CAPÍTULO II: CICLO DE LA VIDA MATRIMONIAL Objetivos: Conocer cómo se da el proceso de crecimiento en el amor hasta llegar al amor conyugal. Conocer las diferentes etapas de la vida matrimonial y sus características.
Ciclo Matrimonial
Enamoramiento Noviazgo Compromiso Matrimonio Nacimiento e infancia de los hijos Etapa intermedia y adolescencia Separación delos hijos Retiro y jubilación
1. Enamoramiento Si bien no forman parte de la vida matrimonial propiamente, el enamorarse y las etapas de noviazgo y compromiso marcan las pautas previas de todo matrimonio al ser parte inicial del proceso de elección de pareja por lo que creemos importante mencionarlas a modo de introducción y como un indicador de la futura dinámica matrimonial.
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Estamos distinguiendo enamoramiento de noviazgo y hablamos de compromiso para entender mejor el camino de crecimiento para llegar al amor maduro de pareja. Por otro lado estas etapas se caracterizan por apuntar al matrimonio pero no necesariamente terminar en el mismo, lo que permite evaluar con apertura y objetividad la relación de pareja al entender que el vínculo es provisional y está orientado al conocimiento personal. Vamos a hablar del enamoramiento en cuanto a sentimiento.
No lo vamos a entender como una etapa previa al noviazgo sino como de un proceso interior, como un movimiento interno, que nos podrá llevar a un amor más comprometido y real (siempre y cuando esté orientado a un deseo sincero de conocer a la otra persona).
El enamoramiento es una emoción (movimiento interno) que nos mueve a estar con el otro a partir de una sensación de bienestar (de ahí su subjetividad). Este movimiento se inicia en la atracción (dinamismo que corresponde a la realidad corporal).
La atracción es una fuerza que llama a acercarse a dos personas a partir de las características físicas (lo corpóreo).
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Esa fuerza se caracteriza por ser:
Primaria
No racional
Poco resistente
Superficial
Primaria, al ser inmediata, es lo primero que surge cuando nos encontramos con alguien del sexo opuesto que nos gusta. No requiere de mayor información: le basta con lo que observa ya que el impacto es físico-visual; recordemos que esta reacción se reduce al plano corporal. Por lo tanto la intensidad del mismo va a depender de las características físicas y gustos personales.
Poca resistencia en el tiempo, el responder a un estímulo externo específico, como el atractivo físico, su duración estará en función de dicho estímulo el cual puede agotarse (aburrimiento), variar o perder su intensidad frente a otro estímulo más atractivo.
Es superficial, al depender del estímulo mismo de la “atracción” física no centra la atención en valores más profundos, es así que puede ser relativo o cambiante ya que variará su dirección si otra persona más atractiva se presenta.
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No es racional, ya que depende del impacto hormonal.
Una relación basada únicamente en la atracción no responde a las necesidades más profundas de la persona ya que el hombre es más que su cuerpo, sus expectativas y anhelos no se agotan en él por lo que no basta con la atracción en sí misma para generar vínculos verdaderos.
La atracción no es mala cumple con la función de expresar los valores del cuerpo y es la primera reacción que se da entre un hombre y una mujer para que se
acerquen más y se conozcan.
La atracción en sí misma se agota pero si crece dentro de la dinámica del amor se alimenta y encuentra nuevas formas de satisfacción y recreación en la persona amada. No hemos sido creados sólo para el placer, éste nos termina aburriendo o nos lleva al hartazgo. Un segundo momento en el proceso de acercamiento entre dos personas es el enamoramiento que comprende el campo subjetivo de los afectos y sentimientos y se puede entender cuando una persona se experimenta
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profundamente satisfecha en compañía del otro o expresa la “felicidad” que le hace sentir la otra persona.
Es como una “necesidad” del otro ante la sensación de bienestar y grata compañía. Se produce una idea de ser complementado y comprendido en las necesidades personales al creer que el otro posee “sólo aquellas características” que cubren las propias deficiencias. Entonces, la persona es buena en la medida que se ajusta a mis necesidades. La carga afectiva es intensa y no permite ver a la persona con objetividad.
Características del enamoramiento: este sentimiento subjetivo tiene las siguientes características:
Está centrado en el “yo”. La valoración del otro depende de categorías subjetivas: “de cómo yo me sienta con la persona”, de cómo se siente uno con esa persona por satisfacer las necesidades de complemento y compañía. No se centra en el valor de la otra persona.
Fuerte carga afectiva. Es tan intensa la emoción que la persona se vuelve altamente vulnerable a la sugestión y a la fantasía, llegando a exagerar partes de la realidad. Esto la envuelve en un estado de pseudo aletargamiento.
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Es inestable. Debido a la intensa carga emotiva las actitudes ante la pareja cambiarán dependiendo del estado de ánimo en que se esté.
Es demandante. Ya que se busca “ese algo” que tiene la persona que hace a uno sentirse bien y no se busca a toda la persona, entonces se vuelve exigente: si no hay total satisfacción se acaba la sensación y se pone en peligro el sentimiento.
Puede generar inseguridad. Con el tiempo la inseguridad se va mezclando con la alegría inicial, el presunto amor se vuelve presión o auto presión ante el temor de que el otro se aburra al no encontrar el bienestar que espera.
El enamoramiento en sí mismo no es negativo, es un paso importante en el camino de maduración que permite conocer a la pareja. Pero siempre y cuando esté abierto a este conocimiento, de lo contrario si se queda en sí mismo se estanca, no se puede alimentar.
