CAPÍTULO IV: PSICOLOGIA DIFERENCIAL Y COMPLEMENTARIEDAD Objetivos: Reconocer las diferencias entre varón y mujer como datos propios de la naturaleza. Valorar las diferencias como fuentes de enriquecimiento comunitario y personal.
1. Esencialmente iguales, complementariamente diferentes. Los hombres y las mujeres son diferentes. Iguales en cuanto dignidad y valía como personas y como hijos ante Dios, pero diferentes, en su mentalidad, y forma de experimentar la vida. Las reacciones ante los mismos problemas o situaciones gratas son diferentes. Eso es algo que los esposos tienen que aceptar como premisa.
El que tanto hombres como mujeres sean diferentes, a “simple vista”, no es ninguna novedad pero en la convivencia parece que esta realidad se olvida y surgen los problemas: las mujeres demandan a sus parejas que reaccionen como ellas esperan y los hombres esperan que sus esposas respondan tal cual ellos lo harían.
Muchos esposos exigen que sus esposas reaccionen o tengan la misma proyección que tienen ellos, ante determinado conflicto o dificultad. Cuando la mujer no valora la situación desde una mirada masculina, y desde una mirada
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femenina elabora una aproximación empática y afectiva pero poco práctica pero más densa e intensa, es cuando se convierte en un enigma para el varón. Así mismo muchas de las mujeres, comentan jocosamente de la torpeza de los varones para determinadas tareas, o la falta de sensibilidad y buen gusto para la ropa, o de la incapacidad para observar detalles que para ellas son tremendamente notorios. A su entender, los hombres están pues, privados de varias habilidades “evidentes” sobre todo para resolver problemas de la vida familiar: “son incapaces de conversar y cambiar un pañal a la vez” “no encuentran las medicinas”.
También sucede que ambos conscientes de dicha diferencia la entienden de manera negativa: “ellas son así... complicadas”, “¡hombres, no se los puede cambiar!”. Al final, ninguna de estas actitudes lleva al encuentro de la pareja.
¿Alguna vez nos hemos preguntado por qué somos diferentes? La respuesta es clara: para complementarnos, para ayudarnos a ser mejores, para aprender a ser apoyo del otro y vivir el encuentro, para formar un equipo. Sin el conocimiento de estas diferencias, los hombres y las mujeres se enfrentan unos a otros, experimentándose frustrados cuando el encuentro no se da. El reconocer y respetar las diferencias ayuda a disminuir el conflicto y la confusión ya que cuando no se entiendan los códigos del otro se buscarán los medios para tratar de comprenderlo en lugar de censurarlo por ser diferente.
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La diferencia está en nuestra naturaleza, somos varón y mujer no hay otro modo de ser y esta diferencia se atrae mutuamente. Es una diferencia tan propia de la naturaleza que podemos encontrar diferencias a nivel neurológico.
No es novedad mencionar algunas de estas diferencias, lo saludable es entenderlas desde una perspectiva de encuentro y entendimiento que permita el enriquecimiento mutuo. Es así que tanto hombres como mujeres tenemos diferentes maneras de enfrentar las distintas situaciones, como en el caso del estrés: mientras los hombre tienden a replegarse en sí mismos y apartarse para pensar en la solución, las mujeres sienten la necesidad de expresar lo que les molesta, así mismo al momento de enfrentar un problema: el hombre se concentra en elaborar una solución práctica mientras que la mujer busca brindar un apoyo más emocional (“estoy contigo”).
Tantos hombres como mujeres utilizan el mismo sistema de palabras, la variación se da en el significado que le dan a cada una de ellas. La connotación subjetiva o el énfasis emocional varía dando lugar a interpretaciones distorsionadas surgiendo los problemas de comunicación. Un ejemplo de esto lo vemos cuando las mujeres tratan de expresar un sentimiento o un estado de ánimo utilizando expresiones como: nunca me escuchas, nada funciona, nadie me ayuda, ya no me quieres, etc. Cuando un hombre escucha esto, trata de responder literalmente a lo que la mujer dice, reaccionando en forma negativa ya que con frecuencia se siente manipulado o presionado ante la “demanda”, cuando en realidad lo que sucede es que la mujer está expresando sus sentimientos por medio de superlativos y generalizaciones. Por lo tanto, lejos de discutir la expresión literal, la mujer lo que desea es sentir que acogen el sentimiento. Cuando hombres y mujeres están a punto de discutir significa que no se están
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entendiendo por lo que resulta importante repensar o traducir lo que han escuchado.
