CAPÍTULO III: INSTITUCION DEL MATRIMONIO Y AMOR CONYUGAL Objetivos: Conocer la naturaleza y características del amor conyugal. Conocer las diferentes etapas de la vida de pareja y aspectos esenciales de la psicología diferencias. Reconocer las diferencias entre varón y mujer como datos propios de la naturaleza. Valorar las diferencias como fuentes de enriquecimiento comunitario y personal.
El matrimonio es amor conyugal, pero además es institución matrimonial, es decir, la institución del amor conyugal. El matrimonio ni es sólo institución, ni es sólo amor; es la institución del amor conyugal. El acto por el cual los esposos comprometen entre sí este específico amor conyugal con una realidad actual y presente, y no como simple proyecto de futuro, es el mismo que hace nacer entre ellos una institución indeleble ante Dios y ante la misma sociedad (GS 48,1). La institución nace por el acto de amor y al amor conyugal sirve y protege contra los espejismos cambiantes de la pasión. El verdadero amor conyugal no se encuentra coartado o impedido por la institución matrimonial ni ésta encadena, limita o aprisiona el dinamismo del amor conyugal, sino que uno y otra se requieren y complementan mutuamente como aspectos interno y externo de una misma realidad: el matrimonio con la comunidad conyugal. No
Curso: Vida Conyugal/Capítulo III: Institución del matrimonio y amor conyugal
Página 1
existiría el institutum de no haber existido el amor coniugalis, y éste no puede darse sin dar origen a aquél. Todo lo que se predica globalmente del matrimonio se puede afirmar del «institutum» y del «amor coniugalis».1
1. El amor conyugal como vínculo fiel, exclusivo e indisoluble. Un vínculo es un lazo que une, relaciona, compromete e identifica a dos o más personas. En el caso del amor conyugal, éste es un vínculo exclusivo entre los dos, es decir, se da en una especial magnitud y naturaleza entre los dos: hombre y mujer. El matrimonio, que es de derecho natural, previsto por Dios que es el autor de la naturaleza, está también normado por El, que es el autor del Plan para la felicidad y realización de los seres humanos como hijos de Dios.
Exclusivo
Fiel
Indisoluble
Amor conyugal En el Génesis 2. 18 – 24, se narra con toda precisión la voluntad de Dios para con el hombre y la mujer como matrimonio, como unión de personas con carácter exclusivo y definitivo.
Gil Hellín, Francisco “El matrimonio: amor e institución” en Cuestiones fundamentales sobre el matrimonio y la familia. Actas del II Simposio Internacional de Teología. Universidad de Navarra, Pamplona, 1980, p. 231 y ss. 1
Curso: Vida Conyugal/Capítulo III: Institución del matrimonio y amor conyugal
Página 2
Después dijo Yavé: “No es bueno que el hombre esté sólo. Haré, pues, un ser semejante a él para que lo ayude”…. Entonces Yavé hizo caer en un profundo sueño al hombre y éste se durmió. Y le sacó una de sus costillas, tapando el hueco con carne. De la costilla que Yavé había sacado al hombre, formó una mujer y la llevó ante el hombre. Entonces el hombre exclamó: "Esta sí es hueso de mis huesos y carne de mi carne. Esta será llamada varona, porque del varón ha sido tomada” Por eso el hombre deja sus padres para unirse a una mujer, y formar con ella un solo ser.
Lo más importante del tema que estamos tocando es la exclusividad del vínculo, característica que tiene sustento concreto y puntual en las Escrituras, con la exclamación "esta si es hueso de mis huesos...” y cuando se habla del dejar a los padres para unirse a una mujer, y formar un solo ser.
El amor conyugal es y tiene que ser fiel, exclusivo e indisoluble. El vínculo matrimonial es de uno para una, porque es una donación mutua de dos personas en su totalidad. Diferentes y complementarios. En esta donación no cabe un “tercero”, porque nadie puede regalarse dos veces, sin quedar fraccionado el mismo, abandonando, traicionando, faltando y lastimando a la persona con la que se comprometió hasta la muerte.
La totalidad se expresa, por decirlo de alguna manera, en dos coordenadas: actual y temporal.