Cabe señalar que en la adolescencia, el enamoramiento genera mayor confusión por tratarse de personas que se encuentran en pleno proceso de maduración y cambio.
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Por su intensidad e inestabilidad impacta de manera especial en el adolescente confundiéndolo más, sobre todo si recordamos que el adolescente en esta etapa de definición se siente incomprendido y está a la búsqueda de personas o situaciones con las cuales se sienta identificado y que lo hagan sentir seguro y amado. Así una palabra suave del otro que esté en su misma situación la suena a “perfecto encaje” incluso con una fuerza mayor que en los adultos, pero en su inestabilidad sufre y hace sufrir a su “parejita”.
2. Noviazgo Relación que se establece en una etapa de la vida entre dos personas de sexo diferente, que buscan quererse y necesitan conocerse, sobre todo espiritualmente, para determinar si pueden casarse.
Lo primero es que el noviazgo es el paso de preparación para el matrimonio. No es un compromiso definitivo. Tampoco simplemente una amistad íntima. Es el deseo del futuro matrimonio, cercano o lejano, lo que caracteriza al noviazgo.
Para comprenderlo mejor partamos de la definición misma:
“…es una relación.” El noviazgo es un trato afectuoso especial entre personas. Es relacionarse uno con otro para poder conocerse.
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Esta relación empieza por una atracción mutua. A medida que ambos se van conociendo más y encuentran una sintonía mayor, basada en lo esencial de cada uno, esa atracción original va dando paso al amor. El noviazgo es una preparación en el amor para dar amor a una persona concreta. No es buscar conocer a otra persona para “estudiarla” sino para amarla por toda la vida. La relación entre los novios no puede ser un trato informal o lejano, pero tampoco absorbente, sino serio, afectuoso, de cariño y de mutuo respeto.
“… Que se establece en una etapa de la vida (temporal).” El noviazgo no es para siempre. Es tan sólo una etapa de la vida. Es una relación temporal. Nadie puede decir cuánto tiempo es conveniente que dure. Deberá ser lo necesario para que ambos se conozcan bien. Lo importante del noviazgo no es tanto el tiempo sino el modo: tomarlo con seriedad, con madurez. Cimentarlo en las virtudes que hacen feliz cualquier convivencia: respeto, veracidad, desinterés, confianza y muchas otras. Esto es lógico: si el noviazgo es crecer en el amor debe tomarse su tiempo, pero tiene que ser prudente.
“… entre dos personas de sexo diferente que pretenden quererse.” Por eso es importante que los novios sepan lo que es “quererse”, lo que significa el amor y cómo llegarán a él. De algún modo tienen que tener un “plan” para irse encontrando mutuamente en el amor. El problema es que la atracción primera puede ser engañosa porque puede instalar a la pareja sólo en la superficie.
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Hay que ir al fondo: primero de nosotros, luego de la otra persona. Hay buscar crecer juntos en el amor. Por eso el noviazgo es tiempo de profundizar. En el fondo está el amor, en la superficie sólo el encanto. Entre el “me gustas” y el “te amo” hay una distancia que se debe recorrer durante el noviazgo. Llegar al “nos amamos” es la clave de la felicidad. Esa es la función del noviazgo.
“… Y que quieren conocerse, sobre todo espiritualmente.” El descubrimiento de la persona es fundamental para amarle de verdad. Nadie ama lo que no conoce. El que los novios se vayan conociendo cada vez más hará que sus sueños e ilusiones del comienzo poco a poco den paso a la comprensión de la realidad (buena, pero de seguro menos mágica). Por eso conocerse y quererse en el noviazgo van de la mano: nos conocemos en lo que tenemos de más importante, de más interior y es así como podemos amarnos. Porque se ama por lo esencial, no por lo superficial.
Las distintas situaciones que los novios viven juntos (fiestas, estudio, dificultades, amistades, etc.) serán oportunidades extraordinarias para conocerse. Pero la mejor arma que tienen los novios es la del diálogo. Cuando el noviazgo empieza, los novios hablan como nunca. Les falta tiempo para acabar de decirse “el mundo” de cosas que cada uno trae.
Pero después, cuando el noviazgo avanza, cuando llevan largo tiempo de relacionarse, cuando sus encuentros son diarios, entonces el peligro es que ya no hablen. Los temas de conversación se agotan. A la alegría de la palabra ha sucedido el tedio del silencio. Se ha llegado a la costumbre. Cuando los novios llegan al ahorro de palabras, es porque también se está ahorrando el amor. Ya
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no comparten. Aun cuando se tengan relaciones sexuales el amor estará muy lejos de esa pareja porque no hay encuentro verdadero.
Lo que hace a un noviazgo especial es la posibilidad de ser uno mismo frente a otro que tiene la libertad de ser él mismo. Así juntos podrán ir construyendo un nosotros. Ese tipo de relaciones son las que nos hacen crecer, nos hacen ser mejores, nos llevan a la felicidad. Nos damos cuenta de su bondad cuando producen un cambio, una transformación personal, cuando conduce al novio a salir de sí mismo en busca del otro.
