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Rutas arqueol贸gicas entre la tierra y el mar
R铆mini antigua
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Provincia di Rimini Assessorato alla Cultura Assessorato al Turismo
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edizione spagnola
Riviera di Rimini Travel Notes
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Provincia di Rimini Assessorato alla Cultura Assessorato al Turismo
Angela Fontemaggi Orietta Piolanti
R铆mini antigua Rutas arqueol贸gicas entre la tierra y el mar
Coordinación: Valerio Lessi, Sonia Vico, Marino Campana, Francesca Sancisi Proyecto gráfico: Relè/Tassinari Vetta Fotografías: archivo fotográfico, Consejería de Turismo de la Provincia de Rímini archivos fotográficos de los Museos presentes en la guía Fernando Casadei, Emilio Salvatori, Pierluigi Siena En la portada: Rímini, Arco de Augusto; Orfeo (detalle del mosaico de la domus del cirujano) Compaginación y montaje: Litoincisa87, Rímini Licia Romani Traducción: Xavier Pons, Link-up Rimini Impreso en 2009 Nuestro agradecimiento a la Superintendencia para los Bienes Arqueológicos de Emilia Romaña
Índice
Presentación Angela Fontemaggi, Orietta Piolanti
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Los signos de la historia Angela Fontemaggi
pág. 7
Tras las huellas del hombre primitivo Los príncipes etruscos del Valle del Marecchia Ariminum: la fundación Caput viarum El territorio La ciudad de Ariminum Las domus de Ariminum
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Los itinerarios Orietta Piolanti
pág. 22
1. Tras las huellas del hombre primitivo 2. Los signos del poder: los príncipes etruscos del Valle del Marecchia 3. Los signos del poder: condotieros y emperadores romanos en la historia de Ariminum 4. Caput viarum 5. El yacimiento arqueológico de Piazza Ferrari: una pequeña Pompeya en el corazón de Rímini 6. De domus en domus 7. Recursos de la naturaleza y trabajo del hombre: una economía entre tradición y actualidad
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El Festival del Mundo Antiguo
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Museos y yacimientos arqueológicos de la provincia de Rímini que se encuentran en los itinerarios
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Rímini antigua. Rutas arqueológicas entre la tierra y el mar. Presentación Angela Fontemaggi, Orietta Piolanti Los itinerarios atraviesan la historia y la geografía del territorio riminés rebasando a veces los confines de la provincia para abarcar un más amplio horizonte de contactos humanos y culturales. Las sendas de la arqueología se cruzan con recorridos naturalísticos y enogastronómicos, se encuentran con realidades económicas y productivas que hunden sus raíces en una tradición muy antigua, desvelando, paso a paso, la identidad de lugares famosos en el mundo entero por su industria turística. Siguiendo las trazas dejadas por el hombre en su largo camino desde la prehistoria hasta la edad tardoantigua, se puede penetrar el alma más auténtica de Rímini y su interior (la Ariminum romana), comprender sus rasgos fisonómicos, las vertientes de un carácter que siempre ha expresado vocación de hospitalidad presentándose ya como lugar de tránsito y encrucijada de culturas, ya como puerta abierta a la conquista del imperio y a la vitalidad del comercio, ya como nudo viario entre norte y sur, ¡conexión entre Roma y Europa! No sólo es posible hallar aún hoy estos “signos”: también resulta sorprendente admirar los monumentos ya entregados a los manuales de historia y de arquitectura, recorrer una vez más los senderos abiertos por gentes antiguas y equipados por voluntad de cónsules y emperadores, observar puentes erguidos con magníficas dotes de ingeniería, descubrir los pequeños y los grandes tesoros que convierten cada uno de los museos del territorio en protagonista de una página de nuestra andanza humana, ¡e incluso entrar en las domus para conocer secretos y curiosidades! Y, deteniéndose en una de las muchas cantinas, se podrá viajar con la mente a la densa red de mesones y paradas de postas característica de los centros urbanos y los recorridos viarios de la edad romana, saboreando el placer de la antigua hospitalidad y el gusto de la tradición. Desplegando la mirada de la tierra al mar, los itinerarios componen un mosaico de oportunidades que propician el encuentro con la cultura del territorio, realzan los recursos humanos y naturales, ponen énfasis en la actualidad de lo antiguo, ofrecen espacios de conocimiento y juego, de diversión y socialización en las diversas ocasiones de visita y de experiencias de taller organizadas por los museos. Oportunidades dirigidas ora a las familias, ora a los más pequeños, ya a un público adulto, ya a los aficionados al cicloturismo, pero que no se olvidan de involucrar, cuando es posible, a los invidentes y los hipovidentes. La propuesta no pretende tanto agotar las enormes posibilidades arqueológicas de la provincia (tampoco sería posible), como más bien colocar una “lupa” sobre realidades especialmente vitales y originales, sugerir senderos que explorar justo en el corazón de los orígenes y el espíritu más auténtico de esta porción de tierra de uno de los extremos de Romaña.
Arriba: marco del mosaico de Anubi (detalle). Abajo: mosaico con escenas
de procesión, Palazzo Gioia (detalle). Rímini, Museo de la Ciudad.
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Rímini antigua. Rutas arqueológicas entre la tierra y el mar. Los signos de la historia Angela Fontemaggi Tras las huellas del hombre primitivo ¡La historia de Rímini comienza ni más ni menos que en la playa! Entremos en el túnel del tiempo, cerremos un momento los ojos para volver a abrirlos… un millón de años atrás: nos encontraremos con un paisaje de marismas en un litoral arenoso y ondulado, una serie de dunas interrumpida por las desembocaduras pedregosas de ríos y torrentes. A nuestras espaldas oscuros perfiles boscosos, vegetación constituida por pinos y abetos y una densa capa herbosa, y también encinas, chopos, abedules y amplios claros a lo largo de la costa, indicadores de un clima templado y húmedo. Un hábitat en el que se mueven las sombras de grandes mamíferos (elefantes, rinocerontes, bisontes), seguidos por grupos de hombres “cazadores”. El viaje en busca de las raíces del asentamiento más antiguo nos proyecta hacia el interior, a las primeras estribaciones del Apenino romañés, en el actual collado de Covignano, donde, hace aproximadamente un millón de años, se extendía la costa bañada por el mar que invadía la llanura en la que había de crecer la ciudad de Rímini. Con su acción - entre avances y retrocesos - las aguas han dibujado la morfología y la geología del lugar, estratificada en sedimentos de arena y grava. En el fondo de este escenario seguimos las huellas del hombre que vivió en la más remota Edad de piedra, el Paleolítico inferior: así lo documentan los restos, las “pruebas”, procedentes de un importante yacimiento de lascas astilladas encontrado en 1968 por Stefano Sabattini, objeto de estudio por parte de insignes especialistas. Un hallazgo que presenta muchos aspectos coherentes con los conocimientos paleontológicos adquiridos gracias al estudio de otros yacimientos regionales, el primero de ellos, el de Monte Poggiolo, en las cercanías de Forlí. Las lascas astilladas en una o dos caras (choppers y chopper-tools) son el fruto de una verdadera “industria” creada por el homo erectus, hábil en la elaboración del sílex recogido en las desembocaduras o a lo largo de los lechos de ríos y torrentes que atravesaba en sus desplazamientos. Lo demuestran las numerosas astillas formadas por efecto de golpes violentos y decididos asestados por manos expertas en transformar simples piedras en eficaces herramientas de caza y en rudimentarios utensilios. Choppers y astillas desprendidas del núcleo se convierten en armas y enseres útiles para la supervivencia, en una época en la que el hombre era cazador y recolector de los frutos que la naturaleza le brindaba espontáneamente.
Lasca de sílex astillada. Riccione, Museo del Territorio.
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Existen signos de la estancia del hombre en el territorio riminés a lo largo de toda la Edad de piedra, un inmenso arco temporal marcado por cambios climáticos y medioambientales. Los restos de piedra astillada encontrados entre Riccione y el Valle del Conca, ubicables en una fase avanzada del Paleolítico inferior (de hace 200 mil a hace 150 mil años), testimonian técnicas de astillamiento más evolucionadas, para conseguir instrumentos diferenciados según las varias actividades cotidianas: desde la caza hasta la maceración de carnes, de la trituración de los huesos a la elaboración de las pieles, desde la recogida de frutos y raíces hasta la creación de los primeros cobijos… La nueva Edad de piedra (Neolítico) que, desde finales del VI milenio a.C. afecta el área romañesa ascendiendo por el litoral adriático, acompaña la revolución cultural causada por las maneras innovadoras de conseguir la comida, con nuevas técnicas de elaboración de la piedra, ya no sólo astillada sino también pulida y afilada, y con la introducción de la cerámica. La milenaria experiencia de cazador y depredador le ha enseñado al hombre, con las reglas y los tiempos de la naturaleza, la práctica del pastoreo y de las primitivas formas de agricultura. Alternando etapas de nomadismo con períodos cada vez más largos de estabilidad justamente en relación con los ritmos de la cría y de los cultivos, los individuos dan origen a minúsculas comunidades, simples aglomerados de cabañas equipadas también para el abrigo del ganado. En las pequeñas aldeas constituidas a lo largo de los cursos de agua se desarrolla la actividad quesera, la roturación de los campos, la industria de la piedra, gracias a la cual se consiguen aparejos cada vez más especializados, y la manufactura de la cerámica, que se ha convertido en indispensable para la conservación y el transporte de leche, quesos y simientes… Podemos reconstruir retales de vida de los grupos neolíticos gracias a testimonios fragmentarios pero significativos: cerámica “impresa” y decorada mediante grabado, arcilla elaborada (el revoque de las cabañas sostenidas por armazones de madera), utensilios de sílex (cuchillas, puntas, raspadores), valvas de conchas empleadas como elementos de collares y colgantes… Con la presencia del hombre a lo largo de la costa (sobre todo siguiendo la antigua línea del litoral, los denominados acantilados muertos), la documentación arqueológica referible al Neolítico confirma la condición del territorio situado al sur de Rímini de zona de contacto entre la tradición cultural padana y la peninsular, una realidad vital donde desde la prehistoria se encuen-
Copa de cerámica de la Edad de bronce. Riccione, Museo del Territorio.
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tran gentes portadoras de tradiciones distintas. Este carácter intercultural tiende a consolidarse en la Edad de bronce (III milenio - siglo IX a.C.), con la tecnología desarrollada con la introducción del metal y de una economía cada vez más dinámica que recibe el impulso tanto del comercio de cobre y estaño como de la agricultura y la cría de ganado. La población sigue asentándose en la franja costera —donde resulta más fácil cultivar los campos y se pueden aprovechar los recursos marinos— y en las colinas del interior, abundantes en pastos. A lo largo de las antiguas “pistas” se intensifican las relaciones con el área medio-adriática, y, en consecuencia, con las culturas apenínica y subapenínica. A menudo ligado a hallazgos de superficie, el conocimiento de este amplio horizonte cultural se debe a fragmentos de vajillas, objetos de piedra, hueso y metal, y a veces a los restos de los asentamientos - vestigios de cabañas, moradas de planta cuadrangular que se han podido identificar por el descubrimiento de los hoyos en los que se plantaban las estacas de sostén de la vivienda - como los que se han encontrado en Covignano, Misano y Riccione, en los márgenes de la vía Flaminia. La importancia y el nivel alcanzado por la metalurgia al final de la Edad de bronce resultan patentes al ver los trasteros de Camerano di Poggio Berni y de Casalecchio di Verucchio, dos depósitos de objetos de bronce ocultados ex profeso para ser fundidos. Dichos hallazgos sitúan la zona de colinas a las espaldas de Rímini ya en torno al siglo X a.C. dentro de rutas comerciales abiertas hacia el norte, la zona del Egeo y la vertiente tirrena. Los príncipes etruscos del Valle del Marecchia Precisamente de la experiencia etrusca fueron tomadas rápidamente las más avanzadas técnicas metalúrgicas, contacto que precede la formación de la civilización villanoviana de Verucchio. El peñasco, en relación con la posición dominante y estratégica a lo largo del itinerario que, a través del paso de Viamaggio, conecta Romaña con Etruria, se convierte, entre los siglos IX y VI a.C., en polo de la nueva cultura de la Edad de hierro. Situado en el interior, en una posición de vigía de la entrada del Valle del Marecchia, pero al mismo tiempo proyectado hacia el mar a través de la desembocadura del río, el centro de Verucchio difunde su influencia en un amplio radio. La cultura villanoviana de Verucchio penetra en los valles menores paralelos, llegando al
Par de pendientes de oro y ámbar. Verucchio, Museo Cívico Arqueológico.
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norte hasta el Rubicón y al sur hasta el Marano, donde se ve atenuada al entrar en contacto con los caracteres propios de la “isla” villanoviana de Fermo y la zona picena. Protagonistas de una nueva civilización, los villanovianos de Verucchio heredan una dilatada experiencia agrícola, adoptando en un primer momento el consolidado sistema de la quema de rastrojos y hojarasca, para fertilizar los terrenos con las cenizas, e introduciendo después la práctica del barbecho, que prevé la rotación de los cultivos y el descanso de los campos. Además la agricultura, gracias a la difusión del hierro y a los progresos de la metalurgia, se dota de nuevas herramientas, como la guadaña, y parece valerse de una mayor disponibilidad de animales de trabajo y de transporte. Nos hablan de estas gentes de lengua etrusca las numerosas sepulturas de las necrópolis exploradas en las laderas de la cima de Verucchio: aquí, en los costados del peñasco, ciertamente menos hospitalarios para el asentamiento y menos adecuados para la explotación de los campos, crece la ciudad de los muertos, una verdadera mina de información sobre la forma de vivir en la antigüedad. Las excavaciones arqueológicas, el estudio de los materiales y el esfuerzo en la musealización que ha convertido el museo local en una de las realidades más originales e importantes del panorama europeo, muestran un estupendo retrato de la sociedad villanoviana. Destacan los grupos gentilicios cuyo alto rango se funda ya en la actividad guerrera, ya en el gobierno y el control del territorio, ya en los comercios más rentables, como el del ámbar. Los ricos ajuares descubiertos entre las cenizas de los difuntos, recogidos en los osarios de forma típicamente bicónica o hallados en las grandes tinajas que albergaban las sepulturas ofrecen una serie de datos que sirven para trazar una especie de carné de identidad del individuo: las armas (lanzas, espadas, yelmos puntiagudos o redondeados, hachas...) connotan al guerrero, al hombre que goza de libertad y lucha en defensa de su tierra; las joyas, los accesorios del vestir, los objetos para el cuidado del cuer-
A la izquierda, yelmo puntiagudo de la tumba Lippi 89. Verucchio, Museo Cívico Arqueológico.
