HENRY PEASE: La Autocracia Fujimorista

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LA AUTOCRACIA FUJIMORISTA. Del Estado intervencionista al Estado mafioso – Henry Pease

Capítulo 2

DEBILIDAD ESTRUCTURAL Y CRISIS DE LOS PARTIDOS POLÍTICOS Hablar de la historia de los partidos políticos en el Perú es tocar, de entrada, una histórica debilidad estructural de estos. El primer presidente civil elegido en nuestro país lo fue en la década del 70 del siglo XIX, aunque nos independizamos en 1821. Cincuenta años pasaron para que un civil se impusiera —y por solo un período presidencial— a los caudillos militares. Poco después, la guerra con Chile desarticularía este intento. Es aquí donde resulta importante mirar hacia atrás, hacia el siglo XIX en la formación del primer partido político merecedor de tal nombre. Su fundador, Manuel Pardo, primer presidente civil elegido en el Perú, enfatizó una manera de hacer política donde la construcción de la organización partidaria fue tarea prioritaria. No fue un caudillo con entorno como han seguido siendo varios partidos en el siglo XX. Buscó construir una red de representación y participación que articuló diferentes sectores sociales bajo la hegemonía de una naciente burguesía. Si bien, en mi concepto, la experiencia fue absorbida por los rasgos excluyentes de la «República Aristocrática» y se perdió el impulso inicial de Pardo, que salió del estrecho mundo oligárquico e incorporó sectores medios y populares a su proyecto, vale estudiar la experiencia inicial que pudo tener rnayores proyecciones si hubiera logrado una continuidad menos accidentada. Me refiero entre otros hechos a la Guerra con Chile1. Palabras del propio Pardo llamaron la atención acerca de los principios que defendía el nuevo partido político, que se hizo eco de criterios liberales y conservadores elaborados con anterioridad a la vez que llamaba la atención acerca de la incapacidad de ambos grupos previos —funcionaron con intermitencia desde los comienzos de la República— para aglutinar la acción de los ciudadanos instruidos: el problema era cierto. Pardo reclamaba constantemente la necesidad de organizar una república de ciudadanos, 1

Pease García, Henry. Institucionalidad democrática e institucionalidad en el Perú. En El hombre y los Andes. Homenaje a Franklin Pease G. Y. Javier Flores y Rafael Varón (eds.). Lima: PUCR 2002.


admitiendo que lo que había funcionado era una sociedad de cortesanos. Estos habían favorecido el gobierno de caudillos y garantizado de esa manera la inestabilidad política del país, que no había alcanzado a ver fortalecidas sus instituciones políticas ni a ver organizaciones políticas estables, con doctrina, con principios y sin dirigentes carismáticos y ocasionales detentadores de un poder precario. 2

La sociedad cortesana se impuso y duró mucho más que Manuel Pardo. La intriga y la conspiración en los estrechos círculos del poder fue su característica, ciertamente distanciada de la sociedad de ciudadanos que Pardo reclamaba y de la práctica centrada en la construcción de amplios liderazgos y de organización partidaria convocante. Este énfasis en la construcción de partidos y en la actividad política a ese nivel, y no solo en los salones palaciegos, es propio del momento fundacional del Partido Civil. Como bien lo reconoce Basadre no fue ese el rasgo distintivo del civilismo posterior a la muerte de Manuel Pardo y habría que investigar en qué medida estuvo presente durante su gobierno para diferenciar su manera de gobernar de la de otros mandatarios. Lo cierto es que el énfasis caudillista se perfiló incluso en demócratas de los años siguientes, no solo en los caudillos autoritarios.3

En los inicios del siglo XX, no solo el partido civil no sigue el curso señalado por su fundador y se convierte en la cúpula cerrada de lo que Basadre llamó «La República Aristocrática», más cerca de la sociedad de cortesanos que de la de ciudadanos, sino dos fuerzas políticas democráticas nuevas que surgen, tienen como característica ser más el entorno de un caudillo civil, que no perduró a estos. Están lejos del caudillismo militar; esencialmente autocrático. Respetan las elecciones y la división de poderes, pero los partidos tienen poco que hacer con el mensaje de Manuel Pardo y su práctica descrita en los historiadores mencionados. «Billingurst había basado su gobierno en el apoyo popular al margen de la organización partidaria [...]. Curiosamente, el propio Basadre sugiere que bien pudo Billingurst prescindir de la institucionalidad parlamentaria pero no lo hizo. El hecho es que, de manera similar a Piérola, buscaba encarnar una democracia menos institucionalizada, oscilando entre una especie de democracia caudillista y una forma de despotismo ilustrado».4 2

Pease G. Y., Franklin. Perú. Hombre e historia. Tomo III. La República. Cap. V p. 146. Lima: EDUBANCO, 1993. Citado en mi trabajo de la cita anterior (26) con mi propia redacción y con la parte que resalto en negrita. 3 Pease García, Henry. Op. cit., p. 19. 4 Pease O. Y., Franklin. Op. cit., pp. 154-155. Contenida en mi texto antes citado y con mi propia redacción en ese.


Lo que aquí se perfila es un curso alternativo a la democracia de partidos, dentro de los regímenes democráticamente elegidos. Es la apelación al pueblo directamente y «sin intermediarios» como se diría años después, pero es la apelación caudillista. No se confunde con los regímenes autoritarios: ni Piérola ni Billingurst liquidaron el parlamento, aunque a este último se le acusó de pretender hacerlo. Respetaron el mínimo de institucionalidad pública, no así el énfasis en la organización y participación partidaria que toma un giro de otro tipo que se reproduce en varias experiencias del siglo XX y que ha debilitado la institucionalidad democrática5. La apuesta por una democracia de partidos parece haber muerto con Manuel Pardo. El partido civil que fundara fue una cliqué de cogotudos en las primeras décadas del siglo XX y de su seno salió Leguía, un nuevo caudillo y autócrata, aunque civil, que se enfrentó al viejo partido y lo sacó del poder. Antes, sin embargo, el caudillismo de demócratas marcó los partidos de Piérola y Billingurst. Su huella perduró, en el siglo XX marcando el liderazgo de Fernando Belaúnde, fundador de Acción Popular y jefe de ese partido hasta poco antes de su muerte, dos veces presidente, demócrata impecable, con muchos rasgos de quien explícitamente reconoce como su maestro: Nicolás de Piérola. El partido, a pesar del impulso actual, de una personalidad tan reconocida y prestigiada como Valentín Paniagua, parece seguir el mismo curso del Partido Demócrata al declinar su fundador: Los demócratas no fueron, en nuestro caso, constructores de partidos. Los liderazgos en estos fueron interminablemente largos, también en los que se forjaron a la mitad del siglo. ¿Alguien imaginó el Partido Popular Cristiano sin el liderazgo de Bedoya hasta casi los 80 años? ¿O la democracia cristiana significó algo sin el liderazgo de Cornejo Chávez tras su retiro post velasquista? No es solo cuestión de ideas, es que en la tradición peruana el caudillismo ha sido definitorio. Las siempre largas interrupciones autoritarias hicieron perdurar esos liderazgos, que se convertían en perseguidos o simplemente excluidos. El caudillismo ha sido definitorio también en el Partido Aprista que enraizó como tal en la sociedad y en muchas oportunidades ha expresado a un tercio del electorado, socializando en la actividad partidaria desde esta corriente a muchos peruanos. Pero su líder y fundador en los años XX solo dejó de ser el jefe del partido cuando murió ya anciano en los albores de la década de los 80, y muy poco después surgió un nuevo caudillo para conducirlo, Alan García, quien ni siquiera 5

Pease García, Henry, Op. cit., p. 20.


por los fracasos de su gobierno ha perdido la condición de jefe y conductor central, aunque carezca del cargo o denominación que se le dio al fundador. El Partido Aprista es a lo largo del siglo XX la organización política más estable e institucionalizada. Forjado en la lucha contra el Estado Oligárquico, perseguido entre 1924 y 1956, muestra capacidad para formar cuadros, disciplina y rasgos que no han logrado otras organizaciones políticas. Ha experimentado virajes y rupturas pero estas últimas no han resquebrajado seriamente su organización. Sin duda este caso no se ha repetido y ese rasgo dificulta la construcción de un sistema de partidos. Hay diferencias entre lo logrado por el partido aprista como institución y lo logrado por cualquiera de los otros partidos: En este caso el partido sobrevivió al líder fundador. No puede decirse eso del pierolismo, del pradismo, del odriísmo o de la Unión Revolucionaria de Sánchez Cerro. En estos casos fueron simplemente el entorno de un caudillo y murieron con este. Tengo la impresión de que ya murió la Democracia Cristiana y que el PPC sigue ese curso cuando su lideresa requiere otra plataforma más amplia para competir en las elecciones del 2001 y en esta la marca de fábrica, limeña y exclusiva, continuó. Acción Popular es difícilmente reflotable tras la muerte de Fernando Belaúnde, aunque la presidencia de Valentín Paniagua, exitoso gobernante de la transición abre esperanzas, por su valía personal y su ponderado ejercicio en momentos tan difíciles. La cuestión pasa más por una amplia alianza, el peso personal del ex presidente y no tanto el aparato partidario que solo renovándose constantemente puede ser útil. En fin, la debilidad estructural de los partidos está en la historia política de los siglos XIX y XX, aunque, claro está, no proviene solo de la responsabilidad de los partidos o de los rasgos caudillistas que atraviesan la sociedad peruana, sino de la persistencia del militarismo y los autócratas civiles promotores de actitudes anti-partido a lo largo del siglo XX. En efecto, la principal debilidad se halla en una cuestión previa: la alternativa militar que a lo largo del siglo XX asumió diversos ropajes, alejándose del viejo caudillismo autocrático de los militares que fundaron la república o pelearon en sus guerras. El ciclo autoritario del siglo XX se abre y se cierra con dos autócratas civiles que subordinaron a los militares pero gobernaron a partir de estos, con alianzas de diverso grado, manejándolos con prebendas, corrupción y alianzas puntuales: Leguía y Fujimori. El primero hizo tambalear el Estado Oligárquico por su contradicción con el civilismo, pero la alianza oligárquico-militar se recompuso para enfrentar la amenaza que significaban las corrientes apristas y socialistas nacidas en los años 20. Sánchez


Cerro, Benavides y Odría fueron dictadores militares en este contexto en que tras bambalinas financiaban y controlaban los terratenientes y banqueros. Luego vinieron los golpes institucionales —1962 y 1968— donde las FF.AA. desde sus mismos comandos se entendieron tutoras de la civilidad: La década de los 80, de indudables avances democráticos, desarrolló esa democracia tutelada y —como siempre— se volvió a caer en la alternativa autoritaria basada en las FF.AA., aunque tuvieran liderazgo civil. En el Perú hemos avanzado en ciudadanía, pero falta mucho por avanzar en la estructuración organizadora. La propuesta de Pardo, entendida conceptualmente avanza lejos. Ciudadanía implica participación e iniciativa política que se consigue a través de la asociación partidaria. Su desarrollo cambia la manera de gobernar y obliga al gobernante no solo a estar atento a la opinión pública sino a dialogar y concertar con sus agentes. Fue una respuesta al caudillismo previo que siempre entendió que «gobernar es mandar» y así se ha reproducido también a lo largo del siglo XX. Peto fue también una diferencia de estilo con el caudillismo democrático cuyo verbo carismático impacta en las masas, moviliza por momentos, pero no abre canales de participación política ni organiza la acción política desde abajo […]. Pero sigue pendiente la república de ciudadanos porque en forma recurrente el caudillismo que proviene de elecciones pero ni acepta ni desarrolla los partidos democráticos y sus formas de participación, ha predominado como alternativa a los regímenes abiertamente autoritarios. La democracia como forma de gobernar es lo que todavía está por construir en el Perú y eso se refiere a los partidos, instituciones de la sociedad civil y a la institucionalidad estatal, balance de poderes y descentralización incluidos6.

