EDITORIAL
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uienes habitamos a Medellín, quienes la vivimos, quienes somos parte de su constitución genética, sabemos que es una ciudad que, por más golpeada que sea social, económica y políticamente, se impone continuar con la materialización de sus sueños y, teniendo en cuenta sus valores y principios, busca a como dé lugar la satisfacción de sus deseos, la concreción de sus ideales; en palabras de Virginia Woolf: “No hay barrera, cerradura ni cerrojo que puedas imponer a la libertad de mi mente”, pues, como VANGUARDIA FEMENINA en ésta, la octava edición, pertenecemos a los, las y les que habitamos, vivimos y somos parte esencial de esta Medellín que siempre queremos mejor para todas, todos y todes. La Medellín libre para expresarse. Libre de prejuicios. Libre de ser. Por todo esto y más, esta octava edición de VANGUARDIA FEMENINA es muy significativa a nivel de ciudad, pues es el resultado de un trabajo de sensibilización y percepción de nuestra realidad en interacción con esta Medellín que tanto odiamos y amamos a la vez, solo con mujeres y comunidad LGTBI mayores de 26 años de la comuna 4, Moravia.
Po r : M a r y To r r e s Av i l a Un trabajo en el que, a partir de una mirada atenta a los recuerdos, que por algún motivo son imborrables de la memoria, quienes asistieron al taller nos los obsequiaron a modo de testimonios escritos, y que por ser esta una edición especial, ganadora de la 10° Convocatoria de Becas de Creación en Arte y Cultura del Centro de Desarrollo Cultural de Moravia en el área de Artes Integradas, imprimimos 1000 ejemplares del que usted tiene uno en sus manos. VANGUARDIA FEMENINA es una propuesta para la reafirmación y resignificación de nuestro habitar en la ciudad con la proyección particular de las mujeres como agentes de las culturas y las artes; mujeres diversas, creadoras de iniciativas culturales y artísticas unidas en la escritura y la literatura, visibilizando y reivindicando las historias que hay en cada una de ellas proyectadas hacia la reconstrucción de nuestra sociedad. Una sociedad de seres humanos libres y con un espíritu independiente. Una sociedad donde VANGUARDIA FEMENINA se suma como la voz de lo que todavía sigue siendo el acto más valiente para la mujer pensar y decidir por sí misma.
PÁG. 4 LA VIDA ANTES Y D E S P U É S D E PA U L A Eliana Montoya Hurtado
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CRÉDITOS
DESENCUENTROS, AZAR Y DESTINO Va n e s a M e s a A l a r c ó n
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TABLA DE CONTENIDO
J U A N PA B LO SEGUNDO Rosa Nora Noreña
PáG. 11 EN BUSCA DE LA FELICIDAD Susana Molina
PÁG. 13 LA ÚNICA OPCIÓN Daniela Hernández
Directora: MARY TORRES AVILA Periodista: SUSANA MOLINA RESTREPO Participación especial: DANIELA HERNÁNDEZ, ROSA NORA NOREÑA MARÍA VICTORIA RESTREPO, TATIANA CARTAGENA, ELIANA MONTOYA HURTADO, LAURA ANDREA PLATA, VANESA MESA ALARCÓN
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Asesor y corrector de estilo:
M U J E R VA N G U A R D I A Rosa Nora Noreña
MARIO SÁNCHEZ VANEGAS
PAG. 17
Diseño y diagramación: MARY TORRES AVILA
ERAN CASI LAS SIETE Laura Andrea Plata
Ilustrador:
PÁG. 20
Impresión:
PA S E O D E O L L A María Victoria Restrepo
ALEXIS GARCÍA
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ROCCO GRÁFICAS
PÁG. 22 EL OBJETO SIN NOMBRE Tatiana Cartagena Cruz
E-mail: revistavanguardiafem@gmail.com Celular: 300 648 66 98 Encuéntranos en nuestras redes sociales
PÁG. 25 LOS 90´S Mar y Torres Avila
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MI HISTORIA
LA CASA… O EVOCACIÓN… “La casa es otra casa, el árbol no es aquel, han volteado hasta el recuerdo, entonces a qué volver, han volteado hasta el recuerdo, entonces a qué volver”. Fragmento de la canción A qué volver de los Chalchaleros
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ace tiempo que la puerta de madera café se cerró. Los pequeños baldosines de color negro, blanco y rojo que adornaban el frente de la casa la hacían única en la cuadra, al igual que las dos palmas altas y los dos pinos que embellecían el antejardín. Durante un tiempo nuestra casa fue la más linda de la cuadra. Era de ladrillo y su interior estaba ya terminado con sus paredes de color claro (color hueso, decía mamá) y su techo era de Eternit, ese que calienta mucho en tiempo de verano y que cuando llueve se siente fuerte las gotas al caer
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sobre éste. A mí particularmente me encantaba escuchar la lluvia sobre el techo. El piso era de baldosas rojas y amarillas, eran la moda de la época; las ventanas de la sala y de la habitación que daban a la calle, tenían una linda cenefa de madera hechas por mi papá, al igual que en la sala para entrar a las dos habitaciones había otra cenefa larga de la que colgaban las cortinas. Ya tras la puerta se encontraba una sala donde las paredes estaban decoradas con el cuadro del Corazón de Jesús, ubicado al lado de los muebles de madera y forro color vino tinto. El cuadro
televisor a blanco y negro en el que, en ocasiones, compartíamos viendo en familia algún programa o las noticias.
