CAPÍTULO II: ASPECTOS GENERALES DEL PROCESO EDUCATIVO Objetivos: Identificar los aspectos principales que toda educación familiar no puede excluir en sus planes formativos. Comprender los aspectos principales de la educación de la voluntad, las virtudes, la autoestima, los límites y la empatía.
1. La educación de la voluntad. La educación de la voluntad es tal vez el aspecto más crítico cuando hablamos de formar seres humanos. Depende de la educación de esta potencia el cómo la persona hará uso de su libertad: si optará por lo bueno o por lo malo, por lo que la llevará a la verdadera felicidad o al fracaso. Todo esto de la mano de la inteligencia y del entendimiento. Este punto merece una profundización mayor en la labor de padres o educadores pues implica la educación en virtudes y del buen uso de la libertad. Pero vayamos por partes. Cuando una persona nace, empieza un proceso de aprendizaje que puede llevarlo, puesto de manera simplificada, a dos metas: a ser una buena persona o a no serlo. Como el objetivo de este curso es conocer cómo educar a los hijos para que sean hombres de bien y alcancen la tan ansiada felicidad, nos vamos a centrar en el primer resultado: ser una buena persona. Así, cuando un bebé nace, inmediatamente se da comienzo a este camino de humanización que debe dirigirse a realizar un comportamiento recto. ¿Cómo, entonces, se logra esta rectitud de conducta? Pues con autoexigencia, esfuerzo personal y, sobre todo, voluntad. Curso: Pautas para la Educación de los hijos /Cap. II Aspectos generales del proceso educativo
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Al llegar a este punto nos encontramos con un problema fundamental: la voluntad no trabaja sola sino que tiende a aquello que le presenta el entendimiento. Es una facultad ciega. Es decir, que si la inteligencia no conoce lo correcto o tiene un error en el conocer –como cuando presenta el mal en apariencia de bien—la persona puede no actuar correctamente. También, a pesar de conocer el bien, puede ser incapaz de ejecutarlo. Lo que escoja la voluntad tiene efectos transcendentes en el desarrollo de una persona: “cuando la voluntad elige y realiza el bien, esta se afirma, se afianza o “construye”, se “realiza” propiamente como voluntad con libertad: cuando elige y realiza el mal (pecado), se va autodestruyendo, anquilosando, va perdiendo libertad. Solo el bien, que lleva al amor a los demás y a Dios, realiza al hombre y su libertad” 1.
Por esto es que podemos afirmar que para que la voluntad siga el camino que la conduce al bien, al verdadero, debe ser educada para que el hombre consiga su finalidad última que es encontrar la felicidad. Educar significa, entre otros conceptos:
Que el hombre se vaya perfeccionando mediante el cultivo apropiado de las facultades específicamente humanas, aquellas que lo diferencian de los animales, como son la memoria,
inteligencia,
voluntad
y
afectividad.
Sin
embargo, es la voluntad la que realiza la educación porque es la facultad que gobierna la vida psíquica.
1
GER (Gran Enciclopedia Rialp) Voz “Voluntad‖; tomo 23. p. 676
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“La bondad y utilidad de las restantes facultades y capacidades dependerá de cómo sean utilizadas por la voluntad. Por eso, se ha dicho que el problema de la educación de la voluntad es el problema central de la educación. Afirma en ese sentido Tomás de Aquino que los seres que tienen voluntad se llaman buenos en cuanto tienen buena voluntad, pues por la voluntad usamos de cuanto hay en nosotros, y por eso, no se llama bueno al hombre de gran entendimiento, sino al que tiene buena voluntad. (Summa Teologica I, q. 5, a. 4. ad 3.)”.2 ¿Por qué es tan importante una voluntad educada? Porque con ella hay un mayor autodominio en la persona, quien puede actuar guiada por la reflexión y no por el simple deseo.
Una persona con la voluntad educada es más libre, porque no es esclavo de sus sentimientos o arrebatos. Por eso, en muchos ámbitos, a educar la voluntad se le conoce como educación en libertad y, por lo mismo, debe ser educada en todas las personas. Educar la voluntad hoy se hace una tarea difícil porque vivimos en una sociedad hedonista que esquiva y condena el esfuerzo, cambiándolo por el placer y la satisfacción inmediata. No se exige autodisciplina sino, más bien, se exalta las conductas espontáneas, irreflexivas y fáciles. Como no se valora la voluntad, tampoco se educa y esta omisión, desafortunadamente, está trayendo consecuencias conductuales en los niños y adolescentes. Esto se manifiesta en actitudes como la incapacidad para tomar decisiones personales; incapacidad para actuar, falta de perseverancia y mucha evasión de la realidad a través de, por ejemplo, la música estridente, la promiscuidad, el alcohol, las fiestas desbordadas, la droga, la velocidad, entre otros. Los más jóvenes tienen poca 2
Castillo Ceballos, G. (2009). La realización personal en el ámbito familiar. Pamplona: EUNSA, 2009. p. 126.
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capacidad para comprometerse, para crear proyectos y llevarlos a cabo, porque están interesados sólo en vivir el presente evitando complicaciones. ¿Cuál es el problema con desear una vida tranquila? Que se convierte en una tragedia cuando éste es el único objetivo en la vida, porque una vida sin problemas es una utopía y no saberlo acarrea muchísimo más sufrimiento. No educar la voluntad tiene otras consecuencias graves, como la abulia, la apatía, la falta de concentración, el atolondramiento, la ansiedad, la conducta en función del capricho, entre otros.
