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EL RECINTO DE JUEGO: LA HOMOLOGACIÓN DEL CAMPO JUEGO
Por Guillermo García de Polavieja, Arquitecto y Directivo FER
“EL PORQUÉ DE LA HOMOLOGACIÓN DEL CAMPO DE JUEGO”
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Desde mi incorporación a la Directiva de la FER en junio de 2014 vengo ocupándome principalmente y por mi formación como arquitecto, del área de instalaciones. Dado que la FER carece de instalaciones en propiedad y las de uso se limitan a sus oficinas en la calle Ferraz de Madrid y un pintoresco almacén en Orcasitas, mi labor se ha centrado en las que utilizan los diferentes clubes federados para competir, me temo que en algún caso para desesperación de sus gestores y directivos. Digo esto con cierto humor y consciente de que el esfuerzo de adecuación y mejora de estas instalaciones ha supuesto para muchos clubes otro quebradero de cabeza a sumar a los muchos que ya tienen habitualmente en este rugby español siempre limitado de recursos. Lo sé bien porque durante muchos años he jugado, entrenado y presidido un club especialmente pobre en lo material. También lo digo siendo consciente de que ese esfuerzo ha supuesto, en muchos casos, una mejora espectacular respecto de las instalaciones existentes en 2014, para el beneficio de los deportistas actuales y futuros, y la satisfacción –precisamente- de esos gestores y directivos de clubes a los que hemos atormentado desde la FER con insistencia en estos años.
La seguridad en un campo de rugby
La seguridad del practicante de rugby depende principalmente de dos cosas: de una práctica del juego acorde con el reglamento y de las condiciones del campo de juego (técnicamente, del denominado perímetro de juego). Son los propios deportistas los responsables de practicar el rugby de forma segura bajo la vigilancia arbitral y es precisamente el árbitro (artículos 44 a 49 del Reglamento de Partidos y Competiciones), el responsable de verificar las condiciones óptimas del perímetro de juego antes de cada encuentro. Esto tiene lógica puesto que el más preparado (y homologado) de los campos puede sufrir daños repentinos o temporales que lo hagan impracti-
cable y por tanto la verificación previa a la disputa de cada encuentro es primordial; pero no podemos esperar que un árbitro pueda verificar una serie de condiciones tales como las dimensiones completas del campo, su dureza, tracción o abrasión superficial con la precisión necesaria para poder tomar una decisión objetiva. Por otro lado parece interesante que los deportistas y sus entrenadores puedan conocer con antelación las condiciones que presenta una instalación, especialmente dada la flexibilidad que tanto el reglamento de WR como el de las federaciones (y entre ellas la FER) permiten en las dimensiones del mismo o la variedad de prestaciones que pueden encontrarse en un campo de hierba artificial, según su fecha de construcción y grado de mantenimiento, a partir de unos mínimos comunes perfectamente establecidos.
Seguridad en el juego
La seguridad del practicante de rugby depende principalmente de dos cosas: de una práctica del juego acorde con el reglamento y de las condiciones del campo de juego (técnicamente, del denominado perímetro de juego). Son los propios deportistas los responsables de practicar el rugby de forma segura bajo la vigilancia arbitral y es precisamente el árbitro (artículos 44 a 49 del Reglamento de Partidos y Competiciones), el responsable de verificar las condiciones óptimas del perímetro de juego antes de cada encuentro.
