CAPÍTULO IV: EUTANASIA Y ENSAÑAMIENTO TERAPÉUTICO
Objetivo: Entender claramente la definición de eutanasia, diferenciándola del “dejar morir”; conocer sus variantes de presentación y los argumentos con que se le suele proponer y defender, así como los elementos necesarios para alejarla de la escena familiar y social.
1. La respuesta a respuesta correcta como punto de partida La eutanasia es una realidad presente en el ambiente cultural del llamado primer mundo, y que ya se ha hecho presente en grado variable en América latina en los últimos años.
La condena de la Iglesia Católica a la eutanasia ha sido desde siempre unánime y sin excepciones. El Concilio Vaticano II la considera una práctica en sí misma infamante, intrínsecamente mala, que degrada la civilización humana (ver Gaudium et spes, 27). Esta condena ha sido recogida asimismo en importantes documentos del magisterio pontificio posterior 1. Existe una específica declaración de la Congregación para la Doctrina de la Fe que con lenguaje claro y fuerte pronuncia el juicio moral negativo sobre la eutanasia2. El Catecismo de la Iglesia Católica, por su parte, la llama directamente
Ver, por ejemplo, Pablo VI, Mensaje a la televisión francesa: “Cada vida es sagrada”, 27 de enero 1971; Discurso al International Collage of Súrgenos, 1 de junio 1972. Juan Pablo II, Dominum et vivificantem, 43; Christifideles laici, 38; Veritatis splendor, 80. 2 Ver Congregación para la Doctrina de la Fe, Declaración sobre la eutanasia (5/5/1980). 1
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«homicidio»3, y en las últimas décadas ha habido varias intervenciones de diferentes episcopados nacionales. Juan Pablo II hace una condena inapelable de ella en la Evangelium vitae4. Allí, antes de entrar al tema particular de la eutanasia, el Papa declara con autoridad que la inviolabilidad absoluta de la vida humana inocente es una verdad que tiene categoría de infalible. En los tiempos actuales una afirmación así constituye un precioso servicio para todo creyente, que «ante el martilleo trastornante de ideas contrarias a aquella verdad... sabe con una certeza que es la máxima posible, que ésa es la verdad que salva, y que toda negación de ella es mentira para la ruina del hombre y de la sociedad humana»5.
Así pues, conocemos por la fe la respuesta correcta respecto a la eutanasia: siempre será ilícita, sin excepciones ni justificaciones posibles. Pero la razón humana, don de Dios para nosotros, nos exige entender esa “verdad que salva” para poder aplicarla a nuestras vidas y explicarla al hombre de hoy.
2. Necesidad de una definición clara El significado etimológico de eutanasia como “buena muerte” da una orientación vaga y muy limitada, por lo que en la práctica ha caído en desuso. Hoy, “eutanasia”, en el uso común, es un término ambiguo porque son varias las definiciones —algunas hasta contradictorias— que las personas le atribuyen. Así, por ejemplo, eutanasia puede significar: Anticipar el final de una vida que se considera que se ha vuelto indigna Catecismo de la Iglesia Católica, 2277. Ver también nn. 2276-2279. Juan Pablo II, Evangelium vitae, 65, 4. 5 L. Ciccone, L’eutanasia e il principio dell’inviolabilità di ogni vita umana innocente, en R. Lucas Lucas, E. Sgreccia (eds.), Commento interdisciplinare alla “Evangelium vitae”, Libreria Editrice Vaticana, Vaticano 1997, p. 457. 3 4
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Controlar el dolor en una persona muriente Renunciar a un tratamiento médico inútil y desproporcionado Cesar la reanimación de un paciente en la sala de emergencia o en la unidad de cuidados intensivos El “derecho” a “morir con dignidad”
Es peligroso usar un término confuso en un debate que pone en juego valores humanos fundamentales porque el mal uso del lenguaje termina por borrar los límites entre lo éticamente lícito y permitido y lo ilícito. Por ello, es necesario ante todo aclarar de modo preciso a qué nos referimos con el término “eutanasia”.
Eutanasia es la intervención que adelanta el terminar con la vida de personas enfermas, con males incurables, con algún déficit imposible de recuperar, víctimas de dolores insoportables,
o
que
están
próximas
a
morir.
