Fortalezas y castillos

Page 1

Colori compositi

turismo@provincia.rimini.it www.riviera.rimini.it

M

de RĂ­mini y su provincia

Fortalezas y castillos malatestianos

I - 47900 Rimini, piazza Malatesta 28 tel. +39 0541 716371 - fax +39 0541 783808

C

Provincia di Rimini Assessorato alla Cultura Assessorato al Turismo

Provincia di Rimini Assessorato alla Cultura Assessorato al Turismo

cop_rocche SPA 2-01-2008 12:15 Pagina 1 Y CM MY CY CMY K

edizione spagnola

Riviera di Rimini Travel Notes


cop_rocche SPA 2-01-2008 12:15 Pagina 2 C

RĂ­mini Castel Sismondo Verucchio Fortaleza malatestiana Torriana Fortaleza malatestiana Montebello Fortaleza dei Guidi di Bagno Santarcangelo Fortaleza malatestiana Coriano Coriano Antiquarium del Castello Castillo Mondaino Fortaleza malatestiana Montefiore Conca Fortaleza Malatestiana

Colori compositi

Gradara Fortaleza San Leo Fortaleza renacentista Pennabili Vestigios

M

Y

CM

MY

CY CMY

K


Provincia di Rimini Assessorato alla Cultura Assessorato al Turismo Agenzia marketing turistico Riviera di Rimini

Pier Giorgio Pasini Fortalezas y castillos malatestianos de R铆mini y su provincia

en colaboraci贸n con


Coordinación: Valerio Lessi Proyecto gráfico: Relè - Leonardo Sonnoli Fotografías pertenecientes al archivo fotográfico de la Diputación Provincial de Rímini Se agradece la amable colaboración de los fotógrafos: L. Bottaro, P. Cuccurese, P. Delucca, S. Di Bartolo, L. Fabbrini, R. Gallini, L. Liuzzi, G. Mazzanti, T. Mosconi, Paritani, V. Raggi, E. Salvatori, R. Sanchini, F. Taccola, R. Urbinati Traducción: Carmen Rey Blanco, Link-Up, Rímini Actualización a cargo de: Marino Campana, Caterina Polcari Paginaciones y sistemas de la prensa: Litoincisa87, Rimini Licia Romani Primera edición 2003 Reimpresión 2008


Índice

Introducción >

5 8

El territorio de Rímini Las defensas del estado de los Malatesta

Itinerario 1 >

12

El castillo de Rímini

Itinerario 2 >

16

La cuna de los Malatesta: Pennabilli y Verucchio

Itinerario 3 >

19

El valle del Marecchia

Itinerario 4 >

26

El valle del Conca

Itinerario 5 >

34

Residencias para las vacaciones: Montefiore y Gradara

Bibliografía >

40

Para saber más

www >

Antes de salir de viaje visítenos en www.riviera.rimini.it



Introducción > El territorio de Rímini

Arriba, la peña de Pietracuta desde el álveo del Marecchia. Abajo, panorama de Valmarecchia, con la fortaleza y el pueblo de Montebello. 5

El territorio de Rímini es llano solamente en parte. Justo a espaldas de la ciudad se yergue la colina de Covignano y un poco más lejos el Monte Titano. Más que un símbolo característico (“La azulada visión de San Marino” evocada por el poeta Pascoli) el Monte Titano es una presencia bien concreta y maciza, una especie de avanzadilla de los Apeninos que al sur ondulan y recortan el horizonte y hacia oriente lamen el mar con el promontorio de Gabicce. Numerosos cursos de agua de carácter torrencial, con sus lechos anchos y de guijarros, contribuyen a hacer muy variado este territorio rico en relieves. Dos de ellos son importantes: el Marecchia, cuya fuente nace en Toscana en el Alpe della luna, cercana a la del río Tíber, y el Conca que nace en la zona de Montefeltro, en las pendientes del monte Carpegna. Los valles y los conos aluviales de ambos ríos, que el Monte Titano separa y aleja, conforman el territorio riminés que por una parte degrada lentamente hacia el Valle del Po y por la otra se encastra entre el Adriático y los Apeninos lindando con la región de Las Marcas y el territorio de Montefeltro. Sus confines son inciertos, a menudo indefinibles; nos referimos a los que atañen a la historia, a la cultura y a la mentalidad, no a los administrativos que naturalmente, tienen una andadura concreta, cuando no son, por así decirlo, burocráticamente abstractos. Quien se adentra en la llanura siguiendo la vía Emilia o la vía Romea no encuentra ciertamente trazas de confines naturales; y quien se adentra en el dulce valle del Conca o en el tumultuoso valle del Marecchia tendrá bastante dificultad para advertir el paso a las tierras de Montefeltro. Montefeltro, sin embargo, tiene su propio carácter y su historia específica debido tanto a la morfología esencialmente colinar y montañosa del terreno como a su pertenecia (al menos desde el siglo VI al VII) a una determinada diócesis: la de Montefeltro, cuya jurisdicción en el Medievo se extendía hasta los valles del Savio y del Foglia ocupando una posición estratégica para las comunicaciones entre la llanura del Po y la parte central y meridional de la península. Desde la alta Edad Media ésta ha sido una zona de arraigados intereses personales que hicieron siempre imposible su verdadera unión política y administrativa; así, las diversas comunidades de esta zona del interior conservaron durante mucho tiempo formas de autonomía, favorecidas también por la falta de un centro importante capaz de someterlas y organizarlas. Por otra parte, es significativo que la diócesis de Montefeltro no tuviera una sede obispal fija hasta el siglo XVII (San Leo, San Marino, Talamello, Montetassi, Valle Sant’Anastasio y Pennabilli fueron residencias temporales del obispo y en ocasiones sedes de su Cancillería y su Tribunal). Una de estas comunidades ha conseguido conservar su auto-


Arriba, la fortaleza malatestiana del Sasso en Verrucchio. Abajo, alhajas villanovesas del Museo Archeologico de Verucchio. 6

nomía hasta la actualidad gracias a una serie de circunstancias favorables: se trata de la República de San Marino, perteneciente a la diócesis de Montefeltro, que durante el curso de su larga historia se apoyó más en Urbino y Las Marcas que en Rímini y la provincia de Romaña. El valle del Marecchia concretamente, cuya carretera atraviesa el accesible puerto de Viamaggio que conduce a Toscana y por tanto al Tirreno, revistió una notable importancia desde la antigüedad. Estaba habitado ya en época prehistórica, como demuestra el poblado de la cultura de Villanova de Verucchio, el cual en el siglo VIII a.J.C. constituía una etapa importante a lo largo de la “Ruta del Ámbar”. Reforzado por los romanos, fue disputado duramente por su importancia estratégica por los godos, lombardos y bizantinos: una situación que no por casualidad se repitió dramáticamente durante la última guerra mundial con la denominada “línea gótica”. Justamente las luchas entre Lombardos y Bizantinos, y posteriormente entre los Emperadores francos y alemanes y el Papa, favorecieron la formación en la zona alta y central del valle de señorías autónomas, a menudo enemigas y en lucha perenne por la posesión y el dominio del territorio. La zona selló su unidad sólo cuando el Papado, su propietario nominal, consiguió ejercer de forma directa su “alta soberanía”: prácticamente desde el año 1631, año de la devolución, o sea, de la restitución del ducado de Urbino. En cuanto al antiguo camino que recorre el valle, permaneció interrumpido e inutilizado debido a por las ásperas luchas y a los intereses contrapuestos entre las varias potencias y los diversos señores más que por la aspereza de los parajes: ¡el trazado actual del mismo fue abierto nuevamente al tránsito tal sólo en 1924! La abundancia de torres, fortalezas y castillos que todavía hoy caracteriza los valles del Marecchia y del Conca se debe por tanto a esas luchas en la alta y baja Edad Media que obligaron a fortificar todas las poblaciones y todos los puntos estratégicos, tanto los del fondo del valle (molinos, vados, puentes) como los ubicados en las alturas. Ya en el siglo VIII la zona se denominaba “región o provincia de los castillos”. Construidas con piedra local, las fortificaciones surgen del terreno como por gemación, pero sin mimetizarse: es más, ostentando su carácter amenazador y a menudo con una fuerza que no poseen. Amenizan un variado paisaje y en ocasiones muy pintoresco por su fisonomía salvaje, por sus cumbres - como bastidores de abruptas zonas de fallas y precipicios, y declives con vegetación y bosques - pero sobre todo por la presencia de masas calcáreas aisladas, a menudo de proporciones enormes, que sobresalen del terreno de arcilla escamada: Monte Titano, Sasso Simone y Simoncello, o aún más cerca, el hermoso cerro de San Leo.



