Que sean UNO -Dos mil años de presencia, sustancia y esencia de la verdadera iglesia de Dios-

Page 1

Juan 17:21

Btimoteo 6:3 Dos mil aĂąos de presencia, sustancia y esencia de la verdadera iglesia de Dios

Roberto Celaya Figueroa


…para nosotros, sin embargo, sólo hay un Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas, y nosotros somos para él; y un Señor, Jesucristo, por medio del cual son todas las cosas y nosotros por medio de él (I Corintios 8:6)


Dedicatoria

A la Iglesia de Dios (7° Día)

Página web habla hispana: http://www.iglesiadediosapostolica.org/ Página web oficinas centrales: http://www.churchofgod-7thday.org/


Índice

Introducción...................................................................................................... 1 Un problema ..................................................................................................... 4 ¿Cómo explican las iglesias el “ser uno”? ......................................... 10 Problema cuantitativo ................................................................. 11 Problema cualitativo ................................................................... 12 La expectativa futura .................................................................. 14 ¿Quién era el responsable de este “ser uno”? .................................. 15 ¿Jesús estaba pidiendo unidad? ......................................................... 17 ¿Y la iglesia? ......................................................................................... 18 Una solución ..................................................................................................... 22 Una en presencia.............................................................................................. 30 Una en sustancia .............................................................................................. 40 Pequeña ....................................................................................... 40 Perseguida ................................................................................... 42 Débil y despreciada por el mundo ............................................. 45 Una en esencia ................................................................................................. 48 Una decisión ..................................................................................................... 56 Conclusión ........................................................................................................ 62


Introducción

“…para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste…”, la petición de Jesús al Padre contenida en Juan 17:2, antes de su arresto que conduciría a Su crucifixión, resuena en la mente de cada creyente como un llamado a aquello que como grupo y en lo individual Su iglesia debía de mostrar para que el mundo creyera.

Este pensamiento es una de las causas por las que en la actualidad la comunidad cristiana busca ese “ser uno” que más que ser un distintivo de los creyentes, ante la fragmentación física y doctrinal de las diferentes denominaciones cristianas, pareciera ser un requisito inalcanzable para ellos. Ecumenismo, reconciliación, comunión… muchos son los caminos por los que la actual colectividad cristiana busca lograr ese “ser uno”, lo que, si se es intelectualmente honesto, literalmente, y desde el establecimiento de la iglesia hace ya dos mil años, ha estado más que ausente.

Una mirada superficial a lo anterior nos permitirá ver ese esfuerzo como algo loable, meritorio y ensalzable. Pero si uno se detiene un momento y analiza a con mayor detalle el tema en cuestión, tanto en alcance como en profundidad, no podrá menos que ver situaciones que de inicio son incongruentes y rayanamente son absurdas. La petición de Jesús al Padre en Juan 17:2 habla de un “ser uno”, pero ese “ser uno” sería requisito para un fin mayor, ¿cuál es ese fin?, el que el mundo pudiera creer que el Padre había enviado a Jesús. A lo largo de la historia de la iglesia ese “ser uno” es lo que más ha faltado. En la actualidad 33,000 denominaciones cristianas son prueba de ello; de igual forma al interior de las congregaciones, incluso de la que se considere la verdadera iglesia de Dios, no existe ese espíritu 1


común de entendimiento, esa unidad de propósito y acción, que uno pudiera esperar. Con esto en mente, y si somos sinceros, no podemos menos que concluir que la única petición que hizo Jesús al Padre para Su iglesia no fue atendida, esto si es que entendemos, como lo hacen esas 33,000 denominaciones cristianas, ese “ser uno” como se ha venido comentado. De nuevo: la petición de “ser uno” dada al Padre por Jesús para Su iglesia era con el fin del que el mundo creyera. ¿Acaso el Padre no escuchó a Jesús?, ¿le negó esa petición?, ¿no consideró importante que la iglesia presentara ese “ser uno” y que así el mundo creyera que Él había enviado a Jesús? Estas ideas comienzan a sonar absurdas, y lo son, y eso que apenas se ha comenzado a analizar por encima el problema de la petición de Juan 17:2, “ser uno”, respecto de la realidad mostrada por la iglesia desde su fundación y hasta la fecha. Pero ¿y si ese “ser uno” se refiriera a otra cosa?

En la presente obra se presentarán las incongruencias y absurdos derivados del pensamiento común referido a la petición de Juan 17:2 que considera ese “ser uno” de la iglesia como se ha comentado al inicio, se presentará una interpretación alternativa a esa oración y, mejor aún: se mostrará cómo es que la solicitud contenida en la plegaria de Jesús al Padre sí fue contestada, que ese “ser uno” ha estado presente desde la fundación de la iglesia y que, tal como lo señaló Jesús, esa característica permite identificar a la verdadera iglesia de Dios en todos los tiempos y en la actualidad a través de su presencia, sustancia y esencia. Adicionalmente arrojará luz sobre la cita de Juan 10:30 donde Jesús dice “Yo y el Padre uno somos”, cita que durante siglos ha estado sujeta a debate en cuanto a su significado yendo de un extremo a otros en el mismo. De ese “Yo y el Padre uno somos” han surgido varias y variadas interpretaciones, que si se refería a una unicidad fundada en la divinidad, que si se refería a una unidad en intención basada en la armonía, etc. El problema es que la cita de Juan 10:30, “Yo y el 2


Padre uno somos”, no trae aparejados mayores elementos de análisis por lo que ese “Yo y el Padre uno somos” puede ser ajustado, incluso usando las Escrituras, a cualquier idea, generalmente preconcebida, que tenga uno. En Juan 17, Jesús de nuevo vuelve a referirse a ese “ser uno” que tanto el Padre como Él comparten, pero la gran ventaja es que en la oración de Juan 17 que Jesus hace al Padre con respecto de Su iglesia, donde menciona de nuevo eso de “ser uno”, es que en esta última referencia sí viene elementos adicionales que permitirán, además de entender a qué se refería Jesús en Juan 17 con la petición al Padre con respecto de Su iglesia con respecto de “ser uno”, dar luz para poder entender entonces sí lo que significa el “ser uno” Juan 10:30.

Esta luz será posible ya que mientras que la cita de Juan 10:30 sólo dice eso, y con eso comienzan los argumentos en un sentido u otro, la cita de Juan 17 que aborda el mismo concepto, ser uno, da mayores elementos de análisis para ver a qué se refiere eso.

3


Un problema

Entre el momento de la Santa Cena y el arresto que lo conduciría a su crucifixión, nuestro Señor Jesús compartió un momento de mucha intimidad entre Sus discípulos y con el Padre. Entre Juan 13 y Juan 18 tenemos una serie de revelaciones de parte de Jesús base de instrucción, edificación y consuelo lo mismo para Sus discípulos que para la iglesia de todos los tiempos, incluyéndonos.

La manifestación de Jesús como el camino al Padre, la promesa del Espíritu Santo, la declaración de Jesús como la vid verdadera, la cuestión del aborrecimiento de la iglesia por parte del mundo, la obra que haría el Espíritu Santo, la tristeza que se convertiría en gozo, el testimonio del vencimiento del mundo por parte de Jesús, así como la oración de Jesús al Padre por Sus discípulos, son algunas de las verdades contenidas en ese lapso de tiempo y que quedaron escritas para nuestra enseñanza.

Respecto de la oración de Jesús al Padre con respecto de Su iglesia, esta está contenida en Juan 17, y dado que es importante todo el contexto de la misma es menester considerar todo el capítulo:

1

Estas cosas habló Jesús, y levantando los ojos al cielo, dijo: Padre, la hora ha llegado; glorifica a tu Hijo, para que también tu Hijo te glorifique a ti; 2

como le has dado potestad sobre toda carne, para que dé vida eterna a todos los que le diste. 3

Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado. 4

Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese. 5

Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese. 4


6

He manifestado tu nombre a los hombres que del mundo me diste; tuyos eran, y me los diste, y han guardado tu palabra. 7

Ahora han conocido que todas las cosas que me has dado, proceden de ti;

8

porque las palabras que me diste, les he dado; y ellos las recibieron, y han conocido verdaderamente que salí de ti, y han creído que tú me enviaste. 9

Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me diste; porque tuyos son, 10

y todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y he sido glorificado en ellos.

11

Y ya no estoy en el mundo; más éstos están en el mundo, y yo voy a ti.

Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros. 12

Cuando estaba con ellos en el mundo, yo los guardaba en tu nombre; a los que me diste, yo los guardé, y ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de perdición, para que la Escritura se cumpliese. 13

Pero ahora voy a ti; y hablo esto en el mundo, para que tengan mi gozo cumplido en sí mismos. 14

Yo les he dado tu palabra; y el mundo los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. 15

No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal.

16

No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.

17

Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad.

18

Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo.

19

Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad. 20

Más no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, 21

para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste. 5


22

La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno. 23

Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado. 24

Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo. 25

Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te he conocido, y éstos han conocido que tú me enviaste. 26

Y les he dado a conocer tu nombre, y lo daré a conocer aún, para que el amor con que me has amado, esté en ellos, y yo en ellos.

El clímax de la oración, referido al tema que estamos tratando, llega en los versículos 20 al 23, cuanto Jesús al Padre pide ese “ser uno” para Su iglesia, pero previamente hay otros versículos que sirve para dar luz sobre esto.

El versículo 9 señala explícitamente que Jesús está pidiendo por Sus discípulo y aclara el porqué de esto: porque son del Padre y Él se los dio a Jesus. El versículo 11 trae una introducción a la oración referida a ese “ser uno” en la iglesia, aquí, aunque Jesús aún no declara por qué habría de Su iglesia de “ser uno”, nuestro Señor pide al Padre Sus discípulos sean guardados en el nombre del Padre.

Los versículos 15 y 17 están concatenados, en el 15 Jesús pide al Padre guarde del mal a Sus discípulos, el 17 amplía esto pidiendo para ellos no solo la guarda del mal sino su santificación, santificación a través de la Palabra de Dios, Palabra de Dios cuya interpretación verdadera y veraz tendría que tener Su iglesia para su santificación durante toda su existencia así como para cumplir la gran comisión de evangelizar al mundo. 6


Llegamos así a los versículos 20 al 23, que nos traen al tema que estamos analizando, la cuestión del “ser uno”:

20

Más no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, 21

para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste. 22

La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno. 23

Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado. El versículo 20 aclara algo muy importante: la oración de “ser uno”, iniciada en el versículo 11, no sólo es para los discípulos de aquel entonces sino por todos los que habrían de creen en Jesús mediante el testimonio de Su iglesia: “ruego… también por los que han de creer en mí…”. Así que esta oración abarca todos los fieles de la iglesia existentes desde el inicio de esta y hasta el regreso de nuestro Señor. El versículo 21, a diferencia del 11, no sólo pide “ser uno” sino que aclara el por qué es necesaria ese “ser uno”, razón que por cierto no es cosa menor: para que el mundo pudiera creer que Jesús fue enviado por el Padre. Este punto es sumamente importante ya que cualquier explicación que se dé sobre el “ser uno”, como las que se analizarán más adelante, debe considerar que esa característica debería estar en la iglesia desde su inicio y hasta la actualidad como característica visible, notoria y observable para que el mundo pudiese percibirla y por lo tanto llegar a creer. Por otra parte es importante también tener en consideración que ese “ser uno”, además de lo anteriormente comentado, debía ser con el mismo

7


nivel, grado e intensidad que muestran el Padre y Jesús: “…que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti…”. El versículo 22 de nuevo trae la solicitud de “ser uno” dada por Jesús al Padre con respecto de Su iglesia con la aclaración que referido a ello Jesús mismo, y para conseguir ese fin le ha dado Su misma gloria: “… la gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno…”. De nuevo el versículo 23 trae la petición de Jesús al Padre con respecto al “ser uno” de Su iglesia con la aclaración reiterativa de que esto es un requisito necesario para que el mundo conozca que Jesús fue enviado por el Padre: “…perfectos en unidad [la traducción literal sería: perfectos siendo uno o perfectos en uno], para que el mundo conozca que tú me enviaste…”, pero además expande esta explicación al referirla a la señal visible de que el Padre ha amado a Su iglesia de la misma forma en que ha amado a Jesús: “…y que los has amado a ellos como también a mí me has amado…”.

Así tenemos en esta oración contenida en este capítulo del Evangelio de Juan, que Jesús no pide una, ni dos, ni tres, sino cuatro veces al Padre, con respecto de Su iglesia, el “ser uno” (vv. 11, 21, 22 y 23), aclara de igual forma que este “ser uno” es necesario, imperioso e indefectible como requisito para que el mundo crea que Jesús fue enviado por el Padre, de hecho esto lo señala en dos ocasiones (vv. 21 y 23), y culmina esta petición aclarando que este requisito de “ser uno” en la iglesia no sólo es para que el mundo crea sino que es la señal visible y palpable de que el Padre la ama de igual forma como ha amado a Jesús.

Pensemos un poco en esto ya que no es una oración general sino una oración muy concreta y específica, con una señal muy clara y muy concreta, y con una finalidad muy específica y determinada, de la que prácticamente depende la obra salvífica que el Padre, por medio de Su Santo Espíritu, haría en el mundo a través de la iglesia. 8


Jesús no era muy dado a dar señales por cuanto la gente se las pedía. De hecho a los que pedían señales para llegar a creer los llamaba perversos y adúlteros (Mateo 12:39), más sin embargo, en todo Su ministerio, tenemos dos señales que sí dio, gracias al amor, misericordia y majestad del Padre, al mundo y de las cuáles prácticamente depende toda la salvación.