Así mismo, en el caso de las mujeres, resulta difícil entender o interpretar correctamente cuando un hombre no habla ya que la mujer tiende a pensar en voz alta para ordenar sus ideas, para sentirse mejor y generar intimidad y cercanía (al compartir sus sentimientos) si el hombre permanece en silencio es frecuente que la mujer pueda pensar lo peor. En realidad lo que sucede es que cuando un hombre está en silencio es porque está concentrado en resolver aquello que lo perturba o preocupa. Los hombres necesitan encontrar una solución práctica, para esto buscan estar solos para calmarse y pensar mejor, guardan silencio para reencontrarse a sí mismos y ordenar sus ideas.
Hay que tener en cuenta que para una mujer el preocuparse por los demás es una manera de expresar amor e interés, cuando la manera de expresar apoyo en el hombre es no preocupándose ya que en él es una manera de mostrar confianza y respeto (salvo que la persona le pida apoyo).
Las formas de aproximación varían porque la manera de percibir el entorno es diferente, es así que las mujeres toleran mejor las emociones intensas y las enfrentan por más tiempo mientras los hombres, acostumbrados a manejar los elementos para conseguir una efectiva solución, no están acostumbrados a manejar la intensidad de los sentimientos por lo que se repliegan en busca de su intimidad y autonomía para reencontrarse y retomar posteriormente la situación con mayor claridad y determinación. Cuando esto sucede las mujeres se asustan, surge en ellas el temor porque ellas se aíslan cuando sienten que algo malo está pasando o porque ellas han cometido algún error temiendo perder el amor de su compañero. Curso: Vida Conyugal/Capítulo IV: Psicología diferencial y complementariedad
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La clave para llegar a la complementariedad y a la comunión no está en enumerar una lista de características psicológicas o conductuales masculinas o femeninas, sino en comprender las diferencias existentes para buscar el enriquecimiento y la objetividad del bien que el otro puede aportar.
Tantos hombres como mujeres necesitan ser amados, es más: demandan ser amados, la clave es saber preguntarle al cónyuge “¿Cómo quieres que te ame?” “¿Cuál es la mejor manera de ayudarte o de satisfacer tus necesidades?”. Esto no es sumisión, es amor generoso y entregado, es amor que vela por el otro para vivir el encuentro. Es amor que respeta, porque reconoce, la dignidad de ambos y nos dispone a dar lo mejor de nosotros para lograr la felicidad.
Varón y mujer son esencialmente iguales en dignidad y es esa dignidad la que los hace tender hacia un mismo fin: el amor. Esta es la razón por la que, a pesar de las diferentes maneras que tenemos varones y mujeres, de interpretar la vida, compartimos los mismos anhelos y aspiramos el mismo ideal.
Mira el video “Historia de dos cerebros”
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2. Cerebro de mujer y cerebro de varón. Las diferencias existentes entre varón y mujer no son producto cultural y mero azahar. Tienen un substrato biológico que claramente se puede evidenciar a nivel cerebral.
El presente contenido es un comentario, a modo de resumen, del libro de Natalia López Moratalla “Cerebro de mujer y cerebro de varón”. Ediciones Rialp – Instituto de Ciencias para la Familia, Universidad de Navarra. Madrid, 2007.1 El dimorfismo sexual del cerebro es un hecho. Es evidente que hay tareas que resuelven por término medio mejor las mujeres y otras los varones. (…) Pero tampoco cabe duda de que el determinismo con que aparecen las gónadas y los caracteres sexuales secundarios, según el sexo genético, no rige de igual forma en la construcción del cerebro. No de igual forma, ¿pero cómo rige?” A partir de esta pregunta la Dra. Moratalla desarrollará una interesante propuesta.