Introducción > Las defensas del estado de los Malatesta

Desde la época romana, Rímini ejérció su influencia sobre un amplio territorio, tanto en la zona llana hacia Romaña como en la colinar hacia Las Marcas. En el Medievo, la Rímini señorial se enzarzó en disputas a causa de las diversas propiedades de la iglesia local, del Papado y de la iglesia de Ravena, y además por las muchas concesiones donadas a monasterios y a ricos señores por parte del Arzobispo de Ravena, del Papa y del Emperador. Desde el siglo XII, la supremacía de Rímini en la zona de las colinas se vio amenazada por los Malatesta, que desde Pennabilli y desde Verucchio podían controlar la parte central del valle del Marecchia, mientras que la parte alta del mismo estaba dominada por los Carpegna y los Montefeltro. Tras una serie de luchas y de acuerdos, a partir del siglo XIV los Malatesta obtuvieron la señoría de Rímini que gobernaron con el cargo de Vicarios de la Santa Sede desde 1355 hasta finales del siglo XV. Durante casi dos siglos las vicisitudes de Rímini se identificaron con las de la familia Malatesta que consiguió extender su dominio en Las Marcas hasta Ascoli Piceno, en Toscana hasta Borgo San Sepolcro, en Romaña hasta Cesena, pero que nunca logró deshacerse de sus vecinos más potentes y astutos: los Montefeltro, quienes probablemente, igual que ellos mismos, debían su origen a la adquisición de propiedades en los domini comitali (tierras feudales) de los Carpegna, feudatarios de antiguo origen imperial que dominaban el monte Carpegna y gran parte de la región. La lucha entre los Malatesta y los Montefeltro se recrudeció especialmente en los decenios centrales del siglo XV, cuando encabezando las dos familias rivales se encontraban Segismundo y Federico respectivamente, y sobre todo cuando este último consiguió que su yerno Alessandro Sforza adquisiese la ciudad de Pésaro con su territorio (1445), hasta aquel momento Malatestiana (pertenecía a un primo de Segismundo, el inepto Galeazzo Malatesta). Esta adquisición, al tiempo que permitía una salida libre hacia el mar para el territorio de Urbino, dividía en dos troncos el dominio de Segismundo que en aquel entonces se extendía por Las Marcas hasta Fano, Senigallia y Fossombrone. En los valles del Marecchia y del Conca se pueden encontrar numerosos ejemplos de arquitectura militar del siglo XII al XV: burgos más o menos fortificados se alternan con auténticas fortalezas capaces de alojar pequeñas guarniciones y con atalayas aisladas o con recintos sencillos para vigilar el territorio y enviar señales. Las construcciones conservadas hasta la fecha, sin embargo, están casi todas muy alteradas o reducidas a ruinas difícilmente escrutables. Téngase en cuenta que, aunque numerosas, constituyen solamente la parte supérstite, bastante limitada, de un sistema que ya 8


había alcanzado su máxima eficacia y desarrollo en el séptimo decenio del siglo XV cuando el territorio estaba fortificado de forma capilar. La inseguridad del estado frente a enemigos externos e internos había obligado a adecuar cualquier lugar que tuviera importancia estratégica y no sólo los confines, por otra parte siempre inciertos y a menudo sujetos a cambios improvisos y en ocasiones consistentes. Los Malatesta transformaron continuamente sus fortificaciones para hacerlas más seguras y adecuarlas a los nuevos métodos de combate y de asedio. El período de mayores cambios fue sin duda el de la señoría de Segismundo, ya que además coincidió con el uso cada vez más frecuente y extendido de un arma nueva y terrible: la artillería. Segismundo, convertido en señor de Rímini apenas con quince años (1432), comenzó muy temprano a restaurar y modificar las fortificaciones del territorio: “desde su adolescencia ha perfecionado lo que una entera generación apenas habría podido realizar”, señalaba con admiración Marco Battagli en su Cronaca de dicho período. Sus intervenciones se dirigían a convertir en verdaderamente funcionales las construcciones militares, no a “embellecerlas”; o mejor dicho, trató de conferirles no una belleza abstracta, sino la belleza que deriva de la adecuación de todas sus partes al uso militar. De espíritu práctico, especialmente versado en el arte de la guerra, inventor de nuevas armas explosivas (según Roberto Valturio), Segismundo personalmente tomó parte importante en la ideación y modernización de las estructuras defensivas de su estado. Sin embargo, supo también pedir consejo y en 1438 Filippo Brunelleschi supervisó todas las fábricas en las que se estaba trabajando, tanto en la zona romañola del territorio como en la de Las Marcas. También Leon Battista Alberti en marzo de 1454 visitó las fortalezas malatestianas en compañía que Matteo de’ Pasti: seguramente fue a Senigallia (una ciudad “erigida nuevamente” por Segismundo y que entonces estaba en construcción), aunque probablemente llevó a cabo un amplio reconocimiento por tierras malatestianas. Las fortalezas restauradas o reconstruidas por Segismundo se caracterizan constantemente por los muros de escarpa muy inclinados, una cierta articulación de los muros externos, expandidos irregularmente, y también por torres-bastiones interesantes no tanto por su altura como por su planta poligonal, preludio de los bastiones circulares que constituirán la innovación más vistosa y moderna desde el punto de vista conceptual del último cuarto del siglo. Otras innovaciones parciales se pueden considerar el uso ingenioso de terraplenes en las murallas defensivas y también en las partes internas de las construcciones; la racionalización de las zonas de paso que permitía 9



una cierta facilidad de maniobra a los defensores y su protección en caso de invasión. En general dichas innovaciones no contradicen la tradición en lo que atañe al conjunto del aspecto exterior de las fortalezas: altas, macizas, cuadradas, con aspecto pintoresco a causa de las torres, almenas y matacanes (un poco como todos los castillos del Valle del Po), poseen una majestuosidad típicamente medieval y una capacidad de sugestión extraordinaria que en parte se debe a su belleza y a la aspereza de los parajes en los que se elevan. Lugares elegidos con gran esmero, de modo que formasen una serie ininterrumpida de baluartes que se flanquean y vigilan uno al lado del otro, y el uno al otro, siempre en contacto visual múltiple como creando un formidable cinturón defensivo apuntando especialmente contra Montefeltro y San Marino. Naturalmente, casi todos estos lugares ya habían sido fortificados anteriormente, pero a Segismundo se debe no sólo la racionalización de cada obra concreta, sino un auténtico plan defensivo orgánico; así, algunas viejas fortalezas se descuidaron o redujeron, y otras se reconstruyeron o ampliaron y se conectaron entre sí formando un sistema. En este sentido la organización defensiva del estado se podría decir que fue creada de raíz por Segismundo, el cual no dejó de recalcarlo en los numerosos epígrafes presentes en los muros de las diversas fortalezas, jactándose de haberlas construido a fundamentis (desde sus cimientos) incluso cuando solamente las había renovado.

Arriba, Mondaino, la fortaleza malatestiana, sede del Ayuntamiento. Abajo, medalla con el retrato de Sigismondo Pandolfo Malatesta (hacia 1450). 11


Itinerario 1 > El castillo de Rímini

Rímini Castel Sismondo piazza Malatesta tel. 0541 351611 (Fondazione Cassa di Risparmio) fax 0541 28660 www.fondcarim.it segreteria@fondcarim.it

Arriba, Rímini, Castel Sismondo (1437-1446). Abajo, medalla malatestiana con un panorama de Castel Sismondo (hacia 1450). 12

La obra maestra de la arquitectura militar Malatestiana la constituye el castillo de Rímini, mandado construir por Segismundo a partir de 1437 y terminado, según los epígrafes que lo decoran, en 1446. Dichos epígrafes, de texto solemne y formas epigráficas antiguas, nos informan de que su señor había querido dar al edificio, que como siempre declaraba haber levantado desde los cimientos, su propio nombre: Castel Sismondo. Dicha construcción aprovechaba muchas partes de las casas malatestianas existentes antes del siglo XIII, y también las fortificaciones que el predecesor de Segismundo (su hermano Galeotto Roberto, apodado el beato) había mandado construir. Para Segismundo, este castillo era algo más que su palacio, más que su residencia: debía representar visualmente su poder siguiendo un concepto todavía absolutamente tradicional; y, efectivamente, lo mandó edificar con formas tradicionales, esto es, mucho más expresionísticamente pintorescas que racionalmente armoniosas, como demostraba la mutable perspectiva de las torres, la solidez de las cortinas almenadas, el uso constante de arcos agudos y de inclusiones lapídeas y cerámicas, el lujo de los dorados y de los enlucidos pintados de verde y rojo (los colores heráldicos malatestianos) como documentan los escritores de la época; y también la tortuosidad de los corredores internos, la irracionalidad con que estaban dispuestos algunos vanos y, quizá, la escasez de grandes salas de recepción. Actualmente, para tener una idea de la forma original del castillo hay que acudir a las medallas fundidas por Matteo de’ Pasti para celebrar su construcción y a un detalle del fresco pintado por Piero della Francesca en el Templo Malatestiano, que reproducen exactamente dicho proyecto; y además, a una página de De Re Militari de Roberto Valturio dedicada a la descripción y exaltación de dicha ópera y de Segismundo. Su núcleo interior se caracteriza por cinco torres que circundaban una elevada residencia (el palatium); el amplio foso que delimitaba su circuito exterior se extendía por la actual plaza Malatesta hasta la parte posterior del teatro del XIX. Todavía impresionan fuertemente la gran mole, el aspecto poderoso y la estructura irregular del edificio concebido como una serie de recintos fortificados alrededor de un núcleo residencial. Algunas de las irregularidades se pueden explicar por la necesidad o la conveniencia de aprovechar estructuras existentes anteriormente, pero no todas: por ejemplo, la disposición de las torres depende solamente en parte de ello y se interpreta más bien como un intento precoz, y por ello un tanto incierto, de crear un sistema defensivo con puntos de tiro y de observación que se tenían que flanquear y sostener recíprocamente: una necesidad fundamental desde que la artillería había




Arriba, arcón malatestiano (hacia 1450) procedente de Montegridolfo, expuesto en el Museo della Città de Rímini. Abajo, Rímini, interior de Castel Sismondo durante una exposición malatestiana. 15

entrado en uso. Un inventario redactado inmediatamente después de la muerte de Segismundo nos da una idea de la decoración y el mobiliario de la parte residencial del gran edificio: mesas, bancos, arcas, lechos y armarios, tapices y colgaduras fueron anotados y enumerados por el notario que el 13 de octubre de 1468 recorrió e inventarió diligentemente las grandes y pequeñas salas de nombres pintorescos en parte debidos a las decoraciones específicas de las paredes (sala de las guirnaldas, sala del enebro, de la muerte, del crucifijo). En arcas y armarios se guardaban libros y escritos, joyas y vestuario de extrañas formas y a veces de tejidos suntuosos, mantas y lencería. En los almacenes se conservaban armas, banderas, tiendas de campaña y estandartes, arreos para caballos y collares para perros, instrumentos para la caza tradicional (arcos y flechas) y para la guerra moderna (espingardas y bombardas). Todo ello se perdió. El único mueble auténticamente malatestiano superviviente es un arca pequeña de madera de ciprés fechada en torno a la mitad de dicho siglo, ricamente cincelada con el blasón de Segismundo entre otros motivos decorativos; se conserva en el Museo de la Ciudad y procede del castillo de Montegridolfo. Con la caída de los Malatesta a finales del siglo XV, Castel Sismondo perdió su carácter de residencia principesca y fue destinado únicamente a edificio militar; con el tiempo, naturalmente, sus estructuras debieron adecuarse a las necesidades defensivas, sobre todo contra las armas de fuego que en pocos decenios habían realizado enormes progresos. En el siglo XVII, tras una restauración radical y el añadido de más cañoneras, tomó el nombre de Castel Urbano en honor del Papa reinante Urbano VIII. A continuación se destinó a cuartel y a almacén, y finalmente a prisión. Actualmente es un centro cultural y desde hace años alberga un taller de restauración que ha permitido localizar diversos hallazgos; de especial importancia es el descubrimiento de restos de las murallas ciudadanas romanas con una puerta, englobada justamente en los cimientos del castillo: se trata probablemente de una puerta “montanara” (dirigida hacia la sierra) de época romana tardía que en el Medievo fue sustituida en ese mismo punto, pero a un nivel superior, por la puerta denominada “del gattolo”, perteneciente al Obispado durante todo el siglo XIII, esto es, hasta cuando cayó en manos de los Malatesta que moraban allí cerca.


Itinerario 2 > La cuna de los Malatesta: Pennabilli y Verucchio

Verucchio Fortaleza malatestiana via Rocca, 42 tel. 0541 670222 fax 0541 673266 www.prolocoverucchio.it iat.verucchio@iper.net • apertura: todo el año

