INVUNCHES - ALBUM

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INVUNCHES

Álbum de una Película Documental Fotografías de ROBERTO ASCHIERI - FRANCISCO ROKA Textos de ROBERTO ASCHIERI - ANDRÉS WEIL Prólogo de CARLOS FRANZ


PROYECTO PATROCINADO POR:

© INVUNCHES - Álbum de una Película Documental © Roberto Aschieri - Francisco Roka © ROKA Producciones invunches@gmail.com Diseño: Roberto Aschieri © 2014

www.invunches.com


Hay brujos fabricantes de Invunches disfrazados de personas modernas. Juegan al cacho y hasta escriben en los diarios. Viajan y llevan portadocumentos. ¡Cuidado! En sus ojos, en sus palabras, en sus pullazos, afloran los deseos de convertirnos en Invunches. JOAQUIN EDWARDS BELLO Invunches, Octubre de 1959

Santiago, Chile: entre la muralla y el imbunche. Entre la inútil defensa de nuestras debilidades y la mutilación de nuestras posibilidades. CARLOS FRANZ La Muralla Enterrada, 2001



LA CIUDAD DESVELADA

En su documental y en este libro de fotografías, Roberto Aschieri emprende una búsqueda apasionada. La cámara,

y su ojo tras ella, escarban en una ciudad a medias reconocible. Es Santiago de Chile, por supuesto. Pero también podría ser la pesadilla o el sueño de Santiago. Su desvelo. En la película y en las fotos esta es una urbe de amanecida, poblada por seres y sitios desvelados. Desvelados en un doble sentido: insomnes, incapaces de reposar; y también desnudados del velo de sus apariencias. Sorprendiéndolas al amanecer, tras una noche de insomnio, Aschieri consigue desvestir nuestras calles. Les quita ese tul del hábito rutinario que nos impide observarlas de verdad. Y lo que vemos son transeúntes y edificios que, en su errancia o su inmovilidad, al no dormir han soñado, febrilmente, ese sueño de la razón que –según Goya– engendra monstruos. La forma primordial (urform) de esos monstruos es el imbunche. La cámara de Aschieri desnuda imbunches en los nudos ciegos de la ciudad, en sus calles sin salida, en sus ventanas tapiadas, en sus puertas condenadas. La lente revela monstruos al repetirlos. Proliferan bicicletas, triciclos, sillas de ruedas: artefactos movidos por tracción humana, que también podríamos llamar tracción “de sangre”. Abundan los muñones de árboles, los perros vagos y los vagos perros (vagabundos viviendo como canes). Las calles semivacías claman su suciedad al cielo. Un firmamento poblado por el horrendo cablerío aéreo. El cielo de Santiago tiene los cables cruzados. Vivimos bajo un cielo de locos. En una ciudad rayada. Demoremos la mirada en los muros rayados de nuestras calles, como hace la cámara, y una cosa “saltará” a la vista. El grafiti se confiesa como tachadura del muro. Éste no es su soporte, sino su enemigo. El dibujo, la mancha, el trazo, delatan su vocación: tarjar y borrar la muralla. Todo grafiti quiere ser trampantojo. Engaño del ojo que abre vistas inexistentes en el muro. Deseo de abolirlo, sin poder para demolerlo. Los grafiteros vagan por la ciudad nocturna, desvelados. Ignorantes del sueño de la razón que encarnan, tachan la urbe, intentan borrarla. Al amanecer pasa Aschieri con su cámara, documentando el fracaso de la noche. Los jeroglíficos y emblemas, las manchas y quimeras, no han borrado el muro. Lo han maquillado. Lo han decorado con ese maquillaje atroz de los payasos viejos o las putas trasnochadas. Afeites que no tapan sino que subrayan el sueño atrasado, el cansancio, la locura. Reyes en esas albas insanas, unos vagabundos dementes declaman y gesticulan ante los muros tarjados pero no demolidos.


