1 los padres y la familia

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CAPÍTULO I: LOS PADRES Y LA FAMILIA: PRINCIPAL AMBITO EDUCATIVO Objetivos:  Comprender lo que significa realmente que la familia es la célula vital de la sociedad debido a su irremplazable rol de educadora en humanismo.  Entender la importancia que tiene el cultivo de los padres para poder educar a sus hijos de una manera más integral teniendo como base los valores elevados de la formación humana.

1. Familia: célula primera y vital de la sociedad; y escuela del más profundo humanismo. “El futuro de la humanidad se fragua en la familia”, 1 dijo Juan Pablo II en la Familiaris Consortio. Es una verdad que salta a la vista hoy, cuando vemos todos los males que aquejan a la humanidad, como nunca antes. Y sin afán de hacer un análisis exhaustivo, todos estos males coinciden con un tiempo en el que hay mayores índices de familias rotas o niños criados por terceros (colegios, guarderías, niñeras, etc.) porque la sociedad de consumo ha obligado a ambos padres a salir a buscar el sustento. ¿Podemos, entonces, negar la importancia de la familia? Para comprender la importancia y el alcance de lo que estamos diciendo, vamos a citar y analizar brevemente dos frases del Magisterio de la Iglesia sobre la institución familiar: “Célula primera y vital de la sociedad”2 y “escuela del más profundo humanismo”3.

Juan Pablo II, Familiaris Consortio, Num. 86. Juan Pablo II, Familiaris Consortio, Num. 42. 3 Juan Pablo II, Gaudium et spes, Num. 52. 1 2

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¿Qué quiere decir que la familia es la célula primera y vital de la sociedad? Como lo dijo Juan Pablo II4 “cuál es la familia, tal es la nación, porque tal es el hombre”. Es que sin familia no hay persona y sin persona no hay sociedad verdaderamente humana sino mera agregación de individuos. “¿Extraña todavía a algunos la afirmación de que sin familia no hay persona enteriza, cuajada? (…) Que no se pasmen si sus hijos adolescentes, adultos ya ante sus propios ojos, buscan fuera de casa las vías de su crecimiento. Y que tampoco se lamenten ante la huida del hogar, intermitente y cotidiana de los más “maduros”. Del marido o de la mujer, que persiguen su propia realización en otros ámbitos, sobre todo en la vida profesional o pública”. 5

La familia es la primera sociedad natural, titular de derechos y que se encuentra en el centro de la vida social. Es la fuente de las demás instituciones. Además, es el ámbito primario de las relaciones interpersonales. “Es fundamental proclamar que los derechos que ella posee no le son otorgados por el Estado; tampoco le pertenecen porque cualquier postulado moral, ético o amoral, se lo hayan concedido, sino que le son inherentes. La función del Estado debe ser garantizar los derechos y deberes de la familia y no desestructurarla y asediarla con la invención o el apoyo, mediante leyes relativistas e inmorales, de corrientes de pensamiento o actitudes que la ponen en crisis, como son, entre otras, la ideología de género, el feminismo radical, los matrimonios entre homosexuales, el aborto, la eutanasia, el divorcio “express” o rápido, y la artificial y deshumanizadora procreación asistida. Un Estado o sociedad que alienta “modelos alternativos” de vida familiar en aras de una supuesta diversidad, compromete seriamente el desarrollo humano integral”. 6

Juan Pablo II, Homilia en Nowy Targ, 8-VI-1979. Melendo, T. (2003) Familia, ¡sé lo que eres! Madrid: Ediciones Rialp. p. 100. 6 Eguren Anselmi, J.A. (2009) ¿Por qué promover y defender la familia hoy? Lima: Vida Y Espiritualidad. P. 8-9. 4 5

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Sin familia, por tanto, no podemos formar personas plenas y completas y, sin personas, no se puede conformar la sociedad civil y las comunidades intermedias como agrupaciones humanas auténticas. Por eso, defender y promover la familia no es sólo una cuestión de ideas parcializadas. Es el mejor antídoto o vacuna contra el deterioro moral de una sociedad, que nutre a la pobreza material de una pobreza peor: la espiritual.

