Secretos de confesión, Fernando Rueda y Mikel Lejarza

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Secretos de confesión

50 años de la Operación Lobo Mikel Lejarza y Fernando Rueda

SECRETOS DE CONFESIÓN

Mikel Lejarza y Fernando Rueda

50 AÑOS DE LA OPERACIÓN LOBO. LA EXPLOSIVA CONTINUACIÓN DE YO CONFIESO

Secretos de confesión son las narraciones de la vida de Mikel Lejarza desde un pun to de vista diferente, dando voz a personas que habían permanecido en la sombra, personas con las que ha compartido partes trascendentales de su vida. Jefes, colabo radores o familia que nunca habían hablado sobre su relación con él, personas que han hablado desde una perspectiva íntima y personal de unos hechos y sentimien tos distintos a los expresados por Mikel.

En 2023 se cumplen cincuenta años del inicio de la operación Lobo, cincuenta años del mayor éxito en la lucha contra ETA, cincuenta años del ingreso de Mikel Lejarza en el servicio de inteligencia. Esta segunda entrega de las trascendentales memorias de El Lobo también incluye historias novedosas y sorprendentes que no había querido desvelar y un capítulo extenso llamado «Charlas de café: vamos a contar verdades», en el que Mikel compartirá sus sentimientos, sus anécdotas, sus errores y aciertos, los temas que menos le gustan... en una conversación con Fer nando desde lo más profundo de su corazón. El sonido de las palabras de Mikel, el agente negro más antiguo y de mayor prestigio en la historia de España, arrojará luz sobre esas cuestiones que nadie se había atrevido a preguntarle.

El libro está marcado por la leyenda creada por ETA de que cualquiera de sus miembros siempre llevaba una bala reservada para matarlo. Una venganza que cin cuenta años después no han podido ejecutar.

ACERCA DE LOS AUTORES

Mikel Lejarza nació en Villaro (Vizcaya). En 1972 el servicio secreto empezó su cap tación para infiltrarle en ETA con el alias mítico de El Lobo y consiguió asestar a la or ganización el mayor golpe de su historia.

Fernando Rueda es el máximo especialista español en asuntos de espionaje. Habitu al conferenciante en todo tipo de foros, como periodista ha trabajado en prensa, radio, televisión y diarios digitales, dedicándose desde sus inicios al periodismo de investiga ción. Autor con Mikel Lejarza del best seller Yo confieso —este es su libro número 18—, ha combinado grandes éxitos como La Casa, La Casa II, Destrucción masiva, El regreso de El Lobo o El dosier del rey.

ACERCA DE SU OBRA YO CONFIESO

«405 páginas que te dejan sin aliento. Estas confesiones de El Lobo son imprescindi bles para conocer esa parte que ha permanecido oculta de nuestra historia reciente.»

Julia Navarro

«Un trabajo espléndido.»

Nieves Herrero

«La gente encontrará muchas informaciones que le apasionarán en este libro.»

Bruno Cardeñosa, en La rosa de Los vientos, Onda Cero

Índice

prólogo de Fernando Rueda De Yo confieso a Secretos de confesión (con mención a Garbo y Salman Rushdie) ................................................. 13

introducción de Mikel Lejarza La bala que habría recibido encantado ................................... 19 prefacio

Cómo me captaron hace cincuenta años ................................ 25 parte i. los otros

1.

La última bala de ETA ........................................................ 33

Etarra Makazaga: A Lejarza lo torturaron y lo hicieron desaparecer ..................................................................... 35

Periodista Zuloaga: Dimos la noticia ocultada de que a la Policía se le había escapado un etarra ........................... 38

Etarra Makazaga: He concluido la impostura de quien afirma ser Lobo .............................................................. 41

Periodista Zuloaga: Empezó a correr el rumor de que el etarra huido era un colaborador ................................ 43

Lo que vivió el etarra Juan Cruz Unzurrunzaga: Había plena confianza en El Lobo ............................................ 45

La familia de Mikel nunca habría aceptado a un impostor ... 48

La versión de El Lobo .......................................................... 52

2

. Fernando San Agustín, el precedente de El Lobo en ETA .... 58 Infiltrarme en ETA habría sido una locura, era muy difícil engañarlos ............................................................ 60

Alguien se llevó la pistola de El Lobo ................................. 63 Preparé la Transición con los antifranquistas ..................... 67 Mikel regresa de México, el servicio estudia matarlo ........ 71

Cualquier descerebrado intentará acabar con él ................ 74 Sin respeto a los servicios de inteligencia .......................... 75

3

. Carlos Prieto, agente operativo con Lejarza ....................... 79

Un servicio que no se sabe lo que es ni lo que hace ............ 81 ETA mata a un compañero del CESID ............................... 83

Misión: acompañar a un agente especial en la frontera ..... 86

Una borda, escondite para etarras procedentes de Francia ... 92 Nos confundieron con un comando de ETA ....................... 94 Nos estábamos jugando la vida y el servicio no se enteraba .. 99 No interesaba un contacto dispuesto a infiltrarse en HB ... 103

4. La pesadilla de ser familia de El Lobo ............................... 108

Un niño delgadín, poca cosa, que no sobresalía en nada ..... 110 Mi hijo se enteró por la tele de que yo estaba en prisión .... 116 Nunca me atreví a preguntarles a mis padres por lo que sufrieron ............................................................ 119

4A. Las hermanas ................................................................. 121 Sentíamos angustia por Miguel ....................................... 125 Mi primer novio me dejó por miedo ................................. 129

Nuestros padres llevaban fatal no poder ver a su hijo ..... 133 «Hijo, qué viejo te veo» .................................................... 135 Un ángel te está cuidando ................................................. 137

Nosotras no hemos vivido el vacío ................................... 139

4B. Los cuñados .................................................................... 143 Fue muy duro pensar lo que habría sufrido durante la infiltración ................................................................ 144 Traumática estancia en el País Vasco ................................ 147

Periodistas desvelan que soy un cuñado policía de El Lobo .. 148 Implicado injustamente en la trama catalana de Miguel ..... 151

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. El lado misterioso ............................................................. 155

«Mikel ya está muerto» .................................................... 159

Miedo a lo sobrenatural .................................................... 163

La mujer de Ezkerra tiene un presentimiento ................ 165 El destino existe ................................................................ 165 Fuera de mi cuerpo ............................................................ 167

Las brujas de las cuevas de Zugarramurdi ........................ 167 Ventanas que se abren solas, suena el teléfono descolgado… .................................................. 169

Tres objetos inmóviles en el cielo ..................................... 174 Dos torres quemándose, cayendo…, antes del 11-S ......... 176 El etarra cojo colocando una bomba ................................. 177

Fuerzas que me han ayudado ............................................ 179

6. Carlos Ramos, psicólogo clínico. El yo íntimo de El Lobo ... 181 La labor de inteligencia es adictiva como la droga ............ 183

La relación con los jefes, difícil de sobrellevar .................. 186

Acorralado: enemigo de sí mismo .................................... 188 Los agentes de inteligencia son gente triste y valiente ... 189 La complicada sexualidad del infiltrado ............................ 191 parte ii. mikel

7. El (pen)último trabajo de El Lobo, el más sórdido todavía .................................................................................... 199

Una alternativa al terrorismo para seguir conectado al servicio secreto ......................................................... 201

Búnkeres llenos de palés de billetes y programas para blanquear dinero .................................................. 204

Un billón de dólares a mi disposición ............................... 210

Bonos por 5330 millones de dólares a mi nombre ........... 218 Cómo se desarrolla un high program ............................... 221

Recibimiento sorprendente en Nueva York ..................... 234

Un negocio de 5000 millones con empresarios turcos ..... 241 Liarme a tiros o escapar de Brasil ..................................... 243 Gente dispuesta a traicionar y matar ................................ 246