Por: Eliana María Montoya Hurtado de la Última Cena estaba junto a una mesa de madera y dos taburetes, donde nos sentábamos a disfrutar en las tardes el agua de panela con biscochos. También teníamos un gobelino (hecho de lana con figuras de perros) en el corredor que daba a la cocina, y había dos pequeños cuadros de paisajes naturales que estaban a los lados de la ventana. Para escuchar música teníamos una linda radiola café rectangular, asimismo para escuchar emisora y para medir los acetatos que conservábamos en tres tipos de revoluciones: 45, 33 y 75, sonaba genial. También teníamos un
Al lado de la sala había dos habitaciones, sus puertas daban hacia la calle, era donde dormían mis hermanas. Allí había dos camas y un cuadro con La niña de las niguas y un Ángel de la guarda. Una tercera habitación que daba al patio, era la de mis padres y allí había una camacuna en la que yo dormía. En la pared dos cuadros, uno de la Sagrada familia y otro de la Virgen del Perpetuo Socorro. Había un corredor que llegaba a la cocina donde el mejor aroma era el del chocolate recién batido y las arepas asadas por mi mamá. Teníamos una mesa pequeña y tres taburetes pequeños, donde nos sentábamos a desayunar. Era un momento de encuentro familiar en el que disfrutábamos viendo la habilidad con la que mamá tomaba en sus dos manos la masa y armaba la tela de la arepa sin que se le dañara, luego, la ponía sobre una parrilla en el fogón y, mientras se asaban las arepas, el sonido del molinillo batiendo el chocolate nos preparaba el paladar para el disfrute de tan delicioso desayu-
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no. Ese corredor que te llevaba de la sala a la cocina, también seguía de largo y llegaba al baño y a una última habitación, la única que estaba en obra negra (adobes, cemento y en la ventana, aún sin vidrios, una cortina que cubría del frío a los dos hermanos hombres que allí dormían). Afuera de esa habitación se encontraba un nidito (mueble de madera forrado en cuero y cubierto por un tendido) donde nos sentábamos a descansar. Al frente del baño y de la última habitación se encontraba el patio de la casa, lugar espacial y encantador. Era de piedra y de arena en varias partes, en el medio un naranjo al que nos trepábamos para coger sus frutos y comérnoslos. A este árbol le fueron llegando unos acompañantes que currucuteaban en las mañanas, dos palomos que con el tiempo se quedaron allí en una palomera que se les construyó, formando su nido de amor, luego, llegaron más palomitos que alimentábamos con maíz. Allí también algunos pájaros en la mañana nos regalaron su canto. En la parte de atrás, donde termina el patio, había un brevo, del que mamá tomara sus frutos e hiciera un rico dulce cada
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vez que había cosecha, también había sembrada cebolla de la larga y hierbas para hacer bebidas cuando teníamos algún malestar. El patio de la casa era también el lugar de juego donde en el árbol de naranjas nos armaban un columpio con una cuerda y una almohada de sentadero para que no nos tallara, y pasábamos horas allí meciéndonos. Cuando el clima era cálido nos daba sombra con sus ramas y cuando soplaba el viento era linda la melodía que se escuchaba. Cuando llovía se podía apreciar el agua que acariciaba las hojas del árbol y al cesar la lluvia se veía cómo de sus hojas caían lindas gotas de agua. Ese patio fue escenario del pilón de madera, instrumento que utilizábamos para hacer la mazamorra, y las ricas natillas que compartíamos en familia. El patio de la casa fue el lugar de toda la familia, en el que además de tender ropa, jugar armando castillos y casas impresionantes, nos quedábamos en las cálidas noches a contemplar la luna, las estrellas. Un día la puerta café quedó cerrada para siempre, pero sigue viviendo en mis pensamientos, sigue existiendo con sus olores, con sus alegrías y tristezas en mi corazón.
MI HISTORIA Por: Va n e s a M e s a A l a r c ó n
LA VIDA ANTES Y D E S P U É S D E PA U L A
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ra finales del año 2014, para ser más exacta noviembre. Tenía el corazón en la mano. Desde mayo del mismo año, mi hermana Paula Andrea Mesa soportaba un sin número de extraños síntomas, a partir de los cuales le diagnosticaron cáncer de estómago. Yo estudiaba medicina veterinaria en la Universidad de Antioquia, por ese entonces cursaba el quinto semestre de la carrera. Desde el día en el que a ella le diagnosticaron el cáncer, nada volvió a ser lo mismo en mi vida. Mi familia estaba muy triste, yo empezaba a ver demasiado pesada la universidad y los problemas económicos crecieron, por
lo que determiné cancelar el semestre, suspender mis estudios hasta que mi hermana mejorara. Decidí buscar trabajo para ayudar en mi casa, por suerte me contrataron en la Secretaría de Salud como vacunadora de mascotas en las jornadas gratuitas del municipio. Ese año se hizo muy largo y muy doloroso. Me la pasaba del trabajo a las visitas de mi hermana en la clínica y, a veces, compartía con mi novio. No quería aceptar que mi hermana ya no podía recuperarse. Finalmente, sucedió lo que más temía, ella falleció. La sensación fue de haber partido mi vida en dos. La vida antes y después de Paula, la persona que más he querido en el mundo.