Una señal es el tiempo que Él estaría en la tumba: tres días y tres noches (Mateo 12:40), tres periodos de luz de doce horas y tres periodos de oscuridad de 12 horas (Juan 11:9), es decir, exactamente 72 horas, ¿y para que sería dada esta señal? Para demostrar que Jesús era el Hijo del Hombre, el Mesías, el Salvador (Mateo 12:40)1. La otra señal es precisamente la contenida en la oración por el “ser uno” de Su iglesia de Juan 17 ya que de que de eso dependía que la humanidad identificara a Su verdadera iglesia, creyera en Sus doctrinas verdaderas, y por consiguiente tuviera la oportunidad de salvarse.

Si vemos las más de 33,000 denominaciones cristianas que existen así como la inexistencia de ese espíritu común de entendimiento, esa unidad de propósito y acción, al interior de la que uno pudiera considerar la verdadera iglesia, este “ser uno” está realmente muy lejos de poder ser la característica de la iglesia, al menos en la forma en que se ha entendido. Ante esto, las diferentes congregaciones, al sentir que no han cumplido la expectativa de unidad que de ellas se esperaba, contenida en la oración de Jesús al Padre por Su iglesia de Juan 17, ha iniciado diferentes esfuerzos con la finalidad de lograr esto. Pero, ¿es correcto ver las cosas de esta forma? La respuesta es no. Ni la oración que Jesús dio al Padre referida al “ser uno” de Su iglesia y contenida en Juan 17 puede 1

Para un desarrollo de esto descargar gratis sin compromiso ni seguimiento el libro “Tres días y

tres noches - La Prueba de la Mesianidad de Jesús-“, descargar gratis sin compromiso ni seguimiento en www.rocefi.com.mx, Menú Libros, Sección Ebooks Gratis, Apartado Cristianismo.

9


tomarse como se ha comentado, y dado que ese “ser uno” se refiere a otra cosa que para las diferentes denominaciones ha pasado de largo, todos los esfuerzos dados por las diferentes comunidades cristianas en un sentido ecuménico, de reconciliación o de comunión no forman parte de ello.

¿Cómo explican las iglesias el “ser uno”?

Antes de continuar, y ante la realidad existente y ya comentada, es menester detenernos un poco y ahondar en las explicaciones dadas por las iglesias que buscan dilucidar el problema resultante de comparar la oración dada por Jesús al Padre respecto de Su iglesia para “ser uno” contra la realidad señalada.

Para este fin es necesario tener claridad en cuanto a que la oración de Jesús al Padre respecto del “ser uno” de Su iglesia contenida en Juan 17 contiene tres apartados. La mayoría de las congregaciones cristianas, cuando abordan la cuestión de la oración de Jesús al Padre con respecto de Su iglesia contenida en Juan 17, sólo toman para análisis, argumentación y explicación una de las tres partes de que consiste, siendo esta parte la relativa precisamente al “ser uno”. A partir de ahí desarrollan una serie de explicaciones, explicaciones que abordaremos a continuación, pero omiten considerar las otras dos partes de la oración que están concatenadas con ese “ser uno”. Las otras partes que omiten en su análisis, argumentación y explicación son por un lado la que se refiere a que ese “ser uno” debía ser algo visible, notorio y observable, no algo vago o por alcanzar, requerido desde el principio y durante toda la vida de la iglesia para que el mundo pudiese percibirla y por lo tanto llegar a creer (…para que el mundo crea que tú me enviaste… (v.21), …para que el mundo conozca que tú me enviaste… (v.23)); por otro lado también se omite que ese “ser uno” debía ser del mismo nivel,

grado e intensidad que muestran el Padre y Jesús (…como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros… (v.21)). Estos dos puntos hay

10


que considerar en toda explicación que se busque dar al “ser uno” de otra forma se desvirtúa todo el análisis, argumentación y explicación. Pasando a cómo explican las diferentes congregaciones cristianas ese “ser uno”, veamos que el problema del “ser uno” ante la realidad es que ese “ser uno” se enfrenta a dos problemas: uno cuantitativo y otro cualitativo.

Problema cuantitativo. El cuantitativo es la exorbitante fragmentación de la comunidad cristiana que, como ya se indicó, gira alrededor de 33,000 denominaciones cristianas, cuyo número sigue creciendo, en la actualidad. Pero de igual forma, y si uno analiza los dos mil años de historia de la humanidad, en lo que respecto al cristianismo verá, como lo haremos en el presente estudio, que esa división estuvo prácticamente desde el inicio de la iglesia. ¿Cómo explican las diferentes denominaciones esto? Realmente no lo explican, pero sí lo toman el “ser uno” como la justificación para buscar la unidad a través de movimientos ecuménicos, de reconciliación o de comunión. Por lo que ya se ha comentado, y por lo que se comentará más delante, uno no puede tomar el “ser uno” de la oración de Jesús al Padre con respecto de Su iglesia en el sentido de que numéricamente solo existiera una sola iglesia ya que entonces tendría que aceptar que dicha oración no fue escuchada, o que el Padre no quería el mundo creyese, o que el Padre no amaba a Su iglesia. Lo cual no puede ser así. Pero bueno, a lo mejor la iglesia en un principio sí mostraba el “ser uno” como en esta explicación se da, es decir, sólo había una sola iglesia, ¿qué no? Si uno toma como correcta esta explicación respecto de que el “ser uno” se refiere a unidad numérica dónde sólo debería existir una sola iglesia, y dado que ese “ser uno” debe ser una característica visible, notoria y observable para que el mundo pudiese percibirla y por lo tanto llegar a creer, y ese “ser uno” debe ser del mismo nivel, grado e intensidad que muestran el Padre y Jesús, uno esperaría que por lo menos en la iglesia primitiva se diera de una manera clara, manifiesta y evidente, pero ¿qué tenemos en 3 Juan: 9-10? Nada más y nada menos que Juan 11


señalando como es que en algunas iglesias ya había una división real, palpable y tangible: “Yo he escrito a la iglesia; pero Diótrefes, al cual le gusta tener el primer lugar entre ellos, no nos recibe. Por esta causa, si yo fuere, recordaré las obras que hace parloteando con palabras malignas contra nosotros; y no contento con estas cosas, no recibe a los hermanos, y a los que quieren recibirlos se lo prohíbe, y los expulsa de la iglesia”. Así que esta interpretación cae por su propio peso cuando uno la confronta con la realidad.

Problema cualitativo. El otro problema, llamado cualitativo, se refiere a ese espíritu común de entendimiento, a esa unidad de propósito y acción, que uno esperaría al interior de la que considerara la verdadera iglesia. Explico esto. Existen algunos que ante el problema cuantitativo anterior argumentan que si bien esa fragmentación es real, la petición de “ser uno” se refería únicamente la verdadera iglesia, por lo que si bien existen 33,000 denominaciones cristianas, si uno encuentra entre esas a la verdadera iglesia de Dios corroborará que en ella se da ese espíritu común de entendimiento, esa unidad de propósito y acción al interior, con lo que en la verdadera iglesia sí se dará ese “ser uno”. Pero ¿acaso no hay desavenencias en la que uno considerara la verdadera iglesia de Dios? Recordemos que el la petición de Jesús al Padre con respecto de Su iglesia contenida en Juan 17 tenía que ser con el mismo nivel, grado e intensidad que muestran el Padre y Jesús: “…que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti…” (v. 21). El problema es precisamente se ya que esto no es así pues incluso en esa que uno pudiera considerar la verdadera iglesia encontrará, como desde el principio de la misma nos muestra la Escritura, que entre los miembros existían diversos grados de entendimiento y madurez espiritual, diversos niveles de comprensión de las verdades eternas, incluso llegando, en cuestión de comprensión, a posturas contrapuestas ante ciertos temas. Esto no es motivo de escándalo ni de confusión pues incluso en la verdadera iglesia de Dios, como dijo Pablo, “parte conocemos, y en parte profetizamos; más cuando venga lo perfecto, entonces lo que es en parte se acabará” (1 Corintios 13:9-12), de igual forma podemos ver en la iglesia primitiva diversos diversos grados de entendimiento y 12


madurez espiritual, diversos niveles de comprensión de las verdades eternas (1 Corintios 3:1-2; Hebreos 5:11-14), luego entonces no puede esperarse, ni siquiera en la verdadera iglesia de Dios, ese espíritu común de entendimiento, esa unidad de propósito y acción, que uno esperaría encontrar si es que así se considerase el significado e interpretación de ese “ser uno” contenido en la oración de Jesús al Padre con respecto de Su iglesia. Si uno toma como correcta esta explicación respecto de que el “ser uno” se refiere a ese espíritu común de entendimiento, a esa unidad de propósito y acción en la iglesia, y, de nuevo, dado que ese “ser uno” debe ser una característica visible, notoria y observable para que el mundo pudiese percibirla y por lo tanto llegar a creer, y ese “ser uno” debe ser del mismo nivel, grado e intensidad que muestran el Padre y Jesús, uno esperaría que por lo menos en la iglesia primitiva se diera de una manera clara, manifiesta y evidente, pero ¿qué tenemos en Gálatas 2:1114? Nada más y nada menos que Pablo reconviniendo a Pedro por su actitud ante los gentiles cuando se vinieron ciertos judíos ante ellos “Pero cuando Pedro vino a Antioquía, le resistí cara a cara, porque era de condenar. Pues antes que viniesen algunos de parte de Jacobo, comía con los gentiles; pero después que vinieron, se retraía y se apartaba, porque tenía miedo de los de la circuncisión. Y en su simulación participaban también los otros judíos, de tal manera que aun Bernabé fue también arrastrado por la hipocresía de ellos. Pero cuando vi que no andaban rectamente conforme a la verdad del evangelio, dije a Pedro delante de todos: Si tú, siendo judío, vives como los gentiles y no como judío, ¿por qué obligas a los gentiles a judaizar?”. De igual forma Pablo escribiendo a los Efesios les dio “Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo” (Efesios 4:11-13). Aquí esa unidad cualitativa 13


que argumentan algunas iglesias –esa unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios-, y que como se vio no es así en la realidad, se alcanzará en un futuro, en el Reino de Dios cuando todos lleguemos hasta entonces y sólo entonces “a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”. Así que esta interpretación del que el “ser uno” se refiere a ese espíritu común de entendimiento, a esa unidad de propósito y acción, que uno esperaría al interior de la que considerara la verdadera iglesia, cae por su propio peso cuando uno la confronta con la realidad.

La expectativa futura. Por último, hay quienes buscan una explicación común a estos dos problemas, tanto el cuantitativo como el cualitativo, señalando que ese “ser uno” que pidió Jesús al Padre con respecto de Su iglesia se refería a un tiempo futuro, específicamente cuando Jesús regrese y comience Su gobierno en el Reino de Dios, pero esta explicación no es posible ya que como ya se vio, el “ser uno” era necesario como característica visible, notoria y observable durante toda la vida de la iglesia para que el mundo pudiera creer (…para que el mundo crea que tú me enviaste…(v.21), … para que el mundo conozca que tú me enviaste…(v.23), siendo que si se refiriese ese “ser uno” al tiempo futuro en que

Jesús regrese, ya no serviría como señal ante el mundo para que éste creyese ya que al regreso de Jesús el testimonio de la iglesia habría terminado dando inicio al Reino de Dios: “Y este evangelio del reino se predicará en todo el mundo como testimonio a todas las naciones, y entonces vendrá el fin” (Mateo 24:14), “He aquí, yo vengo pronto, y mi recompensa está conmigo para recompensar a cada uno según sea su obra” (Revelación 22:12), “Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua” (Daniel 12:2), “[y] cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación; y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra” (Revelación 5:9-10). 14


Así que ese “ser uno” no puede referirse, desde el punto de vista cuantitativo, a que exista una sola y única iglesia, ni desde el punto de vista cualitativo a que esa una sola iglesia muestre ese espíritu común de entendimiento, a esa unidad de propósito y acción. Tampoco puede referirse a un tiempo futuro ya que ese “ser uno” se requiere durante toda la vida de la iglesia para el mundo crea. Por lo tanto las explicaciones que respecto de ese “ser uno” dan las diferentes comunidades cristianas ante una realidad contradictoria no es procedente, pero no sólo por lo comentado, sino porque hay problemas adicionales en ello. Problemas adicionales que se comentarán a continuación.

¿Quién era el responsable de este “ser uno”?

Para ir entendiendo el punto lo primero que debemos tener claro es sobre quien caía la responsabilidad de “ser uno” que Jesús estaba pidiendo, ¿era sobre Su iglesia? ¡Claro que no: la petición era al Padre! De nueva cuenta pueden leerse los versículos que sobre esto anteriormente se han remarcado de Juan 17 para que quede más que claro que la oración era dada al Padre. A pesar de ello en la actualidad, los diferentes movimientos ecuménicos, reconciliatorios o de comunión, al interpretar como ya se ha mencionado esto de “ser uno”, toman sobre la responsabilidad de ello cuando desde un principio era del Padre.