En la página de al lado, Verucchio, la fortaleza malatestiana del Sasso. 16

Está documentado que los Malatesta eran propietarios de terrenos agrícolas desde el siglo XII en el territorio riminés y especialmente en los valles del Marecchia y del Conca, desde las colinas de Rímini al promontorio de Gabicce. Sin embargo su historia permanece incierta hasta cuando no se convirtieron en ciudadanos de Rímini un siglo después. En Rímini, ya hacia 1220, aparece Malatesta dalla Penna como el cabeza de familia y, a su muerte hacia el año 1247, su hijo Malatesta da Verucchio. Penna (Pennabilli) y Verucchio se disputan el honor de haber sido la cuna de los Malatesta. Durante los siglos pasados los eruditos locales, basándose también en diplomas falsos, hicieron correr ríos de tinta para redimir dicha cuestión, que indudablemente no es de fundamental importancia. Probablemente Verucchio representa sólo una etapa de acercamiento a la ciudad para dicha familia cada vez más rica y potente. Sea lo que fuere, es en la zona central del valle del Marecchia en donde se sitúa su “cuna”, a menos que no se deba remontar el valle hasta tierra toscana (donde parece que existen trazas más antiguas, pero todavía muy inciertas, como nos ha sugerido recientemente Currado Curradi). Pennabilli y Verucchio tienen una conformación similar: se extienden sobre horcajos atravesados por una carretera y dominan el Marecchia con dos fortalezas cada uno. De las fortalezas de Pennabilli quedan ruinas casi informes, con vestigios de cisternas, coronando el Roccione y la Rupe (así se denominaban ambas cimas a las que pertenecían los dos distintos poblados Penna y Billi, unificados en el siglo XIV). Sobre el Roccione los restos de un bastión poligonal inducen a pensar en una construcción malatestiana del siglo XV; sobre los restos de la fortificación de la Rupe se asienta parcialmente el monasterio de las monjas de San Agustín, construido a principios del siglo XVI con piedras de la fortaleza destruida. En la población perviven todavía restos de las murallas y dos puertas reconstruidas, con los blasones malatestianos y de los Montefeltro: testigos del paso de dicho lugar de los Malatesta a los Montefeltro realizado definitivamente en 1462, año anterior a la derrota de Segismundo Malatesta por parte de las milicias papales comandadas por Federico de Montefeltro. Más afortunada, en cierto sentido, ha sido la población de Verucchio; también aquí, en una de sus fortalezas (denominada “del Passerello”) casi derruida, se levanta un convento de monjas; sin embargo la otra, denominada “del Sasso”, domina todavía, bien firme y visible, el pueblo y el territorio; a pesar de su reestructuración y los cambios para adaptarla y restaurarla es, junto con las de Montebello, San Leo y Santarcangelo, una de las más interesantes de todo el



valle. Segismundo la fortificó en 1449, como declaran dos bellas inscripciones, añadiéndole una gran escarpa y reorganizando las construcciones alrededor de la maciza morada central. Algunas excavaciones han sacado a la luz amplios subterráneos y estructuras imponentes quizá del siglo XII, de todos modos muy anteriores a las intervenciones realizadas por Segismundo. Más antigua es aun la hermosa torre cuadrada de piedra en parte rellena con el paramento extraordinariamente cuidado. Recientemente (1975) se reconstruyó inopinadamente un antiguo sendero que protegido por la torre del homenaje desciende abruptamente por las laderas del cerro: era un enlace de emergencia con el territorio. Las salas de esta fortaleza han sufrido muchos cambios y transformaciones para adecuarlas a las exigencias de la pequeña corte de Zenobio de Medici, de Ippolita Comnena, de Leonello y de Alberto Pio da Carpi, que tuvieron en feudo Verucchio desde 1518 hasta 1580, y a las necesidades de un diminuto teatro construido en su interior en el siglo XVIII. Al igual que Pennabilli, Segismundo perdió Verucchio en 1462 tras un extenuante asedio. La “fortaleza del Sasso”, bien provista y defendida por tropas fieles y afeccionadas a sus señores, no quería rendirse a Federico de Montefeltro, el cual se vio obligado a recurrir a una de las estratagemas en las que era maestro: una carta con la firma falsificada de Malatesta Novello anunciaba la llegada de refuerzos; efectivamente, los refuerzos llegaron, pero el castellano se dio cuenta demasiado tarde de que estos eran soldados de Montefeltro camuflados oportunamente. Desde Verucchio se divisa perfectamente el río y toda la llanura hasta Rímini, se vigila una buena parte del territorio de San Marino, se comunica directamente con la fortaleza de Scorticata (la actual Torriana) que está enfrente, y con las de la llanura riminesa: esta posición sumamente estratégica para el control del territorio explica el cuidado con que Segismundo reformó y potenció sus defensas, las cuales constituyen actualmente balcones pacíficos verdaderamente extraordinarios sobre uno de los paisajes más pintorescos y encantadores del mundo: “mezcla de valles, montes, tierras, poblaciones y mar”, como escribió en 1705 el médico de la corte de Clemente XI, Mons. Gian Maria Lancisi.

18


Itinerario 3 > El valle del Marecchia

San Leo Fortaleza renacentista via Btg. Cacciatori tel. 0541 926967-916306 musei.san-leo@provincia.ps.it • apertura: todo el año

19

El territorio entre Pennabilli y Verucchio es muy interesante por los testimonios históricos y artísticos que todavía conserva. Justamente a los pies de Pennabilli, entre la moderna carretera y el río Marecchia, se encuentra la parroquia rural de San Pietro in Messa, románica (siglo XII), toda ella de piedra con un interior de tres naves y una hermosa fachada. En 1200 Giovanni Malatesta donó algunos terrenos a esta parroquia. En la otra ribera del río se podrá visitar el fascinante pueblo de Petrella Guidi, actualmente casi deshabitado pero con su estructura medieval casi intacta, dominado por una fortaleza en ruinas con una gran torre construida por los Tiberti entre los siglos XII y XIII. Sobre los muros de esta torre resiste todavía en muchos puntos el enlucido original blanco que atestigua que las antiguas fortalezas estaban revocadas y pintadas y que sobresalían visibles en el paisaje también por sus colores - generalmente mostraban los colores heráldicos de la familia poseedora. Sobre la puerta de la muralla se conserva un blasón malatestiano (de Galeotto) flanqueado por un blasón de los Oliva, los cuales la poseyeron bajo la protección de los Malatesta hasta el principio de siglo XV, y también un blasón del Papado (las llaves cruzadas). Pasando Petrella, por una estrecha carretera que supera la cumbre se llega a Sant’Agata Feltria, situada en el valle del Savio, la cual posee una hermosa fortaleza malatestiana construida sobre un cerro (el “Sasso del lupo”), que fue modificada por Federico de Montefeltro a quien se debe el añadido de un bastión proyectado por Francesco di Giorgio Martini; su altura fue elevada posteriormente por los Fregoso, sus últimos feudatarios. Quien desde Pennabilli descienda por el valle del Marecchia, tras pasar Novafeltria verá a la derecha el monte Maioletto coronado por los restos de una fortaleza malatestiana de la que quedan solamente una cortina y dos bastiones poligonales con escarpa; fue destruida en 1639 por un rayo que cayó en el almacén del polvorín. Maiolo, el burgo fortificado que surgía a su sombra en la ladera del monte y disputado sistemáticamente por los Faggiolani, el Obispo de Montefeltro, el Papado, los Malatesta y los Montefeltro, fue completamente destruido por un desprendimiento el 29 de mayo de 1700: la herida provocada por el desprendimiento todavía es bien visible en la ladera del monte. Un poco más adelante, desde la carretera ya en plena llanura que sigue el ancho cauce del río, se goza de una esplendida vista de la villa de San Leo, construida sobre un monte calcáreo de laderas escarpadas, dominado por una fortaleza casi inexpugnable reformada



Torriana Fortaleza malatestiana via Castello, 15 tel. 0541 675232 fax 0541 639905 ristoranteduetorri@libero.it • apertura: posibilidad de visitar la estructura y la zona panorámica circunstante Montebello Fortaleza de los Guidi di Bagno Castello di Montebello tel/fax 0541 675180 • apertura: todo el año