Mira el video ―Acardia‖
¿Cómo educar la voluntad? Algunas pautas Educar la voluntad consiste en desarrollar la ―buena voluntad‖, es decir, en fomentar una voluntad fuerte, con capacidad para el esfuerzo, fuerza de ánimo, carácter y autocontrol. Sin embargo, lograr tener una gran fuerza de voluntad no lo es todo ya que muchos antihéroes y gangsters de películas se esfuerzan, se autocontrolan y son perseverantes. La educación de la voluntad debe contemplar el orientarla al bien de acuerdo con normas morales. Ello significa desarrollar una ―voluntad buena‖ y esto se logra a través de la educación moral. Dicho en otras palabras, lo que se busca es que la voluntad quiera el verdadero bien sin dejarse llevar por el deseo. Curso: Pautas para la Educación de los hijos /Cap. II Aspectos generales del proceso educativo
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Para educar la voluntad, hay que despertar motivos valiosos. ¿Cómo hacer algo que cuesta si es que no se quiere hacer? Por eso los motivos son el motor de la voluntad. Un punto clave para desarrollar la voluntad es la interiorización de valores. Esto significa que uno toma un valor como propio para que se convierta en un motivo. Para esto hay que formar el entendimiento de quien se educa enseñándole qué es el verdadero bien, la bondad o maldad de los actos, a discernir entre los valores falsos o verdaderos. Los niños y jóvenes deben tener un ideal ya que éste es el gran motor de la voluntad. Deben tener las ideas claras de qué es lo que quieren de verdad en la vida, sin confundir lo qué es bueno con el simple deseo, sentimiento o ganas de hacer las cosas. Se trata de que se inclinen positivamente hacia lo bello, lo bueno, lo verdadero, lo honesto, lo elevado. Para ello, es necesario que los educadores presenten de manera atractiva los fines valiosos que se consiguen con conductas buenas, haciendo que la virtud sea atractiva y no se relacione con personas ―raras‖ o tristes. Cómo educar las virtudes lo veremos de manera más completa en el siguiente punto de este capítulo. Descubrir el valor que hay detrás de cada acción que se realiza dota de sentido a dicha actividad. Sin embargo, tampoco se puede exagerar la función de la motivación o del interés ya que muchas veces hay que hacer cosas que no gustan, por deber, así no haya ninguna retribución que sea de nuestro interés. Esto implica enseñarles a los chicos el valor del esfuerzo con conductas reales y no relajadas. Por ejemplo, muchos piensan que el esfuerzo se puede enseñar jugando. Sin embargo, no hay aprendizaje sin esfuerzo. Eugenio d´Ors decía que en la educación y en Curso: Pautas para la Educación de los hijos /Cap. II Aspectos generales del proceso educativo
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el aprendizaje es preciso evitar la superstición de los espontáneo, que implica repugnancia hacia los medios fatigosos de aprender. Para él no hay educación ni humanismo sin la exaltación del esfuerzo, de la tensión en cada hora y en cada minuto. Por eso, proponía “rehabilitar el valor del esfuerzo, del dolor, de la disciplina de la voluntad, ligado no a aquello que place, sino a aquello que displace”. Añadía d´Ors que “cuantos sometidos a la superstición de lo espontáneo, han querido llevar hasta su extremo lógico la metodología de lo “razonable”, de lo “instructivo” de lo “fácil”, de lo “atrayente”, del interés sin conocimiento previo, han tenido que confesar, si son sinceros, su fracaso”3. Continuando con el punto anterior, por lo tanto, para educar la inteligencia y la voluntad es necesario, además, desarrollar la afectividad. Esto significa que se debe favorecer una disposición generosa hacia el bien que, en ocasiones, exige sacrificio y renuncia para superar el propio egoísmo. Las vivencias y valores que se apoyan en el sentimiento y la afectividad enraízan más fuertemente en la persona. Los afectos y sentimientos aportan la energía que lleva a la acción moral. Se ha de lograr un clima familiar en el que los hijos puedan exponer y argumentar sus propias razones. Los padres, luego de escucharlos con respeto, deben ofrecerles los puntos de apoyo necesarios para que encuentren por sí mismos una sólida fundamentación racional.
3
D´ Ors, E. Aprendizaje y heroísmo. Grandeza y servidumbre de la inteligencia. EUNSA. Pamplona 1973.pp. 29-35.
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Pautas para educar la voluntad
La voluntad quiera el bien Despertar motivos valiosos Interiorización de valores Tener un ideal Descubrir el valor
Desarrollar la afectividad Clima familiar
2. La importancia de la educación en virtudes. Como hemos visto en el punto anterior, para educar la voluntad es imprescindible modificarla y perfeccionarla con algunos hábitos operativos buenos que son conocidos como virtudes morales. La virtud es el ―hábito y disposición de la voluntad para obrar el bien o para las acciones conformes a la ley moral” (diccionario de la Academia). El tema de las virtudes es complejo. Para explicarlo, nos apoyaremos en algunos conceptos del libro ―La educación de las virtudes humanas y su evaluación‖, del famoso pedagogo español David Isaacs. Él afirma: “Se habla de virtudes teologales, de virtudes cardinales, etc., pero quizá sin saber qué diferencia existe entre ellas. Aquí únicamente quisiéramos aclarar dos o tres cuestiones. Hay tres virtudes teologales –fe, esperanza y caridad-. Siguiendo a Santo Tomás, se pueden considerar como hábitos operativos infundidos por Dios en las potencias del alma para disponerlas a obrar según el dictamen de la razón iluminada por la fe. Tienen por objeto al mismo Dios. Estas son Curso: Pautas para la Educación de los hijos /Cap. II Aspectos generales del proceso educativo
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virtudes infusas, recibidas directamente de Dios. Sin embargo, también hay otro tipo de virtudes que son también infusas. Me refiero a las virtudes morales sobrenaturales. Éstas no tienen por objeto directo al propio Dios, sino que ordenan rectamente los actos humanos al fin último sobrenatural. Las virtudes morales naturales son adquiridas. Es decir, el hombre puede esforzarse para desarrollar la virtud más y mejor. La virtud adquirida difiere de la virtud infusa en que ésta última ordena al fin último sobrenatural mientras que la virtud adquirida mejora a la persona a nivel natural”. 4 En esta ocasión, para alcanzar los objetivos de este curso, centraremos el contenido en las virtudes adquiridas, que son las virtudes morales o humanas. 2.1 ¿Por qué hay que ocuparse de las virtudes? La familia es un lugar privilegiado para crecer. Es el único espacio físico y emocional en el cual la persona es aceptada por ser, por existir, por lo que es, y no por lo que hace. En otros espacios sociales, en cambio, la persona vale más por la función que cumple y por lo que puede aportar a nivel material. Por ejemplo, el jugador de fútbol será popular mientras meta goles. Cuando deja de hacerlo, se le retirará del equipo o dejará de tener fans. A diferencia de la familia, la escuela no es una organización natural, sino una organización cultural que es subsidiaria en la educación, es decir, no es la primera educadora de los niños sino que apoya a los padres en la formación de sus hijos. Por eso son los padres, como vimos en el primer capítulo de este curso, los primeros responsables de la educación de sus hijos y, por tanto, son los que deben atender al desarrollo de los hábitos Isaacs, D. La Educación de las Virtudes Humanas y su Evaluación”. Editorial: EUNSA/Astrolabio. Madrid, Navarra 2003. 4
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operativos buenos, que son las virtudes humanas. No se debe dejar esta tarea tan importante en manos del colegio. Este debe cumplir solamente una acción complementaria. Si bien para educar mejor, es más efectivo tener un plan de acción concreto –sobre todo basado en los objetivos a donde queremos llegar – cuando se trata de educar las virtudes también hay que estar preparados para aprovechar los acontecimientos cotidianos de la vida familiar más que planificar actividades concretas. Esto no quiere decir que los padres no deben formarse en qué son las virtudes, cómo se educa cada una y qué elementos la constituyen. Más bien, es imprescindible que reflexionen sobre cada virtud y cómo se debe vivir con intensidad y con motivaciones correctas. 2.2. ¿Cómo aumentar la intencionalidad? Aprender sobre las virtudes es un mundo fascinante. Al final de este capítulo compartimos alguna bibliografía recomendada para profundizar en el tema. Y es fascinante porque no trata sólo de formar a los hijos en la generosidad o la honestidad, por ejemplo. Sino también en la intención por la que uno es honesto. Pongamos un ejemplo: Juan tiene un problema económico muy grave y necesita dinero para curar a su hijo quien ha sufrido un accidente. Llama a Luis y a Ricardo y les pide que lo ayuden. Luis gana 1,000 dólares al mes y le da 100 dólares. Le dice que cuente con él para lo que necesite porque son amigos y siempre lo apoyará. Ricardo gana 10 mil dólares al mes y le da 200 dólares. Le presta el dinero para que no lo siga molestando y no lo llame más. Si lo vemos desde fuera, Luis dio 100 y Ricardo 200. Objetivamente podríamos decir que Ricardo fue más generoso, porque dio más. Sin embargo, ¿cuál de los dos fue generoso y cuál no?, ¿cuál de los dos tuvo una intención realmente correcta?