En El ocaso del poder oligárquico7 describo algunos rasgos de los regímenes políticos anteriores a 1968, «dictaduras o dictablandas» al decir de Francois Bourricaud. 8 Lo propio de entonces es la estrechez del espacio político, la debilidad de la sociedad civil y la facilidad con que se maneja una sociedad desarticulada. El proceso de urbanización y las reformas del gobierno militar, la llamada crisis del Estado Oligárquico desde mediados de los cincuenta, cambian mucho de la sociedad precedente y vendrán nuevos métodos, pero no un fuerte y dinámico sistema de partidos pues el segundo reformismo 6

Pease García, Henry. Op. cit., p. 20-23. Pease García, Henry. El Ocaso del Poder Oligárquico, pp. 217-227. 8 Bourricaud, Francois. Poder y Sociedad en el Perú Contemporáneo. Buenos Aires: Ed. Sur; 1967, pp. 290-310. 7


—expresado particularmente en Acción Popular, la Democracia Cristiana y el socialprogresismo—, tras el pacto del partido aprista con la oligarquía, no cuajó en partidos fuertes, de amplia organización y liderazgos sucesivamente renovados. Debido a que aquella experiencia también fracasó en sus promesas, los militares tomaron la posta y desarrollaron a su manera las reformas propuestas. Los discutibles resultados no invalidan la idea forjada en la cultura popular: los partidos fracasaron —o los traicionaron— primero. Por eso, dentro de una nueva dinámica, las movilizaciones sociales populares de los 79 y 80 eran, por una parte, indicador de participación directa, desordenada y lejana a grandes programas. Mostraban que la estrecha escena oficial se amplió surgiendo nuevos espacios para la política. Pero junto con eso, en esas movilizaciones había un componente antipartido no solo sembrado por el discurso ve1asquista, sino también por parte del discurso izquierdista, con algo de «basismo» y mucho de reacción crítica a lo que se había visto en los partidos y se manifestaba también en las izquierdas. Esto se acentúo cuando en los setenta la parte más significativa de esas izquierdas organizadas en partidos lo hace dentro del marxismo-leninismo. Los rasgos autoritarios de la concepción de partido preñan la experiencia y suscitan una reacción antipartido en particular en quienes no nos integramos a vida partidaria y en quienes salieron de ella criticando, entre otras cosas, la falta de democracia interna. Yo participé de esos rasgos y no creo que deban olvidarse los perjuicios que acarrean al plantear la refundación de partidos o la fundación de nuevos, porque tienen que ver con el carácter democrático al interior de los partidos y con la participación ciudadana en múltiples dimensiones.9 Los partidos políticos en la transición del gobierno militar de los 70 vienen, así, antecedidos de una larga historia de debilidad estructural y sucesivas marginaciones. Pero fueron convocados por Morales Bermúdez cuando el pueblo en las calles, actor central desde el paro nacional del 19 de julio de, 1977, irrumpió en la escena y mostró la profundidad de la crisis. Fueron convocados para enfrentar esa movilización en la cual no eran los actores centrales ni el partido aprista, ni Acción Popular, ni la Democracia Cristiana ni el Partido Popular Cristiano. Por eso, en mis trabajos de entonces los llamé «partidos» del orden. Obviamente, la realidad mezcla todo. En esas movilizaciones, los protopartidos de izquierda estaban presentes, pero con liderazgo indirecto. También lo 9

Pease García, Henry. «Nuevos espacios y tiempos políticos en la experiencia peruana actual». En: ¿Qué significa hacer política? Norbert Lechner (ed). Lima: DESCO, 1982.


estaba parte del partido aprista, pero ellos no estuvieron marcando el curso de la transición. Los líderes de este partido y de los otros, mas no los de izquierda, fueron el nuevo centro de la escena oficial y tuvieron que negociar con militares que tenían todo el poder en sus manos, mientras estos lo usaban para reprimir al movimiento sindical. Cinco mil dirigentes sindicales despedidos en un solo día no fue, sino, uno de los hitos de ese momento. Fue importante para la transición que todos decidieran participar La abstención de Acción. Popular fue un gesto del ex presidente Belaúnde que por explícita decisión de ese partido no afectó en lo inmediato a la transición y más bien ayudó a su triunfo electoral. Pero el pacto constituyente solo contó con dos firmantes el partido aprista y el Partido Popular Cristiano. No fue firmado por la izquierda, la cual, aunque dividida en varios bloques, sumaba más del 30% de la Asamblea Constituyente. Su participación en esta, sin embargo, que se completó en 1980 con la participación del partido comunista del Perú Patria Roja y la exclusión de Sendero Luminoso del sistema, hizo que el nuevo régimen presentara una base política y social mucho más amplia que en el pasado de tantas exclusiones políticas. Los partidos ocupan el centro de la escena política a partir de 1980, pero su enraizamiento no es tan firme como para hacer sólido su protagonismo. Los poderes fácticos —militares, gremios de propietarios, dueños de la TV y otros medios— pesan mucho. Las organizaciones políticas se recomponen con rapidez pero son débiles y operan recurriendo a esos poderes fácticos para financiarse y/o para operar. Las corrientes antipartido existen y los «independientes» son muy estimados. Quizás nos verán como antecesores de los «outsiders». Habrá que verlo evaluando los términos en que se dio esa relación y sus frutos. La pregunta que queda es, sin embargo, ¿había ya un sistema de partidos? Los partidos en los 80... ¿Había un sistema de partidos? Para Martín Tanaka, el sistema de partidos en el Perú estaba más o menos consolidado y gozaba de buena salud luego de la transición de los 80. Para él, los partidos cumplían en cierta medida sus funciones de intermediación. Piensa que había importantes posibilidades de consolidar una democracia y un sistema de partidos representativos. Por primera vez en la historia, en el difícil contexto de la transición desde el gobierno militar, se estableció en el Perú una democracia sin exclusiones políticas, al permitirse


la participación del APRA y de los partidos de izquierda, y plenamente inclusiva — como nunca antes— en términos sociales, al legalizarse el voto de los analfabetos. 10

Según Julio Cotler, no existía propiamente un sistema de partidos pero en los 80 hubo la posibilidad de consolidar uno. Nos presenta un cuadro muy detallado de los partidos que han existido.11 Sostuve que había un sistema apenas institucionalizado con los partidos vigentes en los 80, en esto listé menos que Cotler: «[...] los dos que gobernaron y la alianza de pequeños partidos que articuló la oposición izquierdita. [..] Tienen presencia, por alianza y rol parlamentario, el PPC y el SODE así como la DC reducida a su mínima expresión».12 No hay duda de que los partidos eran centrales en la política de los 80: desde allí se accedía a los cargos públicos centrales, según su peso específico en las elecciones y/o las alianzas pesaban en el poder ejecutivo y legislativo. Actuaban, unos más que otros, en las organizaciones sociales —sindicales, cooperativas, poblacionales, rurales etc. — y participaban de la conducción política de estas, según e1 caso. Digo «participaban»; no es tan sencilla la conducción ni está ésta solo en sus manos. No se puede negar que hay un sistema de partidos si seguimos los rasgos que Scott Mainwaring y Timothy Scully nos presentan. Son los principales agentes de representación política y son virtualmente los únicos actores con acceso a cargos de elección popular en la política democrática. Hacemos esta afirmación conscientes de que los partidos pueden haber cedido algunas de sus funciones tradicionales en las recientes décadas debido a fenómenos tales como: (1) el creciente poder burocrático y ejecutivo del Estado; (2) la difusión de fórmulas de representación alternativas como las estructuras corporativas o los nuevos movimientos sociales; (3) la creciente independencia del electorado frente a los partidos; y (4) el impacto cada vez, más profundo de la televisión sobre los esquemas de competencia electoral.13

Pero lo esencial en esta definición es la noción de partidos, y sistema institucionalizados. Eso tiene que ver con prácticas y organizaciones bien establecidas y 10