Arriba, fortaleza de San Leo. Abajo, la torre cilíndrica y la capilla de la Madonna de Saiano. 21

por Francesco di Giorgio Martini para Federico de Montefeltro. San Leo, el antiguo Mons Feretri, es en cierto modo la capital “histórica” de la región de Montefeltro a la cual dio su nombre, y quizá también el lugar de origen de la estirpe de los Montefeltro que se la disputaron a los Malatesta durante todo el siglo XIV y XV. Sin duda se trata de un lugar de enorme importancia estratégica para el dominio del territorio interior y por ello fue el núcleo de las luchas entre lombardos y bizantinos. Recordemos que concretamente en San Leo se concluyó la lucha de Berengario II contra el emperador Otón I que el 26 de diciembre de 963, tras un larguísimo asedio, consiguió conquistar la ciudad y capturarlo. En San Leo, más que en la fortaleza, se deben buscar en el pueblo los restos de una época medieval más genuina: en la iglesia parroquial y en la catedral, que constituyen espléndidos ejemplos de arquitectura románica. Por la carretera que flanquea el río Marecchia (la carretera Marecchiese) vigilan la zona riminesa y romañola del valle dos peñones pintorescos: el de Pietracuta y el de Saiano. Éste último se presenta como un escollo alto sobresaliendo del guijarral del río; sobre él se yergue una antigua iglesia dedicada a la Virgen con un presbiterio trebolado (en donde se hallan frescos renacentistas, por desgracia incompletos) que recuerda los nichos bizantinos de tres arcadas, y una gran torre con un hermoso paramento de piedras arenáceas labradas, cilíndrica como los campanarios de Ravena. Las torres cilíndricas no son raras en Montefeltro, pero a pesar de imitar el estilo romano y bizantino, su antigüedad no parece superar el siglo XIII. Existen en los municipios de Pennabilli (Maciano), Casteldelci (Torre di Monte), Badia Tedalda (Cicognaia), Montegrimano (Ca’ Manente), Sestino (Monte Romano) y Borgopace (Torre di San Martino). Pero casi marcando con un auténtico “límite” el confín entre Montefeltro y Romaña, un poco más adelante se encuentra otra barrera fortificada: son las colinas de Verucchio y de Scorticata (la actual Torriana) en la orilla opuesta del valle, equipadas claramente para hacer infranqueable el paso y para enviar a Rímini información (con fuego y humo) sobre el vastísimo territorio que logran vigilar, tanto hacia el mar como hacia las colinas de Romaña, de Las Marcas y San Marino. La torre de Scorticata, que dependía de la fortaleza inferior, conseguía comunicarse por medio de la cercana fortaleza de Montebello hasta San Giovanni in Galilea, poniendo en funcionamiento toda una cadena de fortalezas y castillos entre los valles de los ríos Uso y Rubicón y la ciudad de Rímini. Atravesaremos el Marecchia en Ponte Verucchio para subir hasta Torriana y Montebello, éste último un gracioso burgo con una


Arriba, entrada al castillo de Torriana. Abajo, camino de ronda del castillo de Montebello. 22

interesante fortaleza varias veces reestructurada (perteneciente hoy día a los marqueses de Bagno) que vale la pena visitar por su fisonomía y por el magnífico panorama que ofrece desde sus explanadas de los valles del Marecchia y del Uso. Después se podrá descender el valle, permaneciendo en la orilla izquierda del río, por un paisaje que se suaviza rápidamente. Se encontrará a la izquierda Poggio Berni con el palacio Marcosanti dominando la carretera desde una breve altura: originalmente era una granja fortificada de los Malatesta, y todavía conserva una parte de la estructura del siglo XIV. Véase la bella escarpa, los portales ojivales de piedra y de barro cocido en el centro del cuerpo principal reformado en el siglo XVII y su gran patio. Valle abajo, ya en plena llanura, se divisa la bellísima torre del siglo XII de los Battagli (una de las familias más importantes del Medievo riminés), coronada por almenas de dos puntas. La torre defendía una granja fortificada (denominada “tomba”), esto es, un recinto amurallado con las viviendas de los campesinos, los establos y sobre todo los silos para guardar las cosechas y los aperos de labranza. Naturalmente, surgía en el centro de vastas posesiones agrarias. A pocos kilómetros de allí se encuentra Santarcangelo, construida sobre una colina entre el Marecchia y el Uso; con sus modestos edificios, las callejuelas pintorescas que trepan por la colina y se abren a silenciosas plazuelas, es una de las poblaciones mejor conservada y más agradables de la zona. El casco antiguo todavía se encuentra rodeado en gran parte por una muralla del siglo XV, restaurada y parcialmente reconstruida en 1447 por Segismundo, que hizo colocar epígrafes de mármol; también a él se debe la construcción de la fortaleza que surge en un extremo de la colina aneja a una gran torre ordenada por Carlo Malatesta en 1386. Esa torre era altísima, es más, era una de las maravillas de Italia por su altura, según los escritores de su tiempo. Maravillaba aún medio siglo después por su grandiosidad y belleza, pero para entonces los asedios se realizaban más con las bombardas de bronce que con las catapultas de madera y Segismundo no dudó en rebajar su altura: utilizó su parte inferior como torre del homenaje angular para una nueva fortaleza de forma cuadrada (construida en parte con material procedente de dicha demolición), con torreones poligonales, capaz de alojar una buena guarnición, como obligaba la impaciencia e intolerancia de los habitantes de Santarcangelo para con la señoría Malatestiana y la necesidad de vigilar constantemente el curso inferior de los ríos Marecchia y Uso y la vía Emilia en las cercanías de Rímini. También esta fortaleza, que desafortunadamente ha perdido por



Santarcangelo di Romagna Fortaleza malatestiana via Rocca Malatestiana, 4 tel/fax 0541 620832 tel. 081 5751828 www.sigismondomalatesta.it sig.ma@flashnet.it • apertura: en verano con reserva

En la página de la lado, la fortaleza malatestiana de Santarcangelo. 24

completo su corona de matacanes y almenas, está ornada con inscripciones de bellos caracteres epigráficos antiguos y en latín, siguiendo la moda humanística que justo en aquel momento comenzaba a afirmarse. Desde el patio, con un pintoresco empedrado debajo del cual existe una cisterna medieval todavía en funcionamiento, se puede acceder a la torre del homenaje que es la base de la gran torre trecentista de Carlo Malatesta, con una parte de las antiguas escaleras de caracol escondidas en los enormes muros que permitían la comunicación independiente de las diversas plantas (han sobrevivido cuatro). En una sala de esta torre, al alba del 10 de octubre de 1413 murió con apenas 21 años Galeotto Roberto Malatesta, apodado el beato, sobrino y sucesor de Carlo y hermano de Segismundo y Malatesta Novello. Algunos escritores famosos del XIX ambientaron aquí los sucesos del “delito de honor” de Gianciotto, esto es, el asesinato de Paolo el Hermoso y de Francesca de Rímini. El paisaje que se goza desde la terraza de la torre del homenaje, en donde hasta hace poco existía un pequeño cipresal muy pintoresco, pero muy dañino para la cohesión de los muros, es magnífico: el valle del Marecchia se abre extendiéndose hacia las colinas y hasta San Marino por una parte, hasta Cesena y el mar por la otra. Cerca del río el agudo observador podrá descubrir la Pieve, una basílica bizantina con una única nave levantada en el siglo VI junto al poblado romano: es la parroquia más antigua y mejor conservada de toda Romaña.