Característicamente busca ser una intervención indolora y se realiza con el fin de ahorrarles mayores sufrimientos. La Evangelium vitae la define como «una acción u omisión que por su naturaleza y en la intención causa la muerte con el fin de eliminar cualquier dolor» (EV, 65, parr.1); y —citando el documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe— completa diciendo que «la eutanasia se sitúa pues en el nivel de las intenciones o de los métodos usados»6.
6
Ver Congregación para la Doctrina de la Fe, Declaración sobre la eutanasia (5/5/1980), 2.
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Vale la pena hacer algunas explicaciones sobre la definición a) Respecto a la intención.
Siempre que la intención sea la de
acelerar la muerte de la persona o suprimir su vida, se trata de eutanasia. No será eutanasia si, con la intención de aliviar los sufrimientos de un enfermo en agonía, eventualmente las drogas administradas, como efecto colateral e indirecto, puedan acelerar la muerte del paciente (ver Catecismo, 2279). Por ejemplo, en los pacientes agónicos con enfermedades neoplásicas, al suministrar analgésicos potentes como los opiáceos con el fin de aliviar sus dolores, puede ocurrir que, como efecto colateral, se acorte la vida del enfermo. Ello no puede ser calificado como eutanasia, porque la intención no es matar al paciente, sino aliviar su dolor.
b) Respecto a los métodos usados. Es eutanasia cuando la muerte se causa: Administrando dosis letales de sustancias específicas como narcóticos
o
compuestos
tóxicos;
o
por
la
suspendiendo
intervenciones ordinarias —es decir, fácilmente realizables o accesibles— y todavía útiles, como por ejemplo, la alimentación e hidratación necesarios para vivir. Nota importante. La alimentación e hidratación siempre son un medio natural de preservar la vida y no un acto médico en sentido estricto. Su aplicación debe considerarse, en principio, un medio ordinario y proporcionado en la medida en que y hasta que se vea que cumplen con nutrir al paciente y así alivien su sufrimiento 7. Por lo tanto son parte del cuidado básico o normal debido al muriente o al enfermo Ver: Pontificio Consejo Cor Unum, Cuestiones Éticas en relación a las enfermedades terminales y el morir (27 de junio 1981), 2.4.4. También: Juan Pablo II, Discurso al Congreso sobre “Tratamiento de soporte vital y estado vegetativo” (20 de marzo 2004), 4. Además: Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud, Carta de los Agentes de la Salud, 120. 7
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crónico sin posibilidad de recuperación (p.e. la persona en estado vegetativo persistente). Por ello, los sonados casos de Terry Schiavo en los Estados Unidos y Eluana Englaro en Italia son ejemplos lamentables de eutanasia. No será eutanasia: Evitar o suspender intervenciones: Que comportan un esfuerzo que ya no guarda una correspondencia favorable con los resultados que se esperan obtener en el estado de salud del paciente, o Que, incluso, podrían generarle más pesar y sufrimiento, razón por la cual se les considera intervenciones inútiles. Por ejemplo: Una persona sufre una lesión encefálica irreversible que daña el centro cardio-respiratorio (el que “ordena” a nuestro corazón que lata y a nuestros pulmones que respiren), y logra ser conectada a un ventilador artificial que la hace respirar, mientras se le administran fármacos que estimulan la actividad contráctil del corazón para mantener su ritmo cardiaco. El ventilador en sí mismo y las sustancias administradas no harán que vuelva a recuperar la función cardio-respiratoria (dado que el daño está a nivel encefálico y es irrecuperable). Entonces, optar por retirar el respirador artificial y suspender la administración de los fármacos no es eutanasia. Una persona tiene un cáncer terminal diseminado, ya sin ningún tratamiento oncológico por haber fallado todos los que se le podían aplicar. A consecuencia de su enfermedad empieza a fallarle el riñón (lo que se conoce como “insuficiencia renal”), al punto tal que se le comienzan a acumular sustancias tóxicas en la sangre. No estaremos
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realizando una eutanasia si el paciente opta por no someterse a diálisis, porque dicho procedimiento sólo le sumaría pesar y sufrimiento siendo que indefectiblemente morirá. En otras palabras, la diálisis no tendrá ningún efecto sanador en el paciente y sólo prolongará por unos días más su vida de manera artificial y a costa de más sufrimientos para el paciente. Si se aplicara este tipo de medidas —que ya no guarda una correspondencia favorable y proporcionada con los resultados que se esperan obtener en el estado de salud del paciente, y que sólo prolongarían su vida por un tiempo adicional, acarreándole más pesar y sufrimiento— estaríamos realizando un ensañamiento terapéutico, que es un acto éticamente ilícito.
