CAPÍTULO IV: AFECTIVIDAD Y SUS DISTORSIONES Objetivo: Llevar al estudiante a tener una visión integral de la Afectividad de la Persona Humana y sus distorsiones con el fin de potenciar la importancia de la familia y la gracia en el desarrollo afectivo del Ser Humano.
1. Afectividad y madurez afectiva. 1.1. Aproximación integral a la afectividad. Sabemos que existen diferentes visiones sobre el hombre y, por tanto, distintas aproximaciones al amplio tema de la afectividad de la persona. Por lo que se ha decidido abordar el presente tema desde una mirada integral, es decir, reconociendo al ser humano como unidad inseparable, en donde se constata las tres dimensiones fundamentales: la corporal, la psicológica y la espiritual. El psiquiatra español Enrique Rojas, en su libro Los Lenguajes del deseo, dice lo siguiente sobre la afectividad: “Es el modo en que somos impactados internamente por las circunstancias que se producen a nuestro alrededor. Es en la intimidad de la persona donde esto resuena, en la sacralidad de cada uno. La afectividad es un universo emotivo formado por un sistema complejo de sentimientos, emociones, pasiones, motivaciones, ilusiones y deseos. Cada uno tiene una geografía particular, pero su contenido se entrecruza, se combina, mezclándose, formando uniones lógicas y
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caprichosas que requieren ser estudiadas con rigor para adentrarnos en la selva espesa de la semántica afectiva”1. La afectividad es la capacidad de resonar o vibrar interiormente. Es decir, es la vivencia interior, la resonancia o vibración que sentimos ante distintos estímulos. Algunos ejemplos son: -
La alegría que siento al encontrarme con un amigo que no veo hace dos años.
-
La tristeza que siento cuando muere un familiar.
-
La ira que me produce la injusticia social.
-
El miedo que me produce un perro cuando me ladra.
Jiménez por su parte afirma que “La afectividad abarca todos los estados afectivos, que son fenómenos claramente distintos de los aspectos cognoscitivos y volitivos”2 . Así que al hablar de afectividad, estamos hablando de sentimientos, emociones, pasiones, ilusiones y motivaciones. Respaldando a Rojas y Jiménez, Cabanyes habla también de la afectividad como el “mundo de los afectos”3, que según el autor son: -
El ánimo, tono vital o energía.
-
El humor, tinte o color del ánimo.
-
Los sentimientos que son manifestaciones afectivas más o menos estables.
Enrique Rojas, Los lenguajes del Deseo, Planeta, Madrid 2004, p. 45. Álvaro Jiménez. Quiero y puedo acrecentar mi inteligencia emocional. Bogotá: Paulinas.2008, p.34. 3 Javier Cabanyes, La salud mental en el mundo de hoy, EUNSA, Navarra 2012. 1 2
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-
Las emociones que son manifestaciones afectivas bruscas, intensas, breves y acompañadas de respuestas corporales: calor, sudor, palpitaciones, etc.
Siguiendo con Rojas la afectividad está constituida por cinco vertientes (físico, psicológico, conductual, cognitivo, asertivo)4. A continuación, se realizará un breve esbozo de cada uno de estas. En primer lugar, lo físico: todas las manifestaciones afectivas tienen una resonancia somática, física, biológica, aunque la diversidad en cantidad y calidad es muy variada. La máxima intensidad se da en las emociones y la mínima en los estados de ánimo y los sentimientos. La segunda es la psicológica: se refiere a las vivencias y experiencias interiores que dejan huella en las propias existencias y en las historias personales. Como tercera vertiente se encuentra la conductual, la afectividad se manifiesta en el exterior a través de conductas y comportamientos, es decir, acciones concretas de la persona que expresan dicha afectividad. La cuarta es la cognitiva, puesto que normalmente tras las emociones o sentimientos existen pensamientos, cogniciones, ideas y conceptos. La quinta vertiente es la asertiva, refiriéndose a las habilidades sociales, es decir, a la capacidad de relacionarse con los otros. El ser humano vuelca sus 4
Enrique Rojas, op.cit.
