El amor del Padre... El Padre, el gran misterio, la fuente [de] donde brota todo, el amor gratuito que se me da, que me crea. Gracias, Jesús. Gracias, Dios mío, porque Tú eres mi Padre, eres el derroche del amor sobre mí, que fluye, que riega mi corazón. Gloria al Padre en este encuentro, en este diálogo contigo. Gloria al Hijo. Gloria al Espíritu Santo. Ése eres Tú, el amor del Padre, mi Padre. Si yo tengo a mi Padre, ¿qué me puede faltar? Todos los recursos se me solucionan, todos los sueños se me cumplen, porque el amor tuyo como Padre me envuelve de ternura, me envuelve de amor, comprensión... de paternidad. Y ahora quiero pensar en ti, Jesús, la gracia tuya. Tú que eres la deducción del amor de tu Padre, la expresión de su amor, eres humanidad completa, eres ejemplo, eres fuerza, eres paciencia, eres bondad, eres el amor de tu Padre hecho expresión, hecho realidad, hecho armonía, hecho ardor. Por eso no puedo menos de decirte: Tú eres mi Señor, Tú eres mi todo. ¡Gloria al Padre! ¡Gloria al Hijo! Y cómo no, de este amor fluye el Espíritu, la comunión del Espíritu Santo. Decimos en esta preciosa bendición que “esté siempre con nosotros". De este amor tuyo y del Padre nace el Espíritu, el que me da fuerza, el que me oxigena, el que me destruye todo lo viejo, el que me refresca, el que me sana, el que me integra, el gran Defensor, el Paráclito, el que nos sacia toda la sed, la manifestación de tu amor, el que continuamente nos está[s] insuflando el amor para que lo cojamos. ¡Qué gran fiesta, Jesús! Quiero quedarme reflexionando, pensando, dando vueltas en mi corazón a este gran amor tuyo como Padre; a esta gran gracia que tengo como Hijo, como Tú, Jesús; y a este amor tan grande que es el Espíritu. Te bendigo, Trinidad Santa, por todo el amor que me das. Te bendigo porque me llamas a la vida, porque has querido que sea hija tuya, porque me has dado la vida, porque me das a Jesús como compañero del camino, porque me das la fuerza a caminar en tu Espíritu, porque me llenas de tus dones, porque me afianzas, me cubres, me guardas, me das fuerza, me alimentas, sacias mi sed. ¡Gloria al Padre, gloria al Hijo, gloria al Espíritu Santo! ¡Te alabo y te bendigo, Trinidad Santa! Pienso, le doy vueltas a este amor del Padre, a esta gracia de Jesús, como Hijo, y a esta comunión con el Espíritu Santo. Y te alabo y te bendigo, Trinidad Santa. Que hoy pueda decir muchas veces: “¡Gloria al Padre, gloria al Hijo, gloria al Espíritu Santo, al Dios que es, que era, que viene!”. Transfórmame en alabanza de tu Santísima Trinidad. ¡Gloria al Padre, gloria al Hijo, gloria al Espíritu Santo! Francisca Sierra Gómez
EL DOMINGO PARROQUIA SANTA MARÍA MICAELA – MELILLA https://parroquiasantamariamicaela.wordpress.com 22 de Mayo de 2016
LA SANTÍSIMA TRINIDAD
Ciclo C
Número 7
DIOS NOS HABLA LUNES 23 Marcos 10, 17-27. ¡Qué difícil será para los ricos entrar en el Reino! MARTES 24 Marcos 10, 28-31. Los primeros serán los últimos y los últimos primeros. MIÉRCOLES 25 Marcos 10, 32-45. Yo he venido para servir, no a ser servido. JUEVES 26 San Felipe Neri. Lucas 9, 11b-17. Dadles vosotros de comer. VIERNES 27 Marcos 11, 11-26. Mi casa será casa de oración y no cueva de ladrones. SÁBADO 28 Marcos 11, 27-33. ¿Con qué autoridad haces estas cosas?
¿Señor, a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna.
Lectura del libro de los Proverbios 8, 22-31 Así dice la sabiduría de Dios: «El Señor me estableció al principio de sus tareas, al comienzo de sus obras antiquísimas. En un tiempo remotísimo fui formada, antes de comenzar la tierra. Antes de los abismos fui engendrada, antes de los manantiales de las aguas. Todavía no estaban aplomados los montes, antes de las montañas fui engendrada. No había hecho aún la tierra y la hierba, ni los primeros terrones del orbe. Cuando colocaba los cielos, allí estaba yo; cuando trazaba la bóveda sobre la faz del abismo; cuando sujetaba el cielo en la altura, y fijaba las fuentes abismales. Cuando ponla un límite al mar, cuyas aguas no traspasan su mandato; cuando asentaba los cimientos de la tierra, yo estaba junto a él, como aprendiz, yo era su encanto cotidiano, todo el tiempo jugaba en su presencia: jugaba con la bola de la tierra, gozaba con los hijos de los hombres.»