pusieron a estudiar. No se trataba de un curso de español. Tampoco de un curso a distancia de truco o tango. En la tele, La Doce, la hinchada de Boca Juniors de la Argentina, se muestra en plena acción durante un partido. Sus canciones, sus movimientos, la forma de tender las banderas, los ritmos, todo... Para Erez Barak, y para toda la barra brava del Maccabi Tel Aviv, esas imágenes son un modelo a seguir. “Es así, Boca es nuestro referente”, cuenta Barak, un joven de 20 años tan fanático que en su cumpleaños lloró por la presencia de dos integrantes del equipo de vóley del club. “Queremos ser
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como La Doce, queremos cantar como ellos. Intentamos hacerlo, poner las banderas como ellos y de tanto en tanto cantamos ‘dale Boooca, dale Boooca’”, reconoce este estudiante que, igual que muchos como él, integra “con orgullo” el ejército israelí, según sus palabras, para combatir “al enemigo terrorista”. En los tiempos libres, el muchacho coordina esta especie de curso de fanatismo a distancia. “Boca es la mejor hinchada del mundo; además, el equipo juega con azul y amarillo en la camiseta, como nosotros”, asegura Erez. Y suma: “nosotros amamos todo de la Argentina gracias a ellos”. Nuestro amigo es sólo un eslabón en “The 12 Player”. El jefe es el joven Itzik Kosman (en general los miembros de la hinchada hacen equilibrio en la línea de los 20 años), quien aclara que sus muchachos no copian a “La Doce”, sino que aprenden de ella. El contacto entre “La Doce” y “The 12 Player” se produce a través de Iván, único nombre de la hinchada xeneize entregado para esta nota por Erez. “Amamos la atmósfera que se respira en el estadio”, dice Erez, quien además
entrega una especie de escalafón: “Kosman es nuestro Di Zeo”. O sea, el capo. “Schoval Chaver carga las banderas y también es soldado”. Salvo Erez, que presta servicio al norte, sus dos compañeros pasaron buena parte del año en la Franja de Gaza, custodiando la frontera. Pero aclaran: “odiamos la guerra”. La hinchada de Maccabi está flexibilizada, porque quema las gargantas de sus integrantes también en el básquet, el handball y el vóley, el deporte que por estos días (con el ex armador de la Selección de Argentina Nicolás Efrón como estandarte) les dio varias alegrías a los fanáticos, con títulos de Liga y de Copa, luego de un par de años de sequía general. La financiación en shekels de la también llamada “Guardia Imperial” (se consideran el imperio deportivo del país) parece más naif. Cenas, colectas, torneos de Pro Evolution… Pero los “capos” son siempre los que más ponen. ¿El Superclásico? “Hapoel Tel Aviv es el River Plate para la hinchada de Maccabi. Odiamos a Hapoel como Boca odia a River”. Y las canciones están cargadas de historia: “Holocausto para Maccabi”, de un lado. “Muerte para los rojos”, como respuesta.
a t l a f que o g a h y tario, la sección a es u t p l su a re p zo M Soy de de los clásicos en el periodismo. Colan bbasúsqtaunedte esa dfueerun futbolista argenotinyolo, slepslaocefrecrees o del buce undi en Vuelve un clásic otines en la isla dos del mapam b ci s o n lo co a lz co ca o p se atriota que recorre lugares , el único comp na, Malta o ff o D lo ab P lugar de Floria : una joyita , desde algún O FF DO O BL eo. Por PA del Mediterrán
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legué a Malta hace tres años, gracias a Sebastián Monesterolo, un ex compañero de las inferiores de Boca. Él estaba jugando acá y me pidió un DVD para presentar en los clubes, a ver si surgía una oferta. A los dirigentes del Hibernians les gustó el video y me llamaron para una prueba. Quedé y jugué una temporada para ese equipo, que es uno de los más grandes de acá. Después pasé al Floriana. Como no tengo pasaporte comunitario, ocupo cupo de extranjero y el club me dio un permiso de trabajo. La verdad, para los extranjeros es jodido mantenerse en la Liga, porque sólo hay cupo para tres jugadores de afuera y se les exige muchísimo. La idea es que nosotros hagamos la diferencia. Si un delantero no hace goles en dos o tres fechas, ya lo empiezan a mirar mal. Yo la tengo un poco más fácil por ser volante central. La adaptación fue difícil. Es una isla
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súper chiquita, con mar y poco para hacer. Lo primero que solucioné fue el tema del idioma: acá hablan maltés, inglés e italiano. Yo aprendí italiano rápido, gracias a la televisión. Hace poco le tomé la mano al inglés y ahora también entiendo un poco de maltés, que es una mezcla rara de árabe, francés e italiano. Fui agarrándole más la vuelta para ver qué hablaban en el vestuario. Nunca se sabe si te están sacando el cuero, porque los malteses son tan bichos como los argentinos. En la cancha, incluso, aprendí un par de palabras útiles en maltés. Cuando la bola se va al lateral, al árbitro hay que gritarle “tana”, que quiere decir “nuestra”. Y si un defensor se entretiene con la pelota en el fondo, en vez de “sacala” le decís “barra”. También tengo alguna puteada: “follomó” es la más dura. Quiere decir algo así como “la concha de tu madre”. El nivel de juego se parece al del Ar-
gentino A, pero tenés algunas ventajas: si terminás en los puestos de arriba, podés jugar la fase previa de la Champions League o de la UEFA. Además, económicamente se hace diferencia: cobrás en euros, el club te alquila un departamento y te da un auto. Manejar fue todo un tema: acá conducen con el volante del lado derecho, como en Inglaterra. Yo me pasé un año sin manejar, y la primera vez que me animé casi choco de frente con un coche que venía por el lado de circulación equivocado (bah, era el correcto, el equivocado en realidad era yo, que seguía por instinto las reglas argentinas). La gente sigue el bastante el fútbol: los partidos se juegan con 5.000 personas promedio en la cancha, pero como todos son en el mismo estadio, se paga una entrada para ver dos o tres partidos el mismo día. Los hinchas también son fans de equipos italianos, ingleses, hasta de selecciones extranjeras… Cuando la selección italiana ganó el Mundial hubo una caravana de gente festejando como si fuera un lugar más de Italia. Yo no lo podía entender… Es parte de la idiosincrasia maltesa. Nosotros, por ejemplo, en Floriana, jugamos el clásico contra el Valetta, un equipo grande de la capital. Y hay compañeros míos con tatuajes del Floriana, que nacieron en la ciudad y dicen odiar al Valetta. Y después juegan el partido y perder les chupa un huevo.
PICADO Provincias unidas De aquellas emociones fuertes en las que David aplastaba a Goliat trata esta evocación. Palizas, y no tanto, que los equipos del Sur, del Norte; del Este y del Oeste recordarán frente a la soberbia de los metropolitanos. Ajá, pero cómo, usted no sabía que Central Córdoba le ganó a Boca en la Bombonera. Guarde, recorte. Para el momento de las apuestas. Por ENRIQUE JONTEF
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n 1967, el interventor de la AFA y hombre fuerte de Banfield, Valentín Suarez, logró su proyecto soñado: un torneo Nacional de clubes. La idea apuntaba a una federalización futbolística a partir de un campeonato a disputarse en la última parte de cada año. Dicho evento, pensado como una suerte de Copa a la usanza europea, estaría conformado por algunos equipos de Primera División, clasificados por el torneo Metropolitano, más representantes de las ligas del interior (surgidos de los campeonatos regionales) y otorgaba una plaza para la Copa Libertadores del año siguiente. Desde un comienzo la disparidad entre “porteños” y “provincianos” se tornó evidente; no obstante, durante la disputa de la primera edición ganada por Independiente, se dio la primera gran sorpresa: el 15 de octubre Central Córdoba de Santiago del Estero derrotaba en la mismísima Bombonera a Boca Juniors por 2 a 1. Pudo haber sido un golpe de suerte pero lo cierto es que en años subsiguientes los “grandes” sufrieron algunas derrotas a manos de equipos semiprofesionales de tierra adentro. La primera goleada a un grande en condición de visitante la logró Gimnasia y Esgrima de Mendoza. En el Gasómetro de Boedo, el 24 de octubre de 1971. Conducidos magistralmente por Víctor Legrotaglie, los cuyanos le ganaron a San Lorenzo por 5 a 2. El héroe de esa tarde comentaba que el árbitro Roberto Goicochea les solicitó en pleno partido que no siguieran tocando, ya que no podía responsabilizarse por la reacción de los hinchas azulgranas. Lejos de violentarse, dos cuadras de hinchas del Ciclón aplaudieron el paso del micro mendocino al retirarse por Avenida La Plata. Un año antes, noviembre de 1970, el irregular Kimberley de Mar del Plata recibía al último campeón del Metropolitano, Independiente, en el viejo
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estadio San Martín. Aquella tarde la delantera Davino, Valiente, Catalano y Mitrovich pulverizó a los de Avellaneda; fueron cinco, pudieron ser más. Otro marplatense, Alvarado, también llegó a media decena ante San Lorenzo, en el Gasómetro, a fines de 1978, de la mano de Alaniz y Porté (más tarde incorporado a Boca ). Racing también tambaleó en más de una oportunidad. Es recordada aún la jornada en la que Renato Cesarini de Rosario, en Arroyito, borró a la Academia, en 1982. La formación del local estaba integrada por once jugadores libres y dirigidos de manera artesanal por los hermanos Solari y Luis Artime. Sin embargo, con tres goles de Omar Da Fonseca, se impusieron por 5 a 1. Obviamente, el registro más doloroso de los blanquicelestes fue la derrota por 4 a 3 frente a su homónimo cordobés, el día en que Racing, en el Cilindro, descendió a Primera B. Pero si hablamos de la Academia cordobesa, su máxima expresión futbolística se dio en el marco del Torneo de 1980, cuando alcanzó el subcampeonato de la mano de Alfio Basile. Por las semifinales de ese certamen, despachó a Independiente por 4 a 0. Los fanáticos del Racing de la Docta consideran ese enfrentamiento como el mejor partido de la historia de su club y aún hoy se emocionan con esa faena liderada por Aramayo, Amuchástegui, Ballejo y Gasparini. Por supuesto que hay más: el triunfo de San Martín de Mendoza frente a River en 1972 por 4 a 1, o la goleada de Gimnasia a Boca en 1978, un categórico 5 a 1 en la Bombonera. Pero lo más importante, más allá de los batacazos, fue la posibilidad de disfrutar en aquellos años de notables jugadores, como los ya nombrados, y agregar en la lista a la Pepona Reinaldi, el Chupete Guerini, Felipe Barroso, Llamarada Eresuma, el Hacha Ludueña, entre otros virtuosos. Algunos recalaron en el fútbol metropolitano. Otros, en tanto, optaron por quedarse en el “barrio”, derrochando talento y generándonos una sana envidia.
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e e d n a gr
e n e n l stá e edad.
u se es s adres n e l i d sus p el tan lisis d permiso de ndial. El á n a s el mu imo los últ co abandonó as del tenis cuestiones n e o g . e po e lar s joy stas pasó d 21 años, hac s una de la cento en e as de gloria o g l a oc Si la ae ne tro tie exterior y y zalo pone e vaticinan ép o P l e D n e l de Go rez qu iajar a para v nte análisis gos de madu e s intelig s y en los ra e l i juven LO BONADEO
Qué
NZA
Por GO
A
esta altura, da la impresión de que sobre Del Potro está todo dicho. Cuando despegó como un excelente junior, el país supo que era de Tandil y que su estigma ya se llamaba Andy Murray. En poco tiempo, y de la mano de su impecable debut en Copa Davis –victoria ante Jurgen Melzer, el número uno austríaco, como visitante– y de sus primeros triunfos entre los profesionales, ya supimos de su fanatismo por Boca, de las lógicas habilidades adolescentes en el Winning Eleven –le debo un par de desafíos que, sospecho, nunca se concretarán– y de la versatilidad de un tenis que mezcla todos los atributos necesarios para el suceso contemporáneo, con un concepto estratégico digno de la más pura y admirable ortodoxia. Hoy, campeón en un Grand Slam, devastador ante Nadal y excepcionalmente maduro en cuatro horas de una batalla histórica ante Federer, de Juan Martín conocemos la marca de su perfume favorito, un supuesto noviazgo con una modelo algunos años mayor que él y enormes carteles de publicidad en la entrada de la Panamericana en la General Paz nos invitan a saber que está haciendo, a cada momento, vía Facebook. Recurso que, por cierto, haría las delicias de la WADA, la 10 UN CAÑO | OCTUBRE 2009
agencia antidoping que insiste en querer que cada uno de los principales tenistas del planeta avise dónde está por lo menos una hora por cada día de su vida. En el rubro elogios no es menos sencillo encontrar algo que no sea ya caer en un lugar común. Y hay que estar muy atento, porque uno puede tirar un concepto que coincida con el de un especialista pero también con el del asistente de vestuario de una botinera recientemente eliminada de un reality con chicas y muchachos que cantan y bailan como el culo. Es que hoy todo el mundo habla de Del Potro. Y no sólo en la Argentina. Lo que no me explico es por qué entre tanto elogio, tanto detalle técnico y tanto “Del Potro íntimo” a nadie se le ocurrió hablar de su condición de prodigio. Al fin y al cabo, el pibe acaba de cumplir 21, es decir, acaba de dejar de necesitar una autorización de sus padres para salir del país, recurso un tanto necesario para un tenista profesional. Es cierto que en el mundo del deporte estamos habituados a toparnos con fenómenos que se llenan de gloria y de millones antes de terminar un secundario que hace rato quedó en el olvido. Pero me parece que esto de los campeones precoces, los monstruitos que conmueven al mundo a los 15 no es cosa de hombres,
sino de mujeres. En el tenis, con tanta influencia física como psicológica, el circuito masculino se hace insoportable hasta para el más avezado y talentoso de los adolescentes. Entre las chicas es diferente: no son pocas las que ganan muchos partidos y muchos dólares mucho antes de ser esa atleta que, probablemente, jamás serán. Es decir, una chica de 16 con cierto talento y buenos golpes de fondo puede hasta colarse entre las mejores de un Grand Slam aun sin saber correr hacia delante. Es más, el dobles mixto del US Open lo ganó una pareja integrada por un señor de apellido Cotorra (en inglés) y una señorita de apellido Gullickson, talentosa como su padre jugador de éeisbol y redonda como su abuela maestra de grado en un suburbio de Detroit. Gullickson difícilmente tendrá alguna vez mejor estado atlético que usted, pero con un brazo excepcional puede ganarse la vida jugando al tenis. Para un chico el asunto es mucho más complejo. Y creo que ser top ten entre las chicas a los 16 es tan prodigioso como ganar un Grand Slam a los 20 entre los varones. En los últimos cinco años, apenas Safin y Djokovic se animaron a colarse en medio de la hegemonía de Federer y de Nadal en lo que a ganar grandes tor-
neos se refiere. Además, lo hicieron en el abierto de Australia, el menos prestigioso de los cuatro y, si bien entrañable por mil motivos, claramente el Grand Slam más difícil de encarar para los fenómenos, que llegan a Melbourne poco menos que sacándose la arena de las patas después de vacaciones y pretemporada. Y nadie lo consiguió ganándole, en el mismo certamen, justamente, a Roger y al Rafa. Hace un par de años que Del Potro viene demostrando rasgos de madurez llamativos para un tenista de su edad: desde el aplomo de aquel debut en la Davis hasta la claridad estratégica que tuvo para liquidar a Davydenko y a Andreev en las semifinales jugadas en el Parque Roca –serie sistemáticamente olvidada por los detractores, que le cuestionan su condición de jugador copero; llegamos a la final de 2008, claramente, gracias a Juan–. El tandilense es de esos jugadores cuyas derrotas rara vez son ante rivales o circunstancias que no ameritan. Del Potro aprendió muy precozmente a ganar partidos, incluso sin desarrollar todo su potencial. Una de las excepciones fue justamente el partido con Feliciano López en Mar del Plata. Fácil sospechar que el español no hubiese aguantado la presión si Del Potro no se lesionaba. Imposible asegurar cuánto conspiraron para esa lesión el viaje a Shanghai, el desgaste de un cuatrimestre increíblemente activo y el stress propio que soportamos en el Polideportivo hasta quienes estábamos en la tribuna. En todo caso, lo más sencillo será hacer caso a los amantes del esoterismo que, simplemente, determinan que los astros no se alinearon para que esa vez la Copa fuese nuestra. Como sea, el vertiginoso proceso evolutivo de Juan tiene muchos aliados. Su excepcional capacidad de asimilación para aprender, la facilidad de adaptación a la táctica que amerita cada partido, una preparación física privilegiada para un tipo de casi dos metros, un talento natural y un fenomenal cuerpo técnico encabezado por un Franco Davin cuyo método de trabajo justifica, por lo menos, la edi-
ción de un cuadernillo explicativo que quede a disposición de todo el deporte argentino. Pero en Del Potro hay algo más. No voy a negar que no cualquiera tiene un revés tan versátil y consistente, ni una derecha en constante evolución. Tampoco la capacidad de convertir en menos de un año a un saque aceptable en un arma letal. Pero no puedo dejar de admirarme por su poder de concentración, por esa mentalidad que le está permitiendo abstraerse de todo aquello que pueda impedirle hacer su juego. La mejor muestra la vi al comienzo del tie break del cuarto set de la final con Federer. Del Potro era quien venía abajo dos sets a uno, quien llegaba a esa instancia con la sospecha de haber dejado escapar la gran ocasión de ganar el tercero. Él era, además, quien jamás había ganado un gran torneo y el que más derecho tenía a que se lo hubiesen devorado los nervios y el desgaste de dos semanas tremendamente exigentes.
man inevitablemente entre tanto y tanto, Roger pedía rabiosamente las dos pelotitas que usaría para empezar el desempate con una casi previsible doble falta. El futuro dirá si todo esto forma parte
Del otro lado, Federer. El número uno del mundo, para muchos el mejor de todos los tiempos y el máximo ganador de torneos de Grand Slam. Un Federer furioso, peleado con el árbitro y desesperado por terminar un partido que se le empezaba a ir de las manos. Mientras Del Potro exprimía los quince segundos que se to-
del comienzo de una historia de alcances inimaginables o si, al revés de lo de Mar del Plata, esta vez sí todo se alineo para que nos diéramos un gran gusto. Francamente, me parece que estamos ante un prodigio. Pero que, a diferencia de muchos prodigios, éste pinta para ser uno de larga duración.
No cualquiera tiene un revés tan versátil y consistente, ni una derecha en constante evolución. Tampoco la capacidad de convertir en menos de un año a un saque aceptable en un arma letal.
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o n u l e a ser
a dal iba a N a f otro e Ra inado d oy se juega us e r l e que dam ar. H osticó de jug poco. Nostra n a o r m p r , o años cá a r su f ya dos a a soporta mundial de a e c a h no ib trán, tenis cio Bel e su cuerpo ero uno del ACIO BELTRÁN a n g I rqu IGN núm Juan ero, po o va a ser el lista. Por JUAN m í f e r se otr cia ro espe o: Del P auguri eojo a nuest er mira d
o d a n e Cond
C
uando mi amigo Picwick Caravaggio, un comprador perfecto si los hay de todo el sanateo imcomprobable con que los periodistas de tenis explican lo que pasa en los courts (ese cuento de que tener “la” cabeza produce que un tenista equis termine siendo Federer y otro Escopeta Roitman), me preguntó ni bien acabada la final del US Open si este evento llegaba a congregar tal magnitud como para justificar mi regreso a Un Caño (recordarán mi vaticinio sobre el efímero cénit de la carrera de Rafa Nadal, que marcó un antes y un después… En fin, ni se les ocurra buscar la revista porque se agotó). En plena euforia le dije que sí sin recordar que este es un mensuario y que una vez en los quioscos tendría que superar al rival más temible para llevar al lector al menos hasta el final del primer párrafo: el hastío. El hastío con todas las fruslerías que se dijeron y se dirán sobre Juan Martín del Potro. Es que ahora el mundo entero se la pasa delpotricando. Los barbiacicalados conductores de noticiero hablan de Delpo como si le hubiesen enseñado las empuñaduras de drive y revés. Ahora se sabe más de Davin que de Bianchi,
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y aparece gente que con tal de subirse al autobomba dice hasta haberle cambiado los pañales. Basta de Del Potro, dirán empachados, que ya lo sabemos todo: que es alto, que tiene una palanca tremenda, que lo avispa el mejor coach argentino y que el Barba lo dotó de “la” cabeza. Les digo que lo saben todo, pero en realidad no saben nada. Porque hubo mucha marimba para festejarlo pero en definitiva el asunto se redujo a una explicación de ficha médica y a cientos de medios que, en simultáneo, vendieron monosilábicas entrevistas exclusivas con un misericordioso, meloso y cualquier otra que termine con “oso” de Delpo que, tras empezar por Federer, atendió después a todo el mundo. Entrevistas clonadas y chatas. Hasta parece ser que el periodismo argie agota su creatividad cuando se trata de caerle a alguien, pero bastante fofos y derrotados resultamos para narrar los estados victoriosos. No me queda otra que pedirles que confíen. Pasaré a contarles cómo me fue convenciendo a mí y lo que, modestamente creo, se puede esperar de él. Les ruego que hagan un ejercicio de amnesia y que sigan esta nota como si el US
Open estuviera a punto de llegar mientras me despacho con mi diario del lunes en el regazo. Hace unos dos años no me gustaba Delpo. Me parecía que tenía serios problemas técnicos que podían anclarlo en el rubro de los truncos. Tenía una derecha medio enrevesada que producía tiros cortos. El golpe no tenía fluidez. El saque también venía raro: tiraba la pelota muy encima de la cabeza, empuñaba torcido y no pasaba el peso del cuerpo con toda la armonía esperable en el movimiento para trasferirle a la pelota sus ochentipico de kilos. Con casi dos metros, era como agacharse para no sacar ventaja. En conclusión, me parecía un gigante desaprovechado. En algún lugar de esta película apareció Franco Davin para trabajar en la técnica y crear lo que conocemos hoy. Su revés a dos manos siempre fue perfecto, lo pegaba bien hasta con los ojos cerrados. El laburo consistió en atildarle la técnica, lograr con esos dos golpes falibles (derecha y saque) ejecuciones fluidas, más limpias. Desatornillar codos y muñecazos innecesarios para lograr simplificación en cada tiro. Verlo sacar, tiempo después, empezó a dar gusto.
Con abuso del metro noventa y ocho, con buena cadencia y traspaso. Se desoxidó la catapulta y empezaron a llover los pelotazos desde todos lados. Esto pasó hace un año. Lo que quedaba en el medio del camino era el tramo de concretar ese potencial en el espacio donde sólo se gana con la cabeza. Porque hace unos meses descubrí maravillado que Delpo era la mejor cabeza de la historia del tenis argentino. En un tenis que ha dado campeones que pudieron ser aún más grandes (es decir que, aun conociendo la gloria, tuvieron potencial para más y perdieron muchas finales o grandes oportunidades), apareció un tipo que cerraba los partidos como en las propagandas, sin temblar, tirando aces y palos en los momentos terribles. Y al borde de las lágrimas. Porque recordemos que no es valiente sino aquel que aprende a disolver en dos partes de agua el temor al ridículo. En fin, mientras Delpo escupía aces yo me iba convenciendo de eso. Un tipo capaz de ganar los partidos que no son para él. ¿Eso no es un campeón? Me acordé de Brasil y sus goles fríos. El dato definitivo me lo fueron dando sus rivales. Cada vez que alguno de los del cuarteto imperial
(Roger, Rafa, Murray y Nole Djokovic) era interrogado sobre Delpo a lo largo de estos últimos meses, seguía una respuesta sin cassette ni cumplidos. Lo leí de este modo: no hace falta exagerar el elogio con alguien que realmente tiene con qué. Se habla liso y llano de él. A uno sin posibilidades reales le mandamos flores, total… La carucha de Federer tras la final es otra pista sobre el futuro de Delpo. Una pálida cruda, abismal. Sin llanto, sin esa sobreactuación que suele tener tras perder sus tests mentales con Nadal. Tuvo en Flushing Meadows una bronca sulfatada, intestinal, del que sabe que jugó un partidazo y no le dio la nafta. De que quien se sabe superado en poder de fuego. Le dije a mi amigo Pickwick que Delpo era un crack, en el sentido Kempes de la palabra. Un grandote avasallante y todo lo hábil que la física puede llegar a permitir en grandes carrocerías. Aclaro esto porque el lugar común es asociar al tira drops y toques con el crack; a la armonía y el estilo con el crack. A los lungos les quedan las metáforas bélicas (bombardero, matador y algunas otras que usé incluso yo más arriba) como una condena a perpetua.
La carucha de Federer tras la final de Flushing Meadows mostraba una bronca sulfatada, intestinal, del que sabe que jugó un partidazo y no le dio la nafta. Delpo es un crack porque juega como pueden hacerlo tipos quince o veinte centímetros más bajos. Es un peloteador tremendo y no necesita definir en el tercer tiro. Y es un crack porque saca la de Hollywood cuando las papas queman. En el mapa de la evolución tenística, Federer sepultó la era Sampras-Agassi hasta chocar con la pared Nadal y otros dos grandes jugadores universales (Murray y Djokovic), que lo complican porque contragolpean perfecto de los dos lados. Del Potro viene a subirles el listón. Ataca de los dos lados con una efectividad y una velocidad crucero que nadie rozó nunca. Hace ver la cancha cada vez más chica. Todo parece indicar que está condenado a ser número uno tarde o temprano.
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uego de unos cuantos años de feliz desarrollo de un cambio radical con respecto a un pasado ominoso, con la aparición de una generación de directores talentosos y reconocidos internacionalmente (Martín Rejtman, Lucrecia Martel, Pablo Trapero, Lisandro Alonso, Mariano Llinás, Celina Murga), el cine argentino parece empezar a sufrir una nueva involución en el terreno que a los críticos debería interesarles, el estético. La aclaración sobre el espectro de intereses viene muy a cuento porque desde hace años un pequeño grupo de… bueno, sí, críticos que trabajan en distintos medios masivos se ha empecinado en convencernos de que lo realmente importante es que las películas vendan muchas entradas. Esta preocupación, más propia de productores, o en última instancia distribuidores, ha marcado en los últimos años parte de la discusión sobre qué cine debe fomentar el INCAA, una entidad que claramente debería tener más intereses culturales que comerciales, mal que les pese a los que acusan de “aburridas” al 90% de las películas independientes y se quedan dormidos en el 95% de las que van a ver. “Divertido” en Argentina es, por lo general, sinónimo de gente como Tinelli, un energúmeno que pone modelos berretas en pelotas a bailar coreografías ridículas, disfruta a más no poder con los chistes homofóbicos y organiza catch en el barro con enanos travestis. En el ámbito del cine, en cambio, “divertido” –y “popular”– es sinónimo de películas con actores que declaman todo el tiempo, que nos explican cómo son y qué van a hacer cada cinco minutos a pesar de que lo estamos viendo, que tienen personajes que legitiman la tortura psicológica como metodología para obtener la confesión de un acusado, que son completamente explícitas en cada uno de los momentos de banalidad sobre los cuales están apoyadas pero se ponen ambiguas cuando hay que emitir un juicio categórico sobre la canallada de hacer justicia por mano propia. Películas que confirman a cada instante las oscuras convicciones de la gente que te dice “vos hablás porque no
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Todos mienten, de Matías Piñeiro
te pasó lo de Blumberg” y que está completamente segura de que “los políticos son todos chorros”. Los dos grandes éxitos del cine argentino de estos días – El secreto de sus ojos, de Juan José Campanella, y Las viudas de los jueves, de Marcelo Piñeyro– responden, con matices, a esa lógica perversa. No casualmente son films en los que está involucrado un canal de televisión, el medio líder en el arte de reproducir a repetición estupideces y miserias interrumpidas cada tanto por publicidades monumentalmente costosas imaginadas por genios como Ramiro Agulla. Hasta una parte de la crítica cinematográfica más seria de la Argentina, la que acompañó el surgimiento del Nuevo Cine Argentino que nos liberó de aquellas películas horribles que eran moneda corriente en los 90 (¿alguien se anima a ver hoy El lado oscuro del corazón o Peperina y argumentar una defensa honesta?), se ha sumado a esta fiesta de la que pronto vamos a arrepentirnos. Mientras tanto, este mes se estrenan en el Malba Castro y Todos mienten. Menos mal…
Todavía en vivo
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ace unos días Leonard Cohen tuvo que suspender un concierto, luego de sufrir un desmayo en el escenario cuando promediaba el show. Lo primero que pensó el público que colmaba el lugar fue lo peor. Cohen tiene 75 años –los celebró en un concierto en Barcelona, ya recuperado, con el tour español en marcha otra vez– y aunque su salud parece todavía sólida, él mismo se ha encargado de hablar sobre la proximidad de la muerte en cada una de las entrevistas que dio para promocionar un regreso obligado por la crisis financiera en la que lo hundió un manager inescrupuloso. En una de esas notas, la que escribió Jian Ghomeshi para el diario británico The Guardian y que aquí reprodujo Página 12, el periodista recordaba una declaración del canadiense de 2001, cuando le dijo a The Observer que, ya en esa época, se refería a esa etapa de su vida como “el tercer acto”. Decía Tennessee Williams, dijo Cohen, que “la vida es una obra bastante buena, salvo el tercer acto, el último”. Y decía Irving Leighton, un amigo de Cohen que el veterano músico citó para seguir ilustrando el tema, que “no es la muerte lo que debe preocupar, sino los preliminares”. Y todo esto nos lleva a lo que Cohen viene haciendo antes de ese tercer acto que con razón imagina no muy lejano y del que hay un registro fabuloso en un disco doble que, por fortuna, ha llegado a la Argentina, donde
nunca lo veremos en vivo porque su cachet actual, dicen, es de 400.000 euros. Se llama Live In London, y vale cada uno de los 50 mangos que te pedirán por él. Y si después de escucharlo te quedás con ganas de más Cohen, acaba de aparecer su novela El juego favorito . Son 44 mangos más que, para ser completamente honesto, yo invertiría en otro de sus maravillosos discos.
Las desventuras del Tanque Millán Por ALEJANDRO CARAVARIO
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l Tanque Millán es un futbolista del montón, favorecido apenas por su porte, pero con escasa o nula destreza. Lanzado a hacer carrera, entonces, no le queda más remedio que explorar los suburbios de las ligas más respetables. Mejor dicho, los barrios marginales, como el torneo de Haití, donde el dueño del equipo es un ex militar cubano que peleó codo a codo con Fulgencio Batista. A los saltos, Millán recorre el mundo cumpliendo los contratos que acuerda su representante, el voluntarioso Simaldone. A los 32 años, cansado de ambular sin pausa y con una rodilla maltrecha, el Tanque recibe una “oferta” para jugar una final de pueblo en Villa Luppi, a cambio
de 10 mil pesos. Pero allí la historia se complicará imprevista y drásticamente. Tal derrotero de infortunios desopilantes es lo que narra la novela El refuerzo, de Horacio Convertini, premiada en España y recién llegada a estas costas. Cuentista de notable precisión (Los que están afuera y otros cuentos felices es una prueba cabal), el autor vuelve a auscultar esa zona gris donde los sujetos se pierden (por mínimos o malqueridos), donde el fracaso contrasta (heroico), como en los tangos, con el brillo espurio de la prosperidad. El ritmo arrastra al lector hacia el desenlace y en el tono tragicómico reverbera lo mejor del sainete. Señoras y señores futboleros y de los otros: hay que leer El refuerzo.