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afectos, emociones y sentimientos a los demás. También es posible que bloquee o no exprese adecuadamente dichos afectos y emociones.
AFECTIVIDAD D
Impacto interno Mediante
Amistad
Sentimientos
Constituido por
Física
Emociones
Constituido por
Asertiva
Vertientes
Psicológica
Cognitiva Conductual
Espiritual
Lectura para profundizar. Revisa el texto El amor inteligente: El modelo de la afectividad. De Enrique Rojas. (2010. Madrid: Planeta, pp. 51-59).
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Desde la mirada integral del ser humano, no se puede olvidar la dimensión espiritual que tiene también la afectividad. La persona humana posee una
dimensión espiritual, el hombre es capaz de buscar y relacionarse con Dios comunión de amor y con los valores trascendentales. En lo más profundo de su ser tiene la capacidad de entregarse y servir a los demás, de amarse a sí mismo y de relacionarse con la naturaleza, es por ello que esto último se propone como una sexta vertiente5 1.2. Madurez afectiva. Cuando se habla de madurez afectiva, se refiere a la armonía y maestría personal que existe en las 6 vertientes o dimensiones de la afectividad anteriormente mencionadas: física, psicológica, conductual, cognitiva, asertiva y espiritual. La madurez afectiva implica que la persona despliegue sus dones y capacidades, amando a Dios, a sí mismo y a los demás. Este tema hoy en día es muy importante debido a que se percibe muchas distorsiones afectivas, desórdenes emocionales, o incluso, desviaciones sexuales que, como sabemos, pueden tener su raíz en lo afectivo. El maduro afectivo es quien posee un creciente conocimiento personal, autocontrol de sus impulsos y auto aceptación de quién es y de su existencia en el mundo; es el que puede responder la pregunta sobre la propia identidad en el día a día. Por otro lado, es el que vive la libertad y la autenticidad, es decir, el que no es esclavo de nada ni de nadie.
5
Humberto del Castillo, op.cit, p. 100.
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En ocasiones se es esclavo de las propias emociones o sentimientos, o del que dirán, de la opinión de otros; se vive muy pendiente de la valoración de otros. No es raro que haya quienes son esclavos del juego, del sexo, del alcohol o las drogas. Estas adicciones se generan muchas veces en medio de carencias y vacíos afectivos. La madurez afectiva lleva a vivir y desplegar adecuadamente las emociones y los sentimientos y vivir con el criterio: “Yo no soy sólo mis emociones y sentimientos” rigiéndose entonces por valores y principios y sobre todo por la Gracia de Dios quien se encarga de otorgar un perfecto orden y armonía a las expresiones afectivas de la persona. Éste último elemento, la Gracia, se vuelve como la estrategia aliada de quien quiere ser maduro afectivamente, pues lleva a vivir y a compartir los mismos sentimientos de Cristo y a tener una profunda compasión por el otro. Elementos no muy desarrollados en la psicología. Acorde con ello, es preciso saber, que el ejemplo de Madurez afectiva por excelencia es la Persona Misma de Jesús hijo de Dios, que con su vida y obra enseña al propio Hombre, el despliegue más amplio y libre de la afectividad Humana y cómo esta se puede potenciar y en caminar en aras a la felicidad de la Persona y de su entorno. La madurez afectiva también conduce a vivir con un amor centrado en el Señor Jesús, viviendo por ejemplo, la sexualidad y genitalidad, según el plan de Dios de acuerdo a la vocación a la que se ha sido convocado, y no según las solas percepciones subjetivas de la vida y de sí mismo. El sexo no es un instinto ciego, ni algo incontrolable, es una tendencia que se puede manejar, controlar, encauzar y encaminar. Siempre con el recto dominio de sí y por supuesto, en cooperación con la Gracia.