A la derecha, pieza de vajilla ática de figuras rojas con lechuza. Riccione, Museo del Territorio.
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po y las herramientas de trabajo nos remiten ora al universo femenino (collares, pendientes, brazaletes y tobilleras, fíbulas, cinturones, copos y husos…) ora al masculino (buriles, raederas, armas, aparejos para carros y caballerías…); los preciosos conjuntos de vasijas de bronce y los elementos decorativos de madera finamente tallados y ornamentados por hábiles artesanos, declaran la pertenencia a familias de rango. Los objetos del ajuar fúnebre constituyen algo así como letras del alfabeto, útiles para reconstruir el perfil de los individuos: la riqueza de las tumbas y su posición misma en el ámbito de las necrópolis nos indican el rol y las funciones desempeñadas por los personajes más notables en la escala social, a veces verdaderos “príncipes”. Estas pistas, estos elementos indicadores, nos llevan a la esfera ecuestre, al prestigio de las armas o a la fortuna en el comercio. Los individuos que se han distinguido en el ámbito civil, religioso y militar portan consigo en la sepultura los bienes personales más valiosos y refinados: joyas de orfebrería realizadas con técnicas evolucionadas y empleando materiales preciados (desde el bronce hasta la plata, el oro, el mágico ámbar), pequeñas obras maestras fabricadas por los artesanos para satisfacer los gustos y las ambiciones de la aristocracia local; yelmos puntiagudos y armas de desfile, carros de guerra y objetos-símbolo de las actividades más valoradas, signos carismáticos de poder; vajillas de bronce y elegantes elementos decorativos de madera que nos remiten al banquete, el momento de socialización en el que se manifiesta la excelencia del individuo en el ámbito de la comunidad. Roles de prestigio que, tanto en la vida como en la muerte, se reconocen también a las mujeres, y no sólo dentro de las paredes domésticas. Los datos arqueológicos delinean una civilización que evoluciona y se enriquece a través del control del territorio, el tráfico comercial y la distribución de productos, el primero de los cuales es sin duda el valioso ámbar, procedente de las lejanas rutas del Báltico y de ciertas áreas del Mediterráneo. Durante el siglo VI a.C., no antes, la villanoviana Verucchio ve como va esfumán-
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dose su antiguo esplendor para ceder su hegemonía al puerto del Marecchia, revitalizado por la nueva política de los etruscos del área adriática. En el proceso de proyección hacia el valle y la costa, los etruscos se encuentran con un tejido étnico alimentado por varias influencias culturales que los estudiosos agrupan ya en el contexto umbro y piceno, ya en el más amplio horizonte heleno. Esta “Rímini antes de Rímini”, como todo el litoral desde Marche hasta el Po, entre los siglos VI y IV a.C. se ve animado por los intercambios con las ciudades griegas, empezando por Atenas, desde la que llega la famosa cerámica ática. Emblemático del panorama multicultural que caracteriza el territorio desde el siglo V hasta la romanidad es el depósito de objetos votivos de Villa Ruffi, hallado en el collado de Covignano y disgregado y repartido, por efecto del comercio del anticuariado en el siglo XIX, por varios museos de Europa y América. En una especie de panteón, escenario de culto a las divinidades de la guerra y las aguas, se concentran elementos etruscos, umbro-itálicos y helenos. Sin embargo Ariminum (entendida como territorio más o menos coincidente con el de la actual provincia de Rímini) en el siglo IV a.C. se ve involucrada en la bajada de los galos a la llanura padana, en perjuicio de la dominación etrusca. Serán precisamente ellos, los temidos guerreros provenientes de las Galias, los enemigos que los romanos se encontrarán en la conquista de las tierras situadas al norte de los Apeninos. Ariminum: la fundación 268 a.C., un contingente de 6.000 campesinos-soldados con sus familias, franqueados los Apeninos, se asoma al valle del río Ariminus, nuestro Marecchia. Empujados por el hambre de tierras, han abandonado Lazio y Campania para emprender el largo viaje que los ha llevado a la porción septentrional del Ager Picenus et Gallicus, el territorio entre Romaña y Marche asegurado a la expansión romana por la batalla de Sentino (295 a.C.) y la derrota de los galos senones. Aquí tienen que cumplir con la misión que les ha encomendado el Senado de Roma: fundar la colonia latina que toma el nombre del río Ariminum, un estado autónomo aliado de la madre patria, comprendido entre los confines de los torrentes Conca y Rubicón. En poco más de un siglo estos pioneros y sus descendientes transformarán el paisaje aún “natural” en un espacio antropizado, pintado de manera indeleble con los rasgos que siguen connotándolo todavía en nuestros días: la ordenada
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E F 4 5 1
D 3
G
C 2
B
A. Arco de Augusto B. Puerta Montanara C. Foro D. Teatro E. Puente de Tiberio F. Puerto G. Anfiteatro
Las domus de los itinerarios: 1. Palazzo Massani, Prefectura 2. Palazzo Arpesella 3. Cรกmara de Comercio 4. Domus del cirujano 5. Palazzo Diotallevi
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geometría de los campos cultivados, salpicada por pequeños núcleos habitados, la retícula de las calles que se articulan en todas las direcciones alrededor del centro urbano, comprendida entre los límites del azul del mar y de los ríos y la línea gris de las murallas. En la estrategia de ocupación del territorio los colonos imitan el comportamiento de las gentes que les han precedido. Así la ciudad es fundada en el sitio de atraque de la desembocadura del Marecchia, punto natural de arribada para la navegación de cabotaje que había favorecido el nacimiento de un asentamiento que ya habían poblado villanovianos, etruscos, griegos y umbros. Caput viarum En el área de escala portuaria confluyen la prehistórica directriz del Valle del Marecchia (la vía Arretina), la pista somontana que se dirige al norte y los itinerarios de la costa. Un emplazamiento privilegiado que los romanos revalorizan haciendo de Ariminum un importante puerto militar y comercial, un nudo estratégico en las comunicaciones entre el septentrión y el centro de la península, así como el punto de partida de los largos caminos que llevan a la Europa central y oriental. Los antiguos trazados, a excepción de la vía Arretina, toman la dignidad de vías consulares, las autopistas de la época, vectores del proceso de conquista y de los intereses económicos del estado romano: la vía Flaminia (220-219 a.C.), que arranca en el puente Milvio de Roma y termina su recorrido en la Puerta Romana, la entrada meridional de Ariminum remarcada en el 27 a.C. por el Arco de Augusto; la vía Aemilia (187 a.C.), que sale del lado contrario de la ciudad salvando el Ariminus, cruza la llanura padana en dirección noroeste y va uniendo los núcleos que se encuentran en la confluencia de los valles apenínicos hasta llegar a Milán; la vía Popillia (132 a.C.), natural continuación hacia el norte de la Flaminia que, después del primer tramo coincidente con la Aemilia, sigue un recorrido litoral para llegar hasta Aquileia. Quien inició el trazado de esta red integral de conexiones fue el cónsul Cayo Flaminio, primer líder de los populares opositores de la hegemonía senatorial, como Mario y César, que convirtieron Ariminum en protagonista de célebres páginas de la historia de la Roma republicana. Con la vía Flaminia, la colonia, de barrera frente a las incursiones gálicas, pasó a ser una puerta abierta a la extensísima llanura del norte,
El puente de Tiberio, Rímini.
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un trampolín de lanzamiento para la conquista de la Galia Cisalpina. Las vías consulares se articulan por la zona de Rímini siguiendo un trazado bastante parecido al actual, caracterizado por su pavimento artificial, en la mayoría de tramos constituido por varias capas de grava, y por estructuras sólidas, como los puentes. El viaje resulta más seguro y confortable gracias a infraestructuras análogas a las que vemos en nuestros desplazamientos: los miliarios, carteles viarios en forma de columnas de piedra situadas a los lados de la vía para señalar las distancias, las mutationes, “estaciones de servicio” para el cambio de los caballos, y las mansiones, lugares de parada equipados para pernoctar. El sistema viario, completado por la red local, se convierte muy pronto en un polo de agregación para los centros habitados menores con vocación predominantemente comercial o productiva. También las necrópolis, las ciudades de los muertos, de acuerdo con una costumbre típicamente romana, se disponen a los lados de las vías principales, en las inmediaciones de los asentamientos, donde los monumentos fúnebres atraen las miradas de los viandantes perpetuando la memoria de los difuntos. El territorio Las vías consulares representan la espina dorsal de la organización del territorio materializada por medio de la centuriación, el proceso de saneamiento y racionalización del terreno agrícola que prevé la subdivisión en parcelas regulares de unos 710 m de lado formando una red ortogonal. La retícula trazada por fosos, canales, setos, muros y veredas constituye la trama para la explotación intensiva de un suelo que ofrece con generosidad sus frutos también en las áreas no incluidas en la centuriación: la franja montana proporciona piedra, madera y productos del pastoreo mientras bajando hacia el valle, los bosques de encinas suministran el alimento para la cría del cerdo, cuyas carnes serán elaboradas para el consumo humano. El variado y rico interior y el mar abundante en pesca (¡cómo no recordar el delicioso pescado del Adriático!) aseguran el bienestar de la ciudad gracias a producciones que, una vez satisfecho el mercado interior, engrosan el género sujeto a comer-
Al lado: ánfora de fondo plano. Rímini, Museo de la Ciudad; modelo de horno. Santarcangelo di Romagna, MUSAS.
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cio. Si en el llano se extienden los cultivos de trigo, hortalizas y frutales, en la colina se consolidan el olivo y sobre todo la vid, cuidada con el método de la poda larga y del sostén vivo, aprendido quizás de los galos, si bien de tradición etrusca. Las fuentes antiguas elogian la excepcional producción vinícola de los terrenos situados al sur de Ariminum: ¡10 odres por yugada, equivalente a unos 210 hectolitros por hectárea! El abundante rendimiento permite la exportación del vino - de calidad no particularmente preciada, por otra parte - a través de una red comercial de amplio radio que parece hallar en los mercados populares de la capital una salida privilegiada. La intensa actividad agrícola, en su punto más alto en los siglos II y III d.C., propicia la fabricación de unos recipientes hechos ex profeso, las típicas ánforas de reducidas dimensiones y con un singular fondo plano, muy funcional para el transporte en carro con vistas a una distribución que debía preferir los itinerarios por tierra. En el ámbito riminés se han descubierto numerosos hornos para la producción de este tipo de ánforas, en parte en el territorio de Riccione, pero sobre todo en Santarcangelo, localidad que en época imperial debió ser un “centro industrial” especializado en la elaboración de la cerámica para fabricar, además de ánforas, vasijas, candiles y ladrillos. La organización agrícola fraccionada en fincas de pequeño o medio tamaño - que iba a perdurar sin dejar espacio al latifundio - propicia el florecimiento de una población muy difusa que alcanza la máxima prosperidad entre finales del siglo I a.C. y el siglo II d.C. El modelo de vivienda es la granja: construida con profusión de ladrillos y materiales pobres, incluye también almacenes, establos y lugares para la elaboración de los productos o pequeños talleres artesanales. Al sur de Rímini, sobre todo, no faltan indicios de villas rústicas, residencias campestres en las que conviven la parte reservada al amo, parecida a las moradas urbanas por el refinamiento de los materiales y por el confort, y el sector dedicado a la servidumbre, con los talleres de transformación y los aparejos artesanales. Completan la fisonomía de la población las aldeas (pagi y vici), alimentados por la riqueza de recursos y por su ubicación a lo largo de la red de comunicaciones. Hacen pensar precisamente en una aldea o en una gran villa rústica - privilegiada por su posición elevada y por estar emplazada en el circuito de vías que conectaban Romaña y Marche - los testimonios arqueológicos encontrados en el llano de San Pietro in Cotto, en el Valle del Conca, entre Gemmano y Montefiore. Los materiales delinean los contornos de un asentamiento considerable, ligado a una
Camafeo con perfil de Dionisio, dios del vino, y cornalina con Ceres, diosa de las mieses. Rímini, Museo de la Ciudad.
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intensa explotación de los recursos agrícolas, quizás de extensas posesiones imperiales, dotado de estructuras residenciales de alto nivel y probablemente también de un lugar de culto. La ciudad de Ariminum Nudo de convergencia viaria y punto de referencia para la dinámica economía del territorio, la ciudad de Ariminum toma desde su fundación la fisonomía que aún hoy se puede reconocer en el centro histórico: una ordenada retícula de calles ortogonales (cardines y decumani) traza una malla de manzanas rectangulares (insulae) destinadas a albergar edificios públicos y privados. Los ejes que generan la disposición urbanística son el cardo maximus (Via Garibaldi - Via IV Novembre), el recorrido que conecta la vía Arretina con el puerto de la desembocadura (junto al Piazzale Clementini), y el decumanus maximus (Corso d’Augusto), la calle que une la vía Flaminia con la vía Emilia. En el punto de encrucijada, en la actual Piazza Tre Martiri, se abre el foro, corazón de la vida pública y económica. La documentación arqueológica ofrece interesantes pistas para esbozar la imagen de esta plaza, entonces dilatada por el lado del mar hasta la actual Via San Michelino in foro: a ella se asomaban importantes edificios, como la basílica, destinada a la administración de justicia y a los negocios, y el teatro construido en época augusta en la primera manzana en dirección norte. La prestigiosa “escenografía” se prestaba además a acoger monumentos honorarios, estatuas e inscripciones en memoria de personajes importantes, emperadores y benefactores de la comunidad. Y finalmente no podemos no recordar que la tradición sitúa justamente en el foro de Ariminum la célebre arenga que Julio César, una vez cruzada la frontera del estado romano, coincidente con el curso del Rubicón, dirigió a sus huestes antes de marchar contra la capital. Encerrada por tres lados por las aguas del río Ariminus, del torrente Ausa (su
El Arco de Augusto, Rímini.