Algunas preguntas sencillas podrían ser marco de reflexión para los novios, en proceso de establecer la decisión de casarse. Acá planteamos una docena de cuestiones, que podrían ser más: 1. -¿Por qué quieren casarse, cada uno? 2. -¿Qué esperas del matrimonio? 3. -¿Cómo te imaginas dentro de 10 años? 4. -¿Cómo imaginas a tu cónyuge dentro de 20 años? 5. -¿Cuántos hijos quisieras tener? ¿Cuándo? 6. -¿Cuál crees que puede ser el peor error de un padre? 7. -¿Cuál crees que sería un gran acierto de una madre? 8. -¿Cómo quisieras ser recordado por tu cónyuge? 9. -¿Qué opinión tienes del aborto? 10.- ¿Cómo vemos cada uno la relación Trabajo vs. Responsabilidad familiar? 11.- ¿Cómo te parece que debe manejarse el dinero? ¿el presupuesto familiar? 12. -¿Qué actitud o hábito característico en mí debo cambiar al casarme?
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3. Compromiso Cuando se ha llegado a un conocimiento suficiente del otro y se entiende que ésa es la persona con la cual se podría compartir la vida entonces se ha llegado a la etapa del compromiso, durante la cual la promesa de entrega mutua es mayor que en el noviazgo ya que se da con miras al matrimonio próximo. Se busca vivir una entrega de mayor madurez como un proceso de preparación, en miras a un compromiso de toda la vida, a un compromiso total.
Esta etapa exige mayor entrega pero no implica la totalidad de la persona (esto sólo se da en el matrimonio). Se puede decir que se ha llegado al amor auténtico donde la alegría no radica en: “cómo me siento yo con el otro” sino en la alegría por el otro.
Como dice Joseph Pieper: “amar es aprobar, dar por buena a esa persona, celebrar que exista”. Mientras el matrimonio es una realidad de esto, el compromiso es un proceso próximo que busca consolidar e identificar esta realidad.
Es una decisión que nace no sólo de la experiencia afectiva sino también del pensar y saber sopesar, del analizar con la cabeza la conveniencia de esa unión, en esto se parece al matrimonio pero debemos enfatizar que la diferencia radica en el grado de la entrega (aún no es total). La atracción inicial ha dado paso al conocimiento del otro y esto ha dado lugar a la decisión y al deseo de querer hacer una vida en común, de estar el uno con y para el otro. En función de este deseo de querer vivir en común la relación cambiará de matiz y en ese matiz descubrirán si son para vivir el uno con el otro.
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El amor va a transformar no sólo la realidad presente sino que los proyectará a futuro. Es un amor que apunta a afirmar a la pareja pero a la vez la desinstala, que le da libertad y a la vez la limita (por el grado de compromiso que ahora implica). La otra persona se vuelve mi punto de referencia más cercano para pensar en un compartir pleno. Este amor, que es más una certeza por el conocimiento del bien que el otro significa en la vida de uno, surge de la intimidad, de la comunicación y del progresivo conocimiento mutuo tanto a nivel psicológico, espiritual, sexual y cultural. En esta etapa toca reafirmar puentes en común: estilo de vida, valores compartidos, intereses afines, metas a futuro, etc.
Vivir este tipo de entrega demanda una serie de actitudes personales como el ejercitar la voluntad ya que esta realidad en sí misma no puede sostenerse si es que no se da una renovación constante, un apostar diariamente por ése bien encontrado (que es la otra persona) esforzándose por mejorar el amor corrigiendo, mejorando y cambiando aquellas actitudes que puedan dañar el proyecto en común al cual se apunta. Por eso el amor es generoso porque exige lo mejor de cada uno en bien de la vida en común y esta generosidad cuesta, implica una muerte personal en favor de un bien mayor.
El compromiso debe vivirse con inteligencia, no de cualquier manera, para darle solidez y forma a la relación. La entrega de una persona es muy valiosa por lo que se debe saber y entender qué se está entregando así como conocer al otro para saber qué actitudes son las que mayor beneficio aportarán a la relación. El amor debe seguir un recorrido: empezar de lo emocional y terminar en lo Curso: Vida Conyugal/Capítulo II: Ciclos de la vida matrimonial
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racional, de la sensación subjetiva a la realidad objetiva que se plasmará en la estabilidad de la persona.
Es importante compartir los proyectos en común o maneras de entender la vida, siendo que la vida en común la va a tener que construir la pareja en el matrimonio, los criterios de interpretación y de toma de decisiones, en las diferentes actividades compartidas, deben ser semejantes para no acrecentar las diferencias y lograr que caminen juntos, para esto es fundamental los espacios de diálogo. El compromiso también expresa un deseo de compartir la intimidad con la otra persona (intimidad que se da de manera total en el matrimonio). Pero este deseo de compartir la intimidad con la pareja debe crecer y madurar en el conocimiento mutuo, marcado en el tiempo de espera. Cuando el conocimiento llega a ser sólido, maduro, sereno y se da la certeza de que la persona es la adecuada entonces puede ser total, es cuando la pareja entiende que es el momento de formalizar el compromiso que tienen para que la intimidad pase de ser subjetiva (y por tanto limitada) a ser objetiva en el vínculo matrimonial (y por tanto total).
Este es uno de los motivos por los cuales los grados de intimidad varían en el “compromiso” y en el matrimonio: el compromiso es una etapa de preparación para una vida en común y para vivir la comunión plena (que en esta etapa no se vive en su totalidad), el acto sexual es la consecuencia de esta comunión. Curso: Vida Conyugal/Capítulo II: Ciclos de la vida matrimonial
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Si una pareja mantuviera relaciones sexuales en esta etapa estaría engañándose ya que no acabó la preparación para que la entrega sea total, por el contrario, está buscando que el acto mismo genere en ellos ese grado de comunión lo cual es invertir el orden del proceso.
