Critica de arte

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La crítica en el arte Por: Gerardo García Betancourth

Dentro del fenómeno artístico además del artista, la obra de arte y el contemplador, interviene un personaje cuya función es muy importante: el crítico. La misión del crítico, del hombre cuya facultad estética no se limita a percibir los valores en el arte sino que juzga acerca de ellos, es precisamente emitir un juicio acerca del valor contenido en la obra, sea ésta la expresión de la belleza, la fealdad, la gracia, la comicidad o cualquiera de las innumerables categorías estéticas que pueden expresarse en la obra de arte. El crítico enseña a ver la obra para encontrar en ella no sólo cosas concretas, sino el alma del artista y de esa manera captar el significado y por tanto el valor de la creación. ¿Esto quiere decir que la obra necesita ser explicada por el crítico para ser entendida? De ninguna manera, la obra que necesita ser explicada no es obra de arte, puesto que el arte se siente, no se entiende, se capta emocionalmente y no racionalmente. Sin embargo, el papel del crítico es fundamental para orientar a un público que generalmente desconoce los fundamentos histórico-sociales, filosóficos y estéticos de la obra de arte. Mendieta y Núñez considera que si bien ha sido superado aquel concepto emitido por Oscar Wilde acerca de que "la crítica de una obra maestra tiene más valor que la obra maestra misma", la influencia que la crítica ejerce en la sociedad es de suma importancia. La crítica varía desde la simple descripción que de una obra hace el redactor de eventos artísticos en periódicos y revistas, o el biógrafo de un artista, hasta la crítica profunda que juzga con razones debidamente fundadas acerca de los valores contenidos en una obra de arte, huelga decir que esta es la


verdadera crítica. Sin embargo, hay opiniones opuesta, Michel Kornfeld opina que la crítica valorativa es irrealizable, que es un contrasentido porque no se puede juzgar acerca de un valor objetivo puesto que el juicio resultaría meramente subjetivo. Si bien hay algo de cierto en esta aseveración, no cabe duda que la verdadera crítica contribuye a crear y a mantener el clima propicio para la producción artística, porque tiene un doble efecto: resulta estimulante para el artista y para el público. El artista busca el juicio ajeno acerca de su obra independientemente de su propio juicio; le interesa la opinión del crítico porque precisamente de ella se nutre la opinión de los espectadores. Si bien es cierto que es malo que se hable mal de uno, resulta mucho peor que no se ocupen de uno en lo absoluto; el silencio en torno a su obra es mortal para el artista, la crítica favorable le da aliento, la crítica condenatoria lo lleva a superarse. En el público influye necesariamente la crítica, se ha dicho no todos gozamos de idéntica sensibilidad y que no todos los hombres poseen el mismo grado de cultura, pero existe una especie de reacción colectiva favorable o no hacia el artista y sus obras a través de la opinión de tal o cual crítico. La sociología del arte se ocupa de este fenómeno en verdad no muy explorado. John Dewey en su obra El arte como experiencia alude a varias formas de crítica: la legalista, que juzga escuetamente acerca del valor contenido en la obra simple y sencillamente como si se tratara de un procedimiento judicial en que se dicta un fallo inapelable; la impresionista, que pretende explicar el valor de acuerdo con la impresión que en un momento dado recibe el crítico; la analítica, que acude a la fuente en que bebió el artista al crear, y que no describe ni explica la obra sino que presenta una visión panorámica de la época que precede a la creación artística analizando la obra como consecuencia de esta época, y emite un juicio que sirve de base para la opinión del público. La psicoanalítica, que


