ASI SE PELEABA EN AMERICA

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ASÍ SE PELEABA EN AMÉRICA

HISTORIA MILITAR DE LOS COMANDANTES O’HIGGINS, ELORRIAGA Y MOLINAS (Marzo de 1814 – Enero de 1815)

ANDRÉS RUGGIERI LUSSO Colección Guerreros Legendarios Santiago – Chile 2019


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™ASÍ SE PELEABA EN AMÉRICA Historia Militar de los comandantes O’Higgins, Elorriaga y Molinas. (Enero de 1814-Enero de 1815). Investigación histórica desarrollada, escrita, editada y publicada por Andrés Ruggieri Lusso.

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Departamento de Derechos Intelectuales – Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio. Gobierno de Chile. Registro ISBN: 978-956-401-048-9 Historical research by Andres Ruggieri Lusso is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License.

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Andrés Ruggieri Lusso

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HISTORIA MILITAR DE LOS COMANDANTES O’HIGGINS, ELORRIAGA Y MOLINAS (Marzo de 1814 – Enero de 1815)

ANDRÉS RUGGIERI LUSSO Colección Guerreros Legendarios Santiago – Chile 2019


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Dedicado a todos quienes en distintos actos de la vida, han decidido seguir luchando sin darse por vencidos.


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PREFACIO En un discurso pronunciado el año 1933 por el general Douglas Mac Arthur en la Academia Militar de West Point, el veterano militar norteamericano le señalaba a modo de reflexión a su novel audiencia de aspirantes a oficiales que: “La historia ha demostrado que las naciones una vez grandes, que descuidaron su defensa nacional, son polvo y cenizas. ¿Dónde están Roma y Cartago?, ¿Dónde está Bizancio?, ¿Dónde está Egipto, otrora un estado tan grande?...”. .1 Ante este irrefutable y categórico juicio histórico emitido por Mac Arthur, bien vale preguntarse qué significa realmente descuidar la defensa nacional. Muchos apelarán a la continua necesidad de inversión, innovación y actualización permanente para no caer en la obsolescencia, tanto en equipos, armamentos y materias tácticas, lo cual en toda época y circunstancia pasa a ser la constante de una sana administración. Pero si bien los componentes materiales y conceptuales van variando y evolucionando en el tiempo, hay factores que se mantienen invariables en la historia de las naciones, trascendiendo épocas y lugares geográficos, y estos no son otros que el valor en combate de sus guerreros, y el liderazgo militar que ejercen sus comandantes. La importancia del valor en combate radica en que, aun disponiendo un ejército del mejor y más moderno armamento, de nada sirve si este es utilizado por soldados sin convicción ni coraje. De igual forma, las mejores fortalezas y las más complejas posiciones defensivas, pueden verse irremediablemente vulneradas si no son defendidas por personas aguerridas. Más aun, de nada sirve el entrenamiento previo, la superioridad táctica y el mejor plan estratégico, si las tropas se desmoralizan y se desbandan en pleno combate, tal como ha ocurrido en innumerables ocasiones. Por otra parte, las cualidades de liderazgo militar de un comandante, son un factor tan trascendental, que es capaz de 1

Ver OLD SOLDIERS NEVER DIE – The Life of Douglas Mac Arthur de Geoffrey Perret. Primera publicación en español en Chile en 1998. Traducido por Mabel Nettle de Couyoumdijian. Impreso por el Instituto Geográfico Militar – Santiago de Chile.

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generar vuelcos estratégicos de suma importancia, incluso en las circunstancias más adversas. No en vano se le atribuye al gran Alejandro Magno la célebre frase: “Prefiero enfrentar a un ejército de leones dirigidos por una oveja, que a un ejército de ovejas comandado por un león.” Y lo anterior se explica en el hecho de que desde tiempos inmemoriales, la historia militar está llena de hechos sorprendentes, donde pequeños ejércitos liderados por comandantes de excelencia, han logrado resistir y hasta derrotar a contrincantes mucho más numerosos e incluso mejor equipados; y de igual manera, grandes posiciones defensivas han sido irremediablemente vulneradas y socavadas al ser asaltadas bajo el mando de grandes líderes militares. Y teniendo en cuenta todo lo anterior, queda de manifiesto como hecho palpable que la combinación perfecta que hace que cualquier ejército se vuelva imbatible, solo se logra cuando soldados aguerridos pasan a ser comandado por un líder de excelencia, lo cual tiene como único resultado el avanzar por la gloriosa e invariable senda que solo conduce a la victoria; y estos mismo conceptos se observan y pueden ser aplicados en distintas actividades, ya sean empresariales, deportivas o de otra índole que estén basadas en la conformación de equipos, y el liderazgo de personas que se encauzan por un objetivo en común. Y si hablamos de grandes imperios que han vivido su auge y decadencia, tenemos el caso de la monarquía hispana, que tras afianzarse desde finales del siglo XV en base a los reinos de Castilla y Aragón, avanzó estableciendo su dominio territorial sobre gran parte de la península ibérica, para luego consolidar su influencia sobre el mediterráneo, incluyendo parte de Italia y el norte de África, además de establecer su expansión territorial con posesiones tanto en el remoto continente asiático, como en los hasta entonces inexplorados territorios americanos. Al evocar aquella época de esplendor hispano, el humanista Voltaire señalaba que la lengua castellana: “Era el idioma de los tribunales de Viena, Baviera,

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Bruselas, Italia y Milán: la Liga lo había introducido en Francia; y el matrimonio de Luis XIII con la hija de Felipe III había puesto tanto de moda el español, que casi se avergonzaba a los hombres de letras de ignorarlo. La mayoría de nuestras comedias fueron imitadas desde el teatro madrileño.” 2 Y si bien esta época de oro de la hispanidad estuvo respaldada por muchas manifestaciones políticas, económicas, culturales, artísticas y religiosas, un factor preponderante para sustentar dicha supremacía por décadas, estuvo a cargo de sus más destacados guerreros y hombres de armas, quienes consolidaron en especial a la infantería española como la mejor de su época, hecho reconocido en palabras de sus más tenaces enemigos, quienes los calificaban como: “… los mejores soldados existentes en la cristiandad…”.3 En 1626 el historiador español don Juan Pablo Mártir Rizo, intentaba dar luces sobre los factores que explicaran la supremacía hispana, observando sobre los soldados de su patria que: “… aunque Pirro Rey de Epiro, quería que el soldado fuese grande de cuerpo, yo fuera de opinión que no se atendiese a la grandeza de él, sino la del corazón, porque la magnanimidad y fortaleza suya, hace a los hombres más famosos y fuertes, que la grandeza de sus miembros. Los españoles son ejemplo que no padece excepción, pues siendo generalmente de estatura pequeña, la grandeza del corazón es tan grande, que les da aliento, de forma que con su propio valor se han hecho dueños del mundo.”4 Y en realidad era aquella grandeza observada por Mártir, la que constituía el factor preponderante que se sobreponía a todo, y esto no era más que el indomable valor y bravura demostrada en combate; lo cual sumado al liderazgo de grandes capitanes y comandantes de excelencia, llevaron a los guerreros hispanos a plantarse en cada enfrentamiento por 2

Ver PREFACE HISTORIQUE SUR LE CID de Voltaire en CHEFS – D OUBRE de P. Corneille. Tome Premier. París, AN XIII – M. DCCCIV, página 34: 3 Frase atribuida a uno de los favoritos en la corte de la Reina Isabel I de Inglaterra, el noble inglés sir Robert Dudley I, conde de Leicester. 4 Ver libro NORTE DE PRÍNCIPES, de Juan Pablo Mártir Rizo, página 120. Publicado en Madrid por Diego Flamenco. Año 1626.

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defender o afianzar sus conquistas, teniendo en mente solo dos opciones: Vencer o Morir, tal como lo declaraban a viva voz bajo distintas condiciones y circunstancias. Así tenemos que en su arenga previa a la batalla de Lepanto (1571), don Juan de Austria infundía este espíritu en sus tropas mayoritariamente hispanas, al señalarles que: “Hoy es día de vengar afrentas; en las manos tenéis el remedio a vuestros males. Por lo tanto, menead con brío y cólera las espadas. Hijos, A MORIR HEMOS VENIDO, O A VENCER si el cielo lo dispone. No deis ocasión para que el enemigo os pregunte con arrogancia impía ¡Donde está vuestro Dios? Pelead en su santo nombre, porque muertos o victoriosos, habréis de alcanzar la inmortalidad.” De manera algo similar, tenemos en otras circunstancias al español Hernán Cortés, sobre quien la tradición rescata que lanzando su grito de guerra en territorio azteca (1519) declaraba a viva voz: “Más vale morir con honra que vivir deshonrado.” En otras latitudes, pero imbuido de similar espíritu, tenemos al navegante hispano Juan Sebastián Elcano, quien avanzando en su hazaña de circunnavegar por primera vez el mundo, al ser interceptado por navíos portugueses en la costa africana de Cabo Verde (1522), les declara que prefiere morir luchando, antes que ser capturado o rendirse, logrando de esta forma abrirse paso hasta alcanzar su destino. Otro ejemplo de este heroico temple demostrado por los guerreros españoles en distintas partes del mundo, lo tenemos en la milagrosa batalla de Empel (1585), donde sin amilanarse ante una situación adversa, el brillante maestre de campo don Francisco Arias de Bobadilla rechazaba cualquier opción de rendirse, declarando en forma desafiante frente sus enemigos que: “Los infantes españoles prefieren la muerte a la deshonra. Ya hablaremos de capitulación después de muertos.” Y hasta en el temple femenino se daban muestras de este valor guerrero, y nada personifica mejor este hecho que el grito de guerra pronunciado en La Coruña por Maria Pita, quien llamando a repeler espada en mano el asalto de la marina inglesa (1589), convocaba a sus compatriotas al combate con el grito de “… quien tenga honra, que me siga…”, ante el cual nadie podía

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restarse, logrando rechazar valerosamente a la flota comandada por el célebre sir Francis Drake. Similar situación aunque más descarnada se vivió en la casi recién fundada ciudad de Santiago en Chile, donde la guarnición hispana estaba a punto de colapsar (1541) hasta que intervino la española Inés de Suarez, quien decapitando a siete caciques prisioneros, arrojó sus cabezas sobre las tribus indígenas que los atacaban, causando el espanto y amedrentamiento de los aborígenes, quienes se dispersaron, desistiendo de su ataque. Esta convicción de luchar hasta las últimas consecuencias, si bien para muchos parecía ser una cualidad innata de los hispanos, los hechos demuestran que en realidad aquello se sustentaba en una noble tradición guerrera, que con los años se fue extinguiendo, aunque de cuando en cuando volvía a resurgir, pero que seguía ahogándose en una continua intermitencia, hasta volver a despertar bajo el fervor que desató el patriotismo peninsular, a principios del siglo XIX en la guerra de resistencia para expulsar la invasión napoleónica del territorio español. De igual forma tras la usurpación napoleónica, los dominios hispanos de la corona española en América vivieron su propio despertar, viendo la ocasión para avanzar en su autodeterminación, junto con luchar por sacudirse del absolutismo monarquista que los dirigía a distancia desde la península ibérica; movimiento liderado en su mayoría por los llamados criollos, descendientes de inmigrantes europeos que arribaron para establecerse en estas tierras. Si analizamos la corriente migratoria hispana, y en especial hacia el cono sur de América, nos encontramos que en el caso de la Capitanía General de Chile, gran parte de quienes se establecían en este territorio, eran militares de oficio formados en Europa, que tras servir en las campañas de Arauco en la zona de Concepción y el río Biobío, se establecían en el país, afianzándose en el retiro dedicados en la mayoría a la agricultura y ganadería; mientras que otro grupo de inmigrantes, se aventuraba a estas comarcas para ejercer el oficio

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de comerciante. Lo anterior explica el hecho de que el contingente de los batallones de milicias cívicas, estaban conformados mayoritariamente por agricultores y comerciantes. Agricultor y miliciano era el chileno Bernardo O’Higgins Riquelme.5 Comerciantes y milicianos eran el español Idelfonso Elorriaga y el catalán Francisco Javier Molina, asentado el primero en Santiago, mientras que el segundo se había establecido en Concepción; y a la hora de cruzar espadas para defender sus respectivas causas, cada uno se sumó a su respectivo bando para empeñarse en batalla sobre los campos del sur de Chile. Sin embargo, tanto milicianos como militares de oficio en uno y otro bando, si bien se enfrentaron con valor en distintas instancias, no parecían tener enraizado el valor guerrero de sus antepasados hispanos. En el bando monarquista, su primer comandante en jefe, el brigadier Antonio Pareja, como insigne veterano de Trafalgar (1805) intentó impregnar a sus tropas de este heroico legado, no obstante para su decepción, muchos de sus oficiales colaboradores no estaban imbuidos de igual pasión, y debe haber sido una gran decepción para él que sus batallones de chilotes, que eran la columna vertebral de su ejército, se negaran a intentar cruzar el río Maule, y el resto de sus tropas se fuera dispersando producto de la deserción que los consumía día a día. Solo un pequeño grupo de oficiales españoles (Sanchez, Elorriaga, Quintanilla) y criollos (Lucas Ambrosio Molina, Urrejola, Olate, Lantaño, Carvallo), logró sostener el espíritu de lucha en el sur, haciéndose imbatibles ante las arremetidas patriotas.6 Por otra parte, en el bando patriota chileno, tampoco había una tradición guerrera que los llevara a empeñarse en combate a cabalidad hasta las últimas consecuencias, y esto explica hechos como el de finales de marzo de 1813, cuando los patriotas capitularan casi sin oponer resistencia en Concepción y Talcahuano 5

Hijo del inmigrante irlandés Ambrosio O’Higgins, quien se inició como dependiente de comercio en Cádiz España, para después pasar a servir en América, tanto en el ejército como en la administración pública hispana, demostrando tanta laboriosidad y eficiencia en cada una de las funciones que desempeñó, que lo llevaron a alcanzar los más elevados cargos en dichas esferas. 6 Ver https://archive.org/details/INTREPIDOTEMERARIOYAUDAZ/page/n73

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ante la invasión monarquista.7 Tampoco causó gran extrañeza la rendición y entrega del coronel Luis de la Cruz ante el ataque de Elorriaga a su guarnición en junio de 1813;8 o la rendición luego de una débil defensa por parte de los patriotas en Concepción para abril de 1814.9 Sin embargo, parte del ejército chileno se fue impregnando en batalla, del coraje de destacados oficiales extranjeros que fueron demostrando su aguerrido valor en combate, como el sargento mayor español don Hipólito Oller, quien cayó inmolado en Chillán enfrentando a las tropas de su compatriota Elorriaga;10 o la heroica resistencia ejercida en Talca por el comandante español Carlos Spano, quien ofrendó su vida defendiendo los ideales de los republicanos e independistas chilenos, al ser también ultimado por las fuerzas de Elorriaga.11 Y si de chilenos se trata, hay un hombre que desde los inicios de la campaña demostró un coraje y bravura en combate, que causó admiración entre sus adversarios y en sus propias filas: el comandante Bernardo O’Higgins Riquelme. Fue O’Higgins quien rescató e hizo propia la tradición hispana del guerrero inclaudicable. Su grito de guerra pronunciado a viva voz en los campos del sur de Chile, y que se hizo célebre en el combate de El Roble en octubre de 1813: ¡VIVIR CON HONOR O MORIR CON GLORIA, EL QUE SEA VALIENTE QUE ME SIGA!, no es más que la conjunción de las arengas de don Juan de Austria, de Hernán Cortés, de Maria Pita, y tantos otros destacados guerreros españoles, que ya hemos señalado con anterioridad en estas páginas, y tal como veremos en este libro, su heroica resistencia en Rancagua, no es más que un digno intento por replicar el temple y la osadía demostrada por los tercios españoles en jornadas tan heroicas como Empel. Y si bien ya hemos hablado del liderazgo y la bravura en combate, vale la pena ahondar en el objetivo final que tiene el hecho de intentar resistir hasta último momento, o bien el empeñarse en 7

Ver https://archive.org/details/INTREPIDOTEMERARIOYAUDAZ/page/n27 Ver https://archive.org/details/INTREPIDOTEMERARIOYAUDAZ/page/n85 9 Ver Capítulo IV de este libro. 10 Ver https://archive.org/details/INTREPIDOTEMERARIOYAUDAZ/page/n97 11 Ver https://archive.org/details/INTREPIDOTEMERARIOYAUDAZ/page/n159 8

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doblegar al adversario hasta las últimas consecuencias. Al respecto, cabe tener siempre presente que en distintas actividades y disciplinas, existe una gran diferencia entre ser derrotado y rendirse, y solo quienes logran entenderlo son capaces de luchar por doblegar o resistir hasta las últimas consecuencias. El erudito oficial español, don José Almirante y Torroella (1823-1894) en su afán de gran estudioso y especialista en el arte de la guerra, intentaba explicar con claridad este concepto en una de sus prolíficas obras, señalando que: “El vencido puede quedar soberbio y rebelde. El rendido queda postrado… La plaza que se rinde, se entrega. Vencer es poder. Rendir es dominar. El que vence triunfa. El que rinde avasalla.”12 En las páginas de este libro veremos cómo los jefes militares monarquistas del ejército hispano en Chile, estaban empeñados en someter y doblegar a los patriotas chilenos, condición que exigieron de distintas formas a sus comandantes en jefe; teniendo como resultado una tibia y desastrosa respuesta por parte del brigadier Gaínza, mientras que el general Osorio se empeñó en apoyarlos, aunque muy temeroso y a regañadientes. De igual forma veremos cómo O’Higgins logra avanzar y sobreponerse a la adversidad, hasta ejecutar la heroica defensa de Rancagua, donde dejó establecido como legado a los militares chilenos que si bien pueden ser vencidos, jamás deberán permitir ser doblegados. En ASÍ SE PELEABA EN AMÉRICA daremos testimonio de la encarnizada lucha que se continuó dando en la llamada Guerra por la Independencia de Chile durante 1814, exponiendo tanto las más nobles virtudes, como las más graves falencias acreditadas por sus protagonistas en combate. Andrés Ruggieri Lusso Investigador de Historia Militar ruggieri.cl@gmail.com 12

Ver DICCIONARIO MILITAR: ETIMOLÓGICO, HISTÓRICO Y TECNOLÓGICO. Imprenta y litografía del Depósito de la Guerra. Madrid 1869.

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PREÁMBULO

LA ALIANZA PATRIOTA CHILENO ARGENTINA


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PREÁMBULO

LA ALIANZA PATRIOTA CHILENO ARGENTINA (Páginas 14 a 25) EL PRIMER PLAN DE EXPEDICIÓN LIBERTADORA AL PERÚ – EL PECADO DE APEDILLARSE CARRERA – EL VALEROSO E INSPIRADOR CONTINGENTE ARGENTINO – LOS PATRIOTAS ACORRALADOS EN CONCEPCIÓN – PENA DE MUERTE, AZOTES Y CONFINAMIENTOS – OHIGGINS EN TRAYECTO A CONCEPCIÓN – ANÁLISIS DE LAS DISPOSICIONES MILITARES DE OHIGGINS – LA PRIMERA VICTORIA DE LOS ALIADOS PATRIOTAS – DETALLES DEL COMBATE DE CUCHA CUCHA – LA IMPORTANCIA DEL PRIMER TRIUNFO ALIADO

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EL PRIMER PLAN DE EXPEDICIÓN LIBERTADORA AL PERÚ Desde principios de 1811, y en una muestra por afianzar su alianza con los patriotas rioplatenses, los gobiernos revolucionarios instalados en Chile se habían esmerado por apoyar el esfuerzo bélico argentino, en su guerra contra el Virrey del Perú. Dicho apoyo se había traducido básicamente en el enganche y envío de unos 800 soldados reclutas, que pasaron a engrosar los ejércitos patriotas que combatían en Alto Perú (actual Bolivia). A esto se sumaba el aporte de 80 quintales (unos 3.600 kilos) de pólvora; más el envío de una columna auxiliar compuesta de 300 militares veteranos trasladados desde Concepción, comandada por el teniente coronel chileno don Andrés Alcázar.1 Iniciada la guerra en el sur de Chile para marzo de 1813, las autoridades chilenas se esmeraron en gestionar el inmediato retorno de dicho contingente auxiliar; y junto con lo anterior, en una osada y para muchos descabellada propuesta, los chilenos solicitaron a sus aliados bonaerenses el inmediato envío de tropas y armas rioplatenses, para emprender una expedición libertadora al Perú por vía marítima, que llevara la guerra directamente a las tierras de dicho virreinato, 2 anticipándose en la práctica siete años, a la acción impulsada posteriormente por O’Higgins en 1820, y que sería comandada por el Almirante Cochrane y el general San Martín. Para dar mayor celeridad a estas gestiones, la Junta de Gobierno chilena, destinó en calidad de comisionado al destacado patriota don Manuel de Salas, para que iniciara las tratativas directamente en Buenos Aires. Según señala don Diego Barros Arana, el diplomático rioplatense Bernardo Vera y Pintado, oficiaba por su parte desde Chile a las autoridades trasandinas, con fecha 18 de abril de 1813, solicitándoles: “… el último empeño para socorrer a 1 2

Ver https://archive.org/details/INTREPIDOTEMERARIOYAUDAZ/page/n7 Ver https://archive.org/details/INTREPIDOTEMERARIOYAUDAZ/page/n53

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Chile con el posible número de tropas. Acabada en breves días la campaña de Concepción, podrán estas mismas verificar el desembarco por Arica o Pisco; y he aquí aniquilada toda la agonizante fuerza del Perú… En una palabra, Chile convencido de la necesidad de una alianza ofensiva y defensiva con Buenos Aires, se unirá de suerte que ambos consoliden los grandes destinos del sur.”

EL PECADO DE APELLIDARSE CARRERA Con fecha 15 de mayo de 1813, el gobierno de Buenos Aires responde favorablemente a la iniciativa de una incursión militar por vía marítima al Virreinato del Perú, pero los contratiempos sufridos por el ejército patriota en el sur de Chile, sumado a la agobiante escases de recursos que sufrían los patriotas rioplatenses, vinieron a postergar indefinidamente esta pionera y audaz iniciativa. No obstante lo anterior, las autoridades bonaerenses se esmeraron por apoyar el esfuerzo bélico de sus aliados, organizando para estos efectos, un contingente militar que pasara a reforzar a los combatientes chilenos, en la guerra que libraban contra los realistas en la provincia de Concepción. De esta forma se comisionó al entonces gobernador intendente de Córdoba, teniente coronel don Santiago Carrera, para que conformara dicho contingente expedicionario, destinado a servir en territorio aliado. Pero estando las autoridades chilenas en dicho momento, empeñadas en destituir al general José Miguel Carrera, debido a los magros resultados bélicos obtenidos a la fecha en la campaña del sur, sintieron cierta incomodidad al ser informadas del apellido del comandante cordobés que llegaría como refuerzo. Según relata don Diego Barros Arana “… En principio, el solo anuncio de la venida de esas tropas (argentinas) había producido en Chile cierta alarma, por cuanto se creía que el jefe que las mandaba (Santiago Carrera) era pariente de los generales que aquí mandaban el ejército patriota. El gobierno de Buenos Aires, advertido en tiempo de estos temores, dispuso prontamente que pasara a Chile, el coronel 15


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don Marcos Balcarce a tomar el mando de esa fuerza.” Con respecto a esta determinación, según documentación acreditada por Barros Arana, el diplomático bonaerense Bernardo Vera y Pintado informaba al gobierno trasandino que “… la subrogación del coronel Balcarce en lugar del teniente coronel Carrera, removerá todo principio de recelo en los que por el apellido y correspondencia de éste con sus parientes de Chile, le miraban ya como un nuevo eslabón que reforzaba la cadena que arrastraban, sin atreverse a romper.” Pero si bien este cambio en el comando de las fuerzas argentinas, vino a tranquilizar a las autoridades chilenas; los públicos anhelos demostrados por la Junta de Gobierno, en cuanto a poner a la cabeza del ejército de Chile a un comandante sin partido; y sin mayores vinculaciones familiares con políticos o militares, llevaron a don José Miguel Carrera a sospechar que el gobierno central se aprontaba a reemplazarlo, entregando el mando de las fuerzas patriotas chilenas, al comandante argentino Balcarce. Esto lo puso aún más a la defensiva, manifestando a su entorno la firme disposición de no entregar el mando del ejército chileno a un patriota extranjero; situación que finalmente solo se vino a subsanar con la designación del coronel O’Higgins, como General en Jefe a finales de 1813.3

EL VALEROSO E INSPIRADOR CONTINGENTE ARGENTINO Según el historiador Bartolomé Mitre, la columna auxiliar expedicionaria enviada a Chile, estaba compuesta por un contingente de 244 soldados, reclutados en las proximidades de Córdoba y Mendoza, más 13 oficiales. Este reducido pero valeroso contingente de infantería, contribuyó decididamente a sostener la causa patriota durante 1814, y tanto oficiales como soldados tuvieron una destacada participación bélica en territorio chileno, demostrando su invaluable bravura y pericia militar, en cada 3

Ver https://archive.org/details/INTREPIDOTEMERARIOYAUDAZ/page/n139

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combate donde fueron requeridos, ganándose un merecido renombre. Entusiasmado e inspirado por estos pioneros compatriotas expedicionarios, en abril de 1814, el entonces General en Jefe de los ejércitos patriotas que combatían contra los realistas en Alto Perú, don José de San Martín; reflotaba el plan original que un año antes el gobierno patriota chileno había propuesto a sus aliados bonaerenses. Estando alejado temporalmente del servicio activo por encontrarse enfermo, en carta privada dirigida al político rioplatense don Nicolas Rodriguez Peña; el comandante San Martín le señalaba con fecha 22 de abril de 1814 su anhelo de ser destinado a combatir en Chile, para reforzar a sus compatriotas en la lucha que sostenían junto a sus aliados contra los realistas, para lo cual le solicitaba influir en dicha decisión: “… Lo que yo quisiera que ustedes (Gobierno de Buenos Aires) me dieran cuando me restablezca, es el gobierno (provincial) de Cuyo. Allí podría organizarse una pequeña fuerza de caballería para reforzar a Balcarce en Chile, cosa que juzgo de gran necesidad si hemos de hacer algo de provecho; y le confieso que me gustaría pasar allá mandando ese cuerpo.” Las fuerzas auxiliares trasandinas, arribaron a la capital de Chile el 04 de octubre de 1813. El comandante Santiago Carrera permaneció en la metrópoli chilena, mientras que la columna argentina, encabezada ahora por Balcarce, avanzó hasta Talca, y a finales de 1813, pasaron más al sur, integrándose a la división que comandaba el coronel don Juan Mackenna; quien tal como detallaremos más adelante, para principios de febrero de 1814, establecía su campamento militar en la zona de Membrillar, sector donde confluyen los ríos Ñuble e Itata.

LOS PATRIOTAS ACORRALADOS EN CONCEPCIÓN Desde enero de 1814, la situación de los patriotas en el sur de Chile, era en extremo apremiante. Si bien el general Carrera había sido

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destituido del mando del ejército, no obstante permanecía temporalmente comandando las tropas independistas en Concepción, que eran acechadas desde el sur del Biobío por las guerrillas del oficial español Antonio Quintanilla; mientras que las comunicaciones hacia el interior y hacia el norte de la provincia, estaban obstruidas por las guerrillas de Elorriaga, que establecidas en las localidades de Rere y Hualqui, campeaban cortando toda fuente de abastecimiento y comunicación para el ejército patriota, esmerándose continuamente por acechar e interrumpir todos los caminos y trayectos, consumando el aislamiento patriota con la metrópoli y el gobierno central chileno. Estando de esta forma prácticamente acorralado en Concepción, el general Carrera da cuenta de un complot organizado al interior de la ciudad, por partidarios del bando realista, que eran liderados por el oficial chileno del regimiento Dragones de la Frontera, don Santiago Tirapegui, quien desde la invasión realista de marzo de 1813, se había proclamado como defensor de la causa monarquista, combatiendo contra los patriotas, hasta ser capturado en Concepción, donde permanecía recluido, pero bajo una modalidad de libertad vigilada al interior de la ciudad. Según relata don Diego Barros Arana “… En mayo anterior (1813) cuando Concepción fue reconquistada por las armas patriotas, Tirapegui debió haber sido confinado a Florida o a la isla de la Quiriquina; pero se hallaba enfermo, y por instancia de sus parientes, se le permitió que se quedara en Concepción. En principio se había mantenido tranquilo, ajeno a los acontecimientos políticos y militares que se desarrollaban; pero cuando vio los excesos que cometían los soldados patriotas, y las prisiones injustificadas de hombres y de mujeres, y sobre todo cuando creyó que estos abusos habían desprestigiado suficientemente la revolución, hasta el punto de parecerle posible restablecer el régimen antiguo con un solo golpe de audacia…”.

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PENA DE MUERTE, AZOTES Y CONFINAMIENTOS Tirapegui comenzó a orquestar una revuelta al interior de Concepción, cuyo plan sintetizado consistía en tomar por sorpresa el cuartel de milicias de infantería, en una maniobra combinada desde las afueras de la ciudad con las fuerzas guerrilleras de Elorriaga y Quintanilla, golpe que esperaban ejecutar la noche de navidad en diciembre de 1813. Enterado el general Carrera de estos planes, tomó las más enérgicas medidas contra quienes logró identificar como conspiradores; y en sentencia promulgada el 14 de enero de 1814, fueron condenados a pena de muerte y ejecutados bajo el repugnante sistema de la horca, los ciudadanos Santiago Tirapegui, José María Reyes, Tadeo Rebolledo, Mateo Carrillo, Antonio Lobato e Hilarión Villegas. Otros dos individuos condenados a la misma pena, se escaparon antes de ser ejecutada la sentencia. Junto con lo anterior, otros vecinos de Concepción entre quienes se contaban varias mujeres, a quienes no se les pudo acreditar su participación en el complot, fueron recluidos en barcos anclados en Talcahuano, mientras que otros pasaron a ser confinados a la isla de la Quiriquina, todo lo cual generó gran conmoción al interior de la ciudad, por tratarse de connotados vecinos, con extensos lazos familiares en la zona, todo lo cual provocó gran animadversión para la causa independista en la región, fortaleciendo a su vez, la causa monarquista. Según relata don Diego Barros Arana sobre estos hechos: “No era ésta la primera vez que el general Carrera hacia aplicar la pena capital por delitos semejantes. En los últimos tiempos de su mando militar había desplegado un rigor que alarmó al gobierno por la responsabilidad que pesaba sobre él, y por el temor de las represalias que podía tomar el enemigo.” Por su parte, el cronista español fray Melchor Martinez, señala que… “Quitó Carrera la vida a más de veinte personas por indicios de comunicación con el ejército del rey.” El propio general Carrera reconocía estos actos de crueldad

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innecesarios, que muchas veces eran acompañados de la burla. En carta a su hermana doña Javiera, le informaba al respecto que “… Esta ciudad (Concepción) y sus partidos se van mejorando mucho. El azote y la horca andan listos. Mañana azotarán a un señor de casaca, y voy a hacer la picardía de ponerle en el rollo el retrato de Fernando VII para que se encomiende a él.”

O’HIGGINS EN TRAYECTO A CONCEPCIÓN Tal como recordaremos, a fines de 1813 O’Higgins había sido citado por la Junta de Gobierno patriota, para presentarse en Talca (escoltado por el Catalán Molina en todo el trayecto) con el objetivo de nombrarlo como general en jefe de las fuerzas independistas, en reemplazo del destituido general Carrera. Una vez que el comandante O’Higgins acepta su nombramiento, asumiendo bajo las condiciones más difíciles para el ejército patriota desde el inicio de la guerra, se traslada desde Talca rumbo a Concepción, secundado por el coronel don Juan Mackenna, más un contingente de refuerzos que el gobierno patriota había logrado reunir para volver a dar impulso al esfuerzo bélico contra las fuerzas monarquistas, que campeaban al sur del Maule. Con fecha 04 de enero de 1814, el general O’Higgins avanza hasta alcanzar la localidad de Cauquenes, donde establece temporalmente su cuartel general. Días después emprende un nuevo avance al sur, hasta alcanzar la localidad de Quirihue, con fecha 18 de enero. El 31 de enero es autorizado por el gobierno central para avanzar hasta Concepción, hasta donde se traslada escoltado solo por un contingente de 200 hombres, dejando en Quirihue al mando del resto de las fuerzas patriotas con las cuales había emprendido rumbo desde Talca, al coronel Mackenna. Una vez arribado a Concepción (02 de febrero de 1814), el general O’Higgins ordena al

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comandante Mackenna movilizar sus fuerzas hasta el sector de Membrillar, en la confluencia de los ríos Ñuble e Itata. 4

ANÁLISIS DE LAS DISPOSICIONES MILITARES DE O’HIGGINS En su memoria histórica sobre O’Higgins, el clérigo Casemiro Albano relata que luego de felicitar al prócer chileno por su nombramiento como general en jefe de las fuerzas patriotas, este le respondía con total sinceridad lo siguiente: "Compadézcame V. amigo mió, me decia, en la posición mas difícil y peligrosa que afecta al empleo en que el Gobierno y la opinión pública me ha colocado: V. conoce la situación lamentable en que se encuentra nuestra fuerza armada, que no me atrevo á llamar ejército; porque nada, nada veo en su material y moral que merezca este nombre. Sin embargo el peligro de la patria exije este servicio; pide desde luego menos de quien al seguir sus banderas se propuso rendir el último aliento en defensa de su libertad e independencia". Sin considerar la evidente falta de elementos y recursos, para emprender adecuadamente una campaña bélica, diversos historiadores han tendido a criticar la suspuesta dispersión de las fuerzas patriotas al sur del Maule, además de calificar como muy desacertadas las disposiciones del general O’Higgins, durante el primer trimestre de 1814. Un análisis desapasionado y bien documentado, puede dar verdadera luz al complejo escenario estratégico del momento. Lo primero que debe quedar en claro, es que no había tal dispersión, y que el reducido ejército se encontraba dividido practicamente en partes iguales, conformando dos divisiones. Una de ellas, estancada tal como hemos visto desde hace meses en Concepción, aseguraba el dominio de la capital del Biobío y del puerto de Talcahuano, que en manos de los realistas vendría a mejorar considerablemente sus comunicaciones y lineas de abastecimiento, tanto con Valdivia y 4

Ver https://archive.org/details/INTREPIDOTEMERARIOYAUDAZ/page/n147

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Chiloé, como con el Perú. En vista de lo anterior, junto con mantener el dominio en dicha zona, era importante acelerar los preparativos y romper el cerco, pasando a la ofensiva contra los realistas, que mantenían su cuartel general en Chillán. El hecho de disponer que las fuerzas del comandante Mackenna se situaran en Membrillar, venía a constituir una fuerza táctica de fijación, que cumplió a cabalidad logrando tres objetivos importantes:  Mantener bajo amenaza el cuartel general monarquista en Chillán, llevando a los realistas a sostener un fuerte contingente practicamente inmovilizado, tanto en la misma ciudad como en sus alrededores, para resguardar su centro operativo.  Evitar que los realistas avanzaran con el grueso de sus fuerzas a sitiar y tomar por asalto Concepción, con el riesgo latente de ser atrapados bajo dos fuegos.  Disipar la amenaza de que las fuerzas realistas marcharan desde Chillán con gran parte de su ejército al norte, para tomar posesión de la entonces desguarnecida capital de Chile. Si a finales de enero de 1814, el general O’Higgins hubiese tomado la decisión de concentrar todas sus fuerzas en Concepción, la evidencia indica que habría quedado sitiado por mar y tierra, frente a la indesmentible falta de elementos de movilidad que se encuentra debidamente acreditada, junto con dejar el camino abierto a los realistas, para que avanzaran a tomar posesión de la ciudad de Santiago, sin mayores contratiempos.

LA PRIMERA VICTORIA DE LOS ALIADOS PATRIOTAS Permaneciendo en el sector de Membrillar por instrucciones del general O’Higgins, durante febrero de 1814 el coronel Mackenna mantiene en permanente observación a los realistas. Estando el campamento patriota próximo a la hacienda de Cucha Cucha,

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propiedad del chileno don Luis Urrejola, renombrado comandante realista y enemigo acérrimo de la causa independista; Mackenna es informado de la incipiente concentración de fuerzas enemigas en dicho sector. Para desbaratar cualquier amenaza, el propio comandante Mackenna sale la madrugada del día 23 de febrero de 1814, desde el campamento patriota de Membrillar, secundado por el coronel Andrés de Alcázar, liderando un contingente de ataque, compuesto de 300 fusileros, 40 dragones, 2 piezas de artillería y varios oficiales de milicia; dejando a cargo del resto de las fuerzas aliadas, al comandante rioplatense Marcos Gonzalez Balcarce, en calidad de jefe de estado mayor de dicha división. Al llegar al amanecer a las casas de la hacienda, las encuentran vacías, ya que el enemigo había cruzado el rio Ñuble. Ordenando descansar a la tropa, Mackenna distribuye gente para requisar el ganado disponible en las inmediaciones, lo que es detectado por los realistas, quienes repasando nuevamente el rio, se lanzan en ataque contra los patriotas. Al encuentro de las tropas monarquistas sale el valeroso teniente coronel patriota don Santiago Bueras, quien junto a sus hombres logra contenerlas, obligándolas al repliegue. Una vez reforzados los realistas, emprenden nuevamente ataque sobre las tropas de Bueras, las cuales apoyadas por un cuerpo de 100 auxiliares argentinos, dirigidos por el sargento mayor bonaerense don Juan Gregorio Las Heras, logran poner a los enemigos en franca retirada. De esta forma, los patriotas quedan dueños del terreno, junto con requisar abundante ganado, caballos y fusiles quitados al enemigo.

DETALLES DEL COMBATE DE CUCHA CUCHA En el parte oficial de la jornada, el coronel Mackenna señala que: “Nuestra pérdida de solo tres muertos, ningún prisionero y ocho heridos, los más levemente, parecerá increíble a cualquiera que hubiera presenciado la viveza del fuego, que fue por un tiempo a tiro

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de pistola. Como los enemigos estaban formados en pelotón, casi no se perdía tiro y se veía claramente caer muchos, en particular en tres balas de cañón que solo alcanzó a tirar el capitán (Nicolas) García. Otro oficial (realista) fue muerto por la partida de granaderos mandada por el capitán graduado don Bernardo Cáceres. Como el enemigo tiene la invariable costumbre de retirar sus muertos y heridos en el momento que caen, no es posible decir con certeza su perdida, pero sí aseguro que ha sido muy considerable. Los cuerpos, oficialidad y tropa se portaron con la mayor intrepidez, y mi segundo el coronel Alcázar me auxilió infinito, particularmente durante la decidida maniobra de mudar de posición bajo el fuego del enemigo…” Este combate levantó en instante la moral de los patriotas y llenó de satisfacción al general O’Higgins y al gobierno, ya que al fin luego de meses de inactividad se comenzaba a poner a raya a los realistas. Más aún, enterados al día siguiente de que una partida realista había interceptado un convoy que desde Talca llevaba considerables pertrechos y suministros para la división de Membrillar; el coronel Alcázar salió de inmediato en persecución de las guerrillas, logrando atacarlas y rescatar satisfactoriamente todo el cargamento, y aún con el agregado de quitarles además una buena partida de ganado. Con estas acciones, los patriotas comenzaban a imponer respeto en la zona.

LA IMPORTANCIA DEL PRIMER TRIUNFO ALIADO El combate de Cucha Cucha, si bien puede ser calificado como una acción militar menor, alcanzó gran trascendencia al constituirse en el primer triunfo de una fuerza militar combinada, entre patriotas chilenos y argentinos, comandados en esta oportunidad por un oficial irlandés como lo era Mackenna. Informado el gobierno de Buenos Aires de esta acción, envió un elogioso reconocimiento a sus hombres. Según el historiador argentino Mitre: “En premio de esta acción señalada, el gobierno

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argentino decretó un escudo de honor, de que no se hace mención en ninguno de los registros oficiales publicados, sin embargo de ser un hecho recogido por la historia.” Otro efecto de esta acción combinada, es que vino a estrechar el vínculo fraternal entre los militares chilenos y argentinos, y nada mejor para consolidar una alianza entre camaradas de armas, que hermanarse en un escenario apremiante, apoyándose mutuamente en combate contra un enemigo en común, dando estocadas con sable o bayoneta, bajo el fragor de las balas. La hermandad y el reconocimiento quedaron manifestados en distintas muestras de elogio. Don Domingo Perez, comisario de abastecimientos del ejército chileno, dedicó unos versos a las fuerzas bonaerenses, y en especial al comandante Las Heras tras esta acción: “Mil vivas, parabienes mil elogios—Te da un republicano, valiente Heras, —Por el valor, firmeza y grande arrojo— Que hoy has manifestado en tu carrera. —Tus heroicas falanges y oficiales, — Tus bravos compañeros de pelea, —Han dado a conocer fiel heroísmo — Tan natural en la Argentina esfera. —En ese emporio de tu amante Estado — En esa ilustre Grecia y gran guerrera—En esa Esparta, esa brillante Roma —Se producen por Marte, bravos Heras. —Con tu Argentino auxilio y tus legiones. —Hoy el Chileno Estado se consuela. — Viva la Patria Chilena. —Viva el Argentino Estado—Vivan los fieles soldados — Con la tricolor bandera.” Otro punto importante a mencionar, es que en el parte oficial del comandante Mackenna que ya hemos mencionado, junto con elogiar el apoyo en combate de los auxiliares trasandinos, destaca en especial la siguiente acción que presenció durante el combate: “El siguiente rasgo de valor personal no debe sepultarse en el olvido. Un cabo del cuerpo de auxiliares de Buenos Aires, Manuel Araya, viendo a un oficial enemigo que con suma intrepidez animaba sus tropas, marchó sobre él, lo mata y vuelve en su caballo montado a la formación”. Así… se peleaba en América.

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CAPÍTULO I

UN EJÉRCITO DE LEONES COMANDADO POR UNA OVEJA


CAPÍTULO I (Páginas 28 a 47) LOS EFECTOS QUE PROVOCA UN GRAN LÍDER – LAS ESPERANZAS DE ELORRIAGA – ELORRIAGA COMO ASESOR DE GAÍNZA – UN MIEMBRO DE LA ORDEN DE MALTA – ANÁLISIS CRÍTICO AL DESEMPEÑO DEL GENERL GAÍNZA – LA VISIÓN DE GAÍNZA SOBRE SU EJÉRCITO – PARALELO ENTRE SAN MATÍN Y GAÍNZA – SAN MARTÍN: UN GRAN FORMADOR DE HÉROES – ANÁLISIS DE LAS FUERZAS REALISTAS DE GAÍNZA – EL RECONOCIMIENTO DE GAÍNZA SOBRE EL CAMPAMENTO DE MACENNA – RECOMENDACIÓN DE ELORRIAGA: NO ATACAR MEMBRILLAR – JUZGANDO EL DESEMPEÑO DE GAÍNZA – LAS FALLIDAS INTENTONAS DE ATAQUE DE GAÍNZA – GAÍNZA Y SUS INEXCUSABLES JUSTIFICACIONES – UN EJÉRCITO INFERIOR SOLO EN LO QUE RESPECT A SU COMANDANTE EN JEFE.


LOS EFECTOS QUE PROVOCA UN GRAN LÍDER En uno de sus libros sobre la llamada Guerra del Pacífico (18791883),1 el coronel chileno don Luis A. Arenas destaca la importancia que representa para un ejército, el hecho de pasar a ser liderado por un comandante aguerrido, que logre levantar la moral e impulse las acciones bélicas en forma decidida. Luego de ejemplificar con varias figuras militares históricas, el coronel Arenas hace referencia al comandante norteamericano Matthew Ridway, quien tras asumir la conducción de las fuerzas de la ONU en la Guerra de Corea (19501953), logra recomponer a las vapuleadas fuerzas aliadas, generando una arrolladora contra ofensiva estratégica: “La historia se repite en todos los tiempos. En diciembre de 1950, después de la porfiada y tenaz resistencia ante enemigos muy superiores en número, el 8° Ejército Norteamericano se retiraba penosamente hacia el Sur, por caminos cubiertos de nieve, en medio de un ambiente de derrota y fracaso que deprimió hasta lo más indecible el carácter y aptitudes de Jefes, Oficiales y tropa. El teniente general Ridway, nombrado recientemente Comandante en Jefe del Ejército Norteamericano en Corea, fue a inspeccionar el frente del 8° Ejercito, llevando una Brigada consigo. A su llegada, después de su recepción oficial (ocurrió lo siguiente): - General (le dijo el comandante del 8° Ejército), estos son nuestros planes para evacuar nuestro sector. - Señores (respondió Ridway), no tengo ningún interés en sus planes de retirada. QUIERO VER LOS DE ATAQUE. (De esta forma) Ridway en pocas semanas electrizó a su gente; efectuó un cambio de ánimo y propósitos que nadie hubiera imaginado posible (señalando a sus hombres lo siguiente):

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Ver libro Encina contra Encina: Restablecimiento de la verdad histórica sobre la Guerra del Pacífico, del coronel del ingenieros, y abogado don Luis Alfredo Arenas Aguirre. Instituto Geográfico Militar. Santiago de Chile. 1958

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- Voy a dar a ustedes todo lo que soy capaz de dar, lo mismo espero de ustedes. Lo único que me interesa es destruir al enemigo. Y así, tropas que en la víspera se encontraban desmoralizadas, comienzan con una ofensiva mortífera y destructora. A 15.000 subieron las bajas enemigas por semanas, y a los cuatro meses, los rojos se batieron en retirada y buscaban su salvación en una tregua.” Para inicios del año 1814 en Chile, la esperanza de las fuerzas monarquistas, era que el general Gaínza diera un vuelco estratégico definitivo que llevara a la victoria del bando monarquista sobre los patriotas, es decir, necesitaban un líder que los electrizara, que entregara lo mejor de sí y exigiera lo mismo a cambio, impulsándolos a la victoria definitiva. Pero tal como veremos en detalle, y para decepción de la causa monarquista en Chile, el aludido no logró estar a la altura que las circunstancias requerían.

LAS ESPERANZAS DE ELORRIAGA En marzo de 1814, el comandante español don Idelfonso Elorriaga descansaba en la firme convicción de ver muy próximo el momento en que las fuerzas patriotas de O’Higgins fueran aniquiladas, y con ello, toda resistencia de los independistas al sur del río Maule, escenario que abría las puertas de par en par a los realistas, para avanzar al norte y tomar posesión de la ciudad de Santiago, lo cual vendría a poner fin a la revolución insurgente en Chile. Para estos efectos, el coronel Elorriaga tenía una confianza enorme en su comandante en jefe, el brigadier español Gabino Gaínza, por quien siempre demostró una gran admiración, sumado a su apoyo irrestricto con el jefe militar hispano, tanto en su momento de esplendor, como en sus mayores instantes de desgracia, lo que habla muy bien de la nobleza y lealtad del bravo Elorriaga. El escenario para el ejército monarquista se veía muy auspicioso, ya que contaban con fuerzas más numerosas y mejor equipadas que los patriotas. Junto con lo anterior, la jornada del 04 de marzo de 1814 los había llenado de entusiasmo y esperanza, al dar duros golpes a

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los rebeldes independistas en un solo día, como fueron la captura de los hermanos Carrera, la victoria sobre los patriotas en Gomero, además de la sangrienta y heroica captura de Talca, teniendo como consecuencia esta última acción que Elorriaga pasaba a controlar el punto neurálgico de las líneas de comunicaciones y abastecimiento de las fuerzas patriotas en el sur, dejando al ejército del general O’Higgins, prácticamente incomunicado e inhabilitado para recibir refuerzos y recursos de todo tipo. Junto con lo anterior, además de controlar toda la línea del río Maule, el accionar de las guerrillas de Elorriaga se extendía desde Talca a Concepción, campeando con total desenvoltura, para desgracia de la causa patriota, situación que dejaba a las fuerzas monarquistas en posición expedita para avanzar de lleno a capturar la capital del Reino de Chile. Todo lo anterior debe haber mantenido ansioso y expectante a Elorriaga en Talca, ya que de concretarse la derrota de las fuerzas del general O’Higgins al sur del Maule, la campaña del ejército monarquista emprendería rumbo al norte, y al estar el propio Elorriaga en los lugares de avanzada, sin duda alguna volvería a ser considerado para comandar la vanguardia de los ejércitos del rey en Chile, y debe haberse imaginado ingresando triunfante a la ciudad de Santiago, tal como ya lo había hecho con anterioridad en sus gloriosas jornadas en los entornos de Chillán; pero más aún, en caso de encontrar alguna resistencia, en la captura de Talca ya había demostrado una firmeza de carácter, que sin duda se aprontaba a replicar en un eventual escenario similar.2

ELORRIAGA COMO ASESOR DE GAÍNZA Con fecha 31 de enero, Elorriaga se había presentado ante Gaínza con la mejor disposición, para poner todo su ímpetu guerrero, al servicio del nuevo general en jefe de los ejércitos del rey en Chile. Al respecto, el propio Elorriaga recordaba sobre estos hechos que: “A su llegada a Arauco, estando con mi división en Rere, (Gaínza) me 2

Ver https://archive.org/details/INTREPIDOTEMERARIOYAUDAZ/page/n157

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pasó oficio para que pasase a verle, siempre que no hiciese falta en aquel punto, para que le informase del estado del ejército y campaña, lo que verifiqué sin pérdida de tiempo, y al día siguiente de mi llegada también se presentó el coronel Urrejola, e informándose de los dos se puso en marcha para Rere, adonde llegamos con bastante trabajo por la aspereza de los caminos.” 3 En aquella ocasión, los coroneles realistas Idelfonso Elorriaga y don Luis Urrejola, informaron a Gaínza de la crítica situación del ejército patriota chileno en aquellos días, con una parte de aquel encerrado en Concepción, mientras que una corta división, que ellos estimaban en no mas de 600 fusileros, se encontraba aquellos días en Quirihue (la división Mackenna), todo lo cual habría un escenario auspicioso para coordinar un exitoso ataque sobre ellas, ya que de un tiempo a esta parte, las fuerzas realistas se encontraban en posición expectante, aguardando que su nuevo general en jefe, iniciara cuanto antes las operaciones militares para dar el golpe de gracia a las fuerzas patriotas, y pasar a dominar todo el reino de Chile. Enterado Gaínza de esta situación, desecha por el momento atacar al general O’Higgins en Concepción, por ser una posición más cerrada y dificil de franquear, optando por priorizar el emprender campaña contra la fuerzas patriotas de Mackenna en Quirihue, las cuales se pensaba estaban mucho más expuestas ante un eventual ataque. Dado lo anterior, Gaínza decide avanzar con sus fuerzas hasta Rere, desde donde con la asesoría de Elorriaga y Urrejola, se aprestaba a concentrar su ejército, y planificar el ataque contra las tropas patriotas de Mackenna. Sin embargo, según relata el propio Elorriga, hasta el campamento de Rere llegaron rumores de que en Chillán se estaba creando un clima hostil e insubordinación en las tropas monarquistas, situación que ameritaba la presencia del nuevo general en jefe en el cuartel central realista. Teniendo presente estos hechos, junto con considerar que las instrucciones del virrey si bien le encomendaban atacar y someter a las fuerzas patriotas; por otra parte le ordenaban encarecidamente 3

Ver https://archive.org/details/INTREPIDOTEMERARIOYAUDAZ/page/n146

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mantener a resguardo el cuartel general realista en Chillán, protegiendo especialmente a los fieles habitantes chillanejos, quienes habían demostrado a la fecha, un compromiso inquebrantable en defensa de la la causa monarquista hispana; quiso el general Gaínza dar cumplimiento a ambos objetivos; por lo cual decide ponerse en marcha rumbo a Chillán, arribando a dicha ciudad el día 15 del mismo mes. No obstante al ser recibido en el cuartel general chillanejo, y para su total sorpresa, Gaínza es informado que apenas unos días antes, la división de Mackenna se había apróximado desde Quirihue y se encontraba acampando en Membrillar, a escasos kilómetros del grueso de las fuerzas monarquista.4

UN MIEMBRO DE LA ORDEN DE MALTA Con respecto a los antecedentes biográficos de Gaínza, no existen documentos vigentes que acrediten con certeza su origen; y según señala don Diego Barros Arana, había nacido en la provincia vasca de Guipúzcoa, España en 1760. Con respecto a su hoja de servicios, tenemos que a temprana edad comenzó su carrera militar en el ejército hispano, sirviendo al norte de África en la guarnición de Orán, participando con posterioridad en una acción de bloqueo sobre Gibraltar. Tiempo después, es trasladado para servir en La Habana, donde integrado a las fuerzas del teniente general don Victorio de Navia, pasó a combatir a Norteamérica, participando como ayudante de trinchera en el sitio de Pensacola (1781). De regreso a La Habana, sirvió en labores administrativas de apoyo en el equipamiento de navíos de la escuadra hispana, en época de guerra con Inglaterra. Con posterioridad, fue destinado al Virreinato del Perú, desempeñándose en Lima por cuatro años como secretario de la Inspección General del ejército. Luego de un breve retorno a España, vuelve a Perú, pasando a servir como teniente coronel en el 4

Ver https://archive.org/details/INTREPIDOTEMERARIOYAUDAZ/page/n147

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regimiento de Soria. En 1792 es asignado al regimiento real de Lima, junto con ser nombrado comandante militar de Chancai. Estando España nuevamente en guerra contra Inglaterra, se le encomienda organizar la defensa costera en la localidad de Trujillo durante 1799, logrando capturar una fragata enemiga, además de repeler un ataque de corsarios ingleses. A comienzos de 1800, pasa a servir a Guayaquil, donde conoce y contrae matrimonio con Gregoria Rocaforte, hermana del posteriormente ilustre patriota ecuatoriano Vicente Rocaforte. De vuelta en Lima, vivió un curioso accidente en servicio, recopilado por Barros Arana: “En 1809 el virrey Abascal había dado la órden de que no se dejase entrar a nadie a caballo por la puerta escusada del palacio. Gaínza, entonces coronel, sea que no conociese esa prohibición, o que se creyese que no regía con él, trató de pasar; pero el cadete don José Mariluz, que estaba de centinela, caló bayoneta y clavó al caballo de Gaínza impidiéndole la entrada. El virrey no solo aprobó la conducta del cadete, sino que lo premió con un ascenso. Gaínza, a pesar de esto, siguió contando de la confianza de Abascal.” Una vez declarada la revolución independista en hispanoamérica, el comandante Gaínza era ascendido al grado de brigadier por el Consejo de Regencia español en 1811, rango de distinción al cual sumaba el ser miembro de la Orden de Malta, por lo cual lucía con orgullo en su pecho la cruz que lo acreditaba como integrante de los llamados Caballeros de San Juan.

ANÁLISIS CRÍTICO AL DESEMPEÑO DEL GENERAL GAÍNZA En una de sus tantas y admirables obras, el comandante español don José Almirante dejaba en claro, cuales son las principales cualidades y acciones que debe poner en práctica un comandante en jefe, al tomar el mando de un ejército en guerra, las cuales son aplicables del todo en cualquier época o circunstancia: “Al abrir una campaña, el General, con todos sus recuerdos de estadísticas, geografía y 33


diplomacia histórica, tiene que conocer el ejército y el país contrarios, con tanta certeza casi como los suyos propios, tiene que adivinar, y proveer y satisfacer las necesidades de su ejército, arreglar en consecuencia sus marchas y sus víveres, alimentar la guerra con la guerra, escoger el teatro favorable, conservar sus líneas, amenazar las contrarias, utilizar el terreno, acomodar a él sus fuerzas, organizar y conservar lo que se conquiste, inquietar constantemente al enemigo, haciendo imposible la ofensiva e insoportable la defensiva.”5 Teniendo como referencia los puntos anteriormente expuestos, podemos observar que el brigadier Gaínza poco y nada hizo para empoderarse adecuadamente de su cargo, y organizar una adecuada ofensiva estratégica. Siendo un militar de cuartel más que de combate, tras ser designado para comandar un ejército en campaña, no logró demostrar ser el hombre de acción que requerían las circunstancias, ni estar a la altura de la importante misión confiada por el virrey, lo cual queda acreditado por varios hechos que dejan en evidencia su mal desempeño como líder militar, en especial durante la primera etapa de sus campañas en Chile, constituyendo tres de estos factores como hechos irrefutables, los cuales a modo de resumen son:  Desatender desde un principio la tarea de abocarse de lleno a instruir y disciplinar adecuadamente a las tropas acuarteladas en Chillán, pese a detectar tempranamente que no obstante el valor temerario que poseían; gran parte de ellas, carecían de los más elementales conceptos de táctica militar, junto al evidente desconocimiento de las ordenanzas castrenses.  Cometer el grave error estratégico de no atacar de lleno al general O’Higgins, tanto a su salida como en el trayecto que siguió desde que emprendió marcha desde Concepción, quien con sus escuálidas tropas, terminó por abrirse paso exitosamente hasta Membrillar. 5

Guía del Oficial en Campaña – de José Almirante, Coronel de Ingenieros- Imprenta del Memorial de Infantería-Madrid 1868

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 Decidir atacar a los patriotas en Membrillar, en forma tardía, extemporánea, inoportuna y en total desorganización, exponiéndose a una proyectada derrota, tal como aconteció y como relataremos en estas páginas. Y en el recuento anterior nos quedamos cortos, ya que faltaría por agregar el resto de sus acciones en campaña, las que analizaremos a su debido tiempo.

LA VISIÓN DE GAÍZA SOBRE SU EJÉRCITO Tal como hemos señalado, estando recién llegado a Chile, y luego de reunirse con los comandantes Elorriaga y Urrejola, el brigadier Gaínza: “… había quedado maravillado de la lealtad de los oficiales y soldados del ejército realista que hacían la guerra con el más ardoroso entusiasmo a pesar de que no recibían sueldo alguno, y que estaban vestidos de la manera más miserable que es posible concebir…”. Sin embargo, en el proceso militar al que fue sometido en 1815, testificó que luego de inspeccionar en detalle a las fuerzas realistas acantonadas en Chillán durante febrero de 1814, se formó una opinión muy poco favorable sobre ellas, declarando que el ejército que pasó a tomar bajo su mando: “… en nada se parece a tropas disciplinadas, sino a grupos de gente colecticia, sin orden, método, ni muestras de subordinación y arreglo… solo unas partidas de guerrillas, cuando mas de doscientos hombres, al mando de los dignos coroneles don Luis Urréjola y don Ildefonso Elorriaga, sostenían en la campaña un bosquejo de guerra ofensiva, haciendo sus correrías para procurar auxilios de víveres y otros útiles al ejército, quitándolos al enemigo o sus secuaces. De aquí ha nacido un hábito incontenible al pillaje en el soldado, la insubordinación tolerada, creer arbitrario el separarse de sus puestos con ignorancia de ser delito, porque aun gran parte (mejor diré la nación) de sus oficiales, jamas han visto la Ordenanza, ni conocen otra táctica que la que cada uno se propone para avanzar sobre el enemigo; sigúese de

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ahí, recaer mandos rápidamente en subalternos de milicias, y aun de paisanos a coroneles, de comerciantes a jefes y, por consiguiente, el mirarse todos como iguales, no obedecer ni respetar, el amenazar y levantar el punto contra el que los manda si previene una retirada, porque la dicta la prudencia, diciendo que es traidor, y los quiere entregar y, por último, son soldados que su valor (no se les puede negar, hablando en jeneral) lo convierten en un furor inconsiderado del que no desisten sino a su antojo, cuando les parece y de contado, cuando han pillado algún botin, que es lo que los ocupa inmediatamente que tienen ocasión… Ello es que parecen unos árabes para tirar, matar y saquear sin distinción de amigos y enemigos.”

PARALELO ENTRE SAN MARTÍN Y GAÍNZA Paradojalmente tenemos a modo de comparación, que durante la misma época que relatamos, así como Gaínza se hacía cargo del ejército realista en Chile, también en aquellos días de febrero de 1814, el comandante don José de San Martín asumía en Argentina el mando del entonces derrotado ejército patriota del Alto Perú, con el objetivo de contener el arrollador avance del triunfante ejército monarquista, que se desplazaba amenazante desde la actual Bolivia hacia el sur, ocupando las actuales provincias argentinas de Jujuy y Salta. Al igual que Gaínza, San Martín asumía el mando de un ejército que no conocía en detalle, y en una zona que para él constituía un territorio extraño y desconocido. En oficio del 10 de febrero de 1814, San Martin reconocía que lo anterior le impedía en aquellos momentos elaborar un adecuado plan de acción, por lo cual se guiaba consultando criteriosamente a los oficiales que llevaban tiempo combatiendo en la zona, señalando que: “…En razón de los escasos conocimientos que aun tengo del país, no puedo resolver sobre la retirada de la vanguardia, por lo cual he consultado al jefe de ella,” En otro oficio fechado el 13 de febrero de 1814, San Martín 36


señalaba que: “Me hallo en un país cuyas gentes, costumbres y relaciones me son absolutamente desconocidas, y cuya situación topográfica ignoro, conocimientos de absoluta necesidad para la guerra.” Junto con lo anterior, y a pesar de que gran parte de las tropas que pasaban a servir bajo su mando, llevaban combatiendo desde 1811, en la práctica carecían de una formación militar adecuada; por lo cual, teniendo don José de San Martín la más íntima convicción, de que un ejército en guerra estaba imposibilitado de triunfar sin una correcta organización e instrucción militar, sostenía como premisa principal el hecho de que “… el soldado se forma en cuarteles o campos de instrucción…”, y no en plena batalla, por lo cual era totalmente contrario a que las tropas salieran a combate, careciendo de la más elemental formación y entrenamiento. Y tal como veremos, en una misma época y en circunstancias muy similares, dos comandantes en jefe obtendrían resultados distintos en base a sus acciones, lo que viene a demostrar que la capacidad de conducción de un líder, para bien o para mal, siempre va a marcar la diferencia, en cualquier escenario o circunstancia.

SAN MARTÍN: UN GRAN FORMADOR DE HÉROES De esta forma, y aún a riesgo de ser duramente criticado por retrasar y no pasar a la ofensiva inmediata, San Martín se abocó personalmente a entrenar a su ejército, y en especial a la caballería, tanto en la táctica de combate, como en el manejo de las armas, disciplinas en las cuales era muy diestro. El comandante cordobés don José María Paz, contemporáneo a estos hechos, señala en sus memorias autobiográficas, el hecho de que muchos militares en Amércia, tanto criollos como españoles, siendo varios de ellos veteranos de las guerras peninsulares contra Napoleón, no se dedicaban a instruir ni adiestrar sus tropas, ni menos a traspasar sus conocimientos: “¿Se creerá que estos oficiales que siempre pertenecieron al arma de caballería, no diesen de regreso

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á su país, nociones útiles sobre ella? Hasta que vino el general San Martín, nuestra caballería no merecía ni el nombre, y dotados nuestros hombres de las mejores disposiciones, no prestaban buenos servicios en dicha arma, porque no hubo un jefe capaz de aprovecharlas. Afortunadamente lo mismo sucedía en el ejército enemigo… A fines de Febrero (1814), más o menos, llegamos a Tucumán, donde el nuevo General (San Martín) reorganizaba el ejército en los rudimentos de la táctica moderna, que hasta entonces no conocíamos. La caballería, principalmente, recibió mejoras notables; pues, como he indicado antes, estábamos en el mayor atraso y en la más crasa ignorancia. El General estableció una academia de jefes que se reunian las más de las noches, en su casa, y estos presidian á su vez, las de los oficiales de los regimientos, de modo que los nuevos conocimientos se trasmitian desde la cabeza hasta las últimas clases.” Por su parte, el patriota argentino de origen peruano, don Toribio Luzuriaga, también resaltaba la labor de San Martín en aquellos días, tanto en la caballería como en la infantería, señalando al prócer trasandino como: “… el primero que introdujo la nueva táctica y la enseñó en América, aun antes que los españoles en los ejércitos que tenían en ella…”.

ANÁLISIS DE LAS FUERZAS REALISTAS DE GAÍNZA La ausencia de documentos consistentes que detallen con precisión la composición de las tropas realistas, lleva a la labor de recopilar y contrastar datos desde diversas fuentes, para obtener una estimación precisa, sobre la dotación real de los ejércitos contrincantes. En una carta enviada desde Chillán por el sacerdote realista don Juan Almiral (publicada por el cronista Rodriguez Ballesteros), informa en detalle con fecha 20 de febrero de 1814 al gobernador de Chiloé don Ignacio Justis, que Gaínza había logrado reunir para entonces en las inmediaciones del campamento de Mackenna, un

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contingente conformado por 1.244 fusileros, más 600 milicianos armados de lanza y espada, además de 12 cañones de campaña. Revisando y compaginando otros documentos y fuentes diversas, tenemos que para la quincena de marzo de 1814, el ejército realista estaba conformado por unos 3.750 hombres, distribuidos más o menos de la siguiente forma:  1650 hombres, en su mayoría fuileros montados, bajo el mando directo del brigadier Gaínza, en el sector de Quinchamalí, amenazando la posición de Mackenna en Membrillar.  700 hombres al mando del comandante Elorriaga, distribuidos entre las riberas norte y sur del río Maule, además de incursionar constantemente sobre las zonas del borde costero entre Talca y Concepción. La mayoría de estas fuerzas correspondía a fusileros montados, el resto armado de lanza y/o espada.  700 hombres de reserva en el cuartel general de Chillán, la mayoría armados de fusil.  400 hombres, en la ribera sur del Biobío, amenazando Concepción, y manteniendo el acceso a la bahía de Arauco. Poco más de la mitad de ellos armados de fusil.  300 hombres resguardando los fortines de la zona de Laja y Los Angeles. Escazamente armados de fusil, estando mayoritariamente equipados con lanza.

EL RECONOCIMIENTO DE GAÍNZA SOBRE EL CAMPAMENTO DE MACKENNA Según testimonio del propio brigadier Gaínza, tenemos que luego de permanecer tres días en Chillán, para el 19 de febrero de 1814, decide realizar un reconocimiento a las posiciones patriotas en Membrillar, para cuyos efectos hace avanzar gran parte de su ejército hasta la zona de Quinchamalí, donde ocupó: “… tres dias en conocer la posición del enemigo, habiendo pasado para ello, 39


acompañado de una escolta de a caballo y varios prácticos para situarse en una loma alta y dominante, la mas próxima que pudo ser al campo enemigo… pasando el rio Itata fuera de tiro de cañón; siendo el resultado haber advertido que el enemigo ocupaba un lugar, o situación ventajosa por naturaleza, por su dominación al parecer a todo cuanto alcanzaba el tiro de cañón; atrincherados sus campos con ramazón y alguna tierra levantada del pozo, o dígase mejor de zanjas que la circundaban; y distribuidas sus seis piezas (entre ellas dos de a ocho) de artillería, y un mortero…”. Por otra parte, según declaraciones del comandante Elorriaga, una vez finalizado el reconocimiento sobre el campamento patriota, se determinó que para atacar y forzar convenientemente las solidas posiciones defensivas del enemigo, se necesitaba contar con tropas profesionales o convenientemente instruidas en las tácticas de asalto y combate a la bayoneta, instrucción que solo poseían las compañías del batallón peruano Real de Lima, más algunas unidades entrenadas en Chiloé por el comandante español Ballesteros. Al respecto el propio Elorriaga señalaba que: “…se presentó nuestro ejército al frente de Membrillar, y en la misma tarde, montando una partida de caballería, pasé yo, el coronel Urréjola y varios oficiales en compañía de dicho señor Gainza a la inmediación del campamento enemigo, y después de haberlo reconocido, volvimos de noche a nuestro campamento, se trató sobre la posesión ventajosa que tenia el enemigo y que no se debia contar con mas tropa para atacar en orden que con la poca del Rejimiento de Lima y auxiliar de Chiloé…”.

RECOMENDACIÓN DE ELORRIAGA A GAÍNZA: NO ATACAR MEMBRILLAR En el juicio militar al que con posterioridad fue sometido Gaínza, se encuentra adjunto un documento de agosto de 1814, donde el acusado acredita que fue aconsejado en su momento por el comandante Elorriaga, de no atacar a los patriotas en Membrillar durante febrero-marzo de ese año. Según dicho documento, 40


Elorriaga le señaló a Gaínza que: “… este ejército carecía de la instrucción y aptitudes necesarias para atacar aquel punto y tomarlo a viva fuerza y que por tanto no era de parecerse intentarse...”, y que posteriormente en marzo del mismo año, hallándose Elorriaga en Talca, al escribirle a Gaínza por otros asuntos, le seguía aconsejando: “No ataque V. S. el Membrillar.” En respuesta a este oficio, Elorriaga respondió en su momento señalando que: “Digo que cuanto contiene este oficio es cierto y según se espresa, lo que aseguro bajo mi palabra de honor. —Idelfonso Elorriaga.”. Por otra parte y en una visión distinta de la situación observada, el comandante Luis Urrejola, era partidario de concentrar a todo el ejército realista en febrero de 1814, y dar un ataque de lleno contra la posición de Mackenna, pasando posteriormente al ataque sobre general O’Higgins en Concepción; sin embargo señala que Gaínza se mostró contrario a tomar esa opción, declarando abiertamente que: “… yo no ataco a Mackenna, sino se mueve de su posición, y vaya US. pensando como lo hemos de hostilizar y obligarlo a desamparar ese punto.” De esta forma, estando decidido Gaínza por el momento solo a hostilizar a los patriotas, tanto en el campamento de Membrillar como en la ciudad de Concepción; veía conveniente enviar una avanzada más al norte para tomar la ciudad de Talca, centro de acopio y abastecimiento del ejército independista, pero se autolimitaba porque en su opinión, entre sus oficiales: “… no tenía sujetos que fuesen capaces…” situación del todo alejada de la realidad, porque si de algo habían dado muestras los distintos jefes realistas, era de su osada decisión para emprender acciones audaces y exitosas sobre los patriotas, por lo cual dichas expresiones eran un verdadero insulto hacia sus principales colaboradores. Rompiendo esta inercia, el propio comandante Elorriaga se ofreció a comandar personalmente la incursión sobre Talca,6 la cual como ya hemos 6

Ver https://archive.org/details/INTREPIDOTEMERARIOYAUDAZ/page/n159

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relatado en otra parte, tendría un feliz resultado para la causa monarquista; mientras que por otra parte, el comandante Urrejola, se aprestaba a hostilizar y asediar el campamento de Mackenna, con escasas fuerzas, situación que tuvo como resultado el combate de Cucha Cucha que ya hemos relatado con anterioridad, donde las tropas realistas sacaron la peor parte en dicha jornada.

JUZGANDO EL DESEMPEÑO DE GAÍNZA Teniendo en cuenta como ejemplo lo anterior, habla muy mal del desempeño del brigadier Gaínza como líder militar, el hecho de que una vez que a su juicio había evidenciado falta de conocimientos de la táctica militar más elemental, así como de las ordenanzas castrenses en el ejército sobre el cual asumía el mando, no se haya abocado de lleno a corregir esta situación personalmente, aprovechando su formación de militar de carrera, para instruir y disciplinar adecuadamente a sus tropas, contando además con varios oficiales altamente capacitados para colaborar con esta finalidad. En la sentencia dictada por el Consejo de Guerra al que fue sometido durante 1815 el general Gaínza en Lima, uno de los jueces, el brigadier español don Mateo Cossio, fundamenta su votación realizando la siguiente observación contra el acusado, criticando que el general en jefe haya salido en campaña (aunque más bien haya salido de paseo como veremos más adelante) hacia Membrillar, con tropas que a su parecer no estaban en condiciones óptimas para hacerlo, según sus propias declaraciones: “La salida de Chillan con designio de observar a Mackenna no la considero bien premeditada, pues, no habiendo podido, en los cuatro dias que pasó en aquella plaza, adquirir todas las noticias y pormenores que contienen los artículos de la instrucción que le dio el excelentísimo señor Virrey… lejos de convencerme, fué, en mi concepto, una solución que le grava… Sin estar bien satisfecho del estado de las tropas fue una temeraria confianza irse a situar en Quinchamali, inmediato a Mackenna, sin embargo que llevaba casi doble fuerza y lo que convenia y exijia la 42


prudencia era haberse mantenido en Chillan, no obstante de que tuviese recelo que éste intentase atacarle en aquella plaza, en lo que nada tenia que temer por ser un punto muy militar; y así se vio que dicho coronel Sánchez se sostuvo en ella contra un cuerpo considerable de insurjentes, que intentaron rendirle. De la detención allí le hubiera resultado adquirir un cabal concepto del estado de la tropa; la hubiera podido poner en disciplina y el mejor posible orden, hubiera podido conseguir con modo y sagacidad que los oficiales fueren menos ineptos de lo que los pintan, y de consiguiente, que operasen después con probable buen éxito.” Más aún, al declarar que no tenía jefes militares en su entorno a los cuales confiar acciones ofensivas, recibió como gran tapabocas la jornada del 04 de marzo que ya hemos señalado, donde los comandantes realistas Barañao y Lantaño capturaban a los Carrera, el capitán Castilla derrotaba a los patriotas en Gomero, y el propio Elorriaga sometía a Talca, sobreponiéndose a la heroica resistencia de los patriotas.7 También habla mal de su sentido estratégico, el no reforzar ni estar atento a los movimientos patriotas en Membrillar. Si Gaínza hubiese estado mucho más pendiente de la situación, es probable que la jornada de Cucha Cucha tuviese como resultado la derrota y captura de Mackenna a campo abierto, lo cual no llegó a materializarse.

LAS FALLIDAS INTENTONAS DE ATAQUE DE GAÍNZA Otra situación del todo extraña, es el hecho de que estando Gaínza decidido, tanto por los consejos de Elorriaga, como por sus propias concepciones estratégicas de no intentar tomar por asalto las posiciones defensivas de los patriotas en Membrillar, el general en jefe realista ejecutó según su propio testimonio, varios intentos de ofensiva, que no fueron simulacros, sino que ataques semi 7

Ver https://archive.org/details/INTREPIDOTEMERARIOYAUDAZ/page/n151

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planificados, que se verían según su propia confesión, entorpecidos y abortados principalmente por condiciones climáticas y fallas en su ejecución. Todo parece indicar que fueron las exitosas incursiones de sus subvalorados subalternos, en especial las realizadas el 04 de marzo en distintos puntos como ya hemos dado cuenta, las que vinieron a sacar de su letargo al general en jefe monarquista, impulsándolo a emprender personalmente algun combate, para lo cual en la práctica no logró demostrar cualidades de un verdadero hombre de guerra en acción. Así tenemos que según el propio testimonio del general Gaínza, el 10 de marzo de 1814 estuvo a punto de atacar a Mackenna, pero suspendió la operación por la probabilidad de aproximarse un aguacero “… el dia diez de Marzo levantó su campo de Quinchamali y pasó a formarlo en su frente del Membrillar, del otro lado del rio, fuera de tiro de cañón para pasar a atacarle; pero habiendo amanecido y soplando un recio norte, que según los prácticos amenazaba próximamente un aguacero, que por carecer de tiendas suficientes le hubiera sido mui funesto; volvió a moverse y retirar a las casas llamadas de Muñoz, distantes una legua del enemigo, con el Itata por de por medio; y allí tuvo la satisfacción de verse libre del aguacero, que efectivamente sobrevino.” Para el 11 de marzo, vuelve a suspender el ataque, aduciendo condiciones climáticas: “Dispúsose el ataque para el otro dia, mas en ese, soplando también por desgracia un viento sur muy fuerte, que resultaba ser ventajoso al enemigo y contrario a los fuegos y posición que debia tomar el ejército real, después de tratada y discutida con los jefes en el cuarto de su alojamiento, se resolvió el suspenderlo.” Días después, Gaínza declara que vuelve a planificar el ataque sobre Membrillar, pero esta vez acusa al comandante Urrejola de no disponer oportunamente de la adecuada dotación de caballos para el traslado de las tropas, hasta las 16:00 horas de ese día, situación que dejó: “…frustrado el designio; después de haberse mantenido toda la infantería pronta sobre las armas desde las ocho de la mañana, y sin comer un rancho…”. 44


GAÍNZA Y SUS INEXCUSABLES JUSTIFICACIONES Las condiciones geográficas, topográficas y climáticas, son factores que inciden directamente en los planes y campañas militares, no obstante, un comandante en jefe encargado de obrar a la ofensiva, debe tener en cuenta estos factores, y optimizar sus recursos, tratando de sobreponerse de la mejor manera al entorno en que se desenvuelve. La historia nos demuestra que las acciones bélicas a nivel mundial, han tenido como escenario desde los más áridos desiertos, hasto los más inclementes fríos con nevazones y tormentas de por medio. Si el general Gaínza solo esperaba emprender campaña bajo un clima templado y agradable, demostraba en la práctica que no era el más indicado para dirigir al ejército realista en territorio chileno, y de su errático accionar se desprende que en aquellos días no tuvo la capacidad de concebir un plan de acción lógico y coherente, ya que estando aconsejado y resuelto a no atacar el Membrillar, estuvo de todas formas durante marzo de 1814, por varios días moviendo sus tropas con la intención firme de atacar, planes de los cuales finalmente vino a desistir, según sus propias declaraciones, principalmente por los… VIENTOS REINANTES EN LA ZONA, QUE CONTINUAMENTE ANUNCIABAN AGUACEROS!. Estas excusas de Gaínza son totalmente reprochables, ya que teniendo en vista que el sur de Chile es una zona altamente lluviosa, en especial de abril a septiembre, si una de sus grandes preocupaciones eran las condiciones climáticas, debió ejecutar su campaña decididamente durante los meses de febrero y marzo, y en caso contrario, debió decidir acuartelarse en Chillán hasta octubre, para entrenar sus tropas y reabrir la campaña con buen clima, si es que así lo creía conveniente. Todo lo anterior solo demuestra indecisión y neglicencia por parte del brigadier Gaínza como general en jefe, cuyas incoherentes 45


maniobras sobre el teatro de operaciones, solo llevaron a desgastar y a desmoralizar, tanto a los comandantes realistas que lo secundaban, como a las leales tropas defensoras del rey, que día a día se paseaban deambulando de un lado a otro, sin observar un plan de acción claro, por parte de sus jefes militares, todo lo cual hacía florecer irremediablemente, el germen de la indisciplina. Peor aún, todas estas maniobras y desplazamientos sin sentido, hicieron perder un tiempo valioso, que pudo haber servido para entrenar adecuadamente la táctica correcta de asalto a la bayoneta a las trincheras patriotas, pero nada se hizo en pos de dicho objetivo; y tal como veremos más adelante, la mala dirección militar a la que fue sometido el ejército realista, le llevaría a sufrir lastimosas derrotas, dando un vuelco a todas las ventajas estrategicas con las cuales el propio Elorriaga, avisoraba un glorioso triunfo, soñando con el término a la guerra, y deseando lograr el sometimiento definitivo de los rebeldes patriotas independistas en Chile.

UN EJÉRCITO INFERIOR SOLO EN LO QUE RESPECTA A SU GENERAL EN JEFE La evidente falta de competencias demostrada por Gaínza para ejercer eficientemente su cargo, no es un caso aislado, ya que en la historia bélica mundial es posible identificar otros casos muy similares, aunque acontecidos en épocas, circunstancias y latitudes distintas. Así tenemos que en la llamada Guerra de Secesión Norteamericana (1861-1865), el primer comandante de los ejércitos de Lincoln fue el Mayor General George B. McClellan. El escritor Isaac Asimov, en su brillante faceta de historiador8 deja en evidencia las graves falencias demostradas por McClellan como líder militar, caracterizandose por su permanente actitud defensiva y falta de intrepidez. Al referirse al 8

Ver libro OUR FEDERAL UNION: UNITED STATES FROM 1816 TO 1865 by Isaac Asimov. Editorial Dobson Books 1975.

