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Luis Tamayo en 19 mayo 2016

(3) La cultura: ¿Cómo puede funcionar un sistema colaborativo? A mayor cultura colaborativa, tanto en las personas como en las instituciones empeñadas, mucho más sencillo y posible será la tarea de crear un sistema colaborativo. Estructuras y modelos están bastante limitados a la hora de generar un sistema colaborativo. Si no hay una cultura colaborativa de base -o un proceso importante de cambio de mentalidad y de integración de nuevos hábitos de comportamiento previos que asientan las bases de una cultura colaborativa- es poco frecuente crear un sistema colaborativo eficiente. Estamos “programados” para funcionar en estructuras jerárquicas y paternalistas. Incluso los más concienciados con los sistemas colaborativos caen sin darse cuenta en la posición de dominio o en la búsqueda del padre/líder que reafirme o que diga lo que hay que hacer. La habilidad colaborativa viene de serie, pero la tenemos atrofiada, por lo que conviene ir al gimnasio de las ideas y de la práctica para ejercitar los músculos colaborativos. Intentar crear estructuras y modelos colaborativos en una estructura jerárquica pasa primero por cultivar una cultura colaborativa de base. Por esta razón, es recomendable empezar por esta tarea si se quiere avanzar hacia sistemas o proyectos colaborativos. 1/5


Imagen by Simon Cockell

La cultura no es solamente un cimiento imprescindible. Cuando esta se consolida es también una de las grandes ventajas, ya que es también determinante para la autonomía, la agilidad y, por lo tanto, el crecimiento y el impacto del sistema. Es decir, la cultura es un elemento básico para obtener el mayor potencial de un sistema colaborativo. Una cultura común sintoniza voluntades, intenciones y acciones, facilitando la reducción de estructura, control y supervisión (fricciones) y posibilitando estructuras más orgánicas, líquidas, rápidas y adaptativas. Muy ligado a la cultura están, por cierto, el cuidado y gestión de los afectos, la convivencia y las relaciones humanas. La cultura no se construye tanto en los espacios de trabajo como en los espacios sociales y de ocio. En definitiva, tampoco está mal irse de cañas de vez en cuando y dejarse de tantos workshops y networking formal.

(4) El modelo de gobernanza ¿cómo se gestiona un sistema colaborativo? 2/5


La gobernanza es la gestión del poder (toma de decisiones), las relaciones (comunicación y resolución de conflictos) y el valor (conocimiento, reputación, oportunidades, beneficios económicos). Sin un modelo claro, sencillo y consensuado de gobernanza, un sistema colaborativo no puede sobrevivir mucho tiempo. Normalmente los primeros pasos de vida de un sistema colaborativo se dan solo con estructura, pero el andamio y las reglas del juego no son suficientes. Lo habitual es el caos – un caos que por otra parte forma parte, en mayor o menor medida, de un sistema colaborativo. Saber gestionarlo es vital -hasta que este caos llega a un punto de saturación donde se hace patente la necesidad de un modelo de gobernanza. Un modelo de gobernanza contempla cómo se distribuye y se ejerce el poder. Se tiende a dar por hecho que las decisiones en un sistema colaborativo se toman mediante consenso o voto, pero esto no es siempre así (es un mito colaborativo). Por ejemplo, el modelo asambleario puede tener más sentido en una comunidad con una escala pequeña, pero en una red es prácticamente imposible o genera muchos atascos y conflictos, ya que la votación no es viable para todo, menos aún en asamblea. Por ese motivo, lo que predomina en una red son los sistemas meritocráticos y la distribución de tareas y funciones. Por otro lado, la gestión del poder tiene mucho que ver con los roles, responsabilidades y liderazgos de los miembros. Un modelo de gobernanza también contempla la gestión de las relaciones, es decir, tanto la comunicación interna como la resolución de conflictos. Dos aspectos que, no obstante, no siempre se valoran como fundamentales. La cantidad de información, aprendizajes, conexiones y trabajo autónomo que se realiza en un sistema colaborativo es tan grande y complejo que hace difícil la tarea de redistribuir y visualizar esto entre los miembros de forma clara y sencilla, más aún cuando el principio base de la comunicación colaborativa es la transparencia. No, no es nada fácil conseguir que todos estén en la “misma página” y, menos aún, integrar la diversidad -es un reto importante. Esta complicada tarea de redistribución del poder y de gestión de las relaciones no evita que se generen tensiones y conflictos (desterrando otro mito de lo colaborativo), por eso, tener mecanismos para su resolución es también vital La gobernanza se ocupa, además, de redistribuir el valor que se captura y se genera en un sistema colaborativo entre sus miembros y el propio organismo. Más allá de la retribución que recibe cada persona, se generan activos y valores que son comunes de la comunidad o red. Entre los más básicos está, por ejemplo, la reputación. ¿Cómo distribuir la reputación de la organización (llamémosla marca si quieren) de forma equitativa entre sus miembros? Las meritocracias generan élites y es bueno pensar en cómo compensar la reputación de las personas más “visibles” con las más “invisibles” pero que también contribuyen a su manera.

