EDITORIAL
staff SEGUNDA ÉPOCA (AÑO 5) NÚMERO 31
Octubre negro Es difícil que un mes nos depare tantas pero tantas malas noticias, todas mezcladas y de diferente importancia. Sabemos también que es complicado y riesgoso mezclar la muerte de Néstor Kirchner o de Marianito Ferreyra con el desembarco de Sergio Batista en la Selección, porque igualamos situaciones incomparables y tamizamos los temas hasta el hartazgo. Es como si todo fuera lo mismo, cuando nosotros sabemos perfectamente que no es así. En la colimba había un dicho que usaban los suboficiales: “qué tiene que ver el culo con el día domingo”, decían cuando alguien hacía un planteo disparatado. Y en este caso se podría decir lo mismo: ¿qué tienen que ver Kirchner o Ferreyra con Maradona o la Selección argentina? Tomamos el toro por las astas y nos hacemos cargo de las críticas que puedan venir por semejante mezcolanza. Igual, explicamos. En Un Caño decidimos desde el número inicial ser cronistas de nuestro tiempo. Aspiramos a que, dentro de cincuenta o cien años, alguien se encuentre con una de estas revistas, realizadas casi artesanalmente, y se diga: “ah, esto pasaba en la Argentina del 2010”. Y por eso nos aventuramos a hablar en esta edición de la salida de Maradona de la Selección, de la llegada de Batista, de la muerte del militante del PO Mariano Ferreyra a manos de las huestes de Pedraza y la Unión Ferroviaria y a realizarle un homenaje al ex presidente Kirchner, que dejó este mundo el 27 de octubre a las 9 y media de la mañana. Desde que los acontecimientos se fueron precipitando, fuimos cambiando el título de la tapa una y mil veces. No vamos a consignar aquí las diferentes opciones que surgieron porque sería larguísimo de enumerar. Sólo queremos decir que le agradecemos a José Pablo Feinmann que –en charla con Víctor Hugo, por Radio Continental– nos haya ayudado a reflejar el sentimiento que nos invade. “Qué puta suerte”, dijo José Pablo. “Qué puta suerte”, repite a coro Un Caño. Mariano Hamilton
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ILUSTRACIÓN DE TAPA Sebastián Domenech
NOVIEMBRE 2010 | UN CAÑO 3
Los ojos de Ituzaingó Fue presidente del club, lo sigue a todas partes, grita sus goles aún equivocándose, puede sentir emociones que otros no perciben. No se trata de un hincha más. Gregorio Nuñez (55 años) es ciego, y su pasión por el club lo convierte en uno de los espectadores más destacables de la Argentina. Por NAHUEL GALLOTTA
¿Puede un loco enamorarse de algo que nunca vio? ¿De algo que le es intangible? ¿De algo que apenas puede imaginar, sentir, saber? ¿Cómo es afirmar que su lugar preferido, su pasatiempo más querido ocurre en un escenario que no conoce, en una cancha que sus ojos nunca registraron? Es la tarde de un viernes de octubre, y en las cabinas de la cancha de un club de la categoría más baja del fútbol argentino, pegado a un relator partidario, hay un hombre que sí puede, que sí pudo, que sí podrá. “Eso es lo bonito. Yo no me quedo con River, y eso que yo lo vi, recuerdo cuando iba a la cancha… Pero, ¿quién no se enamora de la chica bonita? Todos, ¿no? Ituzaingó es algo que me enamoró por lo que es, y no por lo que yo quiero que sea. Me acuerdo de cuando iba a ver a River, pero mi amor está acá, en Ituzaingó, por más que no lo haya visto nunca. El que habla se llama Gregorio Nuñez, le dicen Goyo, tiene 55 años, es grandote de espaldas, alto, usa el pelo corto parado con gel, un bolsito cruzado y anteojos de sol. Es no vidente y su enfermedad se llama Ituzaingó. Él apenas lo llama “el Verde”. Por el Verde conoció todo el país; cuando fue presidente del club –entre 1995 y 1998– llegó a hipotecar bienes materiales y afectivos, los que dicen ser los más importantes. Goyo aclara la diferencia entre mirar y ver. Porque los ciegos no pueden mirar, pero no significa que la vida no les regale la posibilidad de ver, ya que lo esencial, significativo y trascendente generalmente escapa a la mirada, pero no a la percepción. Por eso Gregorio dice que lo ve a Ituzaingó. Además de saber si ahora, cuando sigue el partido contra Yupanqui, hay un día de sol, Gregorio calcula la cantidad de gente, los ánimos de los hinchas. Lo que más le gustaría es poder mirar la cara de sus nietos o seguido el ascenso al Nacional B, frente a Los Andes, en 1992. Fue a fines de los 80 que Goyo perdió la visión. Era maestro mayor de obras y seguía a River; había visto en la cancha muchos partidos de la Selección. Hasta que su hijo Maxi comenzó a jugar al fútbol, y Gregorio –que había 6 UN CAÑO | NOVIEMBRE 2010
quedado ciego– creyó que lo mejor era mandarlo al club del barrio. Así llegó a Ituzaingó. Así se quedó. Así se hizo hincha. “Al principio lo seguía por ser del barrio, por ir con mi hijo. Uno se va comprometiendo, la gente lo invita a participar. Tomé entonces la decisión de ser presidente. Fue muy saludable, me sirvió para ser más abierto, saber escuchar; estar en un club es estar en movimiento, es crecer. En 1995, Ituzaingó venía de dos descensos seguidos; pasó del Nacional a la Primera C, y a dos días del comienzo del campeonato nadie quería agarrar la dirección del club. Tras una asamblea, se decidió que Núñez iba a ser el nuevo presidente. Un año y medio después, Ituzaingó era campeón. Estuvo en el cargo hasta 1998. Gregorio se fue a España en 2001. Se recibió de psicólogo y tiene su consultorio. Además, trabaja en un centro de menores con problemas judiciales. Es la primera vez que regresa al país. El segundo tiempo empieza y Goyo está en la popular, debajo de las cabinas, a pedido del fotógrafo. En el campo de juego, su equipo pierde con Yupanqui, y mientras posa, le pregunta a su hijo: ¿dónde es el tiro libre? ¿Qué tan cerca pasó la pelota del arco? Posando, Gregorio grita el empate. Apenas se calma, pregunta quién lo hizo. –¿Qué es lo que le gusta tanto de venir a ver a Ituzaingó? –Ese olor a yerba que es tan precioso –habla como si lo amara–, ese olor a choripán, ese olor a vestuario… Palpar el enojo, la alegría. Son climas pasionales que sólo se perciben en un estadio de fútbol. Venir es transitar por emociones inenarrables, sobre todo cuando uno siente tanto amor por algo. –¿Y qué anécdotas tiene en una cancha? –En Rosario yo estaba en la popular, escuchando la radio. Hubo un centro pasado, el 9 metió un frentazo y el relator gritó gol. Me largué a gritar con todo, pero la pelota había rozado la red. Apenas noté que nadie gritaba, me di cuenta de que no había sido. Un rosarino gritó desde la platea: “¿Qué ves, ciego de mierda? ¿No te das cuenta de que no entró, boludo?”. Claro, lo que no sabía era que yo era ciego de verdad.
Del Real Madrid al Milan de Agustín Roca
Hace ocho años, la televisión argentina transmitió una búsqueda de talentos futbolísticos. El reality show se llamó Camino a la gloria, y su ganador fue Aimar Centeno, un adolescente que tuvo como premio una prueba en Europa. Su carrera no fue lo que esperaba, y hoy, con 24 años, volvió al pueblo para salir campeón con su club de origen, el pequeño Origone FC. Por ANDRÉS ELICECHE
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a historia de Aimar Centeno (Aimar de nombre, Centeno de apellido) es la de esos pibes que sueñan toda la vida con ser futbolistas. Esos que, por un rato, sienten que llegaron. Esos que, al final, se tienen que conformar con papeles secundarios, en el mejor de los casos. En 2002, cuando tenía 16, vivió una historia intensa. Era la época en que la televisión argentina estaba saturada de reality shows, ese género miserable que hurga en la vida íntima de las personas. Pero, en este caso, había menos morbo: Aimar participó de Camino a la gloria, un programa orientado a la detección de talentos futbolísticos que ofrecía una zanahoria linda de seguir; el ganador iría a probarse al Real Madrid. Nuestro héroe sabe qué es ser famoso: compitió de entrada con doce mil chicos de entre 14 y 19 años, hasta que al final, un lunes a la noche, Mario Pergolini anunció que había ganado. A un costado, un jurado ecléctico –linda mezcla entre Roberto Perfumo, Carlos Mc Allister, Pepe Basualdo y Javier Castrilli– aprobaba la elección, siempre ante las cámaras y el rating de Canal 13. Habían pasado meses de concentración en el Hindú Club con los otros 41 finalistas: “Nos hacían sentir profesionales”, recuerda ahora. Lo que siguió, para él, fue de cine: vuelo a Madrid (“nunca había viajado en avión”, cuenta), presentación ante la prensa en el Santiago Bernabéu, tres semanas de entrenamientos en la Ciudad Deportiva del club… También, para que a la trama no le faltara nada, una lesión producida por el stress de tanta novedad. En su archivo mental quedará ese único partido que jugó con la camiseta negra, la oficial, y el número 8 en la espalda. Después, el “no” de los entrenadores y la vuelta a casa. Pero lo que no pudo ser en el Real Madrid, sucedió en el
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Milan. Aquí la película da un salto de ocho años y se centra en Agustín Roca. Allí, a diez kilómetros de los bordes de Junín, nació Aimar. Y allí vive hoy. En el medio, en su frenética búsqueda de vivir de la pelota, pasó por las divisiones juveniles de River y Rosario Central y hasta juntó unos pesos en la liga de Venado Tuerto. Pero volvió al principio, y los 955 habitantes del pueblito (lo dice el INDEC) no lo van a olvidar; este año, con la camiseta del Origone FC –el único club de Roca, claro–, Aimar salió campeón. ¡Campeón! Por sus colores, a Origone en la zona algunos lo llaman Milan. Aunque los memoriosos consignen que el pequeño Origone había ganado un torneo nocturno en 1983, éste cuenta como el primero. El pueblo, que llenó la cancha en el 2 a 0 de la final contra Jorge Newbery, recordará por siempre el Torneo Interligas 2010, que mezcló a los equipos de Junín y Chacabuco. Centeno es enganche, es delantero, es volante, lo que haga falta. Y vendedor de Coca-Cola todos los días, para ganarse el peso todos los días. Es feliz, también, en el pueblo: ya no sueña con el Real Madrid, ni con Boca ni con River. Dice que, al fin, su lugar en el mundo está donde empezó todo. En Agustín Roca. Lo que Aimar no sabe es que en el plantel de Origone hay alguien que también soñó con anotarse en Camino a la gloria, hasta que se dio cuenta de que ya no le daba la edad: Darío Salinas es uno de los tantos futbolistas no profesionales que juegan para divertirse, mientras vive de su profesión de abogado. Él le ratifica a Un Caño que ni José Mourinho podría ofrecerle a Centeno lo que les dio Agustín Roca a los campeones; “la especialidad del pueblo: unos chorizos secos especiales para el tercer tiempo”.
Esa tribuna ¡es una postal!
El Triestina de la Serie B italiana decidió poner un telón con hinchas pintados para cubrir uno de los laterales de su cancha, que jamás se llena. “Es mejor eso que ver todo vacío”, dice Lucas Longoni, un argentino que juega ahí. Por DIEGO MARTINI
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n Italia, más que nunca, una hinchada visitante podrá cantar que es local otra vez. Porque aunque generalmente allí no se traslada mucho público de una ciudad a otra para seguir a un equipo, y menos en la Serie B, liga en la que ocurre esta rareza, los pocos foráneos que puedan ir a la cancha del Triestina apenas si tienen como contrapunto a 3.000 o 4.000 fanas del local. Como mucho. El resto, sí, es una postal: es que como el estadio tiene capacidad para 32.454 espectadores y el equipo está muuuy lejos de convocar a esa cantidad de público, los dirigentes decidieron darle un marco al menos más simpático a los partidos. En la tercera fecha de la presente temporada, ante el Pescara, debutó el llamado “telón de fondo”, que cubre completamente una tribuna lateral, luciendo una afición que es una obra de arte. O, mejor dicho, una pinturita. Y mal no les fue: después del empate 1-1 ante el Albinoleffe en el debut, sin pinturones al costado del campo, el cartón gigante fue testigo del primer triunfo en el certamen, por la tercera fecha, cuando el Pescara se fue con un 0-1 a su casa, pero con una sonrisa a flor de labio, gracias a ese espectáculo inesperado. En armonía, y como si estuviesen filmando una publicidad, sus jugadores podían hacer los laterales sin que los miraran mal y, mucho menos, les tiraran cosas. Presión cero. Desde afuera, un argentino fue testigo: Lucas Longoni (25 años, santafesino de Esperanza, delantero) integra el plantel del cándido Triestina, pero no estuvo convocado para ese encuentro (sí había jugado 29 minutos contra Albinoleffe). Fue a ver a sus compañeros, y cuenta: “no tuve la posibilidad de jugar el día que se estrenó la hinchada de cartón, pero desde afuera me dio la impresión de que es mejor este sistema que ver unas tribunas vacías. Así se evita que uno sienta que está jugando un amistoso. Lo veo como una buena innovación”. Según declaraciones del presidente del club, Stefano Fantinel, esta iniciativa “representa la originalidad con la que se trabaja en el club, siempre buscando que el estadio se llene de familias”, algo complicado pensando que el Triestina lleva 51 años sin jugar en la elite italiana, dato no menor, por más que la ciudad que lo alberga casi llegue a los 210.000 habitantes. Claro, éstos tienen que convivir con las aguas del Mar Adriático, como para tener un interesante plan antes que ir a embolarse a
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una cancha de fútbol. Pobres… Desde adentro, Longoni aclara que “es algo raro ver hinchas de cartón, pero el estadio de Triestina es muy grande y el público no es mucho. En el plantel quedamos sorprendidos, pero no lo veo para nada mal”. Obviamente, en el duelo con Pescara se escucharon más los gritos de los jugadores que de los hinchas e incluso hasta zafaron del tan temido “esa tribuna se parece una postal”, gracias a los 357 kilómetros que separan a Trieste (muy cerquita de Eslovenia) de Pescara, que llegó sin apoyo de tifosi. Algo impensado en nuestras tierras, en las que, por ejemplo, conviven dos de los estadios más grandes del país, los de Racing e Independiente, separados por apenas tres cuadras. Y donde, salvo en las divisionales de Ascenso, a las que todavía no puede concurrir público visitante, los equipos son acompañados así jueguen cerca de su sede o en otra provincia. Imagine usted, querido lector, la panzada que se haría una hinchada argentina teniendo enfrente a una escenografía como la del Triestina. O la cola de cartoneros esperando que el sol desgaste la pintura y el material que cubre la tribuna sea descartado.
s a b r e y s a r t O
TEATRO / Amar, dirigida por Alejandro Catalán
La libertad como condición creadora Por ALEJANDRO LINGENTI
Tres parejas de treintañeros conversan, a lo largo de una noche, en una fiesta que se desarolla en algún lugar indeterminado de una zona balnearia, sobre los vaivenes de las relaciones sentimentales. Lo que en principio podría un punto de partida copiosamente transitado por las ficciones literarias, cinematográficas y teatrales, se transforma en Amar, dirigida por Alejandro Cartalán, en una experiencia extraordinaria. La obra aprovecha integralmente una serie modesta de elementos escénicos: una rama con hojas verdes y unos dispositivos lúmínicos y sonoros muy sencillos, pero aplicados con un alto grado de invención, la misma que despliega un grupo de seis actores cuyo trabajo es tan estimulante que logra generar en el espectador el impulso de sumarse activamente a la obra. Me explico: tuve la fantasía, cuando la vi, de que no faltará el día en que alguien salte de la butaca y se meta en una de esas conversaciones cargadas de tópicos comunes que en Amar se renuevan completamente por el nivel de sugestión que provoca la obra. Catalán la armó con actores que alguna vez pasaron por su taller –Edgardo Castro, Federico Liss, Natalia López, Paula Manzone, Toni Ruiz, Lorena Vega–: “se eligieron entre ellos y yo los elegí –cuenta–. Lo único que teníamos al principio era que iban a ser ellos. Cuando empezaron los ensayos, tenía la idea de que iban a ser tres parejas, pero en uno de esos ensayos abandoné esa premisa y propuse que sean simplemente amigos del laburo. Un tiempo después, durante una improvisación, se volvieron a armar las tres parejas de la obra. Esas parejas mostraron una consistencia vincular que me hizo desear que quede establecido así”. De ese modo, sin una dramaturgia prefijada, Catalán avanzó con el elenco en su particular metodología de trabajo para la construcción de la obra: “despúés de seis meses de ensayo, teníamos una hipótesis: estos amigos del laburo, en un living, con un imaginario balcón detrás y una puerta que comunicaba ese ambiente con una habitación. Hicimos ensayos como para improvisar sobre esa hipótesis de obra, y un día les digo a los actores: ‘pensé que
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iba a ser distinta... No sé, como más lúdica’. Y uno de ellos me contestó: ‘entonces sigamos buscando’. Pusimos una bomba en ese living y nos fuimos a otro lugar, después de prescindir de todo lo que más automáticamente habíamos hecho para configurar sentido rápidamente”. Amar es la tercera obra que dirige Catalán, luego de Foz (2003) y Dos minas (2007). En su trabajo como director, lá clave, dice, es “desplegar algo que me parece que me da felicidad y que hago bien: la generación de espacios y procesos donde la libertad creadora sea condición de laburo. Cuando veo Amar, veo gente que está pudiendo ser libre, singular y potente a la vez”. Amar, dirigida por Alejandro Catalán, los jueves y viernes a las 23 en El Camarín de las Musas (Mario Bravo 960).
TEATRO / Los sueños de Cohanaco
Una de indios Por MARIANA CHAUD*
Hacer una obra de teatro… Una que sea de aventuras… Una de héroes y villanos… ¡Como en las películas! Sí, ésa fue la decisión. Hacer una obra inspirada en unos personajes un poco distintos a los de la actualidad. Una obra de indios al mejor estilo de los westerns. Pero que sea nuestra. Que sea argentina. Que sea en la Patagonia. De allí salen los tehuelches. Unos curiosos habitantes milenarios de la región más austral del planeta. Unos que se extinguieron y no tuvieron tanto marketing como el panda o las ballenas. Y desaparecieron en silencio, aunque atontados y enfermos por el alcohol y el tabaco que les alcanzó el hombre blanco. Desaparecieron quemados a fuego de fusiles y cortados por las espadas de los valerosos soldados de las expediciones al “desierto”. Los sueños de Cohanaco no es un ensayo sobre pueblos originarios, ni un estudio de rigor científico-antropológico. Es una ficción de un cacique tehuelche y su gente, una historia de indios y cautivos, de villanos y exploradores de ultramar. En esta imaginación sobre el pasado hay un espacio inmenso para crear; entre los documentos históricos sobre usos y costumbres y algunas palabras en tehuelche, toma forma este experimento teatral, dándole voz a los patagones, tam-
bién con modismos, vínculos y particularidades. Tanto que esa forma acaba reflejándose en nuestra actualidad. Del mismo modo, el cacique Cohanaco sueña el futuro, pero sólo puede ver lo intrascendente, “las pedorradas”, y no consigue entender la desaparición trágica de su raza. *Mariana Chaud es directora y autora, junto con Leandro Halperin, de Los sueños de Cohanaco, que se puede ver los domingos a las 20,30 en El Camarín de las Musas (Mario Bravo 960).
LIBROS / Una biografía de Marcelo Bielsa
Antes de hablar, unas palabras Por PABLO LLONTO
“La actuación en general no es para estar satisfecho. La sensación no es buena. Vinimos a jugar el partido con la convicción de que podíamos sostenerlo y jugar de otro modo. No pensamos que éste iba a ser el resultante de la medición de fuerzas. Los tiros libres eran evitables y lo de hoy debe ser el punto de partida para corregir lo que no hicimos bien. La producción no nos deja conformes ni mucho menos, pero la alternativa de volver a jugar aumenta nuestra expectativa, aunque hay mucho que modificar para el partido con Perú.” Debe ser un test que podemos responder los periodistas deportivos o los fanáticos del fútbol: ¿a quién pertenecen estas palabras brindadas en una conferencia de prensa luego de un partido? No serán pocos los que acierten. El hombre que intercala lógica, metafísica, principios de vida y lenguaje protoborgiano, entre las frases hechas del fútbol, ha sido, es y será también el
que, en vida, ha sido homenajeado con un estadio que lleva su nombre. Ya tiene nueva biografía, Marcelo Bielsa. Esta vez realizada por nuestro compañero Román Iucht. Nuestras anécdotas con Bielsa son pocas, pero tan contundentes como para sentir la atracción de meternos en una obra que promete contar más de un señor tan respetado. La honestidad, pieza inhallable en el mundo del fútbol, lo exalta tanto como lo hunde su especial obsesión por creer que la vida es una moneda al aire cuyo final en el piso algún día podremos prevenir. Bielsa merece ser pieza de estudio. Y Román, con este libro, merece que invitemos a ustedes a recorrerlo.
* La vida por el fútbol (Marcelo Bielsa, el último romántico). Publicado por Editorial Sudamericana. Lanzamiento en noviembre. NOVIEMBRE 2010 | UN CAÑO 13
¡QUÉ PUTA SUERTE!
Mamarrachito mío
Grondona se supera a sí mismo: formó una comisión para que elija al reemplazante de Maradona y sólo hubo un postulante: Batista. Bilardo le sigue el camino al presidente: propuso a Batista (y a nadie más) y dijo que si no lo nombraban se iba. La AFA de todos los días. El Checho, de paracaidista a campeón. Por CHRISTIAN COLONNA Fotos PHOTOGAMMA.COM
Tirar la piedra y esconder la mano no lo hacemos nunca si no está justificado. “Voy ganando 2 a 1”. La frase del Checho Batista después de perder con Japón revela la inconsistencia de una elección, la nula seriedad dirigencial, la falta no sólo de (un) proyecto, sino de la intención de ir a buscarlo, al menos. Y es que se sabe desde hace rato que Batista corría con el caballo amañado. Desde el momento en el que Grondona lo nombró interino, había detrás otra lectura: que le vaya bien en uno, dos, tres o cuatro partidos, para sacarnos de encima el problema de tener que elegir a otro entrenador para la Selección. Porque el “todo pasa” es primo hermano de sacarse los problemas de encima, de patear la pelota para adelante, del después vemos, del tiempo que pondrá las cosas en su lugar. La ley de Murphy es una miniatura: con este (no) sistema, todo lo que pueda salir mal saldrá peor. Lo lógico, cuando se nombra a un técnico interino (“dicho de una persona que ejerce un cargo por ausencia o falta de otra”, según el diccionario), es aprovechar el tiempo que dure ese interinato para resolver el problema en cuestión. ¿O alguna vez fue necesario poner a un inte-
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rino porque las cosas funcionaban bien? ¿Se planteó en algún momento la AFA (¿Grondona? ¿Grondona y dos dirigentes amigos? ¿Grondona y Bilardo? ¿El Comité Ejecutivo?) que tenía un problema? El problema fue uno. O, mejor dicho, fueron cuatro: los goles de Alemania en el Mundial. Una vez que Argentina se comió cuatro, Maradona se transformó en el peor técnico del mundo. Lejos de ser el mejor, hasta un segundo antes de que arrancaran los cuartos de final, Maradona había envalentonado tanto a su pueblo que creía que ya le había puesto una mano y media a la Copa. Tal vez por tanta ilusión, tamaña decepción. Una vez pasado (¿pasó?) el duelo, la nula autocrítica y el curioso recibimiento en Ezeiza, llegaba el gran momento: ¿y ahora qué pasa, eh? Con el resultado ya puesto se puede decir que se escucharon y se leyeron barbaridades, sobre todo que Maradona iba a continuar en el cargo porque lo bancaban desde el Gobierno. Que en un acto la
presidenta haya dicho “aguante Maradona” no significa que le esté dando ánimo a uno de los ídolos más grandes de este país, sino que le pondrá un revólver en la sien a Grondona para obligarlo a que ratifique a Diego al frente de la Selección. Después se dijo que Maradona no fue a visitar a Cristina y por eso le bajó el pulgar. Más tarde, que Grondona lo iba a dejar, pero el desplante por irse a Venezuela a ver a Chávez dio vuelta la historia... Finalmente, en el programa de TV de Fantino, Maradona mostró sus cartas antes de jugar (“si me tocan a un colaborador, me voy”); y Grondona, a quien sobre estos asuntos no le puede enseñar ni Marlon Brando, la tuvo que empujar con el arco vacío (“Diego, seguís, pero si cambiás algunos colaboradores”). Chau, Diego. “Si se va Diego, me voy yo. Está escrito”. Decía Bilardo seis meses antes. Ahí sigue Bilardo. Como si nada hubiera pasado. Como si Diego todavía estuviera. Escribía nuestro compañero Alejandro
El problema fue uno. O cuatro. Los goles de Alemania en el Mundial. Una vez que Argentina se comió cuatro, Maradona se transformó en el peor técnico del mundo.
Caravario, refiriéndose a Bilardo, en febrero: “Quizá su vigencia como gran gurú obedece a su integrismo, a su inveterada cruzada contra la derrota. En un territorio cruel como el fútbol, su conducta construye ejemplaridad. De lo contrario no se explica cómo un personaje que contribuye más al caos que al “buen clima”, que no tiene una atribución precisa y, por lo tanto, estorba, y que fluctúa entre la superstición y el dislate es el santo patrono de un plantel que pide a gritos racionalidad y coherencia. Y, ya que estamos, algo de grandeza, que mal no le vendría”. Y Bilardo, ya sin Maradona, y sin pruritos de ningún tipo, armaba la primera lista post Diego, para el interino Batista. El 1 a 0 a Irlanda fue aire puro para Grondona: el autotrol marcaba Batista 1 - Resto de los entrenadores 0. Aunque el piso no se divisara todavía, el paracaídas empezaba a funcionar. Ni hablar después de la excursión rentada de España por Buenos Aires. Ya con suelo a la
de la manera que tiene que trabajar”. No le alcanza al Checho con dejar de ser interino, quiere llegar a Brasil. Y dejó recetas al pasar, como para demostrar que tiene un plan: “Hay que apurarse para trabajar con los jóvenes. Hay escasez de laterales, alguno se puede enojar, pero es así. Nuestra idea es recorrer el Interior, el Nacional B y formarlos a nivel Selección. Buscaremos laterales y los formaremos, de acuerdo al tiempo que tengamos. Hay que buscar lo que le falta a esta Selección”. En un par de años veremos cuántos laterales del Interior o del Nacional B tienen una oportunidad en la Selección. Pero, ¿y lo que hizo Batista hasta ahora? Lo único notorio fue un medio más equilibrado. Sin embargo, siguió con el disparate de los cuatro centrales en el fondo (salvo Zanetti, contra España). Y contra Japón hizo una de principiante. Estuvo bien en llamar a D’Alessandro. El error grosero fue ponerlo a hacer el carril.
vista, Batista 2 - Resto de los entrenadores 0. ¿El peor resultado? En el colmo de la desesperación por recuperar el puesto perdido, Maradona buscó otro micrófono amigo (el primero mucho no lo ayudó) para repetir que no volvió a ver los partidos del Mundial, para insistir con que no podía ver estos amistosos “porque éste es mi equipo, Fernando” y para una nueva contradicción. “¿Cambiarías algún colaborador?”, le preguntó Niembro, como si la respuesta fuera a modificar el curso de las cosas. “Hay que hablarlo, Fernando, hay que hablarlo”. En esa entrevista, Grondona fue el “patrón”, lejos de aquel “mentiroso” del comunicado post despido. Mientras Maradona se echaba tierra encima, Batista tenía el atrevimiento de pedir en cada lugar en el que abría la boca (y fueron muchos) que “el contrato debería ser hasta el Mundial, para la tranquilidad del entrenador (o sea, para su tranquilidad), para que pueda trabajar
El fútbol sin sentido contra Japón no alcanzaría para moverle el piso. Ni siquiera ciertas críticas de los jugadores, que fueron apuntadas hacia Bilardo, otra vez Bilardo. Federico Del Río, enviado de Olé a Oriente, escribió: “Los jugadores –escudados en el off que tantas veces les molesta– se quejaron porque Japón es lejos cuando en horas de vuelo desde Europa es igual a viajar a la Argentina. O porque tuvieron un largo viaje hacia el estadio. Parece demasiada exquisitez para los mismos que no respetaron a los medios japoneses convocados a una zona mixta y los dejaron plantados dos veces”. Los jugadores, justo, otra pata renga de la mesa. Héctor Enrique, campeón del mundo y ayudante de Maradona, asegura que “el jugador de fútbol no le hace un favor a la Selección; la Selección le hace un favor al jugador al llamarlo. Lo máximo es la Selección. Ni Maradona, el más grande, se la creyó”. Antes del debut de Batista con Ir-
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landa, Tevez defendió a Maradona como nadie (y ninguno), pero esa defensa duró apenas una almohada. A la mañana siguiente, Diego ya no fue parte de su discurso y Grondona, dijo, “es como mi papá”. Messi fue capaz de hablar maravillas durante el Mundial y a los dos meses no se puso colorado para pedir por la continuidad de Batista. Y dos meses más tarde, declaró en France Football que “Maradona no merecía ese final”. Más allá de que Maradona lo haya ubicado o no en el lugar correcto de la cancha, Messi jamás tuvo la dignidad de rebelarse. Justamente, ésta es hoy la gran diferencia con el Maradona jugador, que fue líder de cada equipo que integró: desde antes de cumplir los 20 años en Argentinos, un par de temporadas después con la “pesada” camiseta de Boca y así sucesivamente. Pero el Maradona entrenador no fue lo mismo. El problema fue que su liderazgo fue sólo anímico. “Vamos a comerles el culo a los alemanes”, un ejemplo que deja dudas sobre si eso es bueno o malo para el rival del turno. En lo futbolístico, sin embargo, se equivocó desde la primera declaración: “Mascherano y diez más”. ¿Qué buscó Diego con eso? ¿Levantar el ánimo de Mascherano? ¿Expresar cuál iba a ser la impronta de su equipo? Ya fue el colmo cuando aseguró: “Mascherano, Messi, Jonás y ocho más”. Pese a eso, la Selección de Maradona hizo una correctísima primera rueda. Sólo Holanda ganó los tres partidos y sin contar los siete goles que Portugal le metió a Corea del Norte, Argentina fue el equipo con más goles a favor y el de mejor diferencia en la primera fase. Sin jugar, en octavos, despachó a México. Un poco de memoria: ¿había algo de euforia en Argentina en ese momento, no? ¿Y no transmitían más euforia los enviados especiales a Sudáfrica? Euforia generada por el equipo de... ¿Messi? ¿Tevez? ¿Mascherano? ¿Heinze? ¿Verón? La euforia era generada por el equipo de Maradona. Pero cuatro goles alemanes bastaron para conjeturar en un principio y, finalmente, para que fuera necesario formar una comisión para (no) elegir al reemplazante de Maradona. Juan Carlos Crespi, vicepresidente de Boca e integrante de esta comisión, explica: “es una comisión para proponer. Después decidirá el Comité Ejecutivo con
su presidente, Grondona. El único candidato es Batista”. ¿¿¿¿¿Eeeeeehhhhh????? ¿Y entonces para qué se forma una comisión? Un Caño no lo puede responder. Los dirigentes de esta comisión que (no) va a elegir a Batista son Luis Segura, presidente de Argentinos; Mario Contreras, presidente de Godoy Cruz; Germán Lerche, presidente de Colón; Julio Ricardo Grondona, presidente de Arsenal e hijo de Don Julio; Diego Turnes, vice de River; y el clarificador Crespi. Es decir, por si no quedó claro: se formó una comisión para que nombre a un técnico que ya está puesto. En cualquier asociación del mundo, sería un disparate; con la AFA como protagonista, es lo más normal del mundo. ¿No alcanza lo contado para considerarlo un disparate? Hay más: Bilardo grita que si no nombran al técnico que él propone, se va. ¿Pero no se había ido cuando se fue Maradona? ¿Y a qué técnico propone Bilardo? Sí, señor: a Batista. Ojo que se pueden sumar más voces. Humberto Grondona, otro hijo de Don Julio y secretario de selecciones, clarifica la cuestión: “la comisión no tiene mucho para decidir habiendo un solo candidato”. Finalmente, una genialidad de Contreras: “para que siga Batista hay que hacer un solo movimiento: nombrarlo. Para que llegue otro, dos: sacar a Batista y traer al otro”. Eso, para qué vamos a trabajar si nos podemos reunir. La comisión postergó la reunión que iba a hacerse en la última semana de octubre por la muerte de Néstor Kirchner. Podría haberla postergado eternamente, porque, total, no tenía nada que decidir, nada que hablar, nada que votar. ¿Proyecto? ¿Currículum? ¿Trayectoria? No sólo de Batista, de algún otro. ¿No hay técnicos en Argentina para evaluar? No para la comisión. Los pretendientes del cargo no tuvieron otra opción que gastar saliva con la prensa, como para que la gente se enterara de que estaban interesados. Nunca hubo un puesto vacante. Tampoco nunca hubo prolijidad. El colmo fue cuando un mediodía del mes pasado Batista dijo en el programa de radio de Mariano Closs que estaba pensando en sumar a alguien al cuerpo técnico y no se guardó el nombre: Nery Pumpido. Por supuesto, con el consentimiento de Bilardo, que
para algo está, ¿no? Por la tarde, el ex arquero puso en evidencia el mamarracho. “Me hubiera gustado que antes de hablarlo públicamente me lo dijeran a mí, para evitar todo esto”, dijo, con lógica. Pero, ya que estamos, Nery aprovechó la ocasión y soltó la lengua, como para no ser menos que otros colegas. “A mí lo que me gustaría es ser el técnico de la Selección, no un ayudante. Por lo que se está hablando, currículum no me falta. Currículum, ganas, experiencia... Hay tres o cuatro que pueden tener más chapa que yo. Fui el primer técnico argentino en ganar la Libertadores con un equipo extranjero (Olimpia de Paraguay, en 2002), Jugué una final del mundo contra el mejor Real Madrid de los últimos años y casi le gano. En México llegué a una final, en Newell’s hice una gran campaña y dejé un montón de futbolistas: Formica, Sperdutti, Bernardello, Vangioni, Machuca... Estuve diez años ininterrumpidamente en la Selección”. ¿Se entiende?