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. Charlas de café: vamos a contar verdades ......................... 249

No soy Mikel Lejarza ........................................................ 250

El etarra que viene a matarte es más fácil de detectar que un loco ................................................................... 262

Calderón intentó echarme porque había sido leal al Gobierno socialista ................................................... 270

La animalada de Jambrina en Barcelona ........................... 274 Ahondar en ciertas conspiraciones acorta la vida ............. 280

Lo mal que se lo he hecho pasar a mi familia por mi trabajo ..................................................................... 281

Los infiltrados padecemos una depresión crónica ............ 291 Soy un comilón, como buen vasco de cien apellidos ........ 296

En prisión, rodeado de tres etarras ................................... 299 La fe me ayuda a seguir adelante ...................................... 302 Villarejo siempre ha hablado mal de mí............................ 305 Una tumba escondida con la imagen de un lobo aullando .. 309

epílogos

Alberto Saiz, exdirector del CNI: Me sumo a un homenaje merecido por su lealtad, coraje y valor ............. 317

Arturo Ros Murgadas, obispo auxiliar de Valencia: Gracias por tu testimonio, tu vida y tu amistad ................ 321

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Dedicado a todos aquellos hombres y mujeres que en silencio se juegan la vida por España

prólogo

De Yo confieso a Secretos de confesión (con mención a Garbo y Salman Rushdie)

Es parte de la profesión de escritor, como es parte de la profesión de espía, aprovecharse de la comunidad a la que está unido, para tomar información —a menudo en secreto— y traducirla en la inteligen cia de sus amos, ya sean sus lectores o sus jefes en el espionaje. Y creo que ambas profesiones son, posiblemente, más bien solitarias.

Hace cuatro años, Mikel Lejarza y yo empezamos a escribir un libro con un planteamiento muy ambicioso, con ganas de contar una historia que incluyera un montón de aventu ras. Queríamos reflejar su vida, tanto la del ciudadano Lejarza como la del agente de inteligencia El Lobo, desde su nacimien to hasta la actualidad.

Había muchas preguntas por responder y opiniones por re cabar; operaciones desconocidas que destapar; aventuras —ya contadas— que aclarar desde el punto de vista de su protago nista; personas vinculadas estrechamente a Mikel con las que hablar, y acontecimientos que investigar. No tardamos en darnos cuenta de la imposibilidad de su-

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marlo todo en un libro. No solo por la cantidad de relatos, sino por el enfoque de las variadas narraciones, que dificultarían los objetivos que nos habíamos marcado. Así que decidimos escri bir primero Yo confieso, las memorias en primera persona de Mikel. Su versión de todo lo que había pasado en los anteriores cuarenta y cinco años, incluyendo las numerosas historias des conocidas que no había contado hasta entonces.

Todo lo demás lo aparcamos para otro libro, para este que tienes entre las manos, que finalmente ha sido una amalga ma bien cuidada de temas más extensos e intensos de lo que los dos nos habíamos podido imaginar. Secretos de confesión es la continuación desde un ángulo completamente distinto. Con el micrófono en esta ocasión en mi mano, hemos busca do otras narraciones sobre su vida dando voz a personas que hasta ahora habían permanecido en la sombra. Personas, con su propia historia apasionante, con las que ha compartido partes trascendentales de su vida. Jefes, colaboradores y familia que nunca habían comentado su relación con él, personas que han hablado desde una perspectiva íntima y personal de unos hechos y sentimientos distintos a los expresados por Mikel. Hombres y mujeres con un papel en la vida de El Lobo sin el cual no se entendería a un personaje encantado de rendirles el tributo que se merecen.

Lo que no vimos —debería decir, lo que yo no vi— es que finalmente íbamos a poder incluir también una serie de histo rias de la vida de El Lobo que Mikel fue reacio a publicar en Yo confieso. Unas me las contó en las maratonianas jornadas de trabajo que compartimos y otras surgían en ambientes más distendidos, como las cenas que al final del día compartíamos con Mamen y, en ocasiones, con algunos amigos especiales.

No las desvelamos en su momento porque Mikel se negó en redondo, no sabía cómo se tomaría la gente la parte mágica de su vida, esa a la que yo estoy tan cercano y veo con mucha más naturalidad, gracias a compartir programa de radio, La

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rosa de los vientos, con unos estupendos compañeros que de los temas del misterio saben más que nadie. Tampoco incluimos, por razones distintas, los relatos que había compartido conmigo sobre su familia. Lo debatimos intensamente. Defendí la necesidad de esas historias para que la gente entendiera su vida en la clandestinidad. Pero eran tramas en las que participaban sus padres ya fallecidos, sus queridas hermanas, que se quedaron a vivir en un País Vasco que las señalaba por su relación con Mikel, y otras personas cercanas a él a las que nunca había querido implicar. Había también una historia cruda que yo había descubierto por casualidad: el último e inusitado ataque, bastante deses perado a estas alturas de la película, procedente del seno de ETA. Hace mucho tiempo que Mikel no da importancia a estas comeduras de coco de unos terroristas que cincuenta años des pués siguen sin asimilar que el servicio secreto infiltró a uno de sus hombres, alguien sin experiencia previa en el espionaje y que casi acaba con toda la organización. No lo convencí para sacarlo en Yo confieso, pero sí para hacerlo ahora. Junto a toda esta nueva visión de la España en la que nació el mito de El Lobo y el cúmulo de hechos novedosos ocurri dos en los años posteriores, hemos tenido muy presente que en 2022 se cumplen cincuenta años del inicio de la Operación Lobo, cincuenta años del mayor éxito en la lucha contra la ban da terrorista, cincuenta años del ingreso de Mikel Lejarza en el servicio de inteligencia español. También hemos incluido un capítulo extenso llamado «Charlas de café: vamos a contar verdades», en el que Mikel aceptó compartir sus sentimientos, sus anécdotas, sus errores y aciertos, los temas que menos le gustan…, en una conversación en la que nos sumergimos hasta lo más profundo de su corazón. El sonido de las palabras de Mikel, el agente negro más antiguo y de mayor prestigio en la historia de España, arrojará luz sobre esas cuestiones que nadie nos habíamos atrevido a preguntarle.

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No hace mucho tuve que escribir un texto para una exposi ción internacional sobre espionaje. Me preguntaron quiénes eran los más grandes agentes españoles de la historia y no dudé en contestar que Juan Pujol, alias Garbo, y Mikel Lejarza, El Lobo. Repasé la vida del español que había engañado a Hitler sobre el lugar exacto en el que se produciría el desembarco de Normandía, vital para que los aliados ganaran la Segunda Guerra Mundial. Garbo cuenta que, cuando acabó su misión, tuvo que desaparecer para evitar que los nazis lo descubrieran y lo mataran. Salió en dirección a Estados Unidos: «Acompañado de Tommy Harris, ya que el MI5 se había propuesto cuidar de mí hasta el final. Los británicos siempre se portaron maravillo samente conmigo».

El catalán Pujol desapareció del mapa durante cuarenta años y cuando «volvió a la vida» lo llevaron a Londres para homenajearlo. María Eugenia Kreisler, su hija, me lo contó en mi programa de radio: «Con el paso de los años fue consciente de la importancia de lo que había hecho. El servicio secreto in glés le reconoció su labor. Yo viajé a Londres con él y lo querían muchísimo. El príncipe Felipe de Edimburgo le entregó públi camente la medalla del Imperio británico y estuvo hablando con él veinticinco minutos, cosa que no hacía con nadie. En España no se lo reconocieron nunca».

Después de cincuenta años de su captación como agente se creto, cualquier comparación entre Garbo y El Lobo en lo que respecta al reconocimiento y cariño es pura casualidad. Relean el párrafo anterior y verán todo lo que en España no se ha hecho con el vasco Mikel. Solo hay una excepción: el cariño mostrado por la inmensa mayoría del pueblo español, que yo he sentido en grandes ciudades y pequeños pueblos cuando hi cimos los viajes de promoción de Yo confieso.