Jesús en ocasiones pidió cosas a Su iglesia, como en Juan 13:34 cuando les pide amarse como Él los había amado, pero la oración de “ser uno” para la iglesia dada por Jesús al Padre en Juan 17 no involucraba acción, trabajo y faena alguna de la iglesia en ese sentido ¡era una petición que ponía sobre el Padre la responsabilidad completa y total de Su cumplimiento!

Aunque lo dicho anteriormente puede comenzar a derrumbar las ideas previas que pudiera sobre el tema tener quien siempre ha creído que la unidad de la iglesia 15


mencionada en la oración de Jesús al Padre en Juan 17 implicaba acción, trabajo y faena por parte de la iglesia, la lectura de dicha oración no deja lugar a dudas: era una petición al Padre y estaba en Su voluntad hacerla o no. En este sentido la pregunta podría ser ¿acaso el Padre se negaría esta petición a Jesús? Porque el “ser uno” en Su iglesia no se ha visto, como ya se ha comentado desde el punto tradicional de interpretación de esto, en estos más de dos mil años de existencia. En Mateo 21:22 Jesús dice a Sus discípulos “Y todo lo que pidáis en oración, creyendo, lo recibiréis”, estaría medio complicado creer que el Padre no cumplió lo único que Jesús había pedido para Su iglesia, máxime que esto era señal para que el mundo creyera, a menos que se sostuviera que Jesús pidió sin fe o que el Padre no quería dar esa señal porque no quería que el mundo creyera.

¿Pudiera el Padre no querer dar una señal que serviría para que mundo creyera? Juan 3:16 nos dice “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna”. Así que era y es deseo del Padre que todos sean salvos, como dice 1 Timoteo 2:4 “El cual quiere que todos los hombres sean salvos, y que vengan al conocimiento de la verdad”.

Bueno entonces ¿acaso Jesús pudo haber pedido algo que era contrario a la voluntad del Padre? “Entonces Jesús les dijo: «De cierto, de cierto les digo: El Hijo no puede hacer nada por sí mismo, sino lo que ve que el Padre hace; porque todo lo que el Padre hace, eso mismo lo hace el Hijo” (Juan 5:19), “Porque yo no he hablado de mí mismo; más el Padre que me envió, él me dio mandamiento de lo que he de decir, y de lo que he de hablar.” (Juan 12:49).

Si bien hay muchas más citas que pudieran presentarse, considero que para al creyente no es necesario demostrarle que las oraciones de Jesús al Padre eran conforme a la voluntad del Padre, que el Padre desea salvar a la humanidad, que para salvarla no escatimó en dar a Su Hijo, que todo lo que hizo, dijo y pidió Jesús 16


era en acatamiento a lo mandado por el Padre y que por consiguiente la oración respecto del “ser uno” para la iglesia dada por Jesús al Padre en Juan 17 debió ser escuchada, atendida y cumplida, siendo este cumplimiento responsabilidad del Padre, no condicionada a la acción, trabajo y faena de la iglesia.

¿Jesús estaba pidiendo unidad?

Para complicar aún más las cosas anteriormente comentadas, tenemos el punto de entender el “ser uno” de la oración de Jesús al Padre dada en Juan 17, como referida a la unidad en la iglesia como se ha entendido tradicionalmente y que desde la introducción se ha comentado, ¿por qué? porque el mismo Jesús estaría pidiendo algo que Él sabía no se iba a dar.

En Mateo 24:5, cuando sus discípulos preguntan por la destrucción de Jerusalén, la señal de Su segunda venda y el fin del mundo (Mateo 24:3), Jesús les dice “Porque muchos vendrán en mi nombre, diciendo: ``Yo soy el Cristo, y engañarán a muchos”, y para que quede claro que esto no se refiere al final de los tiempos sino a todo el lapso de vida de la iglesia desde su fundación y hasta a el regreso del Señor, seguidamente en Mateo 24:6 Jesús les aclara que todavía no sería el fin.

Esto mismo se replica en Lucas 21:8, cuando a la misma pregunta (Lucas 21:7), Jesús responde “Y Él dijo: Mirad que no seáis engañados; porque muchos vendrán en mi nombre, diciendo: ``Yo soy el Cristo, y: ``El tiempo está cerca. No los sigáis”. De igual forma inmediatamente, en Lucas 21:9, Jesús les aclara que eso no es parte exclusiva del fin de los tiempos sino referido a toda la historia de la iglesia.

Tenemos la corroboración de lo profetizado por Jesús respecto de los falsos cristianismos que desde los inicios de la iglesia comenzarían a surgir. 1 Juan 2:18 17


señala “Hijitos, ya es el último tiempo; y como vosotros habéis oído que el anticristo ha de venir, así también al presente hay muchos anticristos; por lo cual sabemos que es el último tiempo”, de igual forma 1 Juan 4:3 señala “y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y éste es el espíritu del anticristo, del cual vosotros habéis oído que ha de venir, y que ahora ya está en el mundo”, y 1 Juan 2:19 dice “Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubiesen sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se manifestase que no todos son de nosotros”.

Sobre esto tenemos un caso muy concreto, que ya se ha comentado, donde Juan en su tercera carta escribe “Yo he escrito a la iglesia; pero Diótrefes, al cual le gusta tener el primer lugar entre ellos, no nos recibe. Por esta causa, si yo fuere, recordaré las obras que hace parloteando con palabras malignas contra nosotros; y no contento con estas cosas, no recibe a los hermanos, y a los que quieren recibirlos se lo prohíbe, y los expulsa de la iglesia” (3 Juan 9-10).

Así tenemos que Jesús sabía vendrían muchos en Su nombre pero presentando un falso cristianismo y que esto engañaría, no a pocos, sino a muchos, luego entonces habría una iglesia verdadera y muchos engañadores con muchos engañados ¡en el nombre de Cristo! Así que la unidad es prácticamente imposible, luego entonces ¿por qué pedirla? No tiene sentido.

¿Y la iglesia?

Pero bueno, no podemos dejar a la iglesia fuera de la oración que Cristo hizo al Padre pidiendo el “ser uno” para ella en Juan 17. Sólo que considerando las interpretaciones de la misma como tradicionalmente se han hecho, y que se han comentado desde la introducción, el panorama que tenemos es más de deprimente para todo aquel que se llame cristiano.

18


9

Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me diste; porque tuyos son,

A la vista de la realidad histórica, ya comentada, que ha existido en la iglesia desde su fundación, no podemos menos que concluir, respecto de este versículo (1) que la oración no fue escuchada y/o (2) que los miembros de la iglesia ni fueron dados por el Padre ni eran de Él.

11

Y ya no estoy en el mundo; más éstos están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros.

De igual forma, y por las mismas razones anteriores, de este versículo se podría deducir (1) que los miembros de la iglesia no habían sido dados por el Padre, (2) que no fueron guardados en Su nombre, y (3) no fueron uno.

15

No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal.

…… 17

Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad.

En el mismo orden de ideas, si la división ha reinado en la iglesia desde Su fundación y hasta la fecha, entonces, y con relación a estos dos versículos (1) los miembros de la iglesia no fueron guardados del mal, y (2) los miembros de la iglesia no fueron santificados en la Palabra de Dios (y por ende la iglesia no guardo la correcta y veraz interpretación de las Escrituras).

20

Más no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos,

19


21

para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste. 22

La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno. 23

Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado.

Por último, y respecto de estos versículos, reiterativamente con lo ya comentado pero ampliándolo (1) la oración de Jesús no fue escuchada ni por aquellos discípulos ni por los que durante todo este tiempo han venido a la iglesia (v. 20), (2) como consecuencia de esto, es decir, de la desunión de los cristianos, el mundo no ha creído (v. 21) por lo que la iglesia en vez de ser sal de la tierra y luz del mundo ha sido motivo de condenación del mismo, (3) Jesús dice dio la gloria a Su iglesia para que fueran uno, pero si no lo han sido, o no dio tal gloria o sus dichos no fueron ciertos (v. 22), y de nueva cuenta no se cumplió la unidad de la iglesia con lo que ésta no pudo ser señal ante el mundo, pero el agravante es que esto también era condición para demostrar el amor del Padre a Su iglesia (v. 23) por lo que la conclusión es que el Padre no la amo o que Su amor no estuvo en ella.

Como puede verse, esbozar una interpretación de la oración de Jesús al Padre respecto del “ser uno” para Su iglesia contenida en Juan 17, referida a una unidad donde no hubiera división, discrepancia o desunión, se enfrentaría a todas las situaciones incongruentes y absurdas que se han mencionado, y lo principal, a una evidencia real, palpable y tangible donde tal unión nunca se ha dado, nunca ha existido, en la iglesia desde su fundación y hasta la fecha.

20


Pero ¿y si hubiera otra forma de entender esto? La buena noticia es que la hay. La mejor noticia es que la oración de Jesús sí fue escuchada. La excelente noticia es que el Padre cumplió en Su iglesia lo que Jesús le había pedido. ¿Y qué implicaciones tiene esto para el mundo? Que con esto uno puede identificar, en un mundo caótico con miles de denominaciones cristianas, a la verdadera iglesia y a las verdaderas doctrinas de salvación.

21


Una solución

Como ya se ha comentado, todo el problema anteriormente visto surge de interpretar ese “para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros” (Juan 17:21) como una unidad donde no hubiera división, discrepancia o desunión. Si bien esto es loable, meritorio y plausible, y esto en efecto es una característica que se espera de la familia de Dios (Efesios 4:2-16; 1 Pedro 3:8-9; Romanos 12:16; 1 Corintios 10:24; Efesios 4:25; 1 Corintios 1:10), ¿era esto lo que estaba pidiendo Jesús?, ¿era esto lo que debemos buscar como cumplimiento de la voluntad del Padre?, ¿era esto lo que debemos buscar como característica de la verdadera iglesia? La anterior interpretación al “que todos sean uno” surge de lo que para nosotros significa eso, siendo que su significado no puede entenderse de otra forma humanamente hablando más que una unidad donde no hubiera división, discrepancia o desunión, pero la cuestión es que no debemos entenderlo humanamente sino desde el punto de vista de la divinidad. Así que hay que comenzar preguntándonos ¿cómo es que Jesús y el Padre son uno?

La manera en que Jesús y el Padre son uno puede entenderse, sí, desde el punto de vista de esa unidad donde no hay división, discrepancia o desunión, pero si queremos aplicar eso a Su iglesia esa postura acarrea situaciones incongruentes y absurdas que ya se han mencionado, así que busquemos, escrituralmente, si hay otra manera en que puede entenderse esa expresión, y esa otra forma en que puede entenderse esa expresión es la referida las características del Padre y del Hijo, características que humanamente son imposibles de plasmar en una institución y que si llegasen a existir en ella evidenciaría un actuar de parte de Dios. La palabra “uno” en las citas que hemos analizado, referidas a la oración de Jesús al Padre para con Su iglesia de Juan 17, ha sido traducida de la palabra griega ἓν, 22


hen. Dicha palabra es muy concreta y se refiere al “uno” como número primario, a algo que es singular, único.

Su uso básico puede ser referido, por ejemplo, a señalar una unicidad numérica, por ejemplo Mateo 12:11 dice “Él les dijo: ¿Qué hombre habrá de vosotros, que tenga una [ἓν, hen] oveja, y si ésta cayere en un hoyo en día de reposo, no le eche mano, y la levante?”. De igual forma Mateo 25:24 dice “Pero llegando también el que había recibido un [ἓν, hen] talento, dijo: Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste”. Pero de igual forma ἓν, hen puede usarse para señalar algo que es una cosa y la misma, algo en lo cual no hay cambio o varianza. Romanos 3:30 señala “Porque Dios es uno [ἓν, hen], y él justificará por la fe a los de la circuncisión, y por medio de la fe a los de la circuncisión”. Aquí vemos cómo es que Dios no trata a unos de una forma y a otros de otra, el ser uno [ἓν, hen] le implica ser el mismo siempre. En Filipenses 2:2 Pablo escribe “completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa [ἓν, hen]”, aquí ἓν, hen se tradujo como “una misma cosa” para señalar ese sentimiento que debía ser el mismo en todos, no diferente según la persona, no cambiante conforme las circunstancias. 1 Juan 5:8 señala “Y tres son los que dan testimonio en la tierra: el Espíritu, el agua y la sangre; y estos tres concuerdan”. La palabra “concuerdan” se ha traducido de τὸ ἕν εἰσιν que señala como es que ese testimonio tiende a ser uno mismo, no diverso, contradictorio o cambiante.

