CUADERNO DE TRABAJO No. 9 BENI Y PANDO POR LAS AUTONOMÍAS
Las razones históricas para seguir luchando por autogobiernos y en contra del colonialismo interno estatal andino 1 Gustavo Pinto Mosqueira Lic. en Filosofía – U.C.B. Mgr. en Ciencias Sociales – ILADES, Santiago de Chile. Docente universitario. Investigador en el área de las ciencias humanas y sociales.
¿Por qué ambos pueblos, que son parte de la “cultura camba”, deben buscar este fin político? Porque históricamente, hasta el presente, ambos territorios o departamentos, que formaban una unidad geo-antropológica al norte del oriente boliviano camba, fueron marginados, o bien saqueados, por el centralismo estatal andino. Mojos, antes una provincia más del departamento de Santa Cruz, fue erigido en el departamento de Beni en 1842 por el gobierno del andino José Ballivián para beneficiar con sus recursos y la fuerza de trabajo de su gente a la élite política y la burocracia estatal de Sucre y luego de La Paz.
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Este texto fue leído bajo la modalidad de conferencia en el marco del Foro-debate: “El Estado que queremos: las autonomías”; evento organizado por la Universidad Franz Tamayo el 17 de junio de 2004 en Santa Cruz de la Sierra. En él, como se podrá apreciar, el autor, adoptando una postura crítica, procura mostrar y denunciar a la vez, el trato colonial, colonialista y discriminador que han tenido los collas hacia los cambas, aprovechándose de que ellos históricamente han gobernado y administrado el Estado boliviano, estructurado a la medida y según la conveniencia e intereses de ellos como cultura y sociedad. En estas pocas páginas el lector podrá ver cómo en nombre de la unidad, de la soberanía de un Estado, sus gobernantes de turno, que pueden ser o pertenecer a una etnia o cultura concreta, apelan a esos supuestos valores ilustrados de la unidad, la patria, etc., para aprovecharse de los recursos naturales, de la fuerza de trabajo, de los impuestos que pueden extraer de otras regiones distintas, con sus pueblos, culturas o etnias a las cuales no se las deja desarrollarse en libertad. Invitamos a leer este trabajo, aunque corto, pero que muestra la otra cara de la moneda: el colonialismo interno que una etnia o cultura (en este caso la colla andina) ejerce sobre los cambas del Oriente boliviano (en este caso benianos y pandinos), imposibilitándoles, así, a éstos, a no desarrollarse como pueblo o cultura con su propio autogobierno. Ya es hora de hacer una lectura o estudio crítico de la relación que ha tenido el Estado colla de Bolivia con las regiones, pueblos y culturas de los cambas. (En los días del mes de junio de 2010, cuando corregía este trabajo había una marcha de los indígenas cambas hacia la sede de gobierno, La Paz, para exigir, entre otros puntos, recursos económicos para las autonomías indígenas, y también menor control político centralista de los collas hacia los indígenas cambas). Ahora que complemento y sigo mejorando este trabajo, este año 2013, existe un Estado más centralizado aún que antes de 2010, cuando, paradójicamente, también se lo define como un Estado con autonomías en la NCPE. Lo que se escribe en estas páginas, con las que no terminará aquí el tema, es la otra cara de la historia del Estado boliviano y su relación con las regiones, en este caso, las del chacoamazónico, particularmente con el territorio camba; es una visión crítica de esa historia, que hoy la necesitamos en nombre del derecho que tienen los pueblos y naciones a autogobernarse. Una historiografía nacionalista boliviana ha ocultado, en nombre de la unidad y de la “nacionalidad boliviana”, el trato colonial que ha seguido dando el Estado boliviano andino a la Nación Camba de Naciones y Pueblos indígenas y mestizos. ¡Estamos en contra del colonialismo interno que practica el Estado andino o colla boliviano sobre la cultura y el pueblo camba del territorio chaco-amazónico del Oriente boliviano! Es inaceptable desde cualquier punto de vista, sea humano, ético, cultural, político, social...