Sus discursos delirantes mezclan razones y quimeras, niegan lo que afirman, confunden lo que aclaran. La ciudad diurna que comienza a levantarse no los entiende: ¿qué galimatías es este? Pero el documentalista –que no quiere entenderlos sino registrarlos– consigue traducirlos. El blablá de los vagabundos es la lectura fiel del discurso rayado de la ciudad. Ahí detrás de ellos, escrito en las paredes, consta el texto monstruoso que los vagabundos insomnes declaman. Ese texto repite una sola palabra, hasta el trance: imbunche. Imbunches son las fachadas de vidrio de los grandes edificios, desveladas como gigantescos espejos deformantes. Imbunche es el antiguo tajamar desenterrado sólo para convertirlo en monumento –¿inconsciente?– al descuartizamiento de la urbe. Las palabras quebradas del vagabundo son la voz del imbunche. Las paredes carcomidas y maquilladas por el grafiti son su piel. Al amanecer, luego de una noche de insomnio, asediado por esos sueños de la razón, el documentalista pasea sus lentes por la ciudad. En esa fisura entre la noche y el día, cuando las oscuridades se retiran y todavía no llegan las muchedumbres, busca algo. En esos laberintos rotos, en esas voces trastornadas, en esos muros llagados y maquillados, esta cámara sigue la pista de un corazón. Búsqueda desvelada en pos de un latido que irrigue y ritme a nuestra ciudad imbunche. CARLOS FRANZ Santiago de Chile - Agosto, 2014


FICCIONES URBANAS

Mi iniciación hacia la comprensión de la identidad chilena comenzó cuando descubrí por televisión una entrevista realizada por Cristian Warnken al escritor Carlos Franz a propósito de su libro LA MURALLA ENTERRADA, me identifique mucho con el análisis de éste personaje mítico, las distorsiones y sus mutilaciones y como se podían asociar a eventos que se han manifestado a través de la historia de este país. Perteneciente a la cultura chilote y mapuche, Invunche o Imbunche (Ifün, bicho, alimaña, y che, gente), significa cuadrúpedo pequeño, enano o monstruo. El relato original nos habla de niños sanos y hermosos que son deformados para impedir su crecimiento y someterlos como guardianes de los brujos. El construir, enterrar o interrumpir, para luego desenterrar y volver a enterrar, pueden reconocerse como motivos recurrentes en nuestra sociedad. La metáfora que emerge a través del mito o la figura del Invunche, resulto además de didáctica, muy significativa en la relación con ‘lo chileno’. Carlos Franz en su libro propone “Leer a Chile. Leerlo desde su capital y desde su imaginación, de sus ficciones”, así surge en 2013 el documental INVUNCHES y ahora éste álbum de fotografías, que amplía la experiencia y nos invita a seguir interrogándonos sobre nuestro espacio urbano, exponiendo en imágenes la presencia del mito en nuestra identidad, como lo hicieron destacados autores nacionales: José V. Lastarria, Joaquín Edwards Bello, José Donoso y Carlos Franz; sea desde la crónica, la ficción o el ensayo, han citado a éste oscuro personaje mítico nacido de la imaginería más pura al sur de nuestro continente, en épocas de la resistencia indígena a las invaciones de sus tierras. Además de los autores mencionados, la segunda fuente principal surge desde el Cine, donde permanentemente se interroga al espacio urbano, revelando no solo su configuración, sino sus personajes, sus paredes y la transformación simbólica de lo que muchos llaman progreso. Creo que la película ha estado en mi mente durante los muchos años que he dedicado a caminar y experimentar la Ciudad de Santiago y sus múltiples realidades, tal vez menos abrumadora que una Buenos Aires o Rio de Janeiro, pero que conservan la herencia europea en su arquitectura y muchos lugares desde donde se puede construir su memoria, ignorada por muchos, pero que se asoma en cada rincón, en cada muro, en cada ficción del espejo retrovisor de nuestra Historia. Desde estas imágenes, INVUNCHES propone reconstruir aquellas ficciones urbanas que definen la identidad chilena, a la vez que establece un cuestionamiento hacia las imposiciones que han hecho del “engendro”