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1.3. Factores determinantes para una madurez afectiva. Es preciso reconocer que, aunque distintos factores biológicos y psicológicos juegan un papel importante, la familia es el factor más determinante en el desarrollo del mundo afectivo de la persona. Podemos afirmar que las carencias afectivas, por exceso o por defecto, afectan a la conducta humana. Uno lo ve en la práctica profesional como psicólogo. Cuando se atiende a una persona, rápidamente se evidencia si viene o no de una familia disfuncional. Los padres educan (o mal educan) en la afectividad a través de las interacciones entre sí mismos y con sus hijos. Los sentimientos básicos de cada persona tienen mucho que ver con lo que ha percibido en el mundo afectivo de sus padres. Ahora bien: ¿los padres educan sentimentalmente? Sí, aunque no con nuevas estrategias o nuevas habilidades, sino con el modo en el que expresan y acogen los sentimientos propios y ajenos. El mundo afectivo está inmerso en cada persona desde el momento de su nacimiento o incluso antes en su etapa pre-natal. Se establece progresivamente a partir de este momento un “clima afectivo” aportado por los padres inicialmente en el seno de la familia y complementado o ampliado por las relaciones educativas, sociales, laborales, del medio cultural en que se desarrolla la persona. La familia es la primera escuela de amor y afectividad, en donde se reconoce el rol fundamental de los padres en la educación de la afectividad de los hijos.
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Es decir, son los padres los primeros invitados a educar integralmente. Sin embargo, los padres no necesariamente están formados para educar la afectividad de sus hijos y, como consecuencia, hoy vemos una ausencia emocional por parte de los padres, quienes están dedicados a laborar en busca de recursos económicos necesarios para el sostenimiento del hogar, descuidando la responsabilidad de prestar atención y afecto a sus pequeños. Ahora bien, hay dos puntos importantes para abordar el tema de la educación en la afectividad de cualquier persona: 1. La familia (relación con padres y hermanos). Este tema resulta crucial, pues la familia al ser primera escuela de desarrollo afectivo, se convierte en una referencia de relaciones posteriores que probablemente los hijos tendrán.
Por ello, es
indispensable una sana relación y comunicación de padre y madre y un mutuo acuerdo frente a las pautas y enseñanzas que se les imparten a los hijos. Ya que eso crea niveles de seguridad personal y decisión en los menores. Por último, cuidar de la relación con los hermanos es indispensable, debido a que son personas significativas y cruciales en el buen desarrollo del concepto de sí mismo y de las emociones. Es normal que se den crisis familiares, el punto es cómo estas se abordan y se resuelven lo que educa afectivamente a los menores. 2. El espacio de afectividad y amistad en la escuela o colegio, donde la relación con profesores y compañeros se convierte en otro espacio privilegiado para educar la afectividad. Y se vuelve un feedback de cómo se trata este mismo tema en casa. Es decir, es en esos espacios donde más se pone a
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prueba la educación afectiva abordada en casa, pues en la escuela, los hijos se encuentran con numerosas experiencias y frustraciones que harán poner a prueba o reforzar esa educación. Aquí se vuelve clave la constante vigilancia y acompañamiento de los padres frente a la relación de sus hijos con otros amigos. Estos dos espacios encaminan la afectividad creciente de un niño, por ende es preciso darle la debida importancia y manejo a estos dos climas sociales esenciales en el desarrollo emocional de los hijos.
Lectura para profundizar. Revisa el artículo La importancia de la familia en el desarrollo de la persona de Humberto del Castillo.
Por otro lado, la estabilidad o madurez afectiva requiere de una armonía entre el sentimiento y la razón. Cuando existe un predominio de lo racional, en detrimento de la parte afectiva, el resultado puede ser una personalidad fría, calculadora, incapaz de darle cabida a los lazos afectivos. Por el contrario, cuando predomina la parte afectiva y no interviene la razón, se desarrolla una personalidad extremadamente sensible que dificulta al individuo ver los acontecimientos de su vida de una manera objetiva. Finalmente, cuando se habla de inseguridad o inseguridad afectiva, una persona no necesariamente “nace” inseguro. La inseguridad se “aprende” en el ambiente social de la persona. La seguridad es una consecuencia del nivel Curso: Psicología Familiar/Capítulo IV: Afectividad y sus distorsiones
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de recta valoración de sí mismo o recto amor a uno mismo. Esta se construye desde la infancia a partir de las comparaciones con los demás y de las reacciones de los demás hacia la persona. MADUREZ AFECTIVA
Además, quienes tienen un mayor
impacto
en
el
desarrollo de la seguridad en
Necesita
el niño, como se mencionó anteriormente, Auto conocimiento
Auto control
Auto aceptación
son las
personas afectivamente más cercanas
(padres
hermanos).
