revista literaria v贸mito de letras #4
A partir de esta edición cambiamos el formato de la revista literaria vómito de letras. Ahora, pasará a ser una editorial web llamada Amalando el noema, esta publicará un libro para descargar gratis cada mes en editorialamalandoelnoema.blogspot.mx y en rvomitodeletras.blogspot.mx se publicarán textos mediante una convocatoria cada dos meses. Esperamos que en enero del 2016 lancemos nuestra primera convocatoria así que mantente atento a nuestra página de Facebook. ¿Cómo podrás publicar en Editorial amalando el noema? A inicios de cada mes lanzaremos una convocatoria que durará dos días para que envíes tu manuscrito, ya sea poemario, antología de cuentos o novela en un documento que no pase las 40 páginas en word. Tu manuscrito será evaluado por el consejo editorial, luego de publicar que libro se editará a finales de mes verá la luz. Nosotros nos encargamos del diseño y todo lo demás.
DICIEMBRE, 2015
AURORA MI CIUDAD
Es mi ciudad, Donde las mujeres en minifalda pasean por la noche, Desembarcan de un auto de vidrios oscuros Y se pierden entre las sombras De una casa vacĂa de sentimientos, Van vendiendo caricias fugaces Traficando besos y obsequiado falsos orgasmos Todo a cambio de billetes sucios. Es mi ciudad, Donde dos hombres caminan, En la madrugada, nerviosos, Escondiendo entre sus manos Las miradas inquietas, Llenando de ansiedad sus almas Que huyen despavoridas. Van caminado, esperando, liando. Dejando subir el humo, volando, tripeando. Es mi ciudad, Mi ciudad por la noche. Mujer que ignoramos, Vida que vivimos a escondidas. La noche, sus encantos, una puta en la esquina, La noche y sus delicias, Sus vicios, sus delirios Sus vinos, sus mujeres, Las drogas Y esos locos, esos, que llamamos poetas.
DIEGO ILLESCAS
solo de noche La amo mucho, sobretodo su aroma a vainilla, que se impregna a mí cuando nuestros cuerpos se encuentran y mie piel roza su piel. Pero lo que mas me posee, atrapa y magnetiza a sus labios, no son sus ojos saltones. Es su delicadeza de mujer, fina, elegante, reservada, seria y exclusiva, pero a la vez dulce, tierna y alegre cuando la poseo. Mi perla de oro. Ella solo es mía de noche. De noche acepta mi amor y de día es fría. Poco dice, unas cuantas palabras que no dicen nada, pero que me bastan para amarla sin secretos ni ataduras. La despedida siempre es la parte más dura, tener que decirle adios, abrazarla, y besarla, y luego dejarla ahí solita, simpre son rutinas que me pesan en el corazón. No quisiera dejarla. Pero cuando llega la hora de trabajar, y me tengo que ir, no queda de otra. Aunque los rizos de su cabello me jalen a su cuerpo. Nunca dejo de pensar en ella, solo pienso en volver a sus brazos, a sus labios; en el trabajo, en el supermercado y hasta cuando conduzco. Quizá por eso ahora me encuentro con ella, sin trabajo ni amigos, aislado, rodeado de sus brazos fríos, de su ardiente e inagotable deseo sexual; ella no quiere más ni pide más. Sin embargo, esta bien, yo también deseo lo mismo. Desde el inicio nuestra relación solo se trato de sexo. Lo sabía, más no me importaba -aunque a veces quisiera ser amado- mientras a ella tampoco le importara por mi estaba bien que no hubiera amor. Es perfecta, perfectísