El código Cambridge Un sencillo test para descubrir quién eres
Dra. Emma Loveridge - Dra. Curly Moloney
Traducción de Jordi Vidal i Tubau
EL CÓDIGO CAMBRIDGE
Dra. Emma Loveridge y Dra. Curly Moloney UN TEST SENCILLO PARA DESCUBRIR QUIÉN ERES.
Hasta ahora, la única forma de acceder a la comprensión del subconsciente era el equivalente a miles de horas de terapia con un psicólogo de calidad. Desarrollado por las doctoras Emma Loveridge y Curly Moloney junto con un equipo de científicos e investigadores de la prestigiosa Universidad de Cambridge, este libro es una guía que incluye acceso exclusivo a un examen de treinta minutos que va más allá de alcanzar la dimensión psicológica establecida, dándote un perfil instantáneo de tu subconsciente y del ADN de tu mente. En un lenguaje sencillo de entender, te permitirá al entender el código de tu inconsciente que es lo que marca el quién eres, porqué tienes una tendencia a actuar, reaccionar, pensar y a comportarte de ciertas maneras en situaciones concretas. Los resultados del examen revelan conductores inconscientes que dan forma a los pensamientos cotidianos, a reacciones, deseos y elecciones y que están divididos en diez tipos primordiales de cerebro, desde el competitivo y rebelde, al cerebro más cortés y analítico. Con este novedoso método de autoconocimiento, sumado al análisis paso a paso que recorre el libro, te permitirá concentrarte en las áreas que puedan necesitar ser mejoradas o ayudadas, desde el terreno profesional al familiar y el de las relaciones personales. ACERCA DE LAS AUTORAS La Dra. Emma Loveridge es una psicoterapeuta que trabaja en la NHS a la vez que atiende su consulta privada. Es fundadora y directora de la Rafan House of Harley Street Executive y miembro de la sociedad de Psicoterapeutas y del Consejo de Psicoanalístas britántico. La Dra. Curly Moloney es una cualificada y reconocida doctora de Medicina especializada en Cirugía. Después de graduarse en Oxford y Cambridge se especializó en el mundo de la medicina privada al fundar en el año 1994 la firma Moloney Search. Ha desarrollado su trabajo en Europa, África y Oriente Medio. Es asesora de varios consejos médicos alrededor del mundo.
Índice parte i El mundo dentro de nuestra mente ....................................................... 9 Qué hace el código Cambridge: mapear el ADN de su mente .... 11 Acceso a su perfil de código Cambridge ............................................ 15 El código Cambridge en la práctica ..................................................... 17 El modelo para el código Cambridge: captar el momento que se nos escapa .................................................................................. 19 Desarrollo del código Cambridge: la metodología subyacente a la idea .............................................................................. 30 Conceptos clave del código Cambridge ........................................ 35 Utilización de este libro para decodificar sus resultados ......... 38 Preguntas frecuentes ........................................................................ 40 parte ii Explorar los dominios ...................................................................... 43 Competitividad .................................................................................. 45 Resiliencia ........................................................................................... 60 Independencia .................................................................................... 76 Perfeccionismo ................................................................................... 92 Rebeldía ............................................................................................. 106 Autenticidad ..................................................................................... 118 Necesidad ........................................................................................... 131 Gentileza ............................................................................................ 147 Adaptabilidad ................................................................................... 161 Analítico ............................................................................................ 177
Emprendedor .................................................................................... 189 Limitado ............................................................................................ 204 parte iii El código Cambridge corporativo ................................................ 215 ¿Por qué usamos pruebas psicométricas? ................................... 217 Por qué el código Cambridge es distinto .................................... 219 ¿Cómo se usa el código Cambridge en el lugar de trabajo? ......... 222 Conclusión ........................................................................................ 229 Comentarios ..................................................................................... 231 Biografías .......................................................................................... 233
parte i El mundo dentro de nuestra mente Lo primero que aprendemos permanece con nosotros más tiempo…, y es lo más difícil de desaprender. Anónimo
Una niña escucha con atención mientras su padre trata de
explicarle que un iceberg es como una montaña. «Pero solo se puede ver la punta. El resto está oculto en la oscuridad submarina. Una oscuridad misteriosa —le cuenta—, llena de una luz inquietante, de increíbles relieves grabados por el agua en el hielo y de peces que viven en cuevas secretas y agitan la cola ante las ballenas blancas. Si fueras la capitana de un barco —dice—, tendrías que indagar el misterioso mundo bajo la superficie visible, o no sabrías cómo dirigir la nave evitando los peligros ocultos.» Luego el padre le hace un pequeño dibujo del iceberg, una línea de hasta dónde llega el mar y un barco encallado en la punta con el capitán boca abajo y con el ceño fruncido. A su vez, la niña frunce las cejas y dice: «Yo puedo ver la montaña debajo del mar en el dibujo, ¿por qué no puede el capitán?». «Ah —responde su padre—, resulta mucho más fácil mirar debajo del mar turbulento de otro que en nuestro propio mar.» La pequeña siente un miedo terrible a que su casa quede sumergida en las profundidades, pues así de literal es el mundo imaginativo de un niño.