El ensañamiento o encarnizamiento terapéutico se define como el abuso médico resultante principalmente de la celosa y a la vez desproporcionada aplicación de las técnicas de reanimación y de prolongación artificial de la vida.
Ante la inminencia de una muerte inevitable no obstante los medios usados, es lícito tomar la decisión de renunciar a tratamientos que proporcionarían solamente una prolongación pobre y penosa de la vida, aunque sin interrumpir los cuidados normales que se le deben al enfermo8.
8
Ver Evangelium vitae, 65.
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3. Unas aclaraciones más sobre la terminología Se mencionan también en los medios de comunicación y en las discusiones varios términos derivados de eutanasia. Existen, por ejemplo, los siguientes: eutanasia activa y pasiva, ortotanasia, eutanasia con consentimiento, eutanasia sin consentimiento, eutanasia voluntaria e involuntaria, perinatal, directa e indirecta. Esta
excesiva
terminología
dificulta más que ayuda a entender el tema, y aporta más confusión que luz al debate.
3.1. La distinción entre eutanasia pasiva y eutanasia activa. Se suele hablar de eutanasia activa si la intención de causar la muerte se logra administrando una sustancia para ello; y de eutanasia pasiva cuando la intención de matar al paciente se verifica suspendiendo una intervención. Esa distinción es irrelevante desde el punto de vista ético, porque ambas —dado que la intención es causar la muerte— son igualmente ilícitas.
3.2. Ambivalencia de términos. A veces algunos términos resultan en sí mismos contradictorios o puede ocurrir que alguno de estos términos reciba un significado diferente según el autor que los use. Por ejemplo:
“Eutanasia pasiva” —aparte de la acepción apenas dada— puede significar para algunos dejar morir al paciente; es decir, retirarle los medios que ya no son útiles para él, siguiéndose como consecuencia su
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muerte natural. Pero ello, como hemos visto más arriba, constituye un acto moralmente lícito y no es eutanasia.
“Eutanasia indirecta” es la manera como algunos llaman al acto de acortar la vida de una persona como efecto indirecto de aplicarle analgésicos potentes con el fin de aliviar el dolor físico que la aflige. Como también ya hemos visto esa acción no es eutanasia y por lo tanto no debe ser llamada así; se trata más bien de una acción moralmente lícita.
3.3. Lo mejor: describir. Es evidente la peligrosa confusión que genera el usar varios términos y expresiones. Por ello, no es recomendable recurrir al empleo de una terminología variada, por lo que aquí no lo haremos, ni nos detendremos a dar los significados de estos. Además, un lenguaje ambiguo y manipulado comienza por confundir para luego cambiar el modo de pensar de las personas. Sugerimos, por lo tanto, que para entender bien las situaciones y poder analizarlas y discutirlas, lo más conveniente es no abundar en terminología sino describir de modo claro la situación concreta a la que uno se quiere referir.
4. Como se presenta la eutanasia hoy La corriente de opinión a favor de la eutanasia tiene actualmente como un propósito claro la solicitud de su legalización o despenalización. Para ello tratan de convencer a la sociedad de que es éticamente correcto terminar con las vidas “carentes” de calidad o de dignidad. Para ello usan principalmente los siguientes argumentos.
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Argumnentos proeutanasia
Como recurso final y extraordinario Como alternativa al “ensañamiento terapéutico” Como “derecho a morir con dignidad”
4.1. Primeramente la eutanasia se presentaba como recurso final y extraordinario para acabar con el dolor intenso y extenuante que la medicina de hace algunos años era incapaz de aliviar en aquellos enfermos que estaban próximos a morir o que no tenían ya esperanza de curación. El progreso de las ciencias condujo al desarrollo de la medicina paliativa y de los cuidados paliativos, con el desarrollo de mejores y más potentes analgésicos, con lo que este argumento perdió peso.