EL ORIGEN DEL PROCESO
El actual proceso de homologación de campos comenzó con una decisión del actual presidente de la FER, Alfonso Feijóo, para organizar el área de instalaciones debido al relevo del equipo anterior y a lo disperso de la documentación existente; pero también a la presión de World Rugby para que la FER ejerciese el papel supervisor del cumplimiento de la normativa internacional sobre calidad y prestaciones de campos de hierba artificial que le corresponde (la famosa Regulación 22) y la preocupación que suponía la llegada de reclamaciones de clubes sobre el estado de algunos campos, corroborada por varios árbitros, así como los partes de lesiones vinculados especialmente a traumatismos por la dureza del terreno en éstos. Esta decisión de organizar e impulsar el área de instalaciones llegó en un momento para la FER realmente crítico debido al desastre de la gestión pre-
El actual proceso de homologación de campos comenzó con una decisión del actual presidente de la FER, Alfonso Feijóo, para organizar el área de instalaciones debido al relevo del equipo anterior y a lo disperso de la documentación existente; pero también a la presión de World Rugby para que la FER ejerciese el papel supervisor del cumplimiento de la normativa internacional sobre calidad y prestaciones de campos de hierba artificial
cedente que todos conocemos y por ello lo hemos llevado adelante con gran escasez de recursos y el espíritu de sacrificio, quizá exagerado, que muchos llevamos como penitencia desde los tiempos del rugby amateur y universitario, siguiendo sin duda el ejemplo de aquellos que nos antecedieron. Esta organización se inició con la tarea de conocer el estado de los campos de competición nacional, sus principales características y condiciones de uso, seguido por la revisión de la normativa existente para homologación, la vigencia y actualización de la misma respecto de otras de rango superior. Más adelante se estudió el grado de cumplimiento de ésta en relación con las homologaciones otorgadas en el pasado y la normativa internacional, la propia del Consejo Superior de Deportes y otras de referencia para, tras todo ello, poder formular una normativa nueva, coherente, proporcionada y actualizada. Conviene aclarar en este punto que una homologación, como cualquier certificación del cumplimiento de unos mínimos técnicos por parte de una infraestructura; tiene siempre un carácter temporal y más aún para el caso de un bien (un campo de rugby) sometido constantemente a la alteración superficial provocada por un uso intenso y una climatología variable y no siempre favorable. Cierto es que hay otras características de la instalación, tales como su ubicación, accesos, dimensiones generales, etc. que no resultan fácilmente alterables; pero todas ellas, tanto las “mutables” como las “casi inmutables”, tienen una relevancia extrema en lo que constituye el objetivo principal de una homologación, que no es otro que garantizar unas condiciones mínimas, objetivas y satisfactorias de seguridad para la práctica del Rugby. En ese sentido, creo necesario apuntar que ha resultado un tanto decepcionante el escaso interés por nuestra labor mostrado precisamente por el estamento de jugadores/as, en sucesivas asambleas, donde el tema se ha tratado en detalle. Espero que la mejora de calidad ya palpable en numerosos campos eleve el nivel de exigencia futura de quienes los disfrutan de modo que acaben reconociendo la labor y el esfuerzo de sus clubes, administraciones públicas y federación.
El proceso 2015-2019
Las tareas se iniciaron en 2015 mediante la elaboración de un inventario de instalaciones creado a partir de un censo que obtuvo una participación digamos aceptable por parte de los clubes y que se completó desde la FER. De modo paralelo se confirmó que la normativa existente en la FER, vigente con modificaciones desde 2002, había quedado obsoleta en relación principalmente con la hierba artificial, pero también contenía exigencias dimensionales contradictorias e incluso incompatibles con las de World Rugby e incluía un procedimiento de homologación que consideramos excesivamente gravoso para los clubes en el que la FER percibía ingresos por unas labores técnicas que podían realizar perfectamente profesionales independientes más cercanos a cada club y probablemente mejor preparados. El resultado es que esa normativa no se estaba aplicando y con más de 40 campos en uso, tan sólo se habían homologado 3 de hierba artificial entre 2002 y 2010; invirtiéndose mucho esfuerzo en tareas, a mi entender, impropias de la capacidad técnica de la FER tales como realizar inspecciones técnicas de campos o incluso homologar productos de hierba artificial. A partir del análisis estadístico del inventario realizado se concluyó que aumentar las dimensiones mínimas de los campos para competición FER para adaptarlas a los mínimos internacionales de World Rugby (entonces aún IRB) no era viable, pero sí podían establecerse categorías de homologación que permitiesen discernir la capacidad de los campos de acoger competición nacional o internacional y, en función de esas categorías, establecer exigencias adicionales proporcionales en relación con la calidad siempre sobre la base de unas exigencias mínimas comunes sobre prestaciones relacionadas con la seguridad.
A partir del análisis estadístico del inventario realizado se concluyó que aumentar las dimensiones mínimas de los campos para competición FER para adaptarlas a los mínimos internacionales de World Rugby (entonces aún IRB) no era viable, pero sí podían establecerse categorías de homologación que permitiesen discernir la capacidad de los campos de acoger competición nacional o internacional
El resultado de la homologación por categorías ha resultado muy satisfactorio y en general, cabe mencionar, que tanto la normativa FER (NHC) como el sistema empleado y el progreso realizado en estos años está siendo utilizado por WR como referencia de actuación ejemplar en países emergentes, para gran satisfacción de la FER. Asimismo, la FER ha sido invitada a participar activamente en el Comité Técnico de AENOR CTN 147/SC 3 sobre Superficies Deportivas.
Esta normativa es la NHC (Normativa de Homologación de Campos) que fue aprobada el 22 de octubre de 2016 por la Comisión Delegada de la Asamblea de la FER, y modificada el 20/10/2018. Como digo, resulta coherente con la normativa de World Rugby (Ley 1 y Regulación 22) y la del CSD (normas NIDE-RUG, de hecho modificadas en 2016 para adaptarse a la NHC) e inspirada en el deseo de esta federación de salvaguardar en todo lo posible la seguridad e integridad del deportista.