Itinerario 4 > El valle del Conca

Coriano Antiquarium del Castillo tel. 0541 657113-659811 fax 0541 657469 biblioteca@comune.coriano.it • apertura: todo el año

Arriba, dos panoramas del castillo de Coriano. Abajo, a la izquierda, la torre municipal de Montecolombo; a la derecha, la iglesia de la Paz de Trarivi. 26

Desde Rímini, conviene llegar hasta el valle del Conca directamente al inicio de su zona de colinas, atravesando sesgadamente el territorio riminés hasta Morciano di Romagna. Basta tomar la carretera de Coriano, que se desliza suavemente entre colinas cultivadas con un esmero extraordinario, como si fueran jardines: campos, viñas y olivares se alternan por los suaves declives, amenizados con viviendas campesinas desperdigadas, ermitas, sauces y chopos plantados en las riberas de torrentes que cortan profundamente el terreno. En Coriano se encontrarán los restos de un castillo con muros de escarpa y cortinas con matacanes y una puerta con trazas bien visibles del antiguo puente levadizo, coronada con el blasón de piedra de los Sassatelli de Imola (que tuvieron el feudo de Coriano desde 1528 hasta 1580). El acceso interno al recinto fortificado de forma poligonal es más antiguo y está formado por una antigua barbacana alta y recta que conserva todavía algunas almenas. El castillo ha sido restaurado en buena parte recientemente; en su interior se está realizando un Antiquarium que recoge hallazgos, objetos y fragmentos de cerámica encontrados durante la restauración. Apenas pasado Coriano, una carretera secundaria se interna hacia la izquierda en el vallecito del río Mordano hasta el puente Scaricalasino y emerge de nuevo subiendo muy pendiente hasta la aldea de Castelleale: se trataba ésta de la granja fortificada del Obispo Leale Malatesta que murió allí en 1400. Observando bien los muros externos de este caserío se descubrirán muros y arcos del siglo XIV, antiguas ventanas con jambas de piedra, restos de una muralla y de una torre con la puerta apuntada; hacia el lado del monte existen todavía los restos consistentes de una puerta para carros flanqueada por otra más pequeña peatonal, ambas de elegantes formas ojivales. El Obispo Leale donó a la catedral de Rímini una hermosa custodia, transformada más tarde en reliquiario (“de la sagrada Espina”), en cuyo pie está representado él en actitud devota delante de San Jorge, patrón de la caballería. En la colina opuesta existe un asentamiento similar al de Castelleale, y quizás más antiguo, circundado de murallas derruidas escondidas por la vegetación y con una única entrada dominada por una alta torre que se desmoronó en años recientes: es Agello. Pasado Castelleale se llega a San Clemente, también allí con restos de fortificaciones, y después se comienza a descender hacia el valle del Conca que se alcanza a la altura de Morciano; bajando por el tortuoso camino se observan en la otra vertiente del valle las poblaciones de Saludecio, Montefiore y Gemmano, pueblos fortificados que coronan alturas ricas de vegetación. Desde Morciano es oportuno




Arriba, panorama de Gemmano y, abajo, de Morciano. 29

subir por el valle al menos para alcanzar Montescudo y Montecolombo, dos pueblos bien dotados a la izquierda del río, que junto con Gemmano, fueron casi destruidos durante la última guerra. En Montescudo son dignos de atención los enormes muros de la fortaleza, con escarpas muy grandes y muy inclinadas que hacían prácticamente imposible los asaltos. Sobre el bastión meridional se ve todavía una placa de mármol con una inscripción solemne en latín, esculpida con el típico esmero formal en la disposición y el carácter de las letras. En ella Segismundo declara haber construido la gran fortaleza en 1460 desde sus cimientos para que hiciera las veces de “escudo” a la ciudad de Rímini. Montescudo, dominando todo el centro del valle del Conca y el del torrente Marano, y teniendo enfrente directamente las fortificaciones de San Marino, constituía verdaderamente el elemento clave de todo el sistema defensivo malatestiano y un verdadero escudo para defender la propia ciudad de Rímini a la que se llega por una cómoda carretera que recorre la cumbre de apenas 20 km (en la que no existen obras defensivas especiales). El 31 de marzo de 1954, durante la restauración de las murallas orientales de Montescudo, se encontraron veintidós medallas con la efigie de Segismundo. Se trata de algunas de las más célebres y verdaderamente extraordinarias fundidas en bronce por Matteo de’ Pasti en la mitad del siglo XV. Se han hallado varios ejemplares también en otros lugares, siempre en los muros y en las construcciones malatestianas; sabemos que el señor de Rímini las hacía esconder en las paredes con el fin de que la memoria de su nombre y su rostro sobrevivieran también a la destrucción de sus obras arquitectónicas, al igual que la memoria y la efigie de los emperadores romanos habían sobrevivido, gracias a sus monedas, a la destrucción de sus grandiosos edificios. Obviamente tal “preocupación” no podía ser comprendida por la gente común, la cual fantaseaba sobre tales depósitos y los interpretaba como tesoros: varias leyendas de tesoros escondidos en las murallas de las fortalezas malatestianas florecieron en vida de Segismundo; en Montefiore todavía se fantasea sobre ello. La vertiente opuesta del valle está dominada principalmente por Gemmano, cuyas fortificaciones fueron destruidas, y por Montefiore (de la que se hablará más adelante) a la que se llega fácilmente desde Morciano. Desde Morciano sale también la carretera que conduce a Saludecio, la cual, superando la cumbre con Mondaino y Montegridolfo, desciende hacia el valle del Foglia perteneciente casi en su totalidad a Las Marcas. Una vez más nos encontramos en una localidad de confín de gran valor estratégico, por tanto fortificada con esmero. En Saludecio,


Mondaino Fortaleza malatestiana piazza Maggiore, 1 tel. 0541 981674 fax 0541 982060 www.mondaino.com cedmondaino@mondaino.com • apertura: todo el año

Arriba, la plaza ochocentista de Mondaino frente a la fortaleza malatestiana. Abajo, un fresco del s. XV en San Rocco di Montegridolfo. 30

que gravitó siempre en la órbita de Rímini y de los Malatesta, pero que tuvo sus propios domicelli o señores locales (los Ondidei, asesinados por una familia rival en 1344, quizá instigados por los mismos Malatesta), perviven pocos restos de la antigua fortaleza incorporados al Palacio municipal del XVIII cuya ala externa está decorada con un blasón malatestiano del siglo XIV. En Mondaino, que tras la derrota malatestiana gravitó mucho tiempo en la órbita de Fano, tanto las murallas como la puerta septentrional y la fortaleza (el actual Palacio Municipal) alzada sobre un gran basamento de escarpa forman un núcleo muy pintoresco; también por la inclusión entre ellos de una gran plaza escenográfica del XIX, semicircular y porticada. Recientemente se ha descubierto y excavado en parte una larga y escarpada galería subterránea que desde la fortaleza conducía al río: quizás era una vía de fuga o un pasaje secreto para enviar mensajeros. En la literatura que trata de la fortificación se habla a menudo de pasajes secretos, pero éste es el único que hasta ahora está documentado. Saludecio y Mondaino, como las demás poblaciones de la zona, en la primera parte del siglo XIV fueron escenario de las luchas internas de la familia Malatesta, entre los primos Ferrantino Novello, Galeotto y Malatesta Guastafamiglia; el primero era hijo de Ferrantino y sobrino de Malatestino dall’occhio, los segundos hijos de Pandolfo I (que era hermano de Malatestino). Dichas luchas se resolvieron con la derrota de Ferrantino, aliado de los Montefeltro, los cuales habían creado una especie de señoría privada en las colinas romañolas hacia Urbino. Un pueblo entero fue víctima de esas luchas: Montegridolfo, destruido en 1337 por Ferrantino y reconstruido cinco años después por Galeotto Malatesta según un plan urbanístico preciso que todavía está substancialmente intacto; sobre el relieve de terraplenes y reguladas por altos muros de escarpa, las modestas construcciones surgen alineadas cuidadosamente entre tres calles paralelas; el acceso al pueblo se realiza a través de una única barbacana con puente levadizo, actualmente remozada. En la parte opuesta del pueblo surgía una pequeña fortaleza de la que quedan restos parcialmente englobados en un palacio actualmente convertido en hotel: quizá se tratara de la que había sido donada generosamente en 1503 por Cesar Borgia, denominado Il Valentino, a su amadísimo “verdugo” don Micheletto. Todo el pueblo ha sido restaurado recientemente con gran esmero. Apenas fuera del antiguo burgo surge la ermita de San Rocco, con frescos de los siglos XV y XVI que representan la Virgen con el Niño y los Santos Sebastiano y Rocco, y un retablo del siglo XVII que