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Del mismo modo, educar en virtudes implica la totalidad. ¿Qué queremos decir con esto? Que, por ejemplo, uno no puede ser honesto en la oficina y deshonesto en una tienda. O decir la verdad en la casa pero no en el trabajo. O sé es honesto, o no sé es. Otro punto importante es entender que un solo acto no supone una virtud. Para adquirir un hábito hace falta repetir un acto muchas veces. Sin embargo, tampoco se puede decir que alguien es virtuoso porque realizó unos cuantos actos repetidos al azar o en unas determinadas circunstancias o sin voluntariedad.
La virtud supone una repetición de actos con sentido: sabiendo qué se hace y por qué se hace, y queriendo actuar así en cualquier circunstancia y ambiente, estén otros presentes o no. No se trata de repetir los actos tan sólo para poseer dicha virtud, como si la misma fuera un fin en sí y no un medio para alcanzar el bien. Por ejemplo: ¿por qué hay que ser ordenados? No sólo para que todo se vea bonito y limpio, sino porque ayuda a optimizar el tiempo y, lo más importante, porque permite una convivencia feliz al respetar los espacios de los demás. Cuando uno se centra sólo en conseguir el hábito, se corre el riesgo de inculcar la antivirtud. ¿Qué es la antivirtud? Sigamos con el ejemplo del orden: la antivirtud del orden son dos, el desorden y la obsesión por el orden, pues ambas conductas perturban la convivencia con los demás. Para lograr la repetición se requiere algún tipo de exigencia. Esta exigencia puede ser operativa –los padres exigen que sus hijos hagan cosas– o preventiva –que no las hagan para que no se expongan a un peligro Curso: Pautas para la Educación de los hijos /Cap. II Aspectos generales del proceso educativo
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innecesario o para que no desarrollen algún hábito operático malo o vicio. Hay que tener claro que al exigir no se está quitando creatividad, espontaneidad ni libertad. Al contrario. ¿Cómo ser libres si no se puede escoger? Pongamos un ejemplo: si vamos a una heladería, y al niño sólo se le dice que hay helado de chocolate, ¿es libre de escoger? No. Es lo único que tiene al frente. Lo mismo pasa con las virtudes: ¿Cómo un chico de 15 años puede escoger ser generoso si nunca ha conocido dicha virtud? Por
eso,
cuando
los
padres
son
exigentes, más bien están educando la voluntad del chico y, por tanto, les están enseñando de qué trata la verdadera libertad. 2.3. La prudencia y la fortaleza. Detrás de todas las virtudes hay dos que las sostienen: la prudencia y la fortaleza. Sin ellas no hay virtud posible. La prudencia ayuda a no abandonar lo bueno, a pesar de los problemas y de las pasiones. La prudencia ayuda a que no se pierda por qué se está realizando una acción; a pensar, por ejemplo, que al ser ordenados buscamos un fin de buena convivencia y no de manía; o que la sinceridad sin prudencia puede manifestarse como desenfreno verbal y herir al prójimo. Por eso la prudencia es una virtud cardinal, porque es necesaria para sostener todas las demás virtudes humanas y debe ser incluida en todas las edades. Por su parte, la fortaleza es imprescindible para la educación en virtudes porque permite lograr cosas, acometer, y también resistir cuando las cosas se complican para actuar correctamente. ¿Cómo esforzarse sin fortaleza?¿Cómo vencer las tentaciones sin fuerza? Curso: Pautas para la Educación de los hijos /Cap. II Aspectos generales del proceso educativo
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Mira el video de Colin Powell ―Los chicos necesitan estructura‖
2.4 Pautas para educar en virtudes. Es importante señalar que las pautas o sugerencias aquí presentadas deben ser tomadas como una base de reflexión para la educación, no así como reglas rígidas de actuación.