Tanaka, Martín, Op. cit., p. 16. Cotler, Julio. «Partidos políticos y problemas de consolidación democrática en el Perú». En Mainwaring, Scott y Timothy Scully (eds.). Building Democratic Institutions. Party Sistems in Latin America. Stanford University Press. 1995. 12 Pease García, Henry. Electores, partidos y representantes. Sistema electoral, sistema de partidos y sistema de gobierno en el Perú. Lima: PUCP 1999. 13 Mainwaring, Scott y Timothy Scully. La construcción de instituciones democráticas. Sistema de partidos en América Latina, Chile: CIEPLAN, 1996. 11


ampliamente conocidas. Raíces estables en la sociedad por parte de los partidos, comportamientos regulares y predecibles, estabilidad en las reglas, etc. «Sistema» alude a la relación entre los partidos y al respeto a reglas de juego comunes, aceptadas y cumplidas. He aquí donde los rasgos no se dan en los partidos de los 80 y no solo en su polarización frente a aspectos clave, como la manera de enfrentar la subversión terrorista, sino a muchos otros temas institucionales. Es que no hay institucionalidad que funcione «de golpe». Tiene que ver con los pactos y estos fueron precarios en la transición. Tiene que ver con el tiempo y es tiempo largo el que institucionaliza. Para Nicolás Lynch, habrá un protosistema de partidos.14 Tuesta menciona un sistema fragmentado, polarizado y débil que es alimentado por sistemas electorales que critica específicamente. Sinesio López señala la ausencia de consolidación de los partidos y el desacoplamiento de estos frente a la sociedad y el Estado, algo que se Confirma viendo el conjunto de aproximaciones de todos los autores mencionados. ¿Cuándo se inicia la crisis de los partidos? Julio Cotler, con amplia perspectiva histórica, analiza desde 1800 hacia delante el problema de construir Estado en el Perú. Para él, la crisis vendría mucho antes de 1980 por la falta de consolidación de los partidos políticos que en esa oportunidad, una vez más, perdieron la oportunidad de consolidarse. Como lo expuse al introducir este Capítulo, hay una debilidad estructural en los partidos que atraviesa toda la historia republicana. No son los actores centrales de la escena política ni los canales de acceso a esta. Predominan los caudillos y los poderes fácticos. Son estructuras débiles y de vida corta, que en la mayoría de los casos no han sobrevivido al caudillo fundador o acompañan languidecientes los últimos años de estos. Pero en los años sesenta y en los ochenta, la realidad es otra. Allí se constituyen en centro de la escena: la sociedad cambia con el acelerado proceso de urbanización y la crisis del Estado Oligárquico, más aún tras la cancelación de este con el velasquismo. Dos décadas es, sin embargo muy poco, más aún si están separadas por doce años de gobierno militar: ¿Cómo puede pensarse una consolidación con ese terremoto por medio? El regreso en los ochenta muestra partidos que no han cambiado y una sociedad que sí cambió mucho, aunque tales modificaciones no se institucionalizaran políticamente. Pero, tal como 14

Lynch, Nicolás. Una tragedia sin héroes. La derrota de los partidos y el origen de los independientes. Perú 1980-1992. Lima: UNMSM Fondo Editorial, 1999.


vimos en el capítulo 1, los poderes fácticos —en particular castrenses— estaban presentes con cuotas decisivas. Para Sinesio López la crisis se iniciaría en 1980: [...] Se expresa en el desacoplamiento de los partidos con respecto a la sociedad y al Estado que comenzaron a cambiar desde comienzos de los 80, que aceleraron esos cambios en los 90 […]15, Fernando Tuesta seña1ará que desde 1980 el Perú tendrá un sistema de partidos fragmentado16. Nicolás Lynch, por su lado, señalando el inicio de la crisis en 1980 enfatiza el horizonte histórico que da las bases a la radicalidad y la confrontación entre esos partidos17.

Insisto en la necesidad de mirar incluso más atrás ¿No concluían en 1980 doce años de gobierno militar? Es obvio que la crisis viene de antes ¿No hubo en 1968 una profunda crisis de los partidos que eran centro de la escena en el período anterior, desde 1956 hasta 1968? El vacío que llenó Velasco fue el generado por esa Crisis en la que fracasó el segundo reformismo (APDC) y se catapultó en el lado oligárquico el primer reformismo (PAP). De sus propuestas no quedó nada en pie, todo fue hecho por los militares a su manera. La sociedad —casi siempre en confrontación con los políticos— aceleró su cambio y mostró una dinámica particular desde abajo, donde surge una izquierda prepolítica, de partidos atomizados, que confronta desde la base y cuestiona con sus movilizaciones de fines de los 70. Así, el electorado que se expresa en 1978 se aproxima a los tres tercios. Uno con el partido aprista, el mayor. Otro con la derecha, en la que el PPC recoge el voto de AP Y surge una izquierda dividida que, a pesar de eso y de su falta de recursos tiene más del 30% de los votos mientras continúan las movilizaciones regionales y nacionales. Allí se expresa la crisis de los partidos que venía de 1968, pero con ingredientes de todo el docenio militar. Pero algo más. El discurso antipartido del General Velasco es mucho más consistente que el de Fujimori, además de más largo: No solo es fruto de intelectuales que lo rodeaban, frustrados con lo que hicieron los partidos del primer y segundo reformismo. Es necesidad de la coyuntura para afirmarse como alternativa de 15

López, Sinesio. «Crisis de partidos, nuevas mediaciones e interés público”. En Agüero, Felipe (ed.). Fracturas en la gobernabilidad democrática. Santiago de Chile, Universidad de Chile. Centro de Análisis de políticas públicas, 1998, p. 470. 16 Tuesta, Fernando. «El impacto del sistema electoral en e1 sistema político peruano». En Tuesta (ed.). Los enigmas del poder (Fujimori 1990-1996). Lima: Fundación F. Ebert, 1996. 17 Lynch, Nicolás. Una tragedia sin héroes. La derroca de los partidos y el origen de los independientes. Perú 1990-1992. Lima: UNMSM Fondo Editorial, 1999.


régimen, lo que indica que la crisis de los partidos venía de atrás y por tanto la crítica demoledora era un medio para legitimarse y, si lo era, tenía que ser porque algo de esa crítica la sociedad la ejercía. Es cierto que la noción de crisis suele usarse como un elástico y nos recuerda a la vez momentos o coyunturas y procesos de largo alcance. Si vemos la década de los 80, se da al final una crisis coyuntural pero la densidad de esa coyuntura no se explica sin la debilidad estructural que viene de toda la historia republicana y la crisis de largo aliento que se expresa por lo menos desde los partidos que vienen del 68. En la cuidadosa transición de los 80, los partidos no fueron los actores centrales —no la produjeron— más bien los actores fueron movimientos sociales que tuvieron protopartidos dentro pero que fueron derrotados parcialmente en el mismo proceso para que la crisis orgánica no desembocaran en crisis revolucionaria.18 Su incorporación parcial y la no exclusión que caracteriza el nuevo sistema de partidos contribuyeron a que funcionaran en los 80, sin embargo, no permitió la consolidación del sistema, era insuficiente y como señala Sinesio López los partidos no estaban acoplados a la sociedad o quizás solo a medias. Martín Tanaka solo ubica el inicio de la crisis de los partidos en el proceso de las elecciones 1989-1990. No puedo pues concordar con esta tesis aunque es posible que por los objetivos de su trabajo le fuera suficiente con ese nivel de presentación del tema. Lo que no dudo es que en esa coyuntura hubo un acontecimiento que desestabilizó el sistema: la crisis de Izquierda Unida, que estalló en dos y que rompió la alianza electoral que canalizaba a muy amplios sectores movilizados desde los 70. No por casualidad encontré en el fujimorismo de base a muchos de los desilusionados con esa ruptura que cerró las puertas de aquella organización que en el sistema era lo nuevo y solo había gobernado municipalidades. Alfonso Barrantes le llevaba varios puntos de ventaja a Vargas Llosa cuando a principios de 1989 decidió romper Izquierda Unida y no fue al Congreso de Huampaní donde más de tres mil delegados representaban a 150,000 peruanos, mayormente no afiliados, a partidos de IU que se carnetizaron en un esfuerzo a contracorriente por impedir la ruptura y con ello la disolución de la alternativa. Es obvio que no fue este el único hecho de la crisis, aunque fuera el que se vio con más dramatismo. Es cierto que los dos partidos que gobernaron en la década tuvieron grandes fracasos. Pero no debe olvidarse que, aun así, el partido aprista que nos 18

Pease García, Henry. Op. cit., 1979. Planteo esta tesis en el cap. 3, pp. 97-101.


llevó a la hiperinflación tuvo el 20% de los votos en las elecciones presidenciales de 1990. Desde aquí, para analizar las diversas explicaciones de lo que pasó en el Perú y que generó la llegada de Fujimori al poder, hemos creído conveniente tomar las categorías que utiliza Tanaka para englobar en tres conjuntos de explicaciones lo que ocurrió en el sistema político, económico y social del Perú que desemboca en el fujimorismo. Tanaka las utilizó básicamente para explicar el colapso de los partidos políticos pero nos parece útil para ubicar el contexto económico social. Agregamos una categoría más y presentamos cuatro tipos de explicaciones. El peso de las variables estructurales e históricas Primer conjunto de explicaciones Para los que enfatizan el peso de las variables estructurales e históricas, básicamente la crisis de los partidos de fines de los 80 obedecería a que no supieron enfrentar con eficacia los problemas de la violencia política y la crisis económica, en un contexto de debilidad institucional histórica. «Teniendo en la base una sociedad fragmentada, los actores desarrollaron una política polarizada, siguiendo patrones tradicionales, lo que terminó socavando el régimen democrático».19 Para explicar este tipo de concepciones Tanaka cita a Cotler20 señalando que: [...] las normas liberales del flamante régimen constitucional se vieron opacadas por el legado político, en un contexto de recomposición y movilización social. En la medida en que los partidos mantuvieron incólumes las estructuras, las prácticas y los estilos patrimonialistas y corporativos, la distribución segmentada de los recursos públicos a manera de prebendas se sumó a las nuevas y apremiantes condicionantes internacionales para agravar las exclusiones y los antagonismos entre las fragmentadas identidades políticas y sociales. Esto debilitó aún más al Estado y desgastó a los partidos y a las organizaciones sociales, hechos que favorecen la preeminencia militar. 21

Cotler realiza un diagnóstico político previo sobre lo que el Perú moderno ha sido, así menciona como características del sistema político la confrontación —política y social — la crisis de goberrabi1idad, interrupciones del orden constitucional, intervenciones militares y una variedad de proyectos autoritarios. El país ha estado marcado también por una débil diferenciación institucional y autonomía del espacio político, que se deben 19