La primera, podríamos decir más “epigenética”, está orientada a determinar cuáles son las causas materiales del dimorfismo cerebral. Allí hablará del influjo de las hormonas en las “ventanas” de configuración del cerebro. Pero saliéndose del libreto de cierto dogma neurobiológico, hará precisiones sobre la importancia de la genética en esta configuración. Su tesis central: si bien el baño hormonal es el que causa el dimorfismo cerebral, este proceso depende de la base genética (tanto para la secreción de las hormonas como para la activación de los respectivos receptores cerebrales de esas hormonas). Así se determina la
La doctora López Moratalla es bióloga profesora de la universidad de Navarra, es muy conocida por sus estudios en biología. Comentario – resumen realizado por el doctorando Carlos Beltramo Álvarez. 1
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morfología y la diferente lateralidad funcional del cerebro de mujer y del cerebro de varón. De todos modos este es un fondo biológico que la propia persona debe “culminar” con sus decisiones libres, a lo largo de la vida.
La segunda parte, más “fenomenológica”, está volcada a mostrar cómo son esos “cerebros” que tienen una forma o la otra. Es una explicación en la que hila conceptos neurobiológicos usualmente áridos con explicaciones más sencillas. Parte de comprender las características de los hemisferios izquierdo y derecho. Luego establece cómo el varón tiene el cerebro asimétrico (más lateralizado) mientras la mujer tiene una mayor simetría funcional. El centro de gravedad intelectual del varón está hacia el polo de las actividades propias del hemisferio izquierdo. La mujer armoniza mejor lo racional y emotivo por poseer mayor simetría funcional de los hemisferios. En base a estos dos datos ya puede ir aplicando explicaciones de base neurológica a una gran variedad de fenómenos humanos. No hay determinismo en la exposición (ya que queda claro que se trata de descripciones de conductas promedio que cualquier persona en particular puede realizar en forma diferente), sino una serie de aclaraciones básicas que ayudan a comprender mejor cuáles son los sustratos biológicos de las tendencias de comportamiento de varones y mujeres. Por otro lado, ayudan a entender las bases que rigen las conductas del otro sexo.
En la tercera parte la autora se vuelca a explicar los procesos afectivos de base neurobiológica relacionándolos con la transmisión de la vida. Al analizar tres “tipos de cerebro”: el enamorado, el emparejado y el maternal, nos permite observar similitudes entre ellos para comprender el papel de los sentimientos, la unión sexual, y la maternidad y paternidad (especialmente la primera) en el proceso de dar vida.
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Hay un par de ideas, en la página 89, que bien podrían ser un resumen ejecutivo de todo el libro: “En primer lugar, las tareas que requieren actividad preferencial de áreas de uno u otro lado de los hemisferios las realizan mejor, en general, los varones, cuyo cerebro es funcionalmente más asimétrico que el cerebro de las mujeres. Mientras que las tareas que requieren el paso de la información de un hemisferio a otro, las realizan mejor las mujeres, por término medio, debido a su mayor simetría funcional. Las diferencias anatómicas, químicas y funcionales de los cerebros de mujer y de varón aportan la raíz biológica del distinto recurso a los hemisferios cerebrales para acometer diversas tareas por parte de unos y otras. Este diferente trazado de los circuitos neuronales es innato y causado por la diferente dotación genética que recibe de cada uno en la concepción. La construcción del cerebro durante el desarrollo embrionario y la vida postnatal, amplifica estas diferencias genéticas de cada sexo. En efecto, como se ha referido, la mayor o menor asimetría funcional de los dos hemisferios se establece fundamentalmente en la etapa fetal y, posteriormente, los niveles hormonales potencian la funcionalidad de las áreas de mayor concentración de los receptores con los que interactúan específicamente.”
Lectura para profundizar. Revisar el resumen del texto Cerebro de mujer y cerebro de varón de Natalia López Moratalla (2007, Madrid: Ediciones Rialp. Instituto de Ciencias para la Familia, Universidad de Navarra) realizado por Carlos Beltramo Álvarez.
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