Según la coordenada actual. La totalidad implica la entrega de «todo yo ahora». Es la totalidad del ser, sin restricciones, la que se entrega y vive el amor
Curso: Vida Conyugal/Capítulo III: Institución del matrimonio y amor conyugal
Página 3
conyugal. De este modo la totalidad exige por sí misma fidelidad y exclusividad, ya que no es compatible con ella el compartir partes de uno con otra pareja. El amor total conyugal es por lo mismo fiel y exclusivo. Precisamente porque la especificidad del amor entre marido y mujer encuentra su expresión peculiar en el recíproco don del acto de unión sexual, por esto ningún otro partner (pareja) debe participar en ello. La realización de esta coordenada es tan importante que define en su ser el mismo amor conyugal: “Por eso, un amor no fiel y exclusivo no es ni conyugal ni amor, sino simple apariencia de amor. En efecto, no es posible disociar intimidad y totalidad, porque mantener el don recíproco de la intimidad excluyendo la totalidad hace que uno no se entregue sin restricciones, como sujeto personal, sino parcialmente, como objeto de disfrute y uso.”2
Según la coordenada temporal, el amor conyugal es indisoluble. No se puede afirmar que se ha hecho entrega total de uno si no se incluye la proyección total del propio tiempo. “En definitiva, es la una caro (una carne por la unión sexual), llamada unión conyugal, pacto o alianza, la fuente original de la indisolubilidad, pues esta propiedad no es sino la proyección en el tiempo de esa misma una caro”.3
Mira el video “Puedo probar a su hija”
Idem, p. 55 Gil Hellín, Francisco. “El matrimonio y la vida conyugal” Edicep – Instituto Pontificio Juan Pablo II, Valencia, 1995, p. 123 2 3
Curso: Vida Conyugal/Capítulo III: Institución del matrimonio y amor conyugal
Página 4
No se puede, en razón de verdad, entregar «dos veces» la totalidad de la persona: o se entregó todo a la primera (y por tanto es imposible que exista una segunda) o en realidad nunca la entrega fue total. Por otro lado, la característica propia del pacto conyugal así lo exige al ser entrega mutua de personas y se convierte en un compromiso tan profundo que no puede ser retirado y entregado posteriormente a otro. Esto en el plano natural.
En el plano sobrenatural encontramos, sin embargo, una nueva dimensión a esta característica que nos reafirma en esta verdad sencilla: si dos personas se comprometen conyugalmente y por tanto sellan ese compromiso con sus cuerpos, lo hacen para siempre. Así lo entendió Santo Tomás: “Puesto que por la unión de marido y mujer se indica la unión de Cristo y su Iglesia, conviene que la figura corresponda al significado. La unión pues de Cristo y la Iglesia es de uno con una unidos para siempre... Es necesario por tanto que el matrimonio, en cuanto es sacramento de la Iglesia sea de uno con una indivisiblemente unidos”.4 La unión conyugal de personas es tan grande que el Apóstol San Pablo no dudó en compararla con la unión de Cristo y de la Iglesia. Por tanto ambos principios, natural y sobrenatural, tienen un principio común.
Por último hay un tercer fundamento que nos conecta con el siguiente punto y es la necesidad que la prole tiene de que sus padres estén unidos indisolublemente. En esto ayuda citar un texto del Concilio Vaticano II en su constitución Gaudium et Spes, número 50: “La misma índole del pacto indisoluble entre personas y el bien de la prole exige que también el amor mutuo de los esposos se manifieste rectamente, progrese y madure. Por esto, 4
Suma contra los gentiles, 1. IV, c. 78
Curso: Vida Conyugal/Capítulo III: Institución del matrimonio y amor conyugal
Página 5
aunque la prole, frecuentemente tan deseada, falte, el matrimonio como intimidad y comunión total de vida conserva su valor e indisolubilidad.” Por ello comenta un autor “la misma naturaleza de la unión conyugal y el bien de los hijos fundamentan y exigen la estabilidad de la vida matrimonial.”5 La crianza de los hijos requiere, para su buena realización, un compromiso entre los padres sin condiciones, ni en lo presente, ni en su proyección de futuro.
Resulta claro que el matrimonio, íntima comunión de vida y amor de los cónyuges, por ser donación mutua de dos personas, así como por el bien de los hijos, exige la plena fidelidad de los esposos y urge su indisoluble unidad.