una manera de construir una sociedad y una identidad urbana, como señala Carlos Franz, “cortando las alas de lo que se eleva, derribando la grandeza, mutilando lo que sobresale, y enterrando lo que se asoma.” Conscientemente opte por grabar y fotografiar durante los 10 días que rodean las celebraciones del 18 de septiembre. Esto ofrece un paisaje particular, a la vez que las distorsiones florecen de una manera evidente y por momentos exageradas. La presencia de la bandera nacional instalada en diversos e insólitos rincones, reforzó la idea de ‘la afirmación de la identidad en la distorsión’. El viaje se incia en el sector más antiguo de la Ciudad, en el lado Sur, donde los modernos edificios espejados nos amplían su forma de distorcionar o deformar lo identitario. Aparentan no estar ahí, pero se elevan como muros que irrumpen el paisaje del sector más popular, tradicionalmente conocido como “La Chimba”, la manifestación más pura de nuestra identidad, donde conviven Pobreza (Mercado Central), Locura (Siquiátrico) y Muerte (Cementerio). Ambas realidades divididas históricamente por el Río Mapocho. El viaje culmina en el Parque de los Reyes, donde hoy están abandonados fragmentos de los antiguos Tajamares del Mapocho, construidos en distintos períodos del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX, que se extendían originalmente desde la Casa del Conde de Villa Alegre (actual calle Condell, en la comuna de Providencia) hasta el Puente de Calicanto por el poniente, con una longitud total de 33 cuadras. Estos fragmentos de la historia de la Ciudad, fueron descubiertos durante la construcción del Metro de Santiago en 1978 y es el origen del libro LA MURALLA ENTERRADA de Carlos Franz. Otro de los detalles que sobresalen son las pinturas en las paredes de la Ciudad, aunque aún no sea reconocido socialmente como ‘arte’. Observar el dibujo de corazones en distintos trazos, formas, colores y tamaños, hasta algunos que podría asegurar que fueron pintados con sangre, resultan significativos. Creo que cada marca en las paredes de la Ciudad de Santiago, promueven el miedo así como de señales de humanidad que buscan su alma en la moderna artificialidad, que reclama por un color propio, a la vez que se inspiran en códigos culturales diversos. Como una señal del ‘invunchismo’ permanente en la Ciudad, la mayoría de estos detalles registradas ya han desaparecido o fueron transformados y permanecen solo en el registro visual y sonoro. Así como la película, pretendo que este libro acerque al lector a esos detalles olvidados y seres marginados, que viven y caminan entre las nuevas murallas de una sociedad que sueña permanentemente el sueño de grandeza prometido y que sigue derramando lágrimas de inocencia y castración a través de las heridas en sus estructuras, las de su propia memoria, siempre presente, siempre inconclusa. ROBERTO ASCHIERI Director/ Productor


IDENTIDAD BAJO SOSPECHA

Arquitectura, Física Cuántica y el Mito del Imbunche

Identidad es aquello que distingue, eso que permite reconocer algo y diferenciarlo del resto. En Chile se sospecha

de la identidad nacional. Muchos consideran que no existe, otros afirman que es muy débil o que no corresponde preguntarse por ella. Algunos desconfían de quienes plantean la pregunta, sospechan intenciones políticas o chauvinismo. Más allá de las opiniones, existen hechos indesmentibles que revelan la cohesión cultural de un grupo de personas que habita un territorio común y que se organiza políticamente entorno al Estado Chileno. Aquello no es un asunto trivial. Prácticamente todos los conflictos bélicos de la Historia han estado motivados por naciones que reclaman ese privilegio. A los chilenos se nos reconoce en la forma de hablar. El lenguaje que usamos, la entonación, la pronunciación y el sentido que le damos a las palabras nos delatan. La idiosincrasia nacional se muestra en el idioma que empleamos. Es precisamente allí donde esta se crea y recrea. Comprender este fenómeno resulta central para cualquier intento de evolución social. Acaso, ¿Es posible desarrollar un país ajeno a su propia identidad? ¿Tiene sentido que, desde el Estado, se promueva la educación si no es para cultivar la identidad común de la sociedad? Surgen además otras preguntas: ¿Es posible cambiar la identidad? ¿Qué rol juega la identidad en nuestra vida cotidiana? ¿Qué relación existe entre la identidad reconocible en el lenguaje verbal de los chilenos con la que se expresa en el lenguaje arquitectónico de nuestras ciudades? Estos cuestionamientos son frecuentes en la práctica académica de la arquitectura lo que, desde la Universidad de Chile, nos ha llevado a levantar serias sospechas respecto del fenómeno de la identidad nacional. Habitamos un mundo espacio-temporal. Para que percibamos algo como real, debemos coincidir en el espacio y en el tiempo. Todo lo demás lo incorporamos a la realidad a partir de los relatos que escuchamos y de las imágenes que vemos. Se trata de ficciones a las que les damos crédito en la medida que son consistentes con nuestros pre-juicios. Separamos así el mundo entre las ficciones que nos parecen reales y las demás que, por ser discrepantes con nuestras pre-concepciones cosmológicas, las consideramos ficticias. Los proyectos de arquitectura, al igual que las novelas, son ficciones ficticias que podrían ser reales. Su valor radica en la posibilidad probabilística de realidad que representan, una variable descubierta por los estudiosos del mundo subatómico.