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Mucho tiempo después, ya adulta, recuerda esa historia y viaja inmediatamente a cuando era aquella niña que veía a su familia alejarse flotando mientras un agua azul oscuro llena de belugas surgía de la nada. Piensa en cómo rescatar a los demás residentes de la casa y se le acelera el pulso. De repente, contiene la respiración con ansiedad, aunque se encuentre a miles de millas de las aguas árticas más cercanas. Como metáfora del subconsciente, el iceberg resulta difícilmente superable. Todos tenemos dentro un mundo que, a veces, funciona alejado del presente, y otras veces en consonancia con él. Quiénes somos ahora tiene que ver con nuestras experiencias infantiles. Todos entramos y salimos fugazmente de esos mundos inconscientes: la «edad» que nuestra mente nos hace sentir en un momento dado o en un día determinado depende de infinidad de factores, pasados y presentes. A menudo bajamos a una experiencia de la tierna infancia y luego ascendemos (con cierto alivio) de vuelta a nuestro estado mental adulto. Mientras lee esto, ¿acaso su mente ha viajado a algún lugar distinto al presente? Tal vez le haya sorprendido alguna experiencia, un sentimiento del pasado en su interior, lleno de amor o miedo. Sea cual sea su experiencia, el viaje que hemos emprendido en este libro es para usted, aunque lo hagamos juntos. Por el camino, comprobaremos cómo se han formado los cimientos y el andamiaje de su mente. Aprenderá a influir considerablemente tanto en la parte invisible como la visible de su mente, cosa que le dará más control sobre las distintas partes de su vida, múltiples y, a menudo, tan complejas.
Qué hace el código Cambridge: mapear el ADN de su mente
E l código Cambridge se pensó para destapar el potencial sub-
consciente que está fuera del alcance de las mediciones psicológicas establecidas. Como una prueba de ADN para la mente, el código Cambridge permite a las personas mirar bajo la superficie para descubrir sus características fundamentales, lo que les da una idea no solo de la conducta o de los pensamientos, sino también de las profundas vías subconscientes que nos hacen ser quienes somos. El conocimiento (incluso una percepción de tales características) nos confiere el poder de tomar decisiones de manera informada y elegir qué nos conviene. También nos permite entender por qué nos comportamos como lo hacemos. Entender nuestro subconsciente puede ayudarnos a descubrir nuestro potencial en la vida y en el trabajo. Muy a menudo, nuestras experiencias e impresiones tempranas inspiran intereses que llegan a conformar nuestra vida entera. La doctora Emma Loveridge, que fue directora de la clínica de familia que fundó, cree que la historia del iceberg de su padre fue la chispa que prendió su deseo de saber más sobre nuestros mundos interiores. En el caso de la doctora Curly Moloney, coautora de este libro e inspiración de todo el proyecto, lo que la impulsó fue el estudio de la medicina y del comportamiento. En cualquier caso, ambas llegaron a la misma
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conclusión: ¿y si fuera posible levantar la tapa de la mente y no solo ver su interior, sino además entender su funcionamiento? Como órgano, el cerebro es relativamente fácil de ver; a fin de cuentas, tenemos neurocirujanos. Sin embargo, la mente es más compleja. No tenemos cirujanos de la mente. Si logramos que el subconsciente trabaje para nosotros, el poder de nuestras mentes (imaginar, aprender, crear, soñar, pensar y elegir) será nuestro superpoder. Afecta a todos y cada uno de los aspectos de nuestras vidas: nuestras relaciones, nuestras carreras, nuestro sentido de la felicidad. Puede trabajar para nosotros o puede hacernos tropezar repetidamente, y a veces no entendemos por qué. El código Cambridge es una forma de imaginar su subconsciente y hacer que trabaje para usted. Imagínese que está examinando su salud y decide consultar con una especialista en cardiología. Podría encargarle varias pruebas: análisis de sangre, un ECG (electrocardiograma) para medir su ritmo cardiaco, un ecocardiograma para ver la estructura del corazón… Utilizaría toda esa información para evaluar cómo funciona su corazón y para mejorar su salud. Podría sugerir, por ejemplo, un cambio de dieta, o hacer más ejercicio, u otra medicación. Imagínese ahora que en el marco de ese chequeo de salud quiere comprobar cómo se comporta su subconsciente. Como hemos dicho, en este campo no hay pruebas ni exploraciones sencillas. Un modo de recabar información sería pedir ayuda a un psicoterapeuta. Guiado por sus conocimientos, usted podría ahondar bajo el pensamiento consciente hasta las profundidades inconscientes. Ahí abajo subyacen los instintos e impulsos que conforman nuestros pensamientos, deseos y decisiones. Pueden estar profundamente arraigados, y algunos serán positivos, mientras que otros cuesta cambiarlos. No obstante, son las cosas que nos hacen quienes somos y verlos puede resultar muy instructivo. Se ha calculado que entre seis y ocho horas de trabajo con un