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desempeño de este comandante estadounidense, Asimov lo describe señalando que: • “En toda esta campaña, el ejército de la Unión había sido superior en número y en equipo a los confederados; y había demostrado tener al menos tanto espíritu de lucha como los confederados. El ejército de la Unión sólo era inferior en lo que respecta a su general, y este factor único anulaba todos los demás.”  “… (McClellan) siempre se desempeñaba muy bien conduciendo un ejército cuando no había combate.” • “… (Al inicio del conflicto) las victorias de McClellan ayudaron a Virginia Occidental a consolidar su separación de Virginia. Sin embargo, el resultado final fue que la Unión creyó que McClellan era un gran general. Éste fue un desastroso error, pues no lo era.” • “McClellan, en ese momento y posteriormente, excusaba su inacción alegando invariablemente que los ejércitos confederados eran mucho más fuertes que el suyo.” • “Desgraciadamente, McClellan siempre contemplaba al enemigo con una lente de aumento y pensaba que era vastamente superior en número, aunque lo inverso era la verdad. Siempre lo abrumaba el pensamiento de la derrota y nunca estaba dispuesto a combatir.” • “A medida que los meses pasaban, el ejército de McClellan estaba empezando a relucir y a convertirse en un instrumento utilizable. Desgraciadamente, McClellan no tenía idea de cómo utilizarlo. Le gustaba contemplar cómo relucía y no podía tolerar nada que lo ensuciase.” Mas adelante, en el capítulo III de este libro, ahondaremos aún más sobre el tema, al comparar el desempeño de Gaínza con el de McClellan en combate.

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CAPÍTULO II

LA ANGUSTIA DERROTADA POR EL CORAJE


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CAPÍTULO II (Páginas 50 a 70) LA SABIA REFLEXIÓN DE UN ANCIANO – LA INCERTIDUMBRE EN EL CAMPAMENTO DE MEMBRILLAR – EL CÓDIGO CASTELLANO ANGLO – LA VERDADERA FUERZA PATRIOTA EN MEMBRILLAR – LA ANGUSTIOSA ANSIEDAD DE MACKENNA – MACKENNA AL BORDE DE LA DESEPERACIÓN – EN MARCHA PARA DERROTAR A LA ADVERSIDAD – EL MÁS GRANDIOSO COMANDANTE QUE PRODUJO LA GUERRA – LOS MENSAJES INTERCEPTADOS POR LOS REALISTAS - GAÍNZA SE DECIDE POR ATACAR A OHIGGINS – LA MISIÓN DE LAS FUERZAS REALISTAS EN QUITO – UN LUGARENIENTE DE ELORRIAGA EN ACCIÓN – OHIGGINS ORDENA ABRIRSE PASO – LA AUDACIA DE OHIGGINS EN COMBATE – OHIGGINS ESTABLECE EL CAMPAMENTO PATRIOTA EN QUILO.

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LA SABIA REFLEXIÓN DE UN ANCIANO Sabido es que el no superar los traumas del pasado nos lleva irremediablemente a la depresión, que de no administrar adecuadamente las exigencias del presente pasamos a sucumbir bajo el estrés, y que al no lograr manejar la incertidumbre sobre escenarios futuros, se desencadena en nuestro interior la más abrumadora de las angustias; y solo las personas que aprenden a enfrentar y manejar adecuadamente estas emociones, son las que se sobreponen a los escenarios más adversos que puede plantearnos la vida. En sus memorias autobiográficas, Winston Churchill dejó elocuentes testimonios de su participación como primer ministro inglés y lord del almirantazgo, durante la llamada Segunda Guerra Mundial, dando cuenta tanto de sus triunfos como de sus desaciertos, junto con relatar los grandes momentos de angustia que se vivieron en Inglaterra, en especial a mediados de 1940, luego de la estrepitosa derrota de las fuerzas aliadas en territorio francés, que finalizaron con la evacuación en Dunkerque. A partir de entonces, la amenaza de invasión por parte de las fuerzas alemanas sobre las islas británicas, pasó a constituir la gran preocupación del momento, tanto para el alto mando militar inglés como para toda la comunidad anglosajona, transformándose en una de las situaciones más apremiantes, vividas por el propio Churchill y su entorno más cercano. Sin embargo, tras la victoria de los aliados en Europa, y luego de que los vencedores lograran capturar y tener acceso a gran parte de los archivos del Estado Mayor alemán, el propio Churchill en su faceta de historiador del conflicto, pudo comprobar que al contrastar los planes de sus enemigos con los propios, y en especial, al compararlos en idénticas fechas y situaciones, vino a descubrir que en los momentos más apremiantes y angustiantes vividos por su gabinete de guerra, donde más que alentar planes a mediano y largo plazo, los ingleses vivían en cada jornada planteándose como único objetivo el sobrevivir para mantener la resistencia y evitar el 50


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colapso de sus defensas; paradojalmente y en paralelo, el alto mando alemán veía retrasados y postergados de manera irremediable sus planes de ataque, por múltiples contratiempos, tanto de tipo logístico, como de equipamiento entre otros, quedando sumidos en la rabia y la desilusión; y el mejor ejemplo de esta situación lo constituyen los documentos que detallaban los planes de la llamada Operación León Marino, nombre en clave con el cual los ejércitos de Hitler planificaron la frustrada invasión de las islas británicas, durante los últimos meses de 1940. Esta última situación en especial, llevó a Churchill a rememorar y hacer propia la frase de un anónimo anciano, que analizando su existencia en la última etapa de su vida, reflexionaba sabiamente afirmando que: “Pasé más de la mitad de mi vida preocupándome por cosas que jamás iban a ocurrir.” Considerando lo anterior, al analizar situaciones de similares características en la historia militar de Chile, tenemos como una de las más patentes, la angustiosa incertidumbre vivida en el campamento patriota de Membrillar, que producto del aislamiento y de la falta de comunicaciones expeditas, vino a generar un angustioso escenario en las filas independentistas, atormentando por varios días tanto a las tropas como a sus jefes militares, llevando incluso al borde de la desesperación al propio comandante Juan Mackenna, situación que solo se vino a subsanar con el arribo del general O’Higgins, a las proximidades del hasta entonces desventurado campamento patriota.

LA INCERTIDUMBRE EN EL CAMPAMENTO DE MEMBRILLAR Una vez que la división patriota de Mackenna arribó a Membrillar, el comandante patriota no se limitó solo a mantener como barreras naturales los ríos Ñuble e Itata, sino que procedió a ejecutar laboriosos trabajos en la habilitación de reductos, fosos, parapetos y trincheras, que le permitieran enfrentar exitosamente cualquier

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ataque, tal como observaron los jefes militares realistas y el general Gaíza, en el reconocimiento que realizaron a dichas posiciones. Y tal era la confianza en sus medios, que para el 22 de febrero de 1814, el propio comandante Mackenna encabezó una incursión en las afueras del campamento, que tuvo como resultado para los patriotas, el exitoso combate de Cucha Cucha, que ya relatamos en el preámbulo de esta obra. Sin embargo, con el paso de los días, la falta de comunicación fluida con el exterior, vino a sembrar la incertidumbre y a cosechar la angustia en el campamento patriota; y uno de estos factores fue la falta de información certera sobre la cantidad de tropas que disponía el enemigo en sus alrededores. En un oficio enviado con fecha 27 de febrero de 1814, el comandante Mackenna informa lo siguiente a la Junta de Gobierno chilena: “Ayer llegó del ejército enemigo un prisionero nuestro, quien declara lo siguiente: que el general Gaínza se halla en la orilla opuesta del (río) Ñuble, en un paraje nombrado Quinchamalí, distante como tres leguas de este punto; en dicho paraje se hallan reunidas las divisiones de Elorriaga, Urrejola y Olate, las que serían como CUATRO MIL HOMBRES, TODOS MONTADOS, CON QUINCE PIEZAS DE ARTILLERÍA que dice haber contado, pero que son de corto calibre. Añade que parte de los cuatro mil hombres referidos son milicias, y que muchos de los fusileros son reclutas, con los fusiles descompuestos; que se les paga dos pesos mensuales, como antes de la venida de nuestro general. Últimamente dice que las miras de aquel ejército son de atacar esta división por distintos puntos.” Las cantidad de tropas señaladas en el oficio de Mackenna, cuyo dato carece de precisión al ser obtenidas simplemente por la observación visual de un informante, son en extremo abultadas, pero todo indica que el comanadante patriota las tomó por ciertas, lo cual comenzó a generar gran preocupación en las filas patriotas, ante la eventualidad de ser atacado por un enemigo con gran superioridad númerica.

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EL CÓDIGO CASTELLANO - ANGLO Dado que en dicha época las comunicaciones a distancia se realizaban por escrito, estas eran trasladadas habitualmente por intrépidos mensajeros, donde el riesgo de que fueran interceptadas era muy alto. En vista de lo anterior, y dado el alto grado de analfabetismo reinante en la época, sumado al aún más escaso dominio masivo del idioma inglés en Sudamérica, los comandantes O’Higgins y Mackenna establecieron un sistema, en el cual, cuando los comunicados eran efectivos, los transmitían escritos en inglés, mientras que cuando esperaban que estos deliberadamente se extraviaran o fueran interceptados por el enemigo, eran escritos en castellano. De esta forma, se aseguraban de “codificar” su mensajería, que les permitía junto con complicar su traducción e interpretación cuando eran reales, transmitir deliberadamente información errónea al enemigo en lenguaje hispano. Así tenemos que para el 03 de febrero de 1814, con la clara intención de que el mensaje fuera difundido o interceptado, el comandante Mackenna oficiaba al general O’Higgins, exagerando sus fuerzas al señalar que: “De los mil trescientos fusileros de esta división, pueden marchar a esa ciudad (Concepción), si V.S. considera necesario, seiscientos, sin peligrar en nada la seguridad de esta división, y sin impedir que se acerque a Chillán.” Siguiendo el juego, el general O’Higgins oficiaba a Mackenna el 26 febrero 1814 lo siguiente: “A este efecto salen mañana mil quinientos fusileros con quince piezas de artillería a obrar contra las divisiones inmediatas a ese punto, y solo aguardo los momentos del último aviso de V.S. para sorprenderlos. En esta ciudad dejo ochocientos fusileros y veinte piezas de artillería, por si pensase en mi ausencia haber alguna tentativa.” Toda una exageración, con la intención de transmitir falsa información que fuera interceptada y confundiera al enemigo realista. Sin embargo, tal como veremos más adelante, con el paso de los días, los realistas lograron interceptar varios de los mensajes “codificados” en inglés, los cuales al lograr traducirlos, les 53


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permitieron conocer de primera fuente las tormentosas preocupaciones que inquietaban al comandante Mackenna en Membrillar.

LA VERDADERA FUERZA PATRIOTA EN MEMBRILLAR La carencia de documentos oficiales que detallen el estado completo de las fuerzas que componían la división de Mackenna, también llevan a tener que completar un verdadero puzzle, debiendo recurrir a distintas fuentes para determinar su fuerza efectiva. En realidad, las fuerzas que disponían los patriotas en Membrillar superaban escazamente los 1.300 hombres, de los cuales había unos 700 fusileros, 5 cañones y dos culebrinas de a ocho libras servidas por unos 70 artilleros, más unos 600 milicianos que por carecer de caballos y armas de fuego, hacían el servicio de infantería, armados de lanza. Con fecha 12 de marzo de 1814, en oficio redactado en idioma inglés, Mackenna solicita con urgencia ser reforzado con fusileros: “Con solo la mitad de la división que V.S. me anuncia estaba en marcha para auxiliar a ésta, tendría un cuerpo de 1.500 fusileros, además de las milicias que no cuento por estar casi a pie…”. Según un documento fechado el 01 de marzo de 1814, elaborado por la comisaría de abastecimientos del ejército en Membrillar, es posible llegar a identificar en parte, la conformación de fusileros efectivos que disponía el comandante Mackenna:  División Auxiliar Argentina: 240 soldados.  Batallón Auxiliares de la Patria: 179 soldados.  División de Los Andes: 136 soldados.  Compañía de Granaderos de Chile: 120 soldados.  Cuerpo de Dragones de Chile: 99 soldados. El recuento anterior nos da un total de 774 soldados armados de fusil que conformaban la llamada División de Membrillar.

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La falta de caballares era evidente, y cualquier acción con tropas montadas, se debía realizar con los escasos caballos que disponía parte de la oficialidad. Mackenna se quejaba amargamnente al gobierno patriota al respecto, señalando que: “Es cosa dolorosa, excelentísimo señor, que siendo los enemigos solo dueños de un rincón del reino, tengan caballos sobrantes para sus divisiones y que esta se halle enteramente a pie, en cuyo estado me entregué del mando de ella.”

LA ANGUSTIOSA ANSIEDAD DE MACKENNA Los hechos demuestran que el coronel Mackenna era un gran militar de oficio; pero que en su rol de comandante en acciones de guerra, tenía el grave defecto de pensar que todo el escenario bélico solo giraba en torno a sus fuerzas. Esto había sido observado por la Junta de Gobierno patriota con anterioridad; y uno de sus integrantes acusaba que tanto la ansiedad como el egocentrismo de Mackenna, habían tenido incidencia directa en la desgracia para la causa patriota, que significó la captura de Talca por las fuerzas de Elorriaga. Al respecto, don Claudio Gay relata lo siguiente: “Hablando de esta pérdida (Talca) con don José Miguel Infante (miembro de la Junta de Gobierno patriota) me dijo que Mackenna tuvo la culpa de ella, porque este oficial superior pidió con repetición víveres a la Junta, suplicándola los mandase escoltar por los cuatrocientos hombres que había en Talca, a lo que la Junta no quiso acceder persuadida de que un general debe mantener expeditas sus comunicaciones y porque la prudencia aconsejaba no desguarnecer una plaza que era el depósito general de víveres, armas , etc; del ejército. Spano que por estar enfermo no desempeñaba las funciones de ministro de la guerra, participaba de este mismo parecer, y sin embargo apenas marchó la Junta, se desprendió de una parte de sus soldados para complacer a Mackenna, que renovaba en aquellos momentos sus instancias.”

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Durante los primeros días de marzo, el comandante Mackenna demostraba estar viviendo angustiantes momentos, todo producto de la falta de comunicación expedita con O’Higgins y la Junta de Gobierno independista; además de estar bajo el acecho de gran parte del ejército realista, del cual esperaba en culquier momento un inminente ataque. Para el 05 de marzo de 1814, sin enterarse aún de la fatídica jornada vivida el día anterior por los patriotas, y creyendo aún que Talca se encontraba convenientemente defendida por Spano, clamaba al general O’Higgins que avanzara desde Concepción para concentrar sus fuerzas, reprochándole que : “… aún no aparece la división de V.S. Son incalculables los daños que ocasiona su tardanza; los enemigos corren libremente todo el país sin que yo pueda estorbarlo, así por la falta de caballos como por no desmembrar esta división, que tiene acampada a legua y media de distancia en Quinchamalí, el grueso del ejército enemigo al mando de Gaínza…”.

MACKENNA AL BORDE DE LA DESESPERACIÓN Aunque resulte una evidente contradicción, tenemos que si bien en sus comunicados oficiales, el comandante Mackenna demostraba su firme convicción de estar en condiciones de resistir cualquier ataque o embestida de las fuerzas realistas, durante todo marzo, el tono de sus comunicaciones privadas con O’Higgins demuestran una irritable deseperación y angustia. El 07 de marzo, apremiado por la situación, Mackenna convoca a los jefes militares a una Junta de Guerra, para analizar las acciones a seguir. Según relata el oficial de artillería patriota, don Nicolás García, el comandante bonaerense Marcos Gonzalez Balcarce, propuso emprender la retirada hacia la costa, regresando hasta el sector Quirihue, con la intensión de avanzar desde ahí por la senda costera hasta atravesar el Maule, y ponerse camino a Santiago, y quien sabe si desde ahí pasar a cruzar la cordillera y regresar a Mendoza, es decir, planteaba tomar el

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mismo trayecto que había realizado con el contingente argentino bajo su mando, pero a la inversa. Don Nicolás García planteó los riesgos de dicha acción, que los dejaba expuestos a un ataque a descubierta en cualquier punto del extenso trayecto a recorrer, recomendando esperar reunirse con las tropas de Concepción, antes de emprender cualquier operación bélica. Sanjando las posiciones, el coronel Mackenna dispone mantenerse en el Membrillar, seguir complementando los trabajos de fortificación, y esperar tener noticias dentro de un plazo de ocho días. Para el 12 de marzo, Mackenna seguía presionado y angustiado por la incomunicación en su campamento, por lo cual le escribe a O’Higgins: “…La capital , señor general, llama toda nuestra atención y de su suerte depende la del Estado; estoy persuadido de que estará clamando por nuestro auxilio y tal vez maldiciendo nuestra inacción…”. Para el 14 de marzo, cuando O’Higgins ya había dispuesto la salida de Concepción, el tono de Mackenna se percibe aún más angustiante, debido a que desde principios de marzo permanecía prácticamente incomunicado, desconociendo totalmente los planes del general en jefe, a quien escribía: “Querido Amigo: Ni la división ni cartas de V. llegan después de su oficio del 01 (de marzo). Por amor de Dios envíe V. diferentes correos a pie, por los bosques o montañas. Uno de ellos que logre escapar, me hará conocer si V. viene o no, o si V. ha abandonado al pobre Chile a su destino…”. No obstante lo anterior, en la misma carta que hemos citado, queda reflejada una contradicción (o confusión) evidente por parte del comandante Mackenna, al informarle al general O’Higgins que: “La división de Gaínza está acampada a mi frente del otro lado del Itata, y la de Lantaño dejó ayer Quirihue para atacarme por éste, pero no le temo… Nada temo de todos los esfuerzos del enemigo. El campamento está cubierto por tres respetables reductos; tengo víveres para muchos días y acopiado paja y trigo para los animales (principalmente vacunos), en el caso que la numerosa caballería enemiga intente cercar el campamento, que puede efectuar, por la total falta de caballos de esta división.”

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EN MARCHA PARA DERROTAR A LA ADVERSIDAD Al analizar cualquier leyenda épica, más que cuestionarnos si los seres mitológicos existieron realmente o no, la gran lección que podemos sacar de ellas, es comprender que con heroísmo, las bestias pueden ser derrotadas, y la adversidad puede ser superada. Y más aún, si analizamos ciertos hechos históricos relevantes, y los exponemos en su contexto, sin maquillarlos ni envolverlos en el género de la ficción histórica, podemos comprobar a ciencia cierta, que en muchos acontecimientos vividos, en especial por quienes nos han precedido en este mundo, la realidad supera a la ficción. Para apreciar en su total dimensión la verdadera situación de los patriotas en aquellos días de marzo de 1814, cabe analizar una vez más la apremiante situación en la que se encontraba sumido en aquellos días el general O’Higgins, quien estaba prácticamente inmovilizado en Concepción, ya que por vía marítima, varios buques de guerra españoles bloqueaban los accesos a las bahías portuarias de Talcahuano y San Vicente; mientras que por vía terrestre, las guerrillas realistas del comandante Antonio Quintanilla, controlaban todo el sur del río Biobío y la bahía de Arauco; y a su vez sumado a lo anterior, las guerrillas de Elorriaga campeaban y obstruían todo tránsito y comunicación expedita, tanto hacia el norte como hacia el interior de la provincia. Considerando solo las fuerzas al sur del río Maule, que estaban bajo su mando inmediato, el general O’Higgins en su calidad de comandante en jefe del ejército patriota, contaba con un reducido contingente, escazamente armado, y que apenas era una fracción de las numerosas fuerzas con las cuales había abierto la campaña en abril de 1813 el general José Miguel Carrera. Además cabe señalar que desde enero de 1814, la deserción en el ejército patriota acantonado en Concepción era alarmante, situación que vino a incrementarse más aún, luego de la destitución de los hermanos Carrera del ejército, razón por la cual muchos de sus “partidarios”

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desertaron en masa, siguiendo a sus caudillos. De esto informaba el general O’Higgins al gobierno patriota con fecha 10 de febrero de 1814: “El día 08 salió para esa (Santiago) el brigadier don Juan José Carrera y a reglón seguido se desertaron cerca de cien granaderos… Estoy informado se hayan en Santiago cerca de cuatrocientos que en pequeñas partidas han fugado anteriormente…”. Sin embargo, y a pesar de su apremiante estado, el general O’Higgins tenía presente desde el primer momento que asumió el mando, que su deber era pasar a la ofensiva, y atacar a los realistas hasta derrotarlos por completo. Esos desos fueron los que lo llevaron a dejar prácticamente la mitad de su ejército en Quirihue, y luego ordenar su avance hasta Membrillar, con el objetivo de mantener una fuerza de avanzada, que le permitiera ser la punta de lanza, para emprender su objetivo el cual era apoderarse del cuartel militar del ejército monarquista, cuyo centro operativo era la ciudad de Chillán. Como veterano de la campaña en el invierno anterior sobre Chillán, donde destacó por ser uno de los más osados y valerosos comandantes patriotas en combate, O’Higgins no quería retrasar las operaciones, y esperaba concluir la campaña antes de la llegada del crudo y lluvioso invierno, característico de la zona.

EL MÁS GRANDIOSO COMANDANTE QUE PRODUJO LA GUERRA Se cuenta que tras evaluar el desempeño de los distintos militares norteamericanos durante la llamada Primera Guerra Mundial, el Secretario de Guerra estadounidense Newton Baker afirmaba con respecto al general Douglas Mac Arthur que: “Fue el más grandioso comandante en el campo de batalla que produjo la guerra.” En Chile para finales de 1813, tras largos meses de campaña, había germinado como líder indiscutido en el ejército patriota chileno, la figura de don Bernardo O’Higgins, En relato de Barros Arana tenemos sobre este punto lo siguiente: “Militar de circunstancias, como el mismo se había llamado en Talca ante la junta gubernativa, el

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coronel O’Higgins no tenía la conveniente preparación, ni siquiera había visto ejércitos hasta que la patria en peligro lo llamó a tomar las armas. En el curso de la campaña había desplegado las más admirables dotes de soldado: subordinación a las órdenes de sus jefes, una actividad prodigiosa en el servicio, y un valor heroico en los combates … cualquiera que fuesen la inexperiencia de O’Higgins y su falta de más brillantes dotes de general, su designación para el mando en jefe se imponía como un hecho necesario, porque era entonces EL MILITAR MÁS DISTINGUIDO QUE HUBIERA PRODUCIDO LA REVOLUCIÓN de Chile, y el más prestigioso ante el ejército y ante el gobierno. En esa época, los documentos oficiales y la correspondencia privada, los paisanos y los militares, no lo mencionaban nunca sin acompañar su nombre de algún honroso apodo.” 1 Contando con unos escazos 2.000 hombres en la ciudad de Concepción y sus inmediaciones, el general O’Higgins decide pasar a la ofensiva, emprendiendo marcha con fecha 15 de marzo de 1814, para concurrir a reunirse con Mackenna y comenzar una temeraria arremetida contra el ejército monarquista. Solo para efectos de tranquilizar a los vecinos patriotas de la ciudad, que veían con pavor la marcha del ejército patriota, el general O’Higgins deja una escaza guarnición en Concepción, para su eventual defensa. Las fuerzas con las cuales el prócer chileno empeño su marcha, estaban conformada por unos 800 fusileros, 12 cañones de distinto calibre servidos por unos 130 artilleros, más unos 700 milicianos de infantería, carentes estos últimos en su mayoría, tanto de caballos como de armas de fuego. A diferencia del contingente realista, las fuerzas de O’Higgins estaban escazamente montadas. Según testimonio del comandante patriota don Francisco Calderón: ““El ejército estaba desnudo, con las armas en muy mal estado, sin plata, víveres ni auxilios, escaso de todo y la tierra que pisabamos era enemiga; así era que nos armabamos con las bayonetas, marchabamos con cuanto pillabamos y se amansaban yeguas, potros y hasta burros para montar la tropa… 1

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(pero)a pesar de la escasez total de víveres, caballerías y carruajes, el general O’Higgins, con aquella prudencia y valor de su alma grande, puso todo en movimiento para marchar al día siguiente sobre el enemigo, o incorporarnos a la división que mandaba el coronel Mackenna en el Membrillar.”

LOS MENSAJES INTERCEPTADOS POR LOS REALISTAS Según testimonio del comandante realista Luis Urrejola, encontrándose este en Chillán para la quincena de marzo de 1814, el general Gaínza le envía unos mensajes del comandante Mackenna escritos en inglés, y que teniendo como destinatario al general O'Higgins, habían sido interceptados por los realistas, con la instrucción de que: “… en el instante se traduzca del idioma ingles al nuestro y se le remita con la misma persona; así lo verifiqué, en el cual, manifestando (Mackenna) la grandísima necesidad en que se hallaba falto de todo y sin comunicación, le llama venga volando (O'Higgins) a su auxilio y al de la capital, cuyo peligro le hará maldecir su tardanza.” Según el propio comandante Urrejola, estos mensajes interceptados, que solo dejaban evidenciar desesperación, llevaron a pensar a Gaínza que Mackenna abandonaría el Membrillar en cualquier momento, situación que visualizaba como oportuna para atacarlo, señalando sobre aquellos días que: “… la demora que tuvo (Gaínza)en atacar a Mackenna en el Membrillar dependió de que usía supo por tres correos interceptados, de letra de éste y en idioma ingles, que estaba en la precisión de abandonar sus fortificaciones y campamento y que no podia permanecer allí tres dias y usía esperaba todos los dias se verificasen salida para atacarlo en el camino con ventaja conocida; los desertores de aquel campo y los movimientos de carpas, disposición de carruajes, acreditaban esto mismo.” Y así tenemos que mientras Gaínza esperaba confiado que Mackenna abandonara su campamento para atacarlo con ventaja;

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una situación inesperada vino a colocar nuevamente una cuota de incertidumbe en la mente del general en jefe de las fuerzas monarquistas, al enterarse de que el general O'Higgins había salido de Concepción, emprendiendo rumbo a Membrillar.

GAÍNZA SE DECIDE POR ATACAR A O’HIGGINS En testimonio del comandante Elorriaga, tenemos que para la segunda quincena de marzo de 1814, encontrándose durante aquellos días en Talca, al ser avisado por Gaínza de que este insistía en atacar a Mackenna, le aconsejó al brigadier monarquista obrar de forma distinta, por lo cual señala que: “… le contesté que mas bien atacase a O'Higgins que habia salido de Concepción, porque nuestra tropa no era (apta) para asaltar una trinchera en orden…”. Enterado el general en jefe hispano de la salida de las tropas chilenas desde Concepción, tomó en cuenta por momentos las bien intencionadas recomendaciones del comanadante Elorriaga; pero aún teniendo en consideración que las fuerzas del prócer chileno eran el blanco más vulnerable a resistir un decidido ataque, por marchar expuestas y practicamente a descubierta; el brigadier Gaínza procede a operar contra toda lógica estratégica, y en vez de volcarse de inmediato con el grueso de sus fuerzas para atacar y derrotar al general O'Higgins, le da tiempo al comandante chileno para avanzar a su encuentro con las tropas de Mackenna, sin hostigarlo ni causarle mayores complicaciones en su trayecto. Permaneciendo aún inmóvil con gran parte de su ejército en las proximidades de Membrilar, el brigadier Gaínza decide comisionar a su ayudante de campo don Pedro Tavira, y al teniente coronel don Pedro Asenjo, para que se desplazaran a inspeccionar los cerros del sector de Ranquil, con la intención de posicionar tropas de avanzada y observación sobre el sector más alto de la zona, denominado Quilo. El informe favorable que entregaron los observadores, sobre las ventajas geográficas del terreno, las cuales permitían que una fuerza

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no muy numerosa, lograra mantenerse y defendiera la posición en condiciones tácticas muy ventajosas, llevó al comandante Gaínza a destinar un contingente de avanzada, para que parapetado en dichas alturas, cumpliera con observar e informar cual de las opciones de rutas disponibles, sería la que en definitiva emprendiera O’Higgins para aproximarse a Membrillar. Una vez que el general O’Higgins logró avanzar hasta Coyanco, tenía dos opciones para seguir su ruta. La más tradicional era el antiguo camino de Concepción a Chillán, que seguía el trayecto de la actual ruta a Bulnes, por la cual los patriotas podrían avanzar hasta el glorioso sector del Roble, y desde ahí seguir el trayecto a Quinchamalí para reunirse con las fuerzas de Mackenna en Membrillar, o bien avanzar para atacar directamente el cuartel general realista en Chillán. La otra opción, era avanzar desde Coyanco hacia los cerros de Ranquil, hasta alcanzar el borde del rio Itata en el actual sector de Ñipas, para encontrarse con sus camaradas patriotas.

LA MISIÓN DE LAS FUERZAS REALISTAS EN QUILO Estando posicionada la fuerza de observación de Gaínza en las alturas de Quilo, tenía dos opciones fundamentales:  Detectar si O’Higgins avanzaba por la ruta del camino antiguo hacia el Roble, para lo cual debían informar de inmediato a Gaínza, quien esperaba desplegar en ataque al grueso de su ejército para interceptar a los patriotas en dicho punto.  Si en caso contrario, observaban que O’Higgins emprendía su avance por los cerros de Ranquil, debían dar aviso inmediato a Gaínza, y resistir a pie firme, para lo cual tenían todas las ventajas y facilidades del terreno, hasta que el grueso del ejército realista avanzara de lleno, para reforzarlos y pasar al ataque.

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En el contexto anteriormente expuesto, si bien el ejército monarquista corría el riesgo de quedar atrapado entre dos fuegos, en la eventualidad de ser atacado a sus espaldas por Mackenna; Gaínza abrigaba la esperanza de batir ambos contingentes patriotas por separado, comenzando por el de O’Higgins que era el más expuesto a campo abierto; teniendo además la ventaja de que producto de las casi nulas comunicaciones instantáneas de la época, era muy dificil que los jefes patriotas lograran coordinar una acción simultánea contra los realistas. Pero aún teniendo el favorable escenario estratégico anteriormente descrito, para ejecutar satisfactoriamente una operación como la que visualizaba el general en jefe monarquista, se requería además de sangre fría, poseer una alta cuota de coraje y osadía; junto con la habilidad de poder actuar decididamente sin mayores vacilaciones, cualidades que como jefe militar, Gaínza no logró demostrar en estas acciónes, tal como veremos más adelante.

UN LUGARTENIENTE DE ELORRIAGA EN ACCIÓN Cabe advertir que en su crónica sobre estos hechos, el oficial español Rodriguez Ballesteros afirma erróneamente que las fuerzas realistas destinadas a posicionarse en Quilo, estaban comandadas por el coronel Idelfonso Elorriaga, secundado por su lugarteniente Manuel Barañao, lo cual es incorrecto. El error del cronista español debe atribuirse a que las fuerzas de Barañao, eran identificadas en el ejército realista desde su génesis, como “tropas de Elorriaga”, ya que a la fecha, habían hecho una exitosa campaña bajo el mando de aquél destacado militar español.2 El comandante Mauel Barañao, había arribado al sur de Chile en 1809, procedente desde su natal Buenos Aires, en misión de agente encubierto para estrechar lazos entre los patriotas rioplatenses y sus camaradas de la zona del Biobío, donde estuvo en contacto tanto 2

Ver https://archive.org/details/INTREPIDOTEMERARIOYAUDAZ/page/n137

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con el mendocino Martinez de Rozas, como con el propio O’Higgins, quienes sembraban la semilla revolucionaria en la zona de Concepción. No obstante ser partidario de la causa independista, Barañao era en esencia monarquista, y no creía en la instauración de gobiernos democráticos y republicanos en Sudamérica. Su ideal de independencia, como el de muchos otros patriotas rioplatenses, contándose entre ellos Manuel Belgrano y José de San Martín, estaba basado en establecer monarquías autónomas, aunque avaladas por las cortes europeas. Este pensamiento chocaba directamente con el sentir revolucionario chileno, y en especial con el de O’Higgins. Desencantado por falta de afinidad con sus camaradas chilenos, si bien en principio pasó a militar en las fuerzas patriotas, durante el llamado Sitio de Chillán (agosto de 1813) Barañao desertó del ejército chileno, abrazando la causa monarquista hispana como propia, y se esmeró en someter por las armas a los revolucionarios republicanos chilenos, incorporándose al ejército realista bajo el mando del coronel Elorriaga. Con fecha 18 de marzo de 1814, Gaínza dio instrucciones al comandante bonaerense don Manuel Barañao, para que se posicionara fuertemente con unos 400 hombres en las alturas del Quilo. Al respecto, don Claudio Gay relata que: “Esta división al mando del valiente Barañao, estaba acampada en las alturas que debían atravesar los soldados de O’Higgins, y colocada de manera que dominaba todas las salidas y defendía todos los pasos. Gracias a esta ventaja, Barañao contaba con poder detener algunas horas por lo menos al enemigo, y dar tiempo a que Gaínza, acampado a distancia de tres leguas solamente (unos 15 kilometros), fuese en su ayuda para atacarle con fuerzas más considerables, dispersarlo si fuese posible, y marchar inmediatamente sobre la división Mackenna.”

O’HIGGINS ORDENA ABRIRSE PASO Tal como hemos detallado con anterioridad, al llegar a la localidad de Coyanco, al general O’Higgins se le presentaban dos alternativas de ruta hacia Membrillar, la del Roble y la de Ranquil, optando el jefe 65


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patriota por esta última, por ser mas corta y directa; no obstante, para intentar engañar a las guerrillas realistas de la zona, hizo correr la voz de que avanzaría por el camino del Roble, para lo cual dispuso además que una partida de 25 fusileros se adentrara por dicho trayecto, ejecutara varias descargas sobre el camino, a modo de dar la alerta de avance, y regresara luego para marchar a retaguardia por el camino de Ranquil, junto al resto del ejército. A pesar de correr el riesgo de verse enfrentado al grueso del ejército realista, el general O’Higgins jamás vaciló en avanzar, y emprendió su marcha, aún a costa de tener que abrirse paso ante fuerzas muy superiores. El clérigo Casimiro Albano, como testigo presencial y cronista de estos hechos, señala en su memoria histórica que: “Colocado nuestro héroe en tan triste situación emprende su marcha en busca del enemigo con un puñado de hombres desnudos, sin víveres y escasos de municiones, pero les habia inspirado su valor y enseñado también con el ejemplo, que el valiente no necesita pólvora cuando lleva bayoneta.” A las 11:00 A.M. del día 19 de marzo, el general O’Higgins avista a las tropas de Barañao, posicionadas convenientemente en las alturas de Quilo, obstruyendo todos los accesos de la ruta; ante lo cual se aprestó de inmediato a disponer el ataque a las posiciones enemigas. Para esos efectos, el prócer chileno tomó la criteriosa decisión de realizar una operación de ataque combinada, a efectos de ejecutar una ofensiva envolvente, planificando una arremetida por el centro y los flancos. Para implementar esto último, hizo avanzar con el máximo sigilo por los bosques que rodeaban la loma, a sus tropas más experimentadas, que si bien en el papel eran fuerzas de caballería, la escases de equinos más las circunstancias del terreno, las haría combatir desmontadas en esta ocasión. De esta forma, repartidas bajo la dirección de los oficiales José María Benavente (Husares de la Gran Guardia), Ramón Freire (Dragones de Concepción), más el apoyo del oficial Pablo Vargas (dirigiendo 40 granaderos de infantería), avanzaron en ataque por las boscosas cerranías. Por otra parte, el propio O’Higgins, secundado por los

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comandantes Rafael de la Sotta y Enrique Campino, se encargó de emprender el ataque frontal, avanzando con un grueso contingente, apoyados por 3 piezas de artillería; dejando la reserva a cargo del comandante Francisco Calderón. A su vez, el monarquista Barañao quien había dado aviso oportunamente al brigadier Gaínza, se aprestaba a resistir y sostener a todo trance su posición, obstruyendo el avance del insurgente republicano O’Higgins, hasta recibir el apoyo del resto del ejército realista en la zona, tal como lo había planeado originalmente su comandante en jefe.

LA AUDACIA DE O’HIGGINS EN COMBATE Iniciada las acciones, los realistas resistieron a pie firme en sus excelentes posiciones el violento y envolvente ataque patriota, pero pasaba el tiempo y no recibían novedades por parte del general Gaínza. Teniendo este último la oportunidad y el deber de reforzar a

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las tropas de Barañao, y más aún, estando latente la opción de volcar sus numerosas fuerzas, contra las escazas tropas de O’Higgins para derrotarlas y dispersarlas, nada hizo al respecto. Amparados por lo boscoso del terreno, las tropas chilenas arremeten con sigilo, bravura e impetuosidad por los costados; lo cual lleva a que las fuerzas de Barañao comiencen a replegarse paulatinamente, oportunidad que aprovecha O’Higgins para ejecutar un vigoroso y aguerrido ataque frontal, el cual en principio, estuvo a punto de ser saboteado, por la indisciplinada conducta de uno de sus comandantes de infantería. Para ahondar sobre este punto en detalle, tenemos que varias semanas después de acontecido este combate, y estando ya restablecidas y expeditas las comunicaciones con la capital, el general O’Higgins daba informe al Director Supremo Francisco Lastra, sobre la conducta demostrada en aquella jornada por el entonces sargento mayor de granaderos, don Enrique Campino, señalando que: “… en la batalla de Quilo, que se le mando avanzar con su tropa, no quiso obedecer y solo lo hizo cuando el enemigo había asegurado la retirada, y tal vez por esto no derrotamos al enemigo completamente.” Esta grave situación que pudo poner en riesgo la suerte de las armas patriotas en aquel día, fue subsanada por el propio general O’Higgins, quien a riesgo de exponer su integridad personal, encabezó a sus tropas colocándose en primera fila, pasando a dirigir personalmente el asalto frontal a las posiciones enemigas. Aquel era el momento decisivo de la batalla, el punto crucial para quebrantar la resistencia enemiga, y no había espacio para retrasarse ni perder el foco ante actitudes de personajes faltos de coraje y resolución, como las demostradas por el oficial Campino aquel día. La audacia de O’Higgins se alzó por sobre la indecisión de otros, contagiando de valor a sus tropas, terminando por coronar la embestida con una gloriosa victoria. En vista de lo anterior, y luego de unas tres horas de arduo combate, las tropas de Barañao siguieron cediendo terreno, hasta emprender la retirada en franca derrota, siendo desalojadas de sus ventajosas posiciones. Al quedar expuestas en su retirada, gran parte de ellas

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fueron masacradas por los patriotas, quienes a su vez contaron con mínimas bajas, ya que gran parte del tiroteo inicial en avance, lo hicieron aprovechando las boscosas laderas como elementos de protección; y en la etapa final del combate, no encontraron mayor resistencia ante un adversario que huía decepcionado, ante la evidente carencia de apoyo prometida inicialmente por su comandante en jefe. En su parte oficial de la jornada, el general O’Higgins relata: “Ellos (las tropas realistas) fugaron vergonzosamente, y se les picó la retaguardia con tanto ardor, que si tenemos caballería quedan todos prisioneros. Por último la pérdida nuestra ha consistido en dos dragones y seis heridos. La de los enemigos no baja de 150 hombres y a proporción los heridos. Les hemos tomado 40 prisioneros, dos cargas de municiones, y otras varias de víveres y fusiles. Hemos acampado en la misma situación ventajosa que ocupaba la división de los piratas a vista de la nuestra del Membrillar, a la que hicimos salva y correspondió al general Mackenna con 21 cañonazos; mañana espero completar la victoria y entre tanto VV.SS. deberán concurrir al templo a rendir las debidas gracias al Dios de los Ejércitos. No puedo detallar el pormenor de la acción, porque en estos momentos estoy atrincherándome, y dando otras providencias de seguridad…”.

O’HIGGINS ESTABLECE EL CAMPAMENTO PATRIOTA EN QUILO Luego de su brillante victoria en Quilo, el general O’Higgins decidió acampar esa noche sobre el mismo campo de batalla, para lo cual procedió sin mayores contratiempos, a ejecutar trabajos defensivos en el entorno, que aunque de poca envergadura, le permitirían resguardar convenientemente el merecido descanso que anhelaban sus tropas, evitando de esta forma cualquier vulnerabilidad ante un eventual contra ataque de los realistas. Por otra parte, en una demostración más de su falta de firmeza y resolución en este tipo de situaciones, el brigadier Gaínza desiste de

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la idea de reanudar la ofensiva, disponiendo solo que un escuadrón de guerrillas se mantuviera en las inmediaciones del Quilo, a modo de contener e inquietar el campamento patriota, desaprovechando la oportunidad de cargar con todo, y decidir la contienda en dicha jornada. Al amanecer del día 20 de marzo de 1814, enterado O’Higgins de que tropas realistas se encontraban acechando en los alrededores de su campamento; y estando acostumbrado desde los inicios de la campaña a maniobrar siempre en vanguardia y en primera línea, se decidió una vez más por pasar personalmente a la ofensiva, con el objetivo de disipar cualquier preparativo o intentona de asalto por parte del enemigo en las inmediaciones; motivo por el cual se dirigió con parte de sus fuerzas hasta la hacienda de un reconocido patriota de la zona, don Isidro Basso, lugar donde le habían informado que estaban acampadas, parte de las tropas enemigas, y en especial, los restos de las tropas de Barañao, que habían sido desalojadas de sus posiciones el día anterior. Según registra en su diario de campaña el oficial patriota Francisco Calderon, la mañana de ese día: “… tuvimos noticias que una división enemiga se hallaba en Ranquil. El general O’Higgins se marchó al momento con dos piezas de campaña, 120 dragones y 200 granaderos hasta las casas de Baso, e hizo marcharse en fuga a los que se hallaban en ellas, quedando yo al mando del campamento.” Por otra parte, enterados en el campamento de Membrillar de la inminente proximidad de sus camaradas de armas, se restableció la moral de combate, y renacieron las esperanzas de alcanzar la victoria. De esta forma hemos visto como el carácter y la decisión de un comandate como O’Higgins, logra sobreponerse a la adversidad, erradicando la angustia y la desesperación, volcando radicalmente un escenario adverso, abriendo paso a la esperanza del triunfo, dejando de manifiesto para los patriotas y en especial para el comandante Mackenna, que en aquellos días de marzo de 1814, solo vivieron apremiados y permanentemente angustiados por cosas que tal como diría Churchill: “… jamás iban a ocurrir.”

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CAPÍTULO III

EL GRAN RENACER DE LOS PATRIOTAS


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CAPÍTULO III (Páginas 73 a 91) GAÍNA Y EL EJÉRCITO REALISTA EN JAQUE – GAÍNZA DECIDE ATACAR MEMBRILLAR – EL INCONTENIBLE ÍMPETU DE LOS COMBATIENTES – EL TEMERAIO ASALTO DE LOS REALISTAS SOBRE MEMBRILLAR – LA CATASTRÓFICA DERROTA DEL EJÉRCITO REALISTA – SIMILITUDES DE GAÍNZA CON EL GENERAL McCLELLAN EN COMBATE – EL APABULLANTE TRIUNFO PATRIOTA EN MEMBRILLAR – LOS HEROICOS MILICIANOS PATRIOTAS - LAS SENSIBLES BAJAS PATRIOTAS – CUADRO DE HONOR DE LA VICTORIA DE MEMBRILLAR - ¿MACKENNA SIN APOYO EN MEMBRILLAR? - LA ACCIÓN DESDE EL CAMPAMENTO DE OHIGGINS - LOS PLANES PARA ALCANZAR EL RÍO MAULE.

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GAÍNZA Y EL EJÉRCITO REALISTA EN JAQUE La derrota de las fuerzas realistas comandadas por Barañao, vino a poner al brigadier Gaínza en una incómoda situación, y hablando en terminos de ajedrecista, bien podríamos decir que se encontraba en jaque junto a su ejército, quedando practicamente encajonado entre las dos divisiones patriotas, ubicadas ambas ahora en excelentes posiciones defensivas, tanto en Quilo como en Membrillar, motivo por el cual comenzó a buscar la mejor alternativa para movilizar a su ejército, y salir de su incómoda posición. De esta forma tenemos que, durante la noche del 19 de marzo de 1814, y en medio de sus eternas vacilaciones, el brigadier Gaínza se había decidido por dar un vuelco al escenario estratégico, planificando emprender rumbo hacia el Quilo, para a atacar al general O’Higgins, esta vez al amanecer y con todas sus fuerzas; sin embargo, según su propia versión de los hechos, desistió de su plan al ser advertido por el comandante Urrejola, que uno de los guías que se había presentado como tal a ofrecer sus servicios al ejército realista, luego de enterarse de sus planes y de conocer el trayecto que emprenderían, había abandonado el campamento monarquista, con rumbo desconocido, pero generando la sospecha de que: o había regresado a la hacienda de don Isidro Baso, donde servía de mayordomo, con la intención de poner en aviso a su patrón; o bien se había dirigido a informar directamente al campamento del general O’Higgins de todo el plan realista. Lo anterior preocupó de sobremanera a Gaínza, y queriendo no exponer sus tropas a un eventual ataque nocturno en pleno trayecto, nuevamente desiste de sus planes, postergando las acciones hasta la jornada siguiente. Al amanecer del día 20 de marzo de 1814, según testimonio del propio Gaínza, había amanecido nublado y con viento norte anunciando un próximo aguacero, lo cual lo obligaba a obrar sin mayores contratiempos, para no dejar expuestas sus tropas a la intemperie.

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GAÍNZA DECIDE ATACAR MEMBRILLAR Desechando la idea de volcarse nuevamente en ataque sobre las tropas de O’Higgins en Quilo; Gaínza se decide esta vez por retornar con su ejército a Chillán, pero sabiendo que su marcha la debía realizar a corta distancia de Membrillar, decide avanzar hasta Quinchamalí, donde mantenía una guarnición de 200 hombres custodiando dicho paso, para desde ahí cruzar el rio Ñuble y emprender un ataque sobre la posición de Mackenna, teniendo además la eventualidad de poder ser apoyado en última instancia, por tropas del cuartel general en Chillán. Reforzado además aquel día por las fuerzas del capitán Leonardo Castilla (190 hombres), las cuales se habían replegado desde Rere donde principios de marzo habían obtenido un gran triunfo en combate, el brigadier Gaínza se decide por pasar a la ofensiva, y atacar a los patriotas en Membrillar, Pero luego de perder un tiempo valioso, al desechar avanzar cruzando el rio Itata, según él para no exponer a sus soldados bajo el fuego de la artillería patriota que tenía alcance sobre dicho sector, procedió a emprender un extenuante trayecto, fatigando a sus tropas, para avanzar hasta las proximidades de Quinchamalí, llegando a dicho punto pasadas las 15:00 hrs. Puesto a la cabeza de su ejército, Gaínza comenzó el cruce del rio Ñuble, donde tenemos según su propio testimonio que: “… habiendo vadeado el rio mas de la mitad de la tropa y necesitando aprovechar el tiempo porque las malezas y angosturas del camino hacian lenta la marcha, volvía a emprenderla hacia el Membrillar, faldeando la montaña por su derecha, hasta verse cerca del tiro de cañón; y en cuyo caso era preciso subir algo por la serranía a tomar la posición que tenia meditado, como conveniente para emprender el ataque a un tiempo por diversos puntos, como le proporcionaba su mas que duplicado número de tropa y catorce piezas de a cuatro con que podia atacar al enemigo para que llamada así la atención por todas partes, de poco le sirviese (a los patriotas) su mayor calibre… ni la ventaja de su situación…”.

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EL INCONTENIBLE ÍMPETU DE LOS COMBATIENTES De las tropas que combatieron durante la guerra por la independencia de Chile, se pueden hacer muchos juicios, y criticar su falta de disciplina, sus carencias en instrucción táctica, su falta de elemento esenciales como equipamiento, vestuario y armamentos; pero un hecho que es incuestionable, y reconocido por todos los testigos y contemporáneos de estos hechos, era su osada y temeraria valentía para lanzarse en ataque, lo cual en los momentos de acción se hacía incontenible, poniendo en serios aprietos a los oficiales para controlarlos y maniobrar tacticamente con ellos en plena batalla, situación que se presentaba tanto en el ejército patriota como en el monarquista. Lo anterior hacía indispensable para cualquier jefe militar, el lograr interpretar adecuadamente estas cualidades en combate, y encauzarlas convenientemente sobre el campo de batalla. Pero para validarse ante tan temerarios hombres, cada oficial debía demostrar a cabalidad sus propias cualidades de guerrero, sin lo cual una vez iniciado el combate, no había autoridad para dirigir u ordenar; y solo los comandantes que acertaron en este punto, cosecharon fama y laureles liderando a sus tropas, haciendo válido el precepto budista de que: “… en lo que piensas te conviertes, lo que sientes lo atraes; lo que imaginas lo creas.” Al amanecer del día 20 de marzo, el coronel Mackenna se encontraba mucho más tranquilo, y en el campamento patriota la moral se había elevado considerablemente, al estar enterados de la proximidad del general O’Higgins y sus tropas, con quienes se habían saludado a la distancia con salvas de cañón. Presintiendo ser atacado durante esa jornada, el comandante Mackenna ordena retirar el ganado que mantenía en las inmediaciones, y concentra sus fuerzas a la espera del enemigo. Las acciones se iniciaron luego de que una compañía realista divisó a cierta distancia al contingente patriota que retiraba los ganados, lo cual generó en ambos contendores, el irrefrenable deseo de acercar

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sus posiciones y trabarse en combate. En el parte oficial de la jornada, el comandante Mackenna señala que: “… mandé recoger al campamento todos los ganados y destaqué una partida para sostener en caso necesario la guerrilla que los cuidaba; pero con orden expresa de no pasar la viña, donde se hallaban. Un inconsiderado arrojo hizo al oficial comandante de aquella avanzar hasta una altura o colina inmediata al vado, por donde los enemigos estaban pasando; inmediatamente dirigieron contra ella un grueso de sus tropas, lo que obligó al oficial a retirarse con precipitación, y hubiera quedado cortado si una pequeña división no hubiese avanzado a sostener su retirada, aunque con peligro de empeñar una acción en un terreno desventajoso; tales sueles ser los funestos resultados de la falta de subordinación en los subalternos.” Según declaraciones del propio Gaínza sobre este punto, había ordenado a un oficial con 25 hombres a caballo, que avanzara a modo de alertar y evitar una eventual emboscada. Al doblar este contingente uno de los ángulos salientes de la serranía, se encontró con las tropas de Mackenna, iniciándose de inmediato un tiroteo, el cual gatilló al instante, que practicamente todo el resto del ejército realista que avanzaba a espaldas de Gaínza, se lanzara en incontenible ataque sobre los patriotas. Según señala el comandante realista don Luis Urrejola, en aquellos momentos: “Aun quedaba por pasar un tercio del ejército, cuando oí haberse roto el fuego, e inmediatamente a carrera abierta de caballo, me puse en el Membrillar, en donde presencié el mayor desorden que nadie puede figurarse: parte de la tropa estaba pasando el rio a una legua delante del enemigo; parte en camino a carreras; parte por los riscos y cerros preguntando por donde iba el camino, y en donde se hallaban sus jefes y sus cuerpos. Unos iban al enemigo y otros volvían para atrás; la artillería toda perdida en los cerros y barrancos, y regularmente iban a buscar el campo enemigo, dejando el camino a un lado y tomando el rumbo que se les antojaba. Así es que cuando se concluyó el fuego, aun no habia llegado el tercio de la artillería

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porque los artilleros ocuparon toda la tarde en sacarla de los fosos y barrancos, en que la habían metido por falta de práctica del camino.”

EL TEMERARIO ASALTO DE LOS REALISTAS SOBRE MEMBRILLAR Con respecto al ataque de los realistas a su campamento, el comandante Mackenna relata en su parte oficial que: “A las cuatro de la tarde se empeñó la acción general por toda la línea y por el centro de ella. Se avanzaba una partida considerable al parecer de las tropas escogidas del enemigo, así por parecer asequible el cortar esta partida… determiné hacer una salida la que verifiqué con 60 auxiliares de Buenos Aires, mandados por el intrépido coronel don Marcos Balcarce, 80 voluntarios de la patria, comandados por el capitán don Hilario Vial, la guerrilla del teniente coronel don Santiago Bueras, y 60 milicianos del regimiento Rancagua, que a ejemplo de su digno jefe don Agustín Almarza, aprendieron el oficio de infantería, por haberse inutilizado sus caballos. La salida se hizo con el mejor orden: nuestros valerosos soldados atacaron a la bayoneta; en un momento vi caer cinco de los enemigos y apresar a cuatro, huyendo los demás con precipitación: logrado el objetivo de la salida, me retiré con las tropas a las trincheras, trayendo consigo fusiles, sables y otros despojos.” Una vez que los patriotas retornaron a sus trincheras, las fuerzas de Gaínza continúan con su desordenado y temerario ataque, dispuestas a tomar por asalto el campamento de Mackenna. El comandante patriota señala en su parte oficial lo siguiente: “En este estado de la acción, observé que los enemigos avanzaron cuatro piezas de artillería y que algunos oficiales de graduación se ponían al frente de las tropas para obligar a avanzar. En efecto, se adelantaron hasta tiro de pistola, pero no tuvieron valor de avanzar a la bayoneta; pero si la bárbara temeridad de mantenerse en esta distancia sufriendo un fuego de seis piezas de artillería que vomitaban metralla y el de cerca de 700 fusileros bien atrincherados. Duró el fuego sin 77


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intermisión desde dicha hora hasta las 8 de la noche. Hacia el fin de la acción el enemigo dirigió todos sus esfuerzos contra el reducto de la derecha, intentando tomarlo por un flanco, y avanzando sobre él hasta la distancia de ocho pasos en dos o tres ocasiones, pero siempre fue rechazado con notable pérdida. Por último, viendo lo vano de sus esfuerzos, se retiró en el mayor desorden, dejando en nuestro poder el armamento y pertrechos que constan del adjunto estado…”.

LA CATASTRÓFICA DERROTA DEL EJERCITO REALISTA Por su parte el brigadier Gaínza declara que: “La artillería, que habia quedado atrás, no pudo llegar hasta media hora después de empezado el ataque, y como los que la conducían carecían del conocimiento necesario del terreno, tampoco lograron colocarse en situación de hacer fuego sino cinco piezas, que fueron dos a la izquierda, dos al centro y una a la derecha, ya era cerca de noche y el fuego continuaba alternando más o menos cuando llegó a oscurecer enteramente, hallándose los soldados en tal aproximación al enemigo que éste les hizo dos o tres prisioneros dentro de sus trincheras y otros entraron y salieron a su campo extrayendo algunas cosas de sus mismas tiendas. En este estado empezó a descargar un aguacero que, incrementándose por momentos, hizo cesar el fuego absolutamente y la tropa y oficiales se fueron retirando cada uno como y adonde pudo fuera del tiro de las baterías, sin que fuese posible la reunión porque la oscuridad, el agua, lo poco accesible del terreno lleno de barrancos todo lo impedía.” El cronista español, oficial Rodriguez Ballesteros, que bien cabe señalar no estuvo presente en dicha jornada, ya que se encontraba de servicio en el cuartel general de Chillán, señala que : “El general Gaínza, que del plan que tenía formado esperaba una victoria gloriosa, vio con sentimiento extenderse una acción brusca y a discreción por todo aquel campo y camino, perdiéndose por esta causa la artillería, municiones y acémilas (animales de carga). Para

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rematar la obra, un formidable aguacero que se desencadenó a media tarde y duró hasta el amanecer, obligó al general Gaínza y a su edecán Tirapegui, a pasar aquella noche lluviosa sobre el campo de Mackenna, al abrigo de un espino que nada podía favorecerle y en el inminente riesgo de haber sido hecho prisionero.” Por su parte, a modo de conclusión de aquella nefasta jornada para las tropas del Rey, el comandante Urrejola señalaba que: “Así es que de ello resultó una pérdida considerable de valientes soldados, unos muertos, otros heridos y otros prisioneros; una dispersión general en el resto de la noche que entró antes de dos horas de emprendido el combate; una necesaria retirada a Chillan, a reunirse para poder continuar la campaña, dando en esto tiempo a O'Higgins para que se reuniese con Mackenna.” Con posterioridad, y luego de ser llamado a testificar sobre la conducto militar del brigadier Gaínza en aquellos dias, el comandante Idelfonso Elorriaga daba sus impresiones de estos hechos a modo de resumen, señalando que: “… sé que intentó asaltar al citado O'Higgins, pero no sé porqué contraste no lo pudo verificar, y por último, atacó al Membrillar y sucedió lo mismo que le había anunciado desde Talca, que entró la tropa a discreción y no habia jefe que pudiera sujetarla en este caso.”

LAS SIMILITUDES DE GAÍNZA CON EL GENERAL McCLELLAN EN COMBATE En el capitulo I de esta obra ya habíamos comparado el desempeño militar del general Gaínza, observando grandes similitudes entre este último y el comandante norteamericano George Brinton McClellan (Guerra de Sesesión Norteamericana). Al continuar analizando el relato histórico del gran Isaac Asimov, es posible encontrarse con increíbles puntos de comparación al desempeñarse en combate, en especial al analizar la campaña bélica del general estadounidense durante 1862, donde tenemos que:

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“Todo general medianamente capaz habría comprendido instantáneamente que lo que se debía hacer era atacar como un rayo, interponerse entre las diversas partes del ejército confederado, derrotar a una y luego volverse para derrotar a otra. Sólo McClellan podía esperar dieciséis horas antes de actuar de acuerdo con este conocimiento.” • “McClellan tenía setenta mil hombres, frente a treinta y nueve mil de (el general confederado Robert) Lee, pero esto no significaba ninguna diferencia; McClellan estaba semi derrotado antes de empezar.” • “Introdujo a su ejército en la batalla por partes, sin hacer ningún intento de establecer una coordinación general, y un tercio de sus hombres nunca entró en combate, aunque su entrada podía hacer cambiar el resultado. McClellan se contentó con dar órdenes vagas, esperando que sus subordinados supieran qué hacer y ganasen la victoria para él… El resultado fue que el ejército de la Unión se dejó perseguir de un lado a otro, siempre a la defensiva, frente a un enemigo más débil en número.” • “Aun después de la retirada, con éxito, de McClellan a Harrison's Landing, el ejército de la Unión era bastante fuerte como para tomar Richmon (la capital de los confederados), si hubiese sido conducido por un jefe resuelto. Pero McClellan no era el hombre adecuado. Fue batido; (el general confederado Robert) Lee mantuvo la iniciativa y la guerra continuaría por tres años más.” Todo lo anterior grafica una situación histórica que se replica en el tiempo, y que sigue demostrando la importancia y la gran diferencia que puede marcar el contar con un jefe militar de excelencia en lo táctico y lo estratégico, quedando en evidencia que en cualquier situación, tiempo y circunstancia, las cualidades de un gran líder son irremplazables, y terminan por tener un impacto directo en los resultados de cualquier proyecto, sean estos militares, deportivos, empresariales o de cualquier tipo.

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EL APABULLANTE TRIUNFO PATRIOTA EN MEMBRILLAR El el parte oficial, el comandante Mackenna da algunos datos con respecto a las bajas del ejército realista: “De la pérdida del enemigo V.S. puede formar concepto por lo que he referido acerca de la posición que ocupaba durante la acción: en efecto ha sido terrible. Sesenta y siete cadáveres dejaron en el campo que no pudieron llevar; además se sabe por dos soldados que se pasaron esta mañana, como también por informes de los vecinos inmediatos, que los enemigos llevaron a Cucha Cucha diez y nueve cargas de cadáveres de a cuatro en carga, otros varios por delante en los caballos y un número crecido de heridos; declaran igualmente que el enemigo en el mayor desorden y terror pasó disperso la tempestuosa noche en las quebradas y bosques de Cucha Cucha; y otros que repasaron el Ñuble dirigiéndose a Chillán… La fuerza enemiga que atacó esta división según declaración de los indicados prisioneros, se componía de 136 hombres del (batallón) Real de Lima… y con tropas de varios cuerpos ascendían al número de 1.300 fusileros, sin contar con las milicias de caballería, que todas se dispersaron de resultas de la acción, robando, según su costumbre, mucha parte de los caballos de su infantería, que se había apeado para entrar en acción… La disparidad que se nota entre la pérdida del enemigo y la nuestra, no la extrañará V.S. ni ningún militar impuesto del indicado modo de atacar del enemigo, y de la posición que ocupaban nuestras tropas… por consiguiente el enemigo estaba expuesto durante toda la acción a un fuego cruzado de frente y de flaco, que es el más mortífero de todos.” En resumen, la victoria de las fuerzas patriotas en Membrillar fue apabullante, y la derrota realista alcanzó las proporciones de catástrofe.

LOS HEROICOS MILICIANOS PATRIOTAS Tal como hemos señalado con anterioridad, encontrándose las milicias de caballería patriota sin cabalgaduras, y desprovistas de 82


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armas de fuego por la carencia de pistolas, carabinas y tercerolas, junto a la apremiante escazes de fusiles que afligía al ejército independista; pero teniendo presente la premisa de que a grandes males se deben implementar grandes soluciones, estos bravos centauros se empeñaron en suplir dichas carencias, empeñándose en presentar combate como simples infantes armados de lanza o espada, y no es valido decir que lo hicieron “a la antigua”, por que a diferencia de las falanges griegas, las legiones romanas o las tropas medievales, que combatían en sus respectivas épocas equipadas de casco, escudo, coraza y armadura; los milicianos chilenos no tenían más protección que sus ponchos, para ampararse tanto del frío y la lluvia, como de las balas. Como ejemplo de valor en la jornada de Membrillar, tenemos a don Agustín Almarza, heróico comandante del Regimiento de Milicias de Caballería de Rancagua, unidad en la cual también servía en calidad de alférez su homónimo hijo, y que al igual que su padre se destacó en la jornada de Membrillar; aunque el progenitor tuvo el infortunio de ofrendar su vida, mientras dirigía sus milicianos al combate. El comandante Mackenna daba cuenta de lo anterior en su parte oficial al general O’Higgins: “El valiente teniente coronel don Agustín Almarza se portó con el mayor valor en la salida, y por una rara fatalidad fue el único muerto de las tropas que la componían. Este benemérito oficial, según tengo entendido, a dejado una numerosa e indigente familia, que espero que V.S. recomendará al Excmo. Supremo Gobierno… En el indicado (Regimiento)de Rancagua, que hacía de infantería, se distinguió infinito, no solo en la salida, sino durante toda la acción, el capitán don José Antonio (que en realidad se llamaba Bernardo) Cuevas y el alférez Almarza, digno hijo del difunto comandante.” Similar acto de valor demostraron en la defensa de los reductos, a punta de lanza los milicianos de Melipilla, dirigidos por el capitán Francisco Achurra; los milicianos de Quillota, encabezados por su capitán don Santiago Orrego, y el escuadrón de milicias de San Fernando, dirigido por el teniente José Manuel Bravo.

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LAS SENSIBLES BAJAS PATRIOTAS Según documento publicado en su momento,1 tenemos el siguiente recuento de bajas patriotas en Membrillar:  Artillería: 6 heridos y 2 contusos.  Granaderos de Chile: 3 muertos, 6 heridos y 2 contusos.  Voluntarios de la Patria: 3 muertos y 4 heridos.  Auxiliares de Buenos Aires: 2 heridos y 2 contusos.  División de Caballería (milicias): 1 muerto. 2 A su vez, el propio comandante Mackenna daba cuenta de las bajas patriotas en su parte oficial, señalando que: “Nuestra pérdida según manifiesta el citado estado, ha sido de muy poca consideración, pero sensible, por la clase de sujetos que perecieron…” Entre las dolorosas pérdidas en aquel día para los patriotas, tenemos la del destacado oficial don Claudio José Cáceres, quien servía en las filas del ejército patriota junto a su hermano, el capitán Bernardo Cáceres, encontrándose ambos en el campamento de Membrillar, para el día del combate. Según el parte oficial de Mackenna, tenemos que: “El intrépido oficial don Claudio José Cáceres, no contento durante la acción de animar la tropa, no cesó de hacer fuego, hasta que cayó a mi lado en el reducto de la derecha mortalmente herido de una bala de metralla: llamó a su hermano don Bernardo y le dijo con entereza que no le deseaba mayor felicidad que la de morir como él en la defensa de los sagrados derechos de la patria…”. Por su parte, el cronista español Rodriguez Ballesteros, refiriéndose a la muerte del oficial patriota Cáceres, aporta los siguientes antecedentes, referentes a su progenitora: “Su madre, la señora Mercedes Palacios Saralegui, al dársele el pésame por el fallecimiento de su hijo respondió: -Seguramente siento mucho la muerte de mi hijo; pero también siento que el otro no haya sido víctima como su hermano, para así rendir más sacrificio a la Patria.1

Ver periódico EL MONITOR ARAUCANO N°35 del día viernes 15 de abril de 1814. Corresponde al ya mencionado comandante rancagüino, don Agustín Almarza, quien: “… murió a las doce horas después del ataque, de un balazo en el pecho…”, según documento publicado también en el monitor araucano, por el comandante patriota don Jose Joaquín de Guzman. 2

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Disfrutaba esta buena señora de un montepío por ser viuda del coronel don Eduardo Cáceres, y le fue suprimido durante el gobierno español (1815 – Gobernador Mariano Osorio); instada a solicitarlo por no ser ella responsable de las opiniones de sus hijos, contestó: - La opinión de mis hijos es la mía, jamás la negaré; no quiero alimentarme con la pensión que se me debe ni he de negarla..- Esto ocurría en circunstancias en que la señora se hallaba en suma escasez y sus hijos no podían prestarle ningún auxilio.” Por su parte, el propio comandante Mackenna salvó milagrosamente ese día, luego de ser lastimado levemente por una bala de fusil, a la altura de la garganta; y aunque todo parecía indicar que aquel no era el momento de su muerte; la herida recibida por el ilustre patriota irlándes en Membrillar, parecía ser un mal presagio de lo acontecido meses después, cuando Mackenna correría una suerte muy distinta, en su trágico duelo contra Luis Carrera en Buenos Aires, donde otra bala haría estragos en su cuello, poniendo fin a su noble existencia.3

CUADRO DE HONOR DE LA VICTORIA DE MEMBRILLAR El parte oficial del comandante Mackenna destaca el valor y la pericia demostrada por gran parte de sus tropas, en los distintos rangos: “…los sargentos Ruiz y Gonzalez son igualmente acreedores al reconocimiento de su patria y protesto no haber jamás visto un hombre más intrépido que el segundo.” Con respecto al contingente auxiliar argentino, Mackenna no escatima elogios: “El jefe de Estado Mayor y coronel don Marcos Balcarce se portó con heroicidad en la salida y durante la acción mandaba el reducto del centro, contribuyendo con sus acertadas providencias a fijar la victoria… el valeroso sargento mayor don Juan 3

Sobre el fatídico duelo acontecido en la rivera rioplatense con fecha 21 de noviembre de 1814, según relato del historiador y nieto del patriota irlandés, don Benjamín Vicuña Mackenna, tenemos que: “… la bala había destrozado la montura de la pistola y un dedo de su mano derecha, siguiendo su trayectoria y dejando una línea roja en el brazo, hasta alojarse en su cuello, comprometiendo una arteria. Aún estaba con vida, pero la hemorragia fue imposible de estancar a pesar de los esfuerzos del médico presente.”

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Gregorio Las Heras, quien no solo en la salida, sino en la defensa del flanco indicado, se distinguió como acostumbra. El capitán don Prudencio Vargas, el teniente don Ramón Dehesa, los alferez Alday y Aldao, y el cirujano de ellos José Martel, quien con un fusil fue uno de los primeros en la salida y logró hacer un prisionero.” Con respecto al resto del contingente patriota, Mackenna destaca al “… intrépido coronel Andrés Alcázar…” quien participó como comandante del reducto de la izquierda patriota, contando con la destacada colaboración de los oficiales de Dragones, sargento mayor don José Bernardo Videla y en especial del sargento Francisco Ibañez: “… cuyo mérito es bien notorio en toda la división.” A cargo del reducto de la derecha patriota, se destacó el capitán de artillería don Nicolás García, quien “… durante todo el ataque se halló en la peligrosa posición del flanco del reducto de la derecha, sirviendo una pieza de a ocho (libras) con la mayor serenidad en medio del más vivo fuego de metralla y fusilería.” Otros destacados artilleros en combate, fueron el capitán don Manuel Zorrilla y el teniente don José Manuel Borgoño. Siguiendo con sus reconocimientos, el comandante Mackenna destaca: “En el granaderos, don Santiago Bueras y don Francisco Barros se portaron con la mayor intrepidez, como también los sargentos Carreño y Guerrero… En el (batallón) Voluntarios (de la Patria), se distinguieron el capitán don Hilario Vial, oficial de mérito; el de igual clase (Francisco) Elizalde, los subtenientes (Juan de Dios) Benimelis, San Cristobal, Millalicán, los abanderados (Ramón) Allendes y (José Santos) San Martín.4 Este (último)durante toda la acción no cesó de reconocer el reducto de la derecha, proveyendo a los soldados de cartuchos y piedras de chispa.” Cerrando el cuadro de honor, tenemos la mención que hace el comandante Mackenna a los oficiales ayudantes de campo: “… don 4

Teniendo a la vista un documento ya citado, elaborado por la comisaria de abastecimientos del ejército patriota, cabe señalar que a la fecha del combate de Membrillar, el oficial Benimelis tenía el grado de teniente graduado, y no de subteniente como erróneamente aparece señalado en el parte oficial del comandante Mackenna. En base al mismo documento ya mencionado, he procedido a complementar en este relato, el nombre de pila del resto de la oficialidad mencionada en estas acciones.

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José Bernardo Céceres y don Pedro Sepúlveda, llenaron perfectamente sus deberes, como también el de Estado Mayor, don Pedro Nolasco Astorga, quien en el peligroso servicio de la salida se portó con la mayor intrepidéz, al lado de su inmediato jefe.”

¿MACKENNA SIN APOYO EN MEMBRILLAR? Mucho se ha criticado a O’Higgins el hecho de permanecer supuestamente estático en sus posiciones, sin acudir en apoyo de las fuerzas de Mackenna que libraban combate. Al respecto, Vicuña Mackenna en su OSTRACISMO DE OHIGGINS hace una velada crítica al señalar con respecto al triunfo de Membrillar que: “Felizmente (Gaínza) es rechazado a fuerza de heroísmo; y sin embargo, O’Higgins que ve desde el alto del Quilo los fuegos de aquel combate, que dura cuatro horas, permanece inmovil.” Una mirada rápida de los hechos relatados puede llevar a esa deducción, pero un análisis más reposado permite explicar bien las cosas. Si bien se da a entender que las fuerzas patriotas estaban prácticamente a la vista, no obstante cabe precisar tal como aclara don Diego Barros Arana que: “Las dos divisiones (patriotas) estaban, sin embargo, separadas por una distancia de cerca de cinco leguas (unos 25 kilómetros) de terreno en su mayor parte accidentado y montuoso y por esto mismo de muy dificil tráfico, además de que entre uno y otro campo corría el rio Itata.” Dado o anterior, cabe tener presente que las expresiones de “…estar a la vista…” o “… que ve desde el alto del Quilo los fuegos de aquel combate…” no son más que metáforas que llevan a confundir los hechos. Sin tener medios de comunicación instantáneos, y siendo imposible enviar mensajes por vía terrestre sin ser interceptados bajo dichas condiciones, era muy dificil llegar a coordinar adecuadamente un ataque combinado entre las fuerzas patriotas, más aún, teniendo una grave carencia de caballos, medio ideal para el transporte y movilización oportuno en dicha época. El desbande realista de la zona de combate, luego de intentar atacar sin éxito 87


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ambas divisiones, vino a dar la razón del acertado proceder del general en jefe. Sobre estos mismos hechos, el investigador don Miguel Luis Amunátegui Reyes, tomando como referencia el testimonio de otro testigo presencial de esta campaña, como lo fue el entonces joven oficial don José María de la Cruz, señala que: “Es claro apreciar debidamente el cálculo hecho aquí por el general don José María de la Cruz, respecto al número de leguas que debía recorrer O’Higgins para llegar al Membrillar, no se pueden tomar en cuenta las actuales vías de comunicación, que el natural progreso de aquellas regiones, ha ido abriendo poco a poco, cortando más y más las antiguas distancias. Las selvas enmarañadas que hace un siglo debían de cubrir aquellos parajes y los caudalosos ríos, que durante ese tiempo eran casi invadeables, presentaban serias dificultades para la movilización de tropas. Se alegará tal vez que los emisarios de Mackenna pudieron llegar al campamento de O’Higgins con mayor celeridad que la que este empleó para recorrer igual distancia; pero esta observación se desvanece si se atiende a que no es posible exigir a un ejército que arrastra bagajes y armamentos acarreados en carretas, y que puede a cada instante ser sorprendido por el enemigo, la misma presteza que puede gastar un hombre baquiano que marcha con su cuerpo libre, sin traer otra preocupación que la de cumplir sin tardanza su cometido. La tortuosa y dilatada senda a que obliga el transporte de un solo cañón, no debe compararse con la angosta y más recta vereda que podía seguir un individuo que pretendiera seguir a toda prisa.”

LA ACCIÓN DESDE EL CAMPAMENTO DE O’HIGGINS Tal como hemos dado cuenta con anterioridad, la mañana del 20 de marzo de 1814, el general O’Higgins había salido temprano con parte de sus tropas desde Quilo, en busca de fuerzas realistas que según le habían comunicado, se encontraban en la hacienda de Baso, motivo por el cual, el mayor general don Francisco Calderon quedó a

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cargo del campamento patriota en el Quilo. En su diario de campaña, el comandante Calderón registró como se observaba desde dicha posición los acontecimientos que ocurrían en Membrillar: “A las tres y media (de la tarde) se veía el fuego vivo del cañón del Membrillar, que de todos los reductos se observaban los fogonazos, aunque no se oia el ruido a causa del viento. Entrada la noche se conocía el fuego de la fusilería de fuera y de las trincheras, que se fue concluyendo a las seis tres cuartos, y siguió un cañoneo muy pausado hasta las siete y media, que ya el agua era muy fuerte, y que principió al entrar la noche. “ Para el día 21 de marzo, don Francisco Calderón registra en su diario: “La noche pasada fue de mucha agua y siguió la mayor parte del día. A las nueve de la mañana, tuvo el general parte del coronel Mackenna de todo el suceso en globo del día anterior en que Gaínza atacó la posición que aquel ocupaba. Se dio aviso de todo a Concepción , y no salimos a unirmos con Mackenna por mal tiempo. No hubo más novedad. Se contestó a Mackenna que marchábamos.” Tal como señala el comandante Calderón, durante la noche del 20 de marzo se presentaron lluvias torrenciales que se extendieron durante todo el día 21, haciendo intransitables todos los trayectos. Recien el día 22 de marzo, O’Higgins logró avanzar con sus fuerzas, llegando a acampar a orillas del Itata, próximo a Membrillar. Para el dia 23 de marzo, al fin pudo verificarse la reunión de las fuerzas patriotas de O’Higgins y Mackenna.

LOS PLANES PARA ALCANZAR EL RÍO MAULE Los triunfos patriotas de el Quilo y Membrillar desarticularon por completo a las fuerzas de Gaínza, las cuales solo tras el paso de los días lograron reagruparse en Chillán. Siendo informado el general O’Higgins de que los prisioneros patriotas no eran sometidos a buen trato por los realistas, y en especial los hermanos José Miguel y Luis Carrera, sobre quienes corría el rumor de que serían condenados a muerte, envía como delegado a conferenciar con Gaínza, al 89


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comandante patriota don Venancio Escanilla, con el encargo de advertirle que ante cualquier medida de menoscabo contra los prisioneros independistas, se tomarían las más severas represalias. Gaínza recibió al oficial Escanilla, y junto con rechazar cualquier tipo de presión, le señala que nada de aquellos rumores es cierto, y que los prisioneros patriotas eran custodiados respetando su dignidad esencial, junto con garantizar que cualquier condena, solo sería dictada bajo un debido proceso. De regreso al campamento patriota, el comandante Escanilla informa al general O’Higgins que logró observar una febril actividad en el cuartel general monarquista, todo lo cual indicaba que más que prepararse para reforzar los contornos de Chillán, y resistir un eventual asedio, los realistas estaban en plenos preparativos para movilizarse, y todo indicaba que esto sería rumbo al norte, para alcanzar hasta Talca, y desde ahí reforzados por Elorriaga, poner bajo amenaza la ciudad de Santiago, sin contar con mayor adversario que se les interpusiera. En vista de lo anterior, el general O’Higgins desestima poner a Chillán bajo asedio, y se propone como objetivo principal, el avanzar decididamente rumbo al norte, para recuperar Talca, e interponerse a cualquier amenaza del ejército monarquista sobre la capital de Chile. El día 24 de marzo de 1814, comienzan desde primera hora los preparativos de movilización en el ejército independentista. Según don Diego Barros Arana: “Después de reunidas las diversas divisiones del ejército patriota, su fuerza efectiva alcanzaba a cerca de mil quinientos fusileros regularmente disciplinados y equipados, a menos de doscientos artilleros con dieciocho cañones de varios calibres, y a más de mil milicianos de caballería, de escasa instrucción militar y mal armados.” El dispositivo de marcha organizado por el general O’Higgins, tenía como jefe de vanguardia al coronel de milicias Juan de Dios Puga; el centro era comandado por el coronel bonaerense Gonzalez Balcarce, mientras que la retaguardia estaba a cargo del coronel Andrés Alcázar. Para el día 26 de marzo, las fuerzas patriotas se habían

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movilizado desde Membrillar hasta la localidad de Portezuelo, desde donde planifican avanzar siguiendo una ruta casi en línea recta hacia el Maule, a modo de estar un tanto alejados de la ruta tradicional, previniendo de esta forma cualquier eventualidad, que los pusiera bajo el contratiempo de ser interceptados por el enemigo. Enterados a su vez los realistas en Chillán de los movimientos patriotas, el brigadier Gaínza decide emprender de inmediato rumbo al río Maule, para lo cual dispone al instante del avance de 400 fusileros hasta la villa de San Carlos, para luego salir él mismo en persona, comandando otros 600 fusileros que había logrado reunir. De esta forma tenemos que se da inicio a una verdadera carrera por interponerse entre el sur de Chile y su capital; osada campaña militar donde ambos ejércitos contendores avanzarían en paralelo, separados a una distancia promedio de apenas 10 kilometros en todo el trayecto, hostilizándose permanentemente, aunque sin comprometerse en combate general, con la anhelada esperanza de ser los primeros en alcanzar el rio Maule, para lo cual concentraban todos sus esfuerzos en acelerar su marcha.

