CAPÍTULO I: LA PREGUNTA POR EL HOMBRE Objetivos: Conocer las principales nociones de la antropología cristiana. Comprender las implicancias de la antropología para la comprensión de la vida y del mundo.
1. Importancia de la pregunta por el hombre La pregunta por el ser humano le es inherente. El ser humano pregunta por sí mismo desde que es humano. Y esta interrogante que sella su existencia orienta su quehacer. La cuestión antropológica aparece así como la cuestión más práctica en la medida en que señala el derrotero de toda empresa humana. La noción de progreso con mayor o menos claridad contiene a su vez una noción de naturaleza humana que orienta el crecimiento en una determinada dirección. 1.1
Universalidad de la cuestión. La pregunta del hombre por sí mismo, por el sentido de su existencia en el mundo, por su origen y finalidad, por el futuro y la muerte, no se reduce a algunas culturas de filosofía avanzada o civilizaciones específicas sino que aparece en todas y cada una de las culturas de la tierra.
1.2
Clave de la crisis actual. De lo anterior se sigue que las crisis por las que pasa la humanidad tienen que ver con el olvido o las respuestas falsas o insuficientes a esta gran interrogante. La actual crisis moral y la compleja problemática del hombre de hoy tiene su fundamento en una gran debilidad: la noción de ser humano se ha oscurecido.
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2. Intentos de respuesta Cabe entonces entrar en cómo se ha desarrollado esta gran cuestión a lo largo de la historia. Recorreremos las líneas generales de las principales antropologías que han influido en la historia del pensamiento.
Protágoras Sócrates
Platón Intentos de respuesta a la
Aristóteles
pregunta por el hombre
Boecio
- “El hombre es la medida de todas las cosas.” - Lo esencial es lo interior. - Aproximación moralista. - El Hombre es un ser inmaterial. Mito de la caverna - El Hombre es una unidad formada por cuerpo y alma. - “Sustancia individual de naturaleza racional.” - El Hombre es un ser en búsqueda.
San Agustín
- Encuentro con Dios es la base. - El Hombre creado a Imagen y
Santo Tomás
Semejanza de Dios. - Creado de la nada y sostenido por Dios.
2.1 Grecia antigua. Los presocráticos se preguntan en un principio por el ser y el “arché”, es decir, el principio fundante de la realidad. Sólo en segundo momento, con la aparición de los sofistas se plantean la cuestión del hombre básicamente distinguiéndolo de las demás cosas incapaces de interpretar, de juzgar la realidad. Así el hombre es el ser racional por excelencia, el que puede dar razón de las demás cosas que lo rodean y de
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sí mismo. De allí la famosa afirmación de Protágoras que dará inicio al antropocentrismo: “el hombre es la medida de todas las cosas”. 2.2 Sócrates Platón y Aristóteles. Los tres grandes nombres de la filosofía griega aparecen unidos: Sócrates es maestro de Platón y sólo por él sabemos de su existencia y Aristóteles es un discípulo de Platón que discute sus presupuestos fundamentales. En Sócrates lo esencial del ser humano es la interioridad y la razón de ser de la vida humana es el conocimiento de uno mismo, de allí la célebre expresión “conócete a ti mismo” escrita, según la tradición en el pórtico del oráculo de Delfos. La aproximación socrática es fundamentalmente moralista. Platón en cambio propondrá un camino clásico para pensar lo humano: los arquetipos, las ideas que fundamentan el ser. Así el hombre es un ser inmaterial, un alma que por alguna desgracia primigenia que ya no recuerda ha caído al mundo de lo sensible, mundo decadente y pálido reflejo de la realidad más profunda. Es la idea de su célebre mito de la caverna. Aristóteles en polémica con Platón hace el recorrido inverso: las ideas son fruto de lo percibido por los sentidos. El hombre es cuerpo y alma pero ambos componentes forman una unidad.