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médico le suministrarían una «imagen» razonable de la mente. Para muchos de nosotros, una de nuestras dificultades es que cuesta dar con el tiempo y los recursos para este tipo de provisión. Si bien el código Cambridge no es lo mismo que una entrevista cara a cara, la aspiración de esta herramienta es proporcionar a un público más amplio este conocimiento en aproximadamente media hora, en la intimidad de su casa o su despacho. Funciona así: usted se somete a un test de unas cuarenta preguntas que ha sido diseñado por un equipo de científicos clínicos que se han servido de modelos psicoterapéuticos estándar reconocidos. Toma como premisa básica el concepto de que los dieciocho primeros años de nuestras vidas son formativos: conforman el modo en que pensamos y actuamos en la vida adulta. El código funciona llevando a nuestras mentes conscientes a considerar varias situaciones distintas; luego analiza cómo actuaríamos y nos sentiríamos en esos momentos. El test puede resultar emocionante, interesante, molesto o exigente. De hecho, no es distinto a la experiencia de trabajar con un terapeuta. Sus respuestas se filtran a través de dos conjuntos de algoritmos informatizados complejos, elaborados durante varios años por científicos y psicoterapeutas. Esto genera un resultado del perfil de descriptores que componen su subconsciente único, el cual recibirá en la pantalla. Equivale a introducir un montón de jerga por un extremo de una moderna máquina decodificadora Enigma y recibir por el otro extremo una lectura del código. Solo que en este caso es su código mental individual. El ADN de su mente. Se le presentarán los resultados como un análisis de doce áreas principales de la mente, que hemos representado visualmente como dominios cerebrales. Interpretar los resultados se parece un poco a observar el trazado de un electroencefalograma o el análisis de sangre de un laboratorio: se necesita ayuda del especialista para entender exactamente qué significa ese papel para usted. El test online generará un breve informe que
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podrá usar, junto con este libro, para comprender su perfil de resultados. Lo hace en términos sencillos, de una forma accesible. Lo comprenderá todo en cuestión de minutos. Es un poco como visitar a un buen médico. Conocer su perfil de código Cambridge le aportará información sobre usted y acerca de sus preferencias, características y riesgos innatos. Le permitirá comprender qué le viene bien en el trabajo y en la vida, y qué no; por qué tiende a actuar, reaccionar, pensar y comportarse de determinadas formas en situaciones específicas. Es como ver sus instintos plasmados por escrito. Hemos comprobado que algunas personas, al ver sus resultados, tienen la sensación de ver una versión de sí mismas que han conocido siempre. Otras descubren cosas inesperadas; en este caso, puede llevar algún tiempo aceptar los resultados. Aunque ninguno de nosotros puede controlar nuestras experiencias infantiles, sí podemos controlar nuestras respuestas a tales experiencias. Podemos empezar por descubrir por qué reaccionamos como lo hacemos en ciertas situaciones y por qué tomamos determinadas decisiones. Este libro no le dirá cómo arreglar las cosas; su objetivo es llevar sus tendencias y respuestas subconscientes a su atención consciente, para que pueda escoger un comportamiento por sí mismo. El autoconocimiento nos ofrece opciones. Ese es el objetivo. Una vez que sepamos más sobre nosotros mismos, podremos navegar por la vida más perspicazmente y con más control, tomando decisiones más acertadas, adoptando precauciones en áreas de vulnerabilidad y, por lo tanto, cometiendo menos errores. Podemos descubrir potencial en nuestras relaciones, puestos de trabajo y entornos familiares para mejorar nuestro bienestar.