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curso, hoy desviado, se identifica con el parco Cervi) y del mar (que en aquella época alcanzaba la línea de la actual línea férrea), la colonia toma muy pronto los contornos que delimitarán el perímetro urbano, sin ampliaciones significativas, hasta el umbral del siglo XX. El papel de avanzada militar lleva a disponer en breve tiempo un aparato defensivo adecuado para la protección al menos de la zona meridional, la más desprotegida: se construye una imponente muralla, con largas rectas y torreones cuadrangulares, en bloques de piedra arenisca local irregularmente tallados. Intervenciones de restauración conservan la eficiencia de la instalación defensiva en el siglo I a.C., durante el difícil período de las guerras civiles, cuando Rímini, que se había puesto del lado de Mario, es víctima de las represalias de Silla. Innecesaria, con la paz de Augusto, la función de las viejas murallas, no será hasta el siglo III d.C., con las hostilidades de las primeras incursiones bárbaras, cuando se erija una nueva muralla de ladrillo que delimitará la ciudad por todos sus lados. En el perímetro amurallado, a la altura de las principales arterias interiores, se abren las puertas urbanas: la puerta Montanara, en el extremo del cardo maximus en el que se inserta la vía Arretina, y la puerta Romana, en el punto de confluencia de la vía Flaminia en el decumanus maximus. Esta última será derruida para dejar en el 27 a.C. espacio al Arco de Augusto, levantado por el Senado romano en honor de Octavio para celebrar la restauración de las vías principales. Bajo el gobierno de Augusto, Ariminum, ya municipium del estado romano desde principios del siglo I a.C., toma el aspecto y la dignidad de una espléndida ciudad imperial: además de la monumentalización de las entradas a través de la construcción del Arco de Augusto y del puente sobre el Marecchia, terminado por Tiberio, Octavio dispone el enlosado de las calles urbanas, la potenciación del acueducto y la red de alcantarillado, el saneamiento de todo un barrio en el sector meridional de la ciudad, la restauración de la vía Emilia y la renovación de la construcción privada… También la llegada de colonos, veteranos fieles al Princeps que alimentan una nueva clase dirigente, contribuye a revitalizar la ciudad y el territorio transformándolos en una gran
A la izquierda, el Anfiteatro romano, Rímini. A la derecha, la entrada de los barcos al puerto (detalle del mosaico de Palazzo Diotallevi). Rímini, Museo de la Ciudad.
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superficie en obras. Sin embargo es en el área del foro donde se concentra el programa urbanístico deseado por Augusto para expresar, con formas monumentales, la cultura, el poder y el orden civil del imperio: la entrada, viniendo de Roma, es señalada por un gran arco que crea una “zona peatonal”, impidiendo el tránsito al tráfico pesado de los carros, mientras que en lado contrario de la plaza se construye el teatro. Distinto el clima y diversas las pretensiones del emperador, con toda probabilidad Adriano, que en el siglo II promueve la construcción del Anfiteatro, el último gran signo urbano que connota el rostro de la ciudad imperial. Erigido en las afueras de Ariminum en dirección este para albergar los juegos gladiadores que atraen a un público apasionado y numeroso, el edificio es un instrumento de integración de los habitantes de la ciudad y del territorio así como de las diversas gentes venidas de las regiones del imperio. Con esta intervención el emperador se propone ganar para sí y para la devota aristocracia de la ciudad el favor popular, proporcionando a las masas la diversión que estas demandan. Una diversión que no iba a perdurar. En unos cien años, en efecto, la crisis del Estado y el terror desencadenado por los bárbaros pondrán fin a los juegos del Anfiteatro, que se verá englobado dentro de las murallas urbanas y será transformado en fortaleza militar. Las domus de Ariminum Si los monumentos esbozan el semblante público de la ciudad, son las viviendas las que nos describen la vida privada de una sociedad en continua mutación en los más de ocho siglos de la romanidad. En época republicana se construyen edificios sencillos y funcionales, expresiones de un estilo de vida austero, mientras que en el siglo I del imperio se afirman las domus (residencias monofamiliares de uno o dos pisos) articuladas sobre el eje atrium-peristylium (respectivamente la entrada con el tejado abierto para la recogida del agua pluvial y el jardín porticado), que reflejan el contacto con la cultura griega y la difusión de los placeres del otium; en la media edad imperial las domus se transforman dejando amplio espacio a los triclinia, las prestigiosas salas para banquetes que, junto con los jardines adornados con estanques y elementos decorativos varios, se convierten en aparador del bienestar y la riqueza del dueño de la casa, en el contexto de la prosperidad de una ciudad floreciente que se ha tornado multiétnica y multicultural; finalmente, en los siglos V y VI, en un panorama de degra-
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dación, aparecen las lujosas residencias de los altos funcionarios y oficiales de la corte de Ravenna, muestras de ostentación de pompa y poder dentro de una sociedad que recalca en extremo las distancias entre clases. Las últimas domus, que salpican un tejido residencial que va descomponiéndose, se inspiran en el modelo del palacio imperial: se caracterizan por su articulada planimetría, establecida en torno a amplios patios, embellecidos por fuentes y juegos de agua, alrededor de piezas de planta compuesta en las que recibir a los huéspedes, a menudo con ábside, a las que se llega a través de un recorrido estudiado en función del complejo ceremonial de visita. Imaginemos ahora que entramos en una morada de la Rímini imperial: nuestra mirada se ve atraída por los vivos colores de los frescos pintados en las paredes y el techo, amplios fondos monocromos, a menudo repartidos en recuadros, dentro de los cuales se hallan dibujados elementos de vario tipo o composiciones similares a las de los tapices de las modernas paredes empapeladas. Nos llaman la atención asimismo los pavimentos, que señalan la jerarquía y la función de las dependencias y la distribución de los espacios interiores: en las estancias descubiertas o en las de servicio son funcionales y resistentes, en terracota o añicos de loza, un conglomerado de ladrillo y argamasa, a veces ornamentado con teselas de mosaico, mientras que en los aposentos habitados por el dominus y su familia hallamos alfombras musivas, en blanco y negro o polícromas, o bien preciosos revestimientos de mármol. Riquísimo el repertorio de motivos ornamentales geométricos o figurados de los más de cien ejemplares de mosaicos conservados en los yacimientos arqueológicos y en el museo. Nos revela el nivel de vida de quienes vivían en las domus la decoración, constituida por estatuas, sobre todo, y por objetos ornamentales, enseres para el cuidado y el adorno de la persona, elementos, todos ellos, que nos hablan no sólo del gusto, sino también de la cultura y la religiosidad de los habitantes de la casa.
A la izquierda, estatuilla de Orfeo, probable decoración de jardín. Rímini, Museo de la Ciudad.
A la derecha, mosaico del cubiculum. Rímini, complejo arqueológico de la domus del cirujano.
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Un lugar único por su carácter excepcional es el descubierto en las excavaciones de Piazza Ferrari: el complejo arqueológico, abierto recientemente al público, “narra” la vida de este sitio, ubicado en el margen septentrional de la ciudad romana, del siglo I a.C. a la Edad Media. El descubrimiento más llamativo es la domus de época imperial que albergaba una taberna medica, documentada por el hallazgo del extraordinario ajuar de más de 150 herramientas quirúrgicas. La “domus del cirujano” sufre un final repentino causado por un incendio, quizás ocasionado en una de las primeras incursiones bárbaras que, en torno a la mitad del siglo III, devastaron barrios enteros de las ciudades de Romaña. Ariminum no escapa al clima de inestabilidad e inquietud: lo testimonian el abandono de la domus enterrada bajo los escombros y la construcción de las murallas para proteger el perímetro urbano. El momento de recuperación que vive la ciudad en los siglos V y VI , a la sombra de la cercana Ravenna, desde el 402 capital del imperio romano de Occidente, está documentado por la fastuosa residencia palaciega, con amplias piezas dotadas de calefacción y pavimentos musivos, construida en la parte anterior de la manzana en que se emplazaba la domus del cirujano, cuyas ruinas, cubiertas de cúmulos de tierra, permanecen poco menos que intactas. Sin embargo la vida del palacio será breve: el edificio sufre una rápida decadencia y después el abandono en las décadas centrales del siglo VI, cuando Rímini se convierte en escenario de la terrible guerra entre godos y bizantinos, que sanciona el fin de la romanidad, emblemáticamente representada por las sepulturas que desbaratan los espléndidos mosaicos.
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Rímini antigua. Rutas arqueológicas entre la tierra y el mar. Los itinerarios Orietta Piolanti
Los recorridos están pensados para un público adulto (itinerario rojo). Se adaptan en la metodología, con propuestas de talleres donde así se señala -, a los jóvenes (itinerario azul) y, en un caso, a los invidentes (itinerario violeta), en una especie de museo táctil. Dos son los recorridos concebidos para cicloturistas (itinerario verde). recorrido para público adulto recorrido para jóvenes recorrido para invidentes recorrido para cicloturistas
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1. Tras las huellas del hombre primitivo 1 o 2 días Itinerario: Rímini, Museo de la Ciudad - Taller de melladura de la piedra - Taller de moldeo de la arcilla, como en un poblado neolítico; Riccione, Museo del Territorio - Sección de prehistoria - Taller de huesos, dientes y conchas: amuletos y joyas prehistóricos. A14
Taller de melladura de la piedra Coordinado por Stefano Sabattini Duración: 2 horas Para niños de más de 7 años y adultos De pago, previa reserva Información: tel. 0541 704421-704426 ¿Cómo vivían nuestros antepasados más lejanos? ¿Cómo se defendían? ¿De qué manera conseguían comida? ¿Cuál era la piedra más utilizada? ¿Qué nos pueden “contar” unas simples piedras? Son muchas las curiosidades acerca de un mundo en el que el hombre seguía los ritmos y las leyes de la naturaleza, en un medio ambiente no modificado todavía. Y muchas respuestas provienen precisamente de las piedras, el sílex recogido en los cursos de agua y las playas de guijarros que constituía la materia prima más utilizada en el Paleolítico, junto con otros recursos fungibles como la madera, la piel, los huesos…
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En el taller el experto guía al público por la fascinante experiencia de la melladura o astillamiento, simulando, entre las varias técnicas, las más empleadas: la percusión directa, que consiste en golpear con una piedra el canto que se quiere astillar y que tenemos asido; y la percusión bipolar, en que el núcleo que se va a golpear está colocado encima de una roca, una especie de yunque. Del núcleo, sometido a golpes decididos, toman forma las lascas y cuchillas que, con la evolución de la industria lítica, el hombre, con el arte del retoque, acabará por aprender a transformar en herramientas cada vez más afiladas y cortantes. Los gestos del operador, con método y precisión, repiten los que el hombre primitivo ejecutaba para dotarse de las herramientas indispensables para la supervivencia. La observación de las manufacturas permite captar sus características propias (no casuales), donde forma y corte responden a una intención bien precisa. Se perfilan
Taller de melladura de la piedra: retoque del sílex y colocación de empuñadura en una punta.
varios tipos de armas y utensilios, de los más sencillos y rudimentarios a los más complejos y evolucionados, astillados por las dos caras y después retocados. Los diversos instrumentos (choppers, choppertools, astillas, cuchillas, raspadores...) demuestran, por medio de la experimentación, tanto la eficacia para golpear como para triturar, excavar, arrancar, partir, despellejar y desollar, es decir, la eficacia para llevar a cabo las acciones necesarias para el hombre primitivo: cazar, macerar, talar árboles, excavar raíces... Y se puede comprender por qué, con el tiempo, el hombre pone empuñaduras a las herramientas, fijándolas a palos de madera o hueso. El recorrido próximamente incluirá la visita a las salas del Museo de la Ciudad de Rímini dedicadas a la prehistoria.
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Una excursión al collado de Covignano permitirá observar las características geológicas - como las Arenas Amarillas - del lugar que vio la primera población de la zona de Rímini. Imaginando un día de la vida del hombre recolector se podrán recorrer antiguos senderos de las colinas y los valles romañeses, en busca de frutas silvestres, hierbas y brotes (naturalmente, todo lo que crezca de forma espontánea y no esté prohibido recoger).