Ha habido un acontecimiento en el mundo, aparentemente sin conexión con este libro, del que es imprescindible hablar. El autor Salman Rushdie estaba pronunciando una conferencia

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en Nueva York el 13 de agosto de 2022 cuando fue acuchillado por un joven desconocido llamado Hadi Matar, de veinticuatro años. Por suerte, no lo mató. El atacante seguía el impulso or denado por una fetua dictada por el régimen de los ayatolás en 1989 —treinta y tres años antes— que consideraba blasfemo su libro Los versos satánicos. En Irán aplaudieron al «hombre valiente», aunque las autoridades negaron rotundamente cual quier vínculo con el extremista.

En 1975 ETA lanzó un mensaje «a todo el pueblo vasco» para que acabara con la vida de Mikel Lejarza por haberse infiltrado en la organización y haberles producido un daño terrible. Lo consideraban un traidor y le avisaban de que «tarde o temprano, la justicia revolucionaria vasca acabará imponiéndose». El servi cio secreto alertó a Mikel tras la desaparición oficial de ETA de que esta situación es más peligrosa para él que la anterior. Por lo mismo que le ha pasado a Rushdie: un loco que ni siquiera había nacido cuando lanzaron la fetua, utilizando las armas a su alcance, en este caso un cuchillo, quiere su momento de gloria. Por desgracia, Mikel deberá seguir en la clandestinidad. Para terminar, disculpen si resulto reiterativo para los que me siguen desde hace años, pero es muy importante para mí de jar constancia de lo afortunado que soy por poder compartir mi vida con Alicia Gil, ante quien pongo rodilla en tierra para pedirle que vuelva a casarse conmigo cuando dentro de poco cum plamos veinte años de nuestra anterior boda (espero respuesta); con Elena y Sandra, mis hijas adorables, mis deliciosas pequeñas, y Jaime, mi niño, por desgracia ahora lejos. Y hoy quiero incluir a un amigo especial con el que llevo años compartiendo grandes momentos, no todos ellos alegres. Le llaman Mikel, pero en realidad se llama Miguel. Y aunque cambie de apellido con fre cuencia, siempre será el primogénito de la familia Lejarza Eguía.

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La bala que habría recibido encantado por Mikel

Es posible que algunos se pregunten por el motivo de este nuevo libro y quiero explicar que han concurrido varias razones. La primera tiene que ver con un amigo que leyó Yo con fieso; cuando le pregunté su parecer, me contestó lo siguiente: «Me ha parecido el resumen de una vida, una difícil vida, pero me ha parecido que hay vacíos». Me dio que pensar. Me cuesta un montón volver la mirada hacia atrás, revivir historias que siempre he querido olvidar, «duele rememorar el pasado», y el problema es que lo recuerdo todo como si fuera ayer, mi memoria sigue intacta. Fernando Rueda lo ha podido constatar, y siento por él lo difícil que es escudriñar en mi interior. Hemos hablado mucho, diría que muchísimo, lo he visto sudar intentando organizar todas esas horas de charla, hasta el punto de que nos olvidábamos de comer, de degustar esos vinos inmejorables y esas viandas que nos sir vió un querido amigo. Hasta llegó a asustarse Fernando en una ocasión y me llamó para plantearme sus dudas: «Mikel, ¿tú oíste pájaros cuando estuvimos ensimismados con nues tra charla del otro día?». Me quedé sorprendido, no podía ser posible.

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Lo cierto es que en la grabación el rumor de los pájaros era enorme y pregunté a mi amigo del restaurante: «Hijo, ¿fuera del reservado en el que estábamos había pájaros?» (lo llamo «hijo» porque para mí y mi familia es más que un hijo). Él me contestó que en el olivo suele haber gorriones, me quedé con una sonrisa socarrona y telefoneé a Fernando para confirmarle que estábamos tan metidos en nuestro tema que no nos dimos cuenta de nada.

Durante meses he narrado aventuras, contestado a todas las preguntas, pero nunca he perdido la perspectiva de que, en conciencia, hay algunas cosas que no tengo más remedio que obviar. Primero, porque soy un soldado, soldado sin uni forme, así somos los agentes negros, que tenemos muy claro que por encima de todo está la lealtad. Muchas cosas se irán conmigo a esa tumba sin nombre, y muchos, si la ubicaran, escupirían sobre ella, sobre todo aquellos que no tienen ni idea de lo que significa la lealtad y el sacrificio por tu país. Me duele tener que decirlo así, me hace daño solo el hecho de pensarlo, pero soplan vientos difíciles en los que ahora los malos son buenos y los buenos son malos, aunque la verdad es que ni todos son tan malos, ni todos tan buenos.

Soy consciente de que por ambas partes se han hecho cosas malas, pero cuando se empieza a asesinar, hay que tener en cuenta que no hay vuelta atrás, y los de ETA lo sabían perfec tamente. El daño fue terrible, asesinados por doquier sin un fin concreto, industrias destrozadas, miedo en la población, en fin, terror y, como he explicado, sin un objetivo concreto.

Es cierto que ha habido arrepentidos, y algunos muy reales; el asesinar a sangre fría, si no estás loco, te persigue y te come por dentro. Ahora bien, yo me pregunto: ¿hay que olvidar todo el horror y pasar página?, ¿así de sencillo?, ¿por qué?, ¿porque es políticamente correcto? Perdonen, pero me río de la política, me río de los que escriben la historia, ¿es lícito vender por un puñado de votos el alma al diablo? Una sola vida, solo una, no

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se merece eso. Lo digo claro y alto: si una bala en mi cabeza hu biera servido para salvar la vida de tantos asesinados después de la Operación Lobo, la hubiera recibido encantado: «No hay amor más grande que el del que da la vida por los demás».

En mi juventud, el País Vasco era la zona más confesional de España, la familia lo era todo, los valores, eso es lo que nos hacía grandes, pero todo se perdió, creo que ya es irrecuperable, porque la semilla del odio ha crecido y persiste. Confío en que ETA nunca volverá a coger las armas, pero todavía nos queda mucho por ver y, en lo que a mí respecta, no me fío de nadie que haya simpatizado o simpatice con ellos; si tiene que llegar esa bala, llegará, pero lo vivido vivido está.

La segunda razón por la que escribimos este libro es el 50 aniversario del comienzo de mi andadura por el camino de las infiltraciones y el espionaje. Cincuenta años difíciles; cuando pienso en el día que salí de ETA me entran escalofríos, es muy difícil subsistir en este tipo de vida, porque te conviertes en un estorbo. En mi servicio, y en algunos otros también, pensaban: «Ya ha dado más de lo que esperábamos, ¿de qué nos sirve ahora?». Te convierten, como decía despectivamente el exdi rector del servicio Javier Calderón, en un juguete roto. Duro, ¿verdad? Pues pensad lo que puede suponer cincuenta años subsistiendo entre envidias, odios y ninguneo. «Hazte valer», me decían continuamente, mientras estaba tirado en un mun do hostil, huyendo, escondiéndome como un lobo, buscando y buscando algo que me permitiera estar cerca de los míos. Así es esta historia, la historia de El Lobo, un agente negro, hecho totalmente a sí mismo, sin la más mínima preparación, aprendiendo en la universidad de la vida.

El tercer motivo que me ha impulsado es algo novedo so para mí, un tabú al que he derrotado, algo que nunca me había planteado hasta ahora. Quizás porque necesitaba huir de la carga que llevaba encima relacionada con aquello de «Olvídate de todo, ahora estás solo, no existes, no tienes a

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nadie». Con el paso de los años y todo lo que he vivido, dejas en libertad los sentimientos sobre esas personas de las que tuve que alejarme. Motivo que nos llevó a la decisión de que en este libro hubiera otras voces. Es muy difícil para mí ponerme en el papel de mi familia en aquellos tiempos de plomo y horror, con todo el País Vasco empapelado de carteles con la fotografía de «tu hijo, tu hermano», a modo de bando, como si se tratara de Jack el Destripador o peor aún. Nunca se ha visto en la historia semejante campaña.