Una característica de las personas, sujetas al tiempo y a la imperfección, es el constante cambio al que están sujetas, por otra parte una característica de la 23


divinidad, eterna y perfecta, es su permanencia. Malaquías 3:6 señala esto al decir “Porque yo Jehová, no me mudo; y así vosotros, hijos de Jacob, no habéis sido consumidos” (la palabra traducida como “consumidos” es ‫תיְִכ‬ ‫ ֶֽם ל‬, ḵə·lî·ṯem, que se refiere a algo que no termina de cambiar). De igual forma Salmos 102:25-27 señala que “Desde la antigüedad tú [Jehová] fundaste la tierra, y los cielos son la obra de tus manos. Ellos perecerán, pero tú permaneces; y todos ellos como una vestidura se desgastarán, como vestido los mudarás, y serán cambiados. Pero tú eres el mismo, y tus años no tendrán fin. Del Padre, Santiago dice que “Toda buena dádiva y todo don perfecto descienden de lo alto, del Padre de las luces, en quien no hay cambio ni sombra de variación” (Santiago 1:17) En cuanto a Jesús, como Hijo de Dios, “Jesucristo [es] el mismo ayer y hoy y por los siglos” (Hebreos 13:8)

El Padre, al ser perfecto (Mateo 5:48) y santo (1 Pedro 1:16), es inmutable, no tiene que cambiar para ser nada más pues ya en sí es completo, total, pleno. Jesús, como Hijo de Dios, al ser del Padre “el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia” (hebreos 1:3) refleja esa misma característica, pero nosotros imperfectos y pecadores estamos en un proceso (Isaías 28:28) para reflejar esa perfección y esa santidad (1 Juan 3:2).

El Padre es uno, sin cambio, inmutable, inalterable; Jesus como Su Hijo es uno, sin cambio, inmutable, inalterable; ambos, el Padre y el Hijo son uno, sin cambios, inmutables, inalterables. Mi familia es de México, mi padre es mexicano, yo soy mexicano, correctamente puedo decir que mi padre y yo somos mexicanos. El Padre es uno, Jesús es uno, de igual forma correctamente Jesús puede decir que tanto el Padre como Él son uno entendiendo ese uno como la perfección y santidad sin cambio, inmutable, inalterable.

24


Esto no debe ser muy difícil de entender ya que incluso en nuestra vida cotidiana hacemos referencia a ese cambio o permanencia en las personas. Cuando vemos a alguien a quien hace tiempo no tratábamos, si esta persona ha cambiado mucho físicamente, e incluso en su forma de pensar o de sentir, la expresión “eres otro”, “no te reconozco”, “como has cambiado” es común en todas las culturas. De igual forma, y en caso contrario, si la persona que volvemos a ver ha permanecido más o menos igual el comentario, igual sorpresiva, van en el sentido “eres el mismo”, “estas igualito”, “no has cambiado nada”. Una persona que vemos después de un tiempo y “es otra”, y al volverla a ver al tiempo “eso otra” y de nuevo cuando lo volvemos a ver “es otra”, bien podemos decir que, dado que en cada ocasión es alguien diferente bien, en toda su vida “es muchas” personas, de igual forma alguien que al verla de nuevo es “la misma”, y al volver a verla sigue siendo la “misma”, y cada que la vemos es “la misma” bien podemos decir que no “es muchas” sino “una sola” persona durante toda su existencia. En hebreo la palabra para rostro es ‫םי ִתיכ‬, panim, la cual es una palabra plural que literalmente significa caras. ¿Por qué para rostro la palabra hebrea sería caras, así en singular?, ¿Qué no tenemos una sola cara? Si lo pensamos tenemos un solo rostro pero muchas caras: a veces estamos tristes, a veces alegres, a veces enojados, a veces relajados, etc. Si nuestro estado de ánimo fuera constante, sin cambio, sin variación, buen podríamos decir que tenemos sólo una cara, pero no: tenemos muchas.

Ser persona de una sola palabra no significa que alguien sólo sepa y pronuncie para comunicarse una palabra si no que es una expresión para indicar que es alguien que no cambia sus compromisos, que cumple lo que dice, que no es variante de ánimo ni de pensamientos. En caso contrario, alguien que es variante de ánimo y pensamiento, alguien no de una palabra sino de muchas, es alguien no confiable.

25


Como vemos, y salvando las distancias pues un humano siempre cambia en algo, ese “ser muchos” y ese “ser uno” lo usamos en nuestra relación con los demás, sólo que en el caso del Padre y de Jesús ese “ser uno” es completo, pleno y total en su acepción al ser ellos sin cambios, inmutables, inalterables.

¿Podría una institución, comunidad o grupo donde hubiese humanos presentar esa característica? Pensemos un poco en esta pregunta. Como ya se comentó, si hay una característica de los humanos es esa cambio que constantemente estamos experimentando. Esa característica se refleja en todas las instituciones, las comunidades, los grupos que creamos. Cualquier institución, comunidad o grupo humano que analicemos mostrará precisamente eso: el cambio. Cambio en sus ideas, en sus valores, en su organización. Cambio es sus deseos, en sus motivaciones, en sus objetivos. Cambio incluso en la forma en que se perciben y de cómo perciben lo que quiere llegar a ser. En vista de esto, ¿podrá una institución, comunidad o grupo donde hubiese humanos presentar una característica que pertenece a la divinidad, es decir, que en sus fundamentos sea sin cambios, inmutable, inalterable? Hasta ahorita se ha comentado cómo es que el “ser uno” de la oración de Jesús al Padre referida a Su iglesia no puede referirse a que no pudiera haber disensión y por lo tanto división en la verdadera iglesia, disensión que sacaría de la iglesia a quienes desde el principio no fueran parte de ella. Tampoco se refiere a que incluso en la verdadera iglesia de Dios hubiese solo armonía, concordia y fraternidad sin diversos, diferentes e inclusos en ocasiones contrapuestos, niveles y estados de desarrollo y madurez espiritual. De igual forma no se refiere a algo a lograr en el futuro pues se requiere “ser uno” durante toda la historia de la iglesia para que el mundo pueda creer.

En este punto del estudio tenemos una apuesta muy arriesgada referida a mostrar y demostrar que el “ser uno” se refiere a que la iglesia presentaría la característica del Padre y de Jesús de ser sin cambio, inmutable, inalterable durante toda su 26


existencia. Pero antes de pasar a esto, y adicionalmente a lo que ya se ha argumentado ¿por qué habríamos de esperar esto? Veamos primero de quién es la iglesia. “Nadie puede venir a mí si no lo trae el Padre que me envió, y yo lo resucitaré en el día final… Y decía: Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí si no se lo ha concedido el Padre.” (Juan 6:44, 65). “Por tanto, no te avergüences del testimonio de nuestro Señor, ni de mí, prisionero suyo, sino participa conmigo en las aflicciones por el evangelio, según el poder de Dios, quien nos ha salvado y nos ha llamado con un llamamiento santo, no según nuestras obras, sino según su propósito y según la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús desde la eternidad” (2 Timoteo 1:8-9). “Y sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a su propósito. Porque a los que de antemano conoció, también los predestinó a ser hechos conforme a la imagen de su Hijo, para que Él sea el primogénito entre muchos hermanos; y a los que predestinó, a ésos también llamó; y a los que llamó, a ésos también justificó; y a los que justificó, a ésos también glorificó” (Romanos 8:28-30). “Fiel es Dios, por medio de quien fuisteis llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo, Señor nuestro” (1 Corintios 1:9).

Dios es quien nos llama y elige, perfecciona y santifica, luego entonces la iglesia es de Él. (1) Hechos 20:28: Este versículo es instrucción a los ancianos de “apacentar la iglesia de Dios”. “No seáis tropiezo ni a judíos, ni a gentiles, ni la iglesia de Dios” (1 Corintios 10:32); “… ¿o menospreciáis la iglesia de Dios, y avergonzáis a los que no tienen nada?” (1 Corintios 11:22); Pablo le escribió lo mismo a dos congregaciones: “porque perseguí a la iglesia de Dios” (1 Corintios 15:9) y “perseguía sobremanera a la iglesia de Dios” (Gálatas 1:13); “la iglesia de Dios que está en Corinto” (1 Corintios 1:2); “la iglesia de Dios que está en Corinto” (2 Corintios 1:1); Pablo hace referencia a cualquier anciano en una congregación local: “Pues 27


el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?” (1 Timoteo 3:5); “…conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia de Dios viviente” (1 Timoteo 3:15); “…No tenemos tal costumbre, ni las iglesias de Dios” (1 Corintios 11:16); “Porque vosotros…vinisteis a ser imitadores de la iglesia de Dios en Cristo Jesús que están en Judea” (1 Tesalonicenses 2:14); “Tanto, que nosotros mismos nos gloriamos de vosotros en las iglesias de Dios” (2 Tesalonicenses 1:4).

Ahora veamos quien es cabeza de la iglesia y por lo tanto, la iglesia de quién es cuerpo. “Y todo sometió bajo sus pies [de Jesús], y a Él [Dios] lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia” (Efesios 1:22); “a fin de capacitar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo” (Efesios 4:12); “Porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, [siendo] El mismo el Salvador del cuerpo” (Efesios 5:23); “Pero quiero que sepáis que la cabeza de todo hombre es Cristo, y la cabeza de la mujer es el hombre, y la cabeza de Cristo es Dios” (1 Corintios 11:3); “Él [Jesús] es también la cabeza del cuerpo [que es] la iglesia; y Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, a fin de que Él tenga en todo la primacía” (Colosenses 1:18). Jesús es la cabeza de la iglesia y por ende la iglesia es el cuerpo de Jesus.

Pensamos en esto, si la iglesia es de Dios y la cabeza de la misma es Jesús, siendo por ende la iglesia cuerpo de Cristo, ¿podríamos esperar que no reflejara ninguna característica de Dios o de Jesús?

Ahora en este punto hay que aclarar que si bien la iglesia es de Dios cuya cabeza es Cristo, y que si bien ésta pudo haber reflejado las características de ambos, aún no se ha completado en nosotros esa perfección y santidad a la que estamos llamados. Esto incluso es lógico. Cristo escogió la inmutabilidad del Padre y de Él, Su inalterabilidad, para que fuese esa, de todas las características de la divinidad, las que en este siglo se mostrara en la iglesia. La iglesia al estar limitada al tiempo 28


no podía ser eterna, también al estar limitada al espacio no podía ser infinita, al estar todavía en un proceso no podía ser perfecta, pero lo que sí podía reflejar la iglesia era esa inmutabilidad e inalterabilidad del Padre y de Jesús en lo fundamental.

De todas las características que el Padre y Cristo tienen, Jesús específicamente en Juan 17 pidió una, una que fuese visible, notoria y observable para que el mundo pudiese percibirla y por lo tanto llegar a creer, una que tuviese el mismo nivel, grado e intensidad que muestran el Padre y Jesús: que fueran uno, es decir, una comunidad que en lo fundamental fuese sin cambios, inmutable, inalterable. ¿Podremos encontrar eso? Claro que lo podremos encontrar, pero sólo en la verdadera iglesia y referida al estar, al ser y al saber-hacer: una en presencia histórica, una en sustancia distintiva, una en esencia doctrinal.

29


Una en presencia De las tres formas en que el “ser uno” de la oración de Jesús al Padre de Juan 17 puede ser entendido, la más básica y la más práctica es la de “ser uno” en presencia histórica, es decir, relacionada con el estar.

Comento que es la más básica y la más práctica pues de una manera muy concreta trata de identificar a la verdadera iglesia de Dios en la historia. Pensemos esto: todas las iglesias, todas las denominaciones, todos los grupos cristianos, los más de 33,000, tienen a la Biblia como su base doctrinal, de igual forma todos dicen seguirla y que lo que enseñan puede corroborarse con la Escritura. Si alguien quisiera identificar a la verdadera iglesia de Dios solo usando la Escritura tendría un problema monumental no sólo por las diferentes interpretaciones que cada iglesia, cada denominación, cada congregación cristiana tiene de las Escrituras sino porque se trata de más de 33,000 interpretaciones que cada quien tendría que estudiar, analizar, examinar. Un trabajo sin duda alguna imposible para alguien.

Pero la cuestión histórica asombrosamente reduce ese universo de 33,000 en un 99.99%, ¿por qué? por qué el 99.99% de las iglesias, denominaciones y congregaciones cristianas comenzaron a surgir en la reforma del Siglo XVI, luego con mayor intensidad conforme avanzaban los siglos XVII, XVIII y XIX, para llegar a una verdadera explosión cámbrica de corrientes y filosofías a partir del siglo XX. Así que de un plumazo, toda aquella iglesia, denominación o congregación cristiana que históricamente no pueda rastrearse hasta la iglesia original sino que tenga su existencia inicial en los siglos XVI, XVII, XVIII, XIX, XX o demás, puede fácilmente descartarse.

Pero bueno, en este punto, todas esas iglesias, denominaciones y congregaciones argumentaran a favor de cualquier idea que implique que no necesariamente tienen que demostrar una existencia en estos últimos dos mil años. Hay algunas 30


que argumentan que la verdadera iglesia dejó de existir durante los siglos siguientes a la iglesia apostólica y que ellos han venido a ser la restauración de la misma, otros argumentan que la iglesia puede existir en cualquier punto y momento donde un grupo de personas abran su corazón a Dios por lo que la historicidad no es necesaria, y otros más señalan a manera de genealogía que durante toda la historia de la salvación ha habido gente con el favor de Dios, como Abrahám, Noé, Moisés, Pedro o Pablo y que ellos forman parte de ese linaje que presentan de una forma nebulosa pero que no acepta el rigor histórico de su verificación.

Es así que como un acto de honestidad intelectual debemos preguntarnos si en efecto la verdadera iglesia de Dios, establecida en el siglo primero de nuestra era, debía existir siempre a través de estos dos mil años o si las posturas anteriormente comentadas son las correctas.

