CUENTOS DE MI CAMINO
JOHNNY BIELOSTOTZKY
Cuentos que le sumergirรกn en un viaje desconocido, donde cada relato tocarรก aspectos del misterio de la vida y que pueden afectar su visiรณn de la existencia humana.
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Contenido UN PERRO ENCARNADO .....................................................................................................................2 EL DESAMOR DE UN ZARISTA .............................................................................................................6 UN DÍA DE VISITA .............................................................................................................................11 LA BRUJA DE SARRIA ........................................................................................................................14 LA MADRE LOCA ...............................................................................................................................19 EL VIAJE ESPIRITUAL .........................................................................................................................22 LIMOSNERO DE AMOR .....................................................................................................................27 EL TÍO AGRESOR ...............................................................................................................................31 EL LOBO Y EL BORREGO....................................................................................................................35 LA PROFESORA DE BIOLOGIA ...........................................................................................................38 JUANITO EL UNIVERSITARIO .............................................................................................................44 LA REBELIÓN DE LOS NUEVOS ..........................................................................................................52 EL REENCUENTRO ............................................................................................................................59 AMANECER DE GOLPE ......................................................................................................................63 EL CONTRAGOLPE ............................................................................................................................71 EL SUEÑO DE YOLANDA ...................................................................................................................80 ENSAYO SOBRE DALTONISMO..........................................................................................................87 EL VISITANTE ....................................................................................................................................89 LA VEREDA SUCIA .............................................................................................................................93
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UN PERRO ENCARNADO Pedro se debatía en la dificultad de cambiar su forma de vivir. Estaba convencido que se debía a su naturaleza espiritual. Recordaba con claridad que antes de ser un hombre había vivido dentro de un perro pastor alemán. Como todo perro tenía un amo, o dueño, que le profesaba un gran cariño y cuidados, era un Maestro de secundaria que ganaba poco, no tenía esposa, ni hijos, ni padres viejos que cuidar, por lo que todo lo que ganaba lo gastaba con su perro. Así que era de imaginarse que el perro estaba muy consentido, comiendo buena comida y teniendo una buena cama, limpio y peinado, su buen collar con su nombre. El dueño lo dejaba solo cuando se marchaba a la escuela a impartir sus clases de física, pero podía salirse a la calle y jugar en el bosque donde conseguía comida con los visitantes de la zona. Y además podía conseguirse con una perra Pastor Siberiana que le encantaba, tenía un color grisáceo en su pelaje y un olor tan embriagante que cuando pasaba le era imposible no montarla. Ya había tenido tres camadas de perritos con ella, su dueño les vendía sus cachorritos cuando ya dejaban de mamar. Estaba persiguiéndola un día, borracho de su fragancia, que no vio un camión venir a toda velocidad por la calle que daba hacia el bosque. Cuando notó su presencia era demasiado tarde, su cabeza fue aplastada por esas enormes ruedas. Sintió dormirse de un solo golpe, cuando despertó, se encontró en un sitio pequeño y oscuro, todo apretujado, rodeado de líquidos, él no sabía nadar y sin embargo no se ahogaba, que lugar tan raro, era muy tibio, oscuro pero se dejaba ver una luz tenue por una pared, que era blanda, y se oían las voces de la gente le hablaban y le llamaban Pedro desde afuera, debía estar soñando. Luego se enteraría que ese lugar tan estrecho, era el vientre de una mujer, que por supuesto sería su madre. Pero allí estaba y no lograba ver su preciosa cola, ni sus patas fuertes, sus garras, sus colmillos, nada de lo que era suyo y de lo cual se sentía tan orgulloso. Estaba indefenso sin sus armas. En ese lugar estuvo por 9 meses, solo y sin comer, todo lo que necesitaba para mantenerse alimentado pasaba por un cordón que quería morder, pero no lo alcanzaba, en realidad no podía moverse como quería. Llegó el día que tenía que salir, estaba muy grande y estaba muy incómodo. Sentía que una fuerza lo empujaba hacia un orificio donde se observaba una intensa luz que lo cegaba. Al salir había mucho frío, mucha luz y mucho ruido de 2
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voces que hablaban, de repente sintió un fuerte golpe en sus nalgas que le provocaron ganas de ladrar y morder a la persona que lo golpeó. Pero solo logró pronunciar un llanto de bebé, como lo había escuchado en el bosque, cuando se encontraba con familias que visitaban el lugar. Tenía mucha hambre y ganas de masticar un buen trozo de carne, pero olfateó un olor a leche muy rica y no dudó en mamar una teta repleta de eche dulce para él solo. Le provocaba morderla y lo hacía pero sin dientes. Una leche tibia y dulce como la de su mamá la perra pastora brotaba con cada chupada que daba lleno de ansiedad, pero para quedar saciado de su hambre, la mamá debió darle las dos tetas completas. Las cosas poco a poco se hacían más claras, observaba a un hombre y una mujer que le hablaban con cariño y le llenaban de besos, le decían Pedro, como escuchaba desde que estaba en el vientre. Ahora entendía que estaba dentro del cuerpo de un niño. Ya los viejos lobos le habían dicho que después de morir algunos despertaban en cuerpos de humanos. Pedro fue creciendo, pero no lograba caminar con dos patas o mejor dicho piernas, menos mal que en cuatro piernas siempre anduvo, perdón patas. No podía comer, no tenía nada en la boca para destrozar o masticar, tuvo que tomar leche como cuando perrito, pero más divertido pues estaba el solo, antes había 10 perritos con una sola mamá. Creció más y más por años, aprendiendo todo lo que los humanos sabían, algunas muy nuevas para él, como esa de aprender a no comerse su propio excremento, que al salir de sus nalgas el olor le atraía mucho, así como no salir corriendo detrás de las perritas cuando sentía ese olor que le fascinaba. Tuvo que ir a una escuela, a un liceo, a una universidad, pero quería andar por la calle oliendo perritas y montándose sobre ellas como antes, pero no es permitido a los humanos hacerlo con animales y veía con cierta envidia a los otros perros hacerlo. En esta nueva especie, podía hacer una vida muy parecida a esa de perro. Le dijeron que ahora podía tener sexo, lo que antes era “montar”, con mujeres, y además que habían unas que andaban casi desnudas por la calle y que esas eran como las perras. Con este nuevo conocimiento, en su adolescencia cuando se hubo desarrollado y sentía su cuerpo arder por una mujer, empezó a intentar montarlas y se llevó muchas cachetadas antes de aprender cómo lograrlo. Entendió, que ya no era tan sencillo y con tan poco esfuerzo como antes, ahora debía persuadirlas para que se dejaran montar. Pensaba que era suficiente saber si estaba en celo, cosa que sabía por tener un olfato muy bueno para eso. Ahora aprendió que la mayoría de las mujeres, de las que consideraba perras, se dejaban montar cuando el hombre tenía eso que llaman “dinero” o una “cara de galán”. Aunque hay algunas que lo hacían porque el hombre “ladraba” más duro que los demás o “robaba” más huesos que los otros. Eso era como en su vida de
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perro, donde todos los machos se respetan entre sí y a las perritas, como a esas mujeres, les gusta estar con un perro valiente y temerario. Luego de varias relaciones con mujeres, descubrió que son más complicadas que las perras, quieren controlar al hombre y ponerles unas “esposas”. No les gusta que anden con otras mujeres, mucho menos que las monten. Necesitan que asumieran tareas que no son de “perros” o de hombres, como que cuidaran de los “perritos” o niños. Comprendió, con muchos problemas -que los humanos llaman “fracasos”- que ya no era ni debía ser un perro o un hombre perro. Ahora como hombre debía aceptar las limitaciones del ser humano. Tenía que trabajar para comer, y no esperar que le dieran comida. Tenía que estar pendiente de los padres que le dieron la vida. No podía pasarla durmiendo o echado todo el día. Tenía que cuidar a sus cachorritos como si fuese una madre y debía hacerlo así hubiesen sido destetados. Ahora debía hacer cosas para otra persona para ganar dinero como para comprar una casa donde tener su mujer y sus hijos. En realidad estaba confundido con esta nueva vida, no terminaba de acostumbrarse y le encantaba cuando las mujeres le decían que era un "perro" porque eso siempre fue. Quería seguir viviendo como un animal domesticado, y por más que se esforzaba siempre terminaba comportándose como un perro callejero. Hasta que aceptó cambiar y unos "cristianos" se encargaron de darle toda su ayuda. Le dijeron que debía evolucionar y estaba metido, en lo que consideraba un berenjenal, como para dejar de comer "carne". Nunca lograba estar mucho tiempo en una misma relación de pareja, aunque la última fue por más de 21 años, casi dos vidas perrunas. Pero todo el tiempo le criticaba por ser inhumano y la comprendía, pues era un "perro". Estaba en este mundo tratando de ser un hombre, pero los ejemplos que tenía a la mano, eran muy malos. Los hombres que veía eran muy perros. Debía buscar parecerse a un hombre modelo que llaman "Jesús", pero nadie lo conocía, no lo habían visto, ni él lo había podido ver. Le dijeron que ese hombre no montó ninguna mujer, ni comió carne, que no dormía meditando, orando y se la pasaba haciendo el bien, ayudando a los demás sin interés o dinero alguno, pero lo mataron por decir que los ricos no irían al reino de los cielos y que su papá Dios, lo había enviado por los pobres y humildes. Recordó que a los perros también ayudando a los demás los mataban. Pero eso sí, como perro le gustaban los hombres ricos, pues recordaba que daban mejores comidas, tan buena que hasta los pobres de las calles se peleaban por quitársela. Lo cierto es que ahora debía aprender a vivir en el espíritu, de manera consciente, pero nadie parece saber qué es eso. Así que tenía poca o ninguna ayuda. El "pastor" de la iglesia que le ayudaba, lo botaron por que se montó a una mujer 4
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joven hija de una líder de la iglesia, él tenía su esposa y no pudo aguantar el olor de la joven. Le emocionó esa noticia, porque era como él, un "pastor" de raza, solo que él era de raza "alemana" y el predicador de raza "cristiana". Así que amaba como perro todavía; era fiel con quien le quería, así después le maltratare siempre la defendería de quien quiera dañarle, podía ayudarle a conseguir un buen "hueso" para comer. Si pasaba una "perrita" con celo le perturba todavía, pero intentaría no montarla ni correr detrás de ellas. Nunca vivió en pareja, quería aprender, pero no sabía qué era eso. No era celoso, pero debía aprender, le parecía que a las humanas les gustaba que las celaran. No era buen oyente para escuchar a las mujeres, a ellas les gusta “ladrar" mucho, debía aprender a no actuar y pensar como perro, "ladrándoles" o dejándolas "ladrando" solas, tendría que “ladrar” con ellas un buen rato. Lo más difícil a su parecer humano era eso de “amar”, todos hablan de eso, unos dicen que era un sentimiento y otros una decisión. Lo había comparado con eso de encontrar un buen hueso y enterrarlo para después saborearlo bien, pero parecía que era como tener muchos huesos juntos y cuidarlos para que otro no se los quitara y tener que "lamerlos" todos los días. Nadie parece conocer el amor, pero todos dicen que aman, las mujeres echan culpa a los hombres cuando se separan y les llaman “perros” por eso. Así que las cosas estarían difíciles para él. Siempre pensó solo en sus cosas, en su vida de perro, ahora debía estar pendiente de las cosas de su pareja, sus necesidades de comida, de ropa, de casa, ayudarlas a realizar esas tareas de la casa, pero lo más difícil saber en qué pensaban y saber cuándo necesitaban que las acariciaran o le “mordieran las orejas”, darles un abrazo cuando estuvieran delicadas o tristes. Quería ser un hombre y de los buenos, había visto unos que actuaban como mujeres y se dejaban montar por otros hombres, creía que quién les enseñó a ser hombres fue una buena mujer. Otros pasaban todo el día buscando comida y llegaban con las manos vacías, cansados y sudados, se bañaban, comían, montaban rápido a sus mujeres y dormían. Hacían eso todos los días y era como su vida perruna. Al final de la semana venían con comida y algo mareados con una botella de "licor", peleaban y salían "ladrando" hasta llegar la noche a dormir, esos eran hombres normales y como que no era bueno ser así. No era fácil dejar de ser perros cuando no hay buenos maestros de cómo ser hombres, así que le tocaría inventar o errar.
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EL DESAMOR DE UN ZARISTA
Dicen que en la Rusia Zarista, esa antes de la Revolución Bolchevique, existía una filosofía de vida muy parecida a la fascista alemana o la judía o tal vez la italiana. Se decía por esa rara e inhumana concepción de que los seres humanos deben ser perfectos si son hijos de Dios, cualquier deformidad o anormalidad era síntoma o prueba de que la maldad había tocado la generación y eso debía ser castrado o cortado de raíz, o sería castigado con toda la descendencia. Esta castración implicaba la muerte de la persona que apareciera con una de esas marcas del demonio. Esta historia comienza antes del nacimiento de nuestro protagonista, pues hablaremos de su papá el ruso, quien era un muy afortunado comerciante de pieles, que andaba por América cuando explotó la primera Guerra Mundial. Se cuenta que era muy bueno vendiendo pieles, enamorando mujeres, que viajaba por el mundo y hasta conocía siete idiomas. En Venezuela, las regiones orientales, cuando se menciona este número sagrado, la gente tiende a decir que lo que se cuenta es una mentira, como no hay manera de comprobar esto, seguiremos creyendo que efectivamente el ruso tenía esa habilidad con el lenguaje y por lo tanto con las ventas. En Puerto Rico tenía su negocio registrado, sus cuentas bancarias y tal vez una oficina. Desde allí atendía su clientela de Centro y Sur América. En Colombia, en uno de sus viajes por la hermosa costa de Cartagena de indias, conoció y se enamoró de una descendiente de los caribes, mezclados con españoles coloniales, de cabellos largos, color negro azabache, rostro brillante y mirada profunda, dulce voz y carácter sumiso, de pequeña estatura, más cuando se colocaba al lado del ruso, de gran estatura y porte delgado, muy blanco, con sus cachetes colorados por el sol costeño, con cabello castaño claro, como sus ojos, de frente amplia y carácter recio, era como de imaginarse la atracción y sensación para las mujeres de la costa Cartagenera.
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Se rumoraba que las hermanas de la afortunada, antes de meterse a vivir con el ruso, tuvieron su cosita escondida con el cuñado, pero son solo conjeturas. La mujer que lo conquista, retaba sus conceptos zaristas, pues su piel sin ser negra tenía su tono mestizo, pero tenía una hija con piel de color negro, cosa inaceptable, pues le era bien sabido que la gente de color descendía de los monos y los blancos de los hijos de Dios Pero era tanta la belleza de la mujer, que no escatimó tiempo ni recursos, pasando por encima de su ideología, para vivir con esa perla del caribe. Tuvo que asentarse en Colombia, sin dejar de asumir Puerto Rico como su centro financiero, por el respaldo de las leyes y de la moneda norteamericana. Su vivencia en Colombia no fue sencilla, el castellano no era su fuerte, para colmo de males, la guerra en Europa, que luego se convirtió en Guerra Mundial, tuvo su repercusión en el pueblo donde se alojó, por cuanto su apellido ruso era sinónimo de Comunismo. Quién lo diría, él un burgués comerciante ser catalogado como uno de esos parásitos. Como no había forma de comprobar su “inocencia”, tenía que pasar los fines de semana en la jefatura de policía, como si fuese un delincuente. Las cosas fueron mejorando con el final del conflicto, hasta le nació un hijo varón. Su primer hijo en Cartagena, un varón heredero de su legado. Un hermoso ejemplar, grande, cabezón, de orejas musicales por lo grandes, mirada despierta y avispada, una sonrisa que enamoraba corazones duros. La partera con toda su experiencia hacía sencillo lo que parecía imposible, sacar esa cabeza por la pelvis de la mujer que adolorida, se agotaba en pujos sucesivos. Sin embargo salió el bebé, no sin dejar sentir un extraño sonido a la altura de su columna solo percibido, si lo hizo, por la partera. Pero el bebé lloró sin palmadas en la nalga, así mismo se calló y sonrió, alejando toda duda sobre alguna afectación a su bienestar. Con el pasar de los años, nacieron otras hijas e hijos, la familia se fortalecía, incrementándose, hasta llegar a seis en casi 10 años. Aparte, la negrita que así sumaban siete los infantes. Al llegar a los siete años, el primogénito empezó a mostrar señales de la aparición de algo que marcaría su vida de manera muy especial. En su espalda, a la altura de la columna vertebral, justo en el medio, empezó a notarse un punto que luego se haría como una pelota dura. Hasta ese momento, la vida del niño giraba en torno a su vivaz inteligencia para los estudios y para aprender todo cuanto el papá le enseñaba. Especialmente las manualidades, hacía dibujos muy complicados y con buen trazo. Su padre estaba orgulloso de él, lo cargaba, lo sentaba en sus rodillas para enseñarle sus idiomas, revisaba con ansiedad sus notas del colegio, 7
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le traía chucherías cada día que regresaba a casa. La tía, lo consentía cantándole canciones muy hermosas, eran tangos que interpretaba con gran emoción y excelente voz, dicen que llegó a cantar con Carlos Gardel. Al niño le molestaba la protuberancia, cada día más grande. La mamá asustada y en silencio no sabía qué hacer, sabía que aquello molestaría a su marido de manera muy fuerte. El niño se le dificultaba caminar derecho, se encorvaba de manera muy evidente, tanto que el papá muy detallista lo notó desde que era un punto en su espalda, pero se negaba a pensar que era una cosa importante, pues él, un hijo de Dios, no tenía por qué engendrar un ser con imperfecciones. Sin embargo, luego de visitar médicos, su pensamiento dejaba de ser tan optimista. El diagnóstico determinando una desviación en la columna de carácter irreversible, significó un duro golpe para él. Indicaron que el pecho y la espalda del niño, se abultarían, mayormente su espalda, el resto del cuerpo se desarrollaría normalmente, que la causa había sido una fuerza muy intensa al momento de nacer sobre su columna. El ruso no aceptaba el diagnóstico, su corazón, no su corazón no era, su honor, su orgullo de raza perfecta, no le permitían aceptar tal degeneración, un hijo deforme, un jorobado, una marca del demonio. Pero ¿qué paso?, ¿cómo era posible tal maldición? ¿Qué hizo?, pensaba y buscaba, hasta que por fin entendió el castigo. Todos los demás hijos eran normales, solo el que nació luego de la negra, eso era, tenía que bendecir el vientre antes de nacer la criatura y eso no se hizo. Desde ese día, el ruso cambió su relación con el niño. Cada vez que lo veía se indignaba, recordaba su error y su maldición, debía corregir el error. Se avergonzaba, lo repudiaba, lo odiaba cada día más. No lo saludaba, ni lo abrazaba, ni lo cargaba como siempre hacía, ahora ni lo veía, estaba muerto para él. El niño en su ignorancia e inocencia, no entendía lo que sucedía, su tía y su madre le daban más atención y cariño que antes, tratando de llenar el desamor de su papá. Pero el niño cada vez que veía a su papá llegar, corría como siempre hacia el papá, con sus bracitos abiertos, para dar y recibir esa caricia que le abrigaba su cuerpo, su alma, alentaba su corazón, llenaba de gozo su rostro y dibujaba una hermosa sonrisa en sus labios. Su carrera era bruscamente detenida, por el brazo fuerte y la mano empuñada con rabia del ruso, que día tras día se convertían en empujón, hasta ser cachetadas, golpes, maltratos físicos, que rompían su frágil boca, su delicado cuerpito de niño. Poco a poco, el dolor se hacía interno, quebrantando en lo más profundo su corazoncito, su alma de niño puro, sus ojitos se llenaban de lágrimas inundando
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su rostro, mojando su camiseta, ya curtida con su sangre, su boca estallaba es llanto desconsolado, no encontraba calma ni sosiego en los brazos asustados y cómplices de su madre, ni de la molesta y reprimida tía consentidora. El niño, veía con dolor, como el ruso lo despreciaba y se paraba por horas frente al espejo, buscando porque su papá lo despreciaba. Comparaba su pecho y su espalda con sus hermanos, la diferencia era poca, por lo que no sabía si era por eso que ahora su amado padre no lo quería. Le preguntaba a su mamá si podía quitarse eso que tenía, el necesitaba, deseaba jugar de nuevo con su papá, como antes. Sentir su fuerte abrazo y su caricia. No soportaba sus golpes y empujones, su mirada de odio y sus palabras groseras y llenas de maldiciones. En el colegio, sus compañeros empezaban a molestarlo, lo empujaban y se burlaban de él, le decían “jorobado”, “camello”. Recordaba a su padre golpeándolo y de esa misma manera empezó a responderle a sus compañeritos, les daba duro en la nariz y boca, hasta ver sangre en ellas. Empezaron a llegar citaciones a la casa, por la violencia del niño, con ellas los castigos más severos. Para el niño la vida había tomado un giro muy doloroso, no encontraba un sitio donde estar en paz, en tranquilidad y rodeado de cariño. Un día su hermanita mayor, la negrita, le abrazó y le preguntó con ternura, por qué lloraba. Le contó todo lo que pasaba y lloraba desconsolado, la niña lloró con él, le abrazó, le dijo que lo entendía, pues el ruso a ella nunca le había hecho un cariño, no le había dado un abrazo, menos un beso, o tan solo una mirada tierna. Sólo recibía de él, gritos, insultos, regaños y mandados. La mamá le indicó que el ruso era extraño, que manifestaba el cariño de esa manera. Desde ese día ella esperaba los regaños, los gritos y los mandados como caricias para ella. El niño escuchaba aquello sin comprender, pues a él si le había dado cariño, pero ahora no. Preguntó porque a ella su papá la maltrataba. A lo que la niña le respondió, con tristeza, que ella tenía la piel de color negro y que al ruso ese color no le agradaba, porque era como la noche y a él la noche le daba miedo, pues era del señor de las tinieblas. Aquella tarde los dos niños, en su inocente y dolorosa conversación, pero consoladora a la vez, sin percibirlo crearon un espacio de luz y amor, que consolaría, llenaría de camaradería, de sanación, sus maltratados corazones, evadiendo la maldad del ruso. Dios no abandonaba sus criaturas. Cuando el niño cumplió sus diez años, no se esperaba que la vida diera otro giro drástico con su destino. Ese año, el ruso sufrió un incidente, parece que en un acto muy extraño en él, el ruso tomó una flor y se la llevó a su nariz. Al parecer, había un insecto en la flor y se introdujo por su orificio nasal. Al morir y descomponerse, creo una fuerte infección, que fue generando fiebre y fuerte dolor. 9
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El dolor insoportable, le obligaron a buscar atención médica, que para ese entonces, 1939, en Cartagena Colombia, no había una medicina muy actualizada en esa materia. El ruso fallecía, se la pasaba tratando de decir algo sobre Puerto Rico y algo sobre una plata, ni muriéndose dejaba de pensar en el dinero, burgués al fin. Así falleció el ruso, dejando en la familia una mezcla de sentimientos extraña. Por un lado esos siete niños pequeños quedaban al mando de una madre y una tía, que acostumbradas a la manutención del ruso, ahora se encontraban en apuros. Por otra parte los niños, el primogénito jorobado y la negrita, maltratados por años, ahora se veían libres de su castigador, descansarían del desprecio y del tener que esconderse cada tarde. Para el niño jorobado, la vida le deparaba la no muy grata tarea de tener que romper su infancia, sin pasar por adolescencia, con sus diez añitos, para adquirir la madurez necesaria para hacerse cargo de su familia. Contaba con su mamá, su tía y esa fiel y amorosa hermana, la negrita.
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UN DÍA DE VISITA Era una tarde soleada y muy hermosa, la gente alborotada visitaban a sus hijos e hijas, después de una semana sin poder disfrutar de sus travesuras, sus abrazos, sus caricias. Días de soledad para algunas madres acostumbradas a lidiar con sus hijos día y noche, para algunos padres que por tanto trabajar, solo encuentran las noches frías y de sueño, para poder verlos y acariciarlos. Era domingo de visitas en el Centro de Nutrición en Catia La Mar, un hermoso sitio ubicado en las montañas del Ávila, desde donde se puede observar las hermosas playas del litoral Central de La Guaira. Las montañas húmedas, de gran vegetación, con clima fresco y vientos de aire puro, creaban un ambiente propicio para alentar mucha paz, alegría y despertar el apetito de todas esas criaturas que llegaban al Centro en condiciones lamentables de salud, raquíticos, pálidos con anemia. Gobernaba el país un abogado, Rafael Caldera, un social cristiano de buen hablar, de familia acomodada y representante del capital financiero, que logró convencer a más de un millón de venezolanos pobres e ignorantes, a votar por un cambio que nunca llegaría. Ese día de visitas, todos los niños esperaban con ansiedad y alegría a sus padres y madres queridos y extrañados. Todos brincaban emocionados, expectantes de abrazarlos y besarlos, menos uno de ellos, quién con mirada indiferente, corazón triste casi apagado, denotaba en su rostro un desdén por la visita de sus padres. Tanto que la coordinadora del pabellón tuvo que insistir para convencerlo de salir. Mientras hacía esto, la mente del niño volaba al pasado, sus días de siempre en su hogar, con sus 4 hermanos. Se levantaban temprano para ir al colegio, con una arepa sola de desayuno y una taza de café guayoyo. Papá al trabajo solo con café y un cigarro. Al mediodía el comedor de la escuela, por ser Nacional contaba con comedor, satisfacía el almuerzo. Luego a casa directo, para hacer las tareas de la escuela y las de la casa. Una vez terminadas a salir a jugar en la calle con las pandillas de niños. Antes de llegar papá y mamá, debía regresar a casa y bañarse, acostarse, para que no le encontraran despiertos. Así pasaban los días, casi sin Papá y Mamá. 11
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El Papá en medio de su pobreza y humildad, nunca un juguete nuevo le pudo dar, ni siquiera en navidad. Ahora el niño en medio de esa soledad familiar, no sentía la ausencia ni emocional ni material. La visita no representaba ese evento tan importante en su vida, como para los demás niños. Al salir lo recibieron con inmensa alegría, abrazos, besos y risas. Algunas frutas frescas y dulces; manzanas, duraznos y cambures manzanos, todas se las comió con apetito voraz. Luego caminaron alrededor del Centro de Nutrición, vieron las playas hermosas de la Guaira y conversaron de tantas cosas, tantas palabras que no recordaría después. Cuando llegó el final de la visita, sintió nostalgia, eran momentos que sólo vivía cuando enfermaba. Tenerlos juntos atendiéndolo y con frutas, era una experiencia indescriptible. Su corazón quedó gratamente impresionado. Antes de irse, el niño se sintió movido a solicitarle al papá, le trajese un juguete que todos tenían, le llamaban traca-traca. Esa semana fue más larga de lo esperado, contaba las horas, los días, para recibir la visita familiar. Soñaba con el juguete en sus manos, mostrándoles a todos que él también tenía uno y que sabía jugar con él. Llegó el día y hora de la visita, pero no le llamaban, eso significaba que no habían llegado por él. Era cerca de la hora del final de la visita, su mente no entendía que pasaba que no llegaban, sabían lo mucho que anhelaba esa visita y ese regalo. Se entristecía, cuando escuchó su nombre al final del pasillo. Salió corriendo, agitado, su corazón salía por su boca, estaba ansioso por la larga espera, sin embargo era por su juguete más que por ver a su familia. Cuando salió, solo su papá estaba parado en la puerta de entrada o salida, pues llegó justo antes de acabarse las visitas y la entrada ya estaba cerrada. Enseguida buscó las manos de su papá, quién notándolo triste y ansioso, le entregó su juguete, el cual había hecho con sus manos y con mucho entusiasmo. Observó el juguete con detenimiento, algo estaba diferente, pesaba más que los otros. Sintió algo extraño en su pecho, una tristeza empezaba de nuevo a embargarle. Era algo más pesado, las bolas de colores cristalizados no estaba y en su lugar, un opaco color negro se mostraba. Al hacer contacto con sus manos las bolas no eran duras y de plástico como las otras, eran suaves y de goma dura. Todos los niños de su pabellón, estaban en la salida despidiendo sus padres y veían con atención el juguete del niño. Ante las miradas curiosas, no se atrevía a usar el juguete. Le llenaba de terror que no funcionara, que no produjera el sonido deseado traca-traca, y que todos rieran a carcajadas.
