staff SEGUNDA ÉPOCA (AÑO 5) NÚMERO 36
Por una tarjeta Educados bajo dogmas y credos, lugares comunes y tedios, mandamientos y advertencias, los argentinos y argentinas tenemos una larga lista de insignificantes supuestos que nos inmovilizan. Uno de ellos le pertenece al fútbol. O al deporte todo: “los partidos se ganan en las canchas, no en los escritorios”. El reciente fallo del Tribunal de Disciplina de la AFA que le anuló la tarjeta amarilla a Teófilo Gutiérrez por la admisión de un error del árbitro Juan Pablo Pompei, por más inadecuado que les parezca a algunos protagonistas (entrenadores, jugadores, dirigentes), posee una cualidad extraña al fútbol y a gran parte de la Argentina: la justicia. Ha sido en el desuso de la honradez y de los arrebatos justicieros que la AFA, el deporte y el país todo, se forjaron en el no te metas, no protestes, no pidas disculpas, no te arrepientas. Las exigencias de rectitud siempre abundan de arriba hacia abajo, y un árbitro pisando los oxidados baldosones de Viamonte desbarata, al menos por una vez, el almidonado criterio de “aquí no vengan a remover las cosas”. Buena falta nos hace cuestionar. Buena falta nos hace revisar. Buena falta nos hace que nada sea igual que antes, especialmente en la calle Viamonte. Si hay imitadores de Pompei, bienvenidos. Y si hay imitadores más firmes que Pompei, mucho mejor. Hay demasiados escritorios para golpear en la AFA. El fútbol, como la vida misma, dirían nuestros amigos adictos al tango, ha sido un espacio donde poca gente ha reclamado lo que le corresponde, o sencillamente lo que corresponde. Un señor, rodeado de súbditos y amanuenses, siempre exigió que nada pasara, que nadie se acercase. Lo protegían su anillo y el coro de periodistas que milita y militó en el grondonismo. Pero ojalá los partidos se protesten cuando abunden injusticias, cuando imperen incapaces o cuando, sencillamente, no se otorgue la mayor decencia que podamos soñar. Y no sólo los partidos, también los manejos, los expedientes, los contratos, la televisión, los viajes al Mundial, los curros con las barras, los desaguisados, las componendas. El compañero portero de la AFA debería sentir algún día lo que sintió el mayordomo que describía Joan Manuel Serrat en Disculpe el señor... Traté de contenerles pero ya ve, han dado con su paradero. Estos son los pobres de los que le hablé... Le dejo con los caballeros y entiéndase usted... Ya estamos en hora de ver algunos cambios. Aunque se trate de pequeños cambios. Pablo Llonto
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ILUSTRACIÓN DE TAPA Sebastián Domenech
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Gargantas con arena Siguen las historias raras de los nombres de los clubes. En el partido bonaerense de Lanús, un modesto club del Ascenso tiene un origen al borde del “nada que ver”. Mezcla rara de guía Peuser y de paisajes suburbanos, al final, a los fundadores los salvó el cartel de una inmobiliaria. Por SEBASTIÁN DE LA MATA
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n Valentín Alsina, allá por la década del ‘20, un par de cuestiones estaban en todas las conversaciones: el fútbol y el tango. José Melgarejo, Gustavo Cauterucci y Ricardo Antuña eran amigos que viajaban seguido, compartiendo vacaciones. Amaban las playas, tanto como el tango y el fútbol. Crear un club en aquella zona despoblada del Sur parecía una utopía, pero el trío logró que algunos habitantes se asociaran sin saber que, décadas después, serían recordados por todas las generaciones. Arenas fue el primer detalle que dio vuelta por sus cabezas cuando aún el club no tenía nombre. La zona estaba llena de montículos de arena por el trabajo de las empresas constructoras, y casi era una característica inigualable del barrio. Arenas no sonaba tan mal. Pero, ¿debía ser Arenas solamente? Alguien lanzó el desafío. Colocarle un primer nombre. De pronto, la referencia local más cercana: Victoriano, por el puente Victorino de la Plaza. Además, Victorino era un nombre común en aquellos tiempos. Todo se terminó de aprobar cuando vieron un enorme cartel de una empresa inmobiliaria que vendía terrenos en la zona de Avellaneda. Victorino era el nombre que derivaría en Victoriano. José Melgarejo fue elegido presidente el 2 de enero de 1928, y en ese momento nació el club. Algunos propusieron Deportivo Valentín Alsina para identificar el origen del club; otro fundador (Héctor Soiles) pedía que se aprobara una sugerencia suya: “llamemos al club Alsina Tango Fútbol, por la pasión del 2 x 4”. Para ambos, no existió apoyo. El bautismo diría: Victoriano Arenas. El segundo paso a resolver era el de los colores de la camiseta. Recuerda Jaime Paz: “nos reunimos varios vecinos de la zona y dijimos que debía ser una camiseta sencilla, porque el presupuesto era escaso. Racing tenía celeste y blanco, y era un club conocido; nosotros podíamos seguir sus pasos con un
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celeste más oscuro, y así quedó durante 83 años”. En 1942, Victoriano obtiene la personería jurídica, y gracias a ellos compra los terrenos donde hoy se encuentra su sede. Recién en 1960, entre Humaita y Entre Ríos, obtendría los terrenos del estadio que luego se llamaría Saturnino Moure, con capacidad para 1.500 espectadores. En ese estadio, en 1998, se dio un hecho histórico en el fútbol argentino: en el partido ante Muñiz, debutó la primera mujer que dirigió un partido de fútbol, Florencia Romano, de 27 años, agasajada con un ramo de flores por los dirigente antes del comienzo del match. Otro hecho curioso fue el paso de un jugador “extraño” para el fútbol del Ascenso, como Darío Dubois, futbolista que se hizo conocido por jugar con la cara pintada. Era un enganche que pasó por Arenas en 2005. Cuando se lesionó por una rotura de ligamentos, el club no se hizo cargo de la operación, y a partir de ahí, Dubois dejo el fútbol. Formó un grupo llamado Tributo Rock, en homenaje a la legendaria banda Vox Dei y, a los 37 años, falleció después de recibir dos balazos en un hecho que aún sigue investigándose. En 1990, Arenas logra el título de Primera D, al golear 5-1 a Puerto Nuevo. Pero el hecho más curioso sucedió en el verano de 2011. Arenas visitó a Claypole y cayó 2-0. Al juez Damían Rubino, el partido se le había complicado mucho. Había expulsado a dos hombres de Arenas, el primero por doble amarilla (Claudio Leiva), y el otro, Rodrigo Sánchez, por insultar a su propio cuerpo técnico. Al finalizar el partido, hubo cargadas de los hinchas de Claypole y se armó una batalla campal donde hubo corridas y hasta una agresión de un hincha a un jugador de Claypole, lo que provocó que el juez Rubino echara a los veintidós jugadores, los suplentes y ambos cuerpos técnicos. Hubo 36 tarjetas rojas, un récord mundial muy raro. Tan raro como llamarse Victoriano Arenas.
La envidia de Susana El camerunés Achille Emana es el jefe de un barrio de Yaundé, la capital de su país. Pero como juega en el Betis de España, resuelve los conflictos de su gente por teléfono. Por CARLOS CARPANETO
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aundé, la capital de Camerún, está claramente particionada en siete distritos, aunque este ordenamiento catastral se va diluyendo cuando se trata de la subdivisión de los mismos: en una ciudad de un millón y medio de habitantes, los quartiers, es decir, los barrios, se cuentan por decenas. Y si a cada distrito lo conduce un alcalde elegido por los consejos municipales, el origen del poder en los barrios se da de otra forma. Con clara impronta tribal, allí gobierno, ley y orden son ejercidos por los jefes, y ese mandato es hereditario. Bastos, Esssos, La Briqueterie, Mokolo y Ngouso, por nombrar a algunos de los barrios de la ciudad, tienen a sus jefes presentes de cuerpo y alma. El caso de Mvog-Ada es diferente: el suyo vive en España, más precisamente en Sevilla, donde se dedica a jugar al fútbol en forma profesional. El personaje de esta historia es Achille Emana Edzimbi, 28 años, jefe de Mvog-Ada y volante ofensivo del Betis, al que intenta llevar desde Segunda otra vez a la Liga de las Estrellas. Un año antes de ser el 10 de Camerún en el Mundial, Emana obtuvo formalmente la vara de mando de su barrio. En julio de 2009 desandó, como tantas otras veces, la distancia que separa Sevilla de Yaundé, aunque ese viaje no resultó uno más: fue el que lo llevó a ver a su padre con vida por última vez. Si se quiere, la muerte fue un poco menos cruel con don Emana porque al menos le dio tiempo para ordenar sus cosas en este mundo. Entre ellas, poder ungir al mayor de sus hijos como el nuevo patriarca del lugar. Desde entonces, Emana oficia como una especie de juez de paz, actuando como árbitro en los más variados litigios entre vecinos o incluso entre integrantes de una misma familia. Claro que, si por un lado no se valió de su profesión para rechazar el mandato hereditario, ejerce el mismo con las particularidades que resultan de residir y trabajar a 4.130 kilómetros. Por eso, tiene contratada a una persona que recibe las inquietudes, pedidos y reclamos
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en Mvog-Ada y se los traslada más o menos procesados. “Los jóvenes están habituados a usar Internet, pero la gente más vieja del pueblo, no. Por eso me gasto una fortuna hablando por teléfono a mi país. Hay de todo, desde problemas con herencias familiares, cuestiones de límites de propiedades que hace generaciones que no se resuelven hasta disputas por ganado. Yo escucho a todos y después decido. Intento ser justo, y la gente acata lo que determino”, contó el camerunés en una reciente nota con Canal Plus de España. Aunque el fútbol parezca un elemento perturbador para la función de jefe de Mvog-Ada, la realidad demuestra lo contrario. Emana proviene de una familia de buena posición y, de hecho, su madre le había diseñado un futuro de arquitecto. Por eso, fue la pelota la que le dio roce con la calle y su gente. “Mi mamá no quería que fuera futbolista. Para ella, el fútbol era cosa de vagos. Por eso, yo tenía mis bolsitos con ropa y botines en varias casas de amigos en distintos barrios de la ciudad. De ahí que conozca a tanta gente”, cuenta Achille. Está claro que el respeto por el liderazgo de Emana se basa en la legitimidad que le confiere el mandato hereditario y en la lógica popularidad que se disfruta siendo el 10 de la selección de Camerún (aunque tras haber llamado mentirosos a los dirigentes de la Federación, el entrenador español Javier Clemente –sí, anda maltratando al fútbol por aquellas tierras– no lo está convocando). También por lo que, en concreto, les da a los que menos tienen. Cristiano, devoto de la virgen de Fátima, la caridad es un hábito para Emana. Y en la práctica de la misma está su único punto de contacto con la figura del político tradicional (o la que, lamentablemente, solemos proyectar): las valijas llenas resultan ser una cuestión que lo incomoda y lo pone a dar explicaciones a las autoridades aduaneras en los aeropuertos. Aunque, en su caso, sean decenas de pares de botines de fútbol que les lleva a los pibitos cameruneses los que rebalsan de su equipaje.
Viejo, mi querido viejo
Mientras transitamos un torneo abundante en veteranos, consultamos a uno de nuestros especialistas sobre jugadores récord en materia de años dentro de una cancha. Eso de los arqueros longevos, más o menos lo sabíamos. ¿Pero tenían esta perlita de Bochini? Por EDGARDO IMAS
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l ingenio popular ha dado lugar a un rico acervo de insultos futbolísticos. Entre los más hirientes están los que le recuerdan al jugador su edad. Desde el humillante “dejá de robar” hasta alusiones a nietos y el PAMI. Como ocurre en otros órdenes de la vida, esos agravios son desmentidos por la realidad. Un rápido repaso por los planteles que disputan el actual Clausura permite concluir que la mayoría de los quince futbolistas que superan los 35 años son titulares, marcan goles y hasta ganan títulos. El mayor es el delantero de Colón Esteban Fuertes, con 38 y único nacido en 1972. Le sigue el defensor de Newell’s Rolando Schiavi, también con 38, pero de 1973. Tres veteranos notables fueron contratados como refuerzo para el Clausura: Guillermo Barros Schelotto (Gimnasia) y Ariel Ortega y Gustavo Bartelt (All Boys). Juan Sebastián Verón, Martín Palermo, Eduardo Tuzzio, Ariel Zárate y un arquero, Gastón Sessa, integran también el selecto grupo. Sin duda, es imposible no nombrar a Matías Almeyda, el volante de River, de 37 años. Un caso con pocos precedentes: se había retirado en 2005 en Quilmes, y luego de un breve paso por el Lyn (Noruega) en 2007, Fénix lo convenció de que jugara en Primera C. Debutó el 17 de febrero de 2009 (2 a 2 ante Argentino de Merlo) y fue expulsado. Totalizó cuatro presencias en Fénix, con dos tarjetas rojas. Cuando todo hacía pensar que volvería a la placidez de ser DT en el country, River lo contrató para el Apertura 2009, y ahí está todavía como capitán millonario. En el Ascenso, en cambio, varios superan la edad del Bichi Fuertes. Algunos históricos arqueros nacidos en 1971 continúan atajando, como César Monasterio (Almirante Brown), Carlos Bangert (Armenio) y Ezequiel Bustos (San Miguel). Otros tres están muy cerca de cumplir 40 años: Alberto Yaqué, que sigue haciendo goles en Sarmiento; Héctor Santillán, otro atacante, flamante
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campeón de la C con General Lamadrid, y el histórico volante de Excursionistas Fabián Della Marchesina. Pero el más viejo en actividad, con 41 años, es el delantero de Sportivo Italiano Mario Saccone, padre de diez hijos. Una década atrás, sus antecedentes no hacían prever este presente. Él mismo reconoce que tuvo una vida muy desordenada, con trasnoches y dinero dilapidado. A mediados de los ‘90, en Gimnasia LP se peleó con el DT Carlos Griguol, porque se compró una cupé deportiva, en tanto Timoteo quería que invirtiera en una casa. El récord pertenece a Hugo Gatti, que atajó entre 1962 y 1988, siempre en clubes de la A. Cuando jugó su último partido en Boca (caída ante Armenio 1 a 0 en la Bombonera) tenía 44 años y 23 días. Otro arquero, Pedro Catalano, que ostenta la mejor marca de partidos consecutivos (333 en Deportivo Español, en la A), finalizó su carrera más tarde aún, pero en la B Nacional. Su última actuación en Arsenal fue en 1996 (victoria 1 a 0 sobre San Miguel por la Reclasificación). Tenía 44 años, 6 meses y 19 días. Gatti y Catalano no fueron superados por otros que pasaron largamente la barrera de los 40 como jugadores: Ángel Labruna, José Sanfilippo (tenía 43 cuando se despidió en la D para San Miguel en 1978), Alberto Acosta, Amadeo Carrizo y Carlos Fernando Navarro Montoya. Pero si hablamos de récord absoluto, hay que referirse a Ricardo Bochini, quien se despidió en 1991 de Independiente, su único club, con 37 años. ¿Cuál es el récord entonces? El Bocha, luego de dieciséis años, volvió a jugar un partido oficial. Fue por el Argentino C, el 26 de febrero de 2007, para Barracas Bolívar, que le ganó 2 a 1 a Deportivo Pehuajó bajo una fuerte lluvia. Fue reemplazado a los 41 minutos del primer tiempo. Tenía 53 años, un mes y un día. Sólo un prócer futbolístico podía darse ese gusto.
NOU COMEN
TRES VOCES ROJAS La vida era muy amena en un country de algún lugar de la Argentina. Pero un día llegó un nuevo vecino que disfrutaba de invitar a muchos amigos, conocidos, amigos de los amigos, amigos de los conocidos. En fin: el que quería ir, iba. Había comida, bebida, música. Fiesta. Mejor dicho: fiestas. Muchas fiestas. Los que ya vivían en este country pensaron que sería una cosa pasajera, ya que el nuevo vecino, como buen futbolista, un día podía estar acá y al otro, allá. Sin embargo, fue pasando el tiempo y el señor González (vamos a llamarlo así) no se fue. Y tampoco se fueron las fiestas. Sí se fue la paciencia de sus vecinos. Entonces se juntaron, en una especie de reunión de consorcio top, y pensaron en qué hacer. La decisión estaba tomada: no querían más de vecino al señor González. Hablaron con algunas inmobiliarias, explicaron cómo era la casa, los metros cuadrados cubiertos y descubiertos, los baños completos... Y una vez que tuvieron un número tentativo, estos vecinos citaron al señor González a una reunión. –Mirá, está todo bien con vos. Sos divino, buena gente, pero no soportamos más tus fiestas. Antes de que vos vinieras, esto era una paz... –Bueno, muchachos, me parece que tampoco jodo tanto. Hay que bancársela un poco. –No, no queremos bancarnos nada más. Estuvimos averiguando cuánto cuesta tu casa. –¡¡¿¿Cómo??!! ¿Qué tienen que andar averiguando? –Es que queremos comprártela. Nosotros te damos un millón de dólares por la casa. –Ya está. Ahora son ustedes los que me cansaron a mí. Hagamos una cosa. Como ustedes no quieren tenerme de vecino, yo no quiero tenerlos de vecinos a ustedes. Así que cada uno de ustedes me va a decir cuánto vale su casa y yo se las compro a todos.
1) Boris Linovsky, vicepresidente primero de Independiente, dijo en Más Rojo Radio que con lo recaudado en el fideicomiso se iba a terminar la cancha. Pero inmediatamente le pasaron un audio de hacía una semana con el secretario general del club, Cristian Mattera, quien afirmaba que con el fideicomiso no alcanzaba para nada y que estaban estudiando diversas variantes para obtener dinero y así terminar la última garganta. ¿En qué quedamos? 2) Hoy, las encuestas en los programas de radio y en Internet (todos partidarios) le dan a Comparada una intención de voto del 10%, mientras que a la Agrupación Independiente Místico le otorgan un 70%. Esto, aclaramos, ocurre con todos los programas; es decir, los bancados por Comparada y los no oficialistas. 3) El doctor Peidró, médico del plantel, presentó un juicio al club por 800 mil pesos. Todavía nadie sabe porque lo echaron, pese a que el argumento había sido que no le podían pagar. Los jugadores, en tanto, se lesionan llamativamente.
PELIGRO DE DESGARRO
Lionel Messi está terminando la temporada con el Barcelona entre algodones, por una molestia muscular. El inconveniente no le impide jugar, pero le duele en el pique corto y todo el mundo catalán está atento ante el peligro del desgarro. Lio no quiere parar, pero algo va a tener que hacer. No vaya a ser que se pierda la Copa América. ¿Se imaginan a Batista sin Messi, después de haber dicho que no le gustaba Tevez? 10 UN CAÑO | MAYO 2011
UN MUNDO PERFECTO La mayoría de los periodistas de Fútbol Para Todos le quieren hacer creer a la gente que todo es bueno, bonito y barato. Son capaces de hablar de un “partido emocionante” cuando ninguno de los equipos pisa el área, de decir que el torneo es “apasionante” porque “cualquiera le gana a cualquiera”, sin importar que sobran varios dedos de una mano para señalar a los equipos con un estilo identificable, y hasta de cortar la transmisión el día en que los hinchas de San Lorenzo “suspendieron” el partido con Vélez por la muerte en la calle de Ramón Aramayo. Como si la muerte en circunstancias confusas de un espectador que va hacia la cancha no fuera parte del Fútbol Para Todos… Cada semana, hay uno o más ejemplos de que nos quieren vender algo que no es. Por ejemplo, antes del Vélez-Quilmes, Julio Ricardo, el comentarista estrella, soltó esta perorata: “qué gusto estar en una institución modelo como ésta, un club bla bla bla...”. Paradójicamente, los dirigentes de esa “institución modelo”, apenas tres días antes, se habían manejado como hinchas comunes en la reanudación del partido con San Lorenzo en la cancha de Boca. Y hasta permitieron el ingreso de un barra encubierto como personal de catering. Vélez es una institución modelo en muchos aspectos, pero el elogio llegó justo cuando merecía una crítica.
ABDO, RAMÓN Y PIPO El presidente de San Lorenzo, Carlos Abdo, asegura a quien quiera escucharlo que la idea de Gorosito como posible reemplazante del Pelado Díaz –antes de que renunciara– fue la “instalación” de un periodista. El periodista al que le apuntan es Ricardo Dasso, ex coordinador de prensa del plantel de River que, después de ser despedido por Daniel Passarella, consiguió trabajo en el programa que tiene el periodista Aldo Proietto en Radio Cooperativa. El dirigente dijo que su respuesta (“Gorosito está capacitado para dirigir San Lorenzo si no renovamos con Ramón”) estuvo inducida. Gorosito, por su parte, salió a decir que no habla con Dasso. Muchos que conocen la interna azulgrana sostienen que Abdo se mandó con esa frase para apurar a Ramón. Lo único que está claro es que la llegada de Abdo a la presidencia de San Lorenzo se parece bastante a la llegada de un megalómano más al desafinado concierto del fútbol. Con sus apariciones en el periodismo, o gritando los goles por TV –y sobreactuando–, hace acordar bastante al mediático Fernando Miele.
Los dirigentes de Vélez hicieron intentos desesperados para que la continuación del partido no fuera en la Bombonera. El vicepresidente Julio Baldomar, incluso, llamó al propio Julio Grondona el lunes anterior al partido, para intentar disuadirlo. “No jodan, ya está”, le contestó Grondona en malos términos. Después vino el escandalete con el capo de la barra en la cancha.
UN EQUIPO FEDERAL
Cuando All Boys no pasaba por su mejor momento en este campeonato, a un delantero del equipo se le ocurrió hacer un asado en su casa para que el plantel se juntara, comiera rico, bebiera, pasara una tarde agradable... El salamín y el quesito ya estaban sobre la mesa mientras la parrilla esperaba ansiosa la carne y las achuras. En eso suena el teléfono del anfitrión. Era Ariel Ortega, que pregunta: “che, vinieron tres amigos de Jujuy, ¿no jode si voy con ellos?”. “Pero no, vení tranquilo, es un poco más de carne y un poco más de bebida”. Al ratito, otra vez suena el mismo teléfono. Era Emmanuel Perea, que pregunta “che, vinieron tres amigos de Tucumán, ¿no jode si voy con ellos?”. El volante escuchó la misma respuesta que el Burrito (dos horas más tarde y unas cuantas botellas después). En plena sobremesa, chiste va, chiste viene, del lado de los amigos de Ortega se escucha: “yo no me banco a los tucumanos”. Los amigos de Perea no se hacen desear y retrucan: “yo no me banco a los jujeños”. Para qué. Cuentan los testigos que lo que costó separar a esos ocho muchachos es inolvidable.
A Marcelo Araujo no sólo le gusta maltratar a sus colaboradores, hacer chistes de mal gusto, chuparle las medias al jefe de turno y decirle Lavezzi a Milito o Fillol a Gatti. También se la da de sabelotodo. En un partido de Vélez, tras una gran jugada de Ricky Alvarez, el “relator del pueblo” (¿De qué pueblo? Igual, alguien parece que se dio cuenta y ya no lo llaman así, un pequeño avance), canchero como siempre, tiró: “a éste lo rajaron de Boca porque era flaquito”. Uno de sus humillados de turno respondió: “Sí, Marcelo”. Sólo unas semanas antes, el nuevo proyecto de crack se había paseado por varios canales contando su historia. En el capítulo de su paso por Boca el mismo jugador contaba: “me fui porque me ponían de suplente y yo quería jugar”.
TU TSUNAMI, MI TSUNAMI Julio Grondona fue una de las personas más preocupadas del mundo cuando ocurrió el tsunami en Japón. Mucho más, cuando los orientales pusieron en duda su participación en la Copa América. Claro, eso le descuajeringaba toda la organización. Esteeee... Sí, claro, un poco se la complicaba. ¿Pero no se resolvía invitando a otro equipo? ¿Qué? ¿En serio creyeron que el problema era la organización? La invitación a Costa Rica y a España fue una cortina de humo. Desde el primer día que Japón puso en duda su participación, don Julio les dijo que se tomaran todo el tiempo del mundo, que no había necesidad de decidir a las apuradas. Cuando los japoneses ya se habían alejado un poco del no inicial, el Padrino de la AFA contraatacó: “ustedes no se preocupen por nada. Yo les aseguro que los equipos europeos les van a dar a los jugadores cuando ustedes los precisen”. En fin, que Grondona prometió lo que podía cumplir y lo que no también. Todo para no perderse la fortuna que pagarán los japoneses por la transmisión del torneo.
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Hay más Paco’s Boys para este boletín
Francisco Casal, el hombre que intentó quedarse con los derechos de la TV del fútbol argentino, prefiere rodearse de ex jugadores que se encargan de manejar los diferentes negocios del grupo. Nelson Gutiérrez y Enzo Francescoli, dos ex River, son sus más conocidos laderos. Así creó un monopolio feroz que atrapó a los uruguayos. Por NICANOR OLIVETTO (investigación del autor y Sebastián Saijo)
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a reunión que Julio Grondona y Paco Casal, el representante de jugadores de nacionalidad uruguaya que buscaba los derechos de la televisación del fútbol argentino, tuvieron en diciembre último no prosperó. Pero, ¿qué habría pasado si el contrato se hubiera concretado? ¿Cómo fue que la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF) quedó atrapada por el empresario? ¿Quiénes trabajan con él? ¿Cómo recluta a sus hombres? Nelson Gutiérrez y Enzo Francescoli, dos ex River, son los más conocidos del clan de Paco. Figuran como vicepresidentes de Tenfield, la empresa del grupo. Pero ellos no son los únicos. El entorno de Casal está repleto de hombres que alguna vez pisaron un campo de juego. Mario Bardanca es un periodista uruguayo. Autor del libro Yo Paco (una investigación crítica hacia Casal). Allí relata qué función cumple cada uno: “Gutiérrez es el que atiende el negocio permanentemente en Uruguay, ya que Francescoli y Casal casi no están en el país. Nelson hace de vocero oficial y va al choque”. Bardanca cuenta, además, que al ser un crítico de la gestión, tuvo que lidiar con las amenazas del ex zaguero. En agosto de 2000, él y otro periodista, Enrique Yannuzzi, no pudieron viajar en un vuelo fletado por el grupo, que prácticamente maneja los destinos de la AUF. El avión trasladaba a la Selección uruguaya junto con representantes de diferentes medios. Las razones aludidas por Gutiérrez (“a vos te bajé yo”, le aclaró) fueron los cuestionamientos a los negocios de la empresa. Ese año, el Tano ya había increpado al periodista: “¿Vos de qué lado estás? Porque a los que están en contra les arrancamos la cabeza”. El caso de Francescoli es diferente. Desde el perfil bajo, es el cerebral, frío y pensante. Es clara la tendencia de Casal a poner como encargados de diferentes temas y países a aquellos que alguna vez lucieron los pantalones cortos. La lista de los que trabajan para él es extensa: en el programa K-pos, por la señal uruguaya VTV, están Carlos Aguilera, Fernando Alvez, Enrique Peña y Jorge Seré, entre otros, acompañados por un moderador (Alberto Sonsol). Pero los deportistas no sólo rodearon a Casal en los medios. En
la representación, Daniel Delgado, un ex volante central, es el encargado del mercado europeo. Gonzalo Madrid, antiguo defensa de buena altura, y José Herrera, quien se destacó en la misma posición, monitorean el área de Sudamérica. Como cazatalentos, aparece Rubén Pereira, aquel 5 que jugó en Boca Juniors en el ‘92. En general, los representados sienten devoción por Paco. Otros comparten la siguiente opinión: una cosa es Casal, pero otra totalmente distinta es su entorno. No sólo Bardanca tuvo altercados con el clan del empresario. Diego Muñoz trabaja para la cadena 180. Con él, Nelson Gutiérrez fue aun peor. Cuando Tenfield apareció en el ámbito de la comunicación, Muñoz fue tentado para el proyecto. “Les contesté que no me interesaba –dice Muñoz–. Un tiempo después, me llamaron y me dijeron que aflojara, que me estaban siguiendo la carrera. Pero mi objetivo no era entrar en la empresa. Entonces les agradecí y me negué otra vez”. Cuando Uruguay quedó eliminado para el Mundial 2006 en el repechaje ante Australia, el periodista criticó la inoperancia de Tenfield para conseguir un vuelo charter de mejor calidad que trasladara al equipo. Esa situación sacó de las casillas a Gutiérrez, quien tomó el teléfono y llamó al padre del comunicador –de la misma profesión–, que en ese momento trabajaba para la empresa de Casal. “Le dijo que me iba a matar y no le importaba ir preso”, revela Muñoz, quien le inició acciones legales a Tenfield. Su padre renunció a la empresa, y todo siguió su curso. “Acá –asegura Muñoz–, hay tres canales de aire. Todos tienen negocios con Tenfield”. El DT Luis Garisto sintetiza de manera más que elocuente al sistema de reclutamiento de laderos que utiliza el empresario: “se rodeó de alcahuetes, y hoy no sabe quiénes son sus verdaderos amigos. Ya no lo quieren por lo que es, sino por lo que tiene. Creo que hay que darle un gran abrazo porque ayudó a mucha gente, y una patada en las bolas por las otras cosas”. En Uruguay, todo fue puro retroceso. Del otro lado del charco, se vive un monopolio cínico. MAYO 2011 | UN CAÑO 13
No se trata de hacer revisiones románticas invocando falsas edades doradas. Sin embargo, uno tiene la fuerte sospecha de que nuestro fútbol es bastante malo. O de que por lo menos está muy lejos de colmar las expectativas de un público cada vez más estimulado por la propaganda. Por ALEJANDRO CARAVARIO
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l turista español, amigo de un amigo, cumplió con el ritual del extranjero y pasó por el estadio de Boca. Comprobó que tiembla, que el público es por demás expresivo y que el barrio en que se asienta satisface las lentes fotográficas más ávidas de color local. Pero, en el revés de esta gratificación de viajero, le tocó el cero a cero con All Boys, y el hombre, de platea en el Santiago Bernabeu y acostumbrado a las galas del fútbol, creyó que había un malentendido. Que esos jóvenes de azul y amarillo no podían siquiera soñar con la representación de uno de los dos clubes más grandes de la Argentina. Incluso dijo muy serio que en sus partidos de cancha reducida, que comparte con otros barrigones de pasiones sedentarias, suelen jugar “al mismo ritmo”. Hubo menos sorna que sorpresa en su comentario. Es cierto que, de un tiempo a esta parte, los españoles están algo agrandados en materia deportiva. Razones no les faltan. También es verdad que saltar del palco ante el que desfilan los principales y más caros talentos del planeta a observar los desmañados suelazos de Hugo Barrientos debe ser una experiencia estética traumática. En cualquier caso, la crítica lapidaria de un hombre saciado, si bien duele, además de agigantar (o minimizar), bien puede tomarse como un ejercicio de comparación. En el otro extremo –aunque sin elementos de cotejo que sus-
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tenten sus pareceres–, forman fila los que sostienen que la liga argentina “es la mejor del mundo”. Se refieren a la paridad, la emoción, los resultados imprevisibles. En fin, al corazón latino.