A veces quiero ponerme en la piel de mi padre, de mi madre, de mis hermanas, e imaginarme paseando por la calle y toparme con el cartel. Notar el odio con el que lo habían elabora do mientras miraba la cara de aquel muchacho de caserío que, sin derramar una gota de sangre, cumplió con su trabajo hasta donde se lo permitieron. Imagino a mi familia leyendo «Se busca, el pueblo nunca perdona» y sintiendo un dolor intenso interior ante la llamada de los terroristas lanzada al viento para que cualquiera acabara con la vida de su hijo, de su hermano.

A mí, la verdad, no me despierta ninguna sensación. Me hubiera gustado que los míos del servicio no me lo ocultaran en su momento y sentí que nunca emitieran siquiera una nota explicando que El Lobo no era ningún traidor, era un agente que, por las prisas y sin experiencia alguna, descabezó ETA con el único fin de que se acabaran los asesinatos sin senti do. Prefirieron dejarlo correr, creyeron que ya lo tenían todo dominado. «¿Y El Lobo?, joder, ¿qué coño hacemos con él? Dejémosle correr a su aire.» Pero gracias a las informaciones de El Lobo se siguieron deteniendo durante bastantes años más a muchos etarras.

Pero vuelvo al tercer motivo: que mis hermanas, lo único que me queda de familia, expresaran lo que habían vivido, y nunca contado, directamente a Fernando. Yo tan solo les pre gunté si estaban dispuestas a hablar con él. Así lo hicieron y más adelante puedes leer sus palabras.

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Igualmente, mi ilusión era que escribieran otros desde su punto de vista, a mí me da igual lo que cada uno exprese, aunque tenga un parecer diferente al mío, incluso si no me va a gustar nada de lo que diga, tan solo quiero que se reflejen sus propios pensamientos y vivencias. Por supuesto, recurrí a muchos (la mayor parte de los jefes de entonces ya han fa llecido), pero aún hay compañeros que vivieron en directo y tiempo después todas mis vicisitudes.

Pero nadie quiere que lo liguen con El Lobo, ¿miedo?, ¿qué pasa? Yo, desde luego, no puedo entenderlo, tan solo a veces recuerdo aquella frase: «Dios mío, no permitas que algún día tenga que pensar que me equivoqué». Tan solo con dos de ellos —un buen amigo como Fernando San Agustín, que me dio co bijo cuando más lo necesitaba, y Carlos, compañero de mugas y otras experiencias— aún sigo teniendo contacto muy asiduo.

Y hay una excepción, muy importante, que es Alberto Saiz. Por dos razones: primera porque fue un relevante director del CNI, aunque estoy seguro de que, tal como le dije un día a Félix Sanz Roldán, paseando por el campo al principio de su nombramiento como director general, «en poco tiempo no te van a dejar seguir hablando conmigo». Así fue. Porque, aunque su mando era muy contundente, siempre estaban aquellos que lo aconsejaban, que quieren enterrar el nombre de El Lobo. Y poco a poco facilitan que te diluyas en el olvido. Con Alberto, quizás fui yo el que no me porté bien con él. Ese «quizás» es porque uno realiza el trabajo que le piden —en este caso, investigar al director— y mi cometido era ese, pero ahora es cuando me doy cuenta de que, a pesar de ello, es el único que tiene a bien escribir en este libro. Su presencia es muy importante para mí.

También está Piti, mi cuñado, a quien le tocó vivir momen tos duros y al que agradezco su granito de arena desde su mira da en este proyecto. Por supuesto, mi enorme agradecimiento a mi hermano en Cristo, el obispo Arturo, por su epílogo.

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A mí me hubiera encantado que incluso se hubiera plasma do la mirada de algún etarra desde su punto de vista, realizada en especial para este libro. Es bueno conocer el pensamiento de tu enemigo en la guerra, por supuesto cada uno tiene que cumplir con su obligación, pero no hay que perder el respeto ni al enemigo.

Este libro cierra el periplo de El Lobo, del viejo Lobo, pero he tenido tiempo de preparar a otro Lobo joven. Mi tiempo ya pasó, ahora las tecnologías hacen que te tengas que renovar, y así lo he hecho. Gracias, Raúl, porque cuando yo me vaya de este mundo, al cual la verdad no tengo mucho apego, sé que dejo al mejor y con el mejor equipo. Eso hace que la sombra del viejo Lobo no se difumine.

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Cómo me captaron hace cincuenta años

«En cincuenta años había habido infiltrados en ETA, pero salvo lo de Mikel Lejarza no creo que hayan dado los frutos de mi confiden te Sandokán.»

El comisario jubilado Enrique Pamies ensalza el trabajo de un con fidente que tuvo dentro de ETA. «Lleida y Sandokán, el policía y su confidente de la kale borroka que se jugaron la vida juntos para acabar con ETA», Pablo Muñoz, ABC, 15 de agosto de 2022.

En 1971, mi tío Canuto Eguía trabajaba en temas de seguri dad y conocía a gente que se movía en esos ambientes en el País Vasco. Era amigo de un policía llamado Paco G. Desconozco los detalles exactos, no sé si estaba buscando colaboradores o qué, pero imagino que un día charlando le dijo que tenía un sobrino que se movía bien. Paco debió mostrar interés en conocerme y mi tío nos presentó. Nada me puso en alerta, ni me chocó de una forma especial, un amigo policía de mi tío con el que empecé a verme y charlar muy de vez en cuando.

El caso es que, como cualquier españolito, yo tenía que ir a la mili y Paco se ofreció para buscarme una enchufada buena. Hice el año y medio completo, primero el campamento en ba rracones en el CIR de Araca, en Vitoria, con un frío tremendo, y después me destinaron a Artillería en Burgos, aunque no vi

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un cañón en todo el tiempo. Fui un poco más mayor porque en el registro civil me inscribieron bien el día y el mes de naci miento, pero el año lo pusieron equivocado. Nunca lo cambié porque me venía bien. Metieron también la pata con mis hermanas, pero ellas lo arreglaron.

Apenas había empezado a vestir el uniforme militar, un día me puse a hacer dedo, me paró un coche con dos chicos jóvenes y resultó que eran policías. Uno era José Antonio L., que era buen amigo de Paco, aunque este tenía un grado por encima. Me contó que él conocía también a mi tío Canuto y nos ensimismamos tanto en la conversación que cuando me bajé del coche me olvidé la gorra. Tuve que ir a comisaría a recuperarla, pregunté por José Antonio, me la trajo y eso supuso que se sumara a los encuentros que tenía con Paco siempre fuera de Bilbao.

Mientras estaba en la mili quedábamos, hablábamos, pero no profundizamos. Yo estaba en deuda con Paco por el favor que me había hecho al recomendarme en la mili. A él y a José Antonio los veía en plan de amigos, aunque tener amigos po licías en aquella época era muy jodido para una persona como yo, vasco, y que además vivía en Basauri. Paco también me ayudó cuando tuve algunos problemillas de pago en mi etapa de decorador. Él estaba sembrando para recoger en el futuro.

Cuando acabé la mili, a finales de 1972, activaron aún más su deseo de contar conmigo de alguna manera, aunque fue de una forma genérica, sin concretar. Yo lo tenía claro, no quería quedar en un sitio donde los conocieran a ellos o a mí. Nos íbamos a Santurce, y poco a poco empezaron a sacarme el tema de que estaría muy bien que les echara una mano.