Decir que Batista dirigió acá o allá y que ganó esto o lo otro es irrelevante. Decir que le va a ir bien o mal es aventurar sin sentido. Lo que cuenta hoy es que Grondona sigue siendo Grondona. Hace y deshace a su antojo, usa a los dirigentes como títeres. Y no escucha nada que no le convenga escuchar. Nicolás Russo, presidente de Lanús, dijo públicamente: “no estoy de acuerdo con que Batista sea el técnico. No tengo nada en contra del Checho, pero creo que el fútbol argentino es muy importante y el entrenador de la Selección debe cumplir una serie de requisitos”. Fernando Raffaini, presidente de Vélez, fue por el mismo lado: “para mí no es el momento de Batista en la Selección, porque hay que tener méritos comprobados”. Paradójicamente (o no), Lanús y Vélez son siempre marcados como clubes modelos. Por apostar a las inferiores, por mantener los entrenadores. ¿Entonces para qué vamos a escuchar a sus presidentes? A lo hecho, Checho.
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¡QUÉ PUTA SUERTE!
Los talibanes de éxito
El País de España publicó una nota firmada por el escritor inglés John Carlin y el psicoanalista argentino Carlos Pierini en la que Maradona sería el punto de partida y la explicación de los males argentinos (se reproduce íntegra en la página siguiente). Ese texto fue celebrado por la prensa canalla como una pieza de excelencia, como un ensayo que nos representa. El politólogo Edgardo Mocca, director de la revista Umbrales de América del Sur, pone las cosas en su lugar. Por EDGARDO MOCCA
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s difícil discutir con la nota de Carlin y Pierini, publicada en el diario español El País y reproducida en la Argentina por la cadena mediática de los socios mayoritarios de Papel Prensa (para los que no la leyeron, Un Caño la publica en la página siguiente). Los autores nos hablan desde el lugar mítico de quien está en el punto de llegada de la historia humana. Saben cuáles son los países exitosos y los fracasados. Han descifrado el enigma del éxito y las razones del fracaso. Saben que los pueblos holgazanes, idólatras, resentidos, facilistas, patrioteros y populistas están condenados a la ruina. Y, aunque no lo dicen explícitamente, está claro que las virtudes del liberalismo, la ética del trabajo, la racionalidad y el universalismo son las llaves maestras que han llevado a los grandes países por la senda del progreso. Un periodista inglés y un psicólogo argentino que escriben en común un artículo aparecen, diríamos, por profesión y origen nacional, como una garantía de solvencia y neutralidad a la hora de internarse en las profundidades analíticas del “fracaso argentino”. En realidad, la catarata de lugares comunes, superficialidades y falacias con que nos abruman nos resultan muy familiares. El punto de partida no podía ser otro que la tópica evocación de la Ar-
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gentina del primer centenario que ha saturado papel, micrófonos y pantallas, en oportunidad de las celebraciones de nuestro segundo siglo. Otra vez reaparece la Argentina granero del mundo, respetada por el mundo y pletórica de porvenir, contrapuesta con un presente de injusticia y atraso. Otra vez la oportunidad perdida y la fácil explicación: “juntas militares y gobiernos populistas, corruptos o incompetentes” sostenidos en un pueblo crédulo y con innatas pulsiones de fanatismo e idolatría. Curiosamente, unos párrafos expresamente declarados contra el nacionalismo argentino hacen uso y abuso del lugar común característico de las formas más degradadas de esa ideología: el que niega las contradicciones y los conflictos y cree ver un ser nacional unánime y unívoco detrás de cada una de las peripecias históricas de un país. Para Carlin y Pierini los argentinos somos una gran manada (la palabra aparece dos veces en el breve texto). Parece que el siglo XX argentino no hubiera estado atravesado por desgarramientos dramáticos que tuvieron vencedores y vencidos, beneficiarios y perdedores. Solamente existen la manada y los críticos provistos de un infalible instrumental analítico. La metáfora elegida es la de un íntimo y oculto parentesco entre Maradona y el peronismo, particularmente en la
versión autoritaria de este último que creen ver expresada por el kirchnerismo. Salta a la vista un profundo ocultamiento: no se sabe de dónde han sacado que Maradona es un ídolo unánime en la Argentina. ¿Contra quién creen que lanzó Diego el exabrupto del “que la sigan chupando”? ¿Ignoran que el Diez es la bestia negra de una parte considerable de nuestra sociedad, sistemáticamente alimentada en su elitismo y en su clasismo por los principales medios de comunicación? El reduccionismo cultural con que hablan de la historia argentina –una forma y no la mejor del “pensamiento mágico” que dicen criticar– aparece replicado a la hora de hablar de Diego. ¿Quién es Maradona? Dicen que era un “maravilloso jugador”, pero los momentos más significativos de su biografía, según los comentaristas, son un gol con la mano, el consumo de alcohol y cocaína, un par de exabruptos en una conferencia de prensa y el partido que Argentina, bajo su conducción técnica, perdió con Alemania en el último Mundial. Así retratan los comentaristas su historia deportiva y de vida. Es necesaria tamaña mutilación del relato para que rime con un análogamente caricaturesco retrato de la historia del último siglo argentino. Podrían haber adjuntado el segundo gol contra Inglaterra en el mismo partido de la mano de Dios, sus extraordinarias campañas en el Napoli, su surgimiento rutilante en el fútbol argentino a la edad en que otros son vagas posibilidades de interesantes promesas y su regreso después del infierno de las adicciones duramente castigado por el poder institucional del fútbol mundial (tan ejemplares, claro, sus gerentes). Esos agregados hubieran hablado muy bien de la moral profesional de los autores de la nota. Pero hubieran desarmado la operación intelectual de identificar a Maradona con el fracaso argentino. Todas las grandes referencias culturales de un país –y Maradona lo es, mal que le pese al elitismo clasista– pueden ser pensadas como metáfora. Y es inevitable que la metáfora lleve el sello de una apuesta ideológica y política. No podemos contraponer al Maradona caricaturizado por Carlin y Pierini un “Maradona verdadero”. Lo que sí podemos es pensar “nuestro Maradona”. Se me ocurre que un Maradona reconstruido desde la tradición popular es necesariamente un símbolo contradictorio y acaso trágico de la rebelión. Siempre que quisieron sentarlo en la mesa del poder con sus seducciones y sus complacencias, Diego se rebeló. No quiere gustar a la corrección política ni a la hipocresía. Apoyó a personas y causas muy discutibles, pero nunca se sometió. Es, como todos los rebeldes, personalista y testarudo. Tenerlo a Diego no nos asegura convertirnos en un país exitoso. Sería muy interesante discutir en serio qué sería ser un país exitoso. Puedo adelantar que, en esa hipotética discusión, un país que le diera vuelta la cara a quienes lo enriquecen estéticamente y se horroriza por el fervor popular que despierta un deportista genial no contaría con mi apoyo. Un país de gente que vive soñando con parecerse a otros (o a lo que cree que son los otros) y supone ver en el “ejemplo” de sus ídolos populares la causa de sus frustraciones está en el otro extremo de mis sueños.
Caranchos Dicen El País de España en el copete de la nota titulada “Maradona como metáfora argentina” lo siguente: “¿Hay alguna relación entre el futbolista y el peronismo? Sí, cuando se eligen entrenadores, presidentes o sistemas de características populistas, autoritarias y con pocos pies sobre la tierra, el resultado es el fracaso.” Desde Un Caño de Argentina, decimos: “Por qué no se van al carajo y se miran el ombligo. ¿O acaso Franco y Aznar eran argentinos?” Por JOHN CARLIN Y CARLOS PIERINI El País, 05/10/2010
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e dice con frecuencia que la solución a los problemas de la África subsahariana es la educación; que los recursos naturales abundan y si sólo se pudiera proporcionar un buen nivel educativo a la gente el continente despegaría. No necesariamente. Miren el caso de Argentina. Todos los recursos naturales que quieran, una bajísima densidad de población y, a lo largo de la mayor parte del siglo XX, índices escolares que no han tenido nada que envidiar a Europa occidental. Pero hoy, en un país que hace 100 años era uno de los diez más ricos del mundo, la tercera parte de los recién nacidos están condenados a crecer en la pobreza, si es que logran crecer. Ocho niños menores de cinco años mueren al día debido a la desnutrición en un país que debería ser, como hace tiempo fue, el granero del mundo. Semejante aberración florece en un contexto político en el que a lo largo de más de medio siglo juntas militares han alternado el poder con gobiernos populistas, corruptos o incompetentes. El actual gobierno peronista de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner (como el anterior, de su marido Néstor Kirchner) es más afín al de Hugo Chávez en Venezuela o al de Daniel Ortega en Nicaragua que a los gobiernos pragmáticos y serios de Brasil, Chile o el vecino Uruguay, donde, por cierto, hoy se consume más carne per cápita que en Argentina. ¿Dónde ha quedado la famosa Justicia Social proclamada hasta el cansancio por el peronismo que ha gobernado la mayor parte del período democrático instaurado en 1983? ¿Cuál es el problema? El problema es Diego Maradona. O, para ser más precisos, lo encarna, como símbolo, Maradona, “el Diez”, “el Dios Argentino”, el ídolo nacional por goleada. La idolatría a los líderes redentores, el culto a la viveza y (su hermano gemelo) el desprecio por la ética del trabajo, el narcisismo, la fe en las soluciones mágicas, el impulso a exculparse achacando los males a otros, el “fantochismo” son características que no definen a todos los argentinos, pero que Maradona representa en caricatura payasesca y que la mayoría de la población, aquella misma incapaz de perder la fe en el peronismo, aplaude no con risas, sino con perversa seriedad. El punto de partida es la negación de la realidad. Este es el terreno en el que opera Maradona y su legión de devotos se adentran –como, por ejemplo, los 20.000 que fueron al aeropuerto de Ezeiza para darle las gracias tras la desastrosa
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actuación en el Mundial de Sudáfrica– para adorarlo. Esos mismos que disfrutaban como locos con las grotescas actitudes y dichos del ídolo –“¡que la chupen!”– fueron en manada a vitorearlo al llegar a Buenos Aires después de la goleada de 4-0 que Alemania le propinó, expulsando a su selección del Mundial. Presos de la nostalgia, no olvidan nunca que “ÉL” hizo el famoso gol con la “mano de Dios”; o sea, que su mano y la mano de Dios son la misma mano. “ÉL” es uno con “DIOS”. La manada, entonces, mientras grita para adentro, “¡si estamos unidos a Dios Maradona, compartiremos toda su gloria!”. Y grita para afuera: “Maradooooooona, Maradooooooona”. Y no olvidemos el dicho nacional, al mismo tiempo jocoso y lleno de convicción, “¡Dios es argentino!”. Diego Maradona fue un monumental jugador de fútbol. Pero la fama justificada no da títulos, ni derechos, ni conocimientos para opinar con absoluta certeza acerca de casi todo y al mismo tiempo desautorizar a todo aquel que no esté de acuerdo con sus ideas. En Argentina, mientras avergonzaba a algunos, hacía gritar de entusiasmo a muchos más. Creían, orgullosos, que unidos al “ídolo” todo el mundo “se la chupaba”. En realidad el que se ha chupado todo, desde alcohol hasta cocaína, ha sido Maradona. Nadie lo acusa ni lo maltrata por su triste enfermedad. Solo se trata de señalar su soberbia desconsiderada, de carácter profundamente narcisista, base de sus penosas afecciones del alma, metáfora de la patología crónica de un país. Hace quince días Maradona dio su primera entrevista desde la debacle de Sudáfrica. El ex director técnico de la Selección Argentina, al que se le oyó diciendo minutos antes de aquel partido que su equipo iba a dar una lección de fútbol a los alemanes, no ofreció ni análisis ni explicación por la derrota, salvo decir que el portero alemán estuvo “muy seguro” y que después del 2-0 “nos vinimos abajo”. Con un poco de suerte (la magia de la suerte lo abandonó, ¿el otro Dios estaba en su contra?), el partido se hubiera ganado. Culpa por el desastre, no aceptó ninguna. En cuanto a la victoria argentina 4-1 el mes pasado contra el campeón del mundo, España, bajo el mando de un nuevo seleccionador, confesó que prefirió no ver el partido. Claro. Porque ver aquel partido hubiera significado chocarse con la realidad y arriesgar salir del autoengaño enfermizo que le permitió afirmar en la misma entrevista que -avalado por el ex presidente Néstor Kirchner, que en una reunión la semana pasada lo “felicitó” por el Mundial- él seguía siendo el candidato idóneo para dirigir la Selección. “Daría la vida”, dijo, “daría un brazo” por recuperar el puesto. El fracaso de Maradona en el Mundial fue el espejo del fracaso de Argentina como país. Por un lado, una falta de rigor y humildad en la planificación; por otro, un derroche de los recursos disponibles. Talento sobraba, salvo que por amiguismo, ceguera, populismo patriotero o sencilla idiotez Maradona decidió no convocar a la mitad de los mejores; no sólo no explotó los recursos que tenía, no los quiso ni ver. El nuevo seleccionador, Sergio Batista, puso en el campo contra España a cuatro jugadores básicos que Maradona ni siquiera había convocado para Sudáfrica, y lo que se vio 20 UN CAÑO | NOVIEMBRE 2010
fue un equipo sólido que hubiera sabido competir contra Alemania, como contra cualquiera en el Mundial. Es decir, el sentido común existe en Argentina; sólo que demasiadas veces, obliterado por la luz maradoniana, brilla por su ausencia. En el sistema maradoniano solamente brilla la ilusión. Dentro de este sistema de pensamiento, las cosas terminan no teniendo ni pies ni cabeza. Resultado: fracaso en la vida y, arrastrando en el fracaso, en este caso, a la Selección argentina, pero también se puede arrastrar a toda una nación. Recorriendo la historia del siglo XX sabemos la potencia destructiva de la ilusión cuando no es contrabalanceada por la realidad terrenal, nunca tan agradable ella como los espejismos de la ficción. Cuando llevados por la fantasía se eligen directores técnicos o presidentes o sistemas de características populistas, autoritarios y antidemocráticos, con pocos pies sobre la tierra, el resultado inevitable es el fracaso. Un director técnico que no tiene ni ha tenido capacidad para manejar su vida, que además no es director técnico (por preparación) y por lo tanto al titularse así toma las características de un impostor, tuvo como resultado el descalabro de la Selección argentina. Puede ocurrir nuevamente algo similar con la Argentina misma si los directores técnicos, léase la pareja que lleva siete años en el poder, siguen el camino compulsivamente repetitivo de la tergiversación permanente de la realidad. El endiosamiento de seres Ídolos-Dioses a los que no se debe criticar, como a Perón, Evita, Maradona, Cristina Fernández o Néstor Kirchner, intocables seres sin errores, lleva al fracaso reiterativo y doloroso que arrastra a millones de argentinos al sufrimiento. El granero del mundo se va convirtiendo en un país lleno, además, de granos de pústulas creadas por el sistema: fracaso, pobreza, desnutrición, inseguridad, criminalidad, destrucción de las instituciones, ataque permanente a la prensa opositora, ataque a la ley, destrucción de la educación (eso también) y llegamos entonces a que la fantasía de ser un pueblo “protegido” por los Dioses cae en una triste y ridícula realidad. Las sociedades propensas a alimentar estas ilusiones caen en la seducción hipnótica de líderes de estas características. Son sociedades cerradas, como dice Karl Popper, con un fuerte carácter autoritario, convicciones inamovibles y preponderancia al pensamiento mágico. En estos casos el horizonte de expectativas está absolutamente distorsionado por las ilusiones, y las consecuencias se traducen en un sinnúmero de fracasos compulsivamente repetitivos. Decía Albert Einstein que la locura era repetir lo mismo una y otra vez, esperando diferentes resultados. Eso es lo que propone Maradona, al reafirmar su derecho a dirigir la Selección de fútbol. Al apoyar su estrambótica candidatura, los Kirchner, eso sí, están siendo consecuentes. Ellos también piden, pese al fracaso mundialista de su gestión, como el de los regímenes peronistas que los precedieron, que se prolongue su dinastía en las elecciones generales del año que viene. Es probable que lo consigan. Sería la victoria del pensamiento mágico maradoniano, sobre el que el sol de la bandera argentina nunca se pone. John Carlin es periodista, vivió diez años en Argentina. Carlos Pierini trabaja como médico psicoanalista en Buenos Aires.
¡QUÉ PUTA SUERTE!
Lo verás caer
La estridente eliminación en Sudáfrica desató una ofensiva pertinaz sobre Maradona. Con la excusa del Mundial –y con más fobia que argumentos–, se le cobran viejos pecados, entre ellos la similitud de origen con cierto movimiento popular que, oh casualidad, es el que gobierna. Por ALEJANDRO CARAVA-
RIO Fotos PHOTOGAMMA.COM
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a historia argentina se repite como tragedia, como farsa y, sobre todo, como aventuras de Maradona. Cada tanto, Diego asoma y alguna de sus desmesuras da pie para interpretaciones diversas de sociólogos y semiólogos en pantuflas, y para el vasto despliegue de las revistas que se han quedado sin culos y/o quieren pasar por serias. Jubilado hace rato como futbolista, las noticias espasmódicas sobre Maradona en los últimos años rondaron la desgracia y el absurdo (por no repetir lo de la tragedia y la farsa): cuadros de hipertensión graves, proliferación de una descendencia siempre negada, cirugía contra la obesidad, raptos de epilepsia festiva en el palco de Boca. Matizadas, claro, con sus versiones diurnas, esas irrupciones en las que parece curado, de nuevo exitoso y capaz de seducir a la familia argentina: el conductor de televisión flaquito y bien afeitado, el crítico calificado de algún partido internacional, los picaditos en el circo itinerante del showbol y así. Una vida agitada a la que nunca le han faltado comentaristas y exégetas. Gesto que perdió sentido a partir de su regreso al oficio que le dio nombre y gloria: con el buzo de entrenador de la Selección, Diego se apartó de la maquinaria de la interpretación fácil y volvió a ser sujeto de análisis y materia
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de relato para los especialistas y los futboleros del llano. Como DT, tuvo que vadear una Eliminatoria aciaga. El equipo no aparecía, los bolivianos nos metieron seis y Messi (el Séptimo Regimiento de Caballería, que más temprano que tarde llegaría para rescatarnos) seguía haciéndose rogar. Los resultados autorizaban la descalificación, y hubo un amago de acuerdo en que Diego “no sabía”. Justo él. Nadie le quitaba lo bailado, claro, pero eso de organizar un grupo, imponer disciplina y otros asuntos propios de la conducción no cuadraban con su genio, más dado a la improvisación y los desarrollos intuitivos. Para colmo, campeaba la sospecha de que Maradona había conspirado para derrocar al entrenador anterior. Y también se hablaba de convocatorias interesadas, sólo para llevarse el diezmo. Todo mal. Hasta que, luego de la angustiosa clasificación
a Alemania, de las dedicatorias sexuales y del vals de la vendetta aferrado a Bilardo, la historia lo absolvió. Provisoriamente, por supuesto. Pero de pronto, pirueta de panqueque mediante, Diego recibió la bendición de la cátedra como “profesional”. Incluso sus críticos más radicales, al ver que en el campamento argentino de Pretoria Messi volaba como pedo en un tornado, presagiando una danza asesina cuando la pelota empezara a rodar oficialmente, metieron violín en bolsa. Y, ayudado por el traje gris que embutía su pechito compadrón, Maradona comenzó a proyectar, merced a la magia de las comunicaciones, la imagen de un entrenador con todas las letras. Capaz de inspirar a sus pupilos, de ensayar jugadas con pelota quieta y de idear variaciones tácticas. Algunas de ellas, como la mudanza de Jonás Gutiérrez hacia el extremo de la defensa, fallidas y perdonadas por su nula inciden-
El tribunal volvió a tildar a Diego de improvisado, de caprichoso, de necio. Y sus ayudantes y amigotes, hasta allí una comparsa simpática, sufrieron el denuesto de los impostores.
cia en el resultado. La inyección ofensiva de Tevez, en cambio, se saludó como la consumación de un dream team.
Como decíamos ayer Libre de las fábulas sociales que solían tenerlo como portador de moralejas y contramoralejas, un Diego rejuvenecido, DT nacional debutante, profesional puro y duro por fin sin suplemento metafórico, parecía desplegar, como en sus tiempos de futbolista, un pique elegante hacia el cielo deportivo. La verdad, los chicos la estaban rompiendo. Hasta los suplentes, cuando les tocaba entrar, brillaban tanto o más que los titulares. Pero sobrevino la goleada de los alemanes y, de parte de unos cuantos, una abrupta marcha atrás. O tal vez nadie modificó su juicio y lo que ocurrió, simplemente, es que había que llenar el silencio triste con frases crispadas y Diego quedó en medio de una tormenta inevitable. Ya no era el responsable del hábitat en que el mimoso Messi deambulaba feliz ni el audaz estratega que aglutinaba delanteros de buen pie para ganar por nocaut. Nada de eso: de un día para otro, aunque algunos miles
de hinchas fueron a Ezeiza a decir que el quinto puesto estaba bien, el escenario exitoso voló en mil pedazos. El tribunal volvió a tildar a Diego de improvisado, de caprichoso, de necio. Y sus ayudantes y amigotes, hasta allí una comparsa simpática, inocua en el peor de los casos, sufrieron el denuesto de los impostores. En una sociedad que últimamente prefiere los colores nítidos, que obliga a la franqueza ideológica (aunque ciertos dirigentes siguen maquillando la alcahuetería como “consenso”), el violento tropezón de Maradona, continuado por su ruego impúdico por recuperar el lugar del que lo había corrido como a un perro molesto, vitalizó el encono de quienes lo tienen atragantado desde siempre. Pero, por sentido de la oportunidad elemental, debían esperar el fracaso para destapar la olla. En suma, le apuntan por la excusión a Sudáfrica, pero se cobran otros pecados. Acompañan, con jadeos de excitación, la caída. Pero lo dicen de modo elegante. Por lo que han regresado las “interpretaciones” de Maradona, la voluntad de desmontar didácticamente el mito con el doble propósito de orinar sobre su cadáver y, de paso, salpicar al gobierno peronista.
Total son lo mismo: negros de mierda. La deformidad del poder usurpado.
Vuelven los semiólogos Un síntoma claro es la muy aplaudida (por Jorge Lanata y Eduardo Feinmann, entre otras almas deslumbradas) columna que apareció en el diario El País de España, “Maradona como metáfora argentina”, firmada por John Carlin y Carlos Pierini. El texto es un acopio de lugares comunes que sitúa la gloria nacional en la etapa del “granero del mundo” (está dicho con esa expresión cristalizada, no sé si por pereza, candidez o mala intención), un paraíso incinerado por los procesos populistas, del que el actual gobierno de Cristina Fernández es uno de los tantos maléficos exponentes. Diego funciona aquí como emblema del itinerario argentino. Y como sujeto de la idolatría boba de “las masas”, ese magma de ignorantes que, a falta de instrucción y raciocinio, opta por seguir a iconos chotos, embaucadores que ofrecen espejitos de colores. El atajo de la magia en lugar del rigor y la planificación. Difícil probar que Maradona repre-
senta a la Argentina. Da para pensar que, por el contrario, el pedestal se debe a la singularidad de su éxito y de su talento. Es decir, Maradona es lo opuesto de la Argentina, el suplemento utópico de un pueblo al que las cosas suelen salirle mal. Acostumbrado a perder más que a ganar. De todos modos, no vale la pena contestar el artículo (abordado en detalle en otras páginas de Un Caño), pues se trata de mero prejuicio. Escrito con la soberbia del que se cree eximido de argumentar más allá de la consigna y la fobia. Pero Carlin y Pierini no son los únicos que se ensañan con Maradona bajo la excusa del Mundial y expanden caprichosamente su simbología. Si bien no hubo encuestas, los medios reflejaron el deseo de Diego de retomar su puesto como una causa perdida. Acaso la expresión más elocuente de su derrota. De acuerdo, el ex DT de la Selección es, muchas veces, impresentable. Y parece más atento a la conveniencia que al amor. Se ha ganado el desprecio de muchos –que sin embargo valoran su genio futbolero– en buena ley. Otra cosa –esta cosa que exudan los comunicadores y otros personajes reactivos, y que ha sintetizado la columna de El País– es vomitar el odio retroactivo que incluye la movilidad social de un villero y sus semejanzas con otros desplazamientos benéficos de las clases populares. Péguenle al Diego, por qué no. Pero sean sinceros al tomar la palabra. Difícil probar que Maradona representa a la Argentina. Da para pensar que, por el contrario, su pedestal se debe a la singularidad de su éxito y de su talento. Es decir, Maradona es lo contrario de la Argentina, el suplemento utópico de un pueblo al que las cosas suelen salirle mal. Acostumbrado a perder más que a ganar. Pero olvidémonos del genio de pantalones cortos. Situémonos en el pintoresco entrenador que terminó goleado en el último Mundial. Ese sería más fácil de identificar con un pueblo curtido en decepciones. Un país que sobreestima sus valores, y que mira de lejos la prosperidad ajena. No sólo la caracterización de la Argentina presente que hacen los autores es inapropiada para la comparación –por falsa, mecánica, desentendida de la información más elemental–, sino que los argumentos más “futboleros” rozan la chantada. Cito, porque el “análisis” no tiene des-
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perdicio: “Talento sobraba, salvo que por amiguismo, ceguera, populismo patriotero o sencilla idiotez Maradona decidió no convocar a la mitad de los mejores; no solo no explotó los recursos que tenía, no los quiso ni ver. El nuevo seleccionador, Sergio Batista, puso en el campo contra España a cuatro jugadores básicos que Maradona ni siquiera había convocado para Sudáfrica y lo que se vio fue un equipo sólido que hubiera sabido competir contra Alemania, como contra cualquiera en el Mundial.” Cabe preguntar: ¿qué fue del “equipo sólido” que le iba a hacer partido a Alemania en el amistoso ante Japón? Pero sería proceder como Carlin y Pierini, chicana de café. La torpeza les impide a los
ga le pasábamos por encima a Alemania. Un mínimo de picardía –no digo honestidad– le impide a alguien que no sabe hacer un huevo frito cuestionar al chef por la receta. Podría hablar, no sé, de la higiene de la cocina. Si la premisa es la descalificación, más vale ser certero. Todo el artículo es la exhibición apurada de un prejuicio. Escrito con la pereza y la impunidad de quienes se creen libres de fundamentar más allá de la consigna y la fobia. No son los únicos Carlin y Pierini los que, con la excusa del Mundial, se ensañan con Maradona. Y expanden caprichosamente su simbología. Sabemos que Maradona tiene rasgos
autores encontrar puntos flacos más verosímiles en la actuación de Maradona. Si hay algo que hasta los más firmes y oportunos críticos de Diego aceptan es que, en la elección del plantel, se equivocó poco y nada. Se permitió algún capricho –como todos–, optó por algún cambio posicional, pero allí estaban los que debían estar. Tal vez se podrían objetar ciertas decisiones tácticas ante Alemania, trabajo sencillo –con el diario del lunes– que algunos han emprendido aunque hubieran celebrado esas mismas medidas unos días antes de la derrota histórica. El dueto manda fruta y no le importa. Según esta columna, con Zanetti y Bane-
arrogantes y prepotentes, que le salen fácil las bravuconadas y que es reticente a admitir errores (¿una metáfora, digamos, británica más que argentina?). También representa la movilidad social astronómica que sólo el deporte puede permitirle a un villero. Un recorrido difícil de digerir, a menos que el beneficiario esté dispuesto a agachar la cabeza como compensación de su defecto de origen. Maradona puede ser, para muchos, el peor del grado. Pero seamos claros al tomar la palabra. No mezclemos eso con la Copa del Mundo. Un resultado no valida el desprecio que, ni siquiera Carlin y Pierini se engañan, reconoce otros motivos.
Los ignorados La notoria desproporción entre la atención que la prensa le presta al mundo del fútbol y el que dedica a otros deportes merece reflexiones y quejas. De ambas se nutre esta columna, destinada a preguntarnos cómo es la cabeza de la prensa deportiva nacional. Por DIEGO BONADEO
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i durante años, en las sucesivas ediciones de la Feria del Libro –y antes del obsceno abigeato literario–, eran más solicitadas las estupideces de autoayuda con la barba candado de Jorge Bucay en la tapa que los cronopios de Julio Cortázar, los Peregrino Fernández del Gordo Soriano, las chicas de Flores de Oliverio Girondo, las zonceras de Arturo Jauretche o las venas abiertas de Eduardo Galeano, entre otras maravillas, no puede extrañar demasiado que por estos tiempos, y trasladando los desaguisados en cuanto a opciones al terreno deportivo, se les dé difusión masiva a personajes y cuestiones decididamente menores, menoscabando datos mucho más importantes. Por estos tiempos es más conocido el actual técnico de Tigre, Ricardo Caruso Lombardi, que el de las Leonas, Carlos Retegui, pese a que el fútbol, tanto desde el punto de vista institucional como el ético y el deportivo, deba obligatoriamente tomar ejemplos de otros deportes, en especial los que se practican en equipo, como el hockey, el básquetbol y el rugby –que hoy está pasando por ciertas turbulencias organizativas, producto de ciertos dirigentes que, habiendo o no jugado, parecen no entender el juego ni el mensaje sabio y generoso de la gran mayoría de los jugadores, sean o no Pumas–. No se trata solamente de analizar comparativamente los resultados de unos y otros, pero para quienes manejan los éxitos como única opción, vale la pena recordar que el seleccionado argentino de rugby fue tercero en el Mundial de 2007, en una performance sin antecedentes y tras ganarle dos veces a Francia; que las Leonas fueron campeonas mundiales hace algunas semanas en Rosario; y que el basquetbol argentino, sin Ginóbili ni Nocioni, alcanzó el quinto lugar en el último Mundial en Turquía. Y esto pasó solamente de menos de un lustro a esta parte. No es necesario plantearse, por obvio, el conocimiento generalizado que se tiene del presidente de la Asociación del Fútbol Argentino, Julio Grondona, en especial si se lo compara con el desconocimiento masivo de sus colegas del hockey, él básquet y el rugby. Pero en última instancia no es demasiado importante que se desconozca a los dirigentes de estos tres deportes. Lo que preocupa es la permanente sobreexposición de Grondona para aportar... ¡NADA!.
Y algo parecido sucede con los técnicos y con los jugadores. ¿Quién decidió que es más importante Alejandro Mancuso que Retegui, el entrenador de la Selección de básquet, Sergio Hernández, o el de Los Pumas, Santiago Pheelan? Y antes, tanto Cachito Vigil como Mangano y el Tano Loffreda aportaron mucho más, no solamente a sus deportes, sino al deporte argentino en general, que los directores técnicos de fútbol que, desde su menesterosidad, lo único que hacen es “tomar precauciones”.
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¡QUÉ PUTA SUERTE!