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Los Clubes
Para algunos clubes, alquilar o mantener sus campos de juego supone un coste extraordinario; sin embargo y hasta hace poco, no demasiados clubes lo han antepuesto a otros gastos derivados, por ejemplo, de la profesionalización de la plantilla. Efectivamente, nos hemos encontrado casos de clubes con presupuestos abultados que se han mostrado renuentes no ya a acometer obras de mejora de sus instalaciones, sino simplemente a contratar a un técnico que les midiera el campo. En ese sentido, aquellos clubes más mimados por sus administraciones locales, aquellos que disfrutan de instalaciones públicas que les son cedidas para el uso en condiciones muy favorables, han resultado especialmente reacios a emprender cualquier mejora o acometer cualquier gasto. En todo caso, llegando al final del proceso, creo que la actitud de todos los clubes ha acabado siendo extremadamente positiva, como corresponde a la progresión cualitativa de nuestro deporte en España.
Tras cuatro años largos desde el inicio del trabajo de la FER sobre seguridad de campos de rugby y más de dos años largos del inicio del proceso de implantación de la normativa resultante, nos encontramos muy avanzados en el proceso de homologación de todos los campos de España en los que se disputa competición nacional masculina y femenina.
En estos dos años hemos mantenido contacto continuo con todos los clubes interesados y los numerosos ayuntamientos, universidades, fundaciones y sociedades públicas diversas titulares de las instalaciones; siendo muy elevado el grado de concienciación, interés y colaboración demostrado por la mayoría de ellos; contrastando en este punto con los casos menos favorables.
El proceso se ha demostrado muy complejo y el grado de satisfacción con los resultados es aún moderado. Para que el lector se haga una idea del trabajo realizado, diremos que en la FER tenemos desde 2014 97 expedientes abiertos sobre campos de rugby existentes, en construcción o en proyecto, 41 de los cuales requieren homologación por la competición que acogen actualmente y los 56 restantes son expedientes de atención a consultas recibidas, proyectos, pre-homologaciones u otros informes sobre campos realizados por interés de la FER (competición internacional etc.)
De los 41 expedientes de homologación, 31 habían culminado ya el proceso y se les había otorgado la homologación correspondiente a finales de agosto de 2019. Otros 10 campos seguían en proceso de homologación con diferente ritmo y deberán acabarlo el 01/09/2019:
Durante el proceso, los más madrugadores fueron San Amaro (Burgos), el Central (Madrid), Ramón Urtubi (Madrid), Valle de las Cañas (Pozuelo), Juan Rojas (Almería), Las Terrazas (Alcobendas), Asti (Zarautz), Acea de Ama (La Coruña), Anoeta (San Sebastián), Baldiri Aleu (Santboi), Pepe Rojo (Valladolid), Hortaleza (Madrid), Landare (Hernani) y L’Hospitalet, todos ellos homologados en 2018, aunque sólo los cuatro primeros dentro del plazo inicial. A partir de ahí 10 campos fueron incorporados al grupo 4 por el comité que nombró la Asamblea de 2018 debido a las obras de gran calado que necesitaban, concediéndoseles una prórroga de un año. Se tiene constancia del avance de las obras en Ordizia y Ruth Beitia (Santander), así como de la finalización en El Cuartillo (Cáceres), Poble Nou, Mungía, Quatre Carreres (Valencia) y Cantizal (Las Rozas), ya homologados, pero los otros dos no han comunicado ningún avance concreto: Valle del Arcipreste (Majadahonda), y Son Caliú (Calviá). En el caso de San Román (Santander) se ha aprobado un presupuesto municipal extraordinario para su reforma integral que se espera inmediata, gracias a un destacable esfuerzo in extremis de la Alcaldesa y su equipo.
De estos, Majadahonda ya ha sido notificado como no apto para la práctica del rugby y San Román parece que será sustituido temporalmente por el campo de Peñacastillo que el Ayuntamiento de Santander está acondicionando actualmente. Parece que Son Caliú tampoco estará homologado en la temporada 2019/2020.
A 10 campos con necesidades menores de mejora se les dio recientemente una última prórroga hasta el 01/09/2019 que la mayoría ya ha aprovechado para lograr su homologación: Urbieta (Gernika RT), Pinares de Venecia (Fénix), Bahía de Marbella (Marbella RC), Foixarda (BUC), Unbe (Eibar), Fadura (Getxo) y Guinardera (San Cugat). Se espera recibir informes que permitan la homologación a tiempo del Campo del Río (CAU Valencia y Tatami), El Pantano (La Vila) y Teixonera (FC Barcelona).