Las preguntas por el ser En el medio de estas posiciones, existe tela para el debate. O, al menos, el entretenimiento. ¿Es bueno el fútbol argentino? ¿Comparado con cuál? Tales preguntas (y sus respuestas rotundas, que derivan en discusiones febriles, monólogos delirantes, puñetazos furtivos) erizan las reuniones de la redacción de Un Caño. Hartos de tanta cháchara sin dividendos periodísticos, decidimos darle al tema estatuto de tapa y abrir el juego para que opinen los que saben. Y nosotros también, bah; salvo Pablo Llonto, que creyó ver una trampa de la alta burguesía en esta propuesta que calificó de anodina y opio de los pueblos. Reclamar por el juego mediocre es una tara histórica. Sucede con cada cam-
peonato doméstico, con cada Mundial. Con cada acontecimiento que demuestra que el tiempo transcurre inexorablemente y que nada es como era. En la queja siempre campea una sensación de pérdida. De añoranza por un pasado ideal, en el que el fútbol se parecía a un simposio de talentos, donde fluían las fantasías y gobernaba la excelencia técnica. Digamos, un fútbol (ficcional) pre-táctica y pre-negocio. Acá en nuestros pagos ese lugar mitológico se sitúa en el potrero y en algunos nombres propios de una también ficticia edad dorada que chocó de frente con la realidad en 1958, cuando abruptamente dejamos de ser los mejores del mundo. Pues bien, nuestra intención es evitar las revisiones nostálgicas. En lo personal, creo que el fútbol es mucho más interesante ahora que hace cuarenta años. Los aderezos del show, el profesionalismo elitista, la globalización, nada de eso ha dañado el desarrollo de los partidos como pretende alguna crítica moralista. Se diría que incluso han mejorado el producto.
¡Claro que esta imprevisión favorece el enigma, condimenta la competencia! Eso sí, no dice demasiado de los partidos que vemos. No por inesperados son más intensos ni tienen un relieve propio y original.
Sucede que el Fútbol Para Todos nos suelta la rienda, nos induce al abuso. De modo que se acabaron los misterios. Recorremos el espinel de partidos, desde el más pedorro hasta el clásico rimbombante. Vemos que la expectativa supera el desempeño de los atletas, la demanda a la oferta. Como si el fútbol se hubiera transformado, por propaganda histórica, por peso del negocio, en algo demasiado grande para estos modestos intérpretes. Para estos futbolistas que, amparados en el predominio de la pizarra, en el copyright de los entrenadores en la factura de un equipo, lo esperan todo de la “pelota parada”. Sí, ya lo sabemos y lo repetimos desde hace ¿cuántos años?: los de Vélez son buenos, diferentes. Los de Estudiantes también, aunque se les está apagando la estrella. Después, cualquiera se anima a colarse entre los aspirantes a campeón: Godoy Cruz, Olimpo, River
(este último nada más que por la inercia de la fuga)… En fin, cualquiera, aunque haya perdido media docena de partidos, se empolva la nariz y pide un close up. Al cierre de estas líneas, Quilmes (una formación interesante, capaz de tramar partidos dramáticos) atravesaba una gloria fugaz, luego de prolongadas penurias. Estoy palpitando el momento en que se lo empiece a barajar como el nuevo tapado, el protagonista inesperado. ¡Claro que esta imprevisión favorece el enigma, condimenta la competencia! Eso sí, no dice demasiado de los partidos que vemos. No por inesperados son más intensos ni tienen un relieve propio y original. Es decir, no hay un mérito tangible en la inconstancia. Los picados que improvisan los aficionados en los bosques de Palermo también tienen un desarrollo difícil de predecir. Azaroso. En la otra pantalla, disponemos de las
ligas premium. Lo mejor de cada casa, concentrado en partidos en los que, para contraste más categórico, las canchas son una belleza y el público, un ejemplo de civismo. Es cierto que nos gusta ver a Drogba y a Messi, pero, llegado el caso, alguien prefiere hacer zapping porque se siente más cercano a, digamos, Patronato de Paraná que al Wolverhampton. No todo el espectáculo depende de las coreografías tácticas ni las destrezas individuales. Cierta empatía de una índole inclasificable es necesaria para participar del ritual. Y por ella estamos dispuestos a resignar jerarquía a cambio de algún compuesto emotivo. ¿Soportamos un fútbol sin luces sólo porque es nuestro, porque la identidad es la cifra clave de esta discusión? Tal vez. Se ve que el asunto merece tomarse unos minutos. Pónganse cómodos y pasen de página. Nada mejor que hablar de fútbol.
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Un sistema agotado Los Torneos Apertura y Clausura son parte de un formato que ya no tiene razón de ser. El daño cultural que implica para la sociedad y los deportistas será muy difícil de revertir, y llevará muchos años en ser reparado. Cada día que pase, la crisis será peor. Semejante daño es ocasionado por una sola persona, que se cree el dueño del destino de generaciones y generaciones de argentinos. Por MARIANO HAMILTON
H
ay un debate interno en Un Caño que ya explicitó Alejandro Caravario en la nota precedente. No voy a abundar sobre el tema, pero sí voy a sentar mi posición: no me gusta cómo se juega en la Argentina, más allá de que haya que admitir que la paridad que padecemos les da a los campeonatos una emoción fuera de lo común y –como ya se señaló en otros lugares– iguala todo a tal punto que cualquier equipo puede salir campeón. La pregunta frente a esta situación es si la emoción por sí sola es una virtud y si, en beneficio de ella, debemos mirar para otro lado cuando analizamos el bajo rendimiento. Pongamos un ejemplo: hay pocos partidos que se puedan disfrutar como lo hicimos con Estudiantes-Vélez de la fecha 12 del Clausura, en el que el nivel y la exigencia física de los veintidós jugadores alcanzó niveles conmovedores. La segunda pregunta es (si coincidimos en que se juega bastante mal) por qué pasa eso. La respuesta será la misma que vengo dando desde hace más de una década: por la organización que tiene el fútbol argentino, con el desarrollo de torneos cortos y los malditos promedios para el descenso. Ambos puntos, según mi humilde opinión, pervierten lo demás. ¿Por qué soy tan tajante? Porque es imposible pensar en jugar bien cuando la espada del resultado pende permanentemente sobre la cabeza de los protago-
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nistas. En la Argentina, una vez que se juegan las dos o tres primeras fechas de un torneo cualquiera, ya se menciona a equipos que quedan fuera de la pelea o a otros que están condenados al descenso. Con ese panorama, la desesperación de apodera de los dirigentes (que echan técnicos), de los técnicos (que presienten ser despedidos y apelan a decisiones apresuradas que muchas veces se oponen a su forma de pensar), a los jugadores (que pierden confianza y se enloquecen), a los periodistas (que levantan o hunden equipos, jugadores o técnicos de una semana a otra de manera impiadosa, al son de los resultados) e hinchas (que pierden la compostura ante los diferentes estímulos y se convierten en seres exitistas y pocos reflexivos). Los torneos cortos, para ser claros, han impregnado culturalmente al deporte con lo peor: la desesperación por el triunfo y la angustia ante la derrota. En lugar de pensar que habrá dos campeones por año y más posibilidades de festejar, la mayoría de los equipos (es decir los diecinueve que no ganan el título) siente que los acompaña la frustración durante
diecinueve fechas, ya que nunca se siente la posibilidad de recuperación luego de un mal comienzo. ¿Y qué decir de los promedios del descenso? Muchas veces, técnicos y jugadores se suman a un plantel al inicio de temporada y deben pelear por revertir algo de lo que ellos no son responsables. ¿Y los equipos que ascienden? Deben hacer una campaña de 45 puntos, es decir de mitad de tabla, para no perder la categoría. Este sistema sólo se sostiene en un país como la Argentina, en donde se busca beneficiar a los equipos más importantes sin importar qué pasa con el resto. En cualquier otro lugar del mundo ya habría sido dado de baja, por estar reñido con la más mínima expresión de justicia deportiva. Hay algo que pocos saben: el sistema de promedios para el descenso ya había sido implementado en la Argentina entre 1957 y 1966. Y fracasó. En aquel momento, nació por lo mismo que se restableció en 1983: para evitar que los grandes estuvieran en apuros. Aquella experiencia de fines del los ‘50 fue tan pero tan mala que entre 1962 y 1966 se
Se juega mal por la organización que tiene el fútbol argentino (torneos cortos y los malditos promedios para al descenso).
anularon los descensos, por lo que los promedios sólo eran una cifra nominal que no servía para nada. Para hurgar un poco en la historia, digamos que en la Argentina, entre 1931 y 1966. se jugó un solo campeonato por año. Boca fue el primero en ganarlo, y Racing, el último. A partir de 1967, y hasta 1985, se jugaron dos torneos: el Metropolitano y el Nacional (al que llegaban por invitación clubes del Interior). Entre agosto de 1985 y mayo de 1990, se jugó otra vez un torneo por año: el campeonato de Primera División, con la salvedad de que en la temporada ‘88/’89 se implementó un nuevo sistema –tres puntos para los equipos que ganan y definición por tiros desde el punto penal para los partidos que finalizan empatados–. Quien se imponía en la serie, se llevaba una unidad adicional. El campeón de ese año fue Independiente. En la temporada ‘89/’90 se implementó por primera vez el engendro del Clausura y del Apertura, pero sin consagrar campeones. La idea era que los ganadores de cada una de las ruedas desembocaran en una final. Aquella definición fue disputada por Boca y Newell’s. Se impuso el equipo rosarino, por entonces dirigido por Marcelo Bielsa, pero la presión por el supuesto título ganado por Boca fue tan grande que desde el año siguiente se acordó que hubiera dos campeones anuales: el del Torneo Apertura y del Torneo Clausura. Ya señalamos varias veces desde estas páginas que lo ideal para revertir el exitismo cultural que nos desborda es jugar dos torneos anuales simultáneos, como se hace en el resto de los países que se ocupan de la cabeza de la gente y compatibilizan eso con el negocio. La idea de jugar un torneo de Primera de 38 fechas (sin la basura del promedio de los descensos) y sumarle a ese campeonato una Copa Argentina (como se hizo en 1969 y 1970 -Boca fue campeón en 1967, y no hubo decisión en 1970, entre San Lorenzo y Vélez-), en la que pudieran intervenir los equipos de todas las categorías, sería la más sana. Pero pocas veces lo más sano para el deporte, la gente y los protagonistas es lo que
desea el único tipo que toma decisiones en el fútbol local: Julio Humberto Grondona, el amo y señor de todo hecho que ocurra dentro y fuera de las canchas. Remarquemos que el despotismo de Grondona es tal que si un día se levantara con el pie derecho y quisiera cambiar los torneos, lo haría sin que nadie se le opusiera. Pero si, por el contrario, se levantara con el izquierdo y decidiera jugar el Apertura y el Clausura con los
promedios durante cincuenta años más, nadie diría tampoco que no. Para los técnicos y estadígrafos, el torneo argentino ocupa el séptimo lugar en el mundo en lo que hace a competitividad y nivel de juego, todo según la Federación Internacional de Historia y Estadística de Fútbol. Su mejor puesto había sido en 2008, cuando sólo fue superado por la Premier League y la Serie A de Italia. ¿Ustedes qué piensan?
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“No me gusta cómo se juega en la Argentina” El Checho Batista vuelve a nuestras páginas, esta vez por la vía de un reportaje que Matías Martin le realizó en el programa Basta de todo en la FM Metro 95.1. Frente a nuestro tema de tapa, los pensamientos del entrenador de la Selección reflejan una manera de mirar el fútbol que despierta pensamientos y reflexiones. Bienvenido el aporte. Por MATÍAS MARTIN Fotos PHOTOGAMMA.COM
–A vos se te veía pasta de técnico incluso cuando eras jugador. Por ejemplo, jugabas el 80% de las pelotas de primera, una de tus principales características. Y eso te obliga a tener un poco decidido a dónde va a ir la pelota antes de que te llegue, con lo cual tenías que tener una lectura de juego obligatoria. Algo que cualquier cinco tiene que tener. –Sí, seguramente. Yo podía jugar por eso, porque antes decían que era muy lento, demasiado lento. Muchos te dicen que para estar en la cancha tenés que ser rápido, y no es así. A mí me gustan los jugadores que son rápidos mentalmente, no tanto de piernas. Mi característica era esa: yo tenía que tener cierto panorama y la inteligencia de saber dónde colocar la pelota antes de recibir. Después, importa la precisión, más que nada. Porque yo puedo pensar bien un pase y pegarle mal. En ese caso, no sirve. Trataba de entregarla bien, y tenía buena ubicación dentro del campo. –Y hacías goles. Poquitos… –¡No! En la Selección, sí. No sé si hice dos, y los dos contra el mismo equipo: Chaco For Ever. Pero en Argentinos tengo treinta y cinco goles. Y en Japón creo que hice cuatro. –Ah, mirá… Me sorprendés, te tenía con menos gol. Si vos te ponés a pensar, no sé si no soy uno de los 5 más goleadores. Sacalo al Tolo Gallego, por-
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que jugaba de 8… Pero si agarrás el historial, la estadística, no sé si hay muchos 5 que hayan hecho treinta y nueve goles. Y algunos importantes: en la cancha de Boca, para la clasificación con Argentinos, en la cancha de River, para la final del Nacional. –En la historia del fútbol, muchos equipos tienen un jugador que es “el castigado”. Y así como en el ‘86, cuando fuiste Campeón del Mundo, era el Mago Garré (si había un palo, siempre iba para él), en el ‘90 el que la ligó fuiste vos. Incluso te llegaron a dibujar como una momia. ¿Cómo se aguanta eso? –En ese momento estaba tranquilo, porque si la gente alguna vez se la agarró con Jorge Olguín, que para mí era un fenómeno y fue el castigado del ‘78, yo pensé: “le puede pasar a cualquiera”. Lo tomé con calma, allá no leés tanto, no mirás... Después te van comentando y te agarra un poco de bronca. Te preguntás “¿por qué?”. ¿Por qué castigar siempre a un jugador? Y por ahí después
no juega y lo siguen castigando. –Y hoy, siendo el DT de la Selección, alguno se olvidará de mencionar, cuando te presenta, que fuiste Campeón del Mundo. –Y sí, va quedando atrás. Son veinticinco años. Es mucho… A uno no le gusta ser uno de los últimos Campeones del Mundo porque quiere decir que algo pasó. –¿Y qué pasó, Checho? –No se puede hablar cuando uno no convive con un plantel. A veces te encontrás con rivales que no esperás y te quedás afuera. ¿Quién hubiera pensado que Bielsa se iba a volver en primera ronda? Otras veces es la mala suerte. –Después de ganar el oro en Beijing, cuando parecía que ibas a ser el técnico de Argentina y finalmente no fuiste designado, te quedaste entrenando con los juveniles. Tenías ofertas de lugares millonarios como los países árabes. ¿Por qué no te fuiste? –La verdad, yo volví de los Juegos Olímpicos –cuando se fue el Coco Basile– pensando que podía estar: agarrabas las encuestas y tenía el 80% de los votos
“Yo juego con cuatro atrás, tres en el medio y tres arriba... Me gusta ese fútbol”.
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para ser técnico. Cuando volvimos de los Juegos, a mí me dio bronca. Pero, bueno, hablando con Grondona, él me fue dando razones y yo me tranquilicé. Y también estaba en una etapa de mi vida en la que ya andaba más tranquilo. Por ahí antes yo era polvorita y quería pelear. Pero en Japón aprendí muchísimo, la gente japonesa me enseñó a ser paciente. A respetar lo que el otro piensa también, y a no desesperarme, a no pelearme. Ellos no deciden en el momento, analizan, preguntan y recién después hacen. Uno trataba de explicarles que en el fútbol a veces no es así, las cosas son rápidas, pero a mí me ayudó a crecer como persona. –¿Te quedaron amigos de allá? –Nosotros éramos muchos en ese momento. En el primer año, estábamos sólo Hugo Maradona y yo. Él fue el que me llevó. Después, con Hugo y el representante, que era uruguayo, empezamos a llevar gente: el Negro Enrique, Pasculli, Lemme… Éramos como veinte personas. Pero me quedó gente, sí. Me gusta por el respeto que todavía tienen por mí. Quiere decir que uno se comportó bien… En nuestro último amistoso en Japón, recibí en el hotel a siete, ocho muchachos que habían jugado conmigo. Viajaron especialmente, hicieron dos o tres horas en tren para venir a verme y conversar conmigo. Eso es lo más lindo que queda del fútbol. Vos podés ganar o perder, pero yo, el día de mañana, espero poder ir a salu-
dar a un jugador y que me dé un beso, no que me dé vuelta la cara. –Bueno, tenemos una Copa América cerca… –Es importante la Copa América, pero no hay como un Campeonato del Mundo. Vos podés ganar la Copa América y darle una alegría a la gente, pero no se compara en nada con un Mundial. –También pasa que este grupo de jugadores se siente un poco en deuda, como que hay algo que falta… Lo sabemos todos, y todos lo deseamos. Y por eso está ese grado de urgencia y nerviosismo. Sí, seguro. Yo veo este grupo y siento que el jugador está comprometido, notás ese compromiso: el jugador quiere volver con una Copa, lograr un vínculo con la gente. –Sí, lo dicen. Messi, por ejemplo. –Lionel está comprometido totalmente porque quiere ganar cosas con la Selección Argentina. Y muchos muchachos que hace rato que están saben que ésta es una buena oportunidad, la de la Copa América. Pero como te digo, el objetivo más importante es el Mundial. El Mundial es algo que no se olvida nadie, que no te lo saca nadie. –Es que Argentina pasó tantos años sin un Mundial… Y después llegó uno de local, uno de visitante y ahora parece casi una obligación salir campeón porque si no, es un fracaso. –A mí la palabra fracaso no me gusta,
pero entiendo que Argentina es casi una potencia y que hay una serie de obligaciones. Seguramente, uno se prepara para todo eso, pero lo que pasa es que los otros también juegan, y uno puede hacer las cosas bien, pero encontrarse con otro que las haga mejor. Además, hay otras potencias futbolísticas. Mirá a España, que se suma ahora como potencia… –Y que, además, en Sudáfrica se sacó la mufa, el miedo o lo que fuera. –No, no. Cambiaron. No se sacaron ni el miedo ni la mufa: cambiaron lo que nosotros tenemos que cambiar hoy en día. Ellos dijeron “con la furia, no llegamos a ningún lado, vamos a jugar al fútbol”, y empezaron a jugar al fútbol y salieron Campeones del Mundo, de la Eurocopa. Nosotros perdimos eso, nosotros estamos con la furia hoy en el fútbol argentino. –¿Pero es sólo una decisión, o tenés que tener otra cosa? –Apoyo. Hay que tener apoyo. –Y los jugadores… –Los jugadores se hacen. –¿Sabés a quién veo en ese proceso? A Alemania. El jugador alemán hoy, de molde, es distinto. Tiene más toque, hay menos tanques. –Es que es un proyecto. Cuando a vos las cosas te van mal, pasan veinticuatro años sin salir Campeón del Mundo, dieciocho sin ganar una Copa América, entonces tenés que parar la pelota y decir “acá hay que cambiar”. Y creo que
Salir, se puede –Pienso en los problemas que tuviste, y cómo tuviste que resolverlos. Hay que tener muchas ganas y una vocación de solucionarlo. Porque es fácil perderse. –Son momentos difíciles, y uno tiene que tener personalidad y contención para salir de esa situación. –Vos sos un ejemplo de alguien que puede salir de un problema. Pudiste dejar atrás algo que todo el mundo dice que nunca dejás atrás. –Bueno, yo siempre le digo a mi hijo, Nicolás, que juega de 6 en la Reserva de Argentinos, que quiero que
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estudie. Terminó quinto año, todo bien, pero si puede seguir que siga. Él me dice que no puede, que la concentración, que esto, que el otro…. Pero si hay un ejemplo, como Avanzi, que es doctor y fue jugador, entonces quiere decir que se puede. Con mi tema, es lo mismo. Si no salió nadie, vos decís “es imposible”. Pero hay gente que salió, se puede… Igual es muy difícil, tenés que tener la personalidad, la voluntad y la contención familiar atrás tuyo. Que te entiendan. –¿También te ayudó ir a Japón? –No, Japón fue un escape que vino en
el momento justo de mi recuperación. Vos fijate que a mí me lo proponen un miércoles y el sábado ya estaba en Tokio. Sabía que iba a estar bien ahí, que iba a estar tranquilo y que iba a salir de todo esto. Ni arreglé el contrato, les pedí que me dieran lo que quisieran y ahí me fui. –Es que la prioridad ahí era estar mejor, y eso no tiene precio. –Totalmente, y tu familia lo entiende. No es fácil decir “chau, me voy”, y que te digan “sí, andá”. Me fui solo los primeros meses, y ellos me apoyaron siempre.
tenemos que cambiar la mentalidad de todos. Así, con este fútbol que se está jugando hoy en día, no llegamos, nos está costando cada vez más. Algo tenemos que cambiar. Y yo te lo digo porque no me gusta cómo se juega al fútbol hoy en Argentina. –¿Por qué? –Es un fútbol demasiado físico, de demasiada fricción, de golpes… –¿Los entrenamientos están mal enfocados en relación a la fuerza y los trabajos con pelota? –Para mí sí, están mal. Priorizamos las cosas equivocadas. ¿Quiénes son los que hacen la diferencia? Los jugadores, como lo hizo Diego Maradona en su momento, como lo hace Messi ahora. –Pero salen una vez cada veinte años… –También lo hacen Xavi o Iniesta, hoy en día. Si vos me decís que no tenemos jugadores como ellos, que en Argenti-
na nunca hubo un futbolista como ésos, ¿qué vamos a inventar? Pero tuvimos a Bochini, Alonso, Babington… Jugadores que eran más que Iniesta, quizás. –¿Y más acá, en esta época? –Y bueno, no los encontrás porque se empezó a trabajar distinto. Los españoles dijeron “bueno, hay que trabajar con la pelota porque se aprende con la pelota”. Vos aprendés con la pelota, no aprendés con nada más. Y nosotros dijimos “no, vamos a agarrar las pesas porque físicamente tenemos que estar bien”. ¿Cómo era antiguamente? Nosotros, en Argentinos, jugamos contra Juventus. Ellos se preparaban físicamente y tenían jugadores técnicos como Platini y Laudrup. Nosotros pensamos “al jugador europeo, ¿cómo se le gana? Vamos a ponernos físicamente como están ellos, que técnicamente nosotros somos superiores”. Siempre fue así. Hoy no. Hoy es muy difícil porque técni-
camente cada vez estamos peor. No salen esos jugadores. –O sea que no es sólo que ellos crecieron, sino que nosotros también vamos bajando la calidad de nuestros futbolistas. –Yo creo que sí, pero esto es un proyecto que no empieza en Primera División. A veces me pongo mal porque entiendo que el fútbol es otro, y hay tanta presión por querer ganar –y una costumbre de pensar que está todo bien si ganaste– que nos olvidamos de la enseñanza del chico. Te doy un ejemplo: un partido de baby fútbol, donde juegan chicos de seis años, no puede salir 1-0. ¡Es increíble! Y practican pelota parada… Cuando tiene que terminar 14-14. Si los chicos van a disfrutar... Es una edad en la que tienen que divertirse, jugar. Ahora, si desde los seis años vienen con la presión de ganar, ¿cómo llegan a Primera? Estamos equivocando el camino de la enseñan-
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Psicólogos, mmmm... –¿Qué pensás de la psicología en el fútbol? –La psicología, para mí, la tiene que manejar el técnico dentro del vestuario, con los jugadores. –¿No aparte, en un grupo o un gabinete psicológico? –No, psicólogo grupal no me gusta porque no creo que sirva. Por ahí algún jugador, por vergüenza, no te dice el problema que tiene. Si necesita un psicólogo, particularmente, puede ir. Y también está en el entrenador ver si lo necesita, por las actitudes que tiene y cómo lo ve. –¿Vos sentís que ejercés esa psicología sobre el jugador?
za. Habría que dejar los gimnasios, las pesas y el trabajo físico a determinadas edades, y enseñar lo que siempre nos dio resultado a nosotros, que es el desarrollo técnico del jugador. Mirá que jugadores hay muchos, eh. Todavía la Argentina sigue teniendo jugadores chiquitos que son muy buenos. Y en Primera hay algunos, pero el país no se puede quedar nada más que con cuatro o cinco. –Tampoco parece haber en todos los puestos. ¿Por qué cuesta tanto encontrar laterales, por ejemplo? –Eso es bastante extraño. ¿Cómo puede ser que hoy la mayoría de los equipos de nuestro fútbol juegue 4-4-2 y no haya laterales? Si vos me decís que jugás con línea de tres, lo entiendo. En México, por ejemplo, es comprensible que no haya laterales: todos juegan con línea de tres. Pero si jugás con línea de cuatro, debería haber dos laterales por equipo. –Vos tenés una idea bastante sencilla de juego, me da la impresión. –Yo juego con cuatro atrás, tres en el medio y tres arriba. –A la antigua. –Y… Me gusta ese fútbol. También me gustan más los jugadores técnicos que los que corren. Yo voy a tratar de poner siem-
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–Sí, lo más importante para mí es que el jugador pueda venir y pueda disfrutar dentro de una concentración. Que se sienta feliz no en la Selección, sino viviendo dentro de una concentración. Eso se logra con confianza. Yo al jugador le doy confianza, pero tiene que saber los límites. El que se pasa de los límites y llega a la falta de respeto sabe que no está más. Por ahora funciona. ¿Sabés lo que fue estar en los Juegos Olímpicos treinta y dos días en un piso de hotel? Y no bajaron, eh. Se divertían entre ellos, la pasaron bien. Cuando el grupo no te pide salir, ni ir a un shopping, ni ir a caminar, quiere decir que están bien.
pre a los técnicamente más dotados. –Sin embargo, Mascherano es el menos técnico de los tres 5 que ponés, y es al único que siempre confirmás como titular. –A Javier siempre lo tuvimos acá como un recuperador un corredor, nada más, pero tiene técnica. Tiene precisión con los pases. Antes, sólo tocaba la pelota cuando recuperaba. Hay que verlo ahora, cuando tiene que ser salida, porque técnicamente está bien. Es cierto, no es Gago o Banega. –Tanto buscás tener juego en la mitad de la cancha que terminás jugando con tres 5. –A Gago, a Banega, a Cambiasso y a Luquitas Biglia los conozco desde hace años. Son jugadores que técnicamente están muy bien dotados. Banega podría jugar de enganche tranquilamente, porque tiene un control de la pelota enorme. Gago tiene facilidad también para controlar, y tiene precisión. Yo no pondría a Bolatti de 10. Es un 5, Bolatti, del estilo mío. Si me ponés a mí de 10, no voy a funcionar. Pero es otro estilo de jugador que Gago, Banega, Cambiasso, Biglia… No importa la posición, sino las cualidades técnicas. Juegan de 5 pero podrían jugar de 8, de 10…
–Yo pensaba la idea, pero teniendo un 5 más técnico y poniendo volantes con más recorrido. –Yo te hago una pregunta: ¿por qué juegan Gago o Banega de 8? Porque para mi forma de jugar, mi estilo de jugar, no hay 8. Si vos me agarrabas hace veinte años, con la misma manera de jugar, yo me preocupaba por quién poner: J.J. López, Brindisi, el Chino Benítez, el Negro Enrique. Te volvías loco, ¿a quién ponías? Tenías diez jugadores en ese puesto. –Hoy hay carrileros. –Bueno, ja ja. Carrileros… ¿Qué pasó en el fútbol argentino? ¿Por qué falta esa clase de jugadores como los que te nombro? Nosotros lo vivimos en los Juveniles. Un jugador que a los 15 años era enganche, en la Sub 17 estaba tirado un poquito para atrás, y en la Sub 20 ya no era más enganche: estaba recostado en el medio y corriendo por afuera. Entonces lo van cambiando. ¿Por qué no lo dejan de enganche, con la técnica que tienen? –Claro, sería como poner a Messi de carrilero izquierdo. Bueno, Lamela puede ser un caso parecido. –Es que el fútbol argentino es así. Los jugadores que son dotados técnicamente, que generan fútbol, terminan en los costados, corriendo. O de doble 5, que son los que más se largan al ataque. –En ese 4-3-3 que vos describías, Messi es el 9. ¿O no? –Lionel me da opciones para ponerlo en la derecha o en la izquierda. Hoy, en el Barcelona y con nosotros, juega de 9, pero eso no quiere decir que yo no tenga en una lista a Higuaín o a Diego Milito, también. Ni que no puedan jugar juntos alguno de los dos con Lionel. –No lo nombraste a Tévez. ¿En qué puesto lo ves vos? –Para mí, Carlos es 9. Su puesto es 9, bien definido.Ni tirado a la izquierda, ni a la derecha, ni nada. Y creo que es un muy buen jugador, un gran jugador. A mí siempre me gustó el Tevez de Boca. Por las condiciones técnicas. Era un jugador al que era difícil sacarle la pelota, que metía pases gol, que hacía goles… –Lo sigue siendo. ¿Se pasa de sacrificio? –Y… Puede ser que se pase de sacrifi-
cio, a veces, entonces... A mí no me gusta que los corra a todos. –A la gente probablemente es lo que más le gusta de Tevez. –Eso es lo que hay que cambiar del fútbol. –Es difícil… –Pero hay que cambiarlo. Nosotros tenemos que empezar a aplaudir en el fútbol argentino al jugador que gambetea. O al equipo que tira una pared, al que da diez pases seguidos. Hay que dejar de aplaudir al jugador que se tira al piso para mandar la pelota afuera. –Bueno, si lo hace Mascherano, sobre un costado, está bien. –Sí, pero hoy la mayoría hace eso. La gente muchas veces no se fija en la segunda jugada. ¿De qué me sirve a mí un jugador que recupera mucho –y la gente explota dentro de la cancha cuando vos trabás y recuperás– si después de que la agarrás, le das la pelota a un contrario? –Claro, un delantero que corre cincuenta metros a un rival, se la roba, se la da al 5 y después no puede ir a buscar. –Seguro. Por eso digo que siempre hay que mirar las dos jugadas. Robo la pelota y me ovacionan. Enseguida la entrego y dicen “bien igual, por el esfuerzo”. No, pará. No se la podés dar a un contrario. –¿Y Agüero, por qué puesto lucha? –Es un número 9. Pero si se adapta a tirarse un poco más a la izquierda. No es un 9 que juegue en el medio de los centrales. Puede jugar retrasado y por la izquierda. En Atlético Madrid lo hace, y con nosotros en los Juegos Olímpicos, también lo hizo. Por la derecha, no lo siente tanto. –Y en ese 4-3-3, ¿Di María es delantero o es volante? Porque te cambia mucho, y te da la chance, si lo ponés de volante, de poner un delantero más. –No, va a jugar de delantero. Tiene la obligación, como todos sus compañeros, de bajar a recuperar, a ayudar en el mediocampo. Pero el tema es la mentalidad de él, de Lavezzi, de Gaitán, que puede jugar por ahí. Sosa mismo. Son jugadores que me dan opciones en esos puestos, pero pensando siempre primero en el arco rival, porque son atacantes. Des-
pués, cuando tenés que venir a ayudar, tenés que venir. Los once jugadores tienen obligación de jugar al fútbol, de tener la pelota y de que todos jueguen Y los once tienen obligación de recuperar. –¿Qué centrales te gustan? Sé que Nico Pareja es muy tenido en cuenta. ¿Los otros?