4.2. Luego las ciencias biomédicas desarrollaron medios antes inimaginables para salvar de la muerte a los pacientes y prolongar sus vidas, aún en situaciones críticas. Entonces la eutanasia fue presentada como alternativa al “ensañamiento terapéutico” (que mencionábamos en el acápite anterior). Se le proponía como medio lícito para librarse de ser llevado a un estado de vida precaria, prolongada inútilmente en el dolor y el sufrimiento. Es decir, se proponía la eutanasia como una justa y necesaria prevención del mencionado “ensañamiento terapéutico”. La reflexión moral iluminó a los médicos con criterios como la distinción entre los medios ordinarios y los extraordinarios, entre los medios
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proporcionados y desproporcionados. Poco a poco los médicos fueron aprendiendo a reconocer los límites de su ciencia y la conciencia de abandonar las prácticas abusivas fue abriéndose camino. Como resultado, este argumento a favor de la eutanasia también ha ido perdiendo peso.
4.3. En los últimos años, si bien las “justificaciones” anteriores no han desaparecido, el discurso se ha desplazado al “derecho a morir con dignidad”, derecho que tendrían aquellas personas que juzgan su existencia degradada o en amenaza de ser degradada por la incapacidad de valerse por sí mismas a causa de la vejez o de una enfermedad degenerativa, con la consecuente pérdida de ciertas capacidades humanas, físicas o mentales, que las expondrían a una desconsolada situación de soledad y abandono. Ante un escenario así, la eutanasia se presenta como una “muerte digna”. No se propone como una liberación del dolor o de un abuso médico, sino como escape de una vida que se juzga devaluada. Ésa es la fachada que en los últimos años viene mostrando predominantemente la eutanasia en sus campañas proselitistas.
5. La responsabilidad subjetiva en la eutanasia 5.1. Una premisa importante: El escenario de las situaciones reales y dramáticas. Es preciso reconocer que los argumentos pro-eutanasia que acabamos de mencionar parten de situaciones reales y concretas para las cuales se ofrece como solución la eutanasia. Es cierto y no se puede negar que tales situaciones existen y que muchas veces pueden llegar a ser hondamente dramáticas. Nadie en su sano juicio puede negar el drama humano que ellas comportan: el dolor de ver la fragilidad humana de un
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ser querido que agoniza; el no querer ser una carga para los demás en los últimos momentos de la vida, etc.
5.2. La evaluación ética de una acción requiere de la aproximación subjetiva y objetiva. Aquellos escenarios constituyen verdaderamente dramas humanos y pueden ser ocasión para que, en buena fe, se pueda pensar que la eutanasia es lícita, buena, justa. Es necesario que seamos comprensivos y caritativos con quienes piensan de esa manera, y se debe evitar juzgarlos. Sabemos que incluso la responsabilidad personal podría verse disminuida en tales casos, o que incluso podría no existir 9. Pero hay que ser claros:
«El error de juicio de la conciencia —aunque sea de buena fe— no modifica la naturaleza del acto homicida que en sí mismo permanece siempre inadmisible»10. En otras palabras, que mi intención sea buena y sincera —“tengo mucha lástima por él, quiero aliviar un sufrimiento”— no convierte mi acto —“le quito la vida”— en éticamente bueno o justo.
El juicio de la responsabilidad subjetiva en relación al pedido de la eutanasia requiere de la aproximación objetiva. No es suficiente en la valoración moral la “sinceridad” de la persona, lo que ella pueda experimentar o sentir, su buena fe; mientras que es fundamental la verdad de la persona humana como dato objetivo.
9
Ver Congregación para la Doctrina de la Fe, Declaración sobre la eutanasia (5/5/1980), 1. Ver allí mismo, 2. Ver también, Catecismo de la Iglesia Católica, 2277.
10
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6. Una mirada objetiva a la eutanasia 6.1. Necesidad de la aproximación objetiva. Dado que las situaciones dramáticas y comúnmente cargadas de dolor y sufrimiento son el escenario en el cual se propone como solución la eutanasia, existe el riesgo muy alto de entramparnos en la marea de sentimientos o emociones que en nada contribuyen a la valoración moral del hecho. Por ello es necesario que contemplemos con objetividad la decisión y el acto de poner fin a una vida humana por el sentimiento de “piedad”, juzgándolo según la verdad de la persona.