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Esa medida política fue seguida de un tipo de discurso descalificar de la cultura y su gente de dicha región tropical, además de saqueadora de sus riquezas. En efecto, en los primeros años de la vida republicana, Mojos (hoy Beni) y sus pueblos indígenas, incluido el Territorio de Colonias donde se ubica hoy Pando, no sólo fueron calificados de “tierras de salvajes”, sino también saqueados y explotados por el Estado dirigido y administrado por los bolivianos andinos. Los indígenas (llámense mojeños, baures, itonamas, canichanas, movimas, etc.), fueron obligados a trabajar, de manera forzada y gratuita (sin recibir sueldo), a favor de aquel Estado como remeros de las canoas por los ríos, en las estancias ganaderas, en la confección de tejidos y otros rubros mercantiles. Por ejemplo, según D’ Orbigny, en 1832 don Carmelo Rivera, gobernador de la provincia de Moxos, trató de reprimir los desórdenes y purgar el país (o sea, Mojos) de los empleados públicos impuestos desde la sede de gobierno (Sucre), especuladores y pocos honrados, tomando para ello una medida enérgica. “Mandó a apostarse, sobre los caminos, emisarios encargados de apoderarse de las canoas cargadas, para luego verificar en la capital los productos del año que ellos conducían [...]. Todos los administradores fueron sorprendidos con mayor cantidad de frutos en su propiedad, que la parte destinada al Estado; no necesita testimonio más claro el uso inicuo que hacían de sus funciones, y del partido que sacaban de los pobres indios, valiéndose de la autoridad que tenían sobre ellos para hacerlos trabajar como esclavos” (Orbigny 1845: 201). En esta denuncia de Orbigny se percibe claramente que es el Estado y sus empleados públicos, es decir, la administración de gobierno asentada todavía en esos años en la ciudad de Sucre (Chuquisaca), el que explota a los indígenas mojeños o cambas de Mojos (Beni). Este sabio francés al observar lo que pasaba con los indígenas en Mojos bajo los primeros años de la vida republicana, escribió: “Cuarenta telares están constantemente en acción; he visto además curtidores, zapateros, carpinteros, torneros y herreros. Vi también fábricas para el refinado y blanqueo de la cera de abejas silvestres, y para la fabricación de azúcar. Estos telares fabrican los productos que todos los años son enviados a Santa Cruz por cuenta del Estado que es aquí el único propietario” (1845: 27-28. Énfasis nuestro). Al respecto Vales (2011: 604) también escribe: “En su administración de temporalidades, los administradores [estatales] podían incurrir en actos de corrupción. […] los corregidores debían remitir todos los productos del trabajo colectivo en el marco del sistema de temporalidades al Estado, pero […] ‘gran parte de esa producción era comercializada ‘ilegalmente’ por los corregidores para su propio peculio’. Estos funcionarios presionaban a los cabildos y a la población indígena para producir más bienes, para poder apoderarse del exceso”. De manera que “del servicio de los hombres de Dios y luego de los caciques locales, los indígenas [con la creación del departamento del Beni en 1842] habían pasado al servicio del Estado” boliviano (Demellas s.f.: 17). Más aún: según Block (1997), la correspondencia oficial entre 1820 y 1830, contiene numerosos informes sobre aprovisionamiento a unidades del ejército de Cochabamba con ganado vacuno sacado de Mojos, para alimentar a militares (la mayoría de ellos de la zona andina) en Santa Cruz, y con caballos destinados a Chiquitos. Esta práctica de extraer reses de Mojos para beneficiar al Estado y a los gobiernos andinos de turno y sus lugartenientes no cesará hasta fines del siglo XIX. En efecto, poco antes de crearse el departamento del Beni, en septiembre de 1842, el capitán Luis Cecilio Moreno, portador de una orden (letra que extendía cada gobierno central como forma de pago por servicios prestados a aquel Estado), arreó por la ruta de Chiquitos, 1.436 caballos de una misma alzada para remonta y beneficio del ejército. Meses antes, ese mismo año por orden del gobierno republicano central, fueron sacadas de Loreto 6.000 cabezas de ganado vacuno para fundar una nueva estancia del Estado boliviano en Yotaú para, desde aquí, dirigir ese ganado a la capital, Sucre. Un año antes (en julio de 1841), el prefecto de Santa Cruz, en nombre del gobierno central de turno, decía a un subalterno