Tanaka, Martín. Los espejismos de la democracia. Lima; IEP 1998, p.24. Cotler, Julio. Op. cit. 21 Tanaka, Martín. Op. cit., p. 25 20


a la fragmentación étnica y regional de la sociedad peruana y el orden patrimonial oligárquico. Dentro de este contexto, los cambios políticos más grandes que se sucedieron en este siglo fueron los años 30, 56, 68 y 80. Durante estos años, surgieron los partidos que representaron intereses sociales fragmentados, buscaron acceso a la vida pública a través de sus organizaciones demandando que el Estado responda a sus intereses particulares. No emergió un sistema de partidos que pudiera organizar las relaciones entre los diferentes grupos de interés. Cotler encuentra la razón de esto en (1) el tipo de liderazgo, que fue personalista y que reprodujo el tradicional estilo patrimonial con características autoritarias y voluntaristas, llevó a ver en los oponentes, enemigos e impidió el desarrollo de negociaciones y pactos, y (2) la política partidaria ha sido «movimientista», caracterizada por prácticas totalizadoras y exclusivistas que impidieron los pactos. Estos patrones de conducta bloquearon los esfuerzos por construir un Estado pluralista que dé respuesta a las demandas sociales, y por crear canales institucionales para contrarrestar la naturaleza exclusionista del Estado. En raras ocasiones donde pareció haber el deseo de crear un régimen político inclusivo, las prácticas habituales —populistas y clientelistas— terminaron llevándonos a la crisis económica y a la confrontación política y social.22 Reproduzco a Cotler porque comparto esta apreciación, aunque insisto en la existencia de un sistema de partidos poco institucionalizado en los 80. Ocurre que tiene esos rasgos propios del tipo de liderazgo y la política «movimientista», que son parte de nuestra cultura política y que aún no terminan de desaparecer, pese a corresponder más coherentemente a los tiempos y los términos del Estado Oligárquico. Por eso, Cotler al igual que Tanaka veían el año 80 como un momento prometedor: el retorno de la democracia, la Asamblea Constituyente y los resultados electorales favorecían la conciliación de intereses divergentes. Pero los partidos tornaron ventaja de las oportunidades y mostraron la persistencia de estructuras y prácticas tradicionales. Es que esos partidos habían sido excluidos durante el docenio militar y obviamente no cambiaron ni se renovaron en tiempos de exclusión. Así lo sostuve y sostengo que algo de eso se repite tras el decenio fujimorista. 23 Tras el fujimorismo se dan cambios de actitud pero es lento el proceso de construir reglas de juego democráticas por las cuales todos transiten.24 22

Cotler, Julio. Op. cit. Pease García, Henry Electores, partidos y representantes. Sistema Electoral, Sistema de Partidos y Sistema de gobierno en el Perú. Lima: PUCP, 1999. 24 Cuesta poner en práctica un esquema de concentración en el Parlamento; han aceptado nuestra apertura que, en vez de forjar solo alianzas para imponerse unos sobre otros, negocia para concertar reglas 23


Es cierto, la cultura política cambia mucho más lentamente. Pero la polarización se intensifica en particular cuando no existe materialmente la posibilidad de satisfacer a todos y la lógica es de escasez, hasta el extremo. Debe recordarse que la década de los 80 tuvo verdadero nudos gordianos que venían de fuera y de atrás, muy difíciles de resolver y en medio de lo cual los poderes fácticos terminaron imponiendo sus formas excluyentes a los políticos. Desde 1975 se acabó el ciclo expansivo que facilitó el velasquismo, dentro del cual, entre 1968 y 1974 sueldo y salario real subieron. La crisis no terminó hasta la hiperinflación de García, destruyó en el camino empresa y empleo. Desde 1982 se exigió el pago de la deuda externa facilitada por intereses del norte en el período precedente y jugaron mil restricciones. La democracia colapsó, también, porque en tanto régimen político fue incapaz de encauzar y/o resolver esa crisis multidimensional —económica, social y política— que viene desde la mitad de la década de los 70. Para muchos, al fracasar frente a la crisis económica y frente al desarrollo de la violencia política, los gobiernos de la década se llevaron de encuentro el régimen democrático. Muchos peruanos culpan a la democracia representativa de lo que es responsabilidad de gobiernos y partidos con nombre propio. Pueden hacerlo porque dentro del mismo régimen fracasaron las alternativas a esos partidos, la principal en mi concepto la de la izquierda, la única que no gobernó, estallando la alianza Izquierda Unida en las puertas de su mayor oportunidad electoral. 25

«Hay un bloqueo del desarrollo capitalista tras el fracaso del reformismo y de la sustitución de importaciones. Esto no es un proceso sólo local pero adquiere en el Perú rasgos de caricatura», Lo que describía entonces era descomposición social de lo que antes cuajó en movimientos sociales populares y nacientes organizaciones políticas. Los nuevos rostros, en las organizaciones populares, reflejan en el anverso la descomposición de la sociedad precedente que crecía —artificialmente o no— al amparo del impulso reformista. Tras los nuevos rostro hay organización social que se comunes, espacio político para todos, y dentro de eso encauzar las decisiones legislativas Aunque tras la primera legislatura se ven resultados concretos a favor de este camino, unos pretenden aprovecharlo sin renunciar a un discurso liquidacionista del adversario y movilizan en contra, mientras otros, cuestionan el esquema y quieren acabar con él. Me refiero al momento actual, inicios del 2002, con la perspectiva que me da compartir la Mesa Directiva multipartidaria del Congreso como primer vicepresidente, con todos los partidos, iniciativa de la primera mayoría (Perú Posible) que integro, que se dio a pesar de que pudo haberse limitado a expresar en la mesa alianzas, como la que tenemos con el FIM. En la década de los 60 y los 80, las Directivas de cada Cámara solo se integraron con miembros de la alianza que era mayoría, no con la oposición. Hoy hay un vicepresidente de cada bancada partidaria, en estricto orden de votación. 25 Pease García, Henry. Los años de la langosta. La escena política del fujimorismo. Lima: La Voz ediciones, 1994, p. 45.


disuelve o debilita sustantivamente, hay múltiples proyectos fracasados en el nivel social —piensen en tantos parques industriales tantas empresas autogestionarias proyectadas— y en el nivel político... La distancia entre organización popular y direcciones políticas comenzó a crecer hasta mostrar una zanja muy grande: la que se produce por el debilitamiento de la organización social embestida por el neoliberalismo y la violencia política, las dos tenazas que llevan a esta fragmentación social 26.

Esa crisis multidimensional la vimos en la política como algo más que una crisis de representación: Hay pues, también, crisis de representación, necesidad de recomposición de las fuerzas políticas y de exigir de los partidos una efectiva acción de representación, democracia interna y énfasis en su rol articulador, impulsor de la agregación de intereses, canalizador de iniciativas hacia el sistema político. Pero también las instituciones estatales, el Parlamento en primer lugar, como las Asambleas Regionales y los Concejos Municipales tienen que ser repensados, para crear canales de democracia participativa. La crisis de la política es mayor que una crisis de representación. Hace crisis el orden estatal cuando este Estado ya no puede garantizar la inclusión social y cuando tampoco es capaz de brindar la seguridad ciudadana mínima. Sendero Luminoso en la década de los 80 ha impulsado no solo la descomposición social sino también la crisis estatal. Nadie cree en la política ni en el Estado porque, además, en los gobiernos de los 80 se han defraudado todas las expectativas, destruyendo empresas e instituciones, pero fundamentalmente convirtiendo al Estado en blanco de la crítica y el escarnio generalizado .27

Los procesos económicos y políticos son significativos, pero crisis en la sociedad adquiere gravedad particular por el peso de la violencia, terrorista que impulsan Sendero Luminoso y el MRTA en forma creciente que incluye atacar directamente al pueblo organizado socialmente, desde el comunero andino hasta las dirigentes de comedores y vasos de leche, pasando por dirigentes sindicales. Una pregunta sigue sonando en mi cabeza cuando recuerdo que el primer acto de guerra de Sendero Luminoso fue el día de las elecciones generales de 1980 y cuando recuerdo las pintas en San Marcos durante los 70. ¿Es que los militares y sus servicios de inteligencia no previeron lo que se venía? ¿Es que pensaron que eran simples ultras del estudiantado universitario? No tenemos el libreto pero es imposible que con la imagen 26 27

Ib., pp. 49-50. Ib., p. 53.


de instituciones férreamente organizadas y capaces de planificar y prever, esto se les escapara. No es posible que en esta materia haya inocencia y se debe hurgar por explicaciones que la historia nos requerirá. Varias veces se ha constatado que los militares tomaron el poder cuando se acercaban tiempos de bonanza económica previsibles desde fuera y lo dejaban en la situación inversa. No parece casual que su salida el 80 coincida con lo que se venía en e1 campo de la subversión, materia mucho más cercana a sus estudios y funciones. La importancia de las instituciones políticas Segundo conjunto de explicaciones Estas explicaciones, de acuerdo con Tanaka, «[...] enfatizan la importancia. de las instituciones políticas y la manera como ellas establecieron una estructura de incentivos que propiciaron conductas perniciosas que, a su vez, dieron lugar a la erosión del régimen democrático […]».28 Estas objeciones están básicamente dirigidas al presidencialismo poco atenuado con los aislados mecanismos del parlamentarismo que se incorporan sin por eso fortalecer al parlamento frente al fortísimo caudillismo ejecutivo, así como al sistema electoral imperante, radicalizado en el fujimorismo y, en general, al régimen político. Dentro de este grupo de explicaciones podemos ubicar a Fernando Tuesta, quien piensa que después del último gobierno militar los sistemas electorales alimentaron la fragmentación partidaria, la polarización, el debilitamiento de los partidos y el mayor fortalecimiento del Poder Ejecutivo. Los sistemas electorales aprobados por la Constitución y las leyes, pasaron de un sistema de representación proporcional imperfecta sin reelección presidencial a un sistema de representación proporcional pura (Distrito Nacional Único) con reelección presidencial. Es cierto que esto solo ocurrió en 1993, en la Constitución de ese año, pero el camino comenzó en la Constitución de 1979 cuando el Senado —en mérito de una disposición transitoria que no se movió— se eligió por distrito nacional único. Esto debilitó a los partidos. Agrego yo que el voto preferencial también los debilitó en su disciplina interna aunque resultara el mínimo remedio al criticado poder de las cúpulas mientras no se acepten las elecciones primarias abiertas o cerradas. Desde antes además, la simultaneidad perfecta de las elecciones del Presidente y el Parlamento debilitaba este, como lo desarrollo más adelante.

28

Tanaka. Op. Cit., p. 25.