El razonamiento que se ha venido dando a la petición de Jesús al Padre con respecto de Su iglesia en cuanto al “ser uno”, implica que esta iglesia siempre debería de haber existido pues el “ser uno” se vuelve una característica visible, notoria y observable para que el mundo, en todos este tiempo, pudiese percibirla y por lo tanto llegar a creer. Pero esta no es la única Escritura de la cual puede uno deducir que la iglesia siempre existiría, desde su fundación y hasta la venida de Jesús.

Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. (Mateo 16:18)

En esta promesa de Jesús, la palabra Hades en la cita anterior se traduce del griego ᾅδου, hadou, y se usa en la Escritura para señalar de lugar de los muertos su sepultura. Luego entonces si la muerte no habría de

31


prevalecer sobre la verdadera iglesia de Dios, ésta debería haber seguido existiendo durante estos últimos dos mil años.

Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre (Juan 14:16)

En esta promesa de Jesús, el Consolador al que se refiere la cita anterior es el Espíritu Santo: “Pero el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, les enseñará todas las cosas y les hará recordar todo lo que les he dicho” (Juan 14:26), “Cuando venga el Consolador, que yo les enviaré de parte del Padre, el Espíritu de verdad que procede del Padre, él testificará acerca de mí” (Juan 15:26). Como queda claro este Consolador, el Espíritu Santo, estaría con la iglesia de Dios siempre, es decir, desde la primera vez que vino sobre ella en Pentecostés y hasta la venida de Jesús. Luego entonces si el Espíritu Santo siempre iba a estar en la iglesia, ésta debería haber seguido existiendo durante estos últimos dos mil años.

No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé (Juan 15:16)

En esta enseñanza de Jesús a sus Apóstoles, claramente les indica que el fruto de ellos, el resultado de la labor que como iglesia habrían de emprender, iba a durar para siempre. Esos frutos son las comunidades, los conversos, las enseñanzas, las verdades, en fin, todo aquello que la iglesia produciría a partir de su fundación. Luego entonces si los frutos que la iglesia habrían de permanecer, ésta debería haber seguido existiendo durante estos últimos dos mil años.

32


…enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén. (Mateo 28:20)

En esta encomienda que Jesús da a la iglesia los apremia a que vayan y enseñen todo lo que Él les ha mandado, cerrando esta frase con la promesa de que Él estaría con la iglesia todos los días y todavía recalca más al señalar que eso sería hasta el fin del mundo. Luego entonces si Jesús iba a estar con la iglesia todos los días hasta el fin del mundo, ésta debería haber seguido existiendo durante estos últimos dos mil años. …a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén. (Efesios 3:21)

En la cita anterior, Pablo escribiendo a los Efesios alaba al Padre y señala claramente que la gloría es para Él en Su iglesia por todas las edades y aún más remarca esto al señalar por los siglos de los siglos. Luego entonces si la gloria al Padre iba a ser en la iglesia por todas las edades, por los siglos de los siglos, ésta debería haber seguido existiendo durante estos últimos dos mil años.

Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo (Efesios 4:11-13)

Por último, en la cita anterior, que ya se había comentado en otra parte de la presente obra, Pablo escribiendo a los Efesios señala como es que la iglesia ha sido constituida, señala asimismo que esto constitución ha sido 33


para el perfeccionamiento de los santos y la edificación del cuerpo de Cristo, lo interesante de la cita es que señala claramente que esta labor habría de ser hecha hasta que todos llegasen a la unidad en la fe y el conocimiento pleno del Hijo de Dios, algo a lo que aún la iglesia no ha llegado. Luego entonces si la iglesia tenía un fin para con sus integrantes relacionado con su edificación y perfeccionamiento hasta llegar plenamente a la unidad de la fe y el conocimiento del Hijo de Dios, y si esto aún no se ha conseguido, ésta debería haber seguido existiendo durante estos últimos dos mil años.

Realmente si uno es sincero deberá aceptar que Escrituralmente no puede sostenerse la idea de una iglesia que dejó de existir ni por ende de restauraciones o apariciones posteriores de la misma. Así de una manera muy sencilla, de un universo de más 33,000 iglesias, denominaciones o congregaciones cristianas, el 99.99% pueden ser descartadas como la verdadera.

Si una iglesia, denominación o congregación cristiana fue fundada en 1524, 1534, 1560, 1785, 1879, 1739, 1830, 1609, 1774, 1860, 1865, 1879, 1914, y demás, antes o después, sólo con ese puede ser excluida de la posibilidad de ser la verdadera, independientemente de sus argumentos que, en consecuencia, tendrán que ir contra la Escritura.

Históricamente la iglesia de Dios no ha dejado de existir, llamados por el mundo Nazarenos, Hypsitarianos, Euchitas, Valdenses, Albigenses, Paulicianos, Cathari, Lolardos, Quakeros, Anabaptistas, Moravianos, o Sabatistas, pero llamados por

34


ellos mismos como iglesia de Dios, se identificaban entre los pueblos como guardadores de los mandamientos de Dios y la fe de Jesús (Revelación 14:12)2.

Ahora bien, independientemente de que Jesús mismo dijo que la verdadera iglesia de Dios históricamente nunca dejaría de existir, y de las citas anteriormente vistas que confirman esto, Él no dio eso como única señal de la verdadera iglesia, la señal visible, notoria y observable era ser “una”: una en presencia histórica, sí, pero además una en sustancia distintiva y una en esencia doctrinal.

El que una organización existiese durante dos mil años ya es algo portentoso, pero no necesariamente implica intervención divina. Por ejemplo, la casa real de Japón fue fundada en 660 a.C., con lo que es la casa real más antigua del mundo con más de 2,500 años de antigüedad. Desde el punto de vista religioso esto es igual pues una religión no mide la verdad contenida en ella en función de su antigüedad, por ejemplo, el zoroastrismo, que surgió entre el 1400 y 1200 a.C., es una religión que desde entonces y en la actualidad sigue existente.

Pero referido al punto de la verdadera iglesia, en este caso la existencia durante todos estos más de dos mil años de la verdadera iglesia era un factor necesario para que también se diesen las características de una en sustancia distintiva y una en esencia doctrinal, ya que si hubiese dejado de existir en algún momento esto tampoco se hubiera dado. Con todo y todo, y aunque la existencia histórica e ininterrumpida de la verdadera iglesia es necesaria, no es el único factor a considerar sino, como ya se comentó, que esa iglesia que ininterrumpidamente no ha dejado de existir también muestre como características el ser una en sustancia distintiva y una en esencia doctrinal, ¿y esto por qué? porque la misma Escritura indica cómo es que en estos más de dos mil años convivirían en contraposición la verdadera iglesia de Dios y otra iglesia apóstata, de la cual saldrían otras muchas 2

Para un desarrollo de esto descargar gratis sin compromiso ni seguimiento el libro “Una <breve>

historia de la verdadera iglesia -20 siglos en 20 páginas-“. Descargar gratis sin compromiso ni seguimiento en www.rocefi.com.mx, Menú Libros, Sección Ebooks Gratis, Apartado Cristianismo.

35


falsas iglesias con el tiempo así como un sinfín de desviaciones doctrinales que permearían a toda iglesia que no fuera la verdadera (Revelación 17:5).

Mateo 13:24-30 24

Les refirió otra parábola, diciendo: El reino de los cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo; 25

pero mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue. 26

Y cuando salió la hierba y dio fruto, entonces apareció también la cizaña.

27

Vinieron entonces los siervos del padre de familia y le dijeron: Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, tiene cizaña? 28

Él les dijo: Un enemigo ha hecho esto. Y los siervos le dijeron: ¿Quieres, pues, que vayamos y la arranquemos? 29

Él les dijo: No, no sea que al arrancar la cizaña, arranquéis también con ella el trigo. 30

Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega; y al tiempo de la siega yo diré a los segadores: Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero.

Mateo 24:3-14 3

Y estando él sentado en el monte de los Olivos, los discípulos se le acercaron aparte, diciendo: Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo? 4

Respondiendo Jesús, les dijo: Mirad que nadie os engañe.

5

Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y a muchos engañarán. 6

Y oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin. 7

Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares. 36


8

Y todo esto será principio de dolores.

9

Entonces os entregarán a tribulación, y os matarán, y seréis aborrecidos de todas las gentes por causa de mi nombre. 10

Muchos tropezarán entonces, y se entregarán unos a otros, y unos a otros se aborrecerán. 11

Y muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos;

12

y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará.

13

Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo.

14

Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin.

Revelación 12:1-17 1

Apareció en el cielo una gran señal: una mujer vestida del sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas. 2

Y estando encinta, clamaba con dolores de parto, en la angustia del alumbramiento. 3

También apareció otra señal en el cielo: he aquí un gran dragón escarlata, que tenía siete cabezas y diez cuernos, y en sus cabezas siete diademas; 4

y su cola arrastraba la tercera parte de las estrellas del cielo, y las arrojó sobre la tierra. Y el dragón se paró frente a la mujer que estaba para dar a luz, a fin de devorar a su hijo tan pronto como naciese. 5

Y ella dio a luz un hijo varón, que regirá con vara de hierro a todas las naciones; y su hijo fue arrebatado para Dios y para su trono. 6

Y la mujer huyó al desierto, donde tiene lugar preparado por Dios, para que allí la sustenten por mil doscientos sesenta días. 7

Después hubo una gran batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón; y luchaban el dragón y sus ángeles;

37


8

pero no prevalecieron, ni se halló ya lugar para ellos en el cielo.

9

Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él. 10

Entonces oí una gran voz en el cielo, que decía: Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo; porque ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche. 11

Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte. 12

Por lo cual alegraos, cielos, y los que moráis en ellos. !!Ay de los moradores de la tierra y del mar! porque el diablo ha descendido a vosotros con gran ira, sabiendo que tiene poco tiempo. 13

Y cuando vio el dragón que había sido arrojado a la tierra, persiguió a la mujer que había dado a luz al hijo varón. 14

Y se le dieron a la mujer las dos alas de la gran águila, para que volase de delante de la serpiente al desierto, a su lugar, donde es sustentada por un tiempo, y tiempos, y la mitad de un tiempo. 15

Y la serpiente arrojó de su boca, tras la mujer, agua como un río, para que fuese arrastrada por el río. 16

Pero la tierra ayudó a la mujer, pues la tierra abrió su boca y tragó el río que el dragón había echado de su boca. 17

Entonces el dragón se llenó de ira contra la mujer; y se fue a hacer guerra contra el resto de la descendencia de ella [esto también puede traducirse como “los otros de su simiente”], los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo.

2 Corintios 11:1-4,3-15 1

¡Ojalá me toleraseis un poco de locura! Sí, toleradme.

38


2

Porque os celo con celo de Dios; pues os he desposado con un solo esposo, para presentaros como una virgen pura a Cristo. 3

Pero temo que como la serpiente con su astucia engañó a Eva, vuestros sentidos sean de alguna manera extraviados de la sincera fidelidad a Cristo. 4

Porque si viene alguno predicando a otro Jesús que el que os hemos predicado, o si recibís otro espíritu que el que habéis recibido, u otro evangelio que el que habéis aceptado, bien lo toleráis; … 13

Porque éstos son falsos apóstoles, obreros fraudulentos, que se disfrazan como apóstoles de Cristo. 14

Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz. 15

Así que, no es extraño si también sus ministros se disfrazan como ministros de justicia; cuyo fin será conforme a sus obras.

Como se comentó al inicio de este apartado, de las tres formas en que el “ser uno” de la oración de Jesús al Padre de Juan 17 puede ser entendido, la más básica y la más práctica es la de “ser uno” en presencia histórica pues de una manera muy concreta trata de identificar a la verdadera iglesia de Dios en la historia. Y si bien esto nos permite descartar de una manera muy fácil y sencilla al 99.99% de las las más de 33,000 de las iglesias, denominaciones, y grupos cristianos que existen, podemos ver por lo menos otra iglesia que puede decir tiene una historia de dos mil años, es aquí donde entran las otras dos características relativas al “ser uno”: el ser una en sustancia distintiva y una en esencia doctrinal.

39


Una en sustancia

Como ya se vio en el apartado anterior, la presencia histórica de la iglesia, una, es decir, constante y permanente durante estos más de dos mil años, es necesaria para cumplimentar lo que al respecto la Escritura señaló, pero de igual forma, como se comentó para cumplimentar la oración dada por Jesús al Padre con respecto de Su iglesia de Juan 17 relativo al “ser uno”, ésta debía ser una en sustancia, es decir, relacionada con el ser.

Respecto de la verdadera iglesia de Dios, la Escritura nos señala que la misma durante estos más de dos mil años de existencia iba a presentar tres características claras, concretas y visibles: ser pequeña, perseguida y débil y despreciada por el mundo, mientras que la iglesia apóstata sería todo lo contrario, es decir, grande, perseguidora, y poderosa y apreciada por el mundo y de la cual saldrían otras muchas falsas iglesias con el tiempo así como un sinfín de desviaciones doctrinales que permearían a toda iglesia que no fuera la verdadera (Revelación 17:5). Pequeña. En Lucas 12:32, Jesús, refiriéndose a la iglesia de Dios, dice “No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino” (de hecho todo el capítulo 12 es instrucción para la iglesia de todos los tiempos). Pero bueno, esta es una sola cita, ¿o hay más?