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CAPÍTULO IV

TRIUNFO SOBRE LA ADVERSIDAD


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CAPÍTULO IV (Páginas 95 a 121) EL VUELCO ESTRATÉGICO DE ELORRIAGA – DESATINOS E INGENUIDAD DE PATRIOTAS PRIMERIZOS – EL PRIMER DESASTRE PATRIOTA DE CANCHA RAYADA – ELORRIAGA SIGUE COSECHANDO LAURELES – EL CATALÁN MOLINA: COMANDANTE DE GUERRILLAS – A TODA MARCHA POR ALCANZAR EL RÍO MAULE – GAÍNZA OBLIGADO A CAMBIAR DE PLANES – OHIGGINS HOSTIGANDO EL AVANCE DE GAÍNZA – LA HAZAÑA DE VADEAR EL RÍO MAULE – LOS REALISTAS CONFIADOS EN ANTICIPARSE A LOS PATRIOTAS - LA BRILLANTE ESTRATEGIA DE OHIGGINS – SORPRESA Y DESAZÓN EN EL ALTO MANDO REALISTA - OHIGGINS EN AVANCE A TODA MARCHA – MANIOBRANDO PARA OBSTRUIR EL AVANCE DE OHIGGINS OHIGGINS IMPARABLE SE ABRE PASO– LA VICTORIA DE OHIGGINS EN QUECHEREGUAS - EL CATALÁN MOLINA EN LA ZONA DEL MAULE – EL COMANDANTE BALCARCE SE RETIRA A MENDOZA – LOS DISPARES EFECTOS DE LA CAPTURA DE CONCEPCIÓN – CAMPAÑA TRIUNFAL ANTE TODO PRONOSTICO – ADVERTENCIA.

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EL VUELCO ESTRATÉGICO DE ELORRIAGA A finales de marzo de 1814, el plan global de Gaínza, consistía en ordenar a Elorriaga que abandonara Talca, y se replegara con los 800 hombres que mantenía en dicha ciudad, con el objetivo de que sumando sus fuerzas en algún punto al sur del río Maule, lograran interceptar a los patriotas en el trayecto, y lograran batirlos en conjunto. Si bien Elorriaga se caracterizaba por ser muy disciplinado y diligente al recibir una orden, en esta oportunidad como en otras, su olfato táctico le llevaba a considerar que la idea de abandonar Talca y replegarse al sur, no era una medida estratégica del todo acertada en ese momento, más aún estando enterado desde la quincena de marzo, del avance de un contingente patriota, sobre el cual mantenía en observación un escuadrón de guerrillas en las inmediaciones de Curicó, a cargo de uno de sus más leales y cercanos colaboradores en el ejército realista, el teniente coronel (chileno) don Angel Calvo. La fuerza que desde Santiago avanzaba rumbo al sur, era un improvisado contingente de 1.400 hombres,1 en su mayoría noveles reclutas al mando del teniente coronel bonaerense don Manuel Blanco Encalada, las cuales con fecha 25 de marzo de 1814, se traban en tiroteo a orillas del río Lontué, con las avanzadas realistas de Angel Calvo. Luego de varias descargas de fusilería, las tropas realistas de Calvo se replegaron al sur, dejando sobre el terreno de combate varios muertos y algunos soldados rezagados que cayeron prisioneros; sufriendo estos últimos un inhumano vejamen al ser capturados por las fuerzas independistas, ya que por disposición del oficial patriota de las milicias de San Fernando, don Ramón Gormaz, se procedió a mutilarlos, cortandoles las orejas. Recibida la orden por parte del brigadier Gaínza de replegarse al sur, Elorreaga decide hacerlo con fecha 26 de marzo, solo con la mitad de sus hombres, mientras mantiene la ocupación de Talca, 1

600 fusileros, 70 artilleros con 4 cañones, más 700 milicianos a caballo.

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dejando el resto de sus fuerzas bajo el mando del coronel realista (chileno) don Juan Antonio Olate, quien era secundado por el comandante Angel Calvo.

DESATINOS E INGENUIDAD DE PATRIOTAS PRIMERIZOS Encontrándose las tropas monarquista en Talca, con evidente inferioridad numérica ante la partida de Elorriaga al sur, el comandante Calvo decide maniobrar para ganar tiempo, por lo cual el mismo día 26 de marzo, envía un emisario al teniente coronel Blanco Encalada, donde junto con reprocharle la atrocidad de las mutilaciones a las que habían sometido a los prisioneros, le planteaba el caballeroso desafío de enfrentar sus tropas a campo abierto, como verdaderos duelistas. El ingenuo comandante patriota, aceptó el honorable reto, estableciendo como campo de honor una llanura en las proximidades de Quechereguas. En dicho sector pasó el entonces primerizo comandante Blanco Encalada, aguardando como un novio ansioso el esperado encuentro con su amada; permaneciendo patéticamente con sus tropas a pleno sol durante todo el día, mientras que el comandante Calvo aprovechaba dicha jornada en Talca, avanzando en los preparativos defensivos junto al coronel Olate, situación que les permitió organizarse adecuadamente para resistir, confiados además en contar con refuerzos, para cuyos fines habían enviado como emisario al talquino Juan Crisóstomo Zapata, para alertar de su situación al comandante Elorriaga y solicitarle ayuda, en vista del inminente ataque del numeroso contingente patriota. Elorriaga no pierde tiempo en analizar la situación, y a poco andar en su marcha, mientras él sigue rumbo al sur con una pequeña escolta, para encontrarse con el brigadier Gaínza en San Carlos; por otra parte envía de regreso como refuerzo a gran parte de las tropas que lo acompañaban, encabezadas por el coronel chileno don Clemente Lantaño, y secundado por el capitán Leandro Castilla, más el ya

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mencionado Juan Crisostomo, quienes avanzaron con toda premura, para defender Talca a toda costa.

EL PRIMER DESASTRE PATRIOTA DE CANCHA RAYADA Por otra parte, tras haber logrado interceptar las fuerzas patriotas algunos mensajes que Elorriaga había destinado al brigadier Gaínza, el general O’Higgins se entera del avance del refuerzo patriota que marchaba desde Santiago rumbo a Talca, por lo cual envía en veloz carrera a varios emisarios al norte, con el objetivo de alcanzar al comandante Blanco Encalada y entregarle instrucciones. Luego de sobreponerse a su frustrada cita, el comandante Blanco Encalada se dispuso nuevamente a continuar su avance desde el llano de Quechereguas al sur; pero encontrándose el día 28 de marzo en el sector de Pelarco, es alcanzado por uno de los emisarios del general O’Higgins, quien le informa de su acelerada marcha al norte donde esperaba cruzar el Maule los primeros días de abril; ante lo cual le ordena mantenerse a la defensiva acechando Talca, aunque sin exponer sus tropas al choque frontal con los realistas, y manteniéndose siempre como una fuerza de fijación, que apoyara al propio O’Higgins y su ejército, en el dificultoso cruce que esperaba realizar sobre el río Maule, protegiendo y abriendo paso a los patriotas desde la ribera opuesta. Sorprendido con esta noticia, el comandante Blanco Encalada convoca a sus oficiales en Junta de Guerra, donde luego de deliberar sobre su situación, optan por desobedecer la recomendación del general O’Higgins, considerando que las fuerzas enemigas en la zona eran mínimas, por lo cual deciden arriesgarse a emprender de inmediato la recuperación de Talca por la fuerza. Siendo alrededor de las 11:00 A.M. del día 29 de marzo de 1814, el comandante Blanco Encalada; confiando en la superioridad de sus fuerzas, solicita la rendición y entrega de la plaza de Talca. No obstante, los comandantes Olate y Calvo se obstinan en empeñar resistencia,

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confiados en sus preparativos previos, y en la pronta llegada de refuerzos. El comandante Blanco arremete contra la plaza de Talca, logrando en principio avanzar exitosamente; pero al ser vigorosamente repelido a punta de metralla y cañonazos, junto con enterarse de que las tropas enviadas por Elorriaga se aproximaban para reforzar a los defensores; decide ordenar el repliegue de sus tropas hacia el sector de Cancha Rayada, en las afueras de la ciudad. Luego de observar esta situación, el coronel Olate ordena al comandante Calvo avanzar en contraataque sobre los patriotas. A su vez, el comandante Blanco Encalada se esfuerza por organizar la resistencia en Cancha Rayada, pero atacado por las guerrillas de Calvo y Olate, más los refuerzos enviados por Elorriaga; comienza a verse desbordado en defensa, ante lo cual sus indisciplinadas tropas se entregan al desbande, marchándose en pavorosa fuga, quedando los realistas victoriosos y dueños del terreno, con un saldo de 300 prisioneros, más toda la artillería y el parque de municiones como trofeo. Ese mismo día, el coronel Olate enviaba emisarios al sur para dar la noticia de su triunfo al comandante Elorreaga, junto con enviarle de regreso el contingente de refuerzo, al mando del coronel Lantaño.

ELORRIAGA SIGUE COSECHANDO LAURELES Una vez recibida la noticia en el comando realista, el regocijo fue enorme. Al respecto don Diego Barros Arana señala que: “Gaínza, que pocos días antes había dado a Elorriaga la orden de evacuar Talca y de retirar al sur del Maule sus tropas que la guarnecían, ahora, repuesto de sus temores y vacilaciones, celebra que sus órdenes no hubiesen sido obedecidas; y se disponía a provechar prontamente las ventajas que le ofrecía ese inesperado triunfo. Su plan se reducía a dirigirse a marchas forzadas a orillas del Maule, pasarlo antes que O’Higgins, y dejando acordonadas las orillas de este

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río con alguna fuerza, para entretener al ejército patriota, marchar apresudaramente sobre Santiago donde no se le podía oponer una seria resistencia.” Para el 31 de marzo la noticia llega a la capital de Chile, volviendo a generar gran conmoción, y dando fama a Elorriaga como el terror de la causa patriota. Lo anterior se hace evidente en un comunicado enviado con urgencia en aquellos días, por el embajador argentino de Buenos Aires don Juan Jose Paso, quien al informar a su gobierno de estos infortunados hechos para la causa de sus aliados patriotas en Talca, señalaba que: “… se presentó el comandante Elorriaga con un trozo de trescientos hombres, que desde la ribera del Maule trajo en auxilio de la plaza; y sin que hubiera llegado el caso de formarse estos en orden de batalla, ni menos de empeñar una acción, un solo tiro de cañón de la plaza, que acertó matar un caballo y herir dos hombres de la división de Blanco, bastó para desordenarlos y ponerlos en dispersión y fuga…”. Y así como la fama legendaria de Elorriaga, y el terror a su figura se incrementaba entre muchos patriotas, junto con estas alarmantes noticias, tanto las autoridades como la ciudadanía de Santiago, ven como única esperanza de salvación, a las lejanas fuerzas del general O’Higgins.

EL CATALÁN MOLINA: COMANDANTE DE GUERRILLAS Durante las primeras campañas de 1814, el entonces teniente de infantería patriota, don Francisco Javier de Molinas,2 no había participado en acciones que lo destacaran, tal como había acontecido durante las gloriosas jornadas de 1813,3 donde bajo su apodo de El Catalán, había ganado merecido renombre,4 tanto en las 2

Ver https://archive.org/details/INTREPIDOTEMERARIOYAUDAZ/page/n34 Ver https://archive.org/details/INTREPIDOTEMERARIOYAUDAZ/page/n57 4 Ver https://archive.org/details/INTREPIDOTEMERARIOYAUDAZ/page/n67 3

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filas independentistas, como entre las filas de sus adversarios monarquistas.5 Luego de haber pasado a Talca a finales de 1813, escoltando al comandante O’Higgins, quien como recordaremos había sido llamado por la Junta de Gobierno para asumir el cargo de general en jefe, el Catalán Molina no tuvo mayor participación en los posteriores hechos de armas, y todo indica que en su momento regresó junto a O’Higgins a Concepción, y que posteriormente salió en campaña junto a él para Membrillar, donde es altamente probable que haya combatido en Quilo, pero no hay documentos ni registros que lo avalen en detalle. Sin embargo, una vez reunidas las fuerzas patriotas en Membrillar, al emprender su marcha rumbo al Maule, tenemos registro nuevamente del accionar de Molina, sirviendo en su calidad de oficial de infantería como “comandante de guerrillas”, según queda registrado en documentos de la contaduría del Estado Mayor del ejército patriota en 1814; y según relata don Diego Barros Arana: “Las guerrillas de ambos bandos sostenían algunas escaramuzas de poca importancia; pero el valiente Catalán Molina, el más activo de los guerrilleros de O’Higgins, consiguió tomar algunos prisioneros e interceptar las comunicaciones…”. Para el 29 de marzo de 1814, el Catalán Molina avanza en vanguardia con una columna de observación, encontrando en el sector del estero de Niquen, un contingente realista con cerca de 500 hombres. Molina da inmediato aviso al ejército patriota, a modo de tomar precauciones, pero luego de que las tropas realistas se replegaran, se disipó el riesgo de entablar combate generalizado y retrasar el avance; permitiendo que para el día 30 de marzo, las fuerzas patriotas cruzaran el rio Perquilauquen, sin amenaza de ataque inmediato.

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Ver https://archive.org/details/INTREPIDOTEMERARIOYAUDAZ/page/n81

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La mañana del 01 de abril continuaron los patriotas su dificultoso avance hacia el Maule, entorpecidos entre otros factores por los rebaños de ovejas que transportaban para alimentar sus tropas, teniendo que dejar gran parte de estas últimas abandonadas, en los cruces de los rios Longaví y Archibueno. Ese mismo día, luego de que las guerrillas patriotas capturaran a dos espías realistas en el trayecto, el general O’Higgins se entera que Elorriaga ya había cruzado el Maule rumbo al sur, y al anochecer de esa jornada, teniendo confirmación de que las fuerzas de Gaínza se encontraban acampando en Linares, distantes apenas unos 5 kilometros del campamento patriota, planificó dar un golpe contra los monarquistas; pero los preparativos nocturnos se vieron abortados luego de una accidental explosión en las cargas de provisiones que portaban las mulas. El día 02 de abril los patriotas continúan con su avance, y en dicha jornada el Catalán Molina al salir de incursión en avanzada, se encuentra con una partida de las fuerzas realistas, sobre las cuales se lanza en ataque teniendo como resultado, la captura de 20 prisioneros, más un mensaje interceptado del comandante Angel Calvo al coronel Elorriaga, donde le informaba que ya se encontraba en las orillas del Maule con parte de sus tropas, y un cañon de 4 libras, para impedir cualquier intentona de cruce por parte de los patriotas.

A TODA MARCHA POR ALCANZAR EL RIO MAULE En otro mensaje interceptado a los realistas, los patriotas se enteraron de la desventurada desgracia que habían sufrido las fuerzas de Blanco Encalada en Cancha Rayada. El cronista Casimiro Albano, señala que: “Desde esta gran catástrofe se creyó sino imposible, a lo menos peligroso y aventurado el paso del Maule. Es sabido en el arte de la guerra, que el pasaje de un rio caudaloso es la operación mas difícil y arriesgada, tanto mas cuanto a su retaguardia

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y frente le ciñe una fuerza armada numerosa.” Sin embargo, la férrea voluntad del general O’Higgins, sumado a su inquebrantable espíritu de lucha, lo llevarían a buscar la formula de sobreponerse a estos contratiempos. Por otra parte, según relato del comandante realista (chileno) don Luis Urrejola, si bien el ejército de Gaínza había salido de Chillán con unos 1.000 fusileros, las bajas en las escaramuzas del trayecto, más las deserciones sufridas en cada jornada, habían disminuido el contingente realista, hasta alcanzar apenas 800 hombres, los cuales Gaínza esperaba duplicar con los 800 hombres que esperaba recibir de Elorriaga. Sin embargo, para desilución del general en jefe monarquista, al encontrarse con las fuerzas de Elorriaga a la altura de Linares, pudo contemplar que este solo estaba acompañado de la mitad de lo esperado, es decir, disponía de unos 400 hombres con los cuales solo alcanzaban a sumar unos 1.200 fusileros. Las razones de lo anterior se deben a que luego de enviar refuerzos para derrotar a las fuerzas de Blanco Encalada, tal como aconteció el 29 de marzo según hemos relatado; Elorreaga ordenó al coronel Juan José Olate que se retirara de Talca con todas sus fuerzas y la artillería disponible, para reunirse con él y avanzar al encuentro de Gaínza, a modo de atacar con todas las fuerzas disponibles a O’Higgins, y de esta forma decidir el curso de la guerra en batalla campal, al sur del río Maule. No obstante lo anterior, el coronel Olate luego de interponer mil excusas, solo envió de regreso una parte del contingente que disponía, comandado por el coronel Clemente Lantaño para que se reuniera con Elorriaga, quedando él con cerca de 400 hombres en Talca, secundado por Angel Calvo. En vano fueron los reiterados oficios con los cuales Elorriaga insistió en que se replegara con todo, pero nada consiguió. Esto causó una gran molestía de Gaínza contra el comandante Olate, situación que los puso en entredicho por el resto de la campaña, siendo el coronel Olate con posterioridad, uno de los grandes acusadores y detractores del general en jefe realista, durante el juicio militar al que posteriormente fue sometido Gaínza en 1815. 102


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GAÍNZA OBLIGADO A CAMBIAR DE PLANES Estando acampando el ejército monarquista la noche del 02 de abril en el llano de Arquén, un sector cercano a Yerbas Buenas; y teniendo al ejército patriota pernoctando a menos de 10 kilometros al poniente, el brigadier Gaínza relata que, pese a no contar con la totalidad de las fuerzas que esperaba, se decidió por atacar a O’Higgins a la mañana siguiente, en cuanto este se pusiera en marcha con sus fuerzas para alcanzar la ribera del rio Maule; motivo por el cual dispuso realizar todos los preparativos necesarios aquella noche, junto con designar una avanzada de 200 jinetes, quienes al mando del comandante Manuel Barañao y el oficial de Estado Mayor don Pedro Tavira, tenían la misión de mantener en observación el campamento patriota, y alertar en cuanto comenzaran a ponerse en marcha. Al amanecer del día 03 de abril, el brigadier Gaínza señala que estaba muy inquieto, ya que no recibía noticias del campamento patriota, y estaba empeñado en movilizarse cuanto antes, ya que en sus tropas y caballares comenzaba a escasear el agua, por lo cual era necesario tener un pronto desenlace, para alcanzar la anhelada orilla del río Maule. Estando bien avanzada la mañana, y con un sol alto, Gaínza se desespera por no recibir noticias de sus observadores delegados, ante lo cual encarga al comandante Elorriaga que avance con una columna de jinetes a observar personalmente los movimientos del campamento patriota, y le trajera noticias. Luego de unos instantes: “… volvió dicho Elorriaga a carrera tendida avisando que el enemigo, no sólo habia levantado su campo y puéstose en marcha con dirección al vado de Duao, que sólo distaba tres leguas, sino que lo consideraba próximo a llegar a él. Sorprendido (Gaínza) de esta inesperada noticia, no pensó en mas que en ponerse inmediatamente en marcha acelerada sobre el enemigo para atacarle contra el rio, o donde pudiera alcanzarle…”.

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Sin embargo, el propio Elorriaga advirtió a Gaínza que no era conveniente avanzar en ataque sobre O’Higgins, y que la mejor opción era dejarlo acampando frente al vado de Duao, por el cual estaría imposibilitado de cruzar en lo inmediato y con facilidad , ya que en la orilla opuesta se encontraba el comandante Angel Calvo a pie firme para disputarle el paso; por por la cual lo más recomendable, era avanzar con el grueso del ejército realista, hasta el vado de Bobadilla ubicado más al poniente, garantizando que una vez que se efectuara el cruce de las fuerzas monarquistas, O’Higgins quedaría imposibilitado de atravezar el Maule, y que de tener la osadía de hacerlo, se arriesgaba a que gran parte de sus tropas perecieran ahogadas o acribilladas por las balas. Analizando tales recomendaciones, Gaínza dispone emprender marcha para efectuar el cruce por el vado de Bobadilla, y de esta forma reunirse con los 400 hombres de Olate, que se mantenían en la orilla opuesta (260 resguardando los pasos del río Maule, más 140 hombres custodiando Talca), constituyendo de esta forma una barrera infranqueable para los patriotas.

O’HIGGINS HOSTIGANDO EL AVANCE DE GAÍNZA Según relata el comandante patriota Francisco Calderón en su Diario de Campaña, al amanecer del día 03 de abril, el campamento patriota se aprestaba para salir en marcha, hasta alcanzar el vado de Duao, a orillas del río Maule: “La línea estaba formada, y el general (O’Higgins) estaba acordando con los jefes, y fue la resolución salir para el Maule y que 300 hombres de caballería (al mando del coronel Andrés Alcázar) fuesen a entretener al enemigo. A las 9 se rompió la marcha en el mayor orden. A las diez se presentó una columna por la derecha a vanguardia (todo indica que sería la columna de observación de Elorriaga); pero desde que nos acercamos se retiró. Las guerrillas iban a vanguardia y a los flancos en observación.” La caballería patriota se lanzó en ataque para repeler la amenaza 104


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realista a sus espaldas, teniendo como resultado que: “… se tomó a un sargento de vanguardia y a varios huasos6 prisioneros. (Entonces) se le mandó al coronel Alcázar que se replegase, y éste estuvo a cuatro cuadras de distancia del enemigo.” Los patriotas arribaron al vado del Duao cerca de las 13:00 hrs, observando que en la orilla opuesta se encontraban las fuerzas realistas de Angel Calvo, preparadas para disputarles y entorpecer cualquier intentona de cruce. En Junta de Guerra celebrada por los jefes patriotas, el coronel bonaerense Gonzalez Balcarce propone forzar el cruce, abriéndose paso ante las tropas realistas que esperaban a pie firme en la orilla opuesta. El general O’Higgins rechaza la sugerencia, ya que cualquier retraso en el cruce, los podía exponer a ser atacados entre dos fuegos, ante la arremetida de las fuerzas de Gaínza, que marchaban a la carrera para alcanzar el mismo punto de cruce. En su Diario de Campaña, el comandante Calderón señala que en aquellos instantes: “Se resolvió mantenernos hasta el día siguiente o batirnos: dispusimos la línea en orden, se principió a cortar árboles que podían impedirnos y a formar la trinchera. A las tres y media por el mismo camino que veníamos, en distancia como de 8 cuadras, se nos presentó una línea enemiga de caballería: formamos la nuestra para esperarlos.” Lo descrito por el comandante Calderón, corresponde a la estrategia desarrollada por Gaínza, la cual consistió en establecer una cortina con su caballería sobre las fuerzas patriotas, para amenazarlas ante un eventual cruce del río, además de facilitar el avance a sus espaldas del resto del ejército, el cual se dirigió más al poniente, al cruce de Bobadilla. Siguiendo con el relato del comandante Calderón, tenemos que frente a esta amenaza sobre el campamento patriota: “El general O’Higgins tomó la caballería y se fue sobre ella, principió el tiroteo, y era toda la caballería enemiga que se presentaba al frente, y Gaínza con todo su ejército marchaba a su retaguardia, dirigiéndose al vado de abajo que llaman de Bobadilla. El general los persiguió, me mandó pedir una carronada (cañón naval) de a 8 (libras) y 100 hombres que 6

Huaso es la denominación tradicional con la cual se identifica a los campesinos en Chile

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marcharon al momento. Puso al ejército de Gaínza en confusión, y ya llegada la noche se retiró, habiendo mandado la orden que el ejército se pusiese en movimiento, como simulando que pasaba.”

LA HAZAÑA DE VADEAR EL RIO MAULE En carta fechada en Lima el año 1842, el general O’Higgins evocaba estos hechos, en comunicación con el capitán británico Juan H. Smith: “El río Maule posee un interés particular para mí, habiéndolo pasado en abril de 1813 y abril de 1814, bajo circunstancias que nunca puedo olvidar. En este último año tuve la ocasión de examinar minuciosamente su profundidad a cerca de cien millas de su desembocadura, con el objeto de descubrir el mejor vado para pasarlo con mi ejército a la faz de un enemigo muy superior en fuerzas, acampado en la ribera opuesta, y no fue con poca dificultad y peligro que logré mi objetivo, y de ese modo salvé la capital.” Viendose retrasados por el constante hostigamiento ofensivo del general O’Higgins, solo una vez que este los deja en relativa calma, los realistas proceden a realizar el cruce del Maule por el vado de Bobadilla, no excentos de grandes dificultades. En paralelo, el comandante O’Higgins tenía otros planes de los cuales el mismo se encargó en su momento de dar cuenta en parte oficial, y que dejan de manifiesto el grado de madurez en su pensamiento estratégico que a la fecha había adquirido en campaña, señalando que: “No quise entrar en acción decisiva con el enemigo al sur de ese río, a pesar de mi gran fuerza, por no exponer nuestra causa a la suerte de una batalla, cuando creía probable que podía asegurarla a satisfacción y sin aventurar la vida de un solo hombre.” De esta forma el general O’Higgins se aprestó también a cruzar esa misma noche el Maule, pero no por Duao, sino que por el vado de Andarivel en el sector de Santa Ana de Queri, un cruce no muy transitado y que se encontraba más hacia la cordillera, con una escasa guarnición por parte de los realistas. Para estos efectos ordena al coronel Mackenna dirigirse hacia dicho sector silenciosamente, con la primera avanzada de tropas. Según Calderón: “Dio orden el general (O’Higgins) que 106


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marchasen al momento 250 Granaderos y 180 de caballería a tomar posesión del vado del Carrizalillo (Andarivel). Marcharon con dos cañones de campaña, y sorprendieron una guerrilla, que abandonó un fusil y un caballo, y se escapó.”

LOS REALISTAS CONFIADOS EN ANTICIPARSE A LOS PATRIOTAS Esa misma noche y luego de cesar el hostigamiento por parte de O’Higgins, el ejército monarquista comenzó a ejecutar el cruce del río Maule. El brigadier Gaínza señala que estando preocupado de que los patriotas no hicieran lo mismo, dio reiterados avisos al comandante Juan Antonio Olate, para que reforzara todos los vados, y para dar mayor énfasis a esta orden, Gaínza señala que: “…hizo se adelantasen con el mismo objeto por si el otro aviso fallase, el coronel Elorriaga y el capitán don José Tirapegui, quienes mal dirijidos por malicia, se creyó con fundamento, fueron metidos y empeñados en el rio por el práctico, que desapareciéndoseles en lo mas crítico del vado (o pasaje a que los condujo) se vieron muy espuestos a perecer ahogados, pues salieron, como milagrosamente, mojados hasta el cuello…”. Por su parte, obviando detallar el hecho de haber estado en riesgo de perecer ahogado aquella noche, el propio Elorriaga detalla sobre aquella jornada de cruce que: “… lo verificamos esa noche con bastante trabajo, tanto que tuve que meterme a pié tres veces en el rio, a fin de que pasase la artillería, y vericamos el paso a la una de la noche, dando órdenes anticipadas al coronel Olate y demás jefes para que sostuviesen los vados.” Superando todos los riesgos, el ejército monarquista logró pasar aquella noche, el profundo caudal del río Maule, informando al respecto el propio Gaínza que: “En fin, ya bien entrada la noche y vencida una jornada de mas de cinco leguas, llegó el ejército real al Maule y vado de Bobadilla y se logró que para eso de las doce de la noche lo hubiese ya pasado toda la infantería, artillería y municiones quedando sólo para el dia siguiente unas carretas con carga de poca 107


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consideración y quinientas reses que no fué posible hacerlas pasar en toda la noche, y una partida gruesa de caballería que, al mando de Castilla, dejó allí para cubrir a retaguardia y contener alguna guerrilla que el enemigo pudiese destacar para incomodarnos.” Luego de efectuado el cruce, el brigadier Gaínza indica que seguía preocupado de verificar que los patriotas no intentaran cruzar el rio por otro vado, relatando que: “Ya puesto en la otra banda, se trató de que descansase la tropa, y nos enjugásemos todos, que estábamos bien mojados por la hondura de los brazos que pasamos, en las candeladas que se hicieron al intento, y que la tropa comiese algo caliente. En ese tiempo preguntó el que declara varias veces a Elorriaga si creia efectivamente, como le habia dicho y persuadido, que el enemigo no podría pasar el rio por el obstáculo que le presentaban nuestras partidas de fusil y las piezas de artillería que a ese intentóse habian sacado de Talca y colocado en varios puntos, a lo que le contestó siempre firme en su opinión de la negativa.”

LA BRILLANTE ESTRATEGIA DE O’HIGGINS Para efectos de engañar a las fuerzas realistas de Olate, que se mantenían vigilantes en la orilla opuesta pretendiendo entorpecer el paso de los patriotas; O’Higgins implementa lo que en términos tácticos se conoce como fuerza de fijación. Para estos efectos, establece un campamento ficticio en el vado de Duao, a cargo del intrépido Catalán Molina, quien al mando de unos 100 hombres, se dedicó a levantar varias tiendas de campaña, junto con atizar las fogatas para mantenerlas encendidas durante la noche. En paralelo, el Catalán Molina ordena a sus hombres emprender otra maniobra distractiva, al encargarle mover ruidosos carros cargados con pesadas piedras, en dirección al poniente, para inquietar a los realistas, dándoles a entender a estos que los patriotas movilizaban su artillería río abajo, hacia el sector de Bobadilla. Una vez tomadas todas estas medidas, O’Higgins se ponía en sigilosa marcha con el 108


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grueso del ejército patriota, río arriba en dirección al vado de Santa Ana de Queri. Siguiendo el relato del comandante Calderón, tenemos que: “…El ejército con todo el pesado equipaje marchó para arriba y en el cajón del río parecía que era imposible pasar, por lo fragoso del bosque, por las muchas y grandes piedras que creíamos insuperable vencer; pero la firmeza y el empeño del general (O’Higgins), oficiales y tropa lo venció, y a las dos de la mañana ya pasó el ejército el vado, y colocó la artillería en los puntos que pareció oportuno. Del equipaje quedó alguna parte en los bosques y tres cañones en el río y cureñas rotas, todo lo que se sacó en la mañana. El teniente Molina (el Catalán) quedó incomodando al enemigo. El campo que dejamos quedó lleno de fogatas para que creyesen que lo ocupábamos.” Según don Diego Barros Arana, ese día 03 de abril correspondía en el calendario gregoriano a Domingo de Ramos (Semana Santa), por lo cual la brillante maniobra estratégica nocturna ejecutada por el general O’Higgins, se vio también beneficiada por la fase lunar, que registró luna nueva aquella noche. De esta forma, las fuerzas patriotas habían finalizado exitosamente la hazaña de cruzar todas sus tropas (salvo algunas cargas y piezas de artillería), en una brillante operación militar, practicamente sin ser advertidos ni hostigados por el enemigo.

SORPRESA Y DESAZÓN EN EL ALTO MANDO REALISTA Para la mañana del 04 de abril de 1814, el brigadier Gaínza se aprestaba a ingresar a Talca, pensando haber dejado en la orilla opuesta del rio al ejército de O’Higgins, por lo cual abrigaban la esperanza de seguir entorpeciéndole su paso del Maule, hasta consumirlo por la deserción y la escazes de recursos. No obstante al amanecer recibió un decepcionante reporte del comandante Olate, informándole que parte de las fuerzas patriotas habían cruzado por el sector de Santa Ana de Queri, información que fue complementada por las guerrillas del comandante Castilla, las 109


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cuales habiendo quedado en la orilla opuesta, al acercarse a observar el campamento patriota en Duao, se percataron de que estaba vacío, y al intentar avanzar hacia la cordillera, debieron retirarse ante la presencia de las guerrillas patriotas del Catalán Molina. Todo aquello vino a generar una gran desazón en el comandante Elorriaga, declarando con posterioridad de que : “No obstante todas estas prevenciones, pasó el enemigo esa noche el Maule, cosa imposible si se hubiera puesto un poco de cuidado o nos hubiesen avisado esa misma noche, pero lo hicieron a la siguiente mañana, diciendo que todo el ejército enemigo habia pasado el rio.” Sin embargo, no basta con creer que aún siendo oportunamente advertidos, las fuerzas realistas hayan logrado reaccionar esa noche y avanzar de lleno en ataque sobre los patriotas. Un factor importante a considerar sobre este punto, es el hecho de que el cruce del río Maule resultó mucho más crítico y dificultoso para los realistas, dejandolos muy a mal traer, en especial en su armamento, por lo cual, incluso de haber sido advertidos esa misma noche del cruce de los patriotas, todo indica que no contaban con los elementos suficientes para lanzarse de inmediato sobre los patriotas. En declaración sobre estos hechos, así lo reconoce el propio brigadier Gaínza, quien afirma que una vez enterado al amanecer, en vez de atacarlos de inmediato, se dirigió con su ejército a Talca, donde : “… se ocuparon en renovar las municiones y revistar el armamento por su deterioro en el paso del rio, tan consiguiente al abandono natural e indisciplina de la tropa, así como en proveer de algunas prendas su casi absoluta desnudez…”. Junto con lo anterior, Gaínza afirmaba que el cruce de los patriotas debió ser mucho más prolijo y eficiente, atribuyendo lo anterior en especial a la mejor disposición y diligencia demostrada por los comandantes del ejército independentista, señalando al respecto que: “… su oficialidad es mas recelosa, vijilante y empeñada en su respectiva causa…”.

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O’HIGGINS EN AVANCE A TODA MARCHA Según relata el comandante Francisco Calderón en su Diario, la mañana del 04 de abril de 1814, se vivió con satisfacción y sin mayores sobresaltos en el campamento patriota: “… a las 08:00 A.M. se presentó una columna enemiga a lo lejos y una guerrilla que se acercaba (debieron ser las tropas realistas que corrieron a informar al comandante Olate). Se mandó una partida a reconocer y se fugó. El teniente Molina (el Catalán) dio parte que una división enemiga le seguía (todo indica que eran las tropas de caballería realista, a cargo del comandante Castilla) , pero no se atrevió (a atacarlo), y así es que protegió la retaguardia sin que hubiesen podido conseguir nada los enemigos, en todo el delicado maniobrar del día pasado. Este día se trabajó en sacar las carretas de municiones y refaccionarlas, parte del equipaje y los tres cañones. La vigilancia fue grande y no hubo novedad en la noche.” Ese mismo día 04 de abril, el general O’Higgins se propone avanzar hasta la hacienda de Quechereguas, ubicada en las proximidades del río Lontué, la cual era famosa por sus amplios graneros y bodegas, sus comodas casas patronales, además de contar con abundantes ganados y pastizales, lo cual la transformaba en un sitio ideal para establecer un cuartel general, contando además con los recursos necesarios para sostener un numeroso ejército por varias semanas. Para esto decide emprender rumbo por el entonces llamado camino de Los Montes, un trayecto interior muy similar al que actualmente se identifica como la Ruta k-15 (k-25 en Google Earth). Para el día 05 de abril, el comandante Calderón señala que: “A las nueve de la mañana se rompió la marcha, y componiendo siempre las carretas, que iban muy maltratadas, tuvimos el paso de la quebrada de los Pernos, que es diabólico, lo que pasamos de noche con inmenso trabajo, y después de vencido nos acampamos en los altos de Lircay. En la marcha vimos una gran polvareda de gente que se replegaban a Talca, y por espías supimos que el enemigo se atrincheraba. Por otros conductos se supo que 500 hombres habían marchado a tomarnos nuestra vanguardia y temíamos que con su buena caballería, que 111


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tenían en abundancia, avanzasen hasta Santiago. Supimos que muchos caballos habían sacado de la cordillera. Se mandaron espías sobre Talca, y hasta salir el sol no habían venido ni se sabía otra cosa.” Para el día 06 de abril, el general O’Higgins continúa el avance con su ejército hacia el norte, acampando esa noche en la localidad de Tres Montes.

MANIOBRANDO PARA OBSTRUIR EL AVANCE DE O’HIGGINS Luego de acampar y reponer fuerzas con sus tropas en Talca, para el amanecer del día 06 de abril, el brigadier Gaínza sale con sus tropas, teniendo la intención de dar alcance y atacar al ejército independista en pleno, pero según justificación expuesta por el propio aludido, al verse retrasado en especial por el traslado de la artillería, al llegar a la localidad de Pelarco, es aconsejado por los guías y prácticos de la zona, para que maniobre adelantándose a los patriotas en su objetivo de alcarzar la rica hacienda de Quechereguas, razón por la cual Gaínza avanza con el grueso de sus tropas desviándose al poniente, para luego retomar rumbo al norte hasta la localidad de Camarico, enfilando desde ahí hasta Quechereguas, en una forma de adelantar camino a sus adversarios. En paralelo, Gaínza ordena hostigar y retrasar a O’Higgins, atrapándolo entre dos fuegos por su frente y retaguardia, disponiendo para estos efectos que una columna ligera al mando del teniente coronel Angel Calvo, compuesta por 290 fusileros montados, más dos cañones de 4 libras, se adelantara en el trayecto a los patriotas y se interpusiera disputándoles el paso del río Claro. Junto con lo anterior, Gaínza asigna otros 400 fusileros montados al coronel Olate, ordenándole hostilizar a los patriotas por retaguardia en su avance hasta el río Claro. De esta forma Gaínza quedaba plenamente confiado en que el general O’Higgins se vería irremediablemente retrasado en su trayecto por las tropas de Olate y Calvo. 112


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O’HIGGINS IMPARABLE SE ABRE PASO A la mañana del 07 de abril, el campamento patriota se vió amenazado por la presencia en las cercanías, de las fuerzas de caballería realistas, comandadas por el coronel Olate. Al instante el general O’Higgins ordena atacarlos con 400 dragones (fusileros montados) al mando de los comandantes Andrés Alcázar y José María Benavente, quienes ademas fueron apoyados artillería y un destacamenteo de 50 granaderos, al mando estos últimos del teniente Francisco Barros. Sobre este entrevero, el comandante Calderón señala que: “Salieron los Dragones a reconocerlos y se atacaron y toda aquella mañana hubo accioncillas parciales. Se hizo que avanzasen dos carronadas (cañones navales), se persiguió al enemigo, y siempre en marcha. Perdimos un hombre muerto y seis heridos: el enemigo tuvo bastante pérdida, según se cree, por los muchos muertos que se vieron en distintos puntos en esa correría.” Por su parte, el comandante monarquista Olate testifica sobre este punto que: “… amanecí a las riberas de su ejército e incontinenti me ataqué con una partida, que a mi vista separó O'Higgins con tres piezas de artillería (de que yo carecía) a impedirme el paso para el rio Claro. Duró el ataque mas de una hora, y viendo que el enemigo se reforzaba, me retiré…”. Al verse rechazado, el 113


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comandante Olate emprende retromarcha, pero aprovechando que todas sus tropas iban montadas, hizo un giro hacia el poniente, para luego volver a enrutarse hasta alcanzar y cruzar el río Claro por otro sector, hasta encontrarse con las fuerzas de su camarada Angel Calvo que ya estaban posicionadas, con las cuales se aprestaron a disputar en conjunto, el paso del ejercito patriota. Continuando con su avance al norte, esa misma tarde, los patriotas se topan con el destacamento realista de los comandantes Olate y Calvo, dispuestos a rechazarlos y evitar a toda costa el paso del rio Claro. El general O’Higgins no se dejó impresionar y demostró estar dispuesto a enfrentarlos de inmediato, por lo cual ordenó emplazar dos piezas de artillería, encargando desbandar al enemigo a cañonazos. Sobres este punto, el comandante Olate señala que: “…siguió O'Higgins con su ejército, llegó a aquel mismo punto, desplegó su artillería y no fué posible defender el paso, durando nuevamente el fuego que nos hizo como cosa de una hora…”. Contando el ejército patriota con la maestría de los oficiales Nicolas Gracía y Jose Manuel Borgoño, excelentes artilleros que durante toda la campaña y en especial en Membrillar habían demostrado sus excepcionales condiciones, lograron dispersar y poner a conveniente distancia a las tropas monarquistas, abriendo de esta forma paso al ejército patriota, el cual logra cruzar exitosamente en este punto, sin mayores pérdidas materiales ni humanas. Según relato de Gaínza: “con la superioridad de su artillería, de calibre de a ocho (libras) especialmente, que puso en fuego a vanguardia y retaguardia, hizo retirar a dichas partidas, aunque sostuvieron algún tiempo el fuego con solo el fusil, y libre ya el paso del rio se apresuró mas y mas a llegar a dicha posición de las Quechereguas, lo que logró (O’Higgins) cuando al que habla le faltaba una legua, después de haber andado mas de siete en el dia, con diferentes pasos de rios. Por lo que, y ser ya cerca del anochecer, fue preciso acampar en la hacieda de don Ignacio Vargas…”. Y tal como lo señalaba el general en jefe realista, la invariable decisión del general O’Higgins, de no vacilar en ningún momento y 114


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no detenerse ni retrasarse ante nada, le permitieron ganar una vez más la carrera a Gaínza, esta vez sobre Quechereguas, donde logró establecer comodamente su campamento la noche del 07 de abril.

LA VICTORIA DE O’HIGGINS EN QUECHEREGUAS Según el Diario del comandante Calderón, al atardecer de aquel 07 de abril, el inquieto y excentrico Catalán Molina sale a incursionar a los alrededores, regresando a Quechereguas con unas 300 cabezas de ganado vacuno para enriquecer el rancho patriota, volviendo a salir de inmediao en dirección a la hacienda de Vargas, donde estaba pernoctando Gaínza con su ejército en pleno, desde donde regresó luego de haber descargado unos cuantos tiros sobre el campamento monarquista. Por su parte, el general O’Higgins con su acostumbrada e incansable laboriosidad, ordenó de inmediato realizar trabajos defensivos en las casas patronales de la hacienda de Quechereguas, con el objetivo de atrincherarse convenientemente, ante un eventual ataque del enemigo al día siguiente. Según relata Barros Arana: “Hizo abrir portillos en las paredes convirtiéndolos en troneras para sus cañones; formó trincheras para sus soldados con los líos de charqui y las panzas de sebo que hizo sacar de los graneros, dispuso que algunas partidas de fusileros se situaran en los tejados y en ciertos andamios que mandó construir detrás de unos paredones, y por último colocó su caballería en los corrales destinados a las matanzas de la hacienda, con orden de que cargase al enemigo cuando lo viese vacilar o retroceder.” Al amanecer del dia 08 e abril de 1814 (que era Viernes Santo), el brigadier Gaínza se decide a emprender ataque sobre la hacienda de Quechereguas. Según el propio relato del jefe realista, para estos efectos desplegó sus fuerzas en ataque de la siguiente forma: “…tomó la providencia de hacer desmontar cuatrocientos hombres de los que se hallaban a caballo, y formando de ellos una división, la puso al 115


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mando del coronel don Idelfonso Elorriaga, así como otras tres de infantería (la una con destino al cuerpo de reserva), al de los de la misma clase (coroneles) don Manuel Montoya, don Filiberto Diaz y don José Hurtado, distribuyendo el resto de caballería en las dos alas; sobre ellas algunas avanzadas y a los costados y claros la artillería.” Sin querer retrasar las acciones, el brigadier Gaínza emprende el ataque a los patriotas en Quechereguas. Así tenemos en relato del comandante Elorriaga que: “… se rompió el fuego de cañón por una y otra parte, que duró bastante tiempo, en este intermedio intentó el señor general Gainza, separando algunas compañías, arrimarse hasta tiro de fusil al enemigo; así para reconocer la posición como para provocarlo a que se saliese de las trincheras y edificios fuertes, en cuyo tiempo sufrió una furiosa lluvia de metralla, montado en su caballo, con la mayor serenidad; y viendo que nada se adelantaba y que nuestra artillería, por ser de menor calibre y no hacer ningún estrago en los edificios, determinó retirarse a la línea de batalla, que también estaba bajo los fuegos de cañón del enemigo…”. Por su parte, el brigadier Gaínza declaró sobre estos hechos que: “…en vano fueron y bien inútiles todas sus tentativas (a que concurrió siempre personalmente el que declara), porque el enemigo cada vez se concentraba mas y mas al abrigo de los edificios y sus trincheras; y de ahí es que, siendo las cinco de la tarde y viéndose precisado a acampar donde hubiese agua y fuese punto defendible, hubo de replegar la artillería y tropas avanzadas hasta la línea de batalla, y luego emprender su retirada desfilando por la derecha, aunque sin volver jamas la espalda, hasta situarse sobre la derecha del rio, como a tres cuartos de legua de distancia y a vista del enemigo.”

EL CATALÁN MOLINA EN LA ZONA DEL MAULE Una vez que el ejército realista se retiró desde Quechereguas, el brigadier Gaínza se mantuvo en las inmediaciones, esperando que 116


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los patriotas abandonaran sus reductos, y se dirigieran a Santiago, cruzando el río Lontue donde esperaba atacarlos. Los días 09 y 10 de abril estuvieron marcados por aproximaciones y enfrentamientos parciales de partidas de caballería realista, entreverados con guerrillas patriotas comandadas por los comandantes Cárdenas y el Catalán Molina. Para el día 11 de abril de 1814, el entonces capitán Ramón Freire, sale con una partida de hombres, secundado por el Catalán Molina para disputarle a los realistas la recolección de vacunos y caballares que abundaban en la zona. El comandante Calderón lo relata de la siguiente forma en su Diario: “En la mañana se han sujetado los caballos de los milicianos para montar las partidas del capitán Freire, que se compone de 25 Dragones con 20 Nacionales y el teniente Molina (El Catalán) con 30 hombres, en todo 75. Marcharon a la cordillera para quitarle al enemigo los caballos. Se supo se acercaba una guerrilla y se mandaron recoger los bueyes y caballos; eran cien hombres que se retiraron. Salió un oficial de milicias con 16 milicianos a desenterrar 8 cargas de municiones y pólvora.” Sin saber lo que el destino les depararía a futuro, estas correrías en conjunto de los comandantes Freire y Molina en la zona de Lontué, serían un anticipo de la gloriosa campaña que les correspondería desempeñar a ambos, exactamente tres años después, cuando tras avanzar en conjunto desde Mendoza, y luego de cruzar la cordillera, ambos volvieran a enseñorearse y campear en estos mismos territorios, entre febrero y abril de 1817, contribuyendo con su eficiencia característica a extinguir el dominio monarquista, afianzando el control de las fuerzas patriotas en toda la zona del Maule.

EL COMANDANTE BALCARCE SE RETIRA A MENDOZA Una vez que logró comprobar lo eficiente que era la fortificación de Quechereguas para cerrar el paso a los realistas, además de recibir noticias de que el gobierno central le enviaba una partida con 117


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refuerzos desde Santiago, el general O’Higgins decide mantener el campamento patriota en dicha hacienda. Contrario a esta opinión, el comandante (bonaerense) Balcarce plantea que el ejército patriota debía continuar su retirada hasta Santiago, lo cual fue totalmente descartado y desatendido por O’Higgins. Esta no era la primera vez que una sugerencia estratégica expuesta en Junta de Guerra por el coronel rioplatense, era descartada de plano, ya que según hemos señalado, cuando en Membrillar planteó la estrategia de retirarse hacia Santiago, su idea fue rechazada por el comandante Mackenna; y en el cruce del Maule, cuando propuso abrirse paso frente al vado de Duao, para cruzar bajo el fuego enemigo, tampoco fue tomado en consideración por el general O’Higgins. En vista de lo anterior, al verse continuamente ignorado en sus planteamientos por el alto mando, el coronel Balcarce anunció su retiro del campamento patriota, resolviendo regresar a Mendoza. Advertido con firmeza por O’Higgins, de que no disponía de la autoridad para llevar consigo las fuerzas de la división auxiliar trasandina, tuvo que dejarlas al servicio del ejército patriota, bajo el mando del sargento mayor don Juan Gregorio Las Heras, oficial que continuaría prestando distinguidos servicios a la causa de la independencia, por mucho tiempo. En Santiago, el gobierno chileno le dio salvoconducto para pasar a Mendoza, y junto con agradecerle sus servicio, dictó con posterioridad un decreto bajo el cual le daba un ascenso, nombrándolo brigadier de los Ejércitos… pero de las Povincias Unidas del Río de La Plata. Este pequeño gran detalle, causó la protesta del Director Supremo rioplatense, don Gervasio Posadas, quien rechazó con total justificación que el gobierno chileno entregara ascensos a nombre de un gobierno que si bien era aliado, no estaba bajo su competencia directa. A finales de julio de 1814, ya estando gobernando una nueva Junta presidida entonces por el general José Miguel Carrera, se acogió el reclamo rioplatense, pasando a reconocer al comandante Gonzalez Balcarce con el grado de brigadier, pero esta vez en el escalafón del ejército chileno. En 118


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julio de 1814, Balcarce fue designado por el gobierno bonaerense como Gobernador Intendente de la provincia de Cuyo, cargo que ejerció hasta septiembre de ese año, donde entrega el mando provincial al comandante José de San Martín, pero continuando con la prestación de servicios en la zona, como Comandante de Armas en Cuyo, cargo en el que desempeñaría un rol importante, tras la emigración de las fuerzas patriotas chilenas a Mendoza, tal como veremos más adelante.

LOS DISPARES EFECTOS DE LA CAPTURA DE CONCEPCIÓN En aquellos dias de abril de 1814, el intendente realista Matías de la Fuente, avanzaba desde Chillán en los preparativos para avanzar a tomar posesión de Concepción y Talcahuano, que tal como recordaremos, tras la partida del general O’Higgins a su encuentro con Mackenna, habia quedado custodiada por una reducida guarnición. Contando con la acción decidida del comandante español Antonio Quintanilla, las fuerzas realistas comenzaron a estrechar el cerco sobre la ciudad desde el 11 de abril, y luego de diverzas escaramuzas entre las guerrilas monarquistas y las tropas defensoras, para el día 13 se realiza la capitulación y entrega de la ciudad por parte de los patriotas. Si bien la toma de Concepción fue celebrada como un gran triunfo por los realistas, días después tuvo un efecto colateral no menor en Talca; donde enterados de esta noticias, numerosas tropas de la zona comenzaron a desertar para regresar a sus hogares, poniendo en graves apuros al general Gaínza, quien personalmente llegó a reconocer que la deserción alcanzó en aquellos dias a cerca de 300 soldados, situación que lo llevó a atrincherarse en Talca, fortificando al máximo todas las salidas y los contornos de la ciudad, tanto para defenderse de un eventual ataque patriota, como para evitar la fuga de sus tropas hacia el sur. Al respecto don Claudio Gay señala que Gaínza “…obligado por la disminución que sufrió, pensó mover su campo a la 119


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plaza de Chillán para ponerse en un buen pie de fuerza y hacerse de cabalgaduras y otros auxilios que necesitaba.” No obstante lo grave de la situación para el jefe realista, al poco tiempo Gaínza desistió en sus preparativos, principalmente por verse amenazado nuevamente por O’Higgins, esta vez en un cruce inverso a la orilla del Maule. En el bando patriota, la captura de Concepción generó cierta desazón, pero vino a generar especial angustia en el general O’Higgins, esto debido a que su madre y su hermana se encontraban residiendo en dicha ciudad, desde que habían sido liberadas anteriormente de su cautiverio por los realistas. Esta situación venía a ponerlas nuevamente en riesgo de ser apresadas, lo cual no se llevó a cabo en definitiva. No obstante desde aquel momento, O’Higgins se mantuvo en permanenete gestión para auxiliarlas, consiguiendo finalmente para julio de ese año, lograr que se trasladaran al norte del río Maule, desde donde pasaron posteriormente a residir en Santiago.

CAMPAÑA TRIUNFAL ANTE TODO PRONOSTICO Durante su campaña militar en Francia (1917-1919), el general Mac Arthur elogiaba al destacado coronel Frank McCoy, afirmando con respecto a los ancestros de este último que: “… se necesitan irlandeses cuando quieres hacer algo difícil.-“ Y sin duda alguna, muchos años antes de lo expresado por Mac Arthur, en Sudamérica un hijo de irlandés como O’Higgins, y otro irlandés tan genuino como Mackenna, demostraban que aquella certera afirmación trascendía los siglos. Y así tenemos que tras semanas de ardua campaña, una vez más las tropas realistas se vieron malogradas en su intento por derrotar a las fuerzas independistas; ante lo cual, viendose del todo imposibilitado de lograr forzar la posición patriota, y peor aún, al encontrarse practicamente bloqueado en su intento de avanzar 120


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hasta Santiago, el brigadier Gaínza se repliega hasta Talca, donde dispone atrincherarse. De esta forma el general O’Higgins finalizaba una gloriosa campaña militar, que había emprendido a duras penas en la quincena de marzo de 1814, logrando sobreponerse de manera exitosa a toda adversidad; y es su ejemplar carácter y liderazgo como general en jefe, el cual le permitió a las armas independentistas imponerse en Quilo y Membrillar; aventajar en su carrera hasta el río Maule a las tropas realistas, burlarlos en el cruce del río Maule, dispersarlos y abrirse paso sobre ellos en Tres Montes y Rio Claro, y anticiparse a ellos en la ocupación de Quechereguas, para finalmente coronar estas gloriosas jornadas, rechazando a punta de bala y cañonazos, el ataque de las fuerzas monarquistas, en pleno Viernes Santo. Todas estas vibrantes y fatigosas jornadas tenían finalmente su recompensa para el general O’Higgins, ya que le habían permitido contener y derrotar a los realistas, junto con poner a salvo la capital del país.

ADVERTENCIA En el siguiente episodio de este libro (CAPÍTULO V – SE REACTIVA LA AMENAZA REALISTA), damos un salto cronológico pasando a continuar con nuestro relato a partir de agosto de 1814. El resto de los acontecimientos ocurridos entre abril y agosto de 1814, son abordados en un episodio complementario (ANEXO: SALVEMOS CHILE O SEAMOS ODIADOS ETERNAMENTE), cuya temática en caso de ser de interés para el lector, puede ser consultada en la parte final de este mismo libro. Lo anterior se debe a que esta fase intermedia del conflicto, se desarrolla en un ambiente político e ideológico, enmarcado entre negociaciones de paz (Tratado de Lircay) y luchas fratricidas (Carrera v/s O’Higgins) que incluyen golpes de estado, rebeliones y alzamientos militares entre otras cosas, por lo cual no hemos querido apartar al lector de nuestra principal línea de relato, basada en el análisis de las acciones tácticas y estratégicas, desarrolladas por los ejércitos monarquistas y revolucionarios, en la llamada Guerra por la Independencia de Chile. Sin embargo, considerando que aquellos acontecimientos son de trascendental importancia para comprender la crisis que se desencadena en el bando independentista, y que tienen un impacto directo en el desarrollo global del conflicto, no hemos querido omitirlas, dando la opción al propio lector para que las revise y consulte, según sea su propio interés sobre el tema.

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CAPÍTULO V

SE REACTIVA LA AMENAZA REALISTA


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CAPÍTULO V (Páginas 124 a 157) GENERAL MARIANO OSORIO: MENTE SANA EN CUERPO SANO – INSTRUCCIONES DEL VIRREY AL GENERAL OSORIO – INSTRUCCIONES COMPLEMENTARIAS: OBJETIVO BUENOS AIRES – ELORRIAGA A LA VANGUARDIA DEL EJÉRCITO REALISTA – 20 DE AGOSTO: SEVILLA/CHILLÁN/SAN FERNANDO – LA PROPUESTA DE OHIGGINS ANTE LA AMENAZA REALISTA – LA CONFERENCIA DE OHIGGINS Y CARRERA - EL RÉGIMEN DEL GENERAL CARRERA SE DECLARA DEFENSOR DEL RÉGIMEN ABSOLUTISTA DE FERNANDO VII – UNA GRAVE INCONGRUENCIA REVOLUCIONARIA - LOS REALISTAS AVANZAN HACIA EL NORTE - LA BRILLANTE ESTRATEGIA DE AVANCE DEL GENERAL OSORIO - EL PLAN DEFENSIVO DEL GENERAL CARRERA - OTROS ASPECTOS DEL PLAN DEL GENERAL CARRERA - FALACIAS SOBRE O’HIGGINS EN RANCAGUA OHIGGINS Y SU OPCIÓN POR RANCAGUA - ANÁLISIS DE RANCAGUA COMO PUNTO DEFENSIVO - O'HIGGINS DA CUMPLIMIENTO A SUS ACUERDOS CON CARRERA - EL AVANCE PATRIOTA A LA LÍNEA DEL CACHAPOAL - EL DESMEMBRAMIENTO DE LA OFICIALIDAD DE O’HIGGINS - NUEVO RECHAZO AL APOYO DE LA DIVISIÓN AUXILIAR ARGENTINA - EL TÓXICO LIDERAZGO DE UN GENERAL EN JEFE - O’HIGGINS INSISTE EN AVANZAR HASTA CACHAPOAL - O’HIGGINS NUEVAMENTE EN LA VANGUARDIA PATRIOTA - O’HIGGINS SOLICITA REFORZAR ANGOSTURA DE PAINE.

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GENERAL MARIANO OSORIO: MENTE SANA EN CUERPO SANO A finales de junio de 1814, había llegado la noticia oficial al Virreinato del Perú, con las confirmaciones referentes al Tratado de Lircay,1 lo cual generó la inmediata indignación del virrey Abascal, quien aún estando escaso de recursos, se abocó a la tarea de hacer los preparativos necesarios para revertir esta incómoda situación que se generaba en Chile. Para estos efectos, recolectó entre los comerciantes peruanos, a quienes les interesaba de sobremanera restablecer y normalizar el flujo mercantil con los puertos chilenos, la suma de $ 100.000. Por otra parte, habiéndo arribado desde España a Lima el regimiento Talavera, el virrey destinó para expedicionar a Chile a uno de sus batallones con cerca de 600 hombres, bajo el mando del coronel español don Rafael Maroto. Teniendo el convencimiento de que debía destituir del mando del ejército hispano en Chile al brigadier Gaínza, el virrey Abascal buscó otro oficial que estuviera a la altura de la alta misión que esperaba encomendarle. Para estos efectos, designó al entonces coronel de artillería don Mariano Osorio, oficial español originario de Sevilla, ciudad en la que había nacido en el año 1772. Formado militarmente en la prestigiosa escuela de artillería de Segovia, se destacó combatiendo contra los franceses en los sitios de Zaragoza el año 1808, oportunidad en que fue herido de gravedad en una pierna. Habiendo alcanzado el grado de coronel en 1812, fue destinado a servir a Lima Perú, como comandante general de artillería, y profesor de matemáticas, en la academia militar del Virreinato. Según relata don Diego Barros Arana: “Osorio, en efecto, era más culto y educado que la mayoría de los jefes españoles que venían a América. Había hecho todo el curso de estudios de una escuela profesional, hablaba corrientemente el francés y tenía gusto por la lectura. Sin ser 1

Para más antecedentes sobre este tratado, revisar capitulo anexo al final del libro, donde se aborda el tema.

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precisamente un verdadero militar capaz de grandes combinaciones o de movimientos audaces, Osorio prestaba una atención esmerada a la organización regular y a la mejor disciplina de sus tropas; y una vez empeñado en la campaña, evitaba en lo posible el comprometer la suerte de ella por empresas aventuradas.” Además de sus inquietudes por cultivarse intelectualmente, el general Osorio se caracterizaba por su especial afición a la actividad física para mantenerse en forma, lo cual en dicha época era visto como una excentricidad, y para muchos de sus contemporáneos constituía una llamativa rareza. Sobre este tema, el propio Barros Arana profundiza afirmando sobre el comandante español que: “Su constitución física parecía disponerlo a la obesidad; pero Osorio trataba de resistirla por medio de ejercicios gimnásticos que causaron gran sorpresa a los que veían ejecutarlos...”, y para complementar sus ancestrales rutinas de fitness: “En un patio o callejón que separaba el palacio de los gobernadores del cuartel de dragones,2 había hecho preparar Osorio una cancha de juego de pelota. Casi todas las tardes consagraba una hora a este ejercicio, en que había alcanzado a adquirir una gran destreza.” Aceptado el desafío de pasar a comandar el ejército hispano en Chile, el general Osorio se embarca con el batallón Talavera y medio centenar de artilleros españoles, para cumplir con los requerimientos del virrey.

INSTRUCCIONES DEL VIRREY AL GENERAL OSORIO En su metódico estilo, el virrey Abascal instruía claramente al general Osorio sobre los alcances de su misión en territorio chileno, en oficio fechado el 18 de julio de 1814. Su primer encargo, era que el nuevo general en jefe luego de su desembarco, inspeccionara y encargara de inmediato el reforzar las 2

El Palacio de los Gobernadores se ubicaba en el sector del actual edificio que alberga las oficinas centrales de la Empresa de Correros de Chile, frente a la Plaza de Armas de Santiago, mientras que el cuartel de Dragones, se ubicaba en el sector del actual Paseo Puente, en la comuna de Santiago Centro.

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fortificaciones de Concepción y Talcahuano: “… para ocupar menos guarnición, a fin de que el ejército se ponga con toda la fuerza posible para operar ofensivamente, o cuando no, para que se pueda conservar en una defensiva… extendida lo menos posible, para que se verifique la máxima de que pocos se puedan defender de muchos.” Sobre el estado de las fuerzas en Chile, el virrey señalaba en su oficio que: “Por las últimas noticias que me ha dado el brigadier Gaínza con fecha 16 de junio, constaba el ejécito de 2.462 plazas de infantería, las cuales se podían aumentar con 200 a 300 más, sin otra instrucción que la de hacer fuego, y con 363 artilleros, pero sin alguna caballería… para reconocimientos y marchas únicamente.” Luego de pasar a notificar al brigadier Gaínza de su destitución, Osorio debía asumir el mando del ejército en el cuartel general de Chillán. Una vez revistadas las tropas, debía notificar a las autoridades patriotas revolucionarias, llamándolos a la paz y la conciliación. De aceptar estas condiciones los patriotas chilenos, Osorio debería avanzar: “… pasando a la capital con solo la tropa necesaria para restablecer en ella el buen órden, cumpliendo y haciendo cumplir con la mayor escrupulosidd el perdón y el olvido de todo lo pasado, que explica el mismo artículo, manteniendo tanto al oficial como al soldado en la más rígida disciplina, sin permitir de modo alguno que de palabra ni obra se maltrate a nadie, ni se le tome la más leve cosa de su propiedad, si no se ajustase antes por su legítimo valor, entregándoselo al propio tiempo que recibe la especie.” El virrey dejaba ver en sus instrucciones que esperaba no encontrar resistencia por parte de los patriotas, señalando que: “… no parece creíble que los enemigos se atrevan a disputar la campaña, por cuya razón conviene romper las operaciones luego que la estación de las aguas lo permita, atacándolos enérgicamente donde se les encuentre, sin darles lugar a rehacerse en caso de ser derrotados, persiguiéndoles incesantemente hasta disiparlos… hasta estar disueltas sus fuerzas y el ejército nacional próximo a entrar en Santiago, se le admitirá a discreción; pero teniendo cuidado el comandante de salvar las vidas de sus habitantes y no permitir 126


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ningún género de saqueo, pues en todo caso es necesario tratarlos con conmiseración, como que son nuestros hermanos que deben componer con nosotros una sola familia.”

INSTRUCCIONES COMPLEMENTARIAS: OBJETIVO BUENOS AIRES Teniendo como objetivo principal para el virrey al estallar la guerra en Chile, el tomar posesión de este territorio para avanzar desde aquí habriendo un nuevo frente contra sus enemigos rioplatenses, el pliego de instrucciones al general Osorio abordaba con especial detalle este tema, tal como había acontecido con anterioridad:  “Establecido que sea el órden en la ciudad de Santiago y demás puntos que lo necesiten, dejará el señor general en el reino las guarniciones precisas para conservarle libre de insultos; y del resto del ejército, que conceptúo podrá ascender a 2.000 hombres de infantería, 200 de artillería y 1.000 de caballería, dispondrá a la más posible brevedad una expedición que pase por una de las abras de la cordillera, que comunican por el fuerte de Vallernar (Antuco) y otros parajes de esa sierra con las pampas de Buenos Aires, para que, echándose rápidamente sobre Mendoza y su campiña, ponga en consternación la capital de las provincias del Río de la Plata, a fin de distraer sus fuerzas hacia aquella parte; dejando más expeditas las operaciones de los ejércitos de Montevideo y Alto Perú (Bolivia), adelantando algún cuerpo hacia Córdova o Río Tercero para aumentar la confusión de aquellos rebeldes, con encargo particular de que no maltrate dicha expedición a los habitantes, ni que se aproveche de sus haberes más que para el preciso alimento de pan y carne, pagados a precios corrientes.”  “Si la partida o partidas de este ejército expedicionario descubriese fuerzas enemigas, dispondrá en tiempo su retirada si fuesen superiores, o atacarlas si fuesen inferiores, y con probabilidades de buen suceso.” 127


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 El jefe que vaya mandando estas tropas procurará por todos los medios posibles ponerse en comunicación con con el general de ejército del Alto Perú, lo cual no creo sea muy difícil por la provincia de La Rioja, a fin de combinar con él sus operaciones. La misma diligencia deberá practicar el señor coronel Osorio cuando se haya hecho dueño del reino de Chile, en lo que no habrá mucha dificultad por Coquimbo o Copiapó.”

ELORRIAGA A LA VANGUARDIA DEL EJÉRCITO REALISTA Con fecha 13 de agosto de 1814, el general Mariano Osorio desembarcaba en Talcahuano con sus tropas de refuerzo. De inmediato ordena el regreso al Perú de uno de los tres barcos que lo transportaron, mientras que encargó a los otros dos dirigirse hacia el norte, bordeando la costa chilena, a modo de generar alarma ante un posible desembarco en una zona más próxima a Santiago, situación que tal como veremos más adelante, generó sobre los patriotas los efectos esperados por el general Osorio. Teniendo presente otra de las recomendaciones del virrey sobre la caballería realista en Chile, donde le señalaba con respecto a los milicianos de esta arma, que según la autoridad limeña: “… nada sirven por su indisciplina y afición al robo; de cuya gente se puede sacar algún fruto formando un cuerpo de caballería de 500 a 600 hombres poniéndoles oficiales escogidos, especialmente algunos de plana mayor, para que les enseñen a maniobrar en órden y hacer buen uso de la espada y lanza.”; encargó el general Osorio al comandante Quintanilla que reclutara combatientes para conformar un escuadrón de caballería, el cual sería bautizado como Carabineros de Abascal. Para el día 18 de agosto, Osorio se presentaba en Chillán, desde donde hizo toma del mando del grueso del ejército realista, y empezó a prepararlo para abrir campaña contra los insurgentes patriotas, encargando al comandante Manuel

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Barañao conformar otro escuadrón de caballería, bajo la denominación de Húsares de la Concordia. Para la fecha del arribo del general Osorio a Chilán, el coronel Idelfonso Elorriaga se encontraba concentrado con sus fuerzas de avanzada en Parral, y sus guerrillas se movilizaban campeando al sur del Maule, controlando y obstruyendo todo tipo de información hacia los patriotas. Este movimiento de avanzada en el ejército relaista, se había realizado desde finales del mes de julio, según relata el propio comandante Elorriaga: “En el instante que se recibió la noticia de la toma del mando de esta capital por los Carrera, se puso en movimiento nuestro ejército para las orillas del Maule, sin aviso ninguno del Excmo. señor Virrei, y que cuando llegó de general de este ejército el señor don Mariano Ossorio, me hallaba ya en marcha, en el Parral, y otro batallón en San Carlos…”. Sobre la composición de estas fuerzas de avanzada, el brigadier Gaínza declaraba que: “…puse en marcha hacia el Maule el cuerpo (batallón) de Valdivia entero, sesenta hombres de caballería y dos piezas de campaña con cien tiros cada una, seguidamente el (batallón) veterano de Chiloé con otras cuatro; todo al mando del coronel Elorriaga, como jefe de vanguardia…”. En vista de lo anterior, las tropas independistas seguían enfrascadas en sus disputas internas, sin tener mayores noticia de los acontecimientos que acontecían en el ejército realista, y solo se manejaba cierta información sobre los movimientos de Elorriga al sur del Maule, aunque estando en total desconocimiento de la llegada del general Osorio para reanudar las histilidades.

20 DE AGOSTO: SEVILLA/CHILLÁN/SAN FERNANDO Un 20 de agosto del año 1247, el monarca cristiano Fernando III apodado el Santo, sobrerano de los reinos hispanos de Castilla y León, daba inicio al asedio para reconquistar la ciudad de Sevilla, en una de sus victoriosas campañas para recuperar los territorios del 129


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llamado Al – Andalus, y expulsar a los musulmanes de la península ibérica. También un 20 de agosto, pero de 1778 y en Chillán, nacía el prócer chileno Bernardo O’Higgins Riquelme. Y con fecha 20 de agosto de 1814, un militar andalúz que había nacido en Sevilla como lo era don Mariano Osorio, finiquitaba desde Chillán los planes para la reconquista del Reino de Chile, preparando el avance de su ejército hasta la villa de San Fernando, localidad ubicada al sur de Rancagua y que había sido bautizada con ese nombre por sus fundadores el año 1742, en homenaje al santo rey hispano Fernando III. Así tenemos que para el dia domingo 21 de agosto, Osorio entrega distintos oficios impresos al capitán español Antonio Pasquel, con orden de dirigirse a Santiago, para informar e imponer a los jefes patriotas, las condiciones para un avenimiento dictadas por el virrey, ofreciendo una generosa amnistía, a todos cuantos desertaran de continuar apoyando la causa independista. No obstante, ofrecía los más severos castigos de ver empeñado cualquier tipo de resistencia a su autoridad. Con fecha 24 de agosto, el emisario Pasquel llegó a Talca, donde conferenció con el comandante Joaquín Prieto quien le dio salvoconducto al día siguiente para que continuara su marcha hacia el norte, llegando al campamento del general O’Higgins, al medio día del 27 de agosto, es decir, al día siguiente del combate de Tres Acequias,3 donde encontró al prócer chileno en plenos preparativos para concentrar sus fuerzas y volver a forzar el paso hacia la capital, que lo condujera a deponer al general Carrera en Santiago. Sin embargo, en vista de la nueva amenaza realista que se cernía sobre la causa independista, el general O’Higgins autoriza el paso del capitán Pasquel a la capital para que informara y entregara los oficios al general Carrera, con quien se reunió ese mismo día en la tarde. Algunos cronistas han dado a entender solapadamente que O’Higgins sabía con anterioridad del desembarco de Osorio, sobre lo 3

Combate librado entre fuerzas patriotas en las afueras de Santiago, por los bandos de O’Higgins y Carrera. Para más detalles, ver capítulo anexo, al final de este libro.

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cual no hay ningún documento que lo acredite, y más aún la cronología de los hechos, y la inexistencia de sistemas de comunicación instantánea en dicha época, hacen prácticamente imposible que esto haya acontecido así. Una vez recibidos los oficios del general Osorio en Santiago, generaron gran inquietud en el general Carrera y sus partidarios.4 En el oficio, el comandante español daba un ultimátum a los patriotas, señalando que: “… si en el término de diez días contados desde la fecha, no me contestan estar prontos a deponerlas inmediatamente, a renovar el juramento a nuestro soberano el señor Fernando VII, a jurar obedecer durante su cautividad, la nueva constitución española y el gobierno de las cortes nacionales y admitan el que legitimamente se instale para el reino, dare principio a las hostilidades…”.

LA PROPUESTA DE O’HIGGINS ANTE LA AMENAZA REALISTA El mismo día en que conferenció con el informante Pasquel, el general O’Higgins propone un avenimiento con el general Carrera, en pos de contener a los realistas, siendo portador de estas intenciones el coronel de milicias Estanislao Portales. El general Carrera contesta en buenos términos, pero no se define nada en concreto. Teniendo reunido a gran parte de su ejército en la localidad de Hospital en las afueras de Santiago, el general O’Higgins convoca a una Junta de Guerra el día 30 de agosto, para determinar las acciones a seguir. El 31 de agosto, O’Higgins envía un oficio al general Carrera, con las propuestas de la junta de oficiales, que eran las siguientes: 4

Más aún, habiendo reconocido don José Miguel al oficial Pasquel como uno de los integrantes de la partida realista que lo había sorprendido y capturado junto a su hermano Luis, en marzo de ese año a su salida de Concepción; procede con un arrebato que contradecía los principios de inmunidad diplomática, decretando de inmediato el arresto del emisario realista, acusándolo de haber sido insolente ante las autoridades patriotas.

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 Nombrar un nuevo Gobierno provisorio, elegido por el pueblo de Santiago, en reemplazo de la Junta encabezada por el general Carrera.  La elección debía ser calificada por el Cabildo anterior (que había sido depuesto por Carrera).  En esta asamblea, no debería participar ningún miembro del ejército (de ninguno de los bandos en disputa).  Previo a la elección, se solicitaba liberar a todos los patriotas que estaban encarcelados, confinados, junto con gestionar el retorno de los patriotas exiliados.  El general O’Higgins entregaría de inmediato el mando de su ejército al nuevo gobierno. Para concretar esta propuesta de reconciliación, se necesitaba la generosidad de todas las partes, partiendo por Carrera y O’Higgins, quienes debían dejar sus respectivos cargos y ponerse a disposición del nuevo gobierno. La disposición de O’Higgins al respecto, queda clara en el oficio enviado: “Hagamos a Chile feliz. Ejecutemos un acto generoso para borrar la mancha del día 26; entreguemos ambos el mando al pueblo soberano de Chile, y nuestra memoria será eterna; me obligo a asegurarle que todo este ejército le adorará de acción tan generosa. Todos estos oficiales son republicanos, y quieren que por el orden popular corran todos los negocios.” Muy distinta fue la disposición del general Carrera, quien por ningún motivo aceptaba desprenderse del Gobierno. Al respecto señala en su Diario: “No puede llegar a más la estupidez del señor general (O’Higgins). Seguramente que se le pasmó la cabeza desde que mandó jefe. Pedir al ejército victorioso y que había doblado sus fuerzas, que trabajase por destruirse a si mismo, es cosa que el tal O’Higgins solamente podía proponer. Pedía, pues, que se eligiese por el pueblo un gobierno provisional; que sus votos (los del pueblo) fuesen calificados por el cabildo depuesto, y que para la votación se pusiese en libertad a todos los confinados. ¡Vaya que es lindo el pensamiento.”

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LA CONFERENCIA DE O’HIGGINS Y CARRERA Interesado en unir fuerzas para contener la amenaza del general Osorio, y en vista de no tener respuesta satisfactoria por parte del general Carrera, el comandante O’Higgins propone a don José Miguel una reunión personal para llegar a un acuerdo. De esta forma le escribía el 01 de Septiembre: “Mi amigo: No perdamos un instante; nuestra entrevista es necesarísima. Vamos a salvar al Estado a costa de toda clase de sacrificios; por mar y tierra nos atacan los piratas. Los documentos adjuntos lo impondrán a usted de ello; esto era necesario para una verdadera unión. Acuérdese usted que cuando desembarcó Pareja en Penco,5 se reconciliaron los ánimos… la entrevista será mañana a las once, en los Callejones de Tango; iré con un oficial y mi ordenanza, y hasta el río irá una escolta de diez hombres. Su siempre amigo. Bernardo O’Higgins.” El 02 de septiembre se realizó la conferencia entre los dos jefes patriotas, la cual fue muy cordial y amistosa; no obstante el general Carrera no daba pie atrás en la entrega del mando; insistiendo en seguir a la cabeza del gobierno. Luego de horas de conversación, el general O’Higgins informa que al día siguiente entregaría una respuesta, luego de conferenciar con sus oficiales. Cumpliendo exactamente con lo prometido, O’Higgins ingresa en la jornada siguiente a Santiago, acompañado de los oficiales Ramón Freire y Pedro Nolasco Astorga, seguidos de los capellanes de ejército Isidro Pineda y Casimiro Albano. Se presenta directamente en la casa del general Carrera, a quien le informa que en nombre de la Patria, su ejército y la oficialidad lo reconocían como legítimo Gobierno de la nación, quedando completamente a su disposión. A cambio de esto, lo único que solicitaban, era que fueran destinados a

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Ver https://archive.org/details/INTREPIDOTEMERARIOYAUDAZ/page/n28

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servir en la vanguardia de fuerzas que debía enfrentar a los realistas. 6 Para el día 04 de septiembre, ambos generales publican un bando declarando la reconciliación y la disposición a enfrentar unidos la amenaza realista, todo lo cual causó grandes muestras de satisfacción en la ciudadanía. A partir de entonces, comenzaron los preparativos bélicos para enfrentar a las tropas del general Osorio.

EL RÉGIMEN DEL GENERAL CARRERA SE DECLARA DEFENSOR DEL RÉGIMEN ABSOLUTISTA DE FERNANDO VII Habiendo retornado a España desde su cautiverio, el rey Fernando VII había reasumido en el trono hispano; y con fecha 04 de mayo de 1814, dictaminó el restablecimiento del absolutismo, aboliendo la Constitución Española de 1812 y las Cortes de Cádiz, junto con dar de baja todos sus decretos, además de ordenar la prisión y el extrañamiento de varios políticos liberales. Dado lo anterior, lo más lógico era que los patriotas reafirmaran sus convicciones libertarias, y enarbolaran con mayor fuerza la bandera de lucha republicana, invocando incluso el apoyo de los sectores políticos liberales en la propia España, donde bien era sabido que al interior del propio ejército español, las logias habían ramificado su influencia en la oficialidad y los altos mandos, siendo gran parte de los militares hispanos, absolutamente contrarios al antiguo régimen monarquista. Sin embargo en Chile, contra toda lógica y en franca contraposición con los ideales libertarios, el gobierno del general Carrera enarbola como bandera de lucha hasta último momento, su pública lealtad al 6

En su Diario Militar, el general Carrera señala: Septiembre 03 de 1814 - A las ocho de la noche vino O’Higgins a Santiago, acompañado de don Isidro Pineda, don Casimiro Albano, don Pedro Nolasco Astorga y don Ramón Freire, con la resolución de concluir las desavenencias reconociendo u obedeciendo al Gobierno, único partido que le quedaba. Se alojaron todos ellos en casa y fueron tratados sin la más pequeña demostración de resentimiento. O’Higgins me juró muchas veces su sincera amistad, procuró que me satisficiese de tantas protestas.

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régimen absolutista, e invoca la protección y amparo del soberano español Fernando VII, contra la agresión del virrey. A fines de agosto de 1814, luego de haber recibido las notificaciones del general Osorio, el gobierno de Carrera emite un bando en el cual desafía las amenazas del virrey, volviendo a invocar la vigencia del cuestionado Tratado de Lircay, junto con reafirmar su reconocimiento a la legítima autoridad del rey Fernando VII, dando a entender que la esencia del gobierno chileno, no tenía otra finalidad que conservar a Chile a salvo, para su majestad el rey de Eapaña; colocando a los patriotas chilenos en el patético e incongruente rol de verdaderos defensores del monarca hispano. Más aún, con fecha 05 de septiembre de 1814, el gobierno de Carrera comunicaba publicamente al general Osorio que: “Chile, después de ratificar el juramento de obediencia al señor don Fernando VII, en medio del cautiverio en que le consideraba, ve satisfechas sus esperanzas con la restitución al trono de sus augustos padres, y ha puesto en manos de Ud. un documento intergiversable del decreto del 04 de mayo… Parece que hubiésemos prevenido el supremo juicio del Soberano, que ordena no se hagan innovaciones, dejando constituidas las autoridades de España e Indias… Vamos con fuerzas muy superiores a cuantas Ud. puede traer a la muerte. Todos los recursos están a nuestra mano y se ponen activamente en movimiento. Nos sostenemos contra una verdadera rebelión y de todo informaremos a Su Majestad.”