Ahí empieza mi historia en este mundo. Llevaban un tiem po aprovechándose de la relación de amigos que habíamos es tablecido para concienciarme de la situación en el País Vasco, contarme en qué consistía su trabajo y detallarme algunas de sus operaciones, incluidas las detenciones que habían realiza-

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do. Yo me dejaba querer, sin entrar al trapo, respondiéndoles que no tenía ni puñetera idea de lo que me estaban hablando y dejándoles bien claro que era demasiado riesgo para mí traba jar con la Policía o la Guardia Civil.

No entraban de lleno, iban muy poco a poco. Paco era uno de los mejores policías en temas como las actividades de los sindica tos o de los grupos marxistas, mencionaba a ETA, pero él y José Antonio reconocían que lo desconocían casi todo. Me acuerdo de que Paco me contó que unos sospechosos habían quemado unos papeles y él supo sacar la información de los restos.

Poco a poco, tras ver mi reacción positiva a los temas, se fueron soltando. Su pretensión desde el principio era que me convirtiera en un soplón, pero no estaba claro en dónde, por lo menos no me lo manifestaban. Con la vida que yo llevaba, no tenía ni puñetera idea de nada y carecía de acceso a esos datos que a ellos les podrían interesar.

—A ver si te enteras de algo por ahí —me decían—, de alguna cosa que nos venga bien a la Policía.

—Si me entero, ya os lo diré.

Pero yo no vivía en ambientes como para saber cosas, no te nía ni noción, es que no sabía lo que significaban las siglas ETA. Después, cuando empecé, supe que era Euskadi Ta Askatasuna.

Ellos perseveraban, pasamos a vernos una vez a la semana en lugares concretos, diferentes, aún más protegidos de las miradas ajenas. Empezaron a profundizar en el tema del terrorismo, los problemas que suponía, todo era una mierda, iba a ser un caos, al final se iba a cabrear el Ejército e iban a mandar los tanques. Había comenzado la comedura de coco, la concienciación.

Yo me había criado en los ambientes del centro parroquial y esos mensajes de alguna manera me calaban. Pero mantenía mis dudas.

—Paco, yo no puedo convertirme en un informante vues tro porque me van a pillar y me van a pegar cuarenta tiros, aparte de que no tengo ni puta idea de estas cosas.

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—No te preocupes —me contestaba—, ya verás cómo bus caremos alguna solución.

Entre pitos y flautas pasaba el tiempo y empezó a manifes tarme que había otras formas de trabajar. Hasta que de repente me soltó:

—Hay un servicio de inteligencia y te quiero presentar a ellos.

—¿Y qué quieres que haga yo?

Cincuenta años después le sigo dando vueltas a los detalles de mi captación, intento llenar vacíos. Está claro que en 1971 Paco decidió probar conmigo a ver si valía para ayudarlos en algo, unos meses después metió en el trabajo a José Antonio y en 1972 me dieron el visto bueno e intensificaron la captación y preparación. Debió ser ese año cuando Paco habló con un amigo que era inspector de primera como él, Emiliano Sánchez Mateos, pero destinado en el SECED, en Bilbao, como técnico en inteligencia. Le debió contar las cualidades que había encontrado en un joven con raíces vascas y que me estaba pre parando para trabajar dentro de alguna de las organizaciones colocadas fuera de la ley.

El tema fue despacio. En la oficina de Bilbao pensarían que tenían ahí a un chaval que a lo mejor algún día les valía. Alguna vez lo he comentado con algún jefe, los altos mandos de Madrid no tenían prisa, era un servicio que estaba nacien do. Lo primero fue valorarme para ver si veían algo en mí. Cuando yo he tenido que buscar a alguien para infiltrarlo, por ejemplo en Terra Lliure, me llevó mucho tiempo la con cienciación, preparación, convencerlo… En mi caso imagino que sería igual, Madrid pasaría de todo y en Bilbao estarían deseosos de tener a alguien.

Les dio el ataque de prisa tras el acontecimiento que con vulsionó el país el 20 de diciembre de 1973. ETA atentó contra Carrero Blanco y allí se desbocó todo. Empezaron a correr. Paco me dijo: «Desde Madrid vienen a verte». Falso, vinieron de allí

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mismo, de la delegación en el País Vasco del SECED. Apareció Emiliano, al que llamaba Carlos, que pasó a encargarse de mí desde Bilbao, donde estaba Ángel Ugarte como jefe de la zona. Me propusieron infiltrarme en ETA, les pedí cuatro días para pensármelo, me fui al bosque para superar mis miedos, como conté en Yo confieso, les dije que sí y ahí empezó toda la historia. Al servicio le habían dado un ultimátum de que hacía algo o se iba a tomar por culo. Pero claro, no hay que olvidar que en la trama del asesinato de Carrero estaba metido uno del servicio que colaboraba con los americanos, uno de la Marina. Antes de nada, el gordo Sainz, que estaba de jefe superior de Bilbao, posteriormente director general de la Policía, me ges tionó los papeles para entrar en ese cuerpo. El SECED en aquel momento trabajaba con la Policía Armada, en la que todos los mandos eran militares. Por eso se hizo la operación con ellos y no con la Guardia Civil. Guardias había dentro del servicio, pero lo fuerte se hizo con la Policía, seguramente habría quedado mejor si se hubiera hecho con la Benemérita, porque en aquella época la Policía no estaba suficientemente preparada. Yo no sé lo que verían en mí. Lo que no me esperaba de ninguna forma era terminar metido en un servicio de inteli gencia, cuando me dedicaba a la decoración y me ganaba la vida muy bien. Así fue como comenzó mi historia, cómo me pescaron. Al final piensas que las cosas suceden por alguna razón.

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parte i

Los otros

La última bala de ETA

No trabajas ilegalmente en un país extranjero, fingiendo que eres quien no eres, por un sueldo: no creo que la gente pueda hacer los sacrificios que una vida como esta implica sin creer en aquello que hace. Esto que hicimos no se puede hacer sin creer que es muy im portante para la defensa de tu país.

Elena Vavilova (agente del KGB), La mujer que sabe guardar secretos 30 de julio de 1975. Mediodía en Madrid, calor seco asfixiante. Los implicados en la refriega que estaba a punto de iniciarse hubieran preferido algo más de viento y frío. La temperatura no era la más adecuada para soportar con dignidad los efectos de la tensión que acarreaba jugarse la vida por sorpresa, tener que correr a la desesperada para escabullirse de la Policía o, en sentido contrario, para evitar la huida de los terroristas. De un lado, cuatro miembros de ETA en un coche, ventanas bajadas, viajaban con su habitual cautela por el lateral del paseo de la Castellana, en dirección a la plaza de Castilla, en la zona próxi ma al estadio Santiago Bernabéu. Tensión sin exceso, la habitual: nadie conocía su presencia en la capital, lo que les otorgaba una cierta ventaja. Cuando cometieran el primero de los atentados que llevaban semanas preparando, entonces sí correrían riesgo.

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Del otro lado, centenares de policías uniformados y de pai sano, avanzando por todas las calles, amplias y estrechas, en sentido contrario al suyo, cerrando la pinza para atrapar a su pieza, respaldados por las amenazantes sirenas encendidas, las manos cerca de las metralletas Z-60, prevenidos ante el enfrentamiento cercano con etarras desconocidos de los que solo sabían que iban a bordo de un Mini rojo.

El despliegue de los grises carecía de discreción, en la dic tadura la calle era de ellos. Con la tensión reflejada en la cara, escrutaban los vehículos y a sus ocupantes, estaban allí, seguro, cerca de ellos, aproximándose. Sabían el modelo, el color e incluso la matrícula, indicaciones distribuidas no mucho antes por los altos mandos de la Brigada Político-Social. Nadie les había pedido que no dispararan, eso de pillar a los militantes de ETA vivos antes que muertos. Seguramente los uniformados, o los secretas que iban con ropa de calle, habían interiorizado que si se entregaban por las buenas, genial, pero si les hacían frente, si intentaban huir o echaban mano a sus armas, la única respuesta posible sería dispararles hasta arrancarles la vida.