Mira el video de Goya producciones SI QUIERO “¿Matrimonio, para qué?”
4. Vida matrimonial Introduciéndonos dentro de las teorías que han desarrollado el estudio del ciclo familiar, encontramos que hacen énfasis en las etapas como estadios de transición frente a los cuales la familia tiene el reto de adaptarse. Debido a la complejidad de cada familia resulta interesante ver que es más claro definir qué es lo que suele pasar en la evolución o desarrollo familiar antes que determinar el cómo ya que éste último está marcado por las características particulares de cada sistema familiar.
Lo importante es que cada etapa ayuda a desarrollar el sentido de identidad de cada uno de sus miembros por medio de un proceso de pertenencia (brindándole un contexto al cual adaptarse y con el cual identificarse, dándole normas de conducta y pautas de comportamiento) y diferenciación (respetando su individualidad, participando en otros subsistemas).
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El matrimonio es la circunstancia natural que mejor garantiza las posibilidades de felicidad, desarrollo y estabilidad de la persona. El ser humano necesita compartir su vida para hacerla valiosa, para darle sentido.
El principio de reciprocidad, de dar y recibir, de entregarse y aceptar, de interdepender, de confiar y ser motivo de confianza, tan necesarios para dar sentido a la vida, incluso para la salud emocional, se da de excelente manera en la relación conyugal, en el matrimonio. Con esto no sostenemos que el matrimonio es la única opción, sino que estas necesidades humanas se atienden de buena manera dentro de la realidad del matrimonio. En verdad el ser humano, (para los cristianos: Hijos de Dios hechos a imagen y semejanza de nuestro creador); es un ser hecho para el encuentro, para comprometer su vida con la de los demás, es decir, para un encuentro significativo, no sólo para contactos intrascendentes, tangenciales, periféricos y temporales. El ser humano tiene necesidades que satisfacer para poder vivir. Como el alimento, la vivienda, el abrigo, la salud, que podríamos llamar quizá necesidades físicas; hay otras necesidades de tipo humano que tienen que satisfacerse con igual urgencia para que la vida humana pueda ser tal.
Esas profundas necesidades son:
ser
amado,
ser
humanas
valorado,
ser
autónomo y tener pertenencia.
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Ser amado.- La persona necesita saber, sentir, tener certeza de que es aceptada como tal por alguien, que es querida, que es amada, que es importante para alguien. Esa necesidad se atiende perfectamente dentro del matrimonio, desde la condición de cónyuge hasta la condición de padre, madre o hijo.
Cuando esta necesidad de ser amado no se satisface, cuando la persona, percibe, siente, se da cuenta (a veces sólo percibe sin darse perfecta cuenta) que no es aceptada por lo que es,
que no es querida, entonces inconscientemente busca
compensar esta necesidad por medio de la admiración. Ahí tenemos las personas que hablan mucho de sus méritos, de sus especializaciones, de sus ubicaciones en el trabajo y hasta de las maravillas que resultan ser sus hijos. Hay una natural tendencia a mostrar con naturalidad los logros personales, con un orgullo sano y con mesura, pero cuando esto se da con exageración, podemos decir que estamos frente a una persona que está compensando una necesidad no satisfecha: Ser amado.
Algunos síntomas de esta carencia se pueden apreciar en la relación de pareja, cuando uno de los dos presume mucho de lo que era cuando soltero o soltera, de los galardones de su familia, de sus ancestros, de sus hermanos (los cuñados) de las propiedades y pertenencias con que contaba, etc.
Ser valorado.- Todos necesitamos saber que valemos, que lo que hacemos es valioso, útil. Tenemos necesidad de sentirnos reconocidos en algunas cualidades. Necesitamos ser respetados, considerados por lo que hacemos. Curso: Vida Conyugal/Capítulo II: Ciclos de la vida matrimonial
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Cuando una persona siente el vacío de esta necesidad no satisfecha, busca compensarla a base de ostentación, buscando despertar la envidia en los demás, por lo que tiene, por lo que es. A menudo estas personas hablan de sus propiedades, riqueza y comodidades aunque no las posean. Como en el caso anterior no se trata de ocultar lo que se tiene, pero promocionarse exageradamente es indicio de una necesidad humana no satisfecha que estamos buscando compensar.
Ser autónomo.- Es la necesidad que tenemos todos de realizarnos en nuestra vocación y con autenticidad. Necesitamos que se nos deje ser, que se nos permita ejercer nuestra individualidad. Que se nos permita tomar decisiones sobre nuestras preferencias, intereses; que se no reconozca como seres únicos con derecho a ejercer nuestro estilo, nuestra particularidad. Cuando sentimos que somos auténticos, que el entorno, los que nos quieren, los que nos rodean, nos dejan ser; entonces no tenemos ningún conflicto con los demás. Funcionamos bien con los otros, somos nosotros y hacemos lo que queremos, pero con responsabilidad por los efectos de nuestros actos, considerando a los demás, contando con ellos y permitiendo que ellos también cuenten con nosotros, dejando que también ellos sean, es decir, aceptando la interdependencia.
Ahora bien, cuando esta necesidad revela carencia; cuando la persona siente que se le niega la autonomía, busca compensarla con independencia, que se traduce en un buscar hacer lo que quiere, pero obviando al resto. Muchas veces las personas no se dan cuenta del daño que están haciendo con sus decisiones o actitudes sin considerar a los demás. Busca independencia a cambio de autonomía. Autonomía es ejercer su personalidad, su particularidad, pero sin afectar el derecho de los demás; independencia es hacer su libre albedrío olvidando a los demás; esto
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como respuesta o compensación a una necesidad humana profunda, no satisfecha.
