CAPÍTULO I: ELEMENTOS GENERALES DE LA TEOLOGIA MORAL
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Objetivo: Comprender la naturaleza de la Teología Moral, su objeto de estudio (los Actos Humanos) y su finalidad (ayudar al hombre en la consecución de su realización personal).
Objetivos específicos: Saber diferenciar la ley, de la moral y de la religión. Conocer las fuentes de la moralidad del acto humano. Entender bien el principio básico para juzgar la moralidad de un acto. Valorar el rol definitivo de la conciencia en la toma de decisiones y el imperativo moral de formar rectamente a la misma.
1. ¿Qué es la Teología Moral? Necesario es entender en primer lugar lo que significa cada uno de los términos por separado para luego comprender a qué hace referencia exactamente la Teología Moral. La Teología, es etimológicamente, el estudio o tratado sobre Dios y/o sobre las cosas divinas.
Es el estudio sistemático y ordenado de los datos de la Revelación la cual no es sino la manifestación que Dios hizo de sí mismo al hombre. Se presenta de dos maneras fundamentales y ligadas entre sí: La Revelación natural y la Revelación sobrenatural. Una requiere de la otra para su plena comprensión.
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La Revelación natural se encuentra en la naturaleza creada y se conoce por la razón natural. El ser humano puede llegar por medio de su razón al conocimiento cierto de Dios como realidad viva, personal y actuante en el mundo. La Revelación sobrenatural se encuentra en el Depósito de la fe constituido a su vez por 2 componentes: la Sagrada Escritura y la Tradición. Ambos están íntimamente ligados de manera que, como dice la Constitución Dogmática sobre la Divina Revelación: “brotan de la misma fuente, se funden en cierto modo y se dirigen al mismo fin” (D.V. 9). La Revelación sobrenatural es conocida por la razón, auxiliada por la fe y nos brinda datos a los que con la sola razón es imposible llegar. La síntesis de la Revelación sobrenatural está expresada en el Credo. Ahora veamos que es la Moral.
En filosofía se entiende que la moral es la ciencia que estudia los actos humanos, es decir los actos del hombre realizados en pleno ejercicio de su la libertad mediante el entendimiento y la voluntad. A menudo, se usa la palabra ética para hablar de moral y se identifica a ambos términos. Al respecto el diccionario de Moral Cristiana, dirá refiriéndose a moral: “La expresión moral” (del lat. mos: costumbre) se emplea en dos sentidos, a saber: a) Para indicar conducta moral efectiva de un individuo o de un grupo, b) Como abreviación de teología moral.
Ambas palabras
- moral y ética - aunque en distintas lenguas tienen una
significación común. Moral deriva del latín (mos-moris: costumbre, modo de ser) y
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Ética deriva del griego (ethos: costumbre, modo de ser). La palabra moral se usaba para traducir la palabra ethos que es la raíz de ética.
Algunos autores sin embargo distinguen ambos términos, dándole a la palabra moral una referencia a los comportamientos concretos con una perspectiva teológica y por su parte la ética designaría explícitamente el estudio teórico y la perspectiva filosófica. La identificación se realiza desde una perspectiva teológica y filosófica. En la definición del término ética se dice: Es la parte de la filosofía que se ocupa de la moral. Podemos entender el término ética como sinónimo de la filosofía o filosofía de la moral”. Luego de hacer esta identificación de términos, se la define: “En filosofía, como en el lenguaje común actual, el término moral se utiliza como adjetivo para caracterizar acciones humanas intencionales como morales o inmorales. También se usa como sustantivo para designar la forma de comportamiento, los valores o las normas que guían la acción de un individuo o conjunto de individuos y que son susceptibles de calificación moral.”1 Desde una perspectiva teológica, la moral se identifica con la Teología Moral. Ricardo Sada y Alfonso Monroy, definen la Teología Moral como: “... aquella parte de la Teología que estudia los actos humanos, considerándolos en orden a su fin sobrenatural”.2
La Teología Moral es entonces, el estudio de los actos humanos a la luz del dato revelado. Concretamente se refiere a las menciones explícitamente morales que contienen tanto la Revelación Sobrenatural como la Revelación natural que también propone innumerables datos sobre el comportamiento.