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suyo: “Confía el gobierno en que usted desahogará de algún modo las urgencias del tesoro nacional con la pronta remesa de ganado gordo para su expendio” (citado en Limpias, 1942: 1). En 1848 el prefecto del Beni, Moreno, decía que el ganado caballar ha servido para pagar créditos pasivos del Estado por descuento de guerra, reforma militar y sueldos devengados de muchos años. “Más de dos mil caballos, agrega, se han sacado para el ejército de la República” (Limpias, 1942: 53-53). Ese mismo sistema (un sistema con tinte de colonialismo interno con el cual el Estado se aprovecha de las riquezas de las regiones con las que cuenta, que no es más que el saqueo sistemático de los recursos naturales, en este caso, del Beni, dejando a su población o habitantes sin recursos ni dinero para su desarrollo social, económico, cultural, etc.) fue usado o promovido, dizqué, para atraer inversiones que, por supuesto, nunca llegaron al Beni. Por ejemplo, en el primer intento de construcción del Ferrocarril Madera-Mamoré, el señor Earl Goerge Church –promotor del proyecto que nunca tuvo éxito–, recibió como incentivo por parte de aquel Estado andinocéntrico el derecho a poseer 8.000 cabezas de ganado beniano que se consideraba propiedad estatal. Y muchas veces estos personajes extranjeros o bolivianos, generalmente del interior de Bolivia, o empresas, iban al Beni y se agarraban más unidades de ganado que las estipulas en el papel oficial. Entre 1842 y 1890, cuando la industria de la goma empezó a generar demanda de carne vacuna en volúmenes significativos para abastecer más con ese producto el norte amazónico del Beni y lo que ahora es Pando, el ganado que pertenecía a las misiones fundadas por los jesuitas en la época de la colonia española, es decir, a los indígenas congregados en ellas, pasó a ser considerado propiedad de ese Estado. Estas reses que habían proliferado durante casi dos siglos en los llanos de Mojos, el poder estatal central andino-colla estimó, de facto, que eran propiedad suya. “El ganado pasó a la categoría de bien vacante o mostrenco y, por ende, sujeto a que aquel Estado dispusiese de él” (Roca, 2001: 440). “La situación anterior dio lugar a que desde Sucre o La Paz, los gobiernos echaran mano de esa riqueza para mitigar sus crónicos apuros presupuestarios, y para hacer frente a las necesidades más diversas del tesoro nacional [andino] como el pago a empleados públicos, premios a los veteranos de la Guerra de Independencia, creación de colonias en el nuevo departamento, mantenimiento de la tropa militar o cualquier otra urgencia monetaria” (Idem). Es más, pagando un peso por cabeza, cualquier persona que depositaba esa suma a favor del tesoro altoperuano (con sede en Sucre y luego en La Paz) podía visitar las pampas mojeñas y apropiarse de una cantidad indeterminada de reses, por supuesto mucho mayor al dinero que había pagado al Estado a título de impuesto. Así, en su escrito de 1874, F. Keller, que estuvo en el Beni, observó lo que pasaba en 1869: “El pago de un impuesto de un peso por cabeza, daba a cualquiera el derecho de matar cuanto quería o podía pillar, y si entendía bien su negocio y daba en el medio de suavizar a su duro corregidor, podemos decir que pagaba 300 pesos por tres mil cabezas de ganado. Así y todo, encontróse este medio de destrucción demasiado lento. Hace 12 años que una compañía bien organizada compró al gobierno de Bolivia por la suma redonda de cinco mil pesos, el monopolio de matanza en gran escala por un periodo de diez años en los campos del Beni y del Mamoré...” (citado en René Moreno, 1973: 399). Y todo ese dinero, que se depositaba en la sede de gobierno, quedaba para pagar a políticos y burócratas andinos. Mientras tanto, los cambas benianos (indígenas, mestizos…) se quedaban sin recursos y, por ende, sin posibilidades de desarrollo económico y social. Con bonos negociables por valor de un determinado número de cabezas de ganado vacuno, el gobierno andinocentralista podía pagar a la burocracia estatal: subprefectos, corregidores, curas, algunos maestros y otros empleados. Quedaba a discreción de estos beneficiarios capturar el ganado o vender bonos a los matanceros o a cualquier otra persona a un precio menor. Las consecuencias, de esta expoliación económica del Beni de la política andina se notaron muy pronto: las masas de ganado vacuno se redujeron hasta el punto que sus últimos restos se retiraron, a la zaga de los altivos toros, a las profundidades de los montes, volviéndose “cerril” (salvaje).