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Aristóteles deja de lado la gran cuestión del origen a la que Platón intenta responder con los mitos para definir al ser humano. Se centra más bien en lo que se llamará hilemorfismo, la doctrina por la cual materia y forma son los componentes esenciales de toda la realidad, el hombre incluido en ella. La forma es el alma, la materia el cuerpo. 2.3 Boecio. La gran tradición clásica griega es recogida por el cristianismo en la explicación que se hace de la revelación cristiana en los primeros siglos. La noción básica, que veremos más adelante un poco más en detalle es que el hombre ha sido creado a imagen y semejanza de Dios. De esto se sigue que el hombre es el centro de la creación pero que su paradigma último de humanidad no está en él sino en Dios. Boecio es un filósofo latino muerto en el siglo V que acuña una célebre fórmula para expresar lo que es el ser humano: “una sustancia individual de naturaleza racional”. Esta famosa definición parte de la noción aristotélica de "ousía", "substancia", pensada primariamente para las cosas en general. Una substancia es un ser que subyace y sostiene un conjunto de modalidades o "accidentes" que inhieren en ella, pero ella no inhiere en nada, sino que ella misma es o puede ser el sujeto de inhesión de otras realidades como la cantidad y las cualidades de diversa índole (Orozco Delclós). 2.4
San Agustín. El gran Doctor de la Iglesia propondrá una visión del hombre similar en su forma con lo propuesto por Platón. La gran diferencia es la visión cristiana del hombre que alienta la obra del santo
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obispo de Hipona. La esencia de lo humano está puesta en el encuentro con Dios. El hombre aparece así como un buscador de su origen, principio y fin. La hondura existencial de San Agustín se expresa en las Confesiones, libro en el que mostrando una gran maestría en el conocimiento de sí mismo propone una honda visión cristiana del hombre rigurosa y clara. 2.5. Santo Tomás. Es conocido como el Doctor Común. Su filosofía y teología son un punto de referencia inevitable para comprender el pensamiento de occidente. Podemos decir de manera muy sucinta que Santo Tomás toma de Aristóteles el Hilemorfismo (la doctrina por la cual todo está compuesto de materia y forma, el cuerpo sería la materia y el alma espiritual la forma del ser humano). Y de Platón la inmortalidad del alma humana, pero ambas cosas cobran un sentido radicalmente distinto al expresar en el pensamiento de Santo Tomás la enseñanza de Jesucristo centrada en que el hombre es criatura a imagen y semejanza de Dios, por lo tanto no es inmanente en el sentido aristotélico ni trascendente en el sentido platónico sino creado de la nada y sostenido sobre ella por Dios con su providencia.
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Lectura para profundizar. Revisar la Introducción del texto Antropología: Una guía para la existencia de J.M. Burgos (2009, Madrid: Editorial Palabra, pp. 13-17). Revisar el Capítulo “La pregunta sobre el hombre” del texto Antropología Filosófica de García Cuadrado, J. A. (2011, Pamplona: EUNSA. pp. 21-23).
3. Reduccionismos actuales Con lo visto hasta aquí, señalando brevemente algunas de las principales aproximaciones al hombre, podemos constatar que en todas ellas se concibe a la persona humana como un ser de naturaleza abierta y dinámica. Las definiciones no pretenden agotar la realidad y la realidad se puede conocer. Todas parten de la noción clásica de “verum est ens” (la verdad es el ser). Como ya veremos más adelante, con la decadencia de la escolástica y el progresivo advenimiento de la ilustración esta noción gira hacia el conocimiento en sí. Este es el contexto en el que surgen los reduccionismos. El reduccionismo es un estilo de pensamiento bastante presente en nuestra época. Se trata de la lectura (al final siempre abstracta) de toda una realidad desde alguno de sus aspectos dejando de lado los que no se pueden percibir desde ese sólo aspecto. Un ejemplo: el David de Miguel Ángel (arte, estética) no es más que un pedazo de mármol (geología) y el mármol no es más que una composición química (química inorgánica) y toda composición química no es más que el resultado de la vibración de electrones que se ordenan de determinada manera (física cuántica); si tenemos en cuenta que los espacios vacíos entre los electrones es mucho mayor, el David de Miguel Ángel, no es casi nada. Puede sonar burdo pero es más o menos el tipo de razonamiento
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que se conoce como reduccionismo: lo que no veo desde mi perspectiva simplemente no existe.
