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Amiga

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¿Cometiste un error? ¡Excelente! Has descubierto un área de oportunidad de mejora personal

Por: Roberto Celaya

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A nadie nos gusta cometer errores, equivocarnos, pero dada la misma naturaleza del ser humano esto es ineludible, lo que no es fatal es la actitud que podemos tomar ante nuestras equivocaciones viéndolas con un sentido proactivo de mejora más que con un sentimiento pasivo de recriminación.

Comencemos con un ejercicio que aplico en mis talleres de liderazgo, motivación y emprendedurismo: piensa en el peor error que hayas cometido en tu vida hasta la fecha, así es: el peor. Sé que a lo mejor no es agradable revivir momentos como esos, pero es necesario para el ejercicio. Una vez que tengas en mente ese error quiero que me señales al menos tres cosas que aprendiste del mismo y que te hayan servido para tu vida en la actualidad.

Fíjate cómo es que el énfasis en el aprendizaje está dado en cuanto a que te haya servido para tu vida actual. ¿Por qué hago este comentario?, pues porque cuando hago este ejercicio mucha es la gente que o por un lado no se ha puesto a pensar en lo que pudo haber aprendido de su error (¡menos tres cosas como pido!) o por otro lado ese “aprendizaje” lo expresa en términos negativos, por ejemplo “aprendí a no confiar”, “aprendí a no creer”, “aprendí a ser dura/o”, etc.

No voy a discutir mucho este tema pues no se trata de convencer a nadie de lo que aquí expresado es la verdad sino ponerlo a consideración de quien lo lea y que cada quien, si le sirve, lo use para su vida. Pero lo que sí puedo decirte, en el caso de los “aprendizajes” negativos (ve los ejemplos anteriores), es que desde mi perspectiva éstos nunca te dan, al contrario: te quitan.

Mira de nuevo esas expresiones como “aprendí a no confiar”, “aprendí a no creer”, “aprendí a ser dura/o”, y muchas más que tal vez pudieran venírsete a tu mente y verás cómo es que no te dieron, sino que te quitaron. ¿Eso quiere decir que no puede aceptarse un hecho resultado de una experiencia negativa? No quiero decir eso, lo que propongo es presentar el aprendizaje como algo positivo, como algo que te sirva, vaya, como algo que te dé en vez de quitarte, que te haga crecer en vez de disminuir, que te haga más libre en vez de cada vez más prisionero del mundo y de los demás.

¿Será lo mismo decir “aprendí a no confiar” a decir “aprendí a ser más cauto/a”? Yo creo que no. La primer frase quita la confianza en ti, la segunda no la elimina pero te da más herramientas y habilidades (así es: te da, no te quita) para que esa confianza sea un poco más sustentada y no tan en el aire.

Pero bueno, eso es una parte del aprendizaje de los errores o tropezones que podamos tener en la vida. La otra que mencioné al principio es cuando uno ni siquiera ha pensado en lo que pudo haber aprendido de una situación negativa. Si este

es tu caso te sugiero revises uno, dos o tres errores que pudieras haber cometido y trates de sacar de ellos experiencias de aprendizaje positivas que te permitan tener mayores capacidades para enfrentar los retos de tu vida.

Con todo y todo falta decir algo: todo lo anterior no garantiza que nunca volverás a cometer errores, para nada, serán errores nuevos, diferentes, ya que tú mismo y la vida es cambiante, dinámica, y en función de eso se presentan nuevos retos que pueden ser abordados en ocasiones con éxito pero en otras no. La cuestión es continuar con la visión de aprender de las caídas y de salir mejor, renovado, de cada tropezón de vida.

Si nunca nos equivocáramos no podríamos sentir, sí, ese sentimiento desagradable que conlleva el error, pero tampoco esa sensación de ogro y conquista al irnos haciendo día con día dueños de nosotros mismos y de nuestro proyecto de vida, así que no lo olvides: ¿cometiste un error? ¡Excelente! Has descubierto un área de oportunidad de mejora personal.

cientos, miles, millones de pasos subsecuentes que tienen que ver con tu andar por la vida.

Por eso me gusta hacer una reflexión en mis talleres de desarrollo personal y que es preguntar por una meta que cada quien tenga, para después de escucharlas preguntarles “y después de esa meta, ¿qué?”. Esa pregunta evidencia que en muchas ocasiones pensamos en una meta pero no la vemos como un paso más en nuestra vida siendo que mientras estemos vivos cada paso que demos nunca podrá ser el último.

No quiero decir con esto que en mente se deban tener todos los pasos que se darán en la vida, todas las metas, una tras otra, que dependerán de la consecución de la previa, para nada, lo único que estoy proponiendo es una mente abierta al cambio, al dinamismo de la propia vida, donde demos por sentado que seguimos avanzando y que ninguna meta, por loable, por excelsa, por superior que sea, puede considerarse como el fin de nuestro andar.

Con eso en mente quiero ahora que pienses en esto: cada meta te hace ascender a nuevos espacios de visión que no hubieras podido contemplar antes. Imagínate como en la escuela, el pasar de primero a segundo te permite entender más cosas, pero a su vez el pasar de segundo tercero, y así hasta que desarrollas una visión muy amplia y compleja de la vida. Igual las metas. Cada una te va habilitando para primero vislumbrar otras metas que tal vez no habrías pensado, y segundo para alcanzarlas.

Los logros que obtienes no son más que una muestra del potencial que tienes, de la capacidad que has desarrollado, pero no son el límite ni de lo que eres ni de lo que puedes desarrollar, así que no olvides que la cima de la montaña te permitirá descubrir más montañas que están esperando por ti.

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