Como ya se comentó, en la profecía de Mateo 24, Jesús establece ciertas condiciones que se darían desde el establecimiento de la iglesia y hasta Su retorno. En el v. 5 señala “Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y a muchos engañarán”, de igual forma para que quede claro que no se refiere al final de los tiempos aclara en el v. 6 “pero aún no es el fin”. Luego de los vv. 11 al 14 señala “Y muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos; y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará. Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo. Y será predicado este 40


evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin”.

De hecho el v. 24 del mismo capítulo de Mateo, para mayor claridad, señala que “Porque se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y darán señales grandes y prodigios; de tal manera que engañarán, si es posible, aun a los escogidos”.

Así tenemos que desde el establecimiento de la iglesia y hasta el regreso de Jesús, muchos vendrían en Su nombre y engañarían, no a pocos sino a muchos, tantos que sólo los escogidos escaparían de ese engaño, luego entonces la iglesia siempre tendría que ser pequeña en todos estos más de dos mil años de existencia.

La verdadera iglesia siempre es representada simbólicamente como virgen. Pura y sin mancha (2 Corintios 11:2), como una esposa para nuestro Señor (Efesios 5:2427; Revelación 19:7-9; 21:1-2), luego entonces una mujer que fuese representada simbólicamente de manera completamente contraria, es decir, ramera (Revelación 17:1-2), abominable (Revelación 17:4-6), inmoral (Revelación 14:8) sería contrariamente a la verdadera iglesia, una iglesia apóstata, de la cual saldrían otras muchas falsas iglesias con el tiempo así como un sinfín de desviaciones doctrinales que permearían a toda iglesia que no fuera la verdadera (Revelación 17:5).

Aquí viene la otra parte a considerar y es precisamente la que se refiere a la característica que mostraría, no la verdadera iglesia, sino la iglesia apóstata, la ramera de Revelación 13: 11-18; 17: 1-8; 17: 15-18.

Vino entonces uno de los siete ángeles que tenían las siete copas, y habló conmigo diciéndome: Ven acá, y te mostraré la sentencia contra la gran ramera, la que está sentada sobre muchas aguas (Revelación 17:1)

41


Me dijo también: Las aguas que has visto donde la ramera se sienta, son pueblos, muchedumbres, naciones y lenguas (Revelación 17:15)

Así vemos que contrariamente a la verdadera iglesia, la iglesia apóstata no es pequeña, sino grande, muy grande. Su influencia se siente por pueblos, muchedumbres, naciones y lenguas, forma parte de los muchos que serían engañados por sí o por las iglesias falas que surgirían de ella y, como veremos en el siguiente capítulo, estaría llena de abominaciones, es decir, de desviaciones de la verdadera fe (Revelación 17:5).

Perseguida. La otra característica de la verdadera iglesia es que ésta habría de ser, en estos más de dos mil años de existencia, perseguida.

Mateo 10:16-25 16

He aquí, yo os envío como a ovejas en medio de lobos; sed, pues, prudentes como serpientes, y sencillos como palomas. 17

Y guardaos de los hombres, porque os entregarán a los concilios, y en sus sinagogas os azotarán; 18

y aun ante gobernadores y reyes seréis llevados por causa de mí, para testimonio a ellos y a los gentiles. 19

Más cuando os entreguen, no os preocupéis por cómo o qué hablaréis; porque en aquella hora os será dado lo que habéis de hablar. 20

Porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre que habla en vosotros. 21

El hermano entregará a la muerte al hermano, y el padre al hijo; y los hijos se levantarán contra los padres, y los harán morir. 22

Y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre; mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo.

42


23

Cuando os persigan en esta ciudad, huid a la otra; porque de cierto os digo, que no acabaréis de recorrer todas las ciudades de Israel, antes que venga el Hijo del Hombre. 24

El discípulo no es más que su maestro, ni el siervo más que su señor.

25

Bástale al discípulo ser como su maestro, y al siervo como su señor. Si al padre de familia llamaron Beelzebú, ¿cuánto más a los de su casa?

Del v. 17 al 21 se señala la manera en que la verdadera iglesia, durante toda su existencia, habría de experimentar persecución. Para mayor claridad en que esta profecía se refiere a toda la existencia histórica de la verdadera iglesia, el v. 23 señala “Cuando os persigan en esta ciudad, huid a la otra; porque de cierto os digo, que no acabaréis de recorrer todas las ciudades de Israel, antes que venga el Hijo del Hombre”.

Mateo 24:5-11 5

Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y a muchos engañarán. 6

Y oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin. 7

Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares. 8

Y todo esto será principio de dolores.

9

Entonces os entregarán a tribulación, y os matarán, y seréis aborrecidos de todas las gentes por causa de mi nombre. 10

Muchos tropezarán entonces, y se entregarán unos a otros, y unos a otros se aborrecerán. 11

Y muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos;

43


Los vv. 9 y 10 de la profecía de Jesús de Mateo 24, de nueva cuenta es reiterativa a que desde la fundación de la verdadera iglesia y hasta al retorno de Él, el Pueblo de Dios sería perseguido.

De hecho no hay cita en la Escritura que hable de que la iglesia tendría una existencia tranquila y apacible sino que por el contrario, todas las referencias con respecto a esto hablan de una vida de dificultades extremas referidas a tribulación persecución e incluso muerte. Con respecto a esto último, Revelación 6:9-11 muestra una imagen histórica de la vida de la iglesia al decir que “Cuando abrió el quinto sello, vi bajo el altar las almas de los que habían sido muertos por causa de la palabra de Dios y por el testimonio que tenían. Y clamaban a gran voz, diciendo: ¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra? Y se les dieron vestiduras blancas, y se les dijo que descansasen todavía un poco de tiempo, hasta que se completara el número de sus consiervos y sus hermanos, que también habían de ser muertos como ellos”

Esta característica, la de ser una iglesia perseguida, es congruente con el hecho de que, como se vio antes, sería una iglesia pequeña. Es más que evidente que siempre lo más débil sufre los abusos de quien es más poderoso.

Y de igual forma que con la característica de la verdadera iglesia anteriormente vista, la de ser pequeña donde la iglesia apóstata era por su parte grande, en esta característica donde la verdadera iglesia es perseguida tenemos que la iglesia apóstata muestra la característica contraria, es decir, la de ser perseguidora. Revelación 17:6 muestra a la iglesia apóstata “ebria de la sangre de los santos, y de la sangre de los testigos de Jesús. Y al verla, me asombré grandemente”, de igual forma en Revelación 18:24 se señala que “en ella se halló la sangre de los profetas y de los santos, y de todos los que han sido muertos en la tierra”.

44


De nueva cuenta todo encaja: si la iglesia apóstata es grande, mientras que la verdadera iglesia es pequeña, la primera puede entonces perseguir, y perseguirá hasta la muerte, a la segunda.

Débil y despreciada por el mundo. Para cerrar las características que durante toda su existencia histórica debía presentar la verdadera iglesia, estando ésta característica acorde con las anteriores de ser pequeña y perseguida, tenemos que también debía ser por lo tanto y en consecuencia débil y despreciada por el mundo. En Juan 15:19, Jesús dice de la iglesia “Si fueran del mundo, el mundo los amaría como a los suyos. Pero ustedes no son del mundo, sino que yo los he escogido de entre el mundo. Por eso el mundo los aborrece”. De nuevo más delante, en Juan 17:14, Jesús vuelve sobre el tema al decir “Yo les he dado tu palabra y el mundo los ha odiado, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo”. De igual forma en 17:16, Jesús vuelve a decir “No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo”. En concordancia con esto 1 Juan 2:15 señala “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él”. De igual forma Santiago 4:4 señala “¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad hacia Dios? Por tanto, el que quiere ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios”.

Así tenemos que la verdadera iglesia de Dios, además de ser pequeña y perseguida, al no ser parte el mundo es débil y despreciada. Y respecto de la iglesia apóstata, además de ser grande y perseguidora, al sí ser parte del mundo, es fuerte y apreciada.

Revelación 17:1-2, referido a la iglesia apóstata representada por la ramera, señala como es que “vino entonces uno de los siete ángeles que tenían las siete 45


copas, y habló conmigo diciéndome: Ven acá, y te mostraré la sentencia contra la gran ramera, la que está sentada sobre muchas aguas; con la cual han fornicado los reyes de la tierra, y los moradores de la tierra se han embriagado con el vino de su fornicación. Sobre esto mismo Revelación 18:3 señala como es que “todas las naciones han bebido del vino del furor de su fornicación; y los reyes de la tierra han fornicado con ella, y los mercaderes de la tierra se han enriquecido de la potencia de sus deleites”. De manera reiterativa, referido al final de esta iglesia apóstata, Revelación 18:9-10 señala como es que “los reyes de la tierra que han fornicado con ella, y con ella han vivido en deleites, llorarán y harán lamentación sobre ella, cuando vean el humo de su incendio, parándose lejos por el temor de su tormento, diciendo: ¡Ay, ay, de la gran ciudad de Babilonia, la ciudad fuerte; porque en una hora vino tu juicio!”

La Escritura es muy contundente en el sentido de que la verdadera iglesia de Dios, en cuanto a sus características claras, concretas y visibles, sería en toda su existencia pequeña, perseguida y débil y despreciada por el mundo3, mientras que la iglesia apóstata sería todo lo contrario, es decir, grande, perseguidora, y poderosa y apreciada por el mundo, de la cual saldrían otras muchas falsas iglesias con el tiempo así como un sinfín de desviaciones doctrinales que permearían a toda iglesia que no fuera la verdadera (Revelación 17:5), cualquier argumentación en otro sentido tendrá necesaria y forzosamente que ir contra la Palabra de Dios. Hasta ahora hemos ya visto como el que “ser una” aplicada a la verdadera iglesia de Dios necesariamente tenía que ver con el estar, es decir, una en presencia histórica, y con el ser, es decir, una en sustancia distintiva, pero si su doctrina 3

Para un desarrollo de esto descargar gratis sin compromiso ni seguimiento el libro “Una <breve>

historia de la verdadera iglesia -20 siglos en 20 páginas- “.Descargar gratis sin compromiso ni seguimiento en www.rocefi.com.mx, Menú Libros, Sección Ebooks Gratis, Apartado Cristianismo.

46


estuviese cambiando, contradiciéndose, innovando, no pudiese decirse que es “una”, de ahí que necesaria y forzosamente, al “ser una” en cuanto a su estar, es decir, en cuanto a su presencia histórica y al “ser una” en cuanto a su ser, es decir, en cuanto su sustancia distintiva, debe adicionársele el “ser una” en cuanto a su saber-hacer, es decir en cuanto a su esencia doctrinal.

47


Una en esencia

Como ya se vio en los dos apartados anteriores, la presencia histórica de la iglesia, una, es decir, constante y permanente durante estos más de dos mil años, es necesaria para cumplimentar lo que al respecto la Escritura señaló, pero de igual forma, como se comentó para cumplimentar la oración dada por Jesús al Padre con respecto de Su iglesia de Juan 17 relativo al “ser uno”, ésta debía ser una en sustancia, es decir, relacionada con el ser, siendo sus características, según la Escritura, durante toda su existencia pequeña, perseguida y débil y despreciada por el mundo. “Ser una” en cuanto a presencia histórica nos ayuda para cribar al 99.99% de las iglesias, congregaciones y denominaciones cuya existencia no ha sido constante en los últimos dos mil años. “Ser una” en cuanto a sustancia distintiva nos ayuda a diferenciar la verdadera iglesia de Dios, pequeña, perseguida, débil y despreciada por el mundo, de la iglesia apóstata grande, perseguidora, y poderosa y apreciada por el mundo, que también existiría junto con la verdadera iglesia de Dios durante estos últimos dos mil años.

Pero con todo y todo, las dos anteriores características requieren necesariamente de que en lo primordial de la iglesia, es decir en sus creencias, esta sea una, una en esencia doctrinal.

Así como se ha hecho para los dos apartados anteriores, ¿hay base en la Escritura, aparte del “ser uno”, que implique que la verdeara iglesia sería una durante toda su existencia en cuanto a su esencia doctrinal es decir, que su doctrina sería una sola y la misma? Isaías 8:16, hablando sobre el futuro del pueblo de Dios, señala “Ata el testimonio, sella la ley entre mis discípulos”. Es decir, la enseñanza doctrinal se completaría

48


en tiempos de los apóstoles de Jesús. Pero, ¿esto se corrobora en el Nuevo Testamento? Judas 1:3 señala “Amados, por el gran empeño que tenía en escribirles acerca de nuestra común salvación, he sentido la necesidad de escribirles exhortándolos a luchar ardientemente por la fe que de una vez para siempre fue entregada a los santos”. Así tenemos que en tiempos de la iglesia naciente, ya se consideraba que había una doctrina completa, firme y definitiva, no en proceso de dilucidación. Pablo escribiendo a los Romanos les amonesta diciendo “Mas os ruego, hermanos, que os fijéis en los que causan divisiones y tropiezos en contra de la doctrina que vosotros habéis aprendido, y que os apartéis de ellos” (Romanos 16:17). De nuevo ya había una doctrina establecida, cualquier desviación de ella era considerada división y tropiezo.