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En el 2015 seguía trabajando y tratando de sanar. Estuve desanimada por un largo periodo, vivía prácticamente por inercia. En algún punto de toda esa tormenta me dije que debería empezar a hacer algo que me gustara para subir un poco los ánimos. Así que tomé la decisión de hacer un curso de fotografía en el Parque Biblioteca Doce de Octubre. Ahí conocería una mujer que cambiaría mi vida.
que no les permite formar relaciones duraderas entre ellas. Pero este grupo era diferente, ellas se querían, compartían y se fortalecían unas a otras.
Nosotras pasábamos tiempo conversando, leyendo, viajando, en fiestas, haciendo proyectos juntas, lo que hizo que mi ánimo empezara a mejorar. Simplemente no tengo palabras para describir lo importante que fue la llegada de ellas a mi vida. SimUna mujer delgada, de cabello plemente estaba rota, triste y sin negro, largo, con una mirada ino- ganas de seguir adelante. Ellas, cente y transparente. Su nombre: aunque nunca se los he dicho, Jessica, promotora de cultura en fueron un viento fresco que llegó la Biblioteca, y hacía parte del a mi vida para hacerme sonreír taller de fotografía. Por alguna otra vez, para compartir y tratar razón que desconozco tuvimos de vivir mejor. afinidad y empezamos a hablar, luego, ella empezó a invitarme a Este escrito es un homenaje a salir y a pasar tiempo con ella y ellas y a todas las mujeres del su grupo de amigas. Jessica, sin mundo que trabajan unidas. Es darse cuenta, me acogió en su también una invitación a la univida como si supiera que estaba dad. La vida es más fácil unidas, rota, que necesitaba alguien que no hay que olvidar eso y a mis me acompañara a vivir. amigas Jessica, Caro, Isa, Laura, Yesica y Leidy, les dejo mis mejoAntes de eso, nunca había admi- res deseos y me siento feliz de las rado a otra mujer en mi vida que cosas que hemos hecho juntas, no fuera mi hermana. Ellas eran así mismo deseo de todo coramuchas, todas mujeres fuertes, zón que cada mujer en el mundo talentosas y con un carisma in- pueda encontrar a sus compañecreíble. Para nadie es un secreto ras de lucha y que se acompañen que a veces las mujeres se llevan unas otras. muchas envidias y rencores, lo
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JUAN PA B LO SEGUNDO
MI HISTORIA
Mi corazón palpitaba con fuerza. ¿A quién encontraría? ¿Volvería a ver a alguien? ¿Me reconocerán? ¿Conversarían conmigo? ¿Me saludarán? ¡Oh, sorpresa! Me enn día cualquiera fui a la contré con personas amables, cooperativa. Allí recibí cariñosas. una invitación: el 23 de septiembre nos reuniríamos con Este lugar es agradable: las pislas familias, amigos, conocidos, cinas, los árboles, los pájaros. El vecinos, algunos profesores y Aeropuerto Olaya Herrera, pues también personas que no re- se ven los aviones, cuando llegan cordamos. Con tiempo compré y se van. manzanas, zapotes y un pastel dulce. Busqué el vestido de baño, Hubo varios juegos: bingo, conla toalla, la peineta. No quería ol- céntrese, cartas, dominó, balón vidar el gorro, ni la pantaloneta y la rana. de licra. Me levanté temprano, hice algo de desayuno, me orga- El almuerzo fue tamal con huenicé, tomé algunas pastillas y las vo cocido, carnes, alverja, papa, otras las llevé. zanahoria, en una envoltura con
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hojas.
Había otro menú para escoger lo que cada uno quisiera. La Santa Misa a las 12:00 del medio día. Antes y después rifas para niños y adultos.
Por: Rosa Nora Noreña 9
Rosa encontró a Oliva, a Marta, a Rosmery, a Diana, a Carmen. Las personas de las cooperativas Creafam y Coogranada. La entrada era a las 9:00 a.m. Todos hicimos la fila. Al entrar nos dieron el ficho para el almuerzo. Las familias escogían el lugar. Unos para la piscina, otros cuidaban las pertenencias.
en medio de risas, no desean olvidar ni un detalle, porque el lugar es maravilloso, espectacular. Tendrían algo para contarles a sus amiguitos en la escuela. Rosas, begonias, novios, crisantemos, cintas, caracuchos, orquídeas, mujer, finca Las delicias.
Yo fui sola. Compré la bolsa. Cantar, llorar, danzar, correr, Guardé las cosas. Y a disfrutar brincar, amar, reír, amasar, vendel tobogán o la del vaivén de las der, comprar. olas. El cantar es una actividad al venEl día estuvo un poco nublado. der entendida como compra de Todas las personas usamos blo- objetos y animales, o correr de queador solar. un lugar a otro en un danzar que utiliza una determinada infraesEl tic toc, tic tac del reloj no se tructura. detuvo, tampoco el sol que poco a poco se fue ocultando y por eso todos nos teníamos que organizar para salir. Ya eran las 5:00 p.m. Unos fueron en carro, otros en moto. Los demás en el Metro Plus. La gente salía apresurada. Buscaron alimentos como frutas, obleas, gaseosa. Otros fueron a un café o restaurante a comer. Luego cada familia, al regresar a su casa, donde buscaban su descanso, con los niños comentaban
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EN BUSCA DE LA FELICIDAD Un artículo de: SUSANA MOLINA
brindó estabilidad. Producto de esto quedó embarazada. En esos mismos meses, por segunda vez en su vida, le quitaron la felicidad. El mismo grupo armado invadió lo que ella con tanta lucha había conseguido y la obligó por todos los medios a salir de Granada, lo que hizo que Rosa por miedo a perder a su hijo, iniciara una travesía hasta Medellín.