El refuerzo de Horacio Convertini Editorial Agua Clara Se consigue en la Librería Universitaria de Buenos Aires (Tucumán 1792) y on line en las librerías españolas OCTUBRE 2009 | UN CAÑO 15
Y al tercer día clasificó
La derrota con Paraguay confirmó que la Selección es un puñado de nombres ilustres al garete. A falta de mejor explicación, y con la amenaza latente de no ir al Mundial africano, Maradona, por su débil legajo como entrenador y una conducta siempre en entredicho, quedó solito en la línea de fuego. La desesperación colectiva aguarda el milagro (después de todo, es el Diego), pero acaso se trata de discutir algunas verdades caducas, imaginarias, y la prosapia inocua de algunos jugadores para inaugurar un relato que procese la incertidumbre con verdadero ánimo transformador. Por ALEJANDRO CARAVARIO Ilustración SEBASTIÁN DOMENECH
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onsieur Jean-François Lyotard, filósofo francés que murió justo el año en que sus compatriotas organizaron el Mundial (aunque tal vez mucho no le habría interesado), definió las características de la posmodernidad un rato antes de que el término se vulgarizara y pasara a describir todas las cosas y conductas de este mundo. Su observación más inquietante da cuenta de la muerte de los grandes relatos, aquellos edificios conceptuales que dominaron el pensamiento y las políticas durante siglos. Cristianismo, marxismo, iluminismo, todos los ismos han pasado a mejor vida, dice Lyotard, quien percibía el advenimiento de sistemas de ideas menos abarcadoras. Provocación o hipótesis de trabajo, los asertos del francés fueron discutidos y suavizados, necesaria defensa, se me ocurre, ante un sujeto que barre con todas las referencias y verdades vigentes, que declara la caducidad de nuestra estructura mental y, como un terrorista,
esparce el sentimiento de orfandad intelectual, de cagazo académico. Digo esto no para demostrar que frecuento Wikipedia, sino porque encuentro un desconcierto afín en el ámbito más pedestre de la Selección Nacional, entre sus responsables, los comentaristas y, en especial, el público, que descontaba una clasificación al Mundial sin demasiados sobresaltos, apoyado, precisamente, en ciertas explicaciones generales acerca del fútbol que parecen haber perdido eficacia. Que los jugadores argentinos se cuentan entre los mejores del planeta y que los grandes clubes con aspiraciones hegemónicas los codician es algo conocido y aceptado, que se corrobora como certeza repasando los apellidos de las ligas premium y también las otras. Si seguimos la lógica de este relato, la integración de un equipo nacional con las estrellas del firmamento europeo (el fútbol más competitivo, dispendioso y todo eso), entre ellos el número uno
del momento, tendría que garantizar el espesor de una potencia. Sobre todo para afrontar una eliminatoria, competencia de cabotaje frente a formaciones con escaso roce mundano. Pero no. Desde hace tiempo, los adversarios paraguayos, por citar un equipo en crecimiento, demuestran ser más exigentes que los jugadores del Getafe –también es un ejemplo–, y nuestros hábiles gambeteadores, convocados para ejercer su talento al unísono con la camiseta celeste y blanca, en lugar de multiplicar solidariamente su repertorio, se inhiben, se desinflan y no encuentran una respuesta verosímil para la reiteración de frustraciones. Y nuestros aguerridos marcadores todoterreno deambulan como detrás de una noria con el alma extraviada. Tal vez el mapa del fútbol ha variado drásticamente. Lo cierto es que estamos vadeando un río en el que nadie hace pie. Y a falta de diagnósticos precisos (se habla de autocrítica, de revisar errores OCTUBRE 2009 | UN CAÑO 17
Nuestros hábiles gambeteadores, convocados para ejercer su talento al unísono con la camiseta celeste y blanca, en lugar de multiplicar solidariamente su repertorio, se inhiben, se desinflan y no encuentran una respuesta verosímil para la reiteración de frustraciones. Maradona es una bandera, el cielo protector por su pasado heroico en pantalones cortos. Su presencia entraña invocaciones al mito y el merecido homenaje. ¿No alcanza para clasificar a la Selección para el Mundial? Tal vez no, claro.
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y otras generalidades que sólo exhiben más crudamente el desconcierto), las miradas apuntan al débil legajo del entrenador, Diego Maradona.
EL FETICHE EN CUESTIÓN Su itinerario sinuoso, su arrogancia defensiva, su entorno amateur y, básicamente, los resultados (que incluyen una oprobiosa goleada ante Bolivia) lo colocan en el cadalso, lo vuelven el gran culpable. Al razonamiento no le falta asidero: si tenemos a los mejores futbolistas, el fracaso debe atribuirse, va de suyo, al deficitario libreto táctico y la ausencia de recursos para “manejar el vestuario”. Los personajes notables, se sabe, suelen cargar un ego difícil de pulir para que encaje en una convivencia armónica donde debe prevalecer el interés colectivo. Y las diatribas sentimentales y los aforismos a los que es afecto Diego son insuficiente combustible para conmover a la tropa. Y mucho menos para alinearla. Pero Maradona, un jugador maduro más que un DT, por mucho que sepa (de eso no hay dudas), por muchos rebusques estratégicos que medite en sus noches de insomnio, jamás empardará su aura de leyenda tramada en la cancha. Jamás será otra cosa (nada menos) que un fetiche, el emblema de los días felices, un tótem antes que un líder, la más maravillosa música que, rebajada a la ejecución diaria en un papel extraño y secundario, a la fajina de los mortales, suena ajena y discordante. Llamar a Maradona fue llamar a un factor de contagio. Una reacción supersticiosa a la espera de la reproducción espontánea de su genialidad. Primer gesto desesperado, luego de que estos mismos jugadores demostraran su vacuidad bajo las órdenes de Coco Basile. Quiero decir. Compramos un Maradona genuino (yo lo sigo comprando).
No exijamos un Maradona adulterado por una investidura en la que nadie creyó demasiado en ningún momento. Fuera de sus dominios, convertida la pelota en una herramienta de trabajo de los otros, Diego ha sido un individuo inestable, vacilante y de bajísima tolerancia a la adversidad. Maradona es una bandera, el cielo protector por su pasado heroico en pantalones cortos. Su presencia entraña invocaciones al mito y el merecido homenaje. ¿No alcanza para clasificar a la Selección para el Mundial? Tal vez no, claro. De todos modos, la supuesta impericia de nuestro jugador ecuestre para orientar al equipo es un argumento rengo. Porque aun los objetores más enconados no atinan a decir qué necesitan estos jugadores brillantes para certificar en la Selección los pergaminos acopiados en el extranjero.
LAS DOS ORILLAS ¿La Selección no le ofrece a Messi un dispositivo semejante al del Barcelona para que explote su indómita destreza? ¿Qué facilidades debería garantizarle? Es altamente improbable que Iniesta y Xavi Hernández acepten nacionalizarse argentinos, de manera que este tópico parece una causa perdida. Pero si así fuera, si el equipo que conduce Maradona no representa el tinglado ideal para que Messi haga de las suyas por el bien común, el rosarino está condenado a encarnar el extraño caso del crack de equipo único. De niño prodigio que dilapida misteriosamente sus saberes, su tesoro inaudito, apenas pisa la calle y se aleja del hogar paterno. Otro tanto le cabe a Tevez: su empecinamiento en emplear los glúteos como arma más fiable y su ritmo poco menos que atolondrado le valió la idolatría en Inglaterra. Pero visto de cerca –y con el archivo de sus años en Boca a mano–,
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da la triste impresión de un jugador desmejorado. Eso sí, ha entendido que el tumulto tiene un alto valor de reventa en su liga de pertenencia. Ojo, hacer nombres no significa apuntar con el dedo. Sino verificar las distancias entre la promesa implícita y el acto, entre las previsiones sometidas a razonamiento y las sorpresas posteriores. Entre lo que ocurre allá, en el corazón del fútbol, donde los argentinos sobresalen, y lo que ocurre acá, en la periferia, donde no dan pie con bola. En efecto, algún relato ha muerto, los manuales no proporcionan verdades que iluminen el accidentado itinerario de la Selección, ni siquiera a modo de consuelo. Y para colmo, hay que encontrar soluciones.
Con sus cambios ante Paraguay (Palermo y Schiavi enviados a tomar el área por asalto), Maradona puso en primer plano su perplejidad, su falta de argumentos ante un equipo que no le responde ni insinúa voluntad de cambio. Fue una apelación a la magia, al deus ex machina. Pero esto no termina. Por el contrario, recién empieza, porque todavía resta ganarse la clasificación ante Perú y Uruguay. O, de última, derivar a un menos decoroso repechaje. Emergen-
cia. Necesidad extrema de barajar y dar de nuevo, de reformular algunas afirmaciones cristalizadas, de someter a duda ciertos apellidos consagrados. De emprender el microrrelato que quizás sólo en apariencia tiene la forma del milagro o la renuncia. Digo: un equipo curtido en el fragor de las contiendas sudamericanas, movido por el hambre de reivindicación, por un deseo que en las estrellas parece extinguido, no sería un modo inadecuado de lanzarse con altura y valentía a esta instancia sin retorno. De procesar la incertidumbre con verdadero ánimo transformador. Pase lo que pase, al menos dejaríamos de movernos en el vaporoso territorio de la imaginación y las presunciones de grandeza.
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La estampita viva al costado del campo Para Matías, Diego es el hincha número uno de la selección, algo que entra en contradicción con su puesto de entrenador. Sin embargo, confía en que estaremos en el mundial de Sudáfrica porque, como todos, cree que la resurrección será posible. ¿Será posible? Por MATÍAS MARTIN
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iempre estuve convencido de que Diego iba a ser el técnico del equipo mayor argentino en un Mundial. Incluso lo deseaba; porque creo que la trilogía Selección argentina + Diego + Copa del Mundo merece todo nuestro crédito y respeto. Sobraban indicios que indicaban que esto iba a pasar y no voy a enumerarlos ya que simplemente alcanza con recordar la épica maradoniana: los partidos memorables, los goles, las resurrecciones, la magia, las lágrimas, la entrega… Dejo a criterio de cada lector que enumere los tips preferidos de Diego con la camiseta argentina. Un mes después de ganar la medalla dorada en Beijing (¿se acuerdan?), y poco antes del amistoso con Escocia, el Coco Basile se alejó mudo e invisible de una Selección Nacional que ya no le respondía. Nadie se imaginó en aquel momento la carta que Grondona tenía en la manga. Bilardo, que ya lo había enfrentado amagando ir por su sillón si los campeones del ’86 no tenían su lugar en Ezeiza, y el Checho Batista eran el candidato al puesto por derecho adquirido. Pero Don Julio sorprendió a todos una vez más: nombró a Maradona técnico y
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a Bilardo manager. Si la designación de Diego fue un shock, la inclusión de Bilardo no tuvo explicación alguna. Me hizo acordar a la infalible fórmula anticrisis de 2001, entre De La Rua y Cavallo. Uno tenía el consenso popular tras ganar las elecciones con el 48,5% de los votos –mal que nos pese–, mientras que el otro acumulaba un capital de un tibio 10% en la misma elección. Más vale no recordar cómo nos fue con ese asunto. Si bien no me lo esperaba, recuerdo haber pensado: son apenas ocho partidos y vamos derechito al Mundial. En otro contexto, en una eliminatoria completa que se juega durante casi dos años, atarse a la inexperiencia, a la fragilidad y al delicado estado de salud de Diego me hubiera parecido una locura. Pero así no. Cuatro fechas FIFA de una eliminatoria armada para que entremos cómodos... Y rumbo a Sudáfrica… Sólo faltaba que –pequeño detalle– Maradona dejara de ser jugador y empezara su carrera de director técnico porque, también recuerdo que lo sentía muy presente, tenía muy claro que en realidad todavía no era ninguna de las dos cosas. Desde hacía mucho tiempo Diego ya no era ese jugador
maravilloso al que él se aferraba desesperadamente y que nosotros reteníamos en la mente ante cada adulación que recibía. Porque… ¡no jodamos!, desde hace ya 15 años, cuando le cortaron las piernas en el Mundial 94 –y aunque haya regresado mil veces–, Maradona nunca volvió a ser aquel futbolista glorioso, como tampoco llegó a convertirse en el entrenador que todos queríamos que fuera. Y aquí me detengo porque esto que voy a decir es el centro de la idea que me ronda la cabeza: Diego es un hincha más de la Selección argentina, tal vez el más grande de todos. Un hincha apasionado, pero medido. Incondicional, aunque lleno de miedo. Uno que alienta siempre y, aún sin argumentos, convencido de que sus jugadores son los mejores del mundo (nunca un término medio, por supuesto). Maradona es un hincha que, en su afán de sacarle lo mejor a su estratega estrella, le dijo por televisión lo que no debía decirle públicamente y observó, sin hacer una autocrítica, como Riquelme renunciaba al equipo, presuntamente ofendido. Diego es también el que se abraza con Dátolo en un festejo kamasutra en un amistoso con Rusia, pero a la vez se convirtió en un
hincha bastante distante de aquel suicida desbordado, siempre dispuesto a caer desde su palco en una muerte heroica. Diego, es, insistimos, un espectador más, de esos que abren los brazos, maldicen y le reclaman a la suerte porque estos (brasileños, paraguayos o franceses, no importa el rival…) ¡tienen un orto bárbaro! El ciclo oficial de Maradona como DT en la Selección empezó con el enorme problema de una goleada a favor: 4-0 ante Venezuela por las Eliminatorias y con un Messi determinante (su único partido oficial bueno). Argentina le había ganado amistosos a Escocia y Francia y contra los venezolanos obtenía un triunfo que legitimaba todo. Desde la injerencia del presidente de la AFA y sus oportunistas herederos de sangre hasta la actitud del entrenador, al costado del campo, en esos veinte minutos finales, mostrándose tal cual es: un hincha que grita, mueve los brazos frenéticamente y da indicaciones que nadie oye. Y no vengan ahora con que el rival era Venezuela de local, porque al fanático, al de fierro, al que está en las buenas y en las malas, al hincha verdadero eso no le importa. Días después vendría el papelón en la altura y el posterior desbarranco fecha tras fecha
que, ahora, amenaza con dejarnos afuera del Mundial aunque increíblemente la gran mayoría de los argentinos seguimos confiando en la clasificación. Si bien el hincha de fútbol es básicamente un ser irracional y contradictorio, confieso no haber esperado jamás el quiebre que se produjo en Maradona en una de sus convicciones más genuinas: bancar a los jugadores. Los cambios de arquero permanentes (sabemos que para Diego el que va al arco es poco menos que un boludo) son la prueba más cruel de esa mezcla entre hincha y entrenador que no puede superar. Y ni que hablar de la alternancia de los marcadores centrales. Sus decisiones en este punto ya están en el terreno de lo incomprensible. Se enamoró primero de Otamendi y después lo sacó y ni siquiera lo puso en el banco de suplentes ante Paraguay. Expuso a Sebastián Domínguez y después convocó y puso en cancha a Schiavi para que juegue de 9, en lo que considero un renunciamiento histórico, especialmente por el ninguneo que sufrieron Burdisso y Coloccini. Por algún extraño motivo, aún conociendo las vacilaciones y los desaciertos
del equipo, hay un pensamiento general que nos hace creer que iremos al Mundial pese a todo. Sin argumentos futboleros de conjunto y sin un juego asociado, ya nos entregamos a la idea de que es imposible perder en un repechaje ante, supuestamente, Costa Rica. Y esto ocurre porque ni siquiera hay un vaso medio lleno para ver; sólo confiamos en la jerarquía de un grupo de jugadores y en el amor propio del futbolista argentino que, se dice, siempre aflora (¿siempre?) en los momentos clave. O será como dice Ezequiel Fernández Moores en esta misma revista, que Grondona tiene todo más o menos atado. O, tal vez, seamos militantes del gordismo, ejerciendo nuestro legítimo derecho al apoyo crítico, tan de moda hoy entre intelectuales. Aún deseo que Maradona nos dirija en un Mundial. Y, la verdad, cuando las papas queman, todos somos creyentes de la única religión que alguna vez unió a los argentinos. Y por eso elevamos a este mozo escapado del sueño de los sin jeta a la categoría de Dios. De Buda esbelto. Estampita viva al costado del campo. Mientras Julio se lava las manos, acá estamos… Esperando, Diego, que resucites otra vez.
Mi reino por un arquero Carrizo, Andújar, Romero. Tres arqueros que reflejan realidad y dudas de la Selección Nacional. En esta nota, un especialista como Verea refleja a través de una anécdota del Loco Gatti cómo eran y cómo son las personalidades de los hombres del arco. Ser o no ser. He ahí el detalle. Por el RUSO VEREA
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romediaba la década del 70 y el Loco Gatti, jugando en Gimnasia, se le plantaba a un entrenador que había venido con aires europeos y que pretendía un partido con defensa de cuatro y un líbero atrás. Gatti dijo: “tener un arquero como yo en el equipo es tener un líbero. Si el entrenador decide jugar con un líbero, yo no tengo lugar. Que ponga otro arquero y que espere que le caiga un travesaño y lo mate”. Más allá de la humorada y de la ironía del Loco, la realidad es que mostraba, desde su particular personalidad, cómo se planteaban las cosas en un fútbol que tenía entrenadores pero era de los jugadores. Jugadores con fuerte personalidad que, además, tomaban decisiones. No importa saber cómo terminó la historia de Gatti y cómo terminó el entrenador. Este ejemplo me sirve para empezar a plantear el tema de las personalidades y lo que está pasando en el esquema de la Selección. Recuerden ustedes, una vuelta olímpica, un entrenador enloquecido, contento y con un gesto poco feliz. Hablo del Cholo Simeone. ¿Quién fue el arquero de ese River campeón?: Carrizo, quien con ese
logro reafirmaba su condición de arquero clave. Las primeras diez, doce fechas, Carrizo había sido importantísimo. Decisivo. Por esas cosas del fútbol argentino, de ese River campeón que después salió último, el Cholo Simeone se tuvo que ir antes. Ese Carrizo se mostraba arriesgado, dominador, joven, arrojado, atrevido... Seguro. Un Carrizo que no le dejaba dudas a nadie; es más, en ese entonces, cuando Abondanzzieri todavía estaba firme en el arco argentino, muchos se preguntaban: “¿y por qué no Carrizo?. Carrizo fue vendido. Se fue al exterior. No había jugado mucho; se mostró poco. Las dudas prosiguieron en el arco argentino, y entonces vino la toma de decisiones y el cambio de entrenador, y así el cambio de gustos. Fíjense hasta dónde esto que estoy planteando es contradictorio. Porque Maradona había dicho: “mi arquero es Carrizo”. Este ejemplo nos sirve y nos ayuda a repensar un poco más cómo se mueve en nuestro fútbol esta historia de personalidades que toman decisiones más forzadas por lo externo que por una realidad interna. Podrán decirme: “¿Ruso estás loco? ¡A Carrizo le hicieron seis goles en Bolivia!”. Quisiera por favor que en ese repaso no pierdan de vista que la Argentina recibió seis goles y podría haber recibido dieciséis. Entre los que se perdieron los bolivianos y los que salvó Carrizo. Viene otro nombre. Un arquero que se había ido, que no había podido jugar mucho, que vuelve y se instala en uno
de los equipos que se estaban formando. Una decisión acertadísima del -¿una casualidad?- anterior entrenador, el Cholo Simeone, que había estado en Estudiantes y había dicho: “Martín Herrera no, Andújar sí”. El asunto es que estamos hablando de arqueros. Y Andújar, campeón con Estudiantes de la Plata, que había mostrado una firmeza bárbara, cayó. Empezó a cometer errores. Estudiantes tuvo altos y bajos. No hay equipo campeón que no tenga un buen arquero. Y mucho menos un campeón de América. Y Andújar volvió a forzar desde sus actuaciones esta realidad en la que el fútbol argentino empieza a ser convocante. Después podemos discutir los niveles del fútbol argentino, las cualidades en el enfrentamiento, en el roce. Pero estar en el fútbol argentino hoy te da, en algunos puestos, un lugar de privilegio. Fue entonces que todos empezamos a dudar de Carrizo. Y me incluyo, aunque no lo haya hecho públicamente. Y hablo de una parte de la prensa que empezó a jugar con la posibilidad de cambio de arquero. Y Maradona termina decidiendo que el arquero sea Andújar. No fueron muchos los partidos que jugó Andújar. Argentina tampoco pudo cambiar su fe, su confianza; no consiguió tener una idea y muchas veces los arqueros son presa de ese desconcierto del equipo. Sin embargo, no hay nada que reprocharle al arquero de Estudiantes. Se le cuestionó mucho el tercer gol de Brasil y, la verdad, eso es hilar demasiado fino. Y es tener una intencionalidad
que Andújar no se merecía. Un par de días después nos llegaba la noticia de que el mismísimo juvenil Romero era el que estaba entrenándose y el que se perfilaba como titular para un partido fundamental. En esa necesidad casi desesperante de sumar puntos que tiene Argentina, el partido ante Paraguay pasaba a ser mucho más importante que el de Brasil. Era la hora de Romero, el más pibe. Muy alto, muy ágil, de piernas rápidas, que jugó un par de partidos en Racing antes de que se lo lleve el AZ Alkmaar de Holanda. Teníamos que reconocer que Romero había acariciado los “fuegos de Selección”: campeón Mundial sub 20 y, por la lesión de Ustari, campeón olímpico en Beijing. Como referencia no sólo había sido importante en algunos partidos; había sacado pelotas decisivas, había demostrado soltura. Porque ojo, no es fácil entrar cuando uno es suplente, más allá de que el enfrentamiento olímpico no tenga quizás la competitividad que puede tener otro tipo de compromisos. Cuando los equipos llegan a instancias decisivas, los rivales son los mejores, y cuando se enfrenta a los mejores, uno tiene que dar el piné. Y Romero lo dio. Maradona entonces dijo: “Con Paraguay, en la Selección mayor, juega Romero”. Y Argentina perdió. Pero uno no pue-
de caer sobre Romero. Todo lo contrario, ante Paraguay el juvenil Romero fue rápido salidor, sobrio. Y se bancó un partido muy bravo. Cuando repasamos la historia de Gatti, comprobamos que él daba a entender que la idea central es la idea superadora. Y en la Selección, mucho más. Porque uno tiene la chance de elegir a los mejores y acomodar con nombre propio a los que van a poner en práctica esa idea. Si hay algo que no hemos podido entender es la idea de Maradona como equipo. Con el pasar de los partidos, Diego fue teniendo más dudas. Y las acrecentó en el último, cuando renunció a toda idea de juego tirando a la cancha primero a Palermo y luego a Schiavi para ver si los grandotes podían solucionar lo que no se solucionaba desde el juego. Hay algo que es importante marcar porque estamos hablando de arqueros: un arquero no sólo es quien da arranque a un equipo, no sólo es uno de los pilares de la columna vertebral; también es el que obliga a un equipo a no mirar para atrás, a no desesperarse y vivir pendiente de que cada pelota que va al arco pueda ser de gol. Un arquero refleja los gustos de un entrenador. Puede ser sólo un arquero atajador, que juega debajo de los tres palos. Porque se refugia mucho y el entrenador
necesita a alguien de muchos reflejos y que también tenga seguridad en el juego aéreo. O cambiar, y necesitar un arquero que forme parte del circuito de juego. Alguien para jugar lejos de mi área. Les doy un modelo: Van der Saar. Holanda tiene en ese arquero mucha salida. Los defensores holandeses suelen jugar hacia atrás con Van der Saar y él suele circular la pelota en la salida de su equipo. Pienso entonces que, en estas decisiones sobre los arqueros, Diego todavía está lleno de dudas. Esto es importante para comprender que, quizás en este aspecto, se vea una muestra de cómo está el equipo: lleno de dudas. Cuando un entrenador tiene en un puesto uno, dos o tres futbolistas parecidos, que tienen personalidad, que pueden jugar y tiene que decidir, después de hacer evaluaciones serias, precisas, debe quedarse en soledad y resolver. Se pregunta quién es el mejor. El mejor es el que uno elige. Esto le da tranquilidad al que uno eligió. Si un entrenador es firme en su elección y firme en su respaldo, lo que transmite es confianza al grupo. De eso se trata. Que desde atrás el equipo tenga confianza. Que la decisión del entrenador haga que el equipo no viva mirando hacia el arco propio y que desde el arco parta el ejemplo para que el equipo se sienta, justamente, un equipo.
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¿Cuánto vale un argentino? Alarmado por las reflexiones de Pekerman, nuestro compañero hace un llamado a la humildad. Este repaso de un fútbol al que han desguasado no es más que una guía para críticos y estudiosos de este momento singular. Buena parte de las explicaciones pueden convertirse en propuestas. Por ROMÁN IUCHT
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adie lo escucho a José Pekerman. Días antes del traumático partido ante Brasil, el ex técnico de la selección argentina hizo un diagnóstico tan crítico como veraz: “en la Argentina hay una crisis de jugadores. Se está dando un proceso de destrucción, un abandono de un estilo de trabajo que nos ha regresado a los 50, 60 y 70, cuando el fútbol nacional vivía en la autoindulgencia, librado a la improvisación y a la aparición espontánea de superdotados”. Más allá de cualquier diferencia que pueda existir con algunas decisiones que en su momento tomó el entrenador -aún el más frágil de memoria recuerda la bronca adolescente de Messi sentado en el banco, el día de la eliminación con Alemania-, el conocimiento del fútbol juvenil, el proceso de formación y los beneficios que el fútbol argentino supo sacar de su década de labor, con tres títulos y abundante prestigio, lo ubican como un referente en la materia. Es interesante el planteo de José, porque que a pesar de ser un hombre moderado hace una crítica dura y real. Nos plantea abandonar la visión del árbol para tratar de observar el bosque. Las ventas precoces de jugadores aún inmaduros, la ausencia de trabajo a largo plazo, ya no sólo entre los profesionales, sino también entre los juveniles, y otros fenómenos propios de los tiempos ur-
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gentes han generado un caldo de cultivo que da como resultado un campeonato local pobre, un rendimiento de la Selección mayor preocupante y una eliminación inédita del Mundial Sub 20, al que la Argentina no pudo clasificarse por no estar entre los primeros cuatro del torneo sudamericano. Las pésimas administraciones dirigenciales no hacen más que abonar el terreno para los desequilibrios económicos y el fenómeno de descomposición del medio se presenta con la huida de los jugadores, sin que importe demasiado ni el país ni el club de destino. Es allí cuando se corta la cadena de formación de un buen proyecto, ya que su partida a sitios semidesconocidos (Clemente Rodríguez en Rusia, por ejemplo) hace imposible verificar sus rendimientos de forma continuada, o aquellos casos en los que la búsqueda de la salvación económica no se acompaña de una madurez que soporte tal éxodo (el caso de Luciano Monzón y su fugaz paso por el Betis). Las ventas del último receso fueron inapelables, y ninguno de los mejores jugadores del medio local fueron vendidos a superpotencias. Pastore fue al Palermo, Palacio al Genoa, José Sand a Arabia Saudita, y siguen las firmas… Es así cuando entendemos las razones por las que, entre otras cosas, no aparece un reemplazante de Javier Zanetti que entregue opciones al puesto
de lateral derecho, más allá del también veterano Ibarra, o que la nostalgia del mejor Sorín en el sector opuesto tampoco pueda ser borrada por ningún nombre que despierte unanimidades. Ni que hablar de la mitad de la cancha, con ausencia profunda de elementos que se ubiquen y rindan con aplomo en los costados, lo que obliga a apelar a un Maxi Rodriguez de muy bajo rendimiento o a Juan Sebastián Verón fuera de su hábitat natural del centro del campo. Es así cuando, a punto de llegar al desenlace, hacemos cuentas en las Eliminatorias esperando que Ecuador le gane a Uruguay para enfrentar a la Celeste sin chances en el Centenario y esperar que Marcelo Bielsa nos ofrende una mano con Chile en la última fecha superando al equipo de Sixto Vizuete y entonces podamos llegar a Sudáfrica. Dentro de la vanidad del ser argentino pocas cosas lo definen más que su presunción de superioridad en el mundo del fútbol. Quizás haya llegado el momento de recuperar las bases, de hacer un ejercicio de humildad y entender que no somos aquello que creemos ser. Las señales de alerta están sonando cada vez más fuerte, y podría llegar a ser demasiado tarde. Aceptemos que en buena medida es verdad aquel dicho que dice: “compre un argentino por lo que realmente vale y véndalo por lo que dice que vale”. Tal vez nos vaya un poco mejor.