Acceso a su perfil de código Cambridge
A l comprar este libro ya ha dado el primer paso para acce-
der a su potencial inconsciente. Esperamos que disfrute con el código Cambridge y que los resultados sean esclarecedores y pueda adoptarlos para comprender profundamente cuál es el modo único en el que funciona su mente. Este libro le proporciona acceso gratuito e inmediato al cuestionario online del código Cambridge. Usted elige si hacerlo ahora o más adelante. Tal vez esté impaciente por acudir al cuestionario y obtener su perfil de resultados; tal vez crea que así podrá hacer el test de una manera más desin formada e imparcial. Luego, cuando lea el resto del libro, podrá concentrarse en aquellos apartados que le parezcan más pertinentes. Si no, puede optar por leer el libro primero y aprender el trasfondo de los distintos tipos de cerebro para que, cuando acceda a su perfil, esté mejor preparado. Las dos formas de enfrentarse al código Cambridge son correctas. Depende de usted. Si va directamente al cuestionario, use el enlace que le mostramos aquí para acceder al sitio web del código Cambridge. Rasgue el sello del interior de la contracubierta de este libro para obtener su nombre de usuario y su contraseña únicos; después solo ha de seguir las instrucciones en la pantalla para completar la herramienta en línea. En cuanto termine el cuestionario, obtendrá automáticamente sus resultados. Clique en
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el botón para ir a su informe en la pantalla y también podrá descargar un pdf, si lo desea. Si tiene algún problema para acceder, acuda a la página de contacto de la web. www.thecambridgecode.com/redeem
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El código Cambridge en la práctica
P ero ¿cómo funciona exactamente el código Cambridge?
Todos reconocemos que nos comportamos de un modo algo distinto en entornos diferentes. En el caso de algunos de nosotros, nuestra conducta varía también a distintas horas del día: por ejemplo, muchos no somos precisamente «madrugadores». Existen aspectos fundamentales de nuestra personalidad, profundamente arraigados en nuestro interior, que cimentan nuestro eje evolutivo y rigen nuestro potencial de crecimiento. Estas son las características del funcionamiento de nuestra mente, debajo del nivel del pensamiento y del comportamiento conscientes. Estos aspectos del subconsciente afectan a todo aquello que hacemos; cómo abordamos y reaccionamos a todos los acontecimientos e interacciones de nuestras vidas. Son nuestras partes esenciales; están ahí a primera hora de la mañana y siguen ahí cuando nos acostamos por la noche. Constituyen nuestro núcleo. Los psicólogos creen que, cuanto más sabemos sobre nuestras características esenciales, mejor podemos reconocer lo que nos viene bien y más capaces seremos de prosperar. Cuando estamos en una situación que no acaba de encajar, una relación o un empleo que no está en consonancia con nuestro núcleo, menos «íntegros» como personas nos sentiremos. En gran medida, nuestro bienestar depende de nuestra armonización interna con la vida exterior.
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El código Cambridge va directo al centro de nuestro subconsciente. Como hemos dicho antes, es el fruto del ingenio de Emma Loveridge y Curly Moloney, ambas licenciadas en Cambridge, que durante algún tiempo tomaron la determinación de crear una herramienta que permitiera a la gente acceder a sus ocultas profundidades subconscientes. Cada una aporta un punto de vista muy distinto al proyecto. En el caso de Emma, nació del deseo de ensanchar y aumentar nuestro conocimiento del impacto del inconsciente en nuestro bienestar mental. Para Curly, con su formación empresarial, el objetivo era elaborar una evaluación psicométrica más rápida y perspicaz. Hemos pasado muchos años investigando y desarrollando el código, que se basa en firmes principios psicológicos y neurocientíficos. Con el apoyo de un equipo de psicólogos de Cambridge, y al cabo de muchos años de investigación científica y comprobaciones rigurosas, nació el código Cambridge. Desde sus comienzos en 2013, miles de personas han utilizado este código y se han beneficiado enormemente de sus aportaciones.
El modelo para el código Cambridge: captar el momento que se nos escapa
Piense en esta situación: una persona madura y experimen-
tada llega para dar una charla ante una numerosa audiencia. Al llegar, tropieza en el umbral y se cae. En ese momento, su estado mental muta desde el «adulto competente» del que ha partido; para cuando toca el suelo, siente algo muy diferente. Podría ser un estado de bebé, en el que es muy dependiente; querría que alguien le ayudara a levantarse. O podría ser un estado de niño pequeño: se levanta sin ayuda porque necesita ser independiente. O también, en vez de admitir que ha tropezado por su culpa, le echa la culpa al empedrado, el peldaño o la alfombra. O bien podría acceder al estado mental del niño de diez años, que necesita que alguien le diga: «¡Vamos, levántate!»; es decir, una autoridad externa que le anime a seguir adelante en la vida. Asimismo, podría alcanzar el estado mental adolescente, en el que se muere de vergüenza por haberse mostrado torpe y ridículo en presencia de personas a las que respeta y a las que quiere impresionar. Se ha hecho notar, pero de forma negativa, y desearía que la tierra se lo tragara. En esta situación, cada uno de nosotros cae en un estado mental distinto. Pero lo realmente importante no es ese descenso a través de la adolescencia y la infancia hasta la etapa de bebé, ni siquiera dónde hemos aterrizado. Lo que cuenta es preguntarnos: ¿podemos recuperarnos? Algunas personas
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pueden levantarse y seguir su camino de una forma muy adulta: la recuperación es inmediata. Hay quien necesita una taza de té para mitigar la adrenalina y calmarse. Otros deberán irse a casa: ya no les es posible seguir con la actividad normal. Y algunos interpondrán una demanda contra la institución propietaria del peldaño de marras. Lo que este ejemplo nos enseña es que todos y cada uno de nosotros, todos los días, subimos y bajamos por esa escala evolutiva. La mayoría ni siquiera nos damos cuenta, forma parte del día a día. Podemos ir caminando por la calle, toparnos con nuestro hermano, y de inmediato, inconscientemente, nuestro estado mental cambiará: regresará a un tiempo en el que crecíamos juntos, con todas las rivalidades y preocupaciones inherentes.