UNA GRAVE INCOHERENCIA REVOLUCIONARIA La incongruencia en los planteamientos públicos del régimen del general Carrera, no tenían otro objetivo que ponerlos a resguado ante cualquier desenlace en la guerra. Si los patriotas triunfaban, el régimen de Carrera se afianzaría gobernando; pero en caso contrario, de ser derrotados y capturados, jamás podrían ser condenados a muerte por perjurio y traición a la monarquía

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española, ya que en innumerables documentos, siempre quedaba refrendada la lealtad a su majestad Fernando VII. Esta ambigua posición no podía aglutinar ni dar impulso a la pasión revolucionaria entre la mayoría de los chilenos, y más aún, generaba una gran desconfianza en los aliados rioplatenses. Peor aún para la causa independista, el declarado apoyo del gobierno de Carrera al monarca absolutista, tampoco podía ser rebatido ni contradicho en público por ningún chileno, a riesgo de que cualquiera que osara a cuestionar la opinión del gobierno, se arriesgaba a ser acusado bajo el delito de alta traición traición y lesa Majestad, por el implacable régimen carrerino. Todo este accionar de don Jose Miguel Carrera, le traería graves consecuencias con posterioridad, cuando al querer invocar el verdadero ideal independista, sufrió la indiferencia y falta de apoyo tanto de gran parte de los chilenos, como de los aliados argentinos. Con respecto a la posición del gobierno de Carrera frente al monarca hispano, don Diego Barros Arana señala que: “Ante una situación semejante, no cabía otra actitud que la de declarar un rompimiento abierto y definitivo con los antiguos dominadores de estos países, levantar resueltamente el estandarte de la independencia, y defenderlo con aquel heroísmo que los pueblos vigorosos desplegan en las circunstancias extremas y que suele salvarlos de las crisis más tremendas. Pretender todavía invocar con un falso respeto el nombre del rey de España, sostener que los revolucionarios de Chile estaban por éste contra las agresiones inmotivadas del virrey del Perú, era apelar a un arbitrio que ya no emgañaba a nadie, y que empequeñecía la noble causa que habían abrazado estos países.” Así tenemos que aún cuando el ejército monarquista irrumpía decididamente rumbo a Santiago, para enfrentar a los patriotas chilenos, con fecha 15 de septiembre de 1814, el gobierno de Carrera continuaba invocando a Fernando VII, declarando publicamente que: “Hoy le hostiliza el infame Mariano Osorio contra las ordenes expresas del Rey, que en el decreto del 04 de mayo de 1814 deja a las autoridades constituidas en ambos hemisferios hasta la 136


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resolución de un nuevo Congreso y anula la constitución española y órdenes de la Regencia con la pena de muerte a los que pretendan su obediencia. Por tanto se declara a Osorio y a todos los que sigan sus campos traidores al Rey y a la patria.”

LOS REALISTAS AVANZAN HACIA EL NORTE El general Osorio había organizado su ejército en Chillan y se aprestaba para avanzar al norte con un contingente cercano a los 5.000 hombres. Conformado en su mayoría por veteranos combatientes de las anteriores campañas militares, más el refuerzo de las tropas y oficiales de línea españoles, era sin duda alguna alguna el contingente armado mejor organizado como unidad de combate, que a la fecha se había visto en la guerra por la independencia de Chile. Según detalle registrado por el oficial realista Rodriguez Ballesteros, estaba conformado por las siguientes unidades: DIVISIÓN DE VANGUARDIA: Comandante Idelfonso Eleorreaga – 1.452 combatientes:  Escuadrón de Lanceros de Los Angeles (Coronel Eleorreaga): 200 hombres.  Escuadrón Carabineros de Abascal (Teniente Coronel Antonio Quintanilla): 150 hombres.  Batallón Valdivia (Coronel Juan Nepomuceno Carvallo): 502 hombres.  Batallón Chillán (Coronel Clemente Lantaño): 600 hombres. PRIMERA DIVISIÓN: Comandante don José Rodriguez Ballesteros – 1.400 hombres.  Batallón de Castro (Coronel Rodriguez Ballesteros): 800 hombres.  Batallón de Concepción (teniente coronel José Vildósola): 600 hombres. SEGUNDA DIVISIÓN: 137


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Comandante don Manuel Montoya – 1.050 hombres.  Batallón Veterano de Chiloé (Coronel Montoya): 500 hombres.  Batallón Auxiliar de Chiloé (teniente coronel Jimenez Navia): 550 hombres. TERCERA DIVISIÓN: Comandante don Rafael Maroto – 900 hombres.  Escuadrón Húsares de la Concordia (teniente coronel Manuel Barañao): 150 hombres.  Compañia del Batallón Real de Lima: 200 hombres.  Batallón Talavera: 550 hombres. ARTILLERIA: 18 piezas servidas por 150 artilleros, distribuidas por cada división de la siguiente forma:  DIVISIÓN DE VANGUARDIA: 4 piezas.  PRIMERA DIVISIÓN: 4 piezas.  SEGUNDA DIVISIÓN: 4 piezas.  TERCERA DIVISIÓN: 6 piezas.

LA BRILLANTE ESTRATEGIA DE AVANCE DEL GENERAL OSORIO En paralelo a las negociaciones que realizaba con Carrera, el comandante O’Higgins desplegó gran actividad para interiorizarse del avance y los planes realistas. Hasta principios de septiembre, todos los informes señalaban que el avance sobre Talca era muy contenido, lo cual hacía presumir que los realistas se embarcarían en Talcahuano o Nueva Bilbao (Constitución), para emprender rumbo al norte y desembarcar en los puertos de Valparaíso o San Antonio para atacar directamente la capital. A lo anterior también contribuía la estrategia ideada por el general Osorio, en cuanto a desplegar un par de buques de transporte, que recorrieran la costa chilena, generando la expectativa de un eventual desembarco. Todo esto llevó a los patriotas a concentrarse más al norte, en el valle del

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Maipo, para disponerse a defender Santiago, de un posible ataque desde la costa. Aprovechando esta ventajosa situación estratégica, la vanguardia del comandante Eleorreaga avanzó con 600 hombres a tomar posesión una vez más de Talca, esta vez con fecha 30 de agosto; y para el 05 de septiembre, el general Osorio ya se encontraba con el grueso de su ejercito a orillas del rio Maule. Con fecha 08 de septiembre, el comandante O’Higgins informa a Carrera que con certeza, el avance del enemigo sobre Santiago sería por vía terrestre, descartando el desembarco por vía marítima: “Excmo, señor: Incluyo a V.E. original parte que me da el subalterno de San Fernando relativo a los movimientos del enemigo. Por él, la esquela adjunta y avisos ciertos que tengo, estoy persuadido que todo su ejército marcha por tierra, y de consiguiente que la expedición marítima es figurada…”

EL PLAN DEFENSIVO DEL GENERAL CARRERA En su Diario Militar, el general Carrera declara que durante septiembre de 1814: “La Junta (que el mismo había designado y 139


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presidía) me nombró jefe de todas las tropas de Chile, y me facultó para que les diese la organización y destino que fuesen convenientes a la defensa de Chile.” Ratificando la posición del general Carrera como comandante en jefe, O’Higgins le escribía con fecha 14 de septiembre, alentándolo a asumir el mando global del ejército patriota: “Ya es tiempo de reunir el grande ejército. V. debe ocupar el lugar de Generalísimo; es preciso salvar a Chile a costa de nuestra sangre; yo a su lado serviré ya de ayudante de campo, ya dirigiendo cualquiera división, pequeña partida o manejando el fusil.” Sin embargo, a pesar de contar con toda la utoridad y respaldo para ejercer el mando, el general Carrera dio una organización del todo inconexa a las fuerzas patriotas, organizándola en tres divisiones, colocando a la vanguardia a O’Higgins, en zona intermedia a Juan José Carrera, y a en la retaguardia a Luis Carrera, aunque sin tener un alto mando que las dirigiera, organizara y cohesionara a las tres para operar convenientemente en conjunto, frente al enemigo. Junto con lo anterior, al pasar los días y mientras el general Osorio seguía avanzando a paso firme, , pasaban los días y no se veía un plan de ataque o defensa consistente, por parte del comandante en jefe patriota. Según relata don Diego Benavente, en su calidad de oficial patriota y testigo presencial de estos hechos, el plan del general Carrera consistía en cuatro etapas defensivas:  Impedir a toda costa el paso del enemigo a orillas del río Cachapoal.  Si el ejército realista lograba forzar el cruce, la segunda etapa consistía en replegarse hasta la Angostura de Paine para persistir en la defensa.  De ser forzadas estas posiciones por los realistas; se debía continuar con el repliegue hasta el río Maipo, donde se vovería a intentar detener al enemigo en su cruce.  Y de no resultar la opción anteriormente señalada, presentaría batalla campal un poco más al norte, para decidir la contienda.

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Este plan defensivo secuencial adolecía de grandes defectos, en especial por no considerar la ventaja del enemigo en disciplina, cohesión, experiencia en combate, número de tropas, armamento y artillería; además que adolecía de otros defectos que detallaremos a continuación.

OTROS ASPECTOS DEL PLAN DEL GENERAL CARRERA DEFENSA DEL PASO DEL RÍO CACHAPOAL: A diferencia del río Maule y muchos otros del sur de Chile, este río ha tenido desde siempre como principal carácterística, su escaso caudal y poca profundidad, además de tener distintos pasos para ser vadeado con facilidad, donde a pesar de la ausencia de puentes en aquella época, su cruce podía realizarse a pie o a caballo sin mayores dificultades, más aún estando en época primaveral en este hemisferio. Dado lo anterior, no cumplía con las condiciones de barrera natural defensiva, para contener efectivamente el paso de las fuerzas enemigas. Sin embargo, tal como veremos más adelante, de los tres comandantes patriotas destinados a la defensa de esta línea, solo el comandante O’Higgins cumplió a cabalidad con las órdenes del general Carrera, mientras que el brigadier Juan José Carrera se pronunció en vergonzosa retirada, y el coronel Luis Carrera simplemente no concurrió a defender la orilla del río que le correspondía. POSICIÓN DEFENSIVA EN ANGOSTURA DE PAINE: Esta posición definida metafóricamente por algunos como las Termópilas Chilenas, era considerada ingenuamente como muy ventajosa; no obstante tenía el grave defecto de poder ser completamente obviada por el enemigo, tomando otros accesos laterales para ingresar libremente a Santiago. Y esta misma desventaja anterior, permitía a un ejército superior en número (como lo era el realista), poder someterla en ataque envolvente. Al respecto el comandante bonaerense realista, don Manuel Barañao, en conversación posterior con don Diego Barros Arana, le señalaba que: ““El sitio de

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la Angostura, en efecto, presentaba grandes ventajas para la resistencia; pero don José Miguel (Carrera) olvidaba que podía verse colocado entre dos fuegos, sin poder evitar su derrota, si el enemigo tenía la precaución de flanquear sus posiciones, haciendo desfilar sus infantes por las serranías inmediatas; y era preciso que los jefes realistas fuesen muy torpes para que no aprovechasen esta circunstancia.” Otro punto desfavorable desde el punto de vista estratégico, era que un emplazamiento de este tipo, permitiría a los realistas concentrar sobre la posición defensiva, todo el poder de fuego de sus 18 piezas de artillería, y de sus más de 4.000 fusileros en forma simultánea, desde las alturas circundantes. Además, por las características del entorno, indirectamente se podía dar la ventaja al enemigo, de avanzar en maniobras de asalto con unidades desplegadas en guerrilla, evitando de esta forma la concentración y efectividad del fuego defensivo. Con respeto a esta zona defensiva, O’Higgins entregaba su opinión al general Carrera por oficio del 14 de septiembre: “Las Angosturas de Paine no son suficientes para contenerlo (al ejército enemigo), hay otro camino por Aculeo, que aunque difícil para artillería gruesa, no lo es para la de montaña, y dirigiéndose por él pueden dejar burlada la división de las Angosturas.” Peor aún es el hecho de que, habiendo inicialmente ordenado el general Carrera avanzar con trabajos de fortificación (13 de septiembre), estas obras se abandonaron inexplicablemete antes del 20 de septiembre, por lo cual para principios de octubre, cuando los realistas logran cruzar el Cachapoal, en Angostura de Paine no existían fortificaciones convenientemente dispuestas, para enfrentar ventajosamente al enemigo. DEFENSA DEL PASO DEL RIO MAIPO: Este río era incluso más vadeable y accesible que el Cachapoal, por lo tanto como barrera natural defensiva, su efectos de contención eran prácticamente nulos. Y en las cercanía del sector de Tres Acequias, si bien se podían instalar posiciones defensivas convenientes, estas eran completamente franqueables, y si en le fatídico combate del 26 de 142


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agosto demostraron efectividad para contener el ataque de menos de 500 hombres, eran totalmente vulnerables para un ataque de 5.000 y 18 piezas de artillería, que constituía la fuerza del ejército realista. BATALLA CAMPAL EN MAIPÚ: Estando los patriota con gran desventaja en número de combatientes, escasos de tropa veterana, abrumados por la inexperiencia e indisciplina de muchos de sus milicianos, y en inferioridad de poder de fuego en cuanto a fusilería (apenas 1.500 fusileros frente a 4.300 infantes realistas) y en cuanto a piezas de artillería (15 cañones frente a 18), una batalla a campo abierto, sin mayores parapetos y posiciones defensivas, ofrecía escasas posibilidades de éxito a los patriotas. La única “ventaja” que podían exhibir los independistas, era su mayor cantidad de tropas montadas (2.300 frente a 500 de los realistas), pero estas milicias, tenían la gran desventaja de estar escazamente entrenadas, y pobremente armadas. O’Higgins era contrario a dar batalla campal en Maipú en dichas condiciones, y así se lo expresaba por escrito al general Carrera: “Si aguardamos al enemigo en el llano de Maipú, soy de dictamen es ventajoso a los piratas, así por el mejor manejo de armas en las nuevas tropas invasoras, como porque las nuestras se corromperán en Santiago y se desertarán a sus casas.”

FALACIAS SOBRE O’HIGGINS EN RANCAGUA Erróneamente gran parte de la historiografía se ha dejado llevar por la falsa acusación sobre el general O'Higgins, que lo culpa injustamente de contrariar las órdenes del general Carrera, en cuanto a desobedecer a su comandante en jefe, cometiendo la torpeza estratégica de encerrarse en Rancagua, y desobedecier la órden del alto mando patriota, en cuanto a establecer el punto de defensa en Angostura de Paine; y más aún, muchos pseudo investigadores y ensayistas modernos poco rigurosos, avalados por la inmediates y agobiados por la flojera, hacen eco de aquellas 143


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apreciaciones, sin abocarse a profundizar en los hechos, para presentarlos en su real dimensión histórica. Así tenemos que en su obra EL OSTRACISMO DE OHIGGINS, Vicuña Mackenna emite un juicio erróneo, que la cronología de los acontecimientos, y las distintas fuentes documentales lo desmienten a cabalidad. El historiador señala en su libro que: “… la batalla de Rancagua, considerada militarmente, no es sino un absurdo y una insubordinación del brigadier O’Higgins , que no era ya el general en jefe, sino solo un comandante de división, sujeto a superiores facultades.” Bien cabe señalar que sujeto a la subordinación absoluta hacia el general Carrera, a quien en nombre de la Patria había reconocido como Presidente y general en jefe de los ejércitos del Estado Chileno (que así se dirigía a él por escrito según la evidencia documental), el comandante O’Higgins obedeciendo ciegamente en cumplir las órdenes de su general en jefe, se empeño hasta el último minuto en defender el cruce de los realistas en la orilla del río Cachapoal; y más allá de sus convicciones personales, hasta última hora se dedicó con total esmero a defender el paso del río, de igual forma como esperaba que lo hiera el resto de los comandantes divisionales (los hermanos Juan José y Luis Carrera), quienes nunca se presentaron siquiera a las próximidades del mencionado río.

OHIGGINS Y SU OPCIÓN POR RANCAGUA Bien cabe acreditar que jamás el general O'Higgins pensó en contener a los realistas en su avance hacia Santiago encerrándose en Rancagua, y al contrario, era el más decidido de todos los jefes patriotas en empeñarse en defender la línea del Cachapoal, y así lo demostró en los hechos. Sin embargo, dada su incomparable experiencia bélica en campaña, el general O'Higgins abogaba porque el cuartel general del ejército encargado de defender el Cachapoal, sí estuviera ubicado en Rancagua, ya que era el poblado más próximo. Lo anterior permitía al ejército patriota contar con:  Establos y pesebreras para su caballería. 144


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 Disponer de convenientes instalaciones para un hospital de campaña, que se encargara de los enfermos y heridos.  Contar con casonas y caseríos para que las tropas que no estuvieran de guardia sobre el río, pernoctaran comodamente bajo techo.  Resguardar conveniente el parque de artillería y la reserva de municiones.  Contar con los aposentos adecuados tanto para el almacenamiento de víveres y provisiones, como para preparar el rancho y todo el servicio de alimentación de la tropa. Todas estas ventajosas disposiciones, eran por las cuales el general O'Higgins mencionaba a Rancagua como el punto de apoyo más relevante, para instalar al ejército que defendería el Cachapoal; y habría sido muy cuestionable que en vez de aprovechar estas comodidades para sus tropas, las hubiese hecho acampar en su totalidad durante semanas, a descubierta y a la intemperie.

ANÁLISIS DE RANCAGUA COMO PUNTO DEFENSIVO En aquellos años, la pequeña villa de Rancagua, no estaba fortificada, y sus construcciones interiores no erán muy sólidas. Además, por sus dimensiones era facil de cercar desde sus alrededores, y su sumininstro de agua podía ser cortado desde las afueras sin mayores dificultades, todo lo cual la hacía vulnerable en comparación con otras ciudades de la época. En resumen no era una posición defensiva invulnerable o para enfrentar un sitio de largo aliento. Sin embargo presentaba varios puntos importantes, tanto para servir como cuartel general de un ejército, como para improvisar su defensa ante un eventual ataque:  Su Plaza de Armas podía ser defendida en forma eficiente, si se atrincheraban convenientemente sus cuatro accesos, que en forma de cruz convergen hacia el centro del recinto.

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 El avance por los cuatro accesos encallejonados, se hacía estrecho e incómodo para el despliegue ofensivo de tropas, obligándolas a arremeter prácticamente en formación de columna, lo cual facilitaba el trabajo de la metralla y fusilería desde sus puntos interiores, por parte de sus defensores.  Otra ventaja de limitar el ataque a cuatro estrechos accesos, era que impedía a los relistas concentrar el poder de fuego de su artillería de 18 cañones, al unísono sobre un punto defensivo determinado, disipando de este modo en gran parte, la efectividad de los mortíferos cañones realistas. De igual forma, la estrechez de sus calles, limitaba considerablemente el poder de fuego, de los más de 4.000 fusiles de las tropas realistas.  La densidad de los caserios y edificaciones aledañas a la plaza, constituían una fuerte barrera, que desgastaría al enemigo en su intento de franquearla, al tener que derribar muro tras muro, o avanzar por débiles techumbres, a riesgo constante de caer desde lo alto o ser acribillado en su intento de avance por dicha vía. En vista de lo anterior, tenemos que sin poseer las características de una fortificación infranqueable, para dicha época y dadas las circunstancias descritas, la plaza de Rancagua permitía a un reducido contingente, sostener convenientemente un ataque, con la opción de contener y rechazar fuerzas numéricamente superiores, tal como aconteció.

O'HIGGINS DA CUMPLIMIENTO A SUS ACUERDOS CON CARRERA Con fecha 04 de septiembre, los comandantes O’Higgins y Carrera consensuaron hacer frente en conjunto al ejécito del general Osorio, El plan acordado entre los próceres chilenos era que O’Higgins debía retornar a su campamento, ya que las fuerzas que hasta la fecha le eran leales se encontraban al sur de Santiago (en Maipo), y 146


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desde ahí debía avanzar hasta Rancagua, con el objetivo de posicionarse de la línea del Cachapoal.7 Junto con lo anterior, O’Higgins debía enviar a Santiago a las tropas del batallón Granaderos y del regimiento Húsares de la Gran Guardia, para que fueran equipadas y revistadas por el brigadier Juan José Carrera. Según John Thomas, biografo y secretario de O’Higgins, tenemos que éste accedió a todos los requerimientos, con la mejor disposición: “Tan deseoso estaba O'Higgins de probar la sinceridad de sus miras, que en el momento mismo en que se firmaron el tratado y la proclama redactada por Vera,8 envió orden al General Calderón9 para anunciar la paz y para que se proclamase el nuevo Gobierno. Cuando se comunicaron estas órdenes al Ejército, los oficiales rehusaron reconocer el gobierno de Carrera hasta que la vuelta de O'Higgins en persona les asegurara su legitimidad. Entre estos oficiales, se distinguió Bernardo Luco, 10 capitán de Voluntarios. El 5 de Septiembre O'Higgins volvió a su ejército y le costó mucho trabajo convencer a sus oficiales de que la salvación del país estaba basada sobre la unión y de que la discordia traería seguramente la ruina. El 6 de Septiembre se proclamó en el campamento el gobierno de Carrera y se anunció al mismo tiempo que el comando militar superior quedaría en manos de O'Higgins. El ejército recibió esta comunicación en silencio, sin dar siquiera un ¡viva!. El 7 de Septiembre O'Higgins consiguió con dificultad enviar a Santiago 500 hombres de Granaderos al mando del coronel 7

El propio general Carrera señala en su diario que para el 05 de septiembre de 1814: O’Higgins volvió a su división para ocupar Rancagua luego que estuviera reorganizada. Esto deja en evidencia claramente, que el avance para establecer el cuartel general en Rancagua era consensuado y autorizado sin cuestionamientos por el propio Carrera como general en jefe. 8 El patriota argentino Bernardo Vera y Pintado 9 Se trataba del mayor general don Francisco Calderón, oficial patriota al servicio de O'Higgins, sobre quien ya nos hemos referido con anterioridad. 10 El capitán Bernardo Luco, se había destacado combatiendo en Membrillar, además de realizar toda la campaña patriota hasta Quechereguas. Gran admirador de O'Higgins, sentía a la vez una gran animadversión y repudio hacia el general Carrera y sus partidarios. Para la quincena de septiembre de 1814, fue separado del ejército, encarcelado y exiliado a Mendoza por orden del propio general Carrera. Durante 1815, Luco entabló una amistad entrañable con el patriota chileno Manuel Rodriguez; y tras su retorno a Chile, sirvió bajo el mando de este en el improvisado regimiento Húsares de la Muerte. Sería el propio Bernardo Luco quien tras el asesinato de Manuel Rodriguez, acudió a Til Til para descubrir y reconocer el cadáver de su infortunado amigo.

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Bascuñán. Envió también 250 hombres de la Gran Guardia, bajo las órdenes del coronel Prieto, y 80 artilleros; quedándose él tan sólo con 200 Voluntarios, 150 infantes, 150 dragones y 50 artilleros.” 11 Otro punto importante a considerar era que con fecha 06 de septiembre, el general O'Higgins informaba a Carrera que en cumplimiento a sus instrucciones, el prebístero Isidro Pineda ya estaba en las Angosturas de Paine, reconociendo el terreno para fortificarlas.

EL AVANCE PATRIOTA A LA LÍNEA DEL CACHAPOAL Manteniéndose en su campamento en Maipo, para organizar y equipar su división de vanguardia, el general O'Higgins ordena con fecha 07 de septiembre salir en campaña al comandante Freire con su cuerpo de Dragones, para que cruzando el río Cachapoal y avanzando hasta San Fernando, obtuviera noticias del avance realista desde el sur. Ese mismo día, el propio general Carrera ordenaba en Santiago al comandante de milicias don Bernardo Cuevas, avanzar con 150 jinetes (60 de ellos armados de fusil), para tomar posesión de la ciudad de Rancagua, lo cual es una prueba más de que el general en jefe patriota, era uno de los principales impulsores de establecer las fuerzas independentistas en dicha zona. Con fecha 08 de septiembre, el comandante O'Higgins le expresa su preocupación al general Carrera por el avance de los realistas desde el sur, señalando que: “Por todo esto y por lo rápido de sus marchas parece muy conveniente que salgan a la mayor brevedad de esa capital las tropas que han de caminar para arriba con las que están aquí, para proteger en tiempo (cuando no se pueda otra cosa) las

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Al contrastar otros documentos de la época, y el propio Diario del general Carrera, se puede comprobar la veracidad de los hechos relatados por Jhon Thomas.

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provincias de Rancagua y San Fernando. Son éstas muy útiles al enemigo, y es necesario hacer el esfuerzo posible para que no sean por él subyugadas.” Tomando las indicaciones del comandante O'Higgins, el general Carrera le responde con fecha 09 de septiembre señalando que: “No descansaremos hasta poner en movimiento la División que ha de proteger a V. S., si llega el caso de necesitarla; ella es respetable, y estará pronto en marcha para defender las provincias de San Fernando y Rancagua, que pueden de otro modo auxiliar con ventaja a los piratas…”. Y en otro oficio complementario, el general Carrera ordena a O'Higgins emplear las armas, tanto para el retiro de ganados de la zona, como para el reclutamiento forzoso de soldados, señalándole que: “Los hacendados jamás retirarán los ganados por su voluntad; es preciso usar de la fuerza; sirva en el momento la de Dragones y la de Cuevas, mientras llegan las que salen de aquí. En Rancagua hay alguna gente fusilera probada en el Membrillar, y el capitán que la mandaba es valiente y honrado; haga V. S. esfuerzos para reunirla y entresacar la mejor de todo aquel regimiento de caballería y del de San Fernando, poniendo igual empeño en dejar a pie los que se excusen al servicio, o los que no sean aptos para él. Debe V. S. también usar de la fuerza para reclutar cuanta gente se pueda para los cuerpos… que nos hacen muchísima falta para atender a las necesidades del Ejército.” Todo lo anterior, viene a ratificar una vez más la estrategia del general Carrera de establecer la primera línea de defensa en la zona de Cachapoal, ubicada entre las localidades de San Fernando y Rancagua.

EL DESMEMBRAMIENTO DE LA OFICIALIDAD DE O’HIGGINS Pese a las demostraciones de apoyo planteadas por el general Carrera, en la práctica, O’Higgins permanecía estancado en su

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campamento de Maipú, a la espera de poder conformar su división y lograr poder avanzar para contener a los realistas. Más aún, sus fuerzas se encontraban cada día más despotenciadas, ya que la mayoría de sus mejores oficiales en campaña, no estaban disponibles. La ausencia del comandante Mackenna, capturado y exiliado con anterioridad por el gobierno de Carrera, era una pérdida para el ejército patriota que ya estaba asumida, aunque sin duda hizo mucha falta; e igual destino sufrieron alcanzados por la prisión y el exilio, sin tener la oportunidad de presentarse en batalla, el capitán Bernardo Luco y el teniente Hilarión Gaspar. Más aún, la inexplicable solicitud de Carrera, de que se enviaran de retorno a Santiago a las tropas de Granaderos y la Gran Guardia, era solo un contrasentido tremendo, que en definitiva llevó a privar al general O’Higgins, de contar con el apoyo en primera línea de comandantes tan destacados como don Juan Rafael Bascuñan, quien fue destinado por Carrera a Valparaíso, y del comandante Joaquín Prieto, quien junto a su sobrino, el capitán José María de la Cruz, otro leal ayudante de O’Higgins, eran destinados a reclutar tropas al norte de Santiago, alejándolos irremediablemente de la zona de acción, donde serían tan necesarios. Considerando que la artillería constituía una de los elementos más decisivos en combate, dos de los mejores cañoneros del ejército patriota, los oficiales Nicolas García y José Manuel Borgoño, reconocidos por su destreza en combate, fueron marginados por el general Carrera; siendo García separado del ejército, mientras que Borgoño fue mantenido a retaguardia, cerca de Santiago y alejado de toda acción de combate. Por otra parte, el propio comandante Enrique Campino, quien había sido separado por O’Higgins debido a sus graves actos de indisciplina, al ofrecer sus servicios para el combate en el angustioso momento que vivían los patriotas, fue perdonado por O’Higgins, quien intercedió en su favor ante Carrera, teniendo una nula acogida por parte de éste. Junto con lo anterior, el comandante Alcázar pasaba a Santiago con licencia por motivos de salud, mientras que el

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comandante Larenas también pasaba a la capital, sin que ninguno de los dos retornara al campo de acción. 12 En circunstancias similares, cualquier líder daría un paso al costado presentando su renuncia, no obstante O’Higgins se aboca a la misión de recomponer sus fuerzas y armarse con lo que recibiera. Sin embargo, su liderazgo y ejemplo dirigiendo en combate, le llevaría a cosechar grandes satisfacciones con el desempeño de varios de sus subalternos, que se mostrarían tan osados y aguerridos en batalla, como el propio general que los contagiaba de pasión y heroísmo.

NUEVO RECHAZO AL APOYO DE LA DIVISIÓN AUXILIAR ARGENTINA La verdad sea dicha que los patrioticos anhelos de O’Higgins, no eran correspondidos del todo por el general Carrera, quien no quería entregar las tropas y elementos necesarios a su comandante de vanguardia, ya que internamente continuaba con la desconfianza de verse amenzado o privado de poder por éste. Golpista consumado, don José Miguel vivía simpre pendiente de rumores, intrigas y acechanzas. Así tenemos que con fecha 07 de septiembre, el comandante bonaerense Juan Gregorio Las Heras, dejando de lado el hecho de haber sido obligado por el general Carrera a abandonar el país (luego de no proporcionarle armas, ni sumarse a su favor en la contienda civil contra O’Higgins); ofrece con el más desinteresado patriotismo, pasar a combatir con sus camaradas chilenos, contra el ejército monarquista hispano que avanzaba desde el sur. 12

En su Diario Militar el general Carrera señala que acordó con O’Higgins retirar del ejército a los comandantes Alcázar y Larenas por cobardes e inútiles. Dado el alto concepto que siempre mantuvo O’Higgins hacia don Andrés Alcázar, tanto antes como después de estas campañas, es muy difícil que haya sido así. Con respecto a Larenas, algo deja entrever O’Higgins al informar por carta a Carrera al respecto que: “El amigo de que usted me habla, irá mañana con el pretexto de organizar su cuerpo. Poco a poco iré informando acerca de los oficiales que pueden sernos útiles…”. Larenas, antiguo militar veterano de Dragones, si bien era un oficial correcto para el servicio, a la fecha cargaba con el estigma de haber sido derrotado en Cancha Rayada a las afueras de Talca, por las tropas de Elorriaga; no obstante con los años seguiría sirviendo a O’Higgins, hasta encontrar la muerte en combate contra las guerrillas realistas en el sur de chile, al igual como acontecería con Alcázar.

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No obstante, el general Carrera en una nota de tono insultante, desecha este apoyo. Viendo la gran escazes de recursos bélicos de las fuerzas patriotas, el apoyo de la pequeña división auxiliar argentina, hubiese sido de gran aporte. Tropa no muy numerosa, pero fogueada en las campañas del sur, donde había dado enormes muestras de valor en combate; puestas a la vanguardia para reforzar al comandante O’Higgins, habrían prestado grandes servicios a la causa patriota, sin embargo, producto del rencor y la desconfianza del general Carrera, se vieron obligadas a mantenerse a la espera de cruzar hacia Mendoza. Por otra parte, en su Diario Militar el general Carrera refleja aún más claramente, estos odiosos sentimientos de desconfianza, en especial hacia O’Higgins: “No pensaba así el tonto (O’Higgins), él quería esa fuerza (los refuerzos para defender el Cachapoal) para oprimir a los que lo desairaron en Maipo (Tres Acequias). Su obstinación y su deseo de venganza igualaban su ambición. Descaradamente publican sus oficiales que habían acordado sorprendernos y fusilarnos (hablo de los Carrera y de sus amigos) en la primera ocasión que se les presentase después de unidas las fuerzas. ¡Pobres! No lo habian pensado bien cuando fui enterado de todo. Yo vivía prevenido y ellos trabajaban contra ellos mismos."

EL TÓXICO LIDERAZGO DE UN GENERAL EN JEFE Con fecha 16 de septiembre, O’Higgins insistía al general Carrera para que dejara atrás las aprensiones que mantenía, contra los militares que consideraba adversos a su régimen, y asumía la responsabilidad de encausarlos bajo su mando: “No hay por ahora en este Ejército individuo alguno que no tenga destino. Los que venían en él han pasado ya a esa capital, y si regresaren, tendré el mayor esmero en descubrirles sus intenciones y velar sobre su conducta, como en la de los demás que aquí existen empleados…”. Sin embargo, el general en jefe continuaba con su paranoia conspirativa.

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Otro antecedente para evaluar el pensamiento del general Carrera en dicha época, se presenta en el original que se conserva de un oficio enviado por O’Higgins el 28 de septiembre, donde aparecen manuscritas una notas al margen, escritas de puño y letra por el general Carrera, donde además de registrar parte de los movimientos de tropa que se ejecutaban desde la capital, señala a modo de comentario: “… Por momentos aumentaremos nuestra línea, a pesar de la indolencia de la generalidad de estos chilenos, que fundan su libertad y felicidad en el tolerantismo, desorden e inacción. ¡Rara ignorancia! Solo las bayonetas salvan a Chile. Consumadas las glorias seremos el objeto de los tiros de estos infames, que entonces buscarán las ventajas en las reuniones de café.” Con todo lo anterior queda claro, que más allá de la disponibilidad de tropas y recursos, e independiente del plan estratégico a seguir, la suerte de los patriotas estaba condenada irremediablemente a la desgracia. Un comandante en jefe que tiene una visión como la anteriormente descrita, llevándolo a estar más preocupado de aplacar y contener a sus propias tropas, además de desconfiar en la voluntad de sus conciudadanos y compatriotas, nubla cualquier análisis o plan de acción para enfrentar exitosamente al enemigo. De esta forma con tamaño gobernante y comandante en jefe, Chile estaba condenado a sufrir el mayor desastre militar e institucional de su historia, pero en Rancagua se vendería cara la derrota, y la bravura y temeridad de sus defensores, harían legendaria la resistencia de estos nobles gladiadores patriotas, comandados por el general O’Higgins.

O’HIGGINS INSISTE EN AVANZAR HASTA CACHAPOAL Pasaban los días, y O’Higgins aún sin recibir los elementos adecuados, expresaba su temor de que los realistas avanzaran y tomaran Rancagua, posición que creía era del todo conveniente para empeñar la defensa del Cachapoal, dado que para el día 13 de

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septiembre, las tropas de avanzada de Elorriaga ya se habían posicionado en San Fernando; por lo cual todo indicaba que el intrépido coronel realista podía seguir avanzando sin encontrar mayores obstáculos, hasta alcanzar Rancagua: “Las reflexiones que hace el teniente coronel don Bernardo Cuevas en carta que a V. E. adjunto, sobre el interés que debe tomar el enemigo en posesionarse de la villa de Rancagua, son muy conformes a razón y a lo mismo que otra vez tenía insinuado a V. E. en este particular.13 El punto de Rancagua es de suma importancia para aquél, y para nosotros no hay otro igual en todo el Reino. Se puede hacer en él una vigorosa defensa sin exponer mucha tropa ni aventurar la acción, aun cuando nuestra fuerza sea la cuarta parte menor. Estamos todavía en tiempo de poderlo salvar, pero para ello se han de activar tanto las cosas, que antes de dos días pueda marchar el Ejército hacia aquel destino. Si llega este caso, advierto a V. E. que aquí no tenemos mulas ni bueyes para poder emprender la marcha. Las que habían, como también los bueyes, condujeron las municiones y pertrechos de artillería para esa ciudad (Santiago) y no se han regresado. Se están desertando de este campamento para ésa muchos artilleros; si V. E. no pone remedio a tan escandaloso desdén, dictando para evitarlo las providencias más serias, nos exponemos a una total ruina. En fin, esfuércese V. E. en cortar de raíz estos males, y haga sobre este particular cuanto dicte su prudencia y sea conforme al interés general. Dios guarde a V. E muchos años.—Maipú, y Septiembre 14 de 1814.”

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En su oficio el comandante Cuevas señalaba que: Acabo de tener noticia que el día de hoy han entrado a la villa de San Fernando dos partidas de la tropa enemiga, compuestas ambas de 800 a 900 fusileros. El pueblo todo clama por el auxilio de tropa para la defensa de esta provincia. En verdad que este es el principal punto que se debe resguardar. El enemigo se aproxima momentáneamente, y no hay remedio, porque precisamente nos ha de asaltar, por la falta de defensa. Ya verá V.E. que la poca fuerza que resguarda los puntos de esta cabecera hasta la fecha, no será capaz de resistir la entrada del enemigo con la mayor fuerza que se anuncia trae aquel Ejército. Apoderado de la provincia, sería muy difícil botarlo, y soy de sentir que, tomado este punto, no aspirará a pasar a la capital, por haberse hecho dueño absoluto de lo más florido del Reino. Así, es preciso que V. E., como tan amante al Estado, tome desde luego las más puntuales determinaciones para que las tropas de su mando caminen sin pérdida de un instante a fijar su residencia en esta dicha villa. De otro modo todo se perderá y la poca fuerza que aquí hay se verá en la indispensable necesidad de retirarse a buscar su reunión con el centro.

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O’HIGGINS NUEVAMENTE EN LA VANGUARDIA PATRIOTA Luego de superar una serie de problemas, falta de elementos de movilización, carencia de oficiales para el servicio, sumado a una gran deserción, en espacial de artilleros por falta de jefes competentes para dicha arma; el general O’Higgins consigue finalmente avanzar escalonadamente hacia el Cachapoal, movilizando sus escazas fuerzas (apenas unos 900 combatientes, entre infantes, dragones y milicianos de caballería) para establecer su cuartel general en Rancagua. Con fecha 18 de septiembre, dirigiendo en trayecto el correcto avance escalonado de sus tropas, el general O’Higgins escribe al general Carrera, informándole del inminente avance del ejército realista sobre Cachapoal, para lo cual le solicita el urgente envío de mayores refuerzos: “En este momento marcha el Ejército hacia Rancagua. Este punto ciertamente es inexpugnable si se custodia como corresponde. Mándeme V. E. mil hombres de infantería, trescientos de caballería de fusil, igual número de lanceros, la culebrina de a ocho y el obús, y yo soy responsable a que el enemigo no le penetrará jamás; pero si la defensa de él se hace con sólo la fuerza que existe aquí en el día, mucho nos exponemos. Nosotros seremos víctimas, es verdad, pero aquél triunfará, y si lo consigue, la existencia del Reino vacila.” Para el atardecer del 19 de septiembre, O’Higgins insistía al general Carrera con respecto a los refuerzos: “No pierda V. E. instantes en mandarme toda la tropa al efecto necesaria, porque quizás antes de dos días tendremos una acción decisiva. Los soldados voluntarios que vinieron de ésa son casi enteramente inútiles. Los más no saben tirar, y no debemos esperar buen resultado, si nos atenemos a esta laya de gentes.” Habiendo avanzado Elorriaga el día 20 de septiembre, hasta alcanzar la rivera sur del Cachapoal, el general O’Higgins informaba al general Carrera lo siguiente: “El enemigo está al frente de Cachapoal en una columna muy considerable. Se está tocando Generala y me preparo a defender este punto a toda costa hasta

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perder el último soldado.” Junto con prometerle el envío de refuerzos, el general Carrera instruye a O’Higgins lo siguiente: “ V.E. no debe exponer una acción decisiva, sino bien asegurado del triunfo que ciertamente lo afianzaría la reunión total de todas las fuerzas. Si son iguales las enemigas y tenemos la fortuna de impedir su progreso a Rancagua antes de unirnos, éste será el mejor punto para sostenernos. Si las fuerzas enemigas avanzadas no se presentan con esta ventaja, la prudencia dicta replegarse, aunque sea doloroso perder un punto tan favorable, por no perderlo todo.”

O’HIGGINS SOLICITA REFORZAR ANGOSTURA DE PAINE Teniendo en cuenta que el plan estratégico del general Carrera, tenía como elemento importante el contar con un punto de apoyo fortificado en Angostura de Paine, donde en caso de un revés de los patriotas en Cachapoal, se pudieran replegar convenientemente para seguir combatiendo en estos reductos. Cumpliendo rigurosamente con estas disposiciones, ya hemos visto que desde el 06 de septiembre el general O’Higgins se empeñaba en apoyar estos trabajos, dirigidos por el padre Pineda. Con fecha 08 de septiembre, insistía sobre el punto al general Carrera, informándole que: “Se aguardan los trabajadores de Maipú para que Pineda pase a trabajar los reductos de la Angostura de Paine.” Por su parte el general Carrera en su Diario, afirmaba que con fecha 13 de septiembre: “Se dio principio a la fortificación de la Angostura de Paine, mandando para esto a los trabajadores del canal de Maipú y porción de herramientas.” Con la alarma generada por la presencia realista del 20 de septiembre, O’Higgins continuaba con sus insistencia sobre este punto ante el general Carrera, indicándole que: “Es de suma necesidad que V. E. haga poner cien hombres con una pieza de artillería en las Angosturas de Paine, sin pérdidas de instantes. Esta medida es muy oportuna para el caso que el enemigo intentare pasar

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por el vado de Cortés: puede conseguirlo, y en este caso nos cortará la comunicación tomando aquel punto.” Para el 22 de septiembre transmitía algo de tranquilidad al señalar lo siguiente: “El atolondramiento con que un cobarde me dio el aviso diciendo que el enemigo estaba ya sobre nosotros, me hizo poner con precipitación el parte que ayer dirigí a V. E. Si llega el caso de que toda la fuerza del enemigo, avance sobre esta villa, y yo presuma con fundamento que no pueda resguardarla con la que está a mi mando, haré la retirada hasta la Angostura en los mismos términos que V. E. me ordena en carta de hoy, aunque el verificarlo con orden es lo más difícil para nuestras tropas por su impericia militar. Estoy cierto de la actividad infatigable de V. E. y que sólo su celo podrá salvar a la patria en las críticas circunstancias.” No obstante todas estas advertencias, el general Carrera desistió de continuar apoyando los trabajos de fortificación en Angostura de Paine; y como medida para apoyar en lo inmediato la defensa de O’Higgins sobre la línea del Cachapoal, dispuso la marcha desde Santiago de la llamada Segunda División, comandada por su hermano, el brigadier don Juan José Carrera. De esta forma tenemos, que al analizar y contrastar rigurosamente toda la información disponible sobre estos sucesos, es factible acreditar de manera rotunda, que contrario a lo que muchos afirman, el general O'Higgins fue el único que en la práctica se encargó de cumplir rigurosamente con los planes ordenados a distancia por el general Carrera.

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CAPÍTULO VI

QUIEN DECIDA NO RENDIRSE TOMARÁ EL MANDO


CAPÍTULO VI (Páginas 160 a 192) UN CÉLEBRE DECRETO DEL CONSEJO DE REGENCIA ESPAÑOL – LOS VALEROSOS AYUDANTES DE OHIGGINS – EL CATALÁN MOLINA EN LA INFANTERÍA DE OHIGGINS – LA PURGA DE OFICIALES EN LA ARTILLERÍA DE OHIGGINS – LOS DRAGONES Y LAS MILICIAS DE CABALLERÍA – LA ORDEN QUE NO OBEDECES ES LA QUE TE HACE FAMOSO – LOS JEFES REALISTAS OPTAN POR DESOBEDECER AL VIRREY – LOS REFUERZOS DE LA SEGUNDA DIVISIÓN PATRIOTA – LAS ESCARAMUZAS CON LAS AVANZADAS DE ELORRIAGA – LA ILUSIÓN DEL GENERAL CARRERA POR DILATAR LAS ACCIONES – JUAN JOSÉ CARRERA: ¡SOLDADO QUE ARRANCA! – ACCIONES DE RECONOCIMIENTO ANTE EL ENEMIGO – ACUERDO PARA DEFENDER EL RÍO A TODA COSTA – EL PRECARIO ACCIONAR DE UN GENERAL EN JEFE – HEROICA DEFENSA DEL CACHAPOAL – UNA GRAN OPORTUNIDAD DESAPROVECHADA – ELORRIAGA CORTANDO LA RETIRADA A JUAN JOSÉ CARRERA – JUAN JOSÉ CARRERA IMPLORA AYUDA A OHIGGINS – OHIGGINS SE ATRINCHERA EN RANCAGUA – OHIGGINS ASUME EL MANDO TOTAL.

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UN CÉLEBRE DECRETO DEL CONSEJO DE REGENCIA ESPAÑOL Con fecha 13 de abril de 1811, el ministerio de guerra del Consejo de Regencia de España e India, dictaba una célebre orden que en resumen establecía que cada vez que un contingente del ejército español fuera asediado y se intimara rendición por el enemigo, mientras existiera en dichas fuerzas un solo oficial que se decidiera a seguir combatiendo, este asumiría el mando total, sin importar su rango: “Queriendo el Consejo de Regencia que la resistencia y constancia en la defensa de las plazas y puestos fortificados correspondan a los grados de heroísmo que exige la Patria y las circunstancias de la actual guerra, e inmortalizará la memoria de los dignos jefes y guarniciones, particularmente de Zaragoza y Gerona; como también desvanecer el equivocado concepto de que cubren la responsabilidad de los gobernantes y comandantes las determinaciones a pluralidad de votos de los consejos de guerra… ha resuelto que… en el caso de apuro e intimación de alguna plaza o puesto fortificado, el gobernador tratare de capitular por sí solo, o se celebrase consejo de guerra, opinando el mayor número de los vocales por capitulación, y se adhiere a su parecer el gobernador o comandante, TOME EN EL ACTO EL MANDO EL OFICIAL DE MAYOR CARÁCTER QUE VOTE POR LA DEFENSA en cualquier estado que se halle… y que si aún fueren todos unánimes del mismo parecer del consejo, se junte después la clase de capitanes y sucesivamente la de tenientes y subtenientes, de forma que SI UN SOLO OFICIAL OPINARE PARA CONTINUAR LA DEFENSA, tome este (aunque sea el último de la guarnición) por el mismo hecho el mando con la propia autoridad que el gobernador o comandante; debiendo quedarle estos y todos los demás oficiales, de cualquier calidad que fueren, las tropas y los individuos que estén dentro de la plaza o puesto, no solo subordinados entonces y sujetos a todas sus disposiciones, sino también obligados a

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contribuir con su propia obediencia, ejemplo y esfuerzos al éxito de la empresa, bajo pena de la vida y confiscación de bienes.”1 Sin necesidad de invocar ni aplicar directamente este decreto, en este capítulo veremos cómo los principales jefes realistas, inducirán al general Osorio a seguir avanzando contra los patriotas, aun contraviniendo las órdenes del virrey; y como en el bando patriota, el general O’Higgins será elevado al rango de comandante supremo de las fuerzas independistas en Rancagua.

LOS VALEROSOS AYUDANTES DE O’HIGGINS Para cualquier militar aficionado a la acción, el tener la oportunidad de servir bajo el mando directo de un guerrero tan destacado como el general O’Higgins, constituía sin duda alguna una experiencia de vida invaluable; no obstante el cargo de ayudante de campo estaba lleno de riesgos y de altas responsabilidades, ya que cada uno de ellos debía transformarse en el émulo de su líder, y demostrar que estaba a la altura de tan distinguido puesto, tanto en las jornadas de cuartel, como ante los más recios escenarios de combates; y bastante debe haber lamentado el entonces joven capitán don José María de la Cruz, el hecho de no haber estado presente en la heroica jornada de Rancagua junto a su comandante, ya que había sido destinado por el general Carrera, a reclutar nuevos soldados al norte de Santiago. Pero quienes quedaron al servicio de O’Higgins, darían muestras de un valor en combate, que parecía rivalizar con la osadía de su propio jefe. Los nobles guerreros que desempeñaron la audaz labor de ayudantes de campo de O’Higgins en Rancagua, fueron el sargento mayor don Pedro Nolasco Astorga; los capitanes Juan de Dios Garay y Domingo Urrutia Vivanco, más el teniente Luis Flores. Astorga era muy apreciado por O’Higgins, y bien vale señalar que para entonces, el prócer lo consideraba su ayudante predilecto, ya 1

Ver SUPLEMENTO A LA GACETA DE LA REGENCIA del sábado 27 de abril de 1811. – Imprenta Real de Cádiz. En junio de 1814, el oficial de artillería don Tomás Pla había advertido sobre esta orden en Chillán al general Gaínza, luego de que este firmara el Tratado de Lircay.

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que el joven militar además de destacarse por su rigurosidad y disciplina en el servicio, había acreditado a la fecha un destacado valor en distintas acciones de combate, y en especial durante la batalla de Membrillar, tal como lo acreditó el propio comandante Mackenna, recomendándolo en su parte oficial. El capitán Juan de Dios Garay era un antiguo oficial de milicias de Concepción, el cual tempranamente había abrazado la causa patriota, junto con participar en gran parte de las campañas del sur. En las jornadas del Cachapoal previas a Rancagua, ejercería una importante función como mensajero y oficial de enlace, a través del cual el comandante O’Higgins, intentaría coordinar sus acciones con el general Carrera, tal como veremos más adelante. El capitán Domingo Urrutia, quien para entonces era un veinteañero oficial originario de Parral, llevaba meses al servicio de O’Higgins; y la heroica gesta de Rancagua sería uno de los hitos más destacados, tanto en su extensa carrera militar, como en su longeva existencia. Por su parte, el teniente Luis Flores era un joven oficial de caballería, quien tenía una particular cercanía con O’Higgins, ya que además de su lealtad como soldado, lo unía un lazo sanguíneo al estar emparentado por la línea materna con la madre del prócer. O’Higgins tenía especial cuidado en la formación de este muchacho, sobre el cual abrigaba grandes esperanzas a futuro. Estos jóvenes y valerosos oficiales, serían una fiel extensión del comandante O’Higgins, en cada una de las trincheras habilitadas en el sitio de Rancagua, donde transmitiendo el valor y las instrucciones del general patriota, sostendrían por horas la heroica resistencia contra los realistas.

EL CATALÁN MOLINA EN LA INFANTERÍA DE O’HIGGINS Para agosto de 1814, el comandante don Francisco Javier de Molinas, el famoso catalán, se encontraba ascendido por sus exitosas campañas, desempeñando el cargo de capitán de infantería, en el 162


entonces llamado batallón de Infantería de Concepción. Tras el armisticio entre los bandos patriotas de principios de septiembre, el general Carrera se abocó a la tarea de reestructurar completamente el ejército independista, decretando entre otras medidas, la conformación de nuevas unidades de guerra. De esta forma, las fuerzas de Infantería de Concepción pasaron a conformar el batallón de Infantería N°2, que sin ser mayormente reforzado con nuevos reclutas, poseía una escuálida pero valerosa dotación que apenas alcanzaba los 170 combatientes (incluyendo la oficialidad). Si bien en el papel, esta unidad estaba bajo el mando del coronel Francisco Calderon; al ejercer este último la función de Mayor General en la división acantonada en Rancagua, en la práctica era el Catalán Molina quien lideraba esta unidad de guerra; lo cual lo llevaría a desempeñar un rol preponderante, contando además con el total aprecio y reconocimiento por parte del general O’Higgins, bajo cuyo mando había iniciado su campaña guerrera en abril de 1813, pasando de servir como alférez de ejército, hasta ser ascendido en abril de 1814, al grado de capitán de infantería. Entre los sub oficiales de este batallón, destacaba el subteniente don Nicolás Maruri, quien era reconocido por su temerario valor en batalla, siendo veterano de las anteriores campañas, donde entre otras acciones, había destacado combatiendo como sargento, en la gloriosa jornada de El Roble, donde parapetado en un montículo a vanguardia, no desperdiciaba tiro con su fusil, en su intento por contener a los realistas, mientras el general O’Higgins reorganizaba sus fuerzas, con las cuales alcanzó el triunfo en aquél día. La otra unidad de infantes que disponía O’Higgins, era el batallón de Infantería N° 3, que contaba con una dotación de poco más de 450 combatientes (incluyendo la oficialidad), los cuales en su mayoría habían sido reasignados desde los disueltos batallones de Voluntarios y Auxiliares de la Patria. Estaba comandada por el sargento mayor Francisco Elizalde, veterano de las anteriores campañas en el sur de Chile. Entre sus oficiales más destacados, se

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encontraban los capitanes Hilario Vial, Manuel José Astorga,2 y el alférez ayudante mayor don José Santiago Sanchez, los cuales como ya veremos, demostrarían todo su coraje y valentía al desempeñarse como comandantes de trinchera en combate. Con respecto al poder de fuego del que disponían estas unidades, el historiador chileno don Miguel Luis Amunátegui señala que: “Reunidas las fuerzas del (batallón) número 2 y del número 3, ascendían a 562 infantes, de los cuales 34 no tenían armas Estos dos batallones poseían 521 fusiles, y entre éstos solo 403 estaban con bayoneta. Andaban además, como el resto del ejército, muy escasos de vestuario y demás aperos.” No obstante la carencia de elementos, todo sería suplido por estos hombres, con valor y determinación al plantarse junto a O’Higgins frente al enemigo.

LA PURGA DE OFICIALES EN LA ARTILLERÍA DE O’HIGGINS Siendo la artillería una de las armas más determinantes en batalla, la división O’Higgins presentaba graves carencia en su cuadro de oficiales, el cual sufrió una verdadera purga, por parte del general Carrera. Sin poder contar con el experimentado comandante Nicolás Garcia (separado desde un principio por razones políticas), O’Higgins se había visto además en la necesidad de enviar a Santiago, a los comandantes Domingo Valdés y José Manuel Borgoño, aquejados de enfermedades para su recuperación en la capital. Valdés sería 2

La familia Astorga tuvo una destacada participación en el bando patriota chileno. Los hermanos Astorga Camus eran hijos de don Miguel Astorga Torres, antiguo militar de las milicias de caballería de Santiago, que había participado desde sus inicios en el movimiento revolucionario independentista, pero que tras los continuos golpes de estado de los hermanos Carrera, había sido separado tanto del ejército como de la actividad política por estos últimos. No obstante y a pesar de su alejamiento de la vida pública, don Miguel marcaría la senda patriota sobre la cual continuarían marchando sus hijos, llegando dos de estos a ser protagonistas en la gloriosa jornada de Rancagua. Otro de sus hijos y a la vez hermano de Manuel José y Pedro Nolasco, era José Manuel Astorga Camus, quien a diferencia de sus consanguíneos, se destacó más en el ámbito político que en el militar; y aunque algunas fuentes lo identifican erróneamente como combatiente en Rancagua, cabe señalar que esto último es totalmente falso. Y siguiendo en la misma línea familiar, tenemos a don José Antonio Astorga Torres, destacado político del bando patriota en dicha época, quien era hermano de don Miguel y tío de los heroicos veteranos de Rancagua.

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separado definitivamente por Carrera de la artillería patriota (por razones similares a las de García), mientras que luego de su recuperación, y aún siendo solicitado insistentemente por O’Higgins, Borgoño fue destinado inexplicablemente por el general Carrera a otra unidad, al servicio en retaguardia. El único oficial que sustentaba la artillería de O’Higgins era el capitán don Juan Fermín Brunel, secundado por el teniente Angel Arguelles. Con fecha 17 de septiembre, O’Higgins informaba desde su campamento en Maipú al general Carrera que: “Anoche se habrían desertado todos los artilleros, si el capitán Brunel no hubiese puesto el mayor esmero en contenerlos, haciéndoles creer que en el día de hoy estaría aquí el vestuario por cuya falta desesperan. Yo noto en los soldados, principalmente en aquellos, un descontento general, y para evitar un fatal resultado me parece conveniente que vengan artilleros de esa capital para relevar a éstos; esto mismo tenía insinuado a V. E. en varias ocasiones, porque tocaba los inconvenientes que ahora son prácticos. Oficiales de este cuerpo no hay más en este campamento que el referido Brunel, que hace de comandante, y el teniente graduado don Ángel Arguelles. Los dos no son suficientes para maniobrar en caso necesario con las seis piezas de artillería que han de marchar.” Accediendo en parte a las peticiones de O’Higgins, el general Carrera le envía una compañía conformada por 80 artilleros, al mando del capitán don Antonio Millán, quien arribó al campamento de Maipú la noche del 19 de septiembre. Sin embargo, el general Carrera en una medida totalmente innecesaria y contraproducente, solicitó que de inmediato partieran a la capital los oficiales Brunel y Arguelles, el primero para ser definitivamente separado del ejército (también por razones políticas, solo por su reconocida lealtad hacia O’Higgins), mientras que el segundo fue destinado a otra unidad en retaguardia.3 La tarde del 20 de septiembre, O’Higgins daba cuenta 3

En informe preparado posteriormente por O’Higgins, para el gobierno aliado de Buenos Aires abordando estos hechos, señalaba que: “Después de haber tratado con Carrera acerca de no mover ningún oficial, por las opiniones pasadas, cuando se vio en quieta posesión, desterró y quitó los mejores, subrogando jóvenes revolucionarios sin el menor conocimiento militar y llenos de vicios, que hasta la fecha le acompañan.”

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por oficio de la gravedad de esta medida: “El comandante Millán se halla aquí con un solo oficial de su cuerpo. Conviene que V. E. remita dos más para que esté bien servida la artillería.” No obstante lo anterior, ya veremos como el valeroso comandante Millán demostraría con crecees estar a la altura de las circunstancias y lo requerido.

LOS DRAGONES Y LAS MILICIAS DE CABALLERÍA Para esta arma de guerra, el general O’Higgins contaba con dos unidades de combate, los Dragones de la Patria, y las milicias de Rancagua. Según Amunátegui: “Los dragones debían cargar fusil, pistola y espada. Eran 260, y no tenían mas que 245 fusiles, y entre éstos solo 23 con bayoneta; no había sino 74 que cargasen espada, y ninguno tenía pistolas. Estas pocas armas no eran siquiera de buena calidad; la mayor parte de los fusiles estaban con los rastrillos destemplados, y las espadas eran pequeñas y quebradizas.” Conformado en su mayoría por militares formados en el antiguo regimiento Dragones de la Frontera, eran comandados por el capitán don Ramón Freire. Entre sus oficiales más destacados se contaban los veteranos comandantes Rafael Anguita, Agustín Lopez, Gaspar Ruiz, Vicente Garretón y José Miguel Lantaño; mientres que entre los sub oficiales destacaban los alférez Francisco Ibañez y Pedro Reyes. En cuanto a las Milicias de Rancagua, eran en su mayoría veteranos con destacada participación en Membrillar, donde había perdido la vida su heroico comandante don Agustín Almarza; dejando como digno sucesor de su legado al coronel de milicias don Bernardo Cuevas. Estaba conformada por unos 140 jinetes, de los cuales una treintena estaba armada de fusil. En resumen, las fuerzas de la llamada División O’Higgins, estaban conformadas por poco más de 1.000 combatientes, de las distintas

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DRAGONES

Los Dragones eran tropas montadas, que armadas de pistolas, sable, y fusil con bayoneta, cumplían una función mixta. Desenvainando el sable podían ejecutar una carga de caballería, y desmontando podían combatir como infantes fusileros. Dado lo anterior, para lograr tener un buen desempeño, su entrenamiento era muy largo, además de intenso y riguroso.


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armas, incluidos 6 cañones servidos por 80 artilleros, tal como hemos detallado con anterioridad.

LA ORDEN QUE NO OBEDECES ES LA QUE TE HACE FAMOSO En el ámbito de la toma de decisiones estratégicas, una de las máximas que aplicaba a menudo el general norteamericano Douglas Mac Arthur, era actuar sobre hechos consumados, por lo cual si la situación lo ameritaba, se mostraba siempre más dispuesto a pedir disculpas, antes que acudir a pedir permiso. Así tenemos que en septiembre de 1918, luego de ejecutar una vigorosa ofensiva sobre los alemanes, Mac Arthur estaba ansioso por avanzar con su brigada de infantería, y tomar posesión de la fortaleza de Metz, famosa desde siglos por sus imponentes fortificaciones, ante lo cual solicitó autorización a su comandante en jefe, el general Jhon J. Pershing, prometiendo ejecutar dicha operación en un plazo de 48 horas. No queriendo tomar riesgos aventurados, el comandante Pershing rechazó con elocuente molestia la idea de Mac Arthur, lo cual llenó de rabia y amargura a este último, llevándole a confesar a uno de sus ayudantes, el capitán Walter Wolf que: “… cometí un error. Debí haber tomado Metz y luego haber pedido su autorización.” Todo lo anterior llevaría al general Mac Arthur a mantener siempre presente, una de sus más célebres frases que decía: “Es a veces la orden que tu no obedeces la que te hace famoso.”

LOS JEFES REALISTAS OPTAN POR DESOBEDECER AL VIRREY En Chie, para la última semana de septiembre de 1814, estando el disciplinado general realista don Mariano Osorio, ad portas de avanzar sobre la capital chilena para someter a los rebeldes patriotas, vino a recibir en su campamento un comunicado enviado en calidad de urgente por el virrey del Perú, el cual constituiría uno 168


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de los elementos más desencadenantes de esta campaña. Abrumado el Virreinato por una reciente revuelta independista acontecida al sur de Perú, el dictamen emanado desde Lima, ordenaba al general Osorio que a la fecha de recibir dicho oficio, si aún no lograba someter a los patriotas en Chile, debía proceder al instante a entablar conversaciones de paz con los rebeldes chilenos, para establecer un armisticio y a continuación, proceder de inmediato con el despacho de los batallones Talavera y Chiloé, para que se embarcaran con destino hacia Arica, y pasaran a reforzar de forma urgente a la tropas realistas en el Alto Perú, que pasaban por una apremiante situación y escasez de recursos, en los territorios de la actual Bolivia. Habiendo recibido el oficio del virrey con fecha 25 de septiembre, a su salida de San Fernando, el general Osorio quedó prácticamente perplejo, ya que en la práctica esta orden lo obligaba a detener sus operaciones ofensivas, y más aún le impedía comprometerse en batalla con los adversarios. En vista de su carácter disciplinado, y estando conciente que había sido destinado a Chile, entre otras cosas para destituir a un general en jefe como Gaínza, que según el virrey había traicionado su confianza al contravenir sus ordenes expresas; el general Osorio se aprestó de inmediato a tomar en consideración esta orden, todo lo cual vino a ponerlo en entredicho frente a su ejército, generando al instante una dificil situación con sus comandantes más directos, quienes se rebelaron con firmeza ante el dictamen virreinal. Para efectos de contener a sus osados comandantes, el general Osorio cita a sus máximos oficiales a una Junta de Guerra para analizar las acciones a seguir; y en esta instancia, los aguerridos comandantes del ejército hispano, y en especial los más veteranos de estas campañas en Chile, vale decir Elorriaga, Urrejola, Lantaño, Quintanilla y Barañao, le manifiestan a Osorio su opinión contraria a seguir en lo inmediato las instrucciones del virrey, instándolo con firmeza a continuar con las operaciones militares en que estaban empeñados; conscientes de su superioridad y confiados en que la resistencia de los patriotas sería facilmente quebrantada. Ante 169


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tamaño planteamiento de los mandos con mayor gravitación en sus tropas, el general Osorio se vio entregado a su suerte, y en un acto que junto con impulsarlo a la audacia, lo llevaba al irreversible destino de arriesgar su carrera militar, al entrar en un evidente desacato ante la autoridad del virrey; el general en jefe del ejército realista decidió jugarse la opción de avanzar en ataque sobre el enemigo, confiado en el apoyo irrestricto de sus jefes militares. Lo anterior no hizo más que levantar la moral del ejército hispano y de sus principales comandantes, quienes se aprestaron a avanzar sin contratiempos, para castigar y someter a los rebeldes republicanos. De esta forma las avanzadas de Elorriaga comienzan con sus reconocimientos y escaramuzas sobre la línea del río Cachapoal, preparando el avance para el resto de las divisiones del ejército del rey en Chile.

LOS REFUERZOS DE LA SEGUNDA DIVISIÓN PATRIOTA Tal como hemos detallado, el plan del general Carrera tenía como punto esencial, el establecer como primera línea de defensa el río Cachapoal, no obstante, aparte de las escasas tropas destinadas por O’Higgins a custodiar este sector, el resto del ejército permanecía aún en las proximidades de Santiago, sin acercarse a Rancagua. O’Higgins consideraba que reforzando su propia División con otros 1.300 fusileros, quedaba en condiciones de rechazar el avance del ejército realista; no obstante los refuerzos que destinaría el general Carrera para estos fines, distarían mucho en cantidad y calidad para cumplir con este requerimiento. Recien para el 27 de septiembre, avanzó la llamada Segunda División al mando del brigadier don Juan José Carrera, quien era secundado por uno de los héroes de Membrillar, el sargento mayor Bernardo Cáceres. Esta División tenía como principal unidad de combate, al batallón de infantería N°1 con unos 650 fusileros, compuesto en su mayoría por militares veteranos el extinto batallón 170


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Granaderos de infantería. Entre sus oficiales más destacados, se encontraban los capitanes Francisco Barros y Pedro Urriola, junto a los tenientes Gaspar Manterola y José Ibieta. Contaban con el apoyo de 5 cañones servidos por 67 artilleros, bajo el mando del capitán don Eugenio Cabrera. A estas fuerzas se sumaban unos 1.200 milicianos de caballería del regimiento Aconcagua, comandados por el coronel José María Portus, todas las cuales se posicionaron en las proximidades de Rancagua, y procediendo contra toda lógica militar, no se reunieron de lleno con las tropas de O’Higgins, y menos pasaron a tomar cuarteles en la ciudad de Rancagua. Según relato de John Thomas, esa misma tarde: “… el General O'Higgins fue a visitar al General Juan José y a su división. Al aproximarse, los Granederos se formaron y lo recibieron con grandes aplausos y gritos de ¡Viva la Patria! ¡Viva el General O'Higgins' ¡Mueran los godos!” Considerando lo anterior, estos refuerzos distaban mucho de las reales necesidades detalladas por escrito por O’Higgins, y más aún tal como veremos más adelante, la atolondrada y displicente dirección del comandante Juan José Carrera, llevaría a que gran parte de estas fuerzas se desperdiciaran, sin lograr que se concentraran en disputarle el paso del Cachapoal a los realistas.

LAS ESCARAMUZAS CON LAS AVANZADAS DE ELORRIAGA Ese mismo día 27de septiembre, se avistaron las primeras guerrillas realistas de Elorriaga, que intentaban forzar el paso del rio Cachapoal, a las cuales el general O’Higgins contiene y dispersa con sus tropas, además de alertar de esta situación a don Juan José Carrera, quien continuó acampando en las afueras de Rancagua, y que ante el llamado a colaborar, no avanzó con sus tropas ni envió refuerzos. Mala señal que comenzaría a dejar en evidencia el gran daño que hizo al ejército de Chile y a la causa patriota, la pésima conducta del brigadier Carrera.

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O’Higgins informa ese mismo día al general Carrera de estas acciones: “Excelentísimo señor Presidente y general en jefe de los ejércitos del Estado chileno: Una columna enemiga en que dicen vienen los barbones (se identificaba así a los realistas), se ha presentado al frente de Cachapoal, en el vado de esta villa. Se está batiendo con nuestras avanzadas y en auxilio de estas van saliendo cien hombres de infantería, del batallón N°3, y un cañon de a 4 (libras) para asegurar el paso. A más de esta fuerza tenía puesto en el mismo vado, de antemano, sesenta hombres del mismo cuerpo y otro cañon. Si se aumenta la fuerza del enemigo e intenta forzar la nuestra, iré mandando sucesivamente partidas para contenerlo. De esta ocurrencia se ha dado parte en este instante al señor don Juan José (Carrera), quien está acampando a la izquierda, una legua (5,5 kilometros) de distancia de aquí, en la chacra de don Diego Valenzuela. La tropa está excelente, y creo sin equivocarme que hoy dará un día de gloria a la patria, aún cuando los piratas acometieran con todo su ejército.”

LA ILUSIÓN DEL GENERAL CARRERA POR DILATAR LAS ACCIONES El 28 de septiembre, O’Higgins informa al general Carrera del resultado de estas escaramuzas preliminares: “Después que se presentaron ayer a nuestra vista los barbones, hicieron varias evoluciones y escaramuzas, y luego se retiraron. La división del teniente coronel don Bernardo Cuevas pasó el río en su seguimiento, de mi orden. Los alcanzó muy breve, y se estuvieron tiroteando hasta después de la oración. Nuestra tropa se portó con mucha energía y valor, y me aseguran que cayeron dos enemigos, sin que por nuestra parte hubiese habido la menor desgracia.” Todavía para el día 28 de septiembre, O’Higgins abrigaba la esperanza de poder reunirse con todo el ejército para enfrentar a los realistas a orillas del Cachapoal. Ese mismo día dirige otro oficio al respecto al general Carrera: “Espero a V.E. para darle un fuerte 172


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abrazo. Si conseguimos reunir toda la fuerza en este punto, no solo nos hacemos impenetrables, sino también podremos dar algunos malos ratos al pirata Osorio, y a su gravilla de asesinos. Si salieron ayer los nacionales,1 como V.E. anuncia en su oficio del 27, los hallo aquí mañana a mas tardar.” No obstante las esperanzas de O’Higgins, el general Carrera en su calidad de Presidente de la Nación y Comandante en Jefe (tal como lo reconocía O’Higgins en todas las comunicaciones por escrito) tenía otras ideas por el momento. Pensaba intentar contener a los realistas fuera de Santiago por un tiempo, para darse plazo a seguir incrementando sus fuerzas, lo cual ante la fuerte arremetida realista, no daba paso para tales ilusiones. De este modo el general Carrera respondía a O’Higgins ese mismo día 28 de septiembre en los siguientes términos: “Creo indudable que la seguridad de nuestras glorias consiste en agarrarnos UN MES PARA LA ORGANIZACIÓN DEL EJÉRCITO que, aumentado en número, disciplina y armamento, podrá entonces emprender decisivamente la expulsión de los piratas.” Junto con lo anterior, más que rechazar el cruce del Cachapoal combatiendo (como inicialmente lo planeara), el general Carrera abrigaba la ilusa esperanza de contener ingenuamente a los realistas aumentando el caudal del río, para lo cual ordenó cerrar las compuertas de los canales que se alimentaban de su curso. Al respecto el general Carrera declaraba sus deseos y esperanzas en la siguiente forma: “Me aseguran ser muy facil duplicar el agua del Cachapoal, cegando porción de tomas que lo sangran, No se pierda ni un instante en planificar esta obra si es posible. Ella nos dará el tiempo que apetecemos, estacionando las marchas del enemigo.” Lamentablemente, una vez ejecutada esta patética medida, en nada contribuyó para hacer ni más profundo, ni más ancho, ni más caudaloso el lecho del río.

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Se refiere al regimiento de caballería Húsares Nacionales, que comandaba el coronel don José María Benavente.

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JUAN JOSÉ CARRERA: ¡SOLDADO QUE ARRANCA…! Estando las fuerzas monarquistas de Elorriaga, realizando constantes avances y escaramuzas en las proximidades del río Cachapoal, preparando el avance a paso firme del general Osorio y su poderoso ejército en dirección a Rancagua, comenzaron a aflorar una vez más, tal como fue la tónica durante toda su participación en las campañas de la guerra por la independencia de Chile, la indecisión y la cobardía manifiesta del brigadier don Juan José Carrera. Siendo el mayor de los hermanos, Juan José jamás aceptó de buena gana el liderazgo de su hermano José Miguel, y si bien lo apoyó en la seguidilla de golpes de estado que consolidaron a la familia Carrera en el poder, la rivalidad entre consanguíneos estuvo incluso a punto de llegar al enfrentamiento armado. Estando casado con una mujer de reconocida familia realista, el bando monarquista tentó a Juan José en reiteradas ocasiones para llamarlo a sus filas, y hasta recibió elogiosas cartas de parte del virrey del Perú con estos fines. 2 Destacando desde joven por ser muy alto y fornido, su exitosa participación en los motines de cuartel, le aseguraron meteóricos ascensos, y para fines de marzo de 1813, al inicio de la guerra en el sur de Chile, era ascendido a brigadier de ejército. Su participación en la guerra contra el ejército monarquista fue paupérrima, y jamás estuvo a la altura de lo que se debía esperar, para un militar de su rango. Siendo comandante del batallón Granaderos de infantería, unidad de guerra profesional que estaba llamada a ser la columna vertebral del ejército patriota; al estar por meses estas tropas dedicadas más a la labor de ejecutar y contrarrestar motines internos, más que a entrenarse para combatir a un enemigo externo, el germen de la indisciplina y la politización se hizo patente, pasando a demostrar en combate frente al enemigo, ser el fiel reflejo de su distinguido jefe militar. 2

Ver https://archive.org/details/INTREPIDOTEMERARIOYAUDAZ/page/n21

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En el combate de San Carlos, Juan José dirigió un desordenado ataque, actuando casi de manera autónoma, y sin respetar ni coordinar jamás las acciones con su hermano José Miguel, lo que le valió fuertes cuestionamientos por parte de este último, quien hasta llegó a culparlo de la derrota de los patriotas en dicho encuentro. Aquel desafortunado desempeño, sería a la postre casi su única participación efectiva en batalla, ya que durante los violentos combates del asedio a Chillán, jamás se le vio en ninguna acción, y cuando más se le requería, seguía manteniendose con sus fieles e indisciplinadas tropas, a conveniente distancia sin exponerse al peligro, situación que lo mantuvo acampando en distintos lugares siempre a resguardo, hasta que fue destituido del ejército, a finales de 1813. Reincorporado al servicio tras el último golpe de estado que habían encabezado sus hermanos, asumió el mando de una de las tres divisones patriotas, en la cual demostraría el mismo grado de ineptitud para desempeñarse en combate, que había lucido hasta la fecha. Sin duda alguna, Juan José Carrera tiene un merecido lugar entre los peores militares de alto rango, que han comandado tropas en tiempos de guerra. Y así tenemos que mientras el grito de guerra característico de O'Higgins ante el enemigo era: ¡EL QUE SEA VALIENTE QUE ME SIGA…!; la actitud de Juan José Carrera ante una inminente batalla, se traducía de buenas a primeras en la tragicómica frase: ¡SOLDADO QUE ARRANCA… sirve para otra guerra!.

ACCIONES DE RECONOCIMIENTO ANTE EL ENEMIGO También durante aquel día 28 de septiembre, O’Higgins se reune con el brigadier Juan José Carrera, a quien invita a una incursión de observación, cruzando al sur del Cachapoal, avanzando en reconocimiento hasta encontrarse con una partida de guerrillas realistas. Según relato de John Thomas: “ Como a las tres de la tarde el general O'Higgins y Juan José cruzaron el Cachapoal por el vado 175


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frente a la ciudad (acompañados por 200 hombres de caballería, que era el total de que disponían) con el objeto de reconocer las posiciones del enemigo. Después de haber recorrido una media legua, observaron una nube de polvo a considérable distancia hacia el frente. Cuando Juan José observó que el enemigo se aproximaba y quizás con el objeto de dar una gran batalla, manifestó que era necesario que uno de ellos, a lo menos, permaneciera con el cuerpo principal de ejército para disponer lo necesario para la batalla, añadiendo que él estaba dispuesto a tomar esa tarea; explicó que O'Higgins podía avanzar en su exploración y que, si se veía obligado a retroceder, lo encontraría a él dispuesto para sostenerlo. O'Higgins comprendió perfectamente lo que tal propuesta significaba y accedió a ella con perfecto buen humor, con gran satisfacción de su colega, quien no perdió tiempo… para retirarse a su división. O'Higgins continuó avanzando y vio que la nube de polvo era producida por ganados que se movían delante del enemigo. Cuando hubo caminado tres leguas más o menos, se encontró con las avanzadas enemigas, las cuales se retiraron descargando sus pistolas. Inmediatamente se oyó el redoblar de los tambores y el sonido de las trompetas y un numeroso cuerpo de caballería e infantería ligera avanzó contra O'Higgins y abrió tan violento fuego que el General creyó prudente retirarse, pero no antes de asegurarse de que las informaciones de sus espías eran exactas y de que el cuerpo enemigo que había avanzado hasta la hacienda de Valdivieso estaba compuesto de dos mil hombres más o menos. O'Higgins efectuó su retirada a Rancagua bajo un violento fuego del enemigo y sin experimentar daño apreciable, a no ser unos pocos hombres heridos.”

ACUERDO PARA DEFENDER EL RIO A TODA COSTA En oficio enviado por O’Higgins al general Carrera, el 29 de septiembre a las 09:30 A.M. le informa que: “… ha llegado otro espía, quien me asegura que anoche han aproximado los piratas toda su 176


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artillería hasta una arboleda situada a seis o siete cuadras de distancia del río Cachapoal, tal hoy o mañana tendremos una acción decisiva. Yo salgo a recibirlos con todo el cuerpo del batallón N°3 y tres cañones, dejando en esta plaza (Rancagua) la que hay del N°2 con todos los bagajes. Todo se prepara en el mejor orden: nuestros bravos soldados están impacientes de recibirlos … ¡VIVA LA PATRIA!” Según relato de John Thomas, para el día 29 de septiembre: “O'Higgins propuso a Juan José que defendiera el vado de Cortés hasta que llegaran la Gran Guardia, Voluntarios e Infantes. O'Higgins tomaría con su división la defensa de los vados de la ciudad y de los Robles. Juan José asintió a esta proposición y poco después tuvieron el agrado de oir que Luis Carrera, con la Gran Guardia y demás, llegaría esa noche a las Bodegas del Conde,3 situadas a poco más de dos leguas del vado de Cortés y a menos de tres de Rancagua.” 4 Y efectivamente para el atardecer del 29 de septiembre, arribaba a San Francisco de Mostazal don Luis Carrera, al mando de la llamada Tercera División, compuesta por el batallón de Infantería N°4 con poco menos de 200 fusileros, provenientes en su mayoría del anterior batallón de Pardos, conocido también como Infantes de la Patria, el cual estaba comandado por el teniente coronel de milicias don Ambrosio Rodriguez Erdoíza (hermano del célebre Manuel Rodriguez), quien a la fecha poseía un escuálido historial militar, caracterizado solo por asonadas, motines y golpes de estado (incluso contra el propio general Carrera), sin haberse encontrado jamás en los campos de batalla del sur, para enfrentarse a los realistas.5 A estos se sumaba el regimiento Húsares Nacionales con unos 650 jinetes, apoyados además por 4 cañones servidos por 80 artilleros. Entre su oficialidad más destacada de encontraban el coronel José María Benavente, el teniente coronel Diego Benavente, el sargento 3

Corresponde a la actual comuna de Graneros, que en aquella época era identificaba por las bodegas y graneros que en su momento fueron propiedad de don Mateo Toro y Zambrano, Conde de la Conquista. 4 En la práctica, las distancias correctas desde las llamadas Bodegas del Conde (actual comuna de Graneros) hasta Rancagua era de poco más de 2 leguas, mientras que hasta el vado de Cortés, era poco más de 3 leguas aproximándose en forma recta. 5 Ver https://archive.org/details/INTREPIDOTEMERARIOYAUDAZ/page/n25

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mayor Juan de Dios Rivera, y los capitanes Juan Francisco Cárdenas, Gregorio Allende, Patricio Castro, Bernardo Videla, el argentino Isaac Thompson y el teniente norteamericano Alfonso Benitez. Siguiendo el relato de J. Thomas tenemos que: “Cuando O'Higgins supo la llegada de la división de Luis Carrera a las Bodegas del Conde, declaró que el Ejército de la Patria jamás se había hallado frente al enemigo en circunstancias más favorables y, por consiguiente, con tan hermosas expectativas de éxito.” No obstante esta aproximación, la División de don Luis Carrera se mantuvo en San Francisco de Mostazal, y las tropas de Juan José Carrera, siguieron acampando junto a sus tropas en las cercanías de Rancagua, pero a conveniente distancia de la orilla del rio.