Ilustración tomada de Lyford-Pike, A., & Universidad Católica de, C. (1997). Ternura y firmeza con los hijos.

En cuanto a la familia como escuela del más profundo humanismo, podemos decir que en el seno de su familia la persona “recibe las primeras nociones sobre la verdad y el bien, aprende qué quiere decir amar y ser amado y por consiguiente qué quiere decir ser una persona”. 7 Esto es porque en la familia, en el hogar, es en el único lugar en el que la persona es amada por ser, por existir, y no por lo que tiene o por qué rol social o económico juega en la comunidad. La familia es vital para que cada uno de sus miembros logre la plenitud a través del amor, la entrega y el sacrificio. La familia, además, es el lugar donde se educa en las virtudes humanas fundamentales como son la honestidad, la responsabilidad, la fraternidad, la generosidad y la responsabilidad, entre otras. También es ahí –como veremos más adelante en el capítulo 3 de este curso—donde se educa a 7

Juan Pablo II, Centesimus annus, 39.

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los hijos en la fe para que aprendan a vivir la dimensión de encuentro y comunión con Dios. Nada puede sustituir el valor formativo de ser educado y crecer en una familia bien constituida –lo que no significa perfecta o sin problemas—aprendiendo a respetar y promover la dignidad de los demás miembros de la familia, logrando la capacidad de ―acogida cordial, encuentro y diálogo, disponibilidad desinteresada, servicio generoso y solidaridad profunda”. 8

2. El cultivo de los padres. Una vez que hemos entendido la importancia de la familia para la humanidad y la importancia de los padres para la educación de los hijos, podemos empezar a aterrizar cuestiones más concretas o prácticas para hablar de educación. La gran mayoría hoy vive la sensación constante de la voracidad del día a día. El tiempo es tal vez el bien más escaso para los padres. Y cuando no hacen algo, o lo hacen mal, suelen justificarse con esta falta de tiempo. Pero esto no puede ser una excusa. Porque lo que se deja de hacer o se hace mal como padres en momentos claves sí va a significar un retroceso en la educación de los hijos, en su desarrollo como personas, si es que –y sin afán de ser dramáticos—no se causa, inclusive, una secuela irreparable en ellos. Por eso hay que ser radicales en no postergar las cuestiones importantes con los hijos. ¿Cómo lograrlo? El primer punto es el cultivarse como padres. Es muy importante estar preparados para la tarea de crianza. Hoy por hoy el sentido común no es el único aliado, así que es responsabilidad de los padres saber cómo educar a sus hijos para ir cumpliendo exitosamente los objetivos en cada etapa. No se 8

Juan Pablo II, Familiaris Consortio, Num. 43.

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puede pretender, por ejemplo, que si no se habla con ellos por 5 años, de repente, cuando llegue la etapa de la pubertad y las preguntas sobre sexualidad aparezcan, los chicos, de la nada, tengan con sus padres la confianza necesaria para hacerles preguntas. Recuerden que deben ser los padres los primeros en estar en la vida de sus hijos. Ellos no quieren que llegue alguien más con los mensajes equivocados. Esto también es muy importante cuando se tiene más de un hijo, ya que cada chico es diferente y serán diversas las situaciones con cada uno de ellos. Y cada uno de los hijos merece recibir la mejor guía. Si bien para ser un buen padre es imprescindible amar a los hijos, no es elemento suficiente. Se debe querer su propio bien. ¿Cómo saber cuál es el verdadero bien para ellos? ¿Cómo se sabe cuándo se está educando y cuándo malcriando? Pues para eso está la necesidad de que los padres se cultiven como personas. ¿Acaso el sentido común no es suficiente?. Tal vez hace un par de generaciones, todavía podía funcionar. Pero hoy, que encontramos que en una cuadra del vecindario todos pueden pensar distinto (y la gran mayoría de los valores hoy son ―correctos‖ gracias al relativismo), no es tan fácil discernir si algo está bien o mal. Por ejemplo, y sin afán de hacer juicios morales sino más bien invitando a reflexionar: ¿una adolescente de 17 años puede viajar con el enamorado solos? ¿El aborto debe aceptarse en caso de violación? ¿Es mejor enseñarles a los hijos a usar preservativo para que no ―vengan con sorpresas‖? Y como éstas, son muchas las preguntas que se pueden contestar de distintas maneras. Lo importante para los padres debe ser encontrar un norte, un camino claro sobre qué valores éticos y morales quieren inculcar a sus hijos. Pero no es una cuestión de elegir lo que sea Curso: Pautas para la Educación de los hijos /Cap. I Los padres y la familia