juzga la obra pretendiendo encontrar los factores internos de la misma, los complejos de los autores; aunque esta forma de crítica puede ser interesante, lo es solo para una mínima parte del público. La legalista y la impresionista pecan de estrechez y resultan eminentemente subjetivas. Parece ser que la mejor forma de crítica es la analítica, Existe también la crítica que Tolstoi llama "crítica hipócrita" que se deshace en serviles alabanzas o crueles críticas, según se trate de un artista consagrado o no. La crítica es fecunda para el arte, estimula al artista y al público lo induce a admirar con más conciencia la obra de arte; no es una actividad superflua, sino una función que obedece a necesidades imprescindible de la vida artística y de la cultura en general. El sentido de las obras de arte no se entrega con facilidad a cualquier contemplador, porque su comprensión exige una situación a la que se llega únicamente tras de una educación adecuada. Cierto es que el hombre de extrema sensibilidad, aun sin cultura, puede llegar el mensaje de la obra sin el inmediato auxilio de la crítica y que en ocasiones existen reacciones en masa del público que se producen espontáneamente ante determinada obra sin esperar el juicio de los críticos, pero también es verdad que si la crítica no viniera a elevar y a orientar la conciencia pública artística, ésta quedaría en estado de desconcierto; sin la intervención de la crítica para iluminar y desarrollar la conciencia del arte que posee la sociedad, se carecerá de un factor poderoso para estimular el progreso y la depuración de la producción artística. Si se toma en consideración no la reacción de la sociedad, del público en general ante una obra de arte, sino el caso particular de un contemplador, también puede afirmarse que sale ganando con el auxilio de la crítica. La primera impresión que recibe un espectador dotado de sensibilidad innata y que ignora las opiniones de la crítica, suele ser justa y suficiente para su


satisfacción personal, pero en una segunda impresión después de leer todo lo que la crítica suele enseñarle sobre la misma obra, el espectador advertirá que su comprensión se afina, sus impresiones se enriquecen y su emoción estética se intensifica. La crítica existió desde la antigua Grecia, Zoilo y Aristarco fueron los primeros críticos; en el siglo III de nuestra era, Longino escribió un tratado de arte: De lo sublime, que es en realidad una crítica. En el Renacimiento los mismos artistas se convirtieron en críticos de sus propias obras al reflexionar sobre la belleza que ellos mismos producían. Más recientemente Augusto Renoir al pedírsele un juicio valorativo acerca de sus obras expresó: "Mis pinturas causan náuseas como el mareo". Croce considera que la crítica y la historia del arte se identifican por cuanto que no es posible hacer historia del arte sin valorar el material que aquélla elabora, el historiador del arte forzosamente un crítico; sin embargo, cabe aclarar que la historia del arte es una crítica referente al pasado del arte. El crítico de arte se auxilia de la historia para comprender y valorar la obra, pero su actividad se refiere a un presente. Se ha esbozado a grandes rasgos lo que es la crítica en el arte, ahora bien, ¿qué cualidades necesita poseer el crítico? Se ha llegado a decir que el crítico es un artista que no siendo capaz de dar forma material a su inspiración, canaliza su intuición hacia la crítica para juzgar acerca del valor de la obra ajena. Si así fuera, la crítica sería un grito de amargura, una exteriorización de las frustraciones que sufre el artista fracasado, y su crítica no sería imparcial, objetiva, no podría dominar verdaderamente su sensación de fracaso y, por qué no, de envidia hacia aquel que fue capaz de materializar su inspiración; la crítica en estas condiciones no resultaría fecunda para el arte. En realidad el crítico es un artista potencial, no fracasado, desde luego, sino que no estando dotado de suficiente talento


artístico, en vez de realizar obras de arte dirige su facultad estética hacia la crítica; debe estar dotado de suficiente sensibilidad y de una receptividad estética excepcional que lo capaciten para sentir y comprender los valores contenidos en la obra de arte. La misión del crítico no es, como equivocadamente se supone, enseñar al artista; es algo distinto, debe saber advertir la relación que existe entre una obra y la época que la originó, está obligado a penetrar en el secreto de las formas artísticas y a traducir lo que en ellas se dice a un público poco informado, para ayudarlo a sentir la belleza de la obra. El crítico es exponente de una cierta madurez de la conciencia artística general, es un espíritu reflexivo que no se satisface con contemplar solamente el arte, sino que aspira a comprender el sentido de cada obra artística. Este sentido generalmente es un enigma para el espectador común, y el crítico resulta el enlace entre el artista el espectador a través de la obra. En todo espectador hay un crítico cuando opina de una obra, es también crítico el artista cuando juzga su obra a la de otros artistas; es decir, la crítica puede ser una actividad general que atañe a todos los que intervienen en la contemplación de la obra, pero la crítica solo alcanza su perfección cuando desempeña una función especializada dentro de la vida artística, es entonces una labor completa que debe dar cumplimiento a múltiples finalidades. Corresponde al crítico, en primer lugar, decidir cuáles son las obras propiamente artísticas y cuáles no lo son; en segundo lugar, debe definir los valores artísticos en su individualidad característica y fijar su rango relativo dentro del conjunto de la producción de un momento o de una época, y por último, debe emitir un juicio que resulte positivo para el arte. Para el cumplimiento de su misión el crítico debe reunir un cierto número de cualidades que lo colocan muy por encima del simple espectador, es lógico que sin un verdadero temperamento artístico todos