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“De esa manera, aquel país [Mojos y sus habitantes] especialmente adaptable para la crianza de ganado, por sus innumerables praderas naturales, excelente clima, y diseminada población, ha sido privado de la manera más brutal de una fuente de riqueza y prosperidad verdaderamente nacional. [...]. Y no es extraño que al hacer [los gobiernos andinos de turno] algún empréstito dentro de un tiempo más o menos lejano, se ofrezcan a los capitalistas europeos los ganados salvajes como otra seguridad más de pago [...]” (Keller citado en Roca, 2001: 441-442). Pero esa forma colonialista de tratar a Mojos o Beni por parte del Estado, manejado al estilo del despotismo altoperuano, no se limitó sólo al campo de la ganadería. La explotación de la mano de obra indígena y mestiza en otros rubros fue otra constante. Una década después de lo que observó D’ Orbigny, la situación de explotación inmisericorde de los benianos nativos por parte del Estado andino no había cambiado casi nada. Así, el 3 de agosto de 1842, una carta del gobernador (llamado prefecto años después) de Mojos exigía a los habitantes de varios pueblos benianos (cuyos habitantes eran en su mayoría indígenas) fabricar diversos bienes o productos que, a través de Santa Cruz –por ser la vía más fácil de transporte– eran llevados a Sucre (sede entonces del gobierno central). Por ejemplo, a Trinidad se le pedía contribuir con 50 ponchos blancos, 40 mollados, 6 tablas de manteles, 24 pares de sábanas, 80 paños de mano grande y 45 pequeños; 6 hamacas blancas y 9 lisas, 1.800 varas de cordoncillo blanco y 180 listadillo; 1/5 de servilletas; 20 pares de medias; 250 varas de cordoncillo mollado, 12 pares de baules y 50 canastillas. A Loreto se le exigía 50, a San Javier, 35, a San Pedro, 40, a San Ramón, 30, a San Joaquin, 10, a Magdalena, 30, a Huacaraje, 10, a Concepción, 50 y el Carmen, 20 ponchos blancos y cantidades similares de los otros bienes mencionados (sábanas, servilletas, medias, hamacas, aceite de almendras, manteles, etc.). A los administradores estatales se les ordenaba que exijan una “elaboración fina y tupida de los tejidos” que introduzcan mejoras y progreso en la confección “pues de ellos depende –aclaraba el gobernador– la poca quiebra de su venta a favor del Estado y empleados” (Limpias, 1942: 5-6). [Para que se tenga una idea más cabal de este saqueo y explotación de la mano de obra mojeña indígena (mucha de ella era femenina) y mestiza por parte del aquel Estado dirigido y administrado por los collas, es ilustrativo saber que un poncho costaba 3 pesos, una sábana, 4 y una hamaca, 10 pesos]. Con el decreto del 6 de agosto de 1842 la provincia de Mojos pasó a tener administración independiente del departamento de Santa Cruz, o sea, se creó como Departamento, pero se inició todavía más la sujeción al centralismo y burocratismo de los gobiernos andinos. Se les reconocía la propiedad privada a los habitantes y la libertad de trabajo, pero se les exigía a los benianos que sigan pagando ya no el tributo como se le llamaba en tiempos de la colonia, sino “impuestos”. El artículo 4° del decreto dice, por ejemplo: “Los habitantes que reciban terrenos en el repartimiento que se hará de ellos, pagarán una contribución directa de capitación, de dos pesos al año en dinero o especie, siendo en artículos de producción de la provincia; los que no tuviesen asignación de tierras, pagarán un peso en la misma forma”. Se sabe que los Estados o repúblicas para mantenerse en el tiempo han cobrado impuestos a los pueblos. Pero se vuelve un problema ese cobro cuando la retribución no es justa ni equitativa. Este es el caso del Estado altoperuano. Éste, con una estructura y mentalidad colonial de sus elites andinas, a título de “soberanía”, de “progreso”, de “integridad territorial”, etc. (estos discursos buscan legitimar las acciones estatales de expoliación de los recursos de otros pueblos o naciones que por voluntad o no forman parte de un determinado Estado), ha saqueado el dinero o la riqueza de las regiones y sus pueblos vía impuestos para empobrecerlas aún más, sin retribuirle con justicia ni equidad en desarrollo económico y social, como ha sucedido y todavía sucede con Beni y Pando (e inclusive con Santa Cruz hasta hoy en día). Los otros casos de ese saqueo están registrados en la historia económica y social del Beni. En efecto, el 29 de abril de 1848 el prefecto cruceño Francisco Ibáñez observaba y denunciaba que la provincia