El pensamiento reduccionista no es nuevo, ya en la antigüedad cristiana era conocido como herejía, es decir, la elección de una parte de la doctrina en desmedro del todo. El mecanismo es semejante pero no referido a la doctrina religiosa sino a la realidad misma. Este estilo de pensar tiene consecuencias especialmente graves cuando se lo aplica a la persona humana generando lo que Miguel Salazar ha llamado “antropologías desde abajo” y el Papa Juan Pablo II denunció como “una de las más graves debilidades de nuestra época”. 3.1. Ilustración y fragmentación Para comprender el estilo reduccionista de pensar es necesario comprender por lo menos en líneas generales el modo de pensamiento propio de la ilustración. Podríamos decir que en síntesis la ilustración es un “cambio de centro” en el conocimiento por el cual se pasa de intentar comprender la realidad externa a preguntarse cómo es que conocemos para de allí centrarse exclusivamente en el sujeto. Como ya dijimos, del antiguo “verum est ens” -verdadero es el ser- que volcaba a los pensadores a intentar ahondar en el sentido de lo que es, se pasó a la noción de que verdadero es lo que es coherente consigo mismo, dejándose de lado la constatación propia del realismo al despreciarse el conocimiento brindado por los sentidos. En el centro del pensamiento ilustrado está el subjetivismo que proviene de los razonamientos de Renato Descartes quien maravillado por el paradigma matemático intenta aplicarlo a la filosofía y llega a un
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postulado desde el cual pretende que se construya todo conocimiento cierto, claro y distinto: “pienso, luego existo”. El paradigma matemático con su exactitud impresiona de tal forma a los pensadores de la época que llegan a sentir que lo podrán explicar todo.
La ilustración sin embargo desembocará en la práctica en oscuras contradicciones que llevarán a la desesperación del conocimiento. Quien pretende conocerlo todo, agotarlo todo al estilo enciclopedista, termina por desalentarse. Más allá de lo complejo, variado y fecundo del pensamiento ilustrado en diversos campos de la modernidad, tal vez una de las claves para comprender la ilustración es ver su cerrazón al misterio de la existencia humana al que llamó simple y apasionadamente oscurantismo. El racionalismo se enseñorea del pensamiento y reduce todo al gran modelo de comprensión exacta. Hoy existen varias corrientes de pensamiento neoilustrado que intentan reconocer hasta cierto punto este misterio de lo humano con el ambiguo término de “complejidad.” A la ilustración seguirá el romanticismo (la exaltación de la pasión sobre la razón) y el positivismo (el triunfo de las ciencias positivas cuyo modelo último es la física y formalmente las matemáticas). Siendo evoluciones del paradigma ilustrado, ni el romanticismo, ni el positivismo salen del subjetivismo por el cual la pregunta que hago le da forma a la respuesta que encuentro en la realidad.
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Al final, la verdad depende total y exclusivamente del punto de vista del observador. De allí que está muy difundida hoy la idea de que la realidad es sólo una interpretación. Desde la visión positivista todo se reduce a lo medible, lo experimentable. Y este va a ser el gran modelo desde el cual, cual plantilla fundamental se van a forjar y juzgar todas las ciencias, incluidas aquellas denominadas humanas, sociales o despectivamente “blandas” por los exactos pensadores de las ciencias naturales que tienen al final a la física como paradigma práctico y a las matemáticas como aparato formal. Como reacción a esta aproximación hermenéutica cobra gran presencia en el pensamiento llegando a afirmar que las mismas ciencias exactas son sólo interpretaciones sometidas a los cambios culturales. 3.2. Biologismo. En este contexto de la ilustración encontramos como uno de sus productos finales -destilado y popularizado para la práctica- un reduccionismo antropológico bastante común. Se trata de la reducción de la naturaleza humana a lo biológico y finalmente a lo físico. Tal vez la corriente más influyente que alimenta este reduccionismo en la visión de la persona humana sea el evolucionismo. Se trata de una popularización ideológica del pensamiento de Charles Darwin. Si bien la teoría darviniana tiene sus límites y su contexto
histórico
propio
que
deben
ser
conocidos para no juzgarla a la ligera, la idea en líneas generales es que no existe como tal una naturaleza humana sino en evolución.