repite el mismo tema (de Guido Cagnacci). En el valle del Conca se encuentran otros frescos muy valiosos del último cuarto del siglo XV: una Virgen con el niño en el trono entre ángeles músicos se encuentra en Mondaino (ahora en el Ayuntamiento, proveniente del convento de las Clarisas); y una decoración fragmentaria con la representación del Juicio Universal y del Paraíso se encuentra en la capilla del Hospital de Santa Maria della Misericordia de Montefiore. Bajando de las colinas hacia Morciano, se puede proseguir hacia el mar por la carretera que costea el álveo del Conca. Pronto se encontrará otra de las importantes tierras de los Malatesta: San Giovanni in Marignano, fundada por los Benedictinos, con muros y torres de acceso del siglo XIV al XV. Toda la zona llana ubicada entre los ríos Conca, Ventena y Tavollo, desde Morciano hasta el mar era durante la alta Edad Media zona pantanosa que fue saneada por los Benedictinos, los cuales se habían asentado con numerosas abadías y con grandes posesiones pertenecientes ya entonces en parte a la iglesia de Ravena. La carretera termina en Cattolica (cuya antigua iglesia de San Apolinar pertenecía a los Benedictinos de Classe) a la que pocos kilómetros separan del enorme castillo de Gradara, ya en territorio pesarés.

Arriba, a la izquierda, Porta Marina y campanario de Saludecio; a la derecha, detalle de un fresco del s. XV de la iglesia del Ospedale, Montefiore. Abajo, a la izquierda, panorama desde el aire de Montegridolfo; a la derecha la iglesia de la Scuola de San Giovanni in Marignano. 33


Itinerario 5 > Residencias para las vacaciones: Montefiore y Gradara

Montefiore Conca Fortaleza malatestiana via Roma, 2 tel. 0541 980035 fax 0541 980206 www.comune.montefioreconca.rn.it utribmontefiore@email.it • apertura: Pascua - octubre

Arriba, borde del pozo del s. XIV en el patio de la fortaleza de Montefiore: Abajo, Battaglia di cavalieri, fresco di Jacopo Avanzi (hacia 1379) de la fortaleza de Montefiore. 34

En la segunda mitad del siglo XIV, consolidada su señoría y obtenida la carga oficial de “Vicarios”, los Malatesta modificaron algunas fortalezas para adecuarlas al alojamiento de su corte, la cual, por sus riquezas y refinamiento, competía ya entonces con las grandes cortes de Italia central. Gradara sobre todo y Montefiore fueron, además de fortalezas casi inexpugnables, suntuosas residencias temporales, para las vacaciones diríamos hoy día, especialmente en los periodos favorables para la caza. Se da también el caso de edificios construidos como “delicias” que se transformaron después en fortaleza: por ejemplo, la Villa delle Caminate a tres millas de Fano, mandada edificar por Galeotto en 1365 y decorada por Pace da Faenza, que por desgracia fue totalmente destruida. Montefiore es perfectamente visible tanto desde Rímini como desde toda la llanura riminesa. Domina la parte central del valle del Conca y la del Ventena y forma parte de la cadena más firme y coherente de todo sistema defensivo Malatestiano; para comprender su importancia estratégica basta considerarla en relación a las fortalezas de Tavoleto y de Sassofeltrio en el Montefeltro. Quizá sea el castillo malatestiano más singular por su forma prismática y por el realce que tiene la fortaleza, de aspecto anómalo, casi surrealista, por ser lisa y labrada, compacta y cristalina; no nos extraña que permaneciera en los ojos, y quizá en los diarios de viaje, de Giovanni Bellini, que la reprodujo en el fondo de al menos dos de sus pinturas. Por desgracia la visión desde cerca desilusiona debido a las muchas reestructuraciones que acusa el edificio y que fueron conducidas después de la Segunda Guerra mundial con una insensibilidad total que alteró y canceló muchos elementos originales capaces de proporcionar información útil para su comprensión y para una reconstrucción más fiel (ideal, se entiende). Ya en el siglo XIII el edificio debía presentar dimensiones notables y una buena organización funcional, con una torre flanqueada por un palacio residencial casi anexo; ambos estaban protegidos por un recinto amurallado que encerraba en el centro un patio con cisterna y modelaba la cúspide de la colina. Al siglo siguiente se remontan las ampliaciones consistentes y las murallas que circundan todo el pueblo y forman un gran recinto defensivo que incluye también la fortaleza. Sabemos de varias restauraciones y cambios ordenados por Segismundo, pero antes se realizaron los ordenados por Malatesta Ungaro que sentía predilección por este edificio y lo hizo decorar con un bellísimo blasón de piedra con la cimera, todavía existente, y con pinturas, que en parte sobrevivieron milagrosamente. En el amplio “aposento del Emperador” (flanqueado por una “sala del trono” y una



Gradara Fortaleza piazza Alberta Porta Natale tel. 0541 964181-964115 fax 0541 823035 www.gradara.org info@gradara.org • apertura: todo el año

Arriba, desde la fortaleza de Montefiore, panorama del burgo con la iglesia parroquial. Abajo, el castillo de Gradara. 36