Éstos
y pueden
potenciar o disminuir el sentimiento
Mediante
de
seguridad. Por ejemplo, un niño que experimenta la Lazos afectivos permanentes
Relaciones Sanas
Estabilidad Familiar
ruptura
conyugal de
padres
tendrá
sus
mayores
posibilidades de crecer con falta de seguridad.
La persona que tiene problemas de apego o vínculo es comúnmente insegura. Por ejemplo, cuando encuentra una relación que le ofrece un sentido de valía personal, el inseguro tiende a desarrollar una relación de dependencia excesiva. A menudo, se siente atraído por personas tan inseguras como él o ella misma. Por tanto, el resultado es una relación frágil, inestable, y por lo
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general, de corta duración. Así que, para poder alcanzar una estabilidad afectiva es esencial que exista una permanencia en los lazos afectivos. La persona necesita crecer en un hogar donde existan un padre y una madre que lo amen y que se amen entre sí. La estabilidad en el matrimonio es esencial para el bienestar de los hijos y de la pareja.
2. Valoración personal o autoestima 2.1. Recta valoración vs Autoestima. Un elemento clave en la madurez afectiva es la valoración personal o como algunos autores llaman: autoestima, según Ciriaco Izquierdo esta se entiende como la suma de la confianza y el respeto que se debe sentir por sí mismo, que refleja el juicio de valor que cada uno hace de su persona para enfrentarse a los desafíos que presenta la existencia6.
Consideramos más adecuado hablar de recta valoración de sí mismo o valoración personal en lugar de “autoestima” ya que puede reducir este gran proceso de valía a una dimensión muy práctica, como si uno mismo se la diera o impusiera, en cambio, la valoración personal no pasa solamente por sentirse bien o no, o porque le traten bien o no, tampoco por si se tiene éxito o no. Muchas veces se ha tratado esta realidad de forma superficial y/o demasiado artificial.
6
Ciriaco Izquierdo Moreno, Crecer en autoestima, Ediciones Paulinas, Lima 2008.
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A pesar de que existe una connotación positiva al hablar de autoestima, autovaloración y otros términos similares que hacen referencia al origen etimológico de la palabra donde ciertamente el hombre debe valorarse a sí mismo para su auténtica realización. Ese “auto” lleva consigo una fuerte carga que implica toda una opción de vida, opción por un camino que en el fondo es irrealizable en términos cristianos, ya que habla de la idea de un hombre que en el fondo se cree autosuficiente para su propia realización, es decir, cree poder lograr sólo por sus propios medios la felicidad anhelada desde lo más hondo o profundo de su ser, no necesita de otro y, en últimas, no necesita de Dios para ser feliz. Y he aquí el corazón de la crisis del hombre y de la crisis del mundo: la independencia del hombre de su Creador. El hombre vive desconectado de sí mismo y de su creador. Por ello, en muchas ocasiones, no sabe quién es, no se entiende y es infeliz. Resulta entonces válido afirmar que la recta valoración de sí mismo parte de un hecho objetivo y es que Dios lo creó por amor y, según su amor, es invitado a amarse y valorarse a sí mismo y a los demás. Lo anterior conduce al “sentido” que tiene la vida y existencia, en contraposición al hombre contemporáneo, que se esfuerza por construir la felicidad a espaldas de Dios y, por ende, construirá una valoración de sí mismo no acorde con lo que es y a lo que está llamado a ser. 2.2. Recta valoración personal. En cuanto a su definición la recta valoración de sí mismo, se define como la visión integral y adecuada que cada ser humano tiene de sí mismo; es la aceptación positiva de la propia identidad y se sustenta en el concepto de su valía y capacidad personal. Dicha valoración parte de la apertura a la verdad sobre sí mismo y al don único e irrepetible
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que se es, como hijo de Dios. Es una conquista personal en el sentido del esfuerzo cooperante con la gracia que está invitado a hacer para abrirse a su realidad de ser. Cencini dice que una adecuada estima o valoración de sí mismo hace que la seguridad y confianza en sí mismo crezca, y esto se vuelve fundamental para afrontar los compromisos de la vida y las relaciones con los demás7.