–Uno que es muy importante es Gabriel Milito, por lo que puede aportar futbolísticamente, pero también por lo que te da fuera de la cancha: a los jóvenes les sirve, les viene muy bien su experiencia, lo que él transmite. Vos tenés que ir formando a jugadores como Garay, Fazio, Otamendi, Pareja mismo… Nosotros apostamos a lo
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que pueda pasar en tres años. –¿Y en el lateral izquierdo, quién te gusta? –Tenemos a Rojo, Insúa... Me gustó a mí lo de Ansaldi, Monzón… Hay que darles partidos. Cuanto más partidos tenga la Selección, mucho mejor para mí. Si no, no puedo ver jugadores. Los puedo ver en sus clubes, sí, pero no es lo mismo. Y yo a los amistosos no los tomo para ganar el partido. Yo saco otras cosas, porque son partidos preparatorios. No busco resultados, el resultado mío es el funcionamiento del equipo y buscar qué jugador puede estar en la Selección. –El arquero es Sergio Romero, una apuesta tuya en los Juegos Olímpicos. –Sergio está dentro de los planes, de esa lista que tengo yo para pelear por un puesto. Pero Carrizo también es un buen arquero. Ustari, si vuelve a su nivel, seguro que es un jugador bárbaro. Nico Navarro también es un buen arquero. Hay arqueros. Es el único puesto que a mí me preocuparía que no tenga continuidad, eso sí. Si no juegan, eso los puede afectar. –¿Tiene líderes este equipo? ¿Cómo se reconoce a un líder? –Por la personalidad, por la forma de hablar. Ojo que también hay líderes positivos y líderes negativos. –¿Viste muchos líderes negativos? –Y sí, en mi paso por el fútbol los vi. –¿Qué hace un líder negativo? –Busca problemas donde no hay. Sale a hablar, o de una pequeña cosa hace una bola enorme, y vos te preguntás “¿para qué?”. Lo que pretendo es un líder positivo. El líder, mientras menos habla, mejor. Y que los compañeros entiendan lo que quiere decir, y que sepan demostrar que lo entendieron. Además, hay un convencimiento del líder: para ser líder tenés que saber hablar, saber cuáles son los momentos justos… No sólo dentro de la cancha, sino afuera también, que es lo más importante. –¿Messi es líder? –Sí. –¿Pero porque juega tan bien que genera respeto o por su personalidad? –Yo creo que está capacitado para serlo. Yo no le reclamo nada de eso, porque un capitán, un líder, tiene que pelear,
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representar a sus compañeros si hay un problema. Y yo a él lo quiero para que juegue, para que esté clarito para jugar al fútbol. Pero está capacitado para llevar la cinta de capitán, porque lo ves cómo maduró y escuchás las cosas que dice, que son importantes para el grupo. –O sea que habla... –Habla, pero cuando tiene que hablar. Un líder no tiene que estar todo el día hablando. Si está todo el día hablando, no es un líder. Cuando el líder habla, los compañeros se dan cuenta de que está hablando, lo respetan y se callan la boca.
ro entrar en discusiones, yo soy así. Si yo peleo para que se hable de fútbol y para que se analicen los partidos, no puedo generar polémica. Todo es polémica, y se dice que éste sale con aquella… No me interesa... Yo soy así, y si me das palos y después me pedís una nota, te la doy, eh. –Evidentemente, tenemos que hacerle un monumento a Japón. –Y bueno, yo soy así. Si vos me criticás porque jugó mal la Selección, vamos a hablarlo, y a discutir por qué jugó mal. Y si me decís que debía haber llevado a Pastore y no a éste, bueno, lo conversamos,
Porque dice cosas coherentes en el momento en el que las tiene que decir. –Te tocó hacerte cargo de la Selección después de Maradona. Y uno sabe la cantidad de cosas que compartieron, que vivieron juntos… Pero, la verdad, te mantuviste con mucha calma, a pesar de todos los palos que él te tiró. –Yo seguramente nunca voy a salir a contestarle. Que diga lo que diga. El límite es mi familia. No es que no tengo sangre. Si vos te metés con las cosas que me molestan, probablemente te voy a ir a la yugular. Vos no te metas con mi familia. Después si me decís Piñón Fijo o lo que sea, no da para calentarse. No quie-
porque eso es fútbol. Pero si me criticás por otra cosa que no tiene nada que ver con el fútbol, no me interesa contestarte. No está dentro del mundo del fútbol. –¿Cómo ves la relación de la gente con la Selección? –Todos tenemos que ser hinchas de la Selección, pero depende de nosotros -el cuerpo técnico, los jugadores- llegar al corazón de la gente. Estamos intentando que a la gente le guste la Selección, que quiera ir a verla. La Selección es de ellos. Es del pueblo. Nosotros nos debemos a ellos. Y haremos lo posible para que tengan una alegría en la Copa América.
Hay comisarios… Pero no tienen caballos
Algo fastidioso con los guardolistas, nuestro columnista aborrece de quienes han dividido nuestro fútbol en menottistas y bilardistas o de los que idolatran la actualidad de España. Al final de cuentas, sostiene, no estaba tan mal el bielsismo. Es decir, los entrenadores que “logran belleza a través de la eficacia”. Por PABLO DE BIASE
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propósito del derby español extra que deparó la Champions League, las mesas futboleras de Buenos Aires y otras ciudades grandes de la Argentina se activaron, vibraron, temblaron y no hubo cucharita que se quedara quieta en el plato. Nuevamente, más de un bar tuvo un ingreso extra por el fútbol: todos felices discutiendo de fútbol. ¡Y que viva España! Sin embargo, esto de ver por TV paga el fútbol de la liga de las estrellas reabrió heridas y discusiones: ¿el campeonato argentino es mucho menos competitivo o, por el contrario, preserva mejor los principios elementales del deporte?
La idolatría de los guardiolistas La sobrevaloración permanente del fútbol de España en la Argentina no es obra excluyente de la legión periodística “guardiolista” vernácula, buena gente pero insoportable cuando habla de fútbol con aires filosóficos (parece que fueran críticos de ballet, con esa capacidad asombrosa para extirparle el fundamento de la pasión popular al análisis técnico del juego). Este nuevo “gallegazo”, más allá de los alcances que pueda tener en la estructura futura de la industria del merchandising que se vendan más camisetas del Barcelona que bombillas para el mate, es antes que nada producto del fenómeno
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Messi, cuya estatura de crack sigue creciendo hasta límites insospechados. Los guardiolistas o neomenottistas, herederos de lo que podríamos llamar “menottismo doctrinario” y su vocero cultural, el diario Clarín, han hecho un dogma de una reinterpretación muy vintage del fenómeno Barcelona-Selección española. Creen, tras haber pagado el peaje de la TV HD, que estuvieron viendo a La Máquina del ‘42. No se cuestionan que las corporaciones mediáticas cobren peaje nuevamente para poder ver fútbol; ahora, si Caruso Lombardi pone una línea de cinco para demorar el descenso, se indignan como si hablaran de Videla. Horacio Pagani es la bestia pop de esta corriente que se ha erigido en virtual tribunal estético (y ético) del fútbol. Les gusta la Selección de España por sobre todas las cosas, pero también saben apreciar la exas-
perante lentitud de Riquelme, entre otras delicias. Han hecho un desplazamiento discursivo que cuarenta años después del debate (y lo importante, la puesta en cancha de ese debate) que ubicó de un lado a Zubeldía-Bilardo, y a Juárez-Menotti del otro, es ridículo, absurdo en su apasionamiento actual. En vez de propugnar una visión de contexto, caen en la idolatría que tanto temían los hebreos: adoran objetos, meras representaciones. El mejor ejemplo: han hecho su mayor bandera de un atentado estético que cometió Alfredo Di Stéfano contra su jardín, cuando erigió un monumento a una pelota y le hizo poner la leyenda “gracias, vieja”. Según esta escuela valen más sesenta toques que seis goles de cabeza, los chicos duermen con la pelota bajo la almohada y sueñan con goles en el cielo remontando un cometa, son puros (en contraposición a los barrios horribles en los que se criaron) y
Horacio Pagani es la bestia pop de esta corriente que se ha erigido en virtual tribunal estético (y ético) del fútbol.
sueñan ¡con la misma pelota que tienen bajo la almohada! ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡Noooooooooooooo!!!!!!!!!!!!!!!! El chico que duerme con la pelota sueña con triunfar en Primera para comprarse una Play o una Nintendo. Sueña con jugar en Boca y hacerle un gol a River. Y como su familia es de Boca, el fútbol es celebrable a partir de amar a Boca y “no amar” a River (esta dialéctica básica se les escurrió en una trasnoche con Ángel Cappa, evidentemente). La pasión del hincha no orbita en el vacío, se asienta en la rivalidad, en la enemistad con otro (por ejemplo, mi poca simpatía hacia Racing me define también como hincha de Independiente).
Algunas zonceras argentinas Más allá de que uno fantasee con que a los pibitos de La Masia (la escuela de fútbol del Barsa) los tienen catorce horas encerrados, tirando paredes “hasta que parezcan frontones perfectos, coño”, es indiscutible la calidad de un equipo como el Barcelona. Es un placer ver su eficacia demoledora, que es lo que, en definitiva, hace bello su juego. Porque, retomando una faceta de ese antiguo debate simplificado en menottismo vs. bilardismo, la eficacia es constitutiva de la belleza en cualquier esfera estética. Y aquí, vale aclarar, la disputa se volvió pueril, cuando un ala “purista” del menottismo empezó una discusión de sordos contra el bilardismo, que cayó gozoso en la trampa. Se instauró la opción “ganar o jugar bien”, una reverenda pelotudez por donde se la mire. Si el nueve está tres centímetros adelantado (y le cobran off-side), o si el pase no hubiera salido cinco metros largo (y la recupera un rival), habríamos ganado, pero perdimos. Exactamente en ese momento, cuando justificaron la fanta-
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sía por sobre el juego, el boludeo por sobre la confianza y la seguridad, los ahora guardiolistas dejaron de hablar de fútbol, entraron a preferir a los Globbetrotters por sobre los Chicago Bulls, mientras muchos descubríamos que los bilardistas no sólo eran humanos sino que, a través de voceros más carismáticos que su líder, podían hasta decir cosas interesantes. Y un día llegó Bielsa y le puso filosofía al fútbol. Planteó que, suponiendo que el partido perfecto fuera un 0-0, la belleza humana del error y de la velocidad mental diferencial vuelven hermoso lo “trágico”. Su afán casi literario por la previsión absoluta es su forma práctica de refutar su propia búsqueda, de exhibir por el contraste la imperfecta belleza de lo humano, que en el mundo moderno se expresa de modo privilegiado en los deportes. Bielsa también es un vintage: aplicó su propia visión de la revolución holandesa para terminar reversionando la WM de los tiempos de oro del fútbol argentino. Claro, a otra velocidad, más áspera pero más vibrante. Menottista por convicción y por herencia, no entendí a ese Newell´s genial hasta mucho más tarde. Cuando comencé a entender a Bielsa, comprendí lo que es el amor absoluto por el fútbol: el Loco se divierte mirando videos de 789 carrileros sudaneses porque tiene intacta la pasión futbolera de los chicos. Por eso, es el único que juega a ganar en todo momento y en cualquier lugar. Cuando sus equipos funcionan y conectan (es decir, logran belleza a través de la eficacia, algo elemental en cualquier disciplina), el fútbol te lleva al límite de la adrenalina. Muchos equipos ingleses y alemanes, al margen de sus muchas diferencias, logran este shock adrenalínico único.
Sin caballos del comisario Al fútbol argentino de hoy hay muchos factores que le restan competitividad. Las
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diferencias económicas, las prácticas espurias y la falta de imaginación de la casta dirigente, por caso. La lista es larga, sin embargo tiene un fundamento deportivo que no tiene, por ejemplo, la liga de las estrellas. Hasta que Valentín Suárez comenzó una revolución trunca (pero la más importante intentada hasta hoy) de las estructuras del fútbol argentino, se hablaba más de los cinco grandes porque sólo ellos salían campeones. Eran los dueños de la pelota y lo imponían, presionando a los árbitros, sobornando a los rivales. Nadie les iba a mojar la oreja. Era un código que hasta los hinchas de los equipos chicos aceptaban, de
algún modo. Penal dudoso para Boca, penal; contra Boca, foul del delantero. Esa ley dejó de existir hace mucho. Las chances deportivas son parejas (lo que ha representado un gran avance cultural del deporte en el mundo), se acabaron los caballos del comisario y las “víctimas propiciatorias”. Pero no en todos lados. En la bella España, por ejemplo, para que te cobren un penal en el Bernabeu contra el Madrid, tiene que seguir siendo un señor penal, aunque la TV haya moderado un poco el “Manual de conducta para jueces y rivales de comarcas remotas” y los jugadores del equipo local ya no saluden al generalísimo Franco.
El fútbol te lleva al límite de la adrenalina. Muchos equipos ingleses y alemanes, al margen de sus muchas diferencias, logran este shock.
Basta de complejo de inferioridad Luego de relatar en España el clásico Real Madrid-Barcelona y de atesorar comparaciones, Víctor Hugo nos brinda un análisis crítico sobre el inconformismo argentino. ¿Cuál es entonces la medida para calibrar comentarios sobre lo bien o lo mal que se juega en estas tierras? ¿Los cinco grandes? El llamado de atención es para los que pregonan lamentos. Por VÍCTOR HUGO MORALES
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l fin de semana anterior a este artículo, atento al pedido de escribir sobre cómo se juega en la Argentina, a este relator le tocó el partido de River con Godoy Cruz. Luego vio detenidamente el triunfo de Boca ante Huracán. Cabe señalar que en los días previos había sido espectador y relator de dos partidos del Real Madrid y el Barcelona, en España. Si fuera posible abstraerse del formidable escenario que envuelve a choques como los de los equipos más famosos de la actualidad, no habría reparos en decir que fue mejor la suma de los valores estéticos del fútbol argentino que lo visto en el Bernabeu, primero, y en el Mestalla de Valencia, después. Quien escribe sabe que en el lector se produce un respingo escéptico ante tamaña afirmación, pero han jugado en su mente las líneas, las velocidades, la precisión, la dinámica, las dificultades a vencer, el ritmo, la fuerza, la malicia, el coraje, la habilidad individual, la verticalidad del juego, su profundidad, la agresividad, la táctica y, como si los datos fuesen a parar a una computadora personal, al procesarlos da un resultado imperiosamente discutible, pero de absoluta franqueza: no se ve en la Argentina un fútbol peor que el que se ve en España. Se ve al futbol de acá peyorativamente. En todo caso, las acusaciones por la mediocridad del juego son globales, no atañen sólo a la aldea. ¿Cree el lector que resistiría fácilmente a todos los partidos del fútbol español, una sucesión de Getafes, Bilbaos, Santanderes, etcétera? En la Argentina, el Fútbol Para Todos permite ver diez partidos por semana. La mayoría ve más de uno y varios compactos de lo que queda. El fútbol está expuesto. ¿Cuántas buenas películas gratis ofrecidas sin solución de continuidad resistiría el
cinéfilo? Es agobiante tanto fútbol. Porque al local se suma lo internacional. Es como un hombre satisfecho que abre la heladera repleta y la cierra desganado. Los partidos son extraordinariamente parejos, lo que provoca que los unos anulen a los otros y las emociones escaseen. Distinto es cuando Barcelona juega frente a quince de los equipos de su Liga y su superioridad ofrece el espectáculo que difícilmente se da frente a los equivalentes, como el Madrid o el Inter. Acá, cada equipo actúa ante diecinueve pares. No hay Messis y Xavis “y cinco más” de altísimo nivel que jueguen ante el Almería. Otro detalle que juega contra la satisfacción del hincha de la Argentina es que los grandes ganan muchos menos partidos que antes. Es decir, la mayor parte de los aficionados está enfadado con su equipo, consecuentemente con “su” fútbol. El fútbol, a diferencia de otros deportes, no se disfruta con espíritu neutral. Tenis, boxeo, básquetbol no necesitan de la pertenencia para pasarse un buen rato. El fútbol, juego tenso pero no continuamente emocionante como pueden ser los otros, necesita del hincha. El seguidor quiere triunfos. Si los cinco grandes ganasen más seguido, si fuesen habitúes de las definiciones todos ellos al mismo tiempo, la impresión sería diferente. Barcelona contra Getafe, una locura… Con el Madrid, partido parejo, árido, trabado, un asunto más complicado, una estética deteriorada por la paridad. El complejo de inferioridad que se tiene ante los profesionalismos más fuertes sostiene la idea de que aquí “no se ve nada”. Luego vienen sorpresas, como el famoso partido de Estudiantes y Barcelona, ante el cual nadie entiende por qué los catalanes no metieron cinco goles, que es la diferencia de calidades que imaginamos entre el futbol de un país y el otro.
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“El fútbol es tan simple que es complicado hacerlo simple” Para Juan José López no hay encrucijada: lo único que no se negocia es el objetivo de sacar a River de esta situación, y para eso no abruma con conceptos a sus jugadores. Dice que en el pizarrón todos los técnicos ganan, pero después terminan dependiendo de los futbolistas. Y contraataca para defenderse: “si no tuviéramos el problema del Promedio, jugaría a matar o morir”. Por GUSTAVO LOMBARDI Y CHRISTIAN COLONNA Fotos FABIÁN MAURI
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quel JJ, aquel Negro que deleitó a los cuarentones y cincuentones de hoy desde un puesto que está al borde de la extinción, hoy es “Juan”. Ya tiene 60 años. Y está cumpliendo su sueño: ser el técnico de River. Aunque asegura que no se puede jugar al fútbol en silencio, él no levantará la voz durante la hora y pico de entrevista. Ni siquiera para defenderse. Si lo quieren tildar de defensivo, que lo tilden. Él y todo River se trazaron un norte, y hacia allá van. Ese River que busca volver a ser aquella familia en la que jugaba aquel Negro. Juan José López saluda efusivamente al ex futbolista que ahora es periodista pese a que nunca lo había visto en su vida. Los une La Banda, que es lo único que hoy le importa a Juan. –¿Seguís pensando que Vélez no es tu rival? –Nosotros tenemos que apuntar a los que suman igual que nosotros: Huracán, Gimnasia, Tigre, Independiente, Arsenal... Ése es el torneo que nosotros tenemos que ganar. Y faltan muchos puntos. Parece mucha la distancia que tenemos con Gimnasia pero si te toca perder y ellos ganan... Se suma de a tres hoy... –¿Y por qué, si se suma de a tres, muchas veces preferís firmar el puntito en vez de arriesgar un poco, buscar tres a costa de perder uno?
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–Depende de la situación. En la situación en la que estamos nosotros hoy, como estamos llevando el torneo nosotros, hay partidos en los que el empate es beneficioso. Porque vos no sólo arriesgás los tres puntos, arriesgás el estado de ánimo del equipo. A nosotros no nos sirve jugar a matar o morir. Si nosotros no podemos ganar, no tenemos que perder. –Eso es una obviedad, les cabe a todos los equipos. El tema es que hoy ganar cinco es igual a empatar quince. –Si yo no tuviera el problema del Promedio, jugaría a matar o morir. Total, algunos vamos a ganar. Pero en este momento tengo que pensar en esta realidad. Tengo que saber cómo manejar el grupo. Ojo, sé que si no ganamos más y empatamos todos los partidos estamos al horno. –¿Por qué creés que la gente de River también se adaptó a esta forma de pensar de ustedes? –La gente no tiene ganas de que le mientan. La gente de fútbol ve bien el fútbol, es inteligente. Cuando la gente te
dice que tenés que sacar a un jugador o que tenés que poner a otro, generalmente no se equivoca. Hay que escuchar el murmullo de la gente. Cuando no hay intereses de por medio, la gente opina bien. Y el murmullo decía “vamos a jugar en serio, porque nos vamos a la B”. Y con todo respeto por la gente que le toca jugar el Nacional B, que es un gran torneo, River no puede estar ahí. –¿Y no pensás que aunque muchos digan “River no se puede ir a la B”, puede haber otros que digan “River no puede jugar así, esto es River”? –Es que uno sabe lo que es River. Yo fui jugador, y cuando ganamos el torneo, después de 18 años, en el camino del vestuario a la concentración la gente ya nos pedía el Nacional. Pero éste es un momento en el que hay que sincerarse. Yo no puedo decir “si no me sale, mala suerte”. Acá te tiene que salir sí o sí. Uno está administrando la ilusión de la gente, el bienestar económico del club... Yo lo tomo con otro sentimiento, no puedo de-
“Yo no puedo decir ‘si no me sale mala suerte’. Acá te tiene que salir sí o sí. Uno está administrando la ilusión de la gente”.
cir “arriesgo y si me sale mal, me voy”. A mí nadie me va a decir qué pasa con la gente de River. En otro club, tal vez yo tenga que escuchar, pero acá no. –¿Entonces ésta es tu experiencia con más presión? –Yo no lo tomo así. Cuando me tocó el descenso, me quedé ahí porque yo no soy cobarde. El descenso es una circunstancia de un juego y nada más, no es la vida. –Dijiste que River no se puede ir a la B y ahora que el descenso es una circunstancia del juego… –El debate queda en veremos porque entra en la confitería del club el presidente, Daniel Passarella, que saluda a la mesa y chicanea al jugador que supo dirigir: “así que ahora sos periodista...”. Deja la pregunta en el aire, acepta que JJ le diga “en dos segundos estoy, Daniel” y se sienta en otra mesa. Los dos segundos del técnico se estiran pero no hay reproches. –¿Es mejor o peor tener a un presidente que haya sido jugador y técnico? –Mejor. Para mí, mejor. Yo me puedo juntar con Daniel y charlar cinco horas. A veces arrancamos a las dos de la tarde, tiene reuniones, las va suspendiendo y terminamos a las 7. Yo respeto a un tipo con una trayectoria como la de Daniel. Además, somos amigos, jugamos juntos, cambiamos ideas. Lo malo sería sentarme con un dirigente que nunca jugó al fútbol y que me discuta por qué puse a tal jugador de 4. A mí Daniel jamás me dijo “poné a uno” o “sacá al otro”. Es lo mismo que yo le diga que tiene que cambiar al secretario o al vicepresidente. Hablar de fútbol, sí. Es otra cosa… –¿Qué vas a hacer después de este torneo? –Primero tenemos un proyecto con las Inferiores. Eso sigue aunque ahora dirija el equipo de Primera. Hoy River no pue-
de salir a comprar un jugador porque no puede competir con los demás equipos. Por eso hay que hacer un proyecto serio en Inferiores. –Hoy no están en condiciones de ir a comprar un jugador. ¿Están en condiciones de aguantar a Lamela un par de años? –Depende de muchas cosas. Si River anda bien deportivamente, se acerca gente con mucho poder económico. Daniel está administrando bien, está saneando al club. Ojalá podamos quedarnos con Lamela, con Carrizo... –Bueno, pero Carrizo es más difícil porque hay que comprarlo. –Todo se puede negociar en la vida, menos la muerte... –Hablando de la muerte, nos gustaría que nos expliques porque el 8 no existe más. –Sí que existe. –¡¡¡¿Un 8 como vos?!!! –Hoy el fútbol es más físico, se corre más, no te dejan pensar. –De acuerdo, pero el 2, el 6, el 5 y el 9 siguen existiendo. –Pero a nivel mundial, no existe más el 8. Es igual que el enganche. –Enganches todavía se encuentran. –Sí, pero en mi época todos los equipos tenían enganche. Y el que no lo tenía no era un equipo. Pero bueno, los sistemas fueron cambiando, el fútbol fue cambiando, y uno no se puede quedar en el pasado. Cuando nosotros salimos campeones nos decían que éramos malos, que los de La Máquina jugaban mejor que nosotros. Después decían que eran malos los de la década del ‘80 y salieron campeones del mundo. Que el único bueno era Maradona... Pero siempre hay un grupo detrás. Y los 8 se perdieron como se están perdiendo los 10. El fútbol es más dinámico.
El único equipo que cambió el fútbol fue Holanda del ‘74. Eso fue una revolución. Jugaban todos por todos lados. Desorden en ataque, orden en defensa. Pero siempre marcan la diferencia los buenos jugadores. Si vos ves los jugadores de aquella Holanda... –¿El entrenador se tiene que adaptar a los jugadores? –Yo me adapto a los jugadores. Trato de rescatar lo mejor de cada uno. A mí, me gustan las posiciones fijas. Un futbolista puede jugar en dos lugares, como máximo. El jugador siempre rinde más en un lugar. No es lo mismo jugar de 4 que de 8. Es un oficio. El que no jugó nunca de 4 no sabe cerrar. Y cerrar y achicar es muy difícil. Y el 4 no puede jugar de 8. El 8 tiene otro panorama, sabe que tiene rivales atrás; el 4, no. Para mí, no es lo mismo. Por eso siempre me gusta preguntarles a los jugadores dónde se sienten más cómodos. –¿Antes de asumir ya vislumbrabas este esquema o lo fuiste descubriendo? –En mi primer Talleres hicimos 4-4-2. En el segundo, reemplacé a Pastoriza, que estaba jugando 3-4-1-2. Yo hablé con los jugadores, les pregunté cómo se sentían. Mi idea era el 4-4-2, pero ellos me dijeron que así se sentían bien. Y seguimos con ese sistema. Yo sólo les agregué mis conceptos. Ustedes me preguntan por el 8, y hoy el fútbol es sorpresa, movimiento, dinámica... Y darle al jugador los conceptos. A nosotros nos está faltando confianza para manejar la pelota. Nos enfocamos demasiado en hacer un equipo compacto en defensa. –Y si pudieras elegir un plantel, ¿cuál es tu sistema ideal? –El 4-3-1-2. –¿Es más fácil trabajar lo defensivo que lo ofensivo?
“El único equipo que cambió el fútbol fue Holanda del 74. Eso fue una revolución. Jugaban todos por todos lados. Desorden en ataque, orden en defensa”.
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Lo más difícil es llegar con el mensaje a los jugadores. –¿Y una vez que lo lograste? –Siempre es más fácil destruir que construir. Si el que está arriba no está inspirado, no hay nada que hacerle. El que juega abajo se pudo haber levantado mal, pero va, molesta, aprieta y no se nota que tenés un día malo. El talentoso te puede pintar la cara un día y al otro no. –Vos contaste que hablaste con los jugadores y que entre todos se pusieron de acuerdo para jugar de esta manera. ¿Fue tan así? –Cuando nosotros asumimos, se murió Kirchner. Desgraciadamente, tuvimos ocho días de trabajo en vez de cuatro. Y nos tocaba Boca. El jugador, en ese caso tiene otra motivación, está más abierto a recibir conceptos. Eso facilitó un poco las cosas. Todos sabíamos que ese partido era importante para todos. Los jugadores creyeron en lo que hablamos, lo practicamos y salió. Y de ahí en más seguimos tratando de mantener esa línea de juego, porque ellos se sintieron sólidos así y las cosas se encaminaron. –Algún jugador se puede permitir decirte... ¿Cómo te llaman los jugadores? ¿JJ, Negro, Juan? –Juan. –“Mire, Juan, a mí me parece que vamos a funcionar mejor con una línea de cuatro...”. ¿Te pueden decir algo así? Nosotros hablamos sobre lo que íbamos a plantear. Dijimos “vamos a jugar de esta manera”. Entonces, ellos empezaron a dar conceptos sobre ese sistema. Achicamos así, salimos más, presionamos acá, vamos todos juntos... –¿Concentrás a los jugadores dos días antes porque tenés muchos jóvenes? –Siempre lo hice así. Y cuando era jugador, también. Nunca tuvimos problemas. La vida del futbolista es corta y la tiene que aprovechar. Si los mensajes son reales y vos sos una persona creíble, el que lo recibe, a la larga lo va a entender. Si vos les vendés espejitos, un día se dan cuenta. –¿Creés que a un futbolista le llega más el mensaje de un técnico al que conocieron como futbolista? –No, para mí no. Si vos sos sincero y respetuoso...