6.2. Libra de aquel cuya presencia se ha vuelto una carga. Se trata de una falsa “compasión” que en realidad es asesina del ser querido cuya postración en el dolor, el sufrimiento y la depresión se nos hace insoportable. Dicha falsa “compasión” que pretende liberar al otro de una vida que le comporta sufrimientos, en los hechos nos libra del otro cuya presencia se ha vuelto una carga. Porque la eutanasia no elimina el dolor y el sufrimiento en quien lo padece (y mucho menos elimina el dolor de la existencia humana —ello es imposible de lograr), sino que elimina a quien lo padece. Se pretende hacer creer que la eutanasia es un acto solidario con el que vive una vida que ya no es digna o está sufriendo o padeciendo irremediablemente. Por el contrario, la afirmación “tú ya no debes existir” —como explica R. Speamann— “es la expresión más extrema de falta de solidaridad”11.
Ver R. Speamann, Alegato a favor del respeto a la vida (Lectura complementaria) en: http://www.bioeticaweb.com/content/view/4538/833/ 11
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6.3. Es un homicidio y/o suicidio. Según las circunstancias, la eutanasia puede presentar variantes de homicidio y/o suicidio12. Se trata de un homicidio cuando es practicada en un sujeto por otra persona o personas, sin que éste la haya pedido libre y conscientemente, y sin su consentimiento. Vale la pena agregar que se trata además de un homicidio particularmente grave, dado que es cometido por los familiares o el médico, quienes están especialmente obligados con ese ser humano enfermo, vulnerable e indefenso. Se trata de homicidio y suicidio cuando se elimina a alguien que consiente dicha acción; entonces se le conoce también como “suicidio asistido”. Se trata de suicidio, si el sujeto, sin ayuda de nadie, logra su cometido de quitarse la vida. En todos estos casos es evidente que la eutanasia se sitúa en el contexto de la eliminación de una vida humana.
6.4. La verdad sobre la persona. Es a la luz de la verdad de la persona, que la fe cristiana y la razón humana dan a la eutanasia el juicio de gravemente ilícita. La verdad acerca de la persona humana hunde sus raíces en una visión antropológica integral, que reconoce en todo ser humano su dimensión trascendente. La razón humana descubre que la persona no se agota en su dimensión biológica, ni en los pensamientos y sentimientos que configuran su dimensión psicológica; sino que se despliega también en una dimensión espiritual que se abre a lo trascendente. Cuando no se considera la dimensión trascendente del ser humano, el hombre Ver L. Ciccone, La ética y el término de la vida humana, en A. Polaina-Lorente, Manual de Bioética General, Rialp, Madrid 1997, pp. 423-438. 12
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reclama para sí mismo el ser árbitro del hombre. Además, gracias a su razón, la persona puede descubrir que no se debe la vida a sí misma, y menos aún la vida de los otros. Hasta aquí sería suficiente en el análisis bioético para hacer el juicio condenatorio de la eutanasia13. Sostiene uno de los principales investigadores de la bioética que «cuando el valor objetivo de la persona desapareció del pensamiento occidental por el triunfo de las filosofías inmanentes y subjetivistas, la muerte del hombre en su valor trascendente estaba ya infringida en las conciencias; el resto — eutanasia, suicidio o violencia— son las consecuencias lógicas», y completa diciendo que «cuando el hombre no advierte más el valor trascendente de la persona, no le queda más que sentirse una cosa»14. Ello nos lleva a dar algunos pasos atrás para observar el cuadro de la eutanasia enmarcado en su contexto cultural.
Mira el video “Eutanasia y legalidad”. The Culture of life.