Para educar en virtudes es necesario conocer algunos puntos clave. El primero de todos es saber qué virtudes deberían considerarse prioritarias en cada momento o edad del niño. Para eso, se debe evaluar los rasgos estructurales de la edad en cuestión; la naturaleza de cada virtud; las características y posibilidades reales del joven que estamos educando; las características y necesidades de la familia y de la sociedad en que vive el joven; y las preferencias y capacidades personales de los padres. Un punto sustancial cuando tratamos de conciliar las características y posibilidades reales del educando, y las preferencias y capacidades personales de los padres es entender que lo que se busca es un encuentro entre lo que uno debe hacer según las necesidades del hijo y lo que uno quiere
y
puede
hacer,
ya
sea
por
preferencias o capacidades personales. Curso: Pautas para la Educación de los hijos /Cap. II Aspectos generales del proceso educativo
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Es fácil pensar que únicamente se trata de atender a lo que necesita el chico. Pero la realidad muestra que, muchas veces, actuamos mejor en cosas que nos gustan. Un ejemplo de este tipo de acuerdo es: ¿qué debía prevalecer si nuestro hijo es especialmente irresponsable pero queremos que sea generoso?¿Qué virtud debemos considerar prioritaria? No es posible dar una solución correcta. Sin embargo, se pueden reflexionar algunos puntos al respecto: Los padres no deben pensar en un modelo de comportamiento preestablecido al cual el hijo debe aspirar. Sin embargo, sí requieren saber qué criterios fundamentales quieren transmitirle a sus hijos. De este modo, la familia será unida pero cada miembro imprimirá un estilo personal. Es decir, no se busca un mismo comportamiento, sino más bien una unidad de propósito. Para fomentar en los hijos la repetición de los actos, y cada vez mejor hechos, el ejemplo de los adultos es imprescindible, así como suscitar motivos valiosos, la autoexigencia con tareas que supongan esfuerzo según la posibilidad de cada persona. Hay que favorecer actos libres, sin que se imponga o coaccione la conducta. Hay que fomentar muchas situaciones que permitan distinguir lo bueno de lo malo, para resolver problemas sin ayuda, con iniciativa y esfuerzo personal, donde luego se pueda aceptar las consecuencias de las decisiones tomadas. La voluntad se construye superando las dificultades, ganando lo que se desea tanto. Las prácticas de autocontrol son importantes. Hay una relación muy estrecha entre esfuerzo y autocontrol o autodominio. ¿Cómo mantener Curso: Pautas para la Educación de los hijos /Cap. II Aspectos generales del proceso educativo
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la concentración y el esfuerzo sin controlarse? El autocontrol también es imprescindible porque las dificultades muchas veces nacen del interior de la persona y no en el exterior. Hay que aprender a controlar los impulsos, porque en eso consiste, en gran parte, humanizarse. Despertar y cultivar la ilusión por la obra bien hecha. Cuando uno se esfuerza y ve un buen resultado, esa es una gran motivación para repetirlo. Eugenio d´Ors destacó el valor de la obra bien hecha cuando dijo: ―Todo pasa. Pasan pompas y vanidades, pasa la nombradía como la oscuridad. Nada quedará a fin de cuentas, de lo que hoy es la dulzura o el dolor de tus horas, su fatiga o su satisfacción. Una sola cosa, Aprendiz estudiante, hijo mío, una sola te será contada, y es tu obra bien hecha”5. Hacer el trabajo con esfuerzo y ganas, no se improvisa. Se debe enseñar. Por eso hay que educar para trabajar con motivos elevados y con vocación de servicio. Los padres deben tratar de cultivar de manera preferente aquella virtud que brinda mayores posibilidades para que el hijo desarrolle sus puntos fuertes sirviendo al prójimo y, además, fortalezca sus áreas débiles. Como dice Isaacs, “la virtud está en función de la eficacia; del buen funcionamiento de cada persona. La virtud más apta para atender de un modo especial, en un momento dado, puede considerarse como aquella que produce mayor rendimiento, satisfacción personal y desarrollo personal”. Para convivir, aprender de los otros y ayudar a cada uno de los demás a mejorar, es imprescindible la colaboración de todos los miembros
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D´Ors, E., Aprendizaje y heroísmo. Grandeza y servidumbre de la inteligencia, op. cit., p. 49.
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de la familia. Por lo tanto, es importante desarrollar virtudes que impulsen la ayuda mutua. Finalmente, es importante que los padres escojan insistir en aquellas virtudes que le van a dar mayor alegría a toda la familia, porque su inexistencia en la familia es una señal de que no se están cultivando mucho las virtudes o no están equilibradas.
Mira el video de David Isaacs ―Educar en virtudes‖
2.5 Las virtudes y las edades. Vamos a presentar brevemente un esquema de virtudes por edades según los rasgos estructurales de las mismas y la naturaleza de las virtudes. La educación en virtudes requiere un estudio dedicado que sobrepasa a este curso. Por eso se sugiere que el alumno revise la bibliografía propuesta al final de este capítulo para un profundización mayor en cada una de las virtudes y su educación.
Hasta los 7 años • Obediencia • Sinceridad • Orden
De 13 a 15 años
De 8 a 12 años • • • • •
Fortaleza Perseverancia Laboriosidad Paciencia Responsabilidad • Justicia • Generosidad
• • • • • • •
Pudor Sobriedad. Sencillez. Sociabilidad. Amistad. Respeto. Patriotismo.
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De 16 a 18 años • • • • • • •
Prudencia. Flexibilidad. Comprensión. Lealtad. Audacia. Humildad. Optimismo.
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Para terminar con este capítulo, queremos reforzar una idea muy importante cuando hablamos de educar a los hijos.
Y es que los padres deben ser conscientes que lo que se haga o deje de hacer en los primeros años de vida influye directamente en cómo se enfrentarán luego los hijos a la vida. Por eso es imprescindible preguntarse: ¿qué tipo de hombre o de mujer queremos formar? ¿Cómo queremos que sean en el futuro? No hay que centrarse en qué notas deben sacar o en que profesión serán más exitosos. Estamos hablando de lo que serán, no de lo que harán. Con esta imagen en la mente, luego podemos trabajar en los detalles cotidianos de la vida familiar para actuar coherentemente, viviendo aquellos valores que queremos fomentar. La finalidad de la educación podría resumirse en el intento de cada uno de los hijos sea cada día mejor persona, en compañía de algunas virtudes claves de las cuales no se puede prescindir: ordenado, trabajador, generoso y responsable. Solo así tendremos personas alegres y que puedan alcanzar de verdad la tan ansiada felicidad.
3. Límites y normas. 3.1. ¿Qué es la autoridad paterna? La autoridad de los padres es la competencia que tienen para conducir a sus hijos a la madurez. Una persona madura es aquella que es capaz de dialogar y socializar. Es una persona que se realiza y es feliz.
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Muchos confunden ―autoridad‖ con ―obediencia‖. Y no es así. Tampoco es ―autoritarismo”. Se trata de ser un referente para los hijos, hoy y en el futuro. El sentido etimológico de autoridad (auctoritas, de augere) es hacer crecer y prosperar también en el plano moral y espiritual. Por eso es que este significado tiene mucho que ver con la educación. “La autoridad en el caso de la educación conlleva una relación de ayuda: el que ayuda ―el educador― tiene autoridad, y el que es ayudado ―el educando― obedece, sigue las indicaciones del educador para crecer”.6 Sin embargo, el educador tiene autoridad cuando sabe y, al mismo tiempo,
sabe
conocimiento.