Subiendo la escalera. Los estados mentales evolutivos 20
Por lo general, la mayoría de nosotros estamos familiarizados con el concepto de que el desarrollo físico en la infancia tiene etapas bien definidas; por ejemplo, sentarse a los seis meses, gatear a los ocho, andar a los once, dentición al año. Sabemos que habrá variantes en tal trayectoria: algunos niños, por ejemplo, no andan hasta que tienen dieciocho meses. Sin embargo, quizá no reparemos en que la trayectoria del desarrollo «emocional» de la infancia es una senda parecida con etapas definidas de manera similar. También aquí habrá variantes respecto a la trayectoria habitual: algunos niños alcanzan hitos emocionales mucho más despacio que otros, por ejemplo, si están sobreprotegidos por uno de los padres. Pero, aun así, existe un amplio consenso sobre cuándo ocurren los momentos de transición y cómo se caracterizan las etapas. La infancia (0-2 años) está tipificada por la dependencia materna; la niñez (2-7 años), por una separación de identidad respecto a la del cuidador; la latencia (7-10 años), por una independencia creciente; la adolescencia (los
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años de pubertad), por un deseo innato de separarse, emparejarse y traspasar fronteras. Este viaje suele representarse como una escalera de mano con travesaños, por la cual trepamos. Tener una idea de esas distintas etapas hará que tenga un conocimiento más profundo de su propio informe personal. Este eje de desarrollo mental (el periodo desde el nacimiento hasta la edad adulta) es el modelo que nos sirve para medir el subconsciente, porque, de todas las mejores teorías y modelos psicológicos, psicoterapéuticos y psiquiátricos que existen, ha superado la prueba del tiempo. Este es el modelo más enérgicamente corroborado en el que podríamos reflejar el lapsus inconsciente. A partir de ahí, se podría medir la capacidad de recuperación de un individuo. Desde los antiguos griegos hasta los neurocientíficos modernos, han reconocido y desarrollado esta trayectoria evolutiva. A medida que crecemos, pasamos por hitos de desarrollo mental que corren paralelos a nuestros hitos de desarrollo físico. Y cada uno es un estado mental distinto. Así pues, echémosles un vistazo. Etapa de bebé Los bebés, básicamente, son dependientes; no pueden ser de otro modo. La interpretación clásica (si bien un tanto simplista) es que son dependientes y que los niños en edad de destete aprenden que existen como personas distintas, con límites entre ellos y los demás. Llega un momento en que nuestro desarrollo físico es suficiente para que empecemos a tener la percepción de que no formamos parte de otro ser. Notamos la ausencia o presencia de nuestro cuidador, si se pone un sombrero o gafas, si cambia de aspecto, o percibimos una diferencia de olor corporal. Sin embargo, antes de que un bebé alcance esta etapa, la ausencia de nuestro cuidador no se reconoce cognitivamente, sino que se experimenta de forma emocional como privación. Por ejemplo, con la ausencia de leche, un bebé no sabe que tiene hambre. Lo único
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que sabe es que sufre, y tal sufrimiento puede sentirse como un ataque. Si alguien es abandonado cuando es demasiado pequeño para alimentarse, muere. Ese miedo terrible a ser abandonado, a caer cuando nadie te sujeta, resulta crucial para los bloques de construcción evolutiva de la mente. Cuando uno nace y entra en contacto con comida blanda y caliente, con el latido del corazón de una persona con la que está familiarizado, se cumplen las expectativas. Si no se encuentra eso, entonces las expectativas no se cumplen, y uno ya ha formado su percepción del mundo. Esa sensación temprana de necesidad y abandono genera todo tipo de sentimientos emocionales que contribuyen a un determinado estado mental. No es solo la dependencia, es el miedo a perderla y las consecuencias que se derivan. Creemos que estas primeras etapas evolutivas están vinculadas a una ira indescriptible en la juventud, que luego puede conducir a la vergüenza, porque si la separación no se produce descubrimos que no tenemos derecho a existir como una persona distinta. La ira surge porque sabemos de forma innata que tenemos derecho a existir, pero a esa edad no disponemos de la capacidad de expresar con palabras por qué estamos irritados. Sabemos que deberíamos confiar en nuestros cuidadores para que nos ayuden a dar el siguiente paso, pero, si no lo hacen, nos avergonzamos de existir. En nuestra mente, somos hijos indignos, porque aún no podemos creer que nuestros padres son falibles. Es durante este periodo cuando se establecen los recuerdos implícitos de un bebé. El recuerdo implícito se recuerda en la etapa de crecer, pero, una vez que ha transcurrido cierto tiempo, ya no es fácilmente accesible. A los cuatro o cinco años, no recordamos acontecimientos anteriores a los tres años de forma explícita, a menos que fueran particularmente traumáticos. Por tal razón, cuando se trabaja con personas que se esfuerzan por su bienestar y su salud mental, no se trata solo de sus recuerdos. A menudo, lo que nos preocupa no es lo que podemos recordar. Se trata de querer que nos comprendan y