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Las ventas precoces de jugadores aún inmaduros, la ausencia de trabajo a largo plazo y otros fenómenos propios de los tiempos urgentes han generado un caldo de cultivo que da como resultado un campeonato local pobre, un rendimiento de la Selección preocupante y una eliminación inédita del Mundial Sub 20
El gordismo Una filosofía, un estilo de vida, una doctrina, un sentimiento, un pensamiento político. ¿Qué es ser maradoniano en esta etapa de la vida argentina? Ahora que se viene una nueva antinomia argentina, la de quienes están a favor y en contra de Diego, nuestro ensayista de Boedo nos deleita con un trabajo que envidiarían Feinmann y Favio, Cooke y Perón, Santucho y Guevara. Por FABIÁN CASAS
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l gordismo es una forma de vida. Surge del fanatismo por Diego Maradona y se afianza y crece a medida que el protagonista central tiene vicisitudes que lo mantienen entre la vida y la muerte. El Gordismo no es una religión, pero es un fanatismo. Aunque anida en su centro un descreimiento cabal: el protagonista es un sujeto maravilloso pero no trascendental. Cualquier gordista lo sabe: Maradona no hace milagros y aunque se lo apoda “Dios” se sospecha que es un simple mortal con una calidad extraordinaria para jugar al fóbal y una mente endiablada, casi de un publicista, para largar frases y slóganes: “más falso que un dólar celeste”, “se le escapó la tortuga”, “billetera mata galán”, “La pelota no se mancha”, “mascherano y diez más”, “mascherano, Jonás Gutiérrez y nueve más”, etc. El gordismo practica un sincretismo desaforado: es peronista, guevarista, menemista, capitalista, anticlerical, religioso, medium, esotérico, cavallista y todo lo que se ponga por delante. Los pobres practican el gordismo cuando la
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única utopía que les queda es poder dar una vuelta olímpica. Y las clases medias practican el gordismo cuando lo único que les importa -caiga quién caiga- es que no les toquen el culo, el cable y sus ahorros. El gordismo, de esta manera, es conservador. También es nacionalista, ya que postula una superación del ser nacional. De esto se infiere que el gordismo no es exclusivo del fútbol. Hubo gordismo en la final de la Davis contra los españoles, sobre todo cuando el público gritaba, extasiado: “Verdasco tiene miedo, Verdasco tiene miedo”. Y hay gordismo cada vez que un atleta argentino gana porque... es argentino. Los gordistas son de derecha y humanos. El gordismo improvisa, nunca planifica,
busca más el efecto que el corazón de las cosas. El gobierno es gordista cuando prefiere fútbol free que hambre cero. El gordismo tiene vocación de poder, nunca vocación de servicio. En esto, es igual a casi toda la camada política que viene repartiéndose el poder en nuestro país. El gordismo es adicto a las cámaras, a los micrófonos. Lo que no sucede en la realidad virtual, no tiene peso ni merece ser vivido. El gordismo es esclavo de la representación. Nunca le habla a uno solo y en privado. Siempre que habla, aunque se dirija a una persona en cuestión, necesita que lo escuche el coro griego de fondo. El gordismo es trágico, cómico y melodramático. Por lo general, su combustión, la energía con la que se mueve, se saca de la leña del árbol caído. ¿Que la selección no clasifica para el mundial? Para el gordismo eso no es un problema,
ya que tiene un fuerte componente masoquista que hace que se potencia con las malas noticias. ¿La Selección finalmente se clasifica y gana el mundial? Eso también está en los planes del gordismo, que sabe que todo es posible en la viña del...gordismo. El off the récord es donde más crece el gordismo. Se dice -seguramente lo hacen correr los gordistas- que después de que la Selección perdió con Chile Maradona llamó a Heinze, Riquelme y Mascherano para que se carguen a Basile y que el emo de Boca fue el único que se negó a ese plan extorsivo. ¿Será cierto? Lo cierto es que el gordismo viene reinando en el país desde hace más de 30 años y recién la aparición de Lionel Messi le hizo imaginar un futuro sin gordismo o negociado con el messismo. Pero Messi a diferencia de Maradona, tiene un problema clave difícil de digerir para los miles de carapintadas con Legacy. No es argentino. De hecho, es gracias a la Ma-
dre Patria y los euros del Barcelona que el joven nacido en Rosario puede jugar en las grandes ligas. Es gracias al Barsa que Messi y su familia tienen un futuro por delante. Fue en los laboratorios del Barsa donde lo alargaron, lo cuidaron con algodones y le dieron una identidad. Fue en el césped ultracheto y sofisticado del Barcelona donde se lo rodeó de un equipo de jugadores notables que juegan para Messi pero que, también, saben que Messi juega para ellos. Nunca, nunca, hemos visto a un niño tan bajo saltar tan alto y poder meter ese cabezazo mortal y esquinado que enloqueció al arquero del Manchester United. ¿Qué es lo que hizo levitar a Messi de esa manera sobrenatural?, se pregunta el gordismo, desesperado. Respuesta: el amor, la gratitud. Porque Messi, acá, en este bendito país de ganadores, hubiera terminado jugando en el fútbol cinco con suerte o como uno de los grosos de Tinelli. Porque siempre, si a uno le
Los pobres practican el gordismo cuando la única utopía que les queda es poder dar una vuelta olímpica. va mal, está la carcajada de Tinelli para atemperar las penas. No hay rescoldo de la noche del país donde junto al brillo de los televisores y el calor de las estufas no se filtre también la carcajada de Tinelli. El Tinellismo y el gordismo pueden ser amigos o enemigos, pero están construidos con el mismo barro. Los que entren ahí, que abandonen toda esperanza.
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Si me dan a elegir... A problemas imponentes, soluciones simples. Ya se sabe, todo el país está opinando sobre cómo tiene que jugar la Selección sus dos últimos partidos para evitar el repechaje. Para aquellos lectores de Un caño que llevan el entrenador bajo la vestimenta, nuestro hombre de tácticas y técnicas nos sugiere un modelo para discutir... y armar. Por FERNANDO PACINI
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hí andamos los argentinos, otra vez en la desmesura. Del “vuelve la alegría” cuando Diego fue nombrado entrenador, a querer eyectarlo lo más lejos posible después de estas dos derrotas. Nuestros juicios viven a los barquinazos… La opinión pública y la prensa especializada nos la pasamos titulando y dando sentencias que próximamente serán contradichas por nuevas sentencias. En momentos tan difíciles como el actual, acaso convenga echar mano a soluciones sencillas: darle forma ya a un plantel (con Higuaín, Samuel, D’Alessandro, con Ayala si es necesario pedirle que vuelva, más los habituales convocados);
elegir un molde táctico, y entrenarlo para los dos partidos que faltan. Si Messi es EL jugador, entonces armemos un equipo donde se sienta a gusto. Hagamos que la Selección juegue como el Barcelona. Guardiola dispone siempre cuatro defensores: dos laterales que ascienden permanentemente y dos zagueros fuertes en el centro. Un mediocentro que combina buenas dosis de técnica y marca. Dos intermedios (uno a cada lado del cinco) y tres puntas (dos extremos y un nueve). La Argentina puede intentarlo. Sin la pelota, Barcelona se comprime y comienza la presión lo más arriba posible (especialmente sobre los costados).
Las líneas se juntan y la defensa achica hacia adelante mientras el mediocampo continúa con el ahogo. El resultado es casi siempre el mismo: se recupera la pelota en unos pocos segundos. Naturalmente es una presión coordinada y trabajada al detalle. La Argentina lo puede hacer. Con la pelota, Barcelona es un concierto de desmarques y movimientos. El primer objetivo consiste en garantizar la posesión, sin pelotazos, sin tomar riesgos en zonas inconvenientes. Luego se prepara el ataque: allí los dos volantes más adelantados se roban el protagonismo. Ellos deben ver el pase que decida ese ataque. Para llevar a cabo la misión más fina, Xavi e Iniesta cuentan con los incesantes mo-
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vimientos (longitudinales, transversales y diagonales) de los tres puntas, más el mediocampista que no conduce, y uno o los dos laterales. La Argentina también puede jugar así. Por ejemplo: Verón o Lucho jugando de Xavi, y D’Alessandro haciendo de Iniesta.. Barcelona tampoco tiene futbolistas de mucha estatura y sin embargo casi no sufre el juego aéreo. Marca aceptablemente la pelota detenida y durante el juego, un equipo que defiende tan arriba, difícilmente sea desbordado y le tiren un centro al corazón de área. Tanta vocación ofensiva y tanto tiempo con la pelota reducen la frecuencia de ataques bien organizados del rival. La Argentina también puede hacerlo. Barcelona es un fascinante caos cuando ataca. Aceleración, toques, desbordes, profundidad y combinación de movimientos interpretados con sorprendente naturalidad. Todo parece fácil. El punto de partida es el orden, la simetría y la convicción. Messi comienza como extremo derecho y esa posición le resulta muy ventajosa. Si Messi es demoledor en el uno contra uno, es mucho más probable recrear esa situación sobre un costado y no por el medio del campo. El centro, en Buenos Aires, en Shangai y en una cancha de fútbol, siempre está muy congestionado. Messi sabe que la pelota la tiene siempre su equipo y que de ser posible buscará su punta para terminar la acción. Pero además sabe que puede optar entre
Si Messi es EL jugador, entonces armemos un equipo donde se sienta a gusto. Hagamos que la Selección juegue como el Barcelona.
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el desborde o la diagonal y remate, entre la maniobra individual o la jugada asociada. Si la inspiración no sucede, ahí llegará el auxilio colectivo. Messi tiene los límites posicionales de cualquier wing derecho de estos tiempos. Pero él está autorizado a romperlos porque su maniobra puede ser superior a cualquier otra solución. Esos límites, en lugar de sofocar su creatividad, la promueven. Algunos artistas sólo producen en su taller: no pueden pintar en cualquier plazoleta. El taller de Messi queda en el extremo derecho. En esa revolución que se llama Barcelona, Messi es el Che. La Selección argentina puede darle un ejército y parecerse un poco al mejor equipo de los últimos tiempos.
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Ese trapo bicolor
Mientras los hinchas son capaces de hacer cualquier locura por la causa nacional, los futbolistas demuestran que jugar por la bandera no los motiva ni un poco. ¿Qué les pasa a los jugadores? Es la pregunta que abunda en esta primavera. Por CHRISTIAN COLONNA
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xceptuando a los barras, que alientan por dinero, el hincha es capaz de hacer cualquier cosa por la camiseta argentina (ni hablar por la de su club). Todavía se recuerdan las imágenes del improvisado camping en Arroyito a la espera de las entradas para ArgentinaBrasil. Visto lo visto en la cancha, ningún hincha será capaz de reprocharse por haber cambiado una cama calentita por dos noches de frío en una carpa. ¿Y los jugadores? Contaron algunos indiscretos que el viaje de vuelta desde Asunción, tras otro papelón y la clasificación a Sudáfrica más comprometida todavía, tuvo poco y nada de tristeza. Hay que ser muy ingenuo para esperar lágrimas o un avión repleto de coronas. Tampoco lloraba la gente en la calle al día siguiente, pero la conversación en cada encuentro era sólo una y empezaban con la misma pregunta: “¿puede ser que Argentina no vaya al Mundial?” Y la sensación es que los que juegan no se hacen la misma pregunta. Públicamente, dicen lo obvio: “vamos a clasificar”. En la intimidad, parece que les diera igual. Aquello de que “en la Selección juego hasta de arquero, con tal de estar”, no existe. Ni de verdad ni en sentido figurado. O eso, al menos, es lo que demuestra la mayoría. Si pasa rápido la espera de cuatro años para cada Mundial, más rápido pasa el mes y pico en el que se juega. Seguro que Messi, Mascherano, Jonás y ocho más (por nombrar a los titulares, según Maradona) quieren estar, pero no harán un esfuerzo extra para hacerlo. Jugar por la camiseta ya no existe. Bochini
se fue hace mucho. Maradona está del otro lado de la línea. Cuando un hincha adolescente fanático volvió a su casa llorando, se abrazó a su madre y le dijo “nos metieron seis goles, le metieron seis goles al Pato Fillol” (su ídolo de la infancia), la madre lo abrazó más fuerte y trató de consolarlo, sin mucha suerte: “hijo, ¿vos creés que el Pato Fillol ahora está llorando así como vos?” No hubo forma de hacerle entender al pibe que no valía la pena el llanto. Pero, inconscientemente, esa frase siempre estuvo ahí, dando vueltas por su cabeza. Hoy, aquel chico vive el fútbol sin pasión. Disfruta del juego. Puede aplaudir jugadas de los dos equipos. Y si no se clasifica Argentina para Sudáfrica, no importa, igual habrá buenos equipos y buenos partidos para ver. Si la AFA optó por Maradona para reemplazar a Basile fue porque, según consideraba un alto dirigente, el vestuario de la Selección era un “gallinero de faisanes”. Y pensaban que Diego era el único capaz de bajar los copetes de un puñado de pibes engreídos. El tiempo y los partidos confirmaron que ni Maradona pudo (ni puede) con tantos egos. Porque Maradona no significa lo mismo para alguien que lo vio jugar que para quienes no vieron, en vivo, el gol a los ingleses o cómo lo cagaron a patadas Gentile y Reyna. Todo eso que Maradona era adentro de la cancha, no lo puede transmitir desde afuera. Los jugadores tampoco se dejan. Como si la camiseta no estuviera entre sus prioridades.
Viamonte, esquina Sudáfrica Siempre ebrio de mundiales, Julio Grondona puede jactarse de haber visto a todos sus seleccionados desde los lujosos palcos de una Copa. Pero, ¿hasta dónde llega el largo dedo marcador de Don Julio? Se trata entonces de indagar si las clasificaciones se resuelven en las canchas o en los escritorios. Por EZEQUIEL FERNÁNDEZ MOORES
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l del 78 lo festejó ya como dirigente de la AFA y bien cerca de la Selección, sufrió con la selección aburguesada del 82, se sintió Gardel con Maradona en el 86, amargó a los dueños de casa en Italia 90, lo entregó a Diego en el 94, fue rey de la FIFA en el 98, se estrelló con Bielsa en el 2002 y sufrió a Messi en el banco en Alemania 2006. En sus treinta años de poder, Julio Grondona jamás faltó a un Mundial, y mucho menos quiere faltar a Sudáfrica 2010, acaso su última Copa como patrón del fútbol argentino. Aunque el del 2014 será en Brasil, que está cerca y, conociendo el paño, tal vez encuentre una nueva vida para querer celebrar con un Messi más maduro, acaso como el Maradona de México 86. Argentina ya fue eliminada en alguna etapa clasificatoria, como en México 70. Grondona no. No dirige (al menos formalmente) y tampoco juega (dentro de la cancha). Fuera del “verde césped”, donde no hay tele pública ni codificada, Grondona comenzó a jugar su propio partido ya a partir de la Copa del 78, cuando, según cuentan algunos memoriosos, fue necesario contactar a
un conocido representante de jugadores colombianos, porque había que golear a Perú. A quienes creen que arreglar con barrabravas para que alienten a la Selección es algo nuevo, se les podría recordar que para el Mundial siguiente, de 1982, en plena dictadura y con la guerra de Malvinas desatada, el Negro Thompson, capo de la barra de Quilmes, pactó con Grondona su viaje con algunos muchachos, y con alguna venia militar, porque el barra prometía reprimir a exiliados que amagaran protestar contra Videla en los estadios españoles. En el 86 fue más difícil la clasificación que el propio Mundial, y por eso Grondona debió plantarse antes, cuando Alfonsín sugirió que era mejor cambiar a Bilardo. ¿No debería adjudicársele a esa firme resistencia de Grondona alguna parte del título? Que Grondona ya era un peso pesado dentro de la FIFA se advirtió claramente en el Mundial siguiente, el del 90, cuando la Armada Brancaleone de Bilardo llegó a la final después de eliminar a la Italia dueña de casa y arruinó el negocio europeo de la final contra Alemania. Pertenecer, se sabe, tiene sus privilegios,
pero nada es gratis: en el Mundial 94 aceptó sin decir ni mu el doping de Diego, tragándose las sospechas de que Havelange apuntó directo, sabiendo que algo encontraría para sacar del camino a esa buena selección argentina. Joao no quería dejar la FIFA sin darle a Brasil un Mundial, el primero en la era post Pelé. En el 98, la Argentina de Passarella fue eliminada por Holanda. Pero Grondona fue ganador. Don Julio fue clave para que Blatter ganara la sucesión de Havelange y el nuevo pope lo homenajeó en el Palacio de Versalles, con frac y cubierto cotizado en euros. Bielsa le prohibió siquiera acercarse a un metro de la Selección del 2002. Así le fue (así nos fue): eliminados en primera rueda. Y Pekerman le renunció por la prensa, tras la caída en Alemania 2006, con Messi en el banco. Se contó en estos días que Grondona enfureció como pocas veces tras la última doble caída, con Brasil y Paraguay. Si hasta bajó al vestuario. Es que él, igual que Maradona, también daría todo por salir a jugar. Es más, algunos aseguran que ya lo hizo. Y que por eso, Argentina estará sí o sí en Sudáfrica.
En busca del fútbol perdido ¿Hay razones para esperar que nuestros campeonatos salgan de la mediocridad? Víctor Hugo nos da algunas claves que llevaron al fútbol argentino hacia una pobreza de juego. Pero advierte que la aparente “nueva era” de los contratos de televisión, puede empujar a la recuperación. Por VÍCTOR HUGO MORALES
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erá difícil sacar al campeonato argentino de la trampa de la mediocridad. Cayó como aquellos animales en la selva que se quedan con las patas en el aire, ajenos a la piedad de sus captores. No hay grúas que puedan elevarlo en lo inmediato. Se retuerce como una fiera, pero es inútil. Ahí están los equipos que vienen del Ascenso, jugando de igual a igual con los que se pretenden más poderosos, y ya vimos a los tucumanos bailar a Boca, o a los chicos de Central en un arranque que dejó una señal. Las pruebas de la acusación están a la vista en cada partido. El campeón Vélez juega con un buen candidato, como San Lorenzo, y ofrecen un bodrio interminable. Los vaivenes de River, equipo al que no se le cree ni cuando gana. O que Huracán haya estado a punto de lograr el torneo anterior con los mismos jugadores que tenía en la B. Todo es igual, nada es mejor; y sólo hay campeón, al que se le ofrecen elogios de rigor (nunca demasiado ciertos), porque siempre uno tiene que terminar arriba. Pero cualquiera da lo mismo. Fútbol golondrina. De planteles que
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cambian cada seis meses. Muchachitos lanzados a la Primera División con el entusiasmo con el que se lanza un bebé a la pileta para ver si se mantiene a flote; extranjeros que en la mayoría de los casos no son de lo mejor en sus países. Repatriados que se lesionan a cada rato. El 50% de los jugadores de Primera pasó por las soledades, las canchas con pozos o los forcejeos, más que el juego, del Ascenso. Los zagueros cruzan y la tiran a la tribuna, rechazan con apuro, lejos; si pueden, alto y lejos. Del otro lado responden de cabeza hacia cualquier lado, la pelota queda en la mitad de la cancha y ahí se amontonan hasta que uno cae y hay tiro libre. Entonces, se para todo. Y allá van los grandotes del fondo a cabecear, cosa que consiguen o no, al cabo de una danza grotesca de empujones y codazos. Los delanteros fingen por cualquier zoncera, se lanzan al césped por un roce. Piden amarilla para el infractor, simulan y se quejan todo el tiempo para sacudirse, como el que se golpea las manos para quitarse el polvo, o la responsabilidad de jugar.
Es lo que han dejado los años de abuso de los magnates de la televisión, esos bribones que se escudan en la libertad de prensa para robarse lo que encuentran a su paso. Pero poco a poco el fútbol se va tornando más decente. Se han limpiado las canchas que, hasta hace pocas semanas, eran un parque mugriento de carpetas de Cablevisión, chicas de apretado rojo, mirones que conseguían pasar cerca, camarógrafos de la pavada y fotógrafos y chicos que alcanzan la pelota. Parece que hubiera pasado un viento de decencia que limpió las canchas, como una metáfora del decoro al que tanto se aspiraba. Con más dinero y no en medio de la estafa anterior, el fútbol, los clubes, podrán mantener planteles, no estarán obligados a vender a los jugadores que no les cambian la ecuación. Vender al 10 siempre es inevitable. Pero al 2, al 4, al 6 y al 11 para recaudar unos pocos pesos que nunca alcanzaban era lo que explicaba en buena parte que, del campeón al último, la diferencia aún sea un par de córners afortunados y no la calidad del juego.
Yo sólo tengo esta pobre antena Marche una crítica a los funcionarios que se llenan la boca con la consigna “fútbol para todos” y no advierten que en muchos lugares de la Argentina el canal público no es público. Viene desde Río Cuarto, en la pluma del relator y colega Osvaldo Wehbe. Nos sumamos, al grito ubaldinista de “repetidoras, paz, pan y trabajo”. Por OSVALDO ALFREDO WEHBE
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acional. ¡Qué palabra! Nacional era mi colegio secundario. El Nacional Número 1. Pero lo nacional nunca terminó de llegarnos. Acá, tierra adentro, al mal llamado interior. Que no hay quien diga interior de mala leche, claro. Pero interior de qué, me pregunto. ¿De dónde? ¿Buenos Aires sería el exterior entonces? No vengo a torear al puerto ni a disfrazar el canto tribunero de “porteños, hijos de putaaaa” en este comentario. Sólo que de nacional hay bien poco en la Argentina. Y una de esas cosas que no son nacionales es la televisión. Canal 7 nació en 1951.Como canal privado. Y, se sabe, es el canal oficial de la Argentina. El canal nacional. Minga… En muchos lugares de la Argentina, el canal oficial, el nacional, no se ve sino por cable. Y uno supone que durante años se afanaron el dinero que, imagino, debió destinarse para las cientos de repetidoras que garantizarían un canal de todos, como lo hacen la televisión nacional española o la RAI. Y en consonancia con el fútbol argentino, que nunca fue nacional, sino un metropolitano con matices según las épocas, el anuncio rimbombante de fútbol para todos se termina en las fronteras de la Capital Federal, más algunos lugares en donde alguien se preocupó por hacer cumplir las leyes de la televisión pública. Adhiero a la alegría del fin del asqueroso monopolio existente. Un tren de esperanza pasa por la estación de la redonda en el país. Me subo al tren y veo a Grondona en primera clase .Puajjjj. ¡Que problema! ¿Y ahora que hago con mi alegría? Voy a mi casa a ver los partidos en la TV abierta, y nada… Acá no se ve el 7. Enchufo el cable. Paso del 16, en donde dan TyC, al 10, el sitio de ATC (me quedó el nombre del pasado…). Bueno, aguantemos hasta que los gobiernos municipales se preocupen por 34 UN CAÑO | OCTUBRE 2009
tirarle de la ropa al Ejecutivo “nacional” para que coloque las repetidoras en tiempo y forma. Nacional. Mancillada palabra. Jamás vimos por TV abierta a Fútbol de Primera. En Buenos Aires, sí, siempre. Nunca los partidos de Boca por la Copa, los que emite el 13 de Buenos Aires, aparecieron en un aparato que no tuviera Cablevisión o Multicanal. Debería fijarme en el DNI, tal vez aclare alguna cosa respecto a los derechos según el lugar del país en que se fije domicilio. ¿Estaré muy quejoso? Sólo aprovecho la libertad de tirar Un Caño desde una canchita provinciana. La B metropolitana se juega un ascenso yendo a pata de una cancha a la otra. El Argentino “A” se juega la otra viajando desde Salta a Comodoro Rivadavia todos los domingos. Todos los domingos… ¿Será por eso que en las novelas las empleadas domésticas, los jardineros o los medio tontos son paraguayos, bolivianos, cordobeses o santiagueños? Y los galanes y las divinas hablan con “ye”: yuvia, yegué, cabayo… Nacional. Esta manera del ser nacio-
nal no tiene parecidos en lugar del mundo que se precie de educado, justo y democrático. Los del “interior” tenemos una ristra de legisladores que, elegidos que son, se olvidan de la casa, la calle y el río, los árboles con sus hojas y las ramas con sus nidos, y se cantan de risa de la poesía de Olegario Andrade en “La vuelta al hogar”. Y entonces la culpa no es del chancho... Nacional. Nacional era mi colegio y también el campeonato que inventó Valentín Suárez allá por el 67, aquél que, creíamos, era para abrirnos la puerta para ir a jugar. Otro minga. El mensaje “fútbol para todos” choca contra la realidad. Mientras tanto, seguimos esperando ser parte de la Argentina en serio y no sólo lugares turísticos, pueblos, noticia por un asesinato o una inundación o vergonzosas guaridas de algún intendente tan corrupto que obliga a que manden un móvil de TN o Crónica por unos días. Nacional. También nacional es la cadena por la que hablan los presidentes. De todos los colores. Y cada vez que terminan, uno tiene la sensación que la tiran. A la cadena... Y el inodoro siempre está en el mismo lugar.
MARCELO CÁCERES / PHOTOXPHOTO
Esta nota podría llamarse “Así les fue...”, y ser presentada con una dedicatoria a todos aquellos que creen en los gerenciamientos. Pero seremos respetuosos. Cuando lean esta investigación, muchos se preguntarán cómo puede ser tan fácil llegar a manejar un club en la Argentina. Nuestro querido fútbol, diría Diego, es así de privado... Privado de controles, privado de responsables, privado de culpables. Aquí, la policial historia del hombre que controlabaTalleres de Córdoba. Por GUSTAVO VEIGA
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arlos Ahumada Kurtz tiene un aire de galán de telenovela que realza sus dotes histriónicas. Tan capaz de coserse los labios en prisión como de intentar escaparse de Interpol en el baúl de un auto, el empresario argentino-mexicano es de esos personajes cuya historia supera el realismo mágico de Gabriel García Márquez. Sólo en un fútbol como el nuestro, donde ciertos clubes son maquetas a escala de Macondo, el Señor de los Sobornos – por este título de nobleza se lo conoce en su nación adoptiva – pudo pasar casi inadvertido aquí, como si fuera un inversor más que viene a crear fuentes de trabajo. No existe constancia de que el poder político (sobre todo el de Córdoba, su provincia natal), los organismos fiscali-
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zadores del Estado y hasta la propia AFA, que lo recibió como el redentor de Talleres, se hayan interesado en hacer una pesquisa sobre el origen de su fortuna. Con pesadas denuncias por lavado de dinero, pago de coimas, fraude y vínculos con el narcotráfico en su pasado mexicano, a Ahumada se le concedió la administración del club cordobés, uno de los más populares del interior, que quebró el 28 de diciembre de 2004, tiene una deuda de 29.735.088 pesos y descendió al torneo Argentino A en junio pasado. Con esos lastres y todo, Talleres es un bocatto di cardinale para un hombre de negocios como él, que venía de gerenciar en México al Santos Laguna y el León, donde colocó al ex árbitro Edgardo Codesal como presidente (el mismo
de la final con Alemania en el Mundial de Italia 90). En 2003 se comprobó que una de sus secretarias llevaba una agenda donde anotaba en clave entregas de dinero, regalos y favores varios a funcionarios, políticos, árbitros y periodistas. Codesal estaba entre ellos. En Córdoba, por ahora no se detectó una lista semejante, pero sí que un sector de la barra brava, denominado La Fiel, le responde. El 23 de julio pasado, cuando se reunió con un grupo de socios autoconvocados en la sede social, éstos comprobaron en carne propia cómo actuaba la patota. Los más críticos recibieron patadas en los tobillos matizadas
Con pesadas denuncias por lavado de dinero, pago de coimas, fraude y vínculos con el narcotráfico en su pasado mexicano, a Ahumada se le concedió la administración del club cordobés, que quebró el 28 de diciembre de 2004.
con amenazas de muerte. Y ya se sabe que las barras hacen todo a cambio de dinero o prebendas. Esa es la gran diferencia que tienen con los hinchas comunes, que pagan desde la entrada en cada partido hasta la cuota social. Ahumada hoy está desvinculado de Talleres por una decisión judicial. Si bien todavía le quedan dos instancias de apelación (ante la Cámara en lo Civil y el Tribunal Superior de Justicia cordobés), el juez Carlos Tale, quien controla la quiebra, le hizo caer su gerenciamiento el 30 de junio pasado. Un recurso de amparo que presentó su abogado Juan Vila le permitió extender la administra-
ción hasta el 8 de septiembre. Ese día, la policía les prohibió la entrada al club a los empleados de Ateliers, la sociedad que manejaba el club y donde Ahumada ocultaba su participación mediante otra empresa, Productora Deportiva SRL, sociedad que tiene el 80% de aquélla. Un órgano fiduciario se hizo cargo de la institución de Barrio Jardín desde su salida. En medio de este litigio por Talleres, el empresario volvió a quedar envuelto en dos expedientes judiciales que se tramitan en México. En mayo se informó que tenía pedido de captura por el caso de un robo de automóvil ocurrido en enero de 2004 y que derivó en una OCTUBRE 2009 | UN CAÑO 37
El 8 de septiembre la Policía les prohibió la entrada al club a los empleados de Ateliers, la sociedad que manejaba el club y donde Ahumada ocultaba su participación mediante otra empresa: Productora Deportiva SRL, sociedad que tiene el 80% de aquélla.
El contrato del defensor Lussenhoff se firmó en el estudio jurídico del ex ministro de Justicia menemista Elías Jassan.
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muerte; y en agosto, que no había abonado una multa de 22 millones de pesos mexicanos en una causa donde se lo acusa por un quebranto contra la Delegación Gustavo A. Madero del Distrito Federal, un equivalente a lo que serían las futuras comunas porteñas. Los medios de aquel país difundieron que si no pagaba, podía concretarse una orden de detención en su contra, algo que el periódico La Jornada actualizó en su edición del 13 de septiembre. Pero por el momento zafó, como el gran Houdini, y hasta se dio el lujo de enviarle una carta abierta al procurador general de Justicia de la capital mexicana, Miguel Angel Mancera, en la que se mofaba de sus decisiones. Le enrostró que por algunos crímenes cometidos en el Distrito, el procurador había olvidado que el “24 de septiembre de 2008 prescribió la pena de multa, mientras que el pasado 16 de agosto (de este año) prescribieron tanto la potestad para ejecutar la pena privativa de la libertad como la de la reparación del daño”. Estuvo un puñado de días en México, le dejó la carta abierta al Procurador y pegó la vuelta hacia Córdoba. Los 1.131 días que Ahumada pasó detenido desde el 26 de abril de 2004 hasta el 8 de mayo de 2007, y que no fueron los únicos que estuvo en prisión durante sus casi treinta y dos de estadía mexicana, sugieren que el cordobés no siempre fue un ciudadano impune. Sus poco más de tres años de detención en el reclusorio norte los pasó después de que el ex presidente mexicano, Carlos Salinas de Gortari, le ofreciera 400 millones de pesos para filmar con cámara oculta a dos integrantes del Partido Revolucionario Democrático (PRD) de Manuel López Obrador, mientras les pagaba coimas. “Salinas fue el cerebro de los videoescándalos. Yo fui el de los videos, él fue el del escándalo...” relata Ahumada en su libro “Derecho de Réplica” (la bajada dice “Revelaciones de la más grande pantalla política en México”) publicado el 7
de mayo último. Como gran contratista de obra pública, el ahora desbancado gerenciador de Talleres tenía contactos políticos en México que le despejaban el camino para hacer ese tipo de maniobras dolosas. De hecho, el affaire de las coimas que él pagó mientras se filmaba a sí mismo, resultó determinante para que López Obrador no accediera a la presidencia. Algo que el PRD nunca le perdonó. Tal era la popularidad del cordobés en la tierra de Zapata y Pancho Villa por sus negocios turbios, que la banda de rock Molotov lo menciona en su conocida canción “Amateur”: “La aerolínea en que viajamos era de la Fuerza Armada / y el hotel donde quedamos era de Carlos Ahumada”. Ese elevado perfil quedó congelado cuando el 9 de julio de 2007 regresó a la Argentina bajo un manto de nieve que cubría Buenos Aires. Al empresario lo recibió un invierno muy crudo, pero incomparable con la difícil estadía que había pasado tras las rejas, donde se cosió la boca en señal de protesta porque no lo dejaban hablar con la prensa. En México ya no tenía margen para continuar viviendo con su familia. Él había denunciado que podrían armarle una causa por homicidio. Aquí, en cambio, se transformaría en un desconocido, a no ser por los videos que complicaron la carrera política del líder del PRD. Y también, por sus presuntos vínculos con el narcotráfico. Nicolás Martínez Dalke, un socio de Talleres que activó en Córdoba las denuncias que pesaban contra Ahumada en su país adoptivo, se hizo eco de una investigación publicada por el semanario mexicano Quehacer político en julio de 2006. En ese medio se describía que el empresario tenía relación con Amado Carrillo Fuentes, el Señor de los Cielos y líder del cártel de Juárez. En una causa judicial donde se condenó a dos jefes militares, los generales Quirós Hermosillo y Acosta Chaparro, por narcotráfico, “se menciona
la relación del empresario Carlos Agustín Ahumada Kurtz como lugarteniente de Amado Carrillo Fuentes”. El semanario periodístico que lo señaló llamaba al cordobés “el Señor de las Maletas”. Martínez Dalke recogió esa información y la citó en una reunión de la Comisión de Deportes, Recreación y Prevención de la Drogadicción de la Legislatura cordobesa el 19 de febrero de 2008. También visitó a la diputada nacional Delia Bisutti, integrante de la comisión de Deportes del Congreso, para que formulara un pedido de investigación ante la IGJ. Esos antecedentes no le hicieron mella a Ahumada, autoproclamado inocente en cada una de las denuncias que pesan sobre él. Su página personal, www. carlosahumada.com, es un compendio de la autocompasión con que se maneja el empresario. Allí invoca, por ejemplo, una recomendación de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal del 28 de diciembre de 2007 para que
las autoridades le dieran sus disculpas públicas por atropellos contra él, su esposa y sus hijos cuando apenas salió de prisión. “A casi dos años de la recomendación, la seguimos esperando”, escribió el 31 de agosto. Con todo, el personaje nunca se desvió del camino trazado. Siguió adelante con su emprendimiento en Talleres, remodeló el estadio conocido como La Boutique, compró pases de futbolistas caros para la divisional en que jugaba el equipo (Federico Lussenhoff es el último que queda de ellos) y regaló camisetas estampadas con la inscripción “Gracias Carlos Ahumada” a los hinchas. El contrato del defensor (ex Rosario Central, San Lorenzo, River y el fútbol español) se firmó en el estudio jurídico del ex ministro de Justicia menemista Elías Jassan, ubicado frente al Palacio de Tribunales. Una prueba más de los contactos que posee Ahumada en la política, aunque ya no sólo en la mexicana. También es vox populi su poderío
económico: “Una vez le mandé a averiguar al contador de una financiera cuáles podían ser los ingresos de Ahumada y me dijo que todos los viernes le llegaban unos 250 mil dólares en blanco desde el exterior”, contó uno de los hombres que hacía transacciones en el fútbol con el Güero (rubio, de tez blanca), como también se lo conocía en México al empresario. Ahumada vive en una especie de penthouse ubicado en la calle Riobamba entre Juncal y Arenales, en Barrio Norte. El empresario atiende sus negocios a control remoto desde ahí. El martes 15 apeló la medida del juez Tale de apartarlo del control de Talleres. Quiere pagar apenas 15.300.000 pesos del pasivo –casi la mitad del total– y pretendía cancelarlo en 2018, cuatro años después del plazo que tiene el club para quedar saneado. Además de Señor de los Sobornos y de las Maletas, ahora le dicen el Señor de los Anillos. Su vida parece sacada de una película de ciencia ficción.