Los casos de Zaragoza y Barcelona ha supuesto la construcción de sendos campos nuevos de hierba artificial de última generación y categoría 1b, que se añaden a la Terrazas (Alcobendas) y Ramón Urtubi (Madrid) reconstruidos en 2018 y próximamente el Baldiri Aleu (Santboi)
En el lado contrario, 2 campos han sido directamente clausurados a efectos de competición de la FER y sus procesos cancelados por razones de peso: falta de comunicación de datos básicos, falta de información o de correcciones mínimas de seguridad, impago de tasa etc. y no podrán acoger competición en 2019-2020: son Majadahonda y San Sebastián de los Reyes. Este último además parece que no alcanza una dimensión de anchura mínima para ninguna categoría de competición
senior por lo que el Ayuntamiento ha accedido a realizar unas modificaciones lo antes posible. En Majadahonda ya se están efectuando obras de mejora por parte del Ayuntamiento, aunque se desconoce su alcance.
Tampoco el campo de As Lagoas en el campus universitario de Orense podrá acoger más competición hasta ser reformado, según nos ha comunicado directamente World Rugby, así como el ya citado de Son Caliú.
Por último, los campos de Lagunillas (Jaén) y la Pelosa (Montcada) tienen un año adicional para lograr su homologación por estar recién ascendidos en la temporada 2018/2019, mismo plazo que se otorgará a los recién ascendidos Gaztedi RT, XV Rugby Murcia, CAU Madrid, CR Málaga y Universitario de Bilbao; estando los campos de Oviedo (Oviedo RC, El Naranco) y Avilés (Belenos, Muro de Zaro) ya homologados.
El Comité Técnico de Instalaciones
El pasado mes de mayo la Junta Directiva constituyo diversos comités técnicos esporádicos o provisionales, uno de ellos específicamente designado para tomar decisiones ejecutivas sobre los expedientes de homologación, constituido por los vicepresidentes de la FER Iñaki Vergara y Juan José García Luna, el Director Técnico, Santiago Santos, el Secretario General, Eliseo Patrón-Costas y yo mismo, estos dos últimos como secretario y presidente del comité, respectivamente.
Este comité no pasó a ser permanente por decisión de la Asamblea de julio y se mantiene como esporádico hasta la finalización de todos los expedientes de homologación abiertos. En resumen, el próximo 1 de septiembre de 2019, antes el inicio de las competiciones nacionales de división de honor A y B masculina y femenina, finalizan las últimas prórrogas concedidas para la homologación de los campos restantes, siendo probable que, al menos, 5 campos en uso hasta la pasada temporada dejen de estar disponibles por falta de homologación por lo que sus clubes deberán disputar sus encuentros en otros campos cercanos o en el campo de sus rivales hasta que sus campos sean mejorados o sustituidos y homologados.
Esta circunstancia, que puede parecer extrema, entendemos que no lo es dada la importancia descrita de la homologación como única garantía de la existencia de unas condiciones de seguridad mínimas para el deportista, así como de lo dilatado del proceso y los plazos y prórrogas otorgadas a todos los clubes a los que se han adaptado en su gran mayoría.
En el lado positivo, las instalaciones que los clubes van a poner al servicio de los equipos propios y rivales en la temporada 2019/2020 van a ser en su conjunto las de mayor calidad que se hayan visto nunca en la historia de la competición, incluyendo un número récord de, al menos, 13 campos de hierba artificial cuyas prestaciones se habrán revisado en detalle por laboratorios homologados por World Rugby y otros 30 campos por primera vez comprobados uno a uno en relación con las correspondientes normas UNE de calidad para la hierba natural.