2. El amor conyugal como vínculo integrador de la persona El amor conyugal genera un vínculo que une a personas pero al mismo tiempo las integra en sí mismas. Esto se desprende de la natural vocación de la persona de realizarse únicamente en el don desinteresado de sí. Es en el encuentro total con la otra persona en donde se descubre los alcances verdaderos del propio ser personal. De algún modo es en el amor, y privilegiadamente en el amor conyugal, en dónde cada individuo comprende a cabalidad lo que significa ser digno. Es evidente que como seres para el encuentro encontramos en el encuentro pleno una confirmación de la propia vocación elemental y eso nos conduce a la felicidad. “La alegría de Adán frente a Eva, recibida como don de Dios, indicaba que formaban una comunión realmente proporcionada a su dignidad de personas, vivificada por el afecto recíproco y que era para ellos una fuente de felicidad”. 6
5 6
Gil Hellin, op. cit., p. 122 Miralles, Antonio “El matrimonio. Teología y vida.” Col. Pelícano. Ediciones Palabra. Madrid, 1997, p. 45.
Curso: Vida Conyugal/Capítulo III: Institución del matrimonio y amor conyugal
Página 6
El amor de los cónyuges tiene notas características que lo hacen totalmente diferente de cualquier otro amor. Hay en él una totalidad especial que es incomparable a ningún otro estado de vida.
Podemos decir que con la intimidad en todas sus dimensiones el amor conyugal se caracteriza profundamente. Es decir, se vuelve total e íntimo. La nota de intimidad modifica radicalmente a la de totalidad puesto que a partir de ahora la totalidad es de cuerpo y espíritu. En este sentido la sexualidad es un factor decisivo para calificar la profundidad de los bienes compartidos y el alcance total de la palabra intimidad. Pero esta totalidad que se expresa muy bien en las relaciones sexuales por las cuales los esposos “ya no son dos sino una sola carne” tiene implicada la donación. “La totalidad cualificante del amor conyugal implica el don de la persona. (...) El don no debe entenderse al modo de traspaso de la posesión de objetos, ni constituye a la persona en un estado de servidumbre. Es un don que, al contrario, exalta a la persona, la hace más noble.”7
Y aquí se establece un círculo entre donación y totalidad: “El don, para que sea auténtico, debe ser total, tanto de las más altas energías espirituales como del propio cuerpo, en concreto de la masculinidad y de la feminidad, pero no como una cosa que se usa, sino como don del propio obrar masculino y femenino. Por lo tanto el don físico de la sexualidad tiene sentido humano si está integrado en el don de la persona entera.” Por último no se nos debe olvidar la contrapartida necesaria: a todo don corresponde una apertura y recepción del
7
Idem, p. 53
Curso: Vida Conyugal/Capítulo III: Institución del matrimonio y amor conyugal
Página 7
otro. “El don es recíproco, incluye por eso la aceptación del don del otro.”8 Es el amor maduro que se vuelve estable, permanente y objetivo.
Es la tendencia de querer estar con el otro a partir del conocimiento total de la persona,
por lo tanto está
enraizado en la voluntad ya que es fruto de una elección libre y racional que compromete a toda la persona perfeccionándola al rescatar los valores más profundos del otro.
Mira el video de Rob Bell “Flame.”
3. Amor conyugal como proceso vital Dos voluntades individuales (hombre y mujer) que libremente movidas por el amor al otro y respondiendo a su vocación específica se unen de manera estable y permanente para compartir en forma exclusiva su vida y cooperar en la convivencia mutua con miras a formar una familia; de este modo es un hecho que el amor conyugal es humano: apunta a la plenificación personal de cada uno de los cónyuges.
Como dice Gaudium et Spes en su número 49: “Este amor, por ser eminentemente humano, ya que va de persona a persona con el afecto de la voluntad (voluntatis affectu), abarca el bien de toda la persona, y, por tanto, es capaz de enriquecer con una dignidad
8
Idem, p. 54
Curso: Vida Conyugal/Capítulo III: Institución del matrimonio y amor conyugal
Página 8
especial las expresiones del cuerpo y del espíritu y de ennoblecerlas como elementos y señales específicas de la amistad conyugal.”