MARCELO CÁCERES / PHOTOXPHOTO
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Una hinchada desconsolada
C
arlos Fernando Navarro Montoya tuvo un paso fulgurante por Boca y llegó a ser uno de los jugadores predilectos de la hinchada. Pero, se sabe, el público del fútbol es inestable hasta extremos patológicos. Así que después del amor viene el escarnio. Y cuando el Mono, en marzo de 2005, regresó a la Bombonera como arquero de Independiente, se encontró con un cotillón muy particular: presa del despecho, la Doce le arrojó una lluvia de consoladores. Una de esas agresiones que tocan lo más profundo. Foto HUGO RAMOS
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EDUARDO SALVIO
Todavía no soy nadie
Mimado desde que estaba en quinta división, es el nuevo orgullo de la prolífica cantera de Lanús. El costo de su ascenso meteórico: la sombra del agrande. Algunos dicen que se la creyó y que ahora tiene veleidades de divo. El jura que no, y que no se quiere subir a la moto porque se volvería “completamente loco”. Por RAMÓN ZAPICO
E
duardo Salvio ya era famoso en Lanús mucho antes de debutar en Primera. Caminaba por el barrio y la mayoría sabía de él. En su salteado y vertiginoso paso por las distintas categorías inferiores del club, logró convertirse en una miniestrella a la que se le pronosticaba, insistentemente, destino de gloria. La gente lo saludaba, lo mimaba, lo protegía mientras él recién se afirmaba en quinta división. “Conmigo se dio algo bastante raro porque ya todos me conocían antes de que me pasaran a Primera. Tal vez porque muchas veces era convocado en las juveniles de la Selección o porque nuestras inferiores andaban bien. No tengo idea. Pero siempre fue así y lo agradezco”, arranca Toto. El contexto empujó a su precoz idolatría: Salvio empezaba a alternar en Reserva cuando Ramón Cabrero, que por ese entonces dirigía al primer equipo, lo mencionó como la futura aparición rutilante de la cantera. Salvio apenas comenzaba a marcar diferencias en la Selección sub 17, cuando algunos medios europeos ya hablaban del nuevo Ezequiel Lavezzi.
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Demasiada presión, aunque nada que no pudiera controlar con su talento. La película de su vida continuó a ritmo furioso: debut oficial ante Boca, en la Bombonera (24 de agosto de 2008), primeros chiches, primeros goles (a Argentinos), primera ovación, primeros elogios. Y no se detuvo más: dejó de cobrar monedas, se compró un hermoso Peugeot 206, recibió su primera convocatoria a la Selección mayor y festejó al enterarse de los sucesivos tanteos de la Juventus, la Fiorentina y el Atlético Madrid. “Tengo muy en claro que si no me mantengo tranquilo, si me subo a la moto de todo lo que me pasa, me vuelvo completamente loco”, explica con una tímida picardía. El tema es cómo hacer para no subirse a la moto... Y... no es sencillo. Creo que se logra escuchando a los más grandes, que me trasmiten experiencia y tranquilidad. Por suerte mi familia y el entorno que me acompaña me cuidan para que no me desbande. Es difícil porque va todo muy rápido. Pensá que yo debuté hace poco más de un año y muchas veces no puedo
creer lo que me está tocando vivir. ¿Fueron muy bruscos los cambios? Un poco sí, la verdad, es difícil llevarlo. Cuando escucho que hablan de los clubes que me pretenden, de los números que se manejan por mi posible transferencia no dejo de sorprenderme. Ojo, lo tomo con orgullo, como un premio al sacrificio. Pero bueno, es raro.
Cuando escucho que hablan de los clubes que me pretenden, de los números que se manejan por mi posible transferencia no dejo de sorprenderme. Ojo, lo tomo con orgullo, como un premio al sacrificio. Pero bueno, es raro.”
A.COM
¿Le tenés miedo al bajón? Porque hasta ahora todo te salió demasiado bien... Y... lo más difícil es mantenerse. No voy a poder jugar bien siempre, no voy a conseguir que me pongan ocho o nueve puntos en los diarios en todos los partidos. No sé, por el momento, espero seguir como hasta ahora y conservar la calma. Creo que estoy en un gran nivel y lo vengo demostrando. Me siento más conocido, las cosas están saliendo.
¿Qué es lo peor de este momento de fama que estás viviendo? Cuando las cosas van bien, todos te llaman, todos te saludan, todos te quieren, todos se te acercan. Y yo soy más reservado, siempre fui reservado. No me gusta demasiado la exposición, tener que dar muchas notas, que se enojen si no quiero hablar… Eso me molesta un poco. No sé, capaz que es algo completamente normal y me tengo que acostumbrar, pero por ahora me cuesta.
GAMM
Salvio aclara, por las dudas, que todo sigue igual. Lo recalca. Una señora acompañada por una nena chiquita interrumpe la entrevista y le pide una camiseta. “No tengo acá, disculpe”, le responde el delantero. La mujer insiste y lo manguea de nuevo. Toto se fastidia, pero no pierde la línea: “Señora, ¿sabe toda la gente que me viene a pedir cosas? No le puedo dar a todos porque tampoco tengo. Entiéndame”. Esa mujer posiblemente se sumará a un pequeño grupo de personas que considera que el chico, que todavía no cumplió 20 años, está agrandado. Que se creyó demasiado los elogios, que forrea a los periodistas, que se hace el difícil y que anda en cualquiera. Salvio lo sufre, aunque no lo reconozca. Sobre todo porque la acusación le suena un poco injusta. Y, a simple vista, pareciera tener razón. Por eso, como si lo acechara una descalificación irreversible, insiste: “Yo soy el mismo de siempre, no cambié. Todavía no soy nadie”.
¿No te cansa un poco que digan que canchereás la jugada siempre? Yo no canchereo nunca; es mi forma de jugar. Cada vez que hago una bicicleta o una gambeta, la hago porque busco el beneficio de mi equipo. Simplemente eso. Hay muchos que arriesgan como yo o que tiran firuletes peores. Y no creo que nadie lo haga sobrando. Es mi estilo y punto.
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¿Qué dice tu madre ahora que la visitás en auto nuevo, que todo el mundo habla de vos? ¿No le preocupa que puedas marearte un poco? No, mi mamá está contenta, no lo puede creer tampoco. Hace un año me seguía en la quinta y ahora me ve en la Selección argentina al lado de Maradona, de Messi. Escucha hablar de Toto todo el día y se siente orgullosa. Me lo dice siempre. Igual yo no me creo nada, eh, soy la misma persona.
“Yo no canchereo nunca; es mi forma de jugar. Cada vez que hago una bicicleta o una gambeta, la hago porque busco el beneficio de mi equipo. Hay muchos que arriesgan como yo o que tiran firuletes peores
Crónica de niños solos Las campitos pedorros donde se jugaban microclásicos a matar o morir pasaron a la historia con el nombre de potreros. Se ha dicho de todo de los potreros, siempre en tren idealista. Juan Alonso, que no es el Beto pero también la escolasea, nos cuenta la verdad de aquella escuela a la intemperie, que el cursó en la zona Norte. Por JUAN ALONSO
A
l alemán lo conocí a los ocho años. Tenía puesta la camiseta de River y pateaba una pelota de cuero vieja, pesada por el agua podrida de la calle Lamadrid, en el límite entre los partidos de Vicente López y San Isidro, en el norte del Gran Buenos Aires. Por entonces, la canchita de Lamadrid (así la llamábamos) era nuestra. Eso creíamos. Aunque a mí, como vivía sobre Paraná (límite fronterizo) me hacían sentir la extranjería. Los pibes usaron cortadoras manuales de pasto, tijeras y rastrillos para dejar parejo el terreno. Apto para llenarnos de mugre los sábados a la tarde y los domingos a las diez, tres o cuatro horas antes del asado riguroso. El que llegaba tarde, no jugaba. Nos venía a ver una especie de padrino técnico desde Olivos, don Carlos, conocido del Chivo Pavoni. Carlos hablaba solo y andaba siempre con una radio Spika. Apenas me vio aquel mediodía, el Alemán me soltó el desprecio de los locales. -Vos acá no vas a jugar, pendejo. Otra mañana fría me crucé con Chupaleta, cuyo padre arreglaba televisores y los vendía a precio de oro de la Segunda Guerra Mundial. El vecino me invitó a jugar en el mismo equipo con los de Lamadrid. 44 UN CAÑO | OCTUBRE 2009
La inquina con el Alemán se fue diluyendo gracias al juego colectivo. El más difícil era Alberto. Seguro que logró ser millonario. Padecía una gula particular. Nunca daba un solo pase. Un pecado capital, según mi vieja constitución futbolera. El primer día, la pelota cayó cinco veces en la zanja. Y había que ir a buscarla como una demostración de confianza en el grupo. Un compañero nos sostenía los pies –boca abajo- y uno debía estirar los bracitos para rescatar el balón de la oscura y pestilente herrumbre. Aquella vez, Coqui, otro miembro activo del grupo, hizo un golazo de mitad de cancha. Amagó que salía por derecha, la deslizó un poco y metió un zapatazo de esos que parecen balas de cazadores furtivos canadienses. Le rompió el arco a Chipi, que lloró como un marrano porque el bochazo le pegó en la cara antes de entrar por el ángulo derecho. Con aquel grupo de facinerosos barriales, salíamos a jugar en canchas que considerábamos de Primera. La de Kodak era una de ellas, sobre la avenida Fondo de la Legua. Con una pinza hacíamos un agujero en el alambrado y empezábamos a correr como poseídos. Eran tan, pero tan maravillosas aquellas horas de libertad, que nos olvidábamos
de que todo ese paraíso verde era propiedad privada. Es el capitalismo, estúpido, cierto. El sueño culminaba cuando el fitito color crema avanzaba por el centro del campo a toda velocidad, conducido por un vigilante barrigón de grueso bigote en forma de cepillo. Los empleados de seguridad (policías contratados) no estaban acostumbrados a que un grupúsculo de pendejitos de los arrabales rompiera el cerco de un terreno en plena dictadura. Así que había que salir como maratonista para treparse al alambrado que daba a la avenida, ya que los milicos llegaban en dos autos, y uno de ellos siempre nos tapaba el boquete. Un pibe de séptimo cayó en cana y lo llevaron a la comisaría de Villa Adelina. Lo tuvo que ir a buscar el viejo. Un escarnio bochornoso para un hogar de laburantes. Pero esa no era una cancha jodida. Había otras. La de Siemens era algo más chica y pasaba lo mismo. Nos sacaban cagando como a ladrones. A Matarazzo íbamos poco. Era lejos. De tanto en tanto sueño con un gol que hice en Siemens. La sensación del impacto con la pelota y el arquero que no llega.
Y el grito, los gritos. La pelota que pega en el palo y entra. Felicidades. Una tarde, saltando de lugar en lugar, el destino nos sorprendió jugando contra unos pibes de puente Pelliza. Yo era demasiado flaquito, mucho más que ahora, y metedor. Mi ídolo era el Negro Juan José López. En cemento jugaba como defensor o arriba, pegado a la línea, como los viejos 7. En canchas más grandes, de 8. Con La Lucila llegamos a la final en el parquet de River, en el ’79. En alguna mudanza perdí la medalla con los colores de la banda. Pero nada de eso tenía valor real en la tierra de Pelliza. Ahí se manejaban otros códigos. El que se hacía el loquito cobraba un par de piñas ajustadas a derecho. En uno de esos revolcones, entre pelotazos y patadas que te mandaban al más allá, me trencé con un chico que luego sería mi amigo -el Chato-, que se paró de frente y con la guardia alta me acertó dos puñetazos, en el hígado y en la sien, que me dejaron tendido panza arriba y mirando las nubes pasar. Al despertar, lo tenía a Chiripiorca (el único que me hizo el aguante) intentando llevarme en andas como la camilla de los bomberos. Y, como siempre fui un maldito cabrón incorregible, me solté de la falsa Cruz Roja para correrlo a Chato con una lata de dulce de membrillo oxidada que manoteé para que la retirada fuese algo más digna. El Chato me gritaba, muy confiado en sí
El más difícil era Alberto. Seguro que logró ser millonario. Padecía una gula particular. Nunca daba un solo pase. Un pecado capital, según mi vieja constitución futbolera.
mismo: “Ya te voy a ver de nuevo, mellizo”. Al cruzarlo otro día en la canchita de cemento de 25 de Mayo, el Chato jugó en mi equipo y los dos nos encargamos de ajusticiar a un maldito mellizo (soy gemelo, Chato) que se divertía arrancando los padrastros de las manos de los débiles. Tony saltó a cabecear un córner y jamás se levantó. Porque le pegué un codazo en el esternón que lo indujo al desmayo inmediato. El Chato frenó al grupo de plebeyos que intentó lincharme. Tony era grande: tenía cinco años más que nosotros. Éramos muy jóvenes cuando lo encontré una madrugada volcado en el 71 y sellamos la paz con un tajante “qué hacés”. El final de la carrera amateur terminó cuando un tipo de 90 kilos se desplomó sobre mi pierna derecha. Fractura expuesta de tibia y peroné a los 16 años, clavo de acero y yeso por tres larguísimos meses de verano. Ya trabajaba en Bonafide. Y ni soñaba con ser periodista. Quería jugar en Defensores y no me había ido mal en Colegiales. Con un amigo del trabajo íbamos a ver al batallador Atlanta campeón con Torres, en 1983. Y nos rateábamos del colegio con Sartori, el joyero, para ver las prácticas de Oscar Mas en la B. Tenía un sable en la zurda. Fueron años en que leía El Gráfico con
pasión. Mi vieja me lo compraba todas las semanas. Y era devoto de la revolución bochinesca del fútbol argento. Creía en ello como en tantas otras pelotudeces. En eso no cambié. La otra fractura, en la misma pierna, me llegó como una maldición de la vida adulta. Por un milagro logré patear un par de bolas con mi hija que lamentablemente es de Boca. Un caballo criollo de estancia bonaerense (que respondía al nombre de Herodes) me arrojó de su lomo en un probado intento de homicidio. Su patrón me había jurado: “éste es mansito”. Tiempo después, un médico con vahos de escocés nacional me diagnosticó “no pasó nada” y me despachó con un “pisá fuerte”. Tenía una bruta fractura del platillo tibial externo de la rodilla derecha. Para joderme, los compañeros de la redacción decían: “Alonso se cayó de un pony”. Ahora veo el fútbol sólo en la tele, y de vez en cuando disparo alguna boludez para que los pibes de la sección Deportes nunca pierdan la mística por el oficio. Al Alemán no lo volví a ver. El 25, La Lucila y el barrio Pelliza siguen ahí. Kodak siempre está. La vieja canchita, ya no. OCTUBRE 2009 | UN CAÑO 45
La cuna del punk, la Manchester de Liam Gallagher y Carlos Tevez fue escenario de un acontecimiento fabuloso, que sirvió para que nuestro gran delantero dejara bien sentado el honor nacional y fuera el ariete de la separación de una de las agrupaciones que con más éxito se dedicó a plagiar a The Beatles durante una larga década y media: Oasis. En exclusiva, contamos aquí la trama secreta y apasionante que un periodista demasiado apegado a las culturas de los 60 protagonizó con Carlitos, Nazarena, Liam, Noel y una “rubia” indecorosa, de esas que nunca faltan en una buena historia. Entre celos, locura, mucho rocanrol y otras yerbas, Carlitos fue frontman de Oasis en un exclusivísimo show y profundizó la brecha entre los dos zarpados hermanitos Gallagher. Por PABLO DE BIASE Ilustraciones PABLO MIERES
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Los muy cuerdos años 60 Hace más de 40 años, no se vivieron años ni tan dorados ni tan locos. La locura que nos rodea nos impide ver que somos demasiado caraduras y nos atrevemos a sentarnos del lado del sano juicio... La historia que contaremos más abajo no es más que un ejemplo del delirio cósmico en que nos hallamos sumergidos, en plena aunque bastante poluta era de Acuario. Las correrías de Mick Jagger, David Bowie o el querido Georgie Best no fueron más que travesuras infantiles si hemos de compararlas con el affaire Tevez-Gallaghers, una historia que habría gustado de escribir el Tom Wolfe de entonces en Rolling Stone o en el Village Voice. Eso sí, debería haber podido asimilar, previamente, 40 años que parecen 400. Hace 40 años, pues, no había comunidades mundiales de usuarios, ni nadie pensaba en crear las condiciones para que éstas existieran, porque probablemente lo que hubieran hecho los muchos millones de jóvenes que podrían haber accedido a una tecnología doméstica como la que existe en nuestros días, hubiera sido, precisamente, crear comunidades mundiales. Pero nada virtuales y, presumo, que habrían preferido llamarse compañeros o camaradas antes que usuarios. No es correcto, de todos modos, pensar que la mayoría no hubiera terminado posteando fotos de vacaciones con Pilu, Tino, Pachi, Kokolikota y ReMechi en el wall colectivo. Ni que no hubiera sucumbido a la apetecible tentación del download del lanzamiento mundial y simultáneo, para nuestros teléfonos, computadoras y otros artefactos de, digamos, el Album Blanco. Eso sí, cuesta imaginar que con la tecnología disponible entonces y, básicamente, con la paranoia reinante, las grandes masas urbanas hubieran dedicado la mayor parte de su tiempo de ocio a enviar cartas, mensajes, postales y brochures a los distintos servicios de inteligencia de las potencias mundiales con sus datos personales, sus preferencias, hábitos, gustos, fotos recientes, u opiniones sobre distintos temas, además de imágenes de las fachadas de sus viviendas y acceso a los archivos completos de sus principales amistades.
Ni qué decir en Manchester... El tiempo social occidental sigue siendo lineal, por lo que estos juegos de suposiciones sólo corren hacia atrás, si queremos que resulten divertidos. Porque, así como es fácil subir el manual del guevarismo básico, o panfletos con loas a la técnica inigualable de los semidioses del Independiente de los 40 a Facebook, y también es gracioso imaginar qué hubiera pasado y compartirlo con Tino y Pilu en el chat-room, es imposible, y puede resultar hasta fantasmagórico, en cambio, pensar, por ejemplo, que los Beatles, drogados de ácido hasta las cejas, hubieran llegado si quiera mínimamente a imaginar –mientras por sus estimuladas mentes desfilaban semáforos de chupetín y recuerdos psicodelizados de aquel Liverpool de posguerra que albergó sus infancias– que millones de personas podrían haber estado tarareando With a Little 48 UN CAÑO | OCTUBRE 2009
Help From My Friends apenas unos minutos después de haber sido masterizada. O que Tino, Pilu y su millón de amigos virtuales podrían haber estado viéndose las caras y opinado sobre el disco (perdón, el lanzamiento) a través del Skype. O que los 25 millones de seguidores de George Harrison en el Twitter habrían recibido un mensaje breve y casi instantáneo: “La única que vale la pena es Within You Without You” . Cerca del puerto de Liverpool, en la industriosa y talentosa Manchester que fue cuna de la segunda revolución industrial, la del capitalismo duro e inflexible, la de los barrios obreros construidos al lado de las fábricas, nadie hubiera imaginado a comienzos del siglo XIX, no digamos la existencia de un chat room virtual de miles de usuarios simultáneos, sino, simplemente, que un juego físico moldeado por pedagogos burgueses durante un par de décadas sería lo más popular en la ciudad. Una ciudad de barrios con niños sin sueños, con las pesadillas de las calles duras de las novelas de Dickens y la realidad realmente existente que horrorizó al pobre Engels, hasta que, en una versión un tanto simplificada de la historia, una pelota junto con una serie de reglas y principos organizativos los hizo disfrutar y les hizo saber que era posible divertirse –y muchísimo– en esta vida. Entre bombas y hambrunas, por supuesto. Nadie, absolutamente nadie, tampoco, habría pensado, en la Manchester de fines de los 60 del siglo XX, y mucho menos entre sus estratos de clase obrera, que ese Manchester United que perdía la Intercontinental con Estudiantes de la Plata, unos 40 años después, gracias a la visión global de sus directivos y a la más pedestre de Alec Fergusson, sería el club con más adeptos en el mundo, cuando en la ciudad la mayoría siempre había sido hincha del Manchester City. ¡Qué cabezotas!
Sangre de peluca Como les sucedía a los periodistas anglosajones de aquellos años 60, quienes, más allá de cualquier esageración, vivían rodeados, eso sí, de la aureola de un mundo de guerra fría, lleno de experimentación con drogas (vivían de la cabeza, algo que
era profesionalmente tolerado), en el que que el periodismo todavía podía contar algo, y cada tanto decidían rebuscar en lo que llegaba como sugerencia en la correspondencia de los lectores –la basura, como se la conocía por entonces–, Duke Morrow tuvo su momento de gloria de un modo similar, también rodeado de drogas e intrigas entre las estrellas del rock y del deporte. En este caso hubo, además, mucha “sangre de peluca”, una PELUCA con sangre, una paradoja eróticamente absurda y dependiente en torno del Facebook, el submundo gay (que ya no es submundo, y sólo en ocasiones es gay) y personajes rutilantes como Carlos Tevez y los hermanos Gallagher como protagonistas de la trama. Por suerte para Morrow, la lealtad apasionada y resignada de una camarera de un boliche en Canal Street, en los días calientes del Manchester Pride1, impidió que aficionados internautas arruinaran una buena historia con un mal ejemplo de democracia y la subieran a la red con avidez de onanistas aficionados. Apenas si hubo algunos amagues del amarillísimo The Sun, que sólo insinuó la posibilidad de un encuentro Oasis-Piola Vago y que dio escueta cuenta de la separación de la banda más vendedora de Manchester durante una gira por París. Morrow edita un periódico gratuito en el área del City Centre, The Prairie Dogs, que circula entre artistas, intelectuales y bohemios. La publicación es mala y la mayoría de sus artículos no pasa de ser una sarta de incoherencias, urdidas por Morrow en estados de inconsciencia temporaria, producto del abuso de drogas. Convencido de ser la síntesis del Tom Wolfe que viajó con los Grateful Dead, Neal Cassady y Ken Kesey por toda la costa californiana en un eterno trip de ácido, Truman Capote y el delirante Terry Southern2 (creador del Nuevo Periodismo), a la vez, Morrow es tolerado por la boheme manchesteriana porque entre tantos locos y “locas”, un periodista mediocre, nieto de inmigrantes irlandeses, con aire de detective de Los Angeles resulta simpático. Especialmente, y aunque hubiera que soportarlo hablando de su pasquín y sus delirios cósmicos, si se trata del mejor dealer de la zona. Jugueteando con un frasco de píldoras, sentado al
escritorio de su oficinita, un sucucho, un agujerito infecto, en la cotizada y céntrica Abingdon Street, Morrow repetía para sí: “El mismísimo guía espiritual de cada uno se construye dentro de la ecología de la propia mente”. Era el argumento central que recorría los 14 artículos de la última edición de The Prairie Dogs, incluida la nota principal sobre el Manchester Pride, que incluía, por su parte, los únicos auspiciantes que sostenían su pasquín, algunos boliches de la zona gay. Tomó dos píldoras del frasco, las llevó a la boca y se las bajó con un poco de té frío. “Lo tengo”, pensó, “esta noche vendo sangre de peluca y zafo los gastos de imprenta del próximo número”. Ese próximo número es el que llevaría en tapa el piquito entre Carlitos y Liam, caracterizado como una rubia exhuberante, y cuyo título es “Así se gestó la separación de Oasis”. Aún tengo a mano el ejemplar que me enviaron y que no puedo creer que no haya sido levantado por la gran prensa. En realidad, sí lo puedo creer. Si en un diario de barrio, que se puede encontrar, digamos, en la farmacia, uno lee “Entrevista exclusiva con Napoleón”, no se sorprendería demasiado. Nadie se sorprendió demasiado en Manchester. Todavía. En los días previos al festival del orgullo gay de la ciudad, en la zona de Canal Street, poblada de pubs y confiterías “gay friendly”, Morrow repartía su periódico. Y aprovechaba para repartir también éxtasis y anfetaminas. “Cuesta el triple”, les decía a sus compradores, “pero es genuina sangre de peluca, traída de San Francisco”, y se las entregaba dentro de un ejemplar de The Prairie Dogs. Eran los últimos días de agosto, cuando el verano de Manchester está en su apogeo y muchos visten saco y polera. La sangre de peluca, tan sólo un nombre ingenioso, plagiado además, para las anfetaminas de siempre, y tenía, por cierto, más éxito que el períodico, pero Duke era consciente de que así era la sucia realidad. También era consciente de que su teléfono móvil estaba vibrando en el bolsillo de su saco de lana. “Sheila”, indicaba la pantalla, y a continuación... casi se cayó de culo sobre el corpulento gerente del Banco de Londres, brillantemente caracterizado como María Antonieta. Sheila, su última chica, camarera del Triangle, el pub más exclusivo de todo Manchester, donde una cerveza podía costarte la vida –literalmente, cualquier premium superaba los 30 euros–, le acababa de enviar una foto de Liam Gallagher, vestido con una peluca rubia y un fulgurante vestido rojo sangre, cantando a dúo con una suerte de Frank Zappa de la posmodernidad suburbana. El Frank Zappa del tercer mundo no era otro que la estrella del Manchester City y la Selección argentina (obviemos algunos detalles deportivos en aras de “mejorar” el relato), sí, el mismo que brilló en Corinthians y en Boca, el cantante de Piola Vago. Duke Morrow le envió un mensaje escueto a Sheila: “Te espero en la oficina”. En la oficina, tras un cóctel de anfetaminas, éxtasis y vicodine (Dr. House es su último fetiche, que llega tarde porque en su vieja TV sólo puede ver los canales de aire), Morrow se sintió Terry Southern una vez más. Les vendería rocklets como si fuera éxtasis y escribiría su gran crónica acerca de las reacciones de los OCTUBRE 2009 | UN CAÑO 49
supuestos conocedores de las substancias estimulantes. -Vine en cuanto pude encontrar un reemplazo –dijo Sheila al entrar con un fuerte acento caribeño; se la notaba cansada, vestida de apuro, con las solapas del abrigo sin enderezar. -Contame todo, nena, que estoy bien high. -En el salón reservado más exclusivo, el del segundo subsuelo, cayeron Liam y Noel. Liam, como acostumbra de vez en cuando, vestía tan sexy como su “novia” Gweny, un Trans de lo más trendy, cuyo estilo es copiado por cuanta “entendida” anda webeando por el mundo. Tenía una peluca más rubia que Marylin y un bra que abultaba como si verdaderamente hubiera habido algo debajo. -Y estaba... –deslizó Morrow, esperando que le hicieran coro. -... ¡Dado vuelta como una media! -Exacto –respondió Sheila sacudiendo su cabeza, en la que las puntas rubias no combinanaban con las raíces oscuras-. Aquí tenés todo –sonrió con picardía y le arrojó su teléfono a Duke, quien lo atajó en el aire con sorprendente maestría, considerando cuán drogado estaba. Duke Morrow pasó foto por foto mientras sus ojos se abrían como platos. Ese pequeño Frank Zappa del subdesarrollo que cantaba a dúo con Noel Gallagher no era otro que, sí, sí, el argentino que jugaba en el City. -El estaba con unos amigos argentinos tomando unas cervezas –proseguía Sheila con su relato entrecortado- cuando llegaron los hermanitos Gallagher. “Sos igual a Nazarena”, le dijo a Liam, que se movía como una gata. “Sí, igual a Nazarena Vélez... Bah, Vélez, no. Vélez está en Liniers y nosotros, en Manchester. Así que sos Nazarena City, gato. Je, je”.
The milanesa truth Liam Gallagher no comprendió las exactas palabras de Tevez, pero intuyó su sentido, lo que le provocó un fastidio indecible. Esto, a su vez, le provocó una gran alegría a su hermano Noel, quien lo odiaba porque había tenido que compartir su habitación con el hermanito intrusito cuando eran niños.