“sala del Papa”) hay algunos “retratos” de antiguos héroes y dos escenas fragmentarias de batalla, frescos de Jacopo Avanzi de 1370 aproximadamente. Se trata de los únicos restos decorativos pictóricos pertenecientes a edificios privados malatestianos. Frescos y pinturas están documentados en muchas otras residencias y castillos malatestianos: en Pésaro, en Montelevecchie, en San Costanzo de Fano, en Brescia, en Rímini, en Gradara, pero de los mismos no quedan trazas. Antes de salir de Montefiore, se notarán las construcciones que formaban un semicírculo a los pies de la fortaleza y la iglesia parroquial con un hermoso portal gótico y un Crucifijo riminés del siglo XIV. Sobre la puerta del pueblo, que en el Medievo tenía un puente levadizo, hay incrustada una placa lapídea con los blasones del Pontífice Pio II Piccolomini y del cardenal legado Niccolò Forteguerri: es obra de un tal Giacomo, cantero ferrarés, que en 1464 (tras la derrota de Segismundo Malatesta) fue a substituir un blasón malatestiano. Gradara es otro gran castillo que unía su función defensiva a la de residencia suntuosa. Se trataba - al igual que el de Montefiore - de un bien alodial, esto es, de una verdadera propiedad derivada de una adquisición, no de una concesión pontificia. En cuanto a estructura defensiva, se la considera en relación directa con Rímini y con el sistema de fortalezas de Gabicce, Casteldimezzo y Fiorenzuola sobre las colinas del litoral, y la de Tavullia en el interior. Malatesta Guastafamiglia en 1364 asignó en testamento Montefiore y Gradara respectivamente a Malatesta Ungaro y a Pandolfo, sus hijos. Pandolfo era amigo de Petrarca y el padre de aquel Malatesta de los sonetos que en 1429 murió en la misma fortaleza de Gradara. De él se conoce su interés por la pintura, además de por la poesía (envió un pintor a casa de Petrarca para que lo retratase en secreto); de Malatesta se sabe que reclutó artistas en Florencia (entré ellos al joven Lorenzo Ghiberti) para decorar su residencia de Pésaro. Probablemente las decoraciones de frescos con héroes de la antigüedad y batallas antiguas documentadas tanto en el castillo de Gradada como en el Palacio de Pésaro se debieron en gran parte a Pandolfo, y quizá no fueran muy diferentes de las que Ungaro mandó pintar en Montefiore. En la fortaleza de Gradara existen todavía frescos cuatrocentistas, con héroes y con batallas, pero fueron mandados pintar por los Sforza que poseyeron el castillo desde 1463. Ya en la entrada del pueblo se ven sobre la antigua puerta los emblemas de Alessandro Sforza (anexo al de Guidobaldo II Della Rovere y de Vittoria Farnese), mientras sobre la puerta de la verdadera fortaleza triunfa una hermosa inscripción de Giovanni Sforza que conmemora una



importante restauración de 1494. Seguramente el castillo lo necesitaba, aunque Segismundo Malatesta había ya restaurado los daños provocados por el duro asedio de Francesco Sforza, el cual en 1446 había tentado inútilmente de sustraérsela para dársela a su hermano Alessandro que acababa de convertirse en Señor de Pésaro (1445) con la connivencia, es más, con la complicidad de Federico de Montefeltro. En su conjunto, tanto el pueblo completamente circundado de murallas almenadas como la fortaleza están en buen estado de conservación y presentan muchas partes originales, a pesar de las numerosas restauraciones sufridas (importantes, aunque necesarias, fueron las del segundo decenio del siglo XX). A la fortaleza se accede por un puente levadizo tras haber superado una serie de protecciones consecutivas; el patio interior, cuadrangular, está adornado en tres lados con pórtico y galería (de principios del Trecento y de finales del Quattrocento), con emblemas de Pandolfo Malatesta y de Giovanni Sforza; en un ángulo se ubica la torre del homenaje, en un tiempo aislada, que resalta desnuda y poderosa y muestra que es la parte más antigua de todo el complejo. Hacia la mitad del siglo XVIII bajo su pavimento, allí donde hoy se aloja una pintoresca sala de tortura, se encontró el cuerpo de pie de un guerrero completamente armado: condenado quizá, 300 años antes, a morir sofocado bajo un cúmulo de tierra. La torre del homenaje fue seguramente utilizada como prisión y como juzgado: la inscripción en la parte externa de la ventanita de la sala baja la indica como “antídoto contra la deshonestidad”. Desde el patio de armas se accede directamente a la capilla, la cual contiene un hermoso retablo de mayólica blanca y celeste de Andrea della Robbia que representa a la Virgen con el Niño y cuatro Santos (en la tarima La Anunciación entre San Francisco que recibe los estigmas y Santa María Egipciaca que recibe la comunión de un ángel); y, por una escalera del siglo XVI, se sube al plano superior donde se pueden visitar salas con un ecléctico mobiliario antiguo y con decoraciones que imitan el estilo medieval completamente y que a menudo son fastidiosamente falsas, datando de los primeros decenios del siglo XX. También es completamente falso el denominado Aposento de Francesca, que en los años veinte fue provisto de todos los ingredientes (lecho y atril, cortinas y trampilla, pasaje secreto, balcón, etc..) para “ambientar” y hacer verosímil la tragedia de los dos cuñados, que si bien sucedió así, tuvo lugar en otra parte. Evidentemente estamos frente a la expresión de un gusto romántico tardío, decadente, más inclinado al folletín que al respeto por los testimonios históricos. Afortunadamente, la estructura de la fortaleza es 38


substancialmente auténtica, como auténticas y fascinantes son algunas de sus decoraciones renacentistas con frescos: las del camerino de Lucrecia Borgia (que fue durante algunos años la esposa de Giovanni Sforza), las de la sala dei Putti y las de la galería en donde se conserva también algún fragmento escultórico. De todas maneras, el auténtico encanto de esta construcción estriba en su complejidad, en la estratificación de sus partes, en la grandiosidad de su estructura, en la relación con el pueblo fortificado y con el paisaje circunstante. Gradara, “extendida sobre la cumbre de la colina con una especie de mansedumbre pertrechada y vigilante, como una fiera en reposo pero dispuesta a abalanzarse” (Luigi Michelini Tocci), dirige su mirada hacia oriente y el norte, hacia el mar y hacia Romaña; ésta última se abre a la llanura justo detrás del promontorio de Gabicce, con Cattolica fundada en 1273 entre los ríos Ventena y Tavollo, como queriendo reemplazar la antigua, la mítica “Conca, ciudad hundida” y para crear un límite visible al territorio riminés. Tierra malatestiana y de Las Marcas, Gradara respira el viento del mar y las últimas nieblas padanas en las que resuenan las voces y la música y se desvanecen los colores y buenos modales de las grandes cortes septentrionales de los Este, Gonzaga y Visconti. En ella circula aún, más que en todos los castillos malatestianos, aire de caballería cortés y cruel, mezclado al recuerdo de las últimas proezas del impetuoso y valeroso Segismundo, antes de su declive.

39


Bibliografía > Para saber más

Autori vari Sigismondo Pandolfo Malatesta e il suo tempo Mostra storica (Rimini), Neri Pozza editore, Vicenza 1970

Autori vari Maricla, otto lezioni per conoscere il fiume Marecchia e la sua valle Maggioli ed., Rimini 1989

Autori Vari Rocche e Castelli di Romagna, III, Alfa ed., Bologna 1972

Autori vari Storia illustrata di Rimini, I-III, Nuova Editoriale Aiep, Milano 1990

G. Franceschini I Malatesta Dall’Oglio, Milano 1973

Autori vari Rocche e bombarde fra Marche e Romagna nel XV secolo a c. di M. Mauro, Ravenna 1995

F.V. Lombardi Le torri del Montefeltro e della Massa Trabaria Bruno Ghigi ed., Rimini 1981 Autori vari Natura e cultura nella valle del Conca Biblioteca comunale di Cattolica e Cassa di Risparmio di Rimini, Rimini 1982 P. G. Pasini I Malatesti e l’arte Silvana ed., Milano 1983 A. Vasina Comuni e signorie in Emilia e in Romagna UTET, Torino 1986 Autori vari Rocche fortilizi castelli in Emilia Romagna Marche Silvana ed., Milano 1988 40

C. Curradi Alle origini dei Malatesti in “Romagna arte e storia”, 48, 1996 P. G. Pasini Arte in Valconca, I-II, Silvana ed., Milano 1996-1997 G. Rimondini, D. Palloni, Il castello e la rocca di Mondaino Rimini 1998 Medioevo romantico, paesi e castelli tra Romagna e Marche nei disegni di Romolo Liverani Rimini 1999 Volando sul Marecchia fotografie di L. Liuzzi e V. Raggi, Ramberti ed., Rimini 2000


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.