EL PRECARIO ACCIONAR DE UN GENERAL EN JEFE A mediados de octubre de 1918 en Europa, la brigada del general Mac Arthur fue asignada a servir en el V Cuerpo del ejército norteamericano, bajo el mando del comandante Charles P. Summerall. Este último era reconocido por ser un oficial enérgico, arrogante e impaciente, que se había hecho célebre en las ultimas campañas, por dirigir a sus tropas al combate con la fiereza de un fanático, alcanzando sus objetivos de manera implacable, aunque ante un alto costo de sacrificio en vidas humanas. Teniendo como objetivo el abrirse paso ante los alemanes, forzando las excelentes defensas ubicadas en las colinas de Cóte de Chátillon, al anochecer del 13 de octubre cenó con Mac Arthur, ordenándole con la mayor brusquedad y sin ambiguedades: “¡Déme Chátillon o una lista de 5.000 bajas.!” Sin inmutarse ante tañamo desafío, Mac Arthur le contestó con total frialdad: “Si esta brigada no captura Chátillon, usted puede publicar una lista de bajas de la brigada completa, comenzando con el nombre de su comandante.” Esta contundente respuesta dejó tan estupefacto como satisfecho a Summerall; a la vez que trascendió a los cuarteles, generando un sentimiento especial en 178



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las tropas del propio Mac Arthur: “El rumor que Mac Arthur había prometido tomar la colina o tener un 100 por ciento de bajas corrió rápidamente entre los hombres… Pero ello no debilitó la confianza de los hombres en Mac Arthur, sabiendo que él también sería una baja.” En Chile, durante la tarde de aquel 30 de septiembre de 1814, el general en jefe del ejército patriota don José Miguel Carrera, salía de Santiago para reunirse con las tropas de don Luis Carrera. Según relato del propio don José Miguel en su Diario Militar, tenía planificado dirigirse esa misma jornada al anochecer hasta Rancagua, para cenar y analizar los planes de defensa con O’Higgins. No obstante según su relato, producto de un supuesto e inexplicable golpe accidental que sufió en el trayecto desde la capital, dejó programada tal visita para el día siguiente, lo cual vendría a ser muy tarde, ya que los realistas emprenderían decidido ataque sobre la línea del Cachapoal, ese mismo día a la medianoche. De esta forma, estando ad portas de enfrentarse en combate crucial contra el enemigo, el ejército chileno carecía del liderazgo y dirección adecuada de un comandante en jefe, que entregara instrucciones certeras y coordinara el accionar de las tres divisiones patriotas y sus respectivos comandantes, quedando en evidencia el precario accionar del general José Miguel Carrera, a quien le faltó ser tan exigente y directo en el mando, tal como con posterioridad lo sería Summerall en su momento con Mac Arthur. Sin embargo, en su intuitiva mentalidad de guerrero, O’Higgins demostraría tener una conducta heroica muy similar a la declarada a futuro por Mac Arthur, y de esta forma el prócer chileno se aprestó a combatir a muerte junto a sus hombres.

HEROICA DEFENSA DEL CACHAPOAL Caracterizado por lo pasivo de su caudal, el rio Cachapoal no tenía puentes artificiales que lo cruzaran, pero existían tres vados reconocidos que permitían un acceso más transitable; por lo cual para hacer más efectiva la interrupción del avance realista, lo ideal era custodiar el paso de estos tres importantes accesos. El principal 180


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estaba ubicado en la continuidad de la principal ruta existente en dicha época, conocida como Camino Real, que era el más próximo y desembocaba directo a la villa de Rancagua, y sobre el cual O’Higgins había dedicado los mayores esfuerzos y resguardo, junto con construir parapetos de adobe y piedra para resguardar el paso (actual puente Cachapoal). Otro vado accesible se ubicaba más al poniente, y era el conocido como las Quiscas o vado de Cortes (ubicado a la altura de la actual Punta Cortés), para cuya custodia temporal, O’Higgins dispuso de 20 dragones bajo el mando del capitán Rafael Anguita. Justo en medio de los dos anteriores, se ubicaba el vado conocido como Los Robles, cuya defensa fue encargada por el general O’Higgins al intrépido Catalán Molina, quien se aprestó de lleno a impedir que el enemigo forzara el paso por dicho acceso.1 Para el día 30 de septiembre, el general Osorio había logrado concentrar a todo su ejército unos kilómetros al sur del Cachapoal, situación por la cual ordenó la movilización esa noche a partir de las 21:00 horas, emprendiendo el avance de sus fuerzas en demanda del enemigo, para forzar el paso del río. Para efectos de engañar a los patriotas, simuló dividir sus fuerzas en tres secciones, las cuales debían aparentar que intentaban cruzar en simultáneo por los tres vados anteriormente mencionados. Cerca de la medianoche el comndante O’Higgins se vio inquietado por un aviso del capitán Anguita, quien lo alertaba que debido a la precaria guarnición que se disponía en el vado de Cortés, el enemigo comenzaba a forzar el paso con su caballería. En vista de lo anterior, O'Higgins procedió de inmediato a poner en alerta al brigadier Juan José Carrera, para que avanzara de inmediato a disputarle el paso a los realistas en ese punto, junto con enviar al capitán Juan de Dios Garay hasta el 1

Según relato de Jhon Thomas, la noche del 30 d septiembre de 1814: “O'Higgins envió orden entonces al capitán Anguita, que se encontraba de facción en el vado, para que recogiera durante la noche el mayor número de noticias que pudiera, y les comunicara tanto a José Miguel como a Juan José y a él mismo todo movimiento que indicara que el enemigo intentaba cruzar el río. Envió iguales instrucciones al capitán (Francisco Javier) Molina que estaba en el vado de los Robles y la verdad es que no podía haberse elegido para este objeto dos oficiales mejores ni más valientes.”

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campamento del general Carrera, para solicitarle que avanzara con la división de su hermano Luis, para apoyar a su consanguíneo Juan José, mientras que el propio O'Higgins se haría responsable de sostener la defensa de los otros dos vados, más próximos a Rancagua. A su vez, y sin mediar mayores trámites, O'Higgins se dedicó el resto de la noche a movilizar toda su infantería más los Dragones, desocupando practicamente su campamento en Rancagua, para salir a defender a todo trance la línea del Cachapoal, tal como lo indicaba el plan original del general Carrera. A su vez, demostrando su buen sentido estratégico, el general Osorio logró interpretar muy bien el descoordinado accionar de los patriotas, por lo cual tomó la brillante decisión estratégica de seguir manteniendo a una parte importante de sus fuerzas, para que se encargaran de agobiar a O'Higgins, simulando intentar forzar los pasos defendidos por este, mientras que por el casi desguarnecido vado de Cortes, el comandante Elorriaga como jefe de vanguardia, ejecutaba tranquilamente el armonioso cruce del grueso de las fuerzas hispanas.

UNA GRAN OPORTUNIDAD DESAPROVECHADA En un gravísimo acto de incumplimiento al plan de acción acordado, las tropas de los hermanos Juan José y Luis Carrera brillaron por su ausencia aquella madrugada del 01 de octubre de 1814; no obstante el general O’Higgins con su escaso contingente, se esforzaba en mantener la resistencia, de manera heróica y solitaria, tratando de contener el paso de 5.000 hombres, fuerza que lo superaba ampliamente en número, con la esperanza en vano de recibir pronto la ayuda del resto del ejército patriota. La tremenda falta cometida por los hermanos Carrera en cuanto a no apoyar el plan original de defender la línea del Cachapoal, tuvo lamentables consecuencias, y sin entrar en el terreno de la ficción histórica, ni dar paso a la nefasta tendencia de intentar ser general 182


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despés de la batalla, cabe señalar que de haberse dispuesto una defensa vigorosa y generalizada por parte de los patriotas aquella noche, tal como la que sostuvo el comandante O’Higgins con sus escasas fuerzas, era altamente probable que además de impedir el paso de los realistas, estos se hubiesen visto obligados a retirarse y a entablar un nuevo armisticio. Lo anterior se debe a que no obstante la arriesgada apuesta del general Osorio por desatender en aquellos instantes las instrucciones del virrey, de haberse enfrentado a una sólida resistencia en la orilla del Cachapoal, no habría sido para él sostenible el tener que soportar un número considerable de bajas, lo cual lo habría hecho retroceder en su decisión de tomar la capital. De hecho, tal como veremos más adelante, esto estuvo a punto de acontecer luego de la férrea resistencia que O’Higgins le opuso en Rancagua, pero en vista de que el ejército de Osorio, jamás pudo ser embestido por la totalidad del ejército patriota, y solo una parte de este vino a presentar una defensa audaz y mortífera contra sus tropas; los jefes militares realistas alentaron al comandante en jefe español a seguir en la senda ofensiva, que los llevaría en definitiva a un arriesgado pero definitivo triunfo. Al amanecer, el general Osorio seguía manteniendo una fuerza de fijación que hacía fuego de fusil y artillería contra los patriotas desde la orilla opuesta del Cachapoal, no obstante sus principales cuerpos de ejército, ya se encontraba en la orilla opuesta, ante lo cual el estratega español dispuso que un par de batallones de infantería, avanzaran en ataque bordeando el río por la derecha de los patriotas, con la intención de bloquear y envolver a las fuerzas de O’Higgins, mientras que el comandante Elorriaga con el grueso de su División, debía realizar un avance a toda marcha para interponerse entre Rancagua y las fuerzas de Luis Carrera, que junto a su hermano José Miguel se encontraban más al norte.

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ELORRIAGA CORTANDO LA RETIRADA A JUAN JOSÉ CARRERA Estando advertido desde la medianoche, para el amanecer el 01 de octubre de 1814, el brigadier Juan José Carrera en su característica insubordinación y autonomía, seguía en su campamento distante a unos 5 kilometros al poniente de Rancagua, sin hacer el más mínimo de los esfuerzos por apoyar la defensa de los vados, ni menos reforzar al general O'Higgins, ni siquiera con parte de sus tropas. Pero estando consciente del incesante cañoneo que se había estado ejecutando toda la noche, se aprestó a realizar los preparativos para su retirada hacia el norte, a fin de reunirse con sus hermanos Luis y José Miguel sin importarle la suerte que corriera el resto de sus camaradas, que seguían batiendose bajo el mando de O'Higgins a orillas del río. Sin embargo, a poco de emprender su marcha, se vio sorprendido por información que le advertía de la presencia de fuerzas enemigas, que se encontraban dominando y obstaculizando el trayecto a unos cuantos kilometros de distancia, y era nada menos que la División del audaz coronel español Idelfonso Elorriaga, la cual se encontraba plantada sobre el terreno, dispuesta en posición de combate con el flamante comandante español a la cabeza de sus cerca de 1.500 combatientes, contando entre ellos a las tropas de los batallones de infantería Valdivia y de Chillán; más los Lanceros de Los Angeles y los Carabineros de Abascal en caballería, apoyados con 4 cañones y sus respectivos artilleros, Por su parte, Juan José Carrera disponía de 650 fusileros, 5 cañones y 1.200 milicianos de caballería, es decir, una fuerza casi equivalente y en ningún caso inferior a la de Elorriaga, con la cual el brigadier chileno bien podría haber maniobrado decididamente, ya sea para abrirse paso y mejor aún, siendo digno de un noble guerrero, lanzarse decididamente en ataque; no obstante para vergüenza de la causa patriota, don Juan José Carrera, siendo consecuente con su pérfido carácter, procedió a ordenar una vergonzosa retirada, y aún teniendo la oportunidad de replegarse rumbo al río para reunirse 184


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con O'Higgins y sumar fuerzas, optó por lo que creyó era lo más facil y a su alcance, como era el retirarse rumbo a Santiago por el camino de la cuesta de Chada. Sin embargo, el audaz Elorriaga movilizó sus fuerzas maniobrando en forma excelente, logrando amagar la retirada por esa vía, ante lo cual Juan José Carrera, temiendo verse atrapado o capturado por los realistas, ordenó a sus fuerzas acudir a encerrarse en la Plaza de Armas de Rancagua, con el repudiable antecedente de que a pesar de haber llegado cuatro días antes con sus tropas a las inmediaciones, a la fecha no se había dignado a establecer convenientemente sus cuarteles en dicha ciudad. Dado lo anterior, las tropas de Juan José practicamente no disponían de una ubicación conveniente en Rancagua, y peor aún, en nada se esmeró su comandante en gestionar un repliegue digno y ordenado, dando cara al enemigo. El resultado fue un desbande atroz, donde por suerte gran parte de la infantería y los artilleros, lograron alcanzar a refugiarse en Rancagua, mientras que los lanceros sufrieron la peor de las dispersiones, ya que sin haber preparado con anterioridad establos y pesebreras al interior de la ciudad y en los contornos de la plaza, tal como lo había hecho en forma precavida y conveniente el comandante O'Higgins con sus Dragones; las milicias de caballería de Aconcagua que lideraba el coronel José María Portus se vieron totalmente imposibilitadas de acceder a refugiarse en la ciudad, por lo cual se dispersaron sin ningún orden, emprendiendo fuga en su totalidad hacia la cuesta de Chada, rumbo Santiago y más allá, sin que pudieran ser contenidas de ninguna forma.De esta forma, los mismos lanceros que aquel 26 de agosto se habían abalanzado vigorosamente en ataque sobre sus compatriotas del contingente de O'Higgins en Tres Acequias,2 abandonaban ahora la zona de combate ante el enemigo externo, sin que su caudillo Portus lograra contenerlas, por lo cual este mismo se sumó al vergonzoso desbande.

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Para más detalles de este combate fratricida entre las fuerzas patriotas, se recomienda revisar el capítulo anexo que se encuentra al final de este libro.

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JUAN JOSÉ CARRERA IMPLORA POR AYUDA A O'HIGGINS A pesar de la abismante superioridad de fuerzas a la que se enfrentaban, O’Higgins logró mantenerse firme y evitar que se forzara el paso directo que avanzaba por el Camino Real; y lo mismo lograba el Catalán Molina en Los Robles, sin embargo, a pesar de esta titánica resistencia, los patriotas seguían siendo desbordados por el vado de Cortés, pasando a correr por instantes, el grave peligro de ser envueltos. Siguiendo con el relato del comandante O’Higgins, tenemos que: “Ya el enemigo se había hecho formidable, con ocho piezas de este lado del río. Mi pequeña fuerza estaba muy expuesta a una derrota y resolví tomar una posición ventajosa, en las tapias de unos potreros, desde donde me batí por una hora, y aún desde allí embarazaba el paso en el río de las tropas enemigas… Organizado ya el ejército invasor de este lado del río, dejó una división como de mil fusileros y seis piezas de artillería, batiéndose por mi derecha, y el demás grueso del ejército dio vuelta por camino oculto, a cortarme la retirada a la villa. Luego de percatarse del alcance real de las maniobras ejecutadas por el ejército del general Osorio, O'Higgins dispone el repliegue de las fuerzas del Catalán Molina que seguían custodiando Los Robles, para concentrar toda su división en el acceso principal del Camino Real. El prócer chileno estaba confiado en poder maniobrar perfectamente, y emprender la retirada por el sector oriente, es decir, por detrás de la ciudad de Rancagua, en los caminos que bordeaban en paralelo a la cordillera de Los Andes, hasta alcanzar el camino de la cuesta de Chada, y desde ahí emprender marcha para reunirse con el general Carrera y el resto del ejército patriota. Dado que O'Higgins había explorado con anterioridad y conocía a la perfección esas rutas; confiaba en retirarse convenientemente, para pasar a la segunda fase del plan ideado por el general Carrera, el cual consistía de que en caso de no poder resistir a los realistas en el paso del Cachapoal, se debía

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efectuar la retirada y concentración de fuerzas en las Angosturas de Paine. Sin embargo, estando de lleno en medio de estos preparativos, el general O'Higgins se ve sorprendido por la llegada a galope de uno de los ayudantes de Juan José Carrera, el capitán Labbé. Este traía una piadosa solicitud de parte de su jefe, el cual rogaba invocando en nombre de Dios, que el general O'Higgins en vez de retirarse hacia Angostura de Paine, acudiera de inmediato a ampararlo en la Plaza de Armas de Rancagua, ya que estaba siendo atacado por numerosas fuerzas enemigas (hasta ese momento, toda una exageración que rayaba en la más completa falsedad). El general O'Higgins no vaciló en un solo momento de la decisión a tomar, despachando de inmediato al capitán Labbé para que informara al brigadier Juan José Carrera, que acudiría en el acto a prestarle el debido socorro. Este hecho causó gran conmoción entre la oficialidad de O'Higgins, tal como lo relata Jhon Thomas: “O'Higgins fué censurado por sus mejores oficiales, quienes le reprochaban no haber cuidado de sí mismo y le decían que debía haber dejado que Juan José corriera su suerte. El capitán Astorga, uno de los edecanes de O'Higgins, se expresaba con especial calor sobre este punto, pues decía que no cabía duda de que los Carrera tenían presupuestado deshacerse de O'Higgins, si Osorio era vencido. Añadía que en tales circunstancias era el colmo de la locura o de la más absurda generosidad correr tales riesgos por la salvación de tan ruin persona como Juan José (ante lo cual O'Higgins declaró): «Es precisamente porque los Carrera son mis mejores enemigos y porque han tramado mi muerte, que no puedo ahora abandonarlos… El honor vale más que la vida. Yo podría retirarme ahora y el verdadero motivo por el cual lo haría, sería la seguridad de mis valientes soldados; pero esto no se interpretaría así y las mil lenguas de la calumnia convencerían pronto al mundo de que yo había vendido y abandonado a un compañero de armas porque lo consideraba enemigo mío. Por lo tanto sólo tengo que decir lo mismo que dije en los Robles: o vivir con honor o morir con gloria; el que sea valiente, sígame». Esta observación puso 188


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término a todo debate sobre la materia, y la división de O'Higgins comenzó a marchar inmediatamente hacia Rancagua en tan buen orden que el enemigo se vio incapacitado para hacerle el menor daño.”

O’HIGGINS SE ATRICHERA EN RANCAGUA Erróneamente algunos cronistas han afirmado que producto de su obstinación e insubordinación, O’Higgins había preparado los trabajos de fortificación en Rancagua para defenderse decididamente en dicha posición. No obstante, cabe señalar que estos trabajos, aunque bien ejecutados fueron obras menores, y así se desprende de los apuntes sobre los hechos en base a las anotaciones a modo de bitácora que registraba O’Higgins (reproducidas posteriormente por su secretario Jhon Thomas). En estas tenemos la siguiente anotación cronológica: “DÍA 25 (septiembre): Se comienzan a formar trincheras en las cinco calles que dan acceso a la plaza de Rancagua, más no con el objeto de defender la villa, sino de protegerla contra los amagos de las guerrillas y partidas volantes del enemigo. Todos los trabajos de defensa estaban concentrados en la línea del Cachapoal.” De haberse dedicado a fortificar a todo trance Rancagua, el comandante O’Higgins habría dejado instalados y fijos los 6 cañones que disponía en su división, no obstante, 5 de estas piezas las tenía destinadas a defender la orilla del Cachapoal. Estos hechos demuestran en forma veráz que O’Higgins cumplió a cabalidad la orden original del Presidente y comandante en jefe don José Miguel Carrera, en cuanto a defender el paso del río Cachapoal. En su retirada, se replegó a Rancagua para sumar fuerzas con la división de Juan José Carrera, quien fue el responsable de refugiarse con sus tropas en dicha villa, que no estaba convenientemente fortificada, y que además no tenía acopio de agua, ni de víveres ni de municiones para resistir un largo sitio. Y ni hablar de la supuesta 189


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retirada hacia Angostura de Paine, posición que ni siquiera fue ocupada por el genral Carrera, y que para ese día estaba más desguarnecida y menos preparada que Rancagua, ya que en la llamada Angostura no había un contingente de reserva, no habían fortificaciones bien elaboradas, no habían piezas de artillería emplazada, y menos acopio de víveres, agua y municiones para posicionarse adecuadamente. En vista de lo anterior, el comandante O'Higgins solo cumplió con la lógica militar más certada para ese momento. Al respecto, el prócer señala: ““Repetidas veces había insinuado al general del centro (Juan José Carrera) la necesidad de obrar de acuerdo y la defensa en el río, pero nunca se efectuó y se encerró dentro de la plaza (Rancagua), que estaba parapetada, pero sin víveres ni municiones suficientes para sufrir un sitio. Habiendo perdido las esperanzas de refuerzo, mandé a mi segunda división que, en retirada ordenada, se incorporase a la primera, porque la tercera enemiga y en número de más de mil fusileros, cargaba con violencia, y la segunda del frente había colocado dos piezas de artillería en una pequeña isleta, por donde protegía el paso de la infantería. Pude haberme retirado con mi división a la cuesta de Chada, lugar seguro para efectuar mi reunión con la tercera división del mando del general en jefe, quien lentamente marchaba a auxiliarnos (sic); pero en este caso era víctima la división del centro, que se había encerrado en la villa y ya la estaba atacando el ejército enemigo. Bajo el concepto de que el general en jefe, como lo tenía prometido, en aquel día nos debía auxiliar, me incorporé en la plaza con la división de don Juan José Carrera.” 1

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Según relato de Jhon Thomas, tenemos que el plan de los hermanos Carrera era abandonar a O'Higgins, para que pereciera en manos de los realistas, ya sea a orillas del Cachapoal o encerrado en Rancagua, y que dicho plan fracasó al interponerse Elorriaga, obstruyendo la retirada de Juan José. Con respecto a la actitud del propio Juan José ante la defensa del Cachapoal, Thomas señala que: “… cuando supo que éste se aproximaba y quería vadear el río, se dirigió a juntarse con su hermano José Miguel en las Bodegas. Tenía evidentemente la intención, como después lo confesó, de retirarse con él a Santiago, dejando ir a O'Higgins al sacrificio, pues contaban con que ese sería el resultado, por su temerario carácter, si llegaban a abandonarlo.”

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O'HIGGINS ASUME EL MANDO TOTAL En el año 1571, la llamada Liga Santa encabezada por los Estados Pontificios, más las republicas de Venecia y Génova, el ducado de Saboya, la Orden de Malta y la monarquía de España, hacían sus preparativos para contener la amenaza turca sobre el mediterráneo. Se cuenta que el Papa Pío V, abrumado por las rivalidades sobre quien debía comandar a las fuerzas aliadas en combate, luego de recibir al hermano del rey español Felipe II, el jovén príncipe don Juan de Austria, se decidió por este último como generalísimo de las fuerzas cristianas, declarando: “Hubo un hombre enviado por Dios, cuyo nombre era Juan.” Remontándonos a la mañana del 1º de octubre de de 1814, tenemos a otro Juan, el brigadier Juan José Carrera quien tanto por su alto grado militar como por su condición de hermano mayor del general en jefe y presidente del gobierno chileno, bien podía ser reconocido con un rango verdaderamente equivalente al de príncipe del Reino de Chile, como miembro de la dinastía de los Carrera. De esta forma Juan José estaba llamado indiscutidamente a ser el generalísimo de las fuerzas patriotas en Rancagua, sin embargo, desechando una oportunidad que ningun militar de honor estando en su lugar dejaría pasar, abdica voluntariamente al mando supremo, en beneficio del general O'Higgins. Según relato de Jhon Thomas: “Eran como las siete y media de la mañana cuando O'Higgins llegó a la plaza de Rancagua en la mañana del día 1.° de Octubre, después de haber pasado toda la noche en vela y las cuatro primeras horas del día en activo movimiento. Al llegar a la plaza, el general Juan José corrió a abrazarlo y declaró en presencia de los oficiales y soldados allí reunidos que, aunque él era el Señor General, sin embargo se colocaba con toda su división bajo el mando y a las órdenes de O'Higgins. Ordenó en seguida a su edecán que diera cuenta de esto a los oficiales y soldados de su división, lo que fué recibido con grandes aclamaciones. O'Higgins contestó simplemente:

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«Acepto el mando».2 Juan José se retiró en seguida a la casa del Cabildo y no salió del agujero en que se escondió hasta la una del día siguiente, cuando oyó que el enemigo se retiraba, como él mismo lo confesó más tarde. Inmediatamente el general (O’Higgins) sube a la torre de la (parroquia) Merced para cerciorarse de la posición del enemigo, y contempla a éste que tiene ya perfectamente rodeada toda la población y que se están formando cuatro gruesas columnas de ataque a la entrada de las cuatro calles que conducen a la plaza. Baja pronto de aquel observatorio, e inmediatamente toma sus disposiciones.” En teoría, para la defensa de Rancagua, el brigadier O’Higgins debía disponer de dos divisiones del ejército patriota, la propia que estaba originalmente a su mando y la de don Juan José. No obstante el contingente de este último había disminuido considerablemente, producto de la bochornosa retirada ejecutada por el propio brigadier Carrera, y de la fuga de las milicias del coronel Portus. De esta forma tenemos que el comandante O’Higgins tenía a disposición en su totalidad, un contingente que rondaba los 1.700 hombres,3 para enfrentar el ataque y asedio de un ejército que prácticamente lo triplicaba en número.

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De acuerdo a la bitácora del comandante O’Higgins tenemos que: “… se acerca Juan José Carrera y le abraza estrechamente diciéndole: -Aunque yo soy brigadier más antiguo, Ud., es el que manda.- O’Higgins le correspondió con igual efusión, aceptando el puesto de jefe en medio de los aplausos de ambas divisiones que gritan con entusiasmo: ¡VIVA LA PATRIA!” Sobre este hecho, tenemos la apreciación de don Diego Barros Arana, que en su Historia General relata: “Don Juan José Carrera, que había perdido todo prestigio militar en la campaña de 1813, en que nunca había hecho cosa alguna de provecho ni se había dejado ver en ningún puesto de peligro, no hizo sentir tampoco su presencia en Rancagua, permaneciendo durante todo el combate en la casa del cura, y sin presentarse una sola vez a los soldados.” 3 Acá debemos contar a los cerca de 1.000 hombres de la división O’Higgins, más los fusileros y artilleros de Juan José Carrera, considerando que toda su caballería se había pronunciado en vergonzosa fuga.

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CAPÍTULO VII

CUANDO LA TEMERIDAD SE TRANSFORMA EN HEROÍSMO


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CAPÍTULO VII (Páginas 195 a 231) SUPLIENDO LA INFERIORIDAD NUMÉRICA – DESTINADOS PARA UNA EXIGENCIA MAYOR – LAS ACERTADAS DISPOSICIONES TÁCTICAS DE OHIGGINS – EL PLAN DE ATAQUE DEL GENERAL OSORIO – ORDEN DE BATALLA DEL COMANDANTE OHIGGINS – ELORREAGA EN ATAQUE SOBRE LA TRINCHERA NORTE – EL MONARQUISTA LANTAÑO EN COMBATE – EL COMANDANTE SANCHEZ: BRAVO COMO LEÓN, HONRADO COMO EL ORO – EL CATLÁN MOLINA COMANDANDO LA TRINCHERA PONIENTE – EL GLORIOSO E INEVITABLE DESTINO DEL CAPITÁN VIAL - ASTORGA Y MILLÁN DEFENDIENDO LA TRINCHERA SUR – LOS INCORREGIBLES Y ATREVIDOS TALAVERAS – EL MORTÍFERO ATAQUE A LA TRINCHERA SUR – LA ARROGANTE SOBERBIA APLACADA A BALAZOS – LA ENCONADA Y EXITOSA RESISTENCIA PATRIOTA – PARA DOBLEGAR NO HAY OTRO CAMINO MÁS QUE PELEAR – BARAÑAO: VALIENTE, ALTANERO Y DESAFIANTE EN ATAQUE – CAMBIOS EN LA TÁCTICA DE ATAQUE – ESCASEZ DE AGUA Y PERTRECHOS - COMANDANTES A PRUEBA DE BALAS – IMPERTURBABLE ENTRE LOS BRAVOS – OTRA PROVIDENCIAL SALVADA DE OHIGGINS – UN NUEVO ASALTO A LAS TRINCHERAS PATRIOTAS – LOS REALISTAS NO CLAUDICAN – OHIGGINS SOLICITA APOYO AL GENERAL CARRERA – SE INTENSIFICAN LOS ATAQUES – ESPERANZA DE TRIUNFO PATRIOTA.

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SUPLIENDO LA INFERIORIDAD NUMÉRICA En julio de 1811, se presentaba en Chile el capitán Fleming, comandante del navío inglés Standard, quien venía desde España en representación de la Corte de Cádiz, a gestionar el retiro de caudales públicos a modo de contribución de guerra, para apoyar el esfuerzo bélico contra Napoleón en la península ibérica. La solicitud generó cierta inquietud en el Congreso Nacional chileno (instalado recientemente por las autoridades patriotas), ya que nadie quería aparecer hostil ni desafiante con la regencia española, por lo cual varios parlamentarios apostaban por cumplir de una forma u otra con este requerimiento. Sin embargo, en plena sesión sobre el tema, irrumpió el entonces teniente coronel de milicias y diputado por Los Ángeles, don Bernardo O’Higgins Riquelme, resistiéndose fuertemente a esta medida, y alzando su voz declaró con firmeza: “Aunque estamos en minoría, sabremos suplir nuestra inferioridad numérica con nuestra energía y nuestro arrojo, y no dejaremos de tener bastantes brazos para oponernos eficazmente a la salida de este dinero, tan necesario para nuestro país amenazado de invasión.” Y bastó este gesto de valentía para que muchos que pensaban como él, pero que hasta el momento se mantenían neutrales e indecisos, se pusieran de pie para aclamar la propuesta del diputado O’Higgins. De esta forma y en un gesto de independencia inaudito para la época, con fecha 06 de agosto de 1811 el Congreso Nacional de Chile, notificaba formalmente al capitán Fleming que su larga travesía hasta Santiago había sido en vano, ya que no se le haría entrega de los fondos requeridos por las autoridades hispanas. Y si más de alguien pensó en un momento que aquella actitud del diputado O’Higgins, no era más que el acto de fanfarronería de un bravucón; tras estallar la guerra por la independencia en el sur de Chile, el comandante patriota dejaría bien en claro que su espíritu

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guerrero, estaba forjado para sobreponerse a las situaciones más adversas, superándolas a punta de valentía en combate.

DESTINADOS PARA UNA EXIGENCIA MAYOR En sus memorias autobiográficas, Winston Churchill recordaba las sensaciones que experimentaba, al momento de asumir la conducción de la guerra contra la Alemania Nazi: “Me sentía como si estuviera caminando con el destino y que toda mi vida anterior no hubiera sido sino una preparación para este momento y esta prueba.” Una sensación similar debe haber experimentado el general O’Higgins en la antesala de la batalla de Rancagua, ya que hasta septiembre de 1814, todas las acciones militares que había desarrollado en campaña, parecían ser solo el preludio de una exigencia mayor para la cual parecía estar predestinado, donde todo su valor de guerrero legendario, quedaría perdurando como un recuerdo épico imborrable, acreditado por un monumento en la Plaza de Armas de dicha ciudad. Cabe señalar que sin ser un militar de academia, desde 1811 O’Higgins se había abocado con esmero al estudio del arte de la guerra, teniendo entre sus mentores al comandante Juan Mackenna. Junto con lo anterior, le favorecía el hecho de ser un gran lector, lo cual sumado a su amplio conocimiento de idiomas, además de la ventaja de contar con suficiente poder adquisitivo en aquella época, le hacía fácil instruirse mediante libros especializados sobre la materia. A todo lo anterior, por expresa recomendación de Mackenna, sumaba un conocimiento práctico del manejo de las armas (incluyendo fusil, bayoneta, pistola, sable, lanza y artillería), el cual adquiría eligiendo personalmente como instructores, a los soldados u oficiales más diestros en cada una de ellas. Todo ese entrenamiento previo fue perfeccionado por O’Higgins, al ponerlo en práctica en los innumerables combates de las campañas en el sur de Chile. Imperturbable ante el peligro, cientos de soldados habían sido 196


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testigos de su osadía en combate, en especial durante el asedio a Chillán durante 1813, donde se paseaba alentando a sus hombres, bajo una lluvia de proyectiles enemigos, siendo un blanco altamente identificable por desplazarse a caballo, luciendo un llamativo poncho color rojo, que parecía incitar a los tiradores a dar en el blanco. En múltiples ocasiones había resultado herido o contuso, y varios de sus caballos pagaron con su vida el estar al servicio de tan intrépido jinete. Y si la ocasión lo requería, O’Higgins era el primero en tomar un fusil, ponerse al frente de sus tropas, y lanzarse en ataque combatiendo como un simple soldado de infantería. Y este mismo ejemplo de bravura demostrada en batalla por O’Higgins, vino a ser reconocido por sus propios soldados, los cuales en una ocasión tras ver que su comandante había caído de su caballo en combate contra las fuerzas de Elorriaga, formaron un férreo círculo a su alrededor para protegerlo con sus vidas de ser capturado o masacrado por el enemigo.1 Este atributo de valor inmutable en combate, le había permitido concentrar a su alrededor en El Roble a cientos de soldados, que atraídos como imán ante su heroica figura, se dispusieron a presentar batalla, terminando por trasformar una pavorosa derrota, en una brillante victoria.

LAS ACERTADAS DISPOSICIONES TÁCTICAS DE O’HIGGINS En su Diario Militar, el general Carrera registraba con fecha 22 de septiembre, un particular comentario con el cual se mofaba de la confianza que le manifestaba O’Higgins para enfrentar exitosamente a los realistas. Al respecto, don José Miguel Carrera anotaba: “Supongo que esta seguridad se la darían las ridículas trincheras que había en la plaza (de Rancagua).” Tan desafortunado comentario del general en jefe del ejército patriota, hacía referencia a los trabajos de fortificación encargados por O’Higgins, para custodiar los

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Ver https://archive.org/details/INTREPIDOTEMERARIOYAUDAZ/page/n115

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accesos a la Plaza de Armas de Rancagua, donde tenía habilitado su cuartel general. Las llamadas trincheras, eran unos gruesos murallones de adobe construidos a distancia de una cuadra de la Plaza de Armas. Su elevación cercana a los 130 centímetros de altura,2 los hacía ideales para colocar la artillería convenientemente a tiro de cañón rasante, junto con brindar una adecuada protección a sus cureñas; además que permitían proteger convenientemente a un fusilero en posición de disparo, parapetado con rodilla al piso. Junto con lo anterior y por expresa instrucción del general O’Higgins, estos murallones fueron construidos acertadamente en forma de bastiones o baluartes, es decir, tenían una forma pentagonal con un ángulo saliente en punta, lo cual les daba una importante ventaja táctica, al hacerlos más resistente a los proyectiles de la artillería enemiga. Ese pequeño gran detalle en el diseño, no podía ser obra de un neófito en el ámbito militar, y deja en evidencia el acertado sentido táctico de un comandante experto. Otras interesantes disposiciones tácticas del general O’Higgins, fueron el hecho de ubicar a los artilleros: “… en las casas que flanqueaban las barricadas, en donde quedaban protegidos mientras cargaban sus mosquetes y eran requeridos sus servicios, dejando sólo el número necesario de artilleros para manejar los cañones… esperando con ansia la aproximación del enemigo, con sus cañones cargados y con sus artilleros mecha en mano.” En cuanto a los fusileros, el general O’Higgins dispuso adecuadamente que: “La infantería debía hacer salidas alternativas desde las casas y retirarse después de hacer fuego. De otro modo habría durado sólo un día la resistencia.” Junto con lo anterior, ante cada embestida del enemigo: “O'Higgins dio entonces la orden de que no se disparase un solo tiro hasta que el enemigo se aproximase a corta distancia de las trincheras, con el objeto de que el fuego resultara lo más mortífero posible y de que el avance fuera bastante para que no alcanzara a retirarse fuera de tiro antes de sufrir pérdidas considerables.” 2

Una vara y media de alto.

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Todas estas criteriosas y acertadas decisiones tácticas del comandante O’Higgins, le permitirían sostener una vigorosa defensa, rechazando constantemente cada intentona del enemigo por arrollarlos y quebrantar su resistencia.

EL PLAN DE ATAQUE DEL GENERAL OSORIO Aquella mañana del 01 de octubre de 1814 en Rancagua, el estratega español auguraba una facil victoria, teniendo en consideración su acertada maniobra de cruce del río Cachapoal, sumado a la dispersión y fuga total de las milicias de caballería patriota en el sector. Enterado además de su evidente superioridad numérica, Osorio pensaba que el reducido contingente patriota que permanecía encerrado en Rancagua, cedería rápidamente tras los primeros ataques, por lo cual su estrategia estuvo basada en arremeter con ataque simultáneo por los cuatro accesos a la plaza, de modo de colapsar las defensas e impedir que se reforzaran alternadamente, con lo cual esperaban obtener un resultado rápido y satisfactorio en muy poco tiempo, ya que en la práctica nueve batallones, apoyados por dieciseis cañones iban a marchar simultáneamente al ataque, contra los cuatro bastiones patriotas que defendían los accesos a la plaza de Rancagua. Para efectos de aprestarse para la batalla, el general Osorio estableció su cuartel general en el sector sur de la villa de Rancagua, en la actual intersección de las calles Cachapoal y Pedro de Valdivia, en las proximidades de la contemporánea Casa de la Cultura de Rancagua, instalándose junto a su Estado Mayor, que era encabezado por los coroneles chilenos Julian Pinuer y Luis Urrejola, actuando el primero de ellos como Mayor General de ejército; más la escolta del comandante en jefe, cuya función cumplía el escuadrón de Húsares de la Concordia, comandado por el teniente coronel argentino don Manuel Barañao. Habiendo estado despierto toda la noche y sin dormir desde el día anterior (al igual que O’Higgins y la mayoría de 199


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los combatientes de ambos bandos), luego de impartir las respectivas órdenes de ataque a sus comandantes, el general Osorio procedió a recostarse tranquilamente para dormir y reponer energías, confiado en un rápido desenlace a favor de las armas hispanas, sin embargo para su contrariedad, a poco de avanzar con los ataques, se pudo dar cuenta de que sus tropas se habían topado con un hueso bastante duro de roer.

ORDEN DE BATALLA DEL COMANDANTE OHIGGINS En aquella mañana del 01 de octubre, el general O’Higgins se había desplegado incansable junto a sus oficiales ayudantes, para organizar la defensa de la plaza en todos sus puntos. Según Jhon Thomas, aquella mañana: “O'Higgins subió entonces al techo de la casa del Cabildo y pudo contemplar al través de su anteojo un espectáculo capaz de estremecer cualquier corazón susceptible de sentir el miedo. Vio la ciudad rodeada por todos lados por una fuerza cuatro veces mayor que las suyas y que avanzaba en cuatro columnas de ataque con tanto orden y tranquilidad como jamás lo había visto en ejército alguno español. Vio que entonces tenía que habérselas con tropas y oficiales muy distintos de todos aquellos con que hasta entonces había luchado y sabido vencer y que no había un momento que perder para encontrarse pronto en tan horroroso conflicto.” Bautizada originalmente con el nombre de Santa Cruz de Triana, la villa de Rancagua había sido fundada en octubre del año 1743 por el gobernador español Jose Antonio Manso de Velasco, y diseñada al igual que la mayoría de las ciudades chilenas fundadas durante el período colonial hispano, en base a un plano cuadriculado como un tablero de damas, con su Plaza de Armas ubicada justo al centro, con la particularidad para este caso de que, en vez de tener ocho accesos por las esquinas, su diseño a modo de cruz le permitía contar solo con cuatro accesos que desembocan al centro de la plaza. Los 200


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bastiones habilitados por el general O’Higgins, se ubicaron protegiendo estos accesos. Disponiendo de una fuerza total que no alcanzaba a superar los 1.700 combatientes, el prócer chileno asignó un total de 650 hombres y 9 de sus 11 piezas de artillería para la defensa directa de los principales accesos. Junto con lo anterior, O’Higgins distribuyó a cientos de fusileros sobre los techos de las casas y edificios circundantes para hacer fuego cruzado sobre el enemigo, además de mantener una sólida reserva al centro, que paulatinamente debía enviar hombres a reforzar los distintos puntos que se presentaran más vulnerables a ser doblegados por los feroces ataques del ejército hispano. En señal de demostrar al enemigo que la lucha se empeñaría combatiendo hasta las últimas consecuencias, el general O’Higgins ordenó colocar jirones de trapo negro y rojo sobre las banderas patriotas, que permanecían enarboladas en cada trinchera y en las edificaciones de los contornos de la plaza. Según relato de Jhon Thomas, lo anterior obedecía a que los batallones hispanos enarbolaban banderas negras y rojas, en señal de no dar cuartel, motivo por el cual: “Cuando éstas aparecieron, O'Higgins había mandado izar iguales trapos negros y rojos en las trincheras, en las torres de las iglesias y en la casa del Cabildo.”

ELORRIGA EN ATAQUE SOBRE LA TRINCHERA NORTE Tras maniobrar eficientemente para bloquear la retirada de Juan José Carrera, y luego de que este último reuyera el combate, el comandante español Idelfonso Elorriaga se había posicionado con sus tropas en el sector norte de Rancagua. Avanzando en dirección a la plaza, Elorriaga ubicó sus fuerzas de caballería, conformadas por el escuadrón Lanceros de los Angeles (200 hombres), más los Carabineros de Abascal (150 hombres), en la intersección actual de las calles Oficial Manuel José Astorga y Libertador Bernardo 201


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O’Higgins; con el objetivo de interponerse estratégicamente entre los defensores de la plaza, y cualquier eventual refuerzo o auxilio en ataque por parte de las divisiones patriotas, que comandadas por los hermanos José Miguel y Luis Carrera, se encontraban acampando más al norte, en la localidad de Graneros. Estas unidades de caballería realistas, fueron puestas por el coronel Elorriaga bajo el mando de un viejo conocido suyo, el comandante español don Antonio Quintanilla, quien había realizado gran parte de la campaña de 1813, sirviendo lealmente bajo el mando del propio Elorriaga. Junto con lo anterior, y con el objetivo de atacar decididamente la trinchera patriota del sector norte de la ciudad, que estaba emplazada en la actual intersección de las calles Estado y Teniente Coronel Bernardo Cuevas; el coronel Elorriaga dispuso el avance de la infantería de su División, con una fuerza cercana a los 1.100 fusileros, conformada por los batallones Valdivia (500 hombres) y Chillán (600 hombres); comandados respectivamente por los coroneles chilenos Juan Nepomuceno Carvallo Pinuer y Clemente Lantaño Pino, quienes apoyados por 4 cañones, serían los encargados de tomar por asalto las posiciones enemigas en dicho sector. Carvallo era un oficial valdiviano que había hecho carrera en el batallón que comandaba. Reconocido a la fecha como un militar veterano, que había demostrado su valor en combate, estaba emparentado por la línea materna con los Pinuer, camaradas de armas y coterráneos de su mismo batallón, famosos por su reconocida lealtad hacia la figura del monarca hispano.

EL MONARQUISTA LANTAÑO EN COMBATE Por su parte Clemente Lantaño Pino, perteneciente a una acaudalada familia de hacendados chilenos de la zona de Ñuble, había demostrado a la fecha una marcada diferencia con sus hermanos José Miguel y Ramón, quienes militaban sirviendo lealmente al general O’Higgins en el ejército patriota; mientras que Clemente 202


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había tomado las banderas del ejército del Rey desde 1813, presentandose a servir continuamente ante los generales españoles Pareja, Gaínza y Osorio, colocando a disposición de la causa monarquista a las fuerzas del regimiento de milicias de Chillán, las cuales lideraba como su comandante.3 Siendo a la fecha uno de los oficiales más veteranos en acciones de combate, había evolucionado de ser un tosco jefe militar de milicianos y guerrillas, hasta transformarse en un disciplinado militar de oficio, condición que traspasó a su batallón de infantería, transformándolo en una respetable unidad de combate dentro del ejército hispano. Junto con lo anterior, era reconocido entre sus camaradas de armas, como uno de los más fervientes impulsores de consumar la campaña por las armas, sometiendo a los rebeldes revolucionarios patriotas, ante los cuales se demostró implacable en combate.

EL COMANDANTE SÁNCHEZ: BRAVO COMO LEÓN, HONRADO COMO EL ORO Por su parte, para la defensa del bastión patriota emplazado en la llamada Trinchera Norte, el general O’Higgins tomó la excelente decisión de designar como comandante de trinchera al alférez ayudante mayor don José Santiago Sánchez, quien dispuso para estos efectos de 2 cañones y 150 soldados, entre artilleros y fusileros. Sánchez se había integrado al ejército patriota como suboficial de la 4ª Compañía del batallón de Auxiliares de la Patria, combatiendo en las campañas del sur bajo el mando del entonces capitán Francisco Elizalde. Reasignado al batallón de infantería N°3,

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En su libro LOS DEFENSORES DEL REY, el historiador chileno Fernando Campos Harriet recoge el testimonio de un descendiente de Lantaño, el cual señalaba que: “… como partidario de O’Higgins y entusiasmado con la idea patriota, fue enemigo acérrimo del general Carrera, quien representaba en la Patria Vieja el predominio santiaguino sobre la aristocracia del Sur; que ante las arbitrariedades de la dictadura de Carrera una gran parte de la provincia prefiere continuar con el régimen anterior a someterse al de Santiago… En efecto, los acontecimientos arrastran a don Clemente a tomar una actitud resuelta; las violencias y depredaciones iniciadas por las autoridades y las fuerzas patriotas inclinan a los pobladores del partido de Chillán y de toda la provincia en masa, del lado del Rey, para defender sus familias, sus casas y sus campos.”

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que era comandado por el propio Elizalde, la jornada de Rancagua lo encontró sirviendo como su Ayudante Mayor4 de dicho batallón. Tras su herico desempeño en Rancagua, el nombre de José Francisco Sánchez se haría legendario entre las filas del ejército patriota, luego de empeñar una obstinada y vigorosa defensa contra las numerosas fuerzas realistas que intentaron doblegarlo, tras intensas horas de combate, donde logró mantener imbatible su heroica trinchera. Descrito con posterioridad por el general don José de San Martín, tenemos que el bravo Sánchez: “.. era chico de cuerpo, de modestísima apariencia, pero de gran corazón; bravo como un león, honrado como el oro…”; y esta elogiosa descripción no era gratuita, dado que sirviendo posteriormente al prócer argentino en la llamada Expedición Libertadora del Perú, Sanchez se destacó por ser uno de los comandantes más fieros y leales con que contó San Martín en dicha campaña, al punto de que cuando este último estuvo amenazado por la sublevación y amotinamiento de sus propios camaradas argentinos, contó con la leal colaboración de Sánchez, quien como coronel y comandante del batallón N°4 del ejército de Chile, optó por mantenerse fiel al general rioplatense. Así lo reconocía el propio San Martín al señalar con respecto a la llamada Conspiración de Lima que: “… Sánchez se habría dejado matar cien veces antes que consentir que se ejecutara aquel complot…”.

EL CATALÁN MOLINA COMANDANDO LA TRINCHERA PONIENTE Emplazada en la intersección del actual Paseo de la Independencia y la calle Teniente José Manuel Campos, la llamada Trinchera Poniente de los patriotas, pasó a ser defendida por 150 soldados entre artilleros y fusileros, más 2 cañones. Para efectos de sostener 4

Según las Ordenanzas Militares españolas, el oficio de Ayudante Mayor correspondía a una función, y no a un grado militar. Su nombramiento era atribución del Sargento Mayor de un batallón, quien escogía entre oficiales de distinto cargo (Alférez, Tenientes, Capitanes), a un colaborador de su exclusiva confianza, para que lo apoyara en las funciones de mando, impartiendo órdenes y velando por su estricto cumplimiento.

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su defensa a toda costa, el general O’Higgins designó como comandante de trinchera al capitan de infantería, don Francisco Javier de Molinas, el famoso Catalán Molina, quien una vez más daría cuenta de su valor legendario en combate, tanto haciéndose imbatible en defensa, como arriesgándose a salir en furioso contra ataque sobre el enemigo, tal como lo relataremos en su momento. Acostumbrado a batirse en desvantaja, y teniendo el glorioso antecedente de haber sido avalado en cada una de sus audaces acciones de guerra, por todos los comandantes bajo los cuales había servido, su antecedente más reciente lo había llevado a estar a cargo de la defensa del paso Los Robles en Cachapoal. Esa fama de guerrero imbatible, llenaría de entusiamo a sus soldados, quienes se prestaron a combatir a su lado con el mayor ardor guerrero, demostrando estar a la altura de su singular jefe. De esta forma, y sin amilanarse en ningún instante ante la evidente superioridad numérica de sus atacantes, el Catalán Molina se aprestó a resistir las embestidas de la llamada Primera División del ejército hispano, que con cerca de 1.400 fusileros, estaba conformada por los batallones de Concepción (600 hombres) y Voluntarios de Castro (800 hombres), más el apoyo de 4 cañones, era comandada por un distinguido oficial español, el coronel don José Rodriguez Ballesteros. Cabe señalar que entre las tropas del batallón realista de Concepción, destacaba un suboficial chileno, de nombre Vicente Benavides, quien tras esta jornada sería reconocido por el comandante Rodriguez Ballesteros, destacando el osado valor demostrado por este audaz sargento al combatir en Rancagua. Y aquella ocasión no sería la primera ni la última vez que Benavides se enfrentara a los patriotas y en especial al Catalán Molina, ya que con posterioridad Benavides seguiría enarbolando los estandartes de la monarquía española en Chile, transformándose en el terror de la causa pariota, y de sus connacionales en el sur del país.

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EL GLORIOSO E INEVITABLE DESTINO DEL CAPITÁN VIAL Ubicada en la intersección de las actuales calles Presidente Riesco y Andrés Alcázar, la llamada Trinchera Oriente de los patriotas disponía para su defensa de 2 cañones y 150 combatientes entre artilleros y fusileros, siendo designado por el general O’Higgins para estos efectos como comandante de trinchera, el capitán don Hilario Vial, valeroso oficial formado en el batallón Auxiliares de la Patria, siendo a la fecha un reconocido veterano de los combates en el sur de Chile, y en especial de la batalla de Membrillar, donde además de ser distinguido en el parte oficial por el comandante Mackenna, recibió una herida de bala en una de sus piernas, por parte de un fusilero enemigo. Durante la reorganización del ejército patriota de principios de septiembre de 1814, el general Carrera había decidido separar al capitán Vial de la vanguardia que defendería Cachapoal, lo cual llevó al general O’Higgins a insistir en la necesidad de contar con él, dirigiendo al comandante en jefe el siguiente oficio, con fecha 16 de septiembre desde Maipú: “De los oficiales de este cuerpo que V. E. dice no son de la aprobación del Supremo Gobierno, y que le expresé mi sentir sobre su comportación (hablando en verdad y justicia), podré afirmar a V. E. que el capitán don Hilario Vial es valiente, útil y aun necesario para la guerra. Si los demás que V. E. expresa tienen alguna nota, no está a mis alcances, y en su virtud podrá V. E. destinarlos a donde le parezca más conveniente.” No obstante, ni el mayor capricho de un gobernante puede interponerse a cambiar el rumbo al que están destinadas ciertas personas, y en un acto que a la luz de los hechos parece ser insólito, el gobierno del general Carrera, en una de sus escazas concesiones a los requerimientos de O’Higgins, accedió en este caso a lo solicitado por el prócer chileno, el cual respondía a su entera satisfacción con fecha 18 de septiembre de 1814, señalando: “Quedo impuesto de que el capitán don Hilario Vial lo es de la 4ª compañía del batallón número 3. Llegando a este Ejército, se le pondrá en posesión por su comandante 206


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de su referido empleo.” De esta forma, quedaba sellado el glorioso e inevitable destino al que estaba llamado a desempeñar el capitán Hilario Vial, en la heroica jornada de Rancagua, enfrentándose a la llamada Segunda División del ejército realista, compuesta por una fuerza cercana a los 1.050 fusileros, y conformada por los batallones Veteranos de Chiloé (500 hombres) y Auxiliar de Chiloé (550 hombres), los cuales eran comandados por el coronel español don Manuel Montoya; y contaban con el apoyo de 4 cañones y sus respectivos artilleros.

ASTORGA Y MILLÁN DEFENDIENDO LA TRINCHERA SUR Levantada en la intersección de las actuales calles Estado y O”Carrol, la llamada Trinchera Sur de los patriotas, estaba llamada a registrar los más recios y heroicos combates de la jornada. Luego de observar los movimientos del enemigo desde la torre de la iglesia de la Merced, el general O’Higgins logró percatarse que las mejores tropas adversarias, las cuales se diferenciaban marcadamente aún a distancia, tanto por la regularidad de sus uniformes, como por sus marchas y movimientos tácticos, estaban siendo destinadas por el general Osorio para irrumpir por la Trinchera Sur, por lo cual era necesario reforzar convenientemente dicho bastión patriota. Para efectos de contrarrestar el vigoroso ataque que se esperaba ejecutaran los realistas sobre dicho punto, el general O’Higgins dispuso para su defensa a un contingente de 200 combatientes entre fusileros y artilleros, junto con destinar 3 cañones y al mejor oficial de artillería que había en Rancagua para dirigir estas baterías, el capitán don Antonio Millán Gatica. Originario de la zona del Biobío, el capitán Millán había nacido en la localidad de Penco el año 1775, siendo hijo del oficial de Dragones de la Frontera don Luis Millán y de la señora Francisca de Paula Gatica. Luego de cursar sus estudios primarios en Concepción, se incorporó al ejército del Reino de Chile como soldado en 1802 y para 1804, ya estaba destinado a la 207


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artillería. Abrazando la causa patriota, para inicios de la guerra por la independencia de Chile en 1813, participa en distintas acciones, distinguiéndose por su heroísmo en el sitio de Chillán,5 actitud que se aprestaba a replicar con total naturalidad en Rancagua. Para liderar la defensa completa de aquel bastión patriota, el general O’Higgins designó como comandante de trinchera al capitan don Manuel José Astorga Camus, hermano de uno de sus ayudantes predilectos, como lo era el distinguido sargento mayor don Pedro Nolasco Astorga Camus. Hasta entonces, el capitán Astorga se había distinguido tibiamente por ser un oficial regular en el servicio, y lo que más lo identificaba era su mordaz oposición a los hermanos Carrera, situación que arrastraba desde los motines de 1811. Pero en aquella jornada de Rancagua, don Manuel José Astorga demostraría que no solo era habilidoso con su punzante verborrea, sino que además era tan valiente, temerario e incisivo ante el enemigo, lo cual lo llevaría a protagonizar uno de los episodios más gloriosos que se escribirían en su hoja de servicios. Por su parte, caracterizado por su valentía, la cual complementaba con una genuina humildad, el capitán Millán jamás hizo alarde de su merecida fama de héroe, y en aquella jornada de Rancagua derrocharía coraje junto a su comandante Astorga, liderando entre ambos una titánica resistencia ante el enemigo.

LOS INCORREGIBLES Y AGUERRIDOS TALAVERAS Para atacar la Trinchera Sur patriota, el general Osorio destino a sus mejores tropas, las cuales conformaban la llamada Tercera División de ejército, que era comandada por el distinguido oficial español don Rafael Maroto, y que tenía como columna vertebral a los aguerridos veternos peninsulares del batallón Talavera con 550 fusileros. Los Talaveras eran una unidad de guerra creada el año 1813 en Andalucía, conformada por veteranos españoles de las 5

Ver https://archive.org/details/INTREPIDOTEMERARIOYAUDAZ/page/n103

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guerras napoleónicas, pero que según relata el oficial hispano Rodriguez Ballesteros, estaba conformada por: “… los incorregibles, viciosos y de la escoria de otros regimientos… Estos fueron depositados en las Casas Matas, en la Carraca, arsenal de la isla de León, y conducidos a bordo para la navegación a América desarmados y escoltados por tropas armadas hasta el mismo buque. Basten estos antecedentes para deducir como deberían comportarse y cuales serían sus sentimientos posteriores, que movieron particularmente a Chile a un descontento universal por tanta insolencia, ultrajes y violencias cometidas contra las personas más notables y caracterizadas, sin distinción en uno y otro sexo. Siente decirse eran consentidos, sostenidos y autorizados por sus mismos jefes y oficiales.” No obstante todos los vicios y defectos que se les puedan atribuir, los Talaveras hicieron valer su condición de veteranos en batalla, y demostraron toda su expertise y valor militar en combate, pasando a ser considerados sin lugar a dudas, como una fuerza de élite dentro del ejército monarquista hispano que combatió en Sudamérica. Sin embargo y a pesar de constituir una poderosa unidad de combate, caracterizada por su acabada formación profesional en el ámbito militar, junto con poseer la adecuada formación táctica, cayeron en el lamentable error de menospreciar, tanto al resto de los batallones del ejército hispano, como a las propias unidades que complementaban su división, la cual estaba constituida además por las disciplinadas compañías de infantería del regimiento Real de Lima, que contaban con 200 fusileros, más el Escuadrón de Húsares de la Concordia, conformado por 150 jinetes que servían bajo el mando de Manuel Barañao. Y sería este mismo sentido de superioridad del cual hacían alarde, el que los llevaría a cometer la equivocación de mirar en menos y despreciar a sus rivales patriotas, los cuales tras iniciados los combates, los harían entrar en razón a punta de metralla y cañonazos.

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BATALLA DE RANCAGUA

General Mariano Osorio Estado Mayor Ejército Realista

EJÉRCITO MONARQUISTA HISPANO – 01 DE OCTUBRE DE 1814


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EL MORTÍFERO ATAQUE A LA TRINCHERA SUR Estando distribuidos los patriotas, cada uno en el puesto de combate asignado, en relato de Jhon Thomas, tenemos que: “Hechas estas disposiciones, O'Higgins subió a la cumbre de la torre de la Merced para hacer un segundo y más minucioso reconocimiento del enemigo (el cual estaba entonces tan cerca que podían distinguirse perfectamente sus cuatro columnas avanzando en la dirección de las cuatro principales calles). La columna principal venía en dirección a las trincheras de la calle San Francisco (Trinchera Sur) y estaba tan próxima que se esperaba por momentos un encuentro sangriento. O'Higgins se dirigió hacia esa trinchera y allí encontró al temerario capitán Astorga esperando con ansia la aproximación del enemigo, con sus cañones cargados y con sus artilleros mecha en mano. Los soldados, animados por la conducta de su oficial, mostraban la mayor impaciencia por comenzar la lucha.” El ataque realista comienza cerca de las 10:00 A.M., ejecutándose casi en simultáneo sobre los cuatro bastiones patriotas. Confiado en quebrantar rápidamente la resistencia de los patriotas el coronel español Rafael Maroto ordenó a sus tropas avanzar a paso firme, para asaltar el bastión enemigo que se le interponía a su frente. De esta forma los Talaveras y las compañias del Real Lima, marcharon con total arrogancia a la carga, en formación táctica de columna cerrada. Estando próximos al bastión patriota, son recibidos por una furiosa descarga de metralla y fusilería, que los deja a muy mal traer, haciéndoles romper totalmente su formación de ataque. Al respecto, Jhon Thomas relata que: “Cuando (los atacantes) se encontraron a la distancia de media cuadra, O'Higgins encargó que se apuntara bien y dio la orden de fuego; el resultado fué horroroso, porque no había medio de escapar de los tiros. Los asaltantes, al recibir esa mortífera descarga, se condujeron como correspondía a su calidad de veteranos, se precipitaron sobre las trincheras y las escaló un número considerable, lo que originó una 212


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lucha a la bayoneta que duró hasta que la mayor parte de los asaltantes quedaron muertos o heridos.” Los veteranos guerreros hispanos intentaron resistir y sobreponerse en el acto, impulsando a varios de ellos a tomar la temeraria acción de brincar por sobre los murallones de adobe, pero siendo repelidos a punta de bayonetas, balazos, arma blanca y culatazos por las tropas Astorga y Millán, los heroicos esfuerzos de los combatientes españoles, se hicieron infructuosos y solo vinieron a acrecentar las bajas entre los osados atacantes.

LA ARROGANTE SOBERBIA APLACADA A BALAZOS Se dice que al ser derrotados y expulsados de Italia por los tercios españoles del Gran Capitán don Gonzalo de Cordoba, los soldados franceses exclamaban que: “No hemos combatido con hombres sino con diablos.” Y es altamente probable que al recoger el testimonio de cualquier veterano patriota, que haya combatido en Rancagua y en especial la Trinchera Sur contra los Talaveras, sin lugar a dudas habría manifestado una opinión similar sobre sus adversarios. Y es que para un noble guerrero, su mayor satisfacción la alcanzará solo al enfrentar a un oponente digno, antes que luchar con un mediocre. Así tenemos que a pesar del mortal recibimiento que le brindaron los patriotas, el coronel Maroto se mantuvo firme en su soberbia decisión de continuar a toda costa con el ataque, para forzar en el menor tiempo posible la trinchera patriota. De acuerdo a la crónica del comandante español Rodriguez Ballesteros tenemos que: “Atacando por esta calle con su batallón el coronel Maroto en columna cerrada, el teniente coronel Velasco, comandante de las compañias del Real de Lima que observó la mortandad que sufría de frente con todos los fuegos de la batería de la plaza, le advirtió en confianza: - Mi coronel, ¿cómo ataca Ud. en columna cuando estamos sobre las trincheras?- A lo cual contestó Maroto: -Que a un jefe español no se le hacían advertencias, y que los bigotes le habían salido en la guerra 213


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contra Napoleón.- De esta forma, el coronel Maroto ordenó proseguir nuevamente con el combate, por lo cual ordenó a sus flamantes Talaveras avanzar nuevamente con imperturbable arrogancia al ataque, cuyo resultado tenemos en relato de Rodriguez Ballesteros: “Siguió su marcha y al encimar la puente de San Francisco (puente sobre acequia para atravesar la calle) recibió dos cañozanos a metralla que echaron por tierra la mayor parte de los granaderos y muchas hileras de derecha e izquierda de las compañías de fusileros, y de esto resultó la dispersión de un crecido número de tropas del batallón.” Sintiendose impotente frente a su audaz enemigo, y luego de comprobar la gran mortandad y bajas que presentaban sus tropas, el coronel Maroto ordenó la retirada para reagrupar sus fuerzas. Según Jhon Thomas, tenemos que: “Por el gran número de enemigos y el valor que desplegaron, el ataque habría tenido éxito a no ser por el fuego que se les hacía desde los techos de las casas, que los obligó al fin a retirarse de las trincheras hacia las calles laterales, en donde volvieron a formarse. Desde allí dieron dos nuevos ataques en rápida sucesión, pero con menos empuje cada uno de ellos y por lo tanto, igualmente estériles.

LA ENCONADA Y EXITOSA RESISTENCIA PATRIOTA En los demás sectores de la plaza, los ataques realistas también habían sido rechazados exitosamente por los patriotas. En la ´Trinchera Norte, la infantería de Elorriaga comandada por Carvallo y Lantaño, se veía impotente para forzar la resistencia patriota, por lo cual luego de un vigoroso ataque, los batallones hispanos de Valdivia y Chillán debieron optar por el repliegue, debiendo reagruparse a conveniente distancia. Sobre este punto Jhon Thomas señala que: “Apenas se habían rechazado estos ataques de la calle de San Francisco (Trinchera Sur), cuando O'Higgins se vio obligado a dirigirse a la calle de la Merced (Trinchera Norte), cuyas trincheras 214


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eran atacadas por otra numerosa columna enemiga. El capitán Sánchez se condujo con la mayor tranquilidad y valor, alentado por la presencia de su jefe, quien tuvo la satisfacción de ver también rechazado este ataque después de un sangriento encuentro.” Sobre la Trinchera Oriente, el comandante coronel Montoya desplegó a sus batallones chilotes en ataque, pero si bien sus tropas eran valientes y aguerridas, al estar carentes del profesionalismo, la experiencia y la ferocidad demostrada por los Talaveras, no lograron arremeter con el suficiente ímpetu de combate, para forzar el bastión del capitán Hilario Vial, quien logró rechazar sus ataques, y mantenerse firme en su posición junto a sus hombres. Por su parte en la Trinchera Poniente, el Catalán Molina no tuvo mayores complicaciones para repeler el ataque de los penquistas y chilotes que comandaba el coronel Rodriguez Ballesteros, y al respecto tenemos en relato de Jhon Thomas que: “La columna que avanzaba hacia la calle del poniente fue la última en atacar y fue rechazada con menor dificultad que las otras tres, pues los asaltantes habían perdido mucha de la evidente confianza que en un principio manifestaban. El capitán Molina (el catalán) había dado el más magnífico ejemplo a sus soldados y O'Higgins inspiraba confianza a todos con su presencia y acción.” De esta forma, las fuerzas patriotas lideradas por O'Higgins habían rechazado exitosamente a las fuerzas hispanas, en todos y cada uno de los bastiones. Al respecto, Barros Arana señala a modo de resumen de aquella embestida inicial que: “Jamás las tropas chilenas habían desplegado más heróica firmeza ni más altas dotes militares, resistiendo con un valor incomparable las repetidas y vigorosas cargas de fuerzas tanto más numerosas. El combate duraba más de una hora. Los realistas contenidos y rechazados por todas partes, comprendieron la inutilidad de aquel ataque; y obedeciendo a las órdenes despachadas del cuartel general, se replegaban hacia atrás para cobrar aliento, y emprender enseguida un asalto mejor preparado.”

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PARA DOBLEGAR NO HAY OTRO CAMINO MÁS QUE PELEAR Durante la llamada Primera Guerra Mundial, a finales de septiembre de 1918, el comandante norteamericano Jhon J. Pershing analizaba los mapas de campaña en Francia, tratando de identificar la zona estratégica crucial en territorio enemigo, que fuera ideal para avanzar en el objetivo de quebrantar la resistencia alemana, identificando como punto esencial la zona defensiva de Kriemhilde Stellung, ubicada entre el río Mosa y el bosque de Argonne. Fuertemente atricherada, y provista de numerosos nidos de ametralladoras, dicha posición defensiva permitía al ejército alemán ejercer una vigorosa resistencia. Teniendo una ventaja numérica de seis a uno, Pershing dividió sus fuerzas en distintas unidades, oredenando un malogrado ataque envolvente, que fue rechazado con ferocidad por los defensores alemanes, generando el caos, la dispersión y una gran mortandad entre las tropas estadounidenses. Debiendo persistir en su objetivo, el comandante Pershing ordenó reintentar abrirse paso, recurriendo a brutales ataques frontales, lanzando contínuas oleadas de hombres a la lucha, soportando enormes pérdidas por las numerosas bajas que se generaban, sin embargo el estratega norteamericano, persistió en su empeño y: “Anotó sombríamente en su diario – No hay otro camino excepto pelear.- Nada de bravatas allí para maniobrar mejor que el enemigo y obligarlo a salir a campo abierto.”. Una situación similar a la que viviría el comandante Pershing, era la que experimentó el general Mariano Osorio en Rancagua. Tras la fallida primera intentona de ataque por parte del ejército hispano, se había generado gran incertidumbre en las tropas monarquistas, luego de ver defraudada su expectativa inicial de doblegar fácilmente la resistencia patriota. En un testimonio obtenido de primera fuente por parte de don Diego Barros Arana, en la persona del oficial español de los Talaveras, don Antonio García Aro, tenemos que al iniciarse la jornada el brigadier Osorio, muy 216


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confiado de sus opciones de triunfo: “Se había tendido en una cama a tomar algunos momentos de descanso, cuando rompió el fuego; y pocos instantes después recibía la noticia de la resistencia tan vigorosa como inesperada que oponían los patriotas. Osorio, despechado y rabioso por esa resistencia, acusaba a sus propios soldados de poca decisión y valentía; y sin moverse de aquél sitio, repetía sus órdenes de redoblar el ímpetu del ataque.” Ofuscado e impotente al ver que su estrategia de ataque envolvente y simultáneo no daba resultados satisfactorios, a pesar de la superioridad numérica y profesional de su ejército, el general Osorio persistió en quebrantar la defensa patriota a punta de ataques frontales; y recurriendo a una medida desesperada, y que bajo un análisis reposado puede evaluarse como descabellada: “Al saber la inutilidad de estos esfuerzos, mandó que el escuadrón de húsares, que formaba su escolta, diese una carga, que esperaba fuese decisiva.”

BARAÑAO: VALIENTE, ALTANERO Y DESAFIANTE EN ATAQUE De esta forma, el comandante argentino don Manuel Barañao, es encargado por Osorio para comprometerse en ataque con sus Húsares de la Concordia, milicia de caballería conformada en su mayoría por jinetes chilenos que entonces defendían la causa del Rey. Con el objetivo de forzar la posición patriota en la Trinchera Sur, pero a la vez con la clara intención de demostrar la valía de los combatientes del cono sur americano, que en parte eran mirados despectivamente y con bastante arrogancia por sus pares de las tropas españolas, el comandante Barañao se muestra altanero y desfiante ante sus propios camadas del batallón Talaveras. Al respecto, Rodriguez Ballesteros relata: “Barañao mandó sable en mano a sus húsares, diciendo a Maroto: - Que en América se peleaba de aquella suerte – cargó desesperadamente sobre la trinchera; y de otro tiro de metralla cayó herido del caballo y murieron varios

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húsares. Barañao no desmayó por este accidente, y con intrépido ánimo pasó a las calles atravesadas, echó pie a tierra al escuadrón y siguieron con sus tercerolas atacando furiosamente la plaza.” De esta forma tenemos que el valiente Barañao, al emprender el osado ataque, se vio derribado a poco andar de su caballo, el cual recibió una mortal herida de bala; pero persistiendo en la refriega y haciendo desmontar a sus húsares, continuó en su intentona de ataque con sus jinetes transformados en infantes, combatiendo a punta de sable y tercerola. No obstante tamaño heroísmo, su escuadrón fue prácticamente masacrado, recibiendo el propio Barañao en la refriega el disparo de metralla en un muslo, que lo mantuvo por meses en recuperación a muy mal traer, y que en definitiva lo dejó discapacitado, al verse afectado para el resto de sus días por una evidente cojera, pagando cara su desafiante osadía frente a la fiera defensa patriota, que dirigida heróicamente por el comandante Astorga y el capitán Millán en aquel sector de la plaza, seguían manteniéndose imbatibles.

CAMBIOS EN LA TÁCTICA DE ATAQUE En su memoria histórica sobre estos hechos, el cronista y comandante español José Rodriguez Ballesteros, en su rol de protagonista activo como combatiente en Rancagua, resaltaba la eficiencia del dispositivo defensivo implementado por el general O’Higgins: “En las cuatro entradas de la plaza tenía la tropa independiente formadas sus trincheras con artillería de grueso calibre; pero por las calles dirigían un fuego graneado de fusilería por ventanas, tejados y troneras abiertas en las paredes, parapetándose por dentro, y causaban un destrozo horrible, sin poder ser ofendidos.” Todo lo anterior llevó a que los comandantes realistas, manteniendo la estrategia de ataque envolvente sobre los cuatro bastiones patriotas, pasaran a cambiar la táctica de combate, convencidos de que su ingreso a Rancagua ya no sería un simple desfile militar. De esta forma y para contrarrestar el daño de la metralla y la fusilería patriota, los realistas del sector sur, optan por formar sus propios 218


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parapetos entre una y dos cuadras de distancia de las trincheras patriotas, tarea que en el parte oficial de la batalla, el general Osorio la reconoce como mérito del oficial español, capitán de Talaveras don Vicente San Bruno. En relato de Jhon Thomas tenemos que: “Rechazado el enemigo en todos los puntos, comenzó a darse cuenta de que las trincheras no serían forzadas con simples cargas a la bayoneta, sin la asistencia de fortificaciones iguales (que protegieran a su artillería) y no pudiendo hacer trincheras de análogo material se vio obligado a recoger arena en sacos para ese objeto y aún a emplear para ese fin una gran cantidad de líos de charqui. Colocaron en la cima de estas trincheras gran número de estacas afiladas para proteger a los tiradores.” Así tenemos que echando mano a cuanto puedieran disponer, desde líos de charqui, adobes, maderas, muebles y cuanto lograban tomar de las inmediaciones, las tropas monarquistas replicaron esta táctica en los cuatro puntos de ataque sobre la plaza, dando un giro a la táctica de combate, para empeñarlo a fuego de fusíl y cañon, de trinchera a trinchera. Así lo relata Jhon Thomas “Después del rechazo del asalto general de que ya se ha hablado, se mantuvo la pelea principalmente con el fuego de fusilería que se hacía desde los techos de las casas y por descargas de la artillería de largo alcance. Sin embargo, tan pronto como los españoles pudieron disponer de la cantidad necesaria de sacos de arena y líos de charqui, comenzaron a colocar sus baterías detrás de esas trincheras a una cuadra (150 yardas) de las baterías patriotas, en cada una de las cuatro calles principales. En esta tarea perdieron muchos hombres, por el vivo fuego con que se les recibía cada vez que aparecían en las calles. En cada una de estas cuatro baterías emplazaron dos cañones, algunos de los cuales eran de a cuatro y otros de a ocho libras, con los cuales abrieron violento fuego, fuertemente apoyado por descargas de fusilería. Las baterías patriotas respondían con igual energía, y dada la corta distancia, los desastres eran enormes.”

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ESCASEZ DE AGUA Y PERTRECHOS Complementando la nueva táctica de ataque, el general Osorio había dispuesto cortar el suministro de agua al interior de la ciudad, junto con proceder a incendiar todas las edificaciones aledañas. Al respecto, el comandante español Rodriguez Ballesteros relata que: “Al principio del ataque se cortó la única agua que entraba a la plaza, y después, conociendo que los sitiados se apoderaban de las calles y las casas haciendo un fuego ventajosísimo desde los tejados, se determinó por orden de Osorio incendiar la población, como se verificó en una porción de edificios.” Tal como señalamos con anterioridad, si bien O'Higgins había establecido su cuartel general en Rancagua, en ningún momento pensó en habilitarlo como punto defensivo permanente contra un asedio prolongado, tal como en su momento lo habían hecho los realistas en Chillán. De esta forma, la provisión tanto de víveres, como de agua y municiones al interior de la ciudad, era la suficiente solo para sostenerse aislado por un corto período. Para el caso de los cartuchos de fusil, en un documento presentado por el general Carrera, se detalla que las divisiones de O'Higgins y Juan José Carrera habían sido provistas en su momento de 30.000 unidades cada una, lo cual en un cálculo optimista, lleva a considerar que cada uno de los soldados fusileros que combatieron en Rancagua, disponían de menos de 40 cartuchos cada uno, una cantidad muy ínfima para enfrentar las necesidades de un combate prolongado. No obstante en el mismo documento elaborado por el general Carrera, señala que para la División de Luis Carrera, que contaba con menos de 1.000 combatientes, la provisión de cartuchos de fusil alcanzaba a 60.000, una disparidad enorme que dejaba en evidencia la pésima organización implementada en su ejército por el general en jefe patriota. La lógica más elemental indicaba que en Rancagua se debía establecer el depósito general de municiones, junto con haber concentrado a todas las fuerzas disponibles en esta localidad como punto de apoyo y cuartel general. Y demás está reiterar que la 220


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batalla debió empeñarse con todo para contener al enemigo a orillas del Cachapoal, y no en la estrecha plaza de Rancagua. Debiendo sobreponerse a estas carencias, y en especial a la vital escasez de agua, Jhon Thomas relata que: “Conociendo O'Higgins que por la condición humana siempre se desea más aquello de que se está privado, vio que si llegaba a saberse la carencia de agua, los soldados se creerían inmediatamente muertos de sed. Encargó entonces a su íntimo amigo el edecán (Pedro Nolasco) Astorga (que, como O'Higgins, merecía el nombre de corazón de león) que llevara algunos trabajadores a un corral apartado y cavara allí un pozo, colocando centinelas para evitar la indiscreción de los operarios. De este modo, si llegaba a saberse la falta de agua, podría disiparse inmediatamente la mala impresión de las tropas, anunciándoles que se había descubierto y se estaba despejando, un pozo que daría bebida en abundancia.” Luego de varias horas que destinaron a realizar estos preparativos, los realistas retoman el ataque, aunque esta vez parapetados y disparando a conveniente distancia, cerca de las 14:00 horas de aquel 01 de octubre de 1814.

COMANDANTES A PRUEBA DE BALAS La historia épica mundial, ha logrado recopilar diversos testimonios que dan cuenta de legendarios comandantes, que al lanzarse en ataque junto a sus tropas parecían ser inmunes a los proyectiles del enemigo. En épocas remotas, esta fama de imbatible fue personificada en el glorioso Alejandro Magno, quien sobrevivió a cuanto ataque y herida sufrió en sus innumerables combates. En épocas un tanto más recientes, tenemos la legendaria figura del general Mac Arthur, quien se caracterizaba por su impertérrito valor sobre el campo de batalla. Testigo presencial de lo anterior, fue en su momento el entonces comandante de la incipiente caballería blindada norteamericana, el coronel George S. Patton. En carta escrita a su esposa desde Francia, Patton relataba que con fecha 12 de septiembre de 1918, se encontraba comandando una división de 30 tanques, con los cuales avanzaba en ataque sobre las líneas 221


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alemanas. En el trayecto observó una brigada de infantería estadounidense, que se protegía del fuego alemán con todos sus hombres tendidos en el suelo, y utilizando para su protección hasta los hoyos que dejaban sobre el campo los proyectiles de la artillería enemiga… todos excepto el general Douglas Mac Arthur, quien permanecía completamente erguido, sobre una pequeña colina. En su carta, Patton señala que: “Me reuní con él y las andanadas (de proyectiles) reptantes venían hacia nosotros…” y cuando un proyectil estalló cerca, lanzando tierra sobre ellos, Patton permaneció erguido pero pestañeo: “-No se preocupe coronel- le dijo Mac Arthur con ironía – la (bala) que te mata ni siquiera se oye.” Su actuación en combate ese día le valió a Mac Arthur su quinta medalla de plata, y el respeto perdurable de Patton quien le contaba por escrito a su familia que “… Mac Arthur era el hombre más valiente que jamás he visto.” Y sería en los combates sobre Cóte de Chátillon en 1918 que la fama del general estadounidense alcanzaría mayor realce. Según relato de uno de sus biógrafos, tenemos que en aquella jornada: “Parecía casi imposible moverse sin ser fusilado. Cada vez que un ataque era repelido, Mac Arthur reunía a sus hombres, les daba ánimo y los conducía otra vez colina arriba. Los hombres caían a su alrededor, muertos, moribundos o heridos. Sin embargo, fuera de su centimétrico roce con la herida cuando una bala pasó a través de su manga, salió de esta feroz batalla ileso. Parecía a prueba de balas, como dijeron algunos de sus hombres.”

IMPERTURBABLE ENTRE LOS BRAVOS Y remontándonos a Rancagua, en aquella gloriosa jornada de octubre de 1814, tenemos el hecho indesmentible de la osada temeridad del general O'Higgins en combate, quien se desplazaba inmutable de un lado a otro, bajo el intenso fragor de las balas. Sobre la imperturbable valentía de O'Higgins, los hermanos Amunátegui en su obra sobre la Reconquista de Chile, daban cuenta de esta característica del procer patriota, señalando que: “…lo que le 222


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distinguía y le hacía sobresalir entre todos, era un valor siempre manifestado, jamás desmentido. O'Higgins era estimado en el ejército chileno como el bravo de los bravos. Semejante reputación era muy merecida. El general San Martin, excelente juez en materias de esta especie, declaraba en sus últimos años, cuando vivía retirado en Francia, que don Bernardo O'Higgins era el hombre mas valiente que había conocido. «O'Higgins, decía, usando de una de aquellas espresiones pintorescas que solía emplear, tenía el valor del cigarrito, esto es, era capaz en medio de un combate cuando las balas llevaban la muerte a todos lados, de preparar su cigarro y de fumarlo con tanta serenidad como si estuviera en su habitación, enteramente libre de temor».” Y sería en la jornada de Rancagua, donde cientos de testigos confirmarían el valor legendario demostrado en batalla por el gran líder de los patriotas, quien derrochando energía con su incansable despliegue, llenaba de entusiamos a sus tropas, tal como lo acreditan de forma indesmentible, diversos testimonios. Así tenemos en relato de Barros Arana que: “O’Higgins a caballo y seguido por sus ayudantes, recorría una tras otra las trincheras, infundiendo valor a sus soldados con la palabra y con el ejemplo, y haciendo distribuir municiones en los puntos en que pudieran escasear.” Por su parte Jhon Thomas relata que: “O'Higgins se dirigía constantemente al galope de unas trincheras a otras, exponiéndose así a mayor peligro que cualquiera de los soldados. Pocos hombres que se han arriesgado tanto como él han tenido la suerte de salir ilesos… Puede decirse que O'Higgins se hallaba en todas partes a la vez, valientemente secundado por los capitanes Astorga, Sánchez, Vial y Molina (el catalán), y también por sus edecanes Astorga, Flores y Urrutia.”