Sólo si se está seguro de sí, el hombre puede verdaderamente darse y amar, o sea, abandonarse y donarse, sin necesidad de defensas y de apoyos artificiales de la propia identidad. En conclusión, el proceso de crecer en valía personal hace parte de una conformación de una madurez afectiva, que se va desarrollando mancomunadamente con el descubriendo de la identidad y la consolidación de la personalidad.
3. Las Distorsiones de la Afectividad En la vida e historia de cada persona hay distintos hechos y acontecimientos dolorosos que influyen en el desarrollo y vivencia de la afectividad, que no necesariamente se buscan -tal vez por la corta edad, ingenuidad, impulsividad e 7
Amadeo Cencini, Psicología y formación. Ediciones Paulinas, Italia 1985.
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inconsciencia-, sino que simplemente se dieron. Todo ello genera ciertos desórdenes o distorsiones en el libre desarrollo de la afectividad. En este punto se abordará algunas de estas distorsiones. 3.1. Heridas afectivas. La palabra herida viene del griego tráumatus, traumatizar; en la terminología griega, era causar una herida física o psicológica. Hoy en día se utiliza también la palabra trauma para referirse al aspecto psíquico (mental, psicológico y emocional) y traumatismo para el aspecto físico (golpe fuerte o fractura). Por otra parte, según la Real Academia Española una herida es: “Aquello que aflige y atormenta el ánimo”. En ese sentido, es importante explicar que una herida afectiva es un choque o golpe en la afectividad de la persona que produce un daño duradero en todas sus dimensiones. Dicha herida o trauma aflige, duele y atormenta el ánimo o psique de la persona. En síntesis, se habla de un hecho o acontecimiento en la vida o historia de la persona que le produce dolor y sufrimiento. Estas heridas hacen que surjan unos miedos básicos: a ser condenado, a no ser querido, a fracasar, a ser comparado, a quedarse vacío, a ser abandonado, a sufrir, a mostrarse débil, al conflicto8 (Cabarrús, 2006). Miedos producidos por traumas o hechos concretos sucedidos durante el transcurso de la vida que dejan secuelas en la vida psicológica de la persona. 8
Carlos Cabarrús. La danza de los íntimos deseos. Siendo Persona en Plenitud. Bilbao, Desclée De Brouwer: 2006.
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Lectura para profundizar. Revisa el artículo Heridas afectivas de Humberto del Castillo.
3.2. Inestabilidad afectiva. Corresponde a la variación frecuente de emociones y sentimientos sin razones de peso. No nos referimos aquí a ninguna patología psicológica como un trastorno del estado del ánimo o trastorno de personalidad. Sino, que abordaremos el problema desde la inestabilidad de nuestras emociones y afectos. Es decir, cuando nuestro ánimo varía muy rápido, o nuestro humor es muy cambiante e inestable. Uno de los caracteres que mejor tipifican este problema es la “persona caprichosa”, no está dispuesto a renunciar a los deseos inmediatos, no tiene hábito para los esfuerzos concretos y frecuentes, lo quiere todo en el momento. No sabe negarse nada. Estas personas suelen ser hipersensibles y, como tales, no sólo se duelen de la más pequeña cosa sino que toman como dirigidas a ellas muchas acciones, palabras y gestos del otro que, en realidad, no han tenido intención de herirlas u ofenderlas. Al vivir bajo el imperio de lo emocional, este tema es difícil de ser abordado, por la falta de conocimiento personal y control emocional. Es decir, generalmente no tratamos de entendernos a nosotros mismos, no sabemos qué estamos sintiendo, qué estamos pensando y, por ende se huye de sí mismo, para seguir siendo presa de las emociones. Por ejemplo, cuando estamos frente a alguien con una personalidad fluctuante. Éste pasa
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constantemente y con relativa facilidad del entusiasmo al desaliento, de las “cumbres” a los “pozos”, de las euforias a los enojos. De esta manera, se puede observar que su personalidad es altamente emotiva, porque, precisamente, las emociones son las que controlan sus estados anímicos. Y, como los afectos son cambiantes, todo es arrastrado con sus cambios.