A ella le arrebataron sus tierras, su familia y su único hijo, dado en adopción a un Estado que icen que las tragepor ese tiempo no reconocía las dias vienen de a tres, víctimas. Un Estado que no le y cuando las FARC brindó el espacio suficiente para tocaron la puerta de que se pudiera organizar econóDoña Rosa, la vida del micamente, un Estado que dejó campo que ella había disfrutado huérfano al hijo, a la madre y a desapareció en un abrir y cerrar una familia que, en otras circunsde ojos. Toda su familia: sus 16 tancias, quizás, estaría junta en hermanos, su madre y su padre, este momento. tuvieron que huir de Granada, Antioquia, para no morir en esa “La familia siempre ha desempeguerra que, afortunadamente, ya ñado un papel protagónico en la terminó. sociedad, puesto que, es la promotora directa del desarrollo y Rosa no quiso abandonar el ludesenvolvimiento del ser humagar que la había visto crecer. Con no, y la transmisora de tradiciomucho esfuerzo, después de larnes y costumbres humanas. Ella gas horas de trabajo limpiando se constituye mediante la filiacasas en Granada, pudo comción, que es el vínculo jurídico prarse su vivienda donde vivió que existe entre dos personas, en 10 años, se enamoró y vivió feliz el que una es descendiente de la por un tiempo con alguien que le
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otra, por un hecho natural (biológico) o acto jurídico, denominado adopción”, según el Estado colombiano. Ella llega a Medellín con la esperanza de recuperar lo perdido, de volver a soñar y de encontrar a su único hijo, aunque después de 24 años y ya con muchas enfermedades. El Estado todavía no le ha permitido reencontrarse con su único amor, ese que recuerda todas las noches con desvelos. Granada su cuento de hadas. La primera respuesta de doña Rosa al pedirle que nos describiera su niñez, es una frase que sale de su boca con mucha nostalgia: “Yo viví feliz. Yo nací en el campo en una tierra grande con quebradas limpias donde me podía bañar. Tenía toda clase de animales: vacas, caballos, gallinas, perros, además, mis padres nos sostenían cultivando toda clase de frutas y verduras que, allá en Granada Antioquia, pudieran crecer”. Creció con 16 hermanos, personas que la llenaron de mucho amor, alegrías y juegos tradicionales como subir a los árboles, correr por esas inmensas extensiones de tierras hasta mancharse y caerse por charcos de lodos.
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Aunque todas esas “locuras” la hicieron enfermar, pues, de tanto querer explorar el campo, le dio una infección obligándola a estar en cama por mucho tiempo. Eran sus obligaciones colaborar con las actividades del hogar, con la siembra del cultivo, con la preparación del abono, con el cuidado del ganado, entre otras actividades del campo. A Rosa le encantaba el contacto que le producía coger los huevos calientes recién puestos por las gallinas, luego llevárselos a la madre y ayudar a preparar diferentes comidas, argumentando muy orgullosa que eran seis las comidas que todos disfrutaban. Para ella el campo representa una de sus mejores épocas. Su nueva tierra, Moravia. Rosa encontró en Moravia un nuevo pedacito de tierra donde puede ser feliz, donde se puede realizar como persona aprendiendo cada día en los talleres que asiste, de las compañeras y compañeros que conoce y, sobre todo, de un lugar que le abrió de nuevo las puertas a una felicidad que, poco a poco, ella va marcando en todas la manualidades, escritos y arte que realiza.
MI HISTORIA
LA ÚNICA OPCIÓN
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Estás bien, solo resta esperar unos tres meses”, dijo el médico. Luego, saliste del consultorio con un par de muletas, caminando lentamente, mirando hacia el frente, levantando un poco el mentón y controlando la respiración para contrarrestar las ganas de salir corriendo que, inesperadamente, sentiste en tus pies, en el estómago y en tu mirada, justo antes de que surgiera de ella una lágrima tan pequeña que solo tu piel pudo percibir al experimentar un cosquilleo tan delicado como el caminar de una hormiga sobre tu rostro. Ese consultorio quedaba a unas 8 cuadras de la casa de tu abuela. Te rehusaste a tomar un taxi y
continuaste caminando durante 27 minutos, paso a paso, muleta a muleta. Los rayos del sol se consumían el panorama en un resplandor que parecía decolorar las fachadas entrometidas de las casas del barrio. El sudor que humedecía tu camiseta y bajaba por tus brazos no era como el andar de una hormiga, sentías más bien una combustión que te quemaba por el rozar de la espuma desgastada de las muletas alquiladas en cada paso que dabas. Se hicieron peladuras en tu piel gracias a la insistente necesidad de demostrarte a ti misma que en los próximos meses continuarías haciendo las cosas de la manera menos distinta a como siempre acostumbras a hacerlas.