La Física Cuántica investiga el interior de los átomos, un contexto infinitamente pequeño compuesto por elementos denominados ‘cuantas’ que se desplazan a velocidades siderales. Frente al observador los cuantas vibran indistintamente en forma de onda o de partícula. La condición dual de la materia subatómica revela un universo de posibilidades y propensiones donde algunos patrones de vibración son más probables que otros. El tiempo, que es una onda, se despliega en el espacio, conformado por partículas, creando la realidad espacio-tiempo que habitamos. En ella los objetos adquieren sus respectivas identidades a partir del patrón de vibración onda-partícula de los ilimitados cuantas que los componen. Los seres y elementos que vibran bajo un patrón similar crean realidades compartidas. Esa condición vibratoria permite imaginar, por ejemplo, la existencia de mundos paralelos, algo que experimentamos a diario cuando sintonizamos la radio: Distintas emisoras crean simultáneamente diferentes realidades a través de su programación, cada una de las cuales puede ser captada por un receptor en la medida que sintonice el patrón vibratorio de la onda con el que está siendo emitido el programa. Cada vez que hacemos algo tan trivial, como sintonizar un aparato de radio, confirmamos la base teórica de la física cuántica. Los seres vivos se constituyen en tales por medio del proceso de intercambio material con el medio que habitan. Su identidad hace que se creen a sí mismos a partir de la interacción sensible con el ambiente. La condición dual onda-partícula, de la física cuántica, tiene su equivalencia en los seres vivos en la dualidad entre el cuerpo biológico y su capacidad de sentir o emocionarse. Experimentamos la vida en la simultaneidad cuerpo-emoción. La esencia humana se encarna para existir en el espacio-tiempo. Somos ondas eternas que nos desplegamos, temporalmente, en las partículas de nuestro cuerpo para converger en un momento único, el presente, el regalo de la vida. Todo sufrimiento se origina cuando olvidamos ese regalo, aceptando que el pasado nos persiga y el futuro nos angustie. Sólo en el presente es posible la felicidad. Las especies manifiestan sus respectivas identidades a través de los organismos que las constituyen y el modo en que estos se relacionan entre sí y con el medio. Por ejemplo: cardúmenes, bandadas o manadas, se reconocen por el patrón de acciones que hacen coordinadamente de forma inconsciente. Lo que guía y da estructura a la acción conjunta de estos grupos, es la convergencia espacio-temporal de sus respectivas emociones. Esa capacidad grupal es una manifestación de la identidad de la especie, una emoción histórica que está presente en el territorio que habitan. El patrón de comportamiento de las especies es anterior al nacimiento de cada uno de sus especímenes. Por medio de los ejemplares, la identidad del género se manifiesta temporalmente en el espacio. De igual modo sucede con los humanos. La identidad de nuestra especie está presente donde habitamos, es una pre-existencia.