Moldeo de arcilla, como en un poblado neolítico Coordinado por Francesca Minak y Erika Franca Tonni Duración: 2 horas Para niños de más de 7 años y adultos De pago, previa reserva Información: tel. 0541 704421-704426 Entre los factores básicos del largo proceso innovador que se ha dado en llamar “revolución neolítica” existe la introducción de la cerámica, la fabricación de los recipientes útiles para conservar y transportar los líquidos y los productos de la tierra. La cerámica entra en una sociedad que está cambiando gracias al cultivo de las plantas y a la cría de animales - con períodos cada vez más largos de sedentarismo -, a la formación de pequeñas comunidades, a la técnica de alisado de la piedra, al dominio del fuego (es decir, la capacidad de encenderlo cuando sea necesario) y a la costumbre de los intercambios. En dicho contexto la elaboración de la cerámica toma un gran relieve, convirtiéndose en funcional dentro de una economía basada en las primeras formas de agricultura y la producción de lácteos. Realizada a mano (el uso del torno no se difundirá en Italia hasta la Edad de hierro), la cerámica explota los recursos del lugar: arcilla, agua y madera para los rudimentarios hornos en que se cuecen los recipientes. Materias primas fáciles de encontrar, pues, como base de una “industria” de nivel familiar, ligada a las necesidades de la aldea. Utilizando panes de arcilla (la arcilla encontrada en estado natural requiere una fase de decantación en agua para liberarse de las impurezas) se pueden simular formas de vasijas producidas en período neolítico tanto manualmente como con la técnica del modelado con rollos. En el primer caso, una vez desprendida una porción de arcilla, se modela el recipiente ahuecando la masa con la mano; en el segundo se extraen largos cordones que se enrollan en espiral y se unen a un fondo plano. Estos métodos de fabricación permiten realizar formas
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simples (tarros, tazas y cuencos) cuyas características remiten a actividades específicas como la elaboración de quesos. Una vez modelado el tarro y alisadas las paredes se puede pensar en la decoración, ya sea recurriendo a la técnica de la “impresión”, en que el adorno se
Taller de cerámica: decoración de una taza.
consigue simplemente presionando con los dedos o las uñas sobre la superficie cuando aún resulta maleable, ya sea con el cincelado, en que los motivos se graban empleando herramientas puntiagudas. Cada recipiente constituye una pieza única, fruto de la habilidad y la creatividad de quien lo ha plasmado: los participantes del taller podrán llevarse, como recuerdo de la experiencia, sus manufacturas originales, reproducidas siguiendo modelos y técnicas muy comunes en la Romaña del Neolítico. El taller obvia las fases finales del proceso productivo: el lento secado, procedimiento a través del cual la arcilla pierde humedad y adquiere consistencia y dureza, y la cocción de las manufacturas en hornos especiales.
Museo del Territorio de Riccione: un viaje a la prehistoria Varias salas del museo de Riccione, desde 1990 instalado en el Centro Cultural della Pesa, están dedicadas a explicar la evolución geológica y de la población más antigua del territorio situado al sur de Rímini. Se trata de explicaciones que abarcan millones de años y que acaban desembocando en la experiencia romana y aludiendo, por consiguiente, a los destinos de la colonia de Ariminum. El recorrido ilustra la transformación del área costera y del Valle del Conca, reconstruye ambientes antiguos y documenta la presencia del hombre a lo largo de la prehistoria. Unas piedras astilladas con una técnica evolucionada (denominada Levallois) nos llevan a los primeros
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indicios de la población en la fase final del Paleolítico inferior en que son especialmente frecuentes, entre las manufacturas, los raspadores. Restos de asentamientos de cabañas (como el hallado durante la construcción del autódromo de Santa Monica, junto al río Agina) ofrecen
Hacha de aletas y puñal de la Edad de bronce. Debajo, ajuar de tumba gálica. Riccione, Museo del Territorio.
interesantes retratos de la Edad neolítica acerca de los primeros núcleos habitados estables y la nueva economía agraria y de pastoreo. Las lascas de sílex elaboradas, las vasijas de terracota y los objetos de hueso nos “hablan” de la vida cotidiana y de formas arcaicas de espiritualidad. Junto a los tímidos testimonios del Eneolítico - el período en que hace acto de presencia la metalurgia, aumentan los intercambios comerciales y el trabajo toma formas cada vez más articuladas - se desarrolla la documentación de la Edad de bronce y la Edad de hierro, entre producción cerámica y artesanado de los metales. Los materiales ilustran un horizonte cultural impregnado por la Cultura apenínica (y por tanto por una economía vinculada al pastoreo y a los ritmos de la trashumancia) pero al mismo tiempo influenciada por la cultura palafítica (la de las aldeas de la gran llanura situada al norte, donde se desarrolló mucho la agricultura). La relación con las dos culturas se
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expresa en las cerámicas de tradición apenínica y en las herramientas para trabajar los campos, pequeñas azadas y hoces, de hueso y de metal. Y si durante la primera Edad de hierro el territorio de Riccione queda algo alejado de la posición central del Valle del Marecchia con el epicentro etrusco-villanoviano de Verucchio, el siglo V a.C. ofrece significativos indicios de la presencia griega en la zona, como consecuencia de un activo comercio marítimo, al tiempo que persiste la presencia céltica como demuestra el ajuar de una tumba gala datada en el siglo III a.C., hallada en Misano.
Huesos, dientes y conchas: amuletos y joyas prehistóricos Coordinado por Vanessa Delvecchio Duración: 1 hora y 15 minutos Para chicos de 8 a 12 años De pago, previa reserva Información: tel. 0541 600113 Los hombres primitivos también gustaban de ornarse con joyas. Y no sólo por placer estético: las consideraban portadoras de buena fortuna y de poderes mágicos capaces de alejar los espíritus malignos. Utilizando materiales pobres que encontraba fácilmente en su hábitat, el hombre del Neolítico confeccionaba y lucía collares y amuletos “de la buena suerte” durante las batidas de caza y los eventos de la vida, en un “sentimiento religioso” que lo unía estrechamente a la naturaleza y sus leyes. Teniendo a disposición conchas horadadas (que el mar sigue ofreciendo en nuestros días en la playa), madera, plumas o arcilla (así como huesos y piedras, muy utilizados para fabricar joyas durante la prehistoria), el taller invita a “crear” una joya o un amuleto, conjugando imaginación y sentido estético. Con la ayuda del operador cada uno de los inscritos podrá confeccionar su ornamento después de haber aprendido, gracias a la visita al museo y a una breve introducción, los conocimientos necesarios para ello. Cada creación, única y original, constituirá un recuerdo “personal” de una experiencia vivida siguiendo una tradición antiquísima que se sirve de materias primas procedentes del entorno, traduce en símbolos las fuerzas de la naturaleza y exorciza por medio del objeto sentimientos de miedo y muerte.
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2. Los signos del poder: los príncipes etruscos del Valle del Marecchia 1 día Itinerario: Verucchio, Museo Cívico Arqueológico. A14
La visita guiada a la exposición incluye la proyección de un vídeo animado que ilustra la ceremonia del rito fúnebre del “señor” de la tumba Lippi 89, cuyo ajuar se expone en la sala del trono. Para los niños se aconsejan el recorrido sobre el mismo tema “El trono del Príncipe” y sus símbolos y el recorrido narrativo “El trono mágico”. Información: tel. 0541 670222 Remontando el curso del Marecchia, a unos 18 km de Rímini, se encuentra Verucchio, un peñasco que se yergue a una altura de 330 m, dominando sobre el valle. Situado en la frontera con Montefeltro y la República de San Marino, en una posición estratégica desde el punto de vista defensivo y de comunicación con el valle del Tíber y la vertiente tirrena, Verucchio exhibe aún hoy los signos gloriosos de su historia, cuyas páginas más intensas corresponden a los principios de la Edad de hierro, con el florecimiento de la Cultura Villanoviana, y al Medievo, período en el que se convirtió en cuna de la Señoría de los Malatesta. Si la imponente fortaleza evoca el poder de la familia mala-
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Trono de madera de la necrópolis Lippi (detalle). Verucchio, Museo Cívico Arqueológico.
testiana, la dilatada presencia de los villanovianos, que aquí supieron expresar originalidad y poder, se recoge y pone de relieve en el Museo Arqueológico local, dentro del antiguo Monasterio de Sant’Agostino, edificado en el siglo XII y ampliado en el XVII con la construcción de la iglesia y las hilanderías. En el edificio, que se erige poco más allá de las murallas medievales, se expone una espléndida documentación arqueológica de las ricas sepulturas de Verucchio, con raros e interesantes hallazgos que dan testimonio de la supremacía de una elite de príncipes guerreros. Si las diferentes salas ilustran esta espléndida civilización por medio de los restos conservados en las necrópolis dispuestas en los costados del peñasco, son muchas las vitrinas ante las que el visitante puede detenerse en una especie de encuentro virtual con los príncipes etruscos que aquí habitaron en los siglos VIII y VII . Un eficaz soporte informativo y didáctico ayuda a esbozar las figuras de personajes de alta alcurnia, aquellos príncipes cuyas funciones incluían el compromiso militar, como demuestra la presencia en la sepultura de armas de gala junto a verdaderas armas de combate, de ataque y de defensa. En especial las tumbas 85 y 89 de la necrópolis Lippi (la más extensa de las de Verucchio) resultan paradigmáticas por los ajuares que acompañaban a los individuos de rango principesco, tanto hombres como mujeres. El rito fúnebre, mina de información acerca de la “identidad” y la personalidad del difunto, ofrece en estos casos una incomparable ostentación de riqueza a través de objetos de gran valor y prestigio.
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Perla de ámbar decorada. Verucchio, Museo Cívico Arqueológico.
No hay más que pensar en los tronos de madera (excepcionalmente bien conservados gracias a la composición química del terreno) y, en particular, al ejemplar completamente decorado de la tumba 89 en el que, dentro de un complejo esquema de motivos ornamentales, se articula el relato de escenas vinculadas al ciclo de la elaboración de la lana, del hilado y la tejedura, finamente tallado en la parte alta del respaldo. También dan prueba del status alcanzado por los señores de Verucchio las ropas y los objetos personales, además de elementos varios de carros y aparejos de caballerías y preciosos conjuntos de vasijas de bronce. Son objetos, todos ellos, que expresan familiaridad con el mundo etrusco y que, asociados a la organización del espacio funerario y a la composición del conjunto del ritual fúnebre, evidencian roles importantes en la sociedad, altas relaciones, elevada posición económica y cultural. Emblemático es el caso de la doble “vestidura” de la urna cineraria y la tinaja de la tumba 26 de la necrópolis MoroniSemprini, un claro mensaje, junto con otros significativos elementos del ajuar, de la categoría social alcanzada por el individuo. Entre los muchos signos del poder y la riqueza de los “príncipes” de Verucchio se admiran los productos de orfebrería, verdaderas joyas de un artesanado que alcanza su ápice en los siglos VIII y VII. El oro, trabajado según las técnicas más adelantadas de la época, ¡reluce en las espléndidas fíbulas y los sorprendentes pendientes! Y junto a las pastas vítreas que componen collares y pendientes, propaga su color cálido el mítico ámbar, la dádiva de los dioses para consolar de la muerte de Faetón, hijo de Helios. Por las rutas del ámbar creció también la fortuna de Verucchio, centro de distribución y elaboración de la resina fósil que, por transparencia, intensidad cromática y propiedades terapéuticas, estaba destinada a pertenecer a los señores de la comunidad local.
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3. Los signos del poder: condotieros y emperadores romanos en la historia de Ariminum 1 día Itinerario: Rímini, Museo de la Ciudad - Sección arqueológica - Lapidario romano (recorrido del que también pueden disfrutar los invidentes)/ Arco de Augusto / Piazza Tre Martiri / Puente de Tiberio / Anfiteatro. Ponte di Tiberio Piazzale Boscovich Palazzo Arengo
Museo della Città Lapidario Romano
Grand Hotel
Rocca Malatestiana Palazzo del Podestà
Teatro degli Atti
via Sigism
Camera di Commercio
Palazzo del Turismo
Biblioteca Gambalunga Vecchia Pescheria Piazza Tre Martiri
Porta Montanara
ex Consorzio Agrario
IAT
XXIII
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ni Ufficio info Corso Giovan comunale Domus del chirurgo
Palazzo Massani Prefettura
IAT
Tempio Malatestiano
Arco d’Augusto
Anfiteatro Romano
Célebres personajes de la historia de Roma vinculan su nombre a Ariminum: además de Flaminio y Mario, Julio César, el gran general que con la frase “la suerte está echada” legó al futuro el paso del Rubicón; Octavio Augusto, el príncipe que tuvo en mucho precio la grandeza de la antigua Rímini; y finalmente Adriano, el emperador amante de las artes que quiso donar a la ciudad el monumento símbolo de la romanidad, el Anfiteatro. El recorrido se articula siguiendo sus huellas, empezando por el Museo de la Ciudad, guardián del patrimonio histórico, artístico y arqueológico de Rímini, instalado en el “settecentesco” colegio de los jesuitas. Aquí se “encuentra” Octavio Augusto, cuyo semblante, que se reconoce por el característico “mechón en forma de tenaza” sobre la frente, está inmortalizado en la cabeza-retrato de mármol, una escultura, quizás póstuma, que transmite la imagen idealizada del
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Retrato de Augusto y epígrafe del empedrado de las vías. Rímini, Museo de la Ciudad.
emperador captado en una expresión patética. Los monumentos y los testimonios arqueológicos, por contra, transmiten la figura de un político comprometido en un programa orgánico de obras urbanísticas y viarias: en el Lapidario romano una piedra miliar - recuperada en 1949 en las inmediaciones del puente sobre el río Uso en San Vito y colocada originalmente en la VII milla de la ciudad - recuerda la reordenación de la vía Emilia llevada a cabo en el 2 a.C., mientras que un hito de mármol celebra el enlosado de las calles urbanas promovido por el nieto Cayo César en el 1 d.C. El proceso de renovación puesto en marcha por Octavio afecta también al ámbito privado: en los ideales del arte augusta se inspira la estela funeraria de Egnazia Chila, uno de los más elegantes ejemplos de escultura de la primera edad imperial. Emblemáticas de la actividad de la construcción residencial las domus de la zona del Arco de Augusto, refinadas moradas dotadas de sistemas de calefacción, fuentes ornamentales y espacios cubiertos por ábsides, con mosaicos pavimentales embellecidos por losas de mármol que están a la espera de ser expuestos en las salas de la sección arqueológica que se va a montar próximamente. A Octavio se debe la construcción de los dos monumentos símbolo de la ciudad: el Arco situado al final de la vía Flaminia y, en el extremo opuesto del decumanus maximus (Corso d’Augusto), el Puente sobre el Marecchia. El Arco de Augusto es la primera gran obra realizada en Ariminum por el emperador. Erigido en el 27 a.C. como puerta urbana, rinde homenaje a la figura y a la política de Octavio, empezando por la inscripción que lo encomia por la restauración de la vía Flaminia. El conjunto de la estruc-
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Dios Neptuno (detalle del Arco de Augusto). Rímini.