Cuando hablamos de bien de toda la persona no tenemos que entender que cada uno de los cónyuges resolverá todos sus problemas y conflictos con el solo hecho de vivir en comunidad conyugal. Incluso es exactamente lo contrario: es necesario que cada uno de los miembros de la comunidad tenga la mayor parte de sus propios conflictos resueltos o envías de resolución para poder aportar positivamente soluciones al otro y no simplemente problemas.
De este modo podemos decir que la vida en común es una fuente rica de crecimiento personal de cada uno de los esposos pero eso no los exime de buscar por sí mismos esa perfección.
Mira el video “De tanto comportarse como un hombre enamorado, volvió a enamorarse”
4. El amor conyugal y la fecundidad De la totalidad del amor de entrega y apertura que es el amor conyugal se deriva una fecundidad que le es propia. Dice Familiaris Consortio en su número 11: “Esta totalidad, requerida por el amor conyugal, corresponde también a las exigencias de una fecundidad responsable”.
Curso: Vida Conyugal/Capítulo III: Institución del matrimonio y amor conyugal
Página 9
“El
amor
total
incluye
por
eso
la
potencial
paternidad/maternidad inscripta profundamente en la masculinidad/feminidad objeto del don recíproco.”
No aceptarlo representa una forma de negar la aceptación total del otro y en el fondo
puede
estar
manifestando
un
egoísmo que impediría llamar realmente amor a la fuente de esa unión.
Por eso Gaudium et Spes en el número 48 dice: “por su misma índole natural, la misma institución del matrimonio y el amor conyugal están ordenados a la procreación y a la educación de la prole”. En todos los autores esta dimensión, la fecundidad, está puesta como una de las notas características que más definen el matrimonio. Es el llamado bien de la prole. “... es que la procreación ya está incluida en aquella mutua entrega de los esposos por la fuerza de la misma naturaleza; o, lo que es lo mismo, la mutua entrega de los esposos directamente querida comporta ya la voluntad –al menos implícita– de la generación de los hijos a la que aquella mutua entrega se ordena por su propia condición; es decir, querer expresamente la entrega conyugal es acoger también la misma ordenación de dicha entrega a la transmisión de la vida que ella implica.”9
Por tanto la fecundidad está presente en la intención de los cónyuges a condición únicamente de no haber sido excluido en forma consciente y deliberada. Es por ello que para entender esta dimensión tenemos que apelar a un concepto que nos llega desde San Agustín: La diferencia entre voluntad negativa y voluntad contraria.
9
Gil Hellín, F. “El matrimonio y la vida conyugal”. Op. cit., p. 28.
Curso: Vida Conyugal/Capítulo III: Institución del matrimonio y amor conyugal
Página 10
La voluntad negativa se da cuando conscientemente los esposos consideran prudente y responsable en un momento no tener un hijo y por tanto apelan a los tiempos que la naturaleza provee para ello. Su fecundidad sigue estando presente porque ese acto, aunque en concreto no busca la vida, no está cerrado a ella. La voluntad contraria es aquella por la que los esposos se oponen abiertamente a la vida y por tanto a su dinamismo paternal/maternal. No es sólo una negativa de «ahora no queremos el hijo» sino que a esto se suma un gesto que está directa y conscientemente en contra de la fecundidad, está cerrado a la vida.
Es evidente que en la voluntad negativa hay un fuerte componente subjetivo, esto es, la generosidad no se ve alterada por más que en ese momento no se busque una nueva vida. Es más, esa generosidad se ve confirmada en la apelación a los tiempos infértiles de la pareja. Pero por ello mismo basta con que el egoísmo sea una de las motivaciones para que esa voluntad se convierta en contraria.
Es claro entonces que el amor abierto a la vida es la exigencia que en intención y en actos más caracteriza al amor conyugal fecundo.
Por último una síntesis de las características del amor conyugal tal cual las tratamos aquí lo encontramos en la Exhortación Apostólica Familiaris Consortio en su número 13: “el amor conyugal comporta una totalidad en la que entran
Curso: Vida Conyugal/Capítulo III: Institución del matrimonio y amor conyugal
Página 11
todos los elementos de la persona –reclamo del cuerpo y del instinto, fuerza del sentimiento y de la afectividad, aspiración del espíritu y de la voluntad–; mira a una unidad profundamente personal que, más allá de la unión en una sola carne, conduce a no hacer más que un solo corazón y una sola alma; exige la indisolubilidad y fidelidad de la donación recíproca definitiva y se abre a la fecundidad”.