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Carlitos tomó un sombrero de bucanero y con su look de barba recortada zapó toda la noche con Noel. Nadie, salvo sus amigos, entendió bien qué cantaba el argentino. Pero con la base de Wonderwall, repitió e hizo repetir a la atónita y complacida audiencia: “Con las palmas de todos los negros”. Una y otra vez. Hasta que Liam no aguantó más. Se sacó la peluca con tanta fuerza, que se lastimó superficialmente, tiñéndola de rojo. La peluca tenía sangre, y él tenía dentro mucha sangre de peluca, pero de la buena, no de la que vende Duke. Aún es un misterio para muchos lo de Nazarena. Sin llegar a una conclusión rotunda, lo más probable es que Nazarena sea fan de Gweny, y halla conseguido una foto de ésta con el vestido rojo sangre. Hizo que le diseñaran uno muy parecido y se sacó una foto provocativa que subió a su Facebook. Carlitos, un amigo, la vio en esa red social y quedó flasheado. Tanto que cuando vio al Liam ése, con el mismo vestido que Nazarena, más flaquita aunque con barba de un par de días, no lo pudo creer y lo entró a gastar. Duke Morrow sigue editando su pasquín, ignorado como generador de grandes primicias. No piensa subir las fotos a “esa conspiración de la CIA”, como llama a Internet. Por lo pronto, el 29 de agosto Oasis canceló un show en París y Noel habría decidido disolver la banda. “No te aguanto más”, le dijo a su hermano, Nazarena City. Fin. O quizá tiempo de volver a las cuestiones importantes: Irak, la Ley de Medios, la crisis financiera, la clasificación para Sudáfrica...
(1) Festival de la tolerancia y la convivencia, y una celebración de la vida transgenérica, bisexual, gay y lésbica, que organiza desde hace 19 años la alcaldía de la ciudad de Manchester, que dura unos diez días, en los cuales la alegría popular, el descontrol y la vida loca son parte de todas las noches en la ciudad. (2) Terry Southern escribió “La sangre de una peluca”, parte de cuya historia es parodiada en este relato. Ver Terry Southern, “A la rica marihuana y otros sabores”, Editorial Anagrama, Barcelona, 1995.
PICADO Genio y figurita El ex defensor de River rememora aquellos momentos en que Gascoigne pasó de ídolo a compañero de equipo. Porque nada “es más amado que lo que perdí”, un texto sencillo vuelve a la felicidad de costumbres infantiles que se convirtieron en magia pura, en Inglatera. Por GUSTAVO LOMBARDI
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asaron ya casi dos décadas desde mis 15 años. Viendo y escuchando a los jóvenes de hoy, me doy cuenta cuánto cambió todo. Qué difícil es encontrar por estos días aquella última pizca infantil que teníamos nosotros a esa edad antes de dar el salto definitivo a la adolescencia. Recuerdo que en esa época coleccionaba mis últimas figuritas. Si bien no lo hice con esa ilusión incomparable que se tiene en la infancia, cuando uno compraba el álbum, los paquetes y rogaba que estuviera la que nos faltaba… Había algo de aquellos años en los que pegaba, en la parte de adentro de mi carpeta del secundario, las figuritas del Mundial de Italia 90. En total tendría unas ocho o nueve. No recuerdo todas pero seguro tenía la de Thomas Hässler, la de Klinsmann, la de Van Basten y mis dos preferidas: los ingleses Chris Waddle y Paul Gascoigne. En esa época, algún entrenador de inferiores me probaba de mediocampista y es por eso que sentía una gran admiración por estos nuevos volantes multifacéticos, todoterreno, que recuperaban y que además jugaban muy bien con la pelota. Años más tarde, el destino me llevaba hacia Inglaterra para jugar en el Middlesbrough. Lo que no sabía era que esa misma temporada fichaba para el Boro uno de los jugadores que había pegado en mi carpeta ocho años atrás. Nuestro primer encuentro (un reencuentro para mí) fue de lo más decepcionante. Apenas bajado del avión me llevaron a ver un partido amistoso que estaban jugando mis futuros compañeros con un equipo de Tercera División. En el medio de la cancha vi a un cincuentón, bastante panzón y pelado, que trataba sin mucha suerte controlar el balón. No sabía si era el presidente del club dándose el gusto de jugar unos minutos con el equipo o una vieja leyenda local a la que estaban agasajando con un partido homenaje. Al preguntarle al agente inglés que me acompañaba quién era ese que estaba dando semejante espectáculo, una mirada helada como el clima de esas latitudes me miró y dijo: “Mr. Paul Gascoigne”. El gran Gazza, el último ídolo popular del fútbol inglés de ese momento, tenía, aunque no lo parecía, sólo 31 años. Volvía de su paso por el Glasgow Rangers luego de muchas lesiones y con los primeros síntomas de estar perdiendo el control de su
vida a manos de la bebida. Sin embargo, en las semanas siguientes, pude conocerlo mejor ya que me tocaba cambiarme muy cerca de él en el vestuario. Allí, descubrí a una persona sencilla, abierta, alegre, un eterno adolescente al que le gustaba siempre hacer bromas, contrastando claramente con el vestuario frío y silencioso que reinaba cuando él no estaba (algo que pasaba seguido por sus salidas nocturnas). Paul Gascoigne siempre fue un antihéroe; “un mal ejemplo para la juventud”, decían algunos. Creo que él nunca quiso ser espejo de nadie o, tal vez, ni siquiera pudo plantearse serlo, encerrado como estaba en el maldito mundo de la bebida. Llegaba al entrenamiento en un Peugeot 505 rural destartalado (tal vez el último que quedaba en el Reino Unido), vestido sólo con un equipo de gimnasia y lo digo literalmente, porque debajo no llevaba nada, ni remera, ni medias, ni siquiera calzoncillos, a pesar de los pocos grados que hacía. Los días de partido llegaba sobre la hora y, en vez de hacer la entrada en calor, se quedaba en el vestuario fumando y tomando café. Llegado el momento, se ponía la ocho y salía para ser ovacionado por todo el estadio. Pero la ovación tenía más que ver con el pasado que con el presente. Su primera internación para tratar sus adicciones se decidió después de que, en una minigira por Irlanda, se robara el micro en el que viajábamos y, totalmente borracho, lo chocara contra unos coches. El “descanso” fue de seis meses. Pero a las tres semanas estaba de vuelta, jurando una vez más que dejaría de beber. Eso sí, después de esos 20 días de encierro parecía otro; serio y callado; un fantasma que ahora se cambiaba en el vestuario frío y silencioso que reinaba cuando él no estaba. Al poco tiempo el juramento fue incumplido, lo volvieron a internar y ya no lo volví a ver. Mis días en el Boro habían terminado y me tuve que volver sin poder contarle nunca la historia de la carpeta y su figurita. Hace poco leí una noticia que hablaba de su última y exitosa internación. Contaba que hacía cuatro meses que no bebía, que esa era su última oportunidad y que trataría de aprovecharla. Me puse feliz. Sentí que esta vez sí podía lograrlo, que después de diez años de búsqueda encontraba la salida. Sin pensarlo empecé a hurgar en unas viejas cajas y, entre tantas cosas, encontré la carpeta. Adentro, aún pegada, la figurita de Mr. Paul Gascoigne. OCTUBRE 2009 | UN CAÑO 51
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LEANDRO CARUSO
Vio luz y entró
Leandro Caruso se hizo conocido la temporada pasada en Godoy Cruz con ¡28 años! Empezó en el Puerto, como “ayudante de vago” de su papá. Llegó al Calcio pero pidió que lo prestaran porque no era prioridad. Hoy lo disfruta el campeón. Por ANTONIO CALZADA
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a frase con la que comienza esta historia suele ser, también, la frase con la que muchos han escrito su resurrección, el primer paso después del final. “Aprovechaba para correr un rato, para moverme, nomás. La idea era no quedarme parado, jugar los fines de semana”. Conocido el hombre, conocidos también su título y su bajada, lo primero que puede pensarse entonces es que alguien ha puesto mal una pieza o una voz, que no pueden ser ésas las palabras de uno de los delanteros del campeón sino –mejor– las de un oficinista desganado e hinchado, acaso panzón, con cuerpo de bombita de luz. Sin embargo –y es en el sin embargo donde comienza la historia– Leandro las dijo cuando todavía no era Caruso, con 18 años y un dudoso porvenir. “Laburaba con Rubén, mi viejo, en el puerto. Era una especie de ayudante de vago, en realidad. Amarrábamos los buques, todo el día de acá para allá, y como llevaba seis meses de haber dejado el fútbol, mi hermano, Hernán, me preguntó si quería ir a una prueba en el Futsal de Racing”, dice Leandro, ahora sí, Caruso, otro de los desconocidos que nos asombró en el torneo anterior. Bolatti, Pastore, Defederico, él: los culpables de un fútbol que casi nadie esperó. El, que firmó para el Udinese de Italia y hace un mes lo prestaron al Vélez campeón. 54 UN CAÑO | OCTUBRE 2009
El currículum de Caruso es inquietante, desordenado. En los primeros meses del 2000 se cansó de ser suplente en la Sexta de Independiente y se fue del club. Su hermano, seis años mayor, había jugado en Dock Sud y en la Selección argentina de Futsal. Insistente, motivador, le dijo a Leandro si no quería seguir sus huellas, y Leandro se animó. “Más que animarme –nos dice Caruso– lo hice porque no tenía otro plan y, además, estaba bueno seguir en competencia. Antes de ir a Racing me había probado en River, pero me dijeron que iba a jugar en Tercera. Otra vez dije que no, y al final jugué ocho meses en Avellaneda”. Y ya entonces pudieron verse los primeros conjuros de Caruso, las revanchas que nadie previó: el 14 de julio del 2000, justo el día en que cumplió 19 años, Racing se las vio con River, y River se las vio peor. Leandro Caruso gritó seis goles y River se retiró con un 7-6 tatuado en su vanidad. ¿Entonces ya te entusiasmaba el futsal, o aún soñabas con llegar a Primera? Me parecía difícil volver a jugar en cancha grande, ya ni lo pensaba. En el medio estuve en Dock Sud, de donde también me fui, así que… (se ríe). Después de Independiente ya me había preguntado: “¿Le doy con todo al estudio o al fútbol?”Al final, no hice ninguna de las dos cosas.
¿El fútbol te había cansado? Sí, un poco sí. Pero ojo, pará, que tampoco le había puesto muchas pilas (se ríe). En el futsal la pasé bien, y al toque me llamaron de la Reserva de Racing. Me entrené unos meses con el plantel. Hasta que… No jugaba, no jugaba, y me fui. Eras el habilidoso a quien no le gustaba entrenarse, ¿no? Tenía fama de que no practicaba, sí. Pero era más lo que se decía, la sensación… porque correr yo corría como todos. Esto es así: hay clubes en los que al técnico no le gustó tu cara y no te pone, esas cosas pasan. Pero bueno, toda esa gente, no sé; andá a saber dónde estará ahora, ¿no? En Godoy Cruz eras de pisarla. ¿Siempre jugaste así o el futsal te potenció? Las dos cosas. El futsal es totalmente distinto al fútbol once; es mucho más táctico, vivís corriendo, rotando. Quizás aprendí a poner mejor el cuerpo porque los espacios son más chicos, a girar mejor. Nunca sentí el cambio cuando volví. Al contrario: me sentí mejor. Entonces renovado, sintiéndose mejor, Caruso pasó del futsal a Arsenal en el 2001. Entonces renovado, sintiéndose mejor, Caruso continuó -sin embargo-
con su insoportable regularidad: jugaba, no jugaba, jugaba, no jugaba. “Esa sí era mi última oportunidad. Me observó un enviado y me ficharon para la Cuarta –recuerda el delantero–. Con Bianco jugué algunos partidos, y con Burruchaga, casi nada. En el 2002 ascendimos y me fui a la Segunda de México. Me quedé cuatro años y luego me vine a El Porvenir”. ¿Y? Me expulsaron más de lo que jugué. Mi familia ya me agarraba para la joda. Futsal, Pioneros, Real Colima y Tijuana en México, El Porvenir… ¿Habla muy bien de vos o muy mal del fútbol argentino que un jugador llegue de la Segunda de México y la rompa en Primera a los 28 años? El tema es encontrar un técnico que piense como vos jugás y te dé confianza, nada
más que eso. Daniel Oldrá me llevó a Godoy Cruz, sabía cómo era yo y me bancó. Y luego, Cocca. A otros no les gustaba que la pisara. Hay muchos técnicos que no ven bien el fútbol. En Arsenal estuve con Román Martínez, a quien tampoco lo ponían. Recién en Tigre, en la B Nacional, Cagna lo puso, y miralo ahora (NdeR: en la temporada 08/09 jugó en el Espanyol de Barcelona; hoy está en el Tenerife). La historia de Morel, de Tigre, es similar a la tuya. Cristian Núñez, goleador del Argentino A en Boca Unidos de Corrientes, pasó a Newell’s y no desentonó. Insisto: ¿el techo del fútbol de Primera no bajó demasiado? No creo, no sé. Cuando yo empecé a andar bien en Godoy Cruz muchos se preguntaban: “¿Y éste de dónde salió?” Al fútbol argentino lo hacen sus urgencias, aunque lo mejor es cuando hay personas
que tienen una idea y la sostienen pese a todo. Si vos te animás a tocar, a jugar, vas a necesitar tipos para ese estilo, y entonces el nivel o las pretensiones serán otras. ¿La transferencia al Udinese de Italia la esperabas o te asombró? Igual terminé yendo de paseo, ¿no?, ja, ja. Obvio que me asombró. ‘Este no debo ser yo’, me decía. Pero al final me pasó lo de siempre, ja ja. En la pretemporada casi no jugué, hablé con el técnico (NdeR: Pasquale Marino), y él me dijo que yo no era una de sus prioridades. Entonces pedí que me dieran a préstamo. Ya no tengo 20 años para andar esperando, ¿no? Y acá estoy, en Vélez, peleando un lugar. Cualquier cosa, Leandro, siempre se puede volver al puerto. Y ahí sigue el viejo, laburando. Todavía falta para que le permitamos dejar.
“Cuando yo se pregunt empecé a andar bie n aban: “¿Y éste de dó en Godoy Cruz much nde salió?” os
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El tema es encontrar jugás y te dun técnico que piens e é confianza , nada más como vos que eso.
Like a Rolling Stone “Un viejito no nos puede hacer un gol”. El técnico del Deportivo Cali se tuvo que guardar la chicana: Anthony de Avila, con 45 años, metió el primero del América para ganar el clásico colombiano 3-1. Y le contó su vuelta a Un Caño. Por MATÍAS DENS Fotos GENTILEZA DIARIO EL PAIS DE CALI
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e mojó la oreja, el DNI ajado, la carrera jugada a la rula en un regreso impensado, cuanto menos particular. “Un viejito no nos puede hacer un gol”, dijo, palabras más, palabras menos, José Cheche Hernández, técnico del Deportivo Cali, en los albores del clásico ante el América de Cali de Anthony de Avila, sus tenaces 45 años y la floreciente actividad luego de diez años de retiro; sí, el delantero de más edad en el fútbol de elite. Y el Pitufo se recibió de Papá en el clásico: convirtió el tanto fundacional en el 3-1. Y le cobró la frase despectiva al técnico adversario… Aquel punta en tamaño small (160 centímetros) que supo anotar dos mundiales en su currículum y un paso por nuestras canchas con la casaca de Unión de Santa Fe se embarcó en una aventura de riesgo. Cuando los de su generación hace rato que visten buzo de entrenador, el tipo se calzó otra vez los cortos a mediados de julio de este año y no sólo para los picados. Aunque allí radique el origen de esta vuelta, cuya curiosidad mayúscula es que se está desarrollando con éxito. “Entrenaba a los delanteros y jugaba con el plantel, co-
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rría a la par de todos. Y se ve que al técnico y a los directivos les gustó la forma en que lo hacía. No era mi intención volver, pero igual estaba confiado. Es una satisfacción rendir de esta forma a mis años”, cuenta el Pipa, como también le dicen en su tierra. ¿Te habías quedado con las ganas de más antes del retiro o lo habías superado? Yo me consideraba ex jugador desde hacía diez años. Cuando uno deja el fútbol debe ser consciente de la decisión, y yo lo era. ¿Entonces? Me llamaron para que formara parte del plantel, primero como una especie de publicidad (N. de la R.: en Colombia se hablaba de que la idea era que entrara por lo menos quince minutos en los partidos en los que el América era local) y empecé a entrenarme con el grupo. Luego, con los partidos, terminé como titular. Me imagino que el miedo al qué dirán te habrá dado vueltas por la mente. El caso del técnico de Deportivo Cali es un ejemplo. Estaba el qué dirán de la gente; mentiría si dijera que no sentí temor.
No es fácil volver, entrar en un terreno de juego en estas circunstancias, con los fanáticos observándote… Pero Dios me decía que no existen los imposibles, y me llené de fuerza y mentalidad positiva. ¿Cómo fue la reacción con tus compañeros? A muchos un día los estabas entrenando y al otro les peleabas un puesto. Al principio los compañeros también sentían temor o dudas, es natural. Pero cuando se dieron cuenta de mi capacidad para resolver, me terminaron pidiendo que les diera el ejemplo. Y yo les hablo, estoy con ellos. Ahora ya lo consideran algo normal. Antes, tu principal arma era la velocidad. ¿Cómo hacés hoy para desequilibrar? Mira que velocidad todavía tengo, eh. Ésa siempre fue una de mis características. Además, los jóvenes de ahora juegan a otra velocidad y yo tenía que estar a su mismo nivel para volver. Yo me entreno con la misma intensidad que los más nuevitos, no tengo concesiones ni las necesito. ¿Y qué te dijo tu familia cuando le planteaste la posibilidad de volver? Está contenta. Cuando me lo ofrecieron, enseguida me senté con ellos y les pregunté qué pensaban. Y me dijeron que decidiera por mi cuenta, que me iban a apoyar
de todas maneras. Y aquí me tienen… ¿Cuál fue la sensación el día que volviste a pisar una cancha oficialmente? Fue como cuando joven; me sentí un amateur, con los mismos sufrimientos del debut. Pero no me arrepentí para nada, ja. ¿Qué te destaques a los 45 años habla bien de vos o mal del nivel del fútbol colombiano? Lo he escuchado, pero cuando también me destacaba no se decía eso, y había grandes jugadores... Entiendo que hoy hay otra evolución de los jóvenes. Colombia tiene muy buenos futbolistas, pero que tal vez no se han consolidado en el exterior o en la selección nacional. Siempre ha tenido jugadores así. Por mi parte, yo me he preparado para esto. Dios me ha dado una virtud que no he perdido por más que tenga 45 años. Que rinda en mi equipo no necesariamente tiene que ser un indicador de que el fútbol colombiano no esté por el buen camino. ¿Por qué creés que siempre fue más común ver a un defensor o a un arquero veterano? El delantero necesita hacer más movi-
mientos, la capacidad física es un recurso fundamental para quitarse un hombre de encima, para gambetear. Sufre mucho más desgaste a lo largo de su carrera que un arquero o un defensor. Por eso, usualmente termina antes.
cosas bonitas, como ganarle a River, o hacer siete goles… Luego, casi llego a Independiente, por ejemplo, pero lamentablemente la transferencia no se pudo hacer. Además, el público me trató muy bien, me sentí querido.
Cuál es la receta, entonces? No hay una receta misteriosa ni nada parecido. Creo que pasa porque yo siempre me he cuidado, incluso después de retirarme. Soy disciplinado, y eso me ayudó.
¿Y te quedaron amigos de esa época? Pero claro… Tengo al Beto Acosta, a Julio César Toresani…
¿Un futbolista de 45 años se plantea objetivos a largo plazo? Yo siempre dije: voy a jugar estos seis meses, hasta fin de año, y luego veré qué hago. A corto plazo, seguro: quiero marcar siete goles o más y buscar el título con América. ¿No te ilusiona ir por récords, por ejemplo, llegar a la Selección a tu edad? La Selección es parte del pasado, es un ciclo que terminó, más allá de que siempre es muy bonito defender a tu país. Ahora, si me llamaran, lo pensaría… ¿Qué recuerdos tienes de tu paso por Argentina? Uff, recuerdos inmensos… Se hicieron
Justo el Beto, otro que volvió del retiro y se animó a seguir jugando después de los 40 en Fénix, del Ascenso de Argentina. Sí, supe que jugó hasta hace poco tiempo, me puso muy contento por no ser el único, ja. Hace mucho tiempo que no hablamos. Cuando lo encuentre, intercambiaremos algunos consejos. Hablando de amigos: en el pasado les dedicaste un gol a Miguel y Gilberto Rodríguez Orejuela, quienes eran directivos de América y hoy están presos por narcotráfico en Estados Unidos. Tras tu regreso, dijiste que volverías a hacerlo. ¿Por qué? ¿No te inquieta asociarlos a tu imagen? Ya lo he dicho: son personas que están pagando por sus actos, en la vida nada queda en el camino. ¿Por qué no, entonces?
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PICADO Alma, corazón y Urso En Saladillo, con 164 socios, el club Jacobo Urso es de los pocos que en la Argentina lleva el nombre de un jugador. El breve aporte enciclopédico de esta revista acerca un recuerdo a nuestros hinchas de los clubes humildes. Historias de pueblo, historias grandes. Por EDGARDO IMAS
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adie podría imaginar el fútbol sin su principal protagonista, el jugador. No obstante, apenas un puñado de clubes lleva nombres de futbolistas. Curiosamente, todos recuerdan a figuras cuyas trayectorias se desarrollaron casi por completo en la era amateur. En La Rioja y Catamarca, dos clubes se llaman Américo Tesorieri, en homenaje al notable arquero de Boca. En Posadas, el club Jorge Gibson Brown recuerda a este patriarca que brilló en Alumni y la Selección. Y fundado después, y más conocido porque alcanzó a jugar los Nacionales de 1982 y 1983, está Renato Cesarini, de Rosario. Y ya en Saladillo, en plena Pampa Húmeda bonaerense, el club Jacobo Urso rescata en su nombre una historia con matices épicos de entrega y amor por los colores que terminó trágicamente. Jacobo Urso nació en Dolores, hijo de un inmigrante italiano que tuvo doce hijos. Radicado en Caballito, comenzó a jugar en San Lorenzo como half izquierdo. Debutó en Primera el día que se inauguró el Gasómetro de Avenida La Plata: 7 de mayo de 1916. Según Carlos Carullo, del Museo San Lorenzo –que también lleva el nombre del jugador–, jugó 107 partidos y convirtió 6 goles. La carrera de Urso se tronchó el fatídico domingo 30 de julio de 1922, cuando tenía 23 años. Esa tarde, Estudiantes de Buenos Aires recibía a San Lorenzo por el maratónico campeonato organizado por la Asociación Amateurs, una de las dos entidades que regían el fútbol. El partido terminó con el triunfo azulgrana 1 a 0, en la cancha de un Pincha que todavía estaba muy lejos de ser de Caseros (intersección de las avenidas Figueroa Alcorta y Dorrego). Por un choque con Juan van Kamenade, defensor de Estudiantes, Jacobo Urso recibió un fuerte golpe que le fracturó una costilla. Fue retirado de la cancha, pero se repuso y resolvió continuar jugando para no dejar al equipo en inferioridad numérica (los cambios de futbolistas de campo se autorizaron en 1968), sin medir las consecuencias para su salud. La costilla rota lesionó el riñón. Luego del partido, los dolores se agudizaron y fue trasladado al Hospital Ramos Mejía, donde lo operaron dos veces. Una semana después, el 6 de agosto de 1922, murió. La Asociación Amateurs le otorgó a la madre un subsidio de 1.000 pesos, y el 12 de agosto se disputó un partido a beneficio 58 UN CAÑO | OCTUBRE 2009
de la familia Urso, a cancha llena, en el Viejo Gasómetro. A pesar de que las dos asociaciones sostenían por entonces posiciones irreconciliables, autorizaron a que jugadores de sus clubes afiliados formaran para la ocasión dos equipos, que igualaron 3 a 3. Los medios reflejaron la congoja popular por la muerte de Jacobo Urso. El diario La Prensa informaba que “al acto del sepelio concurrió un crecido número de amigos y deportistas. Los jugadores del primer equipo de San Lorenzo condujeron a pulso el cadáver [sic] hasta la cancha de juego y lo pasearon alrededor de la misma, dando así un sentido adiós al buen amigo y correcto deportista”. ¿Y el club? Tres meses después, en Saladillo, el 8 de noviembre de 1922, un grupo de socios del Huracán local decidió escindirse de esa institución y fundar otra, a la que denominaron Club Atlético Jacobo Urso. Hoy, con cierta filosofía tanguera, Roberto Goyeneche, presidente del club, reflexiona: “Supongo que Urso fue tomado como una especie de héroe. No sé si ya en aquella época creíamos que los aportes individuales heroicos podían salvar lo colectivo, o simplemente había cuestiones relacionadas al honor que no conozco”. Los colores de Urso (azul y amarillo) desorientan. Era razonable esperar la combinación azul y rojo, pero Goyeneche explica que “los primeros colores fueron el negro y el amarillo a rayas verticales, como Olimpo de Bahía Blanca. En un principio se gestionó ante la Comisión de San Lorenzo la donación de camisetas usadas, pero el aporte nunca llegó. En 1935 alguien vinculado con Boca Juniors consiguió la donación de indumentaria, y desde entonces se utilizan los colores xeneizes”. “En los 80 – cuenta Goyeneche- se contactó un pariente de Urso, pero luego la relación se perdió”. En cambio, saca pecho con el recuerdo del empate 3 a 3 en el amistoso que Jacobo Urso jugó con la primera de San Lorenzo en la década del 50. El club tiene 164 socios y participa en todas las divisiones de la Liga local. Salió campeón por última vez en 1992. Su otro orgullo es la pelota paleta y dos señales de solidaridad que Goyeneche relata: “Prestamos nuestras instalaciones para que el Club Ciudad de Saladillo juegue al básquet y construimos el campo de deportes, asociados con el club Carlos Calvo de La Barrancosa, una experiencia inédita en Saladillo”.
PICADO Gran frase del rock nacional del Indio Solari. El ejemplo que la confirma como regla: el Cholo Simeone. Nos referimos a la vestimenta del DT de San Lorenzo. Desde esta primavera, Un Caño rinde homenaje a la revista Labores y a la sesentista frase “me cago en la elegancia”, e incorpora a una compañera que mucho sabe de tendencias, diseños, peinados y sex appeal. Técnicos y futbolistas, a cuidarse. Ha llegado la número uno en moda masculina. Por CECILIA DI GENARO Foto PHOTOGAMMA.COM
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arolina Bandini y Diego Simeone relanzaron sus respectivas carreras hace un par de años. Ella trabajó: pasó de ama de casa a modelo-bailarina-esposa infiel y bañista comebañeros. El saltó de la cancha a la dirección técnica, primero en Racing y después en Estudiantes, River y, ahora, San Lorenzo. Aquellos relanzamientos tuvieron un leitmotiv bastante polémico: “Somos los Beckham argentinos”, aseguró la mujer del Cholo (auto-apodada “la Chola” en una de las operaciones de marketing más ingeniosas de los últimos años) desde la tapa de la revista Caras y sus sucedáneas. (Paréntesis: No puedo dejar de pensar que la Nanis, la actual ex esposa de Caniggia, debe retorcerse de envidia, preguntando por qué los Beckham no existían en los 90, exactamente cuando ella ganaba popularidad a puro tarjetazo en los shoppings). Por más que a esta altura haya varias parejas criollas que pelean por el título –Wanda Nara y Maxi López, Cristian El Ogro Fabbiani y Victoria Vanucci y hasta Nicole Neumann y Fabián Cubero, entre otros–, el estandarte de la categoría “DT que la juega de cheto” es de Simeone. Si la idea original de aparecer luciendo músculos en las revistas –la Chola, tiene más bíceps que el 3 de Flandria–, bronceados y vestidos como modelos de Dolce del Tercer Mundo fue de él o de ella, poca importancia tiene en el asunto. Lo cierto es que la tendencia ostentosa – y alejada del buen gusto - vuelve a la vidriera mediática para reinstalarse.
La camisa planchadita, planchadita, planchadita... Paradojas de la moda. Mientras Sean Connery definía la masculinidad a través de la sastrería, sello indiscutido de un James Bond al dente en los años 60, Simeone arrasa con todo el clímax de esa simbología presentándose los domingos al mediodía, sin importar estado del tiempo, con traje negro y solapa de raso, una pieza de rigor en su manual de estilo. ¿Cómo se le ocurre? ¿No está familiarizado acaso con la idea de que hay ropa para el día y ropa para la noche? ¿Acaso es lo mismo estar a las 2 de la tarde del domingo gritándole indicaciones
al Chaco Torres que sentarse a tomar un Jack Daniels un sábado a la noche en la barra del Alvear? No señores, no es lo mismo. Lo digo con todas las letras para que quede claro y que no se dejen engatusar con falsas opciones. Por momentos parece que nadie le enseñó al Cholo que para seleccionar la vestimenta existe un círculo cromático, entre otras cosas, para marcar temporadas, tipos de eventos y otras yerbas que, un fanático de la pilcha como él, debería conocer. Para citar algunos ejemplos, digamos que Ariel Cuffaro Russo, de Rosario Central, o Néstor Pipo Gorosito, de River son hombres menos pretenciosos, que arriesgan todo en el tocado –y ya hablaremos de eso en otra columna–, pero que llevan bien el look “traje sport”. Saco sastre –que le da la envergadura de “tipo al mando”–, con jeans y camisa en colores claros, cinturón marrón y zapatos abotinados o náuticos (que vuelven con furor para este verano), variantes que tienen más que ver con la ocasión de uso: una jornada deportiva y al aire libre. Es una incógnita que esta obviedad no le sea revelada a Diego Simeone. Una ironía declarada de la moda, del sentido común, que esperamos se revierta con el servicio que prestamos desde estas páginas.
Con aroma menemista Este reinado de parejas que combinan el mundo del espectáculo, la moda y el deporte recurren a ese artilugio fácil de reflejar en el vestuario la cuenta bancaria. Para mucha gente que los mira por TV, son sinónimo de aquello que estaría bueno “poder ser”. Como la moda respira en todos lados –por más que la mayoría no la comprenda ni la reconozca–, vale decir que ésta es una de las consignas más vulgares que heredamos de la década menemista. Si además la sumamos a la idiotización ideológica perpetrada hoy en gran medida por los medios de comunicación, el comienzo del siglo XXI nos encuentra más dominados que libres. Toda moda, toda costumbre, toda creencia siempre es producto de la historia y de las condiciones políticas y económicas de un lugar. La falta de libertades para pensar, imaginar y tener acceso a lo verdaderamente bello forzosamente trae un vaciamiento cultural, y ése es el marco fértil donde la plata es, incluso, un engañoso sinónimo de buen gusto. OCTUBRE 2009 | UN CAÑO 59
PLATA ¿DULCE? No es lo mismo administrar con abundancia que con sequía. La formidable masa de dinero que el Estado le provee al Fondo Monetario del Balón por el programa “Fútbol Para Todos” es motivo de controversias entre clubes. Todos tironean para obtener una mayor tajada para sus arcas, verdaderos baúles sin fondo(s). ¿Cómo es la vida en la AFA después del divorcio con Torneos? Por WALTER MARCOTE
¨Más que el nihilismo discepoliano, se acentuó la resignación al absurdo. Para no pasar por idiotas, se ha optado por negar y dudar, descreer y sospechar de todo, aun con el riesgo de perdernos la posibilidad de reconocer algo bueno que alguna vez, raramente, pudiera ser cierto.¨ (Orlando Barone en el Prólogo de su Libro: Argentina Primer Mundo).