1 2
QUINTANILLA, Miguel Ángel. Breve diccionario filosófico. AVD. Pamplona.1961. p. 90. SADA, Ricardo y MONROY, Alfonso, Curso de Teología Moral. Ediciones Palabra, Madrid, p. 15.
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Un ejemplo de moral en la Revelación sobrenatural son los mandamientos que siendo una expresión concreta de lo que debe ser un obrar moral, tienen su fundamento en el misterio del encuentro con Jesucristo. Un ejemplo de Revelación natural son las instituciones naturales que permanecen en las comunidades humanas como el matrimonio, la paternidad y maternidad, etc., o también normas morales indiscutibles como que "es malo matar al inocente" que tienen validez universal. Otra distinción que tenemos que hacer en este punto ya que puede llevar a confusión, es la que existe entre moral, costumbre, ley y religión que si bien son conceptos relacionados, no son lo mismo.
Lectura para profundizar Revisa el texto Caminar a la luz del Amor: los fundamentos de la Moral Cristiana de Livio Melina, José Noriega y Juan José Pérez-Soba. Capítulo 3. Fuentes y Métodos de la Teología Moral (2007, Editorial Palabra: Madrid. pp109-132).
Costumbre: La moral de una sociedad o grupo humano, se expresa en primer término en las costumbres (mores). Una costumbre es una práctica social arraigada y la forma cómo estas costumbres se internalizan en medio de la sociedad, lleva el nombre de ethos.
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Generalmente se distingue entre buenas costumbres que son las que son moralmente lícitas, y las malas costumbres, que no lo son. A veces leyes han sido promulgadas para tratar de modificar la conducta. Ley: Podemos hablar de distintos tipos de leyes, como son: la ley divina que puede ser natural y moral, y la ley humana que puede ser positiva eclesiástica y positiva civil. La ley humana.es dictada por la legítima autoridad para la consecución del Bien Común. Toda sociedad requiere ser conducida y organizada, es por ello que la legitima autoridad promulga leyes. Todo miembro de la sociedad debe obedecer las leyes justas. En caso que la ley sea injusta no obliga y, en algunos casos, puede ser moralmente correcto desobedecerla. Especialmente hay que tener en cuenta que la ley positiva humana no se oponga a ninguna ley divina. La ley divina es la que está inscrita en la naturaleza humana o transmitida por la Revelación Sobrenatural. Tanto una como la otra proporcionan criterios básicos de acción y costumbres. En el caso de que exista un conflicto entre la ley humana y la ley divina hay que escoger siempre la divina porque ésta es la norma definitiva. La moral tiene que ver con la ley, puesto que refleja los valores de la sociedad. La ley determina lo que es lícito y lo que no lo es y dado que la moral tiene que ver con lo que es bueno o malo, necesariamente se encuentra vinculada al tema legal pero mantiene su criticidad frente al orden legal humano. Dicho esto, se pude entender cómo es que por más que una ley humana haya sido promulgada con todos los requisitos formales, en algunos casos, puede ser inmoral. Basta pensar, por ejemplo, en las leyes que aprueban el aborto o que una persona no sea imputable legalmente por haber cometido un genocidio, no significa que el acto que ha realizado sea moral, todo lo contrario, en este caso, se estaría atentando contra el primer derecho humano, que es el derecho a la vida.
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2. El acto humano 2.1. Definición. El acto humano es aquel que el hombre realiza haciendo uso de su entendimiento y voluntad en ejercicio de su libertad. Se distingue del “acto del hombre” que abarca todo lo que éste hace ya sea de manera consciente o no. Bajo esta premisa y para entender mejor, podemos decir por ejemplo que respirar es un acto del hombre pero no es un acto humano, porque la acción de respirar no puede ser juzgada moralmente. 2.2. Dirección del acto humano. La dirección del acto humano está señalada por el entendimiento que ilumina la voluntad. El entendimiento ve la verdad y ésta permite conocer el bien objetivo al cual debo dirigirme haciendo uso de mi voluntad. Si el entendimiento no está claro en el conocimiento del bien, la voluntad se dirigirá a un bien aparente, a un mal con apariencia de bien y por lo tanto al mal. 2.3. Elementos. Entendimiento. Se trata de la capacidad de comprensión de la realidad. El entendimiento como elemento del acto humano no es sólo la comprensión de la realidad en sí en cuanto conciencia psicológica sino también del valor moral de los actos.