Siguiendo adelante en la comprensión del ser humano, la fe nos abre a un horizonte de plenitud que, en consonancia con ella, va más allá de lo que puede descubrir la razón humana y nos enseña que la dimensión trascendente de la persona está estrechamente ligada con la afirmación de un Dios personal revelado en Jesucristo. Dios ha llamado al hombre a la vida, ofreciéndosela como un don, creándolo a su imagen y semejanza, invitándolo a desplegarse en el amor en el cumplimiento de su Plan que lo conducirá al final de la vida terrena a contemplar el rostro del Padre en la Comunión Divina de Amor. Más aún, lo que es el ser humano en la grandeza de su dignidad se esclarece plenamente en el misterio del Verbo Encarnado, el Hijo enviado por el Padre, el Señor Jesús, en quien el ser humano encuentra la luz que revela su identidad y misterio (ver Gaudium et spes, 22). Por eso, quitarse la vida a sí mismo, el suicidio, o quitar la vida a otra persona, el homicidio —las modalidades de la eutanasia— «constituye, de hecho, de parte del hombre el rechazo de la soberanía de Dios y de su designio de amor» (Declaración sobre la eutanasia, 1). Y por eso «la eutanasia es una grave violación a la Ley de Dios, en cuanto eliminación deliberada y moralmente inaceptable de una persona humana» (Evangelium vitae, 65.4). Ni el más grande dolor, ni el más crudo sufrimiento, ni el más angustiante sinsentido justifican la aplicación de la eutanasia. Ninguna de aquellas circunstancias la convierten en moralmente lícita. No se debe atenuar el peso de las circunstancias, no debemos cerrar los ojos al drama que muchas veces éstas pueden significar, pero ellas no convierten en moralmente bueno el acto de suprimir la vida de un ser humano, sea la propia o la del otro. 14 E. Sgreccia, Manuale di bioetica, vol. I, Vita e Pensiero, Milán 1999, p. 725. 13
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7. El trasfondo cultural La eutanasia no se da como un hecho aislado, desconectado de la realidad que envuelve al enfermo o al muriente. Por ello no podemos decir que la responsabilidad de la decisión o la ejecución de la eutanasia sea solamente de la persona directamente involucrada, sino que alcanza —en grado diverso— también a otras personas, aquellas que están en torno suyo y cuya presencia, ayuda y afecto podrían ser quizá una respuesta de esperanza al dramatismo de una situación como las que mencionábamos anteriormente. En este sentido, se entiende que la familia tenga un rol capital en la prevención de la solicitud de eutanasia. Se puede decir que lamentablemente, en los hechos, en toda eutanasia participa algún miembro de la familia de la persona a quien se le aplica dicho acto homicida. Se ha de saber también que toda solicitud de eutanasia significa que algo en la atención del enfermo está fallando, que no se le está tratando humana y cristianamente; lo cual le corresponde en primer lugar a quienes lo rodean de manera inmediata, comenzando por sus familiares.
La eutanasia se ve fuertemente influida por el contexto cultural, que hoy le es favorable. La indiferencia, el no hacer nada frente a este contexto proeutanasia, es la manera más común de terminar —consciente o inconscientemente— siendo su cómplice. Y es que el problema decisivo en la eutanasia es cultural. Es importante que entendamos y le tomemos el peso a esta situación, porque —como bien observó Juan Pablo II— «la condena moral de la eutanasia permanece sin ser escuchada y comprendida por aquellos que están impregnados, a veces incluso sin saberlo, de una concepción de la vida inconciliable con el mensaje cristiano, más aún con la misma dignidad de
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la persona humana correctamente entendida»15. En relación a esto, la familia también tiene un rol como célula de la sociedad forjadora de cultura. Los rasgos culturales que favorecen la eutanasia
Prescindencia de Dios
Concepción hedonista de la existencia
Ideología liberalista
Rasgos culturales Pro-eutanasia
Pragmatismo utilitarista
Tecnologización de la medicina
a) Como primer elemento se observa que la cultura predominante en los tiempos actuales prescinde de Dios y en la práctica Dios lo margina de la vida y del quehacer del hombre. Marginando a Dios de su vida y negando de ese modo en sí mismo la propia dimensión trascendente, el hombre ingresa a un proceso por el cual se va haciendo indiferente ante su propia dignidad, a la cual ya no busca responder, lo que a su vez lo lleva a considerarse a sí mismo y a los otros de manera reductiva, como simple cosa o función. Se puede 15
Juan Pablo II, Discurso, 6/9/1984.