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El papá le indicó que lo usara, que las bolas rebotarían como se requería para poder mantenerlas en movimiento. Para el niño estaba claro que no era solo el movimiento, necesario era que sonara, que hiciera el ruido traca-traca. La rabia y decepción se apoderaban de su ser, su pecho se agitaba, sus manos sudaban. Agarró el juguete, con mucha vacilación, tensó las cuerdas con su mano derecha y sujetó las bolas de goma con la mano izquierda. Jaló las cuerdas hacia arriba, su corazón se detuvo, la cabeza se llenó de ruido del ambiente, sus oídos atentos como antenas o radares a las voces de los espectadores. Las bolas, más pesadas que las otras, subieron y al contactarse rebotaron exageradamente, pero el choque mudo fue apocalíptico, enseguida la explosión de risas, la pena y vergüenza con ellas. Dolor en el pecho de nuevo, la cara con rabia y el llanto, indicaban el gran malestar que vivía. Y de repente el juicio magnánimo y la sentencia, más injusta todavía para con aquél papá cansado y orgulloso de su hijo mayor, que estaba frente a él. El papá sin saber lo que se movía dentro de la mente y el corazón, de aquel su hijo consentido y malcriado, sorprendido desde su humilde forma de ver la vida, recibió un fuerte dolor en su pecho, no solo era su corazón despedazado, sino el golpe del juguete lanzado con rabia por su hijo. Ahí parado, frío, triste y desconsolado quedó, solo y petrificado. Su mirada seguía aún el cuerpo en movimiento de su hijo, corriendo, llorando, avergonzado, en medio del silencio aterrador de los niños del pabellón, cuyas gargantas segundos antes en carcajadas habían estallado. Pobre niño, su corazón gemía, su mente descontrolada corría junto a su cuerpo, sin saber dónde pararía, su visión consumista de la vida, aprendida de tanta comiquita de la tv, de tantos compañeritos que le generaban envidia mostrando sus juguetes nuevos, pobre niño que sin saber había destrozado a su papá, ese hombre que tras su carrera caía en el suelo desplomado, con esa expresión de dolor por la incomprensión de su hijo querido o tal vez, por ese corazón que ya había anunciado antes que estaba a punto de explotar y entonces morir. Pobre niño, que después de terminar de llorar por su juguete lloraría haberse quedado sin su padre.
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LA BRUJA DE SARRIA
Él era un niño de unos 8 años, muy inteligente según decía muy orgulloso su papá. Flaquito y chiquito, pero muy cabezón. Era el tercero de 5 hermanos, el primer varón de la familia, por lo cual fue muy festejado su nacimiento. Su papá le enseñó que él era el varón mayor y que debía proteger a los demás. Muy disciplinado, pese a que su familia era muy humilde y tanto su papá como su mamá la pasaban fuera de casa todo el día. Vivían en un barrio de Caracas, en una zona llamada Los Cortijos de Sarria, un barrio donde la miseria era muy pronunciada, las casas de madera y cartón, con techo de zinc, una quebrada de aguas negras recorría el barrio, llenando con su olor nauseabundo las casas. La basura y las ratas merodeaban e invadían los ranchos. La mamá no era de esas que hacían de todo en casa, la hija mayor asumía los oficios de la casa. Por esos tiempos la mamá les decía que había gente muy mala, que usaban brujería para dañarla y quitarle lo que el Gobierno de Carlos Andrés Pérez le regalaba. Por las noches regaba un líquido que olía muy fuerte que llamaba "cuerno de siervo". En una oportunidad al regar ese líquido, sin darse cuenta cayó un poco en la piel de la niña más pequeña, quién salió gritado por él ardor que producía. Así debería salir la bruja con tan solo olerlo. También decía, que si colocaban los interiores al revés en medio del cuarto, la bruja caería atrapada cuando se ubicara justo sobre ellos arriba en el techo, todos se reían pensando que era por el olor del orine viejo impregnado en los interiores. Igualmente, una noche llegó con ropa negra que debían ponerse todos, pero con las costuras por fuera, esa sí que nadie entendió cómo atraparía a la bruja diabólica. Esta situación que la mamá describía, llenaba de miedo a los niños y las niñas, pero en especial al mayor, quien como encargado de la familia, debería enfrentarse con la peligrosa criatura. Es sobre la experiencia de este niño que voy a relatar esta historia. Era de noche, el niño dormía en su cama, una litera, cama de metal de dos pisos, que compartía con su hermano menor. En la parte superior dormía él, muy cercano el techo, así que en las noches frías sentía congelar sus huesos, sus pies 14
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parecían témpanos de hielo, sus orejas endurecían, su pecho se trancaba, esas noches, su salud se deterioraba hasta producirle disnea y asma. Cuando había calor, su piel sudaba abundantemente y tenía que destaparse, pero no quería y terminaba arropado de pies a cabeza. Él tenía miedo de la noche, así que si sentía su cobija resbalar se paralizaba, pensaba que los brujos o más exactamente la bruja, vestida de negro, con su sombrero largo y puntiagudo, con su nariz deforme y llena de verrugas, su mirada fuerte y la boca llena de dientes grandes e incompletos, sus manos flacas, largas y con uñas como filosas navajas, le miraba fijamente dispuesta a llevárselo en su escoba vieja y enorme o a destrozarlo, para luego robarle la virginidad a sus hermanitas y matar a su mamá. Esa noche había luna llena, noche de lobos y de llantos de gatos, así contaban todas las historias dizque infantiles. La luz de la luna entraba por las rendijas de las tablas que hacían de pared. El techo de láminas de zinc sonaba, por el viento, o las ratas que caminaban al borde de la pared y pegaditas al techo, o los gatos que pasaban corriendo por el techo o tal vez, si tal vez nada de eso era, podía ser las pisadas del animal en que se convertía la bruja. Porque los cuentos de los espiritistas del barrio, decían que las brujas, después de la medianoche, se dirigían a las montañas cercanas, se acostaban boca arriba y luego de hacer sus invocaciones satánicas, su espíritu salía de sus cuerpos y adoptaban formas horribles, unas de pájaros con cara de lobo y garras de águilas, otras con cara de vieja bruja y cuerpo de coyote con alas. Esa noche era como tantas otras, el niño con sus ojos abiertos y congelados, sentía que el alma se le perdía, que ya no podría permanecer con sus hermanos y cuidar a su madre, quien peleaba todo el día con los vecinos, pues sospechaba que alguno o tal vez todos, eran los brujos que querían dañarla y robarla. Pero esa noche, no era como las otras noches, era muy diferente, el niño sabía que algo no era igual, su piel le decía que la bruja estaba muy cerca y no podía cerrar los ojos, ni respirar muy fuerte. Miraba por todos lados buscando algo que desconocía, y allí, entre las rendijas de las tablas, lograba ver o sentir, ya no sabía la verdad, si imaginaba o era realidad, unos grandes y escalofriantes ojos observándolo, quietos, fija la mirada fría y muerta de esa malvada bruja sobre los ojos del niño, que al borde del colapso, se hundía en el colchón de su cama. La pesadilla que todas las noches lo acompañaba ahora era más fuerte y real. La bruja no se movía, esperaba algo, pues no entraba a la casa, quizás por el cuerno de siervo que la mamá echaba todas las noches antes de acostarse, o los interiores al revés que arrojaba en el medio del cuarto. No sabía pero tenía fe que era por algo de eso que la horripilante criatura no terminaba de entrar y llevarlo con ella. De repente sintió el mayor de sus miedos recorrer su columna, hasta el cuello, su cuero cabelludo se tornó duro y frío, la mirada tenebrosa que había sentido por las 15
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ranuras ya no estaba, el miedo no se fue de su alma, al contrario se hacía cada segundo más intenso. Buscaba con la mirada una sombra que le permitiera saber dónde estaba la malvada criatura, antes de que lo agarrara con sus garras. Pensó haber sentido un ruido detrás de la cabecera de su cama, justo donde el techo era más bajo y su cabeza casi daba con el final de la tabla y el comienzo del techo. Su mente no le daba respuestas sobre qué hacer, sentía algo caliente recorrer sus piernas, olía a pipí, era el miedo que lo había hecho orinar los interiores y las sábanas. No podía gritar ni hablar, ni siquiera mover los brazos o piernas, la boca estaba pesada, su lengua paralizada, su corazón latía tan acelerado que podía escucharlo con claridad, y en ese instante, sin explicárselo, a su mente un recuerdo llegaba. Era su amigo - el espiritista - que le decía: "...cuando la bruja se te presente frente a ti, no corras, mete un crucifijo debajo de tu lengua y verás que puedes hablarle a la bruja, anda, dile en el nombre de Jesús te ordeno que te vayas y mañana ven al mediodía por un poco de sal...". No tenía un crucifijo cerca, ni podía moverse, como si al hacerlo la bruja detectaría su presencia, como una serpiente y lo atacaría. Pero se percató que ahora su corazón y todo su ser, estaba más tranquilo. El recuerdo de su amigo lo había distraído y dejó de pensar en la bruja, se dio cuenta que si no pensaba en ella, el temor no lo paralizaba. A consciencia de esta nueva sabiduría, se dio la vuelta y miró hacia abajo, en la cama inferior estaba su hermanito, rendido totalmente e ignorante de lo que pasaba. Sabía que el crucifijo estaba debajo de su almohada, él lo había colocado allí para proteger a su hermanito de la malvada bruja. Bajó lentamente y sin querer hacer ruido, pero esa vieja litera de metal rechinaba fuerte. Por fin bajo y sus pies tocaron el borde metálico de la cama inferior. Se soltó de su cama y bajó, se acercó al cuerpo relajado del niño y metió debajo de la almohada su mano, tocó el crucifijo caliente y lo apretó con fuerza en su puño, lo introdujo en su boca, debajo de la lengua, como le dijo el amigo. Se bajó de la cama, la piel de gallina y sus flacas piernas temblaban sin parar. Su pensamiento estaba en la puerta de la casa, la reja hecha de palos cruzados que servirían como escalera, para subir hacia el techo, su cuerpo subiendo hacia el techo y retar a la bruja en su espacio. Tenía mucho miedo, pavor, pero el crucifijo le daba valor, pensaba que ahora la bruja no podría tocarlo, que él podía hablarle y doblegarla para acabar de una buena vez con esa pesadilla de todas las noches. El perro dormía plácido en la sala, esa noche habían traído sobras del restaurant donde trabajaba la mamá de los niños y se había hartado un banquete. La puerta con candado y cadena le eran
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obstáculo, pero logró ver la llave en la cocina, la agarró sin producir mucho ruido, con ella logró abrir el candado y luego, con sigilo, quitar la cadena. El miedo se hacía mayor, la saliva brotaba de su boca por la cruz dentro de ella, pensaba que resbalaría al tratar de hablar y se caería, eso lo dejaría indefenso y a merced de la fea bruja. Dudaba cada segundo más, y entonces sucedió algo que no contaba, de repente, sintió que algo se movía en el techo, desde donde estaba su cama hasta encima de la puerta. Era ella, tenía que ser la bruja, que se dio cuenta que el saldría y se movió para esperarlo, justo arriba de la puerta, para cuando se asomara, agarrarlo por la cabeza. El frío recorrió su espalda, volvió a su cabeza, los pelos parados y los poros brotados le decían lo asustado que estaba. Imaginaba la cara monstruosa frente a frente con la suya, sus ojos inmensos devorando los suyos, su apestoso aliento inundando su nariz, pero ya estaba allí y no regresaría, hasta enfrentarla y acabarla para siempre. Abrió la puerta de la casa, y el viento frío de la noche de Sarria entro y terminó de humedecerlo todo. Veía la quebrada de aguas negras con su basura y ratas de un lado a otro. Las luces de los postes de la calle alumbraba poco, la mayoría quemados o rotos, por las piedras que de día las pandillitas de niños arrojaban. No se veía ni un alma de Dios por ahí. Serían como las 2 de la madrugada, solo él y la bruja en el techo. Empujó la reja de madera, con su tela metálica, casi toda rota por el uso. Pensó en trepar por ella, pero muy rápido para que su cara y la de la bruja se toparan sin demora, para sorprenderla. Y se encaramó, por la rapidez que quiso subir, su pie derecho resbaló, al no mirar donde pisaba y casi cae, pero recuperó el equilibrio rápidamente. Y subió el pie izquierdo temblando cada vez más y más. Ya casi su cara llegaba al techo, su corazón se le salía del pecho, las lágrimas recorrían sus mejillas, sus manos se aferraban de la reja con fuerza como para no seguir subiendo. Su lengua sujetaba el Cristo en su boca, era su única esperanza en esa batalla. Tenía tanto miedo que deseaba estar dormido en su cama y despertar de esa pesadilla, ya no quería ver la cara de la bruja, ya no le importaba volver a despertar todas las noches pensando que le observaba. Quería rendirse, era tan solo un niño, porque tenía que ser él pensaba. Un fuerte dolor en su pecho le hacía llorar a cántaros, no sabía si era rabia o el susto, solo sabía que quería a su papá con él, lo necesitaba ahora más que nunca, para que le ayudara con la bruja. Pero no estaba allí, otra vez no estaba. Dormía agotado de tanto caminar por las calles trabajando, ni siquiera se bañaba cuando llegaba y su camiseta, estaba amarilla y hedionda a vinagre. La mamá del niño peleaba por tener que
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dormir con esa hediondez. Sin darse cuenta, se había olvidado de nuevo de la bruja y estaba más sereno. Entonces volvió el recuerdo del amigo, "anda dile en el nombre de Jesús te ordeno que te vayas y mañana ven al mediodía por un poco de sal".
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LA MADRE LOCA
El miedo paraliza, definitivamente era lo que le sucedía al niño que seguía ahí guindado de la reja de la puerta, en medio de una oscura, sola, fría noche de luna nueva. Las ratas deambulaban por todas partes, buscando alimentos o creando su organización clandestina, si eso era posible pensarlo. Eran animales grandes, oscuros, sus ojos brillaban y retaban con su fuerte mirada, andaban en grupos y por ello era como si se organizaban, con sus líderes, tal como la película. Había una con la cola toda mordida, destrozada, con las cicatrices más visibles, como huellas de las luchas más feroces, de su escapada de las trampas más letales, esa tenía que ser la líder general. Así era la vida en aquella zona llena de miseria y abandono, cada individuo debía convertirse o en un soldado obediente o en un líder de un grupo, con sus heridas y cicatrices, pero indudablemente haber batallado, con todo su ser cada pelea por la vida. Para ese niño esta era su batalla, aquella bruja en el techo de su casa lo asustaba por las noches cada vez que la luna menguante se iniciaba hasta que la luna nueva terminaba. Su madre con aquella presión, esa pelea con seres invisibles y sus estrategias, sus oraciones extrañas para enfrentar a la bruja, ya se hacía insoportable y muy desesperante. Pero igual, el alboroto que causaba aquella bruja en el techo de zinc del rancho donde vivía era insoportable también, lo extraño es que solo él sentía esa bulla, solo él no podía dormir, ni descansar para dedicarse como debía a sus estudios. Por ello estaba ahí, debía seguir subiendo al techo donde la malvada y tenebrosa bruja lo esperaba, quién sabe para qué. Ya estaba cerca de ella, su cabeza tocaba el zinc, la bruja debía estar como a un metro de la orilla, donde el tronco daba soporte para clavar el techo y aguantar el peso de esa criatura. El niño estaba asustado como nunca lo estuvo jamás, ni siquiera en aquella su primera pelea en la escuela, con aquél niño que siempre le quería quitar su merienda o robar sus lápices o sus libros. Como tampoco aquella otra vez, cuando en el mercado libre robó su primera cosa al vendedor de carteras y monederos. Esto era diferente, más intenso, su piel estaba toda erizada, como piel de gallina desplumada lista para picarla. Recordaba lo que tenía que hacer, pero dudaba de si podía hacerlo, eso de hablar con una bruja tenebrosa con un crucifijo debajo de 19
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la lengua, no era nada fácil, siendo preso de ese inmenso miedo que congelaba sus músculos y huesos. Contó hasta tres, uno en el nombre del Padre, dos en el nombre de Jesús y tres en el nombre del Espíritu Santo. Subió, las lágrimas brotaron del susto, como si jamás volvería a subir a ese techo. Su cabeza se sentía congelada, sus tetillas se endurecieron, su cuerpo temblaba, pero sus ojos bien abiertos fijos en ese techo buscando la criatura. Ahí estaba ella, como la imaginó a tan solo un metro de distancia, era un bulto extraño como un animal peludo, quizás como una rata gigante, sin rabo, sin orejas, con las patas delanteras más cortas, su cara no se distinguía por los pelos abundantes y largos que le cubrían. Pero sus ojos, esos ojos, brillantes en medio de tanta oscurana, grandes y llenos de fuego rojizo, espantaban y penetraban hasta el alma. En ese instante el tiempo estaba paralizado y el terror dominaba al niño, que intentaba pronunciar palabra, antes que aquél ser diabólico se lanzara contra él. Pero no podía mover su lengua, para decir el conjuro contra la bruja, que ahora empezaba a moverse hacia él, como sabiendo que no podía moverse, jugando con su miedo, con su cobardía. Hasta llegó a escuchar una risa chillona, ruidosa de rata desafiante, era el momento de hablar o nunca lo haría. Su lengua se movió, tragó saliva contenida por tener el crucifijo debajo de su lengua. Aquel crucifijo que le daría el poder a sus palabras. Lograron salir las palabras pero no se entendía lo que decía, sabía que no era por el crucifijo, desde su alma no había el valor necesario para mirar y hablar a los ojos malvados de aquel ser, que con una fuerza desconocida lo congelaba. La claridad llegó a sus palabras que salían todas desordenadas, la bruja veía y soltó una enorme carcajada que debió escucharse en todo el vecindario o como antes solo para sus oídos. Un hedor insoportable llegó a su nariz, de aquel apestoso aliento diabólico de la bruja de Sarria. Sus manos como de rata se dejaron ver para lanzarse sobre el cuerpo del niño que sólo asomaba su cabeza y su tronco sobre el techo, ambas manos agarradas del zinc para subir el resto del cuerpo, cuando la garra derecha de la bruja se clavó en su hombro izquierdo, jalándolo con una fuerza descomunal, que lo levantó sobre el techo y lo arrojó sobre él, dejando abiertas heridas donde sus garras se clavaron en su piel, heridas que quemaban y dolían con intensidad, como si estuvieran llenas de algún ácido de laboratorio. El niño acostado sobre el techo, lograba articular más claras y coherentes palabras, temblando de miedo y dolor, empezaba a sentir una fuerza que se apoderaba de su cuerpo, le era conocida, era la misma que sintió cuando se enfrentó al niño de la escuela o cuando se atrevió a tomar aquel monedero al vendedor del mercado de Guaicaipuro. Indudablemente era la misma fuerza, era una rabia ante la agresión del opresor, ante la minusvalía lo que le motivaba a levantarse y darle lucha a esa horrible criatura de la oscuridad. Recordaba como la 20
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cruz detenía demonios en las películas y como las protecciones de su mamá mantenían alejada a la bruja, así que concluyó que aquél crucifijo evitaría daños mayores. Con esta convicción en ese poder que no veía, podría batallar, hasta una sonrisa se dejaba ver en sus labios, aún su piel se erizaba a cada rato, sentía miedo y a la vez esa fuerza para combatir. La bruja se lanzó sobre él, desde donde se encontraba dio un salto de tres metros de largo, el niño pudo girar sobre su cuerpo para evitar la caída sobre él. El ruido había despertado a su mamá, quién enseguida empezó con sus habladurías y oraciones en un lenguaje extraño, esa de las cuales siempre se molestaba y se burlaba cuando las decía por las noches. Se levantó medio cuerpo y vio a su lado a la bruja, estaba como petrificada, sus patas parecían estar llenas de fuego y ardían, causando dolor en la criatura. Eran las palabras que decía su mamá, eso era lo que la paralizaba y luego hacían que su cabeza girara como trompo loco. El niño estaba contento, la alegría de ver aquello era inmensa, esa voz, era la de su mamá, la loca, que ahora le salvaba y le ayudaba cuando más le necesitaba, cuanta pena y dolor le causaba recordar las peleas con ella, la burla, por creer que enloquecía. Su alegría inundaba su corazón, su mamá, quien le diría que lo ayudaría en esos momentos, entonces sus palabras fluyeron como nunca, y el conjuro espiritual le salía con claridad y fuerza de su boca. Ahora sí, todo salía como era, el miedo desaparecía al ver el enemigo paralizado, cada palabra pronunciada le daba más fuerza, se levantaba sobre sus pies y con determinación se dirigía hacia la bruja, que por efectos de las palabras temblaba ahora de temor. Le decía ven mañana a pedir sal en el nombre de Jesús, y en ese momento salió disparada como cohete de navidad hacia el cielo, volando y chillando como pájaro asustado. Cuando todo quedó tranquilo, el silencio regresó a sus oídos y escuchó como la mamá lloraba por ver su cama vacía y la puerta abierta, pensaba que la criatura malvada se llevó a su hijo mayor, pero estaba en el techo sin saberlo. Todos los hermanos despertaron y empezaron a buscarle, el caminaba hacia la puerta para bajar por la reja y cuando su hermana mayor lo vio pegó un fuerte grito para avisarle a la mamá que estaba vivo y no se lo había llevado la bruja. Sin embargo, el niño sentía que esa bruja nunca le dejaría en paz y tarde o temprano debía volverse a encontrar y enfrentar con ella.
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EL VIAJE ESPIRITUAL
Estaban los muchachos emocionados y alborotados, arreglaban el cuarto, un callejón que separaba las casas rurales que sus dueños habían decidido en común cerrar para ampliar cada uno su vivienda. Salía a la mitad cada uno un dormitorio y un trozo de patio. Eran viviendas construidas por el gobierno social-cristiano de Rafael Caldera en la populosa zona de Antímano en la Ciudad de Caracas, la de los techos rojos de la oligarquía que poco a poco se convertía en la de los techos grises de la marginalidad. La algarabía era porque esa noche se realizaría una sesión del Centro de Asistencia Espiritual, cuyo propósito era sanar personas cuya salud se veía perturbada por razones espirituales o por razones psicosomáticas. Las personas indicaban que los médicos les decían que no había razones por la cual sufrir esas dolencias. Decían que se habían enfrentado con personas malignas, que les amenazaron con ponerlas a caminar en cuatro patas o tiradas en una cama o hambrientas de sexo o con llagas por todo el cuerpo o cosas parecidas. Todos los que aspiraban a formar parte del grupo de sanadores tenían que preparar y dejar el salón o altar limpio, arreglado, iluminado y con inciensos encendidos. Además tener todos los insumos necesarios para las curaciones o uso de los sanadores. Eso incluye tabacos, velas o velones, pólvora de cazador, bebidas alcohólicas espirituales, cintas tricolor, alcohol isopropílico, gasas, algodón, cintas adhesivas, etc. Había un poco de nervios en todos ellos, por cuanto sabían que eso de tumbar un trabajo montado por adoradores de las fuerzas del mal, era muy peligroso, pues venían con sus contras para evitar que fueran desmontados y eso significaba enfermar al sanador. Para esto se requería de poderosos maestros del espíritu, llenos de mucha luz, y eso sólo se encontraría en espíritus que en vida corporal hayan entregado su vida por el bien de los demás, viviendo en el amor, o que después de fallecer su espíritu haya sido iluminado por los creyentes. Los muchachos podían recurrir a estos espíritus para sanar, pero deberían utilizar sus cuerpos, es decir, sus cuerpos considerados "materia" debían ser ocupados 22
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por esos espíritus de luz para realizar las sanaciones. Por otro lado estos espíritus, evolucionando en el mundo espiritual, cuando tuvieron vida no lograron alcanzar la luz necesaria para llegar a los niveles espirituales de máxima luz y felicidad, incluso algunos quedaron en nuestro mundo y caminando entre los vivos, debían seguir ascendiendo y para eso necesitaban de más luz, eso lo lograban en la medida que hacían bien al prójimo. Pero estaba claro que ese tiempo dentro de la materia restaba luz a los espíritus dueños de esas materias, con la única ventaja de darles sabiduría para alcanzar mucha luz en sus vidas. Para sanar, estos espíritus necesitaban el cuerpo sano de una persona noble, llamada materia, para entrar en él o encarnarse. Y para ello el espíritu de la persona materia debía salir voluntariamente de su cuerpo, incluso creer en Dios y en Jesús como su hijo y salvador, orar para que su espíritu regresara a su cuerpo tal y como se había ido, que su cuerpo no fuese dañado por espíritu alguno durante su ausencia, pues si algún espíritu de baja luz o de la oscuridad entraba en su cuerpo, podía destruirlo, dejando su espíritu vagando por el mundo de poca luz y en la dimensión de los seres vivos, como fantasmas buscando cuerpos dormidos que usurpar temporal o definitivamente. El altar estaba lleno de velones encendidos y muchas figuras, de rostros de las personas fallecidas que ahora necesitadas de más luz usaban sus espíritus para encarnar y sanar. Estaban organizados por cortes, o grupos de espíritus con oficios comunes. La Corte Indígena encabezada por el Cacique Guaicaipuro, la Corte Médica por José Gregorio Hernández, la Corte Militar por Simón Bolívar, la Corte Negra por la Negra Francisca, la Corte Docente por el Profesor Lino Valles, etc. También había estatuillas de esos espíritus que formaban círculos de mayor poder, como por ejemplo las Tres Potencias Venezolanas (Guaicaipuro, María Lionza y el Negro Felipe) o del Dr., José Gregorio Hernández o Simón Bolívar. Alberto era uno de los muchachos de mayor edad, pero nuevo en el grupo de materias, recientemente había sido apadrinado por el Cacique Tamanaco, quien fue un jefe nativo venezolano, que siendo líder de las tribus Mariches y Quiriquires, batalló durante parte del Siglo XVI la resistencia en contra de la conquista del territorio venezolano, especialmente en la zona central del país, por parte de los españoles. Le asignó el nombre de uno de sus hijos. Cuando lo apadrinó, la materia que recibió su espíritu, era la de un muchacho pequeño en tamaño y sin embargo, el espíritu dentro de esa materia logró levantar su cuerpo por encima de sus hombros, estirando por completo los brazos, alcanzando tocar el techo con el cuerpo de Alberto, quien incrédulo aún, veía lo que sucedía. Ese día Alberto experimentaría su primer intento como materia, intentaría lograr que su espíritu cediera su cuerpo y ser utilizado por otro espíritu de luz. Tenía curiosidad de saber que se sentía salir de su cuerpo y hacer eso que muchos 23
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llamaban viajes astrales. Si podía algún día conversar con los espíritus de gente de gran sabiduría, que le ayudaran a saber que debía hacer en este mundo para vivir y obtener mucha luz. Como estudiante de ciencias dudaba mucho de todo esto, y esto le restaba fuerza u oportunidades como buena materia, pero estaba allí para saciar su necesidad de verdad, sobre si el ser humano era más que un cuerpo de carne y huesos. No podía entender eso de si había vida después de la muerte, que el espíritu tenía vida eterna, que reencarnaba luego de morir hasta alcanzar la luz suficiente para elevarse y no reencarnar. Que Jesús con el bautismo eliminaba eso de estar reencarnando hasta alcanzar luz y de una vez alcanzaba el nivel del no retorno. Estaba emocionado y un poco asustado, era una materia que no conocía ni dominaba nada de ese mundo espiritual. Ya sabía todo el procedimiento, lo repasaba mentalmente. Se había puesto algunas prendas demás, una cinta tricolor que rodeaba su frente, solo le faltaba una pluma para parecer un indígena. Cierta vanidad se dejaba colar, esa misma cinta alrededor de muñecas y tobillos. Un collar de un cordón tricolor (amarillo, azul y rojo) con un Crucifijo de Caravaca (parecido al cristiano pero con dos largueros horizontales). Estaba parado frente al altar, sus brazos colgaban al lado de su cuerpo, sus ojos cerrados, su respiración lenta y profunda, su mente en blanco y para ayudarse pensar en Cristo solamente, oraba para pedir al Creador su permiso para que su espíritu saliese y volviese a su cuerpo, con bien, sin dañar ni ser dañado. El compañero que servía de guía o "banco", para vigilar que todo se efectuara correctamente, estaba frente a él y arrojaba humo de tabaco y cocuy en su cuerpo. Empezó a sentir un escalofrío en sus pies descalzos sobre el piso, pensó que era el frío del suelo y recordó que no debía ocupar su mente con pensamientos, ni dudar de lo que sucedía. Otra vez se relajó y se concentró. Regresó el escalofrío y sentía que subía por sus piernas, por sus músculos, sus glúteos, hasta su abdomen. Justo ahí sintió un fuerte dolor estomacal que le dieron ganas de vomitar. El banco colocó sus manos sobre su ombligo y le dijo que había debilidad estomacal, que abriera los ojos. En seguida le dio una receta para un remedio de fortalecimiento estomacal. El remedio casero era beber por siete mañanas en ayunas, un vaso de agua que debía ser dejada por la noche al sereno conteniendo una cabeza de pescado fresco y el jugo de un limón maduro. Lo hizo tal cual le indicaron, era desagradable el aspecto de aquella imagen y pensar que debía tomar el caldo aquél. Apretó sus narices y empezó a tomar el agua, así lo repitió por siete mañanas. El banco le informó que el indio Tamanaco, había dejado instrucciones para él, que no fuese materia todavía, pues dudaba de todo lo que veía en el centro de asistencia. Que 24
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se dedicara a elaborar un archivo de fichas con todos los tratamientos que enviaban para cada enfermedad. Lo hizo con obediencia y mucho interés en que quedara bien, para poder intentar de nuevo como materia. Logró hacer 200 fichas de remedios para enfermedades y sin la necesidad de contar con los espíritus, atendía a enfermos y aplicaba los remedios del fichero, logrando la sanación. Pasaba el tiempo y seguía en Alberto aquella necesidad de sentir su espíritu, más aún después de ver a su hermano menor, probar como materia y lograr recibir espíritus en su cuerpo. Sentía alegría y hasta un poco de envidia, pero ahora tenía a alguien de su plena confianza para preguntarle qué sintió. Él era su hermano y no le mentiría en algo tan importante. Así hizo, cuando estuvo a solas en su casa le preguntó y el hermano emocionado le respondía. Escuchaba que le decía que se paró frente al altar y de repente sintió un jalón y al abrir los ojos veía su cuerpo debajo de él, y él como si flotara. Eso que estaba abajo era su cuerpo pero sin él, es decir, como un cascarón vacío. Y lo que flotaba no tenía cuerpo, era como su mente, que tenía su pensamiento, su memoria, su sentir. Pero que ahora, sobre el cuerpo que estaba abajo no tenía ningún control. Le contó que veía su cuerpo frente a Alberto, quien hablaba con él espíritu que entró en su cuerpo. Que trataba de decirle a Alberto que estaba ahí, que estaba arriba de él y que lo veía, pero la boca de su cuerpo no reaccionaba a su deseo. Esta información era importante para Alberto, estaba convencido de que su hermano no le mentía, más cuando durante esa noche el cuerpo de su hermano menor había ingerido una botella completa de ron y otra media botella de cocuy, cuando regresó el espíritu de su hermano, no tenía aliento de alcohol ni efecto de estas bebidas sobre su consciencia. Era como si no hubiese ingerido ni una gota de alcohol. Alberto presentía que no le dejarían probar nuevamente como materia, pensaba que su cuerpo no servía para eso. Así que decidió montar su propio altar en su casa y compró las imágenes, las bebidas, velas, inciensos, todo lo necesario pero no tenía banco para guiarlo y protegerlo. Decidió que aun así lo haría, pero antes de hacerlo llegó su hermano menor quien le recordó las normas del centro que estaba violando. Aun así le pidió le guardara el secreto, que le sirviera de banco y el hermano lleno de temor aceptó. Su hermanito le dijo que lo pensara bien, que podía quedarse en ese mundo espiritual y nunca poder regresar. Pero Alberto estaba tan emocionado y necesitado de sentir aquello, que poco le importaba si seguía en este mundo. Inició el proceso y luego de varios minutos empezó a ver, aún con los ojos cerrados, que se elevaba sobre el altar, estaba retirado pero la visión lo ponía muy cerca. 25
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Empezaba a sentir como un vacío donde perdía el equilibrio, se movía para alcanzar estabilidad, y seguí subiendo cada vez más rápido, miró hacia abajo y veía sus pies y piernas y sintió que volaría por los aires dejando su cuerpo, fue cuando un miedo de no volver inundó su mente, y en ese instante escuchó un fuerte ruido a botellas rotas y objetos partidos. Escuchaba la voz de su hermano diciendo: - A tierra en el nombre de Jesús, a tierra hermano Alberto. Su hermanito lloraba y se notaba asustado, gritaba pidiendo ayuda. Seguía subiendo y veía su cuerpo caído sobre las botellas, su hermano desesperado seguía repitiendo una y otra vez aquellas palabras. Pero subía y subía y cada vez más se alejaba de su casa, veía el barrio y tenía miedo por no saber hacia dónde se dirigía, pero allí estaba fuera de su cuerpo como quería demostrar, ¿cómo volvería? ¿Cuándo? ¿Qué pasaría con su hermano menor y la familia? Eran preguntas sin respuestas, ahora solo se desplazaba sin saber cuándo pararía...
