La Voz de Álamos Martes 24

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Instituto Sonorense de Cultura

La Voz de Alamos Información desde los portales

Vol 5.

Año 3

Álamos, Sonora, México

www.festivalortiztirado.gob.mx

24 de enero de 2012

HOY RECORDAMOS

EL NATALICIO DE ALFONSO ORTIZ TIRADO

24 DE ENERO En un pueblito de ambiente semi-español…

A

lumbrado por lámparas de gas y donde la música salía de los organillos mecánicos y de los primitivos fonógrafos de manubrio, nació el 24 de enero de 1893 el embajador lírico de la canción mexicana y destacado filántropo: el doctor Alfonso Ortiz Tirado. Tal era la condición de Álamos, un villorrio del estado de Sonora en México, a fines del siglo XIX, con sus calles empedradas, sin automóviles, sin cines, sin discos ni sinfonolas… Era una época de grandes representaciones teatrales, que tocarían la sensibilidad del niño Alfonso Ortiz Tirado. Cuán diminuta y provincial sería Álamos, si la misma Ciudad de México también tenía entonces sus calles en piedra y por ellas circulaban los tranvías tirados por mulas y las luces eléctricas eran muy escasas, hasta 1898, cuando se inauguró el moderno alumbrado público. En este mismo año, los pobladores podían disfrutar de las bandas de música que tocaban en el quiosco de la Alameda Central o en el Jardín de Santa María la Ribera. El futuro cantante creció en un hogar donde reinaba la música. Sus hermanas Sara y María Luisa eran mezzosoprano y soprano respectivamente. En segundo año de primaria ya era solista en el coro del colegio de los jesuitas y a los once años de edad suplantaba la voz de una de sus hermanas cantando tras los cortinajes, en un homenaje a la primera dama Carmen Romero Rubio. http://www.periodicoelpulso.com/html/jun05/ cultural/cultural.htm

1893 -2012: 119 AÑOS


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La Voz de Alamos

martes 24 de enero de 2012, Álamos, Sonora

De las manos al cielo

Á

lamos.- Pájaros de colores, esqueletos de palo. Se elevan, giran, suben a más, vuelan bajo el control de la alegría desde las manos que se inventan para soñar. En Álamos y durante el Festival Cultural Alfonso Ortiz Tirado, el cielo se pinta de aves ficticias. Hay de diversos colores, variedad de formas: media luna, cajones, murciélagos, cometas, artefactos englobados en el nombre de papalotes. La vida también se improvisa, los papalotes durante el festival ejercen esta función, ante su vuelo y desde la Plaza de Armas, La Alameda, los callejones, quienes presencian las manifestaciones artísticas también concentran sus miradas hacia el cielo, y no se sabe de dónde, en qué punto preciso, emerge el vuelo de un papalote. Y es una estrella que juega a moverse sobre los ojos de quien la atrapa con su mirada. Tiene luz propia. Ayer, por ejemplo, en la tarde y durante el recorrido de los Zaikocirco en su desfile callejero, algunos niños intentando trepar a las narices de

los personajes zaicos, también pudieron treparse al vuelo de una media luna que giraba en descontrol. Era un baile encima del cielo. Entonces la risa para la emoción desde los movimientos de payasos también clowns, el divertimento del espectáculo sobre los callejones para introducirse en la risa de esos niños que aún adultos seguimos siendo niños. En el interior del ruido, las risas, el dedo índice del niño para subrayar el gesto del payaso, también el comentario de un papá que se yergue para decir que allá en el cielo anda uno de los papalotes que él construyó, “Es la media luna color naranja, tiene cola blanca con puntos negros”. Después en el río de la emoción la conversación toma su cauce, ya sobre una banca don Rosario Zayas se transporta con palabras e imaginación hacia el techo de su casa, bajo un guamúchil que lo guarece, y es allí donde unas tijeras, un cúmulo de varas que por nombre llevan popote, histafiate, un carrete de hilo, un recipiente con engrudo, son

los utensilios para fabricar las ilusiones, la magia que se convierte en vuelo. Durante el Festival Alfonso Ortiz Tirado la demanda de papalotes se dispara, y es entonces que el cerro del perico se llena de voladores de pájaros ficticios, y todos, o la mayoría de los objetos que vuelan, provienen desde la casa de don Rosario, El nano, quien vive allá, en el barrio la Ladrillera. Cuenta El nano, con los ojos abotagados de emoción, que una vez pudo ver cómo un zopilote se enredó en la cuerda. “Y “ai” lleva arrastrando el papalote y la hoja, la hoja hacía ruido, y ahí lleva el papalote enredado, y lo único que hizo él, la defensa del zopilote, se tiró un clavado entre las ramas de un árbol, y se trozó, y ahí lo dejó pegado”. También, dice El nano, que hubo una ocasión en la que un avión le arrebató un pájaro que volaba rete alto. “Eso nadie me lo cree, pero ahí está Felipito quien fue mi testigo”. Colaboración especial: Carlos Sánchez

Álamos, su ciudad cuna Por la asfaltada y moderna carretera que parte de Navojoa, iba yo hacia la ciudad de Álamos. El Real de la Purísima Concepción de los Álamos, como le llamó el obispo don Pedro Tamarón y Romeral en una de sus obras, era ya en 1760 la ciudad de mayor tradición y belleza en lo que eran entonces las Provincias Unidas de Occidente. Yo había soñado mucho en conocer esta ciudad de viejo abolengo y al fin iba hacia ella. Al rápido correr del automóvil veía el paisaje cambiante y atractivo aparecer y desaparecer ante mí. Los montes cercanos y las sierras lejanas me daban la impresión de ser como un estuche de irisados terciopelos donde estaba guardada desde hacía varios siglos Álamos, la joya colonial llena de tradiciones y belleza. Cuna de familias próceres ya desaparecidas, como los González de Zayas, los Aragón, los Pérez

de la Fuente, los Gómez de Cossío, los Pérez de Tagle, los Martínez de Páez, y otras que se han prolongado en el tiempo, como los de S. Palomares, los Corbalá, los Elías González, los Salido de Exodar, los Almada, los Ortiz, los Tirado. Álamos tiene todavía mucha de la tradición que se fue formando al paso de aquellos años, aunque haya perdido desgraciadamente mucho más. La ciudad conserva aún el atractivo de sus calles y callejones adoquinados por donde alguna vez, según el decir de la leyenda, pasaron brujas y troveros tejiendo con hilos de misterio la bella urdimbre de las consejas populares. Álamos era para mí un alto en el camino de mis andanzas literarias y de mis sueños románticos. Del libro Alfonso Ortiz Tirado (ISC, 1996), Enhttp://lascancionesdelabuelo.blogspot.com/ riqueta de Parodi.

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Festival Cultural Alfonso Ortiz Tirado 2012


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