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luego hacerse una idea de cómo nuestra mente individual percibe el mundo. Esto puede iniciar el viaje hacia la salud. El niño pequeño Esta fase viene marcada por una sensación de omnipotencia y por el instinto de eliminar toda competencia. Así, un niño pequeño dirá: «Sí, quiero a mi hermanito. Vale, ahora ya puedes hacerlo desaparecer». Por su cerebro pasan muchas cosas, pero no dispone de las palabras para expresarlas. Como padre o como madre, usted puede responder al hijo menor: «Sí, ya sé que el bebé me absorbe tiempo, pero te quiero mucho y no pasará nada». El niño es entonces capaz de procesar sus sentimientos para convertirlos en normales; se pueden afrontar y negociar; de este modo, ningún padre, ni niño ni hermanito es eliminado con rabia. Si el padre o la madre grita cuando el pequeño muerde al bebé, el niño, al que por supuesto hay que contener, no ve reconocido su legítimo sentimiento de ira por tener que compartir el tiempo de los padres. Esto le conduce a una creciente incapacidad para lamentarse por perder parte del padre o de la madre en beneficio de otro. Tal aflicción irresuelta queda estancada en la mente y el niño es incapaz de recuperarse. Por suerte, la mayoría de los niños consiguen procesar la pena y recuperarse, de modo que salen al otro lado con alegría y amor. La otra característica principal de esta etapa es la capacidad de fantasear con que somos grandes, para luego volver a la Tierra y comprobar que somos pequeños. Estamos encontrando la manera de despegarnos de las faldas de nuestra madre sin que nos arrollen. Ser pequeño puede resultar humillante, pero podemos aprender a tolerar ese sentimiento y no transmitirlo a los demás si no se nos ridiculiza mientras nos esforzarnos en aprender. La fase de Edipo Más tarde, el niño pasará por lo que se conoce técnicamente
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como la fase de Edipo de la niñez. Es ahí donde aprendemos a emparejarnos con otra persona; sin embargo, en realidad, no podemos conseguirlo a esta edad porque los mecanismos físicos y los desencadenantes hormonales del deseo que se necesitan para emparejarse todavía no están plenamente operativos. Los niños pequeños se meterán en la cama entre sus padres y sacarán a uno de los dos para hacerse pasar por el otro adulto de la pareja. Están practicando el emparejamiento; de hecho, adquieren una buena comprensión emocional de lo que se requiere para una relación sana en cuanto su capacidad física se desarrolle. Físicamente, a estas alturas ya nos han salido la mayoría de los dientes de leche. Qué ciertas aquellas palabras de Aristóteles: «Dame un niño de hasta siete años y te mostraré el hombre». Una vez que un niño alcanza esa edad, es capaz de sobrevivir por sí mismo en caso de ser necesario. En su mayor parte, la base de su mente ya se ha formado, así que la manera en que vemos la vida y desarrollamos relaciones ya se ha establecido; lo que vendrá después se asentará sobre tales cimientos. Latencia A partir de los siete años, un niño quiere hechos, reglas, información; todavía existe poco pensamiento simbólico. Así pues, si la norma dice «No juegues al fútbol en el salón», se lo toma al pie de la letra: ¡la norma no dice nada sobre jugar al tenis! En esta etapa, un niño puede desarrollar una relación sana con la autoridad, en la que sabe que es dueño de sí mismo, pero también puede aprender de otros con más experiencia. Sin embargo, a veces, su mente se desarrolla de tal modo que tiene que complacer a la autoridad en todo momento. Puede responder a una falta de confianza en la autoridad; entiende que tiene que complacerla porque esta ha respondido de una forma que cree que podría «destruirle». (Psicológicamente, puede ser así cómo se percibe la respuesta.) En consecuencia, se asegura de que eso no