Tener pertenencia.- Es la última de las cuatro necesidades humanas que las personas tienen que satisfacer para obtener un, podríamos decir, “equilibrio emocional” una capacidad y disposición para una relación óptima con los demás. En el caso del matrimonio con mayor razón. Por esta necesidad los seres humanos tenemos un anhelo profundo de ser de significado para alguien. Necesitamos sentir que le pertenecemos a alguien y que alguien nos pertenece, es algo nuestro. Esa es la necesidad de pertenencia: ser de alguien, significarle algo a alguien. Somos de nuestros padres, mientras somos hijos y necesitamos sentir ese vínculo. Nuestros padres son de nosotros, nos pertenecen y requerimos sentirlo. Después somos de nuestra pareja, de nuestro cónyuge.
Si amamos a nuestro cónyuge, nos agrada decir “Sí, yo soy su esposo”, “soy su mujer”, “es mi marido”, “es mi esposa”. “Soy su amigo”, “es mi compadre”, “soy su tía”, hasta decimos “es mi equipo” “es mi grupo”. La vigencia de la pertenencia está en todo.
Cuando una persona siente que no es nada para sus seres más queridos, los más cercanos, que no se le toma en cuenta, que no se le menciona; cuando experimenta por las actitudes que no le pertenece a nadie y que nadie le pertenece a él, entonces estamos ante un caso de alguien que vive soledad. Esa carencia busca ser compensada de varias maneras, algunas más o menos inofensivas, como exagerar las muestras de afecto, de cercanía, como ir muy abrazado o abrazada, para que los demás lo vean. Otras no tan inofensivas, como cambiar de enamorado con frecuencia para sentir pertenencia, o entregarse sexualmente para ser más de su pareja, lo que se pudo conseguir Curso: Vida Conyugal/Capítulo II: Ciclos de la vida matrimonial
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mejor por medio de conocerse más como personas. Regalar cosas costosas, invitar el trago a todos los amigos o andar en pandillas y hacer lo que mandan los líderes, en el caso de los adolescentes, son muestras variadas que se usan para compensar la necesidad de pertenencia.
Estas cuatro grandes necesidades humanas tienen que atenderse dentro del matrimonio y es de suponer o esperar que cuando los novios optan por dar el paso de casarse, sienten la realización de las mismas en su relación, sino completamente por lo menos en parte. Están viviendo un buen prospecto para satisfacerlas. Su satisfacción dentro del matrimonio garantiza la estabilidad, armonía y fortaleza para sobrellevar con ilusión la vida conjunta, entre ellos y con los hijos.
Ser amado
Ser valorado
Necesidades humanas
Ser autónomo
Tener pertenencia
Cuando uno de los esposos o los dos, si es el caso, viven la frustración por no sentirse amados, o si se sienten puestos en primer lugar por su pareja o si se sienten postergados, pueden descubrir si son valorados, si perciben que lo que
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dicen vale, si se les reconoce algún mérito y si su pareja apuesta por ellos. La pertenencia se nota cuando el cónyuge habla con confianza y seguridad de su pareja, de lo que hacen juntos, de la dinámica que siguen las decisiones que toman, de la manera como se refieren a las muestras exteriores de su afecto ¿Se tratan igual cuando están en casa a solas y cuando salen a un compromiso, cuando se exhiben en público? La autonomía o su carencia se descubre cuando los esposos hablan del uso del dinero, de la manera como se maneja el presupuesto familiar, de las distracciones o formas de pasar el tiempo libre que tienen, de la manera como afecta a uno las decisiones independientes que toma el otro, etc.
En mucho los casos de infidelidad son la respuesta equivocada que los esposos buscan para satisfacer las necesidades que estamos tratando. Buscar amor, respeto, valoración, reconocimiento, pertenencia y autonomía; es lo que suele llevar a las parejas a relacionarse con otras personas que aparentemente las están satisfaciendo. Aunque no siempre la búsqueda fuera de casa termina en la infidelidad. Muchas veces se busca llenar estas carencias sentidas en otros ámbitos que no necesariamente son otra persona en especial, puede ser dándose al trabajo intensamente, a la profesión, a los amigos con la consecuente afición al alcohol, al deporte o a una opción artística, la lectura compulsiva, el altruismo social y hasta la dedicación por completo a la política, etc. Ninguna de estas actividades es por sí negativa y las personas pueden y tienen derecho a darse espacios de cultivo personal, pero cuando se convierten en prioridad absoluta, cuando son de ejercicio compulsivo y desligado totalmente de la relación con el cónyuge, entonces deben evaluarse.
Los sentimientos son como reacciones espontáneas que revelan lo que nos está pasando, deben ser pensados, racionalizados, evaluados por el que los experimenta, para tratar de
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descubrir su origen. Las personas deben entrar en una dinámica interna para poder decirse: “Si estoy triste o enojado, ¿Por qué estoy así? ¿Cuándo me empecé a sentir así?” descubrir la causa y trabajar, buscar el diálogo o hallar la validez de las causas que producen esos sentimientos.
La vida matrimonial, hasta la llegada de los hijos es un continuo proceso de ajuste, que en verdad se da durante toda la vida. No debemos olvidar que las personas somos únicas e irrepetibles y, hasta antes de conocerse y enamorarse, los esposos han tenido que ser perfectos desconocidos, en la mayoría de los casos. Por eso a la hora de orientar no deben caber los desánimos por las diferencias que pudieran parecer muy marcadas y causa de los conflictos de las parejas. Dar esperanza de solución con el esfuerzo compartido, debe ser una de las estrategias de siempre.