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LIMOSNERO DE AMOR
Muchas veces, de niños o adolescentes, nos vemos invadidos por emociones o carencias de afectos que someten al yo interior a serios conflictos y permanentes cuestionamientos. En cada circunstancia de la vida, surge la conversación interior y desde la carencia se juzga a sí mismo como no merecedor de los afectos requeridos. Estos afectos normalmente existen, pero no de la forma como el niño desea recibirlo, es la percepción de cómo los demás lo reciben, esa comparación con su realidad lo que construye el juicio y su conclusión. La relación padre e hijo varón, es una de las interacciones sociales donde abundan estos tipos de casos, veremos en esta historia un hermoso testimonio de esto. Alberto es un niño muy inteligente y sobresaliente en sus estudios. Su alto rendimiento le otorgaba viajes como premio, pero su padre, por temor a que le sucediera algo malo, nunca le otorgaba el permiso para disfrutar de sus viajes. Esto causaba un rechazo y molestia al niño, estaba convencido que más peligro corría en su propia casa, en el barrio donde vivía. Su casa se situaba al lado de una larga, vieja y abandonada construcción, que antes solía utilizarse para alquiler de habitaciones a extranjeros. Ahora la habitaban malandros y drogadictos, que habían invadido la propiedad. Desde entonces, era cotidiano el olor intenso de marihuana, las discusiones y hasta peleas, con armas blancas, por una fumada del pitillo o por un pitillo completo del ansiado monte. Cuando llegaba la policía, guardaban la droga entre las tablas que formaban la pared de su casa o incluso, si había ropa colgada en el pasillo que dividía las dos casas, en los bolsillos de pantalones o chaquetas del niño o de sus hermanos. Un día de colegio, cuando caminaba con su chaqueta, noto un pequeño bulto en un bolsillo, al sacarlo notó que se trataba de marihuana. Un frío de terror recorrió su cuerpo, miró con rapidez hacia todos lados, buscando los dueños de la droga o la presencia de agentes policiales. Al cerciorarse de no tener moros en la costa, empezaba a regar el monte con sus semillas por todo el camino, casi 100 gramos
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de la droga esparcidos por la calle, como para ser asesinado por los malandros o encarcelado por la policía. Para él, este era un peligro mucho mayor que ir a un plácido viaje con su profesor guía, a la Isla de Margarita, donde además de tomar el sol y quitar ese color blancuzco pálido de su piel, por el cual le consideraban muchas veces anémico, disfrutaría de esos pescados fritos con tostones y ensaladas, con esos deliciosos y fríos jugos de papelón con limón. Le fascinaba el mar, ese olor a salitre, el sonido de las olas rompiendo en la costa, el color azul del mar perdiéndose en el cielo, las gaviotas pescando en el mar, las lanchas pasar aceleradas llevando visitantes por los manglares, bañarse en el mar y que las olas le arrastraran, lo revolcaran bajándole los interiores dejándole desnudo ante las miradas burlista de los bañistas. Pero era solo su imaginación, sueños que no podían ser realidad, por la decisión de su papá. Ya eran tres las veces que perdía el chance de viajar, para resignarse a quedarse en su casa, ayudando al papá en su trabajo que para entonces era vender frutas en el mercado o cargar escombros de los trabajos de albañilería que hacía en las casas de la gente rica del este de la ciudad. Cuando pasó a la secundaria, el papá le prometió que si lograba pasar al siguiente año académico con notas sobresalientes, le daría como regalo una bicicleta. Tenía 12 años y nunca había tenido una bicicleta. Siempre le hacía esa promesa y nunca la cumplía. Pero el niño acostumbrado a este incumplimiento, seguía motivándose a esforzarse por alcanzar buenas calificaciones. El contacto verbal con su papá, aparte del comienzo del año académico, era posible cada trimestre cuando entregaban el boletín con las calificaciones. Era un momento que el niño esperaba con mucha ansiedad. Era de esperarse que así fuese, su desempeño exitoso le garantizaba poder disfrutar de un instante parecido al de las olas revolcándole. Cuando el papá tomaba su boletín, el de él era siempre el primero que revisaba, estaba atento, mirando la expresión de su cara de manera muy minuciosa. El rostro del niño brillante de la grasa, pero tranquilo, sus ojos iluminados y muy abiertos, denotaban una escondida alegría, esperando ese momento por el cual había dado su mejor esfuerzo en cada asignatura.
El papá abría el boletín y recorría con su mirada curiosa de arriba abajo, todas las asignaturas y de repente, una respiración profunda, un brillo en sus ojos, todo ello percibido por la mirada microscópica del niño, y ahí en los labios del padre empezaba a dibujarse una pequeña sonrisa, llena de un avergonzado orgullo,
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como queriendo esconder esa noble emoción, la mirada abierta y las cejas levantadas y al final las palabras, esas benditas palabras bálsamo para el corazón del mendigo de cariño: "Como debe ser hijo, como debe ser". No había más, quería más, pero no podía esperar abrazos, besos ni cargadas emocionadas, menos aún brincos y festejos, tampoco recompensas materiales, nada, absolutamente nada más. Así debía ser, como siempre. Luego tocaba a sus hermanas y al final los abrazos, besos y felicitaciones, como siempre, como debía ser. Que injusticia pensaba él y sentía su corazón, esa eran noches que no dormía temprano, costaba conciliar el sueño. Pensaba vengarse por el poco cariño que le daba su papá, pero lo único que se le ocurría era sacar malas notas y entristecerle. Pero eso le haría perder la oportunidad de recibir su regalo de final de curso. Así que mejor olvidaba el asunto y al día siguiente a seguir buscando las mejores calificaciones. Eso sucedía cada trimestre y el corazón del niño se endurecía, ya no ansiaba más aquello que mendigaba. Pero aún no terminaba de entender porque su papá no le quería, tenía que haber una razón, necesitaba saberlo. Tal vez era por ser varón y los papás no son cariñosos con los varones, solo con las hembras, porque dicen que los hijos se vuelven maricas. Le quedaba la duda y tenía que resolverla. Como las preguntas en sus exámenes. Había problemas en la calle y en la escuela. Ese año las cosas habían sido difíciles, necesitaba comentarlo con alguien y no encontraba con quien hacerlo. Quería conversar con su papá sobre ese profesor de Educación Artística que hablaba medio maricón, que creía le tenía rabia y no lograba sacarle buenas notas, o de ese muchacho grandulón que cada día se atravesaba en la puerta del salón y no le dejaba entrar a clases, hasta ese día que se molestó y decidió hacerle frente, recibiendo un puñetazo que le sacó el aire y le dejó tirado en el suelo. Pero que desde entonces nunca más volvió a molestarle. Quería hablar tantas cosas, pedir su consejo. Tal vez no podía ayudarle, pues su papá dejó de estudiar muy temprano. Cuando el abuelo murió su papá tenía diez años y tuvo que trabajar para mantener la familia. Una tarde cuando llegó a su casa, hizo sus tareas y repasaba las clases del día, cuando finalizó escuchó a su papá con el socio que tenía, trabajando en el taller de carpintería que habían montado para hacer muebles forrados de formica, para las casas donde trabajaba albañilería. Pensó hablar con su papá y contarle todo lo que había sucedido, pero ahí estaba como siempre temblando todo su cuerpo, sudando sus manos, sin saber que decirle, por donde comenzar. Pero esa molestia seguía dentro de él, conversaba consigo mismo sin aceptar ese miedo por hablarle al papá. Recordaba al grandulón, y así vio su miedo, cuando decidió
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que el grandulón no le impondría su voluntad, recibió un golpe pero solucionó su miedo y con él su problema. Ahora sería igual pensó, era solo hablar no tenía que pelear, era su papá por Dios. Se decidió a salir y hacerle frente a su padre, estaba sin darse cuenta llorando y secó sus lágrimas, sus manos y se dirigió al taller. Ahí estaba parado frente a ellos, la sierra cortadora hacía un ruido espeluznante que no dejaba escuchar más nada, su corazón parecía estallar, tenía ganas de orinar, tenía temor sin saber qué era lo que producía tanto miedo. Se apagó la sierra y todo quedo en silencio, el papá se volteó y lo vio parado y preguntó si necesitaba algo. Su voz seca y fuerte le hicieron asentir con la cabeza, pero su lengua estaba seca y pegada al paladar, por dentro se decía -no seas cobarde anda dile de una vez. Pero el papá al ver que no decía nada se da la vuelta para reiniciar su trabajo. Entonces logró pronunciar palabra, pero dijo algo que nunca pensó decir, pero que desde niño se cuestionaba en su mundo interior. Eso le maltrataba por años. De su boca seca y temblorosa salió la expresión: -Papá ¿por qué nunca me has tratado con cariño como a mis hermanas? Logro hacer la pregunta, esa que le daría la respuesta que siempre había añorado. Pero el papá extrañamente para él se quedó paralizado de espalda a él, no volteaba ni se movía. Era como si su vida regresaba muchos años atrás hasta verse como un niño de 8 años, cuando su papá el ruso lo maltrataba para matarle, y entonces como su hijo hacía ahora, él se enfrentaría para defenderse y pedirle cariño, pero que como respuesta solo recibía cachetadas y palos. El papá no respondía, el socio notó esta situación y trató de ayudarle. Fue cuando todo sucedió de la manera más dolorosa, esa que marcaría al niño atrevido para toda su vida, que juraría desobedecer a su padre por siempre, para dejar de ver esa sonrisa escondida y ese brillo orgulloso del padre por su excelencia académica, todo por esa expresión, que su papá y su socio dijeran en coro de voces y sonrisas que lo ridiculizaría: - ¿Que vaina es esa, ahora te volviste una mariquita?
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EL TÍO AGRESOR
Hay veces que en la familia suceden cosas que cualquiera piensa son insólitas, pero que suceden al frente de los que son cabezas de familia, lo peor es que son advertidas y no creen, es cuando las desgracias suceden. Esta niña de 8 años, vivía en una población rural, en las partes altas de unas montañas por el centro de Venezuela, al Centro del Estado Guárico. Tenía dos hermanitas pequeñas, en su humilde morada, habitaban con grandes economías, el Papá bebía mucho y gastaba lo poco que ganaba, era un hombre simpático cuando estaba sobrio, pero al beber le daba por dormirse, tal vez esto colaboraba para que las cosas sucedieran. La mamá tenía desordenes de conducta, tal vez una enfermedad biológica o psicológica. Lo cierto es que su sexualidad se veía afectada, no tenía como satisfacer sus deseos de mujer. Cuanto hombre conocía, deseaba sentirlo en su piel, en su intimidad, ser llena de sus fluidos internos. Luego que su esposo sobrio la colmara con sus energías, buscaba la atención de su compadre, después de su vecino, y así pasaba entretenida su vida cada día. Su hermano materno la visitaba con frecuencia y conversaba con ella, era un hombre feo y gambeto. El notaba su debilidad y comentaba lo preocupante que era su situación, le ofrecía su apoyo en todo lo que pudiera para ayudarla a satisfacer sus necesidades sin que se metiera en problemas mayores. Pero su presencia no tenía nada que ver con una actitud de solidaridad con su hermana, era una excusa para estar cerca de la niña mayor, su sobrina que despuntaba como señorita muy linda y de cuerpo bien formado. Ella empezaba a tener sus pezones brotados, sin nada que le protegiera se notaban a través de sus camisas. Su cabello largo y negro, su mirada limpia, inocente y ojos de color claro, su piel morena, sus labios gruesos y sensuales, sus piernas bien desarrolladas, su cintura estrecha, sus caderas grandes, sus glúteos pronunciados, todo esto conformaban una niña en edad, pero con cuerpo avanzado de mujercita.
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El tío le caía simpático, pero al mismo tiempo un poco tenebroso, su mirada la desnudaba cada vez que llegaba de visita, desde pequeña edad él la cargaba y la llenaba de chucherías. Pero le daba besitos en su boquita, y le pellizcaba las tetillas suavemente, cosa que le producía una desconocida sensación y al mismo tiempo una molestia surgía desde su interior. Al pasar los años, la niña se hacía más mujer y el tío se aparecía con más frecuencia, ya no traía caramelos, ahora zapatos, ropa interior. Ropa que quería que se pusiera y le modelara. Ella asustada y emocionada por la ropa que le regalaba, le complacía, al finalizar el aplaudía, pero le cargaba en sus piernas y volvía a hacer ese ritual que desde chica le hacía, pero ahora intentaba meter su lengua dentro de la boca de la niña, esto le causaba un asco increíble. Ella echaba su rostro hacia atrás y hacia los lados, pero el con fuerza agarraba su cara con las manos, le decía quieta mi niña linda que esto no es nada malo. Le decía que le quedaban lindas sus pantaletas, y le rozaba su parte íntima. Ella sentía una sensación incómoda, sabía que eso estaba malo y le dijo al tío que eso no debía hacerlo, que se lo diría a su mamá. Él se asustó y le dijo con voz fuerte que no era malo, que su mamá todas las noches metía un hombre en su cuarto y le hacía eso también. Que después a ella le gustaría tanto como a su mamá, pues a su mamá de niña también la tocaban él y su hermano mayor. Pero la niña no quería que el tío le tocara más y estaba decidida a contarle a su mamá todo lo ocurrido. Al día siguiente, encontró a la mamá en el patio, se acercó y le contó todo lo que ocurría cuando su tío llegaba, la mamá molesta le dijo que no inventara esas cosas, que eso era malo, que ese era su tío y tenía que respetar, que el solo quería lo mejor para ella. La niña siguió insistiendo y la mamá furiosa la cacheteó, su mejilla quedó ardiendo, su dolor era grande, pero mayor era el dolor en su corazón, pues no le creyó nada de lo que le dijo. El tío regresaba casi todos los días, su actitud era más insistente. Con fuerza la sujetaba y la besaba obligada, su saliva llenaba su boca de niña, el olor a tabaco y alcohol le producía nauseas, ella quería gritar y le tapaba la boca con su mano, la manoseaba toda, esa mano dura y callosa le irritaba, ella le rasguñaba, clavaba sus uñas en aquella piel endurecida, hasta que él la soltaba, no sin darle una cachetada o un puñetazo. Un día que su papá dormía la borrachera, la mamá se había ido a casa del compadre a su juerga sexual, el tío llegó. La niña al verle llegar sabía que algo malo sucedería. Corrió a esconderse a su cuarto. El tío tocó la puerta y forzó el seguro, logrando entrar. La buscó por todas partes, estaba ansioso, sin camisa y se quitó sus pantalones. La encontró detrás de la cama llorando, sudada y la sacó, la tiró sobre la cama y empezó a besarla y morderla, usando su fuerza introducía 32
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la áspera lengua en su boca, llenaba todo de su aliento nauseabundo, mientras con la otra mano rompía sus ropas, sus pantaletas. La manoseaba e introducía su rígido y grueso dedo dentro de la niña. Ese día, la niña se defendió como pudo, pero sus fuerzas eran muy pequeñas comparadas con ese hombre, desesperado y ansioso. Ese día, la niña no contó con su papá, ni con su mamá, nadie que la defendiera. Ese miserable día, ella perdió su inocencia, su amor por la vida, esa alegría por ser niña. Solo sentía dolor por todas partes, una gran rabia y un inmenso odio hacia ese hombre, su tío, que asco de animal pensaba, lo veía desde su llanto todo sonriente y satisfecho, guardaba su instrumento en su interior. Y le decía ya eres mía, ahora vendré más seguido y no podrás despreciarme otra vez, verás que te gustará. Al llegar la mamá, le contó todo lo sucedido y la mamá, toda llena de fastidio, nuevamente le golpeó por la cara, la empujó y le advirtió que de seguir con ese cuento tendría que buscar donde irse. La niña lloraba y sentía mucha rabia, sabía que ese hombre vendría de nuevo y tenía que hacer algo, solo pensaba en tomar esas pastillas que había visto en el baño y que la mamá usaba para dormir cuando el deseo de sexo era demasiado intenso. Pero pensaba en sus hermanas y lo desamparadas que quedarían y entonces decidió guardar cuchillos en su cuarto y asumir su propia defensa, con todo lo que encontrara a su alcance impediría que su malvado tío siguiera abusando de su ser. A los días, llegó el tío de nuevo y trajo comida y regalos para la niña. También trajo caramelos y chucherías, que no traía desde que ella empezó a desarrollarse. Eso le extraño mucho, pues hacía años que no hacía eso. Entonces comprendió, su corazón daba saltos, su respiración se entrecortaba, su mente imaginaba escenas de horror, corrió con todas sus fuerzas, entro a la casa y buscó en la sala, la cocina, en su cuarto, en el cuarto de la mamá y de las niñas, nada no había nadie. Se fue al cuarto detrás de la cocina, donde la mamá lavaba la ropa sucia. Ahí estaba el tío, sentado en un taburete y su hermana sentada sobre sus piernas. Su cuerpo se calentaba, sentía subir por sus pies una fuerza que quemaba su piel, sus oídos zumbaban con mucha intensidad hasta solo escuchar ese ruido, la cabeza se tornaba dura y fría, sus manos sudaban y sus piernas temblaban. Cuando se acercaba, vio la mano del tío tocar la vagina de su hermanita. De sus ojos empezaron a surgir lágrimas y de su garganta sollozos imperceptibles por el tío. Miró hacia todos lados, buscando algo, vio un palo de hacha y sintió pasar un calor por sus ojos tornando todo de color rojo. No podía permitirlo, ese sujeto haría lo mismo con su hermana y luego la otra, desgraciaría a esas niñas y ella no podía aceptarlo. Ya bastaba con lo que le hizo a ella, que aún recordaba el dolor entre 33
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sus piernas, el asco de sus fluidos inundando su ser, recorriendo sus piernas. Levantó sus brazos y bajándolos con toda la fuerza que pudo, dejó caer el palo sobre la cabeza del tío. El palo no se rompió, pero sí la cabeza de ese hombre que soltó la niña bruscamente, llevándose las manos hacia la herida y pronunciando todo tipo de groserías. Se tiró al suelo revolcándose del dolor, miraba sus manos para ver la sangre que brotaba de su cabeza, eso le produjo mucha rabia, se levantó violentamente y se dirigió hacia la niña, que aferrada al palo le amenazaba con seguir agrediéndolo. Se atrevió a pronunciar palabras, decía que no se le ocurriera volver a pisar una vez más la casa y menos a tocar a sus hermanas, o le esperaría con un cuchillo. Que iría a la policía, a contar lo que hizo con ella. El tío asustado y viendo que la niña era una mujer valiente y fuerte, le prometió no volver a tocarla a ella ni a sus hermanas. Ese día, la niña había despertado bruscamente a la vida, se daba cuenta que no sería nada agradable el porvenir, sus hermanas serían su responsabilidad, su padre y su madre no merecían ni siquiera su respeto, la relación con los hombres a la luz de ese desencuentro con su tío materno, sería muy complicada.
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EL LOBO Y EL BORREGO
Había una vez, en un lugar manchado, donde crecía en abundancia un monte que alimentaba junto a otro que alucinaba al humano. Esos montes eran muy solicitados por los seres humanos y por ello se producían guerras que destruían y mataban muchas personas y entre ellos a los animales. Un día un lobo hambriento comía esa hierba alimenticia, le llamaban "pira", "amaranto" y vio a lo lejos a un borrego extraviado. Tenía mucha hambre y por eso comía pira, pero al ver aquel suculento borrego, su naturaleza carnívora le hizo entrar en su cordura. El lobo había escuchado en el bosque, que los conejitos decían que los borregos comían la hierba alucinógena y desde entonces andaban alzados y no dejaban que nadie los acosara. El lobo sin confiar en esta noticia, hizo gala de sus habilidades y poco a poco fue acercándose y poniendo al becerro en jaque mate. Pero su sorpresa era muy grande, pues aquel animalito asustadizo no se movía de su puesto y sabiendo que el lobo merodeaba, seguía comiendo de la pira que abundaba. El lobo enfurecido pero a la vez confundido, entabla una conversación con el becerro. - Ejem, buen día amiguito becerro. - Buen día señor lobo y yo no soy su amigo déjeme aclararle. - Tranquilo becerro yo no vengo en plan de guerra. - Ja, no, es cierto, solo viene a comerme, nada más. -Nooo, pero quien te dijo esa mentira, eso es pura fama que me han hecho los malos representantes de los medios.
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- Si está bien, cuénteme una de vaqueros ahora o cante y me pongo a bailar como uno de los tres cochinitos. - Estas violento becerro, me han contado que ahora consumen la "mafafa", esa hierba alucinógena, veo que les está poniendo alzados. - Si lobo, comemos mafafa y ¿cuál es el problema? - Ninguno amiguito, pero mira nada más como me respondes. - No pierdas tu tiempo lobo, si vienes a comerme hazlo de una vez y no me hagas perder mi tiempo. - Yo no entiendo porque están así de contestones, ¿no podrá haber un poco de armonía? - Ja, ja, ja no me hagas reír lobo viejo, ¿tu, un asesino y devorador, dices querer armonía? Eso es como verdugo pidiendo clemencia. - Mira borrego, no me hagas perder la paciencia, que es poca la que tengo, no soy lo que dices, es mi naturaleza comer animales. - Y la mía ser comido, pero no ser sumiso ni miedoso. Así que come de una vez que estoy gordito y sabroso. - Yo no tengo mucha hambre, estoy ahora lleno de pira. -Claro como no soy sumiso ni miedoso no te provoca mi carne, te encanta que tenga miedo y tiemble de terror al verte, te equivocaste lobo, esa era está pasando, ya los becerros no somos los mismos, estamos despertando. Esa mafafa solo es para darnos valor, pero hemos escuchado a uno de los hombres hablar con sus hijos, él le decía que los poderosos son fuertes no por ellos mismos, pues son solo iguales que los demás, pero que los demás al tenerle miedo y le obedecían, le hacían fuerte y poderoso. - ¿Y porque escuchan a los hombres, si ellos siempre los han comido a ustedes también, toda su vida? - Es que mencionó que los cobardes y miedosos, sumisos, son unos borregos. Y al escuchar eso nos sentimos indignados. - Y ¿dónde está ese hombre del que hablas ahora becerro?
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- Unos cuantos de los becerros del que él hablaba, lo amarraron la otra noche y lo mataron, para que no siguiera diciendo eso que decía a sus hijos, pues lo había hecho con los demás borregos y ahora andaban sublevados, desobedientes civiles les llaman. - Mira borrego y ¿hay más gente como ese hombre, el que mataron? -Parece que hay muchos más, cada día aumentan los hombres liberados, se han quitado de la cabeza esas ideas de que son seres inferiores, que solo sirven para ser esclavos, que no podrían ser músicos, poetas, artistas, científicos, gobernantes, lo que quieran ser. - Eso me parece muy bueno borrego, me alegro por los humanos y ¿será que demoran en cambiar las cosas? El planeta está al borde del precipicio. - Mira lobito, no se sabe, los humanos son muy lentos y torpes. Algunos de ellos siguen todavía defendiendo a los poderosos, que sabemos no lo son. Otros siguen echándole toda la culpa a esos seres que se han hecho pasar por superiores, no se dan cuenta que quien hace todo en este planeta son ellos, los borregos, obedeciendo ciegamente a esos malvados. Si dejaran de hacerlo y vivieran sin miedos, sin sumisión, los malvados no tendrían peones a quien ordenar destruir el mundo, ni la humanidad. Pero creen que sin los malvados todos sería un caos, imagínate lobito, no ven que están en un caos por culpa de ellos y su sumisión. Claro solo ven las limosnas que los malvados les dan para cometer todo tipo de actos horrendos. Así pasaron horas y horas, el lobo se instruía del becerro y aprendía todo lo que el humano desobediente, ahora muerto, enseñó a los becerros humanos. Entre ellos surgía la esperanza que con una humanidad liberada, los animales podrían vivir en armonía y paz.