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Voluntad. Se trata de la capacidad de querer y actuar. No se reduce sólo a la acción sino a las disposiciones interiores para actuar como las intenciones. Libertad. Como ejercicio (que es lo que interesa en primera instancia al juicio moral) es la capacidad de elegir, adherirse y romper con las opciones dejadas en la elección. En cuanto a su naturaleza más profunda es la capacidad de auto posesión de la persona humana que se adhiere a la verdad y al bien. 2.4. Fuentes de la moralidad del acto humano. La moralidad del acto humano está determinada por las fuentes de la moralidad que son el objeto, las circunstancias y la finalidad. Todo acto humano tiene un peso moral, incluso la neutralidad es un juicio moral que somete un acto determinado a la intención. Para considerar la moralidad de cualquier acción es preciso reflexionar siempre sobre estos tres aspectos.
Objeto
Circunstancias
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Finalidad
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Objeto: El objeto constituye el dato fundamental: es la acción misma del sujeto, pero tomada bajo su consideración moral. Nótese que el objeto no es el acto sin más, sino que es el acto de acuerdo con su calificativo moral. Un mismo acto físico puede tener objetos muy diversos, como se aprecia en los ejemplos siguientes: Acto
Objetos diversos
Matar
asesinato, defensa propia, aborto, pena de muerte, etc.
Hablar
mentir, rezar, halagar, difamar, jurar, blasfemar, etc.
La moralidad de un acto depende principalmente del objeto: si el objeto es malo, el acto será necesariamente malo; si el objeto es bueno, el acto será bueno si lo son las circunstancias y la finalidad. Por ejemplo: -
Nunca es lícito blasfemar, perjurar o calumniar, por más que las circunstancias o la finalidad sean muy buenas.
-
Si el acto en sí mismo no tiene moralidad alguna (por ejemplo: pasear), la recibe de la finalidad que se intente (por ejemplo: descansar, conservar la salud o huir de un compromiso), o de las circunstancias que lo acompañan (por ejemplo: con una mala compañía).
Circunstancias: Son diversos factores o modificaciones que afectan al acto humano. Se pueden considerar en concreto las siguientes3:
3
TOMAS DE AQUINO, Summa Theologica, I-II, q.7, a.3.
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-
Quién realiza la acción: por ejemplo, peca más gravemente quien tiene autoridad (el testimonio que ofrece).
-
Qué cosa: designa la cualidad de un objeto. Por ejemplo, el robo de algo sagrado o la cantidad de lo robado.
-
Dónde: el lugar en el que se realiza la acción. Por ejemplo, un pecado cometido en público es más grave, por el escándalo que supone.
-
Con qué medios se realizó la acción. Por ejemplo, el fraude o engaño, la violencia).
-
El modo cómo se realizó el acto. Por ejemplo, rezar con atención o distraídamente, castigar a los hijos con exceso de crueldad.
-
Cuándo se realizó la acción, ya que el tiempo influye en ocasiones en la mora lidad. Por ejemplo, comer carne en día de vigilia.
Finalidad: Es la intención que tiene el hombre al realizar un acto, y puede coincidir o no con el objeto de la acción4. En relación a la moralidad, el fin del que actúa puede influir de modos diversos: -
Si el fin es bueno, agrega al acto bueno una nueva bondad. Por ejemplo, oír Misa –objeto bueno– en reparación por los pecados –fin bueno–.
-
Si el fin es malo, vicia por completo la bondad de un acto. Por ejemplo, ir a Misa sólo para contemplar con malos deseos a una mujer –fin malo–.
No coincide, por ejemplo, cuando paseo por el campo (objeto) para recuperar la salud (fin). Sí coincide, en cambio, en aquél que se emborracha (objeto) con el deseo de emborracharse (fin). 4
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Cuando el acto es de suyo indiferente, el fin lo convierte en bueno o en malo. Por ejemplo, pasear frente a un banco –objeto indiferente para preparar el próximo robo –fin malo–.
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Si el fin es malo, agrega una nueva malicia a un acto que ya es malo. Por ejemplo, robar –objeto malo– para después embriagarse –fin malo–.
-
El fin bueno del que actúa, nunca puede convertir en buena una acción que es mala. Por ejemplo, no se puede dar muerte a alguien –objeto malo– para librarlo de sus dolores –fin bueno–. No se puede jurar en falso –objeto malo– para salvar a un inocente –fin bueno–.