En el Mini viajaban Josean Múgica, Kepa, Felix Egia, Papi, Mikel Lejarza, Gorka, y José María Lara, Txepe. Los tres pri meros iban armados, el cuarto no. Venían de comprar una multicopista y se dirigían a un chalé cercano al barrio de Mirasierra para recoger un material que les entregarían dos compañe ros, Apala y Pakito. Oyeron a lo lejos las sirenas policiales. Olisquearon un poco tarde el inicio de la cacería en la que ellos eran las piezas que creían moverse en libertad. Un policía con medio cuerpo fuera del coche, asomando por la ventanilla, escrutando con agresividad a los ocupantes de cualquier vehículo con el que se cruzaba, terminó de hacerles reaccionar de inme diato: debían escapar como fuera.

Detuvieron el Mini con urgencia, de cualquier manera, antes de que se les aproximaran más. Iban a por ellos. Fue una reacción improvisada para tratar de huir, aunque dejar el coche tirado y

salir corriendo iba a centrar la atención en ellos. Su primera op ción fue resguardarse en uno de sus pisos clandestinos, el de la calle Doctor Fleming, 44, pues les pillaba cerca. Txepe, Papi y Kepa corrieron detrás de Lejarza, el que conocía la ubicación de todas las viviendas, para eso era el miembro del comité ejecutivo responsable de las infraestructuras. Pero su escapada a la desesperada había llamado la atención de los policías más próxi mos: «Allí están, deben ser ellos». La cacería se redirigió hacia los jóvenes, que primero huyeron juntos y luego se dispersaron tomando caminos distintos para entorpecer la persecución. El número de las fuerzas de seguridad era aplastantemente disuasorio. Sus gritos, «Alto, Policía», no fueron atendidos por los etarras, quizás ninguno los oyó o si lo hicieron no presta ron atención, obsesionados con desaparecer de la escena: sus vidas estaban en peligro.

Kepa se enfrentó a la Policía nada dispuesto a dejarse atrapar y lo acribillaron a balazos. A Txepe lo hirieron, al fin cejó en su resistencia y se dejó arrestar. Papi llevaba una metralleta y una pistola, cruzó disparos con sus enemigos y, una vez heri do, también detuvo su lucha para evitar la muerte. Gorka consiguió poner distancia con sus perseguidores hasta que al bajar por la calle Padre Damián se vio rodeado de grises disparándole. Corrió aún a más velocidad intentando perderlos de vista: «Pensé “Tengo que ganar tiempo”. Saqué mi pistola grande, la Browning, y disparé un cargador contra los policías que se aproximaban, aunque sin intención de darles. Ante mi sorpresa, los grises desaparecieron…», recuerda Mikel Lejarza.

Etarra Makazaga: A Lejarza lo torturaron y lo hicieron desaparecer

El final de la historia pudo ser el éxito en la huida de Mikel Lejarza, al que sus compañeros llamaban Gorka, o dar un giro

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bien distinto, según defienden ahora algunos antiguos miem bros de ETA. Lo que pudo pasar, según ellos, fue lo siguiente: quizás no consiguió alejarse de la Policía, quizás no los vio venir hasta que le habían cerrado todas las vías de escape. Uno de los uniformados lo tenía enfilado y le disparó sin llegar a darle, aunque debió notar que la bala se aproximó a su cuerpo lo justo para hacerle sentir el pánico, pero siguió corriendo, dobló la esquina, frenó en seco y se encaró al policía disparándole, aunque tampo co acertó. Quizás gastó toda la munición intentando matar a los uniformados que lo cercaban y tuvo que elegir en un momento, brevísimo pero eterno, si se entregaba y salvaba la vida o les provocaba para que lo mataran. Optó por entregarse. Lo detu vieron como a un trofeo largamente perseguido, lo metieron en un coche y se lo llevaron a comisaría. Comenzaba una historia distinta que, de ser cierta, habrían ocultado al mundo decenas de personas durante cincuenta años. Una historia opuesta a la que Mikel y yo narramos en nuestro anterior libro Yo confieso 1 Xabier Makazaga es un exmiembro de ETA, con más de diez años de prisión a sus espaldas, una parte de ellos en Francia, donde se refugió a principios de los ochenta. Autor de varios libros, como Manual del torturador español, y autodefinido como «investigador del terrorismo de Estado», defiende con pasión que los hechos debieron ocurrir de una manera radicalmente distinta a como nosotros los contamos. Según su teoría expuesta en 2015, desarrollada en un artículo publicado en el diario Gara el 8 de octubre de 2019, «Un misterio a resolver: Mikel Lejarza, ¿Lobo?», este joven vasco no era un agente del servicio secreto, jamás nadie le había llamado El Lobo en una cita clandestina, solo era un joven vasco al que habían bautiza do como Gorka, que creía en la revolución y en la defensa de los derechos de Euskadi planteados por ETA.

1. Mikel Lejarza y Fernando Rueda, Yo confieso, Barcelona, Roca Editorial, 2019, pp. 72-95.

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Su relato de los hechos del día clave, el 30 de julio, contempla al jefe superior de Policía de Madrid, el teniente coronel Federico Quintero, que no cabía en sí de gozo: había resuelto la operación antiterrorista con un éxito total. Aunque uno de los tipos había muerto, tenía detenidos a los otros tres, dos en los calabozos y uno en el hospital.

Algo de la personalidad de Lejarza debió llamar la atención de la Brigada Político-Social, esa en la que destacaban figuras tristemente conocidas como el comisario Roberto Conesa o el inspector Antonio González Pacheco, Billy el Niño. Algunos policías de esa brigada, de identidad desconocida, dedicaron las horas y días posteriores a «torturar, quebrar y obligar a cola borar» al miembro de ETA.

Según Makazaga, «en aquella época se dieron cientos de ca sos similares en otras organizaciones (montoneros argentinos, MIR chileno…), y no creo que se pueda descartar que detuvieran a Lejarza y, tras ocultar dicha detención, lo torturaran y le mostraran los diarios en los que se publicó la noticia divulgada por Europa Press y la declaración del jefe superior de Policía de Madrid, Federico Quintero, quien insistió en que no eran cuatro los ocupantes del Mini, sino que “solo son tres los te rroristas implicados en la persecución habida ayer: uno murió y los otros dos resultaron detenidos”».

«Si mi hipótesis es correcta —sigue el exetarra— y, apar te de torturarlo, a Mikel Lejarza le mostraron todos los diarios de aquel día y le dijeron que nadie sabía que estaba detenido y podían hacer con él cuanto quisieran, no sería nada de extra ñar que hubiesen conseguido quebrarlo y obligado a colaborar. En ese caso, lo más probable es que, tras finalizar el operativo, a Lejarza lo mataran e hicieran desaparecer, porque es lo que hacían casi siempre los milicos argentinos con los montoneros que conseguían quebrar. Los obligaban a colaborar y después los hacían desaparecer.»

La Policía en aquellos años disponía de carta blanca para

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actuar según le beneficiara. Podía tener encerrado a un dete nido el tiempo que quisiera sin notificárselo a los medios de comunicación. Incluso cuando alguien había muerto en un en frentamiento y había habido testigos, como ocurrió aquel día, podía ocultar su identidad mientras le interesara.

La mayor parte de la dirección de ETA se había desplazado a España, pero los que estaban en Francia carecían de medios para saber lo que estaba pasando. Los miembros de los coman dos sabían que no podían contactar con el aparato en el sur del país galo por medios normales, debían utilizar cabinas de teléfonos que no dejaran rastro de a dónde habían llamado.