Juan en su primera carta señala de esos que causaban división y tropiezo diciendo “Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubiesen sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se manifestase que no todos son de nosotros” (1 Juan 2:19). Aquí claramente Juan declara que todo aquel que se desviaba de la fe “dada una vez a los santos y para siempre”, es decir, que no permanecía en la verdadera fe, en realidad no eran parte de la iglesia. En ese mismo sentido más delante Juan señala en esa misma carta De igual forma señala “Lo que habéis oído desde el principio, permanezca en vosotros. Si lo que habéis oído desde el principio permanece en vosotros, también vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre” (1 Juan 2:24), es decir, que la doctrina original recibida permaneciese en cada uno de los miembros de la iglesia de Dios. Pablo escribiendo a los Colosenses les dice “si en verdad permanecéis fundados y firmes en la fe, y sin moveros de la esperanza del evangelio que habéis oído, el cual se predica en toda la creación que está debajo del cielo; del 49


cual yo Pablo fui hecho ministro” (Colosenses 1:23). En tiempos de la iglesia primitiva había una fe completa, total y definida y Pablo amonestaba a permanecer en esa fe y más aún a no moverse de ella. Pablo escribiendo a los Tesalonicenses les dice “Por lo demás, hermanos, os rogamos y exhortamos en el Señor Jesús, que de la manera que aprendisteis de nosotros cómo os conviene conduciros y agradar a Dios, así abundéis más y más” (1 Tesalonicenses 4:1). De nueva cuenta la enseñanza dada se ponía como referente para comportarse correctamente conforme a la voluntad de Dios. Pablo escribiendo a los Hebreos les dice “Por tanto, es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que nos deslicemos. Porque si la palabra dicha por medio de los ángeles fue firme, y toda transgresión y desobediencia recibió justa retribución, ¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? La cual, habiendo sido anunciada primeramente por el Señor, nos fue confirmada por los que oyeron, testificando Dios juntamente con ellos, con señales y prodigios y diversos milagros y repartimientos del Espíritu Santo según su voluntad” (Hebreos 2:1-4). Aquí Pablo agrega el atender sin desviarse a la enseñanza que la iglesia tenía desde su inicio aclarado que la misma había sido dada por Jesús, que esta había sido confirmada por quienes la oyeron y que Dios mismo, a través de prodigios y señales, la había testificado.

En la cita de Juan 17:20, que ya hemos analizado, Jesús e oración al Padre con respecto de Su iglesia se dice “Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos”, así que necesariamente la iglesia de Dios proclamaría lo que desde los inicio ya era su cuerpo doctrinal establecido siendo que los nuevos conversos creerían lo mismo llevando así el mismo mensaje a través de los siglos.

50


Pablo confirma esto pues al escribir a Tito le dice “retenedor de la palabra fiel tal como ha sido enseñada, para que también pueda exhortar con sana enseñanza y convencer a los que contradicen” (Tito 1:9). Una misma doctrina, una misma fe, retenedor de la palabra tal y como se le ha sido enseñada, no cambiándola, no adicionándole. Pablo escribiendo a los Corintios señala “Además os declaro, hermanos, el evangelio que os he predicado, el cual también recibisteis, en el cual también perseveráis; por el cual asimismo, si retenéis la palabra que os he predicado, sois salvos, si no creísteis en vano” (1 Corintios 15:1-2). De igual forma más delante, en esta misma carta Pablo señala “Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano” (1 Corintios 15:58). Al igual que las citas anteriores se señala la necesidad en permanecer en la verdadera doctrina, en la verdadera iglesia, añadiendo Pablo que de no ser así se habría creído en vano, es decir, cualquier cambio o desviación doctrinal no habría servido de nada sino que al contrario habría sido en demérito de la salvación. Las anteriores citas, respecto a la iglesia en cuanto al “ser una” en esencia doctrinal, no dejan lugar a dudas. En tiempos de los Apóstoles, durante los primeros años de la iglesia naciente, quedó establecida la base doctrinal, completa, plena, correcta, que debía ser entendida y realizada por la iglesia y a la cual los miembros del Cuerpo de Cristo debían sujetarse sin cambios ni desviaciones so pena de poner en riesgo la salvación adquirida.

Esta aclaración es más que pertinente ya que, aunque parezca increíble, hay quienes aducen sobre el tema en un sentido completamente contrario bajo el argumento de la revelación progresiva. ¿Qué es esto de revelación progresiva? Tomando Juan 16:13 que dice “cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad” algunos aducen que durante la vida de la iglesia está iría progresando en la verdad hasta llegar a la plenitud de la misma. Como ya vimos 51


en las citas anteriores esto es incompatible con lo que las mismas indican, pero no puede menos que decirse que esta cita de Juan 16:13 va en el sentido de crecer en la fe, no de andar dando tumbos de una creencia a otra. Pablo escribiendo a los Efesios les dijo sobre la iglesia “Y él mismo [Cristo] constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error, sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo” (Efesios 4:11-15).

Las verdades de la iglesia permanecen inamovibles, pero el crecimiento de uno en cuanto a las mismas es el que va avanzando llevándonos a grades de verdadera madurez espiritual. No es la iglesia en su doctrina la que cambia, somos nosotros en nuestra comprensión de las verdades reveladas la que va madurando, creciendo, fortaleciéndose.

Pero incluso si uno tomara como verdadera el argumento de la verdad progresiva tendría que aceptar que una cosa es avanzar en la verdad y otra muy distinta ir dando bandazos en la misma, diciendo un día una cosa y al otro otra muy distinta. No puede decirse que el Espíritu de verdad va guiando una iglesia hacia la verdad plena cuando ésta primero rechaza las imágenes en el culto y luego las acepta, cuando primero señala que sólo Jesús es mediador y luego acepta la mediación de santos y vírgenes, cuando acepta primero que el sábado es el día de descanso de Dios pero luego lo cambia al domingo, cuando primero acepta que sólo hay un Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas, y nosotros somos para él; y un Señor, Jesucristo, por medio del cual son todas las cosas y nosotros por medio de 52


él y luego dice que lo que en realidad existe es una trinidad. En fin. Incluso el argumento de la verdad progresiva implica avanzar en una misma línea, no en diversas, variadas y contradictorias. Proverbios 24:21 dice “Hijo mío, teme al Señor y al rey. No te juntes con los rebeldes” (algunas versiones traducen “rebeldes” por “inestables”, otras por “innovadores”).

La iglesia primitiva tenía una serie de doctrinas completas, establecidas y conocidas, doctrinas que, como se vio en las citas anteriores, se mandataba a creerlas, defenderlas y crecer en ella. Pensar en que las mismas pudieron haber cambiado es contra la Escritura y el mismo sentido común, pero sobre esto Pablo enfáticamente dice en Gálatas 1:6-9: “Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente. No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo. Más si aún nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema. Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema”.

Esta cita es demoledora para quien defienda el cambio doctrinal en la iglesia a través de los siglos. En consonancia con todas las que ya se han visto señala un solo cuerpo doctrinal de creencias en la verdadera iglesia, quienes piensan diferente claramente dice que se han alejado, aclara enfáticamente que no hay otro Evangelio y termina no con una sino con dos anatemas (maldiciones) para quien anuncie verdades diferentes.

Realmente es complicado aducir a favor del cambio doctrinal de la iglesia sin ir contra la misma Escritura y el sentido común que señala que no pueden ser verdades dos cosas opuestas que se presenten como tales.

La verdadera iglesia de Dios, no sólo ha existido a lo largo de estos dos mil años, no sólo ha mostrado las características que se esperaban de ella, sino que su 53


doctrina ha sido la misma. Cree que la Biblia es inspirada por Dios, cree que Dios es eterno, infinito, todopoderoso, cree en Jesús como el Hijo de Dios, principio de la creación por medio del Quién todas las cosas fueron hechas, cree asimismo en el nacimiento, muerte y resurrección de Jesús, cree que Jesús estuvo real y exactamente tres días y tres noches en la tumba, cree que el Espíritu Santo es dado por el Padre, a través de Jesús, a cada creyente, cree que el nombre bíblico para el Cuerpo de Cristo es iglesia de Dios, cree en el bautismo –sólo de adultospor inmersión, cree que la Cena del Señor debe observarse una vez al año el 14 de Nisán, cree en la vigencia de los Diez Mandamientos incluyendo el mandamiento señal que se refiere al sábado como día de reposo, cree en la inconciencia de los muertos y que su inmortalidad es condicional, cree en el Milenio como el período posterior a la segunda venida del Señor donde Sus santos reinaran con Él como reyes y sacerdotes. Entre otras cosas.

La iglesia de Dios no cree en lo que cree porque lo haya descubierto recientemente estudiando la Biblia, tampoco porque crea que las verdades hayan comenzado a ser restauradas a través de ella, y menos por que esté proponiendo nuevas interpretaciones a la Escritura. La iglesia de Dios cree en esto porque así le fue enseñado y trasmitido durante los más de dos mil años de su existencia, siendo esta fe la misma que tenía la iglesia primitiva, escrituralmente demostrable, manteniéndose inamovible con el tiempo4.

La iglesia apóstata, que aunque también ha existido estos más de dos mil años, pero siendo grande, perseguidora, y poderosa y apreciada por el mundo, ha ido cambiando las creencias originales de la iglesia. Cree en una trinidad donde Padre, Hijo y Espíritu Santo son Dios, cree que Jesús no estuvo real ni exactamente tres días y tres noches en la tumba, cree en el bautismo de infantes,

4

Para un desarrollo de esto descargar gratis sin compromiso ni seguimiento el libro “Una <breve>

historia de la verdadera iglesia -20 siglos en 20 páginas- “. "Descargar gratis sin compromiso ni seguimiento en www.rocefi.com.mx, Menú Libros, Sección Ebooks Gratis, Apartado Cristianismo.

54


cree en un nombre diferente al bíblico para designar al Cuerpo de Cristo, cree que la Cena del Señor no es una vez al año sino cada vez, cada día, en que celebre ésta ese memorial, no sólo no cree en la vigencia de los Diez Mandamientos sino que los ha cambiado permitiendo el uso de imágenes en el culto y la observancia del domingo como día de reposo en vez del sábado, cree que los muertos están conscientes sea en un cielo, un purgatorio o un infierno y que su inmortalidad no es condicional pues incluso si fueron inicuos vivirán por siempre atormentados, no cree en el Milenio ni mucho menos que los fieles del Señor heredarán la tierra como reyes y sacerdotes con Cristo. Entre otras cosas.

El pequeño gran problema es que todas estas cosas, ni bíblica ni históricamente, formaban parte del cuerpo doctrinal de la iglesia primitiva sino que fueron adicionadas, modificadas o innovadas, al igual que muchas otras cosas más, posteriormente y a lo largo de estos dos mil años. Pablo señala en 1 Timoteo 6:3-5 “Si alguno enseña otra cosa, y no se conforma a las sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo, y a la doctrina que es conforme a la piedad, está envanecido, nada sabe, y delira acerca de cuestiones y contiendas de palabras, de las cuales nacen envidias, pleitos, blasfemias, malas sospechas, disputas necias de hombres corruptos de entendimiento y privados de la verdad, que toman la piedad como fuente de ganancia; apártate de los tale”.

Con todo lo anteriormente considerado, ¿a quién podría referirse Pablo al referirse a los que enseñan otra cosa y que no se conforman con las palabras de Jesus ni con la doctrina?, ¿a la iglesia de Dios que existiendo estos dos mil años se ha mantenido fiel a las creencias y prácticas de la iglesia primitiva o a la iglesia apóstata que enseña cosas que ni bíblica ni históricamente formaban parte del cuerpo doctrinal de la iglesia primitiva sino que fueron adicionadas, modificadas o innovadas, al igual que muchas otras cosas más, posteriormente y a lo largo de estos dos mil años permeando a todas las iglesias que han salido de ella? 55


Una decisión

Una vez analizados los temas que se trataron en los capítulos precedentes, puede verse que la presente obra gira en torno a dos grandes temas, el primero es la interpretación propuesta para la cuestión del “ser uno” contenida en la oración de Jesús al Padre con respecto de Su iglesia de Juan 17, el segundo, que va de la mano del primero, es la presencia histórica, sustancia distintiva, y la esencia doctrinal referidas a la verdadera iglesia. Tal vez alguien aún pueda tener otra interpretación para la cuestión del “ser uno” contenida en la oración de Jesús al Padre con respecto de Su iglesia de Juan 17 – lo cual se comentará más delante-, pero lo que si debe quedar claro, si uno es honesto, es que la Escritura mantiene, sostiene y respalda la idea de una sola iglesia: una en presencia histórica, una en sustancia distintiva, una en esencia doctrinal.

Este punto, se reconoce, plantea un grave problema para la mayoría de las personas que se dicen cristianas, ¿por qué? por que como se comentó desde el inicio de esta obra, sólo existen dos posibilidades: o se está en la verdadera iglesia de Dios- una en presencia histórica, una en sustancia distintiva, una en esencia doctrinal- o no se está en la verdadera iglesia de Dios.

