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Informadores o astrólogos

destas (jardineros, funcionarios o guardias suizos), y también muchas personas que ostentan cargos importantes en el funcionariado o que pertenecen a la poderosa curia. Estas fuentes informativas, que nos asesoran, nos informan off the record y nos muestran el camino para traducir el lenguaje críptico de algunos comunicados oficiales, son más amigos que confidentes. Además de cuidarlas con mimo, los periodistas debemos procurar salvaguardar su identidad a toda costa. Si hiciéramos públicos nombres o pistas de dónde trabajan estas «gargantas profundas», traicionaríamos su confianza y lo más seguro sería que terminaran sufriendo duras represalias. Como es lógico, se les prohibiría de forma taxativa hablar con nosotros, y todo eso imposibilitaría la obtención de información más allá de los canales estrictamente oficiales.

Uno de mis informadores desde hace más de veinte años siempre me dice lo mismo, con una cara que denota cierta preocupación, antes de facilitarme datos delicados: —Si alguien de aquí supiera que hablo contigo y te cuento esto, mi carrera en el Vaticano acabaría de inmediato de forma desastrosa. Espero que seas como una tumba y no hables nunca de mí.

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Entonces me toca tranquilizarlo, ofrecerle una nueva dosis de confianza y agradecer el inmenso favor que me hace con su amistad sincera. Él no me ha fallado nunca, y por tanto yo tampoco lo haré, por más presiones que haya para que los informadores revelemos nuestras fuentes.

Informadores o astrólogos

Algunas voces —sobre todo oficiales— del interior de la Santa Sede no dudan en afirmar que la mayoría de los periodistas no institucionales trabajamos con escaso rigor. Niego con rotundidad que sea así. De todas formas, el hecho, hay que reconocerlo, de que exista un periodo en el que por desgracia los profesionales de la información hablamos más de rumores y especulaciones que de noticias no nos ayuda en nada. Es durante la denominada sede vacante, cuando después de la muerte o la renuncia de un papa (el caso de Benedicto XVI) todo gira en torno a quién puede acabar siendo el sucesor.

En esos momentos, los vaticanistas hacemos quinielas, especulamos en medio de la desorientación general y nos equivocamos casi 27

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