–¿En la pretemporada no paraste una práctica y los mandaste a todos a bañar? ¿Fue un mensaje? –Fue un toque, sí. Estábamos haciendo una práctica de fútbol y no la estaban haciendo como queríamos. Vos podés no jugar bien, pero la actitud no podés dejarla de lado. Yo entendía que podían estar cansados, porque el día anterior habíamos hecho un trabajo duro, pero había silencio y en una práctica no puede haber silencio. En el fútbol se habla constantemente. Si no, dormís. El fútbol es para pillos. Pero para pillos bien, que
se entienda. No el pillo que te quiere robar una carrera en el entrenamiento. Ese le está robando a los compañeros. –¿Cuánta tardás en descubrir a un jugador así? –Dos minutos. Yo los miro y sé quién está cansado y quién no. ¿Saben qué pasa? El fútbol es muy simple. Es tan simple que es complicado hacerlo simple. –¿Y quién lo complica? –Los llenás de conceptos a los jugadores y a veces con una sola cosa que les digas es suficiente. O los tiros libres. Hay que saber quién patea bien y quién cabe-
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cea bien. Eso lo decía Angel (Labruna): “Yo necesito uno que le pegue bien y dos o tres que cabeceen bien”. El le decía a Alonso que le apuntara a la cabeza a Passarella y listo. Es lo que hace Estudiantes con Benítez y Desábato, que además ya habían jugado juntos en Quilmes. Y cuando nos tocó enfrentarlos, nosotros lo sabíamos y nos hicieron el gol así. Si es por estudiar al rival, todos lo estudiamos. Vos pensás que al rival lo vas a marcar así y que ya está, pero no. Por eso el fútbol es tan lindo. Si yo no pensara que planificando no voy a ganar, no planifico nada. Y en el pizarrón y en las charlas técnicas, ganamos siempre. Pero después depende del jugador. –¿Está sobrevalorado el entrenador? –Hoy el jugador tiene presiones que antes no tenía, y el técnico se las tiene que sacar. Las presiones las tiene que cargar al técnico. Por eso los primeros insultos son para los técnicos. –No en tu caso. –A mí me han insultado en los equipos que estuve. –¿Pero en River pensás que te pueden putear? –Dios quiera que nunca me insulten. Y que el día que me tenga que ir, lo decida yo. –Otra vez, cuando termine el campeonato, ¿qué querés hacer: seguir en Primera o volver adonde estabas? –Seguir en Primera, y aspirar a ganar campeonatos, volver al plano internacional... Toda la vida me preparé para llegar acá. Era mi sueño. Algunos tienen el sueño de la Selección, y yo tengo éste.
JJ recordando los tiempos en que existían los ochos.
“Es un trabajo de hormiga” “Como no tenía experiencia, me interioricé, leí, hablé, pregunté... Hasta me junté un verano con Griguol. Hoy es muy distinto a otras épocas. Los pibes ya tienen representante... Y uno se tiene que adaptar. Que el representante le dé al chico lo que necesita. Si quiere ganar plata con él, que le dé una buena vivienda, que se preocupe por la alimentación. No hay que ver al representante como un enemigo, sino con-
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vencerlo para que invierta en el pibe. Ellos no pueden exigir que se le haga un contrato a un chico de 12 años que juega muy bien porque quién sabe si va a llegar a Primera. Es un trabajo de hormiga, muy distinto a la Primera, que si no ganás, te vas. A los pibes hay que tratarlos con respeto, explicarles las cosas. Como si fuesen tus hijos. Hay que verlos como personas y no como jugadores de fútbol. Hay que hacer docencia.
Y el grande tiene que colaborar. Cuando hacemos fútbol con los chicos de Quinta, se acerca Almeyda, se acerca Carrizo, les preguntan cómo están, qué necesitan. Y va naciendo el respeto. Nosotros los tenemos que hacer crecer a ellos, y no al revés. Si estamos en un hotel cinco estrellas no pueden bajar a comer en ojotas. Son detalles. Y lo que pasa en la semana después se traslada a la cancha”.
Revolcaos en un merengue
Cualquiera le gana a cualquiera. Primera consigna de este campeonato y real indicador de su mediocridad, según nuestro columnista. Algunos viajes al pasado desembocan en comparaciones que, advertimos, nos sirven tanto de consuelo como de análisis para saber qué está sucediendo. Por ALEJANDRO FABBRI
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xisten muchos argumentos para llegar a la conclusión de que este torneo Clausura 2011 es un campeonato mediocre, sin figuras para el asombro ni futuros cracks pidiendo pista, ni partidos que nos deleiten por belleza, situaciones de peligro o fantasías. Que cualquiera le gana a cualquiera está certificado. Haciendo una simple combinación de equipos, podemos llegar a esto: Godoy Cruz le ganó a River, que le ganó a Banfield, que le ganó a Tigre, que le ganó a San Lorenzo, que le ganó a Godoy Cruz. Siguiendo por el camino de que Arsenal le ganó a Independiente, que le ganó a Gimnasia, que le ganó a Colón, que le ganó a Estudiantes, que le ganó a Racing, que le ganó a All Boys, que le ganó a Vélez, que le ganó a Arsenal. Y finalizando con el detalle, que Lanús le ganó a Boca, que le ganó a Huracán, que le ganó a Quilmes, que le ganó a Newell’s, que le ganó a Lanús. Hay pocos goles, hay pocos puntos que han sumado los líderes. Vale recordar que el campeón que menos puntos sumó fue aquel Newell’s de Américo Gallego, que se quedó con el torneo Apertura 2004 convirtiendo 22 goles y sumando 36 puntos. En el actual campeonato, todavía no sabemos si algún equipo superará los 36 puntos, porque la irregularidad –como se observa con el trabalenguas del párrafo anterior– es patrimonio de todos. El promedio de goles es de 2,40 por partido. En los últimos torneos nunca se superaron los 500 goles en un torneo. El
último fue el Apertura 2006, cuando Boca y Estudiantes debieron jugar un desempate. Lejos estamos de promedios de otras épocas, como los 3 de promedio en los ’70, o los 4 goles por partido de los años ‘30 o ‘40. La lista de goleadores que han emigrado es larguísima, y si tomamos las últimas tres temporadas, lo confirmamos: Sand, Farías, Boselli, Boghossián, Marco Pérez, Ismael Sosa, Rolfi Montenegro, Bergessio, Falcao García, Cvitanich, el Chino Luna, Denis, Tacuara Cardozo, Mauro Zárate y Rodrigo Palacio, entre tantos. La condición de local ya no resulta
tan sólida como antes: Colón suma 13 puntos de 15 fuera de Santa Fe, Vélez está invicto como visitante y perdió sus dos partidos en Liniers (hasta la fecha 11), y Boca ganó apenas 6 encuentros de los 15 que jugó en La Bombonera. Quizá los números aburran, pero el juego que se practica también es un dolor de ojos. ¿Está bien que River priorice sumar para salvarse de la Promoción y no piense en ser campeón? ¿Puede Vélez lidiar con Copa y campeonato a la vez? ¿Qué le pasa a Estudiantes? ¿Racing pierde la calma rápidamente o lo han perjudicado demasiado? ¿Ramón Díaz armó mal a su San Lorenzo, se avivó y se fue antes de que se hundiera el barco? ¿Quilmes estaría salvado del descenso si Caruso Lombardi lo hubiese tomado antes? Como éstas, hay muchísimas preguntas que pueden seguir y seguir apareciendo. Y las respuestas varían de acuerdo a las simpatías de quien responde y a la opinión que, dada la irregularidad de hoy, tiene menos certezas y más inseguridades. La frase de un hincha de River hace unos días fue un reflejo de las dudas que tenemos: “si el entrenador (JJ López) le pega mejor a la pelota que los jugadores, dándoles casi cuarenta años de ventaja, estamos listos”. No estamos resignados, tampoco eufóricos, quizás nos mantenga vivos la paridad y su consiguiente incertidumbre. Nadie sabe quién saldrá campeón, quién se clasificará a las Copas, quien jugará la Promoción ni quienes descenderán. Algo es algo.
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Podríamos estar mejor
Nuestro columnista puso la lupa en River y sus vaivenes futbolísticos. Y a partir de allí construyó una hipótesis que gira alrededor de un interrogante: hay material, ¿pero es que no se quiere jugar mejor? Es decir, en la Argentina hay gente renunciando a las ambiciones. Por FERNANDO PACINI
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as estadísticas son más inútiles en el fútbol que otros deportes. En el fútbol, deforman la realidad; al menos no la describen con precisión. Salvo los porcentajes de posesión de pelota, los demás números apenas ayudan sólo si ya se ha comprendido la globalidad. En todo caso, son insuficientes, no explican nada per se. River está entre los equipos menos goleadores del torneo. Hasta la décima fecha, sólo tres equipos habían anotado menos goles (Argentinos, Boca y All Boys). Su delantero referencial, apenas marcó 2 tantos en 11 partidos. Sin embargo, esa carencia ofensiva no se corresponde con su puesto en la clasificación. La tentación, al ver los buenos registros que se vinculan con la defensa, es atribuir el éxito parcial de River, a la solidez para defender. También es una visión incompleta. Por encima de las flaquezas creativas y de la presunta fuerza defensiva, hay un par de aspectos más sobresalientes en el fútbol de este River. Uno es el carácter, el entusiasmo y compromiso de sus futbolistas; el otro la seguridad, acentuada por los buenos resultados. La seguridad se parece a la confianza, y un equipo confiado ejecuta mejor. River jugó en la primera mitad del Clausura con mayoría de rivales que, a la fecha, se encuentran en la mitad inferior de la tabla (menos Vélez y Godoy Cruz, derrotas en ambos casos). La segunda parte del
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certamen, por lógica, se presume más complicada. Pero River ya no es el mismo del comienzo del año. Es un equipo mejorado y con otra fuerza anímica para afrontar este tramo. Como sea, la eficacia esconde algunas mentiras. Porque River puede jugar mejor. Hasta puede jugar bien. Es más: es una pena que no lo haga. La urgencia por los puntos, en una situación inédita para los Millonarios, descubrió un costado amateur y vinculado con la esencia del club, cuyo abanderado, Matías Almeyda, interpretó como nadie. Si ese coraje indiscutible del que se siente dueño este River tuviera osadía estratégica, la austera seguridad de estos días podría derivar en una expresión futbolística superior. River tiene elementos para ser un buen equipo, pero no prefiere serlo, como casi ninguno en nuestro fútbol. Tiene un arquero excepcional para el medio. Carrizo es tan importante como Casillas en el Real Madrid. Salva lo imposible, no se distrae jamás, se incluye en el partido, participa continuamente y acude puntual a la hora de sacar las pelotas más
difíciles. Es un arquero grande, competitivo, con personalidad y capacidad. En defensa, Román es un marcador confiable, con buen juego aéreo y apto para la contienda física. Un complemento para Ferrero, más posicional y lector de los espacios que marcador directo. Maidana suma un poco de ambos, y evolucionó en el primer pase, ofreciéndose como una salida más que aceptable. Si el equipo reduce correctamente los espacios, las aptitudes de los tres zagueros y Carrizo garantizan una defensa con buenas calificaciones, independientemente del sistema que compongan. En ese marco, ¿es imprescindible agregar tantos jugadores de corte defensivo? ¿No aleja al equipo de ataques mejor elaborados? Su entrenador cree que no. Por eso, a los tres centrales suma dos mediocentros y dos laterales. La alternativa de quitar un marcador, con Ferrari y Díaz a los costados, y Maidana y Román en el centro, no ha estado en la consideración de Juan José López. La simetría que encontró el DT sí es una virtud. Y cooperó a que lentamente
La eficacia esconde algunas mentiras. Porque River puede jugar mejor. Hasta puede jugar bien. Es más: es una pena que no lo haga.
desaparecieran situaciones de caos. El orden da algunas referencias que auspician la seguridad, sobre todo cuando, en las crisis, la fe en el juego individual decrece hasta el miedo. Pero el plan se achata si se agota en el orden y en la simetría. La evolución necesita de mucho desorden para atacar, de desmarcaciones constantes, de profundidad, de desbordes, etcétera, para volver a las referencias posicionales cuando se pierde la posesión. Las bandas de River están despobladas y entregadas a la previsibilidad de las corridas de Ferrari o Díaz. La asociación de ellos con Lamela y Buonanotte (jugadores con tendencias más centrales) no se traducen en frecuencia y calidad ofensiva. Pereyra es una alternativa que López sólo ha considerado esporádicamente. Y justamente Pereyra es, probablemente, el futbolista con mayor capacidad de resolver un mano a mano. Lamela es un mojón en la actualidad de River. Tiene la personalidad de un jugador auténtico; desprecia lo accesorio y fija su atención en lo importante. La calidad de su pase es perfecta, su pegada asombrosa y su competitividad, evidente. Desde Aimar que no aparecía un joven riverplatense con semejante proyección. Aún en un equipo hostil con sus facultades, por esa cierta predilección por el juego largo, se distingue claramente. “Hoy no estamos para jugar un fút-
bol vistoso, estamos para ir a hacer un fútbol serio y efectivo para sumar”, dice Jota Jota; un mensaje en sintonía con la pobreza del torneo. Hay quienes juegan muy atractivo, sin perder seriedad; y hay serios, muy serios, que espantan. El fútbol “serio”, incluso, puede ser más casual y
dependiente del error ajeno. Este equipo, que ha recuperado la compostura, que ha ganado confianza y perdido miedo por el promedio, está en condiciones de dar un paso en su evolución. La renuncia premeditada a la ambición no hace más que detenerla.
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Ni se te ocurra tirar una pared
¿Y cómo se juega en los picados de barrio? ¿Y en los de la oficina? El compañero Wehbe invita a estas reflexiones, mientras los demás seguimos exprimiendo nuestros sesos para saber de qué manera se juega en los campeonatos de la AFA. ¿Será que todo tiene que ver con todo? Por OSVALDO ALFREDO WEHBE
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os frases de hinchas ubicados detrás del alambre en la vieja cancha del barrio que cobija a nuestro club. Una, de unos treinta años atrás. El hombre con el pucho al costado de la boca, la bufanda marrón y el sobretodo al tono. Es el quinielero del lugar. El burrero empedernido. Pero también es el hombre que, para los más jóvenes, ha visto más veces al equipo de los que van a la canchita los domingos por la tarde. Su grito es “¡jueguen a los pases!”. Nada más simple. Nada más certero. Los muchachos del equipo parecen haber olvidado la regla de darle la pelota a uno de la misma camiseta. La otra expresión es más reciente. Ya viene desde la tribunita que el club construyó en los ‘90. Y es lanzada por uno de los auto-titulados “barras” del club. Porque hasta los más pequeños y hermosos sentimientos han recibido el virus del “hincha propietario”, ése que es más simpatizante de él que del cuadro. “¡Dejá de reírte, infeliz! ¡Andá a tirar paredes al patio de tu casa!”: más o menos traducido, para sacarle las palabrotas que contiene la oración original, éste es el mensaje que baja desde la grada al 10, que en medio de un partido de necesidades tiene el atrevimiento de divertirse un rato. Lo han recitado decenas de periodistas, hinchas, jugadores y afines: el fútbol dejó de ser un juego para convertirse en negocio, y como tal, la alegría se fue detrás de la obligación del balance final en la tabla de posiciones. Y si bien uno cree que hay mucho de eso en el balompié profesional, no es menos real y mucho más triste que por aquello de la penetración mediática (opio de los pueblos), ya ni en un potrero de un sábado por la tarde se juega al fútbol. Se enfrentan los Visitadores Médicos contra los Contadores en un campeonato de fútbol libre para profesionales, y si uno se para al costado de la cancha, la ceremonia previa, con técnico y preparador físico incluido, vestimenta para la Liga inglesa y cara de “los vamos a matar”, conforma la escenografía de lo que antaño era “vamos a patear un rato con los amigos”, o “esta tarde jugamos con los del barrio Alberdi”. Y si bien yo mismo siempre juego para ganar, está claro que el fútbol se ha cubierto de un profesionalismo degradante para
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las almas, ya no en la primera división solamente, sino también en un partido de inferiores en el que los padres hacen de Bilardo o Mascardi del otro lado del alambre. Hace más de setenta años un actor llamado Orson Welles narró por radio La Guerra de los Mundos, y la gente creyó que era verdad, y se produjo una histeria colectiva increíble. Con el paso del tiempo, y de distintas maneras, la gente sigue creyendo cualquier cosa que le digan, fundamentalmente por la televisión. Y por eso es que ya no hay revoluciones de las buenas y abundan rebaños vacíos de contenido. En el fútbol se imita a lo que se ve. Y como en el juego se ve poco, se copia el entorno. Caras de cola, nervios crispados, camisetas de seda y botines de colores. Eso sí: nada de dar pases, a ver si te toman por loco o te gritan que te vayas a jugar al patio de tu casa. Quien esto escribe es una víctima consentida de todo lo narrado. Siento placer por tirarla lejos y aguantar el uno a cero cueste lo que cueste. Y pongo cara de malo como para que Gatusso sea una niña al lado mío. Y cuando vuelvo a casa, no me animo a decir que fui a “jugar” a la pelota.
Éramos pocos y llegó Lacrosse Un deporte importado de Canadá revolotea palos por Soldati. Con cierta curiosidad, dijimos sí a la propuesta de una nota. Para que después no se diga que no fuimos pioneros, presentamos este manual iniciático para esta actividad que seguramente será furor... en el año 3000. Por FERNANDO DUCLOS Fotos ALEJANDRO KIRCHUK/NUEVE 13
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l Parque de la Ciudad es una de las zonas con más verde de Buenos Aires. Por sus senderos, y bajo la sombra de tantos árboles, uno puede tomarse un respiro del cemento y admirar el aleteo de un colibrí o la laboriosidad de las abejas. De los pequeños peces de sus lagunas se alimentan los patos; los loros desafinan sus melodías; y, por las noches, los sapos salen a buscar insectos. El 27 de marzo, a las 9, un grupo de personas se juntó allí. Cada uno de ellos sacó de su bolso un palo que culminaba en una red. Teniendo en cuenta el horario y el marco natural del lugar, no hubiese resultado del todo descabellado pensar que quienes ahí estaban eran los últimos cazadores de mariposas que quedan en Argentina. La opción, aunque algo anacrónica, no era del todo inverosímil, y hubiera dado lugar a muchas notas de color en
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otras revistas. Pero seguir observando la escena obligó a descartarla. Porque, además de sus instrumentos de caza, estos cuarenta amigos llevaban cascos, pecheras y guantes. Y lo cierto es que las mariposas no son tan peligrosas. Entonces, ¿qué hacían estos locos un domingo, muy temprano, a metros de la misteriosa Torre Espacial, y cada uno sosteniendo un palo con una red entre sus manos? Si las fotos no ayudasen, muy pocos hubiesen adivinado la respuesta: se preparaban para disputar un partido de Lacrosse. En pleno Villa Soldati, algunos innovadores armaban su equipo para jugar al deporte nacional de Canadá que, más que por atrapar insectos, premia al que sabe cómo capturar una pelota. Lo primero que hicieron estos precursores cuando llegaron al Parque fue buscar algún lugar para poder jugar. Una vez que lo encontraron, armaron dos ar-
cos. Después, marcaron las líneas. La cancha ya estaba lista. Faltaba, sin embargo, la entrada en calor, que no sólo incluía un poco de trote y elongaciones, sino también los pases de red a red entre compañeros. “Conocí esto por mis amigos –explicaba Agustín–.Entrenamos los fines de semana en los bosques de Palermo, y cada vez somos más los que nos vamos sumando”. Inmediatamente después, agregaba: “aunque la mayoría somos nuevos, hay algunos más experimentados: de hecho, en 2010, Argentina jugó el Mundial”. La Copa del Mundo de Lacrosse se llevó a cabo en Manchester, en julio del año pasado, y es cierto que el equipo nacional participó. Pero, al contrario de lo que hubiese sucedido en otro deporte, los jugadores que formaron parte del plantel, lejos de ser estrellas, son los mismos que están aquí, en el Parque, organizando todo, armando los arcos y explicándoles a los novatos de qué se trata el juego. Rodrigo Miquelarena es uno de los que viajó, y cuenta cómo fue la experiencia: “era la primera vez en nuestra vida que jugábamos en una cancha profesional. Perdimos 29-3 con Holanda, una de las grandes potencias del mundo, 20-3 con Gales, 16-5 Austria y, en el último partido, apenas 10-8 contra Francia. Quedamos en el 28vo. lugar de 29 equipos, pero fue una gran experiencia. Ellos, que eran todos profesionales, nos podían haber lastimado, pero nos perdonaron”. ¿Lastimado? Esa palabra nos obliga a volver, otra vez, al Parque de la Ciudad. Pero, antes, a explicar algunas de las reglas del deporte. En cuanto al ataque, es muy simple: hay que llevar la pelota dentro de la red, llamada cross, y lanzarla para meter el gol en el arco del otro equipo. El problema es la defensa: para sacarle el balón al rival, se le deben dar palazos, y no sólo en el cross, sino también en el cuerpo. Es decir, lisa y llanamente, hay que golpearlo. Por eso es que todos los que juegan llevan protección, y por eso es también común que mu-
chos partidos terminen a las piñas. En el primer encuentro del torneo argentino, mientras el mediodía se iba acercando, iban a enfrentarse Los Cuervos de Ciudad Evita contra Los Caballeros de La Plata; antes de que el árbitro tocara el silbato, la novia de uno de los jugadores platenses le susurró al oído: “divertite y tratá de no salir muy lesionado”. Por suerte para ella, nada de eso pasó. Primero, el árbitro del juego, que era uno de los mundialistas, explicó algunas reglas. Comentó que la modalidad de juego era Box Lacrosse, 5 contra 5, y les recordó a los jugadores que también se puede jugar detrás del arco. Por si no lo sabían, además, se marcó en su propio cuerpo los lugares en donde se puede golpear al rival –“de la cintura a la clavícula, vale; si no, es falta”. Lue-
go tocó el silbato y el partido comenzó. El equipo platense, compuesto por una mayoría de jugadores que recién estaban empezando, terminó el primer tiempo 4-0 abajo.
Ahora bien, antes de seguir con el relato, vale detenerse un momento en la escena, abstraerse de esa mujer que consuela a su novio por la derrota parcial y preguntarse ¿cómo es que empezó el Lacrosse en el país? O mejor: ¿qué es lo que pasó antes, cómo se llegó a ese momento en el que, un domingo, en el Parque de la Ciudad y con bastante público presente, están jugando Los Cuervos contra Los Caballeros? ¿Quién inició el camino? Aunque resulte casi surrealista, todo arrancó gracias a otro deporte de los considerados raros. “Era el técnico de la Selección Argentina de Badminton –cuenta Ricardo Acuña, el gran responsable de que exista esta historia– y me tocó viajar a Canadá. Entonces fui a la oficina de deportes de Winnipeg y me enteré de que había un montón de jue-
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gos que yo ni conocía. Pregunté qué era el Lacrosse, y la señora que trabajaba allí me notó con tanto entusiasmo que fue hasta un pequeño museo deportivo que estaba en el subsuelo y me regaló un cross para que me lo lleve a mi casa. Con eso empecé a jugar”. Y prosigue este personaje, que, además, es Presidente de la Comisión de Deportes Alternativos de Argentina (Codasports) y trajo al país juegos tan extraños como el Kabbadi –deporte nacional de Bangladesh–, el Korfball y el Ringosport: “en 1999, ya éramos varios; armábamos los palos con caña, tacuara quemada e hilo sisal trenzado. Los de la Federación Internacional de Lacrosse (FIL) se enteraron de que en este país se estaba jugando y vinieron a vernos, para ver si nos asociaban. Me imagino: habrán visto nuestros palos y pensado ‘retrocedimos mil años’. Encima,
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Para sacarle el balón al rival, se le deben dar palazos, y no sólo en el cross, sino también en el cuerpo. ese día el partido estaba muy tranquilo, entonces les dije a los jugadores: ‘quiero sangre’, y arrancamos a jugar con todo. Al final, voló un pedacito de oreja, y era increíble cómo aplaudían los gringos”.
A todo esto, la tarde avanza y el primer partido, Los Cuervos contra Los Caballeros, ya terminó. Ganaron los de Ciudad Evita 6-1, y Mariano Nakada, el mejor jugador argentino, hizo un gol. Son las 13 y está por empezar el segundo encuentro: Bulldogs contra Demonios. Dentro del Parque, probablemente, habrá alguna parejita tomando mate, otros disfrutando del sol y muchos pájaros mirando el paisaje desde la gigantesca torre. Mientras, un grupo de valientes se arenga antes de que comience el juego. Mariano, con un casco que lleva la leyenda “Argentina”, hombreras en las rodillas, short de Estrella de Berisso y camiseta de los Vancouver Canucks, exclama ante sus compañeros: “¡Vamos, vamos que tenemos que ganar!”. Después de eso, el juez da la orden.
Común denominador, la hipocresía
Nuevamente, la discusión sobre profesionalismo en el rugby cruza al periodismo. Esta vez, desde Un Caño atendemos a la URBA (Unión de Rugby de Buenos Aires) y sus declamaciones sobre el espíritu del rugby. Para hacerlo, nada mejor que la historia. Y un Bonadeo memorioso. Por DIEGO BONADEO
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romediando la década del ’30, y coincidiendo con la visita a nuestro país de un seleccionado de rugby sudafricano, se produjo lo que para algunos desprevenidos fue el principio de sinceramiento y blanqueo de lo que casi ingenuamente se denominaba “amateurismo marrón”, algo parecido a lo que en los países satélites de la entonces Unión Soviética, y por cierto también en la propia URSS, se dio en llamar “amateurs de Estado” (deportistas con sueldos de los gobiernos) y en Estados Unidos “scholarships” (becas universitarias que neutralizaban la condición de incipientes “marrones” para que unos y otros pudiesen, por ejemplo, participar de Juegos Olímpicos). Sucedió que dos de los integrantes de aquella delegación de Springboks (Elliott y Wolheim) no volvieron a su país con sus compatriotas y compañeros. “Contratados” por el club Hindú, permanecieron en la Argentina. No recibían un salario por jugar, sino que la dirigencia del club les consiguió un trabajo. Está claro. Ni sinceramiento ni blanqueo: hipocresía. Durante décadas, esta cuestión del semi-profesionalismo o profesionalismo tuvo a los subterfugios como comunes denominadores. Con el paso de los años, los sinsentidos y las trapisondas fueron moneda corriente en el rugby argentino, independientemente de la evolución del juego. Cada vez más mejoraban los jugadores, a pesar de los dirigentes. El club Comunicaciones –en aquella época Correos– tuvo que dejar la actividad rugbística porque tenía equipo de fútbol “semi-profesional”, pero a nadie le importó que decenas de clubes tuviesen profesionales de tenis o de golf. Una de las mayores inmoralidades, por cierto prolijamente obviada por la “historia oficial”, se dio en 1959, con la visita de los Junior Springboks sudafricanos. El entonces vicepresidente de la Unión Argentina de Rugby (UAR), un carcamán súbdito de su muy poco graciosa majestad británica cuyas iniciales eran Owen Marsden Tudor, tenía –o era bróker– de una agencia de viajes que, curiosamente, fue la que gestionó el viaje de los visitantes. Por supuesto, Tudor no donó su tajada para la difusión del juego ni para mejorar los vestuarios de los clubes más modestos. Y si de vestuarios se trata, uno de nuestros más grandes rugbiers, Héctor Pochola Silva, jugador de Los Tilos y capitán de Los Pumas, fue sancionado por participar de un aviso publi-
citario, pese a que donó sus honorarios para que en su club los jugadores tuviesen agua caliente.
Miserias y paparruchadas Alguna vez, un jovencito que actuaba en la entonces Quinta División le comentó a quien esto escribe que en su colegio –cuando no, el Cardenal Newman– no le permitían jugar en el club del que era socio (Universitario), bajo amenaza de una sanción ejemplar. Pero lo más absurdo, si de Cardenal Newman se trata, se dio con la aparición de la televisión por cable en nuestro país. Quienes regenteaban el club colegial decidieron permitir la grabación de secuencias de partidos a quienes lo hacían para canales de cable, pero prohibir el ingreso de cámaras para la televisión abierta. Quizá las autoridades de Newman suponían que los canales de cable eran asociaciones sin fines de lucro. Mientras tanto, la UAR organizaba giras para que visitasen nuestro país seleccionados neocelandeses, sudafricanos, australianos, británicos y franceses integrados por jugadores profesionales y les negaba la posibilidad de jugar en Los Pumas a rugbiers argentinos que jugaban en Europa. En 1977, en otra demostración de flagrante hipocresía, la UAR decidió “no invitar” a jugar en la Selección nacional a una docena de rugbiers que cometieron la tropelía de pretender elegir al capitán de Los Pumas, pero no tuvieron las cosas que hay que tener para suspenderlos, lo que hubiera sido una soberana injusticia. Alguna vez, un dirigente del club Regatas Bella Vista sugirió suspender a los jugadores que no se presentaran a los entrenamientos, como si esto fuese una obligación. Sin embargo, la evolución de los jugadores y del juego era constante. Una vez más, pese a los dirigentes. Por estos días, otra vez los jugadores dieron el ejemplo, al rebelarse contra la ignorancia de los dirigentes de la Unión de Rugby de Buenos Aires (URBA), que vaya uno a saber si alguna vez jugaron al rugby en serio, por su necedad al suponer que preservan el tantas veces declamado “espíritu del rugby” al negar una beca de $2.600 –que, además, no paga la URBA– para que unos pocos puedan tener un desahogo financiero y evolucionar en su rendimiento para, en el futuro, competir menos desigualmente con las grandes potencias. MAYO 2011 | UN CAÑO 45
PERFUME DE VARÓN
Por MARÍA FERNANDA MAINELLI
Fotos ALEJANDRO KIRCHUK / NUEVE13
“El ser humano nace de San Lorenzo”
La teoría de Miguel Ángel Rodríguez deja perpleja a nuestra periodista, que intenta decirle que los hinchas de todos los clubes piensan lo mismo. Pero el actor saca un argumento de la manga: “¿No viste los manuales de los chicos? Los dibujos del cuerpo tienen las venas azules y rojas”.