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odo lugar tiene un Arteche, cínico personaje de la película Plata dulce. La AFA también. Pero en este caso, debe consultárselo sobre cómo está el Ministerio de Asuntos Futboleros tras la ruptura con el Grupo Depredador por el contrato de TV. Con ofídica mirada, Arteche ironiza: “hay jugadores PlayStation, periodistas PlayStation y lectores PlayStation. Superficiales, bajas calorías, livianitos… La mayoría quiere echar 20 centavos en la ranura y ver la vida color de rosa. ¿Por qué contradecirlos?”, dice, con su mirada cínica. “Porque millones de moscas pueden equivocarse, Arteche”, sin responderle cómo lo haría Bonifatti (Federico Luppi), víctima no inocente del accionar “artechiano” y autor de la pu-
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teada mejor colocada en el cine local. Se ríe, pero cuenta: “el ambiente está caldeado. Julio les prometió, de palabra, algo a los clubes -en especial a River y Boca-, para que lo apoyaran en la ruptura con Torneos, y ahora hace mutis. Encima, está que trina con lo que pasa en la Selección…”. La “promesa” consistió en 45 millones para cada uno (Boca y River cobraban 18 en la anterior versión con TyC), pero tras la publicación de la Decisión Administrativa 282/2009 montaron en cólera: el gobierno anunció el cronograma de pagos de las cuatro cuotas de $45.454.545,45 cada una –la primera ya se depositó en la sucursal Tribunales del Credicoop– y aún no se pusieron de acuerdo sobre cómo distribuir la masa de FCP: Fondos Coparticipables de la Pelota. Arteche mira para otro lado cuando se le pregunta sobre la postura de Grondona para repartir los FCP, y a regañadientes farfulla: “Julio va a hacer la ‘Gran Julio’: dirá que hará aquello que los clubes le dicten”, artilugio dialéctico para imponer una postura propia “mandatada” por otros. El Ministerio de Asuntos Futboleros (MAF) busca atomizar los fondos, para contentar a muchos: 415 millones a la Primera A, 78 para el Nacional B, 35 para la B, 12 al Consejo Federal (Torneos Ar-
gentinos y Ligas del Interior) y el “derrame” alcanza a la C (3,5) y D (1,8), que antes no se llevaban nada. El contrato es por 600 millones, la diferencia -54 millones- estará destinada al MAF para solventar, entre otros, los gastos de los seleccionados nacionales.
Rolinga Plate José María Aguilar, saliente presidente de River en diciembre próximo, fue categórico ante los periodistas acreditados en AFA: “no pueden cobrar lo mismo los Rolling Stones que el Chaqueño Palavecino”, sostuvo, en alusión a la convocatoria de su team; y su contrapartida, Boca. Si para Aguilar River serían los Stones (aunque Jagger padece sobrepeso, Watts vive lesionado, Wood vuelve a los escenarios tras años de retiro y Richards es recibido con honores, luego de ser eyectado por excesos), Boca sería los Beatles (¿incluye este presente a Yoko Ono?). Lo cierto es que en off, los dos grandes musitan dudas respecto de la perdurabilidad del reciente vínculo contractual con el Gobierno. Argumentan que un cambio de comando en 2011podría poner en peligro el actual convenio y que la gratuidad por TV abierta no será in eternum.
En off, Boca y River musitan dudas respecto de la perdurabilidad del reciente vínculo contractual con el Gobierno. Argumentan que un cambio de comando en 2011 podría poner en peligro el actual convenio y que la gratuidad por TV abierta no será in eternum.
olvidarse de la masa PlayStation”, remarca, volviendo sobre sus dichos y mostrando coherencia en su pensamiento.
Sr. Juez Tratando de contradecir esa corriente de “nihilismo discepoliano” que pareciera gobernar nuestros actos, la asociación civil Salvemos al Fútbol, presidida por Mónica Nizzardo y patrocinada por el ex juez Mariano Bergés, presentó una demanda, radicada en el Juzgado Federal 10 de Julián Ercolini, solicitando se investiguen “delitos tales como lavado de dinero, fuga de capitales, administración fraudulenta de la AFA, incum-
plimiento de los deberes de funcionario publico y encubrimiento por parte de los funcionarios a cargo de la Inspección General de Justicia. Todo ello en el marco de una situación de corrupción generalizada y absoluta impunidad” (punto IX de la presentación, la cual puede leerse completa en el link www. puntojus.com.ar/html11/justicia1_igj. html, dando carácter “interactivo” a estas líneas). Y, Arteche, ¿qué opina de esto? “No comments, periodista. El silencio stampa es la mejor postura en estos casos”, responde, yéndose sin esperar escuchar la frase que hizo inmortal el Bonifatti de Luppi.
¿Lo hacen para acercarse a los 45 millones prometidos y ahora en veremos? Aguilar dijo que dos empresas, una francesa y otra holandesa, están interesadas en televisarlos cuando jueguen de local. Por el lado de Boca, manifestaron que varias compañías -una europea, otra argentina- tienen el mismo objetivo con los xeneizes cuando se presenten en la Bombonera. En ningún caso quisieron dar las razones sociales de los potenciales oferentes. Arteche no sabe/no contesta respecto de este tema y calla sobre si las ofertas existen o son simples chicanas para obtener lo que pretenden
Todo pasa, algo queda Velando las armas, todos lloran para mamar de la enorme teta televisiva. “Esto es shakespeariano. Van a aliarse, complotarse, traicionarse y volver a juntarse. Una versión de Rey Lear interpretada por Los Auténticos Decadentes”, sentencia Arteche, lanzando una carcajada cuando se le pregunta si Don Julio sería Yago, emigrado del drama Otello y juez y parte de esta comedia dramática. “No sé si así será, pero te diría: ¡¡Resucita Shakespeare. Te necesitamos!! Un talento como ése se haría un festín presenciando una reunión del Comité Ejecutivo discutiendo esa plata. Lo malo es que, a futuro, el problema podría volver. Son especialistas en gastar a cuatro manos y no hay guita que les alcance. Si la gente supiera lo que algunos jugadores o técnicos ganan, hasta en el Ascenso, acá habría un despelote fenomenal. O no. No hay que
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Asunto: LA VOZ DEL DT De: Juan Pablo Galo Brindo por este nuevo ciclo que arrancan… Soy uno de los tantos seguidores que tienen y desde los inicios de la revista que los vengo leyendo. Me gusta como encaran las notas, tienen otro punto de vista y eso los hace diferentes. Por eso brindo por la nota de Pablo Cheb Terrab (y no soy de Huracán). Soy Profesor de Educación Física y director técnico de fútbol y estuve dirigiendo un par de años, pero lamentablemente algunas cosas que rodean al fútbol te sacan las ganas y soy de esas personas que no hacen las cosas a cualquier costo. Actualmente juego en el Torneo Abierto de la UBA y jugué contra Matías Martin. Creo que algún día los equipos de la UBA nos merecemos una nota. Hay equipos que participan hace más de 20 años, se reinventa año tras año, se entrena durante la semana, realiza asados, viajes, todo por pasión. ¡Salud! Y abrazo de gol. Un caño: ¿Quién ganó en el partido con Matías? No nos queremos perder una chance de gastarlo.
Asunto: PARA EL PINCHA LO QUE ES DEL PINCHA De: Ernesto Krawchik Amigos de Un Caño, ¡que suerte que volvieron! Leí los 16 números del primer envión. Todavía conservo algunos y me encanta poder volver a leerlos, porque comparto la mirada que hacen del deporte y el enfoque desprejuiciado con el que lo publican. Y a propósito de eso, quiero pronunciarme enfáticamente sobre el tratamiento que recibe Estudiantes de La Plata de parte de cierto pensamiento progresista. Huelga decir que soy fanático pincharrata, lo cual me ha acarreado no pocos problemas con mi otra inclinación irrenunciable, la de ser zurdo, y no precisamente para escribir o patear una pelota. Es que desde que el bueno de César Luis I, con fama de zurdo también, dirigió a la Selección y se estableció ese estúpido enfrentamiento entre menottistas-amantes de la nuestra-representantes del potrero contra bilardistas-resultadistaslaboratoristas-asesinos de la inspiración, los bienpensantes del progresismo se sintieron obligados a quedar en el primer bando. Si ya era estúpido el enfrentamiento per se, más aún lo era encasillarlo ideológicamente, como si el 78 no hubiera sido utilizado por la dictadura, como si Menotti no lo supiera, como si diera lo mismo saludar desde el balcón histórico que hacer la cola para presentar una denuncia ante la Comisión 62 UN CAÑO | OCTUBRE 2009
de Derechos Humanos de la OEA el mismo día de 1979 (Llonto lo refleja bien). Tan absurdo se volvió este tema, que hasta Pino Solanas -hincha de Estudiantes como yo, y a quien voté hace dos meses- se ve obligado a decir que “el de Bilardo fue el equipo que menos me gusto”. Si se refiere al Bilardo jugador, en ese mismo equipo había pies exquisitos en todas las líneas desde el 1 hasta el 11, con los cuales no pudo ni el mismísimo George Best. Si se refiere al Bilardo técnico, ¿cómo puede no gustarte un equipo cuyo mediocampo tenía a Sabella, Ponce y Trobbiani, apoyados en un único hombre de marca como Russo? Hasta Pino cayó en la trampa ideológica. Pero no fue el único: - Capusotto habla de los pibes de Vélez y de Huracán, pero no habla de los pibes de Estudiantes que el año pasado salieron campeones de 4ta, segundos en la general de inferiores sólo detrás de River y que cuando la Primera jugaba la Libertadores golearon a Independiente y le ganaron a River, ambos de visitantes. - Y para completar, al bueno de Peter se le escapa completamente la tortuga cuando dice “los brasileños no te ganan como le gana Estudiantes a Cruzeiro. Te pasan por arriba con técnica”. Quizá, como a los partidos de la Libertadores no los pasaba la TV Pública sino el hijo bobo del monopolio (Fox Sports), el bueno de Peter no vio el baile que les dimos en La Plata y que convirtieron al arquero en héroe, ni el dominio completo en Porto Alegre, salvo los 5 minutos posteriores al accidental gol del Cruzeiro. - Babington dice que Estudiantes ganó la Libertadores jugando bien (¿en que quedamos Peter?) pero que apelar a la mística es una vergüenza. Se equivoca el gran inglés del empeine exquisito: si Huracán hubiera tenido un poco de mística ganadora, no hubiera jugado como jugó contra Vélez, cuando –suspicacias al margen– no dio el pinet ni en juego, ni en carácter, ni en reconocimiento de la derrota. Y esto incluye a Cappa, cuyos antecedentes futbolísticos e ideológicos son intachables, pero que además de hacer jugar bien a su equipo, habló un poquito de más durante todo el semestre, y especialmente el día D. Yo soy Pincha, no soy gorila, me he peleado en la popular con los que ovacionaban al picapiedras y puteaban al exquisito, y creo que se puede jugar bien al futbol con técnica, con táctica y con estrategia. Si tenés las tres cosas juntas, seguro que jugás muy bien. Y si te toca un superdotado en el equipo, ganas cosas grandes. Yo no estoy de acuerdo con que del segundo nadie se acuerda (Bilardo dixit), pero es innegable que se acuerdan poco. Y si no, que el lector piense ya mismo, sin repetir y sin soplar, diez ejemplos de segundos memorables, que no incluyan a la Holanda de Cruyff. Dejémonos de joder de una vez y aceptemos que Estudiantes dio al equipo más goleador (los Profesores) y a tres de los diez máximos goleadores de la historia del futbol profesional argentino, hoy tiene 40.000 socios, una hinchada que repudia a sus propios barrabravas y que -si estuvieran vivos- cobijaría en su tribuna a tipos como Roberto Santucho, un pincha de alma que algo de ideología tenía. Pero más importante todavía, así como el futbol no es el moderno opio de los pueblos, así como no hay arte socialista o arte capitalista, tampoco hay futbol progre y futbol reaccionario. Perdón por la extensión, pongamos la pelota bajo la suela y a poner huevo, que el futbol es mejor con Un Caño que sin ella.
Un caño: Muchas de las cosas que decís son verdad. Sólo te decimos que defendemos a muerte a Capu porque es nuestro prócer y que se nota demasiado que sos fanático de Estudiantes. Muchas de tus opiniones hacen agua cuando mostrás la hilacha.
Asunto: LA LEE DE OJITO De: Angel Belmartino ¡Que caño la revista, man! Soy un ilustrador de 25 años de la ciudad de Mar del Plata. Simplemente quiero decirles que me voló la cabeza la revista. Es de lo que no hay, es la palabra justa. Como fundamentalista del fútbol y ávido lector, me enfurecía el hecho de la pobre producción editorial de este país. No lo solo las publicaciones de fútbol están teñidas de amarillismo (Olé) y arbitrariedad (El Gráfico), sino que casi todas las revistas no cumplen con el supuesto público hacia el cual están dirigidas. La Rolling Stone, por ejemplo, no le gusta a ningún amante de la música que se precie de serlo; Maxim y Hombre lo que menos tienen son chicas ligeras de ropa, que se supone que deberían ser primordiales. Dado que tengo un kiosco de revistas, podría seguir hablando todo el día... Realmente no puedo entender que estos productos circulen por ser lo único que hay. El otro día me llegó al kiosco Un caño, y yo no había podido leer sus números anteriores porque en esos días no tenía un mango, pero la verdad que no solo escribieron todas las cosas que increíblemente nadie dice, sino que tienen cosas muy copadas y que llegan al corazón del romántico del fútbol, a ese tipo que, como yo, está angustiado por tener tantos motivos para asquearse por todo lo que envenena el deporte que amamos. Gracias por la nota de Ringo, por la nota de la vuelta de Chaca, por los tremendos ilustradores, por la humildad, por todo... Puede sonar a una boludez, pero este tipo de cosas me hacen pensar que no todo esta perdido, que no todo es corrupto, que a pulmón y con integridad, puede salir todo adelante. Como no todo puede ser color de rosa, lo único que no me gustó fue la infaltable nota a Messi. Está todo bien con el Pulga, es el mejor del mundo, pero es sólo un pibito de 20 años. Cuando se retire háganle todas las notas que quieran, pero por ahora mucho para decir no tiene. Loco, cualquier cosa que necesiten chiflen, ya estoy esperando el próximo número, En mi kiosco, ¡la revista es Un Caño! Un caño: Si te gusta el rock, dale una chance a La mano, una revista amiga. Y como no comprás la revista, al menos recomendásela a todos tus clientes. Es más, enviala en el reparto por más que no te la pidan.
Aunto: FRASES DE RELATORES De: Tomás Quintín Palma Desde los comienzos del mes llegó la revista otra vez acá, a Rosario. Quería sumarme al espacio de correo de lectores que recién se abre en el segundo número -por obvias razones- y tenía un par de objeciones para hacerles a los relatores o distintos seres que se involucran en el ambiente deportivo, enumerando términos que están muy mal empleados, al menos
desde mi punto de vista (como cualquiera que escribe desde la obvia subjetividad). De tantas, traslado un par de inquietudes anotadas en mi libreta que me indignan: Contragolpe: Sería luego de haber recibido un ataque... Ahora, ¿qué pasa si en un córner no nos atacaron porque fue mal ejecutado? El contragolpe se realiza igual para el relator pero está mal dicho. ¿Contragolpe cuándo no nos golpearon previamente? Sería mejor: se viene la contra o se viene el golpe... ¡Pero no contragolpe cuándo no nos atacaron antes! (no quiero ni mencionar a un relator del golpe como Muñoz). Tiro libre: Bueno, sería un disparo que lo puedo ejecutar libremente. Ahora si es indirecto, necesito de un compañero para ejecutarlo, entonces ya es un tiro libre pero dependiente. Como una libertad condicional. Por supuesto que no profundizo sobre que, encima, hay que aguardar el silbatazo del árbitro lo que implicaría una doble libertad condicional. Saque de meta: ¡Si saco no meto o si la meto no saco! Offside: Un jugador queda fuera de juego. Literalmente es cuando en la máquina de los jueguitos te tocaba el game jugar gratis si no pagabas otra fichita. El tipo sigue jugando como si nada en el fútbol cuando queda fuera de juego... ¿Mirá vos? Medialuna: Entonces el centro del campo por qué no se llama luna llena.(quizás es más una utopía ésta inquietud). Saludos y espero que se discutan algunas de estos apuntes que día a día (bah, transmisión a transmisión) me carcomen el marulo. Un caño: Polémico, pero vale el juego que hacés. Desde aquí agregamos que un contragolpe siempre es cuando hay superioridad numérica de los delanteros sobre los defensores y no siempre que hay un ataque después de otro basándose en la velocidad de la acción, como se lo utiliza habitualmente. Ah… en lo del offside no terminamos de entender el chiste.
Asunto: ENOJADÍSIMO De: Joaquín Alric Es inevitable hablar sobre la Selección. Especialmente sobre Maradona. ¿Cuándo se van a animar los periodistas a contar realmente lo que pasó con Basile? ¿Por qué se fue? Me parece que cuando Riquelme renuncia diciendo “Maradona no tiene los mismos códigos que yo” no se refiere a la crítica en TV, sino a como se manejó con respecto al Coco Basile. Maradona lo mataba en la TV a Coco cuando Heinze hacia desastres jugando de 3. Yo pregunto: ¿de qué jugó Heinze contra Ecuador y Brasil? Hay algo que no me cierra. Más allá de que el equipo de Basile jugo bastante mal a partir de la final contra Brasil en la Copa América de Venezuela, el OCTUBRE 2009 | UN CAÑO 63
partido contra Chile fue más que un partido malo: fue un papelón en el que se notaba las pocas ganas que tenían ciertos jugadores de ganar ese partido. No sé muchachos, a mí esto me suena muy raro, mas allá de que Maradona no sea DT, más allá de que lo vea en los videos y me emociona verlo jugar, le faltan reflejos durante los partidos, le falta identidad de juego. ¡Muy buena la revista, gente! Voy a aportar con mis 12 pesos mensuales para que continúe este proyecto y para poder ver otra cosa además del anticristo Fernando Niembro, el desastroso Marcelo Araujo, los claritos de Vignolo y el futbol tenis de periodistas que poco hablan de fútbol. Fuerza y Gracias. Un caño: No entendimos tus indirectas sobre Maradona, Niembro y compañía.
Asunto: DENUNCIA De: Martín Sharples
Repudio la agresión al ciclista Walter Pérez, y no por ser medallista sino porque nadie debe usar la violencia física sin justificativo. Sin embargo, lo más sorprendente de este caso fueron las declaraciones del Sr. Gerardo Werthein, presidente elegido del Comité Olímpico, no por la defensa del atleta sino por las contradicciones en casos similares. En julio del 2008, en ocasión de una conferencia de prensa en el edificio de Telecom, donde Werthein fue el responsable del evento, me presento para denunciar al anterior presidente Julio Cassanello, que fue intendente de la dictadura y que no debía representarnos en los JJOO de China. Pero sólo pude decir en voz alta cuando tomó el micrófono Cassanello, porque personal de seguridad de Telecom me atacó por la espalda, me tiró al piso y quiso hacer callar tomándome del cuello. Luego me amenazaron de muerte, me arrastraron hasta la puerta del edificio solicitando un móvil de Prefectura para detenerme. Por los actos de violencia me rompieron la prótesis y mis prendas. El canal de noticias que trasmitía en vivo cortó la trasmisión, cuando era golpeado y arrastrado por el piso. Se bajó la luz del salón y subieron la música. Luego siguió la conferencia sin que nadie hiciera ningún comentario al respecto. Sólo el Secretario de Deportes, Claudio Morresi, repudió lo sucedido retirándose del lugar. Ése fue el mismo canal que difundió las imágenes del celular de un compañero de Pérez durante la agresión y detención. Luego de lo sucedido debí iniciar una causa judicial por las lesiones y rotura de mi pierna ortopédica, ya que el señor Werthein, teniendo las imágenes y conociendo a los responsables, nunca me dio información. Es más, la empresa prefirió el resarcimiento económico y no el castigo a los responsables, a diferencia de la agresión a Pérez donde el presidente electo del COA solicita la identificación de los responsables y la participación de un juez. A pesar de las nuevas elecciones del COA, los responsables siguen manteniendo sus contradicciones: se puede agredir a un deportista militante de los derechos humanos sin que ninguno levante la voz; pero si le pasa a un atleta medallista y de la afinidad de ellos, todos repudian le hecho y piden justicia. El Comité debería implementar políticas deportivas garantizando la seguridad a los ciclistas en pistas seguras, como así también proporcionarles medios económicos, acorde a sus exigencias deportivas. 64 UN CAÑO | OCTUBRE 2009
Un caño: Ya todos sabemos quien era Cassanello, pero nunca está de más recordarlo.
Asunto: DE LA PRIMERA HORA De: Sebastián Fassi
Resulta que en el campeonato de fútbol que jugamos los sábados, los pibes (los más chicos entre 20 y 23 años y yo de 30) estuvimos opinando sobre el affaire AFA vs. TSC o gobierno nacional vs. Grupo Clarín o lo que sea. Allí me dicen: “Cordobés, comprate la revista Un caño que te va a gustar”. Se imaginaran mi asombro, ya que soy seguidor de Un caño desde el Nº 2 de la primera temporada. ¿Cómo puede ser que ni siquiera un mailing avisando del relanzamiento? Y ahora me pregunto. ¿Dónde esta Anita, que nos mandaba los mails con la data de cuando salía, novedades, etc.? (¡siempre me imaginé que estaba buenísima!) Hasta me acuerdo cuando me escapé del laburo para ir hasta Retiro para conseguir el Nº 1 de la primer temporada (uds. estaban de campaña de promo, entregando números viejos a los lectores) y cuando llegué ya se habían ido. Y ahora ni me había enterado que salieron de nuevo, por lo que les digo que sigo ofendido. La nota de Messi es excelente, ya se escuchó y se vio casi todo de Messi pero el enfoque que le dieron fue genial. Reconozco que cuando estos insolentes de mis amigos de fútbol me dijeron que en Un caño había una nota de Bonavena me ilusione mucho más pensando que Fernández Moores nos iba a tirar alguna perlita. Igual, me gustó, pero reconozco que esperaba más aún. Felicitaciones. Un caño: Anita efectivamente estaba y está buenísima. Ella siguió otros rumbos familiares y laborales lo que no quiere decir que no la extrañemos muchísimo. Veremos como podemos armar el asunto del mailing, pero tené en cuenta que recién estamos calentando los motores.
Asunto: DIAGNÓSTICO De: Alejandro Otero Estamos en presencia de la peor selección de la historia. ¿Carrizo, Andújar o Romero? ¿Domínguez, Schiavi o Burdisso? ¿Otamendi o Heinze? ¿Papa o Heinze? Heinze juega seguro, no importa el puesto. ¿Verón o Maxi? Mascherano, inamovible (y todavía no se por qué). ¿Gago o Verón? Jonás es titular porque tiene ida y vuelta, aunque no piense. Messi insustituible... ¿Agüero o Tévez?, mientras Milito y Licha López se cansan de hacer goles en Europa. Palermo entra al final para cabecear algún revoleo y ser pareja de ataque con Schiavi. Lavezzi entra de volante por izquierda. Higuaín está vetado aunque en el Madrid le discute la titularidad a Benzema y Raúl. Maradona no tiene idea de como es ser entrenador y como tal, su equipo no tiene ni una idea en el campo de juego. Menos un estilo de juego. Cuanto más peligra la clasificación, más defensivo arma el equipo. Para 99,99% de la gente Diego los iba a motivar, pero Basile dejó el equipo clasificado y ahora estamos en repechaje. ¿Por qué habrán renunciado Basile y Riquelme? Algo de razón deben tener. Y Riquelme no tiene nada de culpa con este momento espantoso que vive la Selección. Román no juega. El partido lo
que juega al equipo… el equipo no juega el partido. Así bailamos con la música que impone el rival.
Asunto: DEFENSOR DEL DIEZ De: Nicolás Giacovino ¡Hola muchachos de Un Caño! Antes que nada quisiera felicitarlos por este esperado regreso. Leí el número de septiembre y después de más de dos años volví a sentir ese placer cuasi etílico que genera leer sus notas, tan rebeldes, contestatarias y líricamente compuestas. Me encantaría continuar arrojándoles rosas sin espinas y halagos al por mayor, pero en estos días se definió la situación del seleccionado nacional de cara a los últimos dos encuentros de las Eliminatorias y me gustaría realizar un análisis al respecto. En estos días se impuso un nuevo deporte nacional que está teniendo una convocatoria superlativa: “péguele a Maradona”. Es notable cómo desde los más recalcitrantes medios escritos, radiales y televisivos, o mismo en la calle, desde el portero hasta doña Rosa, se están marcando récords en esta disciplina no olímpica (al menos por ahora). Se cuestiona la capacidad del DT, su relación con el resto del cuerpo técnico, su experiencia, sus convocatorias, y hasta se llega a superar lo meramente futbolístico para ahondar, cuando no, en su vida privada; todo para condenarlo a destierro y posterior crucifixión mínimamente. Como amante del fútbol esto me duele mucho por varias razones. Una innegable, que es mi amor incondicional por Diego y lo que él representa, y otra, el comprometido presente de la Selección. Pero obviando lo pasional, como ser pensante, me molesta en demasía lo simplista de las críticas a Diego y su proceso. Parece que nadie se acuerda del paso de Basile como DT de la Selección, de cómo el Coco nos sumergió en esta crisis de identidad deportiva, que deviene en este presente futbolístico. Como se dejaron escapar puntos presuntamente más accesibles, a tal punto de tener que definir el pasaje a Sudáfrica en partidos sumamente chivos, que son los que le tocó a Diego. Mi objetivo no es desligar de responsabilidades a Maradona, sino ser justo con un correlato que viene desde hace unos años. Esto no es nuevo, pero la hostilidad de la actual coyuntura expone a Diego al siempre predispuesto fuego del escándalo y el show mediático, que lo tiene a él como víctima predilecta. Por eso pido que seamos justos y veamos la película entera, que no nos quedemos con los últimos diez minutos ni dejemos que nos la cuenten. ¡Abrazo muchachos, excelente la revista!
Asunto: NUEVO REFUERZO De: Roberto Otero
Muy bueno el regreso muchachos. Aunque debo ser sincero: es la primera vez que los leo. Obviamente, y ustedes lo saben, trascienden ampliamente lo deportivo. Buenas notas, escritas por muy buenas plumas. Si alguien, tiene los números anteriores me gustaría tenerlos, pero como ando medio flojo de efectivo ofrezco a cambio: -una remera que nunca usó Maradona. -una tanga de Zulma Lobato, con el elástico delantero un poco flojo.
-un rosario de papel, en un mapa de Santa Fe. -y una moneda de diez centavos, falsa, encontrada en una fuente fidedigna. Pídelo y se te concederá. Abrazo y suerte. Un caño: Lamentablemente lo números anteriores no están disponibles. Fijate si encontrás alguno a la venta en Mercado libre, ya que somos una revista de culto.
Asunto: UN AMIGO De: Walter Vargas Muchachada de Un Caño. Que vuelvan a la vereda en la que mejor juegan y más les gusta es una noticia que celebro como lector y celebro doblemente como amigo de algunos y ex cumpas de laburo de otros tantos. Constituyen una espléndida banda de rebeldes, locos y fugitivos. Hace mucho, pero mucho, que me desvela menos la pureza que los vigores del pensamiento (y, si cabe, de una ética del pensar) y en ustedes esos vigores gozan de muy buena salud. Les escribo, a qué negarlo, entre indignado y consternado por advertir que el reverendo Jim Jones de Villa Fiorito nos lleva, a paso firme, a un Mundial 2010 abundante en la cajita infeliz del living, el plasma, el salamín picado fino y el tinto barato, mientras Ecuador, por ejemplo, juega cuartos de final con Holanda. (DAM no es el único responsable, claro. Pero no viene al caso abundar y deduzco que ya mismo ustedes deben de estar entrándole al tema con es justo y debido.) Vaya el fraternal abrazo del caso. Un caño: Abrazo gigante, Walter. Y tu pluma ya será convocada para hacer alguna travesura en alguna próxima edición.
Asunto: ENTUSIASMADO CON NEWELL’S De: Jose Carlos Dobkin
Soy hincha de Newell´s y, como sabrá, en diciembre hicimos una verdadera revolución, pero que no fue sólo ese domingo 12 sino que venía desde mucho antes. Además es digno contar como levantamos el club (¡y todo lo que falta!) y mil historias de esta verdadera lucha, algunas mas grossas y otras chiquitas (por ejemplo, la mía, que tengo un bebé de un año y cuando nació me negaron el carnet). En El Gráfico salió algo pero fue una notita pedorra y la mayoría de los medios se hicieron eco muy por arriba de lo peligroso que fue esto. Soy periodista (aunque no estoy ejerciendo), soy socio del club y conozco a toda la gente que participó. Así que si el tema les interesa y necesiten una mano cuenten conmigo desinteresadamente. Gracias por volver a editar la revista. Me encanta y me identifico absolutamente con su línea. Abrazo. Un caño: Porsupuesto que estamos al tanto de lo que fue el trabajo que hicieron para terminar con el nefasto reinado de López.
Post data de Un caño: También recibimos cartas con diferentes ofertas de Gustavo Ferradans, Diego Sequeira y de Juan Costa. El tema Sequeira pasó al área de Fabián Mauri. Respecto del relato de Costa, el texto es interesante pero es imposible editarlo con tantos errores.