tura, de obra ensacada, revestida de piedra de Istria, está impregnado de un fuerte carácter religioso y propagandístico: la arquitectura evoca el templo, mientras la apertura de la puerta, tan amplia que no se puede cerrar con batientes, proclama la paz alcanzada en el 31 a.C. con la batalla de Accio. El aparato decorativo está repleto de símbolos de loor que ocupan también los paneles del tímpano; las divinidades de los clípeos (Júpiter y Apolo en la fachada exterior, Neptuno y Roma en el lado de la ciudad) ensalzan la potencia de Roma y la grandeza de Augusto. En origen el Arco se introducía en la antigua muralla de piedra, de la que resultan visibles los restos, y estaba coronado por un ático con la estatua del emperador, a caballo o en cuadriga; en la Edad Media la parte superior fue almenada tal como aún hoy se conserva. En el antiguo foro, la actual Piazza Tre Martiri, se encuentran los restos arqueológicos visibles dentro de los espacios no pavimentados para evocar la edad de Augusto. Entonces el enlosado de piedra caliza cubría toda la plaza, cerrada al norte por la mole del teatro de ladrillo y al sur por el arco que señalaba su entrada; además se erguía más alta la base de uno de los muchos monumentos honoríficos que loaban la generosidad de la clase dominante, mientras que en el lado del mar, a la altura de la actual Via San Michelino in foro, se levantaba la basílica. Otro personaje se alza, imperioso, en la plaza. Se trata de Julio César, evocado por dos signos modernos: la estatua de bronce y la lápida de piedra situada en la entrada de Via IV Novembre. Según una antigua tradición (que no halla confirmación en el relato escrito por el propio general) el carismático personaje habría arengado a su ejército justamente en el foro de Ariminum al día siguiente del paso del Rubicón. De ahí la leyenda de la gran piedra sobre la que se habría subido César
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para dirigirse a las tropas, piedra que, hasta la última guerra, estuvo colocada sobre el cipo erigido en 1555 para recordar dicho episodio. El viaje tras las huellas de Octavio se retoma en el Puente de Tiberio. En realidad fue Augusto quien lo comenzó en el 14 d.C., año de su muerte, si bien fuera su sucesor quien lo terminara en el 21 d.C., tal como recuerda la inscripción grabada en los parapetos internos. En bloques de piedra de Istria, se extiende a lo largo de más de 70 m, sostenido por cinco arcos que se apoyan sobre unas sólidas pilastras con contrafuertes rompeolas, oblicuos con respecto al eje de la calle para atenuar el choque de la corriente fluvial, secundando su marcha. Punto de inicio de las vías Aemilia y Popillia y conexión con el suburbio, el puente se impone por el proyecto de ingeniería y por el diseño arquitectónico que conjugan la funcionalidad, la armonía de las formas y la exaltación de los emperadores. Exaltación confiada a la inscripción y a un sobrio aparato decorativo que remite al poder civil (la corona de laurel y el escudo) y religioso (el lituo, es decir, el cayado del sacerdote, el jarro y la pátera para los sacrificios). En la arcada más cercana al burgo de San Giuliano se advierten las heridas de la guerra entre godos y bizantinos, uno de los muchos acaecimientos que en el transcurso de los siglos han puesto en peligro su integridad. Si las intervenciones de Augusto forman parte de un proyecto sistemático inspirado por ideales políticos y por una cultura que bebe en la antigua tradición romana, la construcción en el siglo II d.C. del Anfiteatro por parte del emperador Adriano (al que nos remite la moneda hallada en una obra) es el símbolo de la política del panem et circensem que buscaba el más amplio consenso y la relajación de las tensiones sociales mediante la concesión de momentos de evasión colectiva. Los vestigios del grandioso edificio, que albergaba los combates entre gladiadores, las cazas de animales y las ejecuciones espectaculares, son los más significativos de toda la región. El monumento surgía en las afueras, cerca del puerto, en una zona bien conectada con el sistema viario para facilitar el flujo del público, una parte del cual acudía proveniente de la comarca. De conglomerado de cemento revestido de ladrillos, estaba compuesto por dos órdenes superpuestos de sesenta arcos. Tenía una altura de más de quince metros y capacidad para albergar a más diez mil espectadores. De forma elíptica, la pista de tierra batida tenía una amplitud ligeramente inferior a la del Coliseo. Actualmente se conserva el sector nororiental con una de las entradas principales; otras entradas daban al pasillo de acceso a las escaleras que llevaban a las gradas de piedra, señaladas con números. La estructura, tras poco más de un siglo de vida, perdió su función para ser englobada en las murallas levantadas para proteger la ciudad frente al acoso de los bárbaros.
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4. Caput viarum 1 o 2 días Itinerario: Cattolica, Área arqueológica del antiguo mercado hortofrutícola / Museo de la Reina; Riccione, Puente sobre el río Melo / Área arqueológica de las Farmacias Municipales / Museo del Territorio; Rímini, Arco de Augusto / Puerta Montanara / Museo de la Ciudad / Puente de Tiberio; San Vito.
San Vito
A14
El recorrido se presta a realizarse tanto en coche como en bicicleta, empleando en este último caso la red de carriles y pistas para bici que se van disponiendo en la provincia de Rímini. Información: www.ciclo.emila-romagna.it o bien www.pisteciclabili.com/provincia-rimini Para muchachos con sus familias se aconseja el taller del Museo de la Reina de Cattolica “Tabernae y hospitalidad en el mundo romano: paraderos para viajeros”, a cargo de Maria Luisa Stoppioni, de 1 hora y 30 minutos de duración aproximadamente, para niños de más de 8 años. Información y reservas: tel. 0541 966577
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Quien venía del sur siguiendo la vía Flaminia encontraba el primer núcleo habitado del territorio riminés a la altura de la actual Cattolica. Aquí, a fines del siglo I a.C., en los años en que Augusto ordenó llevar a cabo las obras de mantenimiento recordadas por la inscripción del Arco levantado al término de la vía, surgió una mansio, una “estación de servicio” a medio camino entre Pisaurum y Ariminum, equipada para ofrecer hospitalidad y descanso a los viajeros y sus caballos. En el área de la antigua plaza del mercado hortofrutícola se han dejado a la vista espacios y estructuras de trabajo que vieron la luz gracias a las excavaciones arqueológicas efectuadas a partir de los años 60: bañeras con pavimentos de terracota, un sistema de canalizaciones para el desagüe y un pozo, de más de ocho metros de profundidad, que estuvo en uso hasta la mitad del siglo III d.C. cuando un incendio, relacionado con las primeras incursiones bárbaras, marcó el declive del núcleo habitado. Los materiales de esta y de otras excavaciones se recogen en el Museo de la Reina, ubicado en el antiguo Hospital de los Peregrinos y articulado en dos secciones: la arqueológica y la marinera. Una visita a las salas arqueológicas permite entrar en la vida cotidiana del pequeño asentamiento: los recipientes para escanciar las bebidas evocan la taberna situada dentro de la mansio, un rústico mosaico compuesto por teselas irregulares de piedra caliza recuerda la vocación artesanal de la instalación, los materiales encontrados en el pozo suscitan en nuestras mentes los gestos y el esfuerzo en la extracción del agua, mientras que los refinados revoques pintados, los mármoles elaborados, los preciosos elementos decorativos y los elegantes objetos personales nos describen el estilo de vida desahogado del burgo formado en torno al paradero. En el camino en dirección a Rímini se dejan atrás Misano y la localidad de Fontanelle, de las que se cree proceden respectivamente el miliario situado en la milla 211 contando desde Roma y la inscripción que cele-
Mosaico en teselas de corte irregular y fragmento de revoque con pie. Cattolica, Museo de la Reina.
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bra las obras promovidas por Domiciano en el 93 d.C. De este punto en adelante son cada vez más numerosos los testimonios arqueológicos que señalan el trazado de la vía en su último tramo, en gran parte coincidente con la carretera nacional actual. Justo después del cementerio de Riccione, pocos metros por debajo del actual viaducto sobre el río Melo, se puede descubrir la arcada del puente de obra que salvaba el curso de agua en época romana. El recorrido prosigue penetrando en el interior hasta San Lorenzo in Strada, donde la vía, con una curva casi de ángulo recto, hoy salpicada de rotondas, gira nuevamente hacia el mar; la desviación de la trayectoria paralela al litoral se atribuye tanto a la necesidad de evitar las zonas palustres de la costa como a la presencia de un importante lugar de culto. Los descubrimientos arqueológicos que se han sucedido en el área confirman la existencia en las proximidades de la curva de un burgo en el que la tradición reconoce la localidad de Vicus Popilius - especializado, entre el siglo II a.C. y la primera edad imperial, en la producción de terracotas arquitectónicas para la decoración de edificios religiosos o civiles. Vale la pena detenerse a visitar la superficie arqueológica de las Farmacie Comunali, donde los restos de las estructuras cobran vida gracias a los dibujos de reconstrucción de las varias fases del sitio, desde la primera presencia en la Edad de hierro hasta la instalación productiva ligada a la construcción de la vía, desde la regularización de la instalación en el período augusto hasta la necrópolis imperial y el
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A la izquierda, el puente romano sobre el río Melo, Riccione. A la derecha: terracota con Sátiro y Ménade, San Lorenzo in Strada, Rímini, Museo de la Ciudad y tumba de pozo, necrópolis de la Via Flaminia, Riccione, Museo del Territorio.
uso como calera en la antigüedad tardía. Los materiales encontrados en los asentamientos rústicos del interior, en el núcleo habitado de San Lorenzo in Strada y en la necrópolis situada a lo largo de la vía Flaminia se conservan en el Museo del Territorio de Riccione. Original la documentación de los ritos de sepultura: una tumba de incineración en forma de caja con una teja de cobertura recortada para la introducción del fondo de una ánfora horadada que permitía hacerle llegar al difunto las ofrendas rituales; una gran caja de obra en la que se encendió la hoguera fúnebre y fueron sepultadas después las cenizas con los objetos del ajuar; los restos quemados de un lecho fúnebre de hueso decorado en el que se reconocen amorcillos alados, figuras drapeadas y un caballo. El camino sigue marcado por los topónimos de las localidades (en la tercera milla, Colonnella) y la presencia de las piedras miliares situadas en la tercera y la primera milla contando desde Rímini. Ambas carentes de texto, resultan aún visibles: una en Miramare, a 1 km aproximadamente del aeropuerto, la otra en las inmediaciones de la iglesia de la Colonnella. Ninguna prueba en el lugar testimonia las necrópolis, las más antiguas y monumentales de Ariminum, que a lo largo de más de una milla de las murallas de la ciudad acompañaban con imponentes edificios sepulcrales, solemnes monumentos funerarios o indicadores más humildes, distribuidos según un criterio jerárquico de visibilidad. Cerrando de manera espectacular la vía Flaminia se yergue el Arco levantado por Augusto hace más de dos mil años (véase el itinerario nº 3). Si el transeúnte sigue la invitación a entrar que la amplia luz parece dirigirle, dejará atrás el acceso a la ciudad romana para llegar al extre-
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Puerta Montanara, Rímini.
mo del cardo maximus (Via Garibaldi), la Puerta Montanara. Los restos, colocados en el 2004 unas decenas de metros más arriba con respecto a su emplazamiento original, evidenciado en la pavimentación de la calle, pertenecen a la puerta de piedra arenisca construida a finales del siglo I a.C., para señalar la entrada desde la vía Arretina. Dotada de un doble vano y de patio de guardia interior con contrapuerta, la construcción fue reducida a un solo arco para cerrar el paso en el siglo II d.C. El itinerario prosigue por el jardín del Lapidario romano dentro del Museo de la Ciudad. Atraen las miradas en primer lugar los monumentos funerarios más antiguos de las necrópolis de la vía Flaminia, con su típica forma cúbica: los sepulcros de los Ovii y los Maecii ofrecen una mina de datos sobre la Ariminum de principios del siglo I a.C., una ciudad de gran vitalidad económica, con una dinámica sociedad multiétnica. Las dedicatorias grabadas en los epígrafes funerarios, de los que el Museo conserva una rica colección, captan - hoy como entonces - el interés del lector, dirigiéndosele con fórmulas de saludo, invitándolo a detenerse con conmovedoras expresiones de pena por la persona amada o con el desgarrador recuerdo de una muerte a tierna edad. En el Lapidario se hallan expuestas asimismo la ya mencionada tabla de mármol proveniente de Fontanelle di Riccione, en la que el nombre del emperador Domiciano fue borrado tras la condena póstuma (damnatio memoriae) por los crímenes que se le atribuyeron, y una colección de miliarios escritos, elocuentes instrumentos de la propaganda imperial: el colosal hito colocado en el 2 a.C. por Augusto en la VII milla de la vía Aemilia, cerca del puente sobre el torrente Uso; el que indicaba la milla
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Monumento funerario de forma cúbica y piedra miliar, Via Flaminia. Rímini, Museo de la Ciudad.