“¡El cuerpo humano, por dentro, es azul y rojo!”, sentencia Miguel Ángel Rodríguez, a los gritos y con un gesto de tenerla clarísima: típico código de hincha. Lo hace en un escenario ideal, en el subsuelo de un bar temático futbolero ubicado a metros del teatro Broadway, donde en un rato más hará La revista de Buenos Aires. Y como para que quede claro, cuando lo miro con cierta perplejidad por la afirmación, repite: “¡El cuerpo humano, por dentro…”, hasta que en el televisor que cuelga de una pared Messi le hace un golazo al Real Madrid y el comediante se agarra la cabeza, mira al cielo y encuentra la mejor excusa para demostrar su teoría: “qué golazo, pero que golazo. Claaaaaaaaaro, mirá los colores que tiene puestos. No te digo, yo. Para mí, Messi lleva puesta la camiseta de San Lorenzo. Qué golazo”. Cuesta que Rodríguez se olvide de Messi, regrese, se concentre en la entrevista y continúe con su extraña teoría de por qué todos los hinchas llegan a este mundo siendo de San Lorenzo: “para mí, el ser humano nace de San Lorenzo, y después tiene dos caminos, seguir siéndolo o equivocarse y hacerse de otro club”, continúa. –No quiero contradecirte pero eso mismo dicen los hinchas de todos los clubes. –¿Vos viste los manuales de estudio para chicos? –¿Qué tiene que ver? –Fijate en los dibujos del cuerpo hu-
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mano de todos los manuales: tienen las venas azules y rojas. ¿Qué otra prueba querés? Vayan a los libros –y se ríe, como lo hará cada vez que la irracionalidad del hincha se apodere de su ser–. San Lorenzo es amado porque siempre fue una institución que convocó no sólo a los propios hinchas, sino a un montón de gente de otros clubes que iban para hacer cualquier deporte. Era un club muy familiar. Además, como San Lorenzo sufrió tanto, mucha gente le tomó cariño hasta que Tinelli –lo dice en broma, aclaremos– se encargó de que nos tuviesen bronca. En nuestra cancha, la Selección argentina jugó el primer partido internacional. Fue el primer estadio que tuvo luz. San Lorenzo fue el primer bicampeón del fútbol argentino en 1972, y tuvo muchas gracias, como el Manco Casa, Pena, Coudannes, Zacarías, Mirko Saric, pero, del lado opuesto, fue el primer equipo grande en irse a la B. Y nos sacaron la cancha. Todo esto hizo que sea un club sufrido y que por eso se lo quiera. ¡Cómo no vas a tenerle cariño al que sufre! –Si ponés en una balanza lo que sufriste por San Lorenzo y las veces que fuiste feliz, ¿qué saldo te da?
–Positivo. El amor a un club es parecido al amor que les tenés a tus padres. Vos hacés un balance de todo lo que te pasó con ellos y seguro que, si dejás de lado los quilombos, las peleas y los problemas, lo que te queda es el amor. Tus viejos pueden ser jodidos, pueden estar ausentes, y vos los vas a querer igual porque son tus viejos. En cualquier amor, por más que sufras, lo que te queda es positivo. –¿Quién te hizo de ese club? –Nací en Saavedra, y me suelen preguntar por qué no soy de Platense, un club al que le tengo mucho afecto. Pero mi abuela, mi mamá y los hermanos de ella siempre fueron de San Lorenzo. Algunos de mis tíos jugaron en el club, y la hermana de mi vieja, mi tía Olinda (también de San Lorenzo), estaba casada con mi tío Manuel. Fue él quien terminó de convencerme de que sea hincha del Ciclón. Mi viejo era fanático de Boca de joven y de más grande perdió interés por el fútbol. A mi hermano, que sí salió de Boca, le gusta joderme con que yo era bostero; siempre le contesto lo mismo: que uno primero puede ser hijo, pero después se convierte en padre (otra vez,
“Si alguna vez mis hijos pensaron que se podían hacer de otro club que no fuese San Lorenzo, sabían que no comían más”.
Rodríguez se ríe de su canchereada). –Es raro que el fanatismo por un club venga de herencia materna y no paterna. –Es cierto. En mi caso, pasó así porque mi viejo dejó se ser futbolero y, en cambio, mi vieja mantuvo siempre muy presente a San Lorenzo en casa, y hasta el día de hoy sigue interesada y está al tanto de los partidos. –¿Cuáles son las palabras justas para definir ese sentimiento que te une a San Lorenzo? –Voy a caer en los lugares comunes que no por eso son menos ciertos. Esas palabras son pasión, amor y fidelidad. Al fútbol lo inventaron los ingleses; llegó a un país conformado por gente de distintas nacionalidades que huían de la pobreza y la guerra y se convirtió en un juego que nos unió. Aunque después el fútbol se haya convertido en un negocio y pareciera que divide, yo creo que nos une en un sentimiento común: el del amor incondicional. El fútbol te pone ciego. El hincha da todo, aunque el equipo te dé más o te dé menos. Enrique Pinti decía que pasan los gobiernos, pasan los peronistas, los radicales y quedan los artistas; y San Lorenzo canta: “pasan los dirigentes, pasan los jugadores, queda la hinchada”. Eso quiere decir que permanece el sentimiento. –¿Te acordás del día que fuiste por primera vez a la cancha? –Fue un partido contra Ferro en la cancha de Avenida La Plata, a principios de los ‘70. Fuimos un grupo grande en la Rambler enorme de mi viejo, con él, mis tíos y mis primos varones, que somos mu-
chos. Lo primero que me impactó fueron los colores de los carteles, de la camiseta y el verde del pasto, porque yo tenía la idea de que era todo blanco y negro por la tele. Y después, el ruido que hacía la pelota en el pie del jugador, porque no te olvidés de que en esa época las pelotas eran pesadas. Me acuerdo del ruido que hizo la pelota cuando le pegó en el pecho al arquero Irusta. También me impresionaron los gritos de los jugadores porque, claro, eran seres humanos y hablaban. Tengo lindos recuerdos de tomar el colectivo 67 de Saavedra a Puente Pacífico y de ahí, el 15 a Avenida La Plata, por la que había que caminar un poco en subida. Cuando llegabas a un punto, aparecía enorme y majestuosa la cancha. Era una sensación hermosa. O esperar en la puerta a los jugadores, como lo hice con el Sapo Villar para que me firmase un gorrito un día nublado, lluvioso… Parece un tango, y claro que lo es. ¡La Avenida La Plata, el empedrado, Boedo, un día lluvioso, la mierda si no es un tango! Pero es una linda pintura, ¿no? –¿Qué tipo de hincha sos? –Pasé por varios estados. Si mis dos hijos putean como lo hacen es porque me deben haber visto hacerlo a mí de la misma forma. Ahora trato de medirme un poco, más que nada por el laburo. No puedo subir al escenario a hacer dos funciones en una noche disfónico por haber gritado como loco en la cancha. No da. Ahora sólo grito el gol y tiro alguna que otra puteada al árbitro, pero más bajito. Pero antes volvía disfónico de cada parti-
do. Era de putear mucho, mucho. Nunca fui violento, nunca tiré una piedra, porque detesto la violencia. Pero putear, en todos los idiomas que te imagines. –¿Nunca cometiste un exabrupto del que te hayas arrepentido? –En un partido de la Primera B contra Morón, en la cancha de Huracán, cuando no teníamos estadio y alquilábamos, se armó un quilombo de insultos y piñas. En un momento, la hinchada bajó para voltear el alambrado, y yo, en un estado de absoluta inconsciencia, me sumé a la masa, enajenado. Cuando vi la escena por televisión, me dije “¡yo estuve en ese quilombo!”, y me dio vergüenza. Fue en 1982, a nuestro equipo lo dirigía el Toto Lorenzo. –¿Te gastan más en la calle por ser una persona pública? –Si me cruzo con los de San Lorenzo, el saludo es doble. Con los que son hinchas de otros equipos, no pasa de un “¡vos, cuervo!”, o un “lástima que sos de San Lorenzo”, y yo por dentro pienso “en fin, cada uno se caga la vida como quiere”. Nunca me pasó nada grave. El otro día, incluso, fui a ver San Lorenzo a Lanús, le pregunté a un cana si podía pasar con el auto y como me reconoció, me dijo “sí, maestro, pase”. Hice una cuadra y quedé en medio de la hinchada de Lanús que llevaba los bombos, te imaginarás que no eran señoras de Barrio Norte... “La puta”, dije, “este cana me lo hizo a propósito”. Los tipos se me acercaron a los gritos de “qué hacé vo’ acá, cuervo”. Les contesté “¡me equivoqué, papá, no me voy a hacer hincha de Lanús!”, y listo, se cagaban de risa. No iría a la platea de Huracán, aunque me gustaría, porque tengo muchos amigos de Huracán, como el Puma Goity y Coco Sily. –Ya que Huracán es el archirrival de San Lorenzo, ¿te gustaría que se vaya a la B? –No, y nunca me gustó. Quiero asegurarme los seis puntos en el año (Rodríguez festeja con una carcajada su maldad). A mí me gusta tenerlos, no que se vayan a la B. Quiero que el clásico se juegue y que ganemos. Yo hacía el programa Jamón del medio, por TyC Sports, y tenía tres productores hinchas enfermos de Huracán, no más o menos: enfermos: Ellos me cargaban permanentemente, andaban
en changuito por el estudio y me jodían todo el tiempo. Pero el fútbol tiene esas cosas, esa gracia. A San Lorenzo y Huracán los une la ironía y el humor. Pensá que el ídolo de San Lorenzo, el Bambino Veira, es de Huracán, fue jugador y figura en Huracán, pero es nuestro ídolo. –¿Cómo es un día tuyo cuando el equipo pierde? –Lo hablo con el psicólogo. Estoy tratando de buscar un método para que no me afecte tanto. Todos los campeonatos me propongo tomármelos con más calma. Me digo “este campeonato no, tranquilo, si se gana bien, y si no, mala leche, veamos fútbol’, pero no la paso bien, me amargo. Antes era peor, andaba deprimido toda la semana si perdíamos, he llegado a sufrir y hasta llorar. Ahora no vale la pena llorar porque el fútbol se transformó en un negocio y se perdieron los sentimientos, que siguen estando, pero no como antes. Pero me gusta escuchar las cosas que dicen los tipos en la platea, me divierto como loco. Una vez escuché que un hincha le dijo a un juez de línea “metete la bandera en el culo y salí a remate”, una genialidad. Nosotros tenemos una hinchada con mucha imaginación. Diego, que durante unas cuantas horas fue jugador de San Lorenzo, reconoció que somos los más talentosos. –Perdón por mi ignorancia: ¿Maradona jugó en San Lorenzo? –Claro, antes de ir a Ñuls. Una noche, Diego se juntó con el Bambino en su casa de Avenida del Libertador, y mientras ellos charlaban en la cocina, en el living el presidente de San Lorenzo acordaba el pase con su representante, Marcos Franchi. Durante toda esa noche y varias horas del día siguiente, Maradona fue jugador de San Lorenzo. –Pero eso no es lo mismo que haya jugado. –En mi cabeza, sí. Cuando me enteré que se iba a Ñuls, me quería pegar un tiro en las pelotas. Pero me conformo con que Maradona haya reconocido que tenemos a la hinchada más creativa. Nosotros tenemos unas canciones hermosas, como esa de Víctor Heredia que dice “acá está la gloriosa hinchada de San Lorenzo, la que no tiene cancha y se bancó el descenso, y a pesar de los años y los mo-
mentos vividos, sigo estando a tu lado, San Lorenzo querido”. Esto, cantado por la hinchada, es algo que te pone la piel de gallina. El otro día, cuando hicimos la marcha por la recuperación del viejo Gasómetro, la gente la cantó y llorábamos por una vuelta que ojalá se dé. –Ya que mencionás la movida por la recuperación de la cancha, hace unas semanas fuiste orador en el acto que organizaron los hinchas. ¿Preparaste el discurso? –¡Me da mucha risa la palabra orador! Me invitaron al acto y, obvio, fui. Tenía muchas ganas. No podía creer la cantidad de gente que había. En un momento, me hicieron subir al escenario y me pidieron que dijese algo, que contase unos chistes, y yo trataba de explicarles que eso
no era un show, pero no hubo caso. No sabía qué decir hasta que me pusieron un micrófono. Cuando saludé, se sintió una ovación tremenda que me puso la piel de gallina. Ahí empecé a decir una seguidilla de huevadas que ni yo puedo creer. Me dejé llevar y dije barbaridades como que los que no son de San Lorenzo son todos unos hijos de puta. Al otro día me llamó Ernesto Tenembaum para sacarme al aire, en su programa de radio, y me preguntó si ese sacado era yo. Cuando me vi en la tele no lo pude creer, parecía Raúl Castells en una marcha. ¡Qué papelón! Cuando bajé del escenario, Sanfilippo me dijo “vos sí que la tenés clara”. ¿Qué clara?, fue la emoción del momento que me embargó. Había 20.000 personas, todos llorando, mirá si no me iba a emocionar.
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–¿Le perdonás todo a tu equipo? –A veces no, a veces puteo mucho. Entiendo que el hincha mira el partido desde arriba, que no juega, y andá a correr en la cancha de San Lorenzo, andá a jugar un partido entero en la cancha de San Lorenzo... Pero, por otro lado, me digo “hijo de puta, vos entrenás todo el día para jugar bien, no la podés mandarla a la tribuna”. Yo me subo al escenario del teatro y la letra la sé. No creo que vaya a ser presidente del club, pero desde hace tiempo tengo esta idea: haría un contrato por guita con cada jugador, pero también afinaría los números, le contabilizaría cuántas veces dio mal la pelota o cuántas veces la pateó afuera, y le descontaría un porcentaje. Si se la atajó el arquero, no le descuento nada, pero si la mandó a las nubes, son cinco lucas menos. ¡Mínimo, pegale bien! Si les tocás el bolsillito, vas a ver cómo juegan mejor. –¿Cuál es tu prototipo de jugador preferido? –Me gustan los arqueros. Aunque la mayoría piense que es un puesto para boludos, no es así. Pero me gustan más los que juegan para el equipo, como Francescoli. Yo soy fanático del Gringo Scotta, siempre lo admiré y tengo una foto de él en mi agenda, porque hizo 60 goles en un campeonato. Era una bestia peluda que tiraba las pelotas al cartel de Gancia,
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pero terminó sin fallar ninguna. A él, se la servía el Negro Ortiz, un genio del fútbol. Ortiz y Telch eran tipos que distribuían, que hacían un trabajo que no se notaba pero se notaba. Eran los que pensaban, y esos son los que más me gustan. –¿Jugás al fútbol? –Ya no, estoy en un momento de guardarme. Imaginate que el otro día, de sólo saltar en la manifestación, casi me rompo la rodilla… Tuve que ir al médico como un boludo. Desde chiquito y hasta VideoMatch, jugué mucho. –¿Cómo te desempeñabas? –Todo lo contrario a lo que son mis prototipos (se ríe de nuevo): no pensaba mucho porque soy medio rústico, como me ves. Me gustaba jugar arriba y hacer goles, también fui 2 y atajé, que me encanta. Estuve en varios puestos, pero lo importante era jugar a la pelota. –¿Recordás algún buen momento como jugador? –Recuerdo un partido que jugué en el patio del colegio Santa María de los Ángeles, en el barrio de Saavedra. Era un colegio de dos pisos, y en la parte de arriba funcionaba de palco. Era una final, el patio estaba lleno de papelitos y nos cambiamos en el baño, que ese día funcionó como vestuario. Jugué muy bien de 2, pero en un momento me llegó la pelota, levanté la cabeza y, a pesar de que el
patio era enorme, se la serví justo en la cabeza a Felipe Urto, mi compañerito, y fue gol. No me olvido jamás de ese pase. Otra que me acuerdo fue un partido en el parque del Club de Amigos, durante un campeonato interradial. Jugué adelante e hice un gol de zurda al ángulo, y eso que yo soy derecho... Pero no me preguntes cómo lo hice porque no lo sé. –¿Te comportás en la cancha como sos afuera como amigo, padre, compañero de trabajo? –Creo que sí. Siempre, dentro de la cancha jugué para divertirme y aportando al partido una cuota de humor, y así soy afuera, me río mucho. Era de responderle a algún rival, cuando me decía “la concha de tu hermana”, “elegí con cual, porque tengo tres”. O jodía a los árbitros que suelen decir “usted es vivo”: les respondía “sí, soy vivo”, y me comía la tarjeta. Ese humor que tengo en la vida, en general lo apliqué en la cancha, porque en definitiva siempre fui un boludo importante. –Tenés dos hijos. ¿Te esforzaste para que sean de San Lorenzo? –Compré todas las sábanas, calzoncillos, remeras, pijamas, almohadones, cuadros, fotos, todo… Mis hijos abrían los ojos y lo único que veían eran los colores de San Lorenzo. Y si alguna vez pensaron que se podían hacer de otro club, sabían que no comían más.
CUESTIÓN DE GÉNERO Por MARÍA BOTTINELLI
Huevo duro
Hay detalles que los hombres no miramos en un partido de fútbol. Una colega, nos advirtió hace un tiempo sobre un detalle que buscó como quien busca el pelo. Prometemos ser más observadores, cualidad que no abunda entre tanto varón editor, siempre predispuesto a los descuidos.
H
ay muchas cosas que ya no se ven en una cancha de fútbol. Aquí nos ocupamos de una de ellas, que probablemente haya pasado inadvertida para periodistas, analistas y hasta para el hincha más acérrimo. Pero no para mí, una espectadora desapasionada y hasta desinteresada de este deporte, que fija su mirada en los detalles más superfluos. Vayamos al grano: ¿por qué los futbolistas ya no se protegen los huevos en los tiros libres? De verdad, eso ya no se ve. Al menos no con la misma vehemencia de los ‘90, cuando los futbolistas se agarraban “las joyas”, como decía un viejo relator de Fútbol de Primera (ahora mucho más viejo, pero en Fútbol Para Todos) que bien marcaba ese detalle cuando había un tiro libre de peligro cerca de algún área. Sí, ya sé que van a decir que tengo la idea fija y que soy la típica mujer que mira fútbol porque le gusta ver a veintidós tipos transpirado la camiseta. Error. Comencé a notar esta falta de protección en la zona viril cuando empezó a aburrirme el fútbol y sus previsibles sistemas de juego, y entonces enfoqué la atención hacia otros lados. ¿Quién puede culparme? Tengo varias teorías sobre este asunto. La más fácil es decir que los jugadores ya no se protegen los huevos porque hace rato dejaron de ponerlos en la cancha. No voy a cuestionar esta afirmación, habrá quien los ponga y quien no, pero estoy segura de que la cosa no pase por ahí. Tal vez tenga que ver con el hecho de que hace rato no hay nadie que acier-
te la puntería, y la pelota ya no es vista como un proyectil que puede terminar con la hombría del futbolista. Porque, en rigor de verdad, ¿qué porcentaje de tiros van al arco? Puedo afirmar, sin temor a equivocarme, que el 90% serían anotaciones en deportes como el rugby o el fútbol americano, pero acá son una muestra acabada de la falta de técnica y sutileza a la hora de patear la pelota. Sobre todo si es la cuestionada Jabulani, balón mundialista que, de tan moderno, nadie puede controlar. Hablando de la tecnología puesta al servicio del deporte: hay quien asegura que en el slip del futbolista hay una malla de protección que amortigua los pelotazos, aunque se aclare que no sirve para eludir los golpes bajos de algunos perio-
distas, precisamente rompehuevos. Otra hipótesis es más bien política: a Cristina le parece grasa. Y la verdad que tiene razón: no queda nada bien que el jugador profesional se ande tocando y protegiendo las zonas bajas, y menos cuando, gracias al Fútbol Para Todos, los partidos los miran desde niños hasta abuelas. El Fútbol Para Todos debe ser, casi por decantación, Apto para Todo Público. Y, claro, menos grasa. Por último, simplemente creo que esta es una de las tantas cosas que se fueron perdiendo del fútbol de potrero, de ese juego casi amateur que el deporte híper profesionalizado fue matando de a poco. Ojalá que vuelva Tevez. Él sí que pone huevos y, además, sabe cómo protegerlos.
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¡Qué carajo, la Máquina del Bajo! La nostalgia no siempre es angustiante. Muchas veces sirve para recordar momentos intensos, escuelas de vida, amigos que se fueron pero siguen presentes y tantas otras cosas que nos formaron como personas. En esta intensa recorrida por la vida de Defensores de Belgrano en la década del ‘70, se resumen momentos que muchos cuarentones podemos sentir como propios. Por ANTOLÍN MAGALLANES
A
hí, enfrente de la Escuela de Mecánica –como se le decía en el barrio de Núñez antes de que se convirtiera en la tan temida ESMA–, está el Club Atlético Defensores de Belgrano. Ahí, donde se juntan las esquinas de Comodoro Rivadavia y Libertador. Ahí, donde durante tantos años la confitería del club permaneció cerrada porque, según narra la leyenda popular, enfrente había un boliche medio trampa de un comisario. Ahí, en ese punto de la ciudad, que alguna vez fue margen sin resolución urbanística, un lugar por donde pasó la colonización de tierras tal como se pensó no hace muchos años (“como una novedad”) para el Sur de la Ciudad. Es decir, reparto de lotes para clubes, laboratorios y también para algunas otras empresas. La huella persistente de ese camino de remedios y deportistas generó la ocupación de predios por parte de ese rubro de actividades y generó ese raro sendero de chalets y títulos técnicos que Salvo recorría en El Eternauta por Libertador, hacia “el Asedio a River Plate”. De esas ventajas se valió Defe para establecer su estadio en esos arrabales lejanos. Allí se afincó un club más en la trama de los clubes; un club plebeyo, que tenía un único deporte, el fútbol, lo que le permitió a tantos “hombres que están solos y esperan” sobreponerse al tedio de los sábados por la tarde durante años –y aún hoy–. La década del ‘70 fue seguramente para Defe la época dorada. Fueron años en que Defensores, por diversos motivos, se convirtió en un lugar de referencia. De referencia porque detrás del mítico ascenso a Primera B en el ‘72, inscribió para siempre un culto al juego elegante y contundente. Y el emblema fue un pibito flaquito, medio chueco y de
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andar desgarbado. En el barrio le decíamos René. Los relatores lo identificaban como Houseman. René fue puesto en el candelero por Defe y, un año después, se llevó su mística y gloria a Huracán para subirse para siempre al parnaso de los héroes del fútbol. Houseman hizo en el futbol lo que hoy se les ve hacer a Ronaldinho, Nani y algunos pocos más. La fantasía la hizo el Loco cuando eso era impensable. Y además lo hacía en un torneo que carecía de referencias televisivas y de buenos modales. El Defe del ‘72 y sus alrededores es una especie de compendio de los años ‘70, un lugar que se hace fuerte en el recuerdo de aquellos tiempos. La gente que concurría al estadio era diversa, las tribunas eran compartidas por muchos habitués de otros clubes sociales sin fútbol del barrio. Venían a ver a Defe para escapar un rato de sus familias. A estos personajes los identificábamos por el polvo de ladrillo en las zapatillas o por la traza del que había dejado a la mujer junto a la parrilla. Otros de la fauna éramos los pibes del barrio, los que nos amontonábamos como racimos en lugares estratégicos, de acuerdo a esquina la esquina de pertenencia o a la escuela. Y por supuesto, estaban los veteranos de zapatillas Sorpasso y pantalón de vestir, con la punta de un pañuelo que se les escapaba por el bolsillo trasero, gorras y panzas criollas. La mujer brillaba por su ausencia en el templo. Entre los que también frecuentaban el club había actores y modelos famosos. Luis Tasca animaba muchas tardes en el ángulo superior derecho de la tribuna que estaba sobre las boleterías; Ante Garmaz, conocido hincha de Boca, también era ilustre concurrente de los sábados en el Bajo. Ante solía
recorrer la popular con ropas que sólo se podían ver en las propagandas de perfumes de la época, pilchas nuevas, a estrenar, súper elegantes, mientras se comía un chori. Ustedes se preguntarán: ¿qué hacía Ante Garmaz en la polular de Defensores? Y yo tengo la respuesta: el arquero de Defe era el Loco Sambucetti, un tipo muy fachero, que logro cierta fama de modelo promocionando una pasta dental y más tarde como cacique de electrodomésticos fabricados en Tierra del Fuego. ¿Se acuerdan de Trasnoche Aurora Grundig? La moda no solo pasó por la cancha, sino también por el club. En la hermosa pileta de natación era común ver a Chunchuna Villafañe buscando a sus hijas, Juanita e Inés, quienes junto a la bonita de María destruían corazones de los pibes que las mirábamos como salidas de un cuento. También acaparaba nuestra atención la inmensa presencia de Ringo Bonavena, quien solía pasear su gigantesca humanidad por los pasillos de la cancha mientras su hermano Vicente dirigía al team en difíciles campañas de la divisional. Nunca olvidaré a Ringo, metido dentro de un saco de cuero hasta las rodillas, con una polera negra pegada al cuello, pantalones Oxford y zapatones con leve plataforma. Sus manos inmensas, con cicatrices, intimidantes… La gente lo quería. Yo lo quería. Los entretiempos de aquellos años eran amenizados por un disco de pasta de 45 revoluciones, con un único y repetidísimo tema de Sabú, tras un ruido a fritanga, producido por una púa que araba los surcos del vinilo. Chuenga paseaba por las tribunas dándoles a los pibes que
le entregábamos una monedita un montón de golosinas. Pero a los grandes, que ponían más guita, los amarreteaba. La justicia también se expresaba en pequeños detalles. A veces cuando los partidos terminaban y salíamos de la cancha, se tomaba noción de los poquitos que éramos, si nos comparábamos con la cantidad de marineros que salían de la Escuela de Mecánica –reitero, para que no se olvide jamás, como se le decía en el barrio de Núñez antes de que se convirtiera en la tan temida ESMA–. Era una marea azul que ocupaba toda la avenida y se expandía por todo el barrio. Lo recorría en busca de trenes, colectivos, taquillas, putas y peringundines. Eran muchachos morochos, aindiados, con caras de inocencia, provincianos que chanceaban tímidamente desde sus uniformes. Los desbordes eran siempre producidos en los partidos con los grandes de la divisional: Tigre, Talleres de Escalada, Quilmes, Deportivo Morón... La canchita del Bajo quedaba chica y siempre había quilombo. Recuerdo cuando los de Tigre apoyaron la punta de una navaja en el paño de la mesa de billar, abriéndolo como si fuese el Mar Rojo. Yo no recuerdo de esas épocas el clásico con Excursionistas, porque fueron muchos años en distintas categorías. Pero como eran otras épocas, muchas veces podía ir de la mano de mi tío a ver a Excursio, cuando Defe jugaba de visitante, sin ningún tipo de problema y sin suponer que ése era nuestro rival ni el vendaval de enemistades y estupideces que vendría después. Los clásicos de los ‘70 eran con Platense, y ese día sí era
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fiesta. Recuerdo al Loco Massini en el arco del Calamar, vecino y verdulero del barrio, amigo de los pibes que lo íbamos a ver meter las papas en las bolsas de nuestras viejas. Era increíble que aquel hombre que volaba de palo a palo fuera el verdulero de la esquina. Pero volviendo a esos clásicos, nunca jamás se olvidará uno que le ganamos con un golazo de tiro libre del glorioso Ratón Leonardi. Fue la primera vez que vi un gol de tiro libre, y creo que fue un acto de magia. Durante días se reconstruyó en mi mente ese gol ante cualquier espacio que me recordará un arco. Arqueros tuvimos buenos y heroicos. Ya nombré a nuestro galán, pero como olvidar al Tano Galelli, que hizo la de Cantoná, pero con un gargajo en pleno rostro de un hincha que no paraba de insultarlo. El Gato Anhiello, Ferro y el Ruso Kadijevcih fueron otros grandes, imitados en interminables desafíos de potrero y recreos. Como así también Nocito, un eterno suplente, que gozaba de la simpatía de nuestra barra y nos dejaba patearle en los entrenamientos. Defensores jugaba abajo con Cheves, Leonardi, Morcillo, Iélamo y el eterno e interminable Tano Giardullo, que nos acompañó a lo largo de toda la primaria y la secundaria, y coronó entregándonos el título en la Universidad. Sólo el Loco Gatti fue tan gentil de expresar también ese noble acompañamiento en nuestras vidas. En el mediocampo estaban Busti, el Delfín Benítez, Santiago, Vidal Ayala… Y delanteros como López (aquel del grito “¡Defe toque, Defe toque / que los goles los hace López!), el Sordo Díaz, Valentini, Balbuena (también Mencho, pero trucho, quien me obsequió la camiseta 16, una que nos prestábamos entre amigos para usar dos días cada uno hasta que alguna madre se
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apiadaba y la lavaba) y Biasin, con su pinta de hippie de Woodstock y apodado el Loco, en merecido homenaje a los atrevidos de la raya. Ése era el Defe que yo viví, con la presencia de la gloriosa Jotapé, que pasaba por la Unidad Básica de al lado de casa, la “Perón o Muerte”. Iban a la cancha, iban a Ezeiza, iban a buscar al General, iban –como la mayoría– para un mismo lugar. Cortaban el tránsito y nos armaban un mini-campeonato Evita un sábado por la tarde, y todos los vecinos debían correr sus autos para darnos espacio a los pibes. Desde esa Unida Básica, con mis pequeños compañeros de tribuna, escribimos una carta de Navidad al general que fue contestada por Isabelita, dos días después, y que llegó a casa uno de nuestros buzones. La dictadura apagó ciertas efervescencias, pero nunca olvidaré el primer partido después del Golpe, en el que nuestra hinchada se desgañito cantando “¡Chupe, chupe no deje de chupar / que a Defe no lo para ni la Junta Militar!”. También recuerdo cuando la Policía se llevó detenida a la Comisión Directiva por realizar actividades políticas, y entonces fuimos un pequeño sueltito en La Razón, que nos ilustraba diciendo que “algo estaba cambiando”. La historia nos dice el triste por qué de nuestra tribuna llamada “Marcos Zucker (h)”. También nos dio el orgullo de ver todos los jueves, en las rondas de las Madres de Plaza de Mayo, a un muchacho que apodábamos El Mono, que siempre las acompañaba. El Mono era el que tocaba el bombo rojinegro en la hinchada. Y El Mono ayudó a que uno entendiera muy temprano ciertas cosas. El Defe de los ‘70 llega a mi cabeza con desorden narrativo y me recuerda que ese equipo era el que todos los sábados nos llenaba de expectativas y nos entregaba un espacio para aprender el futbol y la vida. ¡Qué carajo, la Maquina del Bajo!
