vida al joven y a su madre, cuya viudedad significaba su muerte social. El poder de Jesús es fuente de Vida para las personas. No consagra las pautas humanas que a tanta gente impiden hoy desenvolverse como personas, e incluso vivir, y vivir dignamente. Jesús, en su actuación, hace presente a Dios. Dios se presenta con una actitud benigna, es un Dios que se enternece por la situación negativa a la que los hombres reducimos a muchas personas, que denuncia nuestra inhumanidad y nos llama a superarla, porque ya ha comenzado El a realizar los signos de que ese nuevo mundo que podemos hacer ya ha iniciado. Es un Dios más humano que los propios hombres. Todo se convierte en una gran pregunta para cada comunidad y persona cristiana. ¿Dónde están nuestros signos que demuestren nuestra aportación al crecimiento de este nuevo mundo? 3.- Dios libera y salva. Esta es la gran noticia que tenemos que divulgar. Los primeros versículos del evangelio de hoy giran en torno a la madre viuda. La muerte de su hijo es, en realidad, su propia muerte: ella será, a lo sumo, sujeto de compasión y de limosna, pero desde ahora carece de identidad; sin su hijo varón no es nadie. Por eso, la atención del autor no se centra en el milagro físico, sino en la viuda. Cuando recalca al final "y se lo entregó a su madre", Lucas no quiere indicar simplemente un delicado gesto humanitario de Jesús; su intencionalidad es más profunda: Jesús restituye y hace posible la identidad personal que los ordenamientos humanos imposibilitan y a veces niegan. Este es el Reino de Dios, el nuevo ordenamiento humano que Jesús trae de parte de Dios. La parte final del evangelio muestra el modo en que los presentes así lo captan y lo manifiestan. Está teniendo lugar una visita importante: Dios, por medio de su Profeta, que es el Hijo de Dios, "ha venido a liberar a su pueblo". En razón del visitante la visita resulta sobrecogedora. No se trata del miedo psicológico, sino de ese contener sobrecogido la respiración al caer en la cuenta de la categoría del visitante. Es uno de los aspectos característicos de la experiencia religiosa bíblica. Dios libera y salva, esta es la gran noticia que tenemos que experimentar y difundir nosotros por todo el mundo. Por eso cantamos con el Salmo 29: “Te ensalzaré, Señor, porque me has librado”.
EL DOMINGO PARROQUIA SANTA MARÍA MICAELA – MELILLA https://parroquiasantamariamicaela.wordpress.com 5 de Junio de 2016
DOMINGO X DE TIEMPO ORDINARIO
DIOS NOS HABLA LUNES 6 San Norberto, obispo Mt 5, 1-12. Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados. MARTES 7 Mt 5, 13-16. Vosotros sois la luz del mundo. MIÉRCOLES 8 Mt 5, 17-19. No he venido a abolir, sino a dar plenitud. JUEVES 9 Mt 5, 20-26. Todo el que esté peleado con su hermano será procesado. VIERNES 10 Mt 5, 27-32. El que mira a una mujer casada deseándola, ya ha sido adúltero. SÁBADO 11 Mt 10, 7-13. Id y proclamad que el reino de los cielos está cerca. Todos tenemos suficiente fuerza para soportar los males del otro.
Ciclo C
Número 9
Lectura del primer libro de los Reyes (1R 17, 1724): En aquellos días, cayó enfermo el hijo de la señora de la casa. La enfermedad era tan grave que se quedó sin respiración. Entonces la mujer dijo a Elías: «¿Qué tienes tú que ver conmigo? ¿Has venido a mi casa para avivar el recuerdo de mis culpas y hacer morir a mi hijo?» Elías respondió: «Dame a tu hijo.» Y, tomándolo de su regazo, lo subió a la habitación donde él dormía y lo acostó en su cama. Luego invocó al Señor: «Señor, Dios mío, ¿también a esta viuda que me hospeda la vas a castigar, haciendo morir a su hijo?» Después se echó tres veces sobre el niño, invocando al Señor: «Señor, Dios mío, que vuelva al niño la respiración.» El Señor escuchó la súplica de Elías: al niño le volvió la respiración y revivió. Elías tomó al niño, lo llevó al piso bajo y se lo entregó a su madre, diciendo: «Mira, tu hijo está vivo.» Entonces la mujer dijo a Elías: «Ahora reconozco que eres un hombre de Dios y que la palabra del Señor en tu boca es verdad.» Salmo 29 R/. Te ensalzaré, Señor, porque me has librado. Te ensalzaré, Señor, porque me has librado