5. Esencialmente iguales, complementariamente diferentes Los hombres y las mujeres son diferentes. Iguales en cuanto dignidad y valía como personas y como hijos ante Dios, pero diferentes, en su mentalidad, y forma de experimentar la vida. Las reacciones ante los mismos problemas o situaciones gratas son diferentes. Eso es algo que los esposos tienen que aceptar como premisa.
El que tanto hombres como mujeres sean diferentes, a “simple vista”, no es ninguna novedad pero en la convivencia parece que esta realidad se olvida y surgen los problemas: las mujeres demandan a sus parejas que reaccionen como ellas esperan y los hombres esperan que sus esposas respondan tal cual ellos lo harían.
Muchos esposos exigen que sus esposas reaccionen o tengan la misma proyección que tienen ellos, ante determinado conflicto o dificultad. Cuando la mujer no valora la situación desde una mirada masculina, y desde una mirada femenina elabora una aproximación empática y afectiva pero poco práctica pero más densa e intensa, es cuando se convierte en un enigma para el varón.
Curso: Vida Conyugal/Capítulo III: Institución del matrimonio y amor conyugal
Página 12
Así mismo muchas de las mujeres, comentan jocosamente de la torpeza de los varones para determinadas tareas, o la falta de sensibilidad y buen gusto para la ropa, o de la incapacidad para observar detalles que para ellas son tremendamente notorios. A su entender, los hombres están pues, privados de varias habilidades “evidentes” sobre todo para resolver problemas de la vida familiar: “son incapaces de conversar y cambiar un pañal a la vez” “no encuentran las medicinas”.
También sucede que ambos conscientes de dicha diferencia la entienden de manera negativa: “ellas son así... complicadas”, “¡hombres, no se los puede cambiar!”. Al final, ninguna de estas actitudes lleva al encuentro de la pareja.
¿Alguna vez nos hemos preguntado por qué somos diferentes? La respuesta es clara: para complementarnos, para ayudarnos a ser mejores, para aprender a ser apoyo del otro y vivir el encuentro, para formar un equipo. Sin el conocimiento de estas diferencias, los hombres y las mujeres se enfrentan unos a otros, experimentándose frustrados cuando el encuentro no se da. El reconocer y respetar las diferencias ayuda a disminuir el conflicto y la confusión ya que cuando no se entiendan los códigos del otro se buscarán los medios para tratar de comprenderlo en lugar de censurarlo por ser diferente.
Curso: Vida Conyugal/Capítulo III: Institución del matrimonio y amor conyugal
Página 13
La diferencia está en nuestra naturaleza, somos varón y mujer no hay otro modo de ser y esta diferencia se atrae mutuamente. Es una diferencia tan propia de la naturaleza que podemos encontrar diferencias a nivel neurológico.
No es novedad mencionar algunas de estas diferencias, lo saludable es entenderlas desde una perspectiva de encuentro y entendimiento que permita el enriquecimiento mutuo. Es así que tanto hombres como mujeres tenemos diferentes maneras de enfrentar las distintas situaciones, como en el caso del estrés: mientras los hombre tienden a replegarse en sí mismos y apartarse para pensar en la solución, las mujeres sienten la necesidad de expresar lo que les molesta, así mismo al momento de enfrentar un problema: el hombre se concentra en elaborar una solución práctica mientras que la mujer busca brindar un apoyo más emocional (“estoy contigo”).
Tantos hombres como mujeres utilizan el mismo sistema de palabras, la variación se da en el significado que le dan a cada una de ellas. La connotación subjetiva o el énfasis emocional varía dando lugar a interpretaciones distorsionadas surgiendo los problemas de comunicación. Un ejemplo de esto lo vemos cuando las mujeres tratan de expresar un sentimiento o un estado de ánimo utilizando expresiones como: nunca me escuchas, nada funciona, nadie me ayuda, ya no me quieres, etc. Cuando un hombre escucha esto, trata de responder literalmente a lo que la mujer dice, reaccionando en forma negativa ya que con frecuencia se siente manipulado o presionado ante la “demanda”, cuando en realidad lo que sucede es que la mujer está expresando sus sentimientos por medio de superlativos y generalizaciones. Por lo tanto, lejos de discutir la expresión literal, la mujer lo que desea es sentir que acogen el sentimiento. Cuando hombres y mujeres están a punto de discutir significa que no se están
Curso: Vida Conyugal/Capítulo III: Institución del matrimonio y amor conyugal
Página 14
entendiendo por lo que resulta importante repensar o traducir lo que han escuchado.