OTRA PROVIDENCIAL SALVADA DE O'HIGGINS El célebre poeta alemán Friedrich Schiller afirmaba que: “Los valientes solo se acuerdan de ellos en último lugar. Confían en el cielo y socorren al oprimido.” Y así tenemos que en pleno combate, una de 223


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las principales preocupaciones del general O'Higgins, era velar por sus soldados, y en especial por los heridos. Estando preocupado el prócer chileno por contar con la adecuada atención médica para sus hombres, con fecha 15 de septiembre de 1814 había enviado un oficio al general Carrera, advirtiendo de la ausencia de personal y elementos médicos en su ejército, ya que el médico Pedro Morán que desempeñaba esa función, se había trasladado a Santiago: “El cirujano Morán, que era el único facultativo que había en este ejército, marchó para esa con el batallón de granaderos. Se llevó todas las cajas de medicinas, y estamos en esta parte en el mayor abandono. Por ello se espera se sirva V.E. remitirlo, o al que tuviera a bien, con los medicamentos necesarios.” La situación anterior llevó al gobierno central a destinar los elementos médicos necesarios para los tropas defensoras del Cachapoal, contándose entre estos facultativos al ya mencionado Pedro Morán. En medio de los violentos combates en Rancagua, el cambio de táctica de ataque del ejército hispano, que estableció el fuego de trinchera a trinchera, vino a poner a los patriotas peligrosamente, bajo el alcance de la artillería enemiga en toda su extensión, llegando los proyectiles incluso hasta las edificaciones ubicadas en los alrededores de la plaza. En aquellas circunstancias, O’Higgins tiene otra de las tantas salvadas milagrosas de su vida, librándose de un proyectil enemigo, en instantes en que reprendía con firmeza al cirujano Pedro Morán, hecho que tenemos descrito en el relato de Jhon Thomas: “El principal cuidado de O'Higgins en todo tiempo era la protección de los heridos. No había, sin embargo, más que un número muy pequeño de cirujanos, y uno de ellos, llamado Moran, olvidó hasta tal punto sus deberes, que se escondió tan cuidadosamente como para que transcurrieran varias horas sin encontrarlo. O'Higgins, que sentía las heridas de sus valientes soldados como si fueran propias, se indignó tanto con la conducta de Moran, que ordenó se le buscara y llevase a su presencia, para juzgarlo y castigarlo. Cuando se le encontró fué enviado a una casa de la plaza que O'Higgins estaba examinando para dedicarla a hospital. Moran y O'Higgins se hallaban uno a cada lado 224


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de la puerta, a distancia de menos de una vara y mientras el primero trataba de excusarse, una bala de cañón pasó entre ambos, con tan aterrador silbido que el pobre médico quedó paralizado de temor. O'Higgins no pudo reprimir una carcajada y le dijo que fuera inmediatamente a cumplir con su deber, que así podría escapar de las balas de los enemigos, pero que en caso contrario, no escaparía de las balas de sus compañeros, pues lo condenaría inmediatamente a muerte.”

UN NUEVO ASALTO A LAS TRINCHERAS PATRIOTAS Entre las 14:00 y las 16:00 hrs de aquel 01 de octubre de 1814, el ejército realista se abocó a tratar de ablandar las posiciones patriotas, descargando sus fusilería alternadamente con el cañoneo casi en simultáneo de sus piezas de artillería, complementando todo lo anterior con incendios que afectaban a todas las edificaciones de los contornos. Este combate a distancia no favorecía mucho a los patriotas, ya que les hacía consumir sus municiones, las cuales eran muy escazas para responder a un asedio prolongado. De esta forma, la mejor manera que tenían los patriotas de combatir exitosamente, era esperar que los realistas se avalanzaran en asalto a sus posiciones, ya que así aprovechaban mejor los tiros de sus fusiles, y más aún, tenían la oportunidd de entablar combate cuerpo a cuerpo, donde a punta de arma blanca o culatazos, se podían equilibrar las acciones, causando una mayor cantidad de bajas al enemigo. Luego de un intenso y cruento bombardeo, y siendo pasadas las 16:00 hrs, el general Osorio creyó que había llegado el momento de volver a intentar el asalto a los bastiones patriotas, razón por la cual ordenó a sus comandantes, el volver a realizar ataques frontales con su respectiva infantería, en acción simultánea sobre los cuatro puntos de acceso a la plaza. De esta forma, los realistas insisten en arremeter durante toda la tarde, intentando forzar los distintos accesos a la plaza, pero en todos ellos son rechazados, recibiendo 225


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mortíferas descargas de cañonazos, metralla y disparos de fusil, y los más osados que llegaban a intentar forzar las trincheras, eran repelidos a cuchilladas y culatazos. Según relato de Jhon Thoma tenemos que: “De acuerdo con este plan, sus columnas avanzaron rápidamente para cruzar las 150 yardas que separaban las baterías españolas de las patriotas, llevando desplegadas banderas rojas y negras para mostrar su determinación de no dar cuartel. O'Higgins vio desde la torre de la Merced los preparativos para este ataque y ordenó reforzar todas las baterías y que toda la reserva se mantuviese lista para acudir al socorro de cualquier punto que peligrara. Los españoles seguían rápidamente las banderas negras y rojas que los precedían, gritando: «¡Traidores, rendirse! ¡rendirse insurgentes, o morir!», a lo cual los patriotas replicaban: «Viva la Patria, mueran los Sarracenos!> Este ataque general fue, si cabe, más sangriento que el primero e igualmente rechazados. Hacia la caída de la tarde, Osorio ordenó un tercer asalto general, el cual terminó, después de derramarse mucha sangre, con tan poco éxito como los anteriores.”

LOS REALISTAS NO CLAUDICAN Al ver que el ataque de sus tropas se hacía impotente frente a la férrea resistencia organizada por el comandante O’Higgins, el general Osorio entra en angustiante desesperación, abrumado por el remordimiento ante la desobediencia que había hecho de las últimas instrucciones recibidas de parte del virrey, por lo cual, para no seguir sumando bajas en sus batallones, decide optar por la retirada nocturna, enfrentándose una vez más a la opinión en contrario, por parte de sus jefes militares, quienes sin sospechar de la grave descoordinación que se vivía en el alto mando patriota, temían verse atrapados en medio de la noche, bajo el ataque cruzado tanto por parte de las fuerzas de O’Higgins, como por las del general Carrera. El comandante realista Rodriguez Ballesteros relata lo acontecido entonces en el ejército monárquico: “En la noche del 1° los jefes de división tuvimos orden del general Osorio, comunicada por el coronel 226


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Urrejola, para desamparar el sitio y retirarnos con las divisiones a inmediaciones del río Cachapoal; lo que no pudo verificarse por estar ya avanzados a la plaza; y que de haberlo ejecutado en aquella tenebrosidad, habría sido perseguido el ejército real por el general O’Higgins reunido ya a don José Miguel Carrera, que con su numerosa caballería se hallaba a poca distancia de la plaza, y entonces no hubiera quedado un solo realista para contar la tragedia.” Para ratificar su osada determinación, los jefes realistas encargan a parte de sus tropas, que avancen por las edificaciones del contorno de la plaza, derribando murallas e incendiando casas, a modo de abrirse paso por boquetes distintos a las calles de acceso, donde habían sido mortalmente castigados, en cada intento de ataque. Esta decidida acción del ejército hispano, llevó a que los patriotas pasaran prácticamente toda la noche en vela, combatiendo incansablemente. En relato de Jhon Thomas tenemos que: “O'Higgins no tardó en darse cuenta de este plan, y tomó tales disposiciones que el enemigo se vio obligado a mantener un sangriento combate por cada casa que ocupaba, el tiempo necesario para que los patriotas no pudieran extinguir el fuego prendido por los españoles. En muchos casos, en efecto, los soldados patriotas habían conseguido dominar la iniciada conflagración. Toda la noche transcurrió en esta sangrienta lucha, cuyo fragor dominaban las descargas de artillería. Los edificios incendiados daban luz más que suficiente para que continuara esta obra de horror. Entre tanto, un fuego tan continuado comenzó a agotar las municiones y a hacer temer a O'Higgins que todo el valor de sus soldados resultara estéril por falta de cartuchos.”

O’HIGGINS SOLICITA APOYO AL GENERAL CARRERA Al interior de la Plaza de Rancagua, los hasta entonces victoriosos gladiadores patriotas de O’Higgins, si bien estaban satisfechos con los triunfos de la jornada, y seguían intentando controlar los incendios y los contínuos ataques de los realistas, estaban

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angustiados por la apremiante escasez de víveres, de agua, y en especial de municiones que comenzaban a padecer, lo cual les haría muy dificil seguir resistiendo exitosamente en la jornada siguiente. Teniendo en consideración O’Higgins que la moral de sus tropas se mantenía en alto, pensaba que contando con la cantidad suficiente de municiones, podía continuar la vigorosa resistencia e incluso pasar al contraaqtaque, para alcanzar la victoria. Para estos efectos, decidió enviar un mensajero al general Carrera, solicitándole apoyo en municiones, pasando a redactar un escueto pero certero mensaje que presentó a Juan José Carrera, solicitando que lo ratificara con su firma. En relato de Jhon Thomas tenemos que: “Esto sucedía cerca de las diez de la noche, Juan José pidió entonces con ansiedad noticias de la batalla y al saber que el enemigo se preparaba a quemar la ciudad y que en parte lo estaba consiguiendo, demostró la mayor agitación y exclamó: «Firmaré todo lo que Ud. quiera, pero es inútil; José Miguel nos dejará perecer a ambos; lo conozco bien: él había determinado hacerlo perecer a Ud. y para conseguir su objeto, me destruirá a mí también, destruirá a su propio hermano».” Estas expresiones de Juan José Carrera, generaron la indignación del edecán de O’Higgins, el sargento mayor Pedro Nolasco Astorga, quien lo increpó ácidamente, dirigiendo insultos tanto al propio brigadier como a toda su familia, teniendo en consideración que la odiosidad política entre los Astorga y los Carrera se arrastraba desde hace años. En vista de lo anterior, el general O’Higgins intervino calmando las pasiones, junto con insistir en que Juan José firmara el mensaje con la solicitud de refuerzos, ante lo cual el brigadier Carrera accedió. En su Diario Militar, el general Carrera da cuenta de la recepción de este mensaje, de la siguiente forma: “… llegó a mi campo un Dragón disfrazado, conduciendo un papelito a nombre de O’Higgins; su contenido era el siguiente: “Si vienen municiones, y carga la tercera división, todo es hecho”. El Dragón salió saltando tapias y era muy posible que a su vuelta lo tomase el enemigo, porque tenía circunvalada la plaza, por eso no quise contestar por escrito sino lo muy preciso. Premié al soldado con 20 onzas y le repetí muchas veces, 228


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dijese a O’Higgins y a Juan José [Carrera], que no quedaba otro arbitrio para salvarse y salvar al Estado que hacer una salida a viva fuerza para unirse a la tercera división, que los sostendría a toda costa. Por escrito le hablé así: “Municiones no pueden ir sino en la punta de las bayonetas. Mañana al amanecer hará sacrificios esta división. Chile para salvarse necesita un momento de resolución.”

SE INTENSIFICAN LOS ATAQUES Habiendo estado toda la noche sosteniendo incansable lucha y asedio contra los patriotas, al amanecer del día 02 de octubre de 1814, el general Osorio optó una vez más por ordenar un asalto generalizado a primera hora, con la firme intención de quebrantar definitivamente, la obstinada resistencia patriota en Rancagua. Por su parte, luego de recibir el esperanzador mensaje del general Carrera, de manos del intrépido dragón patriota, O’Higgins quedó expectante para derrotar a Osorio, por lo cual mantenía la ilusión de ver aproximarse a primera hora a las fuerzas de José Miguel y Luis Carrera, y avanzar en contraataque hacia el triunfo, no obstante nada de esto ocurría, y la promesa de sus camaradas de que al amanecer “harían sacrificios” eran palabra muerta mientras las horas pasaban y pasaban, y las tropas realistas se alistaban en formación para retomar los ataques y asaltar los bastiones patriotas. En relato de Jhon Thomas tenemos que: “Al romper el alba del día Domingo 2 de Octubre, O'Higgins, desde lo alto de la torre de la Merced, volvió ansiosamente sus ojos hacia el camino de las Bodegas, con la esperanza de divisar las fuerzas de José Miguel, que debían venir en marcha, según las promesas de éste. En vano miraba, porque nada capaz de darle esperanza veían sus ojos. En cambio, dirigiendo la vista hacia abajo, pudo contemplar que las columnas enemigas se preparaban para otro asalto, el que se verificó poco después, teniendo el General la satisfacción de que fuera igualmente rechazado. O'Higgins se encontraba siempre en el punto de mayor peligro y sus tres valientes edecanes ocupaban los restantes. Las palabras no pueden hacer justicia a la energía y valor desplegados por el edecán 229


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(Pedro Nolasco) Astorga, quien parecía querer sobrepasar las hazañas de su valiente hermano (Manuel José Astorga), que tan denodadamente defendía el principal punto de ataque. Después de este último rechazo, el enemigo envió a un trompeta con bandera de tregua, pero se disparó contra él, como se había hecho con otro en la tarde anterior O'Higgins había ordenado que así se procediera mientras el enemigo tuviera desplegadas sus banderas rojas y negras… Habiéndose rechazado el cuarto ataque general, se procedió a retirar a los heridos y muertos y a repartir aguardiente (licor) a los soldados, pues éstos no manifestaban deseo alguno de comer.” Si bien este nuevo ataque fue repelido exitosamente por los patriotas, la escazes de municiones se hizo aún más apremiante, y pese a la valentía que podían desplegar sus defensores, la falta de cartuchos de fusil hacía muy difícil poder seguir manteniendo exitosamente la defensa, no porque los patriotas tuvieran temor a combatir cuerpo a cuerpo, sino que el problema era la abismante superioridad numérica del enemigo, lo cual hacía que la lucha a culatazos y esgrima de bayoneta, fuera del todo desigual.

ESPERANZA DE TRIUNFO PATRIOTA Tras rechazar el feroz ataque simultáneo de los patriotas, seguían pasando las horas y aún no se tenían noticias de aproximación por parte de los hermanos Carrera, para cumplir con su promesa de auxilio. De esta forma según relata Jhon Thomas: “O'Higgins volvió entonces a la torre de la Merced para ver si divisaba en el camino de las Bodegas alguna nube de polvo u otra señal de movimiento. Así pasaron cuatro horas más, durante las cuales sólo se oía el fuego de los cañones y de la fusilería; sólo se veían los incendios de las casas y los esfuerzos de los moradores por extinguirlos. Nada había que pudiera dar esperanza; al contrario, juzgando por los movimientos del enemigo, O'Higgins consideró que debía bajar de la torre para prepararse a rechazar el quinto ataque general. Este se verificó entre nueve y diez de la mañana y fue rechazado con una resolución que sólo podría comprenderse en hombres dispuestos a morir o vencer. 230


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O'Higgins dispuso sus habituales cuidados a los heridos y volvió de nuevo a la torre, y estaba allí desde pocos momentos cuando descubrió, por fin, lo que desde tanto tiempo esperaba, es decir, una gran nube de polvo en la dirección de las Bodegas (Graneros), que no le dejó duda alguna del avance de la división de José Miguel. O'Higgins ordenó a su edecán que anunciara inmediatamente a las tropas tan buenas noticias y que les ordenara gritar: «¡Viva la Patria, muera el Rey!», lo que hicieron con tan buenos pulmones que los gritos bastaron para ahogar hasta los estampidos de la artillería.” De esta forma, cerca de las 11:00 A.M. de aquel domigo 02 de octubre, por el sector norte de Rancagua se ve avanzar a la divisón patriota, al mando de don Luis Carrera, secundado por los hermanos José María y Diego José Benavente. En esos momentos las tropas al interior de Rancagua se emocionan de alegría, sientiendose triunfadores y victoriosos. Volviendo la mirada en esos instantes hacia el sur, el general O'Higgins observa desde lo alto de la torre de la Merced que una partida de caballería realista, enarbolando la bandera del Estado Mayor intenta salir de la villa, en dirección al vado central del Cachapoal por el Camino Real. Le llama la atención que la columna es encabezada por un jinete que se destaca por su poncho de color blanco. Para identificar a dicho jinete, llama al campesino Eulecio Gallardo, quien la noche del 30 de septiembre había traido el último mensaje desde las tropas realistas. Este le confirma que el jinete de poncho blanco, es nada menos que el general realista Mariano Osorio, que ante la arremetida de don Luis Carrera intenta ponerse a resguardo, quedando a tiro de galope, para escapar por el sur. En aquel momento para O’Higgins el panorama no podía indicar otra cosa: ¡la victoria de los patriotas sobre los realistas estaba decretada.!

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CAPÍTULO VIII

ESCENA DE LEYENDA PARA UN CUADRO MAGISTRAL


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CAPÍTULO VIII (Páginas 234 a 261) OHIGGINS ORDENA PASAR A LA OFENSIVA – EL CATALÁN MOLINA EN CONTRAATAQUE – EL TRÁGICO VUELCO DE UNA VICTORIA – LA DIVISIÓN DE ELORRIAGA DA EL VUELCO ESTRATÉGICO – UNA NACIÓN SE PIERDE CUANDO NO LA DEFIENDEN A MUERTE – OTRO INJUSTIFICABLE PROCEDER DE UN GENERAL EN JEFE – OHIGGINS SE EMPEÑA EN RETOMAR LA LUCHA – EL INFRUCTUOSO SEXTO ASALTO DE LOS REALISTAS – LOS REALISTAS INTENSIFICAN SU ASALTO A SANGRE Y FUEGO – ABRIRSE PASO O MORIR LUCHANDO – EL HEROICO COLAPSO DE LOS BASTIONES PATRIOTAS – LOS TALAVERAS COMO MANADA DE HOMBRES LOBO – EL CATALÁN MOLINA ABRIENDO PASO – EL CATALÁN MOLINA: IMPARABLE – LA IMPLACABLE FURIA DE LOS VENCEDORES – EL PRECIO DE SER CONFUNDIDO CON OHIGGINS – EL DESTINO DE SALVARSE Y SOBREVIVIR – LA MORTÍFERA SALIDA DE RANCAGUA – LA FEROZ ARREMETIDA FINAL – EL LEGENDARIO ORDENANZA DE OHIGGINS.

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O’HIGGINS ORDENA PASAR A LA OFENSIVA El general O’Higgins observa que para asegurar la victoria en Rancagua se debe avanzar en contraataque. Con este obetivo, selecciona un contingente compuesto por medio centenar de fusileros, y lo coloca bajo el mando del oficial ayudante mayor de dragones, don Francisco Ibañez, quien secundado por el subteniente Nicolás Maruri, recibe la orden de avanzar en ataque desde la Trinchera Sur patriota, sobre los improvisados parapetos que los realistas, comandados por el oficial de Talaveras, don Vicente San Bruno, habían habilitado el día anterior a un par de cuadras de distancia. De esta forma los patriotas comandados por Ibañez y Maruri, solo esperaron que el capitán Antonio Millán los precediera ejecutando una vigorosa descarga con su artillería, para lanzarse luego en un arrollador y a la vez brutal asalto a las posiciones del enemigo monarquista. El ataque de los soldados patriotas fue tan intenso, que a punta de sable y bayoneta provocaron la devastación en la trinchera enemiga, despertando a la vez el orgullo guerrero de San Bruno y sus veteranos Talaveras, quienes no podían quedar impávidos ante tamaña afrenta, por lo cual en instantes reagruparon una partida de fusileros con la intención de devolver el golpe, pero usando la táctica de avanzar en paralelo a la calle, es decir, por el interior de las destruidas viviendas, hasta alcanzar el patio de una casa donde esperarían el momento adecuado para subir a los techos y desde ahí masacrar a los atacantes patriotas, mientras estos se replegaban victoriosos, para volver a ingresar a la Plaza de Rancagua. Sin embargo para desgracia de los realistas, en aquellos intantes el suboficial Maruri, hombre dotado de esa bendita intuición que solo los guerreros más audaces logran desarrollar, alcanzó a advertir esta maniobra del enemigo, motivo por el cual organizó a sus hombres para que frustraran la sorpresa que esperaban ejecutar los Talaveras, llevando a los soldados patriotas hasta los contornos de 234


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la casa donde se agrupaban los fusileros realistas, rodeándolos sigilosamente, a la espera de su señal de ataque. Don Diego Barros Arana lo relata de la siguiente forma: “Esta señal la dio el mismo Maruri, arrojando al patio (de la casa donde estaban los fusileros realistas) una granada de mano, que le había remitido O’Higgins de la plaza. Ella produjo una confusión extraordinaria entre los realistas: todos quisieron huir del peligro que los amenazaba, pero todos fueron pasados a cuchillo por los patriotas; un tambor y dos soldados, los únicos que escaparon con vida, cayeron prisioneros.” Los resultados de este feroz contraataque, aparecen detallados a modo de resumen, en un documento de mediados de 1815, fechado en Buenos Aires, donde el general O’Higgins emite un certificado a solicitud del suboficial Maruri a modo de hoja de servicios, que acredita el desempeño de su recomendado en los distintos combates y campañas de la guerra por la independencia, además de su gloriosa acción en Rancagua: “… (Nicolás Maruri) se señaló en la batalla y ataques de Rancagua extraordinariamente, y en particular, en la salida que hizo de mi orden, con cuarenta y cinco hombres, contra una trinchera a distancia de dos cuadras de nuestra línea, sostenida por más de cincuenta hombres enemigos a los que pasó a la bayoneta, tomándoles el puesto y quitándoles la artillería, municiones y armamento que me entregó en la plaza; por cuya acción a nombre de la patria le concedí el grado de capitán de ejército que fue después aprobado, y a pedimento del interesado para que haga el uso que le convenga, le doy el presente certificado en Buenos Aires a 6 de junio de 1815.” 1

EL CATALÁN MOLINA EN CONTRAATAQUE Una de las grandes habilidades que logró desarrollar el general O’Higgins en su carrera militar, fue el hecho de llegar a detectar 1

Luego de Rancagua, el valiente Maruri si bien tuvo la ratificación verbal por parte del general Carrera de confirmarlo en su ascenso a capitán, en la práctica esto nunca se llegó a concretar.

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adecuadamente las competencias de cada uno de sus hombres, con sus virtudes y defectos, situación que le permitió en muchas ocasiones lograr encomendar la tarea correcta a las personas más adecuadas. De esta forma tenemos que en una segunda salida en ataque casi en simultáneo a la de Ibañez y Maruri, fue encargada en la Trinchera Poniente por el general O’Higgins al intrépido Catalán Molina, quien secundado por uno de los ayudantes del general, el teniente Luis Flores, salió en contraataque contra las fuerzas de Rodriguez Ballesteros que habían emprendido en principio la retirada, esperando sumarse al repliegue ordenado por el general Osorio. Sobre este punto Jhon Thomas relata que: “El capitán Molina tuvo igual suerte en su ataque, secundado por el joven y valiente edecán Flores. La sorpresa había sido grande para los enemigos. La mitad de ellos había huido arrojando sus armas; la otra mitad se emborrachaba con vino y aguardiente que había encontrado en dos casas cercanas, entrando en ellas por la fuerza y asesinando a todos sus habitantes, aun a los ancianos y a los niños. El capitán Molina y sus soldados se horrorizaron de tal manera a la vista de esta cruel carnicería, que hicieron terribles represalias, matando a bayonetazos a los asesinos y haciendo prisioneros sólo a los que estaban fuera de la casa y no se habían mezclado en los robos y violencias. Tan pronto como los capitanes Ibáñez y Molina llegaron a la plaza con sus prisioneros y piezas de artillería capturadas, O'Higgins consideró que la sangrienta lucha había, por fin, terminado. Ordenó echar a vuelo las campanas y que todo hombre capaz de marchar se preparara a perseguir al enemigo.” Y así tenemos que tras las heroicas arremetidas, tanto del catalán Molina secundado por el teniente Flores, como la del oficial Ibañez secundado por Maruri, el general O’Higgins ve pasar en esos momentos la victoria patriota sobre sus ojos, tal como lo relató con sus propias palabras al rememorar esa gloriosa jornada: “En aquel momento me lisongié de la victoria, porque ví retirarse al enemigo de todos los puntos que ocupaba hacia el rio Cachapoal. Cesaron los 236


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fuegos de la plaza, respiramos por un momento. Disponía los restos de mi tropa para concluir con el enemigo en su retirada y pasos del río, donde me lisongeaba de quitarles su artillería…”.

EL TRÁGICO VUELCO DE UNA VICTORIA Pero en instantes todo el victorioso panorama que visualizaban los patriotas, cambia radicalmente. En relato de Jhon Thomas tenemos sobre este punto que: “En este momento de general alegría, Juan José (Carrera) salió de la casa del Cabildo y corriendo a los brazos de O'Higgins exclamó: - «Mi heroico amigo, usted ha salvado a Chile. No sé de qué manera podremos recompensarlo». - O'Higgins replicó intencionadamente, pero con buen humor: «Quizás con una copa envenenada o con una sangrienta daga». Juan José (Carrera) quedó anonadado, pero recobrándose replicó: «No lo permita Dios: Chile no es desagradecido y jamás podrá mirar a usted sino como su salvador». En ese momento las personas que estaban en el techo de la casa del Cabildo comenzaron a gritar: «¡Se arrancan, se arrancan! O'Higgins preguntó quienes eran los que huían y se le respondió que la tercera división (patriota). O'Higgins replicó que eso era imposible y subió al techo del Cabildo, descubriendo desde allí, a la tercera división que huía en desorden ante las guerrillas (realistas). Aun dudando de la posibilidad de tal hecho, subió a la torre de la Merced desde donde podía dominar todo el horizonte…”, comprobando de esta forma según relato del propio O'Higgins, quien con total desilusión pudo observar a la distancia que: “…el general en jefe (don José Miguel Carrera), precipitádamente se retiraba al mismo tiempo que el enemigo en fuga.” ¿Cómo se explica el hecho de que los patriotas pasaran de sentirse triunfadores, a verse totalmente desesperanzados?.

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O'Higgins observando desde la torre de la iglesia de la Merced en Rancagua (fray Pedro Subercaseaux.)


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LA DIVISIÓN DE ELORRIAGA DA EL VUELCO ESTRATÉGICO Parte de la explicación se obtiene de la mano de la llamada División de Vanguardia del ejército realista, que tal como hemos señalado, estaba comandada por el coronel Idelfonso Elorriaga, y ubicada en el sector norte de Rancagua, con el doble objetivo tanto de asediar con su infantería a los patriotas que estaban al interior de la plaza, como proteger al ejército hispano de cualquier arremetida o aproximación de los independistas, desde Santiago. Al aproximarse las fuerzas de Luis Carrera y los hermanos Benavente, el español Elorriaga se volcó de inmediato en posición de ataque para repeler esta eventual agresión de los patriotas, para lo cual realizó los aprestos en su caballería, compuesta de los escuadrones de Lanceros de Los Angeles y los Carabineros de Abascal que comandaba Quintanilla. A estos le sumó el apoyo de unas cuantas compañías de fusileros comandadas por Lantaño, y con ellas se aprestó a dar batalla a los refuerzos insurgentes que se aproximaban desplegados en ataque. En aquellos instantes, el general Osorio había enviado una orden para que el comandante Quintanilla resguardara la retirada de su ejército hacia la orilla del Cachapoal, con su escuadrón de caballería, lo cual dejó desconcertado al oficial español, quien se aprestaba con el comandante Elorriaga a continuar dando combate, considerando que era un contrasentido ordenar la retirada. Sobre este punto, tenemos el relato del propio Antonio Quintanilla en su crónica sobre estos hechos: “Osorio conoció que la tenacidad de O’Higgins y el auxilio de Carrera podría hacerle retirar, y veía la dificultad de verificarlo; por otra parte se hallaba comprometido a la orden del virrey, y en tal apuro llamó al que suscribe, para que estuviese pronto a retirarse…”. Complementando el relato anterior, el propio Quintanilla es sus memorias autobiográficas señala que: “Osorio pensó que podrían reunirse estos (las tropas de Luis Carrera) con aquella (las fuerzas de O’Higgins en Rancagua) y determinó levantar

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el sitio y ponerse en retirada. Me llamó para comunicarme su resolución y que estuviese listo para proteger ésta, pues iba a dar orden que se efectuase. Yo me admiré de esta resolución y no pude menos de decirle que si la ponía en ejecución contase con que se pasaban al enemigo la mayor parte de los soldados del país, incluso los de mi escuadrón, porque en iguales circunstancias siempre había sucedido lo que experimentaría si llevaba a efecto la retirada y que la división de caballería que traía Carrera, como que lo más se componía de milicia, era fácil batirla con nuestra caballería reunida y que por ser el ataque en las calles de infantería contra la misma arma, podía reunirse y atacar a la enemiga de Carrera cuya ejecución me ofrecía yo. El general se convenció y dió orden para que (el resto de) la caballería se pusiera bajo mi mando. Yo salí de la cañada al frente de mi escudrón y apenas me presenté al frente del enemigo éste se puso en fuga desordenada, quedando pues libres del temor, de que se reuniesen al ejército que estaba sitiado en la plaza.”

UNA NACIÓN SE PIERDE CUANDO NO LA DEFIENDEN A MUERTE Al heróico almirante español don Blas de Lezo, se le atribuye la siguiente frase: “Una nación no se pierde porque unos la ataquen, sino porque los que la aman no la defienden.” Y para un verdadero patriota, dicha defensa debe ser a ultranzas, tal como en la antigua Roma la ejerció en su momento el legendario Horacio Cocles, sobre el puente Sublicio contra los etruscos en el río Tiber, heroica hazaña épica que con siglos de posterioridad inspiró los versos de Lord Thomas Macaulay llevándolo a declamar que: “A todo hombre de esta tierra tarde o temprano le llega la muerte ¿Y qué mejor manera de morir puede tener que la de enfrentarse a su terrible destino, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?. Lamentablemente para los patriotas sitiados en Rancagua, el ataque de sus camaradas de la llamada Tercera División de don José Miguel y su hermano Luis Carrera, no tuvo el toque de heroísmo épico que

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se necesitaba en aquellas circunstancias, y luego de sostener ciertos tiroteos a distancia, junto con realizar algunas tibias aproximaciones, fueron aplacados por la división de Elorriaga, quien apoyado por la reforzada caballería de Quintanilla, más la infantería chillaneja de Lantaño, los impulsaron a retroceder para luego obligarlos a emprender una vergonzosa e injustificada retirada. En su contradictorio relato justificativo sobre estos hechos, el general Carrera en su Diario Militar señala que: “El enemigo hacía movimiento sobre nuestra retaguardia y nos presentaba fuerzas muy superiores; nada era esto, lo espantoso para nosotros era ver que mientras más nos empeñábamos los de la tercera división, menos fuego se hacía de la plaza llegando al extremo de callar enteramente. Me persuadí y todos creyeron que la plaza estaba capitulando o iba a capitular. ¿Qué hacer en tales circunstancias? ESTOY SATISFECHO DE HABER LLENADO MIS DEBERES, ordenando la retirada a la Angostura [de Paine], para fortificarnos en aquella ventajosa posición…”. Sin embargo esto último tampoco se llevó a la práctica, dado que el propio general Carrera había abandonado en septiembre los trabajos de fortificación en Angostura de Paine, y más aún, no tenía en dicho lugar ningún acopio de pertrechos, forraje, víveres ni municiones, y solo desde el día anterior mantenía en ese punto una escuálida guarnición de apenas 190 fusileros, que habrían sido más utiles al emplearlos en el ataque sobre Rancagua, que mantenerlos en dicho punto.

OTRO INJUSTIFICABLE PROCEDER DE UN GENERAL EN JEFE El historiador chileno Benjamín Vicuña Mackenna, gran admirador del general José Miguel Carrera, e íntimo amigo personal de uno de los hijos del prócer como lo fue el desventurado político y aspirante a revolucionario don José Miguel Carrera Fontecilla; si bien en sus obras se esmeró siempre por justificar y enaltecer la gesta patriótica de los hermanos Carrera, llevándolo a suavizar y aplacar sus

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injustificadas acciones, incluyendo la muerte de su propio abuelo el brigadier Juan Mackenna en duelo a manos de Luis Carrera en Buenos Aires, hecho que si bien lo consideraba doloroso le parecía una accidental desgracia sobre la cual no albergaba el menor rencor, es lapidario en su juicio sobre la actuación de los hermanos Carrera y los Benavente en Rancagua. Así tenemos que en notas complementarias de la crónica histórica sobre estos hechos de don Diego José Benavente, uno de los comandantes de la llamada Tercera División patriota que se aproximó a Rancagua, Vicuña Mackenna señala sobre estos hechos que: “Jamás, jamás se encontrará en nuestro desapasionado concepto, razón alguna que justifique la inaudita conducta de Carrera y de la tercera división en el asedio de Rancagua. El señor Benavente, que mandaba un cuerpo de caballería en esa tercera división llama ridículo ese cargo; ¡pero cual más grave que el acusar a un general en jefe de dejar abandonada la mitad de su ejército y contenerse con simples escaramuzas, mientras que aquel sucumbía con un inmortal denuedo! En vano se esfuerza también Carrera en disculpar su funesta inacción fuera de la plaza porque no acierta a dar un motivo plausible. Lo más que dice es que con caballería no podía atacar la cañada ocupada por el enemigo, y que una vez emprendido este ataque era preciso continuarlo hasta dentro de la plaza. ¡Y cual se imaginaba era su deber y el de sus tropas en aquel aciago momento!el de simples espectadores! O bastaba, como el afirma llamar la atención del enemigo por aquella parte! Otra de sus razones es que mandó decir a O’Higgins de palabra con el dragón que vino de la plaza “que saliera al amanecer del pueblo” pero este recado está entredicho en su esquela de esa misma noche. Por último lo que más exaspera e irrita el ánimo contra la conducta de aquel caudillo en esas circuntancias es la razón que dá para su retirada y que el señor Benavente acepta como muy natural. Esta no es otra que el silencio profundo que reinaba en la plaza, lo que hizo creer dice el señor Benavente que había sucumbido. Es realmente triste que se den explicaciones de este género por actos tan graves.”

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O'HIGGINS SE EMPEÑA EN RETOMAR LA LUCHA Desembarazados del ataque patriota de la división de Carrera, quienes se retiraron ante la arremetida de las fuerzas de Elorriaga, los realistas vuelven a concentrar sus fuerzas, emprendiendo un nuevo ataque con intención de forzar la plaza, aún sin lograr quebrantar la resitencia de O’Higgins y sus bravos defensores. Siguiendo el relato de Jhon Thomas tenemos que: “Después de tan descorazonadora escena, O'Higgins volvió sus miradas hacia el vado, temeroso de lo que pudiera ver en esa dirección y se convenció de que lo que temía, se había realizado completamente: vio la bandera roja y su escolta de dragones, que poco antes sé retiraba tan rápidamente, volver con igual celeridad hacia la ciudad, y que todo el ejército español se movía con la mayor prisa á fin de volver a ocupar sus antiguas posiciones, lo que pudo hacer en cortísimo tiempo porque su retaguardia se había convertido en vanguardia. Aunque O'Higgins consideraba ahora que su destrucción era casi inevitable, no manifestó síntoma alguno de abatimiento. Ordenó que las tropas reunidas en la plaza marcharan a defender las trincheras y, si era posible, a destruir las del enemigo, pues (anteriormente) la certidumbre de que la batalla había terminado en la ciudad era causa de que los capitanes Ibáñez y Molina no hubieran tomado las medidas necesarias para inhabilitarlas. No se oyó, entretanto, un murmullo entre los soldados, quienes siguieron a sus valientes jefes Astorga, Sánchez, Vial y Molina, para volver a las antiguas posiciones, y se preparaban para destruir las trincheras del enemigo, cuando una descarga general de artillería y fusilería les anunció que habían llegado demasiado tarde. Por otra parte, los asaltantes suponían que la fuga de la división de José Miguel habría desalentado en absoluto a los sitiados y avanzaban, por lo tanto, con mayor furia que en los primeros ataques. Toda la actividad de O'Higgins, de sus edecanes y de los valientes oficiales que mandaban los puestos de las trincheras se requirió entonces para

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mantener el ánimo de la gente en circunstancias tan terribles, y pudo verse al propio General O'Higgins que con un fusil defendía la ciudad como pudiera haberlo hecho un soldado raso. Los españoles mantenían todavía sus banderas rojas y negras, pero en vez de gritar motes despreciativos, como antes, decían: «No hay esperanza, patriotas; sus cobardes compañeros los abandonan; ¡rendirse!» O'Higgins y sus valientes oficiales respondían: «¡Morir primero, tiranos! » y en este grito los acompañaban todos los soldados.”

EL INFRUCTUOSO SEXTO ASALTO DE LOS REALISTAS Según relato del propio O'Higgins al renovar sus ataques, los realistas querían doblegar la moral de los defensores patriotas, instándolos en forma reiterada a optar por la rendición: “«No hay esperanzas, patriotas, sus cobardes compañeros os abandonan, rendirse». Eran ya las doce del segundo día de acción, no nos quedaba más que un cajón de municiones de fusil, todos los oficiales y sargentos de artillería se hallaban muertos y heridos, no alcanzaba a contar con veinte artilleros, algunos soldados de infantería servían los cañones, ya los soldados desmayaban con la fuga vergonzosa de la 3ª División. En este estado me propuso el General del centro (Juan José Carrera) se mandase un parlamentario pidiendo capitulación; contesté prefería la muerte a tratar con tiranos tan infames y no accedí. Habiendo llegado el fuego de las casas a las mismas trincheras, los tizones que caían de los techos nos incendiaron dos armones. Se nos acercó un trompeta que gritó: - Rendirse, patriotas, o morir», se le contestó por nuestros bravos soldados: «morir primero, tiranos»; y se volteó de un balazo al trompeta. Volvieron segunda vez a repetir, se les contestó lo mismo.” Esta tenaz e inquebrantable resistencia llevó al general Osorio a insistir una vez más en empeñar otro ataque simultáneo, y sus tropas enseguecidas por la rabia y la ferocidad ante enemigos tan porfiados y tozudos, se volcaron decididamente en intentar doblegar

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una vez más a sus oponentes, en tan enconada lucha. Cerca de las 13:00 hrs se llevó a cabo un nuevo asalto de las tropas realistas. En relato de Jhon Thomas tenemos que: “Era este el sexto ataque general verificado durante treinta horas de incesante lucha y aun los bandos obraban como si en realidad no hubiera más que la alternativa de la victoria o de la muerte. Los soldados patriotas se envalentonaban pensando que ya habían rechazado cinco veces a los españoles; por su parte, éstos confiaban en que los defensores de Rancagua adoptarían luego la línea de conducta tomada por la división de José Miguel. Engañados en esta esperanza, tuvieron luego que retirarse después de experimentar grandes pérdidas.”

LOS REALISTAS INTENSIFICAN SU ATAQUE A SANGRE Y FUEGO Siendo cerca de las 16:00 hrs, los patriotas aún se mantenían imbatibles defendiendo la plaza de Rancagua. No obstante, la desilución de verse abandonados por sus camaradas, el desconsuelo de verse escapar los anhelos de triunfo que abrigaron fervientemente por instantes, el cansancio, la falta de agua, víveres y municiones, y la gran cantidad de bajas entre muertos y heridos que sumaban en sus filas, comienza a quebrantar a los heróicos defensores. Por su parte las fuerzas del general Osorio no podían esperar a que volviera a caer la noche sin alcanzar la victoria. Ellos no podían permitirse establecer un asedio prolongado, necesitaban resarcirse cuanto antes de su desobediencia ante las órdenes del virrey, y la única forma de lograrlo, era con un triunfo aplastante sobre los patriotas de Rancagua. Esto los llevó nuevamente a empeñar el combate a sangre y fuego. En relato de Jhon Thomas tenemos que: “Encontrando los españoles que era muy difícil forzar el paso a través de las trincheras, volvieron al plan adoptado la noche anterior, es decir a tratar de incendiar casas, en la esperanza de que el fuego se extendiese hasta la plaza misma y no dejara a los patriotas otra alternativa que rendirse o perecer. Volvió entonces a empezar la

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lucha desde los techos y desde las torres de las iglesias. Todas las manzanas que quedaban vecinas a las fuerzas enemigas fueron consumidas por el fuego, con escasísimas excepciones; y los españoles consiguieron luego pegar fuego a la casa que quedaba al lado derecho de las trincheras de la calle de San Francisco (Trinchera Sur). Eran cerca de las cuatro de la tarde cuando los soldados que estaban en las torres de las iglesias y en los techos de las casas pudieron observar que la división de José Miguel (Carrera) continuaba su retirada y se hallaba entonces a tres leguas de distancia. Comenzaron entonces a gritar que estaban traicionados por Carrera y que toda resistencia era ya inútil.” Pasaban los minutos y en todos los bastiones patriotas la situación se hacía cada vez más apremiante, en especial sobre la Trinchera Sur donde: “El fuego había prendido con tanta furia que era imposible dominarlo. Algunas chispas alcanzaron hasta la casa vecina, en donde se habían amontonado las pocas municiones que quedaban, las que hicieron explosión. Inmediatamente después el enemigo envió (nuevamente) a un trompeta, quien gritó: «¡Rendirse, patriotas, o morir!» a lo que el valiente capitán Astorga y sus soldados replicaron «¡Morir, primero, tiranos!», disparando sus fusiles en seguida y haciendo huir al trompeta. Antes de media hora volvió otro trompeta con la misma proposición y recibió igual respuesta. Los fuegos de las baterías patriotas comenzaron entonces a flaquear a vista de ojos por falta de municiones y por el mal estado de los fusiles que eran muy viejos y estaban casi inútiles por el excesivo uso que habían tenido.”

ABRIRSE PASO O MORIR LUCHANDO De esta forma, estando prácticamente carentes de municiones, desde el medio día que los patriotas habían seguido resistiendo más con la lucha cuerpo a cuerpo que disparando, por lo cual su desgaste se intensificaba cada vez más, ya que su evidente inferioridad numérica les había llevado a consumir a esas horas, practicamente a todas sus tropas de reserva. Todo lo anterior llevó una vez más al general Osorio a confiar en su superioridad numérica, insistiendo en 246


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un nuevo ataque simultáneo, pero esta vez empleando para ello a nuevos comandantes, de quienes esperaba dieran nuevo impulso a las acciones. Así lo detalla Jhon Thomas: “Osorio pensó entonces en un nuevo ataque. El capitán (español) Marqueli, de los Talaveras, debía dirigir el asalto de la tan disputada trinchera de San Francisco; el coronel Elorriaga se haría cargo de la columna del oeste; el teniente coronel Barañao, aunque mal herido, y otro oficial, iban al mando de las dos columnas restantes. A pesar de que los realistas estaban forzando los bastiones, aún eran mantenidos a raya por los patriotas, aunque cada vez se acercaban más al centro de la Plaza de Armas de Rancagua. Pero la heroica resistencia de las fuerzas independistas continúa siendo vulnerada en forma cada vez más incontenible, y la gran cantidad de muertos y heridos que había entre sus filas, les impedía a esas alturas el poder seguir defendiendo convenientemente, cada uno de los accesos, por lo cual, estos empiezan a ceder uno a uno irremediablemente. En aquellos momentos, según relato de Jhon Thomas el general O'Higgins: “Horriblemente cansado por tres días de esfuerzos, sin una hora de sueño; decepcionado y lleno de amargura por la cobarde huida de José Miguel (Carrera), habría buscado la muerte ante el enemigo como una gloriosa terminación de sus sufrimientos; pero O'Higgins pensó que todavía le quedaba un pequeño grupo de soldados y que debía poner todos los medios para salvar a esos infelices. Bajando de la torre, ordenó entonces a los capitanes Anguita, Ibáñez, Freire y (el Catalán) Molina (que estaban ocupados en la calle del este) que tuvieran pronta toda la caballería para hacer una salida y que prepararan también el número suficiente de caballos para ser montados por el resto de las tropas sobrevivientes. No debía olvidarse a los heridos que estuvieran en condiciones de ser transportados, pero la verdad es que estos eran pocos, porque casi todos los heridos, después de ser curados, volvían a la defensa de las trincheras; aun algunos hacían esto después de dos heridas, que en cualquier otra circunstancia habrían justificado separadamente la permanencia en

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el hospital. O'Higgins hizo avisar a Juan José (Carrera) que estuviera dispuesto, con su mejor caballo, para hacer una salida.”

EL HEROICO COLAPSO DE LOS BASTIONES PATRIOTAS Estando los combatientes patriotas exhaustos por el cansancio, sin suficientes cartuchos de fusil para repeler a balazos, rodeados de heridos y cadáveres, y asediados por las abrazadoras llamas y el tóxico humo de los incendios que prácticamente consumían todos los alrededores de la plaza, comenzaron a ceder en los distintos bastiones, oportunidad que aprovecharon los realistas para comenzar a capturar las trincheras, tal como lo señala el comandante Rodriguez Ballesteros, quien relata en su crónica que: “… después de avanzar la artillería por forados que se abrieron en las paredes de las casas por no poder sostener sus fuegos en las calles directas por el graneado de metralla y fusilería de la plaza, la primera división realista de mi mando consiguió tomar una trinchera por el famoso capitán del batallón Concepción don Pedro del Pino y el sargento del mismo cuerpo Vicente Benavides (ambos chilenos, pero defensores de la causa del rey)… Con la apertura de algunos forados pudo aproximarse esta división hasta la misma plaza.” Casí en simultáneo al tenaz avance de la división de Rodriguez Ballesteros en la Trinchera Poniente, los realistas irrumpieron en arrollador ataque con inusitada furia, logrando penetrar por el sector de la Trinchera Oriente, donde su comandante y tenaz defensor, el capitán Hilario Vial tras ser herido de muerte, cayó inmolado defendiendo su reducto, falleciendo al interior de los toscos murallones de su glorioso bastión, quedando tendido al pie de sus cañones. Los realistas a sangre y fuego, logran exitosamente traspasar este reducto, y comienzan a concentrarse en él, avanzando paulatinamente hacia la plaza, hasta ser contenidos momentáneamente por los patriotas, practicamente a mitad de cuadra de la plaza. Habiendo practicamente colapsado la defensa de

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ÚLTIMOS MOMENTOS EN RANCAGUA (fray Pedro Subercaseaux.)


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los bastiones de los accesos oriente y poniente, la resistencia se concentraba en el centro de la plaza y en los accesos norte/sur, contando los patriotas en aquellos instantes con menos de 300 hombres en condiciones de combatir, aunque todos prácticamente sin municiones.

LOS TALAVERAS COMO MANADA DE HOMBRES LOBO A esas alturas del combate, la Trinchera Sur patriota seguía estando fuertemente asediada por los Talaveras, mientras el comandante Astorga y el capitán Millán seguían esmerándose en su heroica defensa. En relato de Jhon Thomas tenemos que: “La pelea en las trincheras de San Francisco había sido tan sangrienta que habían muerto todos los artilleros, excepto tres y la mayor parte de la infantería había corrido igual suerte, de manera que el valiente (Manuel José) Astorga tenía que seguir batiéndose casi solo.” Entre los artilleros sobrevivientes de la Trinchera Sur, se encontraba el glorioso capitán don Antonio Millán, quien desde el amanecer de aquel día, se encontraba gravemente herido en una pierna, tras haber recibido un impacto de fusil; sin embargo esto no era impedimento para que continuara aunque a duras penas, intentando hacer fuego contínuo con una culebrina de 8 libras, la única de sus tres cañones que seguía funcionando. En testimonio recogido por los hermanos Amunátegui, tenemos que a falta de agua para enfriar su único cañon disponible, el capitán Millán procedió a mojarlo con su propia orina, y a falta de balas de metralla para cargarlo, lo llenó de monedas de plata, para hacer fuego contra los incansables Talaveras; y así tenemos que varios de estos feroces soldados debieron haber resultado muertos o heridos con los proyectiles de plata disparados por el valiente Millán, quien parecía estar luchando contra una manada de hombres lobo. Pero tanto heroísmo no era suficiente para contener el arrollador ataque de los realistas. Así tenemos en relato de Jhon Thomas que: “Por fin, el

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enemigo consiguió forzar la trinchera; los dragones, que constituían la única reserva y que fueron enviados a socorrerla, tuvieron que retirarse a la plaza, hacia la cual el enemigo avanzaba desde el sur en masas tan formidables que hacían toda resistencia imposible a los 200 hombres válidos, único y triste remanente del ejército. O'Higgins ordenó entonces al capitán Astorga que defendiera la entrada a la plaza por la calle de San Francisco con 30 voluntarios durante tan largo tiempo como le fuera posible y que fuera retirándose gradualmente. El capitán Sánchez debía hacer igual cosa en la calle de la Merced y las fuerzas defensoras del oriente y del poniente debían concentrarse rápidamente en la plaza y montar a caballo.” El plan de retirada del general O’Higgins era simple, pero involucraba mucha bravura y coraje para ejecutarlo, y dado que los realistas ya habían asaltado con éxito tres de los accesos a la plaza, solo queda como vía de escape, arremeter por el acceso norte, razón por la cual el prócer chileno ordenó a sus tropas replegarse desde todas las calles aledañas, haciendo fuego en la medida que dispusieran de municiones, para concentrarse y montar a la grupa de los dragones que se encontraban reunidos en formación de ataque, al centro de la Plaza de Armas de Rancagua.

EL CATALÁN MOLINA ABRIENDO PASO Para enfrentar con éxito su retirada, los patriotas debían superar una serie de obstáculos. El primero era saltar su propio bastión de la Trinchera Norte, que por su altura cercana a los 130 centímetros podía ser superada facilmente por cualquier jinete con cierta habilidad, sin embargo no era llegar y pasar sobre ellas, ya que al otro lado se encontraba el grueso de la infantería de Elorriaga. De esta forma, los leales defensores de la monarquía como lo eran los soldados de los batallones Valdivia y Chillán, esperaban interponerse a toda costa con sus fusiles. Sin embargo una vez salvado estos primeros obstáculos, se presentaban otros, tal cual eran las propias e improvisadas trincheras que habían habilitado el día anterior los realistas, las cuales eran de considerable altura, 251


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constutuyendo un serio obstáculo para sobrepasarlas saltando a caballo. Posterior a estas habían más tropas de la infantería de Elorriaga, y un poco más al norte, se encontraba patrullando el grueso de la caballería realista, comandada tal como recordaremos por el comandante Quintanilla. O'Higgins se mostró imperturbable en su decisión de quebrantar cualquier obstáculo, por lo cual en relato de Jhon Thomas tenemos que: “Hecho esto se comisionó al capitán Molina (el catalán) para dirigir la vanguardia, como oficial de dragones de probado valor; 1 venía en seguida O'Higgins con su Estado Mayor; después el capitán (José Francisco) Sánchez y su compañía, y, por fin, el valiente (Manuel José) Astorga, que no cesó de hacer fuego al enemigo mientras se retiraba de la plaza. O'Higgins dio orden al capitán Molina para cargar a galope tendido sobre las trincheras enemigas, persuadido de que sólo la mayor celeridad podría salvar a su columna de la destrucción.” Pero dado que el valiente capitán don Francisco Javier de Molinas no acostumbraba a darse por vencido, y menos verse desbordado por el enemigo, tenemos en testimonio recopilado por don Diego Barros Arana entre varios veteranos de este glorioso combate, que luego de replegarse desde su Trinchera Poniente por ordenes del general O'Higgins con sus tropas hacia el centro de la plaza de Rancagua, el bravo catalán había dejado encendida una larga mecha, oculta a modo de que explotara con posterioridad sobre un depósito de municiones. La explosión ocurrió en instantes que los patriotas hacían su retirada de la plaza, abriendose paso sable en mano con el propio Catalán Molina en primera fila, generando conmoción entre los realistas, quienes pensaron que los patriotas habían dejado más dispositivos explosivos de este tipo en otros sectores. La confusión de la

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En estricto rigor, si bien el audaz Catalán Molina era reconocido como un eximio jinete, y la mayoría de sus cargas las había ejecutado en combate sable en mano, en el escalafón del ejército chileno, nunca fue asignado a la caballería, y siempre figuró en los escalafones como oficial de infantería. No obstante correspondiendo la denominación de Dragón a un militar que podía desempeñarse indistintamente como infante o jinete de caballería, las características de combate del bravo Catalán Molina encajaban perfectamente en dicho concepto.

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explosión permitió el escape y salvación de otros patriotas que habían quedado retenidos en las inmediaciones. Lanzada la vanguardia patriota en furioso ataque para sobrepasar la trinchera norte, generó una icónica escena de heroísmo épico, que en palabras del historiador argentino Julio Cesar Raffo de la Reta es descrita como: "Escena de leyenda, motivo para un cuadro magistral. símbolo insuperable del valor, poema heroico e inmortal, que llena de gloria imperecedera a las armas del país hermano.” Y es precisamente esta heroica fase del combate la que inspira el esplendoroso óleo de fray Pedro Subercaseaux, sobre la gloriosa carga ejecutada en la plaza de Rancagua. En relato del propio general O'Higgins tenemos que: “Fue tal la fiereza de nuestra pequeña columna, que en menos de cinco minutos se rompió y atropello la línea enemiga pisoteándoles los artilleros y fusileros, desmontándoles dos piezas de artillería que tenían en aquel punto. Seguían a nuestra caballería como 200 hombres de infantería entre soldados y oficiales, fué tanta la carnicería de ambas partes a golpe de bayoneta y culatazos que apenas se podía pasar por la multitud de cuerpos.”

EL CATALÁN MOLINA: IMPARABLE Sin embargo, tal como señalamos con anterioridad, el saltar la propia TRINCHERA NORTE era el primer escollo que debían sortear los patriotas, ya que a la siguiente cuadra, se encontraban los parapetos construidos por los propios realistas, tanto para protegerse como para hacer fuego a distancia, y que pasaron a ser a primera vista, un escollo insalvable para la temeraria retirada de los independistas. Sobre este punto Jhon Thomas relata que: “El capitán Molina (el catalán) ejecutó estas órdenes con la mayor energía, salvando así muchas vidas; pero al llegar a las trincheras del enemigo, se vio que eran demasiado altas y macizas para poder salvarlas. Toda la columna se encontró entonces detenida y, si ello hubiera durado mucho tiempo, el fuego que desde todos lados recibía, la habría 253


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aniquilado. O'Higgins gritó a la infantería montada que estaba detrás de los dragones, que echaran pie a tierra y que destruyeran la parte superior de las trincheras a fin de dejar paso a los caballos, añadiendo que no podía darse ni recibir cuartel. En ese momento Juan José (Carrera) y el coronel Calderón se alejaron por las calles del lado opuesto. Juan José escapó sólo merced a su espléndido caballo, pero Calderón fue tomado y encerrado en un patio interior en donde fue flagelado por San Bruno y otros. Sin embargo tal era el cansancio de la guardia que lo custodiaba que durante la noche pudo salir de la prisión y escaparse por intermedio de un famoso bandido chileno que por casualidad encontró en la calle. En cuanto a Juan José, no se sabe a punto fijo como consiguió escaparse, pues nadie le habló después de la entrevista en el curato en la cual había solicitado de O'Higgins que capitulara. Entre tanto el capitán Molina había terminado su trabajo de rebajar la trinchera y gritando « ¡A la carga, no dar cuartel!» fué el primero en saltarlas, seguido del resto de la columna. Sin embargo, el caballo de O'Higgins estaba tan rendido que fué necesario la ayuda de varios hombres para pasarlo al otro lado. Vencido este obstáculo, pudieron retirarse a todo galope hacia la Cañada, sin experimentar grandes pérdidas… por el momento.”

LA IMPLACABLE FURIA DE LOS VENCEDORES Luego de que los patriotas irrumpieran por el sector norte de la plaza de Rancagua, el ejército de Osorio avanzó a sangre y fuego para tomar el control de la ciudad, junto con dar merecido castigo a los insurgentes que habían osado resistirle sin señal de rendirse por más de 30 horas, practicamente ininterrumpidas. Según relato de Barros Arana, tras el colapso de la Trinchera Sur, el heroico capitán don Antonio Millán, aún habiendo recibido heridas de bala y arma blanca, se empeñaba en proteger la retirada de sus compatriotas que a diferencia de él, estaban en condiciones de montar a caballo o emprender marcha como infantes. De esta forma tenemos que:

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“…Millán llegó arrastrándose hasta la plaza, y entró a la iglesia matriz, llena de mujeres y niños que buscaban asilo contra la saña de los vencedores, y allí fue hecho prisionero por algunos soldados Talavera.”2 Siguiendo con el relato de Barros Arana tenemos que: “Casi al mismo tiempo entraron los realistas a la plaza por las otras calles. Los pocos patriotas que quedron en la ciudad, después de la salida de O'Higgins, siguieron aún resistiendo con el valor de la desesperación. El teniente de voluntarios don José Luis Ovalle, en lo más crudo de la refriega, mantuvo izado el estandarte tricolor (patriota) en el centro mismo de la plaza, hasta que cayó herido por una bala de fusil; y si bien alcanzó a montar a caballo y seguir a O'Higgins en su salida, le cupo la desgracia de recibir dos lanzasos y de quedar en poder del enemigo.3 El teniente José Maria Yañez, que relevó a Ovalle en su puesto, murió defendiendo con denuedo la bandera nacional. El capitán don José Ignacio Ibieta, a quien una bala de cañón le había cortado las piernas, defendió puesto de rodillas con un valor sobrehumano el paso de una trinchera; y despreciando las promesas de perdón que a nombre de Osorio le hacían sus enemigos, se mantuvo firme en su puesto, hasta que sucumbió acribillado de balas.” 4

EL PRECIO DE SER CONFUNDIDO CON O'HIGGINS Teniendo los soldados realistas el deseo de lograr capturar, castigar y ajusticiar al insurgente O'Higgins, que tantos sinsabores y pérdidas 2

Junto con ser un valiente de pies a cabeza, otro rasgo que caracterizó siempre al capitán Millán fue el cultivar un carácter humilde y de muy bajo perfil, sin hacer jamás ostentación de sus acreditadas hazañas, las cuales incluso llegaba a desmentir. Luego de escapar de su cautiverio, logró volver a enrolarse con posterioridad en los ejércitos patriotas, donde siguió combatiendo en las guerras por la independencia. 3 Cabe precisar que el valiente José Luis Ovalle, combatió con el rango de subteniente en Rancagua, y que a pesar de sus múltiples heridas, logró escapar de su cautiverio entre los realistas, y emigrar con posterioridad a Mendoza, desde donde regresó en su momento para combatir nuevamente por la independencia de Chile. 4 Con rigor histórico cabe señalar que el heroico Jose Ignacio Ibieta, al combatir en Rancagua tenía el rango de teniente, aunque es probable que haya estado en calidad de graduado como capitán. Antes de ver cercenadas sus piernas por un cañonazo, ya había recibido un impacto de bala en uno de sus brazos.

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les había causado con su obstinada y tenaz resistencia, se esmeraron por lograrlo a toda costa, y quienes por error fueron confundidos con su persona, pagaron un alto precio a manos del enemigo. Asi tenemos la suerte del teniente coronel de las gloriosas milicias de Rancagua, don Bernardo Cuevas: “… que se había batido con valor en la trinchera de la calle de la Merced (Trinchera Norte patriota), fue hecho prisionero en la retirada de los patriotas, y bárbaramente asesinado por los enemigos. Confundiéndolo algunos con el general O'Higgins, porque llevaba una casaca galoneada, pretestando otros que había intentado escaparse después de haber caído prisionero, y deseando todos satisfacer una inútil venganza, lo fusilaron en la calle, sin proceso ni ceremonias. Igual suerte cupo a muchos soldados que intentaron defender sus puestos o resistir por más tiempo.” Pero este no sería el ínico acto de castigo que recibiría el infortundo comandante Cuevas. En septiembre de 1815, las autoridades hispanas decretaron la incautación y el embargo total de sus bienes, en favor de la Corona Española y en perjuicio de la familia del difunto insurgente. Así lo acredita el siguiente documento del Archivo Nacional (Capitanía General. Volumen 174.) que señala: “… en atención a que según resultan las declaraciones precedentes y es notorio, Bernardo Cuevas fue muerto en la acción de Rancagua, donde se le encontró defendiendo la causa de la insurrección del Reino, en clase de Oficial de las tropas rebeldes, con las armas en la mano, haciendo resistencia al Ejército Real, cuyo hecho le califica de un traidor, decidido enemigo del Rey y de la nación, se declara que por tanto, debe, conforme a la ley, perder todos sus bienes y aplicarse a la Cámara de S.M. y en su consecuencia, haciéndose cargo de ello los expresados Ministros de Real Hacienda, procederán prontamente a su enajenación… a cuya tasación harán que se proceda desde luego, dándose entretanto los pregones acostumbrados para su remate…”. Otro oficial patriota de alto rango que estuvo a punto de correr la misma suerte, fue el coronel y mayor general del ejército patriota en Rancagua, don Francisco Calderón, situación que tenemos en relato de Barros Arana: “… tomado a la salida del pueblo, recibió golpes y

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ultrajes de la soldadesca y estuvo a punto de correr en la plaza la misma suerte que Cuevas, a consecuencia de una igual confusión. La presencia casual de Osorio salvó a ese oficial de una muerte inevitable. Cuando este jefe se convenció de que aquel prisionero no era “el miserable O'Higgins” a quien buscaban con tanto ahínco, lo reconvino en los términos más duros y depresivos, y por un impulso violento, indigno de un militar y de un caballero, le dio unos golpes con un látigo que tenía en la mano; pero suspendió la ejecución y mandó que se le encerrase entre los prisioneros…”. Con posterioridad, tras pasar algunos años, tenemos que: “El coronel Calderón, hallándose en Valparaíso cuando se habría la campaña de marzo de 1818, hacía alusión a estos hechos en una carta que escribía a O'Higgins para pedirle que tratara a Osorio con el mayor rigor si caía prisionero. Conviene recordar que Calderón era un hombre suave y bondadoso, pero no podía olvidar aquel cobarde ultraje.”

EL DESTINO DE SALVARSE Y SOBREVIVIR Tal como hemos dado cuenta en estas páginas, en la historia épica universal encontramos distintos casos, que a simple vista parecen milagrosos o fuera de lógica, que dan cuenta de como algunos míticos comandantes, han logrado salvarse y sobrevivir casi inexplicablemente, en situaciones de peligro que parecen insólitas. Asi tenemos que en 1918, en un reconocimeinto nocturno practicado por el general Douglas Mac Arthur sobre Cóte de Chátillon en Francia, avanzó encabezando personalmente una patrulla estadounidense sobre campo enemigo. Al ser detectados a distancia, los alemanes descargaron una andanada de artillería, lanzando al suelo a todos los atrevidos exploradores. Luego de unos instantes, Mac Arthur se reincorpora, y ordena a sus hombres que se retiraran, no obstante nadie le contesta. Se acerca a los soldados que estaban más próximos, remeciéndolos para que se levantaran, sin mayores resultados, lo cual lo llevó a comprobar al poco rato de que todos

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estaban muertos, e inexplicablemente, el era el único sobreviviente. Siendo un cristiano devoto, Mac Arthur atribuyó ese milagro a la protección divina del Todopoderoso, ante lo cual afirmaba con la convicción de un predestinado que: “Fue Dios. El me tomó de la mano tal como lo hizo con Josué.” Remontándonos a Chile y la gloriosa jornada de Rancagua, algunos pseudo investigadores se han dado a propagar sin sustento ni base, el rumor de que para lograr escapar ileso de aquel sangriento escenario, O'Higgins fue auxiliado en aquel momento por el chileno Clemente Lantaño, comandante del batallón Chillán de la división realista de Elorriaga, por sobre cuyas tropas de infantería debían abrirse paso los patriotas para salir de Rancagua. Lo anterior no tiene ninguna base o sustento serio, y de igual forma se podría elucubrar con la falacia de que el propio O’Higgins salvó la vida de Lantaño, al ordenar a sus soldados que tuvieran la ridícula precaución de no sablearlo ni pasarle por encima con sus caballos. Más aún, en el parte oficial de la batalla elaborado por el general Osorio, se refiere expresamiente al: “… Coronel Lantaño, que rechazó por tres veces a los de afuera (se refiere a las tropas patriotas de los Carrera y los Benavente), y luego cargó sobre los que huían…”. Lo cierto es que que los patriotas que sobrevivieron milagrosamente a los combates de Rancagua, seguirían encontrándose con otros obstáculos que pondrían en serios aprietos su retirada, razón por la cual la marcha en dirección a salir rumbo a Santiago, se hacía cada vez más peligrosa y mortifera a cada paso.

LA MORTÍFERA SALIDA DE RANCAGUA Al llegar a la actual Alameda de Rancagua, los patriotas son recibidos por una lluvia de balas de la infantería de Elorriaga, cuyas tropas intentaban a todo trance detener a sangre y fuego la retirada de los rebeldes insurgentes. En relato de Jhon Thomas tenemos que: “Allí encontraron una división del enemigo compuesta de cerca de 600 hombres de todas las armas, la cual abrió inmediatamente el fuego. Hallándose el enemigo en posesión del camino de la izquierda, que 258


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conducía a las Bodegas (Graneros), O'Higgins ordenó a la columna que se dirigiera hacia la cuesta de Chada y tomó entonces el mando de la retaguardia. En ese momento cayó muerta una mula que iba inmediatamente detrás de O'Higgins y que llevaba sus ropas y papeles en dos petacas, que fué necesario abandonar al enemigo aunque con harto sentimiento, pues O'Higgins consideraba una gran desgracia la pérdida de sus papeles.” Pero la pérdida de su equipaje y archivo personal no sería lo más doloroso que experimentaría O'Higgins en aquellos momentos, ya que en medio de la feroz arremetida del enemigo, una bala vino a impactar mortalmente en la persona del sargento mayor don Pedro Nolasco Astorga, el heroico y predilecto ayudante del prócer chileno, quien hasta entonces había avanzado cabalgando y combatiendo sable en mano, a la par con el propio O'Higgins, hasta ser derribado y muerto en el acto. En relato de Jhon Thomas tenemos que tras la pérdida del equipaje de O'Higgins : “…esta desgracia iba a ser olvidada inmediatamente por otra mayor, que O'Higgins jamás cesaría de lamentar: su amado edecán Astorga fué muerto a su lado en el momento en que se preparaban a pasar sobre una gran acequia o canal al norte de la Cañada, último obstáculo de alguna importancia que a la retirada se oponía… Ordenó entonces a la columna que avanzara a paso regular, pero sin apresuramiento, y él tomó su sitio en la retaguardia, conversando con el valiente capitán (Manuel José) Astorga, que estaba desolado por la muerte de su hermano y que, sin embargo, continuaba cumpliendo su deber con su valor y habilidad acostumbrados.”

LA FEROZ ARREMETIDA FINAL Impactado por la trágica muerte de su colaborador, a poco andar O’Higgins se ve en la obligación de retomar su trayecto y continuar sin pausas su acelerada marcha hacia Santiago, a riesgo de ser acribillado o capturado por los realistas, que lo seguían acechando en todo el trayecto. Logrando tomar el entonces llamado camino de la Cuesta de Chada que daba acceso a Santiago, O’Higgins se separa del resto del contingente y continúa avanzando solo en compañía de 259


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cuatro de sus más cercanos y leales colaboradores: el capitán don Domingo Urrutia, el teniente don Luis Flores (pariente de O’Higgins por línea materna como ya hemos señalado); además de dos de los más fieles ordenanzas del prócer chileno; sindo estos los soldados Jimenez y Soto. A poco de avanzar en el trayecto, se percatan que una partida de dragones realistas continúa en persecución. Según el relato de Jhon Thomas tenemos que: “Habiendo recorrido como un tercio de legua, se encontraron con una guerrilla enemiga de treinta hombres de caballería, que pasó a medio tiro de fusil hacia la izquierda. Ambas partidas se miraron pensando que ya había habido demasiada pelea y pasaron a corta distancia una de otra sin cambiar ni una palabra ni un tiro. Un poco más lejos y mientras atravesaban un terreno boscoso, salió de repente de entre la espesura un dragón español de extraordinaria estatura y muy bien armado y vestido. Pasando rápidamente entre los dos ordenanzas se colocó a la espalda de O'Higgins y tenía ya la espada levantada sobre su cabeza para dar un golpe que de tal brazo habría resultado seguramente mortal. El ordenanza Jiménez, observando el riesgo en que O'Higgins se encontraba, le dio tal golpe en la cabeza al dragón con su espada, que lo obligó a volverse contra él; el otro ordenanza, Soto, descargó entonces su carabina, metiendo toda la carga en el pecho del dragón español, quien cayó sin vida. Varios otros dragones españoles aparecieron en el bosque, pero, al ver la suerte que había corrido su arriesgado compañero, se retiraron rápidamente. Al examinar las facciones de este atrevido soldado, O'Higgins lo reconoció como uno de los que con más empeño habían tratado de cerrarle el paso en la Cañada, no cabiéndole duda por esto de que el dragón lo conocía personalmente. Tan bien montado y equipado estaba el dragón en referencia, que O'Higgins se consideró feliz en trocar su propio caballo por el del muerto.”

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EL LEGENDARIO ORDENANZA DE O’HIGGINS Con anterioridad hemos relatado que desde su inicio en las campañas bélicas por la independencia, O’Higgins se hacía acompañar de su fiel ayudante don Victor Soto, más alguno de sus hijos. Sobre estos últimos, al relatar la campaña de ocupación de Los Angeles, don Diego Barros Arana los identifica como Jose María Soto y Agustín Soto respectivamente. Con respecto al ordenanza que acompañó y salvó la vida de O’Higgins a la salida de Rancagua, Vicuña Mackenna lo identifica con el nombre de Juan José. No sabemos si este valeroso soldado también era miembro de la familia del ya mencionado Victor Soto, y cabe la posibilidad cierta que también fuese uno de sus hijos. Sobre el valeroso Juan José, Vicuña Mackenna señala en su OSTRACISMO DE O’HIGGINS que: “Manejaba el sable con el brazo izquierdo, lo que hacía sus cuchilladas mucho más temibles porque siempre eran asestadas a un flanco que el adversario no guardaba. Llevólo consigo don Bernardo (O’Higgins) a Buenos Aires, y ahí tomo servicio en los corsarios, que según contaba él más tarde a sus nuevos conciudadanos de este valle de Cañete (Perú), le llevaron hasta las mismas Españas, porque Soto era zurdo para manejar la lengua como la espada. Su general lo trajo al Perú y ahí vivió en paz, casado con una honrada vecina de Cañete y bajo protección de aquel, hasta que llegaron sus paisanos (1838), los niños de Yungay, cuando él fue a recordar un poco sus tiempos, alistándose como voluntario.5 Por último la revolución de 1853 lo pilló ya viejo, pero no por eso dejó de entrar en camorra con unos montoneros Castillistas, que lo molieron de tal modo que ya no volvió a levantar cabeza, muriendo a los pocos meses. Ha dejado una familia que vive en la decencia, continuándose la misma protección que el general prestó a su padre, como una justa recompensa de tantos años de leales servicios dignos de un viejo soldado de Rancagua.” 5

Se refiere al ejército expedicionario chileno comandado por el general Manuel Bulnes Prieto, el cual iniciaba entonces su exitosa campaña en la guerra contra las fuerzas de la Confederación Perú- Boliviana.

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CAPÍTULO IX

BAJO LA OBEDIENCIA DEL REY DE ESPAÑA


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CAPÍTULO IX (Páginas 264 a 295) UN EJÉRCITO QUE RECE EL ROSARIO CONQUISTARÁ EL MUNDO – EL AGOBIANTE TRIUNFO DE LOS REALISTAS – EL BALANCE DE UNA SANGRIENTA JORNADA – ABUSOS Y EXCESOS DE LOS REALISTAS EN RANCAGUA – LA CABALLERÍA REALISTA SE APROXIMA A RANCAGUA – OHIGGINS PLANTEA RESISTIR EN MAIPÚ – PREFIERO HONRA SIN BARCOS QUE BARCOS SIN HONRA – LA ORDEN PARA DESTRUIR VALPARAÍSO – SAQUEOS, ROBOS Y SACRILEGIOS EN SANTIAGO – LAS VERDADERAS IMPRESIONES DE CARRERA SOBRE RANCAGUA – INCAPAZ DE DEFENDERSE V/S CAUTELOSO DE ATACAR – LOS NUEVOS PLANES DEL GENERAL CARRERA – EL CATALÁN MOLINA Y MARURI PROTEGIENDO LA RETIRADA – QUINTANILLA AVANZA SOBRE SANTIAGO – ELORRIAGA NUEVAMENTE A LA VANGUARDIA REALISTA – LA INCÓMODA SITUACIÓN DEL GENERAL CARRERA – UN JEFE TIENE EMPLEADOS, UN LÍDER TIENE SEGUIDORES – EL CATALÁN MOLINA APOYANDO AL GENERAL CARRERA – LA ODISEA DE LOS CAUDALES PÚBLICOS CHILENOS - ELORRIAGA EN LA ARREMETIDA FINAL – CELEBRANDO EL FIN DE LA GUERRA – LA ALEGRÍA DEL TRIUNFO EN EL VIRREINATO DEL PERÚ – ELORRIAGA A LA CONQUISTA DE COQUIMBO.

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UN EJÉRCITO QUE RECE EL ROSARIO CONQUISTARÁ EL MUNDO Se cuenta que el Papa Pío V, era un ferviente devoto del rezo tradicional católico conocido como El Rosario, hábito que adquirió en su época de fraile dominico, congregación fundada por el sacerdote español Domingo de Guzmán y Garcés en 1215, más conocido como Santo Domingo. Luego de conformar la llamada Liga Santa en 1571 contra los turcos, y de que sus fuerzas navales zarparan al combate, recibiendo la bendición apostólica del pontífice, Pío V encomendó los ejércitos cristianos (conformados en su mayoría por tropas españolas), a la divina protección de la Santísima Virgen María; junto con solicitar a todos los files cristianos que además de ayunar, realizaran a diario la oración del Rosario, con el fín de abogar por el auxilio divino. Para el primer domingo de octubre del año 1571, las fuerzas de la Liga Santa comandadas por el capitán general don Juan de Austria, obtienen una victoria contundente contra los turcos, en la llamada batalla de Lepanto, definida por el gran Miguel de Cervantes, en su calidad de veterano y combatiente de este gran evento bélico como “… la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los venideros.” A partir de entonces, y para conmemorar y agradecer este triunfo que la cristiandad atribuía a la protección e intercesión divina de la Vírgen María, el Papa Pío V consagra el primer domingo de octubre como festividad de Nuestra Señora de las Victorias, y que posteriormente fue modificada por el Papa Gregorio XIII, quien ordenó denominarla como festividad de Nuestra Señora del Rosario. Dicha tradición de considerar tanto a la Virgen María como a la oración del Rosario, como elementos protectores de las fuerzas cristianas, mantuvo un gran arraigo tanto en las instituciones militares como eclesiásticas, llevando con posterioridad a declarar al Papa Pío X su célebre frase: “Denme un ejército que rece el Rosario y conquistaré al mundo.”

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Siendo el general Mariano Osorio originario de Sevilla, no es de extrañar que desde temprana edad se haya visto fuertemente influenciado por la presencia de Los Dominicos en dicha localidad, la cual embelezaba a sus habitantes con la Iglesia de Santa María Magdalena, y la llamada Capilla de la Virgen del Rosario, un entorno católico que más bien parecía un museo a la fé cristiana, adornado por las maravillosas obras de destacados artistas hispanos como el escultor Cristobal Ramos y el pintor Lucas Valdés, quienes con sus magníficas obras dejaron plasmada su devoción a la Virgen del Rosario, junto con representar para la magnificencia de los observadores, la eventual protección a las fuerzas cristianas en la batalla de Lepanto. Y tratando de buscar una explicación lógica a su increíble triunfo en Rancagua, el cual estuvo amagado en gran parte de la jornada por la retirada y la derrota, el general Osorio consagró como responsable de esta victoria de las fuerzas hispanas a la Virgen del Rosario, la cual según su propia convicción, habría intercedido con su divina protección aquel primer domingo de octubre de 1814, tal como lo había hecho (aunque en distinta fecha) el primer domingo de octubre de 1571 en Lepanto. Así lo consigna el generalísimo español en su parte oficial, al encargar recolectar todas las banderas capturadas a los patriotas, para su pronto envío a Lima, solicitando encarecidameente que se: “… conduzcan con la mayor pompa posible al convento de Santo Domingo y se coloquen a los pies de Nuestra Señora del Rosario, Patrona del Ejército como justo y debido homenaje que rendidamente le hace por el singular valor que le ha merecido en la víspera y desde su advocación en la cual a las tres y media de la tarde, tuve el gozo de pisar la Plaza de la Villa (de Rancagua).” También en otro oficio enviado por el general Osorio al Intendente de Concepción le señalaba que: “… Este completísimo triunfo es debido a la protección de la Vírgen del Rosario, como que comenzó la víspera de su festividad y concluyó en su día. Es muy justo y de nuestra obligación tributarle el más humilde reconocimiento; y para ello disponga V.S. se le cante una misa de gracias con solemne Te

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Deum, y que se repique y haya iluminación por tres noches consecutivas.”

