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Un empujoncito

Por: Erica de la O

“Si quieres avanzar, atrévete y da el primer paso antes de que venga alguien y te ayude a tropezar” – Erica de la O

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Recuerda que un empujoncito, por mínimo que sea, nos solo nos puede causar tremendo raspón sino arrebatarnos la oportunidad de descubrir de qué tanto somos capaces y qué tanto podemos lograr solos. Te cuento que era una niña muuuuy miedosa, no me preguntes desde cuándo ni por qué, ya que esa historia no me la sé del todo, de lo que si estoy completamente segura es de que era atrevida para muchas cosas y para otras que considero demasiado importantes para el bienestar humano, simplemente no las podía hacer, me daba angustia, terror… y luego, con tanta empujadita terminaba no solo raspada, moreteada, sino con muchísimas inseguridades y llena de pánico que me paralizaba y así fui creciendo, esperando que alguien me diera una empujadita hasta que aprendí a dar el primer paso después del tremendo empujón que la vida me dio, te confieso que en el aspecto emocional me tardé un poquito más, espero de todo corazón que tú, que me lees ahora, no te

tardes tanto, pues es el que más duele.

Me daba pánico la obscuridad, solía pedir que no apagaran la luz hasta que yo hubiese cerrado los ojos, sino se hacía así, me ponía a llorar y me espantaba aún más. Mis hermanos por supuesto aprovechaban esa información para ver la manera de darme mi empujoncito. En una ocasión, cuando mis padres habían salido a un evento donde no me pudieron llevar con ellos <ya les conté en otras ocasiones que yo buscaba la manera de irme con mis padres y no quedarme con mis traviesos familiares> les supliqué a mis hermanos que no apagaran la luz del televisor hasta que yo no estuviera en cama, bien cubierta y con los ojos cerrados, no se los terminaba de decir cuando quedó todo a obscuras, Yo comencé a gritar y a llorar desesperadamente y ellos a reírse sin parar mientras la luz seguía apagada y yo en un rincón muriéndome de miedo, sin embargo, era tanto mi llanto que les dije que se oían ruidos, que alguien estaba en la casa, la cual era de un solo piso y larga, larga, larga; en ese momento mi hermano mayor se comenzó a poner nervioso y yo gritaba más “sí, yo escuché pasos, hay alguien en la casa” así que mi otro hermano y mi hermana también se pusieron nerviosos y me gritaban que me callara y yo lloraba más, al final de cuentas nunca supimos si fue nuestro nerviosismo el que nos hizo alucinar los pasos que TODOS escuchamos en la azotea o si de verdad habría entrado algún ladroncillo. Gracias a ese empujoncito no solo quedé raspada yo sino ellos también. Si yo hubiese sido valiente y hubiera enfrentado mis miedos a tiempo el miedo a la obscuridad no me hubiera durado varios años más.

Me daba pánico tirarme en la piscina honda, cuando yo comencé a ir a clases de natación el chapoteadero era mi predilecto, podía tocar el piso y según yo nadar sin que nada me detuviera. Llegó el momento de subir de nivel, yo tenía escasos 4 años y

debía saltar a la piscina honda ya que mis 3 hermanos ya lo hacían y yo no podía ser la excepción, sin embargo, me rehusaba, cada que me tocaban el tema salía corriendo vuelta un mar de lágrimas. No fue sino hasta un día que, según yo el profesor de natación me dio mi empujoncito, según mi madre yo me caí solita, y sí así hubiese sido, pues el del empujoncito seguro fue el viento y terminé en las profundidades de esa piscina olímpica de unos 10 metros de profundidad, yo solo sentí que me ahogaba y obviamente el pánico me hundía más hasta que sentí como unos brazos me sacaban de ahí, era mi profesor que había saltado a rescatarme. Si yo hubiese saltado por mi propia cuenta estoy segura que no hubiese entrado en pánico y mucho menos hubiese llegado tan hondo. Gracias a Dios y a los muchos años que estuve en contacto con el agua, me volví todo en pez, ahora soy Instructora de Natación y amo ver los logros de mis alumnos, claro, yo me enfoco primero en manejar sus miedos y pánicos ya que volar en el agua viene por añadidura.

Me daba pánico manejar un Go Kart, estábamos un día en un parque de diversiones y mi padre quien era muy atrabancado compró unos pases para los Go Karts para sus pequeños hijos, incluida la pequeña de la casa quien no sabía ni manejar bien la bicicleta pero con tal de quedar bien con su papá, pues que se sube la niña e iba a poca velocidad cuando de pronto escuchaba “acelera, acelera” y yo toda aterrada frenaba más hasta que llegó el empujoncito de mi hermano Héctor que me mandó a dar vueltas hasta no sé dónde, no solo las llantas del auto casi vuelan sino las de las barreras de protección también, mi padre salió volando a rescatarme y no volví a tocar un auto hasta que cumplí los 16 y no había de otra. Si yo hubiese acelerado aunque sea un poquito, tal vez hubiera aprendido a conseguir las cosas anheladas más rápidamente.