Así mismo, en el caso de las mujeres, resulta difícil entender o interpretar correctamente cuando un hombre no habla ya que la mujer tiende a pensar en voz alta para ordenar sus ideas, para sentirse mejor y generar intimidad y cercanía (al compartir sus sentimientos) si el hombre permanece en silencio es frecuente que la mujer pueda pensar lo peor. En realidad lo que sucede es que cuando un hombre está en silencio es porque está concentrado en resolver aquello que lo perturba o preocupa. Los hombres necesitan encontrar una solución práctica, para esto buscan estar solos para calmarse y pensar mejor, guardan silencio para reencontrarse a sí mismos y ordenar sus ideas.
Hay que tener en cuenta que para una mujer el preocuparse por los demás es una manera de expresar amor e interés, cuando la manera de expresar apoyo en el hombre es no preocupándose ya que en él es una manera de mostrar confianza y respeto (salvo que la persona le pida apoyo).
Las formas de aproximación varían porque la manera de percibir el entorno es diferente, es así que las mujeres toleran mejor las emociones intensas y las enfrentan por más tiempo mientras los hombres, acostumbrados a manejar los elementos para conseguir una efectiva solución, no están acostumbrados a manejar la intensidad de los sentimientos por lo que se repliegan en busca de su intimidad y autonomía para reencontrarse y retomar posteriormente la situación con mayor claridad y determinación. Cuando esto sucede las mujeres se asustan, surge en ellas el temor porque ellas se aíslan cuando sienten que algo malo está pasando o porque ellas han cometido algún error temiendo perder el amor de su compañero. Curso: Vida Conyugal/Capítulo III: Institución del matrimonio y amor conyugal
Página 15
La clave para llegar a la complementariedad y a la comunión no está en enumerar una lista de características psicológicas o conductuales masculinas o femeninas, sino en comprender las diferencias existentes para buscar el enriquecimiento y la objetividad del bien que el otro puede aportar.
Tantos hombres como mujeres necesitan ser amados, es más: demandan ser amados, la clave es saber preguntarle al cónyuge “¿Cómo quieres que te ame?” “¿Cuál es la mejor manera de ayudarte o de satisfacer tus necesidades?”. Esto no es sumisión, es amor generoso y entregado, es amor que vela por el otro para vivir el encuentro. Es amor que respeta, porque reconoce, la dignidad de ambos y nos dispone a dar lo mejor de nosotros para lograr la felicidad.
Varón y mujer son esencialmente iguales en dignidad y es esa dignidad la que los hace tender hacia un mismo fin: el amor. Esta es la razón por la que, a pesar de las diferentes maneras que tenemos varones y mujeres, de interpretar la vida, compartimos los mismos anhelos y aspiramos el mismo ideal.
Mira el video “Historia de dos cerebros”
Curso: Vida Conyugal/Capítulo III: Institución del matrimonio y amor conyugal
Página 16
6. Cerebro de mujer y cerebro de varón Las diferencias existentes entre varón y mujer no son producto cultural y mero azahar. Tienen un substrato biológico que claramente se puede evidenciar a nivel cerebral.
El presente contenido es un comentario, a modo de resumen, del libro de Natalia López Moratalla “Cerebro de mujer y cerebro de varón”. Ediciones Rialp – Instituto de Ciencias para la Familia, Universidad de Navarra. Madrid, 2007.10 El dimorfismo sexual del cerebro es un hecho. Es evidente que hay tareas que resuelven por término medio mejor las mujeres y otras los varones. (…) Pero tampoco cabe duda de que el determinismo con que aparecen las gónadas y los caracteres sexuales secundarios, según el sexo genético, no rige de igual forma en la construcción del cerebro. No de igual forma, ¿pero cómo rige?” A partir de esta pregunta la Dra. Moratalla desarrollará una interesante propuesta.