EL AGOBIANTE TRIUNFO DE LOS REALISTAS En estricto rigor tras su aplastante victoria en Rancagua, el general Osorio debía estar en condiciones de ocupar rápidamente Santiago y junto con hacerse reconocer como Gobernador y Capitán General del Reino de Chile, proceder de inmediato a enviar las tropas de los batallones Talavera y Chiloé, las cuales debían embarcarse rumbo al sur del Perú y auxiliar a las tropas del virrey en la actual Bolivia. Junto con lo anterior, y teniendo en cuenta que estaban próximos a aperturarase en plenitud los pasos cordilleranos, quedaba en condiciones de asediar a las provincias rioplatenses con la creación de un nuevo frente bélico. Y estando Rancagua en aquella época, a una distancia equivalente a medio día de marcha, con caminos expeditos y un agradable clima primaveral, todo indicaba que a más tardar durante el día 03 de octubre, el ejército hispano consumaría su reconquista del Reino de Chile, dejándose caer sobre la ciudad de Santiago. Pero a pesar de su íntima convicción sobre la divina protección que le había dado el triunfo a su ejército, el general Mariano Osorio se sentía muy agobiado tras su victoria en Rancagua, ya que durante tan extenso combate, sus fuerzas habían sido vapuleadas en la lucha encarnizada que entablaron con los patriotas. Esto explica que el general Osorio no se sintiera en condiciones óptimas para enfrentarse nuevamente a los independistas en lo inmediato, ya sea en una batalla campal en las afueras de la capital, o peor aún, tener que realizar un nuevo asedio tan sangriento como el que había enfrentado en Rancagua, y todo lo anterior no era más que la enconada resistencia que habían ejércido los patriotas. Así lo expresaba el propio O’Higgins en carta de 1824 al argentino Rivadeneira, al señalarle lo siguiente: “Permítame Ud., sin embargo,

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preguntarle si sabe quién fue el que impidió que Osorio, en Octubre de 1814, a la cabeza de 4,000 hombres de sus sanguinarios talaverinos y otras fuerzas, saqueara sin oposición la capital de Chile, para marchar desde allí con mayores bríos en busca del rico botín que le ofrecía la odiada ciudad de Buenos Aires. Permítame Ud. preguntarle, señor, si sabe quién fue el que el 1.° de Octubre del año citado, con menos de 1,200 hombres se interpuso entre el General Osorio y la ciudad de Santiago, a pesar de hallarse privado por la más baja de las traiciones, de alimentos de agua y de la cooperación de una división de 1,500 hombres, que permanecieron impasibles espectadores de su peligro, sin avanzar un paso ni disparar un tiro; si sabe quién fue el que, a pesar de hallarse con traidores y asesinos en su propio campo, rehusó toda proposición del enemigo y luchó en la proporción de uno contra cuatro durante treinta y cinco horas, sin un momento de descanso, y aun durante las horas en que la luz del sol fue reemplazada por la hoguera en que se consumía la ciudad de Rancagua. Permítame Ud. preguntarle, señor, si sabe quién fue el que defendió esa ciudad casa por casa, mientras quedaron casas que defender, abriéndose más tarde camino a través del enemigo y a la cabeza de los pocos sobrevivientes, después de ver caer a las cinco sextas partes de sus camaradas y de infligir doble pérdida a los contrarios hasta que se agotaron las municiones. Permítame Ud. preguntarle si ignora que esos acontecimientos produjeron tal impresión en los insolentes realistas que, lejos de marchar contra Buenos Aires, permanecieron varios días sobré las armas, dudosos aun de llegar hasta Santiago…”

EL BALANCE DE UNA SANGRIENTA JORNADA El único documento oficial de la época que consigna el número de bajas en el combate de Rancagua, es el parte de batalla que el general Osorio envió al virrey del Perú, en el cual señala que según los cadáveres y cuerpos recogidos en la plaza de Rancagua, los 267


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patriotas tuvieron más de 400 muertos y 900 prisioneros, contando entre ellos a 282 heridos, lo cual daría en principio la abismante cifra de bajas por sobre un 40% del total de tropas que defendieron la plaza, solo considerando muertos y heridos. Por parte de los realistas, Osorio indica que solo tuvo un total de 224 bajas (111 muertos y 113 heridos), lo cual a todas luces es una cifra muy inferior a cualquier estimación seria, y no se condice con la realidad, ya que considerando la intensidad de los combates, y dado que en todos los testimonios (de ambos bandos) se da cuenta de los mortíferos estragos que sufrieron las tropas monárquicas en cada asalto; es lógico establecer que el dato del parte oficial del comandante realista, no es del todo fidedigno. Por su parte ei relato de Jhon Thomas entrega cifras que a la luz de los acontecimientos, son mucho más congruentes: “Los patriotas tuvieron 700 muertos y 350 hombres tan gravemente heridos que no pudieron ser trasladados. De 1.220 hombres, sólo escaparon 170 y muchos de estos también heridos.” En cuanto al ejército realista, Thomas señala que: “Las pérdidas de los españoles han sido estimadas en el doble de esa cantidad y ello es probable, porque, en los siete asaltos generales que hicieron, estuvieron expuestos en cada avance que hacían desde sus trincheras y mientras volvían a ellas, a un fuego mortífero, no sólo de la artillería y fusilería de abajo sino también de los disparos que se les hacía desde las torres y techos, todos ellos en calles estrechas que no les dejaban libertad de movimientos, mostrando así más valor que en las batallas a campo abierto, como había sucedido en la defensa de Zaragoza y otras ciudades.” En estricto rigor, al comparar ambos análisis, las cifras de Jhon Thomas se ajustan mucho más a la realidad, aunque cabe precisar que en el recuento total de las fuerzas patriotas solo considera 1.220 combatientes, lo cual en realidad correspondería solo a la infantería de las divisiones patriotas. De sumar los dragones (260) y los artilleros (147) de las divisiones patriotas, se llega efectivamente a la cifra aproximada que considera menos de 1.700 combatientes 268


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patriotas en Rancagua. De esta forma tenemos que las bajas patriotas alcanzaron una cifra cercana a los 1.300 combatientes (unos 700 muertos y cerca de 600 prisioneros, de los cuales unos 350 estaban heridos de extrema gravedad), alcanzando la exorbitante cifra de un 76,5% (62% si consideramos solo muertos y heridos). Quienes se salvaron entre sanos y heridos escapando de Rancagua por distintas vías, fueron cerca de 400 combatientes patriotas. Por su parte, en el ejército realista la cifra de bajas entre muertos y heridos no debió ser inferior a 1.000 hombres, lo cual ponderado con su abismante superioridad numérica, alcanza un porcentaje de solo un 20% sobre los cerca de 5.000 combatientes disponibles en aquella jornada, lo cual constituía una pérdida brutal, ya que equivalía prácticamente a un batallón y medio, que dejaba muy complicado al general Osorio, quien bien cabe recordar había recibido la contra orden de parte del virrey de no empeñar batalla, por lo cual en caso de informar una gran cifra de bajas entre sus tropas, lo ponía en claro cuestionamiento, razón que explicaría lo bajo de las cifras que presenta en su reporte oficial. De esta forma, el general Osorio debió abocarse a la tarea de redistribuir sus soldados, para recomponer en especial las fuerzas de las unidades más afectadas por los sangrientos combates.

ABUSOS Y EXCESOS DE LOS REALISTAS EN RANCAGUA Una vez que los realistas se hicieron dueños de la ciudad en aquel domingo 02 de octubre, muchos soldados de las tropas monarquicas, se entregaron al saqueo, el robo, la violación y el pillaje, lo cual solo vino a ser controlado bien avanzada la jornada por la oficialidad. En el sector del acceso norte de la plaza, en las cercanías de donde actualmente se emplaza el edificio de la Intendencia Regional, el general O’Higgins habia dispuesto la habilitación del Hospital de Sangre patriota, para curar y socorrer a los heridos, el cual llegó a 269


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ser invadido por las incontrolables llamas que se esparcían por todos los contornos, producto de los intencionales incendios provocados por las tropas monarquistas, para hostigar y desalojar a los patriotas. Esta instalación humanitaria, tuvo un triste final, y gran parte de los heridos perecieron acorralados entre las llamas. Al respecto, don Diego Barros Arana relata: “Los heridos que podían andar o arrastrarse, hallaron su salvación en los patios o corrales; pero los que estaban imposibilitados de moverse, tuvieron una muerte atroz. El día siguiente se sacaron entre los escombros de esa casa, veintiocho cadáveres carbonizados. Los testigos de aquellos terribles sucesos contaban que se veían aferradas a las rejas de las ventanas las manos de algunos de esos infelices que en las angustias de la muerte habían llegado allí para buscar su salvación.” El general Osorio se dedicó a la tarea de reorganizar sus fuerzas, procediendo a instalar su campamento en la destrozada villa de Rancagua, junto con designar como comandante de dicha plaza al coronel chileno del batallón veterano de Valdivia, don Juan Nepomuceno Carvallo. En lo inmediato se dictaminó recoger la innumerable cantidad de cadáveres que se encontraban por todas partes, disponiendo la instalación de una pira con leña en el sector norte de la villa, donde los cuerpos que no habían sido calcinados por los incendios, fueron arrojados a las llamas para su incineración. Por otra parte, habiendo informado algunos prisioneros patriotas que de acuerdo a los planes originales del general Carrera, la defensa patriota debía continuar concentrando las fuerzas en Angostura de Paine, y en caso de ser forzada esta posición, se debía efectuar un repliegue hasta la orilla norte del río Maipo; el general Osorio ordenó al comandante Quintanilla avanzar con su escuadrón de caballería para observar dichas posiciones. Así lo hizo el audaz Quintanilla, encontrándose con la sorpresa de no encontrar ningún rastro de los patriotas, en ninguno de los sitios anteriormente mencionados. Enterado de lo anterior el general Osorio, dispone del avance del resto de la caballería, aunque manteniendo a firme su orden expresa de no ingresar a Santiago, por temor a una 270


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emboscada por parte de los patriotas. Junto con lo anterior, ordena desplazar a gran parte de sus tropas, para acampar en la hacienda de Hospital, al sur de Santiago.

LA CABALLERÍA REALISTA SE APROXIMA A SANTIAGO Habiendo acampado Quintanilla con sus tropas la noche del 03 de octubre a orillas del río Maipo, al amanecer del día 04 se encontró con otras avanzadas de caballería realistas, comandadas por los comandantes Asenjo y Castilla, las cuales se prestaban a cruzar el río y continuar con su exploración hacia Santiago. Esto causó la indignación de Quintanilla, ya que sintiendose pasado a llevar en su condición de comandante de vanguardia, exigió a sus camaradas que se abstuvieran de avanzar. No obstante, quedando expuesto a los rumores de que dicha actitud solo correspondía a una eventual cobardía, en una abierto acto de desacato a la autoridad del general en jefe, el comandante Quintanilla se pone al frente de las fuerzas de caballería hispanas, y ordena avanzar aquella tarde hasta las proximidades de Santiago. En su propia versión de los hechos, Quintanilla señala que: “No obstante y conociendo la grave falta que cometía y que podría ser causa de sufrir la batida de la caballería y privar al ejército de parte de esta arma, no obstante todo, y para que en ningún tiempo se dijese de mi ser por cobardía, marcharemos bien sabido que si sufrimos algún contraste yo soy el principal responsable por infringir la orden. Di parte al General (Osorio) de que continuaba la marcha sobre la capital y la emprendimos. La división que iba a mi orden serían quinientos caballos. El General (Osorio) según después supe, pensaba detenerse algunos días en Rancagua para componer el armamaento y las cureñas de dos obuses y otros cañones, pues, creía encontrar nueva resistencia antes de ocupar la capital, así que debió sorprenderlo mi aviso de dirigirme a ella.” Siendo cerca de la medianoche del día 04 de octubre, el comandante Quintanilla se encuentra con una comitiva de vecinos de Santiago, la 271


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cual se dirigía al sur implorando a las tropas realistas que avanzaran cuanto antes sobre la capital, para poner fin a una serie de robos, saqueos, asesinatos e incendios que consumían la ciudad, producto que las autoridades patriotas hacían abandono, huyendo de ella.

O’HIGGINS PLANTEA RESISTIR EN MAIPÚ Tal como lo hemos mencionado con anterioridad, la heroica hazaña de O’Higgins en Rancagua, no había sido en vano, y producto de esta enconada resistencia, el ejército realista quedó bastante a mal traer, y desconcertado ante la tenaz resistencia de los patriotas, lo cual les impidió dar mayor impulso a sus acciones, como tomar Santiago en menor tiempo, enviar refuerzos en forma inmediata al sur del Perú, o pasar directamente a la ofensiva, invadiendo territorio argentino. Todo lo anterior llevó a que los patriotas dispusieran de unos tres días para hacer sus preparativos y abandonar Santiago, tiempo muy valioso en épocas de guerra. Remontándonos a la noche del 02 de octubre, tenemos que el general O’Higgins había llegado a Santiago con poco más de un centenar de combatientes que había logrado reunir. Se presenta ante el general Carrera, planteándole la opción de concentrar las tropas que quedaban, y volver a dar batalla a orillas del río Maipo, lo cual a todas luces era consecuente con el plan original de los repliegues secuenciales que en su momento había planteado don José Miguel Carrera en su condición de Presidente y general en jefe, los cuales nunca llevó a cabo. Sobre estos hechos, el investigador Claudio Gay relata que: “Después de la pérdida de Rancagua, don José Miguel Carrera volvió a Santiago con 1.500 aproximadamente, y a muy poco llegó O’Higgins con otros ciento cincuenta, nobles restos de su resistencia en aquel punto. A pocas horas de su llegada fue a casa de Carrera a asegurarle que la victoria de los realistas en Rancagua estaba muy lejos de ser completa, y que sus tropas reunidas a los 400 hombres de Valparaíso, otros tantos auxiliares de Buenos Aires (200), que continuaban comprendidos en la provincia de Aconcagua, y los muchos milicianos que se podían levantar, eran más que suficientes 272


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para intentar una nueva resistencia en el río Maipo. Carrera contestó que lo pensaría, y con efecto celebró un consejo de guerra a que no fue llamado O’Higgins, en que se resolvió retirarse al norte para organizar un nuevo ejército; y así se hizo, a pesar de que O’Higgins predijo que se desertaría una gran parte de las tropas, como sucedió.” Según relato de Jhon Thomas, tenemos que aquel 03 de octubre: “En la mañana temprano llegó el coronel Venancio Escanilla con su mujer y niños para acompañar a la madre y hermana del General (O’Higgins) hasta Los Andes, con 150 dragones bajo el mando del coronel Alcázar que llevaba como oficiales a Anguita, Ibáñez y Freire.” Luego de esto, O’Higgins se abocó a trasladar a su madre y hermana hasta Los Andes, desde donde emprendieron camino a Mendoza, localidad en la que esperaba ser recibido por el brigadier irlandés Mackenna y el guatemalteco Antonio Irisarri entre otros amigos patriotas, los cuales habían sido exiliados anteriormente por Carrera.

PREFIERO HONRA SIN BARCOS, QUE BARCOS SIN HONRA Hacia fines de marzo del año 1866, buques de la armada española se encontraban en la costa del Pacífico Sur, en confrontación abierta con el gobierno de Chile, el cual estaba resueltamente comprometido en apoyar los esfuerzos bélicos del Perú, nación que se encontraba en fuerte disputa con España. A la fecha, los chilenos habían hostigado fuertemente a la flota de guerra hispana, llegando incluso a entablar combate, capturando uno de sus buques de guerra como lo era la goleta española Covadonga, episodio que había causado el suicidio del almirante de la flota hispana, don José Manuel Pareja, hijo del insigne brigadier don Antonio Pareja, héroe de Trafalgar y primer general en jefe de las fuerzas realistas que acudieron en 1813 a sofocar la rebelión independista en Chile, y que también había encontrado su tumba en Chile. Queriendo obtener una satisfacción por parte de las hostiles autoridades chilenas, el 273


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capitán don Casto Méndez Nuñez (sucesor del almirante Pareja) exige al gobierno chileno devolver la Covadonga, junto con saludar y rendir honores al pabellón hispano con salvas de cañón, caso contrario como represalia, procedería a bombardear Valparaíso, que en aquella época era el emporio comercial más grande en el hemisferio sur. Frente a estos hechos, el almirante Mendez Nuñez fue advertido por un comodoro norteamericano y un almirante inglés que mantenían sus buques de guerra en la zona, resguardando los intereses comerciales de respectivas sus naciones, que se abstuviera de bombardear Valparaíso, caso contrario intervendrían por la fuerza en favor de Chile, contra la escuadra hispana. Siendo fiel a los más elevados principios militares, junto con querer mantener en alto la honra de su nación y de su soberana Isabel II de España, el almirante Mendez Nuñez se limitó a contestar en tono desafiante que: “La Reina, el país y yo, preferimos más tener honra sin barcos, que barcos sin honra.” Y de esta forma, al no obtener de las autoridades chilenas las satisfacciones que esperaba, procedió a bombardear el puerto de Valparaíso, causando su más completa destrucción, junto con generar millonarias pérdidas económicas.

LA ORDEN PARA DESTRUIR VALPARAÍSO Remontándonos al Chile de 1814, tenemos que el general español don Mariano Osorio no necesitó contar con una flota de guerra que lo apoyara en la costa chilena, para amenazar con bombardear y destruir Valparaíso, ya que sin pensarlo ni proponérselo, el estratega español contaría a su favor con las más desatinadas medidas adoptadas por los gobernantes patriotas, que en vez de mantener la cohesión necesaria para persistir con la resistencia armada; se encargaron de promover los saqueos, la destrucción y el desorden, quebrantando de esta forma el espíritu de lucha en el bando independista, sembrando el caos, la desmoralización, la deserción y la emigración del país. 274


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Así tenemos que habiendo adoptado el general Carrera tras su último golpe de estado, el sistema de Junta de Gobierno conformada por tres miembros, en la cual el propio José Miguel ejercía de Presidente, siendo secundado por otros dos miembros en calidad de vocales, los cuales eran el joven eclesiástico de Concepción don Julián Uribe, y un opaco vecino santiaguino, don Manuel Muñoz Urzúa. Estando el general Carrera fuera de Santiago, Uribe era quien lideraba activamente el gobierno en la capital, dictando las más enérgicas, disparatadas y contradictorias disposiciones. Así tenemos que en la madrugada del día 02 de octubre, en instantes en que los patriotas atrincherados en Rancagua combatían esperanzados en el triunfo, y por su parte el propio general Carrera había comprometido su apoyo marchando a combatir para apoyarlos y rescatarlos; el vocal Uribe comete la atrocidad de enviar a primera hora la siguiente orden al gobernador del puerto de Valparaíso: “Al momento, incendie V.S. los buques y DEJANDO A VALPARAÍSO EN ESQUELETO, retírese con todas sus fuerzas a esta capital sin perder instante.” Y a las pocas horas de enviado este comunicado, y aún sin confirmarse el resultado de las armas patriotas en Rancagua, Uribe continúa con sus desquiciadas órdenes, enviando un nuevo mensaje al gobernador de Valparaíso, señalándole que: “Esta mañana se ofició a V.S. se pusiese en marcha para la capital. Ahora se le repite acelere sus marchas DESTRUYENDO ENTERAMENTE EL PUERTO. No deje V.S. un solo cañón útil. Los buques, bodegas y cuanto haya incendie.” Si bien podría ser atinado el ordenar la concentración de tropas en la capital, con el objetivo de defender la ciudad y eventualmente reforzar a los heroicos patriotas que se desangraban en Rancagua, la inexplicable instrucción de ordenar destruir el puerto solo vino a sembrar el temor y la desconfianza en los vecinos de Valparaíso, e incluso entre las propias tropas patriotas a las que se les ordenaba replegarse a Santiago, razón por la cual se generó un sentimiento de enorme rabia hacia el gobierno patriota por parte de los porteños, quienes pasaron a tener como principal esperanza de salvación, una 275


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pronta derrota del ejército independista chileno, y el arribo del ejército realista hispano, a quienes esperaban recibir como a sus salvadores. Todo lo anterior junto con llevar a la desobediencia del gobierno central, sembró la mayor de las deserciones en las tropas destinadas a replegarse.

SAQUEOS, ROBOS Y SACRILEGIOS EN SANTIAGO Otras medidas igual de funestas y contraproducentes, vinieron a causar conmoción en Santiago. Así tenemos en relato de don Diego Barros Arana que: “El vocal Uribe comisionó dos agentes para que, tomando razón de los caudales que se hallaban en la Casa de Moneda, los hicieran empaquetar, y mandó que en ese mismo edificio se juntasen las armas, las municiones y los animales que fuera posible recoger en la ciudad y en sus cercanías. Las gentes que veían estos aprestos, creyeron fácilmente que el gobierno no pensaba más que en abandonar la capital, y de allí nació una espantosa confusión, temiendo unos los saqueos del populacho y otros los castigos y venganzas que debían seguirse al triunfo de los realistas.” Más aún, el vocal Uribe en su ánimo de aumentar el caudal público para preparar una eventual continuación de la guerra, comisionó a diversos partidarios de su gobierno para que acudieran a confiscar todos los elementos de plata que se encontraran en los templos, capillas y conventos, los cuales siendo producto de centenarias donaciones de los fieles, eran destinados sagradamente para el culto divino. Esta descabellada medida no dejó a nadie indiferente, afectando en especial a gran parte de la comunidad chilena, que se caracterizaba por su fuerte catolicismo y religiosidad, quienes interpretaron esta acción como un vil acto de sacrilegio. En testimonio del entonces oidor don José Santiago Concha, tenemos que al denunciar estos hechos a las autoridades hispanas señalaba que: “Se olvidaba referir otra providencia de las más descomunales de los pérfidos mandatarios (patriotas), que fue el hacer sacar de todas

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las iglesias la plata labrada y alhajas, y reducirlas a barras en la Casa de Moneda, escapándose únicamente la de los monasterios, a excepción del de Santa Rosa, porque no les alcanzó el tiempo a los comisionados.” Por su parte el obispo de Santiago don José Santiago Rodriguez, informaba al virrey del Perú que: “Esos monstruos sin alma y sin conciencia que no se han negado a ningún delito, en sus últimos apuros cometieron el sacrilegio execrable de despojar los templos de sus alhajas y cuanto conducía a la solemnidad del culto. De la Catedral solo, se robaron más de dos mil marcos de plata, y en las demás iglesias solo dejaron lo preciso para la celebración de los oficios divinos; habiendo cometido otros horrores y crueldades que me impide referir la consternación de mi ánimo afligido.” Por otra parte, habiendo llegado a Santiago el general Carrera la mañana del 03 de octubre a Santiago, no hizo más que confirmar estos actos decretados por el vocal Uribe, por lo cual dispuso que el capitán don Pedro Barnechea con una escolta de 20 hombres, saliera rumbo al norte en dirección a Aconcagua, transportando toda la plata recaudada, la cual se había fundido en barras para facilitar su transporte, y que según relata el propio general Carrera, ascendía a la suma de 300.000 pesos de la época. Junto con lo anterior, para el día 04 de octubre, el general Carrera señala en su Diario Militar que: “Para no dejarle al enemigo algunas cosas que pudiesen aumentar su erario o proporcionarle recursos para la guerra, dispuse y por mí mismo hice saquear, a los pobres, la Administración de Tabacos que encerraría el valor de 200.000 pesos; en menos de dos horas estaba la casa tan limpia que no le dejaron ni las puertas de la calle. La provisión general sufrió la misma suerte. La maestranza de artillería, los repuestos de madera y todo el cureñaje que no se había podido conducir, se entregó al fuego. Los cuarteles fueron saqueados. La casa fábrica de fusiles también fue saqueada de mi orden, después de extraer de ella lo más útil que se podía conducir, y cuando estuvo perfectamente saqueada, se le dio fuego. La casa de pólvora y sus molinos también fueron destruidos a fuego.”

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LAS VERDADERAS IMPRESIONES DE CARRERA SOBRE RANCAGUA A pesar de que con posterioridad, tanto el propio general Carrera como sus más cercanos partidarios se esmeraron en denostar a O’Higgins y degradar la gloriosa jornada de Rancagua catalogándola de un verdadero desastre para las armas patriotas, en aquellos días de octubre la sensación era otra. La verdad es que el general Carrera estaba enterado a cabalidad de la heróica defensa desplegada por el ejército chileno en Rancagua, y más aún, había compartido por instantes la sensasión de triunfo, tal como se deja ver en un oficio privado enviado el día 03 de octubre, en el cual don José Miguel escribía al gobernador de Valparaíso, para darle instrucciones de las acciones a seguir. Al finalizar su comunicado, le informa a modo de resumen, sobre los gloriosos acontecimientos: “La acción de ayer sobre Rancagua es de las más sangrientas. Ciertos accidentes de la guerra solamente pudieron arrebatarnos las glorias. La oficialidad y tropa, después de ser vencida por falta de municiones, supo hacerse camino por la bayoneta y el sable, dejando el campo cubierto de cadáveres. Es mucha la bizarría de nuestros chilenos que al fin salvarán su Patria. Gloria eterna a tan dignos hombres. – Carrera.-“ En otro oficio enviado por el general Carrera al gobierno de Buenos Aires, con fecha 08 de octubre, relataba que: “El día 2 de este mes entorpeció el progreso de nuestra libertad, después de 40 horas de fuego en que perecieron dos terceras partes del ejército, y en que se sacrificaron nuestros patriotas. No debió dificultarse una victoria, sí los acontecimientos de la suerte se alcanzasen por el empeño, y por la tarea más infatigable… Situado el enemigo en San Fernando, dos divisiones de nuestra fuerza, se reunieron en Rancagua en número de tres mil hombres, de los que mil quinientos eran fusileros. La tercera división aún distaba 3 leguas de la plaza cuando sorprendida la 1ª por las armas invasoras que en la oscuridad de la noche rompieron las aguas del Cachapoal, fuimos cortados, sin desmayar la defensa por eso, ni por el número de enemigos que nos excedía en la mitad de 278


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fusilería. Empezó el fuego a las 4 de la madrugada del día 1º y acabó en la tarde del 2… La 3ª división que sólo contaba 350 fusileros, avanzó y sostuvo gallardamente el fuego, hasta que cesados los de la plaza que creyó con fundamento rendida o en capitulación y envuelta por retaguardia de fuerza muy considerable se retiró en orden y con mucha lentitud. Los guerreros de dentro atropellando con heroicidad las filas victoriosas pasaron sobre sus cañones, sobre su metralla y sobre su tiranía; la alcanzaron y se reunieron. La pérdida es de la mayor consideración. La guarnición se pasó cuchillo, y los bravos chilenos que sobrevivieron al fuego y no alcanzaron a salir presentaron serenamente sus gargantas en la carnicería de un enemigo indómito, cruel y sanguinario. Más no ha desmayado el patriotismo…”.

INCAPAZ DE DEFENDERSE v/s CAUTELOSO DE ATACAR Tal como señalamos con anterioridad, el general Carrera había desechado el apoyo de O’Higgins para continuar resistiendo a los realistas, y sin duda alguna fue un gran error estratégico, ya que sin la presencia del héroe de Rancagua, el remanente del ejército patriota no contaba con ningún otro militar de alto rango que estuviera a la altura de organizar una resistencia eficiente, protegiendo a sangre y fuego la retirada, y dando el tiempo necesario para un adecuado repliegue. De haber designado nuevamente a O’Higgins en los puestos de avanzada frente al enemigo, este sin duda alguna se habría empeñado en presentar combate nuevamente a los realistas ya sea en las afueras de Santiago, o incluso atrincherándose de un modo similar al de Rancagua, al interior de la capital. Y si bien lo anterior no garantizaba ninguna esperanza de triunfo, el volver a presentarles batalla a los realistas en las condiciones que fueran, habría vuelto a retrasar aún más el avance del general Osorio y peor aún para este último, habría vuelto a ponerlo en entredicho ante las últimas 279


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instrucciones del virrey que le ordenaba detener las acciones, acordar un armisticio con los patriotas, y enviarle refuerzos de manera urgente al sur del Perú. El general Osorio ya había apostado por desobedecer a cambio de alcanzar una victoria aplastante, pero en vista de la gran cantidad de bajas que había recibido, no podía seguir desobedeciendo las órdenes de Lima, y menos seguir arriesgándose a sumar bajas en su ejército. Así tenemos que en aquellos días de octubre, tras los combates de Rancagua se vivió la paradoja de que mientras un general en jefe (Carrera) se sentía incapaz de defender adecuadamente su principal centro estratégico (como lo era Santiago), entregándolo a la destrucción y el abandono; por otra parte, el general en jefe del ejército adversario (Osorio) había quedado reorganizándose y a muy mal traer en Rancagua, manteniéndose muy cauteloso de continuar avanzando, ya que no estaba en condiciones de seguir lamentando bajas y menos exponer la suerte de las armas hispanas a un eventual revés militar.

LOS NUEVOS PLANES DEL GENERAL CARRERA Luego de reunirse aquel 03 de octubre con sus más cercanos y leales colaboradores, el general Carrera llegó a dos conclusiones importantes. La primera de ellas era que se debía abandonar la capital organizando un repliegue hacia el norte, para concentrar y reagrupar a las fuerzas patriotas. Pero junto con lo anterior, sentía que para volver a emprender una nueva ofensiva exitosa contra los relistas y lograr expulsarlos del país, dependía del crucial apoyo de los aliados rioplatenses. Así lo manifestaba el propio general Carrera, en oficio dirigido con fecha 08 de octubre a las autoridades argentinas: “Nosotros debemos emprender, y nuestra reconquista no es desesperada, si V.E. nos auxilia como esperamos. Mil hombres resueltos nos hemos reunido sobre los Andes, y aunque el armamento está muy mal tratado, nos haremos fuertes, y nos sostendremos hasta 280


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saber las determinaciones de V.E. sin cuya generosa protección, confesamos penosamente es imposible cualesquiera empresa de avanzar. Ábrame excelentísimo señor, las puertas de las fábricas de Buenos Aires y de Córdoba. Monten la cordillera los hijos del Río de la Plata, los héroes de la libertad, y vuelen en auxilio de los infelices chilenos que claman por la suya y no olvidarán este servicio. No puede ocultarse a V.E. el influjo que lleva sobre toda la América la pérdida de Chile, y cuanto debe atrasar los grandes proyectos del Río de la Plata; no puede oscurecerse a V.E. la gloria de hacer la reconquista de la libertad chilena; V.E. no puede faltar a sus sentimientos por este infeliz país y en ellos consiste nuestra primera confianza que seguramente no se burlará. Los momentos son los que deben aprovecharse.” No obstante el genuino interés y esperanza que demostraba el general Carrera por mantener en alto el ideal y la defensa de la causa patriota, para entonces el caudillo chileno había dejado de ser una figura que aglutinara las voluntades de la mayoría de los partidarios de la causa independista, razón por la cual pasó a ser víctima de la deserción y la desobediencia.

EL CATALÁN MOLINA Y MARURI PROTEGIENDO LA RETIRADA Y así como muchos soldados y oficiales comenzaron en aquellos días a desconocer y renegar de la autoridad del general Carrera, hubo otros que sin ser sus partidarios, se pusieron a su disposición para proteger la retirada de los patriotas desde Santiago. Entre estos cabe mencionar a dos heroicos titanes del sitio de Rancagua, el entonces capitán don Francisco Javier de Molinas, el famoso catalán; y el intrépido sub oficial don Nicolás Maruri. En aquellos días que eran cruciales para la causa independista, estos aguerridos veteranos de Rancagua dejaron de lado cualquier miramiento partidista, y sin abanderizarse como carrerinos ni como o’higginistas, se mostraron tal como eran, simples militares patriotas, aunque valientes hasta la 281


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médula. El propio Catalán Molina se jactaba personalmente con posterioridad, al declarar sin falsa modestia ante el Senado de la República de Chile en enero de 1819 lo siguiente: “Señores Excmos. Con satisfacción gloriosa puedo decir que en medio de los mayores apuros y conflictos del Ejército de la Patria, los jefes no han tenido otro Molinas, ya en los puntos avanzados, ya en proteger retiradas, como la de la Patria pasada a la ciudad de Mendoza; si no por Molinas, no hubieran emigrado tantas tropas como emigraron…”. Así tenemos que con fecha 04 de octubre, el general Carrera señala en su Diario Militar que: “Ordené la retirada de las tropas sobre Aconcagua y dejé en el Conventillo1 una guerrilla de 20 fusileros, a las órdenes de los valientes y constantes Molina y Maruri… Al tiempo de marcharme, nombré Gobernador de Armas a don Rafael Eugenio Muñoz (comandante de milicias de Colchagua), para que mantuviese la quietud y entregase la ciudad a Osorio luego que se presentase. El oficio del nombramiento estaba extendido en términos muy duros contra Osorio, y obligaba decididamente a admitir el mando. El Capitán Molina y el Teniente Maruri quedaron con orden de permanecer con su guerrilla en los arrabales del pueblo, hasta que el enemigo entrase en él. Salí ya oscuro para Aconcagua, y dormí poco más allá de Apoquindo. Las tropas durmieron en las inmediaciones de Colina.”

QUINTANILLA AVANZA SOBRE SANTIAGO Y mientras en la noche del 04 de octubre el general Carrera abandonaba Santiago rumbo al norte, un grupo de vecinos de Santiago, aterrados por el vandalismo, los saqueos y crímenes de diversa índole que asolaban la capital, se dirigían rumbo a Rancagua, a implorar al ejército hispano que avanzara a tomar posesión de la capital, y pusiera fin al caos. Al encontrarse con las avanzadas de caballería del comandante Quintanilla, este oficial 1

Se refiere a la antigua chacra El Conventillo, que abarcaba el actual sector céntrico de Santiago enmarcado entre Avenida Matta por el norte, Calle Santa Rosa por el oriente, el Zanjón de la Aguada por el sur, y la calle San Diego por el poniente.

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español les solicitó a los acongojados vecinos que siguieran su marcha rumbo a Rancagua, para informar de primera fuente al general Osorio. Junto con lo anterior, Quintanilla continuó en cauteloso rumbo sobre Santiago, y al amanecer del día 05 de octubre, luego de informarse que los patriotas hacían su salida por el sector norte de la ciudad, se aventuró a ingresar a la capital. Así lo relata en su crónica histórica el propio aludido: “El que escribe, al frente de la caballería, entró a la capital, puso orden, evitó los robos e incendios que trataba de hacer un catalán Molina, y esperó la llegada de Osorio, que la verificó al día siguiente.” En sus memorias autobiográficas, Quintanilla entrega más detalles de aquella jornada, señalando que ingresó con sus tropas a Santiago, y acampó en la chacra del Conventillo, sin embargo, en instantes fue advertido que los patriotas regresaban, lo cual le causó gran consternación: “Yo había dejado la orden que nadie se separase de sus puestos y que a lo más los oficiales mandasen algunos soldados a las casas más inmediatas a comprar alguna cosa para comer, cuando recibo un parte de la compañía avanzada de que el enemigo regresaba a la capital. Salgo, hago tocar la llamada y me encuentro sin ningún oficial. Mi situación era crítica. Si el enemigo sabiendo mi fuerza me atacaba con infantería, estaba expuesto a ser derrotado. Los oficiales se hallaban internados en las casas de la ciudad, y la tropa no sé dónde. De pronto mandé se corriesen a tocar llamada por las calles, hice montar los soldados que iban llegando y retirar las dos compañías de avanzada, y conforme todo se iba efectuando y así que tuve toda la fuerza a caballo, di la orden y me puse en marcha en retirada hacia el Cuartel General de Rancagua.” El relato anterior demuestra claramente que de haberse mantenido en Santiago a lo menos un batallón de infantería patriota, los realistas se habrían visto muy complicados, sin embargo el Catalán Molina secundado por el valiente Maruri y su escaso contingente de apenas una veintena de soldados, habían salido de Santiago hacia el norte, manteniéndose a retaguardia para continuar protegiendo la retirada del general Carrera. 283


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Después de esta situación de alarma que vivió la vanguardia realista en Santiago, los oficiales solicitan a Quintanilla no abandonar la capital, ante lo cual son increpados duramente por el comandante español, por exponerlo tan gravemente. En instantes se confirma que el regreso de los patriotas era falsa alarma, situación que permitió a la avanzada de caballería hispana permanecer en Santiago, junto con notificar al general Osorio que no había mayor peligro en continuar avanzando sobre la capital.

ELORRIAGA NUEVAMENTE A LA VANGUARDIA REALISTA Teniendo la confirmación el general Osorio de que los patriotas no estaban en condiciones de presentar batalla, y más aún habían abandonado la capital emprendiendo marcha al norte, ordenó que su ejército se pusiera en marcha para avanzar a tomar posesión de Santiago, entregando la siguiente proclama a sus tropas: “¡Soldados! Vamos a entrar a Santiago, capital de este desgraciado Reino. Es preciso os manifestéis en ella no con aquella severidad que en la infeliz Rancagua. Los santiaguinos son nuestros hermanos, y no nuestros enemigos que ya han fugado. Usemos con ellos de toda nuestra ternura y compasión. Unámonos a ellos con una amistad verdaderamente paternal. Consolémoslos en sus desgracias, pues se hallan enteramente desengañados. Hagámosles ver la gran diferencia que hay entre los soldados del Rey y los llamados de la Patria.” Para el día 06 de octubre en la tarde, el general Osorio entraba en Santiago con el resto de su ejército. En testimonio del comandante Quintanilla tenemos que: “… habiendo salido yo a encontrarlo, (Osorio) me recibió del modo más brusco delante de toda la oficialidad, diciéndome: ¡Lo he de fusilar a usted! En balde le hice ver las circunstancias que habían precedido a haberme excedido de la orden. Las noticias de que los enemigos iban a saquear y quemar, todo esto no sirvió sino para que más se incomodase, diciéndome por último que ni las invectivas de los oficiales, ni que la ciudad fuese saqueada ni 284


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quemada deben a un militar hacerle dejar de cumplir las órdenes de sus superiores, y que si hubiese sido derrotada la caballería, yo únicamente sería el responsable del mal que podría haber sucedido al ejército.” Una vez instalado el ejército realista en Santiago, el general Osorio dispone continuar observando los movimientos patriotas hacia el norte, para aprestarse a picar la retaguardia. Al respecto, don Diego Barros Arana señala que: “El 06 de octubre había salido (rumbo al norte) un corto destacamento de caballería a cargo del comandante Quintanilla. Habiendo llegado este hasta las inmediaciones de la Cuesta de Chacabuco, se informó de que ahí había dos partidas de patriotas, comandadas por los capitanes Molinas y Maruri. Pidió inmediatamente refuerzos a la capital; y aquí, a pesar de la escasez de recursos que, según dijimos antes, experimentaban los vencedores, se logró poner en movimiento la división de vanguardia bajo las órdenes del activo coronel Idelfonso Elorriaga, mientras quedaban preparándose mayores fuerzas para acudir a Aconcagua en caso de ser necesario. Sin embargo, las tropas de Elorriaga bastaron para terminar la campaña.

LA INCÓMODA SITUACIÓN DEL GENERAL CARRERA Si bien tanto en su Diario Militar como en otros oficios, el general Carrera expresó que su plan de retirada al norte tenía como objetivo avanzar hasta Coquimbo, los hechos indican que en la práctica esto no era tan así, y que el objetivo principal del general Carrera era reunir el mayor número de tropas y elementos, para hacerse fuerte en la zona cordillerana de Aconcagua. Desde ahí esperaba recibir refuerzos tanto de tropas como de armamento por parte de los aliados argentinos, sin embargo sus planes se vieron seriamente contrariados. Para el día el día 05 de octubre de 1814 el general Carrera arribaba a Los Andes. Según relata en su Diario Militar tenemos que: “En la villa de Los Andes se reunieron los agraviados de

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Maipú y muchos de los de la Casa Otomana,2 no para ayudar a la reorganización de la fuerza que debía defender a Chile, ni para trabajar por una retirada ordenada para Coquimbo, pero sí para la total disolución del ejército, y para atizar el fuego de la discordia, induciendo a la tropa y oficialidad a pasarse a Mendoza, asegurándoles que de lo contrario serían víctimas de los enemigos; que en Mendoza los recibirían con el mayor aprecio y que volverían entre las filas de un ejército poderoso que mandaba Buenos Aires para la reconquista. El comandante de los auxiliares don Gregorio Las Heras y el coronel don Santiago Carrera, apoyaban estas promesas. Cuando yo llegué a Los Andes no había un soldado unido, y la insubordinación y la licencia llegó al extremo de abrir unos oficios del Diputado Infante,3 que tenían la nota de reservados, y en que se avisaba al Gobierno de Chile que el de las Provincias Unidas no quería franquear ni un fusil, ofreciendo solamente gente armada, y el Gobierno ofrecía también, dando frívolas disculpas por su ridícula negativa, que a nadie se le ocultaba de dónde dimanaba.”

UN JEFE TIENE EMPLEADOS, UN LÍDER TIENE SEGUIDORES Aunque pretendía mantener su autoridad a toda costa, en su calidad de Jefe Supremo de la Nación (Presidente de la Junta de Gobierno y General en Jefe del Ejército), don José Miguel Carrera se veía desautorizado en los hechos por gran parte de las personas que se encontraban en la villa de Los Andes. En aquella angustiante situación para los patriotas no valía el querer controlar todo con la autoridad de un jefe, había que demostrar liderazgo. De esta forma, teniendo presente que O’Higgins era reconocido como uno de los máximos líderes en el bando independentista, su decisión de 2

Se refiere a las fuerzas leales a O’Higgins y al bando político patriota encabezado por la familia Larraín, opositores a la familia Carrera. 3 José Miguel Infante oficiaba entonces como embajador de Chile en Buenos Aires. Anteriormente había encabezado la Junta de Gobierno patriota, que a finales de 1813 había separado del mando del ejército a los hermanos Carrera.

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emprender rumbo a Mendoza junto a su familia y sus principales colaboradores, volcó a muchos de sus seguidores a seguir sus pasos, aún a riesgo de que los pasos cordilleranos no estaban cien por ciento habilitados, y los senderos se encontraban en gran parte del trayecto, obstruidos por copiosa nieve. De esta forma el 06 de octubre comenzó el éxodo patriota rumbo a la cordillera, para alcanzar hasta Mendoza, sin que don José Miguel Carrera lograra impedirlo, tal como lo detalla en su Diario Militar: “Pedí a Las Heras que en la noche pusiese una guardia en la cordillera y que impidiese el paso a todo hombre que no llevase pasaporte del Gobierno; efectivamente la puso, pero fue para proteger la emigración. A Alcázar le mandé que situase en otro punto una partida para contener los presos que mandaba el Gobierno a Mendoza por sarracenos, y no lo hizo o no cumplió el oficial; lo cierto es que volvieron muchos de ellos a Santiago. Clamé a los oficiales para que reuniesen la gente y no pude conseguir nada.” Por otra parte, el general Carrera solo seguía contando con el apoyo y compañía de sus más leales colaboradores en Los Andes, sin embargo mantenía a retaguardia al Catalán Molina, quien secundado por Maruri y reforzado con un total de 60 fusileros, se atrincheraban a retaguardia en la Cuesta Chacabuco, con el objetivo de proteger la retirada y contener el eventual avance de las partidas de vanguardia del ejército realista. Sin embargo todos estos esfuerzos del general Carrera fueron infructuosos, viéndose obligado la tarde del 07 de octubre de ordenar la retirada a Mendoza, siguiendo al grueso de emigrantes que avanzaba tras los pasos de O’Higgins. Así lo relata don José Miguel en su ya citado Diario: “Como se hubiesen metido en la cordillera todos los emigrados y la mayor parte de la tropa, y me faltasen auxilios para continuar la marcha a Coquimbo, no encontré otro arbitrio que salvarlo todo retirándolo a Mendoza y seguir de allí a socorrer a Coquimbo, mediante la protección que debíamos experimentar de nuestros aliados.”

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EL CATALÁN MOLINA APOYANDO AL GENERAL CARRERA Para el día 08 de octubre, gran parte del contingente que se mantenía bajo las órdenes del general Carrera había avanzado en los trayectos cordilleranos, acampando en el sector conocido como Ladera de los Papeles. Sin embargo, el contingente de Carrera no superaba los 500 hombres, por lo cual esperaban con ansias recibir como refuerzos a las tropas que habían ordenado replegarse desde Valparaíso, y en especial, recibir al capitán Barnechea quien transportaba los caudales públicos en barras de plata, que alcanzaban la suma según el propio general Carrera de 300.000 pesos de la época. Así lo relata el prócer chileno en su Diario: “Esperaba con impaciencia la llegada de los caudales y de las tropas de Valparaíso. Con ellas y las reunidas en Los Andes, podíamos sostenernos en alguna de las muchas posiciones fuertes que ofrece la cordillera, hasta que llegasen los auxilios que podía mandar el Gobierno de Buenos Aires, o continuar la retirada a Coquimbo, bien por nuestro territorio o por el de las Provincias Unidas.” El retraso de los refuerzos y los caudales, colmó la paciencia del general Carrera quien se decidió aquel día por descender desde la cordillera secundado por el Catalán Molina y un pequeño destacamento: “En la tarde, estando ya en la ladera de los Papeles todo cuanto deseaba retirar, dispuse que el coronel don Luis Carrera cubriese aquel punto con la división y dos piezas de artillería, y yo con la guerrilla de Molina tomé el partido de alcanzar los caudales, pasar por Quillota para tomar el mando de los 200 fusileros y retirarme con todo para Coquimbo, en donde era posible entusiasmar y aumentar la fuerza para defender la provincia, llamando desde allí la que se retiraba a Mendoza. A las ocho de la noche salí para la villa de Santa Rosa y al amanecer estaba cerca de ella. El Capitán Molina (el catalán), en un descanso que hicimos, me dio parte de habérsele desertado 30 hombres durante la noche; un huaso me avisó que la división de Quillota había abrazado el partido realista, y que mucha 288


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tropa salía de aquella villa a tomar los caudales que se decían en camino para Aconcagua. Estos avisos conformes con la falta de contestación a mis oficios, la deserción de la tropa en aquella noche y la voluntad de los oficiales que no era muy decidida por la empresa, me obligaron a no continuarla, dejando expuestos los 300.000 pesos y renunciando a la esperanza de retirar los 200 fusileros de Valparaíso. Volvimos a Los Andes, es decir, a la villa de este nombre.”

LA ODISEA DE LOS CAUDALES PÚBLICOS CHILENOS Tal como recordaremos, el día 03 de octubre el general Carrera había despachado rumbo al norte desde Santiago, un pequeño destacamento que resguardaba el tesoro público chileno, fundido en barras de plata. El contingente avanzó pero detuvieron su trayecto, permaneciendo acampando a partir del día 06 de octubre, en unos potreros de Aconcagua. El día 08 de octubre fueron encontrados por el capitán Eleuterio Andrade, quien en compañía de unos pocos soldados y del alférez Isidoro Gutierrez Palacios, eran de los pocos hombres que alcanzaron a replegarse desde Valparaíso para alcanzar al general Carrera, mientras que el resto había desertado o simplemente se había sumado a las autoridades de Quillota, las cuales se declararon contrarias al gobierno patriota, pasando a apoyar decididamente al general Osorio y la causa del Rey. El contingente que acampaba resguardando los caudales, se mostraba indeciso y desesperanzado, teniendo en mente regresar con el tesoro público a Santiago, y entregarlo a las autoridades de la capital, fueran estas patriotas o realistas. Esto generó consternación en el capitán Andrade, quien sugirió al sargento primero de Granaderos don José María Rodriguez, que la causa patriota aún no estaba perdida, por lo cual lo mejor era avanzar con el valioso cargamento rumbo a Putaendo, localidad que bien permitía seguir al norte rumbo a Coquimbo, o bien avanzar a cruzar la cordillera, por el llamado paso de Los Patos. El sargento Rodriguez accedió con 289


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cierta desconfianza el avanzar hacia Putaendo, mientras que Andrade encargaba al alférez Gutierrez Palacios, que se dirigiera a toda prisa a dar cuenta de estos graves acontecimientos, al general Carrera. El alférez encontró al general Carrera la madrugada del día 10 de octubre, en los faldeos cordilleranos, informando de todos los acontecimientos. Al respecto Carrera señala en su Diario: “Como afirmase que los caudales estaban tan cerca, con el Capitán Andrade que los custodiaba, para que yo dispusiese de ellos, mandé salir las guerrillas para que antes de amanecer del 11 estuviesen de vuelta. Apenas salieron las guerrillas del cajón, se encontraron con las avanzadas del enemigo, que ya se había posesionado de la villa (de Los Andes). El Capitán Jordán rompió sobre el enemigo, mató uno e hizo prisionero a otro, aunque un poco herido; el enemigo tenía fuerzas muy superiores y fue preciso apelar a la retirada.” De esta forma al encontrarse las fuerzas realistas en la villa de Los Andes, los caudales quedaron aislados en Putaendo, y las fuerzas patriotas de Carrera, impedidas de abrirse paso para rescatarlos.

ELORRIAGA EN LA ARREMETIDA FINAL Tal como hemos señalado, con fecha 07 de octubre el general Osorio había encargado al coronel Elorriaga como comandante de vanguardia, avanzar con su división hacia el norte, secundado por el comandante Quintanilla. Para el día 10 de octubre, las avanzadas de Elorriaga ya habían logrado tomar posesión de Los Andes, rechazando a los patriotas. Para la mañana del 11 de octubre, Elorriaga emprende rumbo a la cordillera con el claro objetivo de capturar a los patriotas, e impedir su huida hacia Mendoza, razón por la cual el general Carrera retrocede hacia las cumbres cordilleranas, llegando a parapetarse con sus escazas fuerzas en el sector conocido como la Guardia. Así lo relata el prócer en su Diario: “Nos retiramos a la Guardia, y los efectos que no pudimos cargar por falta de mulas los tiramos al río (Aconcagua); las mulas se las robaban los emigrados para pasar sus familias y equipajes, o se empleaban en romper la nieve, o los arrieros huían con ellas; las 290


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pocas que quedaban ya no servían de cansadas y hambrientas.” Por otra parte, en sus memorias autobiográficas, el comandante Quintanilla relata sobre aquel 11 de octubre: “Salí con el coronel Elorriaga, quien mandaba la vanguardia, en dirección a la Cordillera de Los Andes, por donde se retiraban los restos del ejército enemigo. Mi escuadrón, siempre el primero, después de habernos internado por los desfiladeros de los Andes, fue el primero que con sus carabinas rompió el fuego contra los enemigos que nos esperaban en una posición ventajosa. Elorriaga con la infantería tomó una posición por un flanco que dominaba la del enemigo, me ordenó que pasase el desfiladero en carga que verifiqué sufriendo todos los fuegos de su infantería hasta llegar a ellos y ponerlos en desordenada fuga, persiguiéndolos hasta los Ojos de Agua, al pie de la cumbre más elevada de los Andes y en donde la nieve no nos permitió proseguir.” El general Carrera expone en su Diario el siguiente relato sobre el ataque de la División de Elorriaga: “En la tarde (del día 11) se presentó una división enemiga de 400 fusileros que atacó y destruyó nuestra pequeña guerrilla. Aprovechamos la oscuridad de la noche para retirarnos al otro lado de la cumbre. (El comandante) Las Heras estaba en el Juncalillo y luego que supo la derrota de nuestra guerrilla, tomó el camino para buscar puntos militares. Todo cuanto habíamos salvado hasta allí, o lo entregamos al saqueo, o lo quemamos, o lo tiramos al río.” Y para la mañana del día 12 de octubre, Carrera señala que: “Al amanecer subimos la cumbre, hasta cuyo punto subió también el enemigo, quien nos tomó más de 150 prisioneros desarmados. Las Heras perdió una guardia avanzada que se entretuvo en el saqueo, y a la noche estaban todos los emigrados de la parte de Mendoza.” Por su parte, Quintanilla finaliza esta parte del relato, señalando que: “En esta persecución hice mucho número de prisioneros, efectos y municiones y fue la última con que quedó todo el Reino de Chile bajo la obediencia del Rey de España.”

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CELEBRANDO EL FIN DE LA GUERRA De esta forma los realistas consumaban su triunfo por completo, concretado por la retirada en derrota de los patriotas a Mendoza, más la recuperación del Tesoro Público chileno, capturado por las fuerzas del comandante Elorriaga. Barros Arana relata al respecto que: “Osorio no se demoró mucho tiempo en la capital para gozar de su triunfo. Empeñado en perseguir a los patriotas salió de la capital el 13 de octubre para activar las operaciones militares de su división de vanguardia, dejando el gobierno de la capital al regidor Pisana. En ese mismo día Carrera había cruzado los Andes con los últimos restos del ejército insurgente; y Elorriaga, desesperando de darle alcance, volvía con sus partidas a Santiago cuando se encontró con el general en jefe (realista). Entrególe allí nueve piezas de artillería de diferentes calibres, más de 300 fusiles y de 200 prisioneros, cuatro banderas insurgentes y diecinueve cargas y media de oro y plata que había quitado a los fugitivos.” Y si bien tras la emigración habían quedado en Chile algunos patriotas, ya sea capturados o personas que simplemente no alcanzaron a emigrar, lo cierto es que para desgracia de la causa independista, con rigor histórico cabe bien reconocer que el triunfo realista fue recibido con gran satisfacción por gran parte de la ciudadanía chilena, quienes agobiados por meses de intensa lucha y desangramiento, veían con alivio el fin del agitado período revolucionario. De esta forma Santiago volvía a la tranquilidad tras el caos y la destrucción de los primeros días de octubre, Valparaíso se salvaba de la destrucción, la fértil provincia de Aconcagua se veía librada de verse transformada en campo de batalla y ser arrasada por la guerra; y a su vez todo el sur de Chile volvía a florecer, en especial en la provincia de Concepción al sur del Maule, donde hacía meses que ya no se hacían sentir los estragos de las batallas que habían arrasado sus campos, y segado la vida de muchos de sus esforzados habitantes, que habían tomado las banderas de lucha, ya sea en forma voluntaria u obligados, en una u otro bando. Y la mayor alegría de triunfo se vino a expresar en las localidades donde la 292


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fidelidad al Rey de España se había mantenido incólume, contando entre estas los habitantes de Chiloé, Valdivia y en especial Chillán. Según relato de don Diego Barros Arana, tenemos que: “Mientras tanto, en todos los pueblos de Chile se celebraban aparatosas fiestas militares y religiosas, en honor del triunfo de las armas realistas y del restablecimiento del gobierno antiguo. A ejemplo de la capital, en todas partes se cantaron misas de gracia, y se prendieron luminarias por una semana entera… No tenemos noticia particular de las fiestas que se celebraron en cada pueblo en aquella ocasión; pero creemos que en ninguna fueron más largas y ostentosas que en Chillán. Los padres franciscanos del Colegio de Misioneros, enemigos irreconciliables y fanáticos de la revolución de Chile, veían en el desastre de Rancagua el triunfo del cielo sobre los poderes infernales… El 08 de octubre, al recibirse en Chillán la noticia de la victoria de los realistas, iniciaron una serie de fiestas y de procesiones que duraron casi un mes entero, y en las cuales no se omitió esfuerzo ni aparato alguno para dar a esa victoria el carácter de un prodigio operado por Dios para afianzar el poder y el prestigio del Rey de España.”

LA ALEGRÍA DEL TRIUNFO EN EL VIRREINATO DEL PERÚ La noticia del triunfo sobre los patriotas en Chile, se trasladó hasta Perú, llevado por la goleta Mercedes que habiendo zarpado de Valparaíso con fecha 19 de octubre, arribaba al puerto del Callao el domingo 06 de noviembre de 1814, desatando una alegría inmensa en Lima. En relato de Barros Arana tenemos que en la capital del Virreinato: “… no omitieron diligencia para dar esplendor a las fiestas públicas con que se celebraban aquellos acontecimientos. Las banderas tomadas en Rancagua, fueron desembarcadas en el Callao en medio de un grande aparato, conducidas a Lima con una escolta de honor para ser presentadas al pueblo como trofeos de victoria, y depositadas enseguida en el templo de Santo Domingo, en el altar de

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la Virgen del Rosario, según los deseos y los votos de Osorio. Paradas militares, iluminación general de la ciudad, repiques de campañas y salvas de artillería, misas de gracias celebradas en varias iglesias, y un suntuoso banquete dado en el palacio del virrey en honor de los vencedores de Rancagua, mantuvieron a la población de Lima en medio de fiestas durante días.” En reconocimiento a los méritos militares de los vencedores, el virrey del Perú procedió a cursar el ascenso de los coroneles Mariano Osorio y Rafael Maroto, pasando ambas al grado de brigadieres de ejército. Junto con lo anterior, los ascensos que habían adquirido durante la campaña los más destacados jefes militares realistas en la guerra de Chile, fueron ratificados por el virrey, favoreciendo entre otros al comandante Idelfonso Elorriaga, confirmándolo oficialmente con el grado de coronel de los ejércitos de su majestad el Rey de España; justo reconocimiento para uno de los más destacados paladines de la causa monarquista en el Reino de Chile.

ELORRIAGA A LA CONQUISTA DE COQUIMBO Pero si bien los realistas habían coronado su paseo triunfal de sur a norte, hasta el momento solo controlaban dos (Concepción y Santiago), de las tres provincias que conformaban el territorio chileno. Estando presente la necesidad de controlar todo el Reino, y evitar el surgimiento de cualquier foco de resistencia, el general Osorio encarga esta importante misión al coronel Elorriaga; para lo cual dispuso su traslado al norte por vía marítima, con un contingente de 500 hombres, además de amplias atribuciones para ejercer el mando político y militar en la provincia de Coquimbo. Elorriaga se trasladó al norte sin mayores contratiempos, secundado por un antiguo colaborador suyo, el capitán tarapaqueño Leonardo Castilla; y luego de efectuar su desembarco en Coquimbo, paso a ocupar la ciudad de La Serena, donde estableció su comando central. 294


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En relato de don Diego Barros Arana tenemos que: “La represión se hizo sentir con dureza en aquellos lugares en los primeros días de la reconquista. El coronel Elorriaga, después de apresar y enviar a Santiago todas las personas que en el período anterior habían mostrado simpatías por las instituciones revolucionarias, y después de imponer al de La Serena y de los campos vecinos un grueso impuesto extraordinario a título de contribución de guerra; hizo celebrar el domingo 27 de noviembre una aparatosa parada militar, seguida después de Te Deum y de otras fiestas de iglesia, para solemnizar el reconocimiento y jura de Fernando VII como monarca restaurado en el trono español.” Con el objetivo inmediato de afianzar su dominio en la provincia, y recaudar mayores recursos, el comandante Elorriaga envía al capitán Castilla en expedición a las zonas ricas zonas mineras de Copiapó y Huasco, ubicadas aún más al norte, en la zona del Desierto de Atacama. Durante diciembre de 1814, Castilla recorrió todo el valle copiapino, removiendo y nombrando nuevas autoridades locales, junto con empeñarse en recaudar como contribución de guerra, la suma de $ 100.000 de la época, que le había encargado Elorriaga. Los habitantes de dichas localidades debieron entregar hasta el último peso para satisfacer la contribución forzosa, y más aún, Castilla procedió a requisar toda la plata labrada disponible en aquellas comarcas. Par el día 15 de enero de 1815, el capitán Castilla retornaba a La Serena, portando la suma total de $ 87.000, para satisfacción del comandante Elorriaga; pero a su vez sumiendo en la miseria y la ruina a muchos habitantes de las zonas donde paseo campante los estandartes del rey. Con fecha 10 de enero de 1815, el general Osorio nombró como subdelegado de Coquimbo al capitán chileno del batallón Chiloé don Manuel Antonio Matta, quien siendo originario de la zona, sería muy estimado por la ciudadanía debido a su criteriosa bondad, en contraste con la rigurosidad aplicada por el coronel Elorriaga. Este último, dando por concluida su misión en la zona, regresa a Santiago con fecha 26 de enero de 1815.

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EPÍLOGO


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EPILOGO Tal como lo vimos en el Prefacio de este libro: “El vencido puede quedar soberbio y rebelde. El rendido queda postrado… La plaza que se rinde, se entrega. Vencer es poder. Rendir es dominar. El que vence triunfa. El que rinde avasalla.” Pero estas frases no son más que letra muerta si no se internaliza el concepto, y así tenemos que el gran pecado de muchos comandantes militares en distintas épocas, ha sido no comprender ni poner en práctica lo anterior. A modo de ejemplo tenemos el accionar de Napoleón III en la llamada Guerra Franco Prusiana de 1870, y su capitulación en la batalla de Sedán: “…el ejército (francés) de MacMahon1después de una lucha de tres días en que los franceses y prusianos se han portado con un valor extraordinario, había sido obligado a capitular, cayendo MacMahon gravemente herido y Napoleón III prisionero. Estas mismas noticias han sido confirmadas después, asegurándose que 100.000 franceses habían sido obligados a capitular al verse estrechados por los prusianos. Los prusianos presentaron 240.000 hombres en combate y los franceses 120.000. Esto tuvo lugar en Sedán el 01 y 02 de Septiembre. Napoleón III, se encontraba allí y había capitulado el día 01 a las 05 horas con 15 minutos, P.M. mandando al Rey de Prusia esta humillante carta: NO PUDIENDO MORIR A LA CABEZA DE MI EJÉRCITO, PONGO MI ESPADA A LOS PIES DE VUESTRA MAJESTAD.2 De Dianan, Bélgica, escriben el siguiente relato de la rendición del emperador Napoleón: “Después de escribir Napoleón III la carta que todo el mundo conoce, contestó el Rey Guillermo (de Prusia): QUE VENGA EL MISMO, DE OTRO MODO SERÁ TRATADO COMO UN SIMPLE SOLDADO, AUNQUE CASI NO LO MERECE. Napoleón III tomo entonces el camino de la Granja en que el Rey Guillermo tenía su cuartel general. Habiendo parado la calesa delante de la puerta de la casa, el emperador se apeó, apagó el cigarrillo que fumaba y entró en la sala baja donde estaba el Rey con el uniforme de General y el casco 1 2

Mariscal del ejército francés Patrice MacMahon (1808-1893) Ver: El Faro Militar, Año I, Numero 4. Santiago de Chile, Octubre 16 de 1870. Imprenta de La Republica.

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en la cabeza, paseándose de arriba abajo con pasos precipitados, muy sobrexcitado y las manos cruzadas sobre la espalda.” 3 El káiser alemán no entendió en aquel momento que si bien había vencido y rendido a Napoleón III, su victoria no había doblegado al pueblo francés, el cual tras la capitulación y sesión de Alsacia y Lorena se mantuvo soberbio y rebelde, alimentando el sentimiento de revancha hasta desencadenar un nuevo conflicto en 1914. En otras circunstancias a principios de 1943, ante la apremiante situación que vivía el Sexto Ejército alemán en Stalingrado, y encontrándose el general Friedrich Paulus cercado, angustiado, gravemente enfermo, y sin lograr recibir el apoyo y refuerzos adecuados que insistentemente había solicitado, decide optar por rendirse a los soviéticos, en la mañana del 31 de enero de 1943. De los cerca de 112.000 hombres que aún componían su ejército, unos 11.000 de ellos decidieron seguir luchando hasta morir, y continuaron empeñados en combate, extendiendo su resistencia hasta marzo, siendo finalmente brutalmente exterminados por las tropas de Stalin. Otros 90.000 combatientes del Sexto Ejército capitularon junto a su comandante, comenzando una era de interminables padecimientos, iniciando su marcha hacia los campos de concentración, desde donde con posterioridad se estima que solo sobrevivieron al hambre, los trabajos forzados y la inclemencia del frío y sus carceleros, apenas unos 6.000 hombres (un 5% de las tropas que capitularon), entre ellos el propio general Paulus, quien sería liberado en 1953, tras la muerte de Stalin. ¿No habría sido mejor para Paulus y sus hombres, el haber ejecutado como último acto, una heroica arremetida para abrirse paso por sobre los soviéticos, como lo hizo O’Higgins en Rancagua? Se dice que el ejército de Paulus carecía de los adecuados elementos de movilización, que estaba escaso de víveres, combustible y municiones. No obstante lo anterior, ¿no habría sido más glorioso empeñarse en morir heroicamente en combate, antes que padecer bajo el frio de las mazmorras soviéticas? Se estima que un intento 3

Ver: El Faro Militar, Año I, Numero 5. Santiago de Chile, Octubre 23 de 1870. Imprenta de La Republica.

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así hubiese sido una locura, y que las bajas resultarían incuantificables, concretándose una masacre horrorosa. Ante esto cabe preguntarse ¿Llegarían las bajas a alcanzar la cifra de 95% como efectivamente aconteció con posterioridad en las mazmorras soviéticas? No cabe duda que un intento de abrirse paso de este modo, hubiera llenado de gloria y renombre al general Paulus y sus hombres, y quien sabe si en el intento también se hubieran salvado 6.000 o más de ellos. No cabe duda que tanto a Napoleón III, como al general Paulus y a tantos otros comandantes militares en circunstancias similares, les faltó el coraje y la audacia que O’Higgins junto a sus hombres derrocharon en Rancagua. Por eso es tan importante y trascendental la heroica gesta de Rancagua, cuyo nombre jamás deberá ser empañado con el calificativo de desastre. Y fue precisamente la opción de no doblegarse ni claudicar ante al enemigo la que con posterioridad llevó a cosechar los laureles del triunfo, y rescatar las gloriosas banderas patriotas desde Lima, las mismas que habían sido defendidas a muerte en Rancagua. Así tenemos que: “Las banderas quedaron depositadas a los pies de la Virgen del Rosario en el templo de Santo Domingo y allí las recuperó siete años más tarde, Don José de San Martín, Comandante en Jefe del Ejército Libertador del Perú, al ocupar la capital limeña. Para su devolución al Estado de Chile, comisionó a su amigo el Coronel Don José Manuel Borgoño, a quién habían honrado nombrándole primer Gobernador de Lima y Comandante General de Armas. El General San Martín se dirigió entonces a O'Higgins en los siguientes términos: Excelentísimo Señor: Las banderas tomadas al enemigo en Rancagua, que pertenecían a las tropas de ese estado, han sido vueltas a tomar por nuestras armas; y habiendo resuelto enviarlas a V. E. por conducto de uno de los jefes dependientes de ese gobierno, las he entregado al coronel de artillería don José Manuel Borgoño, sujeto de la mayor consideración por sus recomendables circunstancias, para que las remita a disposición de V. E. Dios guarde a V. E. muchos años. —Lima, Julio 21 de 1821. "José de San Martín".

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A su vez, el dignísimo Borgoño, en oficio de la misma fecha las pone a disposición del Gobierno y felicita al Supremo Director O'Higgins por los triunfos de la libertad en el Perú y por la gran parte que en ella le corresponde. Expresa Don Diego Barros Arana que en la segunda mitad de 1821 volvió Borgoño a su patria conduciendo esas honrosas reliquias para que fuesen colocadas en lugar digno de ellas. Recibidas las banderas en Santiago, el júbilo del pueblo fue inmenso. Ellas llegaron a las diez de la mañana del 14 de Agosto de aquel año y su aparición en las afueras de San Pablo fue saludada con salvas de artillería, repique general de las campanas y por los vítores de la población que acallaban el estruendo de los cañones. En imponente, procesión fueron conducidas al Palacio Directorial en la Plaza Mayor y, allí, exhibidas en las ventanas. La multitud ebria de gozo parecía no dar crédito a lo que veía con sus ojos; todos se abrazaban y prorrumpían en vivas a la Patria. Para corresponder al entusiasmo del pueblo, hubo que leer varias veces los partes oficiales, las cartas de San Martín y de Borgoño: tal era la emoción de aquel pueblo niño que tampoco fiaba de sus oídos y quería oír una y otra vez los ecos que llegaban de los nuevos campos de batalla con tan plausibles nuevas. Allí se congregó el pueblo todo, se renovaba a cada instante, pasó en contemplación por la mañana, pasó la tarde y gran parte de la noche. Por las mentes afiebradas de patriotismo y por los corazones doloridos de los deudos de aquellos que sucumbieron en la gloriosa plaza de Rancagua pasaron en visión orgullosa y en sentimiento renovado, las angustias y las lágrimas de aquellos días de dolor y de gloria. Estas banderas que las brisas heladas de Agosto agitaban en sus sitiales, habían presenciado y vivido con los héroes sus arrestos y desmayos, el hambre y la sed, el dolor y la muerte, Ja agonía de los que quedaron y la vida de los que imitando a los antiguos, rompieron contra el enemigo para volver más tarde por los laureles que les fueron negados. Las reliquias de Rancagua fueron conducidas a aquel pueblo por disposición de O'Higgins el 26 de Septiembre de 1821 y llevadas por el Mayor don Antonio Millán que había combatido en la plaza gloriosa el año 14, disparando un cañón

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cargado con pesos fuertes a falta de munición. Lo acompañaban el Capitán Don Luis de la Cruz, el Ayudante Mayor Don José Villarroel y los tenientes Juan Vidaurre, José F. García, Agustín Vidaurre, José Baeza, Manuel Aizpurúa y Lorenzo Luna. Desgraciadamente estos preciosos trofeos no han sido conservados con el celo y veneración que merecían. Arrancados del sitial de honor que ocupaban en lo principal del templo histórico, se le relegó a un rincón y luego desaparecieron del sagrado lugar, al extremo de que hoy no se tiene noticias de su existencia. El Director Supremo don Bernardo O'Higgins había ya premiado a la ciudad de Santa Cruz de Triana, capital del Partido de Rancagua, el 27 de Mayo de 1818, otorgándole el título de "MUY LEAL Y NACIONAL CIUDAD DE SANTA CRUZ" y decretando las armas que distinguirían su escudo dice-. "El campo del escudo será rojo, color emblemático de la sangre que ha costado a Rancagua su celebridad y el lema que circuirá el fénix será el siguiente: "Rancagua renace de sus cenizas, porque su patriotismo la inmortalizó". Firman este decreto el Director y su Ministro don José Antonio de Irisarri. Cuando en 1872 se inauguró la estatua de O'Higgins en el histórico paseo de la Cañada, dos veteranos, sobrevivientes de Rancagua, llevaron en procesión una bandera negra que simbolizaba aquella otra que 58 años antes había significado a los defensores de la plaza, que el empeño se había trabado "a muerte" y a la vez expresaba el luto eterno que quedaba en los corazones de los chilenos por la muerte en el olvido del que, como Washington ha merecido ser llamado "el primero en la paz, el primero en la guerra y el primero en el corazón de sus compatriotas".4 Los acontecimientos ocurridos con posterioridad a la emigración chilena a Mendoza, los abordamos en nuestra investigación histórica: UN HÉROE SOLO MUERE CUANDO LO OLVIDAN.

4

Ver Rancagua Heroica. —Por el Sr. Pablo Barrientos G:, Tte. Coronel, Jefe de la Sección Historia del E. M. G. E. – MEMORIAL DEL EJÉRCITO DE CHILE – Revista bimestral - Septiembre a Diciembre de 1943.

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BIBLIOGRAFÍA    

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HISTORIA GENERAL DE CHILE: Diego Barros Arana – Tomo VIII – Edición del año 1887. HISTORIA GENERAL DE CHILE: Diego Barros Arana – Tomo IX – Edición del año 1888. HISTORIA GENERAL DE LA INDEPENDENCIA DE CHILE: Diego Barros Arana – Tomo II – Edición del año 1855. EL OSTRACISMO DEL GENERAL BERNARDO O’HIGGINS- Escrito sobre documentos auténticos y noticias inéditas por Benjamín Vicuña Mackenna: Edición del año 1860. HISTORIA FÍSICA Y POLÍTICA DE CHILE: Claudio Gay – Tomos Quinto y Sexto – Edición del año 1854. HISTORIA GENERAL DE LA REPÚBLICA DE CHILE: varios autores, corregida y comentada por Benjamín Vicuña Mackenna – TOMO II - Edición autorizada por la Universidad de Chile, año 1881. COLECCIÓN DE HISTORIADORES Y DE DOCUMENTOS RELATIVOS A LA INDEPENDENCIA DE CHILE: TOMO I – Diario Militar del General José Miguel Carrera – Edición del año 1900. COLECCIÓN DE HISTORIADORES Y DE DOCUMENTOS RELATIVOS A LA INDEPENDENCIA DE CHILE- TOMO III: Apuntes sobre la guerra de Chile por el brigadier don Antonio Quintanilla. 1901. COLECCIÓN DE HISTORIADORES Y DE DOCUMENTOS RELATIVOS A LA INDEPENDENCIA DE CHILE: TOMO IV – Apuntes sobre la guerra de Chile por el brigadier don Antonio Quintanilla - Edición del año 1901. COLECCIÓN DE HISTORIADORES Y DE DOCUMENTOS RELATIVOS A LA INDEPENDENCIA DE CHILE: TOMO VI – Revista de la Guerra de la Independencia de Chile por José Rodriguez Ballesteros. Edición del año 1901. COLECCIÓN DE HISTORIADORES Y DE DOCUMENTOS RELATIVOS A LA INDEPENDENCIA DE CHILE- TOMO XV: Proceso de Gaínza. Tomo I y II. Santiago de Chile. Imprenta Cervantes – 1909. ANALES DE LA UNIVERSIDAD DE CHILE: Autobiografía del Mariscal de Campo don Antonio Quintanilla - Prólogo, transcripción y notas de Carlos Besa Lyon, Tercer Secretario de la Embajada de Chile en España; año 1952. ARCHIVO O’HIGGINS: TOMO II.- ARCHIVO NACIONAL – Ley 7367, de 20 de noviembre de 1942. Edición de 1947. CUADERNO DE HISTORIA MILITAR N°5: Departamento de Historia Militar – Diciembre de 2009.

LOS DEFENSORES DEL REY: Fernando Campos Harriet – Editorial Andrés Bello – 1958. CUERPOS LEGISLATIVOS: SENADO CONSERVADOR- SESIÓN 9ª EXTRAORDINARIA EN 19 DE ENERO DE 1819.

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CAPÍTULO ANEXO: SALVEMOS CHILE O SEAMOS ODIADOS ETERNAMENTE

ASÍ SE PELEABA EN AMÉRICA CAPÍTULO ANEXO: SALVEMOS CHILE O SEAMOS ODIADOS ETERNAMENTE (Abril – Agosto de 1814)

ANDRÉS RUGGIERI LUSSO Colección Guerreros Legendarios Santiago – Chile 2019


Andrés Ruggieri Lusso

CAPÍTULO ANEXO: SALVEMOS CHILE O SEAMOS ODIADOS ETERNAMENTE (Abril – Agosto de 1814) SURGEN LAS ESPERANZAS DE PAZ – LAS AURORIDADES CHILENAS OPTAN POR NEGOCIAR – INCÓMODA POSICIÓN DE GAÍNZA AL NEGOCIAR – ELORRIAGA MARCHA AL SUR EN BUSCA DE REFUERZOS – LAS VENTAJOSAS CONDICIONES OBTENIDAS POR LOS PATRIOTAS – OHIGGINS SE OFRECE COMO REHÉN EN GARANTÍA – EN TIEMPOS DE GUERRA, LA REBELIÓN NI SE CONTEMPLA - LAS CONDICIONES DEL TRATADO GENERAN EL RECHAZO DEL EJÉRCITO MONARQUISTA EN CHILE - O'HIGGINS OBLIGA A GAÍNZA A NO DAR PIE ATRÁS - RAZONES PARA ENTENDER EL ACCIONAR DE GAÍNZA - CONMOCIÓN EN CHILLÁN POR LA FIRMA DEL TRATADO - LOS PERNICIOSOS EFECTOS DE UN SIMPLE DECRETO - LOS ALIADOS DEL CONO SUR SE DISTANCIAN - LA CLÁUSULA SECRETA DEL TRATADO DE LIRCAY - LA JUGADA MAESTRA DE URREJOLA - LOS CARRERA SON RECIBIDOS POR O’HIGGINS - O’HIGGINS ES DURAMENTE REPRENDIDO POR NO ARRESTAR AL GENERAL CARRERA - LOS REALISTAS INCUMPLEN EL TRATADO DE LIRCAY - CARRERA MANTIENE VIGENTE EL TRATADO DE LIRCAY - O’HIGGINS CONVOCA A SUS OFICIALES EN JUNTA DE GUERRA - LAS RESOLUCIONES DE LA JUNTA DE GUERRA PATRIOTA O’HIGGINS ACATA LAS RESOLUCIONES DE LA JUNTA DE GUERRA ENVOLVIENDO A LA PATRIA EN SU RUINA - LAS FUERZAS PATRIOTAS EN DISPUTA - EL LEGÍTIMO CABILDO DE SANTIAGO SOLICITA A O’HIGGINS MARCHAR SOBRE LA CAPITAL - ELORRIAGA NUEVAMENTE A LA VANGUARDIA DE LOS REALISTAS - LA NEUTRALIDAD DE LA DIVISIÓN AUXILIAR ARGENTINA - EL COMBATE DE TRES ACEQUIAS - LOS GRAVES ERRORES TÁCTICOS DE O’HIGGINS - LA GRAN SATISFACCIÓN QUE SE GENERA EN LOS REALISTAS.

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CAPÍTULO ANEXO: SALVEMOS CHILE O SEAMOS ODIADOS ETERNAMENTE

SURGEN LAS ESPERANZAS DE PAZ Cumplido el objetivo estratégico inicial de poner a salvo la capital (ver Capítulo IV de este libro), el general O’Higgins se apresta a continuar su campaña, no sin antes esperar instrucciones de Santiago. Y como tal como es ley uiversal el hecho de que la actividad del guerrero acaba donde comienza la diplomacia y a la inversa, para el día 08 de abril de 1814, el gobierno central chileno decide iniciar tentativas de paz con los monarquistas. Estas negociaciones se abrieron dado el contexto mundial de aquellos días, donde Inglaterra ádemás de mantenerse en guerra contra Estados Unidos; a la vez se consolidaba en Europa como gran aliado de España en su lucha triunfante contra Napoleón, amparando además la restitución en el trono de Fernando VII. Para efectos de afianzar aún más su alianza con los hispanos, junto con limitar la influencia estadounidense en Sudamérica, que desde el proceso independista había tomado bastante auge, en especial en el ámbito comercial; la presencia de buques de guerra británicos se había hecho muy frecuente en el Pacífico, donde entablaban permanente combate contra naves norteamericanas, siendo la costa chilena escenario de una serie de combates navales. La presencia de los británicos en el Pacífico Sur, llevó a la ocasión propicia para que el virrey del Perú se abriera a la posibilidad de entablar negociaciones de paz con los chilenos, soliictando gestionar un eventual acuerdo al comodoro inglés James Hillyar. Una vez que el representante británico presentó sus credenciales en Santiago de Chile, el gobierno independentista solicitó la inmediata presencia en la capital del coronel Juan Mackenna, para que entre otras razones entablara dialogo directo con el comodoro Hillyar, ante el nulo manejo del idioma español por parte del distinguido mediador británico, quien se daba a entender por la vía de intérpretes.

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LAS AUTORIDADES CHILENAS OPTAN POR NEGOCIAR Estando Chile practicamente arruinado financieramente desde los inicios de la guerra, las autoridades centrales abrigaron esperanzas en firmar un armisticio que trajera la paz a la nación, aunque fuera temporalmente; considerando además que salvo unos pocos oficiales extranjeros que militaban en uno y otro bando, la mayoría de las tropas que se habían desangrado combatiendo eran chilenas, tanto entre el ejército patriota como en el realista; por lo tanto la sangre de la nación quedaba esparcida en los campos, fomentando el odio entre compatriotas, junto con ahondar las divisiones al interior de las familias, donde en el seno de gran parte de ellas, convivían partidarios de uno y otro bando. El Director Lastra afirmaba al respecto que: “Esta guerra desoladora, devoraba una parte de la población de Chile por las victorias de la otra parte. Los chilenos eran al mismo tiempo los vencedores y los vencidos. Ellos eran los que en un mismo instante cantaban las victorias y lloraban las desgracias de la guerra. Los paises (las provincias) más fértiles y abundantes se hallaban convertidos en páramos incultos, y las ciudades del sur no eran ya sino el albergue de la miseria, de la orfandad y el espanto.” El 19 de abril de 1814, el Senado de Chile estableció las bases del acuerdo de paz, y teniendo presente el gobierno chileno las cualidades personales de los comandantes O’Higgins y Mackenna, reconocidos en su época por su elevado nivel cultural, intelectual y académico, sumado a su reconocido patriotismo e inquiebrantable defensa de la causa nacional, además de su reconocido roce internacional y su fluido manejo del idioma inglés; pasó a reconocerlos como las personas más idóneas para actuar como representantes de la nación chilena en estas negociaciones de paz; encargándoles tener especial cuidado en mantener inalterables las condiciones establecidas por el Senado chileno, además de hacer respetar los acuerdos en toda su integridad.