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LA PROFESORA DE BIOLOGIA
Juanito estaba contento, en su casa estaba de visita la profesora de Biología del quinto año de la secundaria, del liceo donde estudiaba él y en la que su hermana estaba graduándose de bachiller de la república. Esta profesora era bajita, linda, con voz cariñosa, muy amable y humilde, mostraba una gran amistad con su hermana, que era mayor que él dos años, pero era la segunda de la familia. Su alegría se debía a que el próximo año ella sería su profesora y ya le preguntaba si él sería mejor estudiante que su hermana, dado que su hermana hablaba muy bien de su rendimiento. La profesora le buscaba conversación y fue cuando le preguntó: - ¿Cómo piensas que será para ti el que yo siendo amiga de la familia sea tu profesora? Juanito avergonzado, quería decirle que esperaba fuese más sencillo, pero al escuchar esa pregunta dudó y respondió: - Yo creo que me obligaría a ser más exigente para mostrarle que no espero me regale nota. Ahora la avergonzada era la profesora, quién solo respondió: - Bueno Juanito, solo te diré que tampoco te lo pondré más difícil. Juanito se estableció un reto consigo mismo, debía lograr cumplir lo que dijo, sacaría máxima nota, cosa que nadie había logrado nunca a esa profesora. Pero nunca se imaginaría todo lo que le acontecería durante ese año académico. Su primera sorpresa fue quedar inscrito en la sección “C”, cuando siempre le tocaba la sección “A”. La sección “C” era para los más grandes en tamaño y edad, para los repitientes y los mala conducta. No se explicaba por qué había tocado ahí. Sus compañeros, los más destacados estudiantes estaban en la “A”, su estatura era bastante pequeña y su físico bastante delgado casi debilucho. Se sentía fuera de lugar, pero todo
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tiene su atractivo, en este caso, las muchachas, muy lindas y bien dotadas, grandotas, sexys, atrevidas y sin vergüenza. Los varones eran casi hombres con experiencia laboral, mecánicos de automóviles. Por cierto se jubilaban de clases de orientación para reparar el carro del profesor de esa asignatura, el cual les pagaba bien barato el trabajo. Toda una experiencia nueva, sus antiguos compañeros le veían y le bromeaban, algunos le aseguraban que este año no sacaría buenas notas y su contrincante, un joven hijo de Médicos, que según sus comentarios seguiría esa tradición familiar. Era muy extraño estar entre tanta gente grande, casi gigantes. Habían unos gordos y bajitos pero muy fuertes y de aspecto agresivo. Otros altos, musculosos, con caras bravas y muy amables. Una parejita muy linda, ella preciosa y tímida, él muy simpático y tranquilo, pero era violento, ambos consumían drogas. Una muchacha morena, pelo negro y largo, cara refinada, aspecto indígena, sensual, debajo del uniforme llevaba ropa muy corta, mostrando sus voluminosos senos, sus pernas bien formadas, su ombligo muy sensual y hasta se sentaba en las piernas del Coordinador Académico del liceo, cuando llegaba a amonestar por mal comportamiento a algún compañero. Para Juanito, todas las clases eran divertidas, las de Física le encantaban con esas teorías de los movimientos; Matemáticas le fascinaban todo eso de las ecuaciones; Química todo un descubrimiento y la Biología bueno un reto con toda esas leyes de la herencia. Las clases comenzaron y pronto las evaluaciones continuas empezaron a mostrar las altas calificaciones de Juanito, siempre por encima de las de la sección “A”. Sin embargo algo empezaba a funcionar mal, todos sus compañeros de sección salían reprobados en todas las asignaturas con notas muy bajas y él notas muy altas. Cuando se realizaron las pruebas del primer lapso o trimestre, se evidenció esta situación, las notas de Juanito eran casi la máxima en todas las asignaturas y cuando llegó la prueba de Biología, era una tensión grande, el primero en entregar fue Juanito y enseguida la profesora corrigió el examen, su cara fue de gran satisfacción, su mano colocaba visto bueno en todas y cada una de las respuestas, hasta la última, colocando la máxima calificación por primera vez en su vida de profesora. Esta noticia se supo en todo el liceo, se comentaba en los pasillos que nadie lo había logrado antes. Pero el resto de estudiantes de la sección “C” todos reprobaron con las notas más bajas. Había mucha molestia en ellos, culpaban a los profesores, pero Juanito era un testimonio de que no eran los profesores, sino los estudiantes. Para Juanito esto se tornaba peligroso y muy incómodo. A las clases de Biología solo entraban las muchachas y Juanito, los otros le tenían más que terror una profunda rabia, un gran desprecio, como si ella los hubiese reprobado también en el año anterior. Para el segundo lapso las cosas no cambiaron, otra vez se repitió lo de las notas en Juanito y todos los demás reprobados. La Directora del liceo, el Coordinador, el Orientador, el profesor de física, visitaron el salón de clases para informarles que luego de un debate de todo el personal docente, se había manejado la
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decisión de cerrar esa sección “C”. Todos enmudecieron y Juanito se asustó, ¿Qué pasaría con él? Todos voltearon a verlo como pidiéndole disculpas por eso, sus ojos se humedecieron y estaba que lloraba, cuando la Directora aclaró que no lo harían por estar Juanito en ella. Todos suspiraron y volvieron a mirar a Juanito con alegría, quien había pasado un gran susto, pero también le fue grato sentir el respaldo de sus compañeros. Cuando se fueron los profesores, se quedó el profesor de física, y les reclamaba cómo podían ser tan malos, si en clases todos hacían los ejercicios y parecían entenderlo todo, en los exámenes de física las preguntas eran las mismas que se resolvían en clases, además el mismo profesor habló con Juanito para que escribiera en un papel cada respuesta y las pasara para que se copiaran. Y hasta eso lo hacían mal. Todos se reían, como si no les importara nada y decían que ellos eran muy brutos y más nada. En el tercer lapso, el examen lo consideraban un examen final, su peso era de 40%, eso representaba mucha nota y podía permitir que se aprobara con solo pasar ese examen con buena nota. Faltaban escasas tres semanas para esa prueba y en el laboratorio de Biología solo habían dos muchachas y Juanito. La profesora no hizo comentarios al respecto. Cuando Juanito salió de clases y se dirigía a la parada de los carritos para ir a su casa, vio a todos sus compañeros reunidos al frente del edificio del liceo y se dirigió hacia ellos. Escuchó que conversaban sobre la profesora de biología. La esperarían en la salida y en el estacionamiento le lanzarían piedras grandes y pesadas desde el cerro, lo que podía hasta matarla si le daban. Juanito no podía creerlo, les dijo que eso era una locura y un crimen. Que era un ser humano que no había hecho nada para merecer eso y que era buena persona. Dicho esto, un grandulón sacó un cuchillo y lo colocó en su cuello, Juanito casi se orina del susto, su corazón latía aceleradamente, no podía creer lo que sucedía, pero tenía mucha rabia y solo pensaba en su profesora, tenía miedo de aquel cuchillo y muchas ganas de llorar, de salir corriendo hacia el salón y abrazar a la profesora y contarle todo. Uno de ellos se metió y regañó a los demás, por lo desconsiderados para con Juanito y le soltaron, no sin antes advertirle que si soltaba la lengua le cortarían el cabello para comenzar y luego la lengua. Salió caminando normalmente, y fue directo al laboratorio, vio a la profesora y la miró a los ojos. Ella le preguntó que le pasaba por verlo tan pálido y asustado. Lo abrazó y lo hizo sentarse, le dio un vaso con agua y lo calmó. Cuando estaba más tranquilo, le pregunto: - Juanito, ¿Qué te pasó que estabas tan pálido y asustado? Juanito voló en sus pensamientos, recordando lo que había sucedido afuera del liceo, la visita de la profesora a su casa, la sonrisa, su amistad, el derecho a vivir, la lealtad y le dijo:
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- Profesora cuídese mucho cuando salga y cuando entre del liceo, no puedo decirle más nada. Ya había ido muy lejos con lo dicho. Pero sintió que no le dijo nada que evitara un accidente o hasta la muerte a su profesora y amiga. Se volvió a juntar con los demás para intentar hacerlos entrar en razón. Pero nada, no podía no le escuchaban, él no era precisamente un líder para ellos. En ese instante se alertaron, salía la profesora y se detuvo en la entrada o salida del liceo con alguien que no se distinguía. Empezó a caminar hacia el estacionamiento, Juanito oraba para que no le lograran pegar con las piedras, cuando vio como salían proyectadas hacia la profesora y su compañera: la directora del liceo. Oh Dios, que líos tan grande se habían metido y él junto a ellos, por estar ahí. Uno de los grandulones lo agarró tapándole la boca y lo arrastró hasta el jeep de transporte escolar y le decía: - Tú no tienes que hacer nada aquí, esto no es tu asunto, no debes pagar por nosotros, anda vete, ¡vete ya! Pero todos corrieron hacia el jeep y se montaron, el chofer arrancó, todos tirados en el piso para que no los vieran, y al pasar frente al liceo uno levantó la cabeza y dijo: - ¡Coño!, no le dimos ni con una piedra, está la Directora con ella, ¡la cagamos…! Entonces como poseídos, todos menos Juanito gritaron desesperadamente: - ¡Profesora, vete al coño de tu madreeee….!, sin darse cuenta que con eso se ponían al descubierto. Juanito llegó a su casa, asustado todavía, quería contarle a alguien lo sucedido, pero no sabía a quién contarle, tal vez su hermana la amiga de la profesora, pero nunca estaba en casa, siempre en la calle o en la Universidad. Debía tomar sus decisiones solo y asumir sus consecuencias, ya tenía 16 años y tenía que ser un hombrecito. No podía dormir esa noche no sabía que hacer el día siguiente cuando entrara al liceo, ni sabía que le esperaba con los muchachos ni con la profesora. Se bajó del jeep que lo condujo hasta el liceo, como todas las mañanas, el día estaba impecable, hermoso y frío como era costumbre en esas montañas, con ese aire puro y limpio, ese paisaje verde y precioso. La gente echaba vapor como humo por la boca cuando hablaba. Eran las cosas que le ocupaban la mente, para no pensar en nada más. Pero bajó del transporte y estaba frente al liceo, cruzó la calle y entró. Todo estaba en silencio, tranquilo como indicando que algo sucedía. Un carro extraño de la policía judicial
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en el puesto de la Directora, eso era grave pensó Juanito, y el miedo otra vez, hasta cuando sería todo aquello era su mayor preocupación ahora. Entro al laboratorio de biología, saludó y se sentó, la profesora no respondió el saludo, Juanito estaba lleno de culpa y mucha vergüenza. La profesora se le acercó, tenía sus ojos rojos e hinchados, por el llanto sería. Juanito bajó la mirada y ella con su mano le levanto por la barbilla sin maltratarlo, para decirle: - Juanito, cuando la gente se tiene cariño, se protegen y se cuidan, son leales y más cuando está en juego la vida, me has defraudado, me has decepcionado pensé que era tu amiga… Esas palabras golpeaban muy duro a Juanito, su corazón de niño grande se rompía, su culpa era mayor, su mente solo atinaba a pensar en decirle que no sabía porque le decía aquello, sin embargo su vergüenza no dejaba seguir con la mentira, se sentía un traidor, un desleal y entonces, tomando aire profundo y con lágrimas en sus ojos, le respondió: - Yo vine a contarle y no podía, me habían amenazado con agredirme después, hice lo que pude para evitarlo, hasta el final inclusive, yo si la aprecio a usted, pero no como debía, lo siento mucho”. La profesora le comentó que había policías entrevistando a todos los compañeros varones de la sección “C”, toda la comunidad se enteraba de lo que acontecía y los compañeros de la sección hacían su cola en la oficina de la Directora, todos salvo Juanito, que la profesora pidió no entrevistarlo, al decir que él estaba con ella justo antes de salir ese día. Nadie fue detenido, ninguno dijo nada y no había testigos de que ellos fueron, solo Juanito y la profesora no permitió que atestiguara. Faltaban tres semanas para la prueba de lapso y ya todos imaginaban que para la sección “C” el examen sería especial. Todos apostaban que nadie aprobaría ese examen, incluso un estudiante solicitó al Coordinador que solicitará la presencia de un profesor autorizado en la materia, para evaluar el examen y determinar si estaba ajustado a la asignatura vista. Así se hizo. Llegó el esperado día del examen, Juanito había estudiado toda la materia vista el año entero por si acaso era la maldad. Todos entraron y tomaron sus puestos, las caras pesimistas, pero todos tenían las asignaturas reprobadas de todas maneras, tanto que hasta se echaban bromas diciendo que habían reprobado hasta “orientación”. Una asignatura para orientarlos en la escogencia de la profesión a estudiar. Entró la profesora, exámenes en mano, lo primero fue apartar a Juanito y colocarlo al lado de su escritorio y de espaldas al grupo. No sabían por qué pero imaginaban que era para
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evitar que les diera las respuestas. Algo le decía a Juanito que era más que eso, pues si el examen estaba irresoluble ni él podría responderlo. Repartieron el examen y llegó el profesor invitado como testigo estudiantil. El examen era de preguntas simples, como nunca, hasta 20 preguntas, cuatro hojas de cinco preguntas cada una. El profesor invitado apenas vio aquél examen se molestó y hablaba con la profesora, hasta que se quedaron tranquilos. Juanito leyó una por una todas las preguntas, y todas preguntaban por fechas, nombres completos y leyes establecidas en la Biología genética. Esas cosas que nunca se imagina uno que pregunten. Los muchachos reían con ironía, se sabían reprobados y empezaron a entregar el examen. Juanito no tenía respuestas, estaba pensando responder al azar y de repente, la profesora se acerca y toma un examen con respuestas que comienza a leer y deja sobre el escritorio, Juanito nota el gesto y duda un rato que hacer, hasta que viendo no tener respuestas empieza a copiar las selecciones, terminaba y la profesora se acercaba y pasaba la hoja, hasta llegar a la última. No se sentía bien por lo que estaba haciendo, una vez más era desleal, ahora con sus compañeros, cómo explicar que todos salían mal mientras que él sacaba buena nota, pero que carajo, esos muchachos eran delincuentes y sin ganas de aprender, no podía seguir pensando en ellos, así que no esperó por la última hoja, la respondió al azar y entregó. Cuando todos entregaron, la profesora corrigió el examen de Juanito de primero, como siempre, todos esperaban fuera del salón, sobre todo los de la sección “A” que estaban interesados como saldría Juanito, su amigo que sin querer estaba metido en aquél problemón. Nadie pensaba que saldría bien y él decía que había salido bien, no le creían en esta oportunidad. Cuando la profesora termina y coloca un 16 sobre el examen, comprendió que Juanito no quiso copiar todo el examen y quizás comprendería su estado de ánimo. Fuera del salón explotó una algarabía, los muchachos de la sección “A” gritaban alegres mientras los de la “C” se lamentaron, pues si Juanito salía bien el profesor invitado no procedería a anular el examen. Juanito caminaba en medio de abrazos y palmadas, se sentía derrotado, no tenía nada que celebrar, era como si algo se hubiese roto dentro de él. Caminaba despacio, adolorido, casi lamentando la vida, culpándose y lamiendo sus propias heridas, un abismo oscuro y frío sentía en su pecho, sus pensamientos eran llenos de vergüenza, ese día sería el último que vería a su profesora de Biología, sin abrazos, ni besos, ni despedidas. Aquel año había sido muy duro para aquél niño acostumbrado a jugar y divertirse estudiando. Ese niño que comenzó aquel quinto año, dejaba en el camino mucha de esa inocencia virginal de su ser.
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JUANITO EL UNIVERSITARIO
Como era de esperarse, con sus altas calificaciones no hubo mucha tortura, de los 100 cupos que el CNU a través de OPSU repartía en todo el país para cursar estudios de Computación en la UCV, Juanito ocupó el número 81. No era fácil escoger la carrera cuando en su hogar el Papá cambiaba de oficio con mucha frecuencia, de vendedor de novelas y suplementos, albañil, plomero, reparador de equipos electrónicos, carpintero, todos por cuenta propia, pero siempre le decía a Juanito que no quería que sus hijos fueran como él, que estudiaran una carrera de futuro, que diera mucho dinero y así no pasar por tanta penurias y dificultades como él había vivido. Que le dieran a sus hijos, sus nietos, una vida de comodidades y mucho tiempo para estudiar, con recursos, lo que ellos quisieran, que viajaran al extranjero para aprender idiomas y otras culturas. Juanito le llamó la atención esos circuitos electrónicos que reparaba y nadie entendía, por eso le gustaba, nadie los entendía y hasta le tenía miedo meterse con esas cosas tan complicadas, pues para eso estaba Juanito para asumir esas cosas difíciles. Le gustaba la docencia, pues cuando estudiaba en el liceo, por su casa daba clases gratis a los vecinos de Matemáticas, Física o Química, que era donde más salían reprobados los muchachos y muchachas. Él iba a sus casas a darles clases, le daban comida y jugos, puesto que pasaba horas explicando. Lo bueno es que entendían y lograban pasar con buenas notas. Pero para nadie era un secreto que ser profesor significaba tener que dar clases en varios liceos o colegios para poder ganar el dinero para comer y medio vivir. Eso no era inteligente estudiarlo, además con el promedio de notas que tenía podía estudiar carreras más demandadas en el mercado. Se inscribió con su mamá, cosa que le molestaba por pensar que era un adulto y en la foto del carnet salió bravo por esa razón, que insoportable era Juanito con ese carácter tan difícil. Además la mamá iba por el camino peleando con la gente por sus creencias de brujas. Pero logró inscribirse, lo único realmente incómodo fue que, por la desinformación del liceo donde estudiaba, había perdido la opción de solicitar inscripción en la USB para estudiar Electrónica y por otro lado, no se enteró que la Facultad de Ciencias había dado un curso inicial llamado
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“propedéutico”, para conocerse y nivelar conocimientos, desde el punto de vista académico y de relaciones personales. El primer día de clases nadie lo conocía, los demás hasta amigos habían hecho y conocían las instalaciones, los salones de clase, los baños, las salas de lectura, bibliotecas, los cafetines, los locales estudiantiles, y tenían idea de las instalaciones de toda la Universidad Central de Venezuela. Todo eso eran desventajas para él, que tuvo que preguntar y llegar tarde a las clases. Hasta perdió una semana de clases por tener la fecha de inicio equivocada, parecía todo un desastre, pero estaba ahí que era lo importante. Las clases le eran muy extrañas, mucha distancia y falta de ese cariño que había entre los docentes y los estudiantes en el liceo o educación secundaria. Los profesores eran como seres superiores, montados en una tarima de madera que crujía con las pisadas, daban hasta cierto temor esas fuertes pisadas, aunque para Juanito eran un fastidio por el ruido. Para él las relaciones con los profesores siempre habían sido de igual a igual, con respeto y cariño, tal vez por sus notas y alto rendimiento, pero eran así y eso era importante. No entendía eso de temerle al profesor o hablarle con miedo. Lo que si le causaba cierto desconcierto, era la diferencia de culturas o razas en el salón de clases, siempre estaba con la gente del barrio, Venezolanos humildes y de color, o morenos, donde el único extranjero era precisamente él. Ahora encontraba chinos, italianos, portugueses, españoles, uruguayos, argentinos. Y casi todos de clase económica alta, por sus calzados y sus ropas se diferenciaban, conversaban sobre sus viajes a Miami, Francia, Alemania y las cosas que trajeron. Juanito con sus ropas regaladas por las casas donde trabajaba su papá o las que le compraban en Pepeganga, "las tiendas del pueblo", sentía hasta cierta discriminación. Se sentaba en los puestos de atrás para que no lo vieran mucho y no se metieran con él. Pero estaba acostumbrado a estar en los primeros puestos y eso le incomodaba mucho. Al comienzo intentaba llegar bien temprano para alcanzar puestos en el salón de clases que estaba lleno, eran 100 estudiantes en tres salones por cada asignatura. Los salones tenían 30 puestos máximo y algunos quedaban de pié o sentados en el suelo. Pero para llegar temprano debía pararse de madrugada, a oscuras todavía la calle, pues vivía bien lejos de la UCV. Desde Mamera, en Antímano, no había sino una sola vía, la carretera vieja y se hacían unas enormes colas en la mañana. Ya en Antímano podía agarrar por la autopista hasta el centro de la ciudad, donde había un transporte de la Universidad. Si tenía confianza, en la autopista pedía colas para la UCV como otros compañeros, pero a veces se topaban con hombres que le tocaban sus piernas y su sexo, teniendo que tener carácter y esperar para poder bajarse en sitios donde pedir colas de nuevo o agarrar transporte.
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No era fácil el llegar definitivamente y tampoco regresar a casa, por lo que una vez en la universidad, debía pasar todo el día y buscar como desayunar y almorzar, hasta cenar. En el otro extremo de la UCV había un comedor popular que despachaba las tres comidas a precios muy económicos, pero había que caminar toda la universidad y hacer largas colas para el servicio. Definitivamente, era complicado también eso. La biblioteca no tenía suficientes libros y había que tener suerte de llegar y encontrar libros disponibles, igual con la bolsa del libro, la gente tenía sus contactos pareciera, pero Juanito casi nunca podía encontrar libros y debía ir a la biblioteca central, ubicada en el medio de la UCV, otra caminata más pensaba Juanito, tantas dificultades para estudiar le recordaban al papá cuando decía trabajar para tener dinero y no pasar tantas penurias. Tenía que hacer sus horarios muy exactos, con la holgura posible, pero cumplirlos con mucha disciplina o todo se complicaba. Las caminatas al comedor en cada comida le hacían sudar y llegaba con olores fuertes a clases y eso le causaba problemas en sus relaciones con los compañeros, hasta que hizo amistades con compañeros con sus mismas limitaciones, sobre todos que venían del interior del país. Pero los problemas no eran solo logísticos, también empezaron los académicos precisamente con la asignatura que le fascinaba en el liceo, la Matemática I, con sus funciones, límites y derivadas, sobre todo esas definiciones teóricas casi incomprensibles, pero ayudado con un docente medio loco y autoritario esto se ponía mucho más complicado, su nombre o mejor dicho su apellido era Quevedo. Y esta su historia. Quevedo daba clases a las tres secciones así que no había escapatoria. Enano y calvo, con mirada pérdida, de muy poco hablar y actitud morbosa hacia las muchachas. Casi todos los matemáticos eran así, como en las nebulosas, sin negar que hubiera unos jodedores y hasta jugaban dominós con ellos. Pero Quevedo no era de esos, sino de los solitarios, con pocos amigos, si acaso tenía alguno. Esa escuela era extraña, se conocían historias de estudiantes que se volvían locos de tanto estudiar. Una vez un estudiante presentó una investigación, desarrolló una fórmula que generaba los 400 primeros números primos y se creía que los generaba todos y fue un acontecimiento, pero cuando se supo la verdad, el estudiante enloqueció por la frustración. Un día de clases normal, Quevedo explicaba límites por definición. Llenaba pizarras enteras con la teoría que copiaba de una chuleta. Juanito desde atrás no escuchaba nada y leía pero no entendía ni papa, tenía mucha pena de preguntar, nunca tuvo que hacerlo cuando estaba en el liceo. Pero si no preguntaba se quedaría sin entender. Así que levantó la mano por costumbre, ya que Quevedo ni volteaba hacia los estudiantes. Con voz temerosa Juanito dijo: 46
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- Profesor disculpe que interrumpa pero no entendí. El Profesor sin voltear nunca, se atrevió a decir con voz muy bajita: - Bachiller desde donde no entendió. A lo cual Juanito respondió: - Desde el comienzo profesor. Unas risas se dejaron escuchar en el salón, sin llegar a notarse quien las hizo. Juanito se sorprendía pues nadie decía nada y solo él no entendía, eso era muy preocupante para él. - ¿Sería que había perdido su inteligencia?: Pensó, no podía creer esto, pero estaba sucediendo. Quevedo con su gracioso caminar de "snoopy" se dirigió al comienzo de la pizarra y como una máquina lectora empezó a leer lo que había escrito hasta el final. Para Juanito esto era indignante, no podía ser, o creerlo al menos, Quevedo no explicaba nada, solo leía como una grabadora, ¿acaso él había dicho que no podía leer? Qué pena, ¿qué hacer?, perdería el tiempo si volvía a decir que no entendía. Esta situación era igual en todas sus clases y Juanito no sabía dónde solucionar su problema académico. Existían Centros de Estudiantes pero divorciados de los estudiantes, ni se enteraban de todo esto, nunca se encontraban en los locales y solo se veían empleados sacando copias por un precio igual a los centros de copiado, así no pagaran impuestos o alquileres. Los Delegados Estudiantiles al organismo de gobierno en la Escuela, eran izquierdistas, pero nunca se conseguían. Juanito no tenía libros tampoco para estudiar, sus amigos hacían cola, igual que él pero nunca llegaban a lograr conseguir uno. Era algo increíble, un problema que necesitaba solución. Lograron encontrar estudiantes en el Centro de Estudiantes de Física, que no funcionaba como centro político, sino como sala de estudios, con una biblioteca estudiantil solidaria y gente que explicaba sin costo alguno, luego supo que la mayoría eran anarquistas. Cuando llegó el primer examen teórico, Juanito estaba nervioso, pero al ver las preguntas su cara se llenó de júbilo. Respondió todo, hasta con tres métodos distintos, el dado en clase y dos que aprendió con los muchachos de Física. Bueno, si esto le causó alegría, la nota no lo fue tanto. Cero ocho le pusieron en la cartelera que daba al pasillo central, como para mayor vergüenza. Fue a revisión y al confrontar al profesor estaba lleno de rabia, bueno las cosas fueron todavía más lejos, cuando Quevedo con un tono burlista le explicó, que por haber utilizado tres métodos mostró desconfianza en los métodos o en el dominio de los mismos y por 47
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eso lo califico como regular a malo. Que eso pasaba por "rebuznar". Juanito le dio ganas de meterle un coscorrón en aquella cabeza pelada del enano siniestro y grosero, pero recordó a sus compañeros del liceo cuando pretendieron agredir a la profesora de Biología y casi terminaron presos. Se quedó con su nota reprobada, no le mostró esto a los compañeros de Física, seguro que eso tomaría otros rumbos, pero Juanito no sabía nada de cómo defenderse. Optó por mejorar sus notas por su cuenta, pero todos sus exámenes sacaba cero ocho, era cómico, pero a la vez trágico, ¿qué pasaba?, ¿porque no podía pasar de esa nota? Nunca pensó en que el profesor le había agarrado rabia, hasta que llegó el examen final, tendría que sacar 10 puntos como mínimo para aprobar. En el semestre, solo 3 estudiantes lograron aprobar sin tener que ir al examen final, eran dos italianos y un chino, todos burguesitos y mayores en edad que el promedio, como si se tratara de segundas carreras. En el examen final el profesor se le puso al lado a Juanito, se sentó en un pupitre y le miraba, hasta que explotó y le dijo: - ¿qué pasa profesor? ¿Porque me molesta? Quevedo le miraba y se sonreía. Juanito se levantó y dirigió su voz hacia sus compañeros, lleno de rabia e indignación, les decía que el profesor durante todo el semestre había jugado con ellos, los había humillado, los había pirateado y ellos como unos tontos había tolerado todo esto. Pero si Quevedo seguía ellos debían acudir al Consejo de Escuela a denunciar esta situación. Enseguida el Profesor se levantó y se fue a su escritorio, ordenando continuar el examen. El resultado no fue ninguna sorpresa, Juanito cero ocho y nadie aprobó el examen. Los estudiantes se amontonaron en la entrada del cubículo, el que entraba salía igual, sin modificar la nota. Cuando le tocó el turno a Juanito, entró, no saludó por cuanto antes lo hacía y nunca le respondía Quevedo. Así que pasó y empezó a decirle: - "Profesor ¿qué le hicimos a usted para que pasara todo esto? Nosotros como jóvenes recién ingresados no conocemos como funciona todo esto, no tenemos maldad en nuestros actos o pensamientos, vinimos a aprender y contamos con su ayuda. Entramos con sueños y si tal vez mucha inocencia e ignorancia, creíamos encontrar a seres llenos de amor, sabiduría, ganas de formarnos con calidad. Ahora entendemos que ustedes necesitan que seamos más autodidactas, como los estudiantes de matemáticas, pero no seremos matemáticos, sino computistas, analistas y programadores". 48
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Quevedo escuchaba a Juanito y también oía el ruido de los gritos de los estudiantes pidiendo justicia y amenazando con ir al Consejo de Escuela. Estos profesores con ese poder supremo, se atrevían a romper corazones, sueños, ilusiones y el carácter del niño que ingresaba virginal a la universidad, para llenarles la cabeza de miedos, temores, reglas de obediencia y sumisión al poder jerárquico, de abundante información y cosas incomprendidas y abstractas, que poco o mucho se necesitarían en la vida del país. . Pero a la larga tan parecido a lo innecesario. Hacía falta más contacto con la realidad nacional, con sus necesidades reales, con esa miseria creciente, con esa ignorancia reinante y aquél sentimiento de muerte, como si no existieran, como seres invisibles, así les decía Arturo Uslar Pietri, cuánta razón tenía, el muy intelectual representante de la oligarquía nacional o criolla, lo decía en las narices a esos millones de excluidos. "Buenas noches amigos invisibles". Juanito seguía hablándole a Quevedo, pero como si lo hiciera con la pared. Ni se inmutaba el profesor. De pronto se escuchó en los pasillos: "VAMOS AL CONSEJO, VAMOS AL CONSEJO", Juanito sabía que era muy tarde para presionar, pero era oportuno el grito de los compañeros. Entonces dijo a Quevedo: - Profesor, deponga esa actitud autoritaria, o tendrá problemas en el Consejo de Escuela, su imagen quedará cuestionada, complicaría más su situación en la universidad. Usted sabe muy bien que yo adquirí el conocimiento que se esperaba, que fue su diferencia personal conmigo lo que le ha motivado a reprobarme. Mis exámenes en el Consejo probarán mi razón, así que espero que usted coloque mi nota aprobatoria, solo le pido en mi caso eso, nada más lo que merezco. Quevedo escuchó, de repente agarró su bolígrafo y colocó un diez en el examen y en su lista de control de evaluaciones. Juanito se alegró y salió satisfecho de aquel cubículo que tantos recuerdos dejarían en su mente. Al salir notó que ya no llovía como las ocasiones anteriores, era un día espectacular, hermoso, soleado con nubes blancas y cielo azul, su corazón rebosaba de alegría, estaba contento a pesar de tanta maldad de aquel profesor de matemáticas I. En medio de ese estado de ánimo, escuchó un llanto, de esos que rompen el alma a cualquiera. En una esquina, tirada en el piso, en medio de las penumbras y cerca del cubículo de Quevedo, una linda joven, delgada, de cabellos lisos y largos, de aspecto portugués, lloraba desconsoladamente. Juanito no recordaba haberla visto en clases, pero le conmovió aquella hermosa joven y se le acercó.