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más cómodo y práctico, sino lo que realmente le hace bien a un ser humano, a su dignidad y potencia como hijo de Dios. Para ejercer bien la educación es necesario prepararse. La profesionalidad en la tarea de ser padre es la más alta que existe porque es una de las funciones más propiamente humanas, ya que se trata de formar personas. La calidad de dicha educación depende, en gran medida, de la calidad de la formación propia y de la responsabilidad con la que los padres desempeñan su tarea de educadores. ¿Hasta cuándo los padres deben formarse o cultivarse? La respuesta puede ser una nueva pregunta: ¿hasta cuándo los hijos necesitan a los padres para seguir avanzando en su tarea de humanización? Pues ¡toda su vida! La mejora de los hijos como personas no termina nunca; por eso, tampoco termina la ayuda educativa de sus padres. Los padres son padres siempre; también después de que los hijos se emancipan de la familia. Por eso su formación no termina nunca. Es como cuando se habla de la profesión: muchos padres tienen varios títulos académicos. Sin embargo, esto no puede implicar descuidar su formación como educadores. La falta de interés de los padres con respecto a la propia formación suele decepcionar a sus hijos. A. Sobre el ejemplo Si bien la formación ―teórico-práctica‖ es imprescindible como guía para los padres, no se puede olvidar cuál es la herramienta educativa más potente: el ejemplo. Si sólo se da órdenes o se aplican técnicas, pero no se predica con el ejemplo, entonces el padre sería una especie de ―fariseo‖ dentro de su propio hogar. Si se espera que los hijos sean personas cultas, que trabajan con motivos elevados y actitud de servicio, entre otros, los padres deben dar ejemplo de todo eso. Curso: Pautas para la Educación de los hijos /Cap. I Los padres y la familia

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Los padres educan con lo que dicen, pero mucho más con lo que hacen. Las palabras mueven, mientras que el ejemplo arrastra. Ya lo decía Séneca: “largo es el camino con preceptos, pero breve y eficaz con ejemplos”. ¿Hay que ser perfecto? Absolutamente no. Los hijos admiran el espíritu de lucha, la disposición a no rendirse, las ganas de ser mejores cada día en los diferentes aspectos de su vida. Además, si algo perciben sin equivocarse, es la coherencia de los padres entre lo que dicen y lo que hacen, entre lo que exigen a sus hijos y lo que se exigen a sí mismos. Los buenos ejemplos en la familia suelen ser la huella más profunda que queda en los hijos.

Mira el video ―Los hijos ven‖

B. El sentido común Otro punto importante sobre el que debemos reflexionar cuando hablamos de preparación como padres es el del rol del sentido común en esta importante tarea. Si bien es un recurso que es importante (no siempre se puede ni se debe leer libros para solucionar asuntos cotidianos), cuando hablamos de valores esenciales, no siempre debe ser usado como único recurso educativo. Sobre todo en la actualidad. Hoy los padres cuentan con acceso a información pedagógica que hace 20 años hubiese sido inimaginable. Miles de blogs, libros, revistas, programas de televisión, entrevistas a especialistas, entre otros ejemplos, están a su disposición de manera casi inmediata. Sin embargo, también es la época en la que se detecta un mayor número de problemas en los Curso: Pautas para la Educación de los hijos /Cap. I Los padres y la familia