“Diego es un producto de las injusticias” Comprometido con pensamientos nada usuales en el mundo del fútbol, el ex preparador físico de la Selección que estuvo en el último Mundial, fue convocado para hablar de Maradona y sus enemigos. Con el punto de vista de quienes menos tienen, la charla se fue para cuestiones filosóficas acerca del mundo de la pelota. Por ALEJANDRO WALL
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ernando Signorini es preparador físico pero repite, cada vez que puede, que un gramo de tejido cerebral pesa más que ochenta kilos de músculo. Entonces, como lo hizo en la Selección, no sólo reparte ejercicios para aductores: también reparte libros para la conciencia. Por eso, atentos compañeros lectores, Signorini hablará de Diego Maradona –al que conoce hace 27 años– pero también de la acumulación de riqueza, de los pueblos marginados, del periodismo canalla y de la doble moral que abunda. Sólo bastó que Un Caño le lanzara al aire una pregunta (¿por qué buena parte de esta sociedad no se banca a Maradona?) para que surgiera este relato sobre la hipocresía. –¿Cuál es tu explicación? –Tengo varias. Ahora ya no se lo bancan porque no tiene la pistola, como le dijo el Flaco Menotti. Jesse James sacaba la pistola y era la ley. Hasta que la dejó y lo mataron. “A vos te va a pasar cuando no tengas la pelota”, le advirtió César. Pero también es por la pacatería y la hipocresía de los que se creen dueños de la Argentina. Y los verdaderos dueños de la tierra están marginados, y de ellos nunca se acuerdan, ni en los días patrios. Todo lo que era original, lo dice Eduardo Galeano en Las venas abiertas de América
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Latina, lo hicieron desaparecer para su propia conveniencia. Chicos como Diego emergen desde lugares que tendrían que dar vergüenza. En las villas hay potenciales Maradona o Riquelme, no hay potenciales Martínez de Hoz. Y algunos quieren que esos chicos, que fueron despojados de todo, cuando estén arriba sean ejemplos. Como dijo Fernando Niembro: “¿cómo le voy a explicar a mi hijo el ‘que la sigan chupando’?”. Lo que ocurre es que Diego les tira en la cara cosas que son verdades. –¿La conferencia de prensa en Montevideo mostró esa pacatería en su máxima expresión? –Sin dudas. Yo ayudé al Chaqueño Palavecino en partidos a beneficio de las comunidades del Chaco Salteño. En el camino que bordea el Ingenio Ledesma ves los ranchitos de los que trabajan. Y vos sabés que los dueños tienen mansio-
nes. No estoy en contra de los que tienen, pero me gustaría saber cómo llegaron a eso. Porque si vamos para atrás, todo fue robado. Y ese caldo de cultivo produjo tipos como Diego, que en sociedades distintas no sé si podrían aparecer, porque no tendrían la necesidad de salir del sórdido barrial buscando el cielo, como dice el tango. –¿Diego no hubiera salido de un lugar que no fuera popular? –Si él hubiera nacido en Libertador y Tagle, a lo mejor hubiera sido jugador de polo. Pero seguro que no habría jugado al fútbol. Y aunque hubiera jugado, no habría sido el que fue. En Diego también hay ansias de reivindicar a su gente. Lo mejor que le pasó, entre comillas, fue haber nacido en Fiorito. Y no hay que tomarlo como ejemplo. En todo caso, como símbolo. En Nápoles fue el único que prometió y cumplió. Lo comparan
“¿Sabés a cuántos de estos tipos del poder que tanto se ensañan con Maradona los he visto venir a sacarse una foto con él?”.
con un tipo que peleó contra los ricos, un Bairoletto de acá, que les robaba a los ricos para dárselo a los pobres. Y no está tan mal eso, a lo sumo los ricos van a tener un poco menos. –¿Diego no hubiese sido eso en otro lado? –Si en vez de ir al Napoli hubiera ido al Real Madrid o al Milan, habría estado más protegido. Pero son suposiciones. Ahora, cuando un perro chiquito se quiere pelear contra un Rottweiler, la razón la tiene el cuzquito. A Diego hace tiempo que lo prendieron fuego. Y él no va a detenerse a apagar la llama. Va a seguir corriendo o se va a quemar en su propio incendio, pero no va a renunciar. Si hubiera tenido otra cabeza, habríamos perdido toda la riqueza del personaje. Porque otro jugador como él es más fácil que aparezca, pero que aparezca otro personaje así, no creo. Esa combinación es difícil que vuelva a darse. –Porque Diego, además de futbolista, es lo que dice y hace. –¿Sabés a cuántos de estos tipos del poder, que tanto se ensañan con él, los he visto venir a sacarse una foto con él? Después seguían con la rutina de matarlo. La única culpa que tiene Diego es haber jugado como los dioses. Él es mucho más víctima de un sistema perverso que permite que siga habiendo villas. ¿De qué manera puede crecer alguien que sale de esos lugares? Es el caso de miles de pibes que después ganan mucho dinero. Aunque producen mucho más. ¿O a Carlitos Tevez le regalan el dinero? No, seguramente el que gana por Tevez gana muchas veces más de lo que gana él. Pero no se bancan que Carlitos después ande en un coche que inventaron para ellos o viva en un barrio que inventaron para ellos. Eso no les gusta. –¿Qué pensaste al leer la nota de El País donde se toma a Maradona como una metáfora argentina? –John Carlin (N.de la R.: uno de los autores, el otro es Carlos Pierini) quiso tirar un montón de paredes con Diego. Pero Diego no devolvió ninguna porque sabe que Carlin no es merecedor de una
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pared. Mientras tanto, que lo siga criticando, que se siga ensañando para darle de comer a su familia. En todo caso, sus hijos deben ser buitres, porque lo que les da es carroña. –¿Qué creés que expresaba ese artículo? –Un profundo resentimiento, pero además un profundo desconocimiento. Y una falta de reconocimiento para alguien que generó tanto a través del fútbol y que, por qué no, también le dio trabajo a Carlin. ¿Cómo hizo Mandela para no darse cuenta de que el tipo que lo entrevistó –para el libro El Factor Humano– tenía apariencia de cordero pero era un lobo? –Ahí había una comparación entre Maradona y el peronismo, ¿hay un odio o un rechazo común a ambos? –Todos estos movimientos sociales, o personas como Diego, como Hugo Chávez, como Evo Morales, como Rafael Correa, ¿son producto de qué? De las injusticias que cometieron históricamente las clases dominantes. Hasta que las mayorías un día dijeron basta. En toda Latinoamérica se está haciendo un frente común. Fidel creo que lo dijo hace cuarenta años: el mundo no será vivible hasta que no se haga un reparto más justo de la riqueza. Y también de las posibilidades. El 6% de la población detenta el 95% de la riqueza, según una estimación que leí en La tragedia educativa, el libro de Guillermo Jaim Etcheverry. Así, el mundo no tiene ninguna posibilidad. –¿Diego es producto de esas injusticias? –Si el mundo hubiera sido justo Diego, habría sido un maravilloso jugador, pero no tan irritante para las clases dominantes como lo es. –¿El antimaradonismo revela un odio
parecido al gorilismo? –Sí, creo que es visceral, además. Pero es más incomprensible el odio del de arriba por el de abajo que el que puede tener el de abajo por el de arriba. Porque si vos me ponés el pie arriba de la cabeza desde los tiempos remotos, ¿qué querés que te diga? Cuando a Diego no le gusta algo, lo expresa con modos poco diplomáticos, no es un hipócrita. Pero yo me quedo con el Diego que le respondió al Papa, con el Diego que quiere reivindicar a tantos, por más que después también vaya para otro lado. –¿Pelé no es un caso contrario? Rompió con su origen –Sí, porque fue pragmático, no quería cambiar nada. Así le iba muy bien. Y eso es lo que más rescato de Diego, que a él también le iba muy bien, pero no se entregó a las mieles de un sistema de mierda. Y yo lo dije alguna vez: “esta sociedad de mierda le exige todo a la Selección”. Hubo algunos que se sintieron ofendidos. Ellos saben por quiénes los digo. Yo recorro el país, voy de un lado al otro. –¿Y qué dicen? –Todas son palabras de aliento. Gente que todavía te dice gracias por lo que hicieron en la Selección, y que están contra de los dirigentes y en contra de lo que dicen muchos periodistas. Y esos periodistas lo saben. –Con Maradona hay mucho amor y mucho odio. Volvemos al peronismo... –Sí, pero el que está en contra no te lo dice. Y cuando son conversaciones privadas se puede hablar. Pero están acostumbrados a todos estos mensajes de estos tipos que no saben nada y que, además, si estuvieran frente a Diego no podrían abrir la boca. –Desde que conocés a Diego, ¿qué
“La mayoría de los periodistas parecen adolescentes que se niegan a crecer. Porque si crecen se les acaba el negocio”.
fue lo que más te llenó de orgullo de sus reivindicaciones? Siempre que él se expresa... Además, arriesgándose a cosas que la mayoría no se arriesga. Todo el mundo se mueve en lo políticamente correcto. Diego se arriesga. Hace poco salió su apoyo a la candidatura al Premio Nobel de Abuelas de Plaza de Mayo. Eso habla de una sensibilidad y un compromiso que otros no han demostrado. –¿El Mundial mostró las caras de la sociedad ante el triunfo y la derrota? –Sí, claro. Pero yo me rasgaría las vestiduras por cosas más importantes que un partido. En 1978 y 1986, Argentina fue campeón del mundo. Pero la cantidad de gente excluida no se redujo, aumentó. Los triunfos deportivos no sirven para nada. Sólo para traer algo de alegría. Es más, yo creo que en vez de mejorar contribuyen a empeorar porque demoran los tiempos de reacción. Pero los deportistas
siempre van a tirando un leño para que el fuego no se apague. Y de eso viven los miserables. Yo quisiera echarles un balde de agua a las pocas llamas que hay, para que de ahí en adelante comencemos a solucionar las cosas. –¿Los triunfos no sirven para generar conciencia? –¡Hasta ahora no se ha demostrado que fuera así! Y ojo que no lo digo sólo por el fútbol. Ningún deporte. Las Leonas ganaron y sirvió para una alegría fugaz, no para que quienes dirigen piensen en algo serio. En que el deporte no sea más secretaría, que sea ministerio, por ejemplo. –¿A la prensa qué rol le cabe? –En general, nefasto. La mayoría de los periodistas parecen adolescentes que se niegan a crecer. Porque si crecen se les acaba el negocio. Van a ganar mucho menos. Porque apuntan a tener la casa en el country, el coche último modelo, a costa de decir tonterías.
–Y la prensa, ¿cómo actúa con Maradona? –A mí me da mucha risa. Pobres tipos, tendrían la posibilidad de ser ellos un símbolo. Y vos los ves de traje y corbata… ¡De traje y corbata para hablar de fútbol! ¿Y a un científico, qué le cabe entonces? Porque el fútbol es algo maravilloso que después desvirtuaron para que sea esta porquería que no nos lleva a ningún lado, salvo a que unos pocos se llenen de dinero. Ahora el fútbol es una cosa tan banal que a mí me da vergüenza formar parte de la comunidad deportiva argentina. Yo no quiero que sea así. Quiero que ocupe muchísimo menos espacios. Los periodistas deportivos, en la mayoría de los casos, tienen un gran porcentaje de perversidad. Y tuvieron un mentor como Dante Panzeri, cuyos libros están en las librerías. Yo tengo algunos ejemplares, puedo hacer fotocopias. Pero no: en vez de aprender de los mejores, ellos defienden el negocio.
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¡QUÉ PUTA SUERTE!
Los entrenadores y la metafísica En el uso y abuso de las palabras, la prensa antimaradoniana ya no sabe qué decir sobre sus capacidades como técnico. Entre distorsiones y mensajes poco claros, abundan las confusiones. Nuestro compañero Pacini pone el acento en discutir de fútbol y de entrenadores, algo así como preguntarnos: “muchachos, ¿de qué estamos hablando?” Por FERNANDO PACINI
“Maradona como metáfora Argentina” fue la nota gráfica de opinión con más difusión en los últimos tiempos. Los autores fueron John Carlin y Carlos Pierini, y se publicó en El País de Madrid el 5 de octubre pasado. En ese texto hay fútbol. Y como en todo el artículo el análisis suena forzado, porque acomoda la realidad de modo que encaje en una idea preconcebida. El resultado es una fabulosa mezcla: como si en una esquina se vendieran pepinos, crema dental y corbatas, todo en un mismo cajón. “El nuevo seleccionador, Sergio Batista, puso en el campo contra España a cuatro jugadores básicos que Maradona ni siquiera había convocado para Sudáfrica, y lo que se vio fue un equipo sólido que hubiera sabido competir contra Alemania, como contra cualquiera en el Mundial. Es decir, el sentido común existe en Argentina; sólo que demasiadas veces, obliterado por la luz maradoniana, brilla por su ausencia”, dicen Carlin y Pierini,
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sin haber visto el Japón-Argentina que se jugó tres días más tarde. Los cuatro jugadores “básicos” son Gabriel Milito, Zanetti, Cambiasso y Banega. Indiscutibles por calidad y roce internacional. Pero de ahí a otorgarles el carácter de “básicos”, hay una distancia considerable. Salvo Banega, que apenas cuenta con un puñado de partidos en la Selección, los otros tres futbolistas integraron los planteles nacionales durante mucho tiempo y en distintas competencias. Y Banega estaba lejos de ser un jugador fundamental para Sudáfrica. Apenas había hecho pie en la Liga de España, y
nadie cuestionó su ausencia. Los primeros tres partidos de Batista como entrenador de la Selección mostraron un equipo bastante parecido al de la era Maradona, con más coincidencias que diferencias. Esencialmente porque las coincidencias son inevitables. Señaladas las pocas convocatorias que distinguen a uno del otro, la mayoría de los futbolistas son los mismos. Por lo tanto, la organización del equipo actual, de momento, se parece bastante a la del anterior. Frente a Irlanda y Japón, Batista conformó una línea de cuatro integrada por zagueros (no frente a España, cuando
Los primeros tres partidos de Batista como entrenador de la Selección mostraron un equipo bastante parecido al de la era Maradona.
colocó tres centrales y Zanetti). Los atacantes, como en el Mundial, fueron Messi y dos más, entre Tévez, Higuaín, Milito o Di María (tercera punta frente a Irlanda). Los matices estuvieron en la mitad de la cancha, donde sí hubo novedades entre los protagonistas y sus funciones. Otra vez, los problemas defensivos del equipo no tienen una sencilla solución. En todo caso, Batista tendrá más tiempo para corregir las grandes falencias en ese plano. En la última convocatoria, para enfrentar a Japón, fue citado Ansaldi, pero no jugó. ¿Cómo habría de probar jugadores un entrenador al que en cada amistoso le va el puesto? Necesita confirmar su cargo para luego ensayar; de lo contrario, ante la sospecha de un final prematuro en su función, acudirá a los jugadores que, por oficio, le brinden mayores garantías. La Argentina tiene un ataque formidable, pero el resto del equipo no califica con las mismas notas (en algunos pues-
tos, especialmente). La abundancia ofensiva se opone a la escasez de defensores especialistas, o sin las facultades necesarias para jugar al más alto nivel. No es que no haya defensores, pero seguro que no sobran. La otra coincidencia inevitable entre ambos ciclos es que Batista tendrá una coyuntura muy similar a la de Maradona: además de contar con la misma generación de jugadores, tendrá también muy poco tiempo de trabajo, el mismo manager, el mismo presidente de la AFA, la misma camiseta y las mismas presiones. Los problemas estructurales, los futbolísticos y los otros evidentemente son idénticos. La AFA no tuvo un plan deportivo con Maradona, ni lo va a tener con Batista. El plan es el del entrenador. Y será siempre un proyecto frágil, expuesto a los resultados, porque no está sostenido por la institución, que no participa en su diseño, apenas lo respalda, pero
seguramente optará por uno nuevo y antagónico (de ser necesario) cuando lo considere pertinente. No es una “política de Estado”, es una afiliación temporal a una idea ajena. ¿Acaso alguien puede explicar cómo funcionan, y qué producen, los varios Centros de Alto rendimiento que la AFA promueve en el interior del país y presenta como parte de un ambicioso plan? Si tienen alguna relación con la política, no es con la política deportiva. Tener un proyecto es imprescindible. La Selección lo necesita, Messi lo necesita… Una gestión política y deportiva más adecuada a este tiempo. Hay cosas que se acomodan fuera de la cancha. No van a ser un buen planteo ni dos jugadas con pelota parada, las que cambien la historia. La otra opción es suponer que ya está, que sacándose de encima a Maradona, citando a cuatro jugadores y aplicando el sentido común, el problema está resuelto.
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¡QUÉ PUTA SUERTE!
El hombre que estaba ahí
La margarita deshojada es un clásico en la historia de la elección de un entrenador. Pero como pocas veces ha ocurrido antes, la prensa no tiene un candidato. La mirada de Víctor Hugo, con repaso incluido, nos puede traer un poco más de luz sobre aquello que ven los dirigentes a la hora de elegir un entrenador. Por VÍCTOR HUGO MORALES
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l Checho lo favorece un episodio: con Diego la Selección tampoco logró metas importantes, y considerando que ya pasaron técnicos de todos los estilos y calidades de trabajo (Bielsa, Basile, Passarella, Pekerman), no hay fundamentos para que alguno de los buenos profesionales de la actualidad cumplan ese objetivo que parece el único que exculpa: ganar un título mundial. Bielsa consiguió un seleccionado maravilloso que asombró al mundo, pero se frustró justamente en el campeonato ecuménico. Passarella armó un equipo más que respetable, pero lo mató una derrota injusta, y a nadie le importó demasiado que así fuese: en la Copa de Francia no ganó y punto. A Diego, lo de Alemania le quitó, como a un general caído en desgracia, las jinetas obtenidas en su breve periplo. Así que ahí está el Checho, sin rivales a la vista. Técnicos como él puede decirse que hay muchos, pero la idea funciona también al revés. El Checho no es menos que ninguno. O son varios los que lo superan en capacidad y experiencia, pero no está claramente determinado quiénes son. No hay un clamor por ningún técnico, y la figura que resaltaba (hasta la designación de Diego) era la de Carlos Bianchi. Pero algo se eclipsó en la personalidad del reputado director técnico a partir de su tarea inexplicable en Boca. Una cotización muy alta para ponerles un parasol a los atribulados dirigentes que sucedieron a Cirillo. Un dinero absurdo para la tarea menor de elegir altura del césped, bus para los viajes a las
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canchas y calendario de partidos internacionales. De Bianchi ya no se sabe si tiene interés en ser director técnico, siquiera. Salvo que le paguen, no ofrece declaraciones. Metió a todos los periodistas en la misma bolsa, se refugió en el silencio y cotizó para los patrones de los medios, no para los trabajadores de prensa. Ni como “colega” aporta. A continuación, el cronista podría escribir veinte nombres merecedores de la Selección, pero ni uno de ellos mueve el amperímetro entre los aficionados. El periodismo se quedó sin candidato, y el único que parece tener chances, si no lo designan definitivamente al Checho, es Alejandro Sabella. Pero Sabella viene con la etiqueta de La Plata, de Bilardo, y aún siendo ejemplar lo conseguido con Estudiantes, hay un estigma que condiciona a ciertos periodistas. Era el único apellido que podía crecer, pero la prensa fue tibia, casi indiferente al referirse al conductor del mejor equipo de los últimos años en el fútbol argentino. Así que ahí está el Checho. A esta altura, si no lo designan, es para ir con él a patear las puertas de la AFA, porque tampoco merece ese destrato. Un hombre que ha tenido paciencia franciscana para aprovechar el detalle que lo diferencia del resto: estaba “ahí” cuando estalló lo de Diego. Conoce a los jugadores, da la impresión de que se lo bancan, sabe de fútbol y está al tanto de lo que anda ocurriendo en el mundo. Para una Selección que nunca podrá hablar de trabajo, sentenciado de antemano a ser alguien que elige y nada más, porque otra idea es imposible con los jugadores siempre lejos del país, discutirlo hoy al Checho es cruel.
Bife a caballo
Alberto Samid se sentó frente a los poderosos K y no les tuvo miedo. Se defendió con convicción y logró tablas en ambos desafíos. ¿Usted sabía que el ganadero mediático, además de ser dueño de una gran cadena de carnicerías, es un eximio jugador de ajedrez? Por GASTÓN DOMÍNGUEZ
¡ÚLTIMO MOMENTO! ALBERTO SAMID SE CONVIERTE EN UN INSALVABLE ESCOLLO PARA LOS K. La placa (roja, obvio, como la carne), acompañada del vozarrón de un locutor impostado como si exigiera dos kilos de falda, no se emitió en ningún canal de cable. ¡Lástima! Porque la información es verdadera. Samid se enfrentó a los K. A cada uno por separado. Sin que medien palabras, les infundió respeto. Y ellos, pese a contar con poder, historia y jerarquía, no pudieron derrotarlo. Poco acostumbrados a resultados no positivos, sus ocasionales pero importantísimos rivales saludaron cordialmente. Sin embargo, en su fuero interno debía bullirles la sangre, porque ese ganadero de 62 años, autodenominado “El rey de la carne” e incluso asesor presidencial de Menem durante su primer mandato, les había plantado batalla. El Turco, como también se lo conoce, se defendió hábilmente. Sólo eso. Había estudiado a sus enemigos y sabía que un movimiento ofensivo implicaría sufrir luego una avalancha de feroces ataques cuyo destino inexorable sería el fracaso. ¿Acaso Samid se erigió en un nuevo candidato presidencial al que hay que temerle en 2011? ¿Este “peronista de ley”, tal su propia definición, pasó a alinearse con los disidentes? ¿O analiza una irra-
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cional alianza con Ricardo Alfonsín? No. Esta historia no está relacionada con la política. Sucede que el público, tan influenciado por los mensajes mediáticos, ve una K y entiende, instantáneamente, Kirchner. ¡Error! Los K no fueron Néstor ni Cristina, sino Anatoly y Garry. ¿Quiénes? Karpov y Kasparov, dos ex campeones del mundo de ajedrez que, en su reciente visita a la Argentina, jugaron partidas simultáneas y obtuvieron casi todas victorias. ¿Las tablas? Adivine. “Hace como 30 años vino Karpov a Ciudadela. Se hizo una simultánea con 25 tableros. Le ganó a 24 y empató conmigo. No sé quién se enteró de eso desde la Federación de Ajedrez y me llamaron, hace unos meses. ‘Viene Karpov. ¿Querés jugar con él de nuevo?’, me preguntaron. Les dije que sí. Jugó seis partidas simultáneas. Le ganó a cinco y yo le di tablas de nuevo. A los 10 días, me llaman otra vez. ‘Viene Kasparov’, me dijeron. Y le empaté también a él”, suelta sin vanagloriarse Samid, repitiendo palabras y, a veces, dejando inconclusa alguna frase.
Uno lo ve y adhiere al preconcepto. Con varios kilos de más, sus amplias chombas y su andar mínimamente bamboleante, es posible imaginarlo detrás del mostrador en alguna de las más de 80 carnicerías de su cadena, cortando un peceto en finas fetas para satisfacer a una clienta exigente. Incluso puede recordarlo tirando un par de ganchos sobre la humanidad de un resbaladizo Mauro Viale, en la que se convirtió en una de las peleas más emblemáticas de la televisión bizarra. Pero no le confiere, ni por asomo, el status de eximio ajedrecista. En El Principito, lo esencial es invisible a los ojos. En El rey, también. No importa si es la siciliana, la eslava o algún tipo de gambito. Para Samid, su apertura hacia el ajedrez se dio “hace más de 50 años”. Ya desde púber, entonces, se rodeó tanto de grandes maestros y enroques como de ejemplares de Aberdeen Angus y Holando Argentina. Y todo lo que se internaliza desde la infancia se defiende con fervor en la adultez. “El ajedrez habría que imponerlo en todos los
“Si vos tenés a esos cinco jugadores en defensa, es más difícil que te hagan el gol. El ajedrez es igual. Uno monta su estrategia para cuidar a su rey. Karpov y Kasparov juegan así en simultáneas. Por eso no pierden nunca”. (Alberto Samid)
colegios. Porque te enseña a pensar. Acá se cree que es como el ludo. Y no es así”, se queja. OK, Alberto, pero… ¿imponerlo? “Sí, imponerlo. En ajedrez uno está continuamente pensando. Y la vida es un pensamiento. Hay que proyectar. Uno planea: ‘me gusta esta chica, me quiero casar, puedo comprarme este terrenito’. El ajedrez y la vida hablan de proyectos”. Con esos preceptos creció. Con los años imaginó expandir la firma que representa. Y lo hizo: la cadena La Lonja, según él, promete la mejor calidad al precio más razonable (¡22 pesos el kilo de lomo!, anuncia Samid). También planeó formar una familia. Y lo hizo: se casó con María Scarafía, quien “no juega al ajedrez”, y tuvo cuatro hijos, que sí lo practican (María del Sol, María Belén, José Alberto junior y María Luz). Y hasta concibió tener éxito en uno de sus deportes (los otros: el fútbol y el tenis). Y lo hizo: está invicto frente a dos leyendas del ajedrez. El momento del medio juego es quizás el de mayor análisis. “Yo había estudiado cómo ellos juegan simultáneas y había notado que siempre lo hacen parecido. Sobre esa base, decidí armar una estrate-
gia para empatar”, confiesa. “En el fútbol, cuando atacás, te desprotegés. Si atacás con cuatro o cinco, te sacan la pelota y chau. Si vos tenés a esos cinco en defensa, es más difícil que te hagan el gol. El ajedrez es igual. Uno monta su estrategia para cuidar su rey. Ellos juegan así en simultáneas. Por eso no pierden nunca”. Como el catenaccio funcionó frente a Anatoly Karpov cuando el ex campeón jugó en Villa Martelli en el marco del Torneo del Bicentenario (había venido a promover su candidatura a presidente de la FIDE, pero perdió frente al calmuco Kirsan Ilyumzhinov), lo repitió semanas después contra Garry Kasparov (quien había viajado para apoyar a su ex rival) en Tigre. Y otra vez logró tablas (el único de 19). “Si le molestó empatar conmigo, no me enteré. Porque yo no entiendo el ruso”, bromea Samid, debido al famoso mal carácter del ruso. Y enseguida baja un cambio: “mano a mano, no hubiera podido empatar. ¿Por qué? Porque no es lo mismo pelear con uno que con diez”. Uno le propone comparar cada trebejo con un corte vacuno antes de ser derrotado por tiempo. Así, el rey es el bife
de chorizo, mientras que a la dama le corresponde el cuadril (¿por lo sabroso?). Por similitudes en las formas, equipara el alfil con el peceto y la torre con el lomo, para dejarles a los trabajosos peones los populares paleta y roast beef ¿Y el caballo? “La nalga”, responde con una pícara sonrisa luego de dudar unos instantes. El reloj aprieta. Hay que tomar las decisiones más rápido, como lo hace la Challenger, máquina que adquirió y a la que desafía seguido, para “ganarle en todos los niveles, salvo en el diez”. Justo diez son las horas semanales que le dedica al juego ciencia. “A veces más, cuando me junto con Scioli”, cuenta, mientras se lo puede ver abrazando al gobernador con un trofeo en la mano en una foto que decora las blancas paredes del quincho de su casa, ubicada sobre Avenida de Mayo, en Ramos Mejía. “Jugamos a llegar a 100 partidas. Y le gané 100 a 93. El me había derrotado antes en una serie a seis triunfos, y me quedé con la sangre en el ojo”, sonríe. Mientras tanto jura que en 2011 no va a dedicarse a la política, sino que seguirá “generando vida y riqueza a través de las vacas”.
Garry Kasparov y Alberto Samid estrechan sus manos después de pactar tablas.
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Si es de Bayer, es bueno
Nuestra cronista anti-fútbol volvió a las andadas, en su afán de entender la pasión futbolera, y se encontró con un ex hincha rendido ante un deporte que dejó de ser un juego y pasó a ser un negocio de pocos. Canalla, sabalero y simpatizante del equipo alemán cuyo nombre se parece a su propio apellido, el intelectual anarquista se opone a los negociados y a los jugadores sin camiseta. Y rescata sin titubear los valores del fútbol de antaño. Por MARÍA FERNANDA MAINELLI Fotos ALEJANDRO KIRCHUK
C
on la misma coherencia que le imprimió a su vida privada y pública, el historiador, escritor y periodista Osvaldo Bayer dejó de ir a la cancha a ver a su querido Rosario Central, dejó de seguir a la Selección y hasta de ver partidos por televisión cuando el fútbol se convirtió en un “mero negocio del capitalismo”. Ahora, recuerda a los jugadores de su niñez, los picaditos en la calle con sus vecinos del barrio de Belgrano y las chicanas con su gran amigo, el escritor Osvaldo Soriano. –Usted es anarquista e hincha de fútbol; sin embargo, ese movimiento se alarmó a principios del siglo XX, cuando los trabajadores no asistían a las asambleas para ir a la cancha, y lo comparó con la religión bajo el lema “misa y pelota: la peor droga para los pueblos”. ¿Tuvo alguna vez contradicciones por eso? –Primero tengo que aclarar que ya no veo fútbol, ya no soy hincha como antes, aunque sigo siendo de Rosario Central y, en Alemania, del Bayern Munich, por mi apellido (risas). Soy de los dos porque siempre tuvieron un fútbol muy diferente: el rosarino era caminado, con mucho taquito y jueguitos criollos, y el alemán era más de pases largos y muy veloz. Pero es cierto lo que usted marca: al principio, los anarquistas compararon al fútbol con la religión, como una forma de idiotizar a la gente. Lo veían como a once tontos pateando una pelota, aunque después se
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dieron cuenta de que era otra cosa. Personalmente, nunca entré en contradicciones; las hubiese tenido si seguía siendo hincha en las condiciones en las que está hoy el fútbol. –Cuando le gustaba el fútbol, ¿qué gracia tenía para usted que veintidós tipos corriesen detrás de una pelota? –Era una especie de ballet. Cuando los anarquistas y los socialistas entendieron mejor al fútbol, lo vieron como un esfuerzo colectivo para lograr el triunfo. Eso era para mí el fútbol, arte y deporte socialista. Desgraciadamente, ahora está tan tergiversado por el dinero que no dan ganas de seguirlo, y el capitalismo fue tan inteligente que echó a perder todo, hasta al fútbol. Me acuerdo de que cuando era chico, en los años 30, junto a mis amigos nos sabíamos todos los equipos de memoria, porque los jugadores duraban diez años en el mismo club. En cambio, ¿hoy cómo te los vas a saber, si un jugador no dura ni seis meses? Entonces, cuando en 1989 terminé de escribir el libro Fútbol argentino, que fue el guión de una película, dije: “fútbol, nunca más”. –¿Por qué? –Porque me empezó a disgustar mucho que los jugadores no defendiesen su divisa, sino sus bolsillos, y que cambiasen de equipo sólo por dinero. Los jugadores meten goles para que les paguen una cantidad de plata. Los campeonatos
mundiales perdieron toda seriedad. En el equipo francés tienen tres de ese país y ocho africanos. Ahora, en Alemania, que siempre tuvo mucho orgullo por su equipo, si llega del exterior un jugador muy efectivo, a los seis meses le dan la ciudadanía alemana, mientras que un obrero turco tiene que tener por lo menos veinte años de residencia para obtenerla. –¿Siente que le falta algo al no tener fútbol? –No. Me refugio en los libros, el teatro y el cine. Al fútbol lo comparo con las otras artes, como escribí en mi libro: “el fútbol es un magnífico cuento de magos, volatineros, malabaristas y hasta clowns. De titiriteros de gran proscenio. Un teatro inigualable para niños y grandes, y para niños grandes. Un encuentro humano con alegrías y lágrimas, con ruidos y espantos. El circo de la gente pobre, la misa de campaña de los solitarios que quieren sentirse acompañados por una vez. Es la humanidad en el pequeñísimo cosmos de un cuadrilátero verde”. –Ya que menciona las alegrías y las lágrimas, ¿cómo explica la pasión futbolera? –Es inexplicable. Al fútbol se puede ir, disfrutar y festejar los goles, pero de ninguna manera se puede llegar al fanatismo, a pelearse o matarse a tiros. Esto demuestra una gran falta de cultura que nada tiene que ver con la riqueza y la pobreza.