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Nuestra enfermedad Laverni detuvo unos minutos el Vélez-Boca de la Sudamericana por cantos racistas. Fue apenas un reto que al menos calmó a los desubicados. Un Caño te cuenta lo que hay que hacer y no se hace y lo que se hace y no se debe cuando asoma la discriminación. Por NINO SEGURA
E
l episodio nunca se terminó de aclarar. Porque Saúl Laverni negó haberles dicho “bolivianos” a los jugadores de Gimnasia y Esgrima de Jujuy. Y porque el presidente del club jujeño, Raúl Ulloa, insistió en acusar al árbitro. Desde entonces, el referí rosarino, de bajísimo perfil, sabe que tiene una herida mal cicatrizada, expuesta a abrirse para ser usada como elemento de juicio. ¿O no hubo algo de culpa en Laverni la noche en que detuvo el Vélez-Boca por la Copa Sudamericana, cuando desde la tribuna velezana cantaban que los de enfrente eran “todos putos, de Bolivia y Paraguay”? Fue un gesto aislado, que sin embargo invita a la repetición. Ya bastante daño se le hizo al fútbol justificando muchas barbaridades en nombre del “es parte del folclore”. Laverni quedó marcado aquel 20 de septiembre de 2008, en un 1-1 de Gimnasia contra Argentinos. “Jamás discriminé, no soy xenófobo”, se defendió en una entrevista que le dio al diario Olé el 19 de octubre del año pasado, cuando volvió a dirigir luego de tres semanas colgado. Pero en Bolivia nunca terminaron de creerle, tanto que apenas se supo de su designación para el último partido de Eliminatorias, contra Ecuador en La Paz, el propio gobierno boliviano hizo gestiones para que el rosarino fuera cambiado; finalmente, Laverni acusó una contractura y ese encuentro lo dirigió Héctor Baldassi. Verlo a Ulloa bramando “nos trató de bolivianos”, haciéndose cargo del insulto, fue patético. Por eso el jujeño debió 66 UN CAÑO | OCTUBRE 2009
pedir perdón ante la lógica reacción del país vecino. La comunidad boliviana, además, había pedido una sanción ejemplar contra Independiente luego de que sus hinchas exhibieran, en el último clásico con Boca, banderas de ese país y de Paraguay con la leyenda “jugador número 12”. El árbitro Sergio Pezzotta no detuvo el partido. Y el Tribunal de Disciplina sólo apercibió al club de Avellaneda. “No vemos cambios importantes. Hicimos un relevamiento en varios partidos y en ninguno de ellos la voz del estadio anunció que en caso de gestos o cantos discriminatorios se debe detener el juego. Y eso consta en el reglamento de la AFA. Los clubes no cumplen, por eso creemos que se necesita una actuación más contundente. De lo contrario, iremos a la Justicia ordinaria”, advierte María José Lubertino, presidenta del Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (Inadi). La funcionaria pide que se apliquen las normas, nada menos. En su estatuto, la AFA prohíbe “la discriminación de cualquier país, individuo o grupo de personas por su origen étnico, sexo, lenguaje, religión, política o por cualquier otra razón...”, y establece que infringir tal regla se puede castigar “de acuerdo a las sanciones establecidas en el artículo 69 del Estatuto”. ¿Qué dice? Pues amonestación, suspensión, inhabilitación, pérdida de partido o deducción de puntos, pérdida de categoría, desafiliación, expulsión, clausura de cancha… Durísimo, si se aplicara.
Como duras son en Brasil las sanciones por discriminar. En 2005, Leandro Desábato, entonces jugador de Quilmes, pasó dos noches detenido luego de que Grafite, ex delantero del San Pablo, lo acusara de haberle dicho “negro de mierda” en un encuentro de Libertadores. Del estadio se lo llevaron esposado. “En Brasil tenemos que cuidarnos mucho de decir ‘negro’ (o ‘preto’), porque siempre están pendientes de meterte una denuncia”, cuenta un árbitro internacional que pide reserva. Mal le hubiese ido allá a Rolando Schiavi, quien este año fue captado por la televisión cuando le espetó un “la concha de tu madre, negro de mierda” a Ricardo Gómez en un Newell’s-Gimnasia de Jujuy. Expone el Inadi en su sitio que Schiavi nunca respondió los llamados de los funcionarios.
“Hicimos un relevamiento en varios partidos y en ninguno de ellos la voz del estadio anunció que en caso de gestos o cantos discriminatorios se debe detener el juego”. (María José Lubertino, presidenta del INADI)
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El defensor se mostró arrepentido ante los medios, pero su genio pudo más y dijo que “si no estaba la cámara ahí, no pasaba nada”. Y sí: la culpa es siempre de los periodistas. Igual, el caso Schiavi pasó de largo porque el árbitro Diego Abal no lo vio ni escuchó y, por ende, no lo informó. “Hoy se celebra el gesto de Laverni en Vélez, pero no deja de ser un hecho aislado. ¿Por qué no se le aplicó de oficio una sanción a Schiavi? La lucha debe ser de todos. Nosotros, en la cancha, no podemos escuchar todo lo que se dice. Salvo que el juego esté detenido, estás concentrado en la pelota. Por eso es gracioso el ‘tribuneo’ de los técnicos dándoles indicaciones a los gritos a los jugadores. ¿Te creés que los escuchan?”, aporta uno de los pitos consultados. La FIFA define al racismo como “una lacra”. Y en el artículo 58 de su código disciplinario prevé una suspensión “por un mínimo de cinco partidos” a quien “públicamente humille, discrimine o ultraje a otra persona (…) por razón de raza, color, idioma, religión y origen étnico” en un encuentro organizado por dicha entidad. De hecho, la FIFA realiza desde el
2001 el Día Anual contra la Discriminación, instaurado en un Congreso Extraordinario que se realizó en Buenos Aires, casualmente. La capital del país donde, según el Inadi, el 33% de los cantos de cancha son discriminatorios. Y donde este año un árbitro, sólo uno, paró un partido porque una hinchada ofendía a los rivales. Otro caso que tomó trascendencia fue en 2000: Ricardo Sugliani interrumpió un encuentro cuando hinchas de Talleres de Remedios de Escalada agredieron con cantos antisemitas a los de Atlanta. Desde ahí, pocos casos de detención del juego volvieron a registrarse, pese a que los cantos hirientes son parte del folclore. “Laverni hizo lo que debía. No se debe celebrar su acción, sí destacarla. Esto demuestra que siempre se aprende”, aporta Lubertino, quien mantiene cierto prejuicio sobre el rosarino. “Esto puede generar un efecto contagio en el resto de los árbitros”, se anima Guillermo Marconi, titular del Sadra, sindicato al que está afiliado Laverni. Y Laverni, consultado por Un Caño, se excusó de hablar porque considera que no debe “dar explicaciones sobre algo que debe ser visto como normal”.
En 2005, Leandro Desábato, entonces jugador de Quilmes, pasó dos noches detenido luego de que Grafite, ex delantero del San Pablo, lo acusara de haberle dicho “negro de mierda” Sucede que eso es normal en donde es más fácil encontrar conciencia. En Europa son los propios jugadores los que amenazan con irse si los discriminan (Eto’o se plantó ante el Zaragoza, en La Romareda, y el marfileño del Messina Marc André Kpolo Zoro, harto de los cantos racistas de los hinchas del Inter, tomó la pelota y se fue derecho hacia el cuarto árbitro para que detuviera el encuentro) o se les aplican fuertes multas incluso a los jugadores (Paolo Di Canio, del ultraderechista Lazio, festejó un gol con un saludo nazi y tuvo que pagar diez mil euros). Acá, en el atrofiado fútbol argentino, es difícil saber qué es normal. OCTUBRE 2009 | UN CAÑO 67
¡Vale 10 palos verdes se llama Maradona y el rengo Cyterszpill er se coge a la novia cuando era chiquitito cazaba pajaritos para comérselos en el guisito y ahora los domingo s juega con sus herma nos son todos refugiados bolivianos! (Hinc
es más ¡Boca no chamuy más es Boca no chamuy ta nis ro pe Te la das de o ian liv bo s Vos so No podés votar!
Boca en (Hinchada de River a onistas) per tos can a sta respue
hada de River a Bo ca 1981)
¡En la Boc a hay una banda una band a de boliv ianos que cagan en la ver eda y se limpia n con la m ano el sábado a la baila nta se van a pon er en ped o y se van d e vacacio nes a las playa s del riac huelo Hay que m atarlos a todos mamá que no quede ni un bostero!
podrido ¡Boca negro só enza que pa Ay que vergü igo el país cont bancó dona te lo on Gr o Cuand en avión o ic te a Méx Y vos te fuis ba ta pregun La gente se l este mundia es o r a r Qué a in nt an Arge Los que grit e Paraguay! d os d Son to s a Boca) (Hinchadas varia
(Hinchad
as varia s a Boca )
EGRO! ¡MUER-TEAL-N EGRO! -N AL TE R¡MUE rias al (Hinchadas va ett) nn Be o hondureñ
¡Que feo ser bost ero y boliviano en una villa tiene n que vivir la hermana revo lea la cartera la vieja chupa pij as por ahí! ¡Bostero boster o bostero Bostero no lo pienses más Andate a vivir a Bolivia Toda tu famili a esta allá! (Hinchada s varias a Boca )
Si lo sabe,no cante Nos van a permitir ustedes, con el debido respeto, y sin ofender, darles una muestra, queridos lectores, de urbanidad, civismo y buenas conductas. Hartos de tanto mal hablado y de cánticos discriminadores y racistas, con el auspicio de la Liga Internacional Pro Comportamiento en las Canchas hemos resuelto brindarles algunas páginas alusivas que nos propongan valores y nos enseñen caminos para nutrirnos de convicciones y conductas ante la difícil situación que vivimos. ¡Hemos dicho! Por PABLO LLONTO 68 UN CAÑO | OCTUBRE 2009
M
ás de uno sonreirá en el momento de repasar el inmisericorde cancionero que acompaña estas páginas. A la distancia, a otros, los sonetos les brindarán una sensación de berretada. En definitiva, se dirá, hubo cantos peores que llegaron hasta el límite de la limpieza étnica, y nadie puede asegurar que hasta el cardenal Bergoglio, en sus adolescentes años de seminarista, haya evitado el tarareo de un “negro puto/ vas a correr”. Para la escenografía canónica de entonces, la discriminación no era un pecado; todo lo contrario, era un sentimiento. Se trata de aceptar, si los actuales hombres-rottweiler del tablón lo permiten, que las sociedades cambian, que todo tiempo pasado no fue mejor y contemplar la irrupción de algunos principios fraternales que los benditos anarquistas (perdón, Bergoglio) soñaron imponer antaño, sin tanto libro de autoayuda. Muy lentamente, algo está cambiando.
¡Tomala vo s damela a m í cantá un p oquito aunque sea en gua
(Dirigidos
a Boca)
raní!
¡Ahí viene Hitler Por el callejón Buscando judíos n! Para hacer jabó
adas contra (Diversas hinch les en la ua bit Ha a. nt Atla dura) ta dic la época de
A pesar, claro, de los nazis, los gorilas, los ultras, el Ku Klux Clan y la Sociedad Rural, que se estimulan, muy campantes y muy patrióticos, con toda estrofa que se burle de las minorías, de los morochos y de nuestros rostros aindiados. En general, y al estilo de los generales, las tribunas argentinas colaboraron en este desquicio con cierto entusiasmo. Movilizados por la demencial idea del aguante, una política del exterminio impregnó a miles de fervorosos hinchas. Fue en esos amontonamientos que se gestó la idea de creer que somos graciosos, machotes y viriles. Y aparecieron los compositores. Los hubo que se burlaban de las mujeres de los futbolistas (“A la Pata Villanueva/se la coge hasta Labruna”); aquellos que ironizaban sobre virginidades (“Y ya lo veee y ya lo veee/ eso le pasaaa por no coger”, de hinchadas varias a Borghi); crueles con los hinchas asesinados (“Saturnino/ Saturnino/ Saturnino se murió/ le tiraron con un caño/ y
e campeón ¡Si vas por Constit ¡Cuando Boca fu ución parió s y hay un negro co lo la puta que n grabador os añ ntos si lo mirás muy bie han pasado ta n que pasó se o peina como Gardel rd ue ac e m no a st fie e hubo Es un hincha de Bo me contaron qu ca guay ra qu Pa e está esperando y ia liv en Bo el último tren! la (Hinchadas varia ejaba con s a Boca) Maradona fest Junta Militar s sos bostero vos sos así, vo da de todo el ier m vos sos la s ¡No tienen ga mundo entero! z lu en ) en no ti s a Boca (Hinchadas varia os de Lanús! son los viller 09) 20 rias a Lanús (Hinchadas va
¡Centurió n, Centurió n,Centur ión Centurió n necesit a la falop a Alonso u na pija y se un ¡Tocale el culo que consolad or l! go River Ple deja hacer un il n Lorenzo al Sa de que te pa a puta a ad ch (Hin rió! Islas) (Hinchad arquero Luis
a de Boca a River 198 6)
¡oioioi oioioi Le dicen Tigre y es ! un gato maricón
rias a Tigre) (Hinchadas va
¡Son la m itad más un son de Bo livia y Pa o raguay yo a vece s me pre gu che negr o sucio, s nto i te bañá Boca que s... asco te t e lavate e l culo co ngo n aguarr (Hinchada ás! de River a
¡Bola, corran la bola se hicieron putos los negros de Casanova que lindo es vamo’ a coger allá en los ranchos cerca de la ruta 3 Boca) y cuando se hace de noche se disfrazan de mujer para ganarse unos mangos el calamar se tienen que hacer coger…! ¡El calamar, l! o, homosexua (Hinchadas varias a Almirante Brown) es un pescad ense) rias a Plat (Hinchadas va
el boludo cabeceó”, ante el crimen del hincha de Boca a quien los de San Lorenzo le arrojaron un paraavalanchas) y seudojusticieros que pretendían cuidar a los menores (“Todos con el culo en la pared/ llegoooooo el Bambino/ largue todo y agarre a su hijo/ que llega el Bambino y se lo va a coger”, de hinchadas varias a equipos dirigidos por Héctor Veira). El caso es que mientras la Argentina se llenaba de psicólogos, psicopedagogos y psicoterapeutas, los espectadores (popular y platea), cansados de conjugar el infinitivo vencer, iniciaron su reemplazo por sementales verbos. Y si bien, desde una perspectiva histórica, el verbo copular puede ser considerado una antigüedad, lo cierto es que nuestras hinchadas empezaron a cogerse a medio mundo hasta declarar gay a todo equipo rival. Esa fue la primera humillación masiva: contra la libertad de elección sexual. Superada entonces la etapa de la me-
táfora, vino luego la etapa de la galantería sudamericana. Una poderosa alianza entre la gramática y el tetra-brik dio como ejemplo emblemático de nuestra cultura anglosajona abundantes referencias a dos países que el argentino de clase media y alta, evidentemente, no puede admirar, Bolivia y Paraguay. Podrán decir ellos, entonces, que con cierta maldad los estamos sacando de contexto. No lo creemos. La estructura poética de los estribillos agitó la coctelera y se entremezclaron tres palabras: villero, boliviano y paraguayo, para comunicar algunas dedicatorias a los hinchas de Boca. Después se multiplicaría a decenas de clubes, bajo el miserable anonimato de creerse blanco, rico, rubio, celeste y más blanco. Ni hablar de otros momentos de infelices inspiraciones SS. Algún día se escribirá todo el disgusto sufrido por los hinchas de Atlanta, apuntados por las manifestaciones de un grupo de infames a quienes
Videla, Bussi y Menéndez deben tener en sus oraciones. Pero, “¿qué carajo se pretende?”, dirá alguno de esos chabones tira cohetes. “¿Qué cantemos como las Damas de Caridad de San Vicente?” No, qué va. Tomaría mucho tiempo convencer a nuestras hinchadas del retorno a los alegóricos y espirituales tiempos del “zapallo/ verdura/ Boca a la basura”. El “antes” y “después” no será obra de la modernidad de un decreto. Se trata de hacer algo para frenar la estupidez humana. Esta nota recuerda cuánta infamia y cuánta mierdecilla hay en los valientes masificados de los sábados y domingos, luego lameculos de sus jefes en los lunes de oficina. Hasta el buen día en que aparezcan decenas de árbitros estoicos, de cojones, de verdades, de abandonadas resignaciones, capaces de cancelar un partido, irse a casa y sentir el enorme privilegio de hacer un acto de justicia. OCTUBRE 2009 | UN CAÑO 69
PICADO La salida es por allá Mourinho hizo jugar a Muntari el día que el ghanés ayunaba por creencias musulmanas y lo cambió a la media hora. Atenti con el islam, José. Por MARTÍN DENEGRI
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i sos técnico, en el Inter o en un campo de refugiados, y te gritan “sacalo a este muerto de hambre”, pensá bien en lo que vas a hacer. Y si te hacés cargo, agachate. Porque, si no conocés la historia a fondo, si no sos un aspirante a teólogo, si no medís tus palabras, te pueden tirar el Corán por la cabeza… Le pasó al polémico José Mourinho. Le pasó, del otro lado del mostrador, a Sulley Muntari, aquel moreno ghanés que el pueblo argentino disfrutó por estos pagos en el Mundial Sub 20 de 2001 (cuando perdió la final en Vélez) y que ahora –bah, corrección, por ahora- viste la camiseta del Inter. A Pepe, claro está, poco le interesa que el neroazzurro haya pagado hace algo más de un año 14 millones de euros por su pase. Y que él mismo haya hecho mucho por la transferencia. Claro que no. En la primera fecha de esta temporada, el 23 de agosto, no le importó demasiado al portugués que al africano de 24 años y 38 juegos de derecho de piso (con cinco goles) en el Calcio le crujiera el estómago. Contra Bari, Pepe lo hizo titular en el Meazza. Pero a los 29 minutos de juego, de entrada nomás, lo limpió al ofensivo volante musulmán. ¿Razones futbolísticas? ¿Climáticas? Hmm. Experiencias religiosas más que gastronómicas. Y se armó. “El ayuno no es lo mejor para el deportista. Y menos con tanto calor. El Ramadán llega en un período negativo para un futbolista…”, dijo Mourinho. Y ahí comenzó el calvario. Las amenazas. Le temblaron las torres. Todo. Incluso, el lento adiós de Muntari, con contrato hasta 2012 pero… Algunos se prendieron de la luna y la estrella. Mostraron la hilacha. “Respeto la libertad religiosa pero no ficharé jugadores que se autoimpongan limitaciones físicas”, juró Claudio Lotito, presidente de la Lazio. Los nacionalistas de Lega Nord, partido político tano que lo más liviano que propone es la autonomía del norte, bancó al DT para pintarle la cara al moreno y sus modos… “Lo que dijo Mourinho no es insultante para nadie y, sobre todo, no lo es para la religión musulmana”, aseguró Claudio D’Amico, su voz cantante. Tiros para todos lados. Hay excepciones, claro. Incluso deportivas. Por caso, la fatwa egipcia (léase, un pronunciamiento legal del Islam emitido por un especialista en ley religiosa sobre una cuestión abso-
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luta), le dio el ok a la selección juvenil local, que participará en el Mundial de la categoría, para saltearse tanta normativa del derecho islámico. El Ramadán, vale recordar, es el noveno mes del calendario musulmán, donde sus adoradores realizan un ayuno desde el alba hasta que se pone el sol. Y no sólo se trata de no probar bocado. El islamismo es profesar la fe, orar unas cincuenta veces al día, dar limosna (préstamo voluntario a Dios), peregrinar hacia la Meca y… El ayuno de Muntari. Ah, y además de las comidas y las bebidas, el sexo está prohibido. Sí, abstinencia total al rompimiento de la meditación. También tirar un caño… Igualmente, muchos miran para otro lado. Sissoko (Juventus), Kharja (Genoa), Papa Waigo (Fiorentina), Ghezzal (Siena), Meghi y Makinwa (Lazio), Berissa e Inler (Udinese) también están en la misma pero… Mourinho deberá estar atento. Dicen que, para un técnico, el banco de suplentes es una silla eléctrica. Y en algunos wines, la pena de muerte sale como trompada…
PICADO Las mil y una de Sulaimán Apareció en las lujosas vitrinas del fútbol inglés anunciando que compraría a Cristiano Ronaldo, luego a Messi, luego a Maradona. Quién es el bocón de Dubai que amaga con cuentas bancarias a lo Tío Rico. En este mundo de “inversores” de la pelota, éramos pocos y llegó Sulaimán. Por ALEJANDRO WALL
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Sulaiman Al Fahim le gusta abrir la boca con bastante frecuencia. Siempre hace el esfuerzo por superarse en la bravuconada: “el Real Madrid tasó el valor de Cristiano Ronaldo en 110 millones, pero creo que él vale al menos 165. ¿Por qué no podemos pagar 170 millones?” Con esa cara regordeta, la barba apenas abandonada, Sulaimán, a los 32 años, cumple sus deseos de joven rico. Quiso tener un club de fútbol propio y ahí está, desde hace unos meses, como nuevo dueño del Portsmouth, un equipo mediano, más bien tirando a chico, de la Premier League. Pero su imagen, la sonrisa de Sulaimán, se asocia a lo que podría ser un plan mayor: la avanzada de los dineros árabes sobre la pelota inglesa. “Messi me hace amar a la Argentina otra vez”, le dijo tiempo atrás al periodista Sebastián Fest, que lo entrevistó en su oficina de Dubai. Antes ya había amado a la Argentina por Diego Maradona. Entonces, Sulaimán soñó con tenerlos a los dos en su equipo: a uno como futbolista, al otro como presidente. Apareció en el fútbol el año pasado, cuando se anunció que el Abu Dhabi United Group compraba el Manchester City por 250 millones de euros. De pronto, alguien hacía pequeño al oligarca ruso Roman Abramovich, dueño del Chelsea y poseedor de una billetera que desborda de petrodólares. Pero Sulaimán sólo fue el arquitecto de una operación que incluía a un pez más gordo. Para la compra del City había movido la plata de su amigo, el jeque Mansur bin Zayed al Nahyan, miembro de la realeza de Abu Dhabi, cuya fortuna, según se animó a estimar el diario inglés The Telegraph, es de “muchos, muchos, miles de millones de dólares”. Con una pequeña parte de ella, meses atrás, contrató a Carlos Tevez para su equipo, como antes ya había hecho con Robinho. Al Fahim, en cambio, prefiere soñar con Messi y Maradona para el Portsmouth, aunque sólo sea un gusto más de los tantos que ya se dio en vida: produjo la última película de Batman; se convirtió en el Donald Trump de los Emiratos Árabes armando una versión del reality show El Aprendiz; compró el mítico torneo de Linares para despuntar su pasión por el ajedrez –es el presidente de la federación de su país-, y supo pavonearse en grandes fiestas con celebrities de Hollywood.
Sulaiman se educó entre Gran Bretaña y Estados Unidos, donde estudió inversión inmobiliaria. Aprendió bien las lecciones porque como presidente de Hydra Properties se dedicó a la construcción de rascacielos en todo el mundo. De ahí, o de quién sabe dónde, engordó su cuenta bancaria. “Es un filántropo –describen quienes lo trataron- un tipo muy cercano, muy educado, jovial. No te hace sentir que tiene dinero, no se comporta como nuevo rico”. Pero, también dicen en tierras británicas, su mismísima boca lo echó del City, donde los hombres de Abu Dhabi prefieren recostarse sobre un perfil más bajo. Así que compró el Portsmouth, aunque todo es más austero de lo esperado. Hubo un éxodo largo de jugadores y una lista de contrataciones que no conmovió a nadie. En junio, además, con la crisis inmobiliaria como telón de fondo, fue corrido de su posición en Hydra. Y Sulaimán se llamó a silencio. Estos últimos movimientos hicieron que se lo empezara a mirar de reojo. David Conn, uno de los periodistas ingleses que más hurga en los dineros que ruedan con la pelota, escribió en su blog de The Guardian que crecen las dudas acerca de si Sulaimán realmente tiene el dinero para invertir en el club. O si su poder de fuego queda sólo en palabras.
Un marciano en la cancha
Nos, los representantes del pueblo cañero, reunidos en Congreso General Constituyente por voluntad y elección de los periodistas que lo componen, en cumplimiento de pactos preexistentes, con el objeto de constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general, y asegurar los beneficios de la libertad para nosotros, para nuestra posteridad y para todos los periodistas del mundo que quieran escribir en esta revista, cedemos estas páginas a colegas de otros medios; sin invocar la protección de Dios.
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unque suene extraño, debo confesar que debuté tres veces. Nadie puede debutar más de una vez, así como nadie puede nacer dos veces, de modo que debo aclarar que mis debuts fueron dos veces como frustrado protagonista y otro como azaroso testigo. La primera vez fue a los trece, como corresponde, cuando con el Flaco Buckley fuimos a debutar abajo del Puente Pueyrredón. Abajo quiere decir, literalmente, abajo: en esos años no existían los monoblocks y los silos de Avellaneda se levantaban en medio de un enorme cráter verde oscuro, en una inmensa nada limitada por las luces del puerto y pequeños fueguitos que nacían de la fila de camiones que esperaba para descargar el cereal. El pasto del cráter llegaba a la altura de la cintura y de allí, en pleno safari, emergía una chica con una falda diminuta y dos toallas en la mano derecha. Los cuatro clientes hicimos cola hasta que la chica tomó al primero de la mano, como si estuviera invitándolo a la pista de baile, y la oscuridad los devoró a los dos. Era verano, y un viento sutil movía los yuyos. Yo era el último de la fila, y salí corriendo antes de empezar. Mi verdadero debut sucedió algunos meses después, en Córdoba, con una gordita a la que le prometí amor eterno. Varias décadas después fui testigo de un debut ajeno, la noche en que descubri72 UN CAÑO | OCTUBRE 2009
mos que Rodrigo Fresán, escritor, compañero de ruta de Página/12, joven promesa de la literatura argentina, nunca había ido a un cabaret. -¿Nunca? -Nunca. -Pero… aunque sea a tomar algo… No sé… -No, boludo. Nunca. Un grupo compuesto por Fito Páez, Martín Caparrós, Miguel Rep y yo decretó entonces que aquella noche Rodrigo dejaría de ser una promesa: ¿cómo podía escribir bien alguien que no estuvo jamás en un cabaret? De aquel debut me quedan sólo astillas: las caras de las chicas viendo entrar a Fito, que ya por entonces era una súper estrella; y todos nosotros convertidos en una estudiantina, ambulando por el centro, en una de esas noches que
No entiendo a los socios que asisten silenciosos a la quiebra de los clubes, o a los presidentes que insultan a Grondona pero lo votan, o a Di Zeo regalando juguetes en el Hospital de Niños, y mucho menos a la “incentivación”, esa especie de coima de salón.
nunca se terminan. Hasta que años después, me llevaron a debutar a mi: -¿Nunca fuiste a un partido? -No. -¿Nunca? Es cierto, nunca fui a un partido. A una cancha. Asumir mi condición de marciano no era gratuito: mi abuelo, Agustín Lanata, jugó en el primer equipo de River que ganó una copa: el Trofeo Competencia, en 1914. Mi padre, Ernesto Lanata, fue delantero de El Porvenir entre 1938 y 1939.Y yo nunca había ido a la cancha. Perdón: había ido, a los seis o siete años, a la cancha de Arsenal, en el Chevrolet 51 de mi viejo, y por supuesto no recordaba casi nada. Por eso fui arrastrado, una tarde, a un River-Boca. Soy un aguafiestas: me fui quince minutos antes de que el partido comenzara. -¡Gordo! -me grita uno, cuando estamos entrando. Lo saludo. -¿Cómo andas? –me grita otro. Hago un ademán: todo bien. -¡Che, puto! –dice un tercero. -¿Qué, se quejó tu hermana? –le respondo, y tres amigos me sepultan en el asiento de atrás. -¿Estás loco? -me dice uno de ellos-. No respondas así porque acá nos dan vuelta el auto y no salimos. -¿Por qué entran separados? -¿Qué decís?
-¿Por qué entran separadas las hinchadas? -¿Vos lo escuchás al boludo este? –me señala mi amigo, con un cariño casi pedagógico. -Si van juntos, se matan –responde otro amigo. -Ah. Lo “normal” es que se maten. El “idiota” es quien pregunta. Diez minutos después, cuando intentábamos acomodarnos en el palco de prensa, alguien comenta, divertido, que los de arriba los estaban meando. Ja. El tipo que corta la entrada me grita a diez centímetros de la cara: -¡El ticke! ¡El ticke! ¡¡¡El ticke!!! Los de atrás empujan y los de adelante resisten. Los de arriba siguen evacuando agua bendita. -¡Metételo en el orto! –le digo a mis amigos, y me doy la vuelta. Estuve varios meses en Gaza, en la primera Intifada en 1987, en Pakistán, en la Segunda Guerra del Golfo, y en la frontera israelí con el Líbano. No me creo más valiente o más cobarde que cualquier lector. Una bomba voló la rotativa de Página/12 hace veinte años y he tenido que convivir con custodia de la policía durante varias investigaciones los últimos diez. Aquel domingo no soporté la
violencia en la cancha, y me fui sin entender el milagro que evita diez muertes por domingo. -¿Qué es lo que ves? –me pregunta un micrófono en el pasillo, antes de la salida. -Veo veintidós millonarios corriendo y, alrededor, tipos que pierden todos los días de la semana, a los que el sistema convenció que de este modo ganan, como si jugaran ellos. Y encima les cobran entrada. Cada vez que cuento esta historia alguien me dice: -Es que vos no entendés la pasión… Si hay algo que entiendo es la pasión. Y es precisamente desde la pasión desde donde me permito hacer un par de preguntas sobre el fútbol: 1) ¿No les asombra la increíble parcialidad del periodismo deportivo? Si escribieran sobre política, todos estarían sin trabajo. Nadie sostiene “Kirchner es una maravilla y la única solución posible” (bueno, Horacio González y los viejitos de Carta Abierta, pero son intelectuales a sueldo y no periodistas). Sin embargo, cualquier periodista deportivo diría algo así de Menotti, o Bilardo, o Bianchi o quien fuera. 2) ¿Creen realmente que el futbol es un asunto de Estado en un país del Tercer Mundo con 30% de pobreza? 3) ¿Hubiera sido posible el monopolio
sin el consentimiento tácito o explicito del público y la prensa? 4) ¿Cómo soportan el gremio y las autoridades del fútbol las agresiones a periodistas, el incendio de cabinas, los vidrios polarizados, las amenazas? 5) ¿Es ésta una historia de pasión? Si así fuera, es una historia en la que Romeo fiola a Julieta y se queda con el 70% del dinero. Lo que no entiendo es la pasión por el fútbol. No entiendo que en el juego haya mas angustia que alegría. Tampoco entiendo que se venda la camiseta: no quiero un Big Mac en la bandera argentina. Supe hace poco que no estoy tan loco: el Barcelona lleva el logo de UNICEF. No entiendo que alguien se alegre más por la derrota del rival que por el triunfo propio. No entiendo a los socios que asisten silenciosos a la quiebra de los clubes, o a los presidentes que insultan a Grondona pero lo votan, o a Di Zeo regalando juguetes en el Hospital de Niños, y mucho menos a la “incentivación”, esa especie de coima de salón. Tampoco entiendo que haya que crearles, a los chicos, héroes donde no los hay. Es cierto, y hasta vergonzoso: soy un marciano en la cancha, Don Agustín y Don Ernesto me enseñaron que no es ése el sitio donde enterrar los sueños de los pobres, y que el futbol es un lugar donde se da.