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cional del Perú, ser invitada de una compañía de danza a la cual admiras por su compromiso políPor: tico y propuesta escénica, sentirte orgullosa de estar allí – ese día Daniela – con Sankofa, tener muchas gaHernández nas de bailar, comenzar la obra y salir corriendo para tropezar y, después de la fractura, reacomoLlegaste a la casa de tu abuela, dar tu dedo. donde pasaste la mayor parte de tu infancia. Esa casa vieja llena Al llegar a la casa de la abuela de recuerdos y personas, donde saludaste brevemente a todas te sientes a salvo cuando se es- las personas que estaban en la cucha en la calle persecuciones, cocina y en la sala, fuiste a ese enfrentamientos y el desconsue- patio lleno de plantas de las cualo de las personas empobreci- les quisiste aprender sus nomdas luchando en guerras ajenas; bres y nunca lo hiciste, pusiste donde aprendiste a cocinar, a las muletas en el piso para resescribir, a lavar, a bailar, a cui- pirar profundo y por fin retomar dar las plantas y a jugar; donde el aire, pensar un poco sobre las enfrentaste confundida, situa- preocupaciones que trae consigo ciones en las que la única opción no trabajar durante tres meses, era continuar, tal y como ese día, pero lo que verdaderamente te cuando llegaste después de ir al preocupaba era no poder bailar. médico. Días antes tu mamá y tú Quisiste salir corriendo de nuehabían tenido algunos proble- vo, ir a tu habitación y encerrarmas en casa, tanto que debieron te, pero recordaste que allí no teguardar los muebles y las cosas nías habitación, y que en la casa en diferentes lugares y mudarse de tu abuela no podías encerrarcon las otras 10 personas entre te porque solo había una puerta (la de la calle). primos y tías que vivían allí. Fracturarte el dedo fue algo muy sencillo. Bastó con estar muy emocionada, con ser bailarina, estar en el día de tu cumpleaños, presentarte en el gran teatro na-
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Permaneciste en el patio toda la tarde. Viste como el resplandor del sol fue opacándose hasta sentirse casi tan frío como las palabras del médico. No sentiste
dolor. Recordaste tantas veces que bailaste con todas tus fuerzas desde que eras niña que vino a tu mente la manera en que tu madre bailaba contigo abrazándote para protegerte. Te viste a ti misma y a tu hermana bailando frente al espejo. Pensaste también en Wangari, la compañía de danza a la que perteneces, y en sus planes para estas semanas. Sentiste la necesidad urgente de correr, de bailar o brincar, porque saberte quieta o callada era algo que te ha costado desde siempre. En ese momento una gota de lluvia mojó tu pierna, recogiste las muletas del piso y entraste paso a paso a la casa donde tu tía y tu mamá te pusieron conversa sin lograr que hablaras mucho, pensaste que habías pasado mucho tiempo en el patio, sin embargo, te sorprendiste al ver que el reloj de la pared marcaba apenas las 6:00 de la tarde; te enteraste entonces que estos tres meses no eran de “espera” como había dicho el médico, sino que eran más bien preámbulo y preparación para, como desde siempre lo has dicho – la única opción – continuar… …Bailando.
MI HISTORIA
ERAN CASI LAS SIETE
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brí la puerta y estabas ahí, tan campante, aún con pijama, fumando un cigarrillo “De los rojos”, con la mirada tardía, los tragos encima y el día rodando por tu rostro vacío. Miré mis manos, estaban temblorosas, no por miedo, sino por rabia; la misma que expresabas con solo mirarme. Quise huir, despertar en otra realidad. Nunca fui de muchos amigos, más tú, y al parecer invitaste algunos que yo nunca había visto. Disfrutaban de la música a alto volumen y el licor que iban por tu cuenta. Les pedí que se marcharan. Todos lo hicieron excepto una persona que sobresalía por su rostro que parecía decir: “Te daré problemas y me llevaré lo que pueda de aquí”.
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Por: Laura Andrea Plata Aun así, me encerré en el cuarto principal. No contaba que tenías otros planes.
Tan pronto la puerta de salida cerró me dijiste: - ¡Es tu culpa! Y te encerraste en el cuarto principal.
No lloré. Me dio alivio tener algo para alejarte de mi vida, ya que La música había muerto y decidí por mí misma no podía. Rogué salir a hablarte. Pensé que ya no ayuda a supuestos amigos, pero había nadie además de vos y yo. amargamente supe que no tenía alguno. Salí. Recuerdo llevar aquel blazer blanco con botones negros, en el bolsillo el encendedor con flores grabadas en relieve que me había regalado Omi por mi cumpleaños (me encantaba ese encendedor) y una cadena dorada con un ancla colgando sobre mi camisa negra favorita.
Esa noche fue el principio del fin. Recobraste energías y pusiste de nuevo música a todo volumen. Solo quería alejarme. No tenía a dónde ir. Así que me encerré en un cuarto para dormir. Dormir era mi propósito hasta que llegaste.
Violaste la puerta y me dijiste Había otro cuarto al cruzar el pe- tantas veces ¡Puta!, ¡Perra! Que queño pasillo, el cual, no conta- perdí la noción de lo que signifiba con seguro en el picaporte. Lo caban esas palabras. que vi al abrir no me lo creía. Estabas agazapado con el pantalón Querías destruirme, borrarme de a medio subir, intentando cubrir- mi propia vida. No sin antes late e intentando cerrar la puerta. varte las manos. Simplemente no merecías nada de mí. No eras nada. Mi cuerpo Estaba por salir de este apartaquiso gritar, matar… Mas solo le mento. Te acercaste y me arrancaste aquella cadena con el andije a tu acompañante: cla (que tanto me gustaba) para - Si no quiere problemas, tirarla por el balcón, no sin antes tomar el encendedor, mostrár¡lárguese ya!