–¿Qué tipo de hincha era usted cuando iba a la cancha? –Muy tranquilo, ni siquiera festejaba los goles, apenas sonreía. Esa pasión sufrida o esa pasión basada en el sufrimiento del rival es mentira, son disparates. Nunca fui de sufrir por Rosario Central, sino más era más bien de juzgar. Reconocía cuando jugaba mal y me alegraba cuando ganaba. Como tengo 83 años, me divierto diciendo que yo vi jugar al mejor de todos de Rosario Central, al Torito Aguirre, que fue mucho mejor que Maradona porque jugaba los 90 minutos. Una vez fui con Osvaldo Soriano a la cancha, hincha fanático de San Lorenzo, el club más amigo de Rosario Central, y él me dijo que yo era alemán hasta viendo partidos de fútbol. Decía esas cosas para que yo me enoje. –¿Usted se enojaba? –Le cuento una anécdota: cuando estábamos en el exilio, él vivía en París y yo en Berlín, y Soriano siempre me venía a visitar porque le gustaba mucho la ciudad. Se quedaba tres o cuatro semanas en casa. Un domingo, a las nueve de la noche, cuando yo estaba terminando de preparar la cena y tendiendo el mantel en la mesa, Soriano me pidió que lo dejara hablar por teléfono a Buenos Aires, ya que tenía algunas dificultades con mi editor. Le dije que sí, que claro, que llamase tranquilo. Se fue a la habitación donde estaba el teléfono y cerró la puerta. Yo hacía cálculos: “son las nueve de la noche en Berlín y las cuatro de la tarde en Buenos Aires, debe estar por terminar el primer tiempo, seguro que llama a alguien para saber cómo había salido San Lorenzo”. Salió del cuarto muy contento, se ve que San Lorenzo iba ganando. Muy bien. Una hora después, a las diez de la noche, me pide otra vez de hablar por teléfono. Y pensé: “un cuarto de hora de descanso, más los cuarenta y cinco minutos del segundo tiempo: ya debe haber terminado el segundo tiempo, quiere averiguar cómo salió el partido”. Me acuerdo perfecto que me dijo: “Osvaldo, ¿me permitís hablar otra vez por teléfono? Me quedé sin preguntarle otra cosa al editor, me quedó una duda”. “Sí –le dije–, andá nomás”. Cerró la puerta de la habitación donde estaba el teléfono y pensé: “ahora
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me va a tener que escuchar, ahora me voy a vengar de las veces que me dijo que yo era demasiado alemán, que me tenía que aporteñar un poco”. “Aporteñate, Osvaldo”, me decía Soriano, que era muy provocador. “Ahora vas a ver lo alemán que soy”, pensé yo. Salió de la habitación muy contento, lo señalé con el dedo, muy ceremonioso, y le dije: “yo no sé cómo vos podés ser hincha de un club que lleva el nombre de un cura”. Me refería a Lorenzo Massa, el fundador de San Lorenzo. Ahí
entendió que me había dado cuenta de que no quería hablar con su editor, sino que quería saber cómo había salido San Lorenzo. Se cabreó. Yo nunca lo había visto así, porque él tenía mucho sentido del humor. Pero se cabreó y me dijo que el nombre de San Lorenzo no era por el cura, sino por el Combate de San Lorenzo. Un invento. Lo volví a señalar con el dedo y le dije: “entonces es peor, sos de un club militarista”. Me mandó a la puta que me parió, no cenó y se encerró en el
cuarto a dormir sin comer. Tenía mucha bronca. A la mañana siguiente preparé el desayuno, compré unas medialunitas alemanas para darle el gusto y para que se le vaya el enojo. Cuando yo tomaba el café, Soriano abrió la puerta de la habitación, no me saludó y todo somnoliento (se ve que no había dormido en toda noche pensando una venganza), me dijo: “yo no se como vos podés ser hincha de un club que tiene como nombre el artefacto con el que rezan las viejas” (risas). Lo debe haber pensado bien toda la noche y, a pesar de que era una mentira, porque Central tiene el nombre de la ciudad, me paré, le di la mano y le contesté: “me ganaste”. Hice eso para que se quedara tranquilo. Volvimos a ser amigos. –¿Por qué es de Rosario Central? –Yo nací en Santa Fe y era hincha de Colón. El 1934, me vine con mi familia a vivir a Buenos Aires y cinco años después fueron admitidos, por primera vez en los torneos de AFA, dos equipos del interior: Rosario Central y Newell´s. Pero Unión y Colón quedaron en Segunda División, y no había ascenso. Entonces, el equipo más parecido y cercano a Colón era Rosario Central, por eso me hice Canalla en Primera, y en Segunda seguí siendo de Colón. Fue una decisión pensada, porque Central me gustaba mucho, me divertía porque los rosarinos por entonces jugaban caminando, al lado del vértigo que le ponían los porteños al juego. Los rosarinos eran más elegantes. Y a mí esa tranquilidad siempre me gustó, porque vengo de una ciudad en la que todavía se duerme la siesta, lo más lindo que hay. –¿Algún familiar suyo era de Colón o de Central? –Nadie. De hecho, la primera vez que pisé una cancha –un partido de Colón contra Unión– me llevaron mis tíos, que eran de Unión. –Entonces usted es un contrera. –Siempre fui un contrera y todas mis decisiones tienen un fundamento: me hice de Colón porque me gustaba cómo jugaba y porque me gustaba mucho la hinchada, que eran gauchos que iban a la cancha con alpargatas y bombachas de campo. Esa hinchada me resultaba muy simpática. En cambio, los de Unión iban
a la cancha con traje, corbata y sombrero de paja. En mi familia me entendieron, porque siempre supieron que yo era un poquito loco. De Rosario Central me hice porque me gustaba, pero también porque en Buenos Aires siempre éramos minoría, y eso me encantaba. Iba a la cancha y éramos poquitos. Me gustaba eso de pertenecer a una minoría, de no ser de las mayorías, ni de River ni de Boca. Sí, en definitiva, siempre en la vida estuve del lado de los de abajo y de las minorías, y eso mismo elegí en el fútbol. –Es poco frecuente un hincha de dos equipos o hasta de tres, ¿no? –Es extraño, cierto. Pero piense que cuando me hice hincha de Central, los Canallas no jugaban en la misma división que los Sabaleros. Nunca sentí contradicciones. Si hasta en Alemania soy hincha del Bayern Munich. No puedo renunciar a ser hincha de un club porque está en otro país. No hay ley que diga que uno tiene que ser hincha de un solo club. –¿Qué siente cuando las cuestiones históricas se pretenden saldar con triunfos futbolísticos? –Debo reconocer que cuando Maradona metió el gol con la mano de Dios a los ingleses, me gustó, lo festejé, me divertí porque se trató de una viveza criolla. Un inglés no puede explicarse algo así, hubiese reconocido que lo hizo con la mano; en cambio, Maradona dijo que fue la mano de Dios, una genialidad. –Me extraña que usted, un hombre justo, haya festejado un gol con la mano. Lo festejé como una cuestión de humor y porque fue contra los ingleses. Si ese gol se lo hubiese metido a otros no lo festejaba, pero a los ingleses sí, porque siempre se sintieron vencedores en todo. –Hay muchísimos hombres en este país que se sienten doctores en fútbol ¿Qué explicación le encuentra a eso? –Se trata de una búsqueda para no comprometerse con la realidad. En vez de hablar de política, hablan de fútbol. Y al fútbol no hay que hablarlo, hay que verlo o hay que jugarlo. –¿Jugaba al fútbol? –De chico. –¿Era bueno? –Tengo una anécdota con Eduardo Ri-
cagni, uno de los mejores futbolistas que vi, que pasó por Platense, Boca, luego fue a Grecia y terminó en Huracán. Era vecino mío y jugábamos calle contra calle en mi barrio, Belgrano. Ricagni formaba el equipo de la calle Manuela Pedraza, y yo siempre iba a ver si entraba en su seleccionado, pero nunca entraba. Una vez faltó uno y ya estaba listo el equipo contrario. Entonces, Ricagni me hizo un gesto con la cabeza para que entrara, pero como diciendo “qué se la va a hacer, me tengo que conformar con este burro”. Me mandó al arco, obviamente. ¡Tuve esa mala suerte! Yo quería consagrarme para estar siempre en su equipo. Era mi gran oportunidad, pero resulta que los enemigos tomaron la pelota, se la pasaron al wing, que corrió, corrió, corrió, pasó a la defensa, quedó parado frente a mí y tiró un pelotazo tremendo que me dobló las manos, me pegó en la frente y yo caí sentado. Fue gol. Hubo un silencio, y cuando me paré, Eduardo me miró con un odio tremendo porque creyó que me había dejado meter el gol. Me corrió y yo cometí un error gravísimo: en vez de enfrentarlo, corrí. Y corrí más que él, porque, de hecho, no me alcanzó. Esa fue la última vez que jugué en la calle. –¿Lo volvió a ver? –Nunca más, y hace tiempo que no escucho hablar de él. Cuando acepté escribir el libro Fútbol argentino como guión de la película, dije: “los voy a nombrar a todos, menos a Ricagni”. Iba a ser mi venganza. Pero, después me arrepentí y le dediqué una línea. –Rescata, justamente en ese libro, una frase de Albert Camus que dice que el fútbol le había enseñado todo lo que creía saber en la vida. ¿Qué le enseñó a usted el fútbol sobre la vida? –Que a veces uno se puede olvidar de los problemas cotidianos con un espectáculo, lo mismo que pasa cuando uno va al teatro o al cine. Me enseñó la alegría por el deporte, por el juego, me enseñó eso de ir para adelante, que con el esfuerzo de todos se puede llegar al triunfo, que en definitiva es una vida mejor. Me enseñó todo eso hasta que el fútbol se convirtió sólo en un mero negocio y dije “nunca más”.
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¿Existe el mejor de todos los tiempos?
La conquista de Rafa Nadal en el US Open reabrió la eterna pregunta que ronda el mundo del tenis desde los 70: ¿quién es el más grande? Por ROBERTO ZIMMERMAN
L
a mordida (coimeros abstenerse), ese gesto tan suyo de hincarle los dientes a uno de los cuatro trofeos más preciados de la historia del tenis, fue la señal de que el tema podía volver a hacer ruido. Ya saben, así festeja Rafa Nadal los momentos grandes, toda una marca registrada a esta altura, y el último US Open, después de vencer en la final a Nole Djokovic, no fue la excepción. En Flushing, Rafa no sólo logró el único grande que le faltaba. Además: – se convirtió en el séptimo jugador en la historia en ganar los cuatro títulos del Grand Slam (ver recuadro). – con 24 años, 3 meses y 10 días, es el más joven en conseguirlo en la Open Era. – nunca nadie había logrado vencer en Roland Garros (polvo de ladrillo), Wimbledon (césped) y el US Open (cemento) en forma consecutiva. Y después de todo eso, la polémica… O la reapertura de ese tema que siempre queda tan bien en las páginas de deportes: ¿quién es el mejor de todos los tiempos? Un lugar común en el fútbol, por ejemplo. Desde que Diego plantara bandera en el Azteca, en 1986, aún genera debate determinar si el trono histórico le pertenece a él o a Pelé. Algún memorioso, incluso, sigue jugando unas fichas a favor de Di Stéfano. Y más de un lírico puede que esgrima el nombre de Cruyff. Y así como en el Planeta Fútbol el pa-
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rámetro obvio pasa por la suerte corrida en los mundiales, el pedigrí de un tenista se mide por su actuación en los cuatro grandes torneos: Australia, Roland Garros, Wimbledon y el US Open. Lograrlos en una misma temporada significa ganar el Grand Slam. Hubo un tiempo sin discusión posible. En 1938, cuando el norteamericano Don Budge logró los cuatro al hilo –excepto Roland Garros, meca del polvo de ladrillo, los tres restantes se jugaban sobre césped– no había dudas, claro: él era “el mejor de todos los tiempos”; o mejor, era el primero en lograr la hazaña. La pregunta empezó a tener realmente sentido en 1962, cuando el australiano Rod Laver consiguió lo mismo. Ya en 1969, en los comienzos del tenis profesional –etapa iniciada un año antes con la denominada Open Era–, Laver resolvió la discusión: repitió la hazaña, convirtiéndose en el primer tenista en ganar dos veces el Grand Slam. Desde entonces, nadie más lo pudo hacer (ojo, hablamos sólo de tenis masculino; entre las mujeres, sí lo consiguió Steffi Graf, quien en 1988 logró la temporada perfecta al obtener el Grand Slam ¡y
la medalla dorada en los Juegos Olímpicos de Seúl!). A falta de semejante proeza, entonces, un segundo parámetro para medir la grandeza histórica consiste en sumar la acumulación de títulos grandes. Vendría un vacío de varios años, hasta que a mediados de los 70 el sueco Björn Borg se prendió en la pulseada. Pese a ser un típico jugador de canchas lentas, con un dominio natural en Roland Garros, cuando en 1976 logró ganar en Wimbledon rompió los esquemas lógicos del juego de saque y volea, hasta ahí armas básicas para imponerse en el césped. Su racha invicta en Londres se prolongó por cinco años consecutivos, con argumentos suficientes como para disputarle el trono a Laver. Los 90 van a estar signados por la aparición de Pete Sampras, un nombre mucho más familiar para a nuestros lectores. El norteamericano empezó a acumular grandes títulos, pero siempre se le negó el Grand Slam. Así como Borg nunca pudo con el US Open, Pete no podía con Roland Garros. En compensación, Sampras impuso un record escalofriante al sumar 14 de los grandes, superando los 12 que tenía el australiano Roy Emerson. Y entonces apareció Roger. El Federer
“El mejor tenista de todos los tiempos no existe. Sos el mejor de tu era”. (Rod Laver).
Express fue un tren imparable que empezó a acumular títulos, hasta que el año pasado primero igualó la marca de Sampras, al ganar sobre el polvo de París, y unas semanas más tarde impuso un nuevo record de 15 grandes torneos ganados, tras imponerse en Wimbledon frente al norteamericano Andy Roddick. En ese punto, más allá de la dificultad que siempre implica comparar épocas, Federer reunía el voto de los expertos como el más grande de todos los tiempos. Sin embargo, eternamente consultado sobre el tema, Laver fue contundente: “el mejor tenista de todos los tiempos no existe. Sos el mejor de tu era. Para mí eso es ya un gran elogio”, decía el año pasado, tras el nuevo record de Federer en Londres. Hace unos días, el propio Nadal contaba que unos minutos antes de enfrentar a Djokovic en la final de Nueva York, se cruzó con John McEnroe en el vestuario.“La historia te está esperando”, le dijo Big Mac. “Gracias por la presión”, respondió el español, entre risas. Como sabemos, mucho no lo afectó. De hecho, ahora que la copa está en casita, para muchos Nadal ya le puede disputar el trono a su amigo Roger. Para muchos… Para él no. “Es un honor estar en la historia, entre los siete jugadores que ganaron los cuatro grandes, pero tengo los pies en la tierra. Hablar de si soy mejor que Roger es estúpido. Los títulos dicen que él es mucho mejor que yo”, sentenció. Estúpido o no, una cosa es segura: el tiempo está de su lado. Con apenas 24 años, todo indica que aún le quedan tres o cuatro temporadas más para seguir mostrando esos dientes afilados.
Rafael Nadal se convirtió en el séptimo jugador en la historia en ganar los cuatro títulos del Grand Slam.
EL CLUB DE LOS SIETE Roger Federer (Suiza) (16): Australia: 2004, ‘06, ‘07, ‘10 Roland Garros: 2009 Wimbledon: 2003-07, 2009 US Open: 2004-2008 Roy Emerson (Australia) (12): Australia: 1961, 1963-1967 Roland Garros: 1963, ‘67 Wimbledon: 1964-1965 US Open: 1961, ‘64 Rod Laver* (Australia) (11): Australia: 1960, ‘62, ‘69 Roland Garros: 1962, ‘69 Wimbledon: 1961-1962, 1968-1969 US Open: 1962, ‘69 Rafael Nadal (España) (9) Australia: 2009 Roland Garros: 2005-08, 2010 Wimbledon: 2008, ‘10 US Open: 2010
Andre Agassi (Estados Unidos) (8): Australia: 1995, 2000-2001, ‘03 Roland Garros: 1999 Wimbledon: 1992 US Open: 1994, ‘99 Fred Perry (Inglaterra) (8): Australia: 1934 Roland Garros: 1935 Wimbledon: 1934-1936 US Open: 1933-1934, ‘36 Donald Budge* (Estados Unidos) (6): Australia: 1938 Roland Garros: 1938 Wimbledon: 1937-1938 US Open: 1937-1938 (*) Sólo Budge (1938) y Laver (1962 y 1969) lograron conquistar el Grand Slam, al conquistar los cuatro grandes en una misma temporada.
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Los mandamientos del León
¿Hay secretos de laboratorio en el Estudiantes de Sabella? De las diversas explicaciones que brindan los futboleros sobre el buen pasar (en general) de los platenses, nuestro compañero Román ha tomado algunos aspectos. Quizás allí encontremos las fórmulas de la felicidad que tanto buscamos para nuestros equipos. Por ROMÁN IUCHT
N
o son diez, pero se respetan al pie de la letra. Tienen un cumplimiento casi religioso y sirven para explicar la vigencia de uno de los grandes animadores de los últimos torneos. Algunos responden a la coyuntura, otros atraviesan los tiempos y se mantienen como una marca inalterable. Estudiantes de La Plata tiene sus propios mandamientos y con ellos vive, respira y obtiene resultados. AMARÁS A VERÓN POR SOBRE TODAS LAS COSAS Desde su retorno hace cinco años, Estudiantes siempre estuvo peleando algún título doméstico o internacional. Juan Sebastián es el emblema del Pincha y a esta altura cabe preguntarse si no estamos en presencia del jugador más importante de su historia. Su juego, su liderazgo, su personalidad ganadora, guía a sus compañeros en cada batalla. Su presencia es tan significativa como su ausencia, lo cual pudo confirmarse en los encuentros en los que su cuerpo le pidió un stop. Sus hinchas lo aman y lo ven perfecto. El resto rechaza su alto perfil y su dominio de todo lo que pasa en el campo. Nadie discute sus condiciones. Es el GPS del equipo y siempre descubre los caminos sin congestión para llegar mejor a destino. Tenerlo en el fútbol argentino es un verdadero lujo. RECONOCERÁS EL TRABAJO DE BRAÑA Todo lo escrito líneas arriba de Verón, vale por la propia jerarquía de Sebastián, pero también en buena medida gracias a la labor del Chapu. Braña es el secreto mejor guardado del equipo. Aunque en rigor de verdad, y siendo francos, a esta
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altura y con el crecimiento paulatino de su juego, ya no es un secreto para nadie el nivel del mediocentro. Su incansable despliegue emociona, su buena técnica lo ayuda en su pase firme y su inteligencia táctica le permite equilibrar en defensa y sorprender en ataque. La gente reconoce todos estos atributos y tiene en Braña a uno de sus jugadores preferidos. Además, es uno de los más antiguos del plantel, lo cual dificulta la idea de verlo con otra camiseta. Definitivamente, Braña es de Estudiantes. CONFIARÁS EN LOS JUVENILES Dato histórico que forma parte del ADN del club, Estudiantes se sigue sirviendo de los pibes de las inferiores. El lugar que hasta hace un tiempo ocuparon los Angeleri, Sosa, Carrusca, Piatti o Alayes, hoy tiene continuidad en Federico Fernández y Marcos Rojo. Los juveniles se incorporan al plantel superior, asumen responsabilidades y demuestran estar a la altura de la exigencia. Juegan con aplomo, porque saben que cuentan con el apoyo de sus compañeros adentro y el cuerpo técnico afuera.
A esta altura cabe preguntarse si, con Verón, no estamos en presencia del jugador más importante de su historia.
puso en práctica un poco por convencimiento y otro tanto por necesidad. En cualquier caso, hasta ahora le salió bien.
RESPETARÁS LA PALABRA PROYECTO Tanto se repiten algunas palabras que se corre el riesgo de vaciarlas de contenido. En Estudiantes piensan a largo plazo, y por eso en el último lustro, si bien hubo rotación, los entrenadores han durado en promedio un año y medio como mínimo. Podría decirse que la continuidad es hija de los resultados, pero también es perfectamente lógico pensarlo al revés y concluir que, como se piensa por afuera del gana/pierde se trabaja con tranquilidad y como consecuencia de ello derivan los éxitos. El proyecto en Estudiantes existe, y se nota.
TRABAJARÁS LA PELOTA PARADA Tratándose de otra marca inalterable del gen pincharrata, este equipo se muestra a la altura de la historia. Con la pegada de Verón o de la Gata Fernández a la hora de elegir diestros, o con la variante de Benítez, si se precisa un zurdo, cada balón detenido es una formal promesa de peligro para los arqueros rivales. Hay un conocimiento de cada variante para aplicar realmente extraordinario. Con juegos de cortinas, cambios de marca y anticipos, Estudiantes ya ganó varios partidos en el torneo.
VALORARÁS EL TRABAJO DEFENSIVO SERÁS SOLIDARIO Y COLECTIVO EN EL ESFUERZO Como nunca, en este Apertura, el equipo platense está anémico de gritos. Lesionados en distintos tramos Rodrigo López. Gastón Fernández y Leandro González, la esterilidad ofensiva fue un hecho real en el comportamiento del equipo. Ante dicha carencia, Estudiantes entendió donde debía fortificarse; entonces, en más de la mitad de los partidos, se garantizó el cero en su arco. El buen trabajo de un arquero probado como Orión, más la solvencia de Mercado, Desábato, Ré y Roncaglia construyeron una fortaleza del arco pincha. La máxima histórica que habla del armado del equipo de atrás para adelante, Sabella la
Los de Sabella tienen cultura futbolística. Saben ocultar defectos y exhibir virtudes. Conocen los tiempos para golpear a los rivales cuando descubren sus flaquezas, y cierran los partidos con generosidad colectiva y disciplina táctica. Algunos, como Enzo Pérez, han jugado un campeonato notable, multiplicando esfuerzos en ataque y defensa. Estudiantes es un equipo que entiende el juego. Con todos estos argumentos y aun disminuido por lesiones o ausencias, sigue siendo, por continuidad, estilo y resultados, uno de los mejores equipos del país.
La gata Fernández, clave en la pelota detenida.
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Sin ponerse colorados
Los orgullos nacionales de Independiente se estremecen entre los pliegues de una actualidad escalofriante. Deudas, estadio sin terminar, desastre futbolero, negocios de unos pocos, barrabravas empleados. Semejante inventario da para una nota rabiosa. No es otra la intención de quien supone que hay un infierno más que temido. Por PABLO DE BIASE Fotos PHOTOGAMMA.COM
*A la memoria de Herminio Sande y José Epelboim (que nunca tuvieron que leer una nota inmunda como ésta). “Todos los meses entre el 1 y el 5 se pagaban los sueldos de los jugadores, se traían pibes para la Reserva, recomendados por gente de las peñas y por antiguos ídolos y ex jugadores de todo el país, Uruguay, Paraguay, Brasil y Chile, se vendían los pases de algunos consagrados sin desarmar el plantel y se ganaba un campeonato o la Copa todos los años”. Algunos viejos socios y simpatizantes de Independiente repiten esta letanía que uno escuchaba de pequeño, cuando pegaba estampillas en una inútil libreta de ahorros y juntaba figuritas (de Bernao a Bertoni, de Mario Rodríguez y Mura a Bochini y Marangoni, del Chivo Pavoni a Clausen y el Loco Enrique). Sí, Independiente era manejado por “gallegos almaceneros” y administrado como un almacén próspero y honorable. Pero así como aquella vieja libreta de ahorros se había convertido en un significante hueco o, en el mejor de los casos, había sido resignificada como álbum de figuritas, arrasada por la inflación, los almacenes ya no existen, o al menos no son prósperos, y los gallegos se murieron o balbucean incoherencias en un geriá-
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trico. Por lo que hoy, los hijos y nietos putativos de esos gallegos, para hacer negocios, deben recurrir a lo que dejó el tornado del neoliberalismo, que se llevó las latas de sardinas, los discursos honorables y los jirones de aquellos blasones de lo que alguna vez fue el glorioso Club Atlético Independiente, allá en un codo –o garganta del diablo– del siglo XX.
La función social y cultural de los clubes Calle Alsina abajo, una madre arrastra presurosa a su pequeño hijo, calzado con ojotas y colgado de la infaltable mochila que exhibe una postal de un futuro dudoso (el estadio Libertadores de América techado y más lindo que el Old Trafford). Detrás, en la esquina de la plaza, donde los nostálgicos ya no se sientan a las mesas de madera –con ceniceros de hojalata con el logo de Cinzano y platitos de maníes imposibles– de la vieja pizzería Roma, sino bajo los halos de los focos iridiscentes de la Nueva Roma, llena de plantas y mozos de colores, algunos barras de Independiente amanecen al sol del mediodía. La madre y su pequeño hijo rojo, que cruzan para evitar al grupete de indeseables, van a la pileta… de Racing. Los veteranos, tras dejar la tertulia de la
Roma, caminan por Mitre hacia la sede de Independiente, para armar una nueva tertulia, viendo Sports Center en un Led de 52 pulgadas. Los barras que se desperezan sin ocupación visible para ese día son algunos de los que, contratados por el club “para garantizar la seguridad”, oficiaron de acomodadores en la asamblea de representantes del 27 de septiembre, que aprobó un balance negativo de más de 10 millones de pesos para el ejercicio 2009/10, con una deuda de 145 millones de pesos y un déficit operativo de un millón de pesos mensual. Para la tarea de aquella noche, los muchachos de Bebote les pidieron ayuda a algunos amigos de la zona del Bajo –de la Isla Maciel y del Doque (hinchas caracterizados de San Telmo y Dock Sud, amigos de trifulcas tribuneras y pequeños negocios estimulantes)–. Todo quedó en familia, en los confines del partido de Avellaneda. El resacoso despertar de mediodía, después de todo, es una hora temprana para el presidente del club, Julio Comparada, cuya mañana puede comenzar a las tres de la tarde, en el gimnasio de su casa, si no hay ninguna molesta reunión agendada en el Blackberry o recordada a través del mismo por su resignada secretaria privada. Respecto de los números, Comparada
dijo en su momento que la deuda era por la construcción del estadio. Del déficit operativo, consultado por Un Caño, el secretario deportivo del club, Héctor Maldonado, uno de los pocos que se animan a candidatearse desde el oficialismo, esquivando las ruinas (materiales y simbólicas) que está dejando Comparada, es descarnadamente honesto, acusando sin nombrar al responsable mayor de esta crisis: “creo que se da por la cantidad de empleados nuevos que se tomaron y por los altos costos actuales en los diversos predios del club, de los que no hay un registro de gastos”. Decidido a intervenir antes de que su sueño presidencial se esfume con el club, promete: “se va a tratar de que todo pase por un solo un lugar, y de esa manera lograr que se filtren muchas cosas”. Comparada, educado en suplementos vitamínicos, negocios sindicales y sociedades que crían gallinas que ponen
huevos de oro, escuchó hablar alguna vez de la función social y cultural de los clubes y decidió ponerla en práctica. Si el Real Madrid les dio carnets de socios a sus ultras y los empleó como personal de seguridad, por qué no Independiente (¿Que hacerlo en una asamblea en la que hay opositores puede parecer una forma de intimidación? No sabe, no contesta*). Si algún sociólogo o antropólogo francés dijo que los Mundiales eran las ceremonias culturales y religiosas privilegiadas de la posmodernidad, por qué Independiente no iba a instalar varios televisores Led de 52 pulgadas para que los socios se reunieran a ver los partidos de Sudáfrica 2010 (¿Que hacerlo en la biblioteca y dejarlos después mientras los libros quedan arrumbados en los rincones a la espera de los dientes de otras ratas no es la mejor manera de fomentar las nuevas formas culturales? No sabe, no contesta).
Barrio de tango… “Luna y misterio, calles lejanas, dónde andarán viejos amigos que hoy ni recuerdo, qué se habrá hecho, dónde andarán…”. En la radio de uno de los guardias nocturnos del estadio Libertadores de América suelen sonar tangos. Mientras protegen la flamante obra (en construcción), para que algún pícaro no distraiga un ladrillo o una moladora, hay que matar el tiempo de alguna manera. Claro, hay más pícaros que vigilantes, entonces no resulta extraño enterarse de qué se ha hecho o en qué andan los amigos de esa reserva de proyectiles que son las obras (abandonadas) de la ex tribuna Cordero. Por caso, un pedazo de ladrillo terminó golpeando –y haciendo sangrar– el marote del arquero de Defensor Sporting en el partido de vuelta por la Copa Sudamericana (¿Que la AFA y la Conmebol deberían hacer algo por la es-
Julio Comparada, el responsable de la crisis.
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casa seguridad de un estadio en obra? No sabe, no contesta). “El misterio de adiós que siembra el tren… y los sapos redoblando en la laguna…”. Barrio de tango, escrito en 1942 por Homero Manzi, parece una escena viva de lo que escucha y ve el guardia nocturno del estadio, sobrio y en sus cabales. El tren, en realidad no es un misterio, es el de siempre: el ex Ferrocarril Roca que pasa a pocos metros de la cabecera que hoy comparten locales y visitantes. Pero los sapos, ¿y la laguna? Tampoco son un misterio. La erección de la cabecera local, con sus pilares, se extendió unos metros más que los de la antigua tribuna de la visera. ¿Y qué había detrás de la antigua tribuna local? La pileta olímpica del club, invadida por columnas, reducida a estanque de aguas correosas, donde los únicos que nadan son los sapos (¿Que una pileta abandonada no es lo mejor ni lo más seguro para los chicos que van al jardín de infantes del club, que la humedad no es lo mejor para asentar una tribuna, que los socios están yendo, entonces, a la pileta de Racing? No sabe, no contesta). Maldonado, del Sindicato de Camioneros e integrante de la fracción Camioneros Rojos, vuelve a recoger el guante: “lo que prometió el presidente cambió mucho. Inicialmente había un presupuesto de 10 millones de dólares, y cuando se empezó a construir debió aumentarse a 18 millones porque no alcanzaba. Luego a 28, hoy en día a 35, y el estadio aún no está finalizado. Indudablemente, hubo un error de cálculos en los presupuestos. También lo hay respecto de los plazos. Comparada dice que en dos o tres meses está finalizado. Yo, personalmente, creo que recién el próximo presidente será el encargado de terminar por completo el estadio. Es una lástima todo el tiempo y dinero perdidos”. Y sí, es una lástima.
El sepelio de Raúl Alfonsín y el entierro de Independiente Cuando falleció el ex Presidente de la Nación Raúl Alfonsín, los servicios del sepelio (piénsese en la importancia del personaje, el tamaño del cortejo, la cantidad
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“Menotti le hizo muy mal al club mientras estuvo como manager, tomó e hizo tomar decisiones que dañaron severamente el fútbol de la institución” (Héctor Maldonado, dirigente oficialista). de automóviles que deben disponerse, el personal para cuidar de innumerables ofrendas, etc.) fueron encargados por Enrique Coti Nosiglia a su antiguo amigo de las juventudes políticas Luis Barrionuevo (Nosiglia, ex joven radical; Barrionuevo, ex joven sindical peronista), quien le dijo que se encargaría de todo. Por supuesto, ningún dirigente radical ni la familia Alfonsín recibieron la factura. Barrionuevo no iba a incomodar a la gente por la menudencia de los 25.000 dólares que formalmente facturó la empresa Funeral Home, que era administrada por Julio Comparada, cuyas actividades más notorias, además de integrar diversas sociedades dedicadas a los negocios en general, estaban en el rubro de los sepelios y los seguros. Nada sorprendente si se tiene en cuenta que José Cholo Comparada, el difunto padre del presidente del club rojo, se dedicó a los servicios fúnebres, pero no precisamente como un carpintero que terminó fabricando cajones. Lo suyo era el papeleo a gran escala. Primero con las obras sociales de las Fuerzas Armadas; luego de trabar amistad con Barrionuevo, y aún en plena dictadura, con las obras sociales en general (los abonos de servicios de sepelio son descuentos obligados en casi todas las obras sociales). En sus últimos años, el Cholo le pidió a Luisito que le cuidara al pibe (valga la humorada dark: que velara por él y sus intereses). No les fue mal, unidos por la vida y los directorios (a través de testaferros, en el caso del gastronómico) de diversas empresas de servicios de sepelios y de seguros. Julito es amigo de la infancia de otro Julito (Grondona Jr.), con lo que a falta de vocación por madrugar y el sacrificio,
supo encontrar grandes padrinos, en la patria sindical y en la patria de la pelota. Así, sintetizando su paso por diversas sociedades, llegó a integrar la compañía de seguros El Surco, con negocios en el agro, el mundo sindical y los espectáculos públicos (la AFA, con el padrino de Comparada, EL PADRINO, como uno de sus principales clientes). En 2004, Grondona, que, por supuesto, no tiene ningún interés en El Surco, echa a Comparada de ésta a cambio de darle campo orégano en Independiente (ya manejaba el fútbol y fue electo por primera vez en 2005, lo que motivó las quejas de Noray Nakis, candidato de la lista “oficial” de Grondona, la Lista Roja). Cuando Comparada, años después, fue a quejarse a Don Julio por el filón que había perdido al “renunciar” al directorio de El Surco, el Padrino, palabras más, palabras menos, le espetó: “con lo que te llevaste por el pase de Agüero, no tenés derecho a abrir la boca”. Y no la abrió más, se dedicó al nuevo estadio, cuya obra le entregó a un antiguo socio de los Grondona, Jorge Fernández Prieto, y cuyo costo final aún se desconoce. Qué le iba a cobrar, entonces, a la familia Alfonsín cuando se disponía a enterrar al club del que era hincha el primer presidente del periodo democrático más largo de la historia argentina.
Un negro futuro rojo La suerte de Comparada está echada, por inepto antes que nada (¡que Don Julio sobrevive muy bien y para muchos es un prócer del fútbol, además!). En Independiente, a pesar de los pesares, hay quienes desean agarrar (valga otra humo-
rada dark) el muerto que deje Comparada. Aunque el estadio sea de utilería, las estructuras del fútbol estén destrozadas (según el oficialista crítico Maldonado, “Menotti le hizo muy mal al club mientras estuvo como manager, tomó e hizo tomar decisiones que dañaron severamente el fútbol de la institución”), la deuda sea astronómica y la situación política impresentable, la numerosa hinchada y el prestigio de otros tiempos aún tientan. Claro, todos piden unidad. O algo semejante. Porque hay una agrupación con todos los requisitos formales, la Lista Roja (en la que el exótico Noray Nakis pelea con Marcelo González, hombre de la noche y sus aspiraciones, introductor de las Diablitas en el club, por el liderazgo de la antigua lista de Herminio Sande y Bottaro padre, entre otros próceres, y de Julio y Héctor Grondona), y siete agrupaciones que incluyen presentables como el propio Maldonado y otra gente vinculada al gremio de los Moyano, los Rojos místicos de los ex comunistas Ciancio, Vásquez y Keblaitis, los Rojos Auténticos
de Bandrés, Valcarce y Miniño y una fauna variopinta de gente de la noche, los negocios turbios y turbios que ansían hacer cualquier tipo de negocios. La unidad posible, según el vicepresidente de los Rojos Auténticos, Miguel Miniño, “es de gente, más que de listas. Hay quienes pueden y deben unirse, a pesar de los recelos y las antipatías, y hay un conglomerado que debe ser excluido de toda mesa seria y razonable”. Entre los primeros, Miniño, quien se excluye por razones “de estómago” de estas posibilidades, incluye sin embargo a “la mayoría de los Auténticos y de los Místicos, algunos de la Lista Roja y algunos del moyanismo (incluido Maldonado, a pesar de integrar la comisión de Comparada)”. Maldonado coincide con esta visión: “lo primordial es entender que se precisa de un conjunto de buenas voluntades para terminar de una vez por todas con las agrupaciones que tanto daño le hacen al club y condicionan al presidente de turno. En caso de que me presente, sólo un par de personas
la actual Comisión Directiva podrían acompañarme”. Mientras, Gastón Gaudio se ofrece como manager deportivo a quien quiera oírlo, el ex árbitro gremialista, fundador del Sadra y ex Secretario de Trabajo de Menem, Guillermo Marconi, se reúne con el actual Secretario General, Cristian Mattera, y con “algunos hombres del moyanismo” para hablar de su candidatura. Todo es posible en el club del que Julio Grondona no es hincha pero fue varias veces presidente, y del que aseguró: “mientras viva, Independiente no va a quebrar… Ni a descender”. Este juramento, más que una promesa, parece una condena: el pozo en el que se precipita el que alguna vez fue Rey de Copas parece no tener fondo. ¿Hay algo más parecido al infierno para tantos que se dicen Diablos? *Aclaración: Julio Comparada filtró todas las llamadas de Un Caño y mandó a decir “con esa revista no hablo, me tratan muy mal”.
De Boedo vengo. ¿Hacia dónde voy?