Me daba pánico estar alejada de mis

padres, wow, esto sí que fue muy difícil, aunque no necesariamente tenía mucha comunicación con ellos, casi siempre andaba de arriba para abajo cerca de ellos. Mi padre trabajaba fuera de casa, de sol a sol, y cuando tenía tiempo para nosotros era para enseñarnos a jugar cartas, apostar, hacer travesuras extremas o llevarnos a pasear y enfrentarnos a nuevos retos con exageradamente mucha competencia entre nosotros los hermanos, algo no muy saludable, pero esa y es otra historia. Mi mamá trabajaba en casa, de sol a sombra, y cuando tenía tiempo para nosotros era para darnos de comer, por cierto, muy delicioso, llevarnos al deportivo o a realizar otras actividades y entretenimientos, y cuando se sentaba frente a la máquina de coser o iba al mercado yo era su acompañante número uno. Amaba observar a mis padres y aprender de las cosas buenas de lo que estaban hechos, pero había muy pocas palabras por lo que me volví una niña muy creativa pero solitaria, hasta que la vida se encargó de darme dos grandes empujones, uno no muy apartado del otro. A mis 15 años mi madre decidió irse de la casa y a mis 18 años mi padre falleció en un trágico accidente y a raíz de eso yo buscaba incansablemente consuelo en un alguien que pudiera rescatarme, pero desafortunadamente un humano igual que uno, jamás nos rescatará, tarde lo aprendí. Si yo no me hubiese encerrado en mi mundo y hubiera entendido a corta edad que los padres no nos pertenecen mi mundo seguramente no hubiera estado plagado de lágrimas y mucho menos de millones de empujones más.

Me daba pánico quedarme sola, sin una

pareja. Uffff esto es lo que más difícil ha sido para mí. Esperar y esperar a que te rescate el príncipe valiente, y mientras va pasando el tiempo, más te vas hundiendo con tanto empujón que cada persona que está a tu lado te va dando, el empujón llamado chantaje, el empujón llamado abuso verbal y físico, el empujón del recordatorio, el empujón de las culpas, el empujón de la deshumanización y falta de valores, y así, un cúmulo de empujones que permitimos por no llenarnos de valor y tomar decisiones a tiempo. Si tan solo hubiese aprendido a valorarme, respetarme, apapacharme, a trabajar en mi auto confianza, si hubiese tenido las ganas de CONOCERME A TIEMPO, dedicándome tiempo a mi más que en tratar de interpretar a otros.

Y aquí, en este punto tan común, me quiero extender un poco más para evitarte esos empujoncitos que pueden ser un arma letal. Las amenazas, el intimidamiento o bullying, el chantaje que ejercen los seres humanos sobre otros seres humanos, son los peores empujones que se pueden dar y que te dejan huellas imborrables, y en algunas ocasiones irreparables pero sobre todo, laceran tu dignidad, tu humanidad, tu alma. Si te caes por ti mismo, no importa, pero si te caes constantemente por que alguien más te ayuda con un empujoncito, estarás constantemente en peligro de sufrir y de tomar malas decisiones que pueden provocar que vivas muerto el resto de lo que te queda por vivir.

“Soy valiente y domino al miedo”

“Yo lo deseo, me lanzaré, todo va a salir bien”

“Quiero hacerlo y puedo hacerlo”

“Todo depende de mí, y hoy decido que lo hago” “No gracias, no me interesas”

“No es algo que esté en mis planes”

“No dejaré de ser yo por complacerte a ti”

“Soy demasiado valios@ como para dejarme intimidar”

Que es lo que debemos hacer:

Decir frases positivas, aunque éstas no sean del todo ciertas y saber decir NO a tiempo, nos llenarán de valor y nos ayudarán a obtener confianza en nosotros mismos. Utiliza éstas o crea las propias y repítelas a diario, a cada instante hasta que, más que hábito, se vuelvan una realidad que puedas abrazar…

“Lo haré, no por ti, sino por mí”

“Yo elegí este camino, y puedo tomar otro cuando yo lo elija también”

“Nada me da miedo, por eso me atrevo a todo, porque sé quién soy y lo que quiero”

“Ya nada me da miedo, ni siquiera morir porque día a día lo entrego todo”

y se hizo responsable, y eso te llenará de una grata satisfacción eternamente. LA

DECISIÓN ES TUYA Y TE PERTENECE.

Soy generadora de mejores seres humanos y sé que TODOS VALEMOS Y TODOS MERECEMOS SER AMADOS.

“Yo lo puedo todo en Cristo que me fortalece”

Nunca permitas que las amenazas, ni la intimidación, ni el chantaje cambien tus planes, detecta exactamente si tú “ERES TÚ”, el ser humano que hace y actúa porque así lo desea, o si eres ese que otros quieren que haga y actúe convirtiéndose en la persona que ellos quieren que seas.

SÉ VALIENTE y da el primer paso, si te caes y te raspas te levantarás con más fuerza porque TÚ fuiste el único que decidió

Te invito a elegir las mejores opciones para tu vida, por ti, por mí, por los que nos rodean, por la

humanidad. Si deseas conocer más de mi trabajo sígueme en Facebook

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