Un reinado MUNDIAL
Unos la querían. Otros no. Ganaron los primeros. Hoy es una realidad consolidada. El negocio manda y si proporciona satisfacción, si contenta a su clientela, poco más hay que añadir. Mil millones, dos mil, no lo sé, contemplarán durante el próximo mes y medio algún partido, algún fragmento de partido de la Copa del Mundo de Rugby de 2019. Que se celebre en Japón no es baladí. Es un mercado enorme y la puerta de otro mayor: Asia. Piensen en chinos, indios, malayos e indonesios, quizá filipinos, dándose al oval. Es un paso adelante para los mentores del torneo y para la institución que lo ampara, World Rugby, la vieja International Rugby Football Board, transmutada hoy en una corporación global y muy lejos de aquel consejo de ocho países que, al tiempo del alumbramiento del primer torneo mundial, aparecían como club exclusivo y excluyente. No es que la cosa haya cambiado mucho, lampedusianos ellos, pues es innegable que entre más de cien integrantes del organismo solamente los ocho grandes, quizás nueve, tienen peso. Decíamos que ganaron algunos de los originales. Así es. Un plan concertado entre neozelandeses y australianos – el show de Dick y Nick, por los nombres propios de los dos protagonistas- y el apoyo ineludible, esencial y acaso turbio de un francés –Albert Ferrasse- dieron con la aprobación del torneo en marzo de 1985. Vencieron, durante siete días de marzo, la antes franca oposición de los guardianes de la tradición, galeses, ingleses y, sobre todo, irlandeses y escoceses. No creo que hubiera otra salida, y se aseguraban así una suerte de control del inevitable proceso de transición hacia otra forma de rugby. La amenaza real de secesión al dictado de prohombres de negocios que tentaban con suculentos ingresos a muchos jugadores internacionales de la época hacía inevitable ese camino y la antigua IRFB trataba, con buen tino, de controlarlo. De la ley a la ley o que todo cambie para que nada, en cuanto a ellos, lo haga. Elijan.
Lo cierto es que en 1987 se proyectó un primer torneo, organizado simultáneamente por neozelandeses y australianos, los primeros paladines del negociado. Dos países y varias sedes. Sin Springboks, fuera del mundo oval por el empeño de su clase política de contravenir el Derecho de Gentes. Nadie podía dudar del resultado, aunque Francia –la Francia de Blanco y Lagisquet- había desafiado y vencido a los All Blacks en Nantes seis meses antes, en aquel partido que a Wayne Shelford le costó algunos puntos de sutura en la bolsa escrotal. Pero jugar en las antípodas, en Eden Park era otra cosa. Además, Blanco, Rodríguez, Lourieux, Champ, Sella o Garuet ya lo habían dado todo en la semifinal frente a Australia que dejó fuera a los coanfitriones, en el último minuto de partido. La final, 29 a 9 para los All Blacks de Jones, Fox, Kirwan, Stanley, Gallagher y Kirk fue casi un trámite. El tercer puesto de los galeses, un éxito ganado también a Australia. Los demás, comparsas de un orden rígido que, aun sin sudafricanos, pocas incógnitas podía ofrecer. Africanos de Zimbabwe, americanos de ambos hemisferios, europeos de la desembocadura del Danubio y de una península mediterránea que no fue la nuestra, los demás representantes de la
brumosa isla que vio nacer este deporte, isleños de atolones diminutos del Pacífico Sur y adoradores de Amateratsu, todos figurantes. Alzó Kirk la copa y fuese luego, como solían los jugadores de antaño. A sus cosas, a sus estudios, a sus negocios. Pero se había desbrozado un camino que iba a llevar a 1995, el año decisivo.
No me olvido, antes vino 1991. La cadencia cuatrienal obliga. Fue un trámite. Los ingleses, anfitriones, prometían. Nada más. Siguieron participando 16 selecciones y se repartieron los partidos entre los países del viejo V Naciones. Francia derrotada en el Parque de los Príncipes –Cécillon humillado por Skinner, Blanco descompuesto y Dubroca despedido-, Gales humillada por la fiera Samoa de Peter Fatialofa en Cardiff, Escocia descentrada en Murryafield como la puntería de Gavin Hastings ese infausto día, Irlanda meritoria pero batida por Lynagh en el último aliento de aquel partido en el sonoro Lansdowne Road, Sudáfrica nuevamente vetada. ¿Y los All Blacks? Desbancados por el ingenio de Campese y el genio de Poidevin, uno de esos terceras humildes, trotones y demoledores –Smith, Vaugh- que dan a veces los Aussies. No tenía mal equipo Inglaterra. Pero optó por el suicidio. Había diseñado su juego para una delantera muy amiga de la percusión, un apertura (Rob Andrew) que pusiera balones de calidad arriba para que Carling los capturara y, si tenía a bien el ex teniente de fusileros, dárselos a Guscott para jugar con Underwood. Pero el día de la verdad les intimidaron (quién lo iba a decir) los Ofahengaue, Coker, Lawton, Cutler, Tuyman y Poidevin y decidieron cambiar su juego. Jugar a la francesa. Pero no sabían y los australianos lo aprovecharon, jugando a lo suyo: balones rápidos para Campese y Roebuck y a desorganizar la delgada línea blanca de la defensa inglesa. Aunque el ensayo que dio la segunda Copa del Mundo a los australes fuera producto de un “peel off” culminado por Daly, el pilier izquierdo de Randwick.