Hecho este análisis, podemos afirmar entonces, de acuerdo con Ricardo Sada y Alfonso Monroy, cual es el Principio básico para juzgar la moralidad de un acto: “Para que una acción sea buena, es necesario que lo sean los tres
elementos: objeto bueno, fin bueno y circunstancias buenas; para que el acto sea malo, basta que lo sea cualquiera de sus elementos: el bien nace de la rectitud total; el mal nace de un solo defecto.”
Objeto
Circunstancia
Finalidad
Acto bueno
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Lectura para profundizar. Revisar el texto Fuentes de la Moral Cristiana del Dr. Emilo Garreaud.
3. La conciencia 3.1. Definición. “Es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que está solo con Dios, cuya voz resuena en lo más íntimo de ella” (GS 16). Es la capacidad de juicio moral, de distinción entre lo bueno y lo malo. Los seres humanos somos seres eminentemente valorativos, nos movemos por los valores que internalizamos. En este proceso la conciencia es la que nos permite juzgar y construir escalas de valores acordes con la realidad. 3.2. La formación de la conciencia. Se trata del proceso por el cual se logra una conciencia abierta al juicio moral según la recta razón y la verdad. Es un deber de la persona educar su conciencia según la objetividad de la verdad y no según sus pasiones. Un gran enemigo de la conciencia es la ignorancia que puede ser culpable o inculpable. Es culpable cuando por diversas razones estoy en la obligación de conocer una norma o realidad indispensable para mi acción y no la conozco. Por ejemplo, manejar y desconocer las reglas de tránsito es una ignorancia culpable ya que la circulación por las calles tiene una normatividad que es indispensable que yo conozca para poder circular.
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Es inculpable cuando no puede ser superada por el sujeto que la padece, ya sea porque de ninguna manera la advierte. Por ejemplo, el aborigen que no advierte la ilicitud de la venganza), o bien porque ha intentado en vano salir de ella (preguntando o estudiando).
La conciencia es fundamental para la vida moral ya que por intermedio de ella las normas externas son interiorizadas por la persona. El término "conciencia" etimológicamente proviene del latín y significa "saber con". La palabra conciencia también es usada por la psicología, que la define, como la percepción que la persona tiene de sí misma y de sus actos, que la relacionan con su entorno. Esta perspectiva, incide en la autopercepción personal, más que en el comportamiento. Por lo tanto, casi por su misma naturaleza, la psicología evita el juicio moral y más bien se dirige a la descripción de hechos psicológicos y a la acción sobre ellos.
Desde una perspectiva moral, se trata del juicio que la persona realiza sobre la moralidad de sus acciones, usando su inteligencia y teniendo como referencia la ley. Por intermedio de la conciencia descubrimos los valores éticos, que nos llevan a desplegarnos en la búsqueda del bien, y así conseguir nuestra realización personal (llegar a la felicidad y lograr la santidad). Lógicamente, la conciencia denuncia las cosas que son malas (Rom 1,32) y nos aleja de ellas. El Concilio Vaticano II, en el documento Gaudium et Spes, refiriéndose a la conciencia, enseña, lo siguiente: "En lo más profundo de su conciencia el hombre descubre una ley que él no se da a sí mismo, sino a la que debe obedecer y cuya voz resuena, cuando es necesario, en los oídos de su corazón, llamándole siempre a amar y a hacer el bien y
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a evitar el mal... El hombre tiene una ley inscrita por Dios en su corazón... La conciencia es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que está sólo con Dios, cuya voz resuena en lo más íntimo de ella".5 La conciencia por lo tanto, será regla interior y práctica de moralidad. En consecuencia, se actúa moral o inmoralmente según se obre conforme o no con los dictados de la conciencia. Ejemplo: Si alguien como consecuencia de una educación deficiente piensa que tomar bebidas alcohólicas es ilícito, luego en una fiesta, le ofrecen una copa y piensa que es un mal y la bebe, comete un acto inmoral (pecado). Una vez que actuó en contra de su conciencia (el acto será materialmente bueno, formalmente malo). También puede suceder lo contrario: por mala formación inculpable, uno podría pensar que tiene la obligación de mentir para ayudar a una persona. En ese caso, estaría obligado a mentir y obraría inmoralmente si no lo hace, aunque ese acto sea moralmente malo (materialmente malo; formalmente bueno, si la ignorancia era invencible). Al respecto, el Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña: "La conciencia moral es un juicio de la razón por el que la persona humana reconoce la cualidad moral de un acto concreto que piensa hacer, está haciendo o ha hecho. En todo lo que dice y hace, el hombre está obligado a seguir fielmente lo que se sabe que es justo y recto...".6
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Gaudium et Spes, 16. Catecismo de la Iglesia Católica, # 1778.