HUGO RAMOS
erse la debe pon e u q o ip la u ltitud hab man el eq u r m a s a e n d u y , o Dieg arman ar El abeza del fé en el B s hinchas c a c lo la l s e n a d r e t a id n r Mie costaotros p A la ho para este elección. Blanca, y S ó y iv la e r t e n s d e le r e la ve o C n, la char a qué nue un golead ió Y c e ¿ d fi ? a a e t lt la n e fa e voz d de la re la g ita con la ueve quie c n la é , u o Q s ¿ e r ? Prog nemos é nueve te u q a Y ¿ s? : do argentino s lo s o m a extrañ
La tabla del nueve
S
e habla en estos días de la carencia de un nueve en la Selección y de cuánto se extraña a Batistuta y a Crespo. Por otra parte, ya sabemos que ni Tevez, ni Messi, ni Agüero tienen el olfato de goleador, esa característica del nueve que está ubicando siempre el espacio, con la posibilidad de jugar con otro compañero por afuera, que sería como jugar con un enganche de verdad. Claro, contar con ello sería lograr el ideal de un equipo ofensivo: un jugador que además de técnica tenga inteligencia para leer el partido y que te garantice cuatro o cinco pelotas de gol para ese delantero goleador que buscamos. Y no un jugador que tenga la necesidad de bajar 30 metros. Sería muy interesante contar con una dupla así, pero aún no lo tenemos. Si bien siguen saliendo jugadores, y van a seguir saliendo, tenemos que admitir que hay una carencia de jugadores desequilibrantes. Necesitamos más jugadores que se pongan el equipo al hombro pero no desde la voluntad, también desde la técnica. El otro día escuché que había un pelotudo que criticaba a Mascherano y pedía que pusieran a Bolatti. Evidentemente un solo partido flojo de Mascherano alcanza para la exacerbación de un porcentaje de la población, que son casi como una raza, tienen la mirada impiadosa con el resto de los jugadores, creen que Bolatti porque ahora juega bien, ya merece la titularidad. Esto se llama “demonización
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de Maradona” y lleva a que cualquier jugador sea discutido. El nivel de pelotudez ya toma todo el cuerpo. Admito que hay una carencia de un puesto fundamental como lo es el de centrodelantero de área. Si bien podemos personificar esa clase de jugador en Sand o Palermo, tampoco hay que olvidarse de Romeo, otro jugador que tiene el alma del nueve dentro del área. El nueve que tengo en la cabeza es un tipo que puede suplir falta de técnica con cierta inteligencia; el ejemplo mas claro fue el de Toti Iglesias. El Toti era un tipo que no tenía técnica (él mismo lo reconocía). Cuando el Toti debutó en Racing lo hizo en un triangular. Primero pateó solo y afuera; nosotros nos mirábamos y dudábamos de que Iglesias fuese un gran goleador. Pero al rato, marcó el gol y en silencio se fue hacia el banco, miró a Basile y le hizo una seña con el dedo como diciéndole, “ahí va, ése fue el primero’. De ahí en más no paró de hacer goles. En aquel triangular, primero a San Lorenzo, después a Boca. Pero ese Toti Iglesias jugaba con Rubén Paz, con Colombatti, Ludueña, con Acuña, y jugaba con Walter Fernández, que tenía más habilidad, y con Medina Bello, más potencia. Igualmente, siempre invito a no olvidar que en el fútbol hay algo de lógica; la única lógica que no existe en el fútbol es la de los tipos que te sorprenden, los Maradona, los Pelé los que no juegan con la lógica. Después, el fútbol siempre tiene una lógica.
Bianchi también tenía una inteligencia particular, como si fuese el dueño de una capacidad especial consistente en saber dónde debía ubicarse, porque sabía para qué lado iría la pelota. Aunque sé que todos ellos contaban con el compañero que le iba a poner la pelota de gol. Esa dupla de la que hablaba anteriormente. Me gusta el nueve con inteligencia, no con rudeza, no con torpeza. Bianchi, insisto, no tenía ni gran velocidad ni gran potencia, ni gran técnica. Tenía mucho de intuitivo y pillo. Él sabía cómo jugar, y lo sabía por conocer cuáles eran sus verdaderas condiciones. Una vez, en el boliche de la hija, me admitió que era simplemente un vivo que sabía aprovechar sus características y que eso se llama inteligencia. Vos lo veías a Bianchi con un aspecto encorvadito, flaco... pero luego pum te la clavaba. Tengamos en cuenta que tampoco todo se va a solucionar por tener un jugador que arme una jugada para que ese “nueve” pueda quedar solo. Es que no se trata sólo de tirar centros. Ya sabemos, tirar centros tampoco es sencillo. Los centros son variados, centro al área, hay centros atrás, desborde y centro atrás. Pero esas fórmulas son letales si alguien lee la jugada. Por ejemplo, no vas a tirarle centros a Palermo cuando toque el turno de jugar ante los alemanes. Y después está esa sensación, que tienen unos cuantos, de pensar que Palermo es un burro. Un reduccionismo barato.
Habría que decirles a todos ellos: ‘el burro sos vos’. Ahora, si un entrenador de la Selección intenta solucionar esto poniendo a Palermo, o cualquier otro nueve, y diez jugadores más que tienen más voluntad que técnica, no tenemos demasiadas esperanzas. Es bueno recordar, para quienes reclaman a Palermo, sólo por ser Palermo, que aquel Boca multicampeón de Riquelme tenía a Cagna, tenía a Chicho Serna que recuperaba, tenía unos cuantos jugadores más que aportaban calidad. Tampoco me parece razonable suponer que sacar del equipo una pieza y poner a un nueve, porque el nueve hace goles, nos dará frutos inmediatos. No le vamos a jugar y a ganar a otras selecciones sólo por esto. En el fútbol no es posible saber lo que te va a pasar en el próximo partido. Todo es a base de intuiciones; vos podés pensar que cambiar de cancha sirve, pero después vienen las circunstancias fortuitas del juego. Los hinchas somos así, tenemos siempre un discurso anterior al partido, un discurso mientras el partido se desarrolla en los primeros 20 minutos, un discurso cuando está por terminar el partido, y un discurso post partido. Insisto, es un reduccionismo decir que a la Selección le falta un jugador y nada más. Para llegar al arco contrario hay matices. Quedarse en la idea de resolver todo con un nueve es reduccionismo. Necesitamos un estilo de juego colectivo.
Violencia en el fútbol
B
ien sabido es que un número importante de simpatizantes no acepta de buena gana la derrota y, menos que menos, cuando esa derrota afrenta la capacidad de lucha de nuestro equipo. Es entonces ahí cuando empiezan a tomar cuerpo las amenazas y, en muchos casos, la amenaza directa. El hincha siente que esa imbecilidad llamada territorio ha sido invadida y vapuleada. La primera hinchada en llevar a cabo la famosa apretada a los jugadores fue la barra brava de Juventud Perdida de Longchamps, club que peleaba para ascender a la C. El equipo perdía sin dar muestra de la mínima y elemental capacidad de lucha. Es entonces que el gordo “Metástasis” fue con diez pibes de la barra, encaró al número nueve, conocido como “el Colorado Narváez”, y le dio un soberano chupón de lengua mientras frotaba el miembro débil y asombrado del colorado.
Acto seguido, los muchachos del resto de la barra, todos ellos con ropa interior femenina, se colgaron literalmente de los jugadores y los besaron apasionadamente. “Metástasis”, famoso por haber desmayado de un cachetazo a un tractor, gritaba “es el éxtasis del amor, el sexo ritual, la tierra prometida; los vamos a matar y a besar a todos”, mientras la barra seguía apretando al resto del equipo. Por alguna extraña razón, a la mitad del plantel le encantó la inesperada situación y siguieron jugando cada vez peor. El resto, asqueados, empezaron jugar con más ganas pero el equipo estaba literalmente partido. Finalmente, un integrante gay del grupo “Hamas estuve con una mujer” se inmoló destruyendo la totalidad del club; club que hoy está en el recuerdo de sus pocos hinchas. El gordo Metástasis puso una peluquería para caniches y el resto de la barra se metieron en robos y ortos, una sección de la policía científica y pasiva.
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PICADO Dos pájaros de un tiro De la colección de torpezas acumuladas en el fútbol argentino, extraemos una pieza de 1934. Cuando los dirigentes “ordenaron” que algunos clubes fusionasen sus equipos para intervenir en el Torneo. De aquella idea surgió Unión Atlanta Argentinos, un equipo con un agregado antiestético, la camiseta roja y una “v corta” azul y amarilla, con pantalón negro y medias grises y, a veces, bolsillo azul y amarillo. También debieron fusionarse Lanús-Talleres de Remedios de Escalada. Por ALEJANDRO FABBRI
C
uesta creerlo, pero ocurrió: terminada la tercera temporada del fútbol profesional argentino, en diciembre de 1933, los dirigentes más importantes resolvieron reducir la cantidad de equipos participantes en el campeonato: de dieciocho pasaban a catorce. Como no había Segunda División –la actual AFA se fundaría en noviembre de 1934- bajaron por “decreto” a Tigre y a Quilmes, que fueron los que menos habían recaudado en el último año. Pero quedaban dieciséis y debían achicar aún más el grupo de clubes. Entonces, también por mayoría simple, y sin fijarse en ningún reglamento (¿les suena en la Argentina algo así?), decidieron que Lanús podría jugar, pero si se fusionaba con Talleres de Remedios de Escalada, un club con el que mantenía una rivalidad barrial muy fuerte. La misma decisión bajó para Atlanta y Argentinos Juniors: fusión o nada. Los dos engendros se hicieron realidad con los mismos nombres, pero agregándoles a cada uno la palabra “Unión” delante. Una unión que nadie quería: ni los directivos ni los hinchas y mucho menos los jugadores profesionales. Pero hubo que callarse y aceptarla, so pena de ser marginado para siempre. De apuro, ambos clubes resolvieron mantener sus identidades y establecer que se alternarían en el uso de sus canchas. Como locales, los Bohemios jugarían en su cancha de Villa Crespo, inaugurada en 1922, y luego en el predio de Argentinos Juniors, ubicado en la intersección de avenida San Martín y la calle Punta Arenas, de donde fue desalojado en 1937 para marchar a su lugar definitivo. Sin embargo, quedó claro que la cancha de Atlanta era más apta, ya que permitía que el público de los dos clubes, unidos a la fuerza, se ubicara en tribunas separadas. Por ese motivo, luego de la primera alternancia, ganó la idea de jugar en Villa Crespo. Tudo bem, todo legal, era la única manera de participar. El problema llegó con la camiseta: tenían que ponerse de acuerdo y debían mezclar colores. Les salió un engendro: un equipo con camiseta roja y una “v corta” azul y amarilla, con pantalón negro y medias grises. En algunos casos, fue la camisera roja con el bolsillo azul y amarillo. Un sencillo mamarracho… El combinado arrancó perdiendo 2-1 con Chacarita, en la vieja cancha de Argentinos. Desde el primer partido se dio el curioso caso que las hinchadas se agruparon en tribunas distintas: los de Argentinos alentaban a “sus” jugadores y los de Atlanta a los suyos. Así, eran vivados Rotman, Vernieres, Pietra-
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cupa y Ribes, ídolos de los “criollos”, y la gente bohemia batía palmas por Perrupato, Moyano y el paraguayo Sosa Largo. Que quede claro algo: Argentinos era “criollo” por la participación masiva de jugadores del interior del país; el apodo de “bichos colorados” o el “Tifón de Boyacá” llegaría años después, con fundamental participación del periodismo para endilgar esos sobrenombres. El equipo encadenó muchos resultados negativos y sufrió derrotas abultadas, como el 1-6 ante San Lorenzo, el 1-8 ante River en la cancha de Atlanta, 2-6 contra Boca en Villa Crespo y un 1-6 frente a Vélez en el viejo fortín de Villa Luro. Los festejos fueron escasos. Un celebrado 4-2 contra el poderoso Gimnasia del Pepe Minella y algunos empates. Para mediados de septiembre, la fusión se disolvió. Los dirigentes de Atlanta estaban todos enfrentados y la Liga Argentina resolvió intervenir el club, decretando la desafiliación de la Unión Atlanta-Argentinos y habilitando solamente a Argentinos Juniors para jugar las catorce fechas que faltaban. Los jugadores que pertenecían a Atlanta, siguieron participando de los partidos, pero bajo la cobertura del nombre del club de La Paternal. El equipo no mejoró y finalizó último, con apenas dos victorias en 39 partidos y 113 goles en contra, casi tres por encuentro. La otra Unión, la de Talleres y Lanús, funcionó mejor: sumó 27 puntos y salvó las papas. Fundada la AFA el 3 de noviembre de aquel año, se resolvió disolver las uniones obligatorias y respetar la individualidad de cada club. Así, en 1935, los cuatro –con Atlanta ya recuperado- se presentaron por su cuenta. Como querían todos.
PICADO Cómo lograr un buen servicio
Todos atrás y Dios de nueve
Por ROSCOE TANNER
En aquel Boca paupérrimo de los 80 pasaban cosas rarísimas. Algunas penosas, como las camisetas con el número dibujado; otras memorables, como el día en que el Loco Gatti jugó de delantero en un amistoso frente al Atlas mexicano. Y casi mete un gol. Por EZEQUIEL BERGONZI
Por razones obvias quiero felicitar a Guan Martín Del Potrou por su terrific triunfo en el US Open. Ok, ok, ya sé que así no se dice, pero así es como nos sale a los que venimos del Norte. Lo habrán escuchado en la entrega de premios en Flushing, cuando el presentador dijo “Guan” en lugar de “Juan”. Fonética, que le dicen. Podrá sonar patético, pero ahora que gracias a Un Caño llevo ya un tiempo en Aryentina, se los tengo que decir: ustedes suenan mucho más ridículos cuando dicen Marrai o Marri en vez de Andy Murray. ¡Oh, my God, muchachos! Cada uno es como es y baja las escaleras como puede (lo admito, alguna vez, cortesía del gallego Orantes, en el circuito escuchábamos al Nanou Serrat). Sé que estas son canchereadas de algunos especialistas en tenis (forguerit: no daré nombres), pero cuidemos el uso de la lengua. Y hablando de usarla bien –ya verán como todo cierra–, el otro día, profundizando sobre el buen servicio, en un depto de Belgrano conocí a Agus (nombre de guerra, obvio). Una rubia platino dueña de una lengua muuuy bien educada que, en un momento dado, me sorprendió por sus conocimientos tenísticos. Superada la fase oral, de pronto me empezó a pedir, muy exaltada ella: “¡Murra! ¡Dame murraaaaaaaa!” Ahí, lo admito, ya no entendí nada. “Mirá -le dije- no te hagas la Salata. Acá se dice Murray; en mi país, Marrai, y si lo querés más british, Marri. ¿Pero murra...? ¿What is this sheet?”. No entraré en detalles sobre lo que me dijo –más bien, me hizo–, pero no saben cómo me gustó. Bueno, sigo investigando para ustedes. Muy bueno el programa.
“Éramos tan pobres”, habrá pensado el Loco Gatti cuando se dio cuenta de lo que estaba por pasar. O no, quizás no. Una teoría más acorde a su carácter fanfarrón llevaría a pensar que se habrá sentido frente a su gran chance. Era la época en que Boca, el Boca más pobre de la historia, llegó a jugar un partido en la Bombonera con remeras blancas y números pintados a mano, a falta de una camiseta alternativa. Pero nada de eso hizo arrugar al autor de “la de Dios” cuando se le presentó la ocasión. La historia es así: el equipo andaba paseando sus miserias en una gira por Europa y los Estados Unidos, a mediados de 1984. Ya se había comido un 9-1 del Barcelona por la copa Joan Gamper, el 21 de agosto. Y el domingo 16 de septiembre de 1984, ese periplo en busca de un puñado de dólares lo llevó a California. Allí, en el estadio Rat Cliff, de Fresno, se le puso enfrente otro que andaba a los porrazos: el Atlas de México, que acababa de salvarse milagrosamente del descenso. Ahora bien, decirle estadio a esa canchita de barrio es respetar una convención. Las tribunas eran escalones de madera, pocos además, que no alcanzaban a cubrir los cuatro costados. Los palos de los arcos seguían por encima del travesaño porque, claro, allí se jugaba fútbol americano. El soccer, entonces, era una vaga referencia en iuesei. Había más pozos que pasto, y las piernas de los jugadores de Boca lucían, según el caso, medias azules o amarillas. En ese contexto, al Loco le llegó la oportunidad a los 28 minutos del segundo tiempo. Estaba cómodamente sentado en el banco, porque el arco le había tocado esa
(Más allá de los courts...)
tarde al uruguayo Julio César Balerio. Pero en ese instante histórico se lesionó José Omar Berta, que a su vez había entrado en el entretiempo por aquel portador de bigotes que fue Roberto Passucci. Afuera Berta, el brasileño Dino Sani (aquel DT que una vez eligió un gol en contra como el mejor de la fecha) miró al costado y se dio cuenta de que apenas le quedaba un suplente. Era Gatti. ¿Alguien puede pensar que el Loco se achicó? Imposible. Hubo que esperar a que el utilero corriera al vestuario a buscar una camiseta de campo para que se calzara Hugo Orlando: le tocó la 14. Cuenta la leyenda que, no bien entró a la cancha, le pegó un grito a Omar Porté, que jugaba de wing: “¡Tirame buenos centros!”. Fue a pararse de nueve, para armar con el uruguayo Fernando Morena la dupla de centrodelanteros que Bielsa nos negó con Batistuta-Crespo. Era lógico: no hubiese sido digno de Gatti ir a jugar de cuatro, estacionado en un costado para pasar inadvertido. Él quería acción, olfatear el gol. Y estuvo cerca: faltando seis minutos, Morena clavó el 2-0 (después descontaría el Atlas), pero una foto demuestra que al uruguayo no le hubiese costado nada dejar pasar la pelota para que definiera el Loco. O tal vez hizo bien; un gol propio le habría dado a Gatti la excusa perfecta para exigirle a Bilardo un lugar en la delantera de la Selección. Como sea, el que decía ser “el más vivo en el puesto más bobo” se había regalado una historia (otra más) para contarles a sus nietos. Y hasta es probable que Iván Noble sepa de aquel partido. Y que el gran Hugo Olando Gatti haya sido su musa cuando escribió una canción para Los Caballeros de la Quema”, muchos años después. Esa que se llama “Todos atrás y Dios de 9”. OCTUBRE 2009 | UN CAÑO 77
ANGEL CAPPA
“Todo está armado para los dueños de los jugadores” Con un eterno sentimiento barrial y lírico, Angel Cappa es el personaje que le faltaba a nuestro fútbol. Alguien que, en las buenas o en las malas, mantiene ideas, ama el buen juego y odia a los mercaderes. No se trata de una entrevista para transmitir actualidades, todo lo contrario. Una lectura recomendable, en la que cada cual podrá definir de qué lado se pone. Por ARIEL SENOSIAIN Fotos FABIÁN MAURI
E
El termómetro de la Capital marca doce grados. El de La Quemita, lugar de entrenamiento de Huracán, cinco menos. Así dicen los que vienen aquí habitualmente. Angel Cappa maldice el frío. Y escupe uno de esos insultos marca registrada, entre otras definiciones que lo diferencian de sus colegas. Termina la práctica y habla con un par de dirigidos: “un rato nada más. No hay que hacer un discurso, ni con un futbolista ni con una novia: se aburren y se van”. Cappa, a diferencia de la mayoría, no cree que los jugadores hayan cambiado: “los seres humanos, no sólo los futbolistas, cambiamos en la manera de hablar, la vestimenta, en lo externo; 78 UN CAÑO | OCTUBRE 2009
pero nuestro interior sigue igual. En los 60, los futbolistas también decían que ellos de chicos eran más respetuosos. Es la nostalgia del tiempo pasado. Los jóvenes piensan que cuando dejan de ser jóvenes, se termina el mundo. Pasó y pasará en todas las generaciones. Sin embargo, cambian las formas, a mí me tutean y yo tuteo a los jugadores. Pero los sentimientos, lo interno, permanecen inalterables”.
¿Cuál es su época que mejor recuerda? Si tengo que recordar una época extraordinariamente feliz, elijo aquella en la que no tenía conocimiento de lo precario de la vida, de que el tiempo se termina. O sea, cuando era pibe. Cuando mi
única responsabilidad era jugar. Desde los siete años hasta la adolescencia. Lo único que tenía que hacer, más allá de cumplir con el colegio, era jugar al fútbol. La felicidad completa.
¿Tuvo tiempo para el fútbol en el exilio? Casi nada. Utilicé muchos años para poder sobrevivir. Trabajando de lo que saliera, tratando de encontrar alguna estabilidad, militando. Eso sí, iba a ver fútbol. Recuerdo una vez que me quedaban cinco mil pesetas, jugaba el Barcelona con Cruyff en Santander y, entre viaje y entrada, se me terminaba la plata. Tuve un dilema, porque seguía a Cruyff a todos lados. Finalmente me gasté las cinco mil pesetas. No me acuerdo cómo
seguí adelante. Seguramente habré tomado café a la mañana y habré esperado al día siguiente para volver a tomar café. Fue un momento desagradable del país. Es necesario conocer la historia. Me gusta saber sobre las raíces para conocer quiénes somos los argentinos.
¿Y quiénes somos?
El elogio más grande que recibimos fue el de Telch, que dijo que jugábamos como jugaban ellos. El fútbol de antes. Huracán, un equipito que tocaba bien, incendió el país. ¡El mundo, incendió!”
Hoy los argentinos pretendemos ser. Nos han arrebatado tantas veces la ilusión que ya no somos. Nos quitaron la posibilidad de ser, nos dejaron en el desierto y nos dijeron que cada uno se salve como pueda. En eso estamos.
¿Qué visión tienen los españoles de nosotros? Más allá del fútbol, ninguna. La misma visión que nosotros tenemos de Finlandia. Los que tienen parientes acá se preguntan cómo puede ser que un país tan rico sea pobre. Entonces hay que explicarles que el país rico se lo llevaron, que la riqueza ya no es más de los argentinos.
¿Les cree a los medios?
“Los españoles que tienen parientes acá se preguntan cómo puede ser que un país tan rico sea pobre. Entonces hay que explicarles que el país rico se lo llevaron, que la riqueza ya no es más de los argentinos
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A algunos sí, pero a la mayoría no. Los medios han dejado el periodismo de lado, se han convertido en agentes difusores de la clase dominante, a la cual pertenecen. Perdieron la objetividad para meterse de lleno en la manipulación. Según quién diga algo, uno piensa exactamente lo contrario y acierta. Antes los medios tenían su línea editorial, pero eran más responsables a la hora de informar. Cuando Evo Morales ganó por el 68% a 32% las últimas elecciones, el diario El País de España tituló “Empate técnico en Bolivia”, una manipulación absoluta.
¿Qué porcentaje de la población cree que percibe esta situación? Muy poca gente. El común de los ciudadanos no tiene el tiempo que tengo yo para meterse en Internet, para leer Rebelión.org, donde me informan. Lo que están haciendo con Venezuela es infame: deforman la realidad. Convierten a una persona como Chávez que, les guste o no, ha dado quince elecciones, en un dictador. Que digan que no les gusta, pero ¿cómo va a ser dictador si participó en quince elecciones?
La antinomia está gastada. Cada bando aportó lo suficiente como para que el bilardismo-menottismo parezca ya sin sentido. La idea a priori era no volver sobre el asunto. Pero el propio Angel ingresa, por la ventana, a partir de un elogio al Huracán que estuvo a un gol del título: “el elogio más grande que recibimos fue el de Telch, que dijo que jugábamos como jugaban ellos. El fútbol de antes. Huracán, un equipito que tocaba bien, incendió el país. ¡El mundo, incendió!”
¿No será mucho, Angel? ¡No! A mí me llamaron para hacerme notas desde Alemania, Inglaterra, Italia, España, Francia, Grecia... Todo un barrio vivía de esa ilusión. Parque Patricios lloraba de emoción cuando veía jugar a Huracán. Todos los argentinos, salvo los de San Lorenzo y los de Vélez, querían vernos campeones. Contradiciendo el discurso dominante. Fue el fracaso más grande del Niembro-bilardismo. Durante treinta años hablaron de un estilo y cuando apareció un equipo que tocaba tres veces la pelota, todos los argentinos se hicieron hinchas de Huracán. No salimos campeones y siguieron siendo hinchas. Creían que eran mayoría, pero mayoría somos nosotros: la gente a la que le gusta el Barcelona, España. Quedaron cuatro tipos en la corriente del Niembro-bilardismo. Como tenían los principales medios de comunicación, creían ser los dueños de la verdad. Ahora ni eso tienen. Por eso Niembro les gritó desesperadamente el gol de Vélez en la cara a sus compañeros de trabajo. No pasó de moda una mierda nuestro fútbol, sigue bien vigente.
¿Volvió a ver el partido contra Vélez? No, porque fue muy doloroso. Nos sentimos despojados por los errores de Brazenas. Nos quitaron un gol válido y le dieron a Vélez uno que no era. No lo quiero ver más. Me dolió tanto como que después hayan destruido ese equipo que sólo llevaba diecinueve partidos juntos. Araujo y Arano se fueron por 350 mil dólares, nada, de acuerdo a las cifras del mundo del fútbol. El dueño del pase de Pastore me había asegurado que se iba a quedar y al final se lo llevó. Defederico se fue por una cláusula que existía en su
contrato en contra de Huracán, que tenía el 60% de su ficha. En el fútbol argentino todo está armado para los dueños de los jugadores y los representantes, que son los que viven en mansiones, los que compran a los pibes en cien mil dólares y los venden en cuatro millones. Se llevan por delante a quien sea. Son elefantes que pisan los crisantemos y las margaritas que van creciendo en el jardín.
Para que haya empresarios que hacen su negocio, siempre son necesarios dirigentes que los dejen. Los dirigentes están ahogados. Huracán tiene embargos, juicios, deudas, atraso de sueldos... Con la plata que entró por Defederico nos pagaron algo después de tres meses y medio. El club no tiene una moneda. Entonces se encuentran con un pibe que juega bien, le ofrecen a un empresario un porcentaje y tapan un agujero.
Galletita para hoy, hambre para mañana. ¿Y la solución? ¡Qué se yo! La única manera es que un
tipo venga y ponga todo en cero. Y ni siquiera así. Lo primero que tiene que ocurrir en el fútbol es un reparto justo del dinero. Hasta hace unos meses sucedía una gran injusticia: los clubes se llevaban un porcentaje mínimo de lo que ganaba la televisión. Contestaban “si les damos más, ellos lo despilfarran”. Eso es otra cosa. A un obrero al que le corresponde cobrar 2.000 pesos no le das 1.500 por si se los gasta, le das los 2.000 y que después él haga lo que quiera. Esa injusticia está reparada. Ni siquiera defendían la libertad de competencia, que es la esencia del capitalismo que pregonan. Ahora, además, hay que abrir el abanico de ofertas. Y faltará solucionar el tema de los representantes. Arrasan con todo. Donde hay un dólar pasan por encima hasta a su madre. Justifican su accionar con la justificación de siempre en el capitalismo: “son negocios”. Entonces no tienen en cuenta ninguna ilusión, ningún sentimiento. Deberían ayudar a que esa ilusión siga creciendo. Se llevan jugadores a Rusia, a Ucrania, a cualquier lado.
Quedaron cuatro tipos nada más en la corriente del Niembro-bilardismo. Como tenían los principales medios de comunicación, creían ser los dueños de la verdad. Ahora ni eso tienen. Por eso Niembro les gritó desesperadamente el gol de Vélez en la cara a sus compañeros de trabajo”
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Un toque de atención Cansado de recomendar una copa de Amarula, el licor de origen sudafricano que nos remite a las bondades afrodisíacas del “Marula” (“los elefantes aumentan su potencia sexual comiendo marulas de los árboles”), el lánguido periodista se ha dedicado en estos días de tristeza celeste y blanca a explicar que el Grupo Clarín es parte de una conspiración que apuesta a la eliminación de la Selección para sepultar así al kirchnerista Maradona. Por PABLO LLONTO Ilustración SIMÓN CHÁVEZ
F
ogueados en el arte de tumbar gobiernos, los abundantes periodistas y gerentes del Grupo Clarín se preparan para llegar al triunfo final y cumplir el mandato de la señora Directora: “y quiero también la cabeza de ese traidor de Maradona”. Mientras cronistas y comentaristas deportivos de todo el país divagan sobre los motivos que han convertido a nuestra selección nacional en un nubarrón, una historia clandestina me ha convencido de la inocencia de Maradona. Estimo que todo empezó en mayo de este año. Diego, de repente, sorprendió a los tostados opositores del gobierno K y puso la firma en un escrito que apoyaba el proyecto de Ley de Servicios Audiovisuales. Como un personaje de Valle de Sombras, Héctor Magnetto, el adoptado gerente de Clarín, decidió que ya era demasiado y que por más Diego de la gente y multipremiado ídolo que antaño reconocieran las huestes clarinescas (cara del Gran DT en los noventa), no podía tolerarse que el Diez sumara su cautivante figura a la tropa pingüina. Le llevó la noticia a la desatendida Ernestina Herrera viuda de Noble y masajeó su furia hasta lograr que ella pasara de la decepción al odio. La versión nacional de Cruella De Ville, famosa hoy a causa de su obsesión por hacer abrigos con la piel de funcionarios kirchneristas, decidió sacarle la escalera a Diego. En la redacción de Clarín y en la redacción de Olé, dos ordenanzas apellidados Kirschbaum y Roa, conocidos por su fina capacidad para cebar mates y besar manos, no vacilaron en mostrar lo mejor de su profesionalismo: esmerilar al enemigo de la Viuda. Magnetto decidió adquirir un aliado. Ofrecerle un millonario contrato a Messi hasta convertirlo en el rostro de Tiki Tiki, la más otaria de las revistas deportivas que nuestra prensa supo evacuar. Con Messi en el grupo Clarín, los acontecimientos po82 UN CAÑO | OCTUBRE 2009
drían desarrollarse a gusto de los malvados. Convencerlo al muchacho del Barcelona, por ejemplo, de hacer todo lo contrario de aquello que le diga Maradona. O estimular sus salidas nocturnas. Para colmo, faltaba la ceremonia de la ruptura del contrato de TV. Grondona, Cristina y Maradona, en la misma mesa. Entonces, Magnetto y la Viuda resolvieron que ya basta, y que de ahora en más se crucificaba al rebelde, que ya en los noventa los había maltratado con desplantes de origen sindical. Al fin y al cabo, pensaron, para qué contaban con tantos changarines, en tantos mercados, fáciles de enmantecar. Tenembaum, Chiche, el médico Castro, Otero, Wiñazky, Farinella… La caravana colaboracionista del monopolio podía aparecer en los horarios más insólitos sumando mal humor al malhumor que despierta una derrota. En la semana posterior a las debacles ante Brasil y Paraguay, se escuchó la voz de un locutor en radio Mitre quien al presentar el noticiero (mi compañera Ana Ale lo llamaba “Mitre alarma primero”) gritó: “los teléfonos de radio Mitre estallan contra Maradona” (jueves 10 de septiembre, 8 de la mañana). Toda página de Internet servía para sumar veneno en la plebe: “Maradona se asoma al abismo”, título del diario español El Mundo, leído por otros locutores del Grupo. Nelson Castro y su bastonero deportivo repetían, también en Mitre, que Maradona “se kirchnerizó”. Desconozco los entretelones de la campaña antimaradoniana y las conexiones internacionales del Grupo, que le otorgan un poder de demolición a jornada completa. Pero usted no se asombre si cada hora, o cada media hora de programación, presenciamos un atentado televisivo contra el Diego, o si el monopolio pone en marcha una de las tácticas enseñadas por el columnista de Clarín, Henry Kissinger, que cierta vez le dijo a Nixon: “con un país enemigo, podemos hacer lo que queremos”. Señoras y señores, esto hay que tomarlo en serio.