En poco más de un mes, San Lorenzo elegirá nuevo presidente. Y la oferta para los socios es de todos los colores y tamaños. Un Caño te ofrece un humilde GPS para que puedas llegar sano y salvo al final del camino. Por DIEGO MARTINI
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l análisis surge natural. Si en un club en el que en la última elección votaron apenas 4.188 socios (sobre un padrón habilitado de casi 15.000) y en los comicios que se aproximan se presentarán ¡seis! listas, hay dos opciones: o se trata de una democracia de debate permanente, pujante, con modelos de conducción muy diversos para ofrecer, o algo no anda muy bien. En este contexto, San Lorenzo buscará nueva Comisión Directiva el próximo 11 de diciembre. Y hablamos de un club que, además, dependiendo del interlocutor de turno, carga con un pasivo de entre 80 y 90 millones de pesos. Es que, en realidad, la última precisión data del ejercicio 2008-2009, que arrojó 70 millones de deuda. El mismo fue aprobado por Asamblea recién en septiembre pasado. Y el Ciclón todavía no terminó de levantar el Concurso de Acreedores. El club viene de dos gestiones extra large, aunque de diferente perfil. Y uno de esos componentes busca reincidir. Fernando Miele fue la cabeza de San Lorenzo desde el 86 al 2001. Y Rafael Savino, de 2001 hasta hoy. Es verdad, cuando desbancó al, en algún momento, apodado Rey Fernando, lo hizo como vice de Alberto Guil, aunque, por su estilo personalista, era quien llevaba el timón, sobre todo en el fútbol. Francisco Fernando Jorge (tal el nombre completo de Miele) intentará dar pelea desde la Agrupación Grandeza Azulgrana. El “intentará” no es azaroso. Es que, al poco tiempo de dejar la presidencia, fue expulsado como socio en Asamblea y se le inició un proceso
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judicial por “administración fraudulenta”. Eligió al mediático Mariano Cúneo Libarona como su abogado defensor, y no le pudieron probar dolo en su accionar, pero desde el club no le restituyeron la condición de socio. Por eso acudió a la Justicia para recuperar el carnet. De ahí su candidatura en suspenso. Si no es habilitado (la jurisprudencia, en su caso, no es muy auspiciosa), delegará el poder formal en Roberto Edi, empresario cafetero, y en Jorge Ignoto (¡qué apellido!). Es que su idea es, al menos, trabajar desde atrás. Por eso, ante la Comisión Directiva, sus representantes pidieron sin éxito la reserva del nombre “Grandeza Azulgrana es Fernando Miele” para la lista, una manera de que la gracia del ex presidente se encuentre presente al menos en el rótulo. Poco para un personaje que, en campaña, supo comparar su tarea en San Lorenzo con protagonistas de la historia nacional: “los grandes hombres que hacen grandes cosas al final son reconocidos, como pasó con San Martín o con Rosas”, dijo alguna vez. El oficialismo, ya sin Savino ni otros
dirigentes afines (como Miguel Matas o Héctor Viesca), hace equilibrio entre respaldar el camino desandado y despegarse de las desprolijidades económicas incrementadas detrás de la hazaña en las ediciones de la Copa Libertadores de 2008 y 2009. El candidato a presidente será Claudio Di Meglio, hoy tesorero. Y, a modo de abundante maquillaje, el sector incorporó a dirigentes de San Lorenzo para Todos, como Horacio Arreceygor. El secretario general del Sindicato de Televisión aspira a la vicepresidencia primera, después de que en 2007 buscara el sillón de Boedo y quedara segundo, detrás de sus hoy aliados. En ese entonces, Pomelo –como le dicen en la función pública– era muy crítico de la gestión económica y supo entrar en chicanas políticas ante la supuesta mala inclusión en la lista oficial de… Claudio Di Meglio. Quizás por eso los operadores del poder actual bautizaron como Nuevo San Lorenzo a la alquimia, para dejar atrás viejos entuertos. Tal disgregación del espectro político también se explica por las subdivisiones de las líneas históricas. Incluso la del pro-
En los comicios que se aproximan se presentarán ¡seis! listas, hay dos opciones: o se trata de una democracia de debate permanente, pujante, con modelos de conducción muy diversos para ofrecer, o algo no anda muy bien.
pio oficialismo. Marcelo Moretti, joven abogado y empresario, encabeza las pretensiones de Boedo en Acción y es hijo de Luis Angel, vicepresidente de Editorial Perfil. Fue el primero en lanzarse como candidato, en un proceso chicle que lleva casi dos años, luego de haber apoyado la reelección de Savino. De hecho, en las elecciones anteriores, varios eventos oficialistas se realizaron en la disco Acqua, en la cual tiene participación. Es, detrás de Carlos Abdo, quien más habrá invertido en la campaña al final del sendero: se habla de alrededor de medio millón de dólares. Para la aventura se rodeó de personajes variopintos. Como candidato a vice lleva a José Russo, juez de la Cámara de Apelación Civil y Comercial de Morón. Y contó con el apoyo de Juan Patricio Mussi, hijo del intendente de Berazategui, tipo con peso en la zona sur del Conurbano. No es el único que echó mano a la política para nutrirse de cara a la batalla. En el oficialismo, por ejemplo, Agustín Ciorciari, primer concejal de Tres de Febrero, va por su tercer período en la Comisión Directiva; y se incorpora a la lista, peleando una vocalía, Gonzalo Ruanova, legislador de la Ciudad de Buenos Aires por el bloque de Martín Sabbatella. Más San Lorenzo, la unión entre Progreso Azulgrana y Deboedovengo (un sector que tuvo una página web como punta de lanza, promueve la vuelta a Boedo y es cercano a la hinchada), propone como presidente a Ramiro Monner Sans, Procurador General de la Ciudad de Buenos Aires y ex miembro del Consejo de la Magistratura. En Vamos San Lorenzo, la propuesta de Carlos Abdo, el candidato a vice primero en Carlos Datria, ex secretario de Guil-Savino (y, otra vez, el tema de la disgregación) y de estrechos vínculos con la UOCRA. El choque de potencias ya tuvo su capítulo nada menos que en San Juan y Boedo. Allí Moretti alquila un primer piso en el que desplegó su publicidad. Casualmente, en su espacio aéreo, hay un cartel de tres pliegues que pertenece a gente cercana a Datria. Conclusión: la gigantografía de los candidatos de Vamos San Lorenzo se erigió en las narices de Boedo en Acción. Y no faltó mucho para que apareciera dañada. ¿Cómo se dirimió la afrenta? Ahí nomás, en el arrabalero cruce de avenidas, tras el
0-2 ante Lanús, entre muchachos identificados con la UOCRA y otros cercanos a la Municipalidad de Berazategui… Hoy, el cartelón de Abdo y Datria está en la esquina de enfrente. El caso Abdo merece un párrafo aparte. Hasta hace un par de meses estuvo al borde de integrar la fórmula oficialista, pero luego se peleó con Di Meglio. Desde su plan, propuso inyectar 20 millones de pesos en la tesorería hambrienta y realizar obras titánicas, como la finalización y el techado del Nuevo Gasómetro. Primero lo ofreció, bajo la pose de una búsqueda de unidad. Luego se lanzó. Su posición es peculiar por encontrarse de
detrás de la paulatina vuelta a Boedo. En el último tiempo, ha acumulado acciones que han merecido buena repercusión, como la vaquita para la adquisición de propiedades aledañas a la sede de Avenida La Plata. Resulta controvertida la nominación a la presidencia del ingeniero Claudio De Simone. Aunque resulte pomposo desde la instrucción, el Chivo supo ser miembro fuerte de la barra brava del club, al punto de haber sido investigada su supuesta participación en el crimen de Ulises Fernández, hincha de Huracán. En Boedo en Acción también hay un hombre de profusa historia de tribuna popular. Se trata de Oscar Romero, el Colorado, aspi-
los dos lados del mostrador: era dueño de Estática Internacional (la empresa que vende la publicidad en los estadios) y, como parte del grupo inversor que supo reunir Marcelo Tinelli, posee porcentajes de los pases de varios futbolistas del plantel. Para embarcarse en su ambición, prometió cederle al club dichas porciones. Y transfirió su empresa a su hijo. Como frutilla del postre, buscando cautivar al cuervaje, postula al Bambino Veira como manager, secundado por glorias varias en otros puestos. El papel de Cenicienta de la contienda parece encarnarlo Cruzada por San Lorenzo, la rama política de la Sub Comisión del Hincha, que también se encolumna
rante a la intendencia, quien supo eclipsar cámaras allá por el 2006 cuando, tras el 1-7 del Ciclón ante Boca, increpó duramente al Malevo Ferreyra luego de un entrenamiento. Tamaña ensalada y, en las últimas elecciones, Savino se impuso con apenas 1.944 votos. Este año, el panorama no es muy diferente: si el andar del Falcon de Ramón Díaz finaliza con la formación entre los puestos de vanguardia, aunque más no sea entre el quinto y el octavo puesto, la pelotita volverá a favorecer a lo que queda del oficialismo, aunque la apuesta del arco opositor es que los poco más de 18.000 socios habilitados invadan las urnas. Pero a río revuelto…
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“La FAB y los promotores creen que somos negros de mierda” Su rostro juvenil, sus rulos, su poesía, su guitarra, su capacidad para comportarse como un tigre sobre el ring... Todo eso está en el recuerdo de miles de argentinos que lo vieron pelear. Hoy, el chaqueño Sergio Víctor Palma toma la palabra para denunciar y para que reflexionemos sobre aquello que rodea al mundo del boxeo. Su lucha por un sindicato antiburocrático. Por JUAN IGNACIO PROVÉNDOLA Fotos FABIÁN MAURI
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ergio Víctor Palma pudo haber muerto en cuatro oportunidades, y ninguna de ellas fue sobre el ring. A los 16 años sufrió un accidente doméstico que logró resolver gracias a que la familia que empleaba a su madre como sirvienta (“porque servía”, aclara con orgullo) le gestionó una operación. Pocos meses después, ya como boxeador amateur, se cortó una arteria intercostal cuando estalló en mil esquirlas el vidrio de la banderola en un minúsculo baño de hotel. Una inesperada trampa mortal con la que, cuenta, perdió casi tres litros de sangre. Su última racha fiera fue en 2004: en junio chocó de frente contra un monolito en Puente Pueyrredón, y tiempo después cayó redondo al suelo mientras entrenaba boxeadores en un gimnasio. Tuvo un ACV y, ahí sí, se asustó: “pensé que me moría”, recuerda. Felizmente, eso no ocurrió, aunque de ese episodio le quedaron claras secuelas en su capacidad motriz. Verlo caminar con un bastón puede parecer trágico, pero al fin de cuentas es un buen negocio para quien habla de Dios como “el Flaco” con la autoridad del que se tuteó con la muerte. Palma afirma que no existen los ex boxeadores. El lugar común diría que, hoy, revalida su impronta pugilística peleándole a la vida, y tampoco está mal traer esa frase hecha a cuento. Lejos de replegarse en su condición adversa, permanece tan activo como siempre. “Nunca necesité tomarme vacaciones,
porque siempre hice lo que me gusta: boxeo, periodismo, docencia… Soy un privilegiado porque puedo vivir de actividades muy gratas”, explica. ADEBOAR (Asociación de Boxeadores de Argentina), su última cruzada, parece concentrar varios de sus talentos para devolverlo vigente –como siempre–, encabezando una asociación de boxeadores que plantea una renovación en la Comisión Directiva de la Federación Argentina de Box, además de mayor control de los deportistas en las decisiones contractuales, nueva regulación en la actividad de los promotores y una legislación que les garantice aportes, obra social y jubilación. Algo así como la revolución en el boxeo. “La idea es esforzarnos por generar una entidad que proteja a los boxeadores, cosa que no existe”, dice Palma acerca de ADEBOAR, iniciativa impulsada originalmente por otro ex campeón mundial, Héctor Velazco (en su momento, monarca OMB mediano). La estrategia es clara: destapar la olla y ofrecer propuestas. Es sabido que, salvo contadas excepciones, al último que atiende el negocio del boxeo es al propio boxeador. Ringo Bonavena fue un visionario cuando describió brillantemente la soledad infinita del boxeador con aquello de que “cuando suena la campana, hasta el banquito te sacan”. El boxeador se expresa a puño
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envuelto sobre el ring. Todo lo demás parece estarle vedado. “Queremos que los boxeadores sean reconocidos como trabajadores y respetados como tales, en un contexto donde todos los que intervienen sigan ganando su dinero, pero de manera legítima”, profundiza Palma. Encontraron la primera resistencia, curiosamente, entre los propios boxeadores. “Algunos nos ven como tipos que les estamos complicando el trabajo a quienes les dan trabajo a ellos”, explica Palma. Nadie que se jacte de su sano juicio desconoce el rol fundamental de los promotores, mesías que aseguran el éxito de los boxeadores gestionándoles peleas y, eventualmente, haciendo buenos negocios. “Un boxeador gana dinero para sí mismo, y un manager con varios boxea-
La cabeza del guerrero Palma es uno de los pocos boxeadores argentinos que, una vez retirado, pudo trascender a su actividad sin necesidad de escándalos ruidosos ni penosas decadencias. En principio, porque siguió vinculado como entrenador y periodista especializado, pero fundamentalmente porque no hizo otra cosa que seguir siendo el mismo que fue cuando, en 1980, le arrebató el título mundial supergallo AMB a Leo Randolph por nocaut en el quinto round. Sobre el ring era un duro, un pegador. Fuera de él, podía hablar de Parménides o cruzar La Biblia y el Bhágavad-guitá con rigor de crítico literario. Menguado por una lesión en una mano, tras caer en su sexta defensa del título, peleó apenas seis veces en siete años hasta que, en 1990, se declaró retirado. Luego, se dedicó al periodismo (donde tuvo desempeños notables) y a entrenar a nuevos talentos. También a preparar actores que encarnaron a boxeadores y a dar charlas en empresas sobre “superación de obstáculos”. En todo, fue un autodidacta. “Aprendí que, cuando uno se cae, tiene que hacerse el que fue a buscar algo al piso y volver a levantarse”, dijo alguna vez. Ésa parece ser su mejor enseñanza.
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dores tal vez gane un poco más que cada uno de ellos, pero un promotor gana más que cincuenta de ellos juntos”, afirma Palma. “Queremos dejar que los promotores ganen plata, pero la que les corresponde”, refuerza. –¿Por qué los boxeadores temen controlar a sus promotores? –Porque tienen miedo de que no los vuelva a contratar ninguno. Sin promotor no hay peleas, sin peleas no hay trabajo, sin trabajo no hay plata y se supone que nos estamos ganando la vida con esto. A Héctor Velazco, por ejemplo, le propusieron ir a pelear a Alemania por un título menor (N. de la R.: en mayo de 2007, cuando perdió ante el alemán Juergen Braehmer por la faja OMB intercontinental en supermedianos). Cobró un dinero determinado y al mes lo volvió a convocar el mismo promotor para pelear otra vez ahí, aunque esta vez en un combate preliminar sin nada en juego. Velazco aún no estaba recuperado de su pelea anterior, pero el promotor le duplicó la bolsa. Es decir, por haber peleado de fondo y por un título, cobró la mitad que cuando lo hizo en un combate preliminar, a menos rounds y sin nada en disputa ¿Velazco fue estafado? Difícil comprobarlo: cuando otro boxeador pidió llevarse su propio contrato para consultarlo con su abogado, el promotor en cuestión se ofendió y le dijo: “te estoy ofreciendo una pelea en Europa, y vos desconfiás de mí. No te preocupes, llamo a otro y listo”. –¿Existe una forma de poder controlar los contratos y los negocios que hacen los promotores en nombre de los boxeadores? –Hay tipos que son muy inteligentes. Osvaldo Rivero, por ejemplo, es muy capaz. Yo me pregunto cuánto piensa vivir. Digamos que ya tiene suficiente como para llegar a los 100 años y criar bien a sus hijos. El tema es que es controlado por gente a la que él excede en inteligencia. Quienes lo rigen formalmente deben tener cuidado en no exagerar en ese control, porque pueden verse delatados y quedar moralmente muy mal ante la comunidad. –¿Hay negligencia de parte de la Federación Argentina de Box? –Que me lleven preso por decir esto, me importa tres carajos, pero en este momento el boxeo argentino está siendo manejado concretamente de manera mafiosa. La FAB es el ente promotor del boxeo profesional y reparte el dinero, cuando en verdad debería ser el ente organizador y dejar que ese rol lo desarrollen personas que son ajenas a ella. Ahí está lo mafioso. Su propio estatuto les impide a los miembros de la Comisión Directiva estar vinculados con el boxeo profesional. El tesorero de la FAB, por ejemplo, es el director de la oficina representativa de la OMB en Argentina. Es juez y parte de manera deliberada. Lo cual, por cierto, es muy poco serio. La Comisión Directiva no tiene capacidad moral para ocupar ese lugar. En honor al prestigio que supo tener la FAB, deben renunciar para
que la Federación tenga la seriedad que se merece. –En otras actividades, como el fútbol, los deportistas suelen tener instancias de negociación con los entes rectores. ¿Por qué no se manifiesta ese canal de diálogo en el boxeo? –La FAB y los promotores, en su mayoría, creen que los boxeadores somos unos negros de mierda que elegimos el boxeo porque es la manera legal que encontramos para poder pegarnos. ¡Y es al revés! En realidad, muchos aprendimos a pegar por situaciones de vida que nos hicieron sentir vulnerables y atemorizados. Los que opinan eso son hombres necios que critican lo que provocan, como dice Sor Juana Inés de la Cruz. Escuché a directivos quejarse de “esos negritos para los que trabajamos gratis”, cuando en realidad varios de ellos tienen un trabajo formal que no tienen necesidad de ejercer. –¿Buscan ofrecerse como una alternativa gremial? –Hay un sindicato de boxeador (el Sindicato Único de Boxeadores) que alguna vez supo tener personería jurídica. Según su secretario general, hay 11.000 afiliados a la obra social. A lo mejor diez de ellos habrán recibido una curita o una aspirina, pero cuando algún boxeador pide un favor, aparece el manual de razones para no concederlo. Ojo, el tipo no es tan tonto: tiene ese kiosco desde hace treinta años. Nosotros queremos ofrecer una instancia sindical concreta desde la cual promover el blanqueo de los boxeadores como trabajadores, para que puedan acceder a la obra social que deseen y para que, en su momento, puedan jubilarse dignamente. –Algunos países comienzan a discutir si es conveniente volver al amateurismo. ¿Vos creés que es inhumano sostener el boxeo profesional, a raíz de todo lo que genera la lucha por el dinero? –Aunque seamos trabajadores en negro, nosotros brindamos un servicio a la sociedad, y está bien que podamos cobrar por el papel que cumplimos. Es como el circo romano, que no era para complacer al emperador, sino por los deseos que tenía la sociedad de evacuar sentimientos insatisfechos y emociones contenidas que se recrean, desarrollan y metabolizan mediante un espectáculo. Los deportes de combate son la esencia misma de la vida. La vida es una batalla, una guerra. Cuando hablamos de boxeo, hablamos de la capacitación para enfrentar un peligro directo, humano, físico. En el ring se resumen los acontecimientos de una comunidad a través de un combate regido por un árbitro, jueces, reglas y organismos rectores. O, al menos, así debería ser. Nosotros pretendemos ciertas cosas que nunca se reclamaron pero que corresponden. Sabemos que estamos muy lejos, porque ni siquiera se disimula. Que por lo menos sirva para reconocer el pudor.
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31, 32, 33... ¡Out! ¿Debe Un Caño mantener la inclusión de notas sobre boxeo? ¿Es razonable sostener una actividad cuestionada? Desde un pasado conectado al deporte de los puños, hay quien se plantea decir basta. Ya no es posible la defensa de la humanización de esta actividad ni las argumentaciones sociales y políticas. El humanismo es otra cosa. Por PABLO LLONTO
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ara el arrepentimiento me he tomado mucho tiempo. Treinta y tres años, aproximadamente. ¿Cuándo sucedió? ¿Cuándo fue el momento exacto en que dejé de justificar la supervivencia del boxeo? Las fotos de Sergio Víctor Palma, compañero de trabajo en 1994 (era nuestro columnista en el canal de cable VCC), y también sus palabras, han sido el último impulso para escribir algunas líneas que, desde antaño, esperaban sacudir su pereza. Nunca tuve a mano ningún argumento sólido para justificar la existencia del boxeo en pleno siglo XX. Menos lo tengo en el siglo XXI. Fui vestuarista de Luna Park, entrevistador de Galíndez, de Castellini, de Locche. Pobre enviado especial a las coronas del mundo de Ballas, de Laciar, de Palma. Relator y comentarista de Tyson, seguidor de las glorias de Coggi, de Locomotora Castro, del Zurdo Vásquez y de Marcelo Domínguez. Comí y bebí en Las Vegas, e incluso gocé del placer de algunas primicias. Para colmo, he sido redactor del estatuto de la Unión de Periodistas de Boxeo. Pero siempre decía por lo bajo, “soy el único cronista de boxeo que anhela que el boxeo desaparezca con los años”. Creí en la humanización del boxeo, en la celebración de la reducción de las peleas de quince rounds a combates de doce. Busqué en la prosa de Cortázar, en las reflexiones del Tato Pavlosky, en el coraje político de Muhammad Ali, una esperanzada pluma que advirtiera que ya vendrán tiempos sin golpes. Y me excusé en los países socialistas. O casi socialistas. En los cubanos, con la menor cantidad de accidentados y magullados del planeta. O tal vez la solución sean los suecos, dije: ellos, implacables a la hora de mandar al demonio a esta actividad que logró convencernos de ubicarla en el catalogo deportivo. Hagamos como en Cuba: todos con cabezales, rounds de dos minutos, boxeo aficionado. Hagamos como Suecia: si quieren 54 UN CAÑO | NOVIEMBRE 2010
pelear que se vayan a un casino flotante en alta mar. Pero nunca tuve la valentía del Panzeri editor. El de La Prensa 1977. El talentoso titulero que ordenaba: “no pongan más boxeo, pongan homicidio legalizado”. Octubre fue el mes de la masacre Klitschko-Briggs, que terminó en lo de siempre. En terapia intensiva. Y unas páginas atrás, podemos leer al sabio Palma pedir por los derechos de los boxeadores. No tengo más refugio donde ampararme. Pude entenderlo, pero jamás justificarlo. Y ellos, los boxeadores, los seres más puros de un atroz comercio de seres humanos. Quienes menos ocultan miserias, negocios, corrupciones. Tantas veces fueron sinceros frente a una pluma cobarde. Ellos eran mi excusa para defender lo indefendible: “al menos hay que ayudarlos, para que se ganen la vida con algo, para que tengan alguna gloria en la vida”. Pobre Palma, cree que va a cambiar la FAB. Justo la FAB, que es como la AFA de vieja, pero el doble de inmunda. Ya de nada sirve ser estatua de sal. Mucho menos creer que algo se logrará cuando esta boca no proponga más notas laudatorias o neutras sobre el boxeo y sus boxeadores. Demasiada generosidad hubo en el confuso cronista. El boxeo es sólo un mal archivo de mi vida. El dolor de un arrepentimiento que llega, como siempre, tarde. Tenía razón aquel imberbe estudiante de periodismo cuando escribió su tesis para recibirse: “La muerte y el boxeo”. No debió enojarse conmigo Tito Lectoure, el día en que me echó del gimnasio del Luna cuando fui a preguntarle, a mis 17, qué opinaba de los últimos boxeadores que según las noticias vegetaban en un hospital. Ahora regreso a la tesis. Sin Lectoure, sin Nocaut 9, sin smoking para las transmisiones. El boxeo, queridos lectores de Un caño, es un sinsentido. Tan grande como la vergüenza del periodista que lo apañó.
Decime cuál es tu furia
Hace 90 años se definía el torneo olímpico de fútbol de Amberes, tal vez el más controvertido de la historia. Allí debutó la Selección española, que pudo conseguir la medalla plateada en una polémica final dirigida por un árbitro inglés de 65 años. Fue el año en que nació el apodo de los hoy campeones del mundo. Por EDUARDO CANTARO
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a hoy orgullosa España mira hacia atrás con asombro para observar cuánto le costó conformar la primera Selección que representara a su fútbol. A pesar de que el deporte se practicaba desde el siglo XIX, recién se pudo organizar definitivamente en 1909, con la fundación de la Federación Española de Clubs de Football. Pero pronto las peleas internas provocaron un cisma que dejó como resultado dos entidades paralelas y más retrasos para armar un equipo nacional. La FIFA no permitía que coexistieran dos asociaciones de un mismo país y le negó la afiliación a España. Pero en 1913, y a instancias del Rey Alfonso XIII, ambas entidades acordaron unirse. Nació de ese modo la Real Federación Española de Fútbol, que felizmente fue aceptada como miembro de la FIFA en 1914. Tarde, si se tiene en cuenta que Real Madrid había sido uno de los miembros fundadores del ente internacional en 1904. Cuando al fin se preparaban para armar un equipo, estalló la Primera Guerra Mundial y se hizo difícil conseguir rivales. Sólo se podía enfrentar a combinados franceses que terminaban jugando con selecciones regionales españolas. Una vez finalizada la guerra, la ciudad de Amberes se preparaba para recibir los Juegos Olímpicos de 1920, y la FIFA confirmaba la realización de un torneo de fútbol como parte de la competencia. La excelente relación diplomática entre Bélgica y España hizo que los organizadores invitaran a una Selección española que aún no estaba formada. El Estado español tenía entusiasmo por la participación y puso el dinero para que el fútbol concurriera a la competencia. Se decidió entonces conformar un comité seleccionador encargado de elegir a los 22 jugadores que partieron hacia el torneo más importante a nivel mundial de aquel entonces. El ansiado debut se produjo el 28 de agosto en Bru-
selas. España, con la dirección técnica de Francisco Bru, se enfrentó a Dinamarca. Cuando finalizó el partido, con un inesperado triunfo de España por 1 a 0, los daneses fueron a felicitar a Ricardo Zamora, el joven guardavallas de 19 años que les había cerrado el arco. Fue tras ese encuentro que el periodista deportivo francés Henri Desgrange, redactor del diario L’Auto, ideó el mote que quedó instalado hasta hoy para denominar a la Selección ibérica, cuando tituló su crónica “Dinamarca ha sido vencida por la furia española”. El apretado calendario los obligó a jugar 24 horas más tarde ante los belgas, por los cuartos de final. Los locales fueron muy superiores y ganaron por 3 a 1, dejándole a España un lugar en el Torneo de Consolación (del quinto al octavo puesto). En ese minicuadrangular, España derrotó a Suecia, 2 a 1, y a Italia, 2 a 0. En paralelo renacía el sueño de las medallas, porque Francia, que había apostado todo a ganar el oro, fue apabullada por Checoslovaquia en la semifinal y se bajó de la competencia, dejándole a los españoles su lugar en el partido por el tercer puesto ante Holanda. Vaya suerte la de los españoles en su debut: ya eliminados, tuvieron una segunda y sorpresiva oportunidad en la competencia. La final por el oro que disputaron Bélgica y Checoslovaquia terminó con escándalo, ya que el referí John Lewis, que tenía 65 años, provocó con sus fallos que los visitantes abandonaran la cancha a los 43 minutos de la primera mitad. Tanto la FIFA como el COI decidieron que los checoslovacos fueran descalificados, y Bélgica, que estaba ganando 2 a 0, se quedó con el oro. Ahora, Holanda y España tenían que competir por la plata y el bronce. El juego de los españoles fue abrumador: se impusieron 3 a 1, con goles de Sesúmaga y Pichichi. En su primera incursión internacional, España obtenía una medalla plateada y el respetable mote de “la Furia”.
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Loca bohemia
A nuestro héroe, Rod Serling, creador de la mítica serie La dimensión desconocida no se le hubiera pasado por alto la hagiografía de Napoleón, el simpático perrito que, en los albores del profesionalismo, salía como mascota con el equipo de Atlanta y deleitaba a los hinchas con sus habilidades futboleras. Alcanzó tal notoriedad que su trágica muerte fue saludada con necrológicas en distintos diarios. Entonces, su dueño decidió embalsamarlo y convertirlo en talismán. A pesar de que el miedo lo paraliza, Fabián Mauri insiste en contarnos esta historia.
Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro.
I Allá por 1936, la obligada lectura escolar de Juan Ramón Jiménez y la abundante oferta de perros callejeros en Villa Crespo predisponían a los ásperos pero sentimentales muchachos de la barriada a procurarse una mascota, con la intención de brindarle una vida mejor y amaestrarla en la ejecución de modestas gracias. Así fue que Napoleón, un cuzquito azabache, vagamente salchicha, llegó a las manos de Francisco Belón, socio número 84 de Atlanta, fanático enfermo del club. Paradójicamente, se lo regaló Camilo Di Bella, vecino y archirrival, nada menos que el portero de la cancha de Chacarita, que encontró al animal en las instalaciones del club y, por temor a encariñarse, prefirió ofrecerlo entre los vecinos. “Vos sí que zafaste”, le dijo Francisco a Napoleón en la cocina de su casa, mirándolo a los ojos, en una escena digna del Adán Buenosayres, mientras vigilaba que el agua no hirviera. El perro lo contemplaba echado de panza, con una pata apoyada sobre una desvencijada pelota de cuero, 56 UN CAÑO | NOVIEMBRE 2010
invitándolo a jugar otro ratito. “¡Zafaste de Chacarita, vos! ¡Acá vas a ser de Atlanta! ¡El mejor team que hay!”. El perro movió la cola, giró sobre sus patas traseras sin soltar la pelota y encaró para el patio, enhebrando macetas como si fuera Vicente Zito. No tardó Francisco, advirtiendo las cualidades innatas que para el fútbol mostraba Napoleón, en someter al can a un férreo entrenamiento con pelota, hasta conseguir que desarrollara una serie de vistosas rutinas que hicieron que Napoleón terminara consagrado como mascota oficial del club. El perro entraba a la cancha con los jugadores, participaba de los pasecitos de calentamiento, ladraba a los rivales y posaba para la foto con el equipo. La tribuna lo aclamaba. Ya comenzado el match, seguía las alternativas del juego, corriendo detrás del alambrado por la línea lateral, acompañando los ataques de
Atlanta en 1936. Napoleón y once más.
Atlanta. Si había un córner, lo esperaba sentadito atrás del arco. Festejaba los goles. Si su equipo perdía, volvía a casa taciturno, caminando con la cola entre las patas, pegado a la pared. Napoleón se fue haciendo famoso. En una edición de El Gráfico de la época, el periodista Félix Frascara dio cuenta de la performance del pichicho durante un entretiempo de un partido frente a River: “Empujándola con la cabeza, entre el cogote y la espalda, a toda velocidad entre las piernas de quienes intentaban quitársela, el perrito atajaba y gambeteaba y era saludado por una ovación del público”. De modo que Napoleón empezó a ser motivo de orgullo para los sentimientos bohemios. Los hinchas no tardaron en adjudicarle la responsabilidad de un incierto empate sobre la hora y de una racha positiva del equipo. Lo convirtieron en cábala. Empezaron, incluso, a llevarlo de visitante. Francisco y su barra de amigos se las ingeniaban para “meter el perro” en el tranvía, y Napoleón ladraba, presente en cualquier field donde jugara Atlanta. El 22 de noviembre de 1936, los Bohemios enfrentaban a Talleres en Remedios de Escalada. Napoleón aguardaba en la boca del túnel, en brazos de su dueño, el momento de la salida de los equipos para ingresar con ellos en el campo de juego. Francisco lo notó nervioso. Esta-
llaron unas bombas, el estruendo asustó a Napoleón, que huyó por el vestuario y desapareció debajo de las tribunas de madera. No lo pudieron encontrar. Al final del primer tiempo, Atlanta perdía 5 a 1. El aire en el vestuario visitante se cortaba con un cuchillo cuando Napoleón apareció. En el complemento, Atlanta anotó cuatro goles. Terminó 5 a 5. Napoleón, además, hacía milagros.
II Abril de 1938. A pesar de su fama, Napoleón sigue siendo el mismo perro humilde de siempre, fiel a sus amigos de la barra de Francisco, que ese viernes por la tarde había convocado en la puerta de su casa a una reunión con los muchachos para dirimir la operatividad del traslado de la mascota a La Plata, el domingo siguiente, para enfrentar a Estudiantes. El tema era cómo colarlo en el Roca, cómo ejecutar maniobras de distracción para neutralizar al guarda. En esa discusión estaban mientras caía la tarde y Napoleón remoloneaba a los pies de su amo, cuando algo llamó la atención de la mascota. El movimiento de una sombra en la vereda de enfrente lo alertó. Salió disparado al mismo tiempo que un Buick negro clavaba inútilmente sus frenos sobre el húmedo empedrado de la calle Muñecas. Murió en el acto. Su trágica suerte, en el cenit de su gloria, lo convirtió en un mito.