transmitir También
este tiene
autoridad quien predica con el ejemplo ya que quien exige lo que no práctica, cae en la incoherencia y, por lo tanto, en el desprestigio. Por eso, cuando un niño o un joven están ante una autoridad real y legítima, obedece, sigue las indicaciones y aprende sin perder el motivo que lo mueve a seguirlo y, por lo tanto, dirige su voluntad a este acto que es totalmente libre. “Si además la persona que goza de autoridad es amable, da confianza, muestra coherencia, alegría y apoya a los que están bajo su autoridad, hace de la obediencia algo más gustoso; aunque fuerce la voluntad del que actúa dócilmente, las razones hacen de ese movimiento un proceso en el fondo más libre”.7
Bernal, A.; Rivas, S. Y Urpi, C. Educación familiar. Infancia y adolescencia. Ediciones Pirámide. Colección Ojos Solares. Madrid, 2012 7 Ibidem. 6
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Los padres ejercen su autoridad cuando se preocupan por el bienestar y el desarrollo íntegro de sus hijos. Para lograr esto no tienen que ser profesionales en educación, pero sí adultos responsables que viven la autoexigencia, el sacrificio, el esfuerzo y el servicio. ¿Por qué es tan importante la autoridad familiar en la educación de los hijos? Porque su ausencia, “por un lado, deteriora el papel de la institución familiar como núcleo básico de la organización social. Por otro, perjudica la formación de niños y jóvenes para una vida adulta provechosa. Esta debilidad formativa, a su vez, inhabilita a los jóvenes de hoy para educar a la generación siguiente, es decir, sus propios hijos, acentuando un progresivo deterioro en cadena hacia la decadencia de la sociedad”8 La autoridad paterna debe ser ejercida con cariño, estímulo y paciencia. No se puede dejar de lado porque los chicos requieren, exigen y tienen derecho a tener una guía que les señale el camino de humanización, por más que ellos no lo tengan categorizado y se rebelen contra la autoridad. Cuando los padres no ejercen la autoridad, es como dejar a sus hijos a la deriva para ser arrastrados por cualquier corriente. En la actualidad, gracias a distintas corrientes de pensamiento liberal, se ha filtrado en nuestras sociedades que la autoridad reprime y limita la libertad de las personas. Esto ha hecho que hoy nos sorprenda la permisividad que existe en los hogares, lo cual no hace más que contrariar lo que una formación íntegra exige, que es totalmente lo opuesto. “Los niños necesitan y buscan normas, criterios y modelos claros en sus padres. Las fallas de las familias en este campo generan potencialmente trastornos graves de conducta en niños y jóvenes, que pueden llegar, en algunos casos, a actitudes antisociales. (…) Si los padres cumplen su LYFORD-PYKE, A. Ternura y firmeza con los hijos. Ediciones Universidad Católica de Chile. Santiago de Chile, 2003. 8
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obligación de formar a sus hijos, éstos perciben clara y provechosamente los límites de sus derechos y los alcances de sus obligaciones en las diferentes etapas de su formación y crecimiento”.9 3.2 La firmeza educativa. Entendemos por firmeza educativa a ―la capacidad de tomar decisiones afectivamente difíciles por el bien de los hijos, resistiéndose a las presiones psicológicas, internas o externas, que tienden a debilitar, ilegitimar o modificar esas actitudes educativas que se consideran justas”. 10 Ser firmes implica muchas veces una dificultad emocional porque los padres tienden, normalmente, a querer ver contentos a sus hijos y tener firmeza implica a veces ir contra ese deseo. Pero exigir esfuerzo y renuncias es imprescindible si se quiere educar bien. Adquirir firmeza educativa implica un trabajo también para los padres porque es a través del dominio de las emociones que pueden buscar el bien educativo de sus hijos por sobre los propios sentimientos. Ser firmes no es una condición innata. Si bien algunos tienen un carácter más proclive a la firmeza, en realidad ésta se debe trabajar y afinar con paciencia porque no tiene su origen en la fuerza del carácter sino en que los límites que se ponen a los hijos es por su bien. “En efecto, algunos aspectos del carácter están en sintonía con la acción valiosa: una disposición natural a la franqueza y una buena seguridad personal, por ejemplo, hacen más sencillo poner en práctica el deseo de ser progenitores firmes. Por el contrario, quien es inseguro o no ha resuelto adecuadamente su tendencia a la dependencia afectiva, encontrará mayor dificultad para ejercitar esa virtud, a pesar de los buenos propósitos. (…) No es necesario tener un “carácter fuerte” para ser firmes; en efecto, cada uno puede y tiene el derecho a ejercitar esta virtud del modo que le sea más característico, más conforme a los 9
Ibidem. POLI, O. No tengas miedo a decir no. Ediciones Palabra. Colección Edu.com. Madrid, 2009.
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rasgos peculiares de su personalidad. (…)También las personas dulces y apacibles pueden ser firmes, sin asumir estilos educativos poco acordes con su modo de ser”. 11
Ilustración tomada de Lyford-Pike, A., & Universidad Católica de, C. (1997) Ternura y firmeza con los hijos.
Sin embargo, para aprender cada día a tener un mejor manejo de la firmeza, es importante tener un conocimiento realista de las dinámicas afectivas que pueden menguar la capacidad para ser firmes y cometer errores, aún involuntarios. Por lo tanto, es imprescindible que los padres hagan un trabajo de autoconocimiento con el fin de mejorar estilos educativos permisivos y saber ejercer de la mejor manera la firmeza.
¿Por qué es útil la firmeza? Porque gracias a ella se puede hacer de guía en las relaciones con los hijos.
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Ibidem.
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Y tener un guía es un derecho de todo niño en formación porque un pequeño sin norte es, como dijimos, un barco a la deriva que cuando llegue a la adultez le será muy complicado ser feliz.
Además, la ausencia de una buena guía no permite que se desarrolle adecuadamente una dependencia psicológica sana, esa obediencia que nace de la confianza del niño en sus padres y que representa la condición necesaria para formar una personalidad fuerte e independiente. Más bien, normalmente un niño sin guía, se convierte en una persona cerrada, testaruda, incapaz de escuchar y seguir indicaciones. No es novedad que, mayoritariamente, los hijos aprecian más a un padre exigente que a uno que es manipulable. Muchos los desprecian abiertamente, inclusive tratándolos con arrogancia y humillándolos. Un padre débil puede parecer que ofrece comodidad, pero no así felicidad. “El deseo de poder contar con un padre con fortaleza y justo, que castiga y limita con sabiduría las conductas equivocadas, es natural e instintivo, porque responde a la necesidad de ser ayudado para enfrentarse a la competencia de su propio mundo psíquico, a distinguir el bien del mal, para poder interpretar de modo constructivo su propia vida”. 12
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POLI, O. No tengas miedo a decir no. Ediciones Palabra. Colección Edu.com. Madrid, 2009.