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3.3. Reglas fundamentales de la conciencia a) Nunca es lícito actuar en contra de la propia conciencia, ya que es eco de la voz de Dios. b) Actuar con duda es pecado (siempre que se trate de un objeto que podría ser malo). c) Hay obligación de formar la conciencia, ya que si la conciencia se equivoca al juzgar los actos por descuidos voluntarios y culpables, el agente es responsable de ese error. Es oportuno insistir en que la conciencia no crea la norma moral, sólo la aplica.
Por ejemplo, caería en error –llamado subjetivismo moral– el que dijera: “para mí no es malo dejar de ir a Misa los domingos”; como sería igualmente equivocada la postura de quien pensara que por opiniones personales se puede cambiar la naturaleza de un metal. Tan sólo se trata de aplicar, al caso concreto, normas objetivas.
Mira el video de Goya “La conciencia y la moral cristiana.”
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4. Tendencia e instinto Para terminar esta parte es importante una pequeña consideración sobre los elementos pasionales más cercanos a la biología humana que en muchos tratados se los llama instintos. Esto se entiende con claridad dentro de su contexto. Sin embargo, es muy importante que el instinto en el caso de las personas, aun teniendo en común muchas manifestaciones externas con los movimientos "pasionales" de los animales, no comparte para nada su naturaleza. La diferencia es clara: mientras que en el animal, el instinto es un movimiento automático e irrefrenable dictado por su naturaleza cerrada a la trascendencia y vinculado a la conservación de la especie, en la persona humana los movimientos pasionales inferiores están abiertos a la consciencia moral, a la voluntad y por lo tanto a la libertad y la trascendencia.
En este sentido es mucho mejor hablar de tendencias y no de instintos en los seres humanos. Toda tendencia orientada a la conservación de la "especie humana", está sometida en gran parte a la consciencia y a la libertad. Obviamente hay movimientos involuntarios en el organismo como los digestivos, respiratorios o cardíacos. También los hay de reacción inmediata, como evitar un peligro, defenderse algunas partes del cuerpo, etc. Otros movimientos pasionales están vinculados a la satisfacción de necesidades como el hambre, la sed y el deseo sexual. Sin embargo, muchos de ellos están también sometidos a la voluntad. Ejemplos se pueden dar varios: una persona podría morir de hambre por razones ajenas a la especie, otra podría dejar de tener relaciones sexuales por diversos motivos, etc. En cuanto a la sexualidad, esta noción de tendencia es especialmente relevante
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porque la sexualidad aparece como un elemento central en la relación personal. Abunda muchas veces una noción de que lo sexual es un instinto o una compulsión inmanejable que debe ser a lo más, sublimada. Muchas de las nefastas manifestaciones en educación sexual tienen este signo. Desde tal perspectiva, cualquier intento de control o autodominio es visto como represión o imposición antinatural. En el fondo es una mirada que pretende reducir a la persona a un mero animal de reacciones. Este malentendido sobre lo que es la naturaleza humana olvida que para la persona nada hay más natural que el crecimiento interior y la búsqueda de la felicidad en cuanto integración de todas las potencias en los niveles superiores de la vida moral y espiritual. Así la persona humana es un ser abierto a la verdad y al encuentro. Cuando se deja llevar por sus tendencias sin recurrir a su conciencia el hombre se corrompe. Ni siquiera es correcto decir que se animaliza porque no es propiamente eso lo que ocurre porque mientras que el animal es inocente, el hombre corrupto es un ser deforme capaz de las más graves atrocidades.
Lectura para profundizar. Revisar el Capítulo III “Para no desvirtuar la cruz de Cristo” de la Carta Encíclica Veritatis Splendor de Juan Pablo II.
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