211 de la vía Flaminia, erigido por Maxencio en el siglo IV y reutilizado por Constantino y por Magno Máximo; y, para terminar, un miliario que menciona a los emperadores Valentiniano, Valente y Graciano, que se ocuparon de recuperar la viabilidad a finales del siglo IV. La losa con sátiro y ménade - expuesta como anticipo del conjunto de la colección que se dispondrá en las salas de la Sección arqueológica, cuya instalación se está ultimando - pertenece al núcleo de terracotas arquitectónicas descubierto en 1866 en San Lorenzo in Strada. En el recorrido expositivo se contempla también la exhibición de los más notables ajuares funerarios de las necrópolis que flanqueaban las vías de las afueras del centro urbano. El itinerario vuelve al campo abierto siguiendo el trazado de la vía Aemilia que salía de la ciudad, junto a la vía Popillia, atravesando el Marecchia con el puente de Tiberio (véase el itinerario nº 3). El primer trecho de la vía consular, quizás empedrado con ocasión de las obras de monumentalización ordenadas por Augusto, describía una trayectoria recta, alineada con el puente al cruzar el suburbio, habitado hasta el siglo III d.C. y después destinado a necrópolis. Tras separarse de la vía litoral, es decir, la Popillia, probablemente en la localidad de Le Celle, la Aemilia se adentraba, entonces como hoy, en la llanura situada al norte, manteniéndose al pie de las colinas, y atravesaba un territorio en el que la presencia del hombre resultaba bien visible por la obra de centuriación creada a partir de esta misma vía. A la altura de Santa Giustina se toma la Via Emilia Vecchia, que se separa del trazado principal en un breve tramo que lleva hasta Savignano. Este desvío se debe a las obras de recuperación dispuestas por Augusto en el 2 a.C., como recuerda el miliario hallado en San Vito, en la VII milla contando desde Ariminum. No se han podido aclarar, por ahora, las razones que indujeron al emperador a modificar el recorrido
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con respecto al anterior, coincidente con el trazado de la carretera nacional actual. Lo que es seguro es que de aquella manera la vía consular evitaba la zona de la actual Santarcangelo, un centro artesanal en el que se concentraba la producción de ladrillos, ánforas y cerámica. La columna miliar fue descubierta cerca del antiguo puente sobre el torrente Uso, del que quedan los vestigios, no muy lejos de la parroquia. Gracias a unos recientes estudios arqueológicos se ha establecido que las arcadas de ladrillo que se conservan todavía pertenecen a la época malatestiana, pero que se sustentan sobre los restos de un puente romano hecho de bloques de piedra. El puente, probablemente del período augusto, por lo que se deduce de las mediciones efectuadas en la parte derruida aún presente en el lugar, según parece tenía formas monumentales y dimensiones incluso mayores que las del Puente de Tiberio de Rímini (¡unos ocho o nueve arcos!). A la construcción, pues, debía atribuírsele un valor simbólico y propagandístico de enorme relieve. Esta interpretación avala la hipótesis que identifica el actual Uso con el antiguo Rubicón; el río que César hizo famoso delimitaba durante la república la frontera del estado romano, trasladada por Augusto a los Alpes tras la unión de la Galia Cisalpina a la antigua Italia. Una unión política que quizás el emperador quiso celebrar con el imponente puente erigido para conectar físicamente las dos regiones.
El puente romano sobre el río Marecchia, en Rímini y restos de puente sobre el torrente Uso, en San Vito.
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5. El yacimiento arqueológico de Piazza Ferrari: una pequeña Pompeya en el corazón de Rímini 1 día Itinerario: Rímini, Complejo arqueológico de la domus del cirujano de Piazza Ferrari / Museo de la Ciudad - Sección arqueológica Entrevista imposible - Taller “La pala del arqueólogo”. Ponte di Tiberio
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Desde diciembre de 2007 está abierta al público el área arqueológica musealizada, más de 700 metros cuadrados que narran 2000 años de historia de la ciudad. Un auténtico “tesoro” que, por lo excepcional del hallazgo, es motivo suficiente para visitar Rímini. La estructura arquitectónica, proyectada para asegurar la protección y la conservación del yacimiento, remarca el valor de los restos arqueológicos permitiendo una visión panorámica de los mismos, con el máximo respeto por la integridad de las estructuras, y una lectura unitaria de los varios contextos. La excavación, iniciada en 1989 por la Superintendencia para los Bienes Arqueológicos de Emilia Romaña, ha sacado a la luz una domus de edad romana, una residencia palacial tardoantigua, sepulturas y huellas de habitaciones altomedievales, así como obras de época bajomedieval y moderna. La visita representa un viaje al pasado: las emociones y sugestiones nos llevan a la ciudad romana, a escuchar sus voces, el rumor del mar que acariciaba la costa, muy cercana al núcleo habitado, y a captar distintos aspectos de la vida cotidiana.
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Aquí, no muy lejos del antiguo puerto, en el siglo II d.C. surgía una casa que los estudiosos han denominado domus del cirujano por la profesión del último de sus propietarios, un médico de cultura griega. Destruida a mediados del siglo III por un incendio debido al acoso de los primeros bárbaros, la domus muestra, entre los escombros del derrumbe, estructuras, mosaicos, revoques, decoraciones y objetos ornamentales que ofrecen una “fotografía” de la vida en la Rímini antigua. Los prestigiosos mosaicos pavimentales y las obras, en parte aún revestidas con vivaces frescos, describen una residencia de uso privado y profesional, con un ambulatorio en su interior: la taberna médica, pavimentada con el elegante mosaico polícromo que reproduce en el centro a Orfeo. El desplome que selló el lugar ha protegido hasta nuestros días un excepcional ajuar quirúrgico-farmacéutico: el más rico que nos ha llegado desde la antigüedad. La historia del yacimiento no se cierra con el devastador incendio, tal como demuestran los restos de un edificio palacial tardoantiguo que se superpone, en el siglo V, a la parte anterior de la domus: los mosaicos polícromos con elaborados motivos geométricos y la técnica de calefacción de algunos locales testimonian la riqueza de la residencia, cuya vida se agotó en el siglo VI d.C. A continuación el lugar fue destinado a área de sepultura, tal como documenta un núcleo de tumbas. Probablemente en el siglo VII, la zona occidental se vio afectada por una nueva construcción de materiales pobres (madera y arcilla cruda) y de reciclaje. La destrucción de este último edificio, todavía en época altomedieval, debió dejar lugar a un sitio al aire libre.
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A la izquierda, complejo arqueológico de la domus del cirujano. Rímini. A la derecha, de arriba a abajo: mosaico de Orfeo en la pieza médica y mosaico del palacio tardoantiguo (detalle). Rímini, complejo arqueológico de la domus del cirujano.
La Sección arqueológica del cercano Museo de la Ciudad dedica un espacio específico a la domus del cirujano: aquí se puede entrar en la taberna médica, reconstruida a una escala muy próxima al original, y admirar los restos más significativos hallados entre los escombros del derrumbe. Nos deja boquiabiertos el extraordinario panel vítreo que adornaba una pared del triclinio: en el disco central están representados, de modo naturalístico, en el azul del mar, una dorada, una caballa y un delfín que, realizados en mosaico, se insertan en una losa de vidrio grabada. Nos encontramos ante un raro y precioso cuadro de
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A la izquierda, panel de vidrio, domus del cirujano. A la derecha, mortero con majadero, vasijas para medicinas y mano votiva de bronce, domus del cirujano. Rímini, Museo de la Ciudad.
pared (en griego pinax) de tradición helena, muy parecido a un ejemplar fabricado en Corinto a mediados del siglo III. Una pieza que evoca luces y horizontes marinos dentro de la domus que, recordemos, se erigía a poca distancia de la costa adriática. Ante nuestros ojos ahora el excepcional ajuar quirúrgicofarmacéutico: entre los más de 150 utensilios de bronce se advierten núcleos que quedaron soldados por efecto del calor del incendio. Junto a bisturís, sondas, pinzas, fórceps y tenazas de dentista, se reconocen una tenaza para cirugía ósea, un instrumento para extraer cálculos urinarios, un trépano de brazos móviles y una palanca ortopédica. En el mismo aparador se halla una lámina de bronce en la que se puede distinguir la reproducción de Diana cazadora: es la tapa de una pequeña caja médica, probablemente de madera, con cierre mediante deslizamiento.
Instrumental quirúrgico con restos del recipiente, domus del cirujano. Rímini, Museo de la ciudad.
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La atención se ve atraída, después, por los grandes morteros y majaderos de piedra, útiles para triturar y moler hierbas y minerales en la preparación de fármacos. Sus formas y materiales distintos dan prueba de cierta especialización en triturar las varias substancias. Una de las piezas más curiosas es la vasija en forma de pie. Observándola con atención descubrimos que tiene un doble fondo. Se trata de una bolsa para agua caliente o hielo, usada de manera diferente según las necesidades. No menos interesantes los pequeños recipientes que llevan escrita, en griego y latín, ¡la indicación del contenido! De la taberna proviene asimismo la mano votiva de bronce, una escultura vinculada al culto oriental de Júpiter Doliqueno, practicado en Rímini en los siglos II y III. Para concluir el recorrido expositivo cabe destacar un grafito grabado en el revoque de la pared, junto a la cama de la habitación de la taberna destinada a alojar a los pacientes. Quizás en signo de gratitud un enfermo escribió el nombre del médico (interpretado como Eutyches) definiéndolo “homo bonus”. En la vitrina de enfrente se expone un puñado de más de ochenta monedas (la calderilla de la vida cotidiana) que cayeron al suelo desde el piso de arriba cuando se produjo el hundimiento, así como algunas armas (una punta de lanza y una jabalina) halladas en el pavimento de la consulta del cirujano, recuerdo de los hechos bélicos que debieron provocar la destrucción de la casa.
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Entrevista imposible a un personaje que vivió en el siglo III d.C. en la domus del cirujano. Coordinación de Francesca Minak y Marina Della Pasqua Duración: 1 hora y 15 minutos Para niños de más de 8 años De pago, previa reserva Información: tel. 0541 704421-26 La visita se ve animada por el encuentro con quien conoció de cerca al cirujano que vivió en la domus de Piazza Ferrari, personaje interpretado para la ocasión por el guía, que llevará simbólicamente sus ropas. ¿Quién era el médico que vivió en la domus en el siglo III? ¿Cómo se llamaba? ¿De dónde procedía? ¿Qué enfermedades era capaz de curar y qué intervenciones sabía realizar? Son muchas las curiosidades que nacen de la visita al yacimiento arqueológico y del encuentro con el personaje. ¡Muchas las preguntas que podrán plantearse y las respuestas que se podrán sugerir o las hipótesis que se podrán formular ateniéndose a las consideraciones y conclusiones de arqueólogos y estudiosos! En esta especie de “entrevista imposible” los chicos se sentirán proyectados a un tiempo remoto, al misterio y el encanto de los primeros siglos del Imperio, a una ciudad rica y floreciente, abierta a gentes, mercancías y culturas llegadas de oriente, pero al mismo tiempo amenazada por la pesadilla de las hordas bárbaras. En un vaivén entre presente y pasado, en el diálogo con el personaje cercano al médico de época romana, se van esbozando páginas de historia y existencia vividas, se abren claros de luz en aquella lejana cotidianidad, conocimientos acerca de la antigua ciencia de la medicina y sobre las creencias y gustos de nuestros antepasados. Para los más pequeños se proponen cuentos inspirados en el complejo arqueológico y una simpática y educativa experiencia de excavación, “La pala del arqueólogo”. Entre las narraciones animadas se sugieren: Érase una vez… una domus (para niños de 3 a 6 años) Pinax. Historia sonora del mar (para niños de 3 a 8 años) El cirujano y el templo secreto de Anubi (para niños de 7 a 12 años) El cirujano y el extraño caso del resfriado de amor (para niños de 3 a 6 años) Coordinación de Cristina Sedioli Duración: 1 hora y 15 minutos De pago, previa reserva Información: tel. 0541 704421-26
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La pala del arqueólogo Coordinación de Ilaria Balena Duración: 2 horas Para chicos de 7 a 11 años De pago, previa reserva Información: tel. 0541 704421-26 El taller propone una experiencia de excavación arqueológica llevada a cabo en la playa (¡con la pala, por tanto!), organizada por adArte sas. En el ámbito del jardín que alberga el Lapidario romano, dentro del Museo de la Ciudad, se recrea un campo equipado en el que los muchachos, bajo la guía de un profesional, sentirán la emoción de descubrir convirtiéndose en “pequeños arqueólogos”. La simulación de la excavación ofrece la oportunidad de acercar a los chicos de manera divertida y estimulante a la arqueología, situando a los pequeños investigadores tras las huellas del pasado ¡en un contexto de juego, curiosidad y sorpresa! Con el uso de las herramientas del oficio se seguirán las distintas fases de una investigación arqueológica adoptando sus criterios y metodología: de la excavación a la observación del terreno y las huellas que contiene, desde la recuperación de materiales hasta la documentación… para comprender el concepto de estratigrafía, el significado del trabajo del arqueólogo y la importancia de respetar lo que el tiempo ha enterrado. El encuentro con la arqueología representa una aproximación a la historia en la que ¡las páginas de los libros son las capas del terreno y las palabras escritas son interpretadas por los objetos descubiertos y desenterrados! En el esfuerzo personal y, al mismo tiempo, en el hecho de compartir el trabajo en grupo, los muchachos se convierten en protagonistas de una cautivadora aventura a través de la cual pueden tomar conciencia del valor de la historia y aprender a respetar su legado.
Gamo, detalle del mosaico de Orfeo. Rímini, complejo arqueológico de la domus del cirujano.
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6. De domus en domus 1 o 2 días Itinerario: Rímini, Palazzo Massani, Gobierno Civil / Cámara de Comercio / Museo de la Ciudad - Sección de Arqueología - Taller del fresco.
