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Virus del pesismismo

Por: Karime Ortiz García

Hay una amenaza en el aire, una que nos enferma, una que nos mata. Una que no se ve a simple vista, pero que se siente en el cuerpo y que refleja la carencia de tejidos sociales para combatirla. Se nota la falta de empatía, la rabia, la impotencia, la desigualdad e incluso, salen a la luz nuestras actitudes separatistas más arraigadas. De nuevo se siente el blanco y negro, el vaso lleno y el vaso vacío, el arriba y abajo, lo bueno y lo malo. Unos contra otros, miedo, cambio y pausa. Es una pausa no pedida desde el consciente, pero: ¿y el inconsciente?

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¿Una amenaza invisible? Me suena conocida, se parece a la mano que maneja el mundo, al ojo que todo lo ve, al fin del mundo... Para mí, siempre ha estado presente este miedo de una forma u otra. Se parece al miedo que tenemos las mujeres al salir de casa y algunas incluso dentro de ella. Se parece al miedo que tenemos los mexicanos a la guerra contra el narcotráfico. Se parece al miedo que tenemos a desaparecer, a ser secuestrado o a aparecer muerto. O, se parece al miedo que tenemos a no tener dinero para comer hoy. Antes de esto, ya había un miedo latente diario. Entonces, ¿qué tiene de diferente hoy a otro día? Que este paro se valida, se puede y se hace. ¿Y qué detiene a esas otras amenazas invisibles que vivimos diariamente?

Para mí, lo que vino esta nueva amenaza a demostrar es que el sistema puede parar. Que el sistema puede cambiar si las circunstancias lo ameritan y que si lo que se juega es la vida o la salud o el bienestar, forzosamente hay que parar, reflexionar y modificar.

El mundo parece alentarse, darse un respiro. ¿Qué pasará después? Cambio. No soy vidente, y no sé para dónde irá esto; sin embargo, comienzo a ver un destello de optimismo.

Por ahora tengo algo seguro: que el miedo a morir lo perdí hace mucho tiempo. .

Nací en la Ciudad de México en 1993. Me encuentro terminando la Lic. en Desarrollo Humano para la Sustentabilidad, en la ciudad de Querétaro. Me gusta leer, escribir, pasar tiempo en espacios verdes, libres y llenos de animales. Reflexiono mucho de los temas que me tocan, sobre todo de política y de feminismo. Este virus no me da más miedo que la excesiva violencia que se vive en mi país desde hace varios años.

Tal vez no está todo tan mal…

Por: Celeste Venica

Entre sopas de murciélagos que nunca probaré y pantallas que comunican con el exterior, transitamos

el año de la Rata. Éste que ya tenía predicciones heavies… Y no por culpa de les chinos a quienes

admiro en su cultura, sus valores y en su lucha contra el fucking capitalismo y, por ello, debieron

soportar epítetos dictatoriales. ¡Aguanten los chinos!

Hoy quisiera discutir eso de las libertades, la democracia y tantas cosas que supimos conseguir,

cuando son sólo declamativas para muchas geografías occidentales.

Creo que casi escribo este texto en diálogo con mi amiga colombiana, sin pensar en el protocolo

ni las formas académicas. Una cosa me da vueltas hace unos días: estoy a la misma distancia de mi

amiga colombiana que de la amiga que está a 5 kilómetros. Hace no sé ya cuántos días, tránsito,

como todes, una cuarentena. Desde mi cuarto, como diría Virginia, parece que el mundo se achica,

se hace más pequeño. No sólo porque la constante conexión digital está a la orden del día, sino

porque como si fuéramos unos pocos, como si se hubiera concretado la idea de Rousseau de una

pequeña democracia, el mundo se ha puesto de acuerdo en pararse, en no salir a la calle. Algo que

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