III “Falleció Napoleón, verdadero as del fútbol porteño”, tituló el diario Ahora. “Napoleón ha muerto. Un automóvil negro, negro como la muerte, lo llevó por delante”, escribía el consternado cronista del diario Argentino de La Plata en una disparatada necrológica. Mientras tanto, en Villa Crespo, Francisco y sus amigos recibían los más sentidos pésames de la barriada y las autoridades del club. Había que decidir qué se hacía con el finado. Alguien propuso cremarlo y esparcir sus cenizas en la cancha. Una vecina ofreció su florido jardín, para enterrarlo allí, donde todos pudieran rendirle homenaje. Francisco estaba desolado. Pero algo parecido a una revelación le vino a la mente. Borges diría que, en ese momento, Francisco Belón se encontró con su destino sudamericano: “lo embalsamamos”, dijo. Y para
Osvaldo Belón posa orgulloso con Napoleón, el legado de su padre.
convencer a los deudos de las virtudes de su propuesta, argumentó que la mascota podría seguir ¿viviendo? en las vitrinas del club, junto a los trofeos y a las medallas, que podrían llevarlo como bandera a la victoria, allí donde un equipo bohemio disputara su honor. Además –esto no lo dijo, lo pensó para sí y sonrió–, “le evitaban al can la traumática experiencia de habitar en el mundo de los Funebreros”. Un paisano del barrio, taxidermista aficionado, fue convocado de urgencia. “Procederé de manera inmediata, con ayuda de un escalpelo, a la retirada de la piel, extrayéndola de una pieza. Para ello realizaré un corte de garganta a cola y otro en la zona menos visible de las patas del animal. Este último corte abarcará de la muñeca hasta que comunique con el corte longitudinal ventral que anteriormente he realizado”, explicó. “No es necesario que nos de una cátedra, doctor. Simplemente proceda”, lo interrumpió Francisco. El científico hizo un buen trabajo. Al
cabo de unas semanas, Napoleón, ya sin su alma, luciendo un coqueto correaje de cuero, coronado con un escudo de Atlanta de pañolenci y con su patita apoyada en la pelota, era en una vitrina la principal atracción de la sede del club. Y lo fue por muchos años, varias generaciones de purretes formaron sus conciencias bohemias en el conocimiento de la leyenda del perro Napoleón. Hasta que un día Francisco, en disidencia con las Comisión Directiva del club por cuestiones políticas, rescató a su mascota de la vitrina y se la llevó a su casa. De todos modos, Napoleón estuvo presente en los festejos del centenario del club, en 2004, cuando fue llevado en andas, en pagana procesión, a dar una vuelta olímpica en el field de sus antiguas correrías. Hoy, Napoleón discurre la eternidad de su extraña existencia al cuidado de Osvaldo Belón, hijo de Francisco, que nació un par de años después de la muerte del perro al que todas las mañanas le acaricia la cabeza. NOVIEMBRE 2010 | UN CAÑO 57
Y vos, ¿a quién le ganaste? Forma parte de los personajes que habitan Río Cuarto. Siempre acompañó a Monzón en sus cuadros estadísticos. Hoy lo evoca quien ahora es su vecino. No con afán de primicia. Simplemente para rescatar a uno de los hombres anónimos que al menos merecen el recuerdo de aquella simpleza. O de un olvido. Por OSVALDO ALFREDO WEHBE
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no imagina al hombre en escenas cotidianas de la vida. Una frenada en la esquina, una protesta por la demora burocrática de la Municipalidad, un tire y afloje por el precio del puchero. Y del otro lado la usual frase: “¿y vos, a quién le ganaste?”. El tipo ni contestará. Miren si les dice la verdad...¡La cara que pondría la gente! Peor el remedio que la enfermedad, habrá pensado más de una vez. Alberto del Carmen Massi, con todo derecho y verdad, podría responder: “a Monzón le gané, ¿y vos?”. Ese señor que pasea sus setenta años en la vereda de su casa de la calle Olegario Andrade, en el barrio Alberdi de Río Cuarto, fue el último vencedor arriba del ring de Carlos Monzón. Nació en junio del 40 en Concarán, San Luis; vive en el Imperio del sur cordobés. Casado, con tres hijos y seis nietos. Cada vez que llega algún aniversario que tiene a Monzón como protagonista, lo llaman. Le hacen alguna nota, lo sacan del arcón de los recuerdos y él sabe que si bien aquella pelea no le dio fortunas, lo colocó para siempre en el camino de los Benvenutti, de los Valdez y hasta de Susana Giménez. Alberto Massi, Pirincho para todos, realizó 58 peleas: 23 ganadas, 28 perdidas y 7 empates. El 9 de octubre de 1964, en su tercera pelea como profesional, Massi se subió al ring del Córdoba Sport para enfrentar a un flaco desgarbado y larguirucho al cual Amílcar Brusa hacía pelear seguido. Era la vigésima pelea de
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Monzón. Massi le ganó por puntos. Y fue el último. Porque antes Monzón había perdido con Aguilar, en el 63, y con el brasileño Cambeiro, en junio del 64. Esos dos y Pirincho fueron los únicos. Pero Massi fue el último. Y el hombre que nació en San Luis, que vivió en Buenos Aires y que se afincó definitivamente en Río Cuarto poco antes de aquel combate que lo puso en la historia, transita la vida sabiendo que perdió y ganó varias peleas. En la vida, siendo foguista de un barco y soñando ser electricista. En el ring, como campeón argentino militar durante la colimba, en el 61, en Villa Reynolds. En la calle, pasando necesidades en Bue-
nos Aires para ver si “llegaba a algo” en el boxeo. En la familia, disfrutando de sus hijos y nietos. Alberto Pirincho Massi volvió a enfrentar a Monzón tres veces más, y todas fueron derrotas. Eso es sólo la estadística que dice que Carlos se tomó revancha de los tres que le ganaron en su carrera. Alberto Massi peleó contra Esteban Osuna, Avenamar Peralta, Jorge Ahumada, Miguel Ángel Castellini y Andrés Selpa, entre otros. Pirincho Massi mira con mansedumbre pasar a los parroquianos del Barrio Alberdi en la vereda de su casa. Y cada vez que algún enojado le pregunta “¿y vos, a quién le ganaste?”, piensa seguramente en decirle “si supieras…”.
Triple B: Burocracia Barra Brava
Los premonitorios trabajos y libros de Veiga sobre los barrabravas, la política y el sindicalismo, lo convirtieron en el mejor analista de estos asuntos que hoy están en boca de buena parte de los argentinos. El asesinato del militante Mariano Ferreyra es la centésima confirmación de cuánta basura contienen el fútbol y los gremios. Como siempre, y hasta lograr otra sociedad, el mensaje final es, lamentablemente, “hasta el próximo muerto”. Por GUSTAVO VEIGA
T
ercerizar es un verbo de estos tiempos que conjugan por distintas razones quienes se valen del trabajo de otro, incluso para matar. En inglés, el término se conoce como outsourcing. Existen los trabajadores tercerizados y también las barras bravas tercerizadas. Unos son víctimas de las empresas negreras y de su cómplice principal: la burocracia sindical. Las otras son grupos de acción multipropósito que dejan tierra arrasada allí adonde van. El asesinato del joven militante del PO, Mariano Ferreyra, ocurrido el miércoles 20 de octubre, puso en evidencia esta clara división de perfiles. El reclutamiento de los explotados y el brazo armado de los explotadores forman una sola pieza. Los primeros no tienen demasiadas opciones para elegir. Trabajan si los dejan o luchan cuando se quedan sin trabajo. En eso estaba Mariano, un estudiante desocupado. Los segundos venden su fuerza de trabajo (y su brutalidad informal, también) desde que la violencia se volvió rentable para sofocar ciertos problemas. Ser barrabrava da reputación intimidatoria, incluso con un radio de acción mayor que el destinado a los patovicas, relegados a las puertas de los boliches o los gimnasios. En el crimen de Ferreyra, desde el principio se formó una emulsión de pesados con distintos colores de camiseta. Primero circuló en el boca a boca de la militancia solidaria con los tercerizados del ferrocarril Roca, que habían participado del ataque barrabravas de Independiente, Banfield y Ferro. Después se agregaron los de Racing, unas horas más tarde los de Laferrere (un guarda de tren los mencionó sin tapujos en las inmediaciones de la estación Constitución), se sumaron barras de Temperley y de Lanús, también uno de Defensa y Justicia, Cristian Favale, sindicado como autor de los disparos asesinos,
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y por último, el generoso paraguas de barras del Ascenso les dio chapa de guapos a unos cuantos más, sobre todo de la zona sur. Los malos del fútbol se metieron de lleno en el conflicto entre la Unión Ferroviaria y los trabajadores precarizados que resisten al ex combativo y hoy tan millonario como complicado con la Justicia José Pedraza. La patota, en su apogeo, daba una vez más qué hablar. Y sumaba otro muerto en sus alforjas. En el mundillo tan lumpen como indisciplinado de las barras, nadie discute liderazgos si de política se trata. Podrá confrontarse por cuestiones de camiseta, de caja, de ver quién la tiene más larga, pero si la política llama, es más difícil sacar los pies del plato. Se trata de un territorio para expertos, donde pesan los que más recaudan. No importa para qué partido, lo mismo les da. El diario Tiempo Argentino mencionó en su edición del sábado 23 de octubre que en la zona sur hay barrabravas que alistan a otros de su misma especie para oficiar como fuerza de choque. Uno en particular, resulta familiar para los cronistas que cubren partidos de fútbol: es de Banfield y se lo conoce en la tribuna como Santa Fe (aunque suele ir a la platea). Hay una versión que surge del interior de esa barra y menciona a su hijo, Diego, como miembro de la patota que atacó al grupo que integraba Ferreyra. También a un tal Richard. Santa Fe, junto a La Vieja y Santana, otros dos veteranos jefes de la pesada de Banfield, ocultó a José Barritta, el ex líder de la Doce hoy fallecido, cuando se encontraba prófugo de la Justicia por el asesinato de dos hinchas de River, Walter Vallejos y Angel Delgado, en abril de 1994. “Si llega a aparecer la yuta por acá a preguntar cosas de nosotros, ustedes no saben nada de nada”, les ordenó Santa Fe a los futbolistas del Taladro que dirigían Oscar López y Oscar Cavallero. Y completó la bravata: “vieron que El Abuelo está des-
aparecido. Bueno, lo tenemos nosotros en la casa de un amigo”. Hasta les pidió a un par de jugadores que visiten a Barritta en su aguantadero porque “se va a poner contento”. La tarea de protección la completaban un abogado de Lomas de Zamora, Alfredo Héctor Marenzi, y otro que presumía de tal, Emir Ramón Ciani, aunque sin título habilitante. Santa Fe tiene línea directa con los caciques de la Unión Ferroviaria. Conoce a Pablo Díaz, acusado por haber armado la patota y el primero que cayó detenido en un local de la Unión Ferroviaria de Adrogué. Tiempo Argentino, en un recuadro titulado “Reclutadores y recaudadores”, agrega que el barrabrava estaría vinculado a Alberto Trezza, un ex funcionario ferroviario de Carlos Menem y Eduardo Duhalde, al que el piquetero Luis D’Elia vinculó con el crimen de Mariano. Al ex presidente durante la crisis de 2001 y hoy líder del peronismo federal, en la barra de Banfield todavía le agradecen la mano que dio: les consiguió trabajo a los muchachos, tanto en el ferrocarril Roca como en la aduana del aeropuerto de Ezeiza. La burocracia sindical terceriza desde hace muchos años la violencia sin demasiado éxito. Daniel El Gitano Ocampo, un ex jefe de la barra de Independiente, le dijo a Clarín en un extenso reportaje el 21 de mayo de 2000: “Moyano tiene gente pesada en la popular”. El líder de la CGT influye en una de las mitades futboleras en que se divide Avellaneda, así como el impresentable Juan Pablo Pata Medina lo hace en un sector de la barra de Estudiantes. La filial de la UOCRA que él lidera en La Plata es recordada por cómo enfrentó a los camioneros en octubre de 2006, cuando los restos del general Perón fueron depositados para siempre en la histórica quinta de San Vicente. La pelea terminó a los tiros cuando emergió arma de puño en mano, y entre los seguidores de Moyano, el chofer de su hijo Pablo, Emilio Madonna Quiroz. En agosto pasado, Medina amenazó con vengarse en vísperas del Congreso bonaerense del PJ que nombró presidente a su rival: “si viene a La Plata va a haber tiros, como en San Vicente”, prometió y no cumplió, por suerte. En aquel enfrentamiento la relación de fuerzas era más simétrica. No ocurrió lo mismo con el ataque que sufrieron los trabajadores precarizados del Roca. Una emboscada con la anuencia policial y la marca de los barrabravas en el orillo. La Federal custodió menos el lugar donde asesinaron a Ferreyra que un partido de Yupanqui en Primera D. Bajo tierra, los trabajadores del subte también pueden dar testimonio de cómo opera la burocracia de la UTA para tercerizar la violencia. Kruger, que no es Freddy, es el hermano de Fabián, alías La Topadora, un barrabrava de Boca condenado
por coacción agravada que cumplió prisión junto a Rafael Di Zeo. Cuentan los integrantes de la comisión interna de la Línea C, que lo atacó a trompadas durante una asamblea a Néstor Segovia, el delegado de más exposición en los medios entre todos los del subte. En noviembre de 2009, los compañeros de Segovia temieron un ataque parecido al que recibieron los tercerizados de la Unión Ferroviaria. “Nos avisaron que barrabravas de Boca iban a venir por el túnel desde atrás, de la estación San Juan, pero resultó una falsa alarma”, confió uno. Este código de barras se extendió por casi todas las líneas de subterráneos con el beneplácito de la concesionaria, Metrovías. En la D llegó a cumplir tareas Julio Valenzuela, un barrabrava de la facción denominada la Banda del Oeste, que perdió la interna de Los Borrachos del Tablón. Otro, Hugo Adrián Gutiérrez, es íntimo de Di Zeo. “La patota recorre el lugar con los gerentes de la empresa cada tanto”, cuenta uno de los delegados del taller Canning. En las vías, la violencia y la intimidación son frecuentes. Un maquinista del sindicato La Fraternidad, Dante Miranda, fue atacado por una patota sindical el 15 de octubre, cinco días antes de que mataran al joven del PO. Lo emboscaron saliendo de la estación Retiro del ferrocarril San Martín. Su pecado había sido repartir volantes con la consigna “Basta de despidos” en la empresa UGOFE. Un usuario del tren que se solidarizó con él también cobró. No se mencionó la presencia de barras, pero el modus operandi se mantuvo. Esto prueba que el recurso de la patota no distingue camisetas, pero sí obedece a un patrón fijo: intimidar, tratar de sofocar las luchas de los trabajadores que reclaman por sus salarios o defienden su precaria estabilidad laboral. Hasta ahora, en democracia, la burocracia sindical no había llegado tan lejos. Desprestigiada y recluida a sus aposentos, intenta mantener el status quo mientras apela a barrabravas transformados en sicarios o tirapiedras. La vida trunca de Mariano Ferreyra a los 23 años, un desocupado que sólo quería defender a otros trabajadores como él, debería servir de enseñanza. Durante la segunda década infame, en los 90, el menemismo, en su versión duhaldista, acudió a las patotas del Mercado Central. Le tajearon la cara dos veces al periodista Hernán López Echague en evidente mensaje mafioso, pero no se animaron a tanto, como ocurrió con el militante del PO. Entre los changarines también había barrabravas. Esos violentos fabricados en el laboratorio del fútbol que los políticos y sindicalistas de la burocracia utilizan para rentabilizar objetivos o acallar las voces críticas y sacarse de encima, de ser necesario, a todo aquel que se interponga en su camino.
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Asunto: HARTO DE ESTAR HARTO De Jorge Oscar Paulo
Asunto: PRO MESSI De Juan de Andrés Quisiera responder a la carta del señor Alfonso Cátulo publicada en el número de agosto. Me pareció portadora de unas cuantas muestras de ignorancia por parte de quien la escribió. El señor Cátulo interpretó mal (muy mal) la tapa de Un Caño a la que hace referencia (Julio). Habla de un “enorme Maradona” regando al “yuyito” (pequeño, débil) de Messi. Y termina con la frase más patética de su carta, comparando a Messi con Pelé, Diego y Di Stéfano: “Para ingresar a esta galería necesita de un Big Bang y un equipo sin estrellas, de lo contrario seguirá en la maceta y sin glifosato que valga”. Habría que informarle a Catulo que el glifosato es un veneno (herbicida utilizado para la soja, que produce trastornos en la salud) y no un estimulante o vitamina. También habría que informarle que Pelé y Di Stéfano integraron los mejores equipos de sus épocas, repletos de “estrellas”, cracks (Garrincha, Tostao, Rivelino, Clodoaldo, Carlos Alberto, Gerson, Puskas, Kopa, Gento, Rial) y que Maradona, si bien no integraba equipos tan colosales, tampoco sacó campeón a un Napoli que, sin él, no hubiera estado en la Segunda División, ya que contaba con muy buenos jugadores, que integraban selecciones nacionales importantes (como Careca, que con Brasil hizo tantos goles como Diego en el mundial 86). Es decir, esa ridícula frase de Cátulo que antes transcribí, ya quedó totalmente inválida. Para finalizar y sin desvalorizar lo que hizo el jugador más grande de la historia en Nápoles: ¿qué es más meritorio, llegar a ser el jugador más importante en la historia del Napoli o llegar a ser el jugador más grande de la historia del Barcelona?
Asunto: VERDE QUE TE QUIERO VERDE De Alfredo Alejandro Luciardo Gracias amigos de Un Caño, por la lectura de todos y cada uno de los meses. Y gracias por ayudar a todos los lectores que no están al tanto o nunca pudieron leer o escuchar de la situación de nuestro querido Ferro Carril Oeste. No es fácil transitar desde hace ya 10 años por las canchas del ascenso, pero más difícil aún es saber que día tras día tenemos que pelarnos las manos y las cuentas bancarias todos los socios e hinchas que bien queremos al club para ir saliendo a flote. No tuvimos ayuda externa de ningún tipo ni de ningún sector político como sí la han tenido otras instituciones, pero eso nos ha hecho más fuertes, y sabemos lo que es contar las monedas para de a poco levantar una quiebra que sin querer nos pertenece. Saber que la justicia no nos acompaña, y que las finanzas tampoco están a nuestro favor, pero saber que con paciencia y saliva… Gracias por recordarnos, y deseo que dentro de no mucho esta nota del número 30 le dé paso a otra donde le cuente a toda la población “cañera” que el glorioso Ferro Carril Oeste volvió a manos de sus verdaderos dueños: los socios. 62 UN CAÑO | NOVIEMBRE 2010
Los leo desde que Víctor Hugo anunció en la radio que volvían, y a partir de ahí no he dejado de leerlos. Les escribo porque me cansé de tanta injusticia, de tanta mentira, de tanta mala leche, de tanto verso. Soy socio vitalicio, hincha fanático, y fui dirigente durante muchos años, de mi amado Nueva Chicago. Nuestra realidad actual nos muestra transitando sin pena ni gloria por la tercera categoría del futbol argentino. Hemos disfrutado de otras mieles no hace mucho: cuatro años en Primera. Ahora bien, estamos donde merecemos estar, eso está claro. Una dirigencia corrupta y pseudo-hinchas enfermos lo hicieron posible, después del desastre, la locura y la estupidez en el partido con Tigre. El Tribunal de Disciplina tomó el toro por las astas y le aplicó al club una pena ejemplar: clausura de estadio, quita de puntos y multas. Cuando el Tribunal aplicó las penas, yo estuve de acuerdo, lo que me provocó no pocas discusiones y peleas con amigos, hinchas, dirigentes y familiares. Estaba montado en la razón de que, de esta manera, se terminaba con los dirigentes que apañaban delincuentes, para poder así vaciar y destruir los clubes en beneficio de cuatro ladrones. Sin embargo, cuanto mínimo, debo decir que soy un iluso por no decir algo más de tablón. Chicago descendió a la B Nacional con su mochila de quita de puntos y por eso se fue a la Primera B metropolitana, que es donde nos encontramos hoy. Ahora bien, durante el paso por la B Nacional, nos tocó jugar una fecha en la cancha de Independiente Rivadavia de Mendoza. Esa tarde comenzó con la muerte de un hincha en la tribuna local por una pelea. El partido no se suspendió. Después le arrojaron un piedrazo al medico de Chicago, lo que le produjo pérdida de conocimiento (tuvieron que trasladarlo a un hospital, donde le dieron diez puntos de sutura). Por supuesto, ahí el partido se suspendió, pero el magnánimo Tribunal le aplicó al local una pena que se cumplía pagando cierta cantidad de entradas y, lo más increíble, reprogramando el partido para tres meses después. Toda esta historia la cuento porque acabo de ver en un noticiero que a San Lorenzo le suspenden la Platea Sur por los incidentes del sábado con Vélez. Yo digo: lo único que faltó el sábado fue un muerto. Hubo invasión del campo de juego por parte de hinchas de San Lorenzo y heridos (un chico hospitalizado). Claro, el tema corre porque Chicago no es San Lorenzo, River (salidas de los partidos, quinchos, batallas campales con la Policía), Godoy Cruz, Rosario Central (asesinatos entre barras), Independiente Rivadavia, Newell’s… ¿Y qué hacemos, señores del Tribunal? ¿Será que habrá que tener un padrino poderoso (Usandizaga, Vila, Aguilar, López, Macri, Mazza, Savino)? Si no fuera por los padrinos, Racing ya no existiría: Perón, Ruckauf, Chacho Álvarez, Kirchner… Si no la publican por larga, no importa, ustedes son lo único creíble.
Asunto: ALGO MÁS De Beto Moreno Su revista es una de esas pocas que hacen pensar y ver las cosas de otra manera; no sé si me hace feliz, pero leyendo a sus periodistas me doy cuenta de que siempre hay algo más. Sugerencia: ¿podrían poner un índice? Ya que primero visualizo las notas y luego las leo, y se nos haría mas fácil con un índice. Un caño: Para cuando podamos agregar más páginas, te prometemos el índice.
Asunto: EL BOCA DE LA D De Daniel di Fusco Soy de José León Suárez. Les escribo para felicitar la nota de mi querido club Central Ballester y, en especial, a Mauro Fulco. Aparte, les quisiera contar que Central tenía su cancha de Italia y Moreno, con luz para jugar de noche, tribuna de escalones de cemento y hasta cancha de entrenamiento. También la sede en Lacroze y Moreno. Todo esto luego fue “rifado” por los dirigentes de turno. Éramos el BOCA de la D. Qué nostalgia, por Dios. Unos años después nos dieron los terrenos de la Cárcova. Se hizo la cancha, muy humilde. Pero nuestra. Hasta que los personajes que bien nombra Fulco rifaron todo de vuelta. No quiero ser muy extenso porque ¡voy a llorar en la compu! Les agradezco que me dejen expresar libremente.
Asunto: PILARES DE LA INCLUSIÓN De Berna Gaitán Otarán En un país donde el discurso de la mano dura chorrea desde las redacciones y rebalsa desde las pantallas, encontrar una nota que reflexione y posibilite otra respuesta al debate de las instituciones penales y de menores, es más que significativa. Me refiero al articulo publicado en Un Caño #28, “Sombra ovalada”, de Nacho Levy. En lugares como las cárceles o institutos de menores, donde el Estado no está presente más que en un nivel represivo, es necesario replantear el espacio de recreación y deporte como pilares fundantes de la inclusión (concepto mentiroso si los hay sobre el motivo fundacional de dichas instituciones). Creo que se ha dado un pequeño primer paso al descubrir (nos) nuevas formas de seguir pensando el deporte en situaciones que exceden perímetros delimitados por la cal, y que al mismo tiempo sean contadas por sus protagonistas. La brevedad me hace dejar muchos párrafos afuera, pero que igual me sirven de fundamento al momento de compartir esta nota.
Asunto: QUERIDO VÍCTOR HUGO De Javier C. Martínez Tengo 47 años y mi primer recuerdo de un estadio de fútbol es en el Amalfitani, aquella tarde de 1968: yo, con apenas 9 años, estaba sentado con mi padre en la Platea Baja Norte, viendo a Gallo despejar un tiro con destino de red. Confieso que no era yo muy conciente del valor de aquella jugada que luego terminó siendo emblemática para la historia de mi querido “Fortín de Villa Luro”. El siguiente flash me trae mi imagen –un poco mayor–, subiendo por las escaleras que van del pasillo bajo la Platea Norte, donde están los puestos de hamburguesas y choripanes, y sintiendo una mano que me ayuda a subir. Al darme vuelta veo un tipo enorme con un yeso (o venda) en su mano izquierda. Más tarde mi padre me dijo quién era: Ringo Bonavena. Fue otra tarde recordada, la del campeonato que no fue en el ´71 por culpa de Huracán. Antes de seguir, admito que me sorprende encontrarme escribiéndole a usted por intermedio del correo de la revista Un Caño. Es la primera vez que me comunico con una revista. Pero como por primera vez compré esta revista, “fogoneado” por las recomendaciones que escuché en la radio, y me encontré con la nota de Diego Bonadeo donde alude a usted, y luego usted responde con la sencillez, simpleza y sensatez de los que tienen claros sus ideas e ideales, sentí la irrefrenable necesidad de transmitirle mis sensaciones. Uno, como simple oyente de radio y lector de alguno que otro medio, a menudo recibe mensajes
contradictorios. Hasta ahora yo tenía otra imagen del señor Bonadeo, y por aquel carácter transitivo del “los enemigos de mis amigos son mis enemigos”, lo he cruzado de vereda luego de leer lo que leí en la revista. Usted, Víctor Hugo, es una persona que ejerce sobre mí el poder de cautivar. Cuando lo encuentro, en general de manera casual, en algún programa de radio o TV, no puedo evitar escucharlo. Deleitándome con su modo moderado, franco, claro y amistoso con que suele brindarse. Claro que, cuando la ocasión lo amerita, celebro el tono más serio y adusto, más enérgico y contundente que debe adquirir para contestar las tantas infamias que se han dicho por ahí. Sé que no es su intención, pero lo tengo como un emblema, como un modelo de coherencia e integridad. Veo en usted a una persona cabal y, fundamentalmente, honesta. Por eso el encabezado, por eso el “querido”. Porque si bien jamás nos hemos cruzado (aunque usted ha fascinado años atrás a mi madre en una visita que hiciese a la ciudad de Pergamino en ocasión de una conferencia sobre “noséquetema”) es una de las personas que los oyentes/lectores/televidentes sentimos cercanas. Será por la frecuencia con que las escuchamos/leemos/vemos o porque coincidimos tanto en las ideas. No sé. En todo caso, discúlpeme usted el atrevimiento de quererlo. Fútbol Para Todos o Fútbol de Primera quizás sea “Fútbol de Primera Para Todos”. Lo real y concreto es que hoy cualquiera puede ver cualquier partido, lo que no es poco.
Asunto: MIRADA MÁS QUE LUCIDA De Lucas Taskar Leí la entrevista a Babington, miré la foto, la analicé y no dudé: el “autor” tenía que ser la misma persona que en Un Caño de septiembre había inaugurado la sección dedicada al análisis de las fotografías. Efectivamente, Fabián Mauri había sido dueño del click al presidente de Huracán y también el pionero de esa recién nacida y maravillosa sección. ¿Qué se yo de fotografía? Lo mismo que Tevez de música clásica. Pero la foto del Inglés habla por sí sola. Un hombre encerrado entre redes, sobre un pasto bien artificial que presenta una pendiente hacia abajo. Un árbol, símbolo de vida y pureza, se encuentra del lado de afuera. Y Babington no sólo está pisando fuerte, sino que apoya sus pies en el poco espacio liso y firme de la imagen. Mirada segura, brazos cruzados y cuerpo recto, definitivamente ese hombre se encuentra cómodo y tranquilo. Pero cuando Grondona haga una de las suyas y no reconozca todo lo que hace ese súbdito por él, el mandamás quemero se irá unos pasos para atrás, caerá en esa pendiente y ya no se podrá levantar. Se dará cuenta que realmente está encerrado y que su firmeza apenas fue una circunstancia devenida de su chupada de medias a una persona que usa medias descartables. Babington caerá, pero todo seguirá igual: pasto artificial, debacle del terreno y encierro. El árbol, seguirá afuera. ¡Ojo con el oxígeno! NOVIEMBRE 2010 | UN CAÑO 63
Asunto: LEGITIMIDAD De Nico Varela
¿Qué es lo que mueve a las personas a pensar que sus formas de proceder son mejores a las de otras? Como a lo que me voy a referir es a la discusión Cappa/Falcioni, la pregunta inicial se transforma en la siguiente: ¿que Falcioni haya salido campeón con un estilo de juego y que Cappa, con otro, aún no, habilita a valorar más y calificar como mejor la táctica y estrategia del victorioso? Si el Huracán de Cappa hubiera salido campeón, esta discusión no existiría, pero como salió segundo, el estilo “menottista” de su juego, fracasó (y fracasará siempre, según muchos “entendidos”). Considero que la discusión es más simple de lo que parece. Daré un ejemplo musical: Dentro del mundo rock, a unos les gusta Bob Dylan y a otros les gusta Iron Maiden. ¿Quién puede decir que la música que hace uno es mejor a la que hace el otro? Nadie. Son diferentes estilos de algo que se llama rock. El centro del arquero al nueve (como describió Cappa el juego de Banfield) y los toques continuos a cincuenta metros del arco (como describió Falcioni el juego de River) son diferentes estilos de algo que se llama fútbol. Si a alguien le gusta que los equipos toquen la pelota al ras del piso, como si estuvieran ganando 3 a 0 desde el minuto cero, se identificará mas con el estilo de Cappa; en cambio, si se prefiere tener un sólido bloque defensivo y jugar de contra, pelotazo o salida rápida mediante, le agradará mas el estilo de Falcioni. Ni una ni otra variable de ataque es más legítima que la otra, simplemente son estéticamente distintas. Y hablo solamente de una diferencia estética, ya que el objetivo de ambas, y de todas, es la misma. Buscan, con sus modos y formas, que la pelota ingrese en el arco de enfrente mas veces que en el propio. En ningún lado existe un manual en el que dice que el fútbol se juega de determinada manera. Finalmente, quiero aclarar que estas palabras no son para defender a Cappa. Incluso, pienso que busca demostrar (no sé por qué, ya que es un hombre sabio e inteligente), más que otros directores tácticos, que su estilo le hace mejor al fútbol. Pero esa es otra discusión. P. D.: Soy hincha de River Plate y “bielsista” (esto lo digo porque me parece bueno que uno aclare desde qué óptica ve las cosas), y considero que esta nueva conducción del equipo ha generado más cosas positivas que negativas. Aunque aún no se haya generado un juego fluido y constante, hay que esperar y tener paciencia. Uno puede estar en desacuerdo con un varias de cosas, pero debemos recordar cómo estaba el equipo hace unas campañas atrás y reconocer las cosas que se están haciendo bien. Ojalá sea el inicio de un buen camino y de un proyecto a largo plazo que logre consolidar al equipo a nivel nacional e internacional.
Asunto: CAMPAÑERO De Alejandro Percia Excelente la nota de Pablo Cheb Terrab en el número que acaba de salir. También es muy interesante la que habla de Corea del Norte. Muchas felicitaciones por la revista, de parte de un ex “compañero” (en uno de los números de la primera tamporada de Un Caño se publicaron dos notas de mi autoría, con entrevistas a Pedro Dellacha y el Marquez Sosa, glorias de la historia de Racing).
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Asunto: TELEFONO PARA DE BIASE De: Alfredo Luciardo
Estas humildes líneas van en relación a los escrito por Pablo De Biase donde le dedicó su página a la “familia” del básquet argentino. No tengo ninguna intención de cuestionar ni de criticar lo allí expresado, sólo de dar mi parecer. Cuando dice que no hay críticos de básquet en la Argentina, quiero mencionar a David CarlÍn, Amado Degaudencio, Leo Vercesi, Alejandro Pérez, el Negro Lencina, sólo para formar un quinteto que se parece al ideal. Gente que al comentar o relatar le entrega a los lectores/oyentes la esencia del juego, el porqué de las jugadas, las estadísticas (trascendentes por cierto), en resumen todo lo que un tipo común espera para poder entender el juego, enriquecer lo que la imagen le entrega, y más de una vez no sabemos bien el cómo o el por qué. No creo que las crónicas quieran negar la realidad, salimos quintos del mundo y no bajamos desde ese lugar hace diez años, ¿eso no es realidad? ¿Es malo salir debajo de otros cuatro que se desempeñaron mejor? Cuando el torneo mundial lo disputaron 24 selecciones, y para llegar al mismo se hicieron torneos clasificatorios en todo el planeta, aún habiendo jugado sin el “as de espadas” y sin el “siete bravo”. No quiero entrar en las comparaciones entre deportes, de todos modos estimo que Lio, Kun, Carlitos, Pipita, etc. también son apodos a los que apelan los periodistas para llamar a nuestros cracks futboleros. Que también son muchachos millonarios, pero que en la gran mayoría de los casos perdieron la humildad para contestar a esos apodos, y sólo cuando hay billetes en el medio o bien si el resultado deportivo del día los acompañó para bien se disponen a dialogar. Dejando el deporte de lado, para llevarlo a un espectro un poco más amplio, y sin querer extenderme demasiado, no todo está tan podrido en nuestro país. Creo que no tenemos que escudar la miseria de un sector intentando ensuciar a otro. Cuando empecemos a entender que de ese modo nos puede ir un poco mejor a todos, tal vez lo empecemos a ponerlo en práctica.
Asunto: DE CAPPA CAÍDA De: Ariel Piermarini
Cappa se volvió a desbocar, no reconoce virtudes en Banfield o Godoy Cruz y dice que su River empujador y tiracentros es siempre perjudicado. Hace unas semanas, Pezzota fue pésimo, como el 90% del arbitraje argentino, Cappa lo increpó por el full a Arano y descontroló a su equipo con su airada protesta. Pero no alzó la voz para decir que Funes Mori golpeó al juvenil Delfino estando ya amonestado y que Román jugó gratis los últimos diez minutos. Creo que es el momento de que deje de lado su doble discurso, su falso lirismo y su hipocresía futbolera. River no juega como el Barcelona, el Real o el Inter, mucho menos como Vélez, Estudiantes, Banfield, Godoy Cruz o Lanús. No tiene un estilo definido y ya pasó un buen tiempo y hubo varias incorporaciones como para que lo hiciera. Cappa es una gran apuesta periodística y/o televisiva, la víctima, el perjudicado… Y el tiki-tiki murió en la fecha 19 contra Vélez mientras dirigía al Globito. Hoy, ayer y desde que asumió en River, Cappa está definido entre la crispación y el “a la carga a Barracas”.