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Junto con lo anterior, y en reconocido premio a la brillante campaña militar emprendida desde el sur, que a la fecha había puesto a salvo a la capital, y permitía enfrentar estas negociaciones contando con un excelente respaldo bélico, ambos jefes patriotas fueron distinguidos con una promoción militar, ascendiendo desde el grado de coronel a ser reconocidos como brigadieres del ejército chileno. El general O’Higgins, con su disciplina y subordinación característica se abocó a la tarea, pero conciente de la superioridad militar que poseía de momento sobre Gaínza, cuyas tropas seguían desmembrándose por la deserción, avanzó en las negociaciones con la más firme resolución. No estando autorizado a emprender ninguna hostilidad, O’Higgins aprovechó su momentánea fortaleza bélica para mostrar sus cartas, saliendo con sus tropas desde el campamento en Quechereguas, para ir a posicionarse en la localidad de Tres Montes. Enterado de que Gaínza quería dilatar las negociaciones, O’Higgins le notifica que ante la pronta llegada del crudo invierno, las tropas realistas tenían solo dos opciones: entablar las negociociones de paz o sufrir todo el rigor de la guerra. Para hacer aún más fuerte sus planteamientos, el 29 de abril avanzó con sus tropas hasta Pelarco, para cercar aún más a Gaínza.

LA INCÓMODA POSICIÓN DE GAÍNZA AL NEGOCIAR Para finales de abril de 1814, la situación del brigadier Gaínza era del todo apremiante, ya que se sentía practicamente inmovilizado y en desventaja frente al vigoroso ejército patriota. Al recibir al comodoro Hillyar, vio una luz de esperanza para salvar su crítica situación, pero a su vez quedaba contrariado, ya que si bien el virrey le notificaba que avanzara en las negociaciones impulsadas por el representante británico, por otra parte le ordenaba mantener inalterables las condiciones que él le había entregado detalladas por escrito, cuando lo envió en misión militar a Chile, teniendo especial consideración en resguardar el cumplimiento inalterable del punto

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N° 19, el cual establecía que: “Si el Gobierno de Chile se allanase a entrar en la composición de que habla el artículo anterior, conviniéndose sencillamente a volver como hijo descarriado a los brazos de la Madre Patria, les estrechará en ellos el señor general y les ofrecerá en nombre de ella, mi perdón y olvido de todo lo pasado, siempre que perentoriamente reconozcan y juren la nueva Constitución de la monarquía española, establecida por las cortes jenerales y estraordinarias de la nación, EN CUYO CASO TOMARÁ EL SEÑOR GENERAL LAS RIENDAS DEL MANDO MILITAR Y POLÍTICO, con arreglo a aquélla, cumpliendo y haciendo cumplir relijiosamente lo pactado; pero SI SE PROPUSIESEN ENTRAR EN LA COMPOSICIÓN BAJO OTROS TÉRMINOS Y CAPITULACIONES, soló les podrá conceder la suspensión de armas, conservando el pais ocupado, y el Gobierno de Chile el suyo, hasta que, dándome parte de lo que se haya tratado, reciba mi contestación.” En resumen, las condiciones para la paz que imponía el virrey del Perú, era que la administración del gobierno chileno, volviera al mismo estado anterior al 18 de septiembre de 1810, para lo cual Gaínza debía asumir en Santiago como Gobernador y Capitan General del Reino de Chile; y más aún, le encargaba por vía del comodoro Hillyar que para mantener el orden monarquista en Santiago, debería mantener como base de sus guraniciones militares, a las fieles tropas de Chiloé. De no lograrse las condiciones anteriormente impuestas, Gaínza solo estaba autorizado para firmar un armisticio parcial que estableciera una tregua temporal, y en ningún caso aceptar un tratado, y menos aún retirarse ni abandonar territorio chileno. Ya veremos como en las negociaciones, los patriotas lograron desechar todos los requerimientos del virrey, obligando en la práctica a Gaínza a firmar un desventajoso tratado para la causa monarquista hispana.

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ELORRIAGA MARCHA AL SUR EN BUSCA DE REFUERZOS Según testimonio del comandante Elorriaga, tenemos que en aquellos días en el ejército realista: “… se pasó una prolija revista de tropas y se vio existían, entre artillería e infantería, mil cuatrocientos hombres, de éstos cerca de doscientos enfermos en el hospital; y viendo la poca fuerza que teníamos y que de las tropas de Concepción y Chillan no habia noticia alguna, le dijo Calvo al señor general lo útil que seria marchase un oficial del ejército a agitar a fin de que viniesen prontamente. Hallándome yo presente le dije que yo me atrevía a ir en dos dias a Concepción, pasar de allí a Chillan, y a los ocho de mi salida volver a Talca con las tropas, lo que (Gainza) rehusó al principio temiendo me enfermase, o me sucediera algún otro acaso; pero habiéndose determinado, mandó llamar al coronel don Manuel Montoya y (teniente) coronel don Angel Calvo y habiéndoles hecho presente la poca fuerza que teníamos en Talca y que las tropas de Concepción y Chillan no aparecían y la oferta que yo dejo hecha, convinieron en ella; y después de haber oficiado el jefe a los comandantes de Concepción y Chillan, salí a las dos de la madrugada, llegué a los dos dias a Concepción…”. De nada serviría este esfuerzo del comandante Elorriaga, ya que tal como veremos, una vez que logró reunir cerca de 600 hombres en el sur, los tratados ya se habían llevado a cabo, y el ejército realista se encontraba en retirada desde Talca hacia Chillán.

LAS BASES DEL TRATADO DE LIRCAY La historiografía chilena a tendido en general a tergiversar el verdadero alcance del Tratado de Lircay, presentándolo como un verdadero retroceso al proceso independista impulsado a la fecha, lo cual si se analiza objetivamente en base a todos los documentos y antecedentes disponibles, nos lleva a una conclusión completamente distinta. Tal como veremos, el tratado establecía condiciones muy ventajosas para el gobierno patriota, y las acusaciones que llevan 7


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practicamente a tildar de traidores a la Patria, a quienes lo suscribieron por reconocer la soberanía de Fernando VII, se equivocan rotundamente al no considerar que dicho reconocimiento se había mantenido inalterable a la fecha desde el 18 de septiembre de 1810, por todos los gobiernos nacionales que habían impulsado de una forma u otra el proceso autonomista a la fecha. Y la mayor prueba de lo ventajoso que resultaban las condiciones de este tratado para los patriotas, son el elocuente rechazo que generó en todo el bando monarquista, tanto en la mayoría de sus jefes militares, como de los representantes eclesiásticos y politicos partidarios del rey. Esto llevaría a someter a grave cuestionamiento al brigadier Gaínza, quien pasaría con posterioridad a ser destituido de su cargo como general en jefe del ejército realista en Chile, junto con ser llevado a juicio ante un Consejo de Guerra por las desfavorables condiciones que llegó a pactar con los patriotas. El 02 de mayo de 1814, se reunián los representantes de ambas partes en las proximidades del río Lircay (cerca de Talca), donde después de varias contrapropuestas de Gaínza, los brigadieres O’Higgins y Mackenna se mantuvieron firmes e intransables en respetar y mantener las indicaciones que les había entregado el Senado de Chile. En vista de no poder quebrantar durante las negociaciones a los representantes chilenos, el brigadier Gaínza accede a firmar con fecha 03 de mayo, junto con comprometerse a realizar la evacuación del país con sus tropas.

LAS VENTAJOSAS CONDICIONES OBTENIDAS POR LOS PATRIOTAS Las bases del tratado establecieron los siguientes puntos favorables a los patriotas:  Si bien el gobierno de Chile reconocía la soberanía del rey Fernando VII y se comprometía a enviar dos diputados ante las cortes de España; en la práctica mantenía su total autonomía y autodeterminación, al estipularse que: “… manteniéndose entre

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tanto el Gobierno interior CON TODO SU PODER Y FACULTADES, el libre comercio con las naciones aliadas y neutrales, y especialmente con la Gran Bretaña, a la que debe la España, después del favor de Dios y su valor y constancia, su existencia política.” En vista de lo anterior, los patriotas mantendrían la administración del país con relativa independencia, tal como lo habían estado haciendo desde el 18 de septiembre de 1810, descartando de plano restaurar el antiguo régimen colonial, y menos entregar el mando de la nación al general Gaínza como Gobernador y Capitán General del Reino de Chile, TODO LO CONTRARIO A LO EXIGIDO POR EL VIRREY DEL PERÚ. Más aún, de concretarse el envío de los diputados ante las cortes de España, los patriotas dispondrían a lo menos de un año de plazo para tratar los asuntos del país directamente con las autoridades de la península ibérica, tiempo suficiente para reforzarse convenientemente, ante un eventual reinicio de las hostilidades.  Los realistas debían abandonar en un plazo de 30 horas Talca, y dentro de un mes, las tropas de Lima, Chiloé y Valdivia debían abandonar la provincia de Concepción retornando a sus respectivos lugares de origen. Esto equivalía en la práctica a la expulsión total de las fuerzas invasores del territorio chileno, pasando el gobierno patriota a controlar toda la provincia de Concepción, entre los ríos Maule y Biobío; desechando de plano además la exigencia del virrey en cuanto a que las tropas chilotas, debían ser las encargadas de garantizar y sostener militarmente con su presencia, el orden y el restablecimiento del antiguo régimen monarquista en Chile.  Se daba como opción a los oficiales realistas de Dragones e Infantería de Concepción, que aún habiendo abrazado la causa monarquista en su momento, se quedaran en Chile pero manteniendo su sueldo y cargo que tenían antes de la invasión realista de 1813; o bien abandonaran el país, para seguir sirviendo al ejército del virrey. Esto dejaba en grave desmedro 9


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a quienes siendo originarios de la provincia de Concepción, habían abrazado la causa del rey, y en la práctica, se les condenaba a jurar fidelidad para mantenerse en el ejército patriota, siendo a la vez degradados en los rangos y ascensos conseguido durante la guerra; y en caso contrario, contaban con la opción de autoexiliarse en Lima o Chiloé, abandonando sus hogares y familias, para continuar sirviendo al virrey del Perú.  Los realistas dejarían en el país, la artillería de las fortificaciones de Concepción y Talcahuano, además de 400 fusiles, equipamiento militar con el cual los patriotas podían reforzar convenientemente su ejército en la zona, preparándolo para rechazar cualquier eventual nueva invasión a la provincia sureña.

O’HIGGINS SE OFRECE COMO REHEN EN GARANTÍA El Tratado de Lircay firmado por Gaínza, fue enviado por los jefes patriotas a Santiago, siendo aprobado con total satisfacción y unanimidad por el Senado de Chile, que contaba entre sus miembros a renombrados patriotas, tales como fray Camilo Henriquez. Los parlamentarios chilenos solo hicieron una observación, solicitando modificar el alcance a un artículo en especial, referente al intercambio de rehenes como garantía para cumplir el acuerdo, en el cual se indicaba que: “Para el cumplimiento y observancia de cuanto se ofrece de buena fe en los artículos anteriores, dará Chile por rehenes tres personas de distinguida clase o carácter, entre quienes se acepta como la más recomendable, y por haberse ofrecido espontáneamente en honor de su patria, el señor brigadier don Bernardo O’Higgins, a menos que el excelentísimo Gobierno de Chile lo elija diputado para las Cortes, en cuyo caso se substituirá su persona con otra de carácter y representación del país.”

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A pesar de las buenas intenciones de O’Higgins, el Senado rechazó la temeraria opción presentada por el prócer, expresando que: “El Reino de Chile, para garantir con la buena fe que le es característica el verificativo de los tratados acordados, resiste alejar de sí la persona del general en jefe brigadier don Bernardo O’Higgins. Después de su presencia, sagacidad y más circunstancias destruyeron la perturbación interior y ha repuesto el reino en su anterior tranquilidad, su ausencia puede exponerlo a que contra la opinión del gobierno sufra los sensibles anteriores desastres; por tanto aquella presencia, a más de precaver estos, será la mejor garantía del cumplimiento de los tratados.” Para zanjar esta situación, el gobierno chileno entregó en calidad de rehenes a los comandantes de milicias Juan de Dios Puga y José María Soto, ambos con familia y residencia permanente al sur del río Maule, lo cual les garantizaba que bajo esta condición, podían acceder a retornar a sus hogares. Por su parte el brigadier Gaínza entregó como rehenes a los comandantes chilotes José Hurtado y José Ramón Vargas, quienes pasaron a residir con arraigo en la ciudad de Santiago.

EN TIEMPOS DE GUERRA, LA REBELIÓN NI SE CONTEMPLA La mayor causa de desestabilización que puede sufrir el gobierno de un país que enfrenta un escenario de guerra externa, es convivir con la falta de cohesión en los bandos políticos, sumado al surgimiento de la agitación revolucionaria al interior de una nación, por lo cual, tal como decía Clementine Churchill en carta a su esposo Winston en 1940: ¡En tiempos de guerra, la rebelión si se contempla!. Así tenemos que en el año 1917 duante la llamada Primera Guerra Mundial, el Imperio Alemán se encontraba agobiado combatiendo en distintos frentes de Europa. Una posibilidad de liberar gran parte de sus ejércitos, era lograr consumar la derrota de Rusia, a modo de obligarla a firmar una paz por separado de sus aliados británicos y 11


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franceses. A la fecha, las tropas del káiser germano habían tenido un buen desempeño bélico contra los rusos, logrando la debacle de su ejército y del reinado del zar Nicolás II. No obstante lo anterior, el gobierno democrático establecido en Moscú tras la llamada Revolución de Febrero, se empeñó en mantener las hostilidades contra Alemania. Ante esto, la mejor estrategia impulsada por los alemanes contra los rusos, fue fomentar la desestabilización interna, mediante la agitación revolucionaria, para cuyos efectos su mejor arma resultó ser el líder bolchevique Vladimir Ilich, más conocido como Lenin; quien apoyado y financiado por el káiser alemán, salió de su exilio en Suiza, y luego de una breve travesía por Europa, arribó a Rusia, desatando la llamada Revolución de Octubre. De esta forma, tras consumar un golpe de estado, se implantó un nuevo régimen que firmó la paz con Alemania, provocando el retiro ruso de la guerra. Sin embargo la satisfacción alemana no sería muy duradera, ya que una vez volcados con todas sus fuerzas contra los aliados anglofranceses en el Frente Occidental, no lograron quebrantar las líneas enemigas, las cuales reforzadas por los estadounidenses; y más aún, los germanos vivirían su propio karma de destabilización interna, impulsado por las huelgas y motines de finales de 1918, que desencadenarían tanto la abdicación del káiser, como la capitulación del ejército alemán. Con más de un siglo de anterioridad a los acontecimientos relatados, en Chile se vivió un torbellino de rebelión y agitación revolucionaria durante 1814, que pondría a la emergente nación en el escenario más crítico de toda su existencia republicana; y tal como los alemanes confiaban en desestabilizar a los rusos apoyando a Lenin, para el caso chileno, el bando monarquista hispano cifró gran parte de sus esperanzas para desestabilizar a los patriotas republicanos, en la persona de don José Miguel Carrera.

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LAS CONDICIONES DEL TRATADO GENERAN EL RECHAZO DEL EJÉRCITO MONARQUISTA EN CHILE Luego de haber firmado el tratado, el brigadier Gaínza retornó a Talca, donde convocó a una Junta de Guerra para informar de sus cláusulas y alcances, donde las principales ventajas obtenidas para el bando realista eran que:  Si bien todos los prisioneros de ambos bandos, debían ser puestos en libertad en el más breve plazo; esto favorecía en especial a un gran numero de oficiales realistas que se encontraban recluidos en Santiago, los cuales con esta medida lograron emprender rumbo a Lima y Concepción por la vía de Valparaíso.  El ejercito patriota se comprometía en no avanzar más al sur del río Maule, hasta concretada la evacuación realista de la provincia de Concepción. Esto venía a sacar al ejército realista de su incómoda posición en Talca, permitiéndoles retornar por el momento a su cuartel general en Chillán. Junto con lo anterior, les dejaba cierto margen de acción, ya sea para retrasar los preparativos de evacuación, o bien para mantener cierta ventaja en la eventualidad de verse reiniciadas las hostilidades.  El gobierno chileno asumía el pago de $ 30.000 por compromisos asumidos por los realistas con los vecinos de Concepción, lo cual ante la apremiante escasez de numerario al que estaba sometida la provincia sureña, venía a constituir un gran alivio económico para la zona. No obstante, al conocer en detalle el resto de las clausulas del acuerdo, que en su mayoría beneficiaban a los patriotas, los jefes militares realistas quedaron consternados con la noticia, y el más expresivo en sus quejas fue el comandante (chileno) Juan José Olate, quien: “… hizo presente la grandísima injusticia que se hacia a tantos hombres que habian sacrificado sus intereses y habian expuesto 13


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tantas veces sus vidas para sostener el ejército y los derechos de la nación, y por último, venian a recibir en premio, el ser entregados en manos de sus crueles enemigos, añadiendo otras reflexiones tan justas como interesantes al bien del reino y la justa causa que sosteníamos.”

O'HIGGINS OBLIGA A GAÍNZA A NO DAR PIE ATRÁS Por su parte el también coronel realista (chileno) Clemente Lantaño testificó sobre estos hechos señalando que: “… En esta junta propuso el coronel Olate el atacar al enemigo en su campo; el coronel (Tomás) Pla no dejar a Talca; y al fin, se convino en que la guerra siguiese como se creyó en vista de la protesta y por eso nos pusimos en marcha aquella noche para tomar el paso del Maule y reunirnos con la división que habia en Concepción y traia el coronel Elorriaga y la que teníamos en Linares.” Manifestando el mismo sentir que los principales jefes militares realistas, connotados vecinos de Talca, que desde la toma de Elorriaga a principios de marzo habían manifestado su total fidelidad y apoyo a la causa monarquista, se veían ahora expuestos, burlados y abandonados ante la noticia del eminente retiro del ejército realista hacia el sur. En vista de lo anterior, el brigadier Gaínza solicitó al general O’Higgins revisar y modificar gran parte de las cláusulas del acuerdo, lo cual fue rechazado tajantemente por el prócer chileno; quien junto con hacerle saber que estaba dispuesto a hacer respetar por la fuerza el cumplimiento de los acuerdos, solo accedió a facilitar algunos elementos y medios de movilización a Gaínza, para que cumpliera la cláusula de abandonar Talca en un plazo de 30 horas, motivo por el cual O’Higgins dispuso el apoyo de carretas y mulas para el cruce del Maule hacia el sur por parte del ejército realista. El coronel Lantaño, quien había quedado el día anterior con la sensación de que el ejército realista se volvería a concentrar para

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defenderse, señala que se vio sorprendido en medio de los preparativos acordados con anterioridad, relatando que: “Para esto me mantuve en mi batallón cercando la ciudad, pero cerca de las dos de la mañana mudó de parecer el señor Gainza y se volvió a quedar en Talca. A las ocho o nueve de la mañana del cinco, nos convocó a junta porque tuvo un oficio de O'Higgins contestando a la protesta y amenazar venir sobre nosotros. Aquí hizo presente los apuros, las ventajas de los tratados, la imposibilidad de sostener allí con las armas la protesta. El coronel Olate se opuso con rigor al convenio, anunciándole al general que lo fiscalizarían y, como yo dijese al señor Gainza que mientras no lo viese de Capitán General no estaba contento y los demás, que no recuerdo, incómodos unos y otros por condescendencia se ofrecen con el parecer del señor Gainza, se dejó a su beneplácito la transacción y con los oficios que siguieron entre ambos generales, se concluyéron los tratados.”

RAZONES PARA ENTENDER EL ACCIONAR DE GAÍNZA Una explicación completa que describe en forma clara y criteriosa el accionar del brigadier Gaínza en este período, la encontramos en relato de don Diego Barros Arana, quien señala sobre el general en jefe realista lo siguiente: “Es inudable que Gaínza, colocado en una situación que llegó a parecerle desesperada, entró en tratos para evitar un desastre que creía inevitable, y aceptó condiciones que sus instrucciones le mandaban rechazar, y que ni él mismo ni los oficiales de su ejército se proponían cumplir. Más que por doblez de carácter, el general realista se vió envuelto en esta negociación por debilidad, por falta de audacia para asumir una actitud resuelta, para provocar un combate que habría podido darle la victoria, y en todo caso, para sostener con firmeza, en la prosperidad o en la desgracia, la causa en que estaba comprometido. Gaínza, hombre de mundo en el trato ordinario, dotado de cierta cultura y de un trato agradable, era un militar mediocre, formado en el servicio de guarnición, sin 15


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experiencia en los negocios de la guerra, y destituido de firmeza de alma para salir con valentía de una situación apurada… perdió por completo su ánimo cuando las dificultades se hicieron más graves, y en la negociación del tratado desplegó una debilidad que casi haría dudar de la claridad de su juicio. Las incidencias del proceso que se le siguió… revelan que Gaínza, sin ser un hombre torpe ni malo, no estaba a la altura del puesto que le había confiado el virrey del Perú.” Este análisis al accionar de Gaínza, indica que procedió a firmar los acuerdos por sentirse altamente vulnerable, y solo con la finalidad de salir temporalmente de su crítica situación.

CONMOCIÓN EN CHILLÁN POR LA FIRMA DEL TRATADO En Chillán la reacción fue peor aún, causando pánico e indignación por las condiciones del tratado, generando airados reclamos por parte de la comunidad hacia el brigadier Gaínza, participando de estas quejas desde connotados vecinos de la zona, hasta los representantes eclesiásticos, todos los cuales habían sostenido con el mayor ímpetu la cusa del Rey, y se veían ahora burlados y expuestos a la venganza por parte de los patriotas, generando un movimiento tan adverso, que llevó incluso a destacados jefes militares realistas, a proponer decididamente implantar la insurrección y amotinamiento contra el general en jefe realista. Para darle a entender la gravedad del asunto, el comandante de artillería don Tomás Pla, le dio a conocer la legitimidad del planteamiento de los jefes militares realistas, señalandole que existía un bando que: “…no puedo asegurar si de la junta central (española) o del gobierno de la rejencia (de Fernando VII), pues en el año de 1812, hallándome en Chile me enseñó una gaceta el difunto intendente don Juan Tomas de Vergara, y el tenor de ella poco mas o menos era el siguiente: Siempre que se halle alguna plaza o castillo en estado de rendirse se formará consejo de guerra de los jefes, y siempre que haya alguno que esté por la defensa tomará el mando y se 16


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defenderá, y si todos fuesen de rendirse se formará consejo de guerra de capitanes y subalternos y si alguno opinase la defensa, tomará aquél el mando y se defenderá.” Frente a estos graves acontecimientos que lo ponían en entredicho ante sus tropas, la conducta de Gaínza fue variando según se expresa en testimonio del comandante realista (chileno) don Luis Urrejola, quien señala que: “Al principio como he dicho (Gaínza) estuvo firme y resuelto a cumplir el convenio de paz celebrado con los insurjentes; pasado algún tiempo tomó providencias, y se le oyeron expresiones, que nos dieron a entender deseaba un rompimiento del expresado convenio…”. Para tranquilizar más aún a la población chillaneja, Gaínza consintió en que cinco comandantes (Manuel Montoya, José Rodriguez Ballesteros, Tomás Pla, Juan José Huidobro y Juan Nepomuceno Carvallo), escribieran una carta al virrey del Perú, solicitándole su pronunciamiento para que les indicara si procedía acatar o rechazar los términos del acuerdo, que a su juicio favorecían ampliamente a los patriotas, junto con rechazar avanzar por el momento en cualquier plan de evacuación del territorio chileno, hasta no tener una respuesta concreta. Consultados estos comandantes por Gaínza, con respecto a cual sería la respuesta a entregar a los patriotas si estos se enteraran del comunicado al virrey, y exigieran el inmediato cumplimiento del tratado; el comandante Tomas Pla le señaló que: “… no hay más que decirles que no queremos ni nos da la gana y que vengan ellos a echarnos y los recibiremos con mucho gusto con los cañones y bayonetas.”

LOS PERNICIOSOS EFECTOS DE UN SIMPLE DECRETO Con el ánimo de restablecer la paz interior, y de terminar con las rivalidades entre los bandos que convivían al interior del país, con fecha 11 de mayo de 1814, el Director Supremo Francisco Lastra 17


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dictó un decreto muy contraproducente para la causa patriota, ya que sin estar estipulado en los tratados, pero con el erróneo objetivo de hacer presente una demostración de unidad nacional entre patriotas y realistas que deberían seguir conviviendo a diario en el país, junto con castigar severamente a quienes publicamente se dirigieran a sus adversarios con los términos de sarracenos o insurgentes, establecía que: “… ordeno y mando que desde hoy en adelante no se use en los ejércitos, plazas fuertes, castillos y buques del país, otra bandera que (no sea) la española, ni que las tropas puedan llevar otra cucarda (cinta que adorna sombreros y solapas) que la que anteriormente acostumbraban…”. Esta medida generó gran molestia entre los sectores patriotas, pero más aún, causó indignación en el ejército del general O’Higgins, quien por su parte, sin manifestarlo publicamente, empatizó con sus tropas, amparando que se desconociera este decreto gubernamental en sus filas. Al respecto, don Diego Barros Arana que en su labor de historiador pudo rescatar testimonios de primera fuente por parte de ilustres veteranos de aquellas campañas, relata que: “En el cuartel general (patriota) de Talca, estos actos de desobediencia a los tratados no fueron menos explícitos. En la primera parada militar que se hizo, las tropas sin querer usar escarapela antigua, prefirieron también presentarse sin estandarte antes que hizar la bandera española. Durante aquellos días de acuartelamiento en la ciudad, los oficiales y soldados buscaban un pasatiempo haciendo corridas de caballos, a que tienen tanta afición los campesinos de Chile. En una de ellas, el comandante de húsares de la gan guardia don Joaquín Prieto, y el mayor número de sus soldados, se presentaron llevando la escarapela española atada a la cola de sus caballos. El general O’Higgins, en vez de castigar este acto de indisciplina pareció celebrarlo; y por orden reservada a los comandantes de los cuerpos, mandó que sus tropas no usasen ninguno de aquellos signos de origen español, a pretexto de que las paces no habían sido ratificadas todavía por el virrey del Perú.”

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Este movimiento de repudio en el ejército de O’Higgins, en cuanto a volver a utilizar los emblemas hispanos, se extendió también a la capital de Chile. Siguiendo con el relato de Barros Arana, tenemos que: “… Dos días consecutivos apareció la bandera española colgada en la noche por mano desconocida en la horca que se levantaba en la plaza de Santiago. El batallón de voluntarios que el supremo director mandó regresar de Talca, se presentó en la capital con la cucarda tricolor (patriota) en las gorras de los soldados, y dando gritos de ¡viva la patria!. El capitán de granaderos don José Santiago Aldunate, que hacía la guardia en las puertas del palacio, y los soldados que estaban bajo sus órdenes, sin poder dominar la emoción producida por aquella patriótica protesta, tiraron al suelo y pisotearon las escarapelas españolas que usaban por mandato del gobierno.”

LOS ALIADOS DEL CONO SUR SE DISTANCIAN Otro tema que si bien favorecía indirectamente a la causa realista, pero que afectaba de lleno al gobierno independista chileno, era el hecho de que el Tratado de Lircay, pasó a ser interpretado por las autoridades rioplatenses como el término de la alianza que mantenían con Chile, en su guerra contra el Virreinato del Perú, lo cual vino a enfriar seriamente las relaciones entre ambos paises vecinos, traduciéndose entre otras medidas, en la inmediata solicitud de retorno a Mendoza, de la división auxiliar que a la fecha era comandada por el teniente coronel Las Heras, la cual luego de abandonar el ejército del general O’Higgins en el sur, se trasladó hasta Aconcagua, encontrándose en junio con el cierre de los pasos cordilleranos por el crudo invierno de la época, motivo por el cual debieron permanecer acuartelados en Chile, hasta esperar la reapertura primaveral para repasar el maciso andino. Este hecho sería de gran importancia con posterioridad, ya que este valeroso contingente, prestaría importantes servicios y especial socorro a las

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tropas chilenas que emigraron a Mendoza, tal como veremos más adelante. No obstante lo anterior, con fecha 14 de junio de 1814, el representante rioplatense en Chile, don Juan José Paso, se dirigía a las autoridades de Buenos Aires, entregando una opinión distinta con respecto al tratado, señalando que: “Hoy estoy informado de buen origen que no fue de séria intención el ánimo de este supremo gobierno en la conclusión de los tratados, sino un medio para salvar del apurado conflicto al país, amenazado de perderse. Todo este negocio giró con reserva y nada supe de positivo hata la publicación y ratificación.” Sin embargo, estando el gobierno rioplatense muy complicado con la amenaza del ejército realista en el norte del país, comenzó a abrigar la esperanza de que el tratado viniera a extender una paz duradera, y de igual forma que los chilenos, se esforzó por establecer tratativas de paz directas entre Buenos Aires y las autoridades españolas en la península ibérica, a modo de neutralizar la ofensiva del virrey del Perú.

LA CLÁUSULA SECRETA DEL TRATADO DE LIRCAY Tal como hemos detallado, una de las cláusulas del tratado de Lircay, hacía mención a la liberación de los prisioneros en poder de ambos bandos. Dado que don José Miguel y don Luis Carrera se encontraban en dicha condición recluidos en Chillán, el gobierno dio especiales instrucciones a O’Higgins, para que estos fueran entregados por los realistas, para ser embarcados a Valparaíso, desde donde se les pensaba enviar en las naves del comodoro Hillyar, hasta Rio de Janeiro. Lo anterior se debía a que el gobierno chileno de entonces, tenía muy presente el hecho de que tanto don José Miguel como sus hermanos, no habían tomado a bien su anterior destitución del mando del ejército patriota, por lo cual, abrigaban la esperanza de pasar a Santiago, para volver a tomar el poder por la fuerza. De esta

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forma, el gobierno patriota chileno en la capital, tenía serias sospechas de que la presencia de los Carrera en Santiago, solo llevaría a generar agitación política, tanto entre los ciudadanos como en los cuarteles, dado su acreditado expertise en organizar motines militares y golpes de estado para hacerse del poder. Para estos efectos, con fecha 09 de mayo de 1814, el Director Lastra oficiaba a O’Higgins, previniendo que hiciera todos los esfuerzos porque estos no volvieran a Santiago: “Si pisan nuestro suelo, es indidudable que no solo volverán a las antiguas, sino que nos haremos de peor condición, y seremos víctimas de su furor. Estamos en tiempo de poner remedio, y no debemos excusarlo por miramientos ni consideraciones, que debe disimularse por la salud pública.” O’Higgins le contesta al Director Lastra: “… para estos (los Carrera) he tratado con el expresado general Gaínza, sean conducidos al puerto de Valparaíso a disposición de V.E…”. Atendiendo a su vez el encargo de O’Higgins, el brigadier Gaínza ordenaba al comandante Luis Urrejola que: “Consiguiente a su artículo de los tratados, pondrá US. en libertad a todos los prisioneros, sin escepcion; bien entendido que don José Miguel y don Luis de la Carrera deben pasar a Concepción y de allí se embarcaran para Valparaíso, quedando del cargo de US. el que lleguen a Concepción con esa expresa orden.”

LA JUGADA MAESTRA DE URREJOLA Sobre este asunto, el comandante realista (chileno) don Luis Urrejola señala que: “Yo que no me hallaba obligado a condescender con los deseos de estos dos crueles enemigos (los Carrera) de la causa de la Nación y de nuestra existencia. En el estado de desesperación en que nos habian puesto los tratados; y no teniendo una orden espresa y clara del jefe sobre la remisión de los Carrera, tomé el partido mas acomodado a las circunstancias, descuidándome en la conservación de aquellos reos, en cuya libertad fundaba la esperanza de la reconquista del reino aun cuando no se decidiesen en favor del soberano, como lo habian prometido en Quinchamali. Los Carrera 21


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mantenían un encono declarado contra O'Higgins y Mackenna, a quienes honradamente hacían autores de su prisión: tenían formado el proyecto de apoderarse del gobierno de la capital, y destituirlos, y esto mismo habia ofrecido don José Miguel al señor Gainza en Quinchamali, con la condición que lo dejasen ir libre, dejando a su hermano don Luis, a un primo y a don Estanislao Portales en rehenes de la propuesta…”. En Chillán, luego del convulsionado ambiente generado por los tratados, don José Miguel y don Luis Carrera son informados por los realistas de los alcances de este pacto, además de explicarles sobre su particular condición como prisioneros. Junto con notificarles que debían ser trasladados a Concepción para desde ahí ser remitidos a Valparaiso, en paralelo, se activa una operación encubierta orquestada por el comandante Urrejola, para gestionar un escape simulado de los Carrera, quienes contando de esta forma con el apoyo de distintas personalidades realistas, fueron provistos de los elementos necesarios para emprender su marcha de regreso a Santiago. Con posterioridad a estos hechos, y siendo inculpado por promover el escape de estos ilustres prisioneros patriotas, el coronel Urrejola asumía su responsabilidad con orgullo, afirmando con total satisfacción que: “El carácter de los Carrera es revolucionario: tenían influjo con la tropa que ellos mismos habian criado, y no podian permanecer mucho tiempo libres sin llamar la atención de O'Higgins a Santiago, o causar alguna conmoción en el ejército que éste mandaba. Cualquiera de estas cosas nos era favorable en aquellas circunstancias.”

LOS CARRERA SON RECIBIDOS POR O’HIGGINS Luego de su facilitado escape, el 14 de mayo de 1814, los hermanos Carrera arribaron a Talca, presentándose en la casa donde se hospedaba el general O’Higgins, quien los recibió afectuosamente junto con agasajarlos, además de alojarlos en su misma vivienda. No 22


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obstante el buen recibimiento de O’Higgins, en los oficiales del ejército patriota la situación fue muy diferente, causando gran molestia y efervescencia la presencia de ambos hermanos, lo anterior debido a los graves acontecimientos que se habían vivido a principios de año en Concepción, cuando don José Miguel pasó a ser duramente cuestionado por un amplio sector del ejército patriota, situación que se manifestó con varios actos de desacato y ofensas públicas hacia su persona. El fuerte rechazo expresado hacia los Carrera cuando estos con posterioridad volvieron a tomar el poder por la fuerza, manifestado publicamente por la oficialidad en Junta de Guerra tal como veremos más adelante, permite dejar en claro la gran cantidad de detractores que tenía don José Miguel en el ejército comandado por O’Higgins. Al día siguiente de su arribo, y en vista de que los ánimos de la tropa se encontraban exaltados por su presencia en el cuartel, el comandante Francisco Calderón, militar de reconocidos buenos modales y distinguida caballerosidad, se acerca al general Carrera solicitándole que no saliera de sus aposentos para evitar molestias y cualquier desaguisado. Carrera lo increpa fuertemente y se resiste a seguir dicha recomendación. Posteriormente, ese mismo día el general O’Higgins le hace una petición similar, en pos de la tranquilidad del campamento, lo cual hizo sentir muy incómodos a los Carrera, quienes luego de un par de días, abandonan Talca con total libertad, para arribar a la hacienda de San Miguel, propiedad de su padre en las afueras de Santiago, el 19 de mayo de 1814.

O’HIGGINS ES DURAMENTE REPRENDIDO POR NO ARRESTAR AL GENERAL CARRERA Enterado de estos hechos, el Director Lastra reprende duramente a O’Higgins por su cordial y amistosa actitud con los Carrera, y en especial por no ponerlos bajo arresto en su paso hacia Santiago. Al respecto Lastra oficia lo siguiente a O’Higgins: “Ha salvado V.E. la 23


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patria por su valor y energía, y ha consumado tan heroica obra, proporcionándole la paz que disfrutamos; pero al mismo tiempo olvidado de los enemigos de esta y sus crueles tiros, teniendo a la vista su conducta anterior y sus repetidas prevenciones para no concederles paso a la capital, permite V.E. su venida a los que con ella solo tratan de envolverla en horror y sangre. Ha sido este paso el más doloroso para un pueblo que recien comenzaba a disfrutar los deliciosos frutos de la paz, y queda en una fermentación cuyo resultado no es facil atinar, pudiendo haber evitado tales compromisos la mano de la providencia que a V.E. se le había comunicado. En lo sucesivo, es preciso que V.E. abandonando esa parte de bondad que le es característica, sostenga con entereza las determinaciones del Gobierno que todas son dirigidas a la conservación de las glorias que V.E. ha adquirido.” El 23 de mayo, el Director Lastra envió un destacamento a la hacienda de San Miguel, con la intención de capturar a los hermanos Carrera, pero estos logran evadirse, manteniendose en la clandestinidad por varias semanas. Lastra escribe a O’Higgins informando de estos hechos, haciendolo en gran parte responsable por esta situación: “Los efectos de la fatal condescendencia de V.E. en el permiso de la venida de los Carreras, motivó la fermentación del pueblo, y me obligó a la providencia ejecutiva de mandarlos prender y asegurar como reos de estado y atentadores de la libertad. Fugaron bien montados en el mismo acto de tenerlos sitiados, asegurando su padre iban a practicar una revolución funesta… En el momento debe V.E. publicar un bando en él, declarando traidor a quien los abrigue, proteja y no los entregue…”. El 25 de mayo, el Director Lastar informa a O’Higgins que habían descubierto una conspiración encabezada por Enrique Campino (a quien ya nos referimos con anterioridad), para derrocar al gobierno, por lo cual lo someten a proceso. Junto con lo anterior, le pide el pronto envío de tropas a Santiago, para reforzar la seguridad de la capital. Pero O’Higgins se mantenía practicamente ajeno e imparcial a los acontecimientos políticos de la capital, y su máxima preocupación 24


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era exigir el cumplimiento del tratado de Lircay, en especial lo referente a la evacuación de las tropas realistas del país, cuyo plazo estaba fijado para el 03 de junio de 1814.

LOS REALISTAS INCUMPLEN EL TRATADO DE LIRCAY Llegado ese día, el general Gaínza, presentando mil excusas, informa al gobierno chileno su imposibilidad de cumplir a la fecha el compromiso de evacuar sus tropas del país, por distintas razones, siendo la principal de ellas, la carencia de buques para el transporte de las tropas, además de las desventajosas condiciones climáticas del invierno, con fuertes temporales que hacián practicamente imposible embarcar y trasladar tan numeroso contingente. De este modo siguieron los realistas dilatando el tema hasta el mes de julio. Sobre este punto, el comandante Elorriaga señala que: “En toda esta época (Gaínza) tuvo correspondencia muy amistosa con el general O'Higgins, dándole siempre esperanzas de que cumpliría lo pactado; pero todo era fingido y convenia una política como la del señor Gainza, para que el enemigo no sospechase de nuestro cumplimiento; pues de ninguna manera convenia romper las hostilidades y sí componer el mucho armamento descompuesto y demás utensilios necesarios para una campaña.” En vista de lo anterior, el general O’Higgins se impacienta y luego de enviar un par de representantes a dialogar con Gaínza, se percata de las maniobras dilatorias de los realistas, para lo cual propone al gobierno central reanudar de inmediato las operaciones militares. Para estos efectos escribe el 26 de julio al Director Lastra lo siguiente: “Defendido así, señor excelentísimo, y tomado V.E. inmediatamente las más serias providencias para surtir al ejército de armeros, cureñas, obuses, fusiles y cuantos útiles de guerra sean en abundancia bastantes para una guerra decisiva; con el apresto de cuantas tropas hay en esta capital para que caminen a primera noticia mía, afirme desde ahora V.E. que yo lo hago con mi vida; que 25


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no solo haremos cumplir a Gaínza con lo estipulado, sino que obligándolo cuando menos a dejar el armamento y sin necesidad de mandar mártires a Lima, daremos muy en breve un ejemplo al mundo, y recogeremos todas las glorias que habíamos sacrificado a las aras de la humanidad, con asombro eterno de los tiranos del mundo y bajo el presupuesto que las naciones cultas como la Inglaterra bendecirán las huestes de Chile así saben hacer respetar el orden sagrado de los pactos.” Sin embargo los aprestos bélicos de O’Higgins se verían estrellados con la funesta revolución que en aquellos días deponía al gobierno central, creando un clima de rivalidad y odio interno en el bando patriota, que los llevaría a enfrentar el mayor desastre militar e institucional que ha vivido Chile en toda su historia.

NUEVO GOLPE MILITAR DE LOS CARRERA EN SANTIAGO Luego de permanecer en la clandestinidad desde el 23 de mayo, exactamente dos meses después, en la madrugada del 23 de julio de 1814, los Carrera ejecutan en Santiago un nuevo golpe de estado (el quinto que realizaban, en apenas dos años) que depone a las autoridades centrales patriotas. En una sigilosa y bien concertada operación, distintos parciales de Carrera toman los principales cuarteles de tropas antes del amanecer. En paralelo, otros grupos de revoltosos se dejan caer de madrugada, tomando prisioneros a las principales autoridades, vale decir el Director Supremo Francisco Lastra, el Intendente Irisarri y el comandante de armas Juan Mackenna, cada uno de ellos capturados de noche, mientras pernoctaban en sus respectivos hogares. Una vez capturados los principales elementos que sostenían el gobierno, los golpistas convocan un Cabildo, para cuya asistencia tenían concertada una participación mayoritaria de partidarios del nuevo orden. Esta asamblea de vecinos, donde se acayaron todas las voces de protesta, proclamó una nueva Junta de Gobierno, 26


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conformada por tres miembros, y presidida por don Jose Miguel Carrera. Basados en esta supuesta aclamación popular, Carrera en su comunicados públicos expresaba la legitimidad de su mandato al declarar: “Sobre una silla de Gobierno a que generosamente me han ascendido mis conciudadanos…”. En sus primeros actos de gobierno, junto con demostrarse dócil y conciliador tanto con el Virreinato del Perú, como con el ejército de Gaínza que se mantenía al sur del Maule, el gobierno de Carrera se dedicó de lleno a ejercer la mayor represión contra los patriotas opositores que no aceptaban su legitimidad como nueva autoridad; aplicando la destitución, prisión y destierro de importantes personalidades de la revolución independista en Chile. Más aún, el gobierno se aboca a la resuelta tarea de concentrar tropas y recursos bélicos en la capital, pero más con la intención de mantener y defender al nuevo régimen, que abocarse al esfuerzo bélico de reactivar la guerra en el sur. De esta forma remueve de distintos cuerpos de la capital a oficiales patriotas, de quienes se sospechaba no le eran del todo adeptos politicamente, colocando en distintos puestos militares a personas que sin tener experiencia en combate, al menos eran adictos a su régimen, además de ordenar la concentración en la capital de todas las milicias cívica de la zona de Aconcagua. Estas medidas si bien venían a fortalecer y sustentar el gobierno de Carrera, por otra parte fomentaban la nefasta politización y el debilitamiento del ejército, quebrantando su misión principal de prepararse para combatir al enemigo externo, y no para sostener en el poder a un partido en particular. Lo anterior quedará en evidencia cuando veamos como estas fuerzas gobiernistas, si bien se lanzaron al ataque con el mayor ardor sobre las tropas del general O’Higgins; a la hora de enfrentarse al ejército monarquista hispano, brillaron por su ausencia, ya sea desbandándose ante su presencia, o bien manteniéndose fuera de peligro y a conveniente distancia.

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CARRERA MANTIENE VIGENTE EL TRATADO DE LIRCAY Durante los meses previos al golpe de estado, los Carrera habían promovido la agitación en Santiago teniendo como principal bandera de lucha, su duro cuestionamiento a la firma del tratado de Lircay, el cual lo consideraban un acto de alta traición a la causa independista. Dado lo anterior, una vez que don José Miguel Carrera derrocó por las armas al gobierno del Director Lastra, muchos de sus partidarios que se comprometieron apoyando esta revuelta, esperaban que el nuevo gobierno anunciara de inmediato la revocación y anulación del tratado con los realistas, junto con anunciar la reanudación inmediata de la guerra; y más aún, se esperaba que el propio general Carrera diera mayor impulso al esfuerzo bélico y revolucionario, llegando incluso a declarar la completa independencia del país. No obstante, nada de eso ocurrió; y por el contrario, en aquellos días el Gobierno de Carrera manifiestó publicamente la firme intención de mantener el tratado de Lircay, velando en especial por que se cumplieran sus disposiciones aunque sin presionar de ninguna forma, para que Gaínza abandonara el país con sus tropas, a modo de mantener la paz con el ejército del virrey del Perú en Chile. El 30 de julio de 1814, llegaba al cuartel general monarquista en Chillán, la confirmación del golpe de estado ejecutado en la capital por los Carrera; a la vez que los realistas se enteraban que el ejército acantonado en Talca desconocía a las nuevas autoridades, todo lo cual causó verdaderas celebraciones en los partidarios de la causa del Rey. Gaínza ve la oportunidad precisa para desconocer el pacto de Lircay, procediendo a incumplirlo definitivamente; no obstante envía distintos oficios conciliadores a Carrera, varios de los cuales contenían tratativas secretas, que no fueron dadas a conocer en público a la ciudadanía. Lugo de intercambiar cartas en privado por varias semanas con el general realista, en Santiago se publica el extracto de un comunicado 28


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de Gaínza, ante el cual el gobierno de Carrera respondía en términos amistosos, arbitrando por la paz, junto con abogar por respetar el tratado de Lircay. Confirmando este acto de reconciliación con los realistas, para el 19 de agosto de 1814, el gobierno de Carrera publica en El Monitor Araucano un bando en el cual declaraba la reapertura del comercio con el Virreinato del Perú, justificando esta medida en los siguientes términos: “¿Para qué la paz, si corren los años sin sentir su fruto? Las últimas comunicaciones del Sr. General don Gabino Gaínza ratifican la duración de nuestras capitulaciones. Publiquese en bando esta providencia, imprímase, y circúlese al Reino.”

O’HIGGINS CONVOCA A SUS OFICIALES EN JUNTA DE GUERRA La noticia de este nuevo golpe de estado, llegó al campamento del ejército patriota en Talca, para el 27 de julio de 1814. El día 28 arribó desde Santiago el recien nombrado teniente coronel Diego José Benavente, quien llevaba un pliego de don José Miguel Carrera en términos muy amistosos, invitándo al ejécito a reconocer al nuevo Gobierno. Pero junto con lo anterior, Benavente portaba otro oficio que debía entregar en Chillán al general Gaínza, donde se reconocía por parte del nuevo gobierno las bases del tratado de Lircay, y lo invitaban a cumplir con sus disposiciones. Esta acción ambivalente que demostraba el nuevo gobierno, en cuanto a querer ganarse el apoyo del ejército patriota en el sur, pero a la vez, seguir avalando el flagrante incumplimiento al Tratado de Lircay que a la fecha realizaba Gaínza, causó gran desazón entre los oficiales independistas; ya que más allá del tono conciliador de estos oficios enviados por Carrera, su actos de gobierno lo ponían en franca contraposición con el ejército, el cual se aprestaba a iniciar las hostilidades contra los realistas, tal como lo había declarado O’Higgins, ante el evidente incumpliento del tratado. Es altamente probable que si desde que asumió el mando, don José Miguel Carrera 29


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hubiese declarado de inmediato su intención de proseguir con la guerra, junto con asumir los preparativos bélicos y apoyar decididamente la arremetida del ejército patriota hacia el sur, apoyando decididamente los planes del general O’Higgins, se habría ganado de inmediato el apoyo de este último, además de gran parte del ejército y la ciudadanía que le era contraria en esencia. Una vez dados a conocer los oficios de Carrera, el general O’Higgins convocó a una Junta de Guerra, donde asistieron los principales jefes del ejército, para analizar las opciones a seguir. Explicando en días posteriores su accionar, O’Higgins señala: “La intervención inmediata que he tenido en el mando del ejército y con los sujetos de todo el reino, me persuadió que no permitieran tener por segunda vez a su frente unos hombres que eran blanco de sus excecraciones: preveía los males consiguientes al desaliento de una oficialidad que es el nervio de la guerra y de unos pueblos que han sido víctimas de la depredación y la injusticia, y este conocimiento me estimuló a oír dictámenes con la esperanza de ver si entre combinaciones tan chocantes se encontraba alguna capaz de conciliar el bien del Estado y la dominación de los electos. Para este efecto congregué un Consejo de Guerra al que le propuse, sin indicación alguna de mi opinión privada, la novedad ocurrida en la capital, exigiéndoles sus opiniones para la resolución de un caso tan peligroso.”

LAS RESOLUCIONES DE LA JUNTA DE GUERRA PATRIOTA En la Junta de Guerra si bien argumentaron y dieron sus razones cada uno de los oficiales, todas las opiniones fueron convergentes a rechazar la legitimidad de las autoridades nombradas tras el golpe de estado realizado por el general Carrera, del 23 de julio de 1814:  Estando a la fecha sirviendo en el ejército con el grado de capitán de infantería, rango al que había sido ascendido por sus destacadas acciones militares en las campañas anteriores, el catalán don Francisco Javier de Molinas, se sumó a lo 30


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expresado por los capitanes Patricio Castro y Ramón Freire, señalando que: “…no siendo la autoridad constituida por la voluntad general de los pueblos, niega el obedecimiento y solo reconoce la autoridad del señor general en jefe (don Bernardo O’Higgins)”. Los capitanes Antonio Sotta y Agustín Lopez afirmaron que: “… la autoridad nuevamente instituida era solo obra de la fuerza, por lo cual no se debía obedecer.” Los capitanes Francisco Barros, Juan Manuel Ceballos y Juan Manuel Correa de Saa, expresaron que: “… las corporaciones de la capital de Santiago no tenían facultad para elegir un Gobierno que mandase a todo el reino, por lo tanto no obedecían a la nueva autoridad.” Con opiniones tan similares a las anteriores, firmaron su desconocimiento a la nueva Junta del general Carrera, los capitanes José María Benavides, Rafael Anguita, Enrique Lassale, Juan de Dios Garay, José Antonio Bustamante, Lorenzo Ruedas, Domingo Urrutia, Ramón Lantaño, Joaquín Alcaya, Pedro Nolasco Vidal, José Manuel Borgoño, Manuel José Astorga, Francisco Elizalde, Bernardo Videla, Joaquin Prieto, Nicolás García y Juan Fermín Brunuel. Otros comandantes que adhirieron públicamente al desconocimiento del gobierno del general Carrera, y que a la fecha tenían el cargo de teniente coronel, fueron los oficiales Juan Calderón, Vicente Garretón, Manuel Serrano y Raimundo Sesse. A los anteriores se sumaron además el sargento mayor Pedro Nolasco Astorga, el comandante de artillería José Domingo Valdés, el comandante de Voluntarios Enrique Larenas, el comandante de granaderos Juan Rafael Bascuñan; los coroneles Juan Ojeda, Francisco Vergara y Antono Merino; más el mayor general Francisco Calderón, y el comandante de dragones, don Andrés Alcázar.

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O’HIGGINS ACATA LAS RESOLUCIONES DE LA JUNTA DE GUERRA En oficio al diplomático rioplatense Juan José Paso, O’Higgins explica los alcances de estas resoluciones militares: “Su resultado verá usted con asombro por los documentos que acompaño: la divergencia de inclinaciones tan natural al género humano, no tuvo lugar en estos congresos. Todos, a una voz, con la efusión más sincera de sus intenciones, protestaron estar dispuestos a sufrir primero las disposiciones más adversas de la suerte, que a someterse a una dominación que ya les era conocida.” Sumándose a la opinión mayoritaria, el general O’Higgins acordó resistir la obedencia al nuevo gobierno: “En estas circuntancias era un deber de mi cargo – y un consiguiente de mi patriotismo – conforme a la unanimidad, de cuya manera quedó sancionado por el modo más solemne el desconocimiento del Gobierno.” El único jefe de opinión un tanto distinta, aunque no del todo divergente al resto de la oficialidad, fue el comandante don José María Benavente, hermano del emisario enviado por Carrera. El comandante Benavente se expresó por escrito con un interesante aunque inentendible juego de palabras al señalar que: “… el Gobierno que reconocían los pueblos, reconocía, sea cual fuese el que reconozca, y que el acta no está bastante documentada”. Junto con lo anterior, solicitó al general O’Higgins (con quien lo unía una antigua y sincera amistad) su retiro temporal bajo palabra de no participar en aquellos acontecimientos.1 En una nueva Junta de Guerra realizada al día siguiente, todos los oficiales fueron de la opinión de avanzar sobre Santiago para 1

Sin embargo, otros oficiales y tenientes de menor rango, identificados con el caudillismo de la familia Carrera, operaron una sigilosa deserción, emprendiendo rumbo a la capital. El propio general Carrera lo detalla en su Diario Militar, señalando que con fecha 29 de julio de 1814: “En la noche se desertaron del ejército, temerosos de que se llevase adelante el proyecto de remitir a Gaínza a todos los carrerinos, don Juan Felipe Cárdenas, don Juan de Dios Martínez, don Rafael Freire, don Ramón Novoa y don Gregorio Serrano. Lo mismo empezó a hacer la tropa y algunos otros oficiales de varios puntos. El Sargento González y el distinguido Caro, que estaban en la boca del [río] Mataquito, arrestaron a su oficial y se vinieron a Santiago con la partida de 20 Dragones…”.

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deponer a las nuevas autoridades, firmando un documento que confirmara esta resolución: “Todos convinieron en que sin pérdida de momentos, con la disipación de los gobernantes, se allanase la fuente de los recursos y de los manantiales que habían de proveer los artículos indispensables para empezar a obrar contra el enemigo extranjero. En su consecuencia, se resolvió la marcha rápida de mil quinientos hombres a esa capital, marcha que ejecuto con el mayor dolor, pero que siendo inevitabe solo produce responsabilidad terrible contra los autores del mal.” Sobre este punto, el capitan don Francisco Javier de Molinas (El Catalán) agregaba al rubricar el acuerdo con su firma que, junto con la inmediata salida de tropas hacia la capital, sugería que : “… debe quedar en esta ciudad (Talca) una Junta de Guerra compuesta de tres oficiales de reconocido patriotismo y con dependencia solo del señor general en jefe.” De inmediato, el general O’Higgins comienza con los preparativos para organizar la incursión a la capital. Para el día 30 de julio, haciendo uso de las facultades entregadas en su momento por las que consideraba legítimas autoridades, asciende a los grados de sargento mayor a los capitanes José Antonio Bustamante y Joaquín Prieto, tomando el mando el primero del regimiento Curicó, mientras que el segundo asumía el mando de los húsares de la gran guardia.

ENVOLVIENDO A LA PATRIA EN SU RUINA En vista de las resoluciones anteriores tomadas por el ejército patriota en Talca, el representante del general Carrera, don Diego José Benavente, es retenido, se requisan sus papeles, se le impide avanzar al sur a reunirse con Gaínza, y posteriormente es enviado devuelta a Santiago. En paralelo, don Diego Barros Arana señala que O’Higgins hizo gestiones a través del comandante José María Benavente, para intentar un acuerdo con Carrera: “Privadamente y por medio de una carta escrita a Carrera por el comandante José 33


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María Benavente, O’Higgins proponía las bases de un arreglo que evitase el rompimiento. Pedía en ellas que inmediatamente se suspendiesen las persecuciones decretadas por los patriotas, y que se pusiesen en libertad los que se hallaban sometidos a prisión; después de lo cual el pueblo sería convocado para decidir francamente y sin presión de ninguna clase, cual era la forma de gobierno que quería darse, y qué personas debían componerlo.” El general Carrera al recibir estas comunicaciones ve la oportunidad de ganar tiempo, y mientras el 01 de agosto decretaba el destierro de connotados patriotas a Mendoza, entre ellos el brigadier Juan Mackenna;2 por otra parte, ese mismo día se dirigía a O’Higgins en terminos fraternales y amistosos: “Mi amigo: No sé si pueda aún hablar a usted con este lenguaje, lo fui verdadero y no disto de serlo a pesar de los pesares. No sé si usted o yo será el loco y desnaturalizado chileno que quiere envolver la patria en sus ruinas: lo cierto es que no procederé y que usted no debe proceder sin que antes nos estrechemos e indaguemos la verdad. En manos de usted y mías está la salvación y destrucción de un millón de habitantes que tanto he trabajado por su libertad. Maldecido sea de Dios y de los hombres el que quiera hacer hacer infructuosos tantos sacrificios y trabajos. Salvemos a Chile o seamos odiados eternamente…”. Enterado O’Higgins de que junto con demostrar estas intenciones de reconciliación y entendimiento, seguía ejecutando medidas de represión contra los patriotas opositores a su dictadura, descarta seguir con negociaciones a distancia, y ordena el avance escalonado de su ejército sobre Santiago, a partir del 04 de agosto de 1814.

2

En su Diario Militar, el general Carrera detalla que con fecha 02 de agosto: “El Gobierno remitió a Mendoza, a disposición de aquel Gobernador [3] , al Brigadier [Juan] Mackenna, don Antonio [José de] Irisarri, don Pablo Vargas, don José Antonio y don Domingo Huici, don Fernando Urízar y don Francisco Formas; a Mackenna se le dejó el sueldo; el oficio que pasé al Gobernador [José de] San Martín prueba la generosidad con que fueron tratados estos acérrimos enemigos de la quietud, y de una porción de hombres que, con repetidos ejemplos, procuraron enseñarles a ser caballeros y amantes de su país. Otros de la misma facción fueron destinados a las haciendas del norte, don Joaquín Larraín, don Francisco Vicuña, don José Santos Pérez, don Antonio y don Juan de Dios Urrutia.”

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LAS FUERZAS PATRIOTAS EN DISPUTA Muchos historiadores han resaltado el hecho de que el general Carrera en menos de un mes, había levantado un ejército prácticamente de la nada para defender su gobierno ante el ejército patriota que avanzaba del sur. Sin embargo, al analizar rigurosamente los hechos, tenemos una situación totalmente distinta. Tras el golpe de estado del 23 de julio, al tomar posesión de los cuarteles de la capital, los Carrera lograron colocar bajo su mando un buen contingente de tropas, compuesto por escuadrones de Dragones, compañías de infantería de los batallones Granaderos, Voluntarios de la Patria, Infantes de la Patria, más el cuartel general de artillería y su maetranza. Cinco días después del golpe, con fecha 28 de julio, se ponía en marcha rumbo a Valparaíso un contingente bajo el mando de don Luis Carrera, con el objetivo de deponer al gobernador Francisco Formas, quien se mantenía leal al gobierno depuesto, y no reconocía al nuevo. Según detalla el general Carrera en su Diario la fuerza que marchó a Valparaiso estaba compuesta por más de 800 combatientes: “… tres compañías del regimiento de caballería Nº 2, de cien hombres cada una, a las órdenes del Capitán don Pedro Prado y Montaner; 200 voluntarios de la patria, 150 granaderos, 100 infantes de la patria y 4 piezas volantes con su correspondiente dotación.” Junto con lo anterior, disponía que: “Marchará una compañía de 50 fusileros de granaderos y nacionales, a las órdenes del Teniente don Juan de Dios Ureta; y le acompañarán los tenientes don Gregorio Allende y don Juan de Dios Vial…”. Este último contingente se colocaría resguardando la ruta SantiagoValparaiso a la altura del actual Túnel Zapata. Lo anterior demuestra que para esa fecha (sin considerar a la división auxiliar argentina), en Santiago había una guarnición disponible cercana a los 1.000 combatientes, los cuales en vez de haber sido destinados a reforzar el ejército del general O’Higgins, tal como él lo solicitara cuando aún no se enteraba del golpe de estado, para avanzar al sur y castigar al ejército de Gaínza por incumplir con los tratados; era destinado por el general Carrera para afianzar a su 35


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régimen en el poder. Y para incrementar más aún sus fuerzas, el gobierno de Carrera convocó a Santiago al regimiento de milicias de Aconcagua, el cual con 1.200 jinetes armados de lanza comandados por el coronel José María Portus, acudieron a la capital para sostener al nuevo gobierno revolucionario. Para equipar convenientemente a sus tropas, el nuevo gobierno patriota encargada a finales de julio de 1814, la confección de 4.000 uniformes y fornituras de ejército, dada su evidente escazes de vestuario. Con respecto al ejército del general O’Higgins, tenemos que en Talca disponía de cerca de 2.000 hombres más artillería, de los cuales al emprender su avance sobre Santiago, dejó una guarnición de 600 hombres a cargo del comandante Joaquín Prieto, resguardando Talca. El resto del ejército marchó en distintos destacamentos:  El día 04-08-1814 avanzó el coronel Andrés Alcázar con 250 Dragones y dos piezas de artillería.  El día 08-08-181 avanzó el capitán don Nicolás García y el Alférez don Felipe Henríquez con cuatro piezas de artillería.  El día 09-08-1814 salieron de Talca las fuerzas del batallón Auxiliares de la Patria, con 400 hombres al mando del teniente coronel don Enrique Larenas, más 200 infantes de los batallones Concepción y Pardos.  El día 10-08-1814 avanzó rumbo el comandante don Juan Rafael Bascuñan, con un contingente de 470 fusileros del batallón de infantería Granaderos.

EL LEGÍTIMO CABILDO DE SANTIAGO SOLICITA A O’HIGGINS MARCHAR SOBRE LA CAPITAL Enterado Carrera del inminente arribo del ejército a la capital, con la intención de deponerlo, convoca al Cabildo de Santiago para elegir a dos representantes que acudieran como parlamentarios a dialogar con O’Higgins. Viendo que en la asamblea se presentaban voces 36


CAPÍTULO ANEXO: SALVEMOS CHILE O SEAMOS ODIADOS ETERNAMENTE

discordantes con la posición del gobierno, Carrera procedió a renovar los Regidores, destituyendo a los titulares y nombrando a gente de su parcialidad. En vista de este atropello, los miembros genuinos de esta corporación se dirigen por oficio al general O’Higgins, solicitando en nombre del pueblo de Santiago su presencia en la capital: “Concluiremos recomendando a V.E. con el mayor encarecimiemto, y a nombre de nuestros representados, para que sin reparo de inconvenientes ni de gastos, que se satisfarán a la vista, active V.E. la ejecución de su marcha para afianzar nuestra libertad.” Esta petición de las autoridades del Cabildo, a nombre del pueblo, le dieron un sentido de mayor legitimidad al ejército del sur, en su objetivo de marchar para deponer al gobierno de Carrera. La marcha escalonada del ejército con rumbo a Santigo, se hizo bastante lenta, ya que O’Higgins se detenía prácticamente en cada localidad para dar a conocer el objetivo y alcance político de sus acciones. Más aún, según relato del general Carrera, para el 17 de agosto en ls proximidades de Rancagua, uno de sus partidarios asestó un duro golpe a los patriotas adversarios a su causa: “Juan Chavarría se robó en la noche, de orden de don Bernardo Cuevas, gran parte de los caballos y mulas del ejército de O’Higgins, y esta operación detuvo algún tiempo más sus marchas, dándonos tiempo a la defensa.” Para el 18 de agosto, O’Higgins y parte de las tropas ya se encontraban en Rancagua. El 21 de agosto, avanzó un destacamento al mando del coronel Alcázar hasta Angostura de Paine, donde sorprendió un contingente de milicias del gobierno, las cuales atacó tomando gran cantidad de prisioneros y desbandando al resto.

ELORRIAGA NUEVAMENTE A LA VANGUARDIA DE LOS REALISTAS Todas estas conductas fratricidas por parte de los patriotas, llenaron de satisfacción y regocijo a los realistas, quienes no tardaron en comenzar a sacar ventaja de la situación. El comandante 37


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Luis Urrejola señala al respecto que: “… después que los Carrera se apoderaron del mando de la capital, (Gaínza) se decidió abiertamente a seguir la guerra; pues dio orden para que fuesen saliendo sucesivamente todos los cuerpos hacia Maule, aparentando con O'Higgins tomar aquella providencia a precaución, por si llegase el caso que Carrera intentase alguna invasión contra la provincia de Concepción; pero el objeto era quitar a O'Higgins todo recelo por aquella parte, para que continuase su espedicion contra Carrera, y nos dejase libre a Maule y Talca.” Por su parte el propio Gaínza ordenó la salida del comandante Elorriaga, al mando de un fuerte contingente con el objetivo de aproximarse a la ribera del Maule: “… yo aprovechándome de tan bella coyuntura, como me ofrecia la falta de existencia del gobierno (patriota) con quien traté, y lisonjeándome sacar algún partido de esa desunión, luego intimé a uno y a otro estar disueltos los tratados, y puse en marcha hacia el Maule el cuerpo de Valdivia entero, sesenta hombres de caballería y dos piezas de campaña con cien tiros cada una, seguidamente el veterano de Chiloé con otras cuatro; todo al mando del coronel Elorriaga, como jefe de vanguardia, y expedí estrechar órdenes para la requisición de mulas y caballos que estaban en invernada y otros, a fin de poner en marcha todo el ejército a quien nada otra cosa detenia sino la falta de ese preciso auxilio; sin omitir entre tanto el dirijir a aquéllos (esto es O'Higgins y Carrera), pero mas especialmente al primero, aun en carta partícular, muy al intento por su mayor proporción y fuerza entonces… Más todos mis esfuerzos fueron vanos, pues, desentendiéndose absolutamente de mis cláusulas… persistió (O'Higgins) en las quiméricas ideas que ha consumado su ruina y la de tantos y salió de Talca con designio de atacar y confundir (así decia) a los Carrera.”

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CAPÍTULO ANEXO: SALVEMOS CHILE O SEAMOS ODIADOS ETERNAMENTE

LA NEUTRALIDAD DE LA DIVISIÓN AUXILIAR ARGENTINA Encontrándose en Santiago la llamada División Auxiliar de Buenos Aires, la cual se mantuvo esctrictamente neutral durante el golpe militar del 23 de julio, don José Miguel Carrera intenta sumarla a su fuerzas pero para defender su régimen. Sin embargo, habiendo manifestado públicamente que su gobierno mantendría el tratado de Lircay, que su interés de conciliación con el general Gaínza era genuino, y que se continuaba avanzando en la paz con el Virreinato del Perú reabriendo el comercio; encontró una rotunda negativa por parte del comandante Juan Gregorio Las Heras, quien tenía expresas instrucciones del gobierno bonaerense, de no intervenir con sus tropas en conflictos políticos entre patriotas, dedicándose solo a repeler al enemigo realista, y en vista de que el gobierno de Carrera anunciaba que se mantenía en paz con los monarquistas, no correspondía apoyarlo. Más aún, estando avanzando Carrera en sus preparativos para enfrentar al general O’Higgins, quien se anunciaba marchando desde el sur con su ejército hacia la capital, don José Miguel solicita al comandante Las Heras la entrega de a lo menos unos cien fusiles para armar a sus partidarios, ante lo cual el comandante trasandino persistió en su negativa de no apoyar el conflicto entre facciones internas. Lo anterior fue ratificado por el embajador del gobierno de Buenos Aires en Chile, don Juan José Paso, quien además le escribía a O’Higgins, garantizándole que las tropas rioplatenses no intervendrían en los conflictos políticos internos, en favor de ninguno de los bandos en disputa. Todo lo anterior causó que el general Carrera se molestara de sobremanera, ya que para él no existía la neutralidad en cuanto a su persona, lo cual vino a fomentar su personal discordia contra los aliados rioplatenses. Desatando su odio contra el diplomático argentino, a quien por su color de piel morena, y su contextura física apodaba “Cucaracha”, para 1815 don José Miguel declaraba en su Diario Militar que: 39


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“Cucaracha ha sido, es y será malo; si [yo] estuviese en Chile podría probarle hasta la evidencia que intrigó contra el Gobierno y cooperó a la guerra civil”. Por otra parte, exteriorizando su furia contra el comandante Las Heras, el general Carrera comete la gran torpeza estratégica de ordenar a las tropas argentinas abandonar Santiago, para trasladarse al sector de Los Andes, desde donde deberían preparar su paso por la cordillera hacia Mendoza, todo lo anterior debido a su paranoia golpista, que lo llevaba a pensar que estas fuerzas podrían ser utilizadas en su contra por sus enemigos políticos internos. Las tropas argentinas, aún cuando su contingente era reducido en número, habían demostrado su gran valor militar, combatiendo bajo el mando de los comandantes Mackenna y O’Higgins. Sin duda alguna, de haber sido reincorporadas a las fuerzas patriotas, para contener al ejército monarquista que irrumpiría desde el sur sobre la capital, habrían prestado valiosos servicios a la causa patriota. 3

EL COMBATE DE TRES ACEQUIAS Para contener el avance del comandante O’Higgins, el general Carrera había dispuesto una línea de defensa a cargo de su hermano Luis, en el sector conocido entonces como Tres Acequias, en las proximidades de Calera de Tango (actual camino El Barrancón), aprovechando como trinchera natural, el foso y terreno removido en las faenas de construcción del canal de Ochagavía que se realizaba en aquellos años. El coronel Luis Carrera dispuso de 8 piezas de 3

Si bien hubo un militar argentino que no mantuvo la neutralidad, era este el comandante a quien erróneamente se le atribuía su parentesco con los Carrera, y a quien nos hemos referido en el preámbulo de esta obra. En su Diario Militar, don José Miguel Carrera relata que con fecha, 06 de agosto: “El Coronel de las Provincias Unidas, don Santiago Carrera que había tomado una parte activa en la facción de los Larraínes, se presentó en la sala de Gobierno diciéndose representante del pueblo, por no sé qué nombramiento que obtuvo de cuatro de sus amigos; el Gobierno lo reprendió y lo hizo retirarse. No se contentó con eso y se fue a la sala de Cabildo, a la que arrastró algunos niños con que tenía amistad, y por toda la noche [estuvo] intrigando y expresándose escandalosamente contra el Gobierno, quien orientado de todo, lo hizo salir para que pasase la cordillera, y ofició a su Gobierno dándole parte de la conducta de tan mal oficial. [Para el día] Agosto 7 de 1814: Se presentó al Gobierno don Santiago Carrera solicitando, por amistad, que se le dejase en Chile y no se le desairase remitiéndolo a su Gobierno; nada alcanzó; pero se le dieron cuatro meses de sueldo adelantados, para él y dos asistentes, y trescientos pesos para costas del viaje.”

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CAPÍTULO ANEXO: SALVEMOS CHILE O SEAMOS ODIADOS ETERNAMENTE

artillería en el centro de su formación, un batallón con cerca de 400 fusileros a su derecha, y un escuadrón de 200 fusileros montados a su izquierda mandado por don Diego José Benavente, dejando en la reserva a 800 milicianos de caballería de Aconcagua, que armadas de lanza estaban a cargo del comandante José María Portus, contando en total con un contingente cercano a los 1.600 hombres, incluidos los artilleros. El 24 de agosto, el propio general O’Higgins secundado por los comandantes Alcázar, Freire y García, avanza rumbo a Santiago solo con 450 hombres más cinco piezas de artillería, quedando el resto de sus fuerzas a retaguardia, repartidos entre San Francisco de Mostazal, Rancagua y Rengo. A mediodía del 26 de agosto, las tropas del general O’Higgins cruzan el rio Maipo acercándose al sector de Tres Acequias, donde son inquietadas por disparos de artillería desde las posiciones de Luis Carrera, aunque sin generar generar mayores daños. El coronel Carrera dispone el avance de unos cuantas compañías de infantería, desplegadas en guerrilla, para inquietar a las fuerzas de O’Higgins, ante lo cual sale a su paso un destacamento a cargo de don Ramón Freire, que luego de dispersar exitosamente a sus oponentes, los pone en fuga. Hasta ese momento todo podía haber finalizado en una simple escaramuza, no obstante, envalentonado con las afortunadas acciones iniciales, y sin lograr dimensionar la fuerza real que poseía Luis Carrera (que prácticamente lo triplicaba en número), el general O’Higgins comete un error de apreciación tremendo, y en uno de los actos más temerarios de su carrera militar, transforma un simple reconocimiento ofensivo, en un combate generalizado, para lo cual lanza sus escazas tropas al ataque, con el objetivo de tomar las posiciones enemigas a la bayoneta. En conversación posterior con don Claudio Gay, O’Higgins relataba con respecto a esta jornada que: “… hizo marchar sus soldados sobre las trincheras que los soldados de Carrera habían levantado para fortificarse, dándoles solo diez cartuchos (a cada uno) para obligarles a cargar a la bayoneta; y que encontrando las tropas un gran foso, cosa que él no había previsto, se 41


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vieron obligadas a retroceder, después de haber perdido cien hombres y dos cañones que tuvieron que clavar.”

LOS GRAVES ERRORES TÁCTICOS DE O’HIGGINS Con el relato anterior, queda en evidencia el tremendo error en la ejecución táctica de esta maniobra de reconocimiento, por parte del general O’Higgins. Junto con no dimensionar adecuadamente las fuerzas adversarias a las que enfrentaba, dado que gran parte de ellas se encontraba a retaguardia, pensó que la posición de Luis Carrera era solo un mónticulo levantado por sus propias tropas para atrincherarse, sin percatarse que habían utilizado las obras de construcción del canal de regadío, por lo cual el foso era enorme, y el desmonte que servía de parapeto, era un trabajo de meses removiendo material, situación que Luis Carrera había aprovechado acertadamente, para tomar ventajosa posición. Por las razones anteriormente descritas, al avanzar las tropas de O’Higgins se toparon con la insalvable barrera de un profundo foso, el cual detuvo todo el ímpetu de la carga a bayoneta, junto con quedar a tiro de cañón de sus enemigos, que a fuego de metralla y fusilería los dispersaron con nutridas descargas. En medio de la refriega, el caballo de O’Higgins es mortalmente herido, teniendo que pasar a montar otro. Luego de verse imposibilitadas de forzar la posición enemiga, las tropas de O’Higgins comienzan a replegarse ordenadamente, instante en el cual la caballería del comandante Benavente, más las milicias de caballería de Aconcagua comadadas por el coronel Portus, irrumpen en ataque por los flancos, generando la dispersión y desbande de los atacantes adversarios. Ante esto, O’Higgins ordena la retirada en franca derrota. Si bien el combate fue intenso, no fue una batalla campal ni decisiva como han intentado presentarla muchos cronistas, y en especial el general Carrera, quien en su Diario Militar abulta considerablemente las cifras de combatientes, muertos, heridos y 42


CAPÍTULO ANEXO: SALVEMOS CHILE O SEAMOS ODIADOS ETERNAMENTE

prisioneros. Haciendo un análisis objetivo y desapasionado, tenemos que las pérdidas del ejército de O’Higgins en combate alcanzaron la alta cifra proporcional de unas 100 bajas (más del 20% de sus fuerzas), dejando en el campo de batalla unos 20 muertos, más de teinta heridos y sobre cuarenta prisioneros (que el general Carrera erróneamente hace subir a 400); mientras que las pérdidas de las fuerzas de Carrera fueron mínimas. Por su parte, el comandante Diego José Benavente, protagonista y testigo presencial de este combate, señala escuetamente en su memoria histórica, y sin aportar mayores detalles sobre este episodio que: “Para el aciago día 26 de agosto de 1814, se avistaron las fuerzas de ambos caudillos en el valle del Maipo, cruzaron sus espadas y corrió sangre de hermanos.” En su informe al gobierno de Buenos Aires, el embajador rioplatense don Juan José Paso sobre este enfrentamiento entre los patriotas chilenos, señalaba que: “El resultado parece haber sido favorable al gobierno, cuyo ejército tomó dos piezas de artillería, cuatro oficiales y algunos soldados de la tropa de O’Higgins. Esta se ha retirado hacia el Maipo, pues al amanecer de este día no aparece a la vista. Se dice que en la acción no entró más que la vanguardia de O’Higgins. Si así fuera, debe esperarse el resultado de la acción general; pero ni O’Higgins ni Alcázar serían disculpables de haberse avanzado con trescientos hombres, según se dice, hasta el grueso de este ejército, sin que el de aquellos pudiera unírsles ni reforzarlo, en las seis horas que mediaron desde el medio dia hasta el fin de la acción.” La situación se hubiese presentado ideal al general O’Higgins, para hacer un eficiente reconocimiento ofensivo de la posición del enemigo, estudiando sus fuerzas y capacidad de ataque; haciéndole descubrir sus posiciones, para luego, con los recursos y los refuerzos adecuados, haber planificado el ataque definitivo, que permitiera abrir el acceso a la capital, tomando las posiciones enemigas. Pero un reconocimiento ofensivo, que con tan escazas fuerzas se compromete en combate general, tiene mínimas probabilidades de ser efectivo, y esto es lo que aconteció en Tres Acequias. El gran 43


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pecado del general O’Higgins, en esta desacertada jornada, fue verse superado por su impetuosa y reconocida, pero a la vez irreflexiva temeridad; conducta que si bien en su carrera militar le brindó reconocidos éxitos, en esta oportunidad no le fue favorable.

LA GRAN SATISFACCIÓN QUE SE GENERA EN LOS REALISTAS Enterados de los acontecimientos que desangraban a los patriotas entre sí, los comandantes realistas se sentían plenos de satisfacción, lo cual los empeñaba en abrigar nuevas esperanzas de triunfo. El comandante Luis Urrejola, gran impulsor de la liberación de los hermanos Carrera, seguía estando orgulloso de haber tomado dicha determinación en Chillán: “El resultado corresponde a mis deseos, los Carrera se largan; toman el gobierno de la capital; se disuelven los tratados del 3 de Mayo; se declaran la guerra los insurjentes entre sí; reina el descontento; desampara O'Higgins la gran barrera del Maule; quedan libres las ricas provincias de Talca, Curicó y San Fernando para que el ejército del Rey pueda sacar los auxilios que la arruinada provincia de Concepción no puede ya sufragarle; arde el ejército de los insurjentes en bandos y parcialidades… Estos son los fatales resultados de la fuga de los Carrera, de que el señor Gainza culpa al que mandaba la plaza de Chillan. Yo poseído del interés de la justa causa que anima al señor Gainza, dijera: del descuido voluntario o involuntario de aquel comandante ha pendido la felicidad de la última campaña contra los insurjentes del reino de Chile, porque O'Higgins y Mackenna situados en Maule con la mitad de su fuerza, hubieran puesto en mil trabajos al ejército del Rey, para pasarlo…”.

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ASÍ SE PELEABA EN AMÉRICA HISTORIA MILITAR DE LOS COMANDANTES O’HIGGINS, ELORRIAGA Y MOLINAS (Marzo de 1814 – Enero de 1815)

ÍNDICE TEMÁTICO Página PREFACIO: ASÍ SE PELEABA EN AMÉRICA ...….…………………………………………………. 3 PREÁMBULO: LA ALIANZA PATRIOTA CHILENO-ARGENTINA……….……….……… 12 CAPITULO I: UN EJÉRCITO DE LEONES COMANDADO POR UNA OVEJA….…….... 27 CAPITULO II: LA ANGUSTIA DERROTADA POR EL CORAJE………..………….….…… 49 CAPITULO III: EL GRAN RENACER DE LOS PATRIOTAS……..…..……………………… 72 CAPITULO IV: TRIUNFO SOBRE LA ADVERSIDAD………….…..…………………………. 93 CAPITULO V: SE REACTIVA LA AMENAZA REALISTA ....………………………………..123 CAPITULO VI: QUIEN DECIDA NO RENDIRSE TOMARÁ EL MANDO.……………. 159 CAPITULO VII: CUANDO LA TEMERIDAD SE TRANSFORMA EN HEROÍSMO…..194 CAPITULO VIII: ESCENA DE LEYENDA PARA UN CUADRO MAGISTRAL.……….. 233 CAPITULO IX: BAJO LA OBEDIENCIA DEL REY DE ESPAÑA..………………………….263 EPÍLOGO: ASÍ SE PELEABA EN AMÉRICA ……………………………………………………. 297 BIBLIOGRAFÍA….………………………………………………………………………………………… 303 CAPITULO ANEXO: SALVEMOS CHILE O SEAMOS ODIADOS ETERNAMENTE

ANDRÉS RUGGIERI LUSSO Colección Guerreros Legendarios Santiago – Chile 2019


UN HÉROE SOLO MUERE CUANDO LO OLVIDAN

HISTORIA MILITAR DE LOS COMANDANTES O’HIGGINS, ELORRIAGA Y MOLINAS (1815-1823)

ANDRÉS RUGGIERI LUSSO Colección Guerreros Legendarios Santiago – Chile 2019


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