La palabra cónyuge, viene de la junta de con y yugo. Unidos por el mismo yugo. Aunque la figura puede ser poco simpática, pues alude a los bueyes que mancornados por un yugo rompen la tierra para sembrar la semilla; no deja de ser muy didáctica, pues su comparación se asemeja en mucho a la tarea de los esposos.
Podríamos decir que, unidos por el yugo del compromiso asumido libremente, que obliga a ir en paralelo, y no enfrentados; nos pone en la circunstancia de contribuir con el mismo esfuerzo y mirando hacia delante, al futuro, para romper con las dificultades y sembrar. Ahí está la paternidad representada por la semilla en la tierra preparada.
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La vida con el yugo del matrimonio, aunque la figura se nos antoje poco grata, es un camino con las mayores posibilidades para encontrar la felicidad, último anhelo del ser humano. Y eso por una sencilla razón, hemos nacido para el encuentro, para compartir la vida con alguien y una de las opciones más ricas para compartir, por la profundidad y calidad de la relación, es pues la del matrimonio. Mira el video “¿Cuál es el sentido del matrimonio?”
5. El nacimiento e infancia de los hijos La llegada de los hijos consolida la unión matrimonial. Aunque se dan casos de matrimonios que prefieren o no pueden tenerlos, la inmensa mayoría de los matrimonios en nuestra cultura latina tienen hijos y desean tenerlos o, por lo menos, consideran que es normal tenerlos.
Los hijos esperados vienen a alegrar a los esposos que los tienen, hacen plena su vida, se unen más y se llenan de proyectos para ellos. En el caso de los hijos no planeados, no deseados, o que concebidos antes de casarse resultan siendo el motivo de la boda, suelen sentirse como un peso, como una atadura y contribuyen, muchas veces, a acentuar la crisis en la que viven las parejas.
El amor a los hijos es un vínculo natural, razonado, aceptado y maduro. Los padres tienen un proyecto de vida entre sus manos, una personalidad saldrá de sus cuidados o descuidos.
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Ayudar a los padres a ver que los hijos son una nueva oportunidad para amar y ser amados. Con la llegada de un hijo los padres dan mucho de sí pero reciben en la misma proporción o más. La inocencia y fragilidad de un niño conmueve corazones, arranca sonrisas hasta de los rostros más duros, facilita el contacto interpersonal y es motivo de nuevas dimensiones de alegría y esperanza.
Tener un niño en casa es proyectarse al futuro. También es una aventura porque el niño es un cúmulo de sorpresas y capacidades por desarrollar las cuales serán, en un futuro no muy lejano, motivo de grandes satisfacciones.
El amor a los hijos definitivamente tiene que ser una decisión de cada día. Si los adultos casados con hijos no deseados caen en la cuenta y aceptan estos criterios, pueden mejorar mucho las cosas en su relación.
Cuando dos personas se casan tienen que hacer poco a poco algunas concesiones de uno y otro lado en aras de la construcción de la vida matrimonial, puesto que ya no son solteros. El mismo lenguaje va cambiando. Decía un señor con buenos años de sólido matrimonio a dos jóvenes recién casados: “Yo sólo les aconsejo que a partir de ahora cambien las palabras yo y mí por nosotros y nuestro”. No podemos negar la sabiduría de esta recomendación.
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Retomando la presencia de los hijos en la vida de la pareja, diremos que su llegada reclama nuevos reajustes en las relaciones de los cónyuges, pues tienen que compartir las responsabilidades del cuidado y educación de los hijos. Ello también procura grandes satisfacciones y llena de sentido la vida, pero exige dedicación y más renuncias.
Está más o menos arraigada la costumbre en nuestra cultura, de encargar la tarea de la educación de los hijos a la esposa. El esposo se exime de la tarea. La razón: el trabajo. Este esquema ya está desapareciendo y son los dos padres los que trabajan, por tanto las tareas del cuidado y educación de los hijos deben ser compartidas.
Además, la fuerte influencia del medio ambiente, los medios de comunicación como la TV, la música actual y los estilos de vida y de ejercicio de la sexualidad, hacen muy necesaria la presencia e influencia decidida de los dos padres en la educación de los hijos para inculcar patrones de conducta adecuados, ofrecer modelos de identidad sexual correctos y propiciar una opción de vida orientada por valores elevados que hagan realidad la dignidad de la persona. Es tremendamente necesario que la pareja se constituya en “un equipo” para afrontar la educación de los hijos desde los primeros años. Muchos padres piensan que consiguiendo un cupo en un buen colegio desde los
tres o
cuatro años de edad, se está garantizando una buena formación.
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La verdad es que lo que los colegios -por más buenos que sean- pueden hacer por la formación de los niños está entre el 10 al 20 %. El 80% de lo que son como personas lo deben al trabajo de los padres desde los primeros años.
Los psicólogos saben que los dos primeros años de la existencia de un niño son determinantes. Ya está reconocido, que los estímulos que recibe el feto en el vientre materno, como la música que puede poner la madre, son captados por el niño, con lo cual el bebé nace con ventaja en su desarrollo de la sensibilidad.
La crianza de los hijos y el éxito o fracaso en esta empresa, tiene concretas repercusiones en la calidad de la relación de las parejas, por eso convendría orientar un poco a los padres en los criterios básicos que se tienen que tomar en cuenta para educarlos.