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La Rímini subterránea le muestra al visitante los tesoros de la ciudad antigua sobre la que ha crecido el centro en sus formas actuales. Una riqueza que sale a la luz cada vez que se va debajo de la superficie de la calle, trazando de manera cada vez más definida el vivaz tejido ciudadano que envolvía las construcciones monumentales. Los numerosos yacimientos arqueológicos hallados en el corazón de Rímini gracias a las excavaciones realizadas a partir de la posguerra ofrecen testimonios significativos de las domus, las prestigiosas moradas que reflejan la posición social y las actividades desarrolladas por los domini, los amos de las casas. Tres de estos yacimientos han sido musealizados in situ: el área de Palazzo Massani (sede actual del Gobierno Civil), la de la Cámara de Comercio y el conjunto de Piazza Ferrari (véase el Itinerario nº 5). Asomándose al cardo maximus, en una posición privilegiada, la vivienda descubierta en el área de Palazzo Massani constituye un ejemplo paradigmático de la evolución de las domus de Ariminum: la excavación efectuada entre 1998 y 2000 ha documentado al menos seis intervenciones, desde las primeras modestas estructuras de mediados del siglo IV a.C. (¡anteriores a la fundación de la colonia!) hasta el abando-
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no en el siglo V d.C. Los restos dejados a la vista pertenecen a la lujosa mansión de principios del siglo I d.C. El edificio, dispuesto según el modelo de las casas del área vesubiana, se abría ofreciendo una imagen espectacular que, desde la entrada, abarcaba el atrio, el tablinum (la sala de recepción) y el peristylium (el jardín porticado), los espacios para la acogida de visitantes en los que el dominus trataba sus negocios y departía con sus huéspedes. El tablinum estaba decorado con un pavimento de losas de mármol polícromo delimitado por un marco musivo; en el centro había una fuente, de la que permanecen las huellas. El peristilo aparecía adornado por un estanque de fondo revestido con un mosaico negro y de paredes cubiertas con una capa impermeabilizadora de añicos de loza, que, con el murmullo del agua, hacía todavía más agradable la estancia en el jardín. Los escalones de obra y la depresión del fondo facilitaban la limpieza del estanque, enterrado en el ámbito de las reformas realizadas a finales del siglo I d.C. La continuidad de los asentamientos a lo largo de la historia de Ariminum es también característica del yacimiento arqueológico que se puede visitar en el sótano de la Cámara de Comercio. Las estructuras descubiertas en 1995 y 1996 documentan la vida de al menos tres domus incluidas en una manzana del sector occidental de la ciudad romana de prevaleciente vocación residencial.
Pavimentos de añicos de loza, de mosaico y de losas de mármol. Rímini, yacimiento arqueológico de la Cámara de Comercio.
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Gema grabada con representación de Marte y oscillum con liebre. Rímini, Museo de la ciudad.
Atraen la mirada, en una ubicación arqueológica compleja, las pavimentaciones: la refinada mezcla de añicos de loza con meandros dibujados mediante teselas musivas, perteneciente a una domus del siglo I a.C. dotada de patio porticado; el precioso pavimento de losas de mármol blanco y negro, proveniente de otra vivienda de época imperial; el original mosaico polícromo ornamentado con motivos geométricos y elementos vegetales estilizados atribuido a una reforma del siglo III d.C.; la lujosa pavimentación de losas de mármol polícromas, de época tardoantigua, que se extendía a la gran sala con ábside elevado. Muchos de los mármoles fueron objeto de expoliación en época antigua, cuando con la crisis del imperio los materiales más costosos empezaron a escasear; quedan únicamente las huellas claramente reconocibles en el subsuelo del pavimento. En la zona central del área de excavación es interesante notar los vestigios de una callejuela que cortaba longitudinalmente la manzana; a lo largo del callejón de tierra corría un canal de alcantarillado de ladrillo (aún perfectamente visible) al que se echaban los residuos de las viviendas más cercanas. La calleja empezó a ser invadida por pequeñas tiendas en época republicana tardía, para después perder su funcionalidad en el período tardoantiguo cuando el ábside del edificio palacial se superpuso al trazado. Los cientos de miles de restos hallados en las excavaciones urbanas se conservan en el Museo de la Ciudad, guardián de uno de los patrimonios más ricos e interesantes de la región, que espera ser ordenado en la Sección arqueológica que va a montarse próximamente. Hoy se puede visitar la parte dedicada a la Rímini de los siglos II y III d.C., en la que se dedica amplio espacio a las domus y la vida cotidiana. El recorrido expositivo sumerge al visitante en la intimidad protegida por las paredes domésticas a través de la reproducción de una de las piezas encontradas en la excavación de Palazzo Arpesella: el pavimento está constituido por una copia de la mezcla de añicos de loza con porciones de mosaico, las paredes y el techo están cubiertos por
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Basa ilustrada con escena de escuela, Palazzo Diotallevi. Rímini, Museo de la ciudad.
revoques pintados con motivos similares a los del moderno papel de empapelar en los que se repiten motivos geométricos y florales, como la composición con rosas y capullos sobre fondo azul. Los objetos expuestos en los aparadores evocan las antiguas estancias donde la domina pasaba el tiempo, marcado por los ritmos lentos del hilado y el tejido, o se confiaba a las manos expertas de las esclavas para que le peinaran el pelo en complicados tocados, para que la maquillaran, la perfumaran y le untaran el cuerpo o bien para que la acicalaran con joyas. A los hombres también les gustaba darse ungüentos y perfumes y llevar objetos preciosos, como anillos en los que a veces se engastaban piedras duras, utilizadas a menudo como sellos, en los que aparecían representados símbolos y divinidades protectoras. La sensación de misterio flotaba por toda la casa, llena de estatuas, elementos decorativos, apliques de muebles, objetos ornamentales, amuletos, etc. a los que se atribuía el mágico poder de ahuyentar el mal. Así en las habitaciones se oía el agudo repiqueteo de los tintinnabula y en los pórticos se captaba el rumor de los oscilla, los discos de mármol, decorados en bajorrelieve, colgados entre las columnas. Remiten a los momentos de otium y a los apasionantes juegos de tablero o de azar las fichas de hueso y de pasta vítrea, las tabas y los dados, mientras que evoca el ambiente del comedor y la actividad culinaria la vajilla de cerámica y de vidrio. Tras atravesar las salas dedicadas a la taberna médica y a la excavación de Piazza Ferrari (véase el itinerario nº 5), el visitante “entra” en la lujosa domus de Palazzo Diotallevi, construida a tiro de piedra del
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Hércules (detalle del mosaico de las barcas) y estatuilla de lar bailando, Palazzo Diotallevi. Rímini, Museo de la ciudad.
foro frente al decumano al que se asomaba el teatro. Los restos pertenecen en su mayoría a la edad imperial media, la fase mejor documentada en el lugar que estuvo habitado desde la época republicana hasta el siglo III d.C. Se presume que fue entonces cuando se produjo el incendio (probablemente relacionado con el que afectó a la domus del cirujano) que destruyó el edificio provocando su abandono. Durante los siglos II y III la domus fue reestructurada reservando amplio espacio a las piezas de recepción, mientras que en una zona lateral, con entrada independiente, quizás se alojaba una escuela privada de la que queda el rótulo que figura en la pequeña base de piedra con la ilustración de un maestro y un alumno. Dentro de la vivienda se abrían elegantes aposentos: dos triclinios - los comedores en que se celebraban los banquetes, uno para el invierno y otro para el verano, pavimentados con espléndidos mosaicos geométricos - se asomaban al magnífico patio-jardín adornado con un estanque en el que se habían abierto unas hornacinas. Se cree que una de estas alojaba la estatua de un atleta, probablemente una copia del discóbolo de Policleto, que nos ha llegado incompleta. Sin embargo el dominus, presumiblemente un armador, confía su imagen al grandioso mosaico en blanco y negro que muestra la escena de la entrada de las barcas al puerto. La original y compleja composición de la alfombra musiva - en cuyo centro se representa a Hércules levantando el cáliz - que pavimentaba la sala más grande de las destinadas a la recepción de los huéspedes, debía suscitar en los convidados admiración y maravilla: las mismas sensaciones que experimenta hoy el visitante frente al mosaico que muestra en la imagen del puerto la primera “fotografía” de Rímini. El uso que se daba a la pieza, acoger a los invitados en suntuosos banquetes, es evidenciado por el kantharos
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Mosaico de Anubi y busto de Dionisio. Rímini, Museo de la ciudad.
(gran copa de vino) que aparecía en el umbral y las vasijas que figuran en el más exterior de los marcos, en torno al emblema central. El desahogado nivel de vida de la familia se hace patente, asimismo, por el esplendor de la mesa en que se exhibía el servicio de bronce hallado entre los restos de un armario carbonizado por el incendio que destruyó la domus. Componían el servicio, entre otros objetos, jarras, ollas, una sartén, un portacandil y, en pose de danza, un lar, la divinidad protectora de la casa y el hogar, colocado sobre la mesa para recibir las ofrendas rituales durante el banquete. Representaciones de varios personajes de la mitología invadían las domus y los objetos de la vida cotidiana, sobre todo en la época imperial, cuando se convirtieron en expresiones del gusto artístico y de la moda más que en una verdadera devoción. Así, la escena central del mosaico de “Anubi” es más una manifestación de la desbordante pasión por lo exótico que un ejemplo de la difusión de los cultos orientales. Notable la fortuna de las divinidades de la corte dionisíaca: se prestaban perfectamente al ámbito doméstico y a la decoración de los jardines las esculturas de Eros, Dioniso, Príapo y Sileno que representaban los placeres convivales y las fuerzas propiciatorias de la naturaleza. La estatua de Orfeo tocando la cítara la imaginamos en el interior de una hornacina, quizás con funciones decorativas, mientras que el núcleo de estatuillas de bronce de divinidades - probable material de descarte de una fundición, hallado en los años cincuenta - debía estar destinado al culto en un larario.
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Taller del fresco Coordinación de Lorenza Angelini Duración: 3 horas Para chicos de más de 9 años y para adultos De pago, previa reserva Información: tel. 0541 704421-26 Completa el recorrido una propuesta que permite ampliar el conocimiento del rico patrimonio de revoques pintados en época romana conservados en el Museo y en la domus del cirujano y descubrir los secretos de una de las técnicas pictóricas más antiguas y fascinantes que han aplicado hábiles artesanos y grandes artistas. El fresco es una pintura mural ejecutada sobre una superficie aún “fresca”, de modo que la reacción entre la cal del revoque y la atmósfera fije los colores. Es Vitruvio en su obra “De Architectura” quien nos proporciona la información más detallada acerca de la técnica que los romanos definen “udo tectorio” (en húmedo). El taller empieza con la observación de algunos originales con la guía del experto: amplios fondos monocromos en colores vivaces, a menudo distribuidos en recuadros, dentro de los cuales hay dibujados elementos florales estilizados, volátiles o vistas. Y también composiciones “de tapicería” con motivos geométricos y vegetales. Después se procede a realizar frescos de pequeñas dimensiones aplicando técnicas antiguas. Con las herramientas y materiales necesarios, en primer lugar se traza el dibujo preparatorio que reproduce uno de los temas o figuras admirados en la visita, reelaborado según la interpretación del ejecutor. En el fondo uniforme del revoque, extendido sobre la base ya preparada, aparecen en un primer momento los contornos de la imagen trasladada con el estarcido. A continuación, al extender los pigmentos, cobran vida las figuras animadas por los colores y por la definición de los detalles, según la creatividad personal. Al final cada uno se llevará su fresco a casa como recuerdo de la experiencia.
Fresco con rosas, Palazzo Arpesella. Rímini, Museo de la ciudad.
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7. Recursos de la naturaleza y trabajo del hombre: una economía entre tradición y actualidad 2 días Itinerario: Rímini, yacimiento arqueológico del antiguo Consorcio Agrario / Museo de la Ciudad - Sección arqueológica; Santarcangelo di Romagna, MUSAS.
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El recorrido puede llevarse a cabo tanto en coche como en bicicleta, sirviéndose en este último caso de la red de carriles bici que se están disponiendo, cada vez en mayor número, en la provincia di Rímini (información: www.ciclo.emilia-romagna.it o bien www.piste-ciclabili.com/provincia-rimini). El itinerario podrá entrar en contacto en el territorio con las estructuras actuales (casas de turismo rural, bodegas y fincas de las rutas de los vinos, almazaras, pescaderías…) y con el paisaje agrícola y forestal (se sugiere recorrer el Valle del Conca con el llano de San Pietro in Cotto, para llegar a las primeras estribaciones de Montefeltro). Para quien desee vivir una experiencia en contacto directo con la naturaleza sugerimos una visita al Museo naturalístico multimedia y a las Grutas de Onferno (información: tel. 0541 984694). El Museo ilustra la geología del territorio desde las formaciones yesosas y barrancos hasta las características grutas. El viaje a la historia de la formación del territorio puede proseguir en las salas del Museo de Mondaino (información: tel. 0541 981674) donde se recoge la documentación del patrimonio paleontológico local.