Así que, llegado 1995 (el Gran Salto Adelante) dos del sur había ganado ya su entorchado y el tercero, ya readmitido entre las naciones merced a la sagacidad del preso de Roben Island y la resignación del último bóer con poder político, organizaba el torneo. Se concitaron múltiples circunstancias para llegar a la foto de Mandela con el número de Pienaar a la espalda. Muchas, casi todas, más allá del rugby. Han sido contadas con un punto de panglossiana bondad. Puede. No las repetiré. Lo cierto es que la presencia de los Springboks completaba lo que había quedado inacabado desde hacía ocho años. Un torneo global no podía prescindir del Antílope y la zamarra verde de cuello dorado. Seguramente fue de justicia que ganaran, más allá de lo deportivo y es mejor que quien pensó aquello no vea ahora que no hay nada definitivo, desfigurada su obra por Mbeki y Ramaphosa. Sirvió el rugby a aquel plan, más vasto, más importante, y allí el mejor equipo de los All Blacks fue solamente ficha en una partida más grande que el rugby. El de 1995 era mejor equipo que el de 1987 y 1991. Y tenían a Lomu. Y a Kronfeld y a Zinzan Brooke. Y a Cullen. Habían llegado a la final sin dificultades, campando entre palos y palos sin rival. La retina guarda indeleble la imagen de Underwood y Catts aplastados por el coloso de Auckland y, a pesar de la solidez del equipo Bokke, esforzado y tenaz desde su readmisión en 1992, nadie esperaba, aplicando las reglas de la lógica, una victoria local. Además, los Springboks venían exhaustos de su semifinal, bajo el diluvio de Bloenfomtein. Aquel fue un partido pesado, juego de 10 y tráfico continuo de pack a pack. Interesante solo para los muy aficionados, los que no miran sólo al balón. Derek Bevan, el árbitro galés, consideró, incluso, la suspensión del mismo. Fue protagonista al principio, hasta que decidió autorizar el inicio del partido y también al final. Francia jugó con inteligencia los 20 minutos finales. Posesiones largas, juego en el eje vertical con los poderosos Merle, Roumat, Armary o Benazzi, que trataban de igual a igual a Swart, Andrews, Wiese o Strydom. Posó Benazzi tras un driving maul cuando apenas quedaban segundos para el final. Esa presunta marca les daba el partido a los franceses y Bevan no la concedió. Nadie protestó, aunque Abdel Benazzi ha declarado una cosa y su contraria a lo largo del tiempo. Nunca habrá certeza en la época previa al TMO.
De la final es reiterativo hablar. Fue un partido feroz, más parecido a una guerra de trincheras que a la guerra relámpago tan grata a los isleños del Pacífico. Hubo circunstancias notables: la prórroga, la defensa asfixiante de Lomu, la inteligencia táctica de los medios locales. El drop final de Stransky dio la Copa s Sudáfrica y aseguró una transición pacífica en el nuevo orden político. Los rumores – también por escrito- circulan por ahí. Incluso el flanker de Otago, Kronfeld, retirado y acomodado en un puesto de trabajo deportivo en una universidad, declaró incidentalmente sobre ciertas dolencias estomacales de los subcampeones. Pudieron ser accidentales, naturalmente.
Más allá del campeón, los torneos de 1987, 1991 y 1995 fueron un éxito de público y publicidad. Gran cobertura televisiva y estadios llenos. Enorme tarta publicitaria. Brian Moore, talonador inglés durante dos de esos campeonatos, venía diciendo públicamente desde 1992 que le resultaba extraño que no hubiera una porción del dinero de los 80.000 espectadores de Twickenham que no les llegara a los que se dejaban la piel abajo, sobre la recortada hierba. No le faltaba razón. El francés Ferrasse ya lo había previsto en 1985 cuando abogó tan decididamente por el torneo. El dinero iba a entrar en el deporte y los jugadores no podían quedarse fuera, so riesgo de secesión o de conductas prohibidas. Diez años después, tras el torneo africano, la International Rugby Board (desaparecida ya una letra del acrónimo) autorizaba las retribuciones y daba por inaugurada una nueva época. Así llegamos a la Copa del Mundo de 1999, 20 equipos ya y nuevamente aquí, en el norte, con esa alternancia tan apropiada para la convivencia de unos y otros. Australia repitió campeonato. Tenía que ser, pues para llegar a la final del techado Millenium, el estadio polinominal, presentó en el torneo un equipo sólido y creativo, cuyos paradigmas eran Larkham y Finnegan, o –nuevamente-
el capitán Eales y Horan y Little, como también Noriega (en la estela de Topo Rodríguez, uno de esos binacionales que tanto abundaban), Crowley, Cockbain y Wilson. Francia, que ya mostraba afición a los subcampeonatos, poco pudo hacer en ese partido, otra vez en éxtasis prematuro por haber derrotado a los All Blacks de Taine Randell y Jonah Lomu. En lo que a nosotros respecta, allí estuvimos, en Galashiels y en Edimburgo, merecida y agónicamente tras jugar en desventaja numérica el partido esencial del torneo previo de clasificación con Portugal. Durante la Copa dimos la cara con los campeones Springboks y fuimos aplaudidos por los locales cuando nos enfrentamos a ellos, tras la decepción uruguaya. No hemos vuelto y deberíamos haberlo hecho. Ocasiones habrá y espero verlas. Por lo demás el torneo de 1999 nos dejó los cinco drops del apertura Bokke Jannie de Beer frente a Inglaterra en el Millenium, la derrota de Irlanda ante los Pumas, que empezaban a rectificar sus malas experiencias precedentes y el indeleble recuerdo de neozelandeses y tonganos desplegados en sus danzas rituales al tiempo y acercándose unos a otros, con más realismo y sentido que las coreografías actuales.