6. Etapa intermedia y adolescencia de los hijos Con el inicio de la pubertad y posteriormente con la llegada de la adolescencia se dan en la familia una serie de cambios en los roles y en consecuencia una serie de situaciones nuevas frente a las cuales adaptarse. Las características de dicha adaptación cobran dimensiones especiales tomando en cuenta que el adolescente está atravesando por un proceso en el cual busca desarrollar la propia identidad y la manera de integrarse a la sociedad.
Esta etapa por lo general es motivo de preocupación en la familia. Hay que ayudar al adolescente en su proceso de integración y entender esta etapa como parte de un proceso común (no ver al adolescente como un “ente raro”). Curso: Vida Conyugal/Capítulo II: Ciclos de la vida matrimonial
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Los hijos adolescentes necesitan: -
Acompañamiento y escucha. (que los padres se pongan en su lugar).
-
Opiniones sinceras y serenas (los gritos no siempre ayudan).
-
Consejos maduros y oportunos (Como soluciones adecuadas al problema).
-
Paradigmas y modelos sencillos (Que orienten más con su actitud).
-
Límites ( Así los hijos sienten que son importantes para sus padres)
-
Rigor y afecto( Los dos juntos son muestra de amor y firmeza)
-
Posturas coherentes y constantes( Para no crear desconcierto)
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Autoridad moral ( Padres que exigen lo que se exigen a sí mismos)
Todo lo anterior sólo puede ser brindado a los hijos por una pareja estable, porque los adolescentes necesitan apoyarse en un equipo de primera: Unos padres ubicados y unidos.
Una pareja débil, tambaleante, unida por el formalismo, desinteresada, sin amor, sólo puede trasmitir: -
Desapego de la casa y huida a la calle.
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Desconfianza y desobediencia.
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Toma de partido por uno de los padres.
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Carencia de modelos positivos a seguir.
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Búsqueda de paradigmas fuera: Los amigos. El enamorado (a)
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Pesimismo respecto al futuro, al matrimonio.
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Sentimientos de culpa, por los conflictos de los padres.
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Rebeldía acentuada.
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Estos padres, la mayoría de las veces, se rinden ante la problemática que les presentan los hijos cuando están creciendo y suelen abandonarlos, es decir, se desinteresan por ellos, los dejan de lado, se dedican a los menores o se hacen drásticos y exigentes para no perder el control sobre ellos, cuando en realidad ya lo han perdido.
La orientación a los padres de adolescentes es muy necesaria, porque principalmente cuidando su relación conyugal, mejoran las relaciones con sus hijos, ya que ambos unidos actúan más acertadamente con ellos, las situaciones conflictivas serán menores y en consecuencia, la vida conyugal, será más plena y asertiva.
Se da, de parte de los hijos, un comportamiento (adquisición de hábitos) de creciente independencia y responsabilidad. El joven planifica los proyectos a futuro, personales y profesionales. Los lazos con la familia van disminuyendo progresivamente y la familia se debe adaptar a esto evitando cualquier manejo que indique reclamo o genere culpa debido al aparente “alejamiento” de la dinámica familiar.
La integración del hijo a grupos ajenos a la familia le va a permitir desarrollar nuevas habilidades de adaptación en diferentes espacios, así como incorporar nuevas normas de conducta (como en los estudios o en la integración con otros niños). La familia es una adecuada fuente de apoyo que permitirá la independencia del hijo, así como le brindará soporte y seguridad en caso de que la institución no favorezca la adaptación del mismo.
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7. Separación de los hijos Este inevitablemente momento de la vida conyugal, es vivido por las parejas de distintas maneras. En algunos casos tiene un desarrollo natural, paulatino, se puede decir que es hasta preparado; en otros casos es difícil, duro y hasta traumático y por último en otros casos ni se llega a dar porque los padres no lo permiten y/o los hijos no se atreven a dar el paso de hacerse independientes.
El comienzo solos. Así es como comienzan todas las parejas: solos. Por un tiempo que suele ser más o menos breve los esposos viven pendientes el uno del otro. Si la relación es buena, esa etapa de la vida les sirve para consolidar su relación, para crecer en unión, para acariciar juntos el futuro que se quieren trazar, para planificar y prepararse para ser padres.
Cuando el primer hijo llega, la dinámica familiar se enfoca en él. Es el centro del interés de ambos esposos, están pendientes de cada progreso que hace el niño. Eso se puede apreciar en la celebración de su primer cumpleaños, las fotos abundan, los recuerdos, los juguetes y la ropa. El primer día de asistencia al nido es todo un acontecimiento. Cuando hay más hijos, los que suceden al primer hijo suelen tener algo menos de atención, diferente trato y menos mimos. Algunos padres establecen tan marcadas diferencias entre sus hijos, nada más por el orden en que nacieron, que propician verdaderos problemas socio–emocionales, de autoestima, sociabilidad, etc. que pueden hacer necesarios los servicios del psicólogo.
Partiremos del supuesto de matrimonios con hijos a los que tratan por igual, con mucho cariño, entrega y dedicación. Son para ellos lo más importante en la vida y los depositarios de todos sus esfuerzos y también de todas sus
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ilusiones. Está bien que así sea, pues los hijos que aprenden a recibir amor traducido en tiempo dedicado, control y exigencia, interés de sus padres; son felices, aun en la pobreza, y están premunidos de lo mismo para enfrentar la vida y darlo a sus descendientes.