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chicos: problemas de aprendizaje, trastornos, asesinatos en los colegios, niños tiranos, adolescentes ególatras, adicción a los videojuegos y a la tecnología, embarazos no deseados, etc., son temas de todos los días y fuente de múltiple preocupaciones por parte de los padres. De hecho, suena incoherente el disponer de tanta información y, a la vez, vivir una época de estrés agobiante cuando de criar hijos se trata. Por otro lado, nunca falta el que dice que en otras épocas se criaba sólo con sentido común y no había tantos problemas como los de hoy. Y, sí, podemos darles el beneficio de la duda. Pero, ¿por qué ahora, la que era la herramienta más eficaz de educación, el sentido común, no está funcionando como antes? Veamos algunos puntos que nos pueden ayudar a clarificar la respuesta.

 El relativismo. Uno de los grandes problemas que existe hoy para poder educar bien es precisamente definir qué está bien y qué está mal. Nuevamente, sin el afán de emitir juicios de valor, vamos a poner ejemplos. ¿El matrimonio homosexual está bien? ¿Las relaciones prematrimoniales están bien? ¿Enamorarse de otro cuando estás casado está bien si es que el matrimonio no está caminando? Seguramente si hacemos una encuesta con estas preguntas, encontraremos quiénes estén en contra o a favor de estas ideas. Y, sin duda, encontraremos muchos “todo depende de cómo sea la situación”. Como se ve, el ―sentido común‖ ya no es tan común. Hace 50 años no se vivía con el enamorado, ni se te ocurría, y punto. Entonces los criterios morales eran más universales. Hoy Curso: Pautas para la Educación de los hijos /Cap. I Los padres y la familia

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todo depende: todo está bien si es que te conviene y es muy complicado tener las ideas claras.  La comunidad cercana es heterogénea. Del párrafo anterior se puede concluir que este relativismo hace que inclusive las personas que están muy cerca puedan pensar diametralmente distinto. Si vas a una reunión de padres de familia de un colegio, de una misma aula, seguramente se puede armar una gran discusión si es que se dice que todos los niños de 9 años deben tener un Ipad para estudiar. Imagínense si hablamos de unificar criterios educativos para el uso de teléfonos, horas y lugares de vida social que deben frecuentar los chicos, material de lectura, etc. Y, lo más complicado, es que todos tienen el derecho de opinar… y de tener razón.  Los chicos se crían solos. El consumismo actual y las ganas de que los hijos tengan ―todo‖ (según los criterios relativistas y materialistas) ha hecho que tanto papá como mamá se vuelquen a las oficinas horas interminables para poder pagar ese ―todo‖ que necesitan. Antes la mamá estaba en la casa y era quien velaba por la crianza operativa de los niños. Es muy distinto hacer un esquema y delegar lo que gustaría inculcar a los hijos a que lo hagan los padres directamente. A esto se suma las largas horas en el tráfico y las actividades extracurriculares para hacer de los hijos niños Curso: Pautas para la Educación de los hijos /Cap. I Los padres y la familia

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―exitosos‖.  La culpa, la mejor amiga de los padres. Debido a esta falta de tiempo con los chicos y a la gran incapacidad física que cualquier ser humano normal tiene para darle ―todo‖ a sus hijos –creando una gran insatisfacción porque no se puede dar ―todo‖ y cada día ese ―todo‖ se vuelve más grande-- , la culpa se ha vuelto el sentimiento protagónico en el corazón de los padres. Se sienten culpables porque no están con ellos, porque no les pueden comprar ―todo‖ o porque no los llevan todos los años a Disney como los Pérez Abolengo. Se sienten simplemente culpables por haberlos traído a este mundo cruel que no los llevará más que a ser tan infelices como ellos mismos por ―todo‖, y ―todo‖ por ―todo‖ lo que no están haciendo bien. Y por eso les compran ―casi todo‖, los dejan hacer ―de todo‖ y ―todos‖ suplen el rol educativo: la abuela, la nana, la miss, el profesor de fútbol, etc. Y los padres, a pesar de hacer ―todo‖, se sienten totalmente vacíos y sin entender por qué ―todo‖ les sale tan mal.