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melo y tirarlo igualmente, sin tener en cuenta su trayectoria, haciendo añicos el vidrio que se interponía. Tomaste un destornillador. Yo saqué el celular para filmar. En ese momento sabía que podría ser mi fin, más yo filmaba, sin parar tus insultos y tus amenazas físicas. Me embestiste y supe que, si fuera por vos, moriría. Moriría a manos de un ser que sólo era sombra.
dor, con un Oficial a 20 centímetros listo para cualquier movimiento, es de las cosas que más he disfrutado en mucho tiempo. Fue la última vez que te vi. Ahora regresas por redes, pidiéndome que hablemos, que “desatracemos cuaderno”. No voy a dejarte avanzar esta vez. Recuerda que tengo aún esos videos, recuérdalo. Yo lo hago cada día.
Contra todo pronóstico salí de Ahora después de todo esto ese apartamento, casi muero, pienso que arrancarte de mi vida pero salí ilesa. no es posible, porque “Las cicatrices son batallas ganadas”. Cuando salí, recuerdo que estabas arrastrándote, arrodillado Soy más sabia, consciente, me tomabas mi bolso negro, no que- amo un poco más. Sé por experiendo dejarme ir. riencia que las apariencias engañan, el amor es desde uno misLos vecinos salieron. La policía mo, que el día no se cuenta por llegó y me fui por varios días. las horas, sino por las sonrisas. Sólo volví acompañada por una pareja de policías y dos amigos Que la vida no es fácil, pero me que fueron para ayudarme (Jor- gustan los retos. ge y Mile, gracias) Recogimos lo más indispensa- Doy gracias porque sé lo que no ble. quiero ser. Doy gracias porque estoy viva. Verte ahí en silencio, casi con un En Colombia muere una mujer mutismo obligado observando cada tres días a manos de su paa través del reflejo del computa- reja o expareja.
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MI HISTORIA
Por: María Victoria Restrepo
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n casa de mis padres se acostumbraba a salir de caminada todos los 6 de enero. Ese día era uno de los días más felices en el que podíamos descargar toda la energía en esos maravillosos paisajes. Como de costumbre salíamos con tíos, primos, amigos del barrio y las esposas de mis tíos. Este día salimos muy madrugados con la olla, revuelto, carne mecato y empacábamos moresco para el trayecto y la sobremesa y, por supuesto algo que no puede faltar en los paseos: los balones, el platillo volador y las cartas para jugar después del almuerzo. Ese día salimos mi madre, mis hermanos: Marta, Jorge, Antonio, Adriana; mi sobrina Alondra, mi tío Rodrigo, su esposa Estela, su hija Viviana y Andrés Felipe, un primo; Jhon Darío, el papá de mis sobrinos, y Yo.
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PA S E O DE OLLA Era un día soleado, hermoso, de firmamento azul. Empezamos a caminar por senderos que fueron explorados por los habitantes del barrio, ya que en los tiempos de nuestros abuelos se conseguía el sustento diario con lo que producía la tierra y para ello les tocaba largos trechos para lograrlo. En los lotes había muchos sembrados de frutas como mandarina, guayaba, naranja, plátano, yuca, tomate, cebolla, papa y otros; esas maravillosas fincas con extensas mangas donde se podía descansar y disfrutar de las maravillas de la naturaleza. Paseamos aproximadamente, desde la casa hasta el lugar, más o menos 3 horas, conversando, corriendo y recordando viejos tiempos con los abuelos y los tíos. Por fin llegamos, descargamos y empezamos a buscar entre el extenso bosque leña para empezar a cocinar el sancocho.
Mientras los unos buscaban leña los otros pelábamos el revuelto para el sancocho y luego a disfrutar de ese lugar tan maravilloso, una manga verde, un pequeño arroyo y, solo a unos pasos, podernos meter al bosque para correr entre los árboles como decía mi madre: descalzos para botar las malas energías. Pasadas casi tres horas el sancocho terminó su cocción, lo servimos y no se sabe cuál de todos lo disfrutábamos más. Como de costumbre ese día se elevaron muchos globos, una distracción más para mirar en el firmamento cuántos globos había y con un espejo tratar de bajar uno hasta el lugar donde estábamos, mientras los adultos jugaban parqués o cartas. Nosotros, los niños, jugábamos, y a mi primo Andrés le dio por meterse más entre el bosque yendo detrás de un globo y ¡oh, sorpresa! Se encontró una bolsa llena de dinero. Lo primero que hizo fue llamar a su madre y le dijo: mami, mira lo que me encontré. A ella como le encanta el jardín pensó que era una mata, fue hasta donde él estaba y empezó a gritar: ¡Andrés encontró plata! Y todos empezamos a buscar entre el bosque y él encontró otro paquete, y así todos encontrábamos en el suelo billetes ya desmanchados y desechos por
la humedad del bosque, nos volvimos locos y todos empezamos a lavarlo y a despegarlo, y los chicos trataban de montarse a los pinos a mirar si la maleta que estaba en el copo del árbol tuviera más dinero, lo que era casi imposible, era un árbol demasiado alto y las primeras ramas para trepar estaban demasiado altas. Nos montábamos a caballo uno en el otro y era imposible. La tarde está por terminar y el camino era demasiado largo. Bajamos más contentos que marrano estrenando lazo. Llegamos a nuestra casa y se repartieron el dinero. A mi primo, el de la suerte, le compraron un novillo. Con el que nos tocó a nosotros mi madre compró mercado y quién sabe que más marañas hizo ella, una mujer que le tocó salir adelante con siete hijos sola, ya que su marido la abandonó y a ella le tocó coger las riendas sola. Los chicos llenos de felicidad le contaron a otros vecinos y ellos a otros. Al día siguiente parecía como si todos se hubieran puesto de acuerdo para subir a buscar más y, si no estoy mal, uno de ellos sí encontró, pero más arriba de donde estábamos. Y esa historia es un recuerdo.