Durante aquella competición había llamado la atención un joven centro inglés que se formaba a la sombra de Rob Andrew, pero que le había de superar con creces. Era, claro, Jonny Wilkinson. Pocos imaginaban que ese jugador, inteligencia de apertura y fuerza y recorrido de flanker, iba a protagonizar la Copa del Mundo de Australia, en 2003. Veinte equipos de nuevo y otra vez a la isla continente. Los All Blacks, favoritos pero menos, a pesar de Doug Howlett. Y los locales defendiendo el título. Esta vez los Eagles llegaron tras la repesca que ganaron, adivinen, a España, y la novedad, los georgianos, que ya iban diciendo quienes eran, en apenas 10 años desde su aparición como selección oval en aquel torneo de Sopot en 1993, frente a Polonia y Rusia.
A las semifinales llegaron conocidos habituales: ingleses, franceses, australianos y neozelandeses. Wilkinson dio buena cuenta de los franceses, aunque anotaran la única marca de ese partido. La lluvia y la contundencia inglesa delante, Kay, Johnson, Vickery, Dallaglio, hicieron el resto para que Wilko cobrara tres puntos por cada error francés. En la que enfrentaba a los vecinos separados por algo más que el mar de Tasmania vimos a Spencer en su día aciago permitir a Mortlock interceptar un balón que acabó en marca Wallaby.
La final, Australia e Inglaterra, la resolvió un drop con la derecha del mejor zurdo de esta época oval, tras eternos minutos más allá del tiempo reglamentario. Wilkinson llevó a los inventores al olimpo, sin demasiado resquemor esta vez porque el héroe de la ocasión siempre ha sido un tipo cabal, que, de rebote, condujo a Clive Woodward, su entrenador, a Buckingham para ingresar en la Order of the Bristish Empire.
En 2007 volvimos a Europa, pero al continente, aun con dos subsedes en Edimburgo y Cardiff. Francia acogía a la familia rugbística con grandes expectativas y el apogeo de la última generación que jugó con el Gallo un rugby divertido y sólido: Betsen, Pelous, Harinordoquy, Mas, Dusautoir, Michalak, Clerc, Dominici. Tanto, adelantados mediante que a veces cuentan, como para dejar ¡otra vez! fuera de combate a los All Blacks de Mc-
Caw, Hayman y Howlett en cuartos de final, bajo la atenta mirada del referee Barnes. Portugal fue la novedad de un torneo en que, cómo dudarlo, los de siempre estuvieron donde debían, a salvo la pimienta que le puso cierta selección americana a su paso por el Hexágono. La final enfrentó a ingleses y Springboks, con victoria africana sin brillo pero sin dudas. Los ingleses no pudieron con el rugby de Smit, Botha, Matfield, Du Randt, Burger, Habana y Montgomery. Pero, veran, para algunos lo más destacado fue la tercera plaza de los Pumas y sus dos victorias consecutivas sobre los anfitriones.