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- ¿Qué te sucede linda? ¿Por qué lloras de esa manera? Juanito se acercó y se agachó junto a ella. La joven se llamaba María Elisa, le miró a los ojos y dejando de llorar le entregó su examen y le dijo que no pudo aprobarlo. Que sus padres, en especial su papá, habían depositado su confianza y sus esperanzas en ella, la mayor de dos hijas, y ahora ella había fallado. Juanito sabía de eso, el sentía lo mismo pero había aprendido que nada de eso valía la pena, menos derrumbarse de esa manera. Juanito la ayudó a levantarse, sus manos eran suaves y delicadas, le dijo que secara sus lágrimas, sin dejar de observarla, sintió un profundo cariño y atracción por aquella dulce muchacha que desconocía. Revisó su examen, pregunta por pregunta y en cada una dos puntos de calificación, cinco preguntas para un total de diez puntos. - ¿Qué pasó aquí?, pensó Juanito. Volvió a contar y confirmó su cuenta anterior, diez puntos. Se sonrió y le dijo a la muchacha: - Amor, no hay problema, tu aprobaste tu examen, mira, cuenta, hay cinco preguntas con una calificación de dos puntos cada una, eso da diez, el profesor se equivocó. La agarró de la mano y la metió al cubículo de Quevedo quien se molestó al verlo entrar de nuevo. - Tranquilo profesor, vengo en labor humanitaria. Dijo Juanito sonriendo. Le mostró el examen y le señalo el error. Quevedo no podía creer y pretendía revisar las respuestas y Juanito le dijo que eso no se valía, que ya había corregido y lo que debía era sumar la puntuación correctamente. Quevedo se molestó pero corrigió el resultado colocando diez puntos en el examen y en la lista de control. La muchacha todavía agarrada de la mano de Juanito, apretó fuerte y emocionada. Juanito nunca se imaginaría lo que aquella muchacha sentía por el en aquel instante. Al salir del cubículo, la muchacha lo abrazó con mucha fuerza, le dio un beso en la mejilla como si le conociera de toda la vida, Juanito confundido pero agradecido, la apartó y le miraba a los ojos, le brillaban de alegría, sus mejillas estaban rojas. La mirada de aquella linda portuguesa expresaba un sentimiento que Juanito desconocía y tal vez nunca lograría reconocer, comprender y compartir. Se retiraron del pasillo de aquel cubículo, del profesor Quevedo, a pesar de toda la maldad de su actuación, había dejado tantas lecciones en Juanito, tantas cosas nuevas adquiridas y que revisar, tantas actitudes que en el futuro marcarían el rumbo en la vida de Juanito en la universidad. Por lo pronto una victoria era alcanzada, con astucia y valentía. Muchos compañeros de Juanito se quedaron en 50
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el intento, amigos que no imaginarían que en el próximo semestre se encontrarían con nuevas y no muy agradables sorpresas en Matemáticas I.
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LA REBELIÓN DE LOS NUEVOS
Maruto era el apellido del profesor de Matemática I, que le correspondió el curso en el primer semestre de la Escuela de Computación, en la UCV. Era el curso que había sido reprobado y humillado por el colega de Maruto, el Profesor Quevedo, cuando Juanito recién entraba a la universidad. Este Maruto conocía la historia de ese curso con Quevedo, tal vez él mismo se la contó y hasta le habrá sugerido el curso de acciones a tomar con estos estudiantes. Quevedo se la pasaba ahora sentado en los bancos del pasillo, mirando las jóvenes que pasaban casi desvestidas, con esa mirada morbosa y lunática que lo caracterizaba, Juanito a veces se le sentaba al lado y lo quedaba mirando como retándole con la mirada, y el profesor no se atrevía a mirarle, teniendo que irse del banquillo sin mencionar palabra, Juanito reía porque ahora sabía que no podía dañarle más. María Elisa, la linda, delgada y sensible portuguesita que en el semestre pasado Juanito había socorrido tan gentil y caballerosamente, estaba ahora muy cerca de él, sin atreverse a acercársele con otra intención, pues tenía esa cultura un poco anticuada, pero no por eso equivocada, de esperar que el varón fuese quien tomara la iniciativa de cortejar a la persona que le gustaba. Su mirada cada vez que Juanito se acercaba, se tornaba como iluminada, sus párpados subían como exageradamente, sus labios dibujaban una sonrisa inmensa, mostrando sus dientes y hasta parte de sus encías. Su corazón no se veía solo por cosas del cuerpo humano, pero casi se escuchaban los fuertes latidos que ocasionaba ese joven cerca de su delicado cuerpo femenino. Pero Juanito ni pendiente de ella, su interés estaba en sus estudios y tal vez preparándose para lo que la vida le deparaba, en aquel segundo semestre de su estancia en la UCV. María Elisa veía a Juanito como un héroe, su salvador, le veía como un joven valiente, decidido y sin miedo, además de delicado y cariñoso, su dulce y profunda mirada le fascinaba, sus labios bien definidos y con esa forma de corazón le provocaba besarle, su dulce manera de hablarle le enamoraba. Cada vez que la veía le abrazaba fuerte con sus largos brazos, le estampaba dos besos uno en cada mejilla, ella estallaba en alegría, se conjugaban variedad de emociones que solo podían corresponder al hombre, a ese joven que anhelaba para ella, para esa 52
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vida suya llena de sueños y cuentos de caballeros, de luchas con dragones, de rescates de princesas atrapadas y en dificultades, si, definitivamente este era ese príncipe azul de los cuentos de hadas, quien lo iba a creer Sir Juanito. Le daba mucha risa y hasta un poco de pena pensar de esa manera en pleno siglo veinte. Juanito estudiaba y se esforzaba para poder estar en clases y aprobando sus materias, sus dificultades económicas le causaban muchas trabas y a la vez muchas lecciones de vida. Juanito por dentro era un niño todavía, que asistía a la escuela por instrucción de su papá, para graduarse y ayudarle con los gastos de la casa. A pesar del enfrentamiento con su padre, cuando le solicitó un poco de cariño y atención, donde solo logró molestarse y hasta jurarse que no le haría más caso, todavía buscaba seguir sus peticiones. El papá de Juanito le había solicitado dos cosas, la primera no enamorarse mientras estudiaba y segundo, no meterse en la política. Su papá temía mucho por esas historias de estudiantes, perseguidos y desaparecidos por los gobiernos de derecha, por pensar y expresar ideas de izquierda. Tampoco le gustaba imaginar, que por estar con una mujer, debiera perder todo el esfuerzo de su vida, abandonar sus estudios y tener que ser papá antes de contar con su casa y su buen empleo. Juanito veía a su papá agotado, sabía la historia del abuelo ruso zarista y eso de que trabajaba desde sus 10 años de edad. Pero Juanito estaba herido por la respuesta grosera que su papá le dio, eso de decirle mariquita lo había marcado mucho, aun así no se atrevía a desobedecerle. Juanito quería estudiar y graduarse, pero la realidad le ponía pruebas u obstáculos, que desde su sentir respondía con esos valores que su papá había sembrado en él. Sus conocimientos, los que la calle y esa lucha como líder de pandilla infantil le habían dejado, defender a los suyos con todo, desde su corazón hasta sus puños, siempre que tuviesen la razón de su lado. Ese segundo semestre, sus amigos, su gente, habían repetido Matemáticas I, el profesor de ese semestre era tan loco como el anterior, solo que este venía lleno de fama, un brillante investigador de la escuela de Matemática, así que todos esperaban buenas cosas. Era más alto y gordo que Quevedo, sus pisadas eran más duras sobre la tarima de madera que parecía reventarse, con cada pisada de aquel hombre. Su presencia atemorizaba grandemente, más a aquellos corderos de Dios que el semestre anterior habían sido humillados por ese demente y enano profesor. Las clases comenzaron y sus amigos le contaban que la actitud de Maruto era grosera, autoritaria y déspota, peor que el otro. Juanito no dejaba de asesorarlos, les indicaba que por encima de los estudios y las notas estaba su dignidad como personas, que no merecía dejarse humillar ni someter por nadie. Él personalmente les ayudaría a buscar soluciones para enfrentar a este nuevo agresor. Juanito 53
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conversaba con algunos jóvenes que al entrar a la escuela lo hicieron con un comité de bachilleres sin cupo, eran anarquistas con conocimiento de política marxistas y leninistas, pero no militaban en partidos políticos y así no obedecían a líneas burocráticas ningunas. María Elisa y Juanito se encontraban en la sala de lectura (el gallinero por la bulla), conversaban e intercambiaban información del curso de Matemáticas I porque también ella tenía amigos y amigas que se quedaron rezagados. Ella recordaba el sufrimiento con Quevedo y no deseaba que ellos volvieran a pasar por todo eso, le gustaba como Juanito volvía a meterse por ayudarles y ella colaboraba con él en esa lucha, le fascinaba estar cerca de él como su dama guerrera. Luego del primer examen, donde nadie aprobó, explotó el problema. Los estudiantes con el maltrato verbal y ahora las notas bajas, ya sabían para donde se encaminaba la historia. Una de las amigas de Juanito, Carmen, se paraba en el salón y sin miedo expresaba el sentir del colectivo. – Profesor usted me perdona si lo molesto, pero ya sabemos que si seguimos como vamos nadie aprobará esta asignatura, por lo cual nos vemos obligados a pedirle que cambie su manera de impartir las clases, necesitamos que sea más respetuoso, menos grosero e impaciente, que explique más cada tema con ejemplos y ejercicios, que nos permita recuperar la nota de este examen y así encaminarnos hacia mejores destinos. Aquella intervención era un discurso histórico, mas viniendo de una mujer y del primer semestre, es decir de una nueva, no por machismos sino por ser más sensibles, pero sin dudar, las mujeres en la vida de Juanito siempre eran más valientes, en el barrio siempre ellas se enfrentaban a la policía para sacar de la patrulla a sus hijos o hermanos o novios. Los hombres temían levantar la voz por los peinillazos que recibían. El profesor Maruto, entendió muy bien a que se enfrentaba, pero su orgullo era muy grande y no permitiría a unos mocosos decirle cómo dirigir su clase, más cuando no habían podido con el lunático de su amigo Quevedo. Pidió los exámenes de cada uno y le fue colocando una nota incrementada en diez puntos, así que nadie reprobaría, las notas irían desde 11 a 17 puntos. Carmen y los demás sintieron una bofetada, ellos no pedían eso, al contrario esa actitud les llenaba más de dudas sobre este profesor y su conducta futura. Se levantaron de sus asientos y se retiraron en grupo del salón.
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Algunas lloraban, otros estaban arrechos y querían violencia. El comentario corría por los pasillos y Juanito se enteró, su corazón estaba sobresaltado con esa decisión de salirse de clases y retar al profesor. ¿Cuánto no deseaba eso con Quevedo?, pero nunca logró mover a los compañeros de sus asientos. Cuando llegó al grupo, notó la molestia de sus amigos y empezó a decirles que estaba muy bien todo, que se tranquilizaran, que recogieran los exámenes y solicitaran al Consejo de Escuela un derecho de palabra urgente. Al día siguiente estaban allí, en el Consejo de Escuela, esos chipilines y nuevos estudiantes, con su bojote de exámenes y haciendo mucho ruido, en una escuela donde nunca había protestas. Los Delegados Estudiantiles por fin se dieron a conocer, pero como desconocían el asunto dieron la palabra a Carmen, a quién más podrían dejar hablar, después de aquella valiente e impecable intervención en el salón de clases. Mucha indignación en el Consejo pero ninguna decisión, igual en el Consejo de Escuela de Matemática. La cosa estaba difícil y Juanito con los amigos anarquistas formaban un grupo de trabajo, que denominaron Grupo de Trabajo de Computación o GTC. Enseguida comenzaron a hacer y pegar papelotes explicando el problema, por toda la Facultad de Ciencias, volantes que repartían en cada salón de clases. Juanito tomaba un megáfono y por los pasillos hablaba denunciando el problema, era para él una emoción inmensa usar el megáfono, al principio le daba pena, pero poco a poco le gustaba tanto, que no entregaba a nadie el megáfono, le placía hablar contra la injusticia y calificar de brutos, autoritarios y fascistas a los instructores, era su forma de vengarse de Quevedo. Convocaron y realizaron una Asamblea de Estudiantes de la Escuela y lograron acordar un paro de actividades general, que sacudió a toda la Facultad. Los grupos anarquistas de las otras escuelas, se reunían: el GTQ, GTB, el CEF, CECOBIO, con el GTC panificaban que hacer para lograr la sustitución del profesor y garantizar que el sustituto no viniese en plan de revancha. Así mismo replanificar el semestre. Se decidió convocar una asamblea de estudiantes de la Facultad y proponer un paro general de toda la Facultad, se hizo la asamblea y se aprobó la propuesta. Era increíble lo que esos estudiantes habían logrado, por una asignatura, por la injusticia de un profesor detener toda la Facultad. Los profesores alcahuetas de Maruto en los diferentes Consejos de Escuela y hasta en el de la Facultad, defendían al profesor y hablaban de darle oportunidad de corregirse, pero los estudiantes decían: NO LO QUEREMOS. Así tuvieron que retirar a su estrella de la investigación matemática pero un pirata en la docencia, que además sirvió para cuestionar que los profesores eran licenciados en su profesión, pero no recibían formación pedagógica para ser docentes.
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Paralela a esta lucha estaba el idilio de María por Juanito, ese Juanito apasionado en esa lucha ni cuenta se daba de la labor de esa enamorada mujer. Le guardaba desayuno, almuerzo y merienda para que no tuviese que ir al comedor. Le guardaba los documentos que elaboraban para imprimir y repartir. Lo acompañaba a las reuniones y asambleas, siempre con esa sonrisa en sus labios, esa emoción de estar acompañando a su guerrero, pero Juanito miraba a Carmen, aquella estudiante valiente y de fácil expresión, que defendiera su posición en todos los espacios de manera impecable y admirable, aquella joven le robaba el corazón, pero miraba, como él, hacia otros ojos. Esos amores imposibles o solitarios que desgarraban corazones, pero que nunca impedían seguir la lucha que los unía. A Juanito todos le conocían, hablaban de él y del GTC por todas partes, ya decían que serían los Delegados Estudiantiles o los representantes del Centro de Estudiantes. El GTC aprovechaba para construir y difundir sus ideales políticos. Sostenían que todo conflicto servía para dejar ante la luz la ideología en la educación, los antivalores del capitalismo en la docencia, que de todo conflicto lo más importante era sacar un saldo organizativo para las luchas futuras. Ante todo estudiantes, todo el poder para los estudiantes, presupuesto justo para las universidades, democracia plena en los organismos de decisión de la UCV, democracia y horizontalidad en las estructuras organizativas estudiantiles (no a los presidentes y secretarios, todos son voceros y no delegados), las asambleas como máximo espacio de discusión y toma de decisiones, elección de voceros por curso y asamblea de voceros como instancia organizativa para cada escuela. Comisiones de usuarios para los servicios estudiantiles (reconocidas o no por las autoridades), para las becas, comedores, transporte, bibliotecas, bolsas de libros, deportes, teatro, cine clubes, proveedurías autogestionarias estudiantiles, etc. Todo eso llegó a proponer y a cristalizar desde esas luchas cotidianas. Las amigas de María Elisa le advertían que sufriría sino se olvidaba de Juanito como novio. Le decían que no era hombre de enamorarse, que estaba apasionado por la política. Siempre esperaba que al finalizar el conflicto con Maruto volvería a estar más tiempo con Juanito, pero en el fondo sabía que no sería así. De hecho lograron sacar al profesor Maruto y entró una profesora, que apenas dio indicios de querer atropellar los estudiantes, estos se le pararon de sus puestos y entonces se disculpó. Todo regresó a la normalidad, pero una nueva, no como la de antes, ahora se cuestionaba todo, hasta el pensum obsoleto, los métodos de evaluación, los tiempos para retirar las asignaturas que eran de 4 semanas y en la Universidad Simón Bolívar eran todo el semestre, dando esto ventajas en el currículo de sus egresados. Se alargó el semestre y se ajustaron las evaluaciones, también se aprobó el retiro de asignaturas hasta 4 semanas para finalizar el semestre.
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Los grupos de trabajo se unieron y crearon un movimiento en la facultad denominado “Movimiento 69”, en honor al movimiento de renovación universitaria de ese año 69, que culminó con el allanamiento a la UCV por el gobierno democrático, del socialismo cristiano, Rafael Caldera. Otros decían que era por esa posición sexual que era muy popular. Este movimiento logró motivar a los estudiantes con sus ideas refrescantes, llegando a ganar en las elecciones todos los puestos en cada escuela y en la facultad. Los profesores les respetaban y hasta temían que en un futuro eligieran un Decano. Este movimiento inundó la facultad con sus ideas revolucionarias, las Ferias Navideñas y los Festivales de Gaitas organizados por los mismos estudiantes se hicieron costumbre y de renombre en toda la UCV, la voz UCVista, el encuentro de teatro universitario, los Juegos Cooperativos en lugar de los competitivos impactaron, los espacios Autogestionarios marcaron pautas en todas las universidades: cafetines estudiantiles, proveedurías, salas de copiados, cines clubes, salas de corte de cabello, etc. Juanito desobedecía a su papá y se involucraba más y más en estos movimientos, le encantaba debatir con la gente de medicina, ingeniería, sociología, filosofía, comunicación social, derecho, economía, historia, veterinaria y agronomía, pues todos eran muy estudiados y de gran discurso, aprendía tanto en esos espacios. Pero se alejaba más y más de la facultad y sus amigos y en especial de María Elisa, quien añoraba su contacto y su mirada. Ella nunca se atrevió a mezclarse en la política. Pero seguía prendida de su caballero, ahora con más facilidad para hablar y más profundidad en su discurso de justicia, libertad, equidad y consciencia. Pero en una ocasión, ella estaba en el “gallinero” y sus amigos por echarle una broma, hacerla abandonar esa tristeza, tomaron una de sus zapatillas y empezaron a lanzárselas unos a otros, mientras ella corría de un lado a otro detrás de su zapatilla, al principio riéndose y al final casi llorando. Y de repente en la puerta del “gallinero” estaba entrando Juanito, su caballero, seguro le salvaría nuevamente. Corrió hacia él y se refugió en su pecho. Juanito le dio mucha pena esta situación y no comprendía que estaba sucediendo. Los amigos al verle, le lanzaron la zapatilla de María y él la atajó. Ella le miró a los ojos, y él a los de ella, que estaban llorosos. Pero desde su sorpresa de verla arrecostada a él, le llevaron a lanzar la zapatilla a otro compañero. María Elisa sintió una profunda vergüenza, sintió morirse, su ilusión se desvanecía, su sueño parecía llegar a su final. Nunca podía imaginar a su caballero seguir la rochela que le perturbaba. Se llenó de enojo, sus ojos se enrojecieron, Juanito al verla pidió el calzado y se lo dieron, lo entregó a María quién molesta lo arrebató de sus manos. Juanito estaba confundido por esa actitud. Ella se lo colocó en su pie y se marchó junto con sus amigas, quienes le recibieron con abrazos. Juanito se quedó sin seguirla, se unió a sus amigos. 57
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Ella esperaba que la siguiera y le llamara para disculparse y abrazarla con cariño como lo hacía antes. Pero no hubo nada de eso. Pasaron días, semanas sin saber de Juanito, al fin cuando apareció ella decidió no saludarlo. Juanito la vio y la fue a saludar con un abrazo y dos besos, pero ella lo evadió. Se molestó y le preguntó si estaba molesta todavía con él por lo del zapato. Ella no respondía y él se enojó aún más, le decía que no tenía sentido todo eso por esa tontería, que si había otra razón. Juanito entonces decidió pronunciar esas palabras benditas y tan determinantes en sus vidas: -Si eso es lo que quieres, no hablarme más nunca, está bien, yo haré lo mismo contigo, pero eso sí, mas nunca te volveré a mirar en mi vida. Dicho esto, dio media vuelta y se retiró. ¿Cómo era posible escuchar de la boca de su amado caballero tales palabras tan definitivas y tan mortales? ¿Cuánta ceguera en su caballero que no podía ver la ansiedad de escucharle decir palabras de amor y solicitudes de disculpas? Pero tenían razón sus amigas, Juanito no le quería y nunca la vería como mujer, como su novia, ella era una tonta enamorada solitaria y ahora se daba cuenta de ello. Escuchó aquellas palabras y lo vio alejarse, comprendiendo que era la única forma de olvidarse de él y su desamor. Respondió para sí: -Está bien mi Juanito que así sea. Dijo aquella dulce, perseverante mujer, hermosa pero triste, solitaria y aún infantil adolescente, llena de sueños, de películas de hadas y caballeros. Desde aquél día Juanito y María Elisa dejaron de verse, de hablarse o mirarse, cada uno decidió seguir su camino….