Meados por los perros
Ganar un partido de sesenta y tres es algo más que una mala racha. Tal vez sea una maldición. Pero a no asustarse, esto pasó hace mucho en el fútbol argentino. De las tantas rarezas que obtiene nuestro olfateador de hemerotecas, aquí va una más de la serie: las peores campañas de nuestra historia. Y la confirmación de que la culpa no es de los técnicos. Por EDGARDO IMAS
D
esde hace cinco temporadas, en Primera D, conviven dos clubes con historias muy disímiles, aunque extrañamente tengan un denominador común: Argentino de Quilmes y Atlas comparten el hecho de poseer algunas de las peores rachas del fútbol vernáculo. Argentino es una de las entidades más antiguas de la AFA. Fundada en 1899, fruto de una reacción criolla ante la tradición británica encarnada por el Quilmes Athletic Club, sólo es superada en edad por otras cinco. Con los cerveceros, conforma el clásico más añejo en la Primera División afista: arrancó en 1906. Además, los Mates son el único club que bajó a la D tras haber jugado alguna vez en la A en la era del profesionalismo. Por su parte, Atlas nació en 1951, a partir de un equipo infantil de Villa Crespo que participaba en los Campeonatos Evita. Se mudó a Colegiales, hasta que en 1965 debutó en Aficionados. En 1970, inauguró su estadio en General Rodríguez. La popularidad vino de la mano de un reality televisivo hace cinco años. Parte del dinero generado permitió reforzar el plantel y mejores campañas. Sin embargo, Atlas aún no pudo abandonar la D. Al igual que Centro Español y Yupanqui, nunca obtuvo un campeonato o un ascenso. Y registra cinco desafiliaciones por bajo promedio, más otras temporadas como colista en los tiempos en que no existía esa sanción deportiva. Desmintiendo un viejo eslogan comercial de una multinacional, pertenecer al selecto grupo de las peores rachas futbolísticas no tiene sus privilegios. Todo lo contrario: las campañas deprimentes, las goleadas abultadas y la tristeza reiterada al retirarse de la cancha permanecen como afrentas en la conciencia colectiva del hincha. En 1938, Argentino de Quilmes y Quilmes igualaron el primer puesto del torneo de la B. Jugaron dos partidos finales en los que los Mates vencieron 1-0 y consiguieron el ascenso. Su única
campaña en la A, en la era profesional, resultó un fiasco y hoy es récord histórico: en 1939 no ganó ningún partido de los treinta y cuatro disputó, con cuatro empates y treinta derrotas. Los cinco arqueros utilizados recibieron 148 goles. En ocho partidos le convirtieron siete o más tantos; la goleada mayor fue ante Platense: 8-0. Muy lejos de la locura y los cortoplacismos actuales, el entrenador en las dos temporadas fue el mismo, Carlos Calocero. Atlas superó la plusmarca mate, pero en la D. Entre el 15 de junio de 1974 y el 22 de mayo de 1976, cuando le ganó el clásico zonal a Alem, estuvo treinta y ocho fechas sin triunfos, con cinco empates y treinta y tres caídas. Pocos años después, Atlas casi repitió. El 4 de septiembre de 1983, le ganó 5-4 a Centro Español, con una recaudación de cero pesos: sólo había concurrido un puñado de socios y familiares. A partir de ahí acumuló treinta y dos fechas sin alegrías, con tres igualdades y veintinueve derrotas. Recién el 20 de abril de 1985 festejó un 5-1 frente a Acassuso. No obstante, esas rachas se ven opacadas por el tobogán recorrido desde junio de 2003 por Almirante Brown de Arrecifes. Tras seis temporadas consecutivas en la B Nacional, los verdinegros se despidieron con una derrota ante San Martín (San Juan). En apenas dos años, estaban en la liga local. En el medio quedaron tres descensos, dos últimos puestos en los Argentinos A y B, y cuarentaiún partidos sin ganar, con dos empates y treinta y nueve derrotas. Por último, queda por destacar el caso de Porteño, un club muy importante de la era amateur. Hoy está radicado en San Vicente y sólo se dedica al rugby. Entre octubre de 1925 y agosto de 1928, en Primera División tuvo dos rachas de treintaiún partidos sin victorias, intercaladas apenas por un triunfo 2-0 con Liberal Argentino, el 12 de junio de 1927. Es decir, de sesenta y tres, ganó uno. ¿Resistirían hoy algún DT, dirigente o plantel estos números? NOVIEMBRE 2010 | UN CAÑO 65
La honra y la gloria
Dirigido por Sebastián Bednarik, un documental uruguayo (*) cuenta la otra historia del Mundialito jugado en el Centenario entre fines de 1980 y comienzos de 1981. Los militares intentaron usarlo para consolidarse en el poder. Afortunadamente, aquel torneo, celebración del Mundial de 1930, no fue una zanahoria para miles de orientales. Por JULIÁN LICHENE
“Yo hago deporte, no política”. Con esa frase respondió el brasileño Joao Havelange, ex pope de la FIFA, cuando le preguntaron si estaba al tanto de que la Marina uruguaya participaba activamente en la organización del torneo llevado a cabo en el país vecino a fines de 1980. Havelange es uno de los entrevistados en el documental Mundialito, film que se acaba de estrenar sobre la Copa de Oro que se disputó en Montevideo entre el 30 de diciembre de 1980 y el 10 de enero de 1981, y que reunió a todos los campeones del mundo hasta ese momento, con la excepción de Inglaterra, que se negó a competir y que fue reemplazada por Holanda. Uruguay fue el campeón. Las palabras del longevo dirigente brasileño se presentan como un contrasentido en la estructura del film, ya que el entrecruzamiento de los componentes político-militares, sociales, empresariales y futbolísticos es más que notorio. Declaraciones de ex jugadores, periodistas deportivos, dirigentes de la AUF (Asociación Uruguaya de Fútbol), políticos proscriptos, militares retirados, ex guerrilleros Tupamaros (como el actual presidente Pepe Mujica), empresarios e historiadores ayudan a entender el contexto.
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El tiro por la culata Durante 1980, en Uruguay gobernaba una dictadura cívico-militar (1973-1985). Con el objetivo de darle una lavada de cara e introducir a los militares definitivamente en la política, el 30 de noviembre de ese año se llamó a un plebiscito para reformar la Constitución. La convocatoria cercenaba derechos civiles y políticos (se prohibía, por ejemplo, el derecho de agremiación y huelga). Confiados en el triunfo, al mismo tiempo los militares dieron el OK para or-
ganizar el Mundialito, que tenía también la venia de la FIFA. Todo para festejar la legitimación del golpe de 1973. Hasta permitieron que, el día del plebiscito, la TV transmitiese en directo, en una “emisión especial”, el conteo de votos, algo normal en cualquier circunstancia. Con un importante archivo audiovisual, la película muestra la fuerte apuesta propagandística, encabezada con el eslogan “Decile sí a Uruguay”. Como contrapartida, los escasos militantes que no habían caído presos y otros que habían recuperado su libertad llevaron a cabo un trabajo de difusión clandestino, a través
del boca a boca y la impresión de panfletos que mostraban a la mascota del torneo, el indiecito uruguayo, taqueando un sol con la inscripción negativa. Casi el 57% de la población votó contra los militares. Pero ya era tarde para darle de baja al torneo. Las entradas y los derechos de televisación estaban vendidos.
Negocios a la italiana Ángelo Bulgaris se toca los testículos y se rasca la cabeza mientras habla para el documental. Histriónico, este viejo empresario de origen griego, que estuvo con prisión domiciliaria por narcotráfico, relata los hechos en forma confusa. El que aclara es el director de la película: “se gastaron 3,2 millones de dólares y se recaudaron otros 11 en entradas vendidas. Bulgaris es la persona que le vende los derechos a Berlusconi”. El actual primer ministro italiano necesitaba ingresar al mapa de los medios y, con los derechos del Mundialito en su poder, los negoció con el monopolio italiano de la RAI. Como en el Mundial 78, se televisó en color para el exterior y en blanco y negro para los habitantes del país organizador. El presidente de la Asociación Uruguaya de Fútbol era el ex capitán de navío Yamandú Flangini, que a la vez manejaba el Cona, el Comité organizador de la Copa. Su estrecha relación con el empresario Washington Cataldi hizo posible la llegada hasta Berlusconi. Si bien la asociación no estaba intervenida y el militar había sido elegido un año antes de la realización del Mundialito por los dirigentes de los clubes, la Marina ocupaba el 80% de las comisiones encargadas de la organización aunque no sus presidencias. Uno de los rescates históricos más importantes fue remarcar que en la Comisión de Tesorería y Contaduría estaba el ex presidente Tabaré Vázquez, representante del club Progreso. No aceptó ser entrevistado para la película, al igual que Julio Grondona. Ni tampoco declarar de interés nacional al film. Pero, ¿es comparable el Mundialito al Mundial 78? Bednarik responde: “sí, aunque existieron varias diferencias. Acá fue más una organización conjunta de la
dirigencia deportiva del momento, y el público también reaccionó de forma distinta, utilizando el evento para expresar el rechazo manifestado en el plebiscito”.
Contradicciones Treinta años después, juntos y dentro del campo de juego del Centenario, Venancio Ramos y el goleador Waldemar Victorino coinciden en resaltar que era importante ganar para darle alegría al pueblo. Más ambiguas son las palabras de los arqueros Rodolfo Rodríguez y Fernando Alvez. Al principio, los dos coinciden en que sólo pensaban en jugar al fútbol y que
la política no les llegaba. Para luego admitir que se sabía lo que estaba pasando en el país. El primero sostiene que tuvo familiares con problemas “que pagaron su culpas por lo que hicieron”. Alvez, por su parte, asegura: “nos dimos cuenta de que esto era una cuestión de Estado. Parecíamos payasos. Los militares estaban en el banco de suplentes, y durante el segundo tiempo de la final con Brasil nos preguntaron qué queríamos. Les pedimos un auto importado sin impuestos para cada uno. En ese momento el árbitro cobró un penal para ellos y nos empataron”.
Más coherente aparece el brasileño Sócrates. Su compromiso político data de su época de jugador: “yo llevaba a la prisión (como llama a la concentración) algunos diarios, y los dejaba en la mesa con la sección Deportes por un lado y el resto por el otro. Todos mis compañeros agarraban la sección Deportes”, cuenta. Los goles uruguayos en el torneo, y con el relato de Víctor Hugo Morales de fondo, retrotraen el tiempo y hacen gritar al público del cine. Casi como cuando el público charrúa, en ese 10 de enero de 1981 y después de vencer a Brasil 2 a 1 en la final, vitoreó “¡se va a acabar, se va a acabar, la
dictadura militar!”. Y entonces, ¿por qué se tardó casi cinco años para volver a la democracia? “Es la pregunta que yo también me hago”, culmina Bednarik. * En la primera semana de noviembre se estrenará en cines de Uruguay. Entre marzo y abril del año que viene sería el estreno en la Argentina. La productora de la película, Coral Films, asegura que el material estará en DVD para marzo de 2011. Quien desee adquirirlo deberá consultar a la dirección de web www. coral.com.uy y/o llamar por teléfono al (598)2410221.
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Burbujas Hicks
Por si algún desprevenido lector todavía cree que hay que chiflar y llamar a los inversionistas para salvar a los clubes, aquí presentamos la inquietante fábula del señor Hicks, aquel autodenominado empresario que casi logra meter los dos pies en nuestro impecable e intachable fútbol. Por EZEQUIEL FERNÁNDEZ MOORES
T
om Hicks, el huracán texano que hace una década amenazó con ser el patrón del fútbol sudamericano, hoy cae en picada. Fue noticia hace unas semanas, cuando la justicia inglesa terminó quitándole la propiedad del Liverpool. Unos meses antes debió irse de los Texas Rangers y del béisbol de Estados Unidos. También parece inexorable su salida de los Dallas Stars (hockey sobre hielo). Cómo no recordar a su mano derecha en nuestra región, César Báez. “En América Latina –nos decía Báez– hay dos religiones: la católica y el fútbol”. Eran años de menemismo y euforia privatizadora. El fondo de inversión HTM&F, que encabezaba Hicks, tras intentar en Racing y San Lorenzo, casi desembarca en River, prometiendo 230 millones de dólares. Tenía ya al Corinthians y al Cruzeiro, un 20% de Torneos y Competencias, casi el 50% de la brasileña Traffic y el nuevo canal de cable PSN, que televisaba la Libertadores. Recuerdo haber escrito en su momento que tendríamos partidos de “Hicks versus Hicks televisados por Hicks”. “Es todo medio raro, las oficinas están como vacías, yo ni siquiera tengo una computadora”, me decía un periodista de firma de PSN, mientras la cadena invertía más de 500 millones de dólares por los derechos de las Eliminatorias, el calcio, la NBA,
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Pelé y la F1. Pasó la fiesta de Miami con los Gipsy Kings, garotas, pantallas gigantes y mil invitados, y Hicks, que afortunadamente no pudo poner pie en los clubes argentinos, terminó quebrando a PSN y yéndose de Brasil sin cumplir sus promesas. Ahora quiebra también en Inglaterra y en Estados Unidos. Su sistema de comprar, endeudándose y cargándole las deudas a su nuevo club, hizo crisis. La operación, normal en la burbuja financiera de algunos años atrás, se desnudó acaso como nunca en el deporte, un mundo demasiado ruidoso, poco apropiado para esconderse cuando hay miles de hinchas detrás. Perdió millones aún cuando envió a la quiebra a los Rangers, y lo mismo quiso hacer con Liverpool para no perder su inversión. La jugada le salió mal. Lo echaron del Liverpool, aunque anunció una demanda de 1.600 millones de dólares. Liverpool tiene ahora nuevo dueño: otro estadounidense. En la Premier League, se sabe, un día se va un ex premier tailandés prófugo de la justicia y al día siguiente llega un jeque árabe. Numerosos clubes chicos han quebrado o dejado de existir en las últimas décadas. Difícil que suceda con un grande. Racing, en Argentina. Liverpool, en Inglaterra. En el medio, el fútbol siempre promete adecentar sus balances. Sí lo hicieron en Alemania, obligados por la quiebra en 2002 del grupo Kirch, que tenía el monopolio de la TV. España estuvo antes en un rojo violento, pero los clubes fueron trasformados en SA y el Estado salvó la ropa. Sólo Real Madrid, inflado por los millones de Florentino Pérez, y Barcelona deben hoy casi mil millones de euros. Italia dejó de ser la meca cuando el Estado se cansó y por fin controló en serio los balances de los clubes. Este año se dispararon otra vez los números. Sólo en salarios de 494 jugadores, los veinte clubes de Serie A gastan cerca de mil millones de euros. La inflación la provocó el Milan con los fichajes de Zlatan Ibrahimovic y de Robinho. Nadie le ha hecho problemas al Milan. Silvio Berlusconi, su patrón, es millonario y jefe de Estado. Un dato está claro: cuanto más han crecido los dineros de la TV, más se han endeudado los clubes. La Premier League del Liverpool es el mejor ejemplo. El fútbol argentino, sabemos, tiene su propia fórmula mágica: “todo pasa”.
Somos los borrachos del cantón Hay dos experiencias inolvidables en la vida de un futbolero de ley. Subirse a un paravalanchas en la Doce durante un superclásico y concurrir una tarde a ver fútbol suizo. Para la primera, ya sortearemos una entrada popular. Para la segunda, les recomendamos la siguiente lectura de un testigo. Por GUIDO VILLACLARA
E
l tren arriba puntual a las 14,03. El TGV, tren veloz que llega a Paris. Puntual y rápido, como el prejuicio popular. O como el Sarmiento. Viajo desde Basel a Neuchâtel, ciudad ubicada a unos 90 kilómetros al sur y me digo que voy a contar que en Suiza se viaja a los partidos en trenes rápidos, que llegan puntuales. Pero es difícil pensar en fútbol, aún más en “nuestro” fútbol; sólo quedan los trenes, sin banderas ni gritos, sin otra cara de cancha más que la mía, reflejada en vidrios que dejan entrever paisajes extraordinarios. 15,32. Puntual. Faltan tres horas para el partido (Xamax contra Thun, por la S-League, Primera División) y decido ejercer de turista, cámara, mate y mapa en mano, a lo japonés o menemista. Luego de perderme, llego. El estadio está en medio de un bosque, descansando junto a un lago, en la frontera con Francia. Isla Maciel galáctica, con veleros y bañistas que demoran el ambiente futbolero. Ya en el área de prensa me atrevo a decir, por toda credencial, que soy argentino y que cubro la Liga suiza. “Confiamos en que es periodista”, dicen ellos. ¿El partido? Universal, apátrida: veintidós, pelota al piso (billares, alfombras), el cinco comanda la presión y un toque de más con resultado a favor –aún en la tierra de Heidi, los relojes y los chocolates– deviene en alguna patadita o un insulto que, sin entenderlo, reconozco familiar como el olor a pasto. La barra del Thun (equipo que saltó a la fama cuando medio plantel se vio envuelto en un escándalo sexual con una menor y la otra mitad, más tarde, en supuestos casos de arreglos de partidos) entra una bandera con la leyenda “Gegen modernen fussball”, es decir “contra el fútbol moderno”. Detrás del código risueño, el fútbol –la nuestra, el folclore– me plantea una paradoja. Porque ese fútbol moderno no sólo suele ser vértigo en la cancha, sino también vértigo en la tribuna y en la prensa. Y en el bar y en la oficina. Y en la vida, por propiedad transitiva. Aquí, las mujeres van al estadio con sus bebés en cochecitos, y cuando termina un partido los hinchas rivales se dicen unos a otros “fueron mejores, felicitaciones”. Entonces, ¿por qué se extrañan los cantos ingeniosos, el grito picaresco? ¿Por qué se añoran también la avalancha y las botellas con líquido que sostienen firmes la pasión y las banderas? Pienso:
una sociedad sin problemas que sublimar en el fútbol, gente fría, un país sin tradición futbolera. Pienso: tal vez el nivel de competencia –pequeño, como la superficie del país, menor a la de Jujuy– evite que todo explote en ese grito guevariano, “victoria o muerte”, que imprime zócalos de TV y contratapas de diarios. La respuesta es demagógica: no corre fútbol por la sangre ni sangre por el fútbol. Finalmente, una anécdota me asalta: en el clubhouse están, juntos, los planteles de ambos equipos, mirando un partido internacional. En Suiza, el fútbol, para mal y para bien, está en otro lugar. Regreso hacia la ciudad y ya no lo busco en las calles; como todo lo placentero, es mejor encontrarlo que buscarlo. Los autos, como en el comercial, se detienen frente a vos apenas ponés un pie en la vereda. En los alrededores del estadio veo borrachos, botineras, bufandas de varios equipos; veo corretear niños y niñas, farsa onírica de la dirigencia argentina; veo una escena donde se come, se toma, se escucha música, y donde, acaso, se charle del penal que inventó el referí. El partido de fútbol deja lentamente de existir y no sé si estoy puntualmente contento o no.
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Crónica de un niño solo En lugar de tener un amigo imaginario, nuestro columnista mitigaba el tedio de las siestas de su infancia fabulando un mundo mejor, del que disponía a su antojo, donde los torneos eran largos y Atlanta salía campeón. Un día descubrió para siempre que en la diversidad está la sal de la vida. Gracias a eso, hoy nos damos el gusto de tenerlo en nuestras páginas. Por SEBASTIÁN WAINRAICH
M
e encerraba en mi pieza, a principios de los años 80, y dibujaba veinte redondeles chiquitos en un cartón, los cortaba uno por uno y así se transformaban en los jugadores de campo. Dos pedazos de cartón más grande, con una base también de cartón, eran los arqueros. Los arcos los hacía con las hojas viejas de algún cuaderno ya escrito. La pelotita era un redondel mucho más chiquito que el de los jugadores y también era de papel. Casi siempre paraba los equipos con un 4-3-3. Es decir, yo era el técnico de los dos clubes que se enfrentaban. Y relataba los partidos. Y los comentaba. Y era el locutor que leía las publicidades. Y con una voz que imitaba a la de Roberto Ayala era el encargado de avisar si había goles, penales, expulsados o violencia en otros estadios. Los partidos se jugaban a la misma hora. De todas maneras, era yo el que decidía el día y el horario de los partidos. Los televisaba. Y los dirigía, con silbato y tarjetas. No eran épocas de discusión entre campeonato corto o campeonato largo. En mi pieza se jugaba un Metropolitano a dos ruedas y un Nacional. Atlanta salía campeón. Y si no, era porque tomaba fuerzas para ganar el campeonato siguiente y que la épica fuera más inmensa. Usaba y abusaba los nombres de los jugadores reales sin pagarle un peso –un austral, perdón– a nadie. Y en River jugaban Alonso, Gallego, Passarella, el Colorado Vieta... En Boca se mezclaban Mouzo, Gatti, Gareca, Ruggeri, la Oveja Bordet. En Independiente, Bochini, Trossero, Marangoni, la Vieja Reinoso y
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Merlini. En Racing, Colombatti y Walter Fernández. En San Lorenzo, Perazzo, Insúa y la Chancha Rinaldi. Para Atlanta jugaban Graciani, Plumero Gómez, Torres, Erramuspe y el tucumano Millicay. Pero ese año, en mi pieza, decidí que para Villa Crespo vinieran Maradona, Fillol y Paolo Rossi. De un día para el otro. Tres operaciones que nunca quedaron claras. Los partidos, a veces, se terminaban de repente. Mi vieja me llamaba a tomar la merienda, o venía un amigo a casa, o me iba al parque Centenario a jugar un partido de fútbol real… Ya todo terminó. ¿Qué fue de ese chico? ¿Qué sigo conservando de él? ¿Todavía tengo ganas de relatar partidos? ¿Me quedaría toda la tarde jugando en mi pieza, ésa que ahora tiene cama matrimonial y comparto con una mujer? ¿Todavía haría trampa para que Atlanta fuera campeón en la A? Las preguntas aparecen después de la linda nostalgia por esos años que se fueron y ya no volverán. Me emociona pensar en ese inocente niño de pelo rubio, lacio, que dejaba la vida en parar a esos equipos, en organizar los campeonatos, en relatar, comentar, dirigir y jugar los partidos. Pero cuando me siento frente a la computadora a escribir esta nota, después de la emoción viene el frío, y después del frío, una afirmación que me congela más aún: tuve el primer monopolio de todos. Tuve una real posición dominante. Sin que nadie me lo pida, fui dejando todo. El tiempo hizo que me alejara de la costumbre de querer hacer todo y me demostró que, además, es aburrido jugar siempre solo.
¡QUÉ PUTA SUERTE!
El legado K
El 27 de octubre a las 9 y media de la mañana falleció el ex presidente y diputado Néstor Kirchner. Con su muerte termina una época y empieza otra, en la que muchos ya visualizan el nacimiento del peronismo kirchnerista. Un Caño refleja en estas páginas y en las subsiguientes el respeto por un hombre que cambió la realidad de la Argentina. Por MARIANO HAMILTON
E
l cronista que firma esta nota es argentino, peronista e hincha de San Lorenzo. Desde ese lugar se planta para decir que Néstor Kirchner apareció como un rayo en la política para cambiar el status quo de las cosas. Los santacruceños lo conocieron mejor, pero para los porteños –tan encerrados que estamos en nuestra lógica–, Kirchner cruzó a la sociedad de punta a punta y la marcó de aquí para el fin de nuestros días. Sus políticas como presidente y luego como asesor de Cristina Fernández, en apenas siete años de intervención furiosa, alcanzaron al Estado (recuperó empresas clave privatizadas, renegoció la deuda y le pagó al FMI), a los viejos, a los trabajadores, a los desocupados, a los niños, a los homosexuales, a los heterosexuales, a la Justicia, a la educación, a los medios de comunicación, a los empresarios, a los del campo (no a todos, sólo a los bien llamados “garcas”), a la Iglesia católica, a los Derechos Humanos, a las Fuerzas Armadas, a las alianzas internacionales y a cuanta cosa uno se pueda imaginar. Incluso tuvo tiempo para ocuparse tangencial pero decisivamente del deporte, con sus políticas sociales y con el Fútbol Para Todos. Y decimos tangencialmente porque Kirchner no era Perón y mucho menos Menem en su relación con el deporte: no aparecía en las tapas de las
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revistas montando a caballo, andando en moto o jugando al fútbol o al básquet, pero sí hizo cosas que reformularon tanto el alcance social de los clubes de barrio como la vida económica del fútbol profesional. Dijo alguna vez, en una de sus tantas humoradas, que en su juventud había jugado al vóley, al fútbol y al básquet, pero que su real sueño habría sido poder hacerlo bien. Pido “minuto”, como en el básquet, y me permito una pequeña digresión. Decía al principio que quien firma esta columna es argentino, peronista e hincha de San Lorenzo. La primera y la última definición tienen explicaciones claras: argentino porque nací en este país e hincha de San Lorenzo porque mi abuelo Alberto me hizo conocer la pasión por la camiseta azulgrana. La segunda sentencia, en cambio, es más compleja. ¿Por qué soy peronista? Podría ser por la sangre, es decir por la herencia de Mario, mi padre, que era peronista. O podría ser por la historia: todo lo que hizo Perón entre 1946 y 1955 me convenció de darle un bonus track al hecho de ser peronista, más allá del desastre que hizo el General en la década del 70. Pero más acá de todo, siempre retumbaba en mi cabeza la pregunta: ¿qué es el peronismo? ¿Aquel movimiento nacional y popular que hizo saltar por los aires las estructuras establecidas en la década del
50? ¿El del espíritu desarrollista de los 60? ¿El revolucionario de la resistencia de los 70? ¿El social demócrata light de los 80? ¿O el inescrupuloso neoliberal de los 90? Mi padre, alguna vez, allá por 1979, fue consultado. Y dijo: “El peronismo es lo que nosotros, cada uno de los que lo integramos, queremos que sea”, en una variante de aquella famosa frase de Perón que decía que “peronistas éramos todos”. Aquello me alcanzó y bastó para ser peronista, aunque más no fuera con una capucha de vergüenza durante el menemato, tal vez el momento más difícil para reivindicar el origen político. Porque el peronismo, en aquella época, era más un punto de partida que una definición ideológica. Pero llegó Kirchner y otra vez la palabra peronismo, o el hecho de ser peronista cobraron contenido, recuperaron su significado. Y los que nos avergonzábamos por decir que éramos peronistas, pudimos una vez más inflar el pecho y decirlo sin rubor, para reivindicar lo que bien podría ser una religión, porque admitimos que el sentimiento que acompaña a los compañeros está por encima de todo, incluso de la razón. Fin del tiempo muerto solicitado. Y las disculpas del caso por haber llevado una crónica a un nivel tan personal. Pero sería imposible hablar de Kirchner sin la honestidad intelectual de admitir desde
dónde se dicen las cosas. Sería bueno que los Morales Solá, los Grondona, los Blanck y tantos otros hicieran lo mismo, que dejaran de escudarse en la objetividad o en esa pavada del periodismo independiente que ya nadie les cree. Regresamos a Kirchner. La otra noche, ya después de la muerte del ex presidente, el sindicalista de los judiciales Julio Piumato dijo que “antes se reivindicaban las banderas de Perón y Evita; desde ahora tendremos que levantar las de Perón, Evita y Néstor”, lo que sintetiza parcialmente algo que ya se está gestando, por ahora de manera tímida, pero que va tomando fuerza especialmente después de la muerte de Kirchner: se está ingresando en un peronismo de segunda generación, en un peronismo que recuperó sus virtudes y que a su vez le sumó las vicisitudes de este siglo XXI globalizado y la siempre compleja realidad del partido. Y esto se llama kirchnerismo, es decir una versión superadora de aquel movimiento que supo ser nacional y popular y que aún debe lidiar con las oscuras fuerzas de derecha que lo integran y que, hoy por hoy, se hacen llamar Peronismo Federal o disidente. Con esto no queremos decir que dentro del kirchnerismo todos piensen igual o que no convivan fuerzas de derecha, de centro y de izquierda. Siempre habrá de todo en el peronismo, sea kirchnerista o no. Pero, como decía Perón, los melones se acomodan cuando el carro se pone en movimiento, por lo que no falta demasiado para que se terminen de ordenar los tantos y así podamos ver con mayor claridad quiénes están de un lado y del otro, quiénes serán los que le darán carnadura al Peronismo Federal y quiénes se la otorgarán al Peronismo kirchnerista. Y dependiendo de quién se imponga en esa puja de fuerzas absolutamente encontradas, sabremos algunos peronistas si tendremos que volver a ponernos la capucha o si esta idea de país sigue hacia adelante, con Cristina como abanderada, ya no sólo de los humildes, sino de todos los argentinos. Sea como fuere, mucho de lo que escribimos lo hizo el hombre que se acaba de despedir. Deja un legado. Y su viuda, la presidenta Cristina, será la responsable de defenderlo. Néstor Kirchner se fue dejando un país mucho mejor del que supimos ver en los últimos cincuenta años.
Condolencias en tiempo real El día del fallecimiento de Néstor Kirchner, los deportistas argentinos en todo el mundo expresaron su dolor a través de Internet. Lo hicieron en blogs y en las redes sociales. Los más comprometidos, manifestaron su apoyo expreso a la gestión que completó el ex presidente. Por PABLO CHEB TERRAB
El fallecimiento del ex presidente Néstor Kirchner provocó un fuerte impacto en diferentes ámbitos deportivos, y fueron muchas las figuras que expresaron su dolor por la noticia, ya sea de manera pública o a través de las redes sociales. Desde Diego Maradona, quien viajó a El Calafate para estar con el círculo íntimo del ex mandatario, a nombres como Lionel Messi, David Nalbandian, Emanuel Ginóbili o Luciana Aymar, todos mostraron su dolor por la noticia. Mediante un comunicado de su Fundación, Messi expresó su pésame. “Lionel Messi y familia, conjuntamente con la Fundación Leo Messi, desean expresar su profunda congoja por el fallecimiento del doctor Néstor Kirchner, y acompañan en su dolor con sincero afecto solidario a la señora Presidenta Cristina Fernández y a toda su familia”, señala el escrito del crack del Barcelona. A través de Twitter, varios tenistas dieron a conocer su opinión. Desde Montpellier, donde hoy buscará una plaza en los cuartos de final, Nalbandian escribió: “Mis sinceras condolencias a la Presidenta y a la familia Kirchner”. “Dura noticia al despertar, condolencias a su familia y su gente”, señaló Juan Mónaco, mientras que Martín Vassallo Argüello, mucho más comprometido políticamente, dejó en claro su posición: “Fuerza Compañera. Hoy a las 20 junto a vos en la Plaza de Mayo”. Por su parte, Diego Hartfield, desde su blog, redactó un texto en el que se destaca la siguiente frase: “Quiero expresar todo mi apoyo para todo la familia Kirchner por el fallecimiento de Néstor, quien fue el mejor presidente que tuvimos junto con Cristina desde que yo tengo uso de razón”. Desde Estados Unidos, Ginóbili, también vía Twitter, mandó un mensaje de solidaridad, en el día de su debut en una nueva temporada de la NBA. “Mis condolencias a CFK, familia, allegados y seguidores”, escribió el escolta de San Antonio, que en 2003 visitó a Kirchner en la Casa Rosada y le regaló una camiseta de San Antonio con su nombre, tras ganar el primer título en la NBA. Por la misma vía, el entrenador Sergio Hernández, que dirigió a la Selección Argentina en el Mundial de Turquía, también mostró su dolor. “Dura noticia en un día especial. Acompaño a nuestra Presidenta en este momento tan difícil”, indicó el técnico de Peñarol de Mar del Plata. Dos símbolos del deporte olímpico argentino como Carlos Espínola y Juan Curuchet, además de su lamento, dejaron en claro su admiración hacia el ex presidente. “Siento un profundo dolor. Kirchner sacó al país de la crisis y fue el iniciador de un modelo inclusivo que ahora beneficia a millones de argentinos”, señaló Espínola, actual intendente de Corrientes y ganador de cuatro medallas olímpicas en Atlanta 1996, Sydney 2000, Atenas 2004 y Beijing 2008. Para el ex ciclista, la novedad también fue un impacto. “Recibí la noticia con gran asombro. Se ha ido un hombre muy importante para la política, que gracias a sus convicciones produjo un cambio en un momento muy difícil de nuestro país”, sostuvo Curuchet, ganador de la medalla dorada junto a Walter Pérez en la prueba Madison en Beijing. Las Leonas Luciana Aymar y Soledad García escribieron: “Nuestro respeto a la familia Kirchner!!!”. En tanto, el ex rugbier Agustín Pichot señaló: “Mi más sentido saludo a la familia Kirchner. Otro que se expresó desde su Twitter fue Sergio Agüero, que indicó: “Me acabo de enterar del fallecimiento del ex Pte Kirchner. Triste noticia. Mis condolencias a la Presidenta Cristina y a su familia”. Incluso los más desapegados al mundo político, como el ex San Lorenzo Alejandro Papu Gómez, hoy en el Catania italiano, tuvieron algo que decir: “Sinceramente no entiendo nada de politica ni nada... Pero falleció un ex presidente, bien o mal es un ser humano.”. Entre las muchas cosas que se dijeron aquel día, lo de Gómez no parece tan grave. NOVIEMBRE 2010 | UN CAÑO 73
¡QUÉ PUTA SUERTE!
“Un nene cumpliendo un sueño”
Pablo Migliore recuerda lo que sintió Néstor Kirchner al visitar al plantel de Racing hace poco más de un año. Y revela que el ex presidente se preocupaba por cómo vivían los chicos en las pensiones de todos los clubes. Por MATÍAS DENS
J
unio de 2009, pleno hervor por la cercanía de las elecciones legislativas. En el Cilindro de Avellaneda se entrena Racing, en la antesala de un duelo ante Boca. De repente, un helicóptero baja en el predio. Su principal habitante, como Diego en el film Héroes, toca el césped y se santigua en continuado. No luce cortos, sí traje, su uniforme para la arena política. Sabiendo que la agenda le dictaba un acto en el microestadio del club de sus amores, Néstor Kirchner, entonces en rol de candidato a diputado nacional y presidente del Partido Justicialista, no se podía perder la chance de mezclarse un rato entre quienes defendían su camiseta. Siendo un hombre cercano al deporte, que supo jugar al básquet y rodearse de
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Manu Ginóbili o Diego Maradona, aquella visita, que terminó en la promesa de plasmas si había victoria en el clásico (y repitió para cumplir, días después), resultó, quizás, el suceso más recordado en su vida como hincha, claro, para el gran público, ya identificado como figura determinante en el concierto nacional. Hoy, Pablo Migliore, el entonces arquero del conjunto de Caruso Lombardi, recuerda con sorpresa al visitante por la humildad desprovista de pose. Y la sorpresa también cuadra para lo abrupto de su partida. “Se notaba que era un tipo sencillo por los detalles. Por ejemplo, llegó y saludó a todos. A cada jugador, a cada integrante del cuerpo técnico, a los chicos de la Reserva, a los juveniles, a los utileros,
a los cancheros… Del más grande al más chico, uno por uno. Yo lo veía como a un nene cumpliendo un sueño, rodeado del plantel, se notaba que estaba disfrutando del momento, que no era algo que hacía por conveniencia”, narra a la distancia el Loco, que hoy se planta en la valla de San Lorenzo. “Y nos dimos cuenta de que era una persona que amaba a Racing. En otra época por ahí iba más a la cancha, pero lo seguía desde donde estuviera. Y nos consta de que siempre le ha dado una mano al club, ya sea en lo económico o en otros aspectos, siempre se mostró muy pendiente”, agrega Migliore. Curioso, el arquero no sólo indagó en Racing sobre la relación de Kirchner con el fútbol. Y trae una perla que muy pocos –o nadie, quizás– conocían, sobre la preocupación por la pelotita. “Yo tuve la suerte de estar en otros clubes, como Huracán, Boca y ahora San Lorenzo. Y sé que se preocupaba mucho por cómo estaban los chicos en las pensiones de los clubes. Me enteré, por ejemplo, de que ha mandado a averiguar o a llamar a gente o allegados de Boca o Huracán, en su momento, para saber si los pibes vivían cómodos, si comían bien, si además de jugar estudiaban o si los obligaban a terminar el secundario”, dice Migliore, sacando a la luz un perfil desconocido del ex presidente. –¿Qué impresión te dejó en el trato que pudiste tener?