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Por: Tatiana Cartagena Cruz
EL OBJETO SIN NOMBRE
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ara relatar esta historia es necesario volver atrás, exactamente a el año 1995, época en la cual era una niña y vivía en el municipio de Turbo, Antioquia. Un lugar hermoso, de personas alegres que llevan la fiesta en su sangre, bailando ragga, champeta y paipa. El calor de Turbo hace que todos vayan a la playa a recibir los atardeceres y sentirte en total calma. Esa es mi tierra, la que llevo en el alma.
Había tomado gran fuerza en mi papá, una figura de seguridad que en un abrir y cerrar de ojos cambiaba para convertirse en alguien desconocido, fuera de la familia. Esa sensación de no saber qué pasaría si papá y mamá se enfrentaban. Peor aún, sumarle el extraño comportamiento que observabas en él cada vez que se sentaba a compartir en una mesa con un objeto sin rostro que todos conocemos como “licor”. Cuando digo “sin rostro” es porque a medida que lo vas consumiendo puedes hacer esa comparación de emociones y comportamientos que después hasta tú mismo desconocerás. Al comienzo eran gritos acompañados de algunos insultos, luego eso pasó a estrujones hasta convertirse en golpes fuertes que dejaban cicatrices.
Con todos estos placeres resultaba fácil no querer salir de allí, ¿quién querría abandonar un lugar que le genera bienestar? Para intentar dar una respuesta a este interrogante es necesario traer a este texto un dicho muy famoso que dice: “Nadie sabe la gotera que cae en cada casa”. Y así era. En el hogar se vivía algo totalmente diferente a lo que se Una noche en mi casa, mi mamá mostraba en sociedad. La violen- me había sentado en el mesón cia convivía con nosotros.
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de la cocina y en su mano tenía un plato hondo con deliciosas tajadas de maduro y queso frito. De repente, escuché un ruido muy fuerte como de una puerta que abren de golpe, había llegado mi papá y estaba borracho. Comenzó la discusión con mi mamá ya que ella no le servía de inmediato la comida, creo que papá no comprendía que yo estaba primero. De un momento a otro, en medio de gritos e insultos, él le quita el plato a mi mamá y se lo lanza de forma agresiva. Tenía 4 años y no podía bajarme del lugar donde mamá me había sentado, solo pude tapar mi cara con las manos intentando no sentir ese temor que me generaba el verla sangrar y cómo él la trataba mal. Parece que mi llanto no lo hacía reaccionar, quizás su amor no era tan grande como para evitar que continuara causándonos daño a mi mamá y a mí. Y así eran situaciones tras situaciones. En realidad no puedo contar con exactitud cuántos años fueron, tal parece que mi memoria borró mucho de ellos, pues para la fecha con la que iniciamos este escrito ya habían pasado muchas cosas que sumaban a la separación de esta familia. Cuando ese día llegó faltaba poco para celebrar mis seis años y no entendía porque viajaría-
MI HISTORIA mos a una ciudad y lo haríamos sin él, sin papá. Era el mes de enero y el día de mi cumpleaños llegó. Como quedó en algunas fotos del álbum de mi mamá, ya todo estaba empacado, solo nos acompañaba el comedor para poner la torta. También quedaba la ilusión de ella de poder comenzar de nuevo, lejos de allí, de ese lugar que se había convertido en una cárcel. ¿Saben qué se siente despedirse de tu familia y de tus amigos cuando aún eres niño? Como tenía mi cabeza hecha un ocho de confusiones y preguntas que nadie me contestaba, quise pensar que era un paseo y que pronto volvería a ese hermoso lugar que me vio nacer, en el que di mis primeros pasos y mis palabras tomaron fuerza. Ese lugar mágico que me había permitido en medio de la violencia intrafamiliar tener un poco de felicidad al aprender a apreciar lo simple de cada cosa, al salir en vestido de baño junto a mis amigos de la cuadra, a disfrutar de esos chorros de la casa cuando llovía, a contar historias de terror en la acera de mi casa cuando se iba la luz. Después de mi cumpleaños llegamos a Medellín. Íbamos a un
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largo viaje en camión con todo el trasteo. Lo primero que escuché en el carro fue una canción de Vilma Palma e Vampiros, era totalmente diferente a los vallenatos, la champeta, la paipa y la ragga que acostumbraba escuchar en Turbo, esa música que me había acompañado por esos años y que era representativa de movimiento, alegría y sabor. A esa primera canción que escuché le acompañaba un frío inmenso. Esa fue mi primera impresión de la nueva ciudad, sumándole tanto ruido de los carros, humo de buses y calles largas con muchas lomas. Es que no les había contado que Turbo es plano, tiene cuadras pequeñas y las calles son destapadas. En nuestra nueva casa nos esperaba mi abuela, ya la conocía porque nos había visitado un par de veces en nuestra casa anterior. Al ingresar por la puerta sentí que en ese lugar hacia aún más frío. Tenía algunas sillas tubulares algo viejas, un piso con daños, un techo con tejas en mal estado y solo dos habitaciones. ¿Dónde dormiremos los cuatro? La cama era grande (del matrimonio) y cabíamos mi hermano, mi mamá y yo. En la otra habitación quedaba mi abuela en una