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Caupolicán (una con las que se había creado el departamento del Beni) no pertenecía de hecho al Beni, pues, entre otras razones, los mismos gobiernos altoperuanos de turno dictaban órdenes contradictorias, permitiendo, por ejemplo, que las rentas de la provincia Caupolicán ingresen al tesoro de La Paz y no al del Beni, no obstante de que éste departamento pagaba los sueldos del gobernador y empleados y cubría las necesidades de aquella provincia. El año 1849, el prefecto cruceño Luis Velarde apuntaba y denunciaba que, entre otras causales de la pobreza generalizada del Beni, era el desvío de los ingresos que éste tenía hacia otras tesorerías. Reiteraba que los rendimientos de la provincia Caupolicán emigraban al tesoro de La Paz. “Los de la aduana del Paracti, en la provincia Yuracarés (otro provincia beniana), se quedaban en la tesorería de Cochabamba. Sin embargo, el Beni sostiene los gastos de la administración de ambas provincias. Ya el tesoro beniano no cuenta de reserva sino 132 marcos, 8 onzas y 4 adermas de plata labrada, después de distribuir la de San Pedro a las iglesias. Y a este cuadro bastante desolador se suma la facilidad con que los hombres de gobierno disponen de la riqueza pecuaria del país [Mojos]” (Limpias, 1942: 70. El subrayado es nuestro). Estos datos es otra muestra fehaciente cómo a los gobiernos andinos de turno no les importó, en lo más mínimo, el progreso de los benianos; por eso se llevaban los recursos económicos a la zona andina o colla. En el campo social, el Estado andino se había convertido para el mojeño (o beniano) en el Estado “extorsionador y logrero” cuya imagen viviente la representaban el cura y el corregidor. Así, pues, aquel Estado colla, con sus instituciones públicas, “no logró detener al mojeño en su viaje precipitado hacia la nada”. Es decir, la presencia del Estado andinocéntrico en el Beni fue el inicio de la desaparición paulatina de las etnias o culturas mojeñas o benianas 2. En esta línea, durante la época de la explotación de la goma en el noroeste boliviano, (territorio al cual los cruceños -criollos, mestizos e indígenas chiquitanos, guarayos, chiriguanos-, habían emigrado por necesidad de sobrevivencia), a aquel gobierno andino centralista lo único que le preocupó fue instalar una aduana al norte de Beni para seguir beneficiándose con los impuestos cobrados a los caucheros. Durante buena parte del periodo 1885-1950, el drenaje del caucho hacia el mercado mundial sirvió para atender el déficit de la balanza comercial del país altoperuano, es decir, para pagar fundamentalmente los gastos de los gobiernos de turno. “En Villa-Bella no había escuela, iglesia ni hospital, tres elementos primordiales de un pueblo civilizado; pero sí una Aduana y esto parecía bastante al Gobierno nacional (?), único responsable de estas deficiencias, ya que en el territorio del Noreste no hay municipios a quienes cargar el mochuelo” (esto es, a quienes pasarle la carga económica de hacerse responsable de esos servicios sociales, porque a los gobernantes andinos de turno eso no les importaba), observaba a fines del siglo XIX el viajero y escritor español Ciro Bayo (1911: 261-262). Esta aduana, creada en 1885, en vista de que las rentas de la goma iban en aumento, obtuvo 11.670 bolivianos el primer año de instalación, llegando a tener 500.000 de ingresos hacia fines del siglo XIX, que eran cobrados por los derechos de importación de mercaderías europeas, vía Madera, y exportación de la goma del Beni a Pará del Brasil. El siguiente cuadro muestra el aporte del Beni y lo que ahora es Pando, al tesoro andino por la explotación y exportación de goma elástica en relación a los dos minerales más explotados en centros mineros de los Andes.
2 Algo que se quiere reeditar hoy con la porfía de los políticos andinos collas de querer adueñarse del territorio del TIPNIS con la excusa de construir una carretera de integración “nacional” (con este otro discurso se quiere legitimar ese genocidio estatal andino de las etnias o naciones indígenas benianas).