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4. La importancia de la autoestima. “La autoestima es el valor que le damos a lo que conocemos de nosotros mismos. Es el sentimiento de valía que nos otorgamos a nosotros mismos. Como su propio nombre indica, es la estima propia. Supone aprobarse a uno mismo, aceptarse y considerarse como una persona digna de ser aceptada y querida por uno mismo y, por consiguiente, por los demás” 13
La autoestima forma parte esencial del mundo afectivo de cada persona porque depende de la autovaloración para saber valorar a los demás y a la realidad en la que se vive. Es tan importante que la supervivencia psicológica de una persona depende de dicha valoración personal, porque a partir de lo que pensemos de nosotros mismos nos atreveremos a iniciar empresas en la vida. También depende de la calidad de la autoestima si es que uno será capaz de relacionarse o no con los demás, y cómo será este tipo de relación. La autoestima se empieza a trabajar desde que se nace. Por eso la familia es la clave para que una persona se sienta y considere valiosa. Sin embargo, la autoestima necesita encontrar la medida justa. Los extremos no son buenos, como los niños autosuficientes, engreídos y soberbios. Una autoestima equilibrada tiene las siguientes características: reconoce los puntos fuertes y los débiles; permite discernir las oportunidades de mejora; aprende de la experiencia y busca una formación continua. La autoestima sana se manifiesta en la confianza que se tiene en uno mismo, en ser emprendedor, en asumir decisiones importantes a pesar de la incertidumbre, en no dejarse presionar y en asumir desafíos que pueden hasta parecer imposibles.
HERTFELDER, C. Cómo se educa una autoestima familiar sana. Ediciones Palabra. Colección Hacer Familia. Guías para educar. Madrid; 2006. 13
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La seguridad en uno mismo implica no sólo sentirse querido sino también sentirse capaz. Para sentirse capaz hay que sentir que se ha intentado y que se es capaz de hacer las cosas y mejorar. No importa la perfección, sino el haberse atrevido. Y para atreverse es importante sentir que alguien que en quien se confía, confía al mismo tiempo en uno y en su capacidad para hacer las cosas. Esta es la razón por la cual los padres nunca pueden delegar el ejercicio de la autoridad. Como dijimos en el punto anterior de este capítulo cuando hablamos de límites y normas, no exigirles nada a los niños no es algo bueno, sino más bien es una agresión ya que se le está diciendo de que no son capaces de nada. A los padres lo que más les debe importar no es cuánta capacidad tiene su hijo, sino cómo
éste
puede
desarrollar
las
capacidades que posee al máximo, sean las que sean. Es decir, que el hijo llegue a ser la mejor persona que puede llegar a ser. 4.1. La conciencia y la valoración de sí mismo. La primera condición que se necesita para hablar de autoestima es que una persona sea capaz de reconocerse a sí misma como persona. Esto se llama la conciencia de sí mismo. ¿Por qué es importante este punto? Pues para poder valorar algo antes tengo que conocerlo. Cuando hablamos de uno mismo, para saber nuestro valor primero debemos conocer quiénes somos y que somos únicos. Otra condición que se requiere para hablar de autoestima es cómo esa persona se ―estima‖. Y ésta ―estima‖ se perfila en base a cómo ve que el resto Curso: Pautas para la Educación de los hijos /Cap. II Aspectos generales del proceso educativo
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la estima, sobre todo los padres y la familia. Por eso, los padres son los únicos con la capacidad de abordar, aunque no tengan el más mínimo conocimiento de lo que está ocurriendo, la misión de que una persona sea, y lo sepa, persona, aceptándose como es, con sus virtudes y limitaciones, y que luego quiera ser la mejor persona posible. Esto no es poca cosa. La felicidad de cada una reside precisamente ahí, en entender que la vida es un reto en el que el protagonista es uno mismo. La tercera condición para hablar de autoestima deriva directamente de la anterior. Primero, me conozco. Luego valoro lo que soy porque veo que aquellos que me quieren me valoran. Esto remite inmediatamente a la razón por lo que eso es valorable. Por eso, cada persona debe saber para qué vive. Debe saber hacia dónde quiere ir, porque, sino no caminará. Si analizamos un poquito alrededor, podemos darnos cuenta de que este es un problema que tienen muchos chicos hoy. Se les ha amado, se les ha valorado pero, como mencionamos cuando hablábamos de educar la voluntad, no se les ha enseñado los motivos por lo que las cosas se hacen ni el valor del esfuerzo. En resumen, las tres ideas básicas iniciales para abordar la cuestión de cómo educar la autoestima de los hijos pasan por constatar:
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Que se sientan queridos.
Que se conozcan cómo son en realidad.
Que tengan razones poderosas para querer mejorar.
Es importante recalcar que no se trata de lograr que nuestros hijos tengan una autoestima alta. La autoestima sana no tiene tamaño. Sino que se basa en el conocimiento, reconocimiento, y aceptación de la propia realidad, de las limitaciones y de las potencialidades, con afán de superación y con constancia. 4.2. ¿Cómo educar una autoestima familiar sana? Para que una persona pueda valorarse por lo que es, tiene que haber tenido la experiencia de haberse sentido querido sin condiciones, algo que, como ya hemos mencionado, sólo lo pueden hacer los padres. Es muy duro comprobar cómo una persona que no ha sido amada, o que no se ha sentido querida, es incapaz de valorar nada de sí misma, por mucha inteligencia, bienes materiales, etc., que posea.
La autoestima se aprende. Es un proceso que se construye a lo largo de toda la vida y que está asociado a cada momento de la existencia de una persona por lo que termina el día de su muerte. Curso: Pautas para la Educación de los hijos /Cap. II Aspectos generales del proceso educativo
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Al no ser una realidad estática, el desarrollo de la autoestima tiene adelantos y retrocesos. Además, como es un sentimiento, varía según las diversas circunstancias por las que se atraviesa. La autoestima se construye sobre dos variables:
El carácter de cada persona y las experiencias tempranas de afecto o desafecto recibidas.
Las diversas situaciones que vive cada persona.
De una manera general, podemos decir que la autoestima de una persona se apoya en los siguientes presupuestos14: a. Saber quién me quiere, a quien ―pertenezco‖, de dónde vengo: vinculación afectiva. b. Saber hacia dónde voy con mi vida, cuáles son mis metas a partir de los modelos que he conocido: modelos de valor y de significado. c. Saber de qué cosas soy capaz, cuál es mi capacidad, cómo me puedo superar: sentido de la propia competencia. d. Por todo lo anterior, saber que soy distinto, singular, único yo: singularidad.