Desde el análisis del sistema electoral, Tuesta nos indica que entre 1980 y 1992 y a partir de las modificaciones institucionales de 1993, se acentuó el sistema multipartidista con una alta fragmentación partidaria, asociada a la precariedad de la democracia que conduce al inmovilismo del sistema presidencialista, que no crea su propia mayoría y menoscaba el sistema político convirtiéndolo en sumamente frágil. La investigación que publiqué en 1999 sobre el sistema electoral, sistema de partidos y sistema de gobierno en el Perú, 29 me ubicaría también dentro de este grupo. Allí retomando a Julio Cotler quien da una visión de conjunto de la débil institucionalidad, encuentro que se requiere de un mayor desarrollo para explicar esta debilidad y la quiebra del sistema de partidos entre 1989 y 1990 que crea las condiciones para el autogolpe de 1992 y el proceso político subsiguiente. Señalo que hay crisis desde la forma en que estos regresan a la escena en 1980 casi sin tomar en cuenta lo sucedido en los doce años previos, terremoto apenas evaluado más allá de la crítica política inmediata hasta el estallido de la única fuerza nueva de ese período, Izquierda Unida, todo eso en medio de la crisis económica y la violencia terrorista. Hay que insistir, sin embargo, en el peso específicamente político de los poderes fácticos. Se trata de partidos que solo pueden tener recursos si recurren a ellos, lo demuestra la forma de participar de esa izquierda y sus subdivisiones posteriores. Recuérdese, por ejemplo, de qué manera el acceso a la televisión está determinado por las relaciones con sus dueños o el poder económico, como lo reconoce Mario Vargas Llosa tras su campaña electoral del 90. El afamado escritor, que con franqueza describe la realidad vivida durante la campaña, relata cómo Genaro Delgado Parker le regaló un millón de dólares en «spots» publicitarios para su campaña, en Panamericana Televisión, el mismo canal que en 1968 restringió a la Democracia Cristiana para favorecer a Ulloa y fue factor determinante en la posición posterior de Cornejo Chávez frente a la libertad de prensa. En el mismo texto cuenta cómo por influencia de su hermano. Héctor lo atacaban los noticieros de ese canal, que se ufanaba en tener un hermano para el aprismo y otro para el acciopepecismo reagrupado en el FREDEMO.30 Mientras esto escribo, Lourdes Flores Nano sale en defensa del canal 4 cuyos dueños fueron filmados infraganti recibiendo 29

Pease García, Henry. Electores, partidos y representantes. Sistema electoral, sistema de partidos y sistema de gobierno en el Perú. Lima: PUCP, 1999. 30

Vargas Llosa, Mario. El pez en el agua. Memorias. Santa Fe de Bogotá: Seix Barral. Biblioteca Breve, 1993, pp. 258-259.


millones de Montesinos para venderse al fujimorismo. Amenaza al gobierno con retirarse de la concertación solo porque el abogado de esta solícita al juez una medida cautelar de embargo y administración del canal ante una fechoría delincuencial que además incluye deudas tributarias enormes. Uno se pregunta cómo quienes lucharon contra la dictadura pueden apoyar a lo que fue parte de la mafia. Pero ocurre que los políticos se han acostumbrado a que no pueden contradecir a estos poderes fácticos que luego son capaces de desaparecerlos de la escena política.31 Son los dueños de la libertad de prensa —que no es igual que la escrita por su exclusividad y masivo alcance — y también los dueños de la igualdad de oportunidades políticas y electorales, esencial a la democracia. Refiriéndome al sistema electoral en el fujimorismo —pero en continuidad con lo que existía antes, para muchos de sus ingredientes— señalo entonces que se ha distorsionado el sistema electoral al combinarse: •

La representación proporcional pura (distrito nacional único en cámara única).

Simultaneidad perfecta entre elecciones presidenciales y parlamentarias.

En el marco de un sistema de gobierno que refuerza los poderes del presidente con la reelección inmediata, así como con mayores poderes legislativos y presupuestales.

Características sustantivas del régimen político y los poderes fácticos explican la resultante. En el análisis de la falta de institucionalización de un sistema de partidos en el

Perú, estas agrupaciones revelan mucho del sistema político a pesar de no estar institucionalizados. En este sentido, retorno a Scott Mainwaring; ya citado, y a la importancia que este da a la institucionalidad del sistema de partido para la consolidación democrática. El cita cuatro condiciones para que un sistema de partidos pueda considerarse institucionalizado:

31

Estabilidad en las reglas y en la naturaleza de la competencia de partidos

Partidos con raíces más o menos estables.

Digo esto tras haber experimentado lo que significa ser marginado y tras reiterar lo único que puedo hacer: que así como durante el fujimorismo no acepté ir al canal 2 porque se lo robaron a su dueño con maniobras de Montesinos, no piso ni el canal 4, ni el 5 ni el 9, que públicamente se entregaron a esa mafia recibiendo billete grande y filmando. Siguen usufructuando del espacio electromagnético que es de todos los peruanos. Solo hice una excepción en el canal 5: para defender a una mujer, Eliane Karp, a quien se le niega el derecho a ejercer su profesión por ser «primera dama» función que para mí es más autocrática que democrática.


Los actores políticos conceden legitimidad al proceso electoral y basan su conducta en la expectativa de las elecciones, como ruta principal al gobierno.

Organizaciones partidarias que tienen importancia y no están subordinadas a los intereses de líderes ambiciosos32.

La autonomía de los factores frente a la coyuntura Tercer conjunto de explicaciones Dentro de este grupo de explicaciones de la crisis de los partidos políticos en la década de los 80, podemos encontrar principalmente las ideas de Martín Tanaka, Sinesio López, Nicolás Linch y yo damos importancia a este conjunto de explicaciones, pero como un factor entre otros. Este tipo de explicaciones recoge la autonomía de los actores frente a la coyuntura política. «Las acciones y omisiones de las elites políticas son, desde esta perspectiva, el factor decisivo, más allá de los constreñimientos estructurales, históricos o institucionales»33. Tanaka estudia el comportamiento de los actores partidarios y lo encuadra dentro de un contexto socio-político, analiza cómo los partidos pasaron de una lógica electoralmovimientista a una lógica electoral-mediática, en la cual la representación se juega crecientemente en la arena de la opinión pública. La dificultad de los partidos para adaptarse a esta nueva lógica los hizo fracasar Pero, sostiene, que no solo es este cambio de lógica sino la falta de adaptabilidad a los cambios que se sucedían en la región, fundamentalmente, el cambio de la matriz «estadocéntrica» de las relaciones entre sociedad y política hacia una matriz en la que prevalece el mercado34. ¿En qué consiste este cambio de una lógica electoral-movimientista a una lógica electoral mediática? En medio de una situación particularmente dura, prácticamente el conjunto de los políticos que provenían de partidos se mostró alejado de las preocupaciones sentidas por la ciudadanía, encerrada en las pugnas intrapartidarias, no solo por el proceso de definición de candidaturas para las elecciones municipales de 32

Mainwaring Scott y Scully, Timmoty (eds.). La construcción de instituciones democráticas. Sistema de partidos en AL. Chile: CIEPLAN, 1996. 33 34

Tanaka, Martín. Op. cit., p. 26.

La matriz estadocéntrica centra las relaciones entre política y sociedad en el Estado; este es el gran protagonista al articular las relaciones sociales y e1 sistema económico, a finales de los 80 y principios de los 90, esta forma de relaciones sufre una radical variación a tal punto que la centralidad del Estado va perdiendo fuerza y va centrándose ene1 mercado, como elemento fundamental para la articulación de las esferas políticas, económicas y sociales, este ese el marco socio-político frente al cual los actores no reaccionan adecuadamente, lo que va a permitir la irrupción en la escena política de los denominados «outsider».


noviembre de 1989 y las presidenciales y parlamentarias de 1990. La agudización de la crisis económica y la violencia terrorista creciente impactaron decisivamente como contexto. El juego de los partidos y las organizaciones sociales se torné cada vez más elitista y separado de la sociedad, y en la medida en que la política se hace sobre la base de las demandas reales de actores concretos, los partidos privilegiaron su relación con los gremios y las organizaciones constituidas y entonces llegarnos al núcleo de los espejismos de la democracia: con la lógica de funcionamiento vigente hasta ese momento, los partidos no llegaban a la sociedad o —más precisamente— no alcanzaban a una parte importante de esta. Gran parte de la población quedaba fuera del juego en el que estaban inmersos los partidos y las principales organizaciones sociales, cayendo estos presa de la ilusión de que la «sociedad civil» era un vehículo eficaz de representación, uno de los espejismos de la democracia en el Perú. El problema no es entonces que los partidos se hayan quedado sin interlocutores, en relación con los cuales habían construido u relación de representación dejaron progresivamente de ser representativos. Y en tanto los partidos siguieron privilegiando ese vínculo para definir su acción política, condujeron a que un importante segmento de la población quedara fuera del sistema partidario 35.

En un trabajo ya citado, apunto en la misma dirección: Poco a poco el cambio producido por la crisis fue expresándose en nuevas realidades: las fábricas diezmadas, los sindicatos también; los salarios en el suelo y el empleo también. El trabajo por cuenta propia, el pequeño taller y la microempresa, los ambulantes que no acaban de crecer y un nuevo panorama de la ciudad, pauperizada al modelo de Calcuta [...].

Para concluir en la política… La derecha tradicional apenas innovó y marcó los rasgos de este régimen político porque, a la vez, ni la izquierda ni el Apra salieron del encierro parlamentario ni replantearon la estructura tradicional de sus partidos, encerrados en sus cúpulas. Desde principios de los 80 escribimos sobre una crisis de representación política en ciernes y sobre la urgencia de entender los nuevos espacios y tiempos políticos, pero aunque allí reflejamos lo que muchos pensábamos en la izquierda, no fuimos capaces de cambiarla con éxito [...]. 36

35 36

Tanaka, Martín. Ob. cit., p. 176.