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ocurra, cerciorándose, además, de que su propia capacidad destructiva esté oculta para no dañar a la persona de la que depende. A veces, el niño puede sentir que el adulto no actúa a favor de sus intereses, aunque sostenga que sí lo hace; en ese caso, entra en la dinámica cierta desconfianza hacia la autoridad; el niño puede rebelarse demasiado pronto, tomando siempre el camino contrario al que le pide el adulto. Esto deja al pequeño sin una firme percepción interna de sus propias necesidades. Adolescencia El siguiente paso es la adolescencia, psicológicamente muy diferente a la idea actual de la conducta del adolescente occidental. Esta fase gira en torno al deseo de salir y construir una relación, con el objetivo final y esencial de emparejarse. De tal relación resultará algo que es previsiblemente distinto de la pareja, pero un producto de ambos. La adolescencia es el impulso de crear algo nuevo formando parte de una pareja, en lugar de autorreplicarse. Consiste en la fundación de una nueva tribu. Este verdadero significado del término adolescencia es algo mundialmente visible en algunas culturas, donde la esperanza de vida es más corta. Los adolescentes de la tribu se emparejarán, procrearán y asumirán los roles paternos de cazador, agricultor y abastecedor mucho más temprano en la vida que en otras culturas. En la sociedad occidental, la idea de casarse y fundar la propia tribu a los diecisiete años es menos común, pero eso refleja una limitación occidentalizada respecto al impulso adolescente que demora su transición hacia la edad adulta. Puede originar una frustración que es fuente de muchos de los conflictos entre adolescentes y adultos occidentales. En ocasiones, hoy en día, esa caricatura de jóvenes insolentes que no quieren padres en sus narices puede identificarse más como una segunda infancia, no tanto como adolescencia.
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Adultez El estado mental adulto se alcanza cuando empezamos a aprovechar nuestra mentalidad creativa adolescente, en lugar de aplastarla o censurarla. Las características adultas incluyen la capacidad de empatizar plenamente, de asumir la responsabilidad por nosotros mismos y los demás, de ver y aceptar las consecuencias de nuestras acciones y de permitir que otros que están cerca sean poderosos. Un adulto maduro también es capaz de aceptar los límites de su propia mortalidad, cosa que lleva a la aversión al riesgo; eso explica por qué los líderes muy buenos necesitan, en su edad adulta, una buena dosis de capacidad adolescente para asumir riesgos calculados para poder avanzar.
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La importancia de su «padre interno» y su «familia inconsciente» Hay una razón por la que hablamos tanto de las distintas etapas evolutivas y de su edad inconsciente. Todas sus características diferentes no existen en el vacío, sino en una matriz de chequeos y balances inconscientes, y solo se activan cuando son provocados en determinadas circunstancias. La cuestión clave es: ¿tiene usted un padre interno? ¿Ha sido capaz de aceptar comentarios positivos y experiencias con cuidadores y aprender de ellos para construir un padre o amigo interno, o tan solo ha asumido las cosas más rudas y ha acabado teniendo un crítico o juez interno? Cuantos más padres, amigos y hermanos internos tenemos, más fuertes somos, porque, cuando estamos solos, el «buen padre» está dentro de nosotros dispuesto a ayudarnos. Pero si se han formado respuestas más duras o más frágiles, y se han asumido, cuando estemos solos las cosas que guardamos dentro no nos serán útiles ni nos procurarán consuelo.
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Cuando alguien habla de baja autoestima, suele subyacer la inexistencia de ese amigo o padre interno que los consuele y los ayude a superar las cosas. En su lugar, algunas personas tienen críticos internos muy duros que los fustigan y azotan (los adictos al trabajo pueden ser así). No resulta saludable porque los que están a su alrededor, por lo general, un hijo o una pareja, terminan agarrándose a toda la emoción y la pérdida, que se proyectan sobre ellos. Deben reservarlo para el adulto o se verán empujados a un lado cuando esa persona avance, dejando tras de sí grandes daños. Tal falta de autoestima se da en ausencia del recurso interno para ayudar a alguien a superar los momentos complicados. En mitad de un berrinche, los niños pequeños suelen tirar sus ositos o muñecos de peluche, en lugar de llevárselos a la cama con ellos y permitirles que les hagan compañía. Un padre o una madre frustrados podría decir: «No voy a recoger tu muñeco, es la tercera vez que lo tiras». Puede parecer razonable, pero, en realidad, lo que el niño necesita saber es que el padre entiende que está enfadado con él, pero que no sabe cómo expresar por qué. Una vez que el padre o la madre ayuda a su hijo a expresar qué es lo que le ha irritado, tal vez el crío deje de tirar el osito. Con el tiempo, el juguete se vuelve virtual, a medida que se interioriza. Puede verse en su paso de la cama a la silla. Así pues, para cuando somos adultos, hemos adoptado nuestra compañía interna. Si alguien tiene un juguete sobre la cama, puede que sea un signo evidente de que sigue lidiando con su amigo interno, y que aún tiene que encontrarlo fuera de sí mismo. Probablemente, mientras otra persona desempeñe esa función resistirá. Sin embargo, de marcharse esa persona, su resiliencia podría desmoronarse.