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decir que en la base de los atentados a la vida y la dignidad humanas siempre se encuentra como constante que pregunta “¿quién es el hombre?” —o más en términos personales “¿quién soy?”— no se ha respondido correctamente.
b) Al mismo tiempo, va predominando una concepción hedonista de la existencia, que juzga una vida según la medida del placer que ésta puede experimentar o proporcionar, que rechaza todo dolor y todo sufrimiento. Desde esa perspectiva, una vida que no se puede disfrutar, una vida que causa dolor, que causa sufrimiento, es una vida que ya no vale la pena ser vivida. Para esta concepción, la vida que ya no puede dar placer carece de sentido, como ocurre con quien luego de un accidente queda tetrapléjico, con quien entra en el llamado estado vegetativo permanente, con quien padece de Alzheimer o con los ancianos.
c) Se suma a esto la ideología liberalista, que exalta radicalmente la libertad, la autonomía de la persona, desligándola de la responsabilidad (que ha de acompañar siempre el ejercicio de la libertad) y de toda referencia a lo que es el ser humano. La expresión que la describe es “soy libre de decidir sobre mi propia vida y muerte”. Se piensa erróneamente que el hombre es señor absoluto de su vida, árbitro que decide inapelablemente la calidad de la vida que vive; y, obviamente, dueño de su propia muerte y capaz de decidir autónomamente cuándo, cómo y dónde ponerle fin.
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d) Otro elemento cultural en juego es el pragmatismo utilitarista, que juzga la vida humana en función de lo que ésta pueda rendir para la sociedad. Esta perspectiva plantea que la sociedad no debería invertir en vidas que ya no redundarán en un beneficio económico posterior o que no permitirán recuperar la inversión realizada en asistirlas o curarlas. Entonces, por ejemplo, no hay razón para atender a los ancianos.
e) Completamos el cuadro con un elemento más propiamente del ámbito médico, y que de alguna manera se podría presentar también como catalizador de la eutanasia. Se trata del acento puesto en la tecnologización de la medicina con desmedro de su dimensión humana, sobre todo en los momentos finales de la vida del paciente.
Difícilmente una persona inmersa en esta mentalidad secularista e inmanentista, según lo descrito en los puntos precedentes, podrá encontrar sentido a la enfermedad, al sufrimiento o a la muerte. De allí que en la práctica la personas que sufren (o que por su estado causan sufrimiento a quienes están en torno suyo) o que están próximas a morir, son una incomodidad para quienes viven según esta cultura, por lo que rechazan el comprometerse y ser solidarios con ellas; y más aún, optan por eliminarlas mediante la eutanasia.
Las características culturales antes mencionadas son como las semillas de la eutanasia, que van creciendo en torno a nosotros, introduciéndose incluso en medio de las familias. Es necesario que las reconozcamos y combatamos enérgicamente desde ahora desde nuestras familias.
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La familia ha de ser formadora en valores humanos y cristianos. Benedicto XVI nos ha recordado que “la familia natural, en cuanto comunión íntima de vida y amor, fundada en el matrimonio entre un hombre y una mujer, es el lugar primario de humanización de la persona y de la sociedad, la cuna de la vida y del amor”16.
Ciertas actitudes cotidianas propias de una dinámica familiar son las que hacen de la familia una escuela que forma en valores humanos y cristianos a cada uno de sus miembros, como son “la justicia y el amor entre hermanos y hermanas, la función de la autoridad manifestada por los padres, el servicio afectuoso a los miembros más débiles, porque son pequeños, ancianos o están enfermos, la ayuda mutua en las necesidades de la vida, la disponibilidad para acoger al otro y, si fuera necesario, para perdonarlo.”17
8. Conclusión La eutanasia es una grave manifestación de la cultura de muerte y constituye un acto intrínsecamente malo que elimina la vida de una persona inocente. Ninguna circunstancia puede atenuar este juicio. Ésta ha de ser combatida frontalmente desarticulando las bases culturales que la favorecen y generando instancias que hagan más humano el proceso del morir, y en esto —aunque es tarea de todos— la familia tiene un rol fundamental e insustituible, como escuela que forma en valores humanos y cristianos a cada uno de sus miembros. Para lograr instaurar una cultura de la vida hemos de partir de la verdad acerca de la persona humana, como ser abierto a la trascendencia, que
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Benedicto XVI, Mensaje para la Jornada Mundial por la Paz (2008), 2. Benedicto XVI, Mensaje para la Jornada Mundial por la Paz (2008), 3.
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la luz de la fe cristiana nos lo revela creado por Dios por amor e invitado a participar de la Comunión Divina de Amor.
Lectura para profundizar. - Revisa las Respuestas a algunas preguntas de la Conferencia Episcopal de EEUU sobre la alimentación e hidratación artificiales de la Congregación para la Doctrina de la Fe. - Revisa la Carta Encíclica Evangelium vitae de Juan Pablo II (Capítulo IV).
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