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cama pequeña. Con el pasar de los días, meses y hasta años comencé a adaptarme a mi nueva familia, a la casa, a la escuela, a los vecinos y a la falta de comunicación con mi papá. El salir de Urabá había creado una distancia aún más grande entre nosotros. Parecía que no nos perdonara el hecho de huir de su lado y buscar la tranquilidad que habíamos perdido como si el amor debiera doler. Pero con todo eso que me llenaba de fuerza y me invitaba a crecer aprendí que con poco se podía hacer mucho, que valía la pena comenzar de nuevo las veces que fueran necesarias y que puedes ser fuego aun en una ciudad fría. Recuerdo que a mis 9 años volví a tener comunicación con mi papá y desde eso voy a mi tierra cada vez que puedo. Aquí, en este hogar quedaron secuelas. Todos los fines de semana toca la puerta de la casa que nos vio llegar y se lleva a uno de sus miembros, “devolviéndolo igual que a mi papá”. Parece que no nos libramos de ese objeto sin rostros, es como si la vida nos exigiera perdonar y salir de allí.
MI HISTORIA
LOS 90´S
Por: Mar y Torres
C
recí en el barrio Manrique, uno de los barrios más populares, peligrosos y grandes de la ciudad de Medellín, en una familia común: papá, mamá y un hermano mayor. Una familia común y corriente donde el papá y la mamá hacían hasta lo imposible para sacar a sus hijos adelante, dónde debían trabajar más de 10 o 12 horas para ganar un poco más y haciendo turnos nocturnos para que las quincenas llegaran más grandes y así pagar los créditos y deudas que comúnmente tienen las típicas familias de los barrios marginados de la ciudad. El barrio donde se crece es de vital importancia para formarse como individuo. En estos barrios está la familia, los amores de juventud, los amigos, el colegio, los profesores y todo esto en conjunto es un valor agregado para el desarrollo intelectual y biológico, pero las condiciones son precarias: la violencia, la falta de oportunidades y, en muchos casos, las familias disfuncionales tienen peso, y por eso estos barrios se convierten en pequeños mundos, en lo único e importante, es como una verdadera patria que se defiende a capa y espada, que se cuida de “intru-
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sos” o “campanitas” que llevan y traen chismes; patria que se engalana cuando llega diciembre y se decora con luces, banderines, se pinta el piso de la cuadra y se cierran calles para matar el marrano o hacer la natilla; patria que se delimita con otros barrios para que nadie pase porque “este no es tu barrio”; siempre tratando de mostrar que este es el mejor vividero del mundo, todos y todas participando de alguna manera en la violencia que tanto identifica a estos barrios, a estas comunas de bajos recursos y pocas oportunidades.
gio si no hay plata para la universidad? Una realidad impuesta, creada por ese mundo que son los barrios, una realidad que solo unos pocos pudimos cambiar. No sé si se puede culpar a la familia, a la educación, al gobierno, o si gracias a ellos pudimos salir de ese universo creado por una gran mayoría.
Solo podría decir que la educación es muy mala, que las condiciones laborales de muchos de las personas del barrio son inhumanas, que las viviendas y acceso a los servicios públicos en algunos lugares están limitados, Crecí en la época de los 90´s, y una cosa conlleva a la otra, así época en la que mis amigos, ami- todo se va convirtiendo en una gas y yo solo teníamos un solo bola de nieve que hace todo más sueño: crecer para conseguir un difícil. trabajo y ayudarle a los viejos y algún día dejaran de trabajar; Lo único que puedo decir que aunque mientras crecíamos, la hizo que cambiara mi historia época nos ofrecía otro tipo de fue la inquietud de querer saber oportunidades, pues, no era ne- qué hay más allá del barrio, ¿qué cesario ser mayor de edad para puedo hacer para no repetir la trabajar y ganar dinero, había historia de mis amigas?, de mi fadinero fácil sin mucho esfuer- milia, ¿qué puedo hacer por mí, zo: guardando armas, haciendo por mis padres? Y allí encontré mandados, “campaneando” o de el arte, una vía que te abre otros jíbaros, por ejemplo, nosotras las mundos, que te ayuda a crear mujeres vendiendo la virginidad, ese mundo que tanto quieres. haciendo stripper o simplemen- El arte alimenta el alma y quizá te haciéndose la novia del más esto fue lo que nunca encontré duro del barrio. De todos modos, en aquel mundo y por eso decidí ¿para qué esforzarse en el cole- seguir este nuevo mundo.
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MI HISTORIA Proyecto ganador de la 10° Convocatoria de Becas de Creación en Arte y Cultura del Centro de Desarrollo Cultural de Moravia - Artes Integradas -
¿Y CUÁL ES TU HISTORIA?
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