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EL REENCUENTRO
Eso debe saberlo todo el mundo, no hablo aquí del famoso personaje de una novela de la República Colombiana, hablo de la gente de este planeta que desde hace siglos sabe que la tierra no es plana. Pero al punto, la vida humana se torna muy complicada con eso de la mente y el pensamiento, las ideas. En esa época de la tierra antigua el humano creía, no sabemos por cual razón exactamente, que vivíamos en un lugar plano y que el límite que se ve en el mar significaba una caída a un espacio infinito. Por eso una de las cosas que tenía como curiosidad mortal era navegar rumbo al horizonte y cuando lo hacían, enviaban a los presos más peligrosos para de una vez deshacerse de ellos. Hoy más modernos, más científicos, pero igual de ignorantes que antes, el humano se divide entre los que ven el mundo plano y los que lo ven tridimensional, y hasta multidimensional. Lo cierto es que el humano se identifica como un ser material y espiritual, posee tres cuerpos en uno solo: el cuerpo carnal, el mental y el espiritual o alma. Bueno en el cuerpo mental están todas las palabras, lenguajes que conoce, los símbolos y sus significados están resguardados en su memoria, junto a los símbolos y sus significados se asocian los sentimientos. Este cuento se trata sobre un lema que se difunde mucho por las redes sociales, dicen que el mundo es redondo para querer expresar que la gente se divide y se separa por sus creencias, pero cuando las creencias cambian, por una luz que llega a cualquiera de las personas involucradas, o una verdad es descubierta por la humanidad, como esa de la tierra en forma de esfera, pueden volverse a encontrar y hasta estar muy unidas. Hay quienes dicen que cuando se deja atrás una relación, es para no volver a reunirse de nuevo, sin embargo, esos cambios mentales son posibles, pero depende de cuánto toque el mundo a cada uno de esos seres, de cuanta luz se rodee, de que sitio frecuente y de su comprensión de los seres humanos en cada una de sus dimensiones o cuerpos. Este testimonio es muy sencillo, viene del mundo cotidiano, de un pueblito donde la luz de la ciencia es casi nula y la fe es más grande que el intelecto, pero los
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sentimientos desbordan la razón, donde la humildad y la palabra dada son más grandes que el capital y las riquezas. Un pueblito de Venezuela, allá por el Estado Cojedes, en Tinaco donde los chivos, hablo de los animalitos con cachos, mandan y sin embargo son cuerpos esqueléticos, el calor y el polvo son el paisaje más visto, una calle principal, proveniente de los llanos, donde las góndolas matan a cuanto motorizado desprevenido circula transversalmente y otra calle que viene y va hacia San Carlos la capital del estado. Ahí en Tinaco, vive el tío Carlos, él es un hombre muy tranquilo que vivía con su esposa Crisanta, pero por esos problemas de carencia de amor, la vida se le hacía cuadritos. Todos los días sentía que la vida se iba como agua entre los dedos, no sentía la vida corriendo por sus venas, esa pasión y amor por lo que se hace no estaba en él. La mujer no lo comprendía y solo cuestionaba su falta de cariño, de ánimo y atención, ella quería más de su marido, pero el sólo salía a trabajar y regresaba cansado y triste con su salario de todos los días. Ella poco a poco fue sintiendo esa soledad, esa necesidad de su hombre. Así fue como la amorosa Crisanta empezó a pararse en la puerta de su casa y veía pasar a los jóvenes y hombres maduros, haciendo notar que ella los observaba con cierta lujuria en sus ojos. Los vecinos le contaban a Carlos de las cosas raras de su esposa, cuando el salía a trabajar. Él era un hombre muy tranquilo y pacífico, no se podía decir nada malo de su conducta respetuosa hacia todo el que le conocía, pero poco a poco su carácter se deterioraba y se volvía cada vez más irascible. Buscaba dentro de sí la razón por la que no se soportaba el mismo. Sin encontrar el motivo de su tristeza, decide irse de la casa y en soledad encontrarse con su ser interior. Para no seguir haciendo sufrir a la esposa toma la decisión de separarse y se lo comunica a su mujer: - "Mira Crisanta he vivido mucho tiempo junto a ti, pero llegó la hora de apartarnos, quiera Dios que si cambiamos y nos reencontramos podamos seguir la vida unidos". El hombre agarró sus petates y se marchó al monte a sembrar, era lo suyo. La mujer quedó sola, divorciada y un poco compungida, pero no tenía más remedio que seguir adelante y sin rochela, pues ahora estaba sola. No estaba totalmente desamparada pues uno de esos caballeros que pasaban por el frente de su casa, como forma de pago por el gentil trato que recibía en casa de Crisanta, le dio un empleo en su empresa. Carlos se metió cunaviche adentro, sembraba y cosechaba, como lo sabía hacer, pues de niño eso fue lo que se le enseño. Hizo su rancho con los palos del monte y las láminas rotas de zinc que encontraba por basureros o casas abandonadas. Poco a poco se rodeó de gente campesina y laboriosa, que al verlo trabajar sin 60
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descanso le respetaban. Además de sembrar esa gente era revolucionaria, participaban en las misiones de Agro Venezuela que el Comandante Chávez formó para desarrollar políticas de siembra y producción de alimentos, todo para favorecer el desarrollo de la nación y del pueblo. Carlos decidió juntar sus esfuerzos con los campesinos de esas tierras, entre ellos había muchos evangélicos y eran de carácter apacible y generoso. Carlos se va contagiando de los ideales revolucionarios y evangélicos, al poco tiempo el hombre se bautiza y se hace creyente y así pasa el tiempo sembrando y congregándose. Asistía a las reuniones del frente de campesinos, participaba en las marchas convocadas por el partido oficialista y en talleres de doctrina política. Respetaba los talleres de política tanto como los de doctrina de la iglesia. Creía que así como debía haber un creador y organizador del universo, también el hombre debía crear y poner orden en la vida en la tierra. Pero también creía que Dios necesitaba que los creyentes vivieran juntos y en armonía, es decir, no podía comprender que cada uno de ellos, solos en esas parcelas, vivieran en una casa alejada de los otros campesinos, que cada uno debiera cocinar una comida diferente. Por lo que planteó a los demás campesinos sus ideas y propuestas, logrando que compartieran las labores y cocinaran en una sola parcela entre todos, unos compraban el mercado, otros preparaban la cocina y cortaban las verduras, para que otros cocinaran. Luego que el cocinero le servía a cada uno, se sentaban en una mesa larga a comer todos juntos, donde daban gracias a Dios y a la revolución por los alimentos de cada día. Cuando iban al pueblo solían caminar juntos por las instituciones o casas de gente con holgura económica para pedir ropa usada y corotos viejos que no usaran. Se sorprendían de las ropas y las cosas en buen estado que lograban recibir. Un buen día en una congregación regional de creyentes el hombre conoce a una hermana muy linda, deciden hacerse pareja y se casan al año de noviazgo. Pasan unos años hermosos en el amor de Dios y de la carne. Pero por esas extrañas circunstancias de la vida material y espiritual, Dios decide que la mujer alcanzó lo que le faltaba para irse de este mundo y se fue. Su muerte dicen que fue producto de la picada de algún animal del monte, esos que dan fiebre, diarrea y vómitos de sangre. El tío adolorido, pero con la fe de que su esposa estaba en un mejor lugar, sigue su vida solo y cada día más metido en sus labores espirituales, políticas y de siembra. Ahora se había formado una cooperativa y todos sembraban juntos sus parcelas, lo que llamaban cayapa. La producción salía junta al mercado socialista y las ganancias eran de la cooperativa, que luego de repartir los sueldos a cada 61
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uno en forma equitativa, decidían cómo invertir el remanente para la siguiente siembra. Nunca se olvidaban de ir mejorando las viviendas de todos, sus servicios necesarios, sus centros de asistencia de salud, educación, todo eso lo lograban con las otras misiones del Gobierno. Un buen día decide visitar a unos familiares cerca de donde vivía antes con su primera mujer. Asiste a la iglesia evangélica que estaba en el pueblo y cuál sería su sorpresa, encontrar a Crisanta arrodillada orando y congregando desde hacía unos años. Ahora era otra mujer, estaba hermosa, su mirada era distinta, más dulce, suave y su voz también era más humilde, su piel era lozana como cuando joven. Cuando ella lo miró, una sonrisa hermosa se dibujó en sus labios, un brillo nunca visto se apoderó de sus ojos, sus miradas se conectaron más allá de sus cuerpos, sus manos se juntaron y sus almas se abrazaron de una forma nunca antes sentida. Carlos estaba emocionado, sorprendido y sentía que aquella mujer ahora bendecida y transformada por Dios aún seguía siendo suya, y no se equivocaba, el corazón de Crisanta lleno del amor de Dios, de su sabiduría su mente, de humildad divina su cuerpo, era de ese señor trabajador y sencillo, todo amor. Así que se casaron de nuevo, son felices como nunca antes lo habían podido ser.
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AMANECER DE GOLPE
Esa tarde era algo extraña, la televisión privada anunciaba con gran alboroto y emoción desbordante, la multitudinaria concentración y marcha de la oposición venezolana al régimen del comandante del pueblo Bolivariano de Venezuela, Hugo Rafael Chávez Frías, quien desde hacía dos años había alcanzado el poder político en la muy maltratada Cuarta República de este hermoso país petrolero y heredero de una sangre luchadora y libertaria. El comandante había logrado molestar mucho a sectores económicos poderosos, que él mismo llamaba oligarquía o usando un término peyorativo pero indicador de su fuerza verdadera: “los escuálidos”. Con decir que en el oriente del país o para ser inexactos, en la costa venezolana, los grandes empresarios del pescado con sus enormes embarcaciones de arrastre, dejaban limpiecitos y sin un centavo a los pescadores del pueblo, quienes con sus peñeros iban a soltar sus trenes de pesca con la esperanza de conseguir el sustento para su familia, regresando sin nada, hasta sin esperanzas, ahora con la Ley de Pesca esos grandes mercantilistas del pescado reventaban de arrechera por tener prohibido usar sus hambreadoras embarcaciones. Mientras el pueblo costero celebraba los empresarios complotaban para terminar con este abuso del gobierno. A la gente del petróleo, otros burgueses dentro del aparato productivo de riquezas nacionales, que desde hacía años venían quebrando al país con su sobreproducción sin control, disminución de precios y engaños a la nación con las reservas de petróleo llamadas “bituminosa”, les clavó una disminución del fondo llamado “reservas” en el control fiscal de los ingresos petroleros, para destinarlos a la inversión social y pago de las deudas con la población, pues este fondo con casi 80% de los ingresos dejaba a la nación, sobre todo a la nación excluida, marginada de la riqueza, invisibilizada por la patria de Bolívar, sin recursos para satisfacer sus necesidades de vivienda, salud, transporte, educación, alimentación. Estas reservas cuyo uso estaban dirigidos a mantener el valor de la moneda y garantizar los dólares para los importadores, quienes gozaban de total
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acceso y uso de los ingresos nacionales como fuente privada de inversión, fueron clausuradas por el comandante del pueblo. En el campo había asestado duro golpe a la tenencia de las tierras ociosas, pagándoles lo justo y necesario por ellas y dándolas a los campesinos para su producción, con la alarmante “Ley de tierras”, ponía a llorar a los testaferros que impedían el desarrollo agrícola, poniendo en manos de las cadenas de comida chatarra para cría de sus hamburguesas. Para el sector político de la oligarquía, el más llorón por tener el poder desde décadas bajo control burgués, les metió una nueva constitución, disminuyendo el poder del ejecutivo sobre control del estado y abriendo nuevas formas de poder, el electoral que ahora independiente del ejecutivo, sus autoridades serían elegidas por mayoría en la Asamblea Nacional de Diputados. El poder moral que asume la defensoría del pueblo en los actos de los tribunales. Eliminó la cámara de senadores del congreso nacional y con ello el mantener a los ex presidentes de por vida. Daba carácter constitucional al poder popular, establecía los hidrocarburos como bien de la patria no privatizable. Lo más vergatario, esta constitución no salía de un decreto como siempre, sino de una asamblea nacional constituyente que luego se aprobaría en un plebiscito nacional, bueno más participación casi imposible. La derecha opositora, no encontraba forma legal, militar, ni popular de detener la fuerza descomunal y arrolladora de los cambios, el apoyo popular crecía con cada decisión y victoria en el plano político del proceso revolucionario, avizorando un muy oscuro porvenir a la derecha explotadora y marginadora del pueblo. La honestidad, claridad en el discurso, fidelidad del comandante, su valentía, responsabilidad y su profundo amor al pueblo humilde era un inmenso obstáculo nunca antes enfrentado por esta clase política, representante de la clase económica dominante en Venezuela. Sin lugar a dudas la concentración de simpatizantes, promovida por todos los medios de comunicación privado, y por las redes sociales, había rebosado los límites pensados por el Gobierno Nacional, lo que propició la estrategia definida por la oposición con los militares complotados y comprometidos con esta operación. La marcha se desvió de la ruta autorizada, sus dirigentes aparecían en los canales de televisión clamando a voz alzada y sin respeto legal alguno, señalando con sus manos hacia Miraflores. Los dirigentes no pensaban llegar con la marcha a Miraflores, pero sí lo más cercano posible para generar una situación sangrienta que dejara al Gobierno como un represor, asesino, violador de los derechos humanos y sancionable por actos de lesa humanidad. Las masas de protestantes 64
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lo presentían o tal vez durante el recorrido se les advertía que debían irse saliendo de la concentración por el metro de Caracas, el sistema de transporte subterráneo de la ciudad capital de Venezuela. En la cercanía de Miraflores y extrañamente sobre las platabandas de los edificios u hoteles alrededor del palacio de gobierno, fueron colocados francotiradores con el propósito de eliminar algunos civiles protestantes de ambos grupos, preferiblemente de los afectos al gobierno. Así fue realizado con mucha puntería. Allí en Miraflores, en medio de aquella fervorosa multitud que defendería a sangre y muerte su revolución política, estaba él, sin armas, sin rabia, con la esperanza de aportar su presencia para apoyar la revolución con la cual había soñado desde pequeño, desde aquella vez cuando los copeyanos le regalaban franelas y gorras por pegar afiches y pintar pancartas y nada de comida ni dinero aportaban a la familia humilde de Juanito. Pues Juanito se reveló y no pinto más nada para ellos, se acercó al PCV y le dieron talleres, leía un librito llamado “Manifiesto del Partido Comunista” el cual de manera muy bonita y facilita le decía que los pobres eran pobres por culpa de unos cuantos ricos, que los usaban para producir mercancías para el dueño de la fábrica, que les pagaba con una mínima porción de lo que ganaba vendiéndoles a ellos mismos esas cosas. Si, llegaron los muertos esperados, tristemente para la gente que estaba con el gobierno, pues en su mayoría eran sus muertos, nuevamente el pueblo ponía la sangre, de ambos lados, los ricos no estaban allí, veían todo desde sus televisores, o sus empleados les mantenían informados. Si alguno oía los noticieros, escucharía que los muertos eran de la oposición, los disparos del gobierno, pero Juanito estaba allí, una bala dio en la cabeza de un señor bajito, bastante avanzado en edad y que estaba a su lado, solo escucho un sonido hueco, vio al señor desmoronarse al suelo y un chorro de sangre como fuente de agua salir de su cabeza. Juanito con su 1,80 m de estatura y su blanca palidez, no lograba comprender como se habían fijado en su vecino, esa bala podía ser suya y su cabeza ser la fuente de tanta bulliciosa sangre. Habían hombres con armas de fuego, pero discutían si usarlas era conveniente o no. Unos decían que era una revolución pacífica y que usar armas era contrarrevolucionario. Pero respondían: - Carajo compatriota nos están matando, nos asesinan y no podemos dejar que nos maten como ratas.
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- Sí, ¿pero cuantas armas tenemos?, ¿dos pistolitas? Justificaremos una mayor agresión contra la revolución. Respondían los otros que no tenían armas. Juanito logró ver gente en la azotea de un hotel, vio salir un pelotón de Guardias Nacionales y les dijo: - Miren, allá arriba están los francotiradores que nos están matando. Pero los efectivos no respondían, sus caras llenas de ira no cuadraban con la defensa del gobierno ni del pueblo. Entonces Juanito les dijo: -
Ahhh, ustedes no están defendiendo al comandante, vendidos, vende patrias, traidores.
Su cuerpo temblaba, sus manos otra vez sudaban, su frente estaba dura, dormida, su mente solo imaginaba el derrumbe y su corazón esperaba tener esperanza, esa esperanza de que el comandante tuviera respuesta para todo, de saber que esto sucedería y tenía un plan listo. Pero el golpe se dio, la guardia nacional y la policía metropolitana de Caracas, fueron la fuerza militar contra los civiles, pero si se quiere fue todo tan extraño, no hubo enfrentamiento militar, solo la masacre creada por los francotiradores. Una llamada telefónica al presidente y listo, se terminó el gobierno. No podía creerlo Juanito, algo estaba mal. Debía ser una trampa del comandante para descubrir los militares golpistas, los medios de comunicación sumados al golpe y todos los implicados desde las empresas privadas, tenía que ser. Había costado tanto llegar al poder y así sin mucha pelea todo se terminaba. Pero antes de irse la gente en la noche madrugada del 11 y 12 de Abril, el frío nocturno congelaba el corazón, el comandante salía detenido del palacio y todos corrían a sus casas asustados por la represión que se desataría al estilo Pinochet en Chile, a esconderse los líderes revolucionarios y seguro alguno que otro se inmolaría defendiendo la revolución. Lo llevaban al Fuerte Tiuna, comando militar de Caracas, cerca de la populosa barriada del valle y coche. Ya los medios de comunicación preparaban sus canales y prensa para expresar con júbilo: Buenos días Venezuela, amanecimos con nuevo gobierno democrático… Esa noche triste y fría, Juanito y su hermana, así como cientos de compatriotas se retiraron a sus hogares, luego de presenciar como caían jóvenes y ancianos con perforaciones en sus cráneos, proyectiles disparados por personas contratadas para matar. Juanito recordaba que habían atrapado a uno y que por querer salvarle la vida para interrogarlo, casi le parten el brazo con un tubo, iba con su 66
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brazo adolorido, y el francotirador ya lo habían soltado, esa misma noche los de la Guardia Nacional. Al día siguiente, veía con profunda tristeza, dolor, rabia y asombro todavía, la burla televisiva, la invasión a la televisión del estado, el cerco a la embajada de Cuba, la persecución a los líderes Chavistas, Gobernadores, Alcaldes, Ministros, Diputados o Diputadas. Era el desmoronamiento de todo lo conquistado en casi tres años en tan solo horas, minutos y segundos. Ahí estaban riendo y contándose todo lo que habían hecho para hacer posible esa alegría de retomar el poder, ahora no lo decían como tampoco contaban ni contarían con sus cámaras de televisión, ni sus informadores objetivos y honestos, todo lo necesario para contener la respuesta revolucionaria. Juanito observaba y hacía memoria de las cosas sucedidas y esa duda daba vueltas en su cabeza. La duda de si era verdad todo aquello, todo aquel terror, muerte, traición desatado por el odio de clase. ¿Cómo pudo pasar todo esto? ¿Cómo no se enteró el comandante? Seguía pensando que todo era una trampa del Presidente y que igualmente muy pronto se resolvería sin más muertes. El comandante sabía que había golpistas en las fuerzas Armadas y en PDVSA y que no se conocían, que había que descubrirlos y ponerlos en evidencia, para luego anularlos, no asesinarlos como lo haría la IV República. Además Juanito recordó algo que lo llenaba de seguridad que así era, era un mitin en la Avenida Bolívar donde el Comandante hablaba y la gente no le paraba, bebían alcohol y comían, arrojaban basura en la calle, como los mítines de AD o Copei del pasado, pero Juanito oía con entusiasmo y atención, reclamaba que lo dejaran escuchar. Fue cuando de pronto quedó como en silencio, aislado de todos, y escuchaba que decía: -
"...quiero decirles algo, para que estén pendientes y respondan con mucha rapidez, de su respuesta oportuna dependerá el futuro de esta revolución, ustedes no lo saben pero se avecinan nuevas situaciones, situaciones que nos pondrán a prueba y necesitamos estar alertas y como les dije, responder con mucha rapidez o no pasamos el examen..."
Tal vez no eran las palabras exactas pero eso era lo que su mente recordaba. Ese recuerdo le llenó de una fe y una confianza que todo se resolvería favorablemente y que solo había que obedecer y responder con rapidez.
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Era eso, claro que tenía que ser eso. No podía creer que el Comandante lo hubiesen engañado y sorprendido sus enemigos, enemigos cuyo intelecto siempre había estado en duda frente a la sabiduría tan iluminada de Chávez. No había ninguna duda de que lo intentaban distraer, ese tal Miquelena y su sobrina María Isabel, debían llenarle la cabeza con sus propuestas sobre el MVR y sus demandas personales. Esa mujer tan bella, elegante y sensual, una belleza de corte Irene Sáez, blanca como nieve, refinada, de aspecto burguesa, hábil y sumamente atractiva sin lugar a dudas. Pero no podía ser tan débil ese guerrero, que desde joven soñaba alcanzar posiciones de liderazgo para ayudar a su pueblo a liberarse del yugo explotador del poder económico lacayo de los gringos. Ese soldado que conociendo la historia Bolivariana, juraría rescatar y saldar esa traición a la propuesta libertaria e independentista del Libertador Simón Bolívar. Llamadas de diferentes partes, familiares, amistades en Caracas o el interior del país recibió Juanito ese 12 y 13 de Abril. Todos bajo estados de ánimos alterados, unos llorando, otros tristes, deprimidos o molestos, pero sin saber qué hacer. Esperaban una dirección que no llegaba por ningún lado, la costumbre a recibir las líneas desde arriba, la dependencia del cogoyo burócrata los hacía vacilar en lo que había que hacer, en lo que querían hacer, como si la memoria del sacudón o "El Caracazo" se había extinguido o desaparecido de sus recuerdos, como si alguien les hubiera robado sus conquistas pasadas. Juanito sentía un deber, el de orientar hacia la calle a los que le llamaban, a alentarlos a tocar cacerolas como un primer intento de expresión del malestar, de hacer saber a los Chavistas que no estaban solos, para luego desde la emoción del escuchar la cacerola, esa que pone la piel erizada, que emociona los corazones, que agita y calienta el cuerpo apesadumbrado, que despierta la memoria y las ganas de luchar, que revive simplemente, que nos recuerda el amor recibido y la deuda, esa que solo se puede pagar con amor, con sacrificio fragante. Se escuchaba por las redes sociales telefónicas, cosa que se olvidó la oligarquía de bloquear, las noticias del levantamiento en el valle frente al fuerte Tiuna, desde la madrugada del golpe, los habitantes humildes, esa gente de los cerros bajando nuevamente, con sus cuerpos hambreados y llenos de sacrificio por su Comandante, daban su vida por reclamar sus derechos ciudadanos, el respeto a su voz, a su decisión de tener un presidente del pueblo. Juanito compartía con todos esta noticia, les consolaba y les decía que todo era una prueba y un ensayo para limpiar las fuerzas Armadas y PDVSA, un reto para el pueblo, a ver si querían su revolución y salían a defenderla junto a los militares honestos, leales, con rapidez para recuperar el poder antes de que se inicie la cacería.
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La recomendación a todos era la misma, que hicieran cadenas con las informaciones a sus amigos por el celular, que tocaran cacerolas en la noche del 12 y se concentraran en las plantas bajas de los edificios, para programar para el 13 salidas a la calle, marchas a Miraflores o Fuerte Tiuna. Sabotear el acto programado por la derecha nefasta, para juramentar al golpista Carmona en el Poder el 13 de Abril, impedir de todas las formas la instauración de la Dictadura. La gente lloraba y lloraba, expresaban su descontento, el robo, el ultraje a sus derechos, el respeto a su voto, voto que le habían enseñado era su gran valor por vivir en una democracia. Ahora veían cuál era el fulano respeto a los derechos, el tan cacareado estado de derecho solo era en la medida que ganaran los candidatos de la derecha, de la burguesía. Se decía que habían muertos en el Valle, heridos, pero que la gente seguía llegando en multitudes, que estaba tomado por el pueblo el fuerte y no podían salir los soldados traidores. El clima se calentaba, la espontaneidad del pueblo de Caracas, su costumbre guerrera, sin necesidad de liderazgo partidista, los empujaba a la calle a rescatar su proceso, su poder, su presidente. Era un pueblo enamorado, apasionado, enardecido, despertando de su letargo, pueblo luchador, pueblo guerrero, con sangre de libertadores corriendo por sus venas. Amor con amor se paga, era el pago del pueblo heroico por su guerrero de la luz, ese guerrero que se atrevió a levantarse contra la dictadura burguesa, que cuando vio sus objetivos incumplidos en Miraflores, bajo el gobierno del gocho Carlos Andrés Pérez, buscó dirigirse en la televisión a sus tropas victoriosas en el interior del país, para que cesaran el levantamiento y rindieran sus armas, pero también dirigirse al pueblo y anunciarles que la cosa no cesaría hasta buscar y encontrar la forma de enrumbar la nación por caminos de igualdad, justicia social, libertad, desarrollo y bienestar para todos, la mayor suma de felicidad para el pueblo invisibilizado, marginado de las riquezas nacionales. Su mensaje claro y firme al pueblo era que supieran no estaban solos y que había dentro de las Fuerzas Armadas contingentes con un pensar distinto al burgués explotador, nuevas corrientes Bolivarianas, libertadoras, independentistas, anti imperialistas. Era como una reencarnación de Simón Bolívar, sus ideas habían tomado cuerpo en el teniente coronel Hugo Chávez, que en ese intento de tomar el poder por la fuerza había fallado, pero con esa frase de "por ahora", había sembrado en la gente la esperanza de nuevas situaciones que conllevarían, tarde o temprano a caminos de transformación y revolución. Ahora estaba detenido desde el 11 de Abril del 2002, el 12 persiguieron y asesinaron líderes revolucionarios, invadieron alcaldías, gobernaciones, embajadas sitiadas, ministerios. El 13 de Abril el acto miserable, la 69
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autoproclamación de la Dictadura como democracia, la anulación por decretopalabra del Dictador, de todos los poderes, la derogación de las resoluciones del poder Constituyente, de todos los actos del Poder Electoral, del Poder Legislativo, del Poder Moral y por supuesto del Poder Ejecutivo revolucionario. Pero ese 13 de Abril, encenderían la mecha del polvorín, las calles desiertas, sin circulación de vehículo alguno, ni terrestre, ni marítima, ni aérea para la sociedad civil, como en toque de queda. El silencio parecía una procesión mortuoria, pero no creían ni el pueblo ni la clase burguesa que era de la revolución, era más bien como la crónica de la muerte anunciada del último foco de la resistencia contrarrevolucionaria en las Fuerzas Armadas.