Tenerlos para despedirlos. Dice el poeta que los hijos son las flechas y los padres son el arco y la cuerda. El arco y la cuerda por separado no pueden cumplir ninguna función, son inútiles. Pero cuando se unen son un poderoso artefacto que anuncia con sólo verlo, la función para la que ha sido dispuesto: disparar las flechas. Será un mejor arco si la fortaleza de su madera y la resistencia de su cuerda, son capaces de una tensión que permita lanzar a mayor distancia sus flechas. Los hijos, siendo las flechas, no cumplen su cometido si no salen, si se quedan sin ser disparadas. Los padres, siendo arco y flecha, harán mal también sino hacen posible la salida de los hijos a la conquista de los espacios, a realizar su propio camino.
La comparación del poeta se complementa cuando dice que lo único que pueden hacer los padres es determinar la dirección, la altura y la fuerza con que se impulsarán las saetas. Si comparamos la altura, la dirección y la distancia, con la calidad humana, la preparación para enfrentar retos y la fuerza moral del individuo, la personalidad y la autoestima que pueden haber inculcado los padres, tendremos padres exitosos.
Los seres humanos están hechos para la realización personal, para realizar su propio proyecto de vida. Los padres serán padres de sus hijos mientras vivan,
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pero no siempre tendrán la responsabilidad de sus hijos. Deben entender y aceptar que cada uno tiene una vocación personal, cada hijo es un proyecto único que debe realizarse.
Los padres deben prepararse, como se prepara el arco y la cuerda, para posibilitar la proyección, la autonomía de los hijos y, una vez cumplido este cometido, aceptar la ausencia y la independencia, de quienes estuvieron bajo su amparo y terminan volando solos, trazando su propia ruta.
De nuevo solos. Cuando los hijos se van, surge una prueba difícil casi siempre para los padres, pero manejable para quienes estaban preparados. Vuelven a estar solos, como cuando comenzaron. Un ciclo ha terminado, una misión se ha cumplido. Los padres suelen sufrir cuando se dan cuenta que ya no pueden tener los planes que tenían cuando jóvenes, llenos de proyectos, de cosas por hacer.
Ahora tienen que dar el paso maduro de aceptar que las cosas han tomado otro curso y que les corresponde dedicarse más el uno al otro, para caminar la última etapa de la vida, apoyándose mutuamente, dejando el lugar protagónico para los jóvenes que comienzan.
Esta edad del adulto mayor, como se le llama, suele traer los naturales problemas de salud y la consecuente necesidad de compañía y cuidado. Los
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esposos encuentran motivo para regalarse atenciones y dedicación el uno al otro, lo cual es la expresión más propia del amor conyugal en esa etapa de la vida.
Cuando la pareja no se ha preparado para esta etapa, surgen los problemas. Los esposos sienten que ya no tienen nada que compartir. Están de nuevo en el “nido vacío”, nido que además ya no tiene posibilidades de llenarse. Hay casados que ya no saben cómo relacionarse entre ellos, pues siempre estuvieron los hijos, para hacer de intermediarios. Incluso los hijos eran los medios para las reconciliaciones, cuando se daban las peleas.
Hay situaciones y circunstancias nuevas que algunos no pueden aceptar tan fácilmente, como: -
Convertirse en abuelo y ejercer ese papel nuevo.
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Desarrollar reglas nuevas para tratar a los nietos, no como a sus hijos.
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Respetar las reglas que pone el hijo (a) para el trato de los nietos.
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Funcionar nuevamente como pareja en un “nido vacío”.
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Superar la muerte de los propios padres, que suele darse por esos años.
Al aceptar que el hijo debe empezar a asumir el rol de adulto independiente asumiendo las responsabilidades y toma de decisiones que dicho rol demanda, los padres deben desarrollar una relación positiva orientada a respetar y reforzar el nuevo rol del hijo y canalizar los intereses hacia las etapas futuras de desarrollo.
Después de muchos años que la atención de la familia ha estado centrada en los hijos, ahora se da un giro hacia la pareja misma, los hijos se ajustan a la realidad de dejar solos a sus progenitores. Se desarrollan nuevos roles: de
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abuelos, suegros, de hijos a progenitores. Ingresan nuevos miembros a la familia. Es el momento de desarrollar relaciones adultas con los hijos adultos y que los progenitores retomen, redefinan su relación como pareja.
8. Retiro y/o jubilación Junto a la partida de los hijos, o algún tiempo después suele darse la jubilación o el retiro del centro laboral. Hay muchas parejas que tras unos años de armonía y dedicación mutua, descuidan este aspecto por la comprensible atención a los hijos y también por el trabajo. Matrimonios que aparentemente se han llevado bien por muchos años, se ven de pronto conflictuados porque están de nuevo “juntos todo el día”, sin hijos y sin trabajo, y no saben qué hacer, como manejarse. Su vida puede tornarse difícil.
Algo que es inevitable es la dosis de soledad que se genera y un poco de sentimiento de minusvalía, de sentirse inútil. Los esposos que han labrado una identificación sólida a lo largo de los años, cuando llega este tiempo, se dedican más el uno al otro, se cuidan cuando están enfermos, así muestran su calidad de seres útiles.
La situación se torna más difícil cuando los hijos no aparecen con alguna frecuencia para ver a sus padres, y más cuando uno de los cónyuges muere. El esposo que queda puede no estar preparado para este suceso y afectarse al punto, de acelerar también el fin de sus días.
Mira el video “Defectos en el matrimonio”
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