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Ingresos Tesoro Nacional Principales Productos de Exportación Bolivia Años 1895-1928
Año
Plata
Estaño
1895 1896 1897 1898 1899 1900 1901 1902 1903 1904 1905 1906 1907 1908 1909 1910 1911
17.75% 13.62% 13.92% ? ? 5.75% 6.49% 6.30 1.12% 0.50% 0.39% 0.37% 0.39% 0.47% 0.44% 0.39% 0.28%
0.18% 0.81% 1.40% ? ? 4.07% 6.59% 6.82 8.79% 7.17% 8.03% 15.52% 10.94% 8.29% 1.06% 11.41% 13.42%
Goma Elástica 1.55% 2.43% 3.01% 9.58% 13.41% 11.59% 20.24% 16.76% 5.45% 6.02 7.47% 6.68% 4.32% 6.52% 11.86% 15.07% 9.46%
Total % 20.12% 16.86% 18.33% 9.58% 13.41% 21.41% 33.31% 29.88% 15.35% 13.69% 15.89% 22.56% 15.65% 15.28% 13.36% 26.87% 23.16%
Fuente: Memorias del Ministerio de Hacienda e Industria Años 1895-1928
En el cuadro se ve cómo hay varios años en los que el Estado recaudaba más dinero por el cobro de impuestos en la zona gomera de Beni y Pando que por los que cobraba por la explotación de minerales en la zona andina. Y sin embargo, ese dinero nunca retornaba en forma justa para mejorar el desarrollo de los cambas benianos y pandinos. Ciro López, viajero y escritor argentino, en su obra Las Maravillosas Tierras del Acre, publicada en 1930, dice que cuando la burocracia estatal andina-paceña se enteraba que ese dinero iba en camino desde Villa Bella- Beni hacia la ciudad de La Paz, sede del gobierno y de la burocracia estatal central, saltaba de alegría porque sabía que estaba garantizado el pago de sus jugosos sueldos 3. Aquí se puede hacer un paréntesis respecto a la educación en Beni y Pando: mientras las escuelas funcionaban más o menos bien hasta fines del siglo XIX, es decir, hasta cuando existía autonomía educativa y la educación estaba a cargo de los municipios, funcionando con recursos propios de éstos, los niños indígenas y los mestizos, según cuenta Coimbra en su novela histórica Siringa, salían educados. Pero a partir de 1910 se comenzó a imponer la llamada “escuela única” a todos los pueblos y regiones de Bolivia haciéndose cargo de esta tarea el Estado andinocentralista a través del ministerio respectivo. Sin embargo, 30 años después, la escuela y la educación en el Beni, criticaba el mismo Coimbra, era un fracaso y estaba en franca decadencia. El Estado de la oligarquía colla se había llevado los recursos de la goma del Beni y Pando, así como los de la venta del Acre al Brasil, para invertirlos en más escuelas urbanas, alcantarillados, iluminación...de las principales ciudades andinas. Sólo hay que mencionar a 3 Esta práctica no ha cambiado mucho hasta hoy en día. Basta ver lo que sucede actualmente con YPFB que explota los hidrocarburos y el gas de Santa Cruz y otros sectores de las tierras bajas del Oriente boliviano. Su directivos, es decir, los cargos más importantes, son ocupados por collas o andinos, y sus sueldos están por encima de los Bs. 50 mil. Y éstos se llaman “socialistas”, y encima, “indigenistas”. Algunos cambas por ahí, despistados o colgandijos, de los que, lamentablemente, siempre habrá, reciben lo que cae de la mesa andina, es decir, migajas, y con esto están contentos. La pobreza socioeconómica de muchos benianos hace que se vuelvan “serviles” al centralismo estatal andino y a la cultura colla vía algunos partidos políticos nacionalista bolivianos.