En su huida, los cuatro etarras no debieron pensar en aler tar a la cúpula de la organización, lo primero era escapar, dejar atrás a los policías y alejarse de las balas que zumbaban cerca de ellos. Fueron horas tremendamente agrias que concluyeron en el más absoluto de los silencios.

Periodista Zuloaga: Dimos la noticia ocultada de que a la Policía se le había escapado un etarra

El 30 de julio de 1975, el periodista vasco Jesús María Zuloaga, de veinticinco años, trabajaba en Europa Press. Todos los acon tecimientos de ese día ocurrieron a ochocientos metros de la agencia, a pesar de lo cual no presenció ninguna de las deten ciones. Se acercó a la calle donde murió uno de los terroristas, cuyo nombre no le dieron en ese momento, y tuvo que soportar la mirada inquisidora de algunos policías preguntándose qué hacía un joven con aspecto de vasco merodeando por allí. Al día siguiente el redactor jefe lo llamó a su mesa: «Oye, Zulo, vete a la calle Santiago Bernabéu, dicen que uno de los terroristas ha conseguido huir y estuvo refugiado en una casa». Zuloaga lo recuerda cincuenta años después:

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—Fui allí con un fotógrafo, yo en plan Repórter Tribulete, nada de periodismo de investigación. Primero estuve con el portero y luego bajaron dos vecinos que se nos sumaron. Me contaron la historia que había corrido entre los inquilinos de la casa, que conocían a la pareja, que había estado retenida por el terrorista de ETA. Los protagonistas, una pareja mayor, no estaban en ese momento, se habían marchado, me parece que me dijeron que a una casa de campo, porque estaban muy en shock, lógico cuando te ha entrado en casa un tío con una pis tola. Me contaron que cuando el terrorista llegó tras la jarana de sirenas, tiros y persecuciones que se había montado en la calle, debió fijarse en las ventanas que estaban abiertas y subió a los pisos que correspondían. La pareja le abrió la puerta, los redujo, cogió el teléfono, hizo una llamada y lo único que dijo, de lo que se acordaban los inquilinos, fue: «Soy Lobo, repito, soy Lobo». Imaginé que después el tipo daría sus coordenadas, porque debía llamar, a quien fuera que llamara, pidiendo una maniobra de extracción. A continuación arrancó el cable del teléfono y por donde había entrado se marchó. El portero tam bién me contó que el matrimonio había denunciado los hechos ante la Policía y que un coche con varios funcionarios se había pasado por allí para tomarles declaración.

»Regresé a la agencia convencido de haber conseguido una buena noticia, un pequeño éxito para un novatillo como yo. Se lo conté al jefe de mesa, Marcelino, un navarro que escuchó mi narración de los hechos y me dijo que teníamos que arrancar la noticia con la frase «Soy Lobo, repito, soy Lobo». Después debía añadir todo lo que me habían contado de ese miembro de ETA que había conseguido huir de la Policía. Nunca nadie me desmintió la noticia, aunque es cierto que la publicaron pocos medios, no sé muy bien la razón, quizás no se la creyeron. En cuanto escribí la historia, no recuerdo si por la mañana o por la tarde, dio el visto bueno el redactor jefe, se metió en la red y se difundió. Lo que sí recuerdo es que el titular lo reprodujo Pueblo.

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Faltaban pocos meses para la muerte de Franco, pero la dictadura seguía controlando férreamente el país y la pren sa estaba maniatada, eran tiempos difíciles, aunque algunos encontraban resquicios para saltarse las normas. La contribución de Europa Press al periodismo en tiempos del dictador nunca se ha valorado adecuadamente. La agencia era, jun to a algunos diarios y revistas, el único medio informativo que daba noticias de la oposición democrática y de los movi mientos clandestinos, con las dificultades que eso suponía y la apertura de expedientes, multas y amenazas de cierre que caían continuamente sobre ellos.

—A nosotros nos dejaban publicar —recuerda Zuloaga—, pero luego nos sancionaban. Todo gracias a nuestro director, Antonio Herrero Losada, hombre de gran valor. No consultá bamos previamente nada con las autoridades. Si esta noticia la hubiera tenido otro medio, quizás habría llamado a la Dirección General de Prensa. Quizás debimos llamar a la Policía para preguntar, quizás, pero no lo hicimos. Era una noticia en sí misma, ¿por qué íbamos a llamar a nadie? La noticia se dio porque se entendió que formaba parte de la operación policial y se les había escapado un etarra, pues mala suerte.

»Recuerdo que en aquella época Marcelino Camacho iba con una peluca o medio disfrazado, y nos llevaba a un bar cercano a la sede de la agencia, que se llamaba El Español, los comunicados de Comisiones Obreras que luego publicábamos. No consultábamos con nadie, teníamos una noticia y se daba, siempre a base de trabajo.

»Es más, en tiempos de Franco, Manuel Fraga estuvo a punto de cerrar Europa Press. Como no le hacíamos caso, fue pidiendo a todos los abonados que se borraran para ahogarnos económicamente. Entre los medios que aguantaron su pre sión y nos salvaron estaban La Vanguardia, ABC, El Correo Español-El Pueblo Vasco y también la BBC británica.

»En aquellos momentos y durante la Transición, Europa

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Press nunca pasó de quince redactores y dimos grandes ex clusivas, como la muerte de Franco, la dimisión de Adolfo Suárez, el Manifiesto de los Cien…, nos llamaban la agencia de los pisotones. Nuestra competencia directa era EFE y tenía ciento cincuenta redactores. Ellos y los compañeros de otros medios nos decían: «Es que vosotros tenéis más libertad». No solo eso, es que le echábamos más narices y teníamos un di rector que nos respaldaba.

Etarra Makazaga: He concluido la impostura de quien afirma ser Lobo

Xabier Makazaga se basa precisamente en la difusión por va rios medios de prensa, suscriptores de Europa Press, de la cita da historia para fundamentar su hipótesis de que hay un misterio por resolver sobre la verdadera identidad del hombre que se esconde detrás de Mikel Lejarza, que según él no es el hijo de Marcos Lejarza y María Eguía.

«Uno de los datos que me han conducido a concluir la impostura de quien afirma ser Lobo —explica el antiguo eta rra— es que dicho alias y la leyenda que le adjudican tuvieron su origen en un episodio, supuestamente sucedido en Madrid meses antes de la muerte del dictador Franco, que estoy persuadido de que nunca sucedió. Se trata del episodio con el que se inicia la película Lobo y hoy día pienso disponer de datos más que suficientes para afirmar que fue una pura invención de los servicios secretos franquistas.

»El 30 de julio de 1975 se produjo en Madrid un inten so tiroteo en el que estuvieron involucrados cuatro miem bros de ETA que viajaban en un Mini rojo. Uno de ellos, Josu Mujika, resultó muerto; otros dos, Txepe Lara y el responsa ble del comando, Papi, detenidos, y Mikel Lejarza consiguió, supuestamente, huir.

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»Al día siguiente la agencia Europa Press difundió una ex tensa noticia, que publicaron la mayoría de los diarios, en la que se decía que “uno de los miembros del comando que sostu vo ayer tarde un enfrentamiento con la fuerza pública” entró por la fuerza en el domicilio de un alto cargo franquista, que habitaba en la zona, “efectuó varias llamadas telefónicas en las que se identificó como Lobo” y, tras permanecer hora y media en dicho domicilio, “salió a la calle no sin antes cortar la línea telefónica de un tirón”.

»ETA supo en septiembre de 1975 que la emisión internacional en castellano de la BBC habló de un Lobo que provocó las caídas del 30 de julio, pero al parecer no se enteró de la noticia difundida por Europa Press, que fue sin duda la fuente en que se basó la BBC. En todo caso, es absolutamente falso lo que afirmaron los periodistas Miralles, Arqués y Duque en el reportaje “El Lobo que desgarró a ETA”, publicado en Diario 16. Dichos periodistas pretendieron que “los servicios de información se ocuparon de que la prensa no publicara una sola línea de este incidente, pese a que era conocido en más de una redacción”. Eso hubiera sido, sin duda, lo normal, pero sucedió todo lo contrario, ya que se encargaron de que se publicara en la mayoría de los diarios y de forma destacada.