Su andamio interno y externo El andamio interno se arma en la mente como un bebé acunado en brazos de sus padres o envuelto en mantas, para pro-
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porcionarle una sensación física de seguridad por contención externa. A medida que el niño crece a través de las etapas de destete, separación e independencia, interioriza esa envoltura y construye un andamio que imita la seguridad que le han ofrecido en el mundo exterior. Cada uno de nosotros tiene su andamio interno personal, que deriva de nuestra predisposición y nuestro crecimiento. Desde el momento de nacer, su cerebro ha estado construyendo ese andamio interno subconsciente, pieza por pieza; así, para cuando usted es adulto, cuenta con su propia estructura mental interna, una suerte de «hogar interior». Una combinación de buenos límites, disciplina y amor tenderá a fomentar la sólida construcción de este andamio interno; no obstante, si las piezas de esa estructura interna no se han colocado en el sitio «adecuado», o no se han armado de forma segura, resultará muy difícil desmontar el andamio cuando se llega a la edad adulta. En el camino, también se constata que debemos apuntalar con un andamio externo aquello que falta o resulta «inadecuado». La mente es flexible y se habrá adaptado en torno a las piezas ausentes o mal construidas para que pueda seguir funcionando. Esas «soluciones alternativas» son sus mecanismos de adaptación o de supervivencia. Así, por ejemplo, usted puede ser obsesivamente ordenado para ocultar y gestionar su caos interno, o bien puede ser totalmente desordenado para comunicar al mundo que es caótico por dentro. El problema del andamio externo es que resulta mucho más fácil de cuestionar y dañar que el interno. Tener un andamio interno seguro es la mejor forma de garantizarse cierto bienestar. Permite que nos impulsemos escalera arriba cuando hemos bajado a través del estado mental de la infancia. Como adultos, somos capaces de pasar la mayor parte de nuestras horas de vigilia en un estado «maduro» en lo más alto de la escalera, pues nuestro andamio interno es seguro. Sin embargo, de vez en cuando, todos bajamos por la escalera
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hasta una etapa evolutiva anterior. Nuestra familia inconsciente, que vive dentro de todos nosotros y procede de nuestras experiencias vitales, entra en juego de una forma mucho más irracional cuanto más bajemos por la escalera y más tiempo permanezcamos en un espacio en el que no podemos recuperar nuestro estado mental más adulto. Como ya se ha dicho, este tipo de experiencia es común a todos nosotros y forma parte de nuestra vida diaria. Hay mil estímulos distintos para un ser humano que pueden, en un segundo, hacernos salir del adulto tranquilo y bien vestido que entra en el lugar de trabajo y bajar a una etapa inferior de la escalera. Como hemos dicho, todo el mundo desciende por ella docenas de veces al día (imposible no hacerlo). Lo que importa es si nos hemos quedado atascados en el estado de la niñez (necesidad) o de la adolescencia (malhumor), por ejemplo, durante demasiado tiempo o si nos hemos recuperado rápidamente. Freud tenía la teoría de que nuestra parte primitiva (el «cerebro de reptil», situado en la amígdala) sube a «moderna» cuando estamos bajo presión, sometiendo a la parte más sofisticada de nuestro cerebro para que ya no tengamos control alguno. Con el código Cambridge, quisimos desarrollar esta idea e ir más allá. Nos centramos en el patrón siempre cambiante de bajadas y subidas por la escalera evolutiva. Cada persona tiene su propio y singular patrón, un patrón que puede medirse: el lugar al que caemos en la escalera en respuesta a un determinado estímulo y la velocidad con la que regresamos al estado de reposo adulto. Describir y cuantificar cómo caemos y volvemos a subir (nuestros patrones) nos da la posibilidad de ver una radiografía inmediata que anteriormente habría podido requerir horas de análisis terapéutico. Es aquí donde entra el código Cambridge. El código Cambridge capta el momento en el que la mente subconsciente se ve atraída hacia un espacio que no es su espacio adulto habitual; mide esa caída y luego tiene en cuenta la velocidad de recuperación.
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Título original en inglés: The Cambridge Code © 2020, Emma Loveridge y Curly Moloney Primera edición en este formato: mayo de 2021 © de la traducción: 2021, Jordi Vidal i Tubau © de esta edición: 2021, Roca Editorial de Libros, S. L. Av. Marquès de l’Argentera 17, pral. 08003 Barcelona actualidad@rocaeditorial.com www.rocalibros.com ISBN: 9788418557033 Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, ni registrada en o transmitida por, un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia, o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito de la editorial.