HOMBRES DE NEGRO
Por ALEJANDRO WALL Fotos FABIÁN MAURI
To be or not to be
Convertido en actor, el ex árbitro Carlos Mastrángelo da cuenta de su carrera luego de sufrir el punzante golpe del retiro de las canchas. De su costumbre de darles un chirlo a los jugadores, de su estilo de hablar antes de “tarjetear”... Las memorias de un hombre que asegura que entraba a la cancha para divertirse. Seguramente, después de leer esta nota, usted se preguntará si todo lo que cuenta ocurrió o no.
C
arlos Mastrángelo fue árbitro por casualidad. Eso dice: que jugaba de zaguero en Barracas Central, que un día alguien le recomendó que se vistiera de negro, que él dijo “ni loco”, pero que al final se metió. Luego vino el secreto dermatológico que siempre explicaba Roberto Goicoechea: el bichito deja una roncha que, de tanto rascarla, se desparrama por todo el cuerpo. Mastrángelo ya acariciaba los 30 años, una edad difícil para frenar esos brotes. Después de un largo recorrido por el Ascenso, Carozo –su apodo– dirigió nueve años en Primera. Su estilo, como leerán más abajo, incluía la voz en alto y algún golpe, quizás por cierta afición al boxeo: “con mi viejo jugaba de manos, ponía cara con cara y ta ta ta ta… Me gustaba tirar el uno-dos. He cobrado también, eh”. Las historias del Mastrángelo referí son relatos de superacción. Pero hay otro Mastrángelo –o el mismo, en su faceta artística– que está hecho a puro drama y comedia. Porque el teatro también fue un bichito que picó tardío y efectivo. A los 63 años, empleado del Congreso, periodista deportivo recibido, director técnico, esposo de Beatriz, padre de cuatro hijos y abuelo de siete nietos, Carozo también inter-
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preta diversos papeles sobre el escenario. Y algo de eso, nos advierte, había en la cancha con sus gestos y movimientos. Ser árbitro también resultaba una forma de actuar. Aunque antes fuera inevitablemente puteado y ahora sea efusivamente aplaudido. –¿Cómo te surge estudiar teatro? –Yo sufrí dos robos en la casa donde vivía antes. Después del primero quedé mal. Y fui a una psiquiatra. Para mí el psicólogo era el espejo, yo me hablaba. Después de que me retiré del arbitraje, y ya recibido como periodista deportivo, pensé que me contrataban de Fútbol de Primera para las jugadas dudosas. Nada... Tenía que llevar sponsor a todos lados. Ahí me entró un bajón tremendo. Mi último partido fue el 22 de marzo de 1996. Bajón, bajón, bajón, bajón... Me fumaba dos paquetes de cigarrillos por día, me chupaba ocho whiskys, me dormía a las ocho de la mañana. El 1° de octubre de 1996 me miré al espejo y me pregunté: “¿te querés hacer mierda? Sacá un chum-
bo y pegate un tiro”. Ahí corté todo. –¿Qué es todo? –El cigarrillo, el chupi, el juego, todo… Tenía unas ojeras por acá. Entonces, después del robo, la psiquiatra me dice “¿a usted qué le gusta?”. Y yo actuaba, recitaba. Mi viejo fue peluquero en un conventillo en Pasco 1420. Había laburado con Luis Sandrini hasta que murió una hermana que yo no conocí y dejó todo. Yo había hecho teatro en los ‘70, con compañeros del Congreso. Una obra y nunca más. Así que Fabián Gianola, que es amigo, me mandó con Carlos Evaristo. Y empecé con él. –¿Es decir que hay una referencia en la familia? –Hay una vena artística. –¿Con qué obra empezás? –Lo primero que hago es En boca cerrada. Un papel dramático fuertísimo. Fue la mejor obra en la que estuve. Después hice Monterito, de Daniel Dátola. Era un italiano, un bufetero. Luego actué en El viejo criado. Y también hice un monólo-
“Vi que uno desde la tribuna le tiró una piedra al juez de línea. Entonces le saco el machete al policía, trepo al alambrado y le pego con el machete al que tiró la piedra. ¡Vestido de árbitro!”.
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go de Los machos no lloran. Me vinieron a ver Esteban Pogany, Luis Abramovich, Jorge Higuaín… –Tipos que dirigiste –Claro, porque tengo buena onda con los jugadores. También vinieron el Chino Tapia y Caruso Lombardi. Y el Beto Pascutti me dijo “hijo de puta, me hiciste llorar”. Y bueno, después hice La noche de la basura. Pero es muy difícil entrar, hay como diez mil actores sin laburo y que viven de eso. –¿Vos no podés vivir de eso? –No, no vivo de eso, lo tomo como un hobbie. –La diferencia es que siendo árbitro no te aplaudían. –Nunca. Hace poco un muchacho me invitó a una cantina en Quintino Bocayuva y Carlos Calvo. A mí me gusta mucho el tango. Uno de los cantores, Carlos Paiva, conocía a mi hermano. Estaba Perfumo ahí, también. Y recité a Héctor Gagliardi. Entonces la gente me aplaudió a rabiar. Y dije: “es la primera vez que me
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aplauden; siempre me putearon”. –Pero tu apellido no ayudaba a la puteada. –¡No! Es muy largo. Pero en la hinchada de Ferro yo tenía conocidos. Y una vez estaba dirigiendo un partido contra Racing y escucho: “Mastrángelo botón, la puta que te parió / Mastrangelo botón, la puta que te parió/ Bigotudo hijo de puta, la puta que te parió” (risas). Ahhhh, lo llamé al Toto Evangelista, que era el presidente, y le mandé decir a los de barra que los iba a buscar a todos. Yo era de pelearme, eh. ¡Guarda! Yo me encerré en un baño con Blas Giunta para boxearme. ¿O vos te creés que era joda?
–¿Cómo fue eso? –Y… Porque lo eché en cancha de Newell’s y vino al vestuario. Pum, pum, pum, golpeó la puerta. Le dije “vení acá, dale, ¿qué te pasa? ¿O vos te creés que porque tengo esta pilcha soy cagón?”. –¿Ya se habían puteado en la cancha? –No, ya lo había expulsado. Lo eché tres veces a Giunta, y mirá que yo no era de echar. Yo a los jugadores les hablaba. Hace poco Hugo Pérez declaró: “este loco te pegaba trompadas en el estómago”. Claro, yo cuando venían y se juntaban un poco, empezaba pim, pum, pam…. “¿Qué te pasa? ¿Querés sopa conmigo, pelotudo? Tomatelá”. Era un es-
“Y recité a Héctor Gagliardi. Entonces la gente me aplaudió a rabiar. Y dije: ‘es la primera vez que me aplauden; siempre me putearon’”.
tilo de dirigir que me sirvió. Yo jugaba al fútbol y te mataba. –¿Y podrías dirigir así ahora? –¿Cómo? –Metiendo piñas ahí abajo –Sí, si yo lo hice con la televisión. En un Boca-Racing se agarran Alejandro Giuntini y el Puma Rodríguez. Giuntini le dice “andá, negro”, y el otro le dice “andá, putito”. Y yo me meto, pum, y les digo “Negro, vos andá para allá; y vos, Giuntini, la concha de tu hermana, jugá ahí”. Y la cámara me hace shuuuuc, me enfoca, y Araujo dice “¡qué boquita, Carozo!”. En el entretiempo, encima, le digo a Fito Paez, el juez de línea: “apurate que tengo ganas de fumar un faso”. Y otra vez la televisión, shuuuuc. Pero a mí me chupaba un huevo todo, yo me divertía... En Vélez-River, mi último partido, el primer encuentro entre Husain y Almeyda era foul para Vélez. Se juntan algunos jugadores, y veo que viene Chilavert. “Tomatelá para el arco”, le digo. “Vengo a patear el tiro libre”, me dice él. Me cagó. En el segundo tiempo, después de que Francescoli le pegara una terrible murra al Pacha Cardozo, yo lo iba a amonestar; la pelota estaba quieta, viene corriendo Chilavert, lo voy a encarar y me acuerdo que me dice “¡agáchate!”. Y ahí doy la orden: “¡juegue!” –¿Te grita “agáchate”? –Sí, y “córrete” a Bassedas. Yo soy fana de River, y era mi último partido. Encima iban 2 a 2, un córner favorable a Vélez, faltaban diez segundos del tiempo adicional, ya había dado tres minutos, y me dije “¿lo termino?”. Pero no, porque si te gusta el fútbol no podés terminar el partido en un córner o en un avance, sino en una jugada en el medio. Y ahí Herrera la metió de cabeza. Di como cinco minutos más. “¡Empaten, hijos de puta!”, les decía a los de River, “¡empaten, que es mi último partido!”. ¡Pero yo con River tenía una leche! –¿Y qué sentiste con ese gol de Chilavert a Burgos? –Y… Fue una cosa de decir “¡qué hijo de puta!”. –¿Te emocionó esa despedida? –Sí, me dieron la camiseta los dos ca-
pitanes, Trotta y Francescoli, y yo les di a ellos dos mías. Y cuando iba a terminar el partido, lo fui a buscar a Chilavert, que me dice “profe, usted es un buen tipo”. Me dio la última camiseta que usó con el bull dog. Después me la pidió un muchacho conocido de Torneos y Competencias para una exposición y se la afanaron. Hoy valdría fortuna. –¿Se lo contaste a Chilavert? –Sí, le conté. Me dijo que me iba a dar otra. –¿Y el único que te hizo frente fue Giunta? –No, cuando dirigía la Primera D le eché cinco jugadores a Yupanqui, y ahí también. Yo usaba dos silbatos, uno lo cruzaba así (entre los dedos), por si había que meter mano, para que lastime. Y la de Giunta… Giunta era bravo. Pero yo también, como Bava, Biscay, Lamolina… A Ruggeri le pisé un pie en una barrera. Jugaba para Vélez y había un tiro libre para Central. Pido que la barrera se pare más atrás, pero nada. Entonces me acerco
y trac, le piso el pie. “Me pisaste, hijo de puta”, me dice. “Te pisé y te voy a boxear. Ponete acá, la concha de tu madre”, le contesté. Los jugadores de Rosario me miraban como si fuera un loco. –Eras histriónico para dirigir –¡Yo actuaba adentro de la cancha! Era histriónico, sí, pero no era de explicar toda la jugada. Y no era de echar. Una de mis muletillas siempre fue que tenía tres armas: una 22, que era el habla; una 32, que era la amarilla; y una 44, que era la roja, una Magnum. Yo sacaba la 44 y, pegara donde pegara, te mataba. Te sacaba la 32 y te hería gravemente. Y con la 22 te hería levemente. Entonces yo usaba casi siempre la 22. Ahora, si vos no entendías, te sacaba las otras. En Central Córdoba de Santiago del Estero contra Huracán de Corrientes, ganaba Huracán 2 a 1. Gol de Central Córdoba, giro dando el gol y el juez de línea tenía la bandera arriba. Los jugadores lo querían matar… Me acerco para sacarlos y veo que uno desde la tribuna le tira una piedra al juez de línea. En-
Mástrangelo feliz disfrutando de los primeros aplausos de su vida.
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tonces, le saco el machete al policía, trepo el alambrado y le pego con el machete al que tiró la piedra. ¡Vestido de árbitro! –¿Y vos entrabas a actuar? –Noooo, yo era un espectador, estaba al lado de monstruos, al lado de Bochini, de Francescoli, del Conde Galetto. A Galetto una vez lo vi hacer una jugada y le dije “¡qué jugador que sos, hijo de puuuutaaaaaa!”. Yo hablaba mucho. Pero entraba a divertirme. El domingo a la una estaba comiendo fideos, me tomaba dos vasos de vino. Y antes de irme, una copita de Legui. Tenía que llegar dos horas antes y llegaba muy sobre el filo. ¡Pero si no llegaba yo, el partido no empezaba! Yo dirigí la final en la que Racing asciende con Atlanta. Era un 27 de diciembre, un calor de la puta madre, y un tráfico increíble. No llegaba. Voy por Avenida del Libertador, veo un patrullero y le digo: “Hermano, no llego, haceme pata”. Veníamos con los jueces de línea, mi señora, todos... Así que fueron los policías adelante y nosotros atrás. Ganó Racing con gol de Néstor Sicher. Yo era irresponsablemente responsable. Irresponsable porque no cumplía con un
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montón de cosas, pero responsable dentro de la cancha. Dirigía en serio, pero divirtiéndome. Una vez hice hacer un cambio de un jugador por otro. –¿Cuándo? –En Instituto-Deportivo Español. Ganaba Español 4 a 1. En el banco estaba el Gallego González. El técnico era Fernando Aréan. Y al cinco de Español, Lucho Correa, le digo “Lucho, a que hago entrar al Gallego ahora”. “¿Qué?”. “A que hago entrar al Gallego González”. “¿Qué vas a hacer?”. La pelota, ta ta ta, y se va al lateral… Lo agarro al Nano y le grito “¡si no entra el Gallego González en treinta segundos te cobro un penal en contra y te suspendo el partido, ¿me entendiste?!”. En joda, era. Pero el Nano se da vuelta y le dice “andá a calentar”. Entró por Caviglia. Cuando veo que entra, le digo a Lucho “¡una Quilmes en el aeropuerto!”. Yo era eso. En Independiente-Rosario Central, el técnico de Rosario era Ángel Zoff, y ocurre una jugada en que David Bisconti iba a patear un tiro libre. Le digo “¿qué vas a hacer?”. “Voy a tirar el centro”. “Dejate de joder, si vos le pegás un
fenómeno, dale al arco”. Pateó al arco y la tiró a la mierda. –¿Qué técnica que hayas aprendido como actor aplicarías en la cancha hoy? –No sé. Cuando fui a la primera clase, tuve que cerrar los ojos. “¿Y qué sentís?”, me preguntaban. “Me estoy durmiendo”, decía yo, y veía a otros que decían “oooooohhhhhhh”. No sé, yo ya era así... El borracho me sale natural. Y soy amante del buen vino. Beatriz, mi señora, cocina muy bien. –¿Qué actor te gusta? –A mí me gusta mucho Julio Chávez. También Lito Cruz y Fabián Gianola cuando hace drama. Luis Luque, Héctor Alterio, Pepe Soriano… La mayoría nombra a Alfredo Alcón, pero yo no lo vi mucho. Chávez me impresionó en la televisión. –¿Y hoy hay algún buen actor dentro del árbitrjae? –Héctor Baldassi, pero ya está sobrando todo el partido. Está de vuelta de todo. Técnicamente, Pablo Lunati es bueno, aunque está demasiado histriónico. Está actuando, también. El que también actúa y anda bien es Patricio Loustau.
ME FUI A LOS CAÑOS Por FERNANDO VERGARA
El gato triste y azul
El ídolo en Chacarita y Banfield marchó a Irán para gozar de los beneficios de los petrodólares y consumir experiencias como entrenador. Pero la pasó brava, y poco antes de cerrar esta columna presentó la renuncia. ¿Cómo es dirigir allá? Breves reflexiones para entrenadores que aseguran que aquí la cosa está que arde.
L
a distancia entre Banfield e Irán se acerca a los 14.000 kilómetros. Cuando alguien dice “Carlos Leeb”, automáticamente asocia ese nombre con el club del sur de Buenos Aires; también, claro, con Chacarita. Ese exótico recorrido realizó el ex delantero, que hoy tiene 42 años, en busca de nuevas experiencias en su rol de entrenador. “Llegué a Irán en agosto del año pasado. Estuve dirigiendo en la Segunda División: el equipo fue el Shahrdari Bandar-Abbas. Estuvimos instalados a 150 metros del Golfo Pérsico, bien cerca de Dubai. El lugar es muy bonito”. El Gato utiliza el pasado porque la aventura terminó hace pocas semanas, y de un modo inesperado. “Vine con ganas de abrir un nuevo mercado, y evidentemente atraído por el dinero. Pero caí en una trampa. Acá lo único que importa es estar primeros, y no lo conseguimos. Luego, te das cuenta de las internas políticas, manejos y negociados de los que supuestamente querían ascender a Primera”. Dentro del barullo dirigencial y la demostración de poder está el presidente del club, “que es técnico, y siempre se quería meter. Solía suceder que él y el manager se sienten en el banco de suplentes y les griten a los jugadores. Yo no lo permitía, me hacía entender con un intérprete”. En un hecho histórico para el club, cuando accedió a semifinales de la Copa de Irán, el presidente retiró el equipo de la competición (sin consultar al entrenador), aduciendo “plantel corto, cansancio, y muchos expulsados”. Un país con profunda religión musulmana no fue impedimento para que el hombre nacido en Villa Diamante exprese su fe católica: “siempre me respetaron. Para ellos rezar es sagrado, lo hacen varias veces al día. Pero yo llevaba siempre mi rosario”. Además, cuenta que en la ciudad en que vivió no hay conflictos bélicos: “fueron ocho años de guerra, pero igual a cada rato muestran en la tele cómo están armados, y la gente tiene miedo. Hay mu-
cha seguridad. No hay policías. Los ladrones tienen penas durísimas, los pueden liquidar; tampoco hay miseria”. Por añadidura, debió adaptarse a sus costumbres: “no te dejan usar pantalón corto, por cuestiones religiosas. Con 40 grados, iba al mar y no podía entrar sin remera. Y las mujeres, siempre tapadas”. A la hora de alimentarse, no lo duda: “extrañé el asado, y viví a base de arroz”. Enseguida, describe que “Bandar-Abbas significa ayuntamiento. Y hay hoteles de seis y siete estrellas; la pesca y el petróleo son claves en su economía”. “Tristeza, angustia, soledad”. Fueron los estados de ánimo que Leeb sufrió con el paso de los meses. “Hubo celos, envidia de colegas y dirigentes. No te permitían crecer. Y también grandes actos de corrupción, contratos que superan cifras imaginables, contratos en negro y otros cajoneados”. Renunció con el equipo ubicado en el quinto lugar, a 8 puntos del líder. Se quedó en la ciudad con su preparador físico, Sergio Carossino; su hermano Paulo (entrenador de arqueros) y Walter Aguilar (ayudante de campo) regresaron antes. Avisa que cuando quisieron imponerle jugadores se negó, y la frutilla del postre fue una reunión post partido. “Perdíamos 3 a 1, y lo dimos vuelta 4 a 3. Al rato, vinieron a pedirme explicaciones por los tres goles sufridos. Terrible, me controlaban absolutamente todo”. Fuera de ese clima, recibía el afecto de los hinchas y de sus propios dirigidos: “se aparecían en mi casa para traerme comida. Es gente que necesita cariño. La Comisión Directiva quería que tomara distancia de los jugadores, pero no lo hice”. El club se fundó en 2006. “Al entrenamiento iba vestido de gladiador. El nivel de juego es parecido al Nacional B, mucho físico y pelota parada”. Recibió ofertas de dos clubes de Irán. Pero los últimos 40 días los vivió encerrado. “Parecía la casa de Gran Hermano, pero con Carossino y yo. Chateaba con mi familia, o jugaba al truco por Internet con mi hijo Carlitos. El fútbol había pasado a un segundo plano”.
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FULBOTECA
Por JULIÁN EZEQUIEL LICHENE
En las buenas y en las malas El film Ojos rojos, sobre la pasión que despierta el fútbol en Chile –en especial en los tiempos de Marcelo Bielsa como entrenador–, es una obra altamente recomendable. Los 130 mil espectadores que lo vieron en Chile lo convirtieron en el documental más taquillero y el largometraje más exitoso del 2010 en ese país. Se encuentra fácilmente en Internet. Los directores son Juan Sabatini, Juan Sallato e Ismael Larraín.
“¡El dolape, el dolape!”, le gritan los jugadores de la Selección chilena a Nelson Acosta en el micro que los llevará a jugarse la clasificación ante Colombia en Barranquilla para el Mundial de Alemania 2006. Es la fecha 17, y Chile debe ganar, pero no lo logra. “Siempre dependemos de otros resultados”, afirma el defensor Luis Fuentes en el post partido. El entrenador había puesto en el arco al debutante Claudio Bravo. Antes del encuentro, el experimentado Nelson Tapia y el otro guardameta, Jonnhy Herrera, se susurran: “yo pensé que tú ibas a jugar de titular”. Luego ríen burlonamente. La cámara en el vestuario, casi como un jugador más. En la última fecha Chile necesita ganarle a Ecuador de local y que Argentina le empate a Uruguay en Montevideo. Ninguno de esos resultados se dan, y el estadio explota contra Juvenal Olmos, el DT anterior. La decepción en vivo. Noche del 2009, y la Plaza Italia de Santiago alberga a miles de chilenos festejando la vuelta a un Mundial luego de doce años. De fondo, la voz de Marcelo Bielsa: “el éxito es una excepción. El ser humano de vez en cuando triunfa”. Un logro del documental. Un hombre que le para el carro al extremismo futbolero.
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EL CAMBIO Llega 2007, y Bielsa se instala en el complejo Juan Pinto Durán, donde se entrena la Selección. En la película, sólo hablan los protagonistas. Pero sin buscar hacer del hombre un culto a la personalidad, el personaje principal es Bielsa, con sus muchachos. Bielsa y la diagramación de los entrenamientos, con estacas que él mismo entierra meticulosamente, muñecos inflables que representan a los rivales y el DT gritando sus quejas al aire ante la falta de relevamientos en los ejercicios. La insistencia en que cada entrenamiento sea tomado como un partido. Todo esto lo lleva a cabo, a pesar de afirmar que “el fútbol tiene mucho de casual”. Bielsa no habla a cámara, pero sí lo hace en las conferencias. Y se expresa también con otros actos corporales, como sus saltitos desde el costado del campo cuando su equipo se pierde goles, o sus enojos ante la pérdida de tiempo de
su médico atendiendo a un jugador averiado: “¿siempre pasa algo?”. Allí está el Bielsa visceral, contrarrestando al oyente cargado de paciencia que está pensando en las respuestas a las preguntas de la prensa. Siempre defendiendo a sus dirigidos. Esos jugadores que parecen correr al lado del espectador del film porque se escuchan sus jadeos y sus desplazamientos por el verde césped. Otro gran logro del documental. Técnica con sentido. El periodista chileno Eduardo Santa Cruz reafirma algunos conceptos del técnico argentino: “hay mucho extremismo. El fútbol de aquí no es tan bueno ni tan malo”. Una muestra es la reacción de chilenos en la calle luego de la derrota 2 a 0 en la primera fecha de las Eliminatorias para Sudáfrica ante Argentina, en el Monumental, con aquellos tiros libres de Román Riquelme. Unos proponen que “el cambio debe empezar por la leche de los niños; luego, la educación; y después que traigan a un buen entrenador”. Mientras otros
De fondo, la voz de Marcelo Bielsa: “el éxito es una excepción. El ser humano de vez en cuando triunfa”.
afirman que Bielsa demostrará ser el mejor entrenador de la historia de la Selección. “Las preguntas no son las adecuadas”, dice Sergio Riquelme en rueda de prensa luego de que Chile queda eliminado para ir al Mundial de Alemania. Es el mismo que, en plena conferencia de Bielsa, después de haber caído 3 a 0 como local ante Brasil por las Eliminatorias al Mundial 2010 y en un ambiente de críticas directas, le asegura al entrenador rosarino que “si el equipo sigue jugando así, vamos a ir por el buen camino”. Humilde cronista de una radio del sur y conductor del programa Tribuna deportiva en la FM 93.3 de El Lago de Futrono, Riquelme denuncia también los impedimentos que tiene para transmitir desde los estadios donde juega la Selección. Responsabiliza al presidente de la Federación en ese momento, Harold Mayne Nicholls, porque les había prometido ayuda a las radios más modestas para transmitir a La Roja. Con tal de cumplir y brindar el servicio a los oyentes, termina comprando la entrada de su bolsillo. También es capaz de relatar desde el estudio de radio, mirando la televisión con interferencias, el partido de la segunda ronda ante los brasileños, en Bahía. Chile cae 4 a 2 jugando al ataque. Riquelme no es el único que intenta ser equilibrado ante un proceso que amerita tiempo y análisis. El periodista Julio Martínez, ya fallecido, lo resaltaba: “en Chile se magnifican las cosas negativas, que las hay, seguramente. Se incubó esto en el periodismo”. Otro profesional como Luis O´Nell, piensa en la misma dirección: “los medios tienen una posición esquizofrénica. Son los primeros en subirse al carro de la victoria antes de que se jueguen los partidos. Y luego son los primeros en atacar al fútbol, si se logran los objetivos”. Así como lo atacan en democracia, lo defendieron en dictadura. Como cuando el arquero Roberto Rojas se provocó adrede un corte en la cara en el Maracaná, luego de la caída de una bengala. Fue el 3 de septiembre de 1989, y Chile jugaba ante Brasil para buscar un lugar en Italia ‘90. Setenta y cinco fojas y cien horas de interrogatorio de la Comisión Investigadora desnudaron la actitud. Suspendieron a la Selección y al arquero. No pasó lo mismo con Julio Cruz, en aquel partido de Argentina en la altura de La
Paz ante Bolivia, en 1997, y que también terminó en escándalo. Los medios no tardaron en reflejar las declaraciones de un ministro del dictador Pinochet: “esto ocurrió en un país primitivo como Brasil”. Ni en mostrar la reacción de los enfurecidos chilenos protestando en la embajada brasileña. “La dictadura impuso lo del fin justifica los medios. Eso no se ha erradicado en la sociedad chilena”, asegura Santa Cruz. Bielsa, varios años después, no podía quedar afuera: “cómo se estimula lo peor de nosotros mismos a través de los medios de comunicación”, declaraba para explicar el ataque interesado al equipo en la derrota. El film logra recorrer la senda victoriosa que depositó a Chile en Sudáfrica y reflejar la esperanza de casi toda la sociedad en su equipo. Y allí encaja perfecto la frase anti-resultadista del entrenador: “no me quieran porque gané, necesito que
me quieran para ganar”. Pero hay otros jugadores que dejan algunas ideas difíciles de ignorar. Uno es Eduardo Galeano (“El fútbol es una fiesta pero también un cochino negocio”); Evo Morales (“Fundé un equipo de fútbol que se llamaba Fraternidad. Empecé a organizar, a convocar y a dirigir. Allí comienza mi trayectoria sindical. Gracias al fútbol, soy presidente”); Liniers, el historietista argentino (“Aunque lo hagas mal, al fútbol te divertís jugando”); el escritor mexicano Juan Villoro (“Aficionarse al fútbol es conservar esa infancia posible”); y un hincha uruguayo con el estadio Centenario detrás (“Es el único deporte que no margina. Con chapitas o papelitos, puede jugar quien quiera”). Son frases que emocionan. Como lo que pueden generar en un pueblo los actores que juegan y el director que conduce. Hechos que movilizan y dejan los ojos rojos.
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Y el mundo Bielsa sigue andando
El no de Bielsa a los dirigentes de Ñuls era previsible. Sin embargo, la ilusión no se convirtió en desengaño por el firme romance que une al mito con sus hinchas. Uno de los periodistas que más conoce los movimientos del entrenador nos deja aquí sus contemplaciones. Quizás de este modo podamos entender qué pasó. Por ROMÁN IUCHT
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se día y medio de locura confirmó las sospechas. Esas horas febriles de clamor popular, nerviosismo e ilusión vinieron a solidificar esa unión indivisible. La pasión encendida por los hinchas de Newell´s reavivó ese sueño interrumpido hace casi veinte años y que, algunos creyeron, podía despertar. Cuando Marcelo Bielsa dejó la dirección técnica del equipo rosarino, siempre supo en su interior que algún día volvería. Claro que los tiempos no siempre son simultáneos, y las necesidades, por no decir urgencias, no se manejan con precisión matemática. Hay que ser de Rosario, vivir allí o cultivarse mucho con su cultura y sus arraigos para entender el fenómeno. Ni siquiera hay que ser hincha de de Newell´s, ya que los de Central también podrían dar cuenta del cambio que se produjo en el fútbol de la ciudad entrados los años ‘90. Es curioso. Los que lo gozaron y los que lo sufrieron hablan del ciclo Bielsa como si la duración fuera comparable a la de un Ferguson en el Manchester. Es sorprendente descubrir que el tiempo del técnico dirigiendo a La Lepra fue de apenas dos años. Los dos títulos domésticos y la final de la Copa Libertadores
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de América ayudarán a comprender porque, en este caso, se habla de calidad tanto como de cantidad. Las conquistas quedaron marcadas a fuego, pero la actitud y la fiereza fueron los atributos que hicieron único a ese equipo, y arrancaron de cuajo algunas etiquetas que estaban instaladas por el argot futbolero. El Newell´s de Bielsa era intenso, dinámico, pero sobre todas las cosas voraz. Y fue esa voracidad la que le permitió ganarse el respeto de todos. Tras la partida, su desarrollo fue inversamente proporcional al del club. Mientras Bielsa brillaba con luz propia y construía su carrera en clubes importantes y Selecciones de prestigio, la institución
caía en el ostracismo del feudo de un hombre que se apoderaba del club. La renovación y los nuevos aires que llegaron tras largo años de oscuridad, para los que Bielsa también influyo con su voto y una solicitada que pregonaba el cambio, le devolvieron el club a la familia y lograron el retorno de viejas glorias de aquellos años felices. Cuando Roberto Sensini, con la misma hombría de bien con la que aceptó la aventura de sumarse a la refundación del club luego de la dictadura de Eduardo López, presentó su renuncia a la dirección técnica, algunos creyeron que era el momento de intentar el retorno. Bielsa recibió el llamado y aceptó ele-
Los que lo gozaron y los que lo sufrieron hablan del ciclo Bielsa como si la duración fuera comparable a la de un Ferguson en el Manchester.
gantemente la charla. Muchos creyeron ver en ese gesto, propio de una persona educada, un guiño cómplice. La realidad es que Bielsa es Newell´s, y su intención fue conocer, saber, averiguar todo aquello que concierne a la vida del club. Incorporar conocimiento de la salud del club es como incorporar información de su familia. Así, las cinco horas de conversación le sirvieron para informarse del fútbol de Inferiores, del predio de entrenamiento de Bella Vista, de los proyectos a futuro… Quien haya querido soñar, porque todavía es gratis, u obtener la atención de la gente pudo pensar en una respuesta afirmativa. El resto, más equilibrado, siempre supo que la chance era casi imposible, y las razones pueden encontrarse en diversas cuestiones. Algunas cosas están claras. Los tiempos de Bielsa no son los tiempos de Newell´s, y en rigor de verdad, las urgencias tienen que ver más con la coyuntura que con una fragilidad estructural. El equipo está último en la tabla del Clausura, pero el presente no muestra una situación apremiante en el corto plazo. Además, los contextos son diferentes. Cuando el entrenador tomó las riendas del plantel superior, lo acompañó un grupo de juveniles que conocía su método de trabajo y había incorporado sus ideas durante varios años. Si bien es cierto que la reserva leprosa está en los primeros puestos, no resultaría tan simple poder sumarlos y subirlos a Primera de la misma forma que en aquellos años dorados. Por otra parte, a partir del momento en que se decidió ponerle su nombre al estadio del Parque Independencia, los hinchas consagraron a Bielsa a la categoría de mito, de prócer viviente. Y eso, más allá del hala-
go, será siempre un condicionante. Imaginemos una cadena de malos resultados, perfectamente posible en la irregularidad del fútbol argentino. Nunca faltaría un improperio de algún resultadista para quien la memoria pueda ser frágil y selectiva. Poner en riesgo esa unión sólo valdría la pena por una situación extrema, y no es precisamente la actual. Con el paso de las horas, la carroza se transformó en calabaza, y la mala nueva se conoció a través de una carta del presidente Guillermo Lorente: “Gracias Marcelo, otra vez será”, decía en su párrafo más saliente. Escuchando sus opiniones, los dirigentes contrataron a uno de sus discípulos, pero deberán saber que Javier Torrente, siendo un técnico capaz, es un desprendimiento y no el árbol original. El técnico no expresó ninguna declaración. Hacerlo hubiera implicado expli-
car lo que no hacía falta y encima edulcorarlo con una cuota de demagogia. El amor incondicional entre Bielsa y su club definitivamente no lo necesitan. Ahora, en cualquier club en donde la silla del entrenador queda vacía, el nombre de Bielsa aparece en la danza de candidatos. Quienes lo hacen, tal vez crean que mencionarlo es políticamente correcto, sin darse cuenta que ante la falta de proyectos serios, tras despedir a un técnico luego de una decena de partidos, están exhibiendo su desconocimiento de la “filosofía bielsista”. Hubiera estado bueno, pero quizás lo que debemos preguntarnos es si el fútbol argentino está preparado para recibir a tipos como Bielsa. Ésa es la respuesta que deberían darse todos, con una buena dosis de realismo y un abundante baño de humildad.