Pease García, Henry. Los años de la langosta. La escena política del fujimorismo. Lima: La voz ed., 1994. Cap. 3: «La crisis multidimensional del Perú. de los 80»


En efecto, entran en crisis los movimientos sociales precedentes, sindicalistas, basados en empleo formal en unos casos, pero surgen otros, de informales, en las organizaciones asistenciales, en la microempresa, etc. Se presentan dificultades para adaptarse en las organizaciones de la izquierda y el partido aprista, en particular, pero Acción Popular y el PPC guardan una relación más distante con las organizaciones sindicales que son el centro de la crisis. Lo que extiende la crisis es el impacto de la violencia política. Pero el salto fundamental de la lógica alternativa trae problemas para todos los partidos. Si hay que apelar a la opinión pública y allí constituir representación, el problema clave es el acceso a los medios masivos de comunicación, en particular a la televisión. Los actores políticos —léase partidos políticos— dejaron descuidada la esfera de la opinión pública por seguir manteniendo viejos esquemas y no darse cuenta de que los paradigmas de representación ya habían cambiado. Esto se complementa con el cambio de una matriz «estadocéntrica» a una matriz mercado-céntrica que tampoco supieron afrontar debidamente. Resumiendo a Tanaka, podría decirse que una de las razones fundamentales para la quiebra de los partidos políticos fue que estos llegaron con viejas estructuras y modos de hacer política cuando la realidad peruana ya había cambiado. Yo no concuerdo con Tanaka ni con este sesgo que absolutiza la perspectiva neoliberal. Para analizar hay que descomponer primero los componentes. ¿Descuidaron los partidos la esfera de la opinión pública? ¿Por qué? Creo que tenían un acceso limitado a los medios. La televisión está en manos de un oligopolio, en que un puñado de propietarios ha hecho apropiación privada del espectro electromagnético que constitucionalmente es de todos los peruanos. Su caso no es el de la prensa escrita porque esta puede tener cualquier cantidad de propietarios, sin otro límite que el mercado. No han aceptado ninguna legislación que proteja a los partidos de su decisión que excluye en función de su interés político y económico. En 1968 viví una experiencia particular. Con veintitrés años y aún estudiando era uno, de los secretarios del grupo parlamentario demócrata cristiano que contaba con diecisiete senadores y diputados. Un martes decidió el grupo que nuestro líder, Héctor Cornejo Chávez, apareciera en la TV a fundamentar la denuncia sobe la desaparición de la página 11 del Acta de Talara que se firmó entre la empresa petrolera fiscal y la IPC tras la nacionalización de los viejos pozos, para que primera tuviera que venderle crudo por varios años a un precio que, según el denunciante presidente de la empresa esta tal,


se escribió, luego de negociar, en.la página 11, página que «había desaparecido». Salió Cornejo y con su lógica impecable arrinconó al gobierno. Hasta hoy no entiendo la sentencia de la Corte Suprema que, tras el velasquismo, borró el caso penal pues no puedo explicarme que un contrato no tenga las firmas de las pautes en la parte final de la última página y solo tenga rúbricas al margen en cada página. Pero lo que aquí interesa es que una semana después, el grupo parlamentario decidió volver a la carga y contestarle al ministro Ulloa, quien en el mismo canal había respondido a Cornejo Chávez. El canal 13 exigió esa vez un precio diez veces mayor por el mismo espacio de una semana atrás y le dijo al representante del partido que la siguiente vez le pediría un millón de dólares mientras que a Ulloa no le cobraba nada. Porque hacía con su canal lo que quería. El espectro electromagnético era y es de todos los peruanos pero para esos ciudadanos con poder, la democracia no tiene nada que ver con eso, ponen y quitan figuras, cierran sus puertas a unos y las entregan gratis a otros. Eloy parte de ese grupo está tras las rejas luego de negociar unos y venderse otros a Montesinos, pero siguen ejerciendo así, limitando libertades esenciales. Cuando entre 1985 y 1990 Rolando Ames, senador independiente elegido en las filas de IU, presentó un proyecto de ley para obtener lo que hoy llamamos una franja electoral durante las campañas electorales casi lo crucifican. No se consiguió nada. Sus dueños se han repartido entre los políticos que querían apoyar y han bloqueado el paso a quienes no pensaban como ellos. ¿Qué democracia es posible así? No es así la que existe en Chile, en Brasil o en Francia, por poner solo los casos que he comprobado. Sin igualdad de oportunidades, en lo mínimo ¿cómo se accede a la formación de la opinión pública? Pero esto sucede incluso para los partidos que gozan de acceso al poder durante los intervalos entre campañas electorales. Los dirigentes de AP y PPC no tenían gran acceso a la televisión fuera de las campañas. Los forjadores de opinión eran otros y el propio partido gobernante sufría limitaciones a pesar de un «hermanísimo» del primero de los canales que tuvo a su lado, al igual que lo tuvo el gobierno que le antecedió. ¿Por qué nos parece nuevo lo que hizo Montesinos? No cayeron ni Fujimori ni Montesinos de un meteorito. Fueron, apenas, una caricatura, es decir una exageración de la realidad precedente. Lo cierto en esta etapa del análisis es que aunque podría haber problemas de adaptación para el cambio, a una lógica electoral mediática, la raíz no se encuentra solo en los partidos sino en los poderes fácticos. Pero en lo que Tanaka se refiere a que los partidos no cambiaron hacia la matriz mercadocéntrica, yo creo que está equivocado dos


veces. Una, porque por lo menos AP y PPC estaban en ella desde hace tiempo. Otra, porque eso, ni entonces ni ahora, le ha dado a partido alguno arraigo en el electorado, al contrario. Tras el gobierno militar, hasta los que en el pasado solo tuvieron tierra en las uñas eran defensores de la propiedad privada contra la reforma agraria. Lo mismo en otras dimensiones. Claro que cuando de prebendas estatales se trata muchos las buscaban y obtenían. El proteccionismo se exigió ante la apertura de Belaúnde al comercio internacional, comandada por Ulloa y no se aleja de la verdad Hernando de Soto cuando en este aspecto habla de mercantilismo. 37 El problema de entonces y de ahora es cómo hablar de soga en la casa del ahorcado o de la abundancia de alimentos entre quienes se mueren de hambre. Nunca los que hablaron claro de su estrategia de mercado ganaron, no lo logró el PPC nunca y no lo logró Vargas Llosa. Más aún, Alan García —que fue el verdadero candidato opositor a Vargas Llosa—impidió, en competencia libre, con juegos de imagen y argumentos, que el afamado escritor, apoyado por toda la vieja derecha, más la nueva y la aún por nacer, llegaba al 30%. Lo hizo desde la crisis económica y con mucho en contra, después de haber sido actor Central en la división de la izquierda y en la crisis que terminó en hiperinflación y fujimorismo. No queda claro cómo un modelo mercadocéntrico podría conquistar en esa coyuntura el voto ciudadano y sus ilusiones aún fugaces. Sí queda claro que Fujimori desplazó a quienes éramos más afectados por la crisis, el gobierno saliente del Apra y la izquierda dividida. Lo hizo con el mismo discurso que usamos, no tan estatista como lo vieron los neoliberales, pero sí con entrampes del proceso recientemente vivido. Resulta importante el análisis de Tanaka y su contraste con las ideas, de Sinesio López, quien escribe sobre la presencia avasalladora de los medios en la crisis de los partidos. Citando a Landi38 dice que la presencia de los medios abre una gran brecha entre dos grandes procesos: El de representación institucional de los ciudadanos en el Estado a través de los partidos por la vía del voto y el otro proceso distinto de representación política, el simbólico y escénico frente a la población. Frente a este último los partidos cada vez más ceden

37 38

De Soto, Hernando. El otro sendero: la revolución informal Bogotá: IDL, 1989.

Landi, Óscar. «Outsiders, nuevos caudillos y media politics». En: Crompone, Romeo. Instituciones Políticas y Sociedad. Lima:-IE1 1995.


terreno. No tienen capacidad de construir el acontecimiento y la escena política, y son sustituidos crecientemente por parte de los medios de comunicación sociales. 39

De esto podemos colegir que hay una coincidencia de enfoque entre López y Tanaka. Para el primero, e1 rol de los medios es cada vez más importante y para el segundo es definitorio dentro de la opinión pública que obviamente está dominada cada vez más por los medios. Coincido antes y ahora pero sin realizar una «crítica» a los partidos como si estos no se dieran cuenta de la situación por alguna suma de incapacidades. Señalo que aquí es definitorio el peso de los poderes fácticos, que incluso los partidos y candidatos vinculados mejor a estos poderes y sus relaciones, encuentran dificultades y no siempre las tienen todas consigo. Esto es grave a tal punto que lleva a cuestionar la vigencia de la libertad de expresión y la igualdad de oportunidades políticas en nuestro medio, cosa que e1 fujimorismo ha llevado al extremo pero no ha iniciado ni, tras su caída, ha desaparecido. Y hay seudo-demócratas, que siguen defendiendo este orden de cosas en la televisión porque creen que así podrán gozar en el futuro de esa ventaja frente a sus competidores. Ocurre que, lamentablemente, como en el mercado, siempre los que más hablan de libre competencia son los que, tras bambalinas, defienden o reclaman las ventajas del monopolio y el oligopolio. Pero algo más, en la lucha contra el fujimorismo resucitó la plaza pública en grande y en pequeño. Toledo y García tuvieron en ella ventajas comparativas sobre Lourdes Flores y otros candidatos. La televisión tuvo que abrirse algo y los candidatos tuvieron que junta millones si querían competir —cosa que tiene que encauzarse, hacerse transparente y buscar canales para la igualdad de oportunidades políticas— como ocurre en Brasil, Chile y las democracias más avanzadas. Con respecto a Lynch; como señalamos antes, él pone énfasis en la incapacidad de respuesta de los partidos a los problemas estructurales que se les plantearon: La crisis de la política es una confluencia de ambos aspectos, la elitización de su quehacer y el descentramiento de la misma. Los partidos como las entidades de intermediación por excelencia entre la sociedad y e1 Estado, pierden la confianza de los ciudadanos porque dejan de ser útiles como canales de representación [...] fracaso que se produce por una dinámica elitista propia de la democracia representativa [...] anterior 39

López, Sinesio. «Crisis de partidos, nuevas mediaciones e interés público». En: Fracturas de la gobernabilidad democrática. Santiago de Chile: Centro de análisis de políticas públicas, Universidad de Chile, 1998.


al actual proceso de globalización [...] cuya expansión y profundidad no eran claramente percibidos a causa de la guerra fría. Pero esta ruptura se percibe mejor cuando el neoliberalismo busca imponer la lógica del mercado como la única ordenadora del conjunto de la vida social [...] los partidos pierden casi toda su capacidad de ofrecer soluciones a las demandas de la población porque dejan de tener acceso a los recursos que les habían permitido atender esas demandas en el pasado [...] 40