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Las especies evolucionan de acuerdo a un proceso de adaptación denominado selección natural por el que sólo los más fuertes sobreviven y cambian su estructura para adaptarse al medio cambiante.
Cuando la teoría de la evolución sale de los límites de sus propios presupuestos su categoría de hipótesis no demostrada se convierte en ideología y desenfoca el debate. Esto se puede ver claro en la conocida oposición entre evolucionismo y creacionismo. 3.3. Psicologismo. Este reduccionismo antropológico se centra básicamente en la conducta como fenómeno observable fruto de los procesos mentales. La psicología actual toma no pocas veces el modelo de las ciencias naturales y exactas. Al hacerlo reduce la mirada a la realidad dirigiéndose casi exclusivamente a lo mental y cerrándose a lo moral y espiritual, realidades que juzga como epifenómenos de los problemas mentales o como aspectos más o menos imaginarios o totalmente determinados por condicionamientos culturales.
Existen diversas vertientes de lo que podríamos llamar psicología inmanentista en la medida en que niega de plano y por principio la realidad espiritual del ser humano. Veamos brevemente algunas de las escuelas más conocidas cuyos aportes innegables están sin embargo insertos en una ideología que muchas veces se parece más a una mitología que a un saber científico.
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Entre ellas el psicoanálisis tiene un lugar muy especial. No pretendemos hacer aquí una presentación de la teoría piscoanalítica, sólo una síntesis esquemática. Para Freud, padre del psicoanálisis, el impulso esencial que mueve a la persona humana es la libido. El otro es el instinto tanático, es decir el de agresión. Estos dos impulsos forman lo que Freud llama el “ello”, es decir el inconsciente, lo oculto detrás de los actos conscientes y expresado en los sueños. Sin pretender ser ni originales ni especializados veamos de forma sintética algunos de los ángulos más críticos de la teoría psicoanalítica freudiana. En primer lugar, desde el punto de vista de la epistemología, una de las grandes críticas que se hacen al psicoanálisis es que no es científico. Más desde un ángulo filosófico las críticas podrían sintetizarse en las siguientes afirmaciones:
La subconciencia prima a la conciencia. La afirmación es de por sí una toma de postura. Cabría preguntarse ¿Por qué la subconciencia prima a la conciencia? La impresión humana más general es que tenemos libertad y actuamos según la conciencia, tanto psicológica como moral. Para afirmar algo contrario al sentido común habría que demostrarlo y no sólo dar porcentajes dudosos sobre su existencia.
El enfermo explica al sano. Una afirmación contradictoria en sí misma. El sano no es en principio un "no enfermo", sino que el enfermo es un "no sano". Es conocido que Freud sacó sus
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conclusiones del trabajo que hizo con personas seriamente perturbadas.
El niño es un perverso polimorfo. Esto puede sonar injusto pero no es menos de lo que dice Freud. Si somos seres con instintos de posesión sexual y de muerte, y además lo somos de niños, ciertamente somos perversos y lo único que queda es reprimir, sublimar o encauzar estos instintos
El hombre es monoinstintivo. Un solo impulso (el sexual) explicaría todo.
La censura o inhibición interna es exógena. Es decir, el hecho de que censuramos conductas en base a una noción de bien y mal, se afirma sin más que proviene de la censura externa de la sociedad en la que hemos sido criados, mientras que el deseo sexual y tanático es lo que ha nacido con nosotros y no lo hemos aprendido socialmente. Sin embargo también hay evidencias de que nos censuramos naturalmente y que aprendemos deseos sexuales socialmente.