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Muy ligado a la reputación está el reparto de oportunidades que surgen del común. Es muy fácil que tiendan a concentrarse en los miembros más visibles, activos y líderes, y conviene cuidar este aspecto para minimizar conflictos y ser más resistentes. Por último, aunque no menos importante, otro valor y recurso que se necesita para la sostenibilidad y continuidad en el tiempo de una red o comunidad (sobre todo en las grandes escalas): el dinero. Pensar en modelos de redistribución del beneficio económico, cuando la inercia es a trascender los sueldos, donde cada vez se habla más de ir hacia rentas básicas y/o de ingresos por proyectos, es fundamental. En este sentido, destacaría el modelo de cobudget que está impulsando Enspiral, y con el cual ya estamos experimentando.

Foto by Nikki Buitendijk

Conclusión: ¿Cómo cocinar entonces un sistema colaborativo? Usando la metáfora culinaria, los recursos son, sin duda, los ingredientes de cualquier sistema colaborativo. La mayoría de las veces, tenemos más de los que pensamos. Si los ponemos en común, los recombinamos y transcendemos sus usos específicos y privados, nos llevaremos grandes sorpresas. Por su parte, la cultura es la práctica de cocinar: no podemos cocinar sin saber cocinar, ni sabremos colaborar si no empezamos a colaborar. En este símil, los sistemas de contribución-retribución instrumentalizan equivalen a nuestros deseos de cocinar, aunque ya se sabe que, más allá de tener ganas de cocinar, necesitamos saber para qué y por qué estamos haciéndolo, en este caso, para convertir la participación en una rutina. Y, mientras, los sistemas de gobernanza son nuestras recetas, las que nos marcan las pautas para que todo fluya, para encontrar las medidas y proporciones exactas, los tiempos adecuados… recomendaciones que los buenos cocineros cambiarán y remezclarán con otras recetas, hasta encontrar el punto justo que se necesita o se desea en cada plato y ocasión. Ahora solo nos queda, ponerlo en práctica. ***** Por supuesto, esta es una muy breve aproximación a los elementos que hacen posible un sistema colaborativo. Si os interesa profundizar en este tema, os recomiendo que tengáis

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también en cuenta, conceptos como estirmegia, modelos como la holacracia o a la redarquía, y que, sobre todo, practiquéis mucho: es la mejor escuela.

Autor Luis Tamayo Luis Tamayo es Conector de Ouishare en Madrid, sociólogo, experto en análisis de tendencias. Profesor del IED y del EAE. Consultor y facilitador de procesos colaborativos tanto off como online. Propulsor y emprendedor con simbyosi inteligencia colaborativa y cofundador de la acción coexperimental lectiva (y comunicación social) “El invernadero de Lavapiés”. Para más información me podéis seguir en Twitter: @simbyosi y @ratoncampero

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