Asimismo, los cambios en las emociones suelen darse en poco tiempo o, a veces, a raíz de un simple episodio, en forma explosiva, súbita y no gradual. Cuando la franja de los altibajos se hace más amplia, pasando de alegrías “desproporcionadas” a “bajones” igualmente exagerados, columpiándose entre el arrebato y el desaliento, estamos ante un problema que puede ser serio y puede llevar a una patología psicológica como se mencionó anteriormente.
3.3. Dependencia emocional. Castelló define la dependencia emocional como un patrón crónico de demandas afectivas frustradas, que buscan desesperadamente satisfacerse mediante relaciones interpersonales estrechas9. Riso, por su parte, dice que las personas dependientes se acoplan rápidamente a aquellas figuras que les despiertan la sensación de seguridad y protección, el miedo de perder el soporte psicológico y a no sentirse protegidas hace que se Jorge Castello Blasco, Análisis del concepto “Dependencia emocional”. I Congreso Virtual de Psiquiatría 1 de febrero - 15 de marzo 2000; Conferencia 6-CI-A: [52 pantallas]. Disponible en: http://www.psiquiatria.com/congreso /mesas/mesa6/conferencias/6_ci_a.htm 9
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entreguen irracionalmente y persistan en relaciones disfuncionales 10. Esta dependencia también está asociada con una percepción de incompetencia y baja autoeficacia, es decir, la idea de que uno no es capaz de enfrentar la vida exitosamente. La persona apegada o dependiente nunca está preparada para la pérdida, no concibe su vida sin la fuente de su seguridad, pues detrás de todo apego hay miedo. La dependencia emocional muchas veces empieza con la pérdida de norte de la existencia, es decir, cuando no se sabe para qué se existe, o cuál es el sentido de la vida. También surge esta dependencia cuando, en ocasiones se busca el amor o cariño de una manera desordenada, exigiendo ser el centro del mundo y pretender tener toda la atención de las personas que se encuentran a mí alrededor. Por ejemplo, el dependiente tiene una carencia y/o herida afectiva, y por tanto, sin darse cuenta, reclama afecto, cariño y valoración. En donde dichos reclamos se llaman también demandas de afecto o atención. Asimismo, es importante resaltar que dichas demandas o reclamos son muchas veces no conscientes, es decir, la persona no se da cuenta de sus reclamos, debido a que él busca desesperadamente llenar dichas carencias en su relación con otras personas, pero no logra darse cuenta que está apegada a ellas. Por esta razón, el dependiente emocional o afectivo quiere disponer continuamente de la presencia de la otra persona como si estuviera “enganchado” a ella.
10
Walter Risso, Los límites del amor, Como amar sin renunciar a ti mismo, Ediciones Planeta, Barcelona 2015.
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También será quien llamará continuamente a su pareja al trabajo, le pedirá que renuncie a su vida privada para estar más tiempos juntos, demandará de ella atención exclusiva y todavía le parecerá insuficiente, etc. Por lo que no debemos perder de vista que el motivo subyacente no es la posesión o el dominio, sino la tremenda necesidad afectiva de estas personas. Así que en cualquier caso, es comprensible la sensación de agobio que produce en sus parejas o amigos. Es por ello que se hace importante desarrollar la valoración personal como ítem importante en la adquisición de la misma madurez afectiva, desarrollo natural de la personalidad y comunión con los otros.
Mira el video “Desapego” de Casi Creativo Film.
Lectura para profundizar Revisa el artículo Dependencia emocional de Humberto del Castillo.
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