 No tener claro cuál es la verdadera felicidad. Esta sea quizás la causa más importante y de la qué se derivan todas las de arriba. ¿Qué es la felicidad? Depende. Para algunos, de repente, es tener lo material totalmente resuelto, con carteras Prada y BMW en la puerta; para otros que sus hijos sean profesionales de alto nivel con cinco idiomas y capacidad para practicar perfectamente tennis, golf, equitación, ski y patinaje sobre hielo; o viajar a cada rato; o tener Curso: Pautas para la Educación de los hijos /Cap. I Los padres y la familia

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una vida social agitada. Lo que sea. Y, claro, todas estas ―felicidades‖ son válidas. Sin embargo, hay que darse el trabajo de ahondar en dónde y en qué está la verdadera felicidad. Nos dejamos ahogar en el día a día, en los problemas y dejamos de lado nuestro propio crecimiento interior. Es más fácil, por supuesto. Dejarse llevar por la rapidez cuesta menos trabajo pero el precio que se tiene que pagar luego es muy alto. Evidentemente, hoy por hoy el sentido común no es el único aliado que se tiene para la educación de los hijos.

Los padres tienen la obligación de prepararse, no sólo con herramientas pedagógicas que les enseñen a cómo evitar una pataleta o que se laven los dientes tres veces al día, sino también en la búsqueda de esta verdadera felicidad para los hijos. “Hay que aclarar que realizar o humanizar al hombre es hacerle más fiel a su propio ser, hacerle cada vez más coherente con la dignidad propia de la persona. El fundamento de esa dignidad no puede estar en el hombre mismo: como yo, no me he dado a mi mismo la libertad que tengo, la dignidad de la persona humana es un trasunto de la dignidad de su origen, es algo sagrado que dimana de Dios. La realización del hombre exige ir más allá del hombre; el hombre se realiza cuando, reconociendo su condición de criatura, se abre al don de Dios”.9 La única manera de buscar el bien asiduamente es no dejarse llevar por la vida. Meditar, discutir y estudiar. La acción rutinaria o sistemática de todos los días puede hacer de los padres unos 9

Castillo, G. (2009) La realización personal en el ámbito familiar. Navarra: Eunsa. p. 65.

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educadores mediocres. Por eso es importante reflexionar mucho, aunque a veces cueste trabajo, para darse cuenta del grado en que hace falta un cambio. Pero no estamos hablando de cambios superficiales de comportamiento, sino de cambios radicales de criterios. Esto cuesta esfuerzo y tiempo.

3. La educación para la vida. Decía Seneca: para el navegante que no sabe a qué puerto se dirige, todos los vientos son contrarios. Lo mismo sucede cuando hablamos de educar: se necesita saber cuál es la finalidad de la educación. ¿Para qué educar? Pero no basta saber a qué puerto se quiere llegar. También se debe saber que ese puerto u objetivo valga la pena. No sirve ―ir donde sea‖; ―ir a donde van todos‖; ―ir a donde está de moda‖; ―ir a donde más provoca‖.