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CUENTOS DE MI CAMINO
EL CONTRAGOLPE
El cielo estaba despejado, las nubes blancas como toneladas de algodón flotando en el océano azul celeste, el sol solitario llenando de luz y calor el paraíso del mundo humano, calentando la tierra y el pavimento, proveyendo con su energía el movimiento de la vida, el viento se escondió ese 13 de Abril, la lluvia esperaba su turno en las montañas del Ávila, a cuyas faldas el pueblo murmuraba y clamaba por la detención de su Presidente por militares traidores. En los barrios de cotiza se refugiaba Maduro, perseguido por las bandas fascistas de la derecha venezolana. Las calles silenciadas por la parálisis del tráfico en espera de la proclamación del Dictador Pedro Carmona Estanga, títere de la oligarquía mediática y hasta ese momento Presidente de FEDECAMARAS, la organización que reúne a los empresarios vende patria de la hermosa tierra de Bolívar. Esa mañana estaba como las playas Margariteñas cuando en la noche no hace viento ni lluvia, totalmente calmadas, trasparentes sus aguas, que todo lo deja ver y sentir. Así estaban las calles de Caracas, dejaban sentir la rabia, la tristeza de su pueblo, adolorido no solo porque tumbaron del Gobierno a Chávez, sino porque sus derechos eran pisoteados a tan solo 2 años y meses de haber ganado por primera vez unas elecciones democráticas en Venezuela. El derecho a decidir su futuro era arrojado por el suelo, por no satisfacer los requerimientos de la derecha. Pero ¿acaso la derecha y la burguesía que la dirige eran mayoría? ¿Desde cuándo las calles eran de la oligarquía? Si desde siempre las calles son del pueblo, quien vive, anda, sufre y es feliz por estas calles que ahora eran silenciadas por la bota policial de la Policía Metropolitana, vendida al servicio de los burgueses golpistas. Pero las calles no eran ni lo habían sido nunca de la burguesía, ni de los excluidos lacayos o borregos de los golpistas. Las calles son del pueblo y el pueblo salía a tomar el poder, convencido de que una derrota de la revolución los enterraría, para siempre en la historia moderna de Venezuela, no estaba permitido perder, necesario era vencer, pues era vencer o morir aplastado por el odio fascista, el
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odio de clase, de esa clase explotadora, hambreadora, manipuladora del hombre y la mujer de pueblo, gente excluida de las riquezas nacionales y de una vida digna. Juanito en su habitación escuchaba con atención, reflexionaba en su soledad y mundo interior, un silencio doloroso era sentido en su alma, su mirada cuestionaba el decretazo de los golpistas millonarios y de los oportunistas chupa medias que aspiraban a llenarse sus bolsillos con el régimen burgués impuesto. Primero el juramento, o mejor dicho, el auto juramento pues no había poder que lo ejerciera, Pedrito solito levantó su manito, leyó el juramento y juró, no sobre la biblia pues no tenían, ni sobre constitución pues todavía estaba vigente la que ellos pisaron con su acción, entonces juró en el aire, así como escribir en la arena, como profetizando que el viento se lo llevaría a Panamá, refugio de delincuentes desde Manuel Noriega, aquél estudiante de la CIA puesto a gobernar en Panamá para fortalecer la producción y comercialización de la droga para el pueblo Norteamericano de USA y Canadá, pero que luego usaron como pretexto para invadir el istmo y apoderarse nuevamente de sus tierras y su futuro. Su mano levantada parecía jurar sobre las cabezas locas de los sonrientes payasos del circo burgués. Luego de los aplausos y una risa nerviosa de Pedro Estanga, vinieron los decretos del nuevo "Presidente Dictatorial", reconocido por la "Junta Golpista Militar" y confirmado por el "Poder Mediático Privado". Decreto tras decreto fueron anulando, derrumbando todos los acuerdos o más bien resoluciones de la Asamblea Nacional Constituyente y ratificados por el pueblo en Referendo Consultivo. Un ejercicio político y jurídico sin precedentes en la historia nacional, latinoamericana y mundial, era descuartizado al estilo Jack el destripador en USA. Sacaban el corazón a la patria, sus vísceras, para luego liquidar su cerebro. Pedro "El tirano", sonreía, sus ojos se tornaban brillosos, sus manos temblaban y poco a poco la emoción le hacía estremecer, cada decreto la bulliciosa derecha se levantaba, brincaba, gritaba, aplaudía como bajo efectos de una droga alucinógena. Pedrito sudaba, reía y se ahogaba en su adrenalina. Juanito veía, escuchaba y sonreía, como disfrutando la escena servida por los medios privados, como registrando las caras y los nombres de quienes se dejaban ver a la luz del mundo y en particular de los revolucionarios. Ya estaban al descubierto, ya se dejaban ver sus rostros, sus expresiones frenéticas de alegría de tísico. Juanito pensaba, sin querer su mente indagaba respuestas a esa interrogante popular y nacional ¿Qué hacer?, rápidamente se puso en movimiento, se bañaría, se pondría una buena ropa, esa ejecutiva del trabajo y su maletín, sus zapatos de vestir limpios y pulidos, como para ir a un festín en Miraflores. No precisamente el de la celebración de la autoproclamación, sino el del retorno del Presidente Comandante Revolucionario Hugo Chávez Frías, por decisión popular y militar 72
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Bolivariana. Juanito se puso elegante, se afeitó, perfumó y salió contento rumbo a la Plaza Bolívar, esperanzado que en la esquina caliente, punto de encuentro revolucionario en la esquina de la plaza, encontraría compatriotas peleando con la Policía. Juanito en el fondo de su alma, sabía que podía morir, era una ecuación sencilla. Por ello la ropa ejecutiva, pues creía que era su mejor vestimenta en ese momento de su vida. No sabía que esa ropa le traería una suerte nunca imaginada por este sencillo y sensible compatriota revolucionario, no intuía su espíritu ni razonaba su mente lógica, que sus pensamientos y acciones no respondía a su loca vanidad, que jugaría un rol tan modesto pero importante, nunca pensado y tal vez ni deseado. Por ahora salía del edificio que daba frente a la Maternidad Concepción Palacios, en la Avenida San Martín en Caracas. Eran como las 10 de la mañana cuando salió a la calle, sin saber a qué hora regresaría o si regresaría. Media hora después estaba corriendo en la plaza Bolívar y los alrededores de la Asamblea Nacional, sede parlamentaria de Venezuela. Corriendo de la Policía, a la cual le lanzaba piedras junto con un contingente de buhoneros que se enfrentaban con los agentes fieles a los golpistas. Los compañeros y compañeras lo miraban extrañados, un ejecutivo con maletín y zapatos de suela tirando piedras, sudando y corriendo con ellos, ¿quién sería aquél hombre? Por el lugar donde estaba le confundieron con un Diputado suplente, porque nunca le habían visto por allí. La policía disparaba sin compasión, escopetas de perdigones y pistolas. El enfrentamiento comenzó con el decomiso de las mercancías y luego la violencia contra quienes arrojaban sus productos antes de que se los quitaran. Pero en el fondo era por desobedecer el toque de queda sin decreto que se había instaurado en la ciudad capital de la Venezuela Chavista. Juanito se encontró con unos periodistas de Francia, que deseaban registrar los sucesos en Venezuela y hablando muy buen castellano, preguntaron qué sucedía. Se les dijo a los dos, uno preguntaba y el otro grababa con su cámara, que habían disparado en la cara de un compatriota desfigurándole el rostro, lo grabaron en su cámara y al finalizar, preguntaron a Juanito donde estaba la cosa caliente. Pues en ese instante el enfrentamiento estaba más intenso en el Valle, en Fuerte Tiuna y se marcharon hacia esos senderos. Pero Juanito estaba decidido a irse hacia Miraflores donde estaba el Dictador para pedirle regresaran a Chávez vivo. Caminó sin rumbo por la Avenida Baralt, la misma donde días antes habían muerto compañeros compatriotas bolivarianos y opositores. Bajaba en dirección hacia el Paraíso, pero al llegar al mercado libre de La Quinta de Joaquín Crespo, se encontró con un grupo de 100 a 200 personas, mayoritariamente mujeres, que se organizaban para ir al Valle. Entonces Juanito movido por fuerzas poderosas e 73
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invisibles tomo la palabra, sin presentarse ni identificarse, le dejaron hablar, sin cuestionar nada de lo que decía o proponía, aceptaron ir hacia Miraflores con las manos levantadas, como lo pedía Juanito para mostrar que sus manos estaban libres de armas u objetos violentos. Los compatriotas miraban a Juanito, otra vez la pregunta ¿quién era ese hombre alto, catire, cachetes rojos y ojos castaños claros que los conducía a Miraflores? Su apariencia de extranjero los confundía, pero su lenguaje castellano y con acento criollo les inspiraba confianza. Su vestimenta ejecutiva les llamaba mucho la atención y quizás, junto al carácter decidido, les inspiraba liderazgo, ante el cual obedecieron marchar hacia la cueva del lobo mayor. El mismo Juanito se extrañó de aquella obediencia pero no le dio más importancia, pues había logrado su primer propósito llegar a Miraflores acompañado, el cual surgió en su mente desde que supo de la detención del Presidente y les decía a la gente que en el Valle ya no estaba él, que había lucha para contener las fuerzas traidoras y apoyar al Comandante García Carneiro, militar fiel al Presidente Chávez que estaba forcejeando en el fuerte Tiuna para su control, pero que era necesaria la presencia popular en Miraflores para exigir la entrega del comandante. Comenzaban a subir y Juanito se ubicaba al frente del grupo, fue algo tan natural como lógico, él había propuesto ir y debía estar al frente como primer receptor de las municiones. Sabía que en la esquina del Metro Capitolio, cerrando el paso en la calle se habían dispuesto los comandos de la Policía Metropolitana, así que cuando llegaran recibirían lluvia de municiones. Eso dejó pensando todo el trayecto a Juanito, no se había podido despedir de nadie, pues la situación de golpe fue a pesar de todo el anuncio algo sorpresivo. Subían gritando: -Queremos ver a Chávez, Queremos ver a Chávez, Queremos ver a Chávez. Como si fuese suficiente verlo vivo aunque estuviese detenido, pero en el fondo la petición era entréguenlo a su pueblo, de donde vino y de donde es, suyo como la piel, como el aire que respiraban, como el dolor que sentían en el alma. Crecía el número de compatriotas, emocionados por la marcha se sumaban más y más personas. Eran 200, 300, 400 y hasta 500 personas gritando al unísono y sin parar. Entregados al destino y a la voluntad de Dios. Dios estaba presente sin lugar a dudas, Juanito poco creyente en religiones y solo creyente de su propio Dios, bueno y misericordioso, poderoso e invisible. Sentía que todo lo que estaba sucediendo estaba escrito de manera divina por Dios y creía que Chávez sabía algo de todo esto. Como si Chávez hubiese hablado con el mismísimo creador. Su mente se llenaba de esos recuerdos del comandante, pero también de los líderes latinos y mundiales que han dado su vida por la libertad, la igualdad, la justicia social y la inclusión de los marginados dentro de los planes de crecimiento mundial.
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Se acercaban a la esquina de Capitolio y se observaban ya de lejos el comando de la Policía. Uno en el suelo con los escudos, otros dos arrodillados y parados con las escopetas preparadas. Juanito recordaba a Gandhi y su lucha no violenta desmoronando un imperio invasor, a Bolívar y su arar en el mar, al Che y su sacrificio en Bolivia, a Fidel y su vida entera entregada para la revolución e independencia de su patria querida Cuba. Ahora él se sentía sacrificándose junto a tantas personas por su Comandante, por la revolución. No esperaba nada a cambio, pues lo que venía era la muerte o quedar muy mal herido y tal vez lo remataban si quedaba vivo. Pero aun así estaba contento, había una paz extraña, como si este era su rol en la vida, el momento esperado por sentirse útil y valioso para él mismo y para otros. Un manifestante se acerca y le dice: -Diputado, hay informaciones que asesinaron a Tarek Williams. Esa noticia fue dura, le afectó mucho, ese hombre vestido de negro había calado muy profundo en su corazón, defendiendo los derechos humanos, se había mostrado valiente y muy inteligente, pero también sintió esa violencia natural y ese deseo de descargar arrecheras que la noticia le producía. Su mente imaginaba clamando justicia, diciendo: -"Al ataque por la dignidad y por nuestro Comandante, Vencer o morir", pero su mente estaba fría y sabía que no era lo más conveniente. Si se dejaba colar ese comentario la gente accionaría como enjambre de abejas africanas, por lo que respondió: - Eso es falso camarada, el compañero esta enconchado. No se deje llevar por comentarios. Y el compatriota calló y regresó a su puesto. Juanito escucho que le dijo Diputado, río y le agradó sentirse Diputado del Pueblo, no de los burocráticos, sino de la lucha en la calle. Al rato otro vino con una noticia parecida, pero ahora era con relación a Aristóbulo Isturiz, a pesar que le afectaba, no le dolía mucho la noticia, recordaba al negro como un ser prepotente y grosero con la gente humilde, pero que en cuanto la cámara de TV aparecía pelaba sus dientes y abrazaba con cariño hipócrita a los que hacía rato ignoraba. Sin embargo era un compatriota y comentó lo mismo que con Tarek: -"Tranquilo hermano, el negro esta enconchado esperando la oportunidad para salir al escenario, ahora nos toca a nosotros el pueblo mostrar nuestro compromiso revolucionario".
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Ya estaban a escasos 10 metros del piquete de la policía, era momento de despedirse y elevó sus ojos al cielo, ya sus manos estaban levantadas desde hacía minutos o tal vez horas, el tiempo transcurría sin darse cuenta en realidad, sería como el mediodía por el sol en el cenit. Oró Juanito el ateo, como le decían en su casa. Dio gracias a Dios por la vida, por ese momento grandioso de pagar con amor el amor y la vida que ese gran hombre había dado por todo el pueblo. Se persignó, increíble, la señal de la cruz como símbolo del sacrificio de Jesús por la humanidad, su imagen, la comercial, iluminó su mente en ese momento y precisamente lo acompañó un sonido de armas cargándose, su corazón se aceleró, su pecho dolió como punzada, y como reacción Juanito colocó su maletín sobre su corazón. Juanito pensaba que no importaba morir por una causa tan humilde como plena de amor, recordaba la historia de Pedro el apóstol que negó a su líder e hijo de Dios, también a los judíos que habían recibido milagros pidiendo que liberaran al ladrón en lugar de aquel generoso y pacífico hombre de Dios, no pasaría así con el comandante, no le negarían, ni lo dejarían asesinar sin defenderlo su pueblo. Pero nunca caerían en la violencia burguesa, pues también recordaba a Gandhi diciendo que quien hace lo que el enemigo se convierte en él. Juanito quería cerrar sus ojos pero dejó su mirada al frente cuando notó una figura pequeña como caída del cielo, gritaba: -¡¡Alto!! ¡¡Alto!! Y Juanito paró junto con la gente. El oficial, comandante del escuadrón policial, agitada su respiración pero con voz fuerte y llena de autoridad, solicitó tres personas, como la trinidad, para escuchar la petición razón de la protesta. Juanito estaba frío, tenso su cuerpo lleno de adrenalina, esperando el contacto con las partículas de plomo en su cuerpo. Al escuchar la solicitud del oficial, y como líder ocasional, volteó a los lados y señala tres personas, un joven con corte militar, un señor mayor y una señora guerrera. Los tres se dirigen hacia una esquina con el oficial policial. Escucha que pregunta: - ¿qué quieren? y el joven responde: - Queremos saber del comandante y que nos lo entreguen vivo. El oficial indica que llamará al palacio para saber si les permiten pasar hasta Miraflores. Sin escuchar que le respondían de palacio, Juanito solo vio que los policías y el oficial salían corriendo hacia sus camiones y arrancaban con mucha rapidez del sitio, aprovechando que no había tráfico de vehículos.
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La adrenalina fluía a borbotones, dentro de Juanito y era de imaginarse que en todos los demás, que esperaban lo peor, la negación del permiso de acceso y los disparos. La reacción fue inmediata e incontenible, la alegría y la esperanza de ver al comandante de nuevo gobernando era casi una realidad, que la Guardia de Honor Presidencial dejara pasar el contingente de Chavistas protestando era buena señal, muy buena señal. Ya se sabía de la lealtad de la Guardia de Honor al Presidente Chávez, pero no se conocía por qué no habían actuado antes. Ahora el camino estaba despejado, pero había que terminar el trabajo o el papel por el cual estaba ahí reunidos de manera espontánea pero causal. Juanito vuelve a mirar al cielo y da gracias a Dios, por la vida, por el milagro de estar vivos y cerca de recuperar al líder del amor en Venezuela, al Cristo Venezolano, al nuevo Libertador y Salvador del pueblo. A pesar del alboroto y la alegría, era momento de calmarse y seguir la marcha, ahora eran mil personas y tal vez más. Da instrucciones de seguir hacia Puente Llaguno y allí a subir un grupo por la entrada izquierda y el otro por la derecha. Al llegar a la Avenida Rafael Urdaneta el silencio y la soledad estremecieron sus corazones. La mente les jugaba una mala pasada, pensando que los habían emboscado, pero Juanito les dice que si llegaron hasta allí había que echar el resto, que Dios despejaba los caminos. Así llegaron hasta las rejas del palacio donde Juanito habla con un soldado o un oficial. Y dice: Buena tarde compatriota. Inmediatamente el oficial interrumpe, diciendo: -"Vamos a recuperar el control del Palacio, necesitamos una excusa para tomar todas las instalaciones. Así que si gritan y hacen toda la bulla que puedan, diremos que el pueblo está en las puertas queriendo invadir el palacio y justificaremos la movilización de las tropas". “Entendido”. Respondió Juanito y la gente que escuchaba, no necesito más su liderazgo. Gritos, ruido en las rejas, consignas empezaron a invadir el espacio callado y lúgubre del palacio. Enseguida comienza un movimiento de tropas por doquier, los personeros de la oposición corren, brincan, hacia sus vehículos para salir como relámpagos del palacio, como corchos de limonada. La gente en las rejas ve las tropas correr armadas y temen los disparos, pero sienten y saben que son patriotas y aceleran sus gritos, sus ruidos, quieren entrar para ayudar a tomar el poder de Miraflores, pero los soldados les dicen que ese es su trabajo, que sigan haciendo el suyo. Un grupo de soldados se muestra en la platabanda del Palacio al frente de Miraflores, el Palacio Amarillo y portando una inmensa bandera tricolor Venezolana, eso desencadenó una mezcla de júbilo, alegría, llanto, amor indescriptible, solo sentían ganas de gritar, abrazarse, cantar y bailar. El miedo y
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el temor que antes se confundía con rabia, ahora desaparecían, era como si se abrieran los cielos, las aguas y la libertad apareciera de repente. En ese momento Juanito sentía todo y veía muy claro el plan de Dios, su día había comenzado con una necesidad de vestirse bien, de ir a la calle, a Miraflores y no al Valle, mientras en el palacio la Guardia de Honor, leal al Comandante y que regresaba de una falsa misión que le encomendaron, le tocaba el puesto por el cambio de guardia y necesitaban una excusa para movilizarse por todas las instalaciones y asumir el control, así como la detención de los golpistas. Las cosas suceden sin que lo sepan los actores, algunos si lo saben y ese debía ser el Comandante Eterno. El enfrentar el piquete policial en el momento justo de darse el cambio de guardia, todo lo que parece casualidad solo obedecía un plan perfecto. Juanito se sintió bendecido, volvió a sentir ese encuentro con el creador de la vida. Luego caminando por los alrededores vio venir motorizados del 23 de Enero, quienes al escuchar el ruido y ver gente en la avenida vinieron a investigar, su emoción fue inmensa al ver que era gente patriota, venían herido por balas de la agrupación Bandera Roja que en la avenida Sucre disparaba para defender la dictadura, que vainas carajo diría Ezequiel Zamora, los esclavos defendiendo al amo. Pero inmediatamente que salieron los motorizados empezaron a llegar los compatriotas del 23 de Enero y los guerreros de la Vega, luego la vieja guardia Chavista: Héctor Navarro, Ana Elisa Osorio sonriente ahora, distinta de cuando detuvieron al Presidente que lloraba a torrentes, su alegría mostraba sus enormes dientes delanteros y su enorme figura sobresalía sobre los pequeños compatriotas, su caminar medio encorvado, pero destacando su alegría, su emoción, abrazando a todos a su paso, mezclándose con el pueblo, con lágrimas de alegría festejaba el reencuentro con la revolución. Juanito la veía emocionado, con inmensas ganas de abrazarla, admiraba su valor y su entrega al Comandante. Luego apareció el negro Aristóbulo, cuanta diferencia de Ana Elisa, llegó serio y acelerado, mandando y gritando, apartando con sus escoltas al pueblo, con su arrogante caminar. Que variedad de caracteres hay en la revolución, pero no dejan de ser luchadores por la patria de Bolívar, dignos de respeto por su entrega y su valentía. Después de eso Juanito se perdió en la multitud que crecía por miles, millones hasta el anochecer. Pero estaba dichoso, satisfecho y un poco orgulloso de sí mismo, viendo un deseo hecho realidad y una realidad por segunda vez. En la multitud una joven vio a Juanito y le pintó la bandera en las mejillas encendidas, una señora lo vio y se acercó, cuando la joven se retiró ella muy seria le dijo: -"Joven, usted no debe involucrarse en los asuntos políticos de Venezuela". Y acto seguido, lo limpio con su pañuelo. Juanito le preguntó.- "¿porque dices eso 78
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mujer preciosa? Ella se rió y le dijo que por ser un periodista de CNN. Juanito se quedó mudo, antes Diputado y ahora periodista y de CNN. Así pasaron las horas, la gente interactuaba sin miedo, sin abusos, con respeto y cariño. Juntos y en armonía esperaban el rescate del Comandante y su llegada a palacio, nadie se movía de su sitio. Los corazones se salían de los pechos cuando escucharon los ruidos de los helicópteros, las luces indicaban que el comandante veía la concentración y la gente brincaba y gritaban cuando pasaba sobre ellos, ahora el llanto, el sufrimiento del golpe era pasado, el contragolpe fue exitoso y contundente, rápido como quería el Presidente, el pueblo demostró con coraje y mucho amor, que esta revolución había llegado para quedarse.
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EL SUEÑO DE YOLANDA
A principio del gobierno revolucionario del Comandante Chávez, se hizo saber, entre los pueblos campesinos, que uno de sus ejes sería el combate al latifundio. Es decir, la recuperación a como diera lugar de esas enormes cantidades de tierras agrícolas, en manos de unos pocos terratenientes, que estaban improductivas o subutilizadas, metiendo unas cuantas cabezas de ganado, o simplemente las dejaban llenarse de monte con lo cual esperaban que se presentara la oportunidad para venderlas a un mayor precio. Entre muchos de esos testaferros habían quienes deseaban utilizarlas para ponerlas a disposición de las transnacionales de la comida chatarra como McDonald’s u otra de esas cadenas de comidas rápidas. Tierras fértiles para agricultura usadas para criar animales, una forma de mantenernos colonizados y subdesarrollados. Mucha gente escuchó y se movilizó a ubicar esas tierras ociosas y a invadirlas, para luego esperar al gobierno, por medio del Ministerio de Agricultura y Tierras, a que hiciera cálculos, cuentas y pagara al propietario, si era legítima su propiedad, lo que costaran las tierras y bienhechurías si estas existían. A los campesinos les motivaba la idea de recibir viviendas, créditos incluyendo 600 mil Bolívares mensuales para subsistencia, insumos agrícolas, tractores, creación de pozos de agua para consumo y riego, dos hectáreas para su conuco y el resto de las hectáreas para la siembra colectiva, de cada cooperativa que se formara dentro de lo que se llamaría Fundos Zamoranos. Entre la gente que se movilizó estaban muchos ancianos que habían dejado el campo por sentirse abandonados por todos, ahora regresaban a lo que sabían hacer desde niños, pero claro muchos cansados y enfermos por una vida miserable y carentes de buen alimento. Otros eran personas maduras que se habían jubilado de sus empleos en la administración pública o habían renunciado, buscando nuevos horizontes, escapando del asfixiante mundo consumista de las grandes ciudades. Algunos soñaban con esa imagen del sueño americano, una casa con tierras, sembrar, criar animales, prosperar y ver crecer a los niños en un lugar sano de aire, agua y alimentos, además con valores que en las ciudades 80
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cada día se perdían más. Esta historia se trata sobre una joven llamada Yolanda que con su pequeña hija Consuelo, se atrevió a dejar la ciudad para seguir tras la huella de ese sueño anhelado. Yolanda, venía de Portuguesa, un estado llanero y agrícola de Venezuela, se vino de su casa y pueblo natal Araure buscando mejor vivir, mejor dicho escapando de la miseria y la mala vida de esos pueblos excluidos de toda riqueza y porvenir del país petrolero. Dejaba a sus padres y sus seis hermanos varones todos cuando tenía ella 19 años. Se trasladó a Tinaco, donde pasaría una temporada ganando algo de dinero para luego aventurarse a la gran ciudad de Valencia, la industrial capital del Estado Carabobo. En Tinaco conoció a un caballero muy atractivo y conversador, que como buen criollo tenía labia para enamorar las jóvenes provincianas. Yolanda se hospedó en una pensión muy humilde, donde vivía el joven en cuestión y quien pagaba el costo de la habitación, por lo menos mientras conseguía ella un empleo. Al cabo de un año Yolanda se embarazó y el joven molesto huyó de la pensión negando todo vínculo con su criatura. Por supuesto los dueños de la pensión al ver que su cliente se iba molesto, tampoco quisieron dejar a la muchacha y menos con esa barriga. Esto impulsó a Yolanda a irse a Valencia, sabiendo que si se enteraban del embarazo no le darían empleo en ninguna parte. Consiguió habitación en una pensión donde incluso al decirles que estaba embarazada no les importó, pues habían parejas con familia hospedadas. Su habitación era muy pequeña, oscura y con poca ventilación, un poco húmeda inclusiva. Para conseguir empleo ya le fue más difícil, Yolanda solo sabía limpiar y atender bodegas. En Valencia iba a empresas grandes a solicitar puesto como mantenimiento, en su primera oportunidad se entrevistó con un joven encargado de reclutar personal, quien al conocer sus habilidades y conocimientos le dijo claramente, - Mira Yolanda, puestos tenemos pero necesitamos hombres, tu sabes que ustedes no tienen tanta fuerza como ellos y además si llegas a parir, nos vas a pedir permiso prenatal, postnatal, además de empezar a llegar tarde, salir temprano, que el niño se enfermó, que en la escuela hay reunión o tuvo un accidente y nosotros no podemos paralizar los servicios por esas tonterías, lamento mucho pero no podemos aceptarte. Yolanda empezó a creer que no conseguiría empleo si todos preferían a hombre antes que mujeres por eso de parir, y ella ya estaba embarazada. En su segunda entrevista, luego de caminar por una semana y buscar en la prensa con ayuda de un inquilino de la pensión, la entrevistó un señor maduro, quien le preguntaba de todo y hasta si tenía novio o marido, si lo había tenido y cuanto hacía que lo había
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dejado, si se hacía exámenes de la vagina con periodicidad. Cuando ella respondía y preguntaba porque aquellas preguntas, el señor le dijo: - Mija, nuestro jefe es un hombre joven y apuesto, se llena mucho de eso que llaman "stress", y la única manera que ha logrado relajarse es almorzando y cenando, algunas veces yendo a bailar con las empleadas de mantenimiento. Incluso algunas se han enamorado y se acuestan con él, no les va mal, porque él las sube de categoría en la empresa, las pone a realizar cursos y llegan a ser asistentes o secretarias y hasta consiguen casas donde vivir. Tú eres muy linda, tienes buen cuerpo y joven, creo que le gustarás mucho. Todo esto lo dijo el señor como brindándole a Yolanda una buena oportunidad para salir adelante en la vida. Mientras ella se sentía muy mal, eso de tener que dejarse manosear le incomodaba, pero al mismo tiempo necesitaba el empleo, también estaba el embarazo, pronto se notaría y no le permitiría mucho tiempo de trabajo, así y todo no tuvo más que aceptar, pues significaba buena entrada de dinero. No tardó mucho el jefe en llamarla a su oficina, era muy atractivo y de buen hablar, buen vestir y usaba colonias muy caras. La mirada, la sonrisa, la mano en el hombro empezaban a sentirse cada vez con más frecuencia. A Yolanda le molestaba, pero también debía reconocer que le atraía el jefe. Por lo que no demoró en dejarse tocar y besar, hasta que la llevó al hotel y tuvo sexo con él. Pero en unos 4 meses de trabajar la barriga empezaba a delatarla y el señor de personal la llamó para despedirla. Le dieron doble pago y un bono extra muy significativo por parte del jefe, que le permitiría pagar la pensión por un año y aún le quedaría dinero para comer. Yolanda tuvo su hija y tuvo que comprar cama nueva, una cocinita de dos hornillas y una bombona para cocinar pues no podía darle comida de la calle a su niña y eso salía más cara, la nevera era de la pensión y debía marcar todo, el baño seguía con su cortina de plástico y cuidaba que nadie entrara mientras se bañaba. El vecino le ayudaba a comprar la bombona pues no se conseguía fácil y debía recorrer los distribuidores para adquirirla. Pasaron los años y Yolanda trajinaba de aquí para allá con la niña en la guardería primero, el preescolar después y hasta llegar a la escuela. Siempre haciendo malabares para conseguir uniformes, útiles escolares con ayuda de los Alcaldes, siempre con el riesgo de querer sexo con ella. Pero tuvo que acostumbrarse a utilizar su cuerpo para esos momentos de emergencia, como cuando la niña le dio crisis de asma y el alcalde le dio la ayuda para la clínica.
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Por esas razones no dudó al enterarse lo del Fundo Zamorano, pensó que era una oportunidad que no debía rechazar, vivienda, créditos, insumos y hasta mensualidad para vivir. Ella en Araure, bueno su familia, sembraba, criaban chivos, conejos, cerdos y gallinas, por lo que nueva no era en esos asuntos. Además el vecino de la pensión dijo que a lo mejor se quedaba en las invasiones, así que la ayudó con su ropa y sus corotos. Al llegar la atendió la mujer coordinadora del campamento, era encargada de registrar los campesinos y campesinas que se incorporaban desde las invasiones, eran los pioneros y debían quedarse en el campamento mientras delimitaban el terreno, lo limpiaban y construían los ranchos. La registraron pero con observaciones por la niña y por no tener marido, la aceptaron por decir que no tenía culpa de que el sin vergüenza la hubiese dejado, que necesitaba la oportunidad y se había traído todo lo que tenía desde Carabobo. La invasión era en la vía hacia Portuguesa, desde San Carlos en Cojedes. Como si regresara al pasado pensaba Yolanda, pero así eran las cosas y debía mirar hacia adelante. El principio nada fácil, pero los hombres siempre le apoyaban, hasta uno con vehículo le colaboraba para conseguir escuela a la niña en San Carlos, el transporte para llegar pasaba por la autopista y se paraba en el espacio que los invasores limpiaron para ello. Ella ayudaba con la cocina de todos, limpiaba con ellos la parcela que le correspondió, una de las más apartadas por el orden de llegada. Los viejos le decían que tuviera cuidado cuando la habitara, por los hombres del testaferro que pudiera querer vengarse por quitarles las tierras. Hicieron la limpieza, los ranchos y cada quien los habitó, seguían compartiendo la cocina por lo económico que así resultaba. Las herramientas de trabajo también eran de uso colectivo. Había mucha armonía entre todos y convivían bastante bien para ser extraños todos. Ella sembró su conuco y pronto tenía plátanos, cambures, topochos, frijoles, auyamas, yuca, ñame, ocumos, además de lo que compartía con los demás. Cuando se crearon las cooperativas y empezaron a recibir los créditos también empezaron los problemas. El dinero no llegaba completo, se tardaban más de la cuenta, el tractor no llegaba a algunas cooperativas y cuando llegaba estaba dañado. La cooperativa de Yolanda debió sembrar 100 hectáreas de maíz blanco sin el tractor, entre todos lo hicieron, pero como no habían pagado al testaferro sus bienhechurías, el malvado hombre de islas canarias, corto el alambre y su ganado entro a devorar todo lo que encontraba a su paso. Fue una gran pérdida y la junta Directiva del Fundo reclamó a la cooperativa esta pérdida, sabiendo de antemano las razones que la indujeron.