El último fin del hombre consiste en tener una sexualidad satisfecha. Tan cierto como cualquier otra satisfacción de poder, de tener, de ser aplaudido, de afecto, etc.; y tan falso como que ésa pueda ser la finalidad última. Otra escuela muy difundida es el conductismo y sus diversas expresiones que en líneas generales reducen las acciones humanas al resultado de estímulos que si son bien manejados pueden darnos los
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resultados que se deseen. Así lo que resulta negado de plano es la libertad humana en primer lugar en su capacidad operativa de opción. En la línea del conductismo, diferenciándose en aspectos importantes pero incidiendo a la larga siempre en el control de la conducta está el constructivismo y las escuelas más prácticas del ajuste a la realidad como los cognitivistas y escuelas terapéuticas derivadas como la racional cognitiva de Albert Ellis. Los aportes teóricos y prácticos a la comprensión de varios aspectos de la vida humana son innegables, el riesgo es siempre la reducción de la persona humana en cuanto tal a algunos de ellos.
Lectura para profundizar. Revisar el artículo Metafísica de la persona y psicología: la psicología contemporánea ante la realidad de la persona de Pablo Lego (2010, Persona y Cultura 8(8). Arequipa: Fondo Editorial UCSP, pp. 87-100).
3.4. Espiritualismo. Existe también un reduccionismo pseudorreligioso. Se trata en general de la afirmación de que en el ser humano lo inmaterial (espiritual anímico, extrasensorial, etc.) es su única y auténtica naturaleza, mientras que lo material (lo físico, biológico, existencial y concreto) sería una suerte de corrupción a la que hemos caído por alguna grave culpa escondida en la noche de los tiempos o es un simple vehículo de expresión espiritual. El espiritualismo tiene como raíz una serie de doctrinas bastante conocidas a lo largo de la historia, todas ellas vinculadas de alguna manera al complejo fenómeno doctrinal llamado “gnosis”.
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Las reediciones gnósticas en la historia son innumerables y repiten en general los mismos motivos: una religión universal no instituida superior a todas las religiones tradicionales, algún líder que se autoproclama mensajero o encarnación de la divinidad, una serie de prácticas rituales no pocas veces vinculadas a la magia. El esquema de sometimiento de las fuerzas espirituales unido a la iniciación y el ocultismo es bastante común. De otro lado hay vertientes vinculadas al espiritismo y al esoterismo, la astrología, las ciencias ocultas y una inagotable maraña de códigos, signos secretos, ritos sagrados escondidos, cálculos matemáticos, secretos de pirámides, catedrales, etc. Todas estas manifestaciones son vistas como peldaños en el crecimiento interior que no es otro que el del conocimiento (gnosis) que liberaría al hombre de la ignorancia de las pasiones y la materia. La impronta orientalista es también bastante común sobre todo en la noción de reencarnación (vidas distintas sucesivas) o metempsicosis (transmigración de las almas). 3.5. Individualismo. Otro reduccionismo sumamente difundido es el que ve al ser humano fundamentalmente como individuo separado de los demás.
Desde este punto de vista lo social se ve reducido a un contrato, una convención externa de segundo orden cuya finalidad es el bienestar del individuo. El individualismo es un fenómeno muy amplio que tiene como concreción una lectura egocéntrica de la existencia. Como postura teórica
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tiene una larga historia que ya hemos esbozado al hablar de la ilustración y se expresa en los más diversos campos: economía, psicología, sociología, etc. Más allá de la historia, probablemente donde con mayor claridad se pueden percibir los presupuestos del individualismo como práctica sea en la noción de competencia y de éxito que nos transmiten los medios de comunicación. El perfil de éxito parece configurarse sobre el paradigma del triunfo individual, incluso cuando se trabaja en equipo. El modelo del triunfador es un modelo solitario, aún cuando sea social por contexto. 3.6. Sociocentrismo. También llamado colectivismo, este reduccionismo ve a la persona básicamente como parte de un cuerpo social. Y, si bien se lo puede encontrar como una tendencia deshumanizante muy antigua que adopta ciertas expresiones religiosas, la forma básica del sociocentrismo moderno se inicia con las ideologías del siglo XIX.