Se trata de un patrón de comportamiento determinado por las emociones que, a lo largo del tiempo, nuestros semejantes han experimentado en ese lugar. La identidad es un patrón vibratorio, una onda en el espacio vital que determina la manera en que lo ocupamos. Sin embargo nos diferenciamos de las otras especies por el uso del lenguaje verbal. El lenguaje corporal de los animales sucede sólo en el presente. Los tiempos verbales permiten habitar, con la imaginación, el pasado y el futuro. A través de la ingestión del fruto del árbol del conocimiento el ser humano adquirió el lenguaje y la consciencia del tiempo. De esa forma perdió la inocencia de sentirse inmortal y adquirió la capacidad de relatar mundos ficticios. La cultura es la creación de realidades artificiales –artísticas- mediante narraciones que trascienden el tiempo. Las ciudades son la mayor expresión de la cultura humana. Comunican, por medio de la organización espacial de la materia, la identidad de quienes las habitan. Nuestras urbes son relatos concretos acerca de las cosmovisiones las sociedades que albergan y de las relaciones de poder que de ello se desprende. Habitamos en el lenguaje. Allí creamos la realidad a través de las ficciones que inventamos para explicarnos el mundo. Los asentamientos humanos revelan la imaginación de sus habitantes. Arquitectura e identidad constituyen una dualidad cuántica espacio-temporal. El fenómeno lo componen todas las emociones que a lo largo de la historia se han experimentado en un lugar y las transformaciones físicas que, producto de esas experiencias, ha sufrido el espacio habitado. Identidad, territorio e historia forman un fenómeno único que es relatado por la arquitectura. Las ciudades son conversaciones espaciales entre vivos, muertos y por nacer, acerca del sentido de habitar el mundo. La construcción de monumentos y la protección del patrimonio, corresponden al cultivo de la identidad, al dominio y la domesticación de las pasiones que modelan nuestras acciones. A través de la arquitectura, los seres humanos buscan inmortalidad y redención. El desarrollo de proyectos académicos en el Taller Universitario de Diseño Arquitectónico, brinda la oportunidad de entender el fenómeno de la identidad nacional a través de la lectura de lo que relatan las ciudades chilenas. Las ficciones arquitectónicas que proponen los alumnos permiten abrir diálogos con quienes habitaron el territorio en el pasado y asumir compromisos con quienes lo harán en el porvenir. Producto de esos desarrollos académicos surgieron indicios que nos llevan a sospechar de tres orígenes que explicarían el fenómeno del “imbunchismo” en Chile. Las ficciones arquitectónicas que proponen los alumnos permiten abrir diálogos con quienes habitaron el territorio en el pasado y asumir compromisos con quienes lo harán en el porvenir. Producto de esos desarrollos académicos surgieron indicios que nos llevan a sospechar de tres orígenes que explicarían el fenómeno del “imbunchismo” en Chile.


La primera sospecha fue resultado de la experiencia del terremoto del Bicentenario en 2010. Un ejercicio académico denominado “arquitectura para dos minutos”, se concentró en estudiar lo que sucedió mientras se sacudía la tierra y los momentos que le siguieron. Las ondas telúricas provocaron un estado colectivo de conciencia alterada que nos quitó el habla e hizo que algunos perdieran y otros recuperaran el juicio. En forma refleja buscamos seguridad; pasado el momento del peligro, la gente volvió a conversar, pero esta vez bajo una percepción diferente de la realidad. El terremoto botó barreras sociales y permitió que emergieran nuevas emociones que se tomaron la agenda pública. Surgió la necesidad de sociabilizar, de hablar de lo sucedido y de solidarizar con las víctimas. El movimiento telúrico provocó una revelación colectiva que nos reconectó con la esencia humana. Durante aproximadamente dos minutos experimentamos la unidad vibratoria que formamos con el universo, pudiendo internalizar el origen de la cosmovisión mapuche: La noción mística de pertenecer a la tierra. El terremoto lo asociamos al imbunche porque hizo que enmudeciéramos, mutiló nuestras construcciones y permitió que aflorara la esencia de nuestra identidad. A través de los terremotos la tierra conversa con la obra humana expresada en la arquitectura. La segunda sospecha surgió dos años después, cuando nos volcamos a estudiar La Alameda, el lugar por donde los propios alumnos habían marchado el año anterior demandando mejoras en la Educación. Les preguntamos ¿por qué debían hacerlo ahí? De sus respuestas dedujimos que la discusión de fondo no era el sistema educativo sino que el proyecto de país que, a través de él, se impone en Chile. La Alameda de las Delicias, iniciativa que O´Higgins denominó “Campo de la Libertad Civil”, tiene por vocación representar la voluntad política de la Nación. Ese espacio público se comporta como una fuente matriz de la identidad nacional. Es allí donde la cohesión y la coherencia del proyecto país se expresan con mayor dramatismo. Esta característica se explicaría por su origen geográfico - antiguo brazo del río Mapocho - y su tradición histórica - principal lugar de encuentro ciudadano. El escritor Carlos Franz, quien reconoce al imbunche como parte esencial de nuestra identidad, sostiene que La Alameda representa uno de los arquetipos de ser nacional: El mito de la Ciudad de los Césares, la utopía de una sociedad donde cada uno tiene lo suficiente y convive con los demás en armonía y felicidad. Durante muchos años, La Alameda de las Delicias fue un espacio de convergencia social que permitía compartir la belleza natural y arquitectónica del emplazamiento. ¿Qué fue entonces lo que sucedió? Sospechamos que detrás de esas transformaciones urbanas está el mito del imbunche. Este habla de brujos que raptan individuos con el fin de transformarlos en figuras repugnantes que tienen por misión ahuyentar a los forasteros de un paraíso escondido. La Alameda es actualmente el hogar del imbunche, un espacio público que asusta y ahuyenta.