La frustración All Black, de todo un país, por mejor decir, aunque a veces desconocemos cual es el término dominante de la metonimia, llevó a replantear la cosas en las antípodas. Siendo como creen ser, como suelen ser, los mejores, se puede decir que 1987 quedaba demasiado lejos. Es un tópico razonable afirmar que Graham Henry dio impulso al círculo virtuoso que se inicia tras el fracaso de 2007, de forma que 2011 y luego 2015 tienen en él su fundamento. Que fuera Francia, coletazos de gloria pasada, la que estuvo a punto de acabar con el orgullo nacional neozelandés (tras superar por la mínima a Gales en semifinales) fue, probablemente, designio de algún travieso diosecillo del oval, por aquello del morbo y las costumbres. Pero esa vez no fue así, aunque el resultado 8-7 nos quiera desmentir, porque aquel partido tuvo a los aficionados del universo de Ellis en un sinvivir, atentos a una patada del tercer apertura neozelandés. La novedad exótica de esa cita fueron los rusos, que acudieron por primera vez para cumplir con el mito de la amplitud y hermandad universal que predica World Rugby, organismo a todas luces satisfecho ese año de la coronación de los de McCaw como los mejores. Igual resultado que en 2015, en Inglaterra, el año de la debacle de los anfitriones, merecida por su torpeza, por lo demás. En Londres se coronaron por tercera vez los All Blacks, derrotando sin miramientos a Australia 34 a 17.
El reinado, con algún tropiezo que pondrá sal en la venidera Copa, sigue hasta hoy. En 2015, sin embargo, hubo notas reseñables, aunque no sean más que anécdota en el curso general del rugby internacional: el empeño y voluntad nipona para llevarse el partido ante los Springboks y la decisión de Chris Robshaw en el partido ante
Gales que costó a Inglaterra su eliminación en la primera fase, y el subsiguiente despido de Stuart Lancaster que, terminado el torneo dio entrada al peculiar Eddie Jones como director de la Rosa. 2015 está reciente en la memoria, de modo que no me extenderé más, atentos como estarán los lectores al inmediato día 20 de septiembre. Anfitriones japoneses y rusos conspiradores darán inicio a la competición. Hay algún tapado, sí, pero voto por los All Blacks, de nuevo.
Arrancada la División de Honor masculina, ya no hay pruebas que valgan y tras la sorprendente primera jornada son varios los equipos llamados a estar arriba que no sacaron demasiadas conclusiones positivas en su estreno y quieren reconducir el rumbo ahora que están a tiempo. El VRAC se sobrepuso a esta locura generalizada y comenzó la defensa del título con una victoria ante un desatado Santander, aunque tienen otra dura prueba en Sant Boi. Ordizia y Ciencias, primeros líderes de la competición, buscan seguir de dulce, si bien les esperan sendas salidas realmente exigentes.
Las Leonas conquistan Sudáfrica
Tres victorias en los tres partidos disputados es el importante bagaje de la Selección femenina de XV en su primera gira intercontinental, en Sudáfrica, tras vencer a South Africa Invitational (5-17) y a Eastern Province (15-55), en el Test Match contra South Africa la selección española se impuso por 12-29 en el WJ De Wet Stadium, en Despatch. Fueron los primeros minutos oficiales para las jugadoras de José Antonio Barrio esta temporada y las Leonas XV siguen sumando puntos con vistas a la clasificación mundialista, la cual ya han obtenido las sudafricanas.
La Selección femenina recibe el premio de Igualdad Ana Tutor 2019 del PSOE
La Selección española femenina de rugby fue galardonada este miércoles con uno de los premios de Igualdad Ana Tutor 2019 que anualmente otorga el PSOE de Madrid. En esta ocasión, el acto se celebró en La Próxima Estación y tras una breve semblanza de nuestras Leonas por parte de la ministra de Industria en funciones, Reyes Maroto, se proyectó un vídeo de la capitana de las Leonas XV, Isabel Rico, en la que agradeció el premio desde la concentración de la Selección, que se encuentra realizando su primera gira intercontinental, en Sudáfrica.
Santos empieza a preparar la ventana de noviembre
La Selección masculina de XV comienza a rodar en esta nueva temporada y a preparar lo que sin duda se perfila como otro año muy ilusionante para nuestros Leones. A la espera de concretar el rival del segundo partido que el XV del León disputará en la ventana de noviembre, el primero será contra la selección de la región francesa de Occitania el sábado 16 en Toulouse, el seleccionador nacional, Santiago Santos, ha convocado a 32 jugadores para esta primera concentración que tendrá lugar en el CAR de Sant Cugat del Vallés, Barcelona, del 22 al 25 de septiembre. En la lista encontramos muchas novedades, sobre todo de jugadores de la Liga de División de Honor a los que Santos quiere comenzar a probar, como son los casos de Ruan Snyman, Nicolás Jurado, Nathan paila, Baltazar Taibo o el esperado John Wessell Bell, junto con dos nombres para la tres cuartos totalmente nuevos como son Thomas Gauci e Ivan Kitutu, ambos jugadores de Federale 1.