14
HERTFELDER, C. Cómo se educa una autoestima familiar sana. Ediciones Palabra. Colección Hacer Familia. Guías para educar. Madrid; 2006. Curso: Pautas para la Educación de los hijos /Cap. II Aspectos generales del proceso educativo
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Estos puntos que se deben entrelazar en cada edad de forma simultánea. Para profundizar más en la educación de la autoestima a nivel práctico y por edades, por favor, consultar la bibliografía complementaria que presentamos al final de este capítulo. Es importante resaltar que la manera en que se manifiesta una autoestima sana y madura, varía según cada etapa de vida. Por eso los padres no deben olvidar que si un niño no reacciona como queremos, puede ser porque aún no esté preparado para recibir el mensaje. Además hay que señalar que cada persona es diferente, por lo que las pautas presentadas son una aproximación que pueden guiar la formación del educando, y no son unas reglas estrictas para aplicar.
¿Cuándo podemos afirmar que la educación de la autoestima en una persona no ha estado bien encaminada?
No es capaz de discernir
No es capaz de decidir
Inseguridad
No sabe relacionarse
a. Cuando a partir de los siete años no es capaz de empezar a discernir lo que está bien de lo que está mal. b. Si es incapaz de decidir en casi nada. Curso: Pautas para la Educación de los hijos /Cap. II Aspectos generales del proceso educativo
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c. Si no sabe cómo empezar a hacer las cosas y se siente inseguro en casi todo lo que hace. d. Si evita situaciones en las que deban convivir con otros niños, compartir con ellos o simplemente relacionarse.
Otras señales que se pueden observar cuando hay problemas de autoestima son: a. Habla mal de sí mismo. No le gusta como es. Infravalora y rechaza sus éxitos. No es capaz de separar lo que él es de sus éxitos o fracasos. Se queja de su apariencia física. b. No quiere destacar en nada y cuando lo hace intenta evitar las consecuencias. c. Quiere que le digan siempre cómo lo tiene que hacer todo y no toma ninguna iniciativa por miedo a equivocarse. Repite las cosas sin aportar nada original. No manifiesta intereses personales en nada. d. Pretende que todo lo suyo sea igual que lo de los demás, no tolerando ningún cambio, por mínimo que sea. e. No sabe comportarse cuando hay gente delante y no se ha dicho qué tiene que hacer. f. No tolera que le critiquen nada de lo que hace. Culpa a los demás de lo que le sale mal y se resiente con los que lo critican. g. Es excesivamente perfeccionista, con un nivel de auto exigencia la mayoría de las veces paralizante. Comienza cosas que no acaba porque no se siente capaz de hacerlas perfectas. h. Está permanentemente irritable y susceptible, pero, a la vez desea complacer a todos.
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i. Se relaciona mal con los otros niños y busca llamar constantemente la atención de los mayores.
4.3. Pautas para favorecer el desarrollo de la autoestima. a. Amor real e incondicional de los hijos por lo que son, incluidas sus limitaciones. Reconocer su potencial de mejora para lograr la mayor autonomía posible en cada edad. Si se refuerzan los pequeños y grandes logros, si se comunica a los hijos sus puntos fuertes, además de reconocer sus puntos débiles, crecen sabiendo la realidad de su inteligencia, de su voluntad, de su temperamento, consiguiendo así que se valoren y quieran mejorar. b. Disponibilidad de tiempo y abrir los canales de comunicación afectiva. c. Ayuda constante para mejorar el autoconocimiento y la confianza en sí mismos. d. Exigencia coherente y constante basada en el ejemplo de lucha personal, buen humor y la propia aceptación. Esto implica tener, como padre, un proyecto personal de vida que inspire a los hijos a construir el suyo. e. Hacerles
sentir
importantes
y
dignos de respeto. No compararles con nadie ni ponerle modelos imposibles de alcanzar. f. Considerar sus ideas y opiniones, favoreciendo a que las expresen. Al mismo tiempo, enseñarles a valorar las ideas de los demás. g. Corregirle lo que hace mal procurando que vea cómo hacerlo bien. La corrección no debe ser una descalificación del niño, como por ejemplo: ¡Eres un incapaz! Curso: Pautas para la Educación de los hijos /Cap. II Aspectos generales del proceso educativo
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h. Es necesario que el niño reciba mensajes verbales positivos y elogios, independientemente de los resultados. i. Los hijos deben crecer en un ambiente de serenidad donde reine la estabilidad y la armonía. j. Padres y educadores deben exigirse para mantener un autocontrol que les permita pasar por encima de sus estados de ánimo, dificultades, contrariedades.
5. La empatía: habilidad imprescindible. Luego de revisar los puntos más importantes relacionados con el desarrollo de una autoestima sana, pasaremos al último tema de este capítulo: la empatía.
La empatía, de manera simple, consiste en darse cuenta de lo que sienten los demás sin que lleguen a decírnoslo. Es como adivinar lo que tienen dentro. ¿Cómo se educa? Como cualquier hábito, repitiéndolo con constancia y transmitiéndolo con el ejemplo. ¿Hace cuánto tiempo que no priorizamos ir a visitar a un pariente anciano un domingo –así nos aburramos todos—a ir a un restaurante o al club? Esa sería una excelente forma de ponernos en el lugar del otro: el abuelito está solo, vamos a acompañarlo. ―Para educar la empatía es imprescindible enseñar a los niños a vivir pendientes de los demás: sus padres, sus hermanos, sus compañeros. Facilitarles el modo de “mirar” a los que le rodean de tal modo que se den cuenta de cómo se sienten, cómo están, si están pasando un mal momento (…)También, en el hogar, es necesario formar el interés por los miembros de la familia enseñándoles a estar pendientes de papá que quizá ha venido más cansado o tenga algún problema. Ayudándoles
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a ver las necesidades de mamá, que quizá un día está sobrecargada de trabajo o tiene alguna molestia o la notamos triste”. 15
Cuando nuestro hijo nos cuenta que se ha peleado con alguien en el colegio, ¿lo ayudamos a analizar qué pudo haber pasado por la cabeza del ―contrincante‖? ¿Lo invitamos a que comprenda por qué la otra persona pudo actuar de esa manera, qué le pudo molestar? ¿O simplemente decimos: “Bien hecho que le hayas respondido así, que aprenda a no meterse contigo”, sin antes haber ahondado en los pormenores de la situación? Como decíamos, el ejemplo es imprescindible para educar la empatía. Los padres deben esforzarse por ser modelos. Esto se puede lograr en el día a día, con una escucha activa, descubriendo qué sienten sus hijos, que se interesen por sus sentimientos, entre otros. Si bien la educación de la empatía empieza en el hogar, también es importante relacionarse con otras familias. Finalmente, queremos señalar que gran parte de la responsabilidad de que exista tanto bullying en la actualidad tiene mucho que ver con el desarrollo de la empatía en las nuevas generaciones. Una persona es empática cuando es capaz de ponerse en el lugar de los demás, para comprender lo que sienten y piensan los otros. Si bien parece algo simple, en realidad es un proceso psicológico de deducción complejo que implica saber observar a los demás, la memoria y el conocimiento. A pesar de que los estudios sobre por qué hay personas más empáticas que otras no se ponen de Catret Mascarell, A. (2001). ¿Emocionalmente inteligentes? : una nueva dimensión de la personalidad humana. Madrid : Ediciones Palabra. 15