Tiene mucha razón Nicolás Lynch. Lo que dice se engarza bien con los anteriores elementos pero toca con algo sustantivo en la crisis que marcará los años 90. Desde el gobierno aprista, a pesar de tener el partido más estructurado, pesó mucho el «balconazo» y la relación directa del caudillo con la masa. Se usó el Estado y el aparato de ese partido funcionó, de otra manera nadie se explicaría el 20% que tuvo el aprismo para la candidatura de Alva Castro. Pero la crisis fue mayor en los otros partidos durante los ochenta. En la derecha había lejanía frente a las demandas de base, en miles de organizaciones. En la izquierda había ilusión con la unidad que estalló el 89 pero en ambas había enormes dificultades para canalizar estructuradamente las demandas. La IU era una entelequia en sí misma, movilizaban organizaciones sociales grandes en crisis como todo lo sindical— y pequeñas, estas multiplicándose. Varios de los partidos vieron reducirse su organización hasta casi un tamaño ridículo. La apuesta por un Congreso unificador, con más de 400 eventos previos en todo el país, no significó el esperado cambio y más bien terminó en ruptura. Así se llegó al 90, elecciones donde los partidos fueron importantes pero los «outsiders» también. ¿Es casualidad que solo el partido aprista tuviera como candidato presidencial a un militante y no a un independiente? Vargas Llosa, Fujimori, Barrantes y yo lo éramos. Todo esto es administrado con eficacia por la dupla Fujimori-Montesinos desde 1990. Desde el 28 de julio desapareció toda posibilidad de que partidos o dirigentes de estos pudieran intermediar en relación con el gobierno. Eso ocurría en lo grande y en lo pequeño y empezó con una señal: Fujimori desbaraté el pequeño aparato de Cambio 90 al llegar al gobierno. No tuvieron ni local. Lynch plantea la necesidad de un enfoque que entienda a los actores como sujetos que expresan muy directamente los condicionantes estructurales del régimen político. Esta perspectiva ayuda a explicar cómo cierto tipo de interacción lleva a la ruptura del régimen democrático. Linch encuentra nexos directos e influyentes de 40

Lynch. Op. cit., p. 27.


cuestiones estructurales en relación con el tipo de conducta de los actores políticos, muy diferente a la opinión de Tanaka que se concentra en los actores per se sin entrar a los análisis estructurales. Por otro lado, Lynch encuentra como condicionantes de la estabilidad democrática: (a) la agudización de la desigualdad social; (b) la crisis económica crónica; y (c) la aparición de la violencia terrorista.41 Frente a estos problemas los partidos reaccionan con una dinámica de enfrentamiento que los desprestigia. El escenario de guerra liquida el liderazgo político de los partidos. Una crisis de factores múltiples. A modo de síntesis Sinesio López define la crisis […] como, un proceso complejo de rupturas múltiples. En este caso la crisis de representación partidaria consiste en la ruptura de un conjunto de nexos de naturaleza

política

(organizativos,

estrategias),

cultural

(identidades,

conocimientos, y evaluaciones de la realidad política y social confianza), ideológica (claves interpretativas) y psicológica (expectativas, afectividades) que vinculan a los partidos con los ciudadanos, la sociedad civil los grupos y las clases sociales.42 Habría que agregar que la crisis de representación se da con la afirmación de una alternativa que es tradicional, la apuesta al caudillo civil o militar, al «outsider» en este caso o a un líder que surgió de uno de los partidos que surgió de uno de los partidos en crisis, como Leguía en 1930. La esperanza mítica en su fuerza y capacidad de cambiar la realidad frustrante y hasta insoportable que se vive no es muy diferente en estos casos de la que se tuvo en el caudillo demócrata que atrapó multitudes, dígase, Piérola, Belaúnde o García,43 porque lo que se asentó en la cultura política desde estos fue más la relación con la persona que la confianza en el partido. Tras la aparición del «outsider», en el caso reciente, será el discurso del autócrata el que marque los límites del curso alternativo y sintetice —para hacer durable 41

Pensamos que las categorías de Huntington, mencionadas antes por López, son más completas pero las de Lynch se aplican perfectamente a la realidad peruana. 42 López, Sinesio. Op. Cit., p. 471. 43

Puede diferenciarse el caso de Alan García por el peso del partido aprista, pero es indudable que e1 caudillo pesa más que el partido en los resultados electorales y en el manejo del gobierno. Compárense los primeros desde 1985 hasta 2001 y véase el tipo de relación establecida durante su gobierno, directamente con las masas en los «balconazos». Lo que no cabe duda es que en todos los casos el líder arrastra al partido, que en este, no surgen liderazgos alternativos al líder mientras está vivo.


la crisis— en una catilinaria que se repite para que se recuerden los elemento esa crisis, responsabilizando a los partidos y a las instituciones democráticas de lo que se ha vivido y se está viviendo. Los factores a analizar en las rupturas que se producen entre partidos políticos y sociedad son siguiendo el texto citado de Sinesio López: a) El nivel de institucionalización de la esfera pública. En el Perú no se ha institucionalizado en gran, medida la esfera pública, tampoco los partidos han contribuido a ello. Esto básicamente por dos razones: (1) los partidos que existen en el Perú son partidos de creyentes, no de ciudadanos y (2) la existencia del partido aprista como partido hegemónico, entre 1939 y 1956, la existencia de un pluralismo exacerbado que impedía los acuerdos en los años 60 y un pluralismo polarizado sin centro en los 80 también constituyendo obstáculos al desarrollo de una plena esfera pública. La reducción de1 nivel institucionalizado de la esfera pública y, como contrapartida, el ensanchamiento de los niveles no institucionalizados o poco institucionalizados, debido a la crisis económica, a la violencia política y a la incapacidad del Estado y de los partidos para resolverlos, han sido algunos factores importantes en la crisis de los partidos y en la ruptura de estos con los ciudadanos.44

b) El grado de densidad de la sociedad civil La sociedad civil emerge en gran medida, gracias a la acción directa o indirecta, de los partidos dependiendo de los casos: La relación entre la sociedad civil y los partidos fue, pues, muy estrecha. En una primera etapa, la sociedad civil recibió el impulso de los partidos; en una segunda etapa, los partidos se revitalizaron con la dinámica de la sociedad civil y en una tercera etapa tanto los partidos como la sociedad civil entraron en crisis debido a la acción destructiva de la crisis económica y la violencia política. Debido a la estrecha relación mantenida, las crisis a las que ambos se vieron sometidos se realimentaron mutuamente agravando sus efectos tanto en los partidos como en la sociedad civil. 45

Tengo aquí una evaluación diferente a la de Sinesio López. No se puede, en primer lugar; ver la sociedad civil solo de un lado. También es sociedad civil el conjunto de entidades patronales, de propietarios, etc. o de campos distintos al 44 45

Ib., p. 472. Ib., pp. 473 y 474.


movimiento social popular que entiendo describe aquí. Esas se fortalecieron por la sola existencia de un régimen autoritario donde solo los militares ocupan los altos cargos públicos y tenían que actuar en alguna medida directamente como grupos de presión y no a través de partidos que dejaron de ser representantes e incluso de medios de comunicación que pasaron a manos del gobierno militar. Este lado y su opuesto se fortalecieron por las propias características del régimen. Se fortalecieron además por la depuración oligárquica. Recuérdese cómo reacciona la Sociedad Nacional Agraria ante la ley de reforma agraria de 1969 que, en el acto, desplaza a la burguesía agroexportadora de sus tierras: la desplazaron ellos riel comando.de la SNA —donde eran una casta— y asumieron la defensa de la pequeña y mediana propiedad. La Sociedad Nacional de Industrias asume el liderazgo y es parte central de la lucha política durante el gobierno militar. Pero las afirmaciones de López referidas al peso de los partidos por acción directa o indirecta en la dinamización de la sociedad civil —en los setenta— explican una parte de la realidad. Es cierta en parte, no en la totalidad. Mucho de esta dinámica está influida por la propia crisis de los partidos de los sesenta y por sectores que en los setenta no militamos en partido alguno justamente por crítica a la práctica (le los partidos —caudillismo, falta de democracia interna etc. — y a sus ideologías —tesis militaristas derivadas de la fe en la lucha armada, entre otras— y un escenario en el que se trabajó mucho fue el de las organizaciones populares.

Las organizaciones no gubernamentales que surgieron masivamente solo en parte fueron controladas por partidos. En su mayoría tuvieron impulso diferente de sectores que antes y después se situaron entre los llamados «independientes» que luego confluyeron en Izquierda Unida o en otros lugares o que nunca llegaron a hacerlo, Este campo se aumentó también con profesionales y organizaciones populares que migraron del velasquismo poco a poco. Entender estas diferentes entradas será importante para entender la crisis de esa izquierda y el peso del partido aprista en la recuperación de los 80, pues sectores populares que en los setenta no aparecían como apristas lo eran y lo volvieron a serlo en los ochenta, cuestión que probablemente se vincula con la postura antipopular de los dirigentes del partido en 1968. Pero es importante también para entender la densidad de esa sociedad civil y sus cambios. c) Las tradiciones cívicas


Los partidos políticos después de 1930 no alcanzaron una presencia uniforme en todo el territorio nacional, por ejemplo, el partido Aprista en el Norte, Acción Popular en el Oriente y la Izquierda Unida en el Cusco tenían tradición allí evidente. No ocurre lo mismo en otros departamentos. Faltan estas sólidas tradiciones por lo que las lealtades a una representación no tienen el mismo calado. d) El nivel de organización de los partidos El nivel de organización de un partido se puede medir por el grado de apertura ideológica y el nivel de intensidad afectiva que se tiene hacia los partidos. La crisis ha afectado a todos los partidos pero más a los partidos menos organizados. e) Los niveles de inclusión y exclusión «El impacto de la crisis en los partidos es diferente Según los niveles de inclusión y de exclusión de las circunscripciones en donde operan. La crisis de representación partidaria es menor en los grupos sociales incluidos y es mayor en los grupos sociales excluidos».46 f) El nivel de modernización «La crisis de representación partidaria ha sido general en todas las zonas del país, pero ha sido mayor en las zonas menos modernas y en las zonas más tradicionales. Las zonas de más alto nivel de modernización siguen siendo el centro de operaciones de lo que queda de los partidos en crisis».47 g) El nivel de democratización Como en el caso de la modernización, los partidos políticos han emergido y se han consolidado en aquellos departamentos y zonas de mayor nivel de democratización. La crisis de representación partidaria fue así mismo en los departamentos y zonas de menor nivel de democratización […].48 h) Las mediaciones Dentro de este rubro hay que diferenciar dos aspectos, uno la crisis de los partidos y otro, el colapso de estos. Lo primero sucedió durante los años 80 como producto de los factores arriba mencionados que disolvieron los nexos entre partidos y sociedad El colapso se da entre 1990 y 1995: 46