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Para los muchachos se aconsejan las siguientes actividades en el MUSAS de Santarcangelo di Romagna: Las ánforas y el vino El taller permite, a través de un recorrido lúdico, experimentar todo el proceso productivo, del viñedo al mercado. Coordinado por Cristina Giovagnetti Duración: 2 horas Para chicos de más de 8 años y para adultos De pago, previa reserva Información: tel. 0541 624703 El gigante Fuegoarcilla El cuento narra la historia fantástica de cómo el alfarero Mario se hizo amigo del terrible Gigante Fuegoarcilla, aprendiendo de este modo a construir increíbles ánforas; se creará el Muñeco Gigante Fuegoarcilla. Coordinación de Cristina Sedioli Duración: 1 hora y 15 minutos Para niños de 3 a 7 años De pago, previa reserva Información: tel. 0541 624703 No son sólo los monumentos, las vías consulares, los puentes y las espléndidas domus los que sacan a la luz la vida de Ariminum. Las excavaciones arqueológicas también han puesto al descubierto instalaciones de producción que ofrecen retratos parciales de la organización del trabajo, restos de villas rústicas y de estructuras de elaboración de los productos locales (desde el aceite hasta el vino), característicos del área rural. En Rímini, a lo largo de la ronda del sur que flanquea la muralla, a tiro de piedra del arco de la Puerta Montanara, en el lugar que ocupaba el Consorcio agrario donde desde hace unos años surge un complejo residencial, gracias a una obra de musealización in situ, se puede visitar parte de un área productiva descubierta en 2002 y 2003 en el curso de unas obras de construcción. Aquí se abre un gran estanque, con pavimento de ladrillos de terracota dispuestos en forma de espina de pez (el clásico opus spicatum) y paredes impermeabilizadas por una capa de mezcla de añicos de loza. Un elemento curioso es el constituido por el tobogán que facilita la entrada a la piscina en lugar de los convencionales escalones. Es un detalle sin duda útil, dado el uso del estanque, que formaba parte de un contexto de manufactura articulado en varios espacios (quizás vinculado a la elaboración de la arcilla o
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de fibras textiles), activo durante la edad imperial. Una situación arqueológica que puede constituir simbólicamente la “puerta de acceso” a la vocación artesanal del territorio riminés. Ahora nos encaminamos por los diversos itinerarios en equilibrio entre tierra y mar, en un tobogán de valles y colinas donde no será difícil encontrar la autenticidad de nuestra historia en el trabajo de los campos, en el artesanado y en los sabores más genuinos de la tradición. En los muchos locales de las dinámicas ciudades costeras, entre las callejuelas de los antiguos burgos y los alegres pueblos, en un sucederse de paisajes variopintos donde la viña se alterna con los olivares, los huertos se inclinan hacia el litoral y los bosques dan paso a los pastos… dondequiera que sea siempre se podrán caldear los ánimos con un buen vaso de tinto sangiovese, producido con los modernos métodos enológicos respetando plenamente una cultura milenaria, evocada por fuentes históricas y arqueológicas. Sabemos que el vino romano local, quizás de calidad no excelsa, se vendía a precios asequibles, hecho que favoreció su exportación a Roma, incluso, donde se destinaba a los comedores populares. Y, siguiendo las rutas del vino, descubrimos que al comercio del producto romañés se ligaba la fabricación de ánforas de típico fondo plano y de dimensiones reducidas, idóneas para el transporte por vía terrestre. Forlimpopoli y Santarcangelo se confirman como los mayores centros de producción de estos recipientes que tuvieron una enorme difusión en la media edad imperial. El Museo Histórico Arqueológico de Santarcangelo (MUSAS), instalado desde 2005 en Palazzo Cenci, interpreta perfectamente la vocación de un territorio agrícola fértil y productivo que a las rutas comerciales vinculó las actividades de fabricación de vasijas y ladrillos, sabiendo transformar esta última en la tradición artística medieval y en la moderna industria. Y si, dentro del Museo arqueológico, los hornos rinden homenaje a la elaboración de la arcilla, testimoniando su tecnología y continuidad a lo largo de los
A la izquierda, ánforas de vino de fondo plano. Santarcangelo di Romagna, MUSAS. A la derecha, campos cultivados y olivos del Valle del río Conca.
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siglos, la documentación relativa a las villas rústicas, en torno a las cuales en época romana se desarrollaba el trabajo de los campos, ofrece interesantes detalles sobre la floreciente economía agrícola. Una economía que, como es bien sabido, además de en la vid, se centraba en el cultivo de los cereales, las hortalizas, los árboles frutales y el olivo. Sigue exaltando hoy el sabor de nuestros alimentos el aceite de nuestros collados, fruto de un trabajo sabio que, en tiempos recientes, ha aprendido a valorizar un producto de excelencia por grado de acidez, color, aroma y sabor. Por doquier se expande el perfume de la piadina, la torta sencilla a la que la manteca o el aceite añadido confiere suavidad: trabajada por manos que repiten el gesto arcaico de amasar (que ya era familiar a las gentes del Neolítico) y cocida sobre la típica plancha de terracota refractaria, recuerdo del testum que ya usaban los romanos, la piada casa perfectamente con las hierbas de campo en los rústicos cassoni o acompaña los deliciosos embutidos y los tiernos quesos romañeses. Entre estos destacamos el blando squacquerone, el suave raviggiolo y la fina ricotta, pero también los sabrosos quesos de cabra o el excelente queso di fossa, curado durante meses en los antiguos hoyos, producido en Sogliano al Rubicone, así como en Talamello y en Mondaino. Típicos de los valles de las provincias de Rímini, Cesena y Forlì y del cercano Montefeltro, constituyen un homenaje a la economía agrícola y de pastoreo del interior romañés y a una tradición quesera que hunde sus raíces nada menos que en tiempos prehistóricos. La extendida cría de ganado ovino, en efecto, siempre ha constituido uno de los mayores recursos de la región, como ya se ponía de relieve en época romana: ¡cómo no recordar la elaboración del queso DOC de Sarsina, de pliniana memoria, del que hoy es heredera la caciotta romañesa! El medio forestal y la abundante producción de cereales favorecieron ya en el período romano republicano, dando continuidad a la tradición gala, la cría del cerdo y la elaboración de sus carnes. Junto con los jabalís, que pueblan las zonas más agrestes, donde la presencia de la encina es común, los cerdos alimentan aún hoy una verdadera “industria”. Aquí se puede disfrutar del auténtico gusto de los embutidos: el jamón de Montefeltro, por ejemplo, goza de la calificación de producto de excelencia. La cocina del territorio se nutre de sabores antiguos en los platos de carne, como en el caso de la cocción “in porchetta”, resultado de los contactos con las regiones centrales de la península, perpetuados a lo largo de la historia a través de las rutas apenínicas. De los campos y huertos que explotan la fertilidad de la tierra siguen proviniendo las saludables hierbas silvestres y las tiernas hortalizas, como los espárragos, que ya conocían y apreciaban los romanos. Las primeras son las reinas de los platos y recetas de Saludecio, localidad del Valle del Conca; las segundas dan color a los mercados y mesas,
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Peces, moluscos y crustáceos del Adriático (detalle del mosaico, Via Cairoli). Rímini, Museo de la ciudad.
acompañando las ricas carnes o el exquisito pescado del Adriático. Y las ferias populares nacen para disfrutar colectivamente de los productos locales, como la miel (feria de Montebello di Torriana) o la castaña, otrora nutritivo alimento para los pobres, actualmente reina de cálidos ambientes otoñales, como los evocados por el pueblo de Montefiore. Un territorio, el riminés, que se siente ligado a la tierra pero nunca deja de asomarse al mar. Conocido por lo abundante de la pesca desde la antigüedad, el Adriático ofrece gustosas variedades de pescado que alegran parrilladas, frescas ensaladas, sabrosos caldos… Triunfa por su sabor y propiedades dietéticas el pescado azul, un pescado “pobre” que bien merece ser revalorizado a través de las muchas recetas de la gastronomía local. En la Rímini contemporánea, que va tomando el perfil de una metrópolis, y en el territorio de la provincia, en una sociedad en la que la industria -y no sólo la turística-, junto al terciario, reconfiguran la relación entre el hombre y el medio ambiente, sorprende descubrir que en el tejido popular del mercado siguen conviviendo, codo con codo, la economía agrícola, la pastoricia y la marinera, en la atávica tradición de los productos lácticos, del huerto y de la pesca. Imágenes de tierra y mar aparecen de manera recurrente en la iconografía pública y doméstica de la Rímini romana: animales salvajes, racimos de uva, ramas de olivo junto a escurridizos peces que parecen guiñar el ojo desde los paneles del tímpano del arco augusto y gozan de amplia fortuna tanto en el repertorio musivo como en los objetos decorativos. En la Sección arqueológica del Museo de la Ciudad de Rímini, la sala dedicada al mar conserva espléndidos y vivos mosaicos en los que hábiles artesanos han representado peces, moluscos y crustáceos del Adriático. El mar, como un fino hilo azul sobre el horizonte, acompaña nuestro viaje ya en los testimonios arqueológicos, ya en las sugestiones de un paisaje que tiene como protagonista la larguísima playa dorada y, en su extremo, el áspero promontorio de Gabicce.
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El Festival del Mundo Antiguo
Un itinerario especial de cuatro días o, mejor, un “contenedor de itinerarios” representado por lo Antiguo y lo Presente, en la fórmula de Festival del Mundo Antiguo, tiene lugar cada año en Rímini en el mes de junio. Lo organizan la Biblioteca Gambalunga y los Museos Municipales de Rímini, junto con otros colaboradores de la Provincia de Rímini. La estructura del consolidado evento, que siempre ha sido acogido de manera muy favorable, se mantiene invariada en lo esencial si bien con novedades en los contenidos específicos. El programa incluye lecciones magistrales, presentaciones de libros, itinerarios arqueológicos, seminarios y congresos de materia histórica, científica, antropológica y religiosa, así como también juegos y entretenimiento para niños y adultos, reconstrucciones históricas, etc. El conjunto compone un calendario lleno de acontecimientos y actividades con los que satisfacer la curiosidad y el interés en relación con campos tan diversos como los de la arqueología, la política, la historia, el derecho, la literatura, la técnica, el juego, las costumbres, la religión, la medicina... Rímini y su territorio, además, constituyen un escenario auténtico, alejado de los estereotipos más banales: por sus milenarios monumentos, por los Museos que albergan patrimonios originales y a veces únicos, por sus numerosos y difusos testimonios de lo antiguo y por las obras de musealización que en esta disciplina se están llevando a cabo, empezando por el complejo arqueológico de la domus del cirujano de Rímini y por la disposición de los nuevos espacios de la Sección arqueológica del Museo de la Ciudad, que se articulará a lo largo de cuarenta salas. Información: http://antico.comune.rimini.it
Un momento del Festival: campamento romano en la reconstrucción de la Legio XXX Ulpia Traiana Victrix.
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Museos y yacimientos arqueológicos de la provincia de Rímini que se encuentran en los itinerarios
Cattolica, Museo della Regina Via Pascoli, 23 47841 Cattolica Información: tel. 0541 966577 museo@cattolica.net www.cattolica.net/retecivica/italiano/cultura Horarios: de invierno de martes a jueves, de 9.30 a 12.30 viernes y sábados, de 9.30 a 13.30 y de 15.30 a 19.00 domingos de 15.30 a 19.00 lunes cerrado de verano martes de 9.30 a 12.30 de miércoles a domingo, de 17.30 a 23.00 lunes cerrado Cattolica, área arqueológica de la antigua plaza del mercado hortofrutícola Piazzetta Mercato 47841 Cattolica Información: tel. 0541 966577 Museo della Regina El yacimiento, al aire libre, se puede contemplar desde el exterior Visitas previa reserva Riccione, Museo del Territorio Centro Culturale della Pesa Via Lazio, 10 47838 Riccione Información: tel. 0541 600113 museo@comune.riccione.rn.it Horarios: de invierno (del 1 de septiembre al 20 de junio) da martes a sábado, de 9.00 a 12.00 de verano (del 21 de junio al 31 de agosto) martes, miércoles y viernes de 9.00 a 12.00 y de 21.00 a 23.00 jueves y sábados de 9.00 a 12.00 domingos y lunes cerrado
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Riccione, yacimiento arqueológico de San Lorenzo in Strada Via Flaminia, 25 47838 Riccione Información: tel. 0541 600113 Museo del Territorio El yacimiento, englobado en la estructura del edificio de la Farmacia Comunale nº 2, se puede ver siempre Visitas guiadas previa reserva Rimini, Museo de la Ciudad y yacimiento arqueológico de Piazza Ferrari (domus del cirujano) Via L. Tonini, 1 y Piazza Ferrari 47900 Rimini Información: tel. 0541 21482-704421/26 musei@comune.rimini.it www.comune.rimini.it Horarios: de invierno (del 16 de septiembre al 15 de junio) de martes a sábado, de 8.30 a 12.30 y de 17.00 a 19.00 domingos y festivos, de 10.00 a 12.30 y de 15.00 a 19.00 lunes no festivos: cerrado de verano (del 16 de junio al 15 de septiembre) de martes a sábado, de 10,00 a 12,30 y de 16.30 a 19.30 domingos y festivos, de 16.30 a 19.30 martes y viernes de julio y agosto, también de 21.00 a 23.00 lunes no festivos cerrado Rimini, yacimiento arqueológico de la Cámara de Comercio Via Sigismondo, 28 47900 Rimini Información: tel. 0541 704421-704426 Musei Comunali Visitas guiadas previa reserva con una semana de antelación por lo menos Rimini, yacimiento arqueológico de Palazzo Massani (sede de la Prefectura de Rímini, Oficina Territorial del Gobierno) Via IV Novembre, 40 47900 Rimini Información: tel. 0541 704421-704426 Musei Comunali www.prefettura.rimini.it Visitas previa reserva
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Rimini, área arqueológica del antiguo Consorcio Agrario Via Circonvallazione Meridionale, 82 47900 Rimini El yacimiento se puede ver siempre Santarcangelo, MUSAS-Museo Storico Archeologico Via della Costa, 26 47822 Santarcangelo di Romagna Información: tel. 0541 625212-624703 servizi@metweb.org www.metweb.org/musas Horarios: de invierno (del 1 de noviembre al 30 de abril) sábado, de 10.30 a 12.30 y de 15.30 a 17.30 domingo, de 15.30 a 17.30 Visitas guiadas previa reserva incluso en otros días de verano (del 1 de mayo al 31 de octubre) de martes a domingo, de 16.30 a 19.30 sábados, también de 10.30 a 12.30 martes y viernes (sólo de junio a septiembre), también de 21.00 a 23.00 lunes cerrado Verucchio, Museo Civico Archeologico Via S. Agostino 47826 Verucchio Información: tel. 0541 670222 iat.verucchio@iper.net www.comunediverucchio.it Horarios: de invierno de lunes a viernes, previa reserva sábados de 14.30 a 18.30 domingos de 10.00 a 13.00 y de 14.30 a 18.00 de verano (del 30 de marzo al 30 de septiembre) de lunes a domingo, de 9.30 a 12.30 y de 14.30 a 19.30 N.B. Período de apertura, entrada y horarios pueden sufrir variaciones. La cima de Verucchio, cuna de la civilización villanoviana y el promontorio de Gabicce.
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La Belleza Nuestro petróleo es la belleza La belleza nos hace pensar alto Y nosotros la tiramos como si fuera dinero en bolsillos agujereados La belleza grita sus dolores de manera silenciosa. Hay que curar los oídos de quienes mandan para que logren oírla. La belleza es el alimento de la mente La belleza en Italia puedes encontrártela por la calle y enseguida te llena de estupor. Pero en los pequeños mundos hay mucha belleza que está muriendo. Si la salvamos, nos salvamos. Tonino Guerra
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Provincia di Rimini Assessorato alla Cultura Assessorato al Turismo
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