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acuerdo en la naturaleza de esta habilidad, los datos que aportan las investigaciones científicas son muy consistentes: muchas personas se afligen por el dolor del prójimo y tratan de actuar para acabar con la causa de dicho dolor, así sea un peligro para su integridad. Un ejemplo de empatía es cuando un niño se está ahogando y una persona se lanza al mar a salvarlo. Cuanto más empática es una persona más probable es que se exponga, a pesar de que pueda suponerle un perjuicio. ¿De qué depende ser empático? Los estudios científicos más actuales revelan que hay una parte que es genética, es decir, que viene dada. Por ejemplo, las personas con un olfato más fino tienen mayor capacidad para ponerse en la piel de los demás. Sin embargo, no todo lo determina lo biológico. La educación, las experiencias y el entorno tienen un papel importante. Por eso es que la empatía se puede educar. De hecho, el sistema de neuronas implicado en la empatía aparece ya en el recién nacido, pero sólo se desarrolla si se estimula a través de la interacción social. 5.1. ¿Por qué es importante la empatía? Analicemos un poco la realidad que nos rodea. Vivimos en un mundo cada vez más individualista. Lo importante es lo que YO haga, lo que a MÍ me gusta, lo que YO creo o ME parece. Lo más alarmante es que creemos firmemente que lo que YO quiero debe ser aceptado sin más. Basta que YO lo desee para que se convierta en un derecho, sin importar si le hace bien al resto, o si es algo malo en su esencia. Inclusive se pretende que las leyes cambien para que YO quede contento. Claro, todo esto vale cuando se trata de MÍ. Porque si al YO del otro se le ocurre algo que no va de acuerdo con MI forma de pensar, empiezan los problemas. ¿Cuál es la causa de estos desacuerdos ―morales‖? Innumerables. Podemos empezar por el relativismo, por la tolerancia mal entendida, por la libertad mal encauzada, entre otros. Sin Curso: Pautas para la Educación de los hijos /Cap. II Aspectos generales del proceso educativo
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embargo, hay una causa que, creemos, es responsabilidad de nosotros como padres o educadores: no tener la educación de la empatía como uno de nuestros objetivos en la familia.
La educación de la empatía es imprescindible para que una persona sea feliz. La empatía ayuda a tener una mejor relación con los demás, mucho más rica, estrecha y con mejor comunicación. Ayuda a desarrollar la sociabilidad y fortalece la autoestima de la persona. Finalmente, un niño empático es menos agresivo, más comunicativo y tiene mayor capacidad para expresar sus sentimientos.
5.2. Empatía y simpatía. Hay una confusión muy común que se da cuando hablamos de empatía. Decíamos que ser empáticos significa que uno es capaz de ponerse en el lugar del otro y adivinar qué piensa. Pero normalmente esa ―adivinanza‖ falla. ¿Por qué? Hay varias razones. Pero la fundamental es que nos ponemos en el supuesto de cómo pensaríamos o nos sentiríamos nosotros si estuviésemos en una situación similar. Incluso intentamos recurrir a nuestra propia experiencia. Y ahí está el error.
Ser empáticos, en versión simple, es tratar de sentir lo que sentiría el otro siendo el otro, no yo mismo. Algunos piensan que al ser empáticos corremos el riesgo de asimilar el sentimiento del otro. Por ejemplo, si tratamos de ser empáticos con un amigo que acaba de perder a su padre, ¿estamos en peligro de sufrir una Curso: Pautas para la Educación de los hijos /Cap. II Aspectos generales del proceso educativo
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fuerte pena? No. Porque la empatía trata de ponerse en el lugar del otro, no de apropiarse el estado emocional ajeno. Esto último es simpatizar, no es ser empático. La empatía es muy beneficiosa para el bienestar emocional de la otra persona, ya que se siente escuchada y comprendida. Pero si ―simpatizamos‖, no sé está ayudando al otro porque uno se siente mal y contagia este sentimiento. Se trata de una cuestión práctica. Para ayudar tengo que ponerme en el lugar del otro, pero no sentir lo mismo. Esto no quiere decir que haya que ser impasible o insensible, pero se ha de ver las cosas desde fuera. Sin embargo, la situación se complica cuando hay un vínculo fuerte con la otra persona. Por ejemplo, si vivimos con alguien que sufre depresión, definitivamente costará mucho guardar distancia y no sentirse afectado por la situación. Cuando
simpatizamos
y
sentimos
el
malestar personal, ya pasamos el límite de lo que podríamos llamar una «empatía sana». Este malestar no es parte de la empatía en sentido estricto, sino que sería un estado emocional que causa daño y que reduce la capacidad de ver la situación del otro con perspectiva y ser realmente de ayuda.
5.3. Pautas para educar la empatía en los niños. a. Las primeras lecciones de empatía se reciben cuando los padres sostienen en brazos al niño ya que es entonces cuando se genera un Curso: Pautas para la Educación de los hijos /Cap. II Aspectos generales del proceso educativo
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vínculo emocional entre el niño y las personas más importantes de su vida. b. El ejemplo es vital. Los hijos deben tener a alguien a quien parecerse ya que será de los mayores de quienes recibirán las primeras y más decisivas lecciones de empatía: la sonrisa, el consuelo, el participar de sus alegrías y penas, el escucharles, el abrazo, entre otros. Si los pequeños sienten que sus asuntos le interesan a alguien y son valorados en sus aportes, en la adultez serán capaces de transmitir este mensaje. Las personas más empáticas han tenido modelos afectivos correctos de los que han aprendido. c. Hay que buscar pequeños momentos para animar a los hijos a descentrarse de sí mismos. d. Se debe desarrollar una autoestima sana y fuerte en los pequeños. Esto es vital para ponerse en el lugar de los otros sin verse afectados por interpretaciones erróneas. e. Hay que enseñarles a escuchar a los demás, a interesarse por lo que sienten, piensan, alegra o entristece. Una buena forma de empezar con esto es hablarles de nuestras emociones. f. Hay que ayudarlos a buscar las razones para disculpar las conductas negativas de los que les rodean. Además, deben aprender a ―pasar la página‖ sin guardar ningún resentimiento. Para esto, los padres son los mejores maestros con sus propios hijos. g. Deben descubrir qué manifestación de afecto es la que más necesita la persona que sufre: silencio positivo, la sola presencia, un servicio, una pequeña sorpresa, entre otros.
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