La tercera sospecha apareció este año 2014. Les propusimos a los estudiantes investigar la identidad pre-hispánica del Santiago contemporáneo. El año pasado, un grupo de historiadores y arqueólogos dieron a conocer algunas conclusiones de las investigaciones que han hecho sobre el casco antiguo de la ciudad. Ellos afirman que cuando llegaron los conquistadores españoles al Valle del Mapocho, a fines de 1540, encontraron una comunidad próspera y organizada que disponía de una red de caminos, puentes y canales de regadío. Eso habría permitido una explotación agrícola intensiva de la cuenca. Santiago estaría levantada sobre un importante centro administrativo Inca, conocido también como el “Cuzco del Mapocho”. El objetivo para ocultar esta historia durante siglos sería el debilitamiento cultural de los pueblos que los europeos querían someter. La conquista habría impuesto la lógica de la negación de la identidad, el imbunchismo, con el objetivo de facilitar el dominio externo. La cosmovisión mecánica del mundo, aquella ficción que, entre otros, construyeron Aristóteles, Newton y Descartes, establece como principio universalmente válido la causa y el efecto. Sin embargo este principio no es aplicable a los fenómenos cuánticos. Por lo tanto sería una contradicción pretender sacar conclusiones definitivas del fenómeno de la identidad. El imbunche no es un castigo ni una fatalidad. Lo que nos caracteriza a los chilenos es una propensión al imbunchismo que tiene su origen en miedos ancestrales y ritos impuestos desde el poder formal. Si queremos liberarnos del imbunche debemos, antes que nada, reconocerlo y aceptarlo. Para ello resulta fundamental leer lo que la ciudad nos comunica, ya que es precisamente ahí donde los valores y las creencias de sus habitantes se expresan y modelan de forma concreta. Probablemente el mayor mito contemporáneo sea la desaparición de los mitos y con ello la de los brujos que los protagonizan. La ciencia construye ficciones para explicar el mundo. Los principales desastres de la historia contemporánea fueron inducidos por el dogmatismo del pensamiento científico moderno basado en el mito de la objetividad de sus mentores y en la fatalidad lineal del principio causa-efecto. El poder de los brujos actuales se sostiene en una actitud ilustrada, en la aceptación a priori de una asimetría jerárquica entre quienes conocen y quienes no. El experto afirma conocer una realidad objetiva, constituida por elementos sólidos y contundentes. Desconocen la física cuántica del lenguaje, aquella onda que les permite acceder a la realidad que describen. De esa forma, el dogmatismo científico reemplazó a la sabiduría tradicional. Con ello se desacralizó el territorio y se olvidó la pregunta por el sentido trascendente de la existencia humana. Identidad es el conjunto de ficciones que inventamos para darle sentido a nuestra limitada temporalidad. ANDRES WEIL PARODI Arquitecto (1985) Profesor de Diseño Arquitectónico Facultad de Arquitectura y Urbanismo Universidad de Chile



SANTIAGO DE CHILE


Cuentan los sabios y poderosos, que habrรก una Ciudad que serรก muy especial ...












Busco un Coraz贸n en la Ciudad ...






Hoy no hay raz贸n ...

s贸lo ficciones.













Somos sueĂąo. Piedra sobre piedra, pintura sobre pintura, pĂĄginas sobre pĂĄginas.



















S贸lo hay fragmentos de lo que fue,

s贸lo trozos de murallas olvidadas,

fragmentos de tiempo,

de lo que fue,

de lo que ser谩.










Busco un coraz贸n en la Ciudad, antes que sea enterrada. Los Brujos la han condenado, a ser una ilusi贸n, una simulaci贸n,












Muros sobre muros, ficciones sobre ficciones ...







¿Quiénes son los brujos? ¿Quiénes los condenados? ¿De qué lado de la muralla estamos?







... un coraz贸n en la ciudad.















Norte Muerte

y Sur

Locura



























Habrรก una vez una Ciudad, dicen, Donde no habrรก mas preguntas. No habrรก mรกs enigmas que resolver.








