San Juan Crisóstomo, al llegar a una población de su diócesis, se enteró de que había muerto un mendigo por descuido de los vecinos. Entonces advirtió con firmeza: «Me niego a celebrar la Eucaristía hasta que no hagáis penitencia por tan gran pecado, porque no sois dignos de participar en la Cena del Señor».San Juan Pablo II habló también con absoluta claridad y exigencia: «La Eucaristía nos conduce a vivir como hermanos. Quienes comparten frecuentemente el pan eucarístico deben comprometerse en construir juntos, a través de las obras, la civilización del amor... No se puede recibir el cuerpo de Cristo y sentirse alejado de los que tienen hambre y sed, son explotados o extranjeros, están encarcelados o se encuentran enfermos».Nueve millones de pobres en España y nueve millones de cristianos que participamos cada domingo en la Eucaristía. Ciertamente, los nueve millones de pobres son una acusación a los nueve millones de practicantes. El Señor nos invita a preguntarnos: ¿hacia quién he de tender la mano generosa? ¿Qué puedo hacer yo para que la sociedad sea un poco menos fábrica de pobres? ¿Debería, tal vez, afiliarme a un voluntariado? ¿Estoy haciendo bastante y lo el que recibimos en nuestras eucaristías. Hoy es un día especialmente apto para revisar nuestras comuniones, para ver hasta qué punto esas comuniones son un rito, carente de virtualidad, que nos deja estáticos y sin ninguna clase de compromiso personal con Dios y con cualquier ser humano.Jesucristo repartió el pan e, inmediatamente, salió al exterior, donde le esperaba el dolor, la burla, el insulto y la muerte. Así entendió Jesucristo la comunión; su participación en el banquete eucarístico llevó consigo el compromiso total de su vida a favor de la humanidad.
EL DOMINGO PARROQUIA SANTA MARÍA MICAELA – MELILLA https://parroquiasantamariamicaela.wordpress.com 29 de Mayo de 2016
DIOS NOS HABLA LUNES 30 San Fernando Mc 12, 1-12. «La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular». MARTES 31 VISITACIÓN DE LA VIRGEN MARÍA Lc 1, 39-56. ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? MIÉRCOLES 1 Mc 12,18-27. No es Dios de muertos, sino de vivos. JUEVES 2 Mc 12,28b-34. Éste es el primer mandamiento. El segundo es semejante a éste.
CORPUS CHRISTI
Ciclo C
Número 8
Lectura del libro del Génesis (14, 18-20): En aquellos días, Melquisedec, rey de Salén, sacerdote del Dios altísimo, sacó pan y vino y bendijo a Abran, diciendo: «Bendito sea Abrahán por el Dios altísimo, creador de cielo y tierra; bendito sea el Dios altísimo, que te ha entregado tus enemigos.» Y Abran le dio un décimo de cada cosa. Salmo: Sal 109, 1.2.3.4 R/. Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec Oráculo del Señor a mi Señor: «Siéntate a mi derecha, y haré de tus enemigos estrado de tus pies.» R/.
VIERNES 3 SAGRADO CORAZÓN Lc 15,3-7. ¡Felicitadme!, he encontrado la oveja que se me había perdido.
Desde Sión extenderá el Señor el poder de tu cetro: somete en la batalla a tus enemigos. R/.
SÁBADO 4 CORAZÓN DE LA VIRGEN MARÍA Lc 2, 41-51. Conservaba todo esto en su corazón.
«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento, entre esplendores sagrados; yo mismo te engendré, como rocío, antes de la aurora.» R/.
El Señor lo ha jurado y no se arrepiente: «Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec.» R/. Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (11, 2326): Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido: Que el Señor Jesús, en la noche en que iban a entregarlo, tomó un pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: «Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía.» Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo: «Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía.» Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (9, 11b-17): En aquel tiempo, Jesús se puso a hablar al gentío del reino de Dios y curó a los que lo necesitaban. Caía la tarde, y los Doce se le acercaron a decirle: «Despide a la gente; que vayan a las aldeas y cortijos de alrededor a buscar alojamiento y comida, porque aquí estamos en descampado.» Él les contestó: «Dadles vosotros de comer.» Ellos replicaron: «No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos a comprar de comer para todo este gentío.» Porque eran unos cinco mil hombres. Jesús dijo a sus discípulos: «Decidles que se echen en grupos de unos cincuenta.» Lo hicieron así, y todos se echaron. Él, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los dio a los discípulos para que se los sirvieran a la gente. Comieron todos y se saciaron, y cogieron las sobras: doce cestos. SIN SOLIDARIDAD NO HAY EUCARISTÍA Los Santos Padres proclamaron unánimemente la exigencia radical de solidaridad con los pobres por parte de quienes celebramos el misterio de la entrega del Señor. San Cipriano increpaba a una comunidad cristiana de su diócesis: «Tú eres afortunada y rica. ¿Te imaginas celebrando la cena del Señor sin tener en cuenta tu aportación solidaria? Tú suprimes la parte del sacrificio que es del pobre». Tradicionalmente, una tercera parte de la colecta se destinaba a la ayuda de los pobres de la comunidad. Dice, asimismo, tajantemente: «Cuando los ricos no llevan a la Eucaristía lo que los pobres necesitan, no celebran el sacrificio del Señor».