Hay que dirigirse donde uno decide ir libremente, después de haberlo meditado, porque ese lugar es el mejor para mí, porque es el que me hace más bien como persona. A la educación se le han atribuido muchas finalidades a lo largo de la historia. Entre ellas hay una que sigue teniendo plena vigencia: la educación pretende preparar para la vida. Pero, ¿para qué tipo de vida? Porque se puede preparar para la vida material o para la vida espiritual, o para vivir el hoy o el futuro, entre otros. Hay muchas formas de entender qué es preparar para la vida. Y tal vez todas ellas deben tenerse en cuenta de algún modo. El problema aparece cuando la preparación para la vida se reduce a una sola dimensión (por ejemplo, el bienestar material). O cuando se plantea la vida solamente en función de Curso: Pautas para la Educación de los hijos /Cap. I Los padres y la familia

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intereses o gustos personales, dejando de lado el crecimiento como persona y el servicio al prójimo. Por eso hay que estar atentos frente a los reduccionismos educativos que buscan tomar el todo por la parte. La educación para la vida no trata sólo de lograr bienestar económico o sólo de ser socialmente exitoso, o de ser el mejor profesionalmente. La preparación para la vida debe apuntar a una vida en constante crecimiento en los sectores vitales, para alcanzar la madurez personal y, por tanto, la felicidad. “No es malo disfrutar sanamente de las cosas buenas de la vida, como por ejemplo, conversar con los amigos, practicar un hobby, pasear por el campo, hacer un viaje a un lugar interesante, contemplar cada puesta del sol. Hay que aprender a disfrutar de algunos placeres de la vida. Tampoco es malo tener éxito profesional y social o ganar mucho dinero. Todas estas actividades y situaciones son buenas si se plantean como medios al servicio de la mejora personal propia y ajena. En cambio, serán perjudiciales si se plantean como un fin en sí mismas: vivir para disfrutar de los placeres sensibles; vivir para el éxito y el dinero. Convertir los medios en fines es un desorden que tiene graves consecuencias en la vida humana”.10 Este enfoque equivocado es muy frecuente encontrarlo en la sociedad actual. Como vimos más arriba, hoy existe un relativismo moral que se manifiesta en lo cotidiano, en donde no existen las malas conductas y en donde todo está permitido. Si esto es así, entonces, ¿para qué combatir las inclinaciones a vivir para tener poder, dinero y placer? Esta visión utilitarista de la vida, cuando hablamos de educación de los hijos concretamente, se manifiesta de las siguientes formas:

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Ibidem. p.191-192.

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Se exige al hijo desde que es muy pequeño a que sea el primero de la clase.

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Que logre una carrera universitaria que sea muy bien retribuida económicamente, que brinde un mejor estatus social y sin riesgo de desempleo.

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Se inscribe al hijo en innumerables actividades extracurriculares que favorecen el posterior éxito profesional, estresándolo y dejándolo sin horas de juego.

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Lograr que el hijo haga un ―master‖ de algún tipo.

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Mientras sea estudiante, el hijo tiene como único deber estudiar. Así, no debe distraerse en otras cosas, como puede ser, colaborar con las tareas domésticas.

Es importante señalar que no está mal desear todo lo anterior. Lo que no está bien es enfocar toda la educación de los hijos en función de un solo factor: el éxito académico como peldaño para el éxito social. Esto hace que se queden sin desarrollar otras dimensiones que también son esenciales en el crecimiento como persona, como es el ser un buen hijo, un buen amigo, aprender a pensar, a querer, a convivir, a trabajar y a divertirse sanamente. La preparación para la vida no está sólo en los libros o en la escuela. También está, y cuesta mucho o más esfuerzo que aprender otro idioma, en la familia, en las relaciones amicales, entre otros. El buen profesional debe ser una persona íntegra, que tiene actitudes positivas y sanas con los demás. Curso: Pautas para la Educación de los hijos /Cap. I Los padres y la familia