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Las molestias eran cada vez mayores, en especial a Yolanda, a quien la gente de San Carlos, que conocía en el colegio de la niña, le daba noticias sobre reuniones de la Directiva del Fundo con gente del Gobierno, donde se gastaban grandes cantidades de plata. Hasta informaciones de que el dinero se lo entregaban completo y a tiempo. En las reuniones de la Cooperativa y luego en las del Fundo, Yolanda pedía permiso para asistir, dado que no era vocera de su cooperativa, preguntaba y solicitaba copia de los recibos de entrega de dinero y comprobantes de entrega de insumos. La Directiva ya le tenía idea, o más bien rabia, y algunos campesinos le decían a Yolanda que se tranquilizara, que poco a poco se iban arreglando las cosas. Pero nada mejoró, se enteraron que el Gobierno envió un crédito para comprar animales de crianza y a la Cooperativas de ese fundo no llegó nada. La Directiva del Fundo indicó que fue pura promesa sin cumplimiento. Yolanda no creyó nada y consiguió copias de la entrega en la oficina regional del Ministerio. Llegó a su casa y los guardó, comentó con algunos miembros de la cooperativa y el más anciano le recomendó que esa noche fuera a dormir en San Carlos hasta el día siguiente que era la reunión. Ella dijo que no tenía miedo y que no saldría corriendo, ella estaba cansada de ser mujer, mujer manoseada, mujer usada, mujer traicionada, mujer abandonada, mujer débil. Tenía derecho a vivir en paz, en armonía, siendo valorada, respetada, llena de fe, de amor, de alegría y si, ¿por qué no? de prosperidad. Si había que luchar, ella estaba allí, ¿desde cuándo luchaba?, no se rendiría ahora que ya empezaba a sentirse mujer liberada, importante y creadora. Había vivido en muerte y ahora se sentía llena de vida y luz. Era una sombra o algo invisible, ahora estaba ella ante sus ojos, llena de luz y luz a la vez, ya su espejo no era de vergüenza. Esa noche era la más tranquila de todas, pero una gran tensión había en todos los miembros de la cooperativa. Un aire frío y de tragedia recorría el fundo. El silencio tenebroso de la noche inundaba el paisaje llanero. Se escuchaba el paso del ganado, ese del testaferro pues el de ellos no se pudo comprar, por el borde de las parcelas en actitud amenazante, todavía no le habían terminado de pagar las tierras. Yolanda y su niña dormían, estaba exhausta pero contenta, antes de dormir daba gracias a la vida, por su hija y por sus tierras, por tanta gente queriendo ayudarla, por el comandante que hizo posible esta nueva oportunidad, por el pueblo y la revolución que hacían visibles a los que no existían para nadie, menos para la patria. Yolanda y Consuelo dormían, pero la maldad nunca descansa, se mueve en la oscuridad pues de ella proviene, ataca al dormido pues ellos no duermen. Se escucharon pasos en los alrededores del conuco de Yolanda, pasos de hombres malvivientes. Yolanda dormía tan profundamente, que despertó solo cuando los 84
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tres hombres machete en mano tumbaron su puerta, empezó a gritar pero uno de ellos la golpeó y le tapó la boca con mucha rudeza, para anularla le dio un puñetazo por el estómago, sacándole todo el aire y dejándola, ahogada casi privada. En ese momento, vio que uno de los hombres levanta el machete en la oscuridad, el reflejo de la luna permitió ver cuando bajaba el instrumento filoso y solo pudo darse cuenta que estaba parado sobre la cama de la niña. En su situación, sin aire y casi sin poderse mover, queriéndose morir, su cuerpo temblaba todo de miedo, de ira, de impotencia. Contempló como aquel miserable y maldito hombre golpeaba el cuerpo de su hija. No podía creerlo, no podía aceptarlo, por Dios que estaba pasando. Sentía morirse, lloraba con mucha rabia contenida y cuando pudo respirar, quiso saltar sobre el hombre que golpeaba una y otra vez sobre el cuerpo sangriento de Consuelo, pero los otros dos la sujetaban y el malvado asesino le mostraba las partes del cuerpo que cortaba de su hija, hasta que no pudo más y se desmayó de tanto dolor y tanta rabia. Ese desmayo parecía que llegaba en buena hora, pues no sentiría lo que venía. Sin embargo antes de comenzar con ella, la reanimaron para que viera como le cortaban una pierna, la otra, un brazo y el otro, hasta que finalmente le cortarían la cabeza. Ella sentía mucho dolor, pero un frío desgarrador le invadía y hasta anulaba parcialmente tanto dolor, la muerte de su hija, el recuerdo de todo lo que había pasado para llegar hasta allí, era como si nada importara, recordaba que ese era su sueño y cuanta alegría de ver como todo iba bien, su niña disfrutando de la tierra, el anciano indicándole se fuera a dormir a San Carlos, pero ella no quiso irse, pero tampoco tomo precauciones, nunca pensó que esto podía suceder, ¡Que locura! ¿Cómo pudo pensar que no pasaría nada? ¡Claro que podía pensarlo, pues todos eran revolucionarios, se supone que camaradas y compatriotas, todos menos esos corruptos! Ella preguntaba, por sobre las manos sucias y asesinas, entre los dedos mugrientos y hediondos a muerte, de los que le sujetaban la boca, todo estaba lleno de su sangre y la de su niña: -
¿porque hacen todo esto?, ¿quién los envió? Ellos no respondían, pero antes de cortarle el cuello le dijeron que era por los documentos del dinero de los animales, que había sido uno de los Directivos que mando hacer el trabajo.
Eso fue lo último que escuchó Yolanda, como consideración de aquellos salvajes. Al día siguiente, nadie había escuchado nada, la fueron a buscar y no la encontraron, pero al ver todo derrumbado y lleno de sangre empezaron a buscar, llamaron a la policía, cuando llegaron buscaron y encontraron un trozo de tierra floja en la parte posterior del conuco, allí enterradas estaban los trozos de Yolanda 85
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y su pequeña hija, como dos animales o como basura para abono orgánico. Al lado del rancho, todas sus cosas quemadas, entre ellas el papel por el cual perdió su vida y la de su hija. Esta historia fue relatada, tal vez por alguno de los asesinos, ellos deben hacer saber de sus proezas o delitos. Este fue el segundo caso de asesinatos en esos Fundos Zamoranos, así que la decisión de Yolanda ante la recomendación del anciano fue muy desacertada y solo pudo estar impregnada de la ignorancia de Yolanda.
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ENSAYO SOBRE DALTONISMO
Patricia estaba enojada, llegaba tarde a su cita, un taller importante para su trabajo, esperaba con desesperación que el semáforo cambiara de color, a su lado un señor la observaba muy raro, como queriendo decir o hacerle algo, pero su silencio sudoroso la tenía nerviosa, ya tenía ganas de pronunciar una grosería cuando el señor se lanza a la calle, ella con un acto mecánico procede a seguir su ejemplo, pero de pronto un sonido espeluznante, seco y sangriento la detiene, un carro atropella al señor cuando este daba su segundo paso, y ella iniciaba el movimiento para cruzar la calle. Qué horror, el señor estaba todo destrozado debajo del carro, su conductor salió como loco, gritaba: - "porque cruzó, esa luz estaba en rojo", Patricia levanta la mirada y ve que sigue en rojo, la luz para los peatones. Y entonces, ¿qué pasó?, ella casi se lanza a cruzar sin ver el semáforo, estaría en estos momentos como aquel pobre sujeto, al cual hace rato le tenía pavor, por su extraña forma de mirarla. Justo en la otra cuadra, un señor llamado Pedro está esperando cambiara la luz, la luz cambia de color verde a amarillo, los vehículos bajan la velocidad, y Pedro se prepara para cruzar la calle que lo separa del camino al Banco, esta apurado, muy nervioso, necesita llegar a tiempo para hacer un depósito, antes que cobren un cheque sin fondo. Su esposa lo despachó en la mañana sin el café de todos los días, el despertador parece que no sonó temprano y todo fue de carreras. Los niños al colegio y el transporte había pasado ya, tuvieron que irse en taxi. Listo, ya la luz esta en rojo para los vehículos y el hombre confiado cruza la calle, pero una moto viene sorteando carros y no ve a Pedro, cuando logra detectarlo está en su camino y ya no puede evitar arrollarlo, el motorizado decide lanzarse contra la acera y sale disparado por el suelo, su cuerpo resbala por el pavimento y su casco va dejando la huella sobre el cemento, hasta que el borde de la calle lo detiene y su cabeza pega con fuerza y rebota, como si su cuello se hubiese roto. Su cuerpo queda tirado sin movimiento, Pedro está asustado, frío y sudoroso,
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pensó que la moto lo lanzaría lejos causando su muerte, pero que loco motorizado, casi lo mata. Un autobús escolar llevaba los niños al colegio, iba retrasado, una madre demoró subiendo a sus niños al autobús y empezó una discusión con el conductor, esto lo puso de mal humor, venía acelerado y frenaba sin cuidado. Se acercaba al semáforo y vio a un jeep parado, justo frente al semáforo, en su canal de circulación, tocó como loco la corneta, pero su pie seguía en el acelerador, no pensaba frenar, el jeep tenía que avanzar pensaba el contrariado chofer del autobús, la luz estaba en amarillo y podía cruzar, el chofer sabía que esa luz amarilla, era para disminuir la velocidad, pues ya venía la luz roja. La luz roja llegó y el autobús, irremediablemente, chocó contra el jeep, destrozando su parte trasera y causando la muerte al conductor y su copiloto, ningún niño resultó herido, gracias a Dios. La gente veía el accidente y le gritaban al conductor, que si no vio la luz roja, que era un loco y asesino. El conductor no coordinaba palabra, su cuerpo temblaba como gelatina, estaba frío, asustado por lo que acababa de suceder, no pensaba ni en los niños, ni en los muertos, estaba como enajenado. Un joven estudiante parado en una esquina, portaba un letrero, era grande y se veía pesado, las letras rojas sobre un fondo amarillo parecía tener una advertencia, se lograba leer lo siguiente: "Amigos y Amigas, estoy preocupado debido a una enfermedad que ha venido creciendo en la ciudad de Caracas y no se le está prestando la atención debida, la misma es peor que el Dengue y más fuerte que la Chikungunya capaz de matar a transeúntes. La enfermedad a que me refiero se le conoce como DALTONISMO, conocida por la confusión de colores, es posible que más de la mitad de los habitantes de esta ciudad ya sean portadores y el síntoma más común y de alto nivel de riesgo es cuando atraviesan las avenidas principales con el semáforo en rojo para usuario y verde para el paso de vehículos. En caso de ver esta situación en personas junto a Usted, debe ayudarlas y de no hacer caso, aléjese y colóquese sobre la acera y espere que el semáforo este en verde para pasar. Si esta información les sirve a ustedes, favor circulen la misma a otras personas que tal vez no saben que son portadores. Gracias."
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EL VISITANTE
Leía cuentos de Gabriel García Márquez cuando se apareció, no lo habían invitado pero ahí estaba. Estaba tranquilo leyendo ese libro apasionante, arrecostado sobre la cama con la almohada de respaldo, ventana abierta y un paisaje montañoso con clima de lluvia sin caer. En esos momentos las cosas están como revueltas, medio enredadas, alborotadas, el calor, la humedad, la brisa, los ánimos de la gente. Pero estaba leyendo ese libro mágico y algunas veces confuso. El visitante intruso miraba con actitud retadora, movía sus extremidades como mofándose, como burlándose de él, que leía entusiasmado, estaba con disposición a no dejarle tranquilo, mientras que él creía que era gracioso al comienzo, viendo ese movimiento de un lado a otro. El cómo defensor de la naturaleza no se atrevía a romper su equilibrio y entendía que todos están en este mundo a cumplir un propósito y morir, que nadie debía quitar la vida a otro ser. Este ser que ahora le perturbaba era muy rápido y habilidoso, su frecuente contacto con su piel molestaba y hasta producía mucha fastidio. Cuando no sentía su presencia aprovechaba para seguir con su lectura y entonces, cuando ya agarraba el hilo emocionante de esa escritura fascinante y con ruptura del tiempo, aparecía de nuevo, con más fuerzas que antes a producir ese ruido tan propio de su ser, se encaramaba y tropezaba con su cara, fastidiaba sus ojos, orejas, nariz, los brazos, el cabello, no encontraba de qué manera hacerle comprender que no quería su molesta presencia junto a él. Se retiraba y regresaba, como un hambriento y desesperado por alguna razón estaba ahí, pero había más gente en casa, en otros lugares y estaba decidido a estar allí donde el leía. Su sobrina estaba en la sala trabajaba en la computadora portátil y su hermana mayor en la cocina, cocinando y limpiando. Pero si tenía propósito era con quien leía en el dormitorio, se encontraba leyendo en ese lugar para alearse de la sala donde estaba el televisor encendido, llenos de programas de conflictos familiares que están de moda en el rating, y las series de violencia matizadas de romances, donde narcotraficantes han sido convertidos en héroes 89
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por las cadenas televisivas, que luchan contra la corrupción de los gobiernos, las otras mafias de las drogas, la delincuencia sin sentido, pero llenos de drogas, armas, plata y mujeres hermosas que siempre buscan hacer el amor con el héroe. Todo eso era apartado discriminadamente, para sumergirse en sus cuentos, en ese mundo íntimo que abría al escritor Colombiano, mágico y absorbente, pero cuya relación idílica rompía el visitante con su ruido y movimiento por todo el cuarto. Pensó que era por el olor a vinagre que tenía, le había salido una especie de hongo en la cara y se echaba vinagre para controlarlo. ¿Sería ese olor que lo enloquecía? ¿Podría ser esa fragancia fuerte del ácido acético que le atraía? No podía saberlo y entonces pensó que le molestaba el desorden o el sucio y empezó a recoger, ordenar, limpiar, sacó bolsas de platanitos dulces fritos vacías pero con restos, recogió y ordenó la ropa limpia que estaba guindada en los ganchos junto a la ventana, sacó la ropa sucia hacia la cocina junto a la lavadora. Pero nada distinto sucedía, seguía como esperando que terminara las labores de orden y limpieza, para seguir con su tarea. ¿Sería que no le gustaba el Gabo y necesitaba de un representante del capitalismo como Vargas Llosa? No señor eso no podía ser, no tenía un solo libro de ese esclavista en la casa, prefería irrespetar la naturaleza antes que sacrificar su mente. Ya estaba pensando en soluciones más drásticas, que afectaban el derecho a la vida. Pero esos seres son delicados, siempre tienen familias y amistades que los acompañan y hasta podrían tomar retaliaciones con él. Y justo entraba una amiga del visitante, más tímida pero igual sabía que al tomar confianza empezaría como el otro visitante, el primero. Ahora juntos era terrible poder leer un párrafo, menos una página. Le harían enojar y seguro que hasta cometer algún acto de violencia que delatara su falsa actitud de amabilidad, ser racional, naturista y revolucionario. Todavía no lo habían logrado, pero ya observaban un arma cerca de sus manos, tal vez lograrían que la tomara y usara en su contra, para por fin mostrarle su naturaleza violenta, narcisista e intolerante. Los visitantes tenían poco tiempo de vida, debían lograr su propósito rápidamente y para ello él debía ponerles atención, estaban seguros de lograrlo. Notaban que en él, las venas se engordaban de sangre, y sus manos se agitaban para indicarles que les molestaba su presencia cerca de él. Llamaron a varias amigas que estaban en el apartamento de abajo y subieron rápidamente a socorrerlas. Pero él seguía sumergido en su lectura de nuevo, era un libro titulado: "Todos los cuentos" (desde 1947 al 1972). Debían perseverar, ser 90
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constantes y cada vez atreverse a llegarle más cerca, sabían al parecer ese arte u oficio, de las guerras de guerrillas, que en lugar de atacar en batallas masivas con todos sus recursos, para acabar con el oponente, le estudiaban, le encontraban sus fuentes de poder, sus suministros, sus debilidades y sus fortalezas, para luego poco a poco reducir sus fortalezas, incrementar sus debilidades y sobre todo, alterar su estado anímico para impedirle razonar, pensar con tranquilidad y equilibrio. Sabían que así sus decisiones serían reacciones emocionales, con resultados impredecibles pero inconvenientes para el mismo. Mientras el enemigo seguiría buscando propinar sucesivas y pequeñas derrotas, que sumadas hacían mucho daño y le hacían perder el control de sus recursos, hasta finalmente hacerle rendir sin siquiera entrar en batalla. Así decidieron hacer contra él, pero no lograban tener éxito, ya era dos horas de lucha y nada. No había reacción violenta, seguirían provocándolo, tarde o temprano debería reaccionar. De repente el deja el libro y toma una raqueta, la sacude contra su mano izquierda, en actitud violenta parece que lo lograron. Sacudía la raqueta por el aire como loco, en actitud amenazante o desquiciada. No dejaba que los visitantes se acercaran a él. No les tocaba o no quería lastimarles, pero tampoco lograba hacer que desistieran. Deja la raqueta y regresa a la cama a leer, los visitantes se lanzan en equipo hacia su cuerpo y logran hacer que salga corriendo hacia la sala y la cocina, mientras ellos esperaban en el cuarto su retorno. Él llega a la cocina conversa con su hermana sobre la batalla que tiene para leer en el cuarto, ella se ríe y le dice que si estaba loco, que ahí no había nadie sino solo el, que nadie había llegado de visita, que cuáles visitantes eran esos. Pero luego le dice que se tranquilice, que es la lluvia lo que los tiene alborotados, que se diera un baño por si acaso eran sus olores corporales que los hacían ponerse violentos. Seguía riéndose sin saber que los visitantes esperaban en el dormitorio. Él se bañó y se refrescó, cambió sus ropas y se perfumó como hacía siempre después del baño. Mientras se bañaba vio a los visitantes, pero no les gustaba el agua y se mantuvieron lejos. Se colocó desodorante en las axilas, del que dice desodorante y no antisudoral, pues sus amigos naturistas le advirtieron que si era antisudoral dañaban sus células sudoríparas, produciendo anomalías en ellas y por eso se volvían tumores cancerígenos, no sabía nada de eso pero si ellos lo decían algo sabían. Se colocó ropa de algodón, por ser más frescas, menos contaminante, toda su ropa era 100% algodón, pues su cuerpo lleno de células necesitaban respirar y ventilarse, además su lucha contra los sintéticos era muy en serio.
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Ya refrescado regresó al cuarto a leer, eran casi las cinco de la tarde y los visitantes se habían marchado. Se sentó, abrió el libro donde indicaba el marcador, se colocó sus lentes para lectura y en ese instante sintió ese fuerte golpe en su lente derecho, se molestó mucho pero noto que había quedado sucio el lente, al verlo más detenidamente noto que era una sustancia viscosa, debía ser el visitante que tercamente se quedó escondido. Vio sobre la cama y allí estaba, sobre el libro de cuentos, sonrió al verlo mareado y sin poder defenderse, con mucha fuerza levantó la raqueta y quería darle muy fuerte cuando su voz interior le advertía que aquel ser vivo estaba muriendo y muy indefenso, que gloria sería golpearle así como estaba. Su ira, su fastidio, sus ganas de aniquilarle se esfumaban rápidamente, se le quedó viendo a los ojos, hasta que dejó de respirar, de moverse, parecía decir algo pero muy bajito y no se lograba escuchar. Ahora sentía tristeza, remordimiento por su actitud violenta y descortés, pero ya era tarde, aquel visitante inesperado había fallecido. Su hermana entró y lo vio conmovido, al ver al visitante le dijo que era asqueroso, por tener una repugnante y enorme mosca verde muerta en su cama.
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LA VEREDA SUCIA
Era una vereda en Mamera I, Antímano, populosa parroquia de Caracas, fueron casas construidas por el gobierno "social cristiano" de Rafael Caldera, por los años 70, para "ayudar" a los pobres excluidos de su gobierno, las casas tenían 7x10 metros y contaban con una sala comedor, un área de cocina pequeña, un dormitorio grande y un bañito, un pedacito de patio con un lavado para ropa, el techo de zinc y una puerta principal y una trasera, dos ventanas al frente, una para la sala y otra para el cuarto. La vereda dos, como todas las veredas, era una larga fila de 50 casas pegadas unas a otras y enfrente otra fila de 50 casas más. En medio de las filas, una calle amplia, para el paso de vehículos, los separaba y al mismo tiempo los unía. Los separaba por ser un espacio entre ellos, pero también porque al soplar el viento la basura que los habitantes y transeúntes tiraban a la calle, terminaba deteniéndose en el frente de cada una de las casas. como es de imaginarse, las que limpiaban, normalmente amas de casa o sus hijas, debían hacerlo casi todos los días, no sin antes pasar más de 15 minutos echando pestes y maldiciones a los que ensuciaban, pero claro, con sus directas e indirectas a sus vecinos cercanos. Lo cierto del caso es que las que primero se paraban barrían, recogían la basura del pedacito de frente suyo, luego echaban agua, jabón y cepillaban, para finalmente enjuagar el suelo, para guardarse hasta el otro día. Las vecinas que escuchaban el bululú, así como las groserías y maldiciones, no tardaban en salir a "limpiar" su frente correspondiente, por supuesto la limpieza integral venía con las paladas de groserías de reacción. El mismo proceso de limpieza, pero cosa muy desagradable, el agua sucia, con jabón corría con la inclinación de la calle, lo que arrojaba impurezas a la que terminaba de limpiar más abajo. Si se daban cuenta en el momento prepárense pues. Así eran todos los días en las veredas de Mamera, gritos e insultos por el sucio y la limpieza de las veredas.
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Este escenario a diario configuraba de alguna manera, la crisis nacional. Esa, la de la división y el enfrentamiento por el sucio que nadie quiere, por la paz y tranquilidad deseada, pero que nadie sabe cómo obtener. Unos gobiernos hacen algo y el siguiente lo destruye y comienza de nuevo, los pueblos solo ven como gastan recursos y el problema continúa, los políticos se la pasan echándose unos a otros la culpa y la gente sigue ignorante. Pero extrañamente todos los que pasan por el gobierno entra pobre y sale rico, entra como empleado y sale empresario. Un día un joven habitante de la vereda dos, que veía la disputa todos los días, conversaba con otro, así como filosofando. - Yo creo, mi estimado amigo, que la solución es que cada uno limpie su espacio y así entonces todo se mantendrá limpio, no hay solución que no pase por la individual, primero limpia tu casa y luego tu comunidad. - Amigo mío, discúlpeme la contrariedad. Pero ya hemos intentado esa alternativa y mire que nada hemos conseguido. Pienso que necesitamos una solución colectiva, todos en cayapa y en forma ordenada por un líder que guíe. - Entiendo su propuesta, mi estimado, pero nadie puede cambiar al mundo sin antes cambiar él su forma de pensar. El todo es suma de las partes. Si cada quien resuelve su parte, todo el problema global será resuelto al mismo tiempo. - Amigo mío, me vuelve a perdonar. pero dice un pensador izquierdista, uno que nació en Alemania pero de ascendientes judíos, que la consciencia del hombre, esa sabiduría que viene del conocimiento y la experiencia, se logra solo cambiando el ser social, es decir al individuo y sus relaciones sociales con los otros seres, relaciones que primeramente son enmarcadas en el modo de producción de sus mercancías. ¿Y entonces? Ahí pasaban discutiendo por largo rato sin encontrar solución, hasta que se acerca una joven toda llena de mugre, con mal olor y con sus ropas hechas harapos, pidiendo algo de comer - Señores, ¿pueden ayudarme con algo para comer? Uno de los jóvenes lleno de molestia le dice: - Mejor póngase a trabajar, usted es muy joven para pedir plata.
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Respondiendo la muchacha, que ella no sabía hacer nada pues lo único que hacía era limpiar. - Pues esa es la solución -enseguida exclamó el joven de las salidas colectivas- esta joven necesita trabajar y la vereda necesita ser limpiada en un solo momento, es decir si alguien limpia primero y luego el otro, cuando los últimos limpien ensucian a las que limpiaron primero y así nunca termina el conflicto. Esta joven comienza desde arriba bien tempranito y en menos de una hora tendrá limpia la vereda de punta a punta y hasta incluso, pasar varias veces al día para retocar la calle. El pago puede ser unas monedas que cada uno ponga diariamente, digamos un bolívar. Eso le daría a la joven casi 100 diarios si todos colaboran. El joven convenció al amigo y ellos convencieron a la muchacha. Ella buscó un tobo con agua y jabón, una escoba, una pala y una bolsa de basura grande, para ponerse, al día siguiente, a limpiar la calle bien temprano y pasar pidiendo una colaboración de un bolívar al terminar. Al día siguiente bien temprano, empezó la muchacha, contenta y sin jefes mandones ni abusadores. A limpiar contenta y hasta cantando, como dijo el joven en menos de una hora, todo quedo impecable, las mujeres al escuchar la muchacha salieron a ver. Y su asombro fue enorme, sus caras felices, todas contentas con aquella calle reluciente. Tanto que al pasar la muchacha recogiendo, todas le dieron el bolívar, pues fueron 100 lo que ese día la muchacha recolectó. Y así fue al día siguiente, y la semana entera, las mujeres dejaron de pelear y la muchacha mantenía la vereda limpia todo el día, pasaba inspeccionando y recogiendo basura que venía de otras veredas, y esto le dio otra idea. Haría lo mismo en las otras siete veredas. Y así hizo, toda la mañana limpiaba las 8 calles de ese sector y recogía casi 600 bolívares diarios, un sueldo mensual de un obrero. Nunca estuvieron las calles más limpias en ese sector. Pero esta suerte de la muchacha no duraría mucho tiempo. Pronto otras personas que vivían en las veredas vecinas, al enterarse lo que hacía esta pobre muchacha, y calcular cuánto se ganaban a diario, les picó la envidia y fueron apareciendo limpiadores de cada vereda. Volviendo la muchacha a limpiar solo la calle donde vivía. Pero tampoco tardó en perder esta empresa de servicio, pues otros también querían limpiar y ganarse ese dinero semanal. así luego de un mes de limpieza, la joven empezó a tener conflictos con esas otras personas que, para quitarle el puesto hablaban mal de su vida, hasta que la muchacha dejó de limpiar y los otros 95
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empezaron a tomar su lugar, Uno a la vez, fueron desfilando, sin la calidad con que ella lo hacía. Al poco tiempo las mujeres de cada casa se dieron cuenta de lo mal que quedaba todo y dejaron de dar la contribución, teniendo que salir nuevamente a limpiar su frente y empezar de nuevo las peleas con sus vecinas. -Cómo ve mi estimado amigo, se encontró la solución al problema, mediante la creativa iniciativa privada, producto del azar del mercado. Un esfuerzo individual que generó un servicio de limpieza eficaz, pero no generó consciencia social, sino más bien competencia, derivada de la envidia y la avaricia. Eso significa que antes de encontrar soluciones efectivas deben cambiar las mentalidades y los valores de los individuos, lo que demuestra mi teoría. - Usted me perdona don, no quiero filosofar, pero lo que se demostró fue mi posición. La solución debe ser colectiva, que las mujeres, no por ser machista que lo soy, sino porque son las involucradas directamente, se reúnan en asamblea, en armonía y con una persona llena de saber sobre trabajos autogestionarios y comunales, que canalice la discusión. Que debatan el caso de la muchacha que solucionó el problema y vean como eso despertó la envidia y la competencia, Que manejen otras posibilidades menos individualistas y los determinen los recursos que se necesite para llevarla a cabo. Al final tomen la decisión, que pudiera ser ratificar a la muchacha en el trabajo que tenía o bien, cualquier otra que involucre a cada ama de casa por un día limpiar la vereda, poniendo el colectivo los recursos para las bolsas, detergente y cepillo, pala. Esta experiencia es novedosa y sacude conceptos o antivalores del capitalismo, como el individualismo, la competencia, la envidia, la avaricia, la indolencia, el facilismo, el delegar a otro la solución de sus problemas. Esta acción sería una de las formas de relacionarse socialmente que cambiaría, con ella como se pudiese apreciar, se generaría un poco de conciencia en cada uno. Los jóvenes se quedaron conversando sobre la posibilidad inclusive de que en cada vereda se establezca un punto de almacenamiento de productos y alimentos, como un almacén colectivo donde los vecinos compren al mayor y se deposite en un solo sitio con su debida protección, además una casa donde se elaboren comidas para todos (desayuno y almuerzo), con cocinas industriales, mesas, sillas, platos y cubiertos para servir los alimentos, eso ahorraría a cada familia cocinar, comprar cocinas, neveras, comedores, en lugar de tener a cien amas de casa cocinando se tendría a cinco, a lo sumo, cocinando a diario y sirviendo a todos, turnándose por días o semanas. Otras podrían dedicarse a cortar cabellos o hacer peinados, costura y confección, masajes y meditación o yoga, así cada casa
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podría ser una empresa de servicio sin costo para sus habitantes, es decir solo el material que se consume sería costeado para los habitantes de la vereda. Estaban emocionados, soñando despiertos, mientras el resto de la comunidad ni pensar en esas cosas socialistas o más bien comunistas de formas de vivir. Quién sabe si un día de estos empiezan a comprender que de esa forma se gastan menos energías, menos recursos financieros, menos equipos, se unen más como comunidades, se valoran y se desarrollan sus habilidades, habría hasta más tiempo de ocio para tener un cine club, un círculo de lectores de poesías, un grupo de teatro, una orquesta infantil, juvenil y adulta, un club de abuelitos, y tantas cosas que la mente puede empezar a producir.
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