Esto último, lo que no es la verdadera iglesia de Dios, podemos organizarla en tres grandes grupos: el primer grupo, ordenado históricamente, es la iglesia apóstata que también ha existido a la par de la verdadera iglesia de Dios durante estos más de dos mil años: grande, perseguidora, y poderosa y apreciada por el mundo y de la cual saldrían otras muchas falsas iglesias con el tiempo así como un sinfín de desviaciones doctrinales que permearían a toda iglesia que no fuera la verdadera. El segundo grupo, ordenado históricamente, son las grandes denominaciones que a partir del siglo XVI se escindieron de la iglesia anterior renunciando, sí, a muchas de las prácticas abominables de la primera pero llevándose consigo 56


muchas de las desviaciones doctrinales que las terminaron impregnado así como a las congregaciones relacionadas con ellas y que siguieron surgiendo de las mismas. El tercer grupo, ordenado históricamente, son las mucho muy recientes congregaciones cristianas que prácticamente han brotado de manera espontánea, sin una relación directa con las denominaciones anteriores pero que, al surgir de personas relacionadas con los dos grupos anteriores, han imbuido esas congregaciones de errores y desviaciones. Estos tres grandes grupos tienen en común que ninguna de esas iglesias, denominaciones o congregaciones tiene relación alguna ni en presencia histórica, ni en sustancia distintiva, ni en esencia doctrinal con la verdadera iglesia de Dios.

Esta auge, sobre todo reciente, de iglesias, denominaciones o congregaciones toma la cita de Mateo 18:20 donde Jesús dijo “donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” para autovalidarse ante sus integrantes. En efecto, la cita es correcta, pero a la luz de todas las citas que hemos analizado en la presente obra se trata de una reunión de los verdaderos fieles, en la verdadera iglesia, con las verdaderas doctrinas. Quienes enarbolan esta cita de Mateo 18:20, a parte e no analizar las demás citas que en esta obra se han comentado, no prestan atención a lo señalado por Pablo en Efesios 4:5-6 de que existe “un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, por todos y en todos”. Honestamente, ¿podemos encontrar en todos esos 33,000 grupos cristianos con doctrinas diferentes, dispares e incluso contradictorias que existe lo que podemos llamar “una sola fe”?

Podemos, como muchos no escrituralmente argumentan, que la honestidad en la búsqueda, en la alabanza, en la adoración –aunque no se esté en la verdadera iglesia de Dios- es suficiente? Jesús mismo en Mateo 7:21-23 dice “No todo el que me dice: “Señor, Señor”, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: “Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?” Y entonces les declararé: 57


“Jamás os conocí; apartaos de mí, los que practicáis la iniquidad.” En esta cita vemos como muchos de los llamados cristianos, muchos que honestamente buscaron, alabaron y adoraron, se sentirán sorprendidos del rechazo de Jesús hacia ellos, incluso –como pasa en muchas iglesias, denominaciones o congregaciones- a pesar de los milagros, las conversiones, lo edificante que se veían en sus grupos cristianos.

Pensemos un poco más sobre esto. Si bastara la honestidad en la búsqueda, si fuera suficiente lo bonito que se siente estar en un grupo cristiano o lo edificante que es tal o cual denominación, tendríamos que reconocer que esos más de 33,000 congregaciones, que agrupan a la inmensa mayoría de quienes se llaman cristianos, son un camino válido de salvación. Pero que nos dice Jesús en Mateo 7:13-14 “Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan”. En esta cita Jesús no dice que la puerta es ancha y espaciosa, que 33,000 iglesias, denominaciones o congregaciones bien puede ser una manera de llegar a Él, claramente dice lo contrario, la puerta que lleva a salvación es estrecha, el camino que lleva a perdición es espacioso, muchos –no pocos- entran en este último y pocos son los que hallan la primera. Si por un lado tenemos la verdadera iglesia de Dios pequeña, perseguida y débil y despreciada por el mundo y por el otro lado eso que representa la iglesia apóstata grande, perseguidora, y poderosa y apreciada por el mundo y de la cual saldrían otras muchas falsas iglesias con el tiempo así como un sinfín de desviaciones doctrinales que permearían a toda iglesia, grupo o congregación que no estuviera relacionado ni histórica, ni cualitativa ni doctrinalmente con la verdadera iglesia de Dios, ¿cuál de estos dos grupos serían la puerta estrecha y la puerta ancha o el camino angosto y el camino espacioso de Mateo 7:13-14?

En la profecía dada por Jesús en Mateo 24 señala como es que durante desde ese tiempo y hasta Su regreso, “muchos falsos profetas se levantar[ían], y 58


engañarán a muchos” (Mateo 24:11), “porque se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos” (Mateo 24:24) Si por un lado tenemos la verdadera iglesia de Dios pequeña, perseguida y débil y despreciada por el mundo y por el otro lado eso que representa la iglesia apóstata grande, perseguidora, y poderosa y apreciada por el mundo y de la cual saldrían otras muchas falsas iglesias con el tiempo así como un sinfín de desviaciones doctrinales que permearían a toda iglesia, grupo o congregación que no estuviera relacionado ni histórica, ni cualitativa ni doctrinalmente con la verdadera iglesia de Dios, ¿cuál de estos dos grupos serían donde habría muchos falsos profetas y que engañarían no sólo a muchos sino incluso –si se pudiera- a los escogidos señalados en Mateo 24:11, 24? En Lucas 13:23-24, “alguien [le preguntó al] Señor, ¿son pocos los que se salvan? Y él les dijo: Esforzaos a entrar por la puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán”. Si por un lado tenemos la verdadera iglesia de Dios pequeña, perseguida y débil y despreciada por el mundo y por el otro lado eso que representa la iglesia apóstata grande, perseguidora, y poderosa y apreciada por el mundo y de la cual saldrían otras muchas falsas iglesias con el tiempo así como un sinfín de desviaciones doctrinales que permearían a toda iglesia, grupo o congregación que no estuviera relacionado ni histórica, ni cualitativa ni doctrinalmente con la verdadera iglesia de Dios, ¿cuál de estos dos grupos serían donde habría pocos que se salvarían –pocos, no muchos- y dónde habría muchos –muchos, no pocos- que buscando la salvación no darían con ella?

Estas tres citas tienen en común que hablan por un lado de pocos salvados y por otro de muchos –una gran mayoría- condenados. Incluso si se deja de un lado las cuestiones doctrinales que se han comentado, las citas bíblicas que se han analizado, las interpretaciones que se han dado, si todo eso se deja de lado y sólo se pone como elemento la enorme, la inmensa cantidad de personas que conforman (1) la iglesia grande, perseguidora, y poderosa y apreciada que 59


históricamente puede ser identificada, (2) las iglesias, denominaciones congregaciones que posteriormente salieron de ella, y (3) los grupos cristianos que aun cuando no tienen relación directa con los dos anteriores están embebidos de sus doctrinas; si ponemos estos tres grupos juntos veremos que tienen mucho en común, histórica, cualitativa y doctrinalmente hablando y que representan a la gran mayoría de quienes en todos los tiempos se han llamados cristianos; con esto en mente y volviendo sobre las tres citas anteriores que mencionan como es que en la historia de la iglesia habrían de pocos salvados contra muchos condenados, ¿dónde podríamos –solamente por cantidad de personas que han vivido honestamente a lo largo de los siglos conforme a las doctrinas de sus iglesias, denominaciones o congregaciones–ubicar esas grupos cristianos? Cada quien responda.

Pero bueno, hay un cuarto grupo de creyentes cristianos que debe ser mencionado y que no cabe en los tres grupos mencionados anteriormente: el de aquellas congregaciones que han salido de la verdadera iglesia de Dios. A lo largo de la historia, sobre todo reciente, tal como sucedió al inicio de la iglesia, hay personas que recibiendo comprensión, doctrina o profecía novedosa, se han salido de la verdadera iglesia de Dios modificando aquí y allá ciertos aspectos doctrinales. Si bien estos grupos pudieran decir que sí está unidos histórica, cualitativa o doctrinalmente con la verdadera iglesia han dejado de formar parte de ella. De hecho es tan palpable y tangible esto que esos grupos cristianos son referenciados con quienes visiblemente son sus fundadores y si se analiza su historia llega un punto donde esa iglesia, denominación o congregación tal como existe ahora no existía y quien visiblemente se identifica como su fundador pertenecía a la iglesia de Dios saliéndose de esta en un punto dado pues había recibido comprensión, doctrina o profecía novedosa. Estas iglesias, congregaciones o denominaciones, si bien guardan mucha de la verdadera doctrina, también han introducido ideas que han terminado desvirtuando el mensaje salvífico siendo precisamente esa escisión con la iglesia verdadera la que marca que la misma dejó de formar parte de ella. De hecho la lógica es irrefutable: 60


si en su momento quienes se identifican visiblemente como sus fundadores hubiesen tenido la misma doctrina de la iglesia de Dios no hubiese sido necesario se salieran de ésta última, ahora bien, si se salieron es porque las nuevas comprensiones, doctrinas o profecías que estaban recibiendo ya no tenían cabida en la iglesia de Dios.

Al inicio de este apartado se comentó que la presente obra giraba en torno a dos grandes temas, el primero es la interpretación propuesta para la cuestión del “ser uno” contenida en la oración de Jesús al Padre con respecto de Su iglesia de Juan 17, el segundo, que va de la mano del primero, es la presencia histórica, sustancia distintiva, y la esencia doctrinal referidas a la verdadera iglesia. Incluso para alguien que proponga otra interpretación respecto del “ser uno” contenida en la oración de Jesús al Padre con respecto de Su iglesia de Juan 17, la cuestión de la presencia histórica, la sustancia distintiva, y la esencia doctrinal, en estos más de dos mil años, referidas a la verdadera iglesia es algo que Escrituralmente no puede impugnarse so pena de ir contra la misma Palabra de Dios.

Pero respecto del primer tema, el de la interpretación propuesta para la cuestión del “ser uno” contenida en la oración de Jesús al Padre con respecto de Su iglesia de Juan 17, si alguien aún desea presentar, argumentar y defender otra postura, debe respetar el considerar no sólo esa expresión sino las otras dos condicionantes contenidas en la oración de Jesús al Padre de Juan 17: (1) la interpretación que den a ese “ser uno” debe ser una característica visible, notoria y observable para que el mundo pudiese percibirla y por lo tanto llegar a creer; y (2) la interpretación que den a ese “ser uno” debe ser del mismo nivel, grado e intensidad que muestran el Padre y Jesús, uno esperaría que por lo menos en la iglesia primitiva se diera de una manera clara, manifiesta y evidente.

61


Conclusión

Independientemente de la interpretación que uno de al “ser uno” contenido en la oración de Jesús al Padre con respecto de Su iglesia contenida en Juan 17, el análisis escritural de las referencias que sobre la iglesia de Dios Su palabra da, indica que la misma en toda su existencia tendría necesaria y forzosamente que ser una en presencia histórica, una en sustancia distintiva, una en esencia doctrinal.

Con todo y todo, la idea alrededor de la presente obra no es contender, si alguien aún con todo lo comentado y analizado aun así sostiene un punto de vista diferente, este se le respeta, sólo que por honestidad intelectual se esperaría que esa explicación sobre el “ser uno” contenido en la oración de Jesús al Padre con respecto de Su iglesia contenida en Juan 17 considerarse los cuatro elementos adicionales que la misma oración indica (1) debe referirse a una condición que sólo sea posible lograr para Dios, es decir, que no pueda conseguirse por esfuerzo humano alguno (“Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno…” , Juan 17:11), (2) debe referirse a una característica que exclusivamente posean sólo el Padre y Jesús, del mismo nivel, grado e intensidad que muestran, y que no esperaría que por lo menos en la iglesia primitiva se diera de una manera clara, manifiesta y evidente (“…para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros…”, Juan 17:21); (3) la interpretación que se de a ese ser uno debe ser una característica visible, notoria y observable para que el mundo pudiese percibirla y por lo tanto llegar a creer (“…para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste…”, Juan 17:21); y (4) esa característica debe ser visible, notoria y observable a lo largo de los últimos dos mil años de existencia de la iglesia (“…no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos… para que el mundo crea que tú me enviaste…”, Juan 17:2021) . 62


Independientemente de lo anterior, sabiendo en Su paciencia, que Dios quiere que nadie muera sino que todos se vuelvan a Él (2 Pedro 3:9), que sean salvos y vengan al pleno conocimiento de la verdad (1 Timoteo 2:4), ¿no te dice nada el que esta obra, en este momento, haya llegado a tus manos, a tu vida? Si ya has llegado a este punto […] ponte en manos del Padre. Con tus palabras, sabiendo que Dios te ama tanto que dio a Su Hijo en rescate tuyo, pide Su luz, Su guía, Su iluminación. Pon atención […] en lo que el Espíritu dice a tu espíritu y en tu fuero interno, libremente, decide tú que harás con este llamado. La decisión es de cada quien.

63


Paz a vos

64


Que sean UNO -Dos mil años de presencia, sustancia y esencia de la verdadera iglesia de Dios-

Todos los derechos reservados por el autor ©2018

Primera edición

Se permite la reproducción total o parcial de la presente obra, así como su comunicación pública, divulgación o transmisión, mediante cualquier sistema o método, electrónico o mecánico [incluyendo el fotocopiado, la grabación o cualquier sistema de recuperación y almacenamiento de información], siempre y cuando esto sea sin fines de lucro y con la condición que se señale la fuente

Todas las citas bíblicas de esta publicación han sido tomadas de la Reina-Valera 1960. Utilizado con permiso.

Reina-Valera, 1960® es una marca registrada de Sociedades Bíblicas Unidas, y puede ser usada solamente bajo licencia.

65


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.