Ib., pp. 474. Ib., pp. 477. 48 Ib., pp. 478. 47


[...] debido por un lado, a la ofensiva de los independientes y de los poderes fácticos que buscaban tener las manos libres para aplicar las reformas estructurales y la política de pacificación prescindiendo de los controles democráticos institucionales y, por otro, a la ciega defensa del viejo orden con sus instituciones ineficaces y corruptas por parte de los partidos en crisis en un contexto de la aplicación exitosa de una política de estabilización y de reformas estructurales. Luego de la crisis y el colapso de los partidos, dos fueron las formas principales a las que apelaron los peruanos para hacerse representar en la escena pública: los medios de comunicación y los políticos «independientes».49 Es importante distinguir efectivamente entre la crisis y el colapso de los partidos, pero hay que resaltar que la ofensiva de los independientes, como lo denomina López, viene de la etapa de crisis y no tanto del momento del colapso. ¿Qué significa que a lo largo de los 80 el liderazgo de los independientes predomine? Ocurre así con Barrantes en la izquierda desde con Vargas Llosa en la derecha desde 1987. Las explicaciones, en ambos casos provienen de la crisis de los partidos en ambos casos desarrollada a lo largo de la década, que terminan estallido en la izquierda y en reunificación sin éxito electoral en la derecha. Desde esta prospectiva final rescatamos los aportes dados cada conjunto de explicaciones. Pesan, en nuestra opinión, variables estructurales e históricas, los aspectos específicamente institucionales y la autonomía de los actores políticos frente a la coyuntura. Es una crisis de fondo, que atraviesa la densidad de los partidos y de la sociedad civil y cuyos elementos tenemos que considerar en cualquier perspectiva de reconstrucción democrática, pues varias veces se ha entendido la vuelta a la democracia como la simple reaparición de las instituciones constitucionales del Estado los métodos electorales para posicionar a los gobernantes. Sin sistema de partidos encajado dinámicamente en una sociedad civil de contenido democrático no hay democracia política. El colapso de los partidos Sinesio López y Julio Cotler sitúan el colapso en 1990, Nicolás Lynch lo Sitúa en 1992, Tanaka y yo lo situamos en 1995. 49

Ib., pp. 478.


Para Sinesio López el colapso seda en el período 1989-1990, cuando los independientes entran al poder Y van desplazando a la clase política al asumir los cargos. Belmont y luego Fujimori. Para Cotler entre 1987 y 1992 se pierde la fe en los partidos y en 1990 se hace evidente la desintegración del sistema de partidos que había existido hasta una década atrás. Para Nicolás Lynch, el docenio 1980-1992 es el período final de un ciclo que va de 1930 a 1992 y presenta en el docenio su último acto.50 Sostengo que en 1989 y 1990 aparecen solo dos independientes ajenos a la clase política Belmont y Fujimori. En las elecciones de 1990, Vargas Llosa, Barrantes y yo somos independientes pero lanzados y respaldados per partidos político en crisis. Los dos primeros a lo largo de los 80 articularon su liderazgo en medio de la crisis de los partidos y llenaban un vacío que ningún dirigente partidario podía cubrir. Pero en 1989 Barrantes y yo nos inscribimos formalmente en la Alianza Izquierda Unida y, por tanto, formalmente dejamos de ser independientes, aunque poco después Barrantes salió de IU. Mi candidatura presidencial fue la de quienes persistimos en quedarnos en la IU que realizó el Congreso, —no la acepté hasta después de que él se inscribió en el JNE— fuimos con los tres partidos más grandes de la IU y con un amplío sector de «independientes» respecto de esos y otros partidos que la integraban. En los resultados electorales de 1990 la mayor votación la tuvo un independiente —Mario Vargas Llosa— que lideraba a dos partidos que eran parte del anterior sistema de partidos: Acción Popular y PPC con 33 % de los votos válidos. Segundo quedó Fujimori, el «outsider» con 29 %. Luego quedó el partido aprista —Luis Alva Castro-, con 22 %, Izquierda Unida—Henry Pease García— con 8%, Izquierda Socialista — Alfonso Barrantes— con 5 %. FNTC —Roger Cáceres T— con 1%, FREPAP — Ezequiel Ataucusi— con 1% y dos agrupaciones con 0%. Es decir 70% de los votos válidos estuvieron amarrados a los partidos políticos.51 Allí no fue el colapso. Fue importante el proceso electoral para el Congreso Constituyente realizado a fines de 1992. Claro que íbamos con todo en contra: el golpe, el poder de los medios aliado con Fujimori, el estado de ánimo popular que apoyó el golpe y hasta la captura de Abimael Guzmán, el líder terrorista. Acción Popular, el Partido Aprista e Izquierda Unida optaron por no participar. Sostuvimos desde el Movimiento Democrático de 50

Lynch, Nicolás. Una tragedia sin héroes: derrota de los partidos ye! origen de los independientes. Perú 1980-1992. Lima: UNMSM Fondo Editorial, 1999, p. 263. 51 Oficina Nacional de Procesos Electorales: resultados primera vuelta nacional, elecciones 1990. Votos válidos total 6, 641584. <www.onpc.gob.pe/histo_elec/elegen/ 19901 nac. htm>


Izquierda (MDI) recién fundado y fuera de la ya rota alianza, que en política como en la física «todo vacío se llena» y que el combate al «outsider» tenía que darse en todos los espacios. El 5% que alcanzaron —sumadas— en las elecciones de 1995, las tres organizaciones políticas que se abstuvieron confirma esta apreciación. La aparición previa y posterior de independientes en nuevas listas o movimientos indica un curso impulsado también por la abstención y la pretensión de combatir desde fuera. Y el camino de retorno solo fue válido cuando nos unimos unos y otros, cuando actuamos juntos —los de fuera y los de dentro del CCD— en 1993 contra el SI del referéndum constitucional, o cuando tras el error de no ir juntos tras Javier Pérez de Cuchar en 1995, actuamos juntos hasta la caída de Fujimori. Para Martín Tanaka, el colapso fue en 1995 con el triunfo electoral de Fujimori. Ante la pregunta sobre por qué triunfa Fujimori, Tanaka encuentra que a la oposición le faltó fortaleza para combatir el golpe de 1992. Una señal del colapso fue: que ninguno de los partidos que eran parte del precario sistema anterior llegó al 5% requerido por el Jurado Nacional de Elecciones en las candidaturas presidenciales de 1995. Los outsiders ¿una novedad? Fujimori es producto del fracaso de los partidos y su extrema personalización de la política, según Linch. Para Martín Tanaka, irrumpen los outsiders cuando los actores políticos no reaccionan adecuadamente frente al cambio del matriz estado céntrico. Lo primero, enfatizando el exceso de personalización de la política solo llevaría a que este rasgo se acentúa aún más. Los «outsiders» no parecen ser reacción a eso ni tampoco a lo que parece ver Tanaka, porque los partidos no reaccionan adecuadamente al cambio de matriz estado céntrica. En tal caso el FREDEMO, no hubiera fracasado con su campaña neoliberal y Fujimori no hubiera ganado predicando lo contrario de lo que desde el gobierno hizo. La crisis, corno vimos, tiene variables más de fondo: Sinesio López caracteriza a los «outsiders» con los siguientes rasgos: •

No son herederos de una tradición cívica.

Carecen de experiencia en el manejo institucionalizado los asuntos públicos.

Convocan a operadores y funcionarios técnicos.

Rechazan la nominación de políticos y prefieren aparecer como técnicos.


Establecen relación directa con ciudadanos sin mediaciones organizativas, apelando a los medios.

Forman coaliciones con los poderes Fácticos.

López sostiene que: Las nuevas mediaciones —los políticos independientes y los medios de comunicación — tienen una alta propensión al establecimiento de regímenes no democráticos de carácter autoritario combinan formalmente algunas reglas de juego de la democracia y otras típicas del gobierno autoritario.52

Para Julio Cotler los «outsiders» •

Son actores ajenos y contrarios a la clase política.

Son representantes de los valores antipolíticos.

Se desembarazan rápidamente de los compromisos que contraen.

Denuncian los vicios del orden político

Prometen resolver personalmente los agravios y las aspiraciones de las masas frustradas y desamparadas

Sus bases de legitimación y consolidación son las encuestas de opinión y los medios de comunicación

Dan lugar a sistemas delegativos fundados en fórmulas y relaciones plebiscitarias

Traen un recetario neoliberal: reducir funciones estatales y fomentar el mercado mediante decisiones tecnocráticas

Consiguen el respaldo por la eficacia de sus medidas.53

La pregunta final, con esta caracterización de los «outsiders» si constituyen una novedad. Muchos de los rasgos descritos por López y Cotler podemos aplicarlos al liderazgo de Velasco Alvarado en el golpe de 1968 que inicia el «Gobierno revolucionario de la Fuerza Armada» de doce años de duración. Dentro de un régimen más cerrado bastante de esto fue rasgo de Odría, Benavides o Sánchez Cerro dentro del Estado Oligárquico. Claro, el «outsider» era el caudillo y la Fuerza Armada que nunca dentro del Estado Oligárquico se sintió heredera de una tradición cívica y siempre se 52 53

Ib., p. 483.

Cotler Julio. «Crisis política, outsiders y autoritarismo». En Política y sociedad en e1 Perú: cambios y continuidades. Lima: lEE, 1994, pp. 171-172.


definió contraria a la clase política y se vio así misma como un cuerpo cerrado. Fujimori tiene un antecesor parecido, no igual, en Leguía. Este no era exactamente un «outsider» pues provenía del partido Civil. Se desprende de allí y lo liquida, aprovecha una Coyuntura que es semejante a la de Fujimori pero por razones distintas: la Fuerza Armada no puede pretender gobernar el año 1919, desprestigiada por la derrota ante Chile ni puede hacerlo en los 90 en que está perdiendo la guerra contra Sendero Luminoso y el MRTA, y tiene un cuadro internacional desfavorable a los golpes militares. Surge el caudillo Civil en ambos casos. Tampoco los gobernantes militares significaron menos estado ni políticas neoliberales. Eran otras épocas en esa materia. Hay cambios y continuidades. Lo cierto es que no parecen ser los «outsiders» algo tan nuevo. La alternancia, sin embargo, sí es inevitable ante la flaqueza institucional de democracias a medias donde solo se asentó la importancia de los procesos electorales y poco importó la manera de gobernar y la eficacia de sus resultados para la ciudadanía.


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