La primera, podríamos decir más “epigenética”, está orientada a determinar cuáles son las causas materiales del dimorfismo cerebral. Allí hablará del influjo de las hormonas en las “ventanas” de configuración del cerebro. Pero saliéndose del libreto de cierto dogma neurobiológico, hará precisiones sobre la importancia de la genética en esta configuración. Su tesis central: si bien el baño hormonal es el que causa el dimorfismo cerebral, este proceso depende de la base genética (tanto para la secreción de las hormonas como para la activación de los respectivos receptores cerebrales de esas hormonas). Así se determina la
La doctora López Moratalla es bióloga profesora de la universidad de Navarra, es muy conocida por sus estudios en biología. Comentario – resumen realizado por el doctorando Carlos Beltramo Álvarez. 10
Curso: Vida Conyugal/Capítulo III: Institución del matrimonio y amor conyugal
Página 17
morfología y la diferente lateralidad funcional del cerebro de mujer y del cerebro de varón. De todos modos este es un fondo biológico que la propia persona debe “culminar” con sus decisiones libres, a lo largo de la vida.
La segunda parte, más “fenomenológica”, está volcada a mostrar cómo son esos “cerebros” que tienen una forma o la otra. Es una explicación en la que hila conceptos neurobiológicos usualmente áridos con explicaciones más sencillas. Parte de comprender las características de los hemisferios izquierdo y derecho. Luego establece cómo el varón tiene el cerebro asimétrico (más lateralizado) mientras la mujer tiene una mayor simetría funcional. El centro de gravedad intelectual del varón está hacia el polo de las actividades propias del hemisferio izquierdo. La mujer armoniza mejor lo racional y emotivo por poseer mayor simetría funcional de los hemisferios. En base a estos dos datos ya puede ir aplicando explicaciones de base neurológica a una gran variedad de fenómenos humanos. No hay determinismo en la exposición (ya que queda claro que se trata de descripciones de conductas promedio que cualquier persona en particular puede realizar en forma diferente), sino una serie de aclaraciones básicas que ayudan a comprender mejor cuáles son los sustratos biológicos de las tendencias de comportamiento de varones y mujeres. Por otro lado, ayudan a entender las bases que rigen las conductas del otro sexo.
En la tercera parte la autora se vuelca a explicar los procesos afectivos de base neurobiológica relacionándolos con la transmisión de la vida. Al analizar tres “tipos de cerebro”: el enamorado, el emparejado y el maternal, nos permite observar similitudes entre ellos para comprender el papel de los sentimientos, la unión sexual, y la maternidad y paternidad (especialmente la primera) en el proceso de dar vida.
Curso: Vida Conyugal/Capítulo III: Institución del matrimonio y amor conyugal
Página 18
Hay un par de ideas, en la página 89, que bien podrían ser un resumen ejecutivo de todo el libro: “En primer lugar, las tareas que requieren actividad preferencial de áreas de uno u otro lado de los hemisferios las realizan mejor, en general, los varones, cuyo cerebro es funcionalmente más asimétrico que el cerebro de las mujeres. Mientras que las tareas que requieren el paso de la información de un hemisferio a otro, las realizan mejor las mujeres, por término medio, debido a su mayor simetría funcional. Las diferencias anatómicas, químicas y funcionales de los cerebros de mujer y de varón aportan la raíz biológica del distinto recurso a los hemisferios cerebrales para acometer diversas tareas por parte de unos y otras. Este diferente trazado de los circuitos neuronales es innato y causado por la diferente dotación genética que recibe de cada uno en la concepción. La construcción del cerebro durante el desarrollo embrionario y la vida postnatal, amplifica estas diferencias genéticas de cada sexo. En efecto, como se ha referido, la mayor o menor asimetría funcional de los dos hemisferios se establece fundamentalmente en la etapa fetal y, posteriormente, los niveles hormonales potencian la funcionalidad de las áreas de mayor concentración de los receptores con los que interactúan específicamente.”
Lectura para profundizar. Revisar el resumen del texto Cerebro de mujer y cerebro de varón de Natalia López Moratalla (2007, Madrid: Ediciones Rialp. Instituto de Ciencias para la Familia, Universidad de Navarra) realizado por Carlos Beltramo Álvarez.
Curso: Vida Conyugal/Capítulo III: Institución del matrimonio y amor conyugal
Página 19