El marcado reduccionismo metodológico que asume las ciencias positivas como modelo único de conocimiento cierto y confiable sella las ciencias sociales en sus inicios. Las teorías explicativas de la realidad ponen todo el énfasis en los procesos sociales dejando de lado al individuo. El Estado nacional, la gran configuración política surgida en el siglo XIX, tiende a reemplazar con la doctrina enciclopedista de “la voluntad general” la decisión individual. La persona concreta inmolaría su propia capacidad de decisión al voto de la mayoría. Cobra importancia entonces la capacidad de convocatoria y propaganda política y lo que posteriormente será reconocido como “la guerra cultural” de cuyo resultado dependería la
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posesión del poder. Se somete la educación al Estado con el afán de perpetuar la presencia de los determinados grupos ideológicos de turno. Este mecanismo en general está en la base del colectivismo que en sus inicios es “nacional” en el sentido de someter al individuo a la nación y “estatista” si de modo más específico lo somete al estado. Como es bien conocido, dos son las grandes tendencias del colectivismo en el siglo XX. De un lado, el comunismo como intento de plasmación histórica y social del marxismo y del otro, el liberalismo cuya exageración de la libertad individual desemboca de modo paradójico en una suerte de pensar único que hoy en día se expresa en lo “políticamente correcto”. En términos de estructuras sociales, políticas y económicas, parece haber ganado el liberalismo pero en términos culturales los presupuestos de las teorías marxistas parecen estar muy vivos sobre todo en su visión conflictiva de la realidad. Ha ido mutando a determinadas causas como el feminismo de género, el ecologismo radical, etc., pero sigue básicamente repitiendo el mismo esquema de reflexión dialéctica. Como todos los anteriores, el tema es muy amplio y requeriría un desarrollo específico. Tal vez una de las mejores muestras de las inquietudes que el colectivismo despierta sean las sombrías reflexiones que sobre él se encuentran en varias novelas de la corriente denominada utopía negativa, antiutopía o distopía entre las que destacan especialmente “A brave new world” de Aldous Huxley y “1984” de George Orwell. En ambas el Estado ha suplido de modo absoluto la iniciativa individual. La gran diferencia es que mientras en Huxley, lo
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hace mediante la sumisión por el placer, el conductismo y la manipulación genética, en la novela de Orwell, es el miedo, una suerte de terrorismo de estado llevado al extremo, el gran catalizador del orden social. No pasa desapercibido que ambos autores ingleses proponen los dos extremos ideológicos del colectivismo del siglo XX. Hoy el peso del estado como configuración de la sociedad parece irse diluyendo mientras la posesión de información va cubriendo el espacio de poder. En este contexto cabe mencionar la presencia cada vez más grande de la teoría de sistemas en la concepción de la sociedad.
Las personas serían piezas de un organismo llamado organización cuyo funcionamiento se orienta según objetivos autorreferidos desde sus propios presupuestos, así la persona humana termina diluida y valorada según su aporte al sistema concreto. Como explica Pedro Morandé, vivimos en una “sociedad de la información” que justamente por la relevancia de ésta se ha tornado acéntrica y atomizada según los diversos subsistemas y sus intereses. El sociocentrismo cobra hoy forma de participación especializada en la que la persona humana concreta no es ni puede ser tomada realmente en cuenta ya que los intereses del subsistema (económico, político, científico, tecnológico, etc.) no requieren más que la información específica que nace del mismo y garantiza su propio funcionamiento.
Mira el video de Benedicto XVI dirigido a los jueces de la Rota Romana “El pesimismo antropológico mina el matrimonio y la familia”
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