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El planteamiento que se debe evitar es aquel que deja de lado la capacidad o preferencia que tiene cada hijo para el estudio o la profesión futura. Esa que no considera si el hijo es feliz o infeliz con esa carrera mientras ésta le permita, lo antes posible, disfrutar de la ―buena vida‖. Este tipo de enfoques no siempre consigue el objetivo. “Ello se debe a que lo que se programa o proyecta irrespetuosamente para el hijo, sin contar con él, muchas veces no es realista (no todos los estudiantes pueden ser el primero de la clase; no todos pueden hacer una carrera universitaria). También se debe a que ese proyecto no es un proyecto personal de vida, sino un proyecto de simple éxito social hecho por otros; impuesto desde fuera de uno mismo y al margen de la propia vocación. Es, por ello, un proyecto que difícilmente generará ilusión y afán de superación personal en quien lo realice”.11 Además de lo mencionado, existe otro tipo de reduccionismo educativo que está muy vigente: la preparación para la vida futura, dejando de lado la preparación para el presente. No se puede educar para la vida adulta si es que no se atienden las etapas anteriores. Lo que pase en la vida adulta dependerá en gran medida de los criterios y los hábitos adquiridos en la infancia, la adolescencia y la juventud. Educar a los hijos pensando sólo en el mañana, es lo mismo que admitir que la infancia o la adolescencia no son importantes. Además, si consideramos que para los niños y jóvenes, el presente es más fácil de entender que el futuro, hablarles solo del mañana tiene muy poco poder motivacional para ellos.

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Ibidem. p. 194.

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4. Algunas reflexiones prácticas.  Se debe priorizar sobre todo el tiempo que se pasa con los hijos. No existe una verdadera calidad sin un mínimo de cantidad respetable. Así que si las obligaciones principales son inevitables –como por ejemplo el trabajo y las labores de la casa—y quitan demasiado tiempo, no se puede destinar el poco espacio libre a hacer algo más que no sea estar con los hijos. ¿Qué dos horas en el gimnasio el estrés luego de 10 horas en la oficina? Bueno, mejor es pensar en salir a caminar con los hijos, o montar bicicleta con ellos, o en algo que relaje junto a la familia. O destinar un tiempo de deporte para el fin de semana o para la primera hora de la mañana –tipo 5 y 45 a.m. —mientras la familia duerme. O quizás a la hora del almuerzo, en lugar de salir con la gente de la oficina a comer, se puede ir a un gimnasio. Son algunas ideas para sustentar el punto.  No es infrecuente, por ejemplo, que el trabajo profesional se convierta en activismo o adicción al trabajo que impide descansar, hacer vida de familia, estar con los amigos, leer un libro, asistir a las conferencias que organiza la escuela a la que asisten los hijos, etc. Es aconsejable que los padres autoanalicen cómo utilizan de hecho su tiempo y establezcan medidas correctoras cuando sea necesario. En la medida en que cuiden más y mejor su formación cultural, moral, pedagógica, etc., estarán dándole más calidad a su trabajo y a su dedicación familia.  Para avanzar y no retroceder como padres hay que hacerlo también como personas. No hay manera de educar si no es con el ejemplo. Los padres tienen la responsabilidad de ser la imagen que sus hijos Curso: Pautas para la Educación de los hijos /Cap. I Los padres y la familia

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siguen. Así que si quieren que sus hijos avancen, los padres deben hacer lo mismo.  No se debe tirar la toalla cuando las cosas no salen como se

quiere. La vida es así. Si bien hay que avanzar, a veces se retrocede inevitablemente. Cuando se tiene energía se empiezan los proyectos y las aventuras con mucho ímpetu y ganas. Sin embargo, cuando empiezan los obstáculos la tentación de abandonarlo todo es muy grande. Además, los retrocesos a veces son más rápidos que los avances. Pero lo que se tiene al frente, cuando hablamos de familia, no es una empresa cualquiera que se puede cerrar para empezar otra. Estamos hablando del proyecto más importante de la vida. ¿Se va a abandonar todo y dejar a la familia a la deriva? No. Hay que retomar la fuerza, mirar nuevamente el mapa, la ruta y encaminarse nuevamente, tratando de subir cada vez un poco más alto.

Priorizar el tiempo

Integrar: familia y trabajo

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Educar con el ejemplo

Perseverar

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Lectura para profundizar.

Revisar el artículo ―Cada familia es siempre una luz en medio de la oscuridad del mundo‖ de Giuliana Caccia http://catholic-link.com/2016/02/08/tipos-familia-orientacion-familiar/

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