»Lo primero que deduje tras descubrir la noticia divulgada por Europa Press fue que, si se divulgó en pleno fran quismo, tuvo que ser porque así lo decidieron los servicios de información franquistas. Era imposible que aquella noticia hubiese escapado a su control, estando como estaban, contro lando muy bien todo lo que se publicaba en relación con los tiroteos de la víspera (tardaron más de cinco días en dar el nombre del militante muerto).

»También deduje que la noticia no podía ser sino falsa, ya que de ser cierta nunca hubiesen permitido su divulgación, porque iba sin duda a levantar la sospecha de la existencia de un topo que no podía ser sino Mikel Lejarza. Por eso lancé la

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hipótesis de que Lejarza pudo ser detenido el 30 de julio de 1975 y, tras ocultar dicha detención, fue torturado, quebrado y obligado a colaborar.» Periodista Zuloaga: Empezó a correr el rumor de que el etarra huido era un colaborador

Zuloaga no tardaría mucho en convertirse en uno de los máximos especialistas en el terrorismo de ETA. —Hay que saber cómo funcionaban en esa época los co mandos —explica—. Siempre han dispuesto de unas normas de seguridad absoluta y en esos tiempos más. Si éramos dos miembros de ETA y yo te daba una cita en un bar concreto a las 4:30 y otra posterior a las 5, si en ninguna de las dos aparecías, yo y el resto del comando desaparecíamos porque dábamos como seguro que te habían detenido. La dirección en Francia lee varios días después del suceso las noticias de la detención, se enteran de que hay un muerto y dos detenidos. Piensan que les falta uno, que ha desaparecido y que no puede estar escon dido en un piso de seguridad porque la Policía los desmanteló. »Hay un detalle sumamente importante del que se enteran por mi noticia cuando la difunde la BBC, con la que ellos man tenían muy buenas relaciones, demostradas porque les manda ban comunicados y los ingleses se los difundían. Entre las me didas de seguridad estaba que ningún miembro de un comando podía llamar a Francia desde un teléfono particular. Debía hacerlo, sin pretexto, desde una cabina telefónica. Cuando leen lo de la llamada, se dan cuenta de que el tío está incumpliendo las normas de la organización terrorista, agravado por el hecho de que nadie en la organización ha recibido esa llamada. ¿Quién coño es ese? Deducen que ha caído el comando y que puede ser por culpa de ese que ha llamado y no ha sido a ellos.

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El periodista interpreta con cierta razón que la salida a la luz de esa llamada de alguien que se identifica como Lobo lo que realmente hace es poner al protagonista en el pun to de mira de ETA, lo señala como traidor, un gran peligro para su integridad física. Una opinión que coincide con la del oficial de caso de Mikel Lejarza, que piensa que ETA puede sospechar de él y decide no contarle la noticia difundida por Europa Press y publicada por varios medios. Piensa que así evita que su pupilo entre en pánico.

—Yo interpreto que ETA, con los sistemas de seguridad que tenía establecidos, vio que Mikel Lejarza no había acudido a las citas convenidas, no tenía que llamar a quien tenía que llamar, pensaron que había algo, y aparece la noticia de la llamada con un etarra que dice llamarse Lobo, un alias que nadie usa en la organización, y empiezan a sospechar desde el minuto uno.

»Al día siguiente de difundir mi reportaje, en la agencia me dijeron: “Ese que tú has dicho que es un etarra puede ser un colaborador”. Corría el rumor, no se publicó, pero es ver dad que se comentó. En aquella época tardar cinco días en dar el nombre del militante de ETA muerto era de lo más normal. La Brigada Político-Social lo controlaba todo y decidían si daban la noticia o no se daba, y si no la daban no pasaba nada. Hubo un accidente de tren en León que nunca contaron, está en las hemerotecas, y la opinión pública se enteró al cabo del tiempo. Si Europa Press hubiera tenido la noticia, la habría mos difundido seguro.

»Las declaraciones de Quintero señalando que solo había tres terroristas no tienen sentido, excepto que quisiera ocultar a la opinión pública que se le había escapado uno, algo muy habitual en las fuerzas policiales, pues no les gustaba recono cer sus errores. Yo me atrevería a jurar que el SECED no dio a la Policía la información de que Mikel Lejarza era uno de sus agentes, y contárselo posteriormente no tenía sentido.

Otros libros de Fernando Rueda que también te gustarán

Mikel Lejarza ha guardado silencio sobre su vida hasta este momento. Ahora ha decidido desvelar en primera persona en el libro Yo confieso todo lo que ha hecho y por lo que ha pasado. Ha escrito, con la ayuda del periodista Fernando Rueda, unas memo rias duras, sinceras, en las que por primera vez cuen ta todo lo que ha sido su vida, sin olvidarse de los momentos amargos, de sus éxitos e, incluso, de aque llas actuaciones de las que no está muy satisfecho.

Mikel Lejarza, alias Lobo, era un joven barbilampi ño cuando fue captado por el servicio secreto para infiltrarse en la banda terrorista ETA. El resultado fue espectacular: más de doscientos terroristas fueron detenidos y su infraestructura por toda España desactivada. Operado de cirugía estética para que nunca más nadie le identificara, se infiltró en gru pos mafiosos y económicos, sin dejar hasta hoy de luchar contra el terrorismo etarra e internacional.

España, año 1980. El pueblo vive intensamente un cambio político plagado de conflictos, que no le per mite ver en toda su dimensión cómo los servicios secretos de EE. UU. y sus aliados combaten encarni zadamente contra sus enemigos de la Unión Sovié tica y del Pacto de Varsovia. Las calles españolas son el escenario de esa Guerra Fría, en la que el espio naje español, controlado por militares, actúa dema siado pendiente de los intereses de la CIA, un servi cio del que dependen hasta niveles insospechado.

Un grupo de espías que desde el año 2000 se la ju garon en Irak para obtener información valiosa y a partir de 2003 para proteger a las tropas españolas destinada allí tras la invasión del país comandada por Bush, el presidente de Estados Unidos. Agentes del CNI perseguidos por la temible Mujabarat que no cejaron en su misión a pesar de saber que mu chos querían matarles, su propio servicio secreto no les protegía y el Gobierno de Aznar despreciaba sus informaciones de alta calidad.

Hace ahora veinticinco años se publicaba La Casa, el primer libro que se atrevía en España a desvelar los misterios del entonces Cesid, ahora CNI. Fue tal el impacto que produjo, que durante tres meses fue el libro de no ficción más vendido en toda Es paña. Hasta en el Congreso dos diputados —Álva rez Cascos, del PP, y Mur, del PAR— criticaron al entonces gobierno socialista por no contar lo que ya sabían gracias a La Casa.

Un riguroso ensayo que saca a la luz las acciones más desconocidas por la opinión pública y que de nuncia los comportamientos desleales de agentes y la responsabilidad de algunos directores en errores graves cometidos a lo largo de su historia. Escrito con el objetivo de destapar en qué se ha convertido y cómo funciona el espionaje español desde que en el año 2002 cambió de nombre , descubriendo la vida, los sentimientos y operaciones de los agen tes que a diario arriesgan la vida en su trabajo.

© 2022, Mikel Lejarza y Fernando Rueda

Primera edición en este formato: noviembre de 2022

© de esta edición: 2022, Roca Editorial de Libros, S. L. Av. Marquès de l’Argentera 17, pral. 08003 Barcelona actualidad@rocaeditorial.com www.rocalibros.com

ISBN: 9788419283399

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