los conocimientos y la cultura del crítico resultarían estériles y sus juicios carecerían de valor. Pero a diferencia del contemplador, el crítico debe poseer una experiencia y un conocimiento tal del arte, que lo capacite para juzgarlo, para poner en claro los valores de la obra y para hacer un análisis y una interpretación de un sentido ajustándose a las condiciones objetivas de la obra de modo que no caiga en afirmaciones arbitrarias. El crítico debe, desde luego, poseer el conocimiento de los materiales con que se expresan las artes y no puede ignorar un aspecto tan fundamental como es la técnica que se sigue para la creación artística en sus diferentes formas, este es un factor importante para pronunciar el fallo sobre los méritos artísticos de la obra. Es cierto que la técnica perfecta no hace al artista, ni hace tampoco la obra perfecta, pero el verdadera artista no puede serlo sin la técnica; el conocimiento de ésta es, entonces, un elemento necesario para hacer posible una opinión estética justa. El crítico debe saber distinguir lo que en el arte es revolucionario porque va contra los antiguos cánones, debe tener sensibilidad suficiente para percibir el grado de belleza que encierra la obra de arte, solo así comprenderá el sentido oculto del lenguaje artístico que no es solo la palabra sino los colores, las líneas, los movimientos y los sonidos; debe poseer una amplia cultura que le permita distinguir lo que es original y lo que es una imitación. En suma, el crítico debe poseer sensibilidad artística, para vibrar con la belleza de una obra; perspicacia, para encontrar el hilo de las conexiones filosóficas, sociales y aun religiosas de las obras de arte; cultura, para comprender todo lo que al arte atañe; audacia e impulso revolucionario, para acoger con entusiasmo y sin temor lo que es nuevo y para adivinar el germen que será el nuevo trazo del mañana; intrepidez, una sinceridad acrisolada para decir la verdad, duela a quien le duela; poesía, para expresar en forma poética lo que es poético,


y emoción, para expresar en forma emotiva lo que es emocional; madurez, para que los halagos o amenazas no tuerzan su juicio y para no dejar que sus gustos, inclinaciones o estado de ánimo se reflejen en su juicio haciéndolo subjetivo. Stites dice que para juzgar acerca de la obra de arte el crítico debe preguntarse: ¿qué expresa esta obra? ¿Cómo vería a esta obra la cultura que la produjo? ¿Están en equilibrio los valores estéticos con los de asociación y utilitarios? ¿Pesa alguno de los valores más que otro? Contestadas estas preguntas, con una actitud imparcial podrá juzgar acerca del valor estético de la obra. Cada credo estético origina una manera de soñar; conociendo los orígenes de cada escuela, su desenvolvimiento y sus proyecciones, el crítico podrá juzgar con causa y no a la ligera. Sin embargo, ¿cómo conjugar la crítica que es análisis, con la creación que es arte? El pintor, supongamos, se apoya en la naturaleza o en un ideal para realizar su obra; el crítico se apoya en el cuadro para realizar la suya. El artista interpreta la vida; el crítico asume postura crítica ante la obra del hombre. Así, para que la critica sea fecunda para el arte, debe ser imparcial su juicio, objetivo, debe hacer abstracción de los propios gustos, de las inclinaciones y preferencias, y aun del estado de ánimo que tenga el crítico al emitir su juicio, según se dijo ya. De esta manera podrán conjugarse la crítica y la creación. Es sumamente difícil, desde luego, lograr un juicio absolutamente imparcial y objetivo, sobre todo en este tiempo en que el crítico se ha convertido en un agente de publicidad. Sin embargo, la vida artística de una sociedad resultaría incompleta sin la crítica, que es un órgano necesario para dotar a la sociedad de una conciencia de sí misma y del conocimiento de sus características propias, lo que es en definitiva la norma para saber qué valores pueden perfeccionarla.



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