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Las altas cumbres
Más allá de la posición final, Godoy Cruz ha exhibido elementos interesantes en este torneo. Un buen disparador para hablar de aquellos equipos mendocinos que fueron admirados por su buen juego en el pasado. Además, la estadística muestra al Tomba venciendo a los grandes. Por ALEJANDRO FABBRI
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ue el 6 de septiembre de 1970 cuando el Lobo mendocino tuvo su bautismo. Aquella tarde Gimnasia y Esgrima recibió a Chacarita Juniors, uno de los mejores equipos de la época, y lo humilló, ganándole 3-0 en la vieja cancha de Godoy Cruz. Esa vez, el toqueteo, a veces lateralizado, lento, repleto de amagos, fintas, chiches y todo tipo de lujos, enloqueció a Frassoldati y compañía. Gimnasia inició su brillante campaña, que se alargó durante tres campeonatos Nacionales y lo convirtió en el mayor símbolo del pulido fútbol cuyano. Funcionando desde el cerebro y la habilidad de Víctor Legrotaglie, apodado el Víctor, quizás el ídolo máximo que dio esa provincia. A su alrededor brillaban Juan Carlos Documento Ibáñez, Carlos Aceituno, el Bolita Alfredo Sosa y el Polaco Alfredo Torres. Había un rito, en la salida a la cancha: Legrotaglie llevaba encima el pantaloncito de su pequeño hijo Coco, fallecido prematuramente; la fotografía de rigor se hacía en el centro de la cancha, con todos los jugadores agarrando ese trozo de tela negra, como símbolo de la unión del grupo con el Víctor y su hijo. Los estadígrafos cuyanos
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dan cuenta de la extensa carrera de Legrotaglie, de sus once goles olímpicos, de los sesenta de tiro libre y de los miles de pesos descartados vía telefónica por el jugador cuando lo tentaban desde Buenos Aires, Italia y España. El ídolo máximo se quedó para siempre allí, en su Mendoza natal, lejos del mundanal ruido. Gimnasia resumió en su fútbol un momento de esplendor en Mendoza. Victorias ante River y Racing, exhibición en Boedo, goleando por 5-2 a San Lorenzo, triunfo en la Bombonera… El Lobo mendocino arañó la clasificación para las finales, pero se quedó en el borde. Ya entre 1971 y 1972 tuvo que soportar el regreso del durísimo San Martín, el equipo de los arrabales de la capital mendocina, que también supo armar un cuadro combativo y práctico. San Martín había sido el precursor: fue el primer equipo del Interior que venció a un cuadro de Buenos Aires. Lo hizo en el primer Nacional,
ganándole por 2-1 a San Lorenzo, el 8 de octubre de 1967, con goles de Forti y Valencia, aquel delantero que después jugara en Temperley. El arquero histórico de San Martín era y fue por varios años Enrique Reggi, papá del goleador Gustavo, que fue el máximo artillero en 1996, jugando para Ferro. También el más modesto San Martín se tuteó con la gloria al triunfar en la Bombonera y golear a River; y se quedó cuarto en el Nacional de 1972, repitiendo una gran actuación en 1974, cuando por apenas un punto lo postergaron Independiente y Vélez. Ese San Martín sólo fue superado en juego por otra joya del Interior del país: el mítico Talleres de Adolfo Pedernera, la sensación de la temporada. Las enormes diferencias que existían entre los clubes profesionales de Buenos Aires/Rosario y los de algunas plazas del Interior se fueron acortando. Sin embargo, los papelones también existían: el modesto Huracán de San Rafael participó en ese mismo Nacional de 1974 y redon-
Pasaron cuarenta años desde aquella talentosa zurda de Víctor Legrotaglie y sus compañeros del Lobo, dueño del toque productivo y lujoso.
deó una pésima campaña, con un único triunfo en dieciocho partidos. La mayor derrota fue en el Monumental, cuando River lo aplastó por 10-1. Encima, el Huracán sanrafaelino lució esa vez la camiseta de Boca. Último en otra de las zonas del torneo, también debutó y pasó al olvido rápidamente Godoy Cruz, que no pegó una. Pasó rápido el simpático Huracán Las Heras, un cuadro del suburbio mendocino más populoso, que apareció en 1985 con varios veteranos de enorme trayectoria, como Oscar Pinino Más y José Orlando Berta, pero no pudo sortear las primeras fases del último Nacional. Llegó la flamante Primera B Nacional, y ahí se acomodó varios años Deportivo Maipú, con suerte dispar. Sin embargo, la bandera mendocina la tomó Godoy Cruz, que hoy disfruta de un presente espectacular. Con un trabajo a largo plazo, que comenzó a plasmarse en la búsqueda de estabilidad jugando en la B Nacional, algo que consiguió promediando la década del ‘90. Después empezó el lento crecimiento, que se afirmó con la llegada de Juan Manuel Llop a la dirección técnica en 2005. Allí pudo ganar el campeonato en dos recordadas finales con Nueva Chicago y llegar a la Primera A en serio. Fue una temporada extraña aquella de 2006/2007, porque el Tomba arrancó mal, se recuperó y debió jugar la Promoción, donde Huracán lo sorprendió y lo devolvió al Ascenso. Hizo 42 puntos y mostró a varios chicos de la cantera, como Nicolás Olmedo y Enzo Pérez, más el arquero Sebastián Torrico. Lo que pareció una brisa de verano se transformó en un nuevo emprendimiento: había que regresar enseguida a Primera A para quedarse. Así ocurrió cuando Sergio Checho Batista condujo al equipo a un estilo que terminó afianzando Daniel Oldrá y lo hizo ascender, ya sin Enzo Pérez, pero con Ariel Rojas, Leandro Caruso y David Ramírez, entre otros. Lo que llegó después es bien conocido. Un club bien manejado, con sueldos importantes pero no desmesurados y una abierta apuesta por entrenadores jóvenes y buscadores de talentos en el Ascenso y en lugares poco frecuentes. Primero Daniel Oldrá, el hombre de la casa e
incansable descubridor de buenos futbolistas, después Diego Martín Cocca y la apuesta por el ataque y el buen trato de pelota. Un ciclo negativo muy breve de Enzo Trossero, que no tuvo empatía con el plantel (sin triunfos en seis partidos) y la llegada de Omar Asad para darle vuelo a la ilusión. Fueron 49 puntos en la temporada Oldrá/Cocca, 53 con Cocca/Trossero/Asad, y luego llegó la histórica clasificación a la Copa Libertadores. Todo lo demás es yapa, pero no: peleando el torneo Clausura, de un aceptable debut en la Copa (victoria ante la Liga de Ecuador y triunfazo con Independiente en Avellaneda), más la casi segura llegada a la futura Copa Sudamericana. Sin Enzo Pérez ni
cho mediocampista derecho, muy hábil, temperamental y con gol, de los que no abundan: Carlos Sánchez, descubierto y fichado por Oldrá en Montevideo cuando correteaba en el modesto Liverpool del barrio Belvedere. La increíble estadística que hoy muestra Godoy Cruz nos inhibe de mayores comentarios. Aplastó a Boca en la Bombonera (lidera el pequeño historial por 4-2), le ganó por tercera vez (de cuatro partidos) a River en Buenos Aires y también sacó ventaja frente a Independiente. No es fácil, no es común. Más bien, un dato histórico. El Tomba es amo y señor del fútbol provincial. Con Independiente Rivadavia luchando para permanecer en la B Nacio-
David Ramírez ni Jairo Castillo ni César Carranza, pero con Torrico, Olmedo, Rojas y Villar, cuatro históricos. Y con los que vinieron desde las profundidades del Ascenso (Russo, Zelmar García, Sigali, Miranda, Salinas), más los resucitados Damonte, Donda y Navarro, sabiamente traídos al Tomba. Esa línea de juego, que da la sensación de dejar apenas un par de lujos en el vestuario desde la conducción del uruguayo Jorge Orosmán Da Silva (aquel Polilla de River y Defensor), se sostiene en la convicción del eje Villar-OlmedoRojas, más la contratación de un moro-
nal, con Gimnasia, San Martín y Deportivo Maipú luchando para jugar de nuevo en la segunda categoría, la distancia hoy es apabullante. Pasaron cuarenta años desde aquella talentosa zurda del Víctor Legrotaglie y sus compañeros del Lobo, dueño del toque productivo y lujoso, hasta un Godoy Cruz sólido, ofensivo, con la mayor capacidad goleadora de la temporada y un equilibrio dirigencial para resaltar. Mendoza tiene orgullo por su pasado futbolero, por su presente y por su futuro. No parece peligrar en aquella tierra querida ninguna ilusión. Están a la orden del día.
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Asunto: LA PAUTA OFICIAL De Silvina Alonso
Debatir sobre qué nació primero, si la afinidad con el gobierno nacional o la pauta oficial es como discutir por el huevo y la gallina. Pero es indudable que lo que menciona un lector en una carta del último número lo ha notado más de uno. No olvido una extensa nota al cínico Aníbal Fernández escrita por Mariano Hamilton cuando nacía el FPT, en la cual a este personaje –panqueque, si los hay en la política nacional– se le dieron varias páginas, incluso para hablar sobre opositores políticos (“Lilita Carrió no tiene todos los patitos en fila”), pero en la cual cuidadosamente se omitieron temas como su escapada de la intendencia de Quilmes dentro de un baúl. Por otro lado, como observadora que soy de todas la publicaciones que pasan por mis manos, noto que mientras ustedes, que son un medio de los que yo llamo “hecho a pulmón”, reciben pautas del Estado Nacional, otras no tienen la misma suerte (ejemplo revista La Tecla, revista Punto a Punto –de La Plata y Córdoba, respectivamente–), a pesar de que este gobierno se llena la boca con respecto a los multimedios. Ni entremos a hilar fino sobre otras publicaciones que son afines al gobierno, especialmente las que pertenecen al grupo Szpolski. Evidentemente, los que gozan de la simpatía del gobierno tienen más suerte que otros. Y ni que hablar si en uno de esos medios escriben personajes como Víctor Hugo Morales, un señor que un día decidió rifar su trayectoria. Y lo digo porque lo seguí durante años. En fin, cada uno es artífice de su propio destino. Felicitaciones a un periodista como Ezequiel Fernandez Moores. Me encantan sus notas.
Respuesta de Mariano Hamilton: Silvina, comparto tu visión sobre el asunto de las pautas oficiales y sobre la necesidad de que haya un reparto justo. Lo que no agrada del tono de tu mail es que sugerís que nosotros decimos lo que decimos por la pauta oficial. Tenés derecho a pensar como quieras, por supuesto, pero sólo te aclaro, para no dejar margen de duda, de que todo lo que se escribe en Un Caño es por convencimiento y no por dinero. Los estrategas del marketing sugieren en estos casos no publicar las cartas o, en todo caso, no responderlas, pero yo abono la teoría de que todos los debates deben ser dados. Y sí, tenés razón, cada uno es artífice de su propio destino.
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Asunto: DEFINICIÓN De Nico Varela
Al 14 de abril, River Plate es puntero. En el Torneo Clausura tiene cinco victorias, una derrota y tres empates. A su vez, cuenta con 9 goles a favor y sólo 5 en contra. De este River, los periodistas, destacan su orden táctico y su concentración. Su disciplina y su sacrificio. A este combo de cualidades lo llaman pragmatismo (¿?). Ahora, me pregunto, ¿sabemos qué significa ser pragmático? Yo no lo sabía, por eso lo busqué en el diccionario. Como suponía, la definición, académica, real y española, no tenía nada que ver con la descripción de alguna táctica o estrategia. Menos aún, con una actitud o cualidad humana en una circunstancia específica. Es decir, se cataloga a un equipo con un adjetivo que no corresponde. Automáticamente me surge otro interrogante: ¿por qué? ¿Acaso, una dialéctica rebuscada tiñe de mayor validez un discurso? ¿No existen otros adjetivos que puedan definir a River correctamente? ¿Pragmático tiene otra definición que yo no he podido encontrar? Considero que, cuando se lo califica (mal) de ser pragmático, se busca resaltar y poner en relación la eficacia (resultados) con la escasez (plantel) de un equipo que se sinceró consigo mismo desde la llegada de Juan José López, y que cambió el objetivo principal radicalmente. Con Ángel Cappa, y me remito a lo dicho por él cuando era director táctico del equipo, el objetivo era salir campeón y devolverle al hincha de River el juego que el club siempre tuvo, el llamado “paladar negro”. En cambio, con López el mensaje siempre fue claro: dar pelea para salir de la zona de descenso y ¿el juego? Bien, gracias. Considero, también, que esta fue y es la mayor virtud que tuvo y tiene el actual entrenador. Con lo cual, River no es pragmático, sino que es un equipo que, a partir de un gran golpe de timón de la dirigencia, tomó un rumbo nunca antes explorado con peligro de naufragar, pero con la esperanza y con la convicción de llegar a tierra firme y amarrar en el muelle “Permanencia”. Austero, para un club tan grande y hermoso, pero necesario y vital para el presente de este gigante (el más gigante, lejos). *Pragmático, ca. Del lat. pragmatĭcus, y este del gr. πραγματικός. 1. adj. Perteneciente o relativo al pragmatismo. 2. adj. Perteneciente o relativo a la pragmática (disciplina). 3. f. Disciplina que estudia el lenguaje en su relación con los usuarios y las circunstancias de la comunicación. Fuente: http://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=cultura *Pragmatismo. Del ingl. pragmatism. 1. m. Actitud predominantemente pragmática. 2. m. Fil. Movimiento filosófico iniciado en los Estados Unidos por C. S. Peirce y W. James a fines
del siglo XIX, que busca las consecuencias prácticas del pensamiento y pone el criterio de verdad en su eficacia y valor para la vida. Fuente: http://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_ BUS=3&LEMA=cultura)
Asunto: HAY QUE REIMPULSAR VALORES De Hugo Manccini Estimados amigos cañistas. Me mueve a escribirles el editorial del número 35, que lleva la firma de Mariano Hamilton. Quiero decir que no es el tema Selección lo que me impulsa, sino la parte que refiere a la violencia a la luz de los luctuosos episodios en ocasión del partido Vélez y San Lorenzo de Almagro. En primer lugar, la muerte de Ramón Aramayo no quedó en el pasado, como asegura Hamilton. Más bien, ha quedado ya en el olvido, gracias al “periodismo” que cacarea lo suficiente durante las primeras horas de los hechos y luego continúa con su metier predilecto, que es hablar muchísimo de cualquier accesorio estúpido del fútbol, para no decir nada de nada. Considero que el periodismo, hace tiempo, pudo y debió iniciar una cruzada sin fin contra la violencia. No se trata de reacciones espasmódicas cuando el hecho ya no tiene remedio. Si no pasa nada en cualquier estadio, es un hecho milagroso, porque las condiciones subsisten ante la pasividad colectiva. En lo que respecta al diagnóstico señalado por Hamilton –“Policía descontrolada y con capacidad para liberar zonas, barras bravas dueñas del destino de un espectáculo y dirigentes voluntaristas pero con cero capacidad de gestión”–, si bien son factores que están a la vista, no constituyen el núcleo del problema. ¿En verdad usted cree que los dirigentes del fútbol están en condiciones de sacar a los delincuentes-hinchas de los estadios? Sin lugar a dudas, éste es un país con una sociedad enferma y emputecida, donde no hay respeto por la ley ni por la autoridad porque, justamente, lo que ha habido aquí es una prédica constante y permanente contra toda norma. Hoy los educandos quieren tener derecho a discutir en un pie de igualdad con los educadores. Los delincuentes quieren gozar de beneficios y derechos como cualquier ciudadano que vive de su trabajo o profesión. Y todos amparados por una parafernalia de vocingleros que por intereses personales respaldan ese estado de cosas. No ha sido por ignorancia ni por casualidad que aquí a un terrorista de Estado se lo llame alegremente y continuamente “represor”, cuando la represión está fuera de toda discusión que es legítima cuando es, por ejemplo, la ley penal la que reprime el delito. A menudo, basta con observar
los comportamientos en los lugares públicos. Yo voy a la cancha y veo hombres y mujeres con criaturas. Los padres puteando y reputeando en una forma que me avergüenza escuchar. Los pequeños, ¿qué corrección pueden recibir de esa categoría de individuos? Esto no es nada. Ya verán el resultado cuando estas generaciones lleguen a la adultez. ¿O no han ido a un colegio cualquiera y observado la incorrección como moneda corriente? Seguramente, pensarán que soy un puritano o un nazi. Nada más alejado. El tema de la violencia en el fútbol pasa porque la actividad es un gran negocio, y nada más que eso. En ese mundo, los grupos reducidos denominados “barras bravas” están integrados por gente que quiere una parte de la torta que manejan dirigentes y “empresarios”, como suele denominarse a esa categoría de especuladores y atorrantes que no se sabe qué clase de empresa poseen. De manera que será necesario voltear todo patas para arriba y comenzar por donde se debe: la educación desde el hogar y la escuela, inculcando y enseñando valores de altruismo, solidaridad, respeto y amor al prójimo. Horizontes claros y deseables para los jóvenes, un país donde valga la pena estudiar y trabajar para conseguir bienestar, como era antes. Si no, mejor que el futuro no llegue.
Asunto: SEGÚN PASAN LOS AÑOS De Oscar Marotta
Vélez según pasan los años… En la década del ‘80 Vélez era un club amistoso: sólo un campeonato, la popular mas chica y rondaba por la mitad de tabla. En los ‘90 pasó a la popular grande, ganó todo, empezó a crecer, sumó socios, adquirió la Villa Olímpica y, de a poco, los clubes empezaron mirarlo de reojo. En el 2000, la Platea Sur empezó a verse con hinchas locales, el club siguió ganando y jugando copas todos los años. En el 2010, los 100 años se festejaron a lo grande, 50 .000 personas por las calles, las plateas llenas y nunca una desaparición de los primeros puestos de los torneos. Este club es ejemplo, vende jugadores, mantiene técnicos y jugadores, tiene proyectos… Mientras los viejos grandes sólo viven del pasado, nosotros seguimos creciendo. Gracias a mi viejo por hacerme de Vélez, y a mis tíos por hacerlo con mis primos. Y gracias a los que estaban en las malas y a los que hacen que este club siga creciendo.
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UN CAÑO INVESTIGA Por GUSTAVO VEIGA
El pibe que miraba
Mientras las encuestas alejan a Mauricio Macri de los viejos sueños de su padre (“mi hijo será presidente de la Nación”), las internas boquenses atraen al jefe de Gobierno, quien, ávido de poder, reflexiona sobre un doble rol: ser candidato a la reelección en la Ciudad de Buenos Aires y reinstalarse de cualquier manera en Boca.
E
l cronograma electoral contiene una catarata de votaciones que terminará en diciembre. Las presidenciales no pasaron para fin de año, pero 2011 se cerrará con más elecciones: en ellas se jugará el destino de Boca, un club donde la política nacional incide desde que el fútbol es fútbol. El maratón de comicios arrancará el 10 de julio para elegir jefe de Gobierno porteño; el 31 de ese mes se haría una eventual segunda vuelta; el 14 de agosto son las internas (o primarias) de los diferentes partidos; el 23 de octubre, las nacionales y el 20 de noviembre, el ballotage, si no hubiera un ganador; por último, y cuando el año comience a despedirse, se votará en Boca. ¿Cuánto puede importar si dos meses antes se define el destino del país por los cuatro años siguientes? En el club dicen que demasiado, como lo sintetiza Pablo Abbatángelo, el principal referente de una de las agrupaciones boquenses más antiguas, La Bombonera: “lo mejor para el país puede ser lo peor para Boca”. ¿A qué se refiere el acertijo que plantea? Si Mauricio Macri desiste de su candidatura presidencial y va por su reelección en la Ciudad de Buenos Aires, se descuenta su retorno a la institución de alguna manera: como asambleísta o vocal titular. Incluso hay quienes se atreven a vaticinar que irá por un nuevo mandato, aunque él lo niega. Sería el cuarto, después de su extenso ciclo 1995-2007, robustecido por los éxitos en serie que obtuvieron Carlos Bianchi y sus jugadores. Pese a que faltan alrededor de ocho meses para las elecciones en Boca (parece una eternidad), todos los interesados en posicionarse ya juegan sus fichas. Se reúnen, bosquejan alianzas, fundan agrupaciones y van tanteando un espinoso terreno. Hombres que responden al siempre influyente Enrique Nosiglia,
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negocian con sectores críticos del macrismo. El médico Emilio Nana y el ex futbolista Horacio Palmieri insinúan acercarse ahora a La Bombonera. Se reunieron con el arquitecto Abbatángelo para ver qué pasa. Ninguno puede asegurar, ni siquiera los integrantes de la agrupación del Coti, Por un Boca Mejor, los próximos pasos que dará su jefe en la interna boquense. Su armado electoral es un combo que incluye candidaturas nacionales, porteñas y futbolísticas. El líder PRO de Barrio Parque (que no es lo mismo que decir “criado en el parque del barrio”) le debe su primera victoria en Boca contra Antonio Alegre al operador radical. Pero eso no garantiza que vayan a ir juntos de nuevo. La política es “dinámica de lo impensado”, diría Dante Panzeri. En el club existían doce agrupaciones políticas que ahora llegarían a dieciséis. Para crear una hacen falta 4.200 firmas. El presidente Jorge Amor Ameal, el vicepresidente 2º Juan Carlos Crespi y el ex tesorero Daniel Angelici son los que debutaron al frente de las más nuevas. La de Carozo, el dirigente del SUPE que amenazó con renunciar en marzo a su cargo, se llama Alternativa Boquense y la presentó ese mes en la comisión directiva. Macri le cedió el control de Dale Boca, su agrupación interna, al dirigente que no llegó a controlar los números de Boca por azar, como sugiere su actividad privada. El Tano Angelici, presidente de la Cámara Argentina de Salas de Bingos y Anexos (Casba), es su delfín para las elecciones de diciembre. Ameal también confía en que dará pelea con su fuerza propia, pese a las malas campañas del equipo durante su gobierno. Con Roberto Digón, director del banco Provincia y ex vicepresidente boquense, se disputará el respaldo político del kirchnerismo. Carlos Kunkel, uno de los principales operadores del Gobierno nacional y de la interna xeneize, tiene
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algo que decir sobre estas pretensiones electorales donde el funcionario del BAPRO aparece mejor posicionado que el actual presidente. Angelici salió a recorrer el interior acompañado por el propio Macri. Ya hicieron proselitismo en dos direcciones. El primero para los comicios en el club y su jefe, sin demasiada convicción, para las presidenciales de las que estaría por bajarse. El empresario de la timba legal, de extracción radical, también hace su propio juego. Negocia respaldos a su candidatura entre correligionarios del barrio de la Boca que no necesariamente se identifican con el ingeniero. El último 17 de octubre ambos se presentaron en Basavilbaso, Entre Ríos, una ciudad de 10.000 habitantes. Allí les hizo de anfitrión un vocal de la comisión directiva, Raúl Oscar Ríos. Es el ex funcionario que estaba al frente de la Agencia Gubernamental de (Des)Control porteña cuando se produjo el derrumbe de una construcción sobre el gimnasio de Villa Urquiza que provocó tres muertes en agosto del 2010. El jefe de Gobierno, en sus últimas declaraciones públicas sobre las elecciones del club, le dijo a Radio Mitre en abril: “Voy a trabajar en armar una lista que devuelva la esperanza a todos los hinchas de Boca en este momento triste que estamos viviendo en lo deportivo”. No aclaró si la encabezaría Angelici, aunque si así fuera, deberá ayudarlo a instalar su imagen entre los socios. Poco conocido, si lo recuerdan, es por haber votado en contra de la continuidad de Juan Román Riquelme cuando se le renovó el contrato hasta 2014. Un gesto imperdonable para los admiradores del ídolo y que puede patearle en contra si sostiene su candidatura. El volante tiene garantizada su continuidad por tres años más. Si los rivales temen y admiran al mismo tiempo su juego, Macri y Angelici saben que les puede volcar a la gente en contra. “En 2007, le hice ganar una elección”, dijo después de meterle un golazo de tiro libre a Colón a fines de marzo. Se refería a los comicios porteños en que el ingeniero venció a Daniel Filmus, gracias a la sexta Copa Libertadores que el equipo consiguió ese año. Ameal, aún muy debilitado, Crespi, Angelici, Digón y Abbatángelo son presidenciables al igual que el ex tesorero Orlando Salvestrini y José Beraldi, el vicepresidente 1º que criticó a los futbolistas que “no entienden lo que es jugar en Boca”. Profesionales de sueldos millonarios que él mismo contrató desde uno
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de los cargos más altos de la Comisión Directiva. Una comisión que se deshace en intrigas, peleas y defecciones desde que los malos resultados comenzaron a abundar. Y que está, aún hoy, dominada por dirigentes macristas en cargos clave: el secretario general Rómulo Zemborain; el tesorero José Manuel Requejo García; el secretario de Actas, Carlos Ben; el responsable del estratégico Departamento de Socios, Carlos Aguas; los vocales ya mencionados Angelici y Ríos, más Jorge Bitar, Juan José Etala, Matías Ahumada, Cristian Quintiero, Jorge Levy y Fabián Zampone. Una abrumadora mayoría de dirigentes sensibles a escuchar las indicaciones del ex presidente. Algunos pasaron (Ríos) o continúan (Zampone) en el gobierno porteño, otros hicieron negocios para Macri en Neuquén durante la gobernación de su socio político Jorge Sobisch (Requejo García), o llegaron a Boca identificados con Eduardo Duhalde (Ben). Cuando la campaña para las elecciones de diciembre se torne más próxima y visible, coincidirá con el primer semestre de la temporada futbolística 2011-2012. Boca podría quedar entonces en zona de Promoción, en una situación muy parecida a la que River atraviesa hoy por su bajo promedio. Además, el pasivo, según el último balance presentado al 30 de Junio del 2010, es de 97.500.000 pesos, y está en franco ascenso. La actual conducción dejará juicios de varios gerentes que despidió por una suma que supera los 10 millones de pesos, y un padrón de socios que se abultó considerablemente desde junio de 2009 (superaba con holgura los 70.000 socios en 2010) y cuya demanda de entradas no cubre La Bombonera. “Si Macri se presenta, arrasa”, auguran las voces nostálgicas del período más fecundo en títulos y corruptelas en la historia del club. Sus detractores no piensan igual. Quieren ver bien lejos al jefe de Gobierno porteño y a muchos de sus continuadores en la actual Comisión Directiva, donde Ameal cada vez tiene menos poder. Son los padres de un fracaso del que nadie quiere hacerse cargo. Sobre todo, en vísperas de las elecciones futbolísticas más importantes que cerrarán 2011 después de votar en octubre al presidente de la Nación. No se toma en cuenta aquí que también habrá votación en la AFA, todo un trámite para Julio Grondona, quien iría por su enésimo mandato para completar 36 años de gobierno. Nadie podría igualar esa marca, ni en Boca ni en el país.