REGISTRADO EN LOCACIONES DE LA CIUDAD DE SANTIAGO DE CHILE Avenida Libertador Bernardo O’Higgins Avenida Recoleta Calle Ahumada Calle Antonia López de Bello Calle Arz Valdivieso Calle Bombero Núñez Calle Buenos Aires Calle Catedral Calle Compañía de Jesús Calle Dardignac Calle Dominica Calle Huérfanos Calle Ismael Valdés Vergara Calle José M. de la Barra Calle La Paz Calle J.V. Lastarria Calle Lira Calle Loreto Calle Merced Calle Miraflores Calle Monjitas Calle Nueva Tajamar Calle Philips Calle Pio-Nono Calle Puente Calle Purísima Calle Rosal Calle Santa Filomena Calle Santo Domingo Calle Veintiuno de Mayo Calle Victoria Subercaseaux Calle Villavicencio

Cementerio General de Santiago Estación Mapocho La Vega Central Mercado Central Parque Balmaceda Plaza de Armas Parque de Los Reyes Parque Forestal Agradecimientos: Juana Crouchet G. Erik Rojas Habitantes de la Ciudad de Santiago Dedicado a la inspiradora visión y obra de: José Donoso Joaquín Edwards Bello Carlos Franz Nicanor Parra Raúl Ruiz Fidel Sepúlveda Equipamiento: CANON EOS-5D MKII y CANON EOS-7D

ROKA PRODUCCIONES © 2013


ACERCA DE LOS AUTORES: ROBERTO ASCHIERI. Nacido en Argentina en 1961, donde cursa estudios de Cinematografía en la Escuela de

Arte de la Ciudad de Avellaneda entre 1980 y hasta 1983. Se desempeña en la Industria Cinematográfica como asistente de dirección en producciones de largometraje y como Director y Productor, realizó más de 50 Video Clips para el sello EMI de Argentina, entre 1984 y hasta 1992, año en que continuará su trabajo como realizador en Chile, donde reside actualmente. Como académico e investigador, publica en 1999 su libro OVER THE MOON: LA MUSICA DE JOHN WILLIAMS PARA EL CINE, que lleva el reconocimiento del propio compositor. Creador, conductor y productor del programa para televisión ESCUCHANDO EL CINE con dos temporadas emitidas en el Canal 13C y la tercera, en CNN-Chile. Desde el año 2001 es conductor y productor del programa FUNCIÓN PRIVADA en Radio Beethoven (96.5). En 2012, produce el premiado largometraje documental LEONTINA de Boris Peters y ese mismo año se asocia con el realizador Francisco Roka para desarrollar INVUNCHES su primer largometraje como realizador en el género del documental.

CARLOS FRANZ. Abogado y escritor nacido en 1959, posee un gran manejo estilístico, el que queda puesto al

servicio de narraciones generalmente vinculadas al dolor, el destierro y el viaje, así como a una revisión del período de transición a la democracia despojada del tono testimonial que tiñe muchas obras con similar temática. Formado en los talleres de José Donoso, Franz es uno de los prosistas chilenos más exitosos de los últimos años, situación avalada por títulos centrales dentro del impulso que la narrativa nacional viene experimentando desde principios de la década de 1990, como SANTIAGO CERO (1989) y EL LUGAR DONDE ESTUVO EL PARAÍSO (1997). En LA MURALLA ENTERRADA (2001), elige la forma del ensayo para desterrar la visión literaria de la Ciudad de Santiago y sublimarla en un análisis de la identidad chilena.

ANDRÉS WEIL. Nacido en Santiago en 1961, se tituló de Arquitecto en 1985. Inició su carrera profesional en

Alemania, donde residió hasta 1992. Cuando regresa al país comprende que la arquitectura local, a diferencia de la europea, no es el resultado de un desarrollo histórico continuo y natural, sino que representa un fenómeno cultural impuesto a la fuerza. A partir de entonces intenta, desde el ejercicio profesional y como docente en la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Chile, descifrar las pistas que explicarían la identidad de las ciudades chilenas. En 2001 conoció la obra de Carlos Franz, “La Muralla Enterrada”. El texto resultó ser para él una verdadera revelación que comenzó a utilizar en forma sistemática en los cursos de Teoría y Diseño Arquitectónico que imparte. Su trabajo profesional ha estado ligado al del arquitecto Abraham Senerman con quien ha diseñado, entre otros, el edificio TITANIUM - LA PORTADA y el conjunto PARQUE TITANIUM.






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