Y… A un presidente no lo ves todos los días. Y la verdad es que no parecía presidente. O, por lo menos, no te lo hacía notar. En el trato con nosotros mostró cero protocolo. A todos los jugadores nos sorprendía eso. Nos mirábamos, nos codeábamos, decíamos “es un presidente y charla como uno más, nos trata como a uno más, se interesa por lo que hacemos o pensamos”. Pero lo que más me quedó grabado de toda aquella historia fue cuando lo vimos bajar del helicóptero con los plasmas después de que le pudimos ganar a Boca. En ese momento del país, con todas las ocupaciones que seguramente tenía… Pero se apareció otra vez con los plasmas porque tenía que cumplir con lo prometido. Para mí la palabra vale mucho, y Kirchner nos demostró que para él también valía. Nos dejó un muy lindo recuerdo a todos. –¿Cómo te enteraste de su fallecimiento? ¿Cómo reaccionaste? Ese miércoles estaba en el gimnasio, había ido bien temprano. Y mientras estaba haciendo la rutina, me llamó mi hermano para avisarme. Me dijo “¿viste que se murió Kirchner?”. No lo podía creer, seguramente es una reacción que tuvieron muchos. La verdad es que no caía. Y lo primero que hice también es algo que deben haber hecho muchos: llamar a amigos, conocidos, familiares, para saber si estaban enterados de lo que había pasado, como queriendo comprobar si era verdad. Su muerte es algo que me descolocó. Es el día de hoy que todavía no lo puedo creer. –Más allá del impacto por la partida de una figura tan emblemática, ¿congeniabas con sus ideas o pensamientos? ¿Vos o tu familia tienen alguna militancia política? Yo digo que más allá de lo que haya vivido uno, o lo que hayan pasado las distintas familias con cada gobierno desde el regreso de la democracia, hay que aceptar que el tipo se mató por todos. Hay una situación que siempre tengo en mente para evaluar lo que consiguió el kirchnerismo desde que llegó al gobierno. Me acuerdo de que, antes de que asumiera, después de toda la crisis del 2001, la gente hacía cola para sacar el pasaporte, o la doble nacionalidad, con tal de irse a España o a otro país de Europa, porque la Argentina se venía abajo y no tenían las herramientas como para salir adelante. Era muy triste todo eso. Y los que no
tenían la oportunidad de irse, bueno… Pero él empezó a hacer las cosas bien y hubo muchos que cambiaron su decisión y se quedaron. Otros se volvieron, sobre
todo en el último tiempo. Eso habla bastante de la imagen que dejó en la gente, parecida a la que nos dejó a nosotros en aquellas visitas del año pasado.
“De primera” Caruso Lombardi, técnico de Racing en aquel momento, deja las valoraciones políticas para cada uno y evalúa a Kirchner como persona. Ricardo Caruso Lombardi era el entrenador de Racing en esa etapa. La Academia arrancó muy mal aquel semestre y se terminó salvando hasta de la Promo redondeando un buen Apertura 2009, que hasta le permitió, en algún breve lapso, ilusionarse con mezclarse entre Huracán y Vélez, los animadores del certamen. Histriónico, el DT se ganó buena parte de los flashes con Kirchner en aquella visita. Y ahora cuenta su visión: “se notaba que era un tipo con onda, simpático. A mí me dejó un lindo recuerdo. No hago una valoración política, eso ya depende de cada uno, de la evaluación que haga sobre qué cosas hizo bien o hizo mal. Pero, a nivel personal, de primera”, señala el hoy entrenador de Tigre. Habitual impulsor de los incentivos materiales para que sus muchachos se motiven de cara a los grandes acontecimientos, fue Caruso el que instigó al ex presidente para que nutriera el anzuelo de cara al clásico ante Boca. “Cuando vino, le pedí dos plasmas de 42 pulgadas y se prendió enseguida. Después del 3-0, antes de que volviera, le pedí cuatro. Y cumplió con su palabra. Eso habló bien de él”, contó. La muerte de Kirchner también pegó en Caruso: “fue un desenlace de los que nunca se esperan. Fue una sorpresa para mí, como calculo que lo fue para toda la gente. Era una persona que sabía de fútbol. Las veces que hablamos, me preguntaba sobre todo, no se quería perder detalle”.
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¡QUÉ PUTA SUERTE!
El compañero tenista Un mensaje de adhesión a Cristina Fernández de Kirchner se destacó en el mundo del deporte. Martín Vasallo Arguello, el hombre que ha llegado a decir que la ATP es como el FMI, puso toda su conciencia en trasladar sentimiento político hacia quien llamó “compañera”. Aquí su forma de entender la política y la muerte del ex presidente. Por PABLO CHEB TERRAB
Su mensaje en Twitter. “No fue algo tirado de los pelos, algo que se me ocurrió en el momento. Hace muchos años que estoy interiorizado y bastante comprometido en el tema político. Cada vez que tengo la posibilidad de hacer conocer mi pensamiento y mi afinidad con el kirchnerismo, lo hago. Claro que ahora se le dice así, pero a mi manera de ver, lo que predica este gobierno se parece bastante al peronismo de Perón y Evita”. El apelativo elegido para referirse a la presidenta. “La palabra ‘compañera’ resumía bastante desde dónde lo estaba diciendo. No puse ‘Fuerza, Presidenta’, ni ‘Fuerza, Cristina’. El pedido de apoyo viene siempre desde las filas, allí en las que realmente se intenta que alguien tenga fuerza. No lo dije desde un costado, ni desde afuera, ni viéndolo como una cuestión objetiva. Dije lo que dije sintiéndome parte de este modelo y de esta gran masa de gente que apoyó en un momento difícil”. Su relación personal con Néstor y Cristina Kirchner. “No conozco personalmente a nadie de este gobierno, a ninguna figura política. Todo mi acercamiento es ideológico. Nunca escondí mi participación en la política. Siempre apoyé el modelo, y hago militancia desde mi lugar. Por ejemplo, siempre que estoy en Buenos Aires y hay una manifestación, si puedo, voy a la Plaza”. El momento en que conoció la noticia. “Estaba en casa esperando el censo, venía de un día de prácticas, y ese día me tenía que entrenar por la tarde. Aproveché la mañana para dormir un poco más, me levanté tipo 10,30 y prendí la tele. Fue un golpe duro. Enseguida me vino a la memoria la última internación que había tenido Néstor. La tenía muy presente porque vivo cerca de donde él había sido internado, y pasé un par de veces por la puerta en aquel momento. La cantidad de banderas que hubo y los escritos de apoyo de las distintas agrupaciones me hicieron dar cuenta de la importancia de lo que estaba pasando. Ahí era claro que no era una boludez”.
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Su visita a Plaza de Mayo. “El mismo día del fallecimiento, fui a la Plaza y me quedé hasta las 22. Al día siguiente, a las siete y media de la mañana, tuve que salir para Medellín. Gracias a Internet se pudo seguir el velatorio y el cortejo fúnebre, más que nada a través de Canal 7. En Colombia hubo una cobertura muy completa. Un canal lo pasó prácticamente en vivo las 24 horas. Yo lo ponía cada vez que llegaba de entrenar”. El rol de los Kirchner en el debate político. “En las charlas de los torneos se habla de política. Es uno de los principales logros que tuvo Néstor y ahora tiene Cristina. El kirchnerismo volvió a poner la política en la mesa de debate. Si bien mis compañeros no siempre piensan como yo, porque tienen distintas fuentes de información o ven la realidad desde otro costado, podemos discutir. Lograron cambiar la dialéctica. Hace unos años hablar del Grupo Clarín y su influencia era imposible. Hablar de Fibertel o del Fútbol Para Todos entre tenistas… Son temas del día que se tratan con un trasfondo político. Antes no se hacía. Ahora sí”. Su militancia. “Mi única militancia fue desde que nací hasta los cinco años. Mis viejos militaban en el Partido Intransigente en pos de la vuelta a la democracia. Yo los acompañaba al trabajo que hacían en las villas y a los actos. Me llevaban y lo vivía como un juego”. Lo que se dijo alrededor de la muerte de Néstor. “Se habló mucho, pero lo único que me molestó se lo escuché a un entrenador de tenis, no voy a decir quién. Estaban mostrando imágenes de la plaza, a la gente que acompañaba y él dijo: ‘che, ¿a los negros estos les pagan para ir ahí?’. Después escuché cosas que por ahí me parecen apresuradas, pero vienen de los mismos sectores que constantemente quieren lastimar este modelo, así que no me sorprendió”.
No hubo error, no hubo exceso De pronto, Rosendo Fraga dio un golpe sobre el teclado y acudió luego a las páginas de La Nación para escribir el sermón post mortem de Kirchner. Se puede recurrir al refranero y citar “no dar por el pito más de lo que el pito vale”. Pero preferimos tomar las reflexiones de Fabbri, a pocas horas del artículo color verde oliva que indignó a buena parte del país. Por ALEJANDRO FABBRI
A
veces no termino de comprender el pensamiento de algunos supuestos analistas políticos. Claro, el ejercicio del razonamiento no está reservado para muchos, ya que quienes lo pueden expresar con sencillez y contundencia, se diferencian del resto y sobresalen. Sin embargo, uno roza la ingenuidad cuando cree que, a horas del fallecimiento de un presidente de la democracia, hay que mantener cierto decoro, cierto respeto. Sobre todo, estando su flamante viuda en el poder, el mismo cargo que su marido tenía, en una continuidad matrimonial y política. Pero no pasó esto. Todo lo contrario. Me indigné cuando leí el comentario extenso que hizo Rosendo Fraga en la página web del conservador diario La Nación, unas pocas horas después de la muerte de Néstor Kirchner. El título era “Sin Kirchner, Cristina puede asumir el poder”. Cuánto machismo, fue lo primero que pensé, y después me fui calentando, tratando de no putear al viento y contando hasta diez, veinte, cien… Es que había caído en la cuenta –por si no lo sabía antes, qué estúpido– de la proverbial agresividad de los pensadores de derecha. Fraga expresa a lo más concentrado del pensamiento conservador argentino. Aquellos que creen ser los fundadores de la Patria, aquellos que consideran al Campo como el único factor importante de crecimiento (para ellos mismos) y mantienen un desprecio histórico por la clase media, primero, y por la gente humilde, después. Fraga –antes defensor de la dictadura militar, ahora mutado a vocero de la derecha “liberal”– no solamente fue machista. Fue tremendamente injusto con una Presidenta (sí, con a) que formó un matrimonio por amor y por sintonía política con Néstor K. Así como gobernó con Néstor K al lado suyo, él lo hizo con ella a su costado. Todo se lo consultaban, todo lo charlaban. Funcionaban de a dos. Como una pareja completa. ¿Habrá envidia también en eso?
En uno de los párrafos de su comentario, cargado de una subestimación sobre la gestión de este gobierno –el mejor, claramente, que este periodista recuerde en sus 54 años–, Fraga dice: “Cristina tiene la oportunidad de modificar, rectificar, corregir, cambiar una serie de aspectos, estilos, orientaciones y políticas impuestas por su marido, que llevaron a una situación inédita, que un gobierno con la economía creciendo al 9% tenga la aprobación de sólo uno cada tres”. Es decir, para Rosendo Fraga (egresado de la Universidad Católica Argentina, como no podía ser de otra manera), este gobierno debe cambiar todo lo que hizo. Es decir, hacer lo que quiere la oposición. Esto es: reprivatizar las jubilaciones y Aerolíneas Argentinas, volver a los brazos (garras) del FMI, tener relaciones carnales nuevamente con Estados Unidos, desasociarse del Mercosur, anular la Asignación Universal por Hijo, anular la Ley de Matrimonio Igualitario, etc., etc. Y cerrar los juicios a los asesinos, ni falta hace mencionarlo. En el fondo, ése es su pedido. Lógico, Fraga piensa como Macri, como Cobos, como Carrió. Está bastante lejos de Alfonsín, de Stolbizer, de Pino o Binner, demasiado izquierdosos para su ideología. Fraga finaliza su columna diciendo que Cristina “debe dejar de ser la presidenta de una facción”. Olvida el voto popular, un mero detalle. Lo que quiere Fraga es volver a los 90. Hoy queda pasado de moda querer volver a la dictadura, no creo que sea su deseo. Algo debe haber cambiado en él: aunque sea se bajó del árbol y habrá dejado de comer bananas, porque está bastante flaco. Hace unos días, en una entrevista radial, Horacio Verbitsky deslizó una frase magistral: “Si con el alfonsinismo llegamos al Nunca Más, el kirchnerismo nos permite decir ahora Nunca Menos. No se puede perder todo lo que se avanzó”. ¿Lo entenderá Fraga alguna vez? ¿Y el diario La Nación? Mmmm…
NOVIEMBRE 2010 | UN CAÑO 77
¡QUÉ PUTA SUERTE!
El revés que no esperaba Desde Suiza, David Nalbandian dijo estar “shockeado y con tristeza” por la muerte de “un tipo amable, muy sencillo” que siempre lo trató “cálidamente”. El fallecimiento de Néstor Kirchner golpeó a un tenista que siempre manifestó su apoyo al modelo K y que hoy recuerda con cariño al ex presidente. Por JORGE VIALE
E
l mensaje de texto de su novia Victoria llegó cuando David Nalbandian ya masticaba la noticia. En su habitación del hotel Pullman Montpellier Antigone de la ciudad francesa, quedó en silencio al enterarse del fallecimiento de Néstor Kirchner por el llamado de un amigo, ya por la tarde en Europa. “No lo podía creer. Me quedé mal por un rato largo en la habitación. Después empecé a ver los diarios y a buscar más datos en sitios de Internet. Cuando pasan esas cosas necesitás más confirmaciones, porque no lo podés entender”, le cuenta el unquillense a Un Caño desde Basilea, Suiza. Nalbandian es un tipo más interesado por las cuestiones sociales y más curioso políticamente de lo que demuestran sus apariciones mediadas por micrófonos o cámaras. No sólo por su gran amistad con José Manuel de la Sota –en Córdoba trascendió este año que el Gallego tentaría a Nalba para ser vice en las elecciones provinciales de 2011, lo que fue desmentido luego por el hombre del quincho–, que se tradujo en el apoyo activo a la candidatura de Córdoba para ser sede de la final de la Copa Davis en 2008. A sus relaciones podemos agregarle el rol que cumple la Fundación Nalbandian en el departamento Colón, en Córdoba, con su ayuda a gente necesitada y/o con capacidades diferentes. David lee diarios y no sólo la parte de Deportes, sabe lo que pasa, está enterado.
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Y lo de Kirchner le pegó a la distancia. “Me quedé shockeado y con tristeza. Más tarde, lo que más me sorprendió fue la magnitud del cariño de la gente, cómo fueron a la Plaza el mismo día, y la gran cantidad de personas que lo despidieron al día siguiente”, dice el ex top ten. Como también hizo su colega Juan Mónaco, Nalbandian envió un mensaje público por Twitter que leyeron sus más de cien mil seguidores y levantaron otros medios de comunicación. Sin embargo, no podía salirse demasiado del esquema típico de un tenista en competencia: al día siguiente debió enfrentar al local Gilles Simon en el torneo francés, y terminó siendo una derrota extraña para él, con ventajas que no aprovechó ante un rival que parecía entregado pero terminó eliminándolo. De ahí, viaje a Basilea para estar presente en el sorteo del cuadro de singles y seguir lo que pasaba con las repercusiones del fallecimiento de Néstor. “No llegué a conocerlo demasiado, pero lo recuerdo como un tipo amable, muy sencillo. Nos habremos reunido dos o tres veces en Casa Rosada”, rememora. La primera fue en 2005, cuando el Gordo había ganado el Masters de Shanghai derrotando a Roger Federer en la final. Allí comentaron sobre las alternativas de la tremenda final (ayuda-memoria: el suizo ganó en tie-break los dos primeros sets,
Nalbandian 6-2 y 6-1 los siguientes y definieron, también en tie-break, el título más importante de la carrera del unquillense). “Kirchner siempre fue más fanático del fútbol, y jugaba al básquet pero entendía bastante de tenis y me preguntaba mucho, era muy curioso”, cuenta Nalbandian. El segundo mitin fue en 2007, días después de que el cordobés se convirtiera en la primera persona en vencer a Federer, Nadal y Djokovic –los tres mejores del ranking de entonces, también los tres mejores hoy– en un mismo torneo, el de Madrid. Dos semanas más tarde, le agregó París, con victorias sobre Roger y Rafa. Para el encuentro con el matrimonio Kirchner, Nalbandian llevó dos remeras color celeste y negro, su atuendo distintivo en aquel momento, y conversó en los cuarenta minutos de reunión sobre su idea de enfilar hacia el sur para pasar las vacaciones en Lago Puelo, Villa La Angostura. “Si tengo que recordar algo, es que me trataron muy cálidamente. En ningún momento parecía que estabas hablando con el presidente”. La relación se había intensificado: Nalbandian aceptó participar en la campaña presidencial a favor de “Cristina, Cobos y vos”, tal era el slogan en aquel entonces. Se trataba de un video sobre el nacimiento de Dolores Argentina, una niña que había llegado al mundo en diciembre de 2001, a quien le costó crecer, que ya estaba dando sus primeros pasos y a la que llamaban
más Argentina que Dolores, una metáfora de la recuperación del país. Con relato del actor Juan Leyrado, participaciones de Estela de Carlotto, la Tigresa Acuña y un grupo de trabajadores anónimos, el video mostraba a un Nalbandian de pelo largo, trajeado, que narraba con el tono pausado y didáctico de un abuelo cuentacuentos: “a la niña venían a arrullarla de todos los rincones del país, y no había día que alguien no se acercara a jugar con ella”. El video fue acompañado por una mini-entrevista detrás del set, en la que un sonriente Nalbandian, sentado en la típica sillita plegable de toda filmación, decía: “creo que (Cristina) es una mujer sumamente inteligente, que al ser hoy la mujer del presidente tiene mucho conocimiento del país, la economía, la situación, y no tengo dudas de que va a seguir la línea y va a estar todo muy bien”. En otro aviso, David se refería a la necesidad de mejorar la infraestructura del deporte argentino. Se trató de una movida audaz, algo extraña para el cordobés, que por ese en-
tonces provocó apoyos y críticas por haber tomado aquella posición. En uno de los videos que quedó archivado en YouTube, el comentario de un ofuscado usuario puede servir como muestra: “No olvidemos que Nalbandian hizo campaña por esta señora. Es muy grave: le deseo que pierda todos sus partidos, que no gane nunca más!!!!!”. Así, con signos de exclamación que cierran pero no abren, bien de chat. A la distancia, Nalbandian recuerda hoy del mandato de Néstor: “lo que más me gustó fue la política de derechos humanos y el desendeudamiento con el FMI”. En enero de 2006, Argentina canceló la deuda con el Fondo en un solo pago de 9.810 millones de dólares. Kirchner también derogó las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, y los indultos que aseguraban la impunidad de los represores de la última dictadura. Nalbandian recuerda haber visto por televisión cuando Kirchner ordenó quitar del Colegio Militar los cuadros de los dictadores Jorge Rafael Videla y Reynaldo Bignone. Nalbandian no está solo en el campo
tenis: el patriarca Guillermo Vilas también comparte su pesar. También él sintió dolor por el fallecimiento de Kirchner, y de hecho fue a Casa Rosada a despedirlo: “los argentinos hemos vivido la época de él (Néstor), y yo he sentido los cambios; por eso vine, me acerqué para acompañar, como me sentí acompañado durante todo este mandato”, dijo el gran Willy. No conocemos la reacción de Juan Martín del Potro, pero al contrario de Nalbandian, el tandilense nunca transmitió simpatía hacia la gestión K, especialmente desde el conflicto por la resolución 125. “Mi familia vive del campo”, comentó Del Potro cuando le preguntaron por qué no aceptó sacarse una foto con Cristina tras ganar el Abierto de los Estados Unidos, en 2008. A través de los años, David dejó siempre clara su afinidad ideológica con los Kirchner. En el último tiempo, sufrió de verdad con un revés inesperado. La muerte de Néstor le pegó duro. Y otra vez, aunque fuera desde lejos y con pocas palabras, el hombre manifestó su apoyo.
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¡QUÉ PUTA SUERTE!
Ernesto, Diego, Néstor
El verbo morir y sus desatinos. El verbo comparar y sus problemas. Alguien quiere, en los velorios, aproximar las palabras más certeras. A la hora de elegir presidentes, Maradona ha sido contundente en sus breves dichos de octubre. Claro, con qué vara medir a quienes nos gobernaron durante el medio siglo que acompaña a los sesentistas del 60. Por PABLO LLONTO
C
incuenta años. Contemos los presidentes: Arturo Frondizi, el monigote de José María Guido, Arturo Illia, el dictador Juan Carlos Onganía, el dictador Roberto Levingston, el dictador Alejandro Agustín Lanusse, Héctor Cámpora, Raúl Lastiri, Juan Domingo Perón, Isabel Perón, el genocida Jorge Videla, el genocida Roberto Viola, el genocida Carlos Lacoste, el genocida Leopoldo Galtieri, el genocida Alfredo Saint Jean, el genocida Reynaldo Bignone, Raúl Alfonsín, Carlos Menem, Fernando de la Rúa, Ramón Puerta, Adolfo Rodríguez Saá, Eduardo Camaño, Eduardo Duhalde, Néstor Kirchner, Cristina Fernández de Kirchner. Veinticinco presidentes. Y una presidenta. Es el inocente listado de quienes pasaron por la Rosada desde que nació Maradona. Uno lo sabe de memoria, porque también nació en el 60, y estas cosas son divertimentos de café.
80 UN CAÑO | NOVIEMBRE 2010
Por cierto, hay de todo. Principalmente, mala gente. Y un sinfín de infradotados que tomaron el bastón y la banda por unas horas para ingresar –con la velocidad que sólo dan las estadísticas– en la historia, en Wikipedia y en algún recuadro burlón de la revista Barcelona. Nuestra memoria pretende hoy relacionar a Diego con cada uno de ellos, hasta llegar al momento de la pregunta: ¿Con qué presidente se quedaría? ¿Por qué dijo lo que dijo sobre Kirchner al concurrir al velorio del jueves 28 de octubre? Los medios difundieron que después del abrazo con Cristina, Maradona le dijo a la presidenta que “pelee” a los que están en contra de su gobierno, porque “los argentinos van a apoyarla”. Y al retirarse del velorio les explicó a los periodistas: “en el momento en el que estamos saliendo y tenemos un batallador, perderlo es terrible. Argentina perdió un gladiador, un hombre que se la jugó siempre por sus ideales y nos sacó del pozo. La última
vez que lo vi estaba sereno, tranquilo. Lo de ayer no me lo esperaba, la desperté a Vero y dije qué humor negro, qué chiste malo, y cuando caí que Néstor había fallecido me pareció increíble. Escuchaba hablar a los que están en contra y hoy dicen que Néstor es el mejor. Me pareció muy hipócrita todo. Espero que a estos contras Cristina los pelee como los peleaba Néstor. En la Argentina no queremos más hipocresía”. Después, Diego sumaría, a la manera de sus célebres frases: “Tenía muchas cosas del Che Guevara”. ¿Habrá imprudencia en sus palabras?, se preguntaron los revolucionarios. O se trataba de una demostración exagerada de quienes, golpeados por la historia y por la lista que encabeza nuestra nota, recurren al solemne momento de los reconocimientos. Subiendo, cada uno, las escaleras como puede. Diego estuvo con muchos presidentes. Y no fue precisamente con Kirchner con quien compartió más momentos. Sin embargo, a los cincuenta años, llega el momento de calificar los méritos. Y la vara es el Che. Quizás por esos desbordes de rebeldía. Quizás porque se observaron gestos de audacia contra algunos poderosos. Quizás porque cabalgaba en búsqueda de utopías. Quizás por cierta manera encendida al hablar. Quizás por la necesidad de romper con ciertas armonías. Quizás porque preocupan los traidores. Quizás por éstas, y algunas cosas más, Diego, y quienes cargamos los pesares y las dichas de cincuenta exactos años, medimos a la gente con varas parecidas.
La simbología mediática del cambio de look
La especialista en moda vuelve a hacer de las suyas después de su ausencia por maternidad. Y regresa con todo, sensibilizada por la muerte de Néstor Kirchner. La ultra K del staff intenta hacer un parangón entre la nueva prolijidad del Checho Batista y aquel aspecto desaliñado del ex presidente. Son explicaciones vanas que tal vez tengan el único objetivo de brindarle un homenaje a un hombre que hizo historia. Por CECILIA DI GENARO
D
espués de varias idas y venidas, finalmente parece que el que se queda con el trono de Gran DT es un tal Checho Batista. Cuando en la reunión de sumario de la revista me lo propusieron como candidato jugoso a la hora de hablar de looks, tuve que sentarme a leer un poco sobre el ex volante central, que a primera vista me causó cierto rechazo. Un poco por prejuicio y otro poco por esa imagen rapiñera que tiene desde que el Diego cayó en desgracia y él empezó a candidatearse, desde las juveniles, para quedarse con el sillón de capitán del barco. Lo primero que me llamó la atención fue que, a pesar de haber tenido siempre barba y pelo largo, para encarar su nuevo rol prefirió afeitarse y sacarse las mechas de la cara. El bigote y la barba, sobre todo el bigote, son –hablando de estética– símbolos de poder, masculinidad –muy a pesar del inolvidable Freddy Mercury–, fortaleza y madurez. Y si bien no es lo mismo la barba del Che Guevara que el bigote de Adolfo Hitler, hay algo de cierto en eso de que nuestro aspecto dice algo sobre nosotros y nos enmarca en el contexto de los acontecimientos. ¿Por qué el volante central del campeón y subcampeón del mundo de la Selección argentina decidió cambiar de look? No tenemos la menor idea, pero en momentos donde recurrir a las tijeras es algo más que una mera visita a la peluquería, el Checho y su capilaridad resultan un buen punto de partida para esta sección. Vayamos por partes. Si tomamos el bigote a secas, los que saben de cuestiones capilares dividen la materia en tres: el “Dartagnan” (tipo mosquetero), ese finito, como el que usaba Gay Williams en la inmortal serie El Zorro; el “grueso”, bien abultado y un poco pasado de moda, pero que tiene muchos adeptos, entre los cuales podríamos ubicar al Jefe de Gabinete, Aníbal Fernández; y el “corto”, que hace pensar con cierto escalofrío a la pulcritud alemana. Con la barba pasa lo mismo. Está el efecto “descuidado” -o “barba de unos días”, como la que usa el presidente del bloque de diputados nacionales, Agustín Rossi, y que puso de moda George Clooney a fines de los 90; la “barba chivo”, como la que usa Brad Pitt; la “barba de leñador o completa”; y “la de garca/ candado”, como la que usa el subnormal de Ricardo Fort.
Pero en materia de cambios de look, es difícil no dar cuenta que el quid de la cuestión está hoy en el marketing, que es capaz de cambiar a gusto y piacere el perfil del que paga por ese consulting que se delinea al ritmo de lo que dictan los medios de comunicación. No por nada Jaime Durán Barba, el asesor de Mauricio Macri en temas de imagen, le aconsejó al jefe de Gobierno porteño que se sacara el bigote para parecer más copado. De hecho, la imagen de la barba y el bigote representa ideas, personalidades, historias. Es un dibujo que está grabado en la cultura mundial desde el tiempo de los dioses de la antigua Grecia, los reyes y aristócratas de siglos pasados. En el siglo XXI, la imagen es todo y la sed de poder, también. Y ésta es una de las artimañas más sencillas para cautivar en el ojo ajeno y jugar con las mentes de la audiencia. Me acordé de cuando Carlos Menem se afeitó las patillas y se cortó el pelo, para acompañar la moda noventera. De cuando ex ministro del Interior y amigazo del riojano, José Luis Manzano, se puso siliconas para levantarse la cola. O de cuando el ex gobernador de Córdoba Juan Manuel De La Sota se dio una biaba de botox y se animó al transplante capilar. Ni hablar del soplete naranja que debe tener escondido Elisa Carrió debajo de la almohada. En tiempos donde nada es lo que parece, donde lo de afuera se lleva puesto lo de adentro, qué lindo es recordar esa imagen de Néstor, con sus trajes cruzados, sus mocasines y esa cabellera bien canosa y despeinada. Ese look de camisa arremangada, que le daba vuelta la cara a los protocolos, y esa frase de Cristina, en plena campaña, que con su agudeza intelectual decía “Presidente, usted dice que lo critican por sus zapatos gastados. A mí, esos mismos me critican porque me arreglo demasiado. En realidad, no les molesta ni su saco cruzado ni mi maquillaje. Lo que les molesta son los intereses que hemos tocado en Argentina”. Hoy me quedo con eso, con esa mirada estética que imprime sus formas sobre una sociedad fragmentada, sobre los usos y abusos de la propaganda mediática, sobre las herramientas más banales de las que se valen algunos para hacernos creer que la sustancia está en la fachada. ¡Que vivan los peludos desprolijos, la barba de Lula da Silva, los rulos apelmazados de Rafael Correa, la mechas lacias de Evo Morales, las canas largas de Néstor! ¡Que viva Néstor! NOVIEMBRE 2010 | UN CAÑO 81
Pinky y Cerebro, Piñera y Bielsa No hay ninguna duda: la planificación del rescate de los mineros la hizo Marcelo Bielsa, hijo adoptivo del país trasandino. ¿Piñera? Fue un mero títere, puesto para recibir a los mineros con palabra también escritas por Marcelo. Mientras terminábamos el quinto whisky y redondeábamos esta teoría, también surgió otra duda: ¿los mineros salían con lentes oscuros a la superficie para evitar que el brillo de los dientes de Piñera los encegueciera? Por GUILLERMO PIRO Ilustración PABLO MIERES
¿Recuerdan aquel dibujo animado producido por Steven Spielberg? Se transmitió entre el 95 y el 98. Eran dos ratones albinos alterados genéticamente que vivían en los laboratorios Acme. En cada episodio, Cerebro ideaba un plan para conquistar el mundo, cosa que, naturalmente, nunca llegaba a ocurrir. Cerebro era un ratón de inteligencia superior. Con su cola abría la jaula donde vivían, tenía una cabeza inmensa debido, justamente, al tamaño de su cerebro. Sufría del complejo de Napoleón –el complejo de inferioridad que afecta a la gente de baja estatura–, y eso en gran parte era lo que ponía en peligro el éxito de sus planes. Otras cosas que impedían que Cerebro conquistara el mundo eran los errores de Pinky, la poca inteligencia de los seres humanos o, simplemente, la mala suerte (el propio Napolén dijo en cierta ocasión que el éxito de sus campañas se debía a su talento natural para el mando, pero también a que había tenido buena suerte). ¿A qué viene este recuerdo extemporáneo? A que tengo la firme sospecha de que el plan de rescate de los treinta y tres mineros chilenos fue concebido, digitado, pensado, perfeccionado, establecido y llevado a cabo por Marcelo Bielsa y no por el presidente chileno Sebastián Piñera Echenique, desde ahora simplemente Piñera. Como todo político, Piñera no aspira más que dominar el mundo, pero su escaso cerebro no le permitió llevar a cabo el plan sin la ayuda voluntariosa y desinteresada de alguien a quien las ideas le sobran y puede derrocharlas. Además, es de derecha, y ya sabemos que los políticos de derecha saben hacer jaulas, pero no abrirlas. Exactamente como hacía Pinky. Marcelo Bielsa tiene que haber sido el Cerebro, porque todo se desarrolló en el mismo escenario genéticamente alterado en que suele vivir el DT argentino, acostumbrado a 82 UN CAÑO | NOVIEMBRE 2010
actos heroicos a partir de medios y personas poco inteligentes (no me refiero a los chilenos en particular, Dios me libre y me guarde; hablo de los seres humanos en general, del resto del mundo, de todos los que no son Marcelo Bielsa). Mi presunción no puede ser otra cosa que cierta, y la prueba de la que dispongo es que Bielsa actuó desde la más negra sombra, a diferencia de Piñera, que brilló con la luz de los que no fueron iluminados con el talento y la locura y la obsesión por el trabajo. Sólo un obsesivo por excelencia puede organizar algo que ni siquiera la más perfecta planificación puede poner en práctica sin alteraciones, sin un mínimo susto, sin un pálido cambio de frente. Revean la larga –larguísima, eterna– escena del rescate de los treinta y tres mineros del desierto de Atacama. Ahora no piensen, simplemente imaginen a Marcelo Bielsa sentado, sosteniéndose la cabeza con una mano, lápiz en mano, pensando, pensando, dibujando, pensando. ¿Lo vieron? Bien, ahora hagan lo mismo con Piñera. Inténtenlo. Otra vez. ¿Vieron que no hay caso? No se puede imaginar algo así. Es como tratar de imaginarse una noche brillante iluminada por el sol, una primavera otoñal, un diamante blando... Cosas así. Marcelo Bielsa fue el factótum, el cerebro que si no domina el mundo es porque no está interesado en el asunto, porque dominar el mundo le depararía demasiado trabajo que atentaría contra fines mejor remunerados y mucho más satisfactorios –la Selección de Chile es uno, pero hay más, siempre hay más–. Piñera fue solamente el instrumento, el títere. ¿No vieron que hasta las palabras de Piñera parecían escritas por Bielsa?