Tortilla de patatas
Parece que la crisis española y el asunto de los desocupados son la hostia. Y que el fútbol no se salva. Y que vaya a saber uno si no tendrán que soltar pesetas los más grandes. Y pues, coño, que se están enfadando los equipos grandes. ¡Joder! Que lo explique Ezequiel… Por EZEQUIEL FERNÁNDEZ MOORES
H
inchada de dinero, la Liga de las Estrellas rechaza la ley española y se niega a ceder al menos un partido por fecha para la TV abierta. Pretendió inclusive hacer una huelga, protestando la decisión del gobierno español, en una pelea que, según parece, volverá a estallar cuando comience la temporada próxima. Fue cómico escuchar por radio, hace unas semanas, al presidente de la Liga (LFP), José Luis Astiazarán: que así perderemos 250 millones de euros, que tenemos que retener a las estrellas, que con ese dinero pagaremos nuestras deudas y que no se puede comparar la situación actual con la de hace quince años, cuando se aprobó la TV en abierto. La réplica fue inmediata: que los 250 millones de euros serían 75, que a las estrellas costará retenerlas porque los jugadores extranjeros, en sus nuevos contratos, pasarán a pagar impuestos como cualquier hijo de vecino, que las deudas deben pagarlas igual y que la situación actual claro que es incomparable, porque España tiene ahora millones de desocupados. Los críticos se aferraron, además, a una resolución de este año de la Unión Europea que permite a los gobiernos ordenar TV abierta para determinadas competencias deportivas, entre las cuales aparecen los Mundiales y los Juegos Olímpicos. La resolución, sin embargo, no dice nada sobre partidos de liga local. Los clubes españoles, que deben 600 millones de euros al fisco y Seguridad Social, tienen la repartición más injusta entre todas las ligas top de Europa. No hay otra liga en la que sólo dos equipos (Real Madrid y Barcelona, por supuesto) se queden con el 40% del total de lo que paga la TV y ganen en proporción de diez a uno respec-
to del último. ¿Por qué Real Madrid y Barcelona reciben 140 millones y Manchester United apenas 68, si la TV inglesa paga a sus clubes casi el doble que la española? ¿Por qué el último de la Premier League recibe casi lo mismo que el tercero de la Liga española? Conscientes de que así terminarán sin competencia, algo que puede ser ideal para muchos empresarios pero imposible en el fútbol, los grandes de España aceptaron reducir de 40 a 34% su tajada de la torta para el próximo contrato. “No queremos limosnas”, rechazó la propuesta José María del Nido, presidente de Sevilla, quien lideró la protesta. Sevilla y otros cinco clubes quieren que la distribución sea como en el resto de Europa: un porcentaje igual para todos y otros que sí reconozcan mérito deportivo y poderío económico. Pocos días después de su último ataque, el diario Marca, siempre cercano a Real Madrid, dio gran relieve a un pedido fiscal para que Del Nido fuera condenado a treinta años de prisión por negocios sucios
como abogado de Jesús Gil y Gil, el fallecido presidente de Atlético Madrid. La liga española ingresa 1.509 millones de euros. Gasta 1.713. Y su deuda total es de 3.500 millones. Pero el Real Florentino quiere mantener su libertad para seguir comprando cuanta estrella le apetezca. Y los dineros de la TV son su maná favorito. Basta con poner el equipo en la cancha. El dinero llega solo. Pocos saben que Real Madrid, en pleno franquismo, se opuso firmemente a un decreto del gobierno que autorizaba por primera vez el ingreso a las canchas de las cámaras de TV. Santiago Bernabéu, mítico presidente del Madrid, que había sido cabo en el Ejército franquista, manifestó su oposición al general Camilo Alonso Vega, uno de los más duros del régimen. “Don Camilo”, como le decían, miró a los dirigentes del Madrid y les dijo: “por favor, no me obliguen a que tenga que ser precisamente yo quien entre en el Bernabéu con los caballos”.
José Luis Astiazarán, presidente de La Liga. MAYO 2011 | UN CAÑO 73
La punta izquierda
El pampeano Roberto Laucha Loscertales fue un futbolista víctima de la Triple A. Su asesinato, ocurrido en 1975 e ignorado por la prensa deportiva de entonces, forma parte del rescate de la memoria que en estos tiempos, más que nunca, corresponde al periodismo. El Nunca más deportivo aún aguarda más historias. Por JUAN CARLOS MARTINEZ
P
ara Roberto Laucha Loscertales, el fútbol y la política fueron dos grandes pasiones. Jugaba de once en el tiempo en que los wines transitaban casi sobre la raya de cal de los laterales. Una corrida hasta el borde mismo de la línea del córner, dos o tres adversarios en el camino, cabeza levantada, centro atrás y medio gol asegurado. El habilidoso Laucha Loscertales iba y venía por el lateral de la izquierda. Era tan zurdo para pegarle a la pelota como para expresar sus ideas. Jugaba en Independiente de General Pico, un club fundado por Roberto Petit de Meurville, un maestro que a los 22 años construyó un puente entre la educación y el deporte bajo el lema mens sana in corpore sano. En sus comienzos, el club era conocido como Los Coloraditos. Del deporte, Loscertales saltó tempranamente a la política. Fue a estudiar ingeniería mecánica a La Plata, epicentro de la movilización estudiantil, donde la revolución y el Hombre Nuevo se palpaban en las calles y se construía día a día. El Laucha había iniciado y terminado su carrera futbolística en Independiente. Jugador de baby fútbol del club, después de las inferiores logró debutar en Primera, a los 16 años. Cuando salió campeón, tenía 17. “El último partido lo ganamos tres a cero en Realicó; el Laucha hizo el tercero. Se gambeteó a varios, incluso hasta el arquero… ¡Qué golazo!”, recordó Horacio Benéitez, uno de sus compañeros en
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aquel equipo. “Fue un alumno brillante desde la primaria hasta la secundaria, y lo mismo en la Universidad. Inteligente, muy buen compañero, solidario. Era una luz con la pelota en los pies… Todavía lloramos su muerte”, dijo Benéitez. Roberto Loscertales era trotskista. Participó en diversas manifestaciones obreras, y en 1968 estuvo en la huelga que realizaron los petroleros contra la dictadura de Onganía. A fines de los ’60, la unidad obrera-estudiantil parecía el camino para desterrar la dictadura. El Cordobazo de mayo del ‘69 fogueó aún más los anhelos juveniles de Loscertales. Allí comenzó a militar en el PST. Vivía en Tolosa, en una casa a la que los militantes trotskistas locales llamaban La Mansión, sede de reuniones de largos y profundos debates ideológicos. El Laucha era muy conocido en La Plata como dirigente estudiantil. En el ‘73 dejó la universidad. Firme en sus convicciones y con la estrategia del partido, una agrupación de clase, se proletarizó. Comenzó a trabajar de obrero y militante en una fábrica en Ensenada, Propulsora Siderúrgica, una planta moderna, de alta tecnología,
del grupo Techint. Se recibió de ingeniero mecánico y siguió como obrero calificado. Un dirigente natural que llegó a ser delegado en la fábrica. En 1975 ya se había convertido en un dirigente histórico de La Plata y empezó a tener mucho peso en el movimiento obrero. Entonces, la Triple A lo puso en su mira. En el anochecer del 4 de septiembre de 1975, cinco militantes del Partido Socialista de los Trabajadores viajaban en un Renault Gordini. Además de Loscertales, que tenía 31 años, iban en el coche Adriana Zaldúa, compañera de Roberto, quien trabajaba en Obras Públicas, militante del partido y activista muy reconocida en la facultad de Arquitectura; Hugo Frigerio, delegado del ministerio de Obras Públicas; Ana María Guzner, activista de los no-docentes de La Plata; y Lidia Agostini, odontóloga y cuñada de Frigerio, recién ingresada en el partido. En el auto llevaban dinero recaudado en la Universidad de La Plata para donarlo al fondo de huelga de los trabajadores de Petroquímica Sudamericana, en conflicto con la empresa. En pleno centro platense, cerca de la Catedral, un comando de la
El sepelio se hizo en La Pampa, a poca distancia de la cancha del club Independiente, donde había dejado su talento como futbolista amateur.
Triple A los secuestró y los trasladó a la seccional policial de la calle 56 entre 13 y 14. Fue el comienzo del fin. El 6 de setiembre los diarios titularon “Aparecieron cinco cadáveres en La Plata”. Dos días antes, Loscertales había estado en General Pico visitando a su familia y a algunos amigos. Llegó junto con Adriana Zaldúa, y por la noche fueron con el periodista Armando Zapata a Santa Rosa en un Fiat 600. Allí se reunió con cuadros pampeanos del PST. Fue el último viaje del Laucha a La Pampa. Loscertales había comentado que días antes había zafado de un procedimiento de la policía platense. Sus movimientos estaban vigilados, y el cerco sobre los militantes sociales en la capital bonaerense se estrechaba cada vez más. Algunos testimonios aseguran que Loscertales no llevaba documentos. Que fue detenido y llevado a una comisaría, donde lo golpearon brutalmente. Inmediatamente, lo trasladaron junto con sus cuatro compañeros a La Balandra, un descampado de Berisso, y los acribillaron a balazos. Menos Ana María Guzner, que quedó afuera, los demás estaban dentro del auto. Cuando se reconocieron los cuerpos, Adriana tenía las marcas de 79 balas de itakas.
Mientras tanto, en la madrugada del 5 de setiembre, sus compañeros comenzaron a temer lo peor, cuando les avisaron que no habían ido a dormir. Allí comenzó la búsqueda. Por la tarde, fueron informados que habían aparecido los cinco cadáveres. El día 5, por la mañana, enterados de las desapariciones, los militantes del PST realizaron una asamblea en la sede del partido, en pleno centro de La Plata, a dos cuadras de la plaza San Martín. De allí salieron Oscar Lucatti, que trabajaba en Obras Públicas; Dicky Povedano, dirigente de Previsión Social; y Patricia Claverie, una estudiante y militante de la juventud. Llevaban volantes pidiendo la aparición de sus compañeros. A media cuadra de allí, en 8 entre 54 y 55, los interceptó un auto delante de numerosas personas. En pocos minutos desaparecieron. Los encontraron algunas horas más tarde, en las afueras de La Plata, con las manos atadas atrás, metodología típica de las ejecuciones de la Triple A, y acribillados a balazos. A pesar del miedo y las balas, los compañeros de los caídos en La Masacre de La Plata realizaron el velatorio. Participaron trabajadores de Petroquímica
Sudamericana y del ministerio de Obras Públicas. Estos últimos sostuvieron un paro de 72 horas para presionar por el esclarecimiento de los asesinatos. Al Laucha lo golpearon tanto, que “no se lo pudo velar con el cajón abierto, porque tenía destrozada la cara”, diría un compañero de esos años. Su cuerpo fue trasladado a General Pico, donde poco después se realizó el sepelio en el cementerio local, a poca distancia de la cancha del club Independiente, donde había dejado su talento como futbolista amateur en aquel fútbol que se jugaba por la camiseta, en su caso por la roja, el color que también eligió para hacer política. Lo asesinaron mientras transitaba por uno de los caminos que recorría habitualmente: el de la solidaridad. Ese día, el Laucha hizo su última corrida por el lateral izquierdo de su ejemplar militancia. Ilusos los que creen que arrancando una flor, muere la primavera. Fuentes: Datos suministrados por amigos y compañeros de Roberto Loscertales y extraídos de un reportaje en la página web de “Socialismo o Barbarie”. Colaboró el periodista pampeano Armando Zapata.
Independiente de General Pico, La Pampa, campeón 1961. Loscertales era el puntero izquierdo. MAYO 2011 | UN CAÑO 75
SOCIEDAD
Por RAMIRO BARREIRO Fotos FABIÁN MAURI
Tienen las raíces profundas en el tiempo y en los pueblos originarios. Si bien son unos cuantos en esta parte de la tierra, elegimos a dos de ellos como símbolo de los desconocidos deportistas oprimidos y para recorrer un tramo de las venas abiertas de América Latina, incluyendo las bestiales discriminaciones.
“Tengo ganas de habitar toda esta tierra con mi gente, de salir de las ciudades y cubrirle todo el suelo. Habitarle todo el campo, fecundarla lentamente y mirar a nuestros hijos crecer con ella fuertes”. Jorge Durietz y Miguel Cantilo cantaban esas estrofas a fines de los ’80, sin imaginar que podrían servir de fundamento para la historia de otro dúo. Otro Pedro (Monzón) y otro Pablo (Rotchen) asumieron su origen indígena y trabajan junto al Encuentro Nacional de Organizaciones Territoriales de Pueblos Originarios (ENOTPO) para lograr la visibilización de los más de treinta pueblos que habitan el territorio argentino. En el contexto del congreso de ENOTPO en Buenos Aires, hablaron con Un Caño y se mezclaron entre los representantes de las comunidades para escuchar y opinar sobre los problemas que aquejan a sus hermanos. “Hoy, los indígenas están con miedo porque les quitan lo que es de ellos”, dice el Moncho. “Esto está pasando ahora, y ya no están ni Roca ni Sarmiento”. El Polaco, por su parte, especifica: “hay que solucionar el tema de las escrituras de los territorios
porque con eso ya se puede hacer hincapié en conflictos y necesidades más puntuales”. A unos metros, escucha el vocero del pueblo Tonokoté Walter Barraza, de ENOTPO. Ex jugador y actual director de la escuela de directores técnicos Hugo Manuel García, promueve la iniciativa de visibilizar la diversidad cultural a través del fútbol. Un proyecto que intituló Fútbol e Identidad. –¿Cómo se enteraron de su procedencia? –Pablo Rotchen: Recién de grande me enteré que mi abuela descendía de la comunidad huarpe, que habita en la provincia de San Juan. Luego quise investigar un poco más y me encontré con Walter Barraza. El me comentó que los Suárez (el apellido de su madre) de la comunidad huarpe eran parecidos a mí. Tengo mezcla de sangre porque los abuelos por parte de mi papá (Ernesto Rotchen) eran polacos y se radicaron en Misiones. Mi
abuela paterna se llamaba María Dominique, mi abuela materna, Petrona Suárez. Murió hace unos diez años, cuando jugaba en Espanyol de Barcelona (1999 a 2002), y ahí mi mamá me reconoció lo de nuestras raíces. –Pedro Monzón: Mi historia también comenzó con Walter Barraza, ya que él logró que me involucre muchísimo. Yo siempre supe que mis raíces eran puramente guaraníes. Incluso crecí como indígena en el borde del Río Goya, brazo del Paraná. Ahí vivíamos precariamente porque mis padres no podían darnos otra cosa más que un poco de alimento, aunque sí mucha enseñanza de protección de la naturaleza. Mi abuelo se jactaba de ser indio y nos quería enseñar cosas de la naturaleza. Por ejemplo, nosotros sólo pescábamos para comer, y era de pelearse aún con cuchillo cuando alguien venía, sacaba cinco pescados y les tiraba uno a los perros.
“Creo que la raza indígena es sufrida, pero siempre combativa” (Pedro Monzón)
–¿Alguna vez sintieron vergüenza? –PR: No creo que sea una vergüenza ni mucho menos, sino afianzar mi cultura y comenzar la lucha en común. Estuve en una ONG llamada Intercambio Cultural hasta que me fui a España. Colaboraba con los wichis de Salta con notas que acercaron algo de solidaridad. –PM: Hoy por hoy, estoy más cerca de mi identidad, pero siempre fui discriminado, principalmente cuando era chico e iba a jugar a la pelota a algún club y no tenía zapatillas. Siempre me decían “ahí viene el negro, ahí viene el indio”. Siempre sentí que la gente despotricaba contra quien tenía sangre india. Y tuve que bajar mucho la cabeza. “Eso te fortalece”, interrumpe Rotchen. “Pero también te hace sufrir mucho”, reconoce Monzón, “aunque cuando me decían ‘este es un indio porque se tiró de cabeza’, yo me enorgullecía. Me daba más espíritu para seguir luchando”. El correntino recuerda que cuando arrancó en las divisiones Inferiores de Independiente le decían “indio de mierda” porque no tenía botines. “Vivía en el club, debajo de la tribuna, y a mí no me tocó una cama, sólo un colchón”, agrega. Sin embargo, lo relativiza: “la discriminación la sentí mucho de chico, en mi pueblo. En Buenos Aires era más un chiste, porque yo venía con el pelo duro y peinado
para adelante, sólo me faltaba la plumita. Pero de chico tenía que ir al colegio descalzo, y nos gritaban ‘indio’ por nuestra descendencia y por el lugar adonde vivíamos. Nos cagábamos de frío”. –¿Qué recuerdan de sus abuelos? –PM: A mi abuelo, a veces, se le escapaba alguna palabra en guaraní. Nos enseño que, cuando nos preguntaran ‘mba´eicha reiko’ (¿cómo estás?), yo tenía que responder ‘ai pora, nda che rekairo’, que significa ‘estoy bien, mientras no me busquen’. Era peleador al máximo, pero mi abuela lo contradecía y nos enseñaba la versión diplomática: ‘i porante hande’ (‘bien, ¿y vos?’). Él estaba siempre a la defensiva y preparado para el combate, porque era peleador desde toda su vida. –PR: A la defensiva, por todo lo que habían vivido. –PM: Es que, por el solo hecho de ser indios, los persiguieron para matarlos y lastimarlos. Mi abuelo contaba eso y era muy triste, y cuando ves ahora que a las comunidades les quitan las casas y las tierras no lo podés entender, porque hace centenares de años que viven ahí, pero un gobierno de turno se los saca. Por eso me comprometo, como hubiese hecho mi abuelo. Porque yo también crecí combativo. De grande combatí separaciones, adicciones y un montón de cosas. Y to-
Sus pueblos Pueblo huarpe: constituye la última cultura indígena que pobló Cuyo. Hoy atraviesa problemas relacionados con la minería, el turismo invasivo y la profanación de lugares sagrados, además del conflicto común por la titularidad de las tierras. Pueblo guaraní: se trata de una de las etnias más extensas desde lo territorial. Atraviesan conflictos por desmonte y destierro en el NOA y con la represa Yaciretá, en Misiones, dado que con su construcción se está afectando el territorio del pueblo y especialmente a las comunidades cercanas, que corren altísimo riesgo de inundación, según los informes técnicos. También piden que cesen las instalaciones de papeleras.
davía me quedan fuerzas para combatir. Creo que la raza indígena es sufrida, pero siempre combativa. En este momento, el primer expulsado en la historia de las finales del campeonato Mundial se quiebra y, por algunos segundos, permanece emocionado. –PR: De mi abuela, recuerdo las empanadas. Ella era muy familiera, y yo tengo como siete tíos. Nos juntábamos a comer todos los fines de semana en su casa. Cuando falleció, se perdió el lugar de reunión, y ahora los encuentros ya no son lo mismo. Era el centro de la familia y también le gustaba mucho tejer. Tengo algunas reliquias hechas por sus manos. –En ese sentido, ¿qué diferencias hay entre el mundo de sus antepasados y los vestuarios enormes que conocieron? –PR: Para mí, fue distinto. No me faltó nada aunque tenía lo mínimo e indispensable. Uno piensa que lo de uno siempre fue lo peor, y después te enteras de situaciones de lucha e identificación que te superan ampliamente. Jugas al fútbol por divertirte, y después llegás a lugares de privilegio que no te imaginabas. –PM: En mi caso, antes de conocer esos hoteles, apenas terminé la primaria, porque no tenía para comprar un cuaderno para la Secundaria. En Buenos Aires conocí todo: conocí que el bidet era para lavarte el orto y que la ducha era para bañarte. De la forma en que vivía antes, había sí o sí que esforzarse para salir adelante, y con mi primera plata les di a mis viejos la forma de conocer otras cosas. Después, conocí lo otro. Y fue por el fútbol, pero tal vez en ese momento no tuvimos la sabiduría para saber que podíamos ayudar, y mucho, desde el lugar en el que estábamos. Si hoy volviera atrás, sería todo distinto. Para mí, el futbolista es egoísta; yo lo fui porque entrenaba para que me reconozcan y para ganar dinero, pero al mismo tiempo no le preguntaba a mis viejos,
¿En qué andan?
a mi mujer y a mis hijos si estaban felices porque no estaba en casa. Creía que todos eran felices porque yo estaba feliz, y capaz que el único feliz era yo. El más chico de mis hijos tiene 10 años y le gusta jugar a la pelota, pero yo pienso que ni loco se va a ir de al lado mío, porque recuerdo lo que yo sufrí para llevar el pan a mi casa a los 8 años y por no estar con mis viejos. Lo único que quiero es que estudie. Son cosas fuertes para alguien que creció. –¿Creen que al fútbol le falta compromiso social? –PR: Todos podrían dar una mano, y más si hay jugadores que se reconocen a partir de ahora, si tienen la inquietud de investigar sus orígenes. No hay una causa más noble que ésta, pero el fútbol dio para todo, y algunas fueron cosas tremendas. –PM: Lo que pasa es que uno no quiere identificarse o saber de dónde viene. Algunos querrán y otros no, porque tal vez no sufrieron nada en carne propia o no se enteraron de lo que pasaron sus padres o sus abuelos. El mejor apoyo es darse cuenta de que hay seres humanos que sufren mucho y ayudar en referencia a eso, que no siempre tiene que ser con dinero. Muchas veces alcanza con la presencia física. –PR: Creo que el fútbol está tan cruel que tiene que ver con eso: ante una adversidad, la gente ni siquiera se limita al insulto barato, sino que busca algo para herirte, cualquier barbaridad. Los ejemplos de Buonanotte o Mohamed son los más claros. –¿Qué le falta al mundo del fútbol con respecto al indígena? –PR: El fútbol es muy engañoso, todos buscan sacar ventaja. Le falta la lealtad del indígena. En el futbol inglés son señores, y eso es lo que falta acá, aunque creo que la sociedad entera está así, y el fútbol es sólo un reflejo. Es feo que siempre se quiera engañar al árbitro, a los rivales, al entrenador y a la gente.
Pablo Rotchen: después de trabajar con Garnero en Independiente, hizo algunos cursos. Hoy tiene una nueva oportunidad en San Martín de San Juan. Tiene 37 años y dos hijos: Lautaro, de 11, y Allegra, de 6. Pedro Monzón: vive en Tucumán y está a la espera de una oferta. Su último trabajo fue en Juventud Antoniana de Salta. “Los técnicos somos todos interinos, dijeron por ahí, y es una verdad”. Tiene 49 años y 7 hijos.
s a b r e y s a r t O
MÚSICA
Por ALEJANDRO LINGENTI
“Durante mi adolescencia escuchaba a Jimi Hendrix, Led Zeppelin y cosas por el estilo, pero el primer disco que me impresionó de veras fue Sister, de Sonic Youth. Fue como una bofetada inesperada, un auténtico shock, que me sirvió para meterme de cabeza en un tipo de música más experimental, cruda, violenta y difícil, como la de los Stooges, Frank Zappa o el que es sin duda mi grupo favorito hoy por hoy, Captain Beefheart”. El que habla es Patrick Carney, la mitad de The Black Keys, cuyo último disco, Brothers, fue editado hace un tiempito en Argentina. El otro integrante de este dúo que viene trabajando desde hace un década en la reformulación de la tradición del blues desde una perspectiva atravesada por el punk –más a la manera de los magníficos Two Gallants que a la de los recientemente disueltos The White Stripes, con quien se los relaciona muy asiduamente– es Dan Auerbach, guitarrista blanco como el papel de voz negra como el carbón –su disco solista, Keep it Hid (2009) también es muy bueno–. Brothers es un regreso a
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la búsqueda de los primeros discos, luego de un coqueteo con el hip hop y el inicio de una fructífera relación con Danger Mouse en Attack & release (2008) que esta vez tiene continuidad en apenas un tema, el infeccioso funky Tighten Up. Hay más teclados y órganos que antes, hay una inclinación más notoria por el swing
y hay un aroma sureño (ahí está I’m Not The One para certificarlo) que hará las delicias de nostálgicos y memoriosos. Sin renunciar a la originalidad ni recurrir al pastiche, apostando por un sonido actual pero obsesivamente vinculado con un soberbio linaje, los Black Keys construyeron un disco enorme. Salgan a buscarlo.
TEATRO
Por ALEJANDRO LINGENTI
“Un hombre trabaja para una empresa de seguridad privada. Vive solo en un monoambiente. Sus días se repiten monocordes, a contrapunto de los cuartetos en vivo de Bartók, que como oráculos van anunciando lo que pasará. Un suceso lo cambiará irreversiblemente. Un punto de inflexión que lo transformará en un iluminado que querrá cambiar el curso de las cosas. La historia está narrada por tres voces: la escena, el video en vivo y un cuarteto de cuerdas, también en vivo. Una polifonía de lenguajes que se va complementando y turnando para llevar la voz cantante del relato”. De esto se trata Hacia donde caen las cosas, según su autor y director, Matías Feldman. La obra se estrena el 8 de mayo en el Teatro Sarmiento (Avenida Sarmiento 2715) y estará en cartel de jueves a sábados a las 21 y los domingos a las 20. Actúan Luciano Suardi, Santiago Gobernori, Juliana Muras, Lorena Vega, Jackie Cabezas y Alan Bogado. Los camarógrafos en escena son Agustín Mendilaharzu y Soledad Rodríguez. El cuarteto de cuerdas está integrado por Damián Bolotín (violín I), Pablo Sangiorgio / Valeria Kaladjian (violín II), Fernando Herman / Dolores López MacKenzie (viola) y Pablo García / Melina Kyrkiris (violoncello). La asistencia artística es de Gabriela Ditis-
heim, la iluminación, de Matías Sendón, el diseño de video, de Mendilaharzu, la escenografía y el vestuario, de Mariana Tirantte, la dirección musical en escena, de Damián Bolotín y la dirección musical y música original, de Diego Vila.
SOLIDARIDAD
Una ayuda para Elsa Por PABLO LLONTO
Elsa Rodríguez, la militante del Partido Obrero que fue víctima del ataque criminal de la lista verde de la Unión Ferroviaria cuando asesinaron a Mariano Ferreyra, sufre afasia y una hemiplejia del lado derecho. Hoy continúa recibiendo tratamientos de rehabilitación, traslados y atención médica (fonoaudiólogo) para recuperar el habla. Si bien el Estado aportó una asistencia mínima (materiales de construcción), la compañera vive en condiciones precarias y con escasos ingresos del grupo familiar. Por ello, la familia ha manifestado que, además de una casa que le permita desplazarse en silla de ruedas, Elsa precisa “termotanque y estufa, frazadas, un colchón y albañiles que nos ayu-
den en la construcción de la casa”. Desde esta revista nos sumamos a la movilización política solidaria que busca algunos recursos económicos para su recuperación. El tratamiento se realiza en un centro de rehabilitación de la Capital Federal, y Elsa ha mostrado grandes avances. Todo aquel lector de Un caño que quiera colaborar con Elsa, puede adquirir el video sobre el caso Ferreyra, con imágenes de la lucha de esta militante por los derechos de las mujeres y contra la explotación laboral (ver foto), depositar una ayuda en la cuenta del Banco Credicoop (Nº 191.001.050914.2), o realizar una transferencia monetaria al CBU 1910001855000105091428 CUIT: 30-70853130-4.
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Hollywood ending
Esta revista tiene periodistas ansiosos, provocadores, tímidos, delirantes, cancerberos y también... soñadores. A estos últimos los estimula el bien común y, los fines de semana, el alcohol. Uno de ellos se la da de guionista. Por PABLO CHEB TERRAB
H
arto de las construcciones periodísticas, y con la voluntad de concretar la teoría en acción, me fui directamente a Hollywood para transformar en película, de una vez por todas, la dichosa vida de Martín Palermo. El guión no estaba mal, o eso creía: Estudiantes, héroe, Boca, Selección, penales, Colombia, ojo morado, lesión de acá, rodilla, vuelta, gol a River, Europa, pared, hueso roto, regreso triunfal, vida personal (temas sensibles), Libertadores, lesión de allá, Riquelme, diluvio, Perú, Mundial, festejo, goleador histórico… Sí, la cosa pintaba. Pero los productores estadounidenses son más exigentes de lo que yo pensaba y tenían una objeción repetida: el final. Un campeonato flojo con Boca, algún que otro gol aislado y un retiro por la puerta del medio, sin lesiones, sin contratiempos, medianamente discutido, ovacionado por su gente pero sin competencia real por un título, ni siquiera local. Ni tragedia, ni comedia, ni drama. Desde su lógica absoluta, invendible. Les planteé la posibilidad de que se quedara jugando seis meses más, de que Batista lo convocara para la Copa América. “Todavía hay cosas que pueden pasar”, esgrimí. No hubo caso. Los pragmáticos no creen en las posibilidades, sólo en las certezas. Y una trama llena de eventos rutilantes no puede finalizar en la medianía. Por eso me sorprendí hasta el mutismo cuando encontré finalmente a un cráneo más que dispuesto a rodar la vida del Titán. “No sólo quiero filmarla, voy a filmarla”, me dijo, y a mí se me iluminaron los ojos. –Tengo comprados los derechos y ya estamos grabando. Estrenamos en julio. –¿Pero cómo? ¿Y el final? –El final es excelente. –¿De qué habla? Usted no puede saber cómo va a terminar. –Todo lo contrario, amigo. Ideamos un clímax emotivo para el cierre. –Ah, ¿entonces no van a respetar la biografía?
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–Al pie de la letra. –¿Y qué van a hacer? ¿Pasar a los títulos con el gol a Grecia? –Nada de eso, la película termina en la fecha 19 del Clausura 2011, el último partido de la vida de Martín. En este punto, una risa oscura me dio piel de gallina. –Cuéntemelo todo. –Los eventos anteriores no nos dejaban posibilidades abiertas. Palermo debía morir en el final. –¡¿Cómo que morir?! –Sí. Asesinado, para ser más claros. Pensamos en un ataque cardíaco, pero le restaba fuerza. Piénselo: el último encuentro de Boca en el torneo es ante Gimnasia, y el símbolo de Estudiantes despide su carrera con un beso de plomo. –Usted está enfermo. –Todo lo contrario, amigo, llevo el cine en la sangre y la caída dignifica al héroe. ¿No vio Gladiador, Tarde de perros, Atrapado sin salida? Es perfecto. Y piense en la locación… –¿El bosque platense? –No, hombre, ¡el Estadio Único! ¿Por qué cree que se juegan partidos en ese campo inmundo? Hay que acostumbrar al espectador para no levantar sospechas. Para filmar, es insuperable: buena luz y pondremos cámaras hasta en el techo. –¿Y el asesino? –Es lo que pide la trama. Además, es un personaje más para alimentar la película: mostraremos en un montaje paralelo cómo crece su odio por Palermo a través de los años y cómo se prepara ese día para la escena final. –Ni siquiera me atrevo a preguntar pero… ¿Ya saben quién es? –Bueno, es un detalle a resolver, se soluciona con una cochina montaña de dinero. Hablando de todo un poco: ¿tiene algo que hacer el fin de semana del 12 de junio?