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título ilustrativo que educación superior en el Beni hubo tardíamente. Recién en 1969 se creó la Universidad Técnica del Beni y en 1996 la Universidad Amazónica de Cobija en Pando. En Pando en los años 70 del siglo XX había un solo colegio pública para estudiar la secundaria y poder salir bachiller para todo el Departamento. (Recordemos que la Universidad Autónoma Gabriel René Moreno recién fue creada en los años 80s del siglo XIX, más de medio siglo después que se crearan las universidades andinas de San Andrés y San Simón. Y se la creó en el contexto de la Guerra del Pacífico. Si esa guerra no se hubiese dado, quizás el pueblo camba cruceño no hubiera tenido universidad si no hasta años más tarde). Un dato más. Recién en 1941 se fundó una escuela normal en Santa Cruz, cuando la primera se había fundado en Sucre en 1909. Estas fundaciones primero de centros de formación superior en la zona andina les ha valido a los collas para difundir el prejuicio, falso por supuesto, que ellos son más civilizados o educados que los cambas. Cuando los datos históricos, a pesar de esa desventaja, muestran que tanto Santa Cruz como el Beni, tuvieron y aún tienen menos analfabetos que los departamentos andinos a pesar de todo. Claro. Lo que ellos callan es que a la masa indígena andina mayoritaria, históricamente, las élites collas la discriminaron de la educación o escuela. (Y después nos tildan a los cambas de discriminadores o racistas). A partir de los años 50s del siglo XX, la ganadería en el Beni recobró su importancia. Este rubro, en realidad desde inicios del siglo XX, ahorró a aquel Estado centralista, 60 millones de dólares anuales durante más de cuatro décadas, abasteciendo con carne a los centros mineros y ciudades andinas con precios políticos antes que reales, sin recibir jamás ayuda o un trato equitativo. Hoy, los ganaderos y castañeros sistemáticamente vienen pagando impuestos al Estado andinocéntrico, pero éste, por los celos, intolerancia y mezquindad de los presidentes (la mayoría de ellos dictadores), ministros y burócratas, o sea, por ese centralismo enfermizo y desconfiado hacia el Oriente boliviano, nunca ha retribuido esos aportes de Beni y Pando (y ahora de Santa Cruz) de manera justa y solidaria. Un ejemplo actual: el año 2003 el Beni aportó al TGN por conceptos de impuestos la suma de Bs. 26 millones. Pero el centralismo y burocratismo paceño-andino, a través del gobierno de entonces, de los Bs. 21 millones que le daba hasta el año 2000, aprobó Bs. 13 millones para la gestión 2003, y sin embargo, apenas desembolsó Bs. 5 millones para inversión pública. Ese es el trato mezquino, discriminador, hasta racista, que dan los políticos collas de los andes bolivianos a los cambas benianos y con seguridad a los pandinos (A los cruceños ya lo sabemos: de los casi 1500 o más millones de dólares que aporta Santa Cruz con sus recursos naturales y pago de impuestos como departamento al TGN, el centralismo paceño-andino le devuelve no más de 200 millones de dólares americanos). En la sede de gobierno, es decir, en La Paz, se quedan más de 1300 millones de dólares. Y esta cifra queda pequeñinga si las actualizáramos con lo que ha sucedido en los últimos 4 o 5 años. Las consecuencias para Beni y Pando de ese tipo de discriminación histórica y sistemática, o hacia el Oriente boliviano en general, es el elevado índice de pobreza socioeconómica. Así, a inicios de este siglo XXI, el Beni es el segundo departamento, después de Santa Cruz, que tiene menos analfabetismo (8.88% -censo de 2001), pero es el tercer departamento con más pobres después de Potosí y Pando. Por ejemplo, si a nivel de Bolivia 58.6% viven en la pobreza (cifra oficial, hoy el 2013 se dice que son 48 bolivianos los que viven en la pobreza, pero “ver para cree”), el Beni está por encima con 76%. Y en alguna secciones municipales benianas la situación es alarmante: en San Javier 97.6% vive en la pobreza, en Santa Rosa (mi pueblo), el 89%, en Loreto, 96.4% y en Puerto Siles 97.1%. Por otro lado, según el PNUD, en su Informe de IDH de 2003, en el norte amazónico, si consideramos el índice de necesidades básicas insatisfechas, en el año 2001, Beni y Pando se ubicaban entre los departamentos más pobres del país: más del 70% de la población de esas regiones orientales cambas se encontraba en situación de pobreza, y cerca del 30% en situación de extrema pobreza. En cambos departamentos, la tasa de disminución de la pobreza en el curso de las últimas décadas es inferior al promedio nacional (PNUD 2003: 16). Este Informe dice también que en 14 de los 17
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municipios que conforman el departamento de Pando, el porcentaje de hogares con necesidades básicas insatisfechas es superior al 80%. Y ¿qué ironía? Hace poco se celebró mucho las virtudes de la Ley de Participación Popular. Sus diez años de vigencia ha beneficiado a unos pueblos y regiones, en desmedro de otros, en este caso, Beni y Pando. (A Santa Cruz tampoco esta ley le asigna los recursos que le corresponden. Según un concejal municipal, son Bs.170 millones los que el centralismo no le da a la región sólo porque no les da la gana y por esa actitud mezquina, racista y discriminadora que tienen los collas políticos y burócratas centralistas contra los cambas). Por esos hechos, sucesos y datos uno se pregunta: ¿Qué ha hecho el Estado andino –que es el Estado estructurado y administrado al estilo y conveniencia de los collas– por el progreso o desarrollo social de los benianos y pandinos? Prácticamente nada. De ahí el lema de los benianos: “El desarrollo del Beni es y será obra de los propios benianos”. El de los pandinos es semejante: “El desarrollo de Pando será obra de los pandinos”. Ese es el pago que los cambas de ambos departamentos han recibido por vivir como colonia interna del Estado altoperuano. Gran parte del Oriente boliviano ha subvencionado, irónicamente, el enriquecimiento y el predominio política de las elites andinas, así como la burocracia, las revueltas, sublevaciones, las dictaduras en los andes bolivianos, haciendo que ellos aumenten su poder para que, irónicamente, practiquen la discriminación hacia los cruceños, benianos y pandinos. Todo tiene su límite. Este Estado, el actual, para ser justo con los pueblos y regiones que la conforman, debe cambiar su estructura administrativa, política, económica, cultural y territorial. Las autonomías departamentales, o por último el federalismo, o sea, la federalización de Bolivia, son una posibilidad real e irrenunciable para que todas los cambas del oriente boliviano, o sea, para que los cambas (indígenas, mestizos y criollos) tengan voz y voto en el juego de la democracia y les beneficie un desarrollo económico y humano efectivo producto de su esfuerzo, trabajo, inteligencia, recursos, etc. Un Estado, en este caso el Estado de Bolivia, no puede ser rico si a la mayoría de los pueblos y sus regiones se les obliga a vivir, como hasta ahora, en la pobreza y se las trata, como en la época colonial española, como a sus colonias internas, y a otras se las discrimina o margina en nombre de una unidad o soberanía mezquina que suena más a falacia o pedantería que a un verdadero sentido y actitud racional y moral justa. Los resultados del censo de 2012 también fueron manipulados por los burócratas y políticos andinos no solo con fines políticos: darles menos representación política a los departamentos cambas (Santa Cruz y Beni, por ejemplo) sino también menos fines económicos: darles menos recursos económicos a dichos departamentos. ¿Cuál es el trasfondo de todo esto? Mantener a los cambas benianos y pandinos en la pobreza. Porque a un pueblo pobre es más fácil sojuzgarlo, humillarlo, negarle sus derechos, su identidad cultural, hacerlo trabajar y no recocerle un pago justo, explotarlo, quitarle sus tierras, y, por último, hacerlo desaparecer como pueblo o cultura. (Los Estados en post de la modernidad, de la unidad nacional, de la soberanía, o de un Estado mononacional, han sido los mayores destructores de otras culturas no modernas o no oficiales). Pero toda esa maquiavélica y diabólica intención, tiene que ser frenada y denunciada. Los cambas lucharán por su liberación. La profundización de las autonomías es uno de esos caminos seguros a seguir. (Esta visión histórica crítica, de la relación entre el Estado andino o altoperuano con las regiones chaco-amazónicas continuará con otro documento y datos más actuales).
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Bibliografía básica Limpias, Manuel, Los gobernadores de Mojos, s.l., 1942 Orbigny, Alcides De, Descripción geográfica, histórica y estadística de Bolivia, T. I, 1845 ----------------------, Fragmentos de un viaje al corazón de la América meridional, París, 1845. Block, David, La cultura reduccional de los llanos de Mojos, 1997 Bayo, Ciro, El peregrino en Indias (Viaje por el corazón de sud américa), 1911 PNUD, Informe Nacional de Desarrollo Humano 2004 Moreno, Gabriel René, Catálogo de los Archivos de Mojos y Chiquitos, 1973 Roca, José Luís, Economía y Sociedad en el Oriente boliviano, 2001 López, Ciro, Las Maravillosos Tierras del Acre, 1930. Demelas, Mirie-Danielle, “Arquitectos de mundo. A propósito de los primeros prefectos de Santa Cruz de la Sierra (1825-1827)”, s.f., 19 pp. (Impreso inédito traducido del francés por Franz Michel). Valen Gary van, “De Mojos a Beni: Los indígenas y la reforma gubernativa en la amazonia boliviana, 1842-1860”, en Anuario de estudios bolivianos, archivísticos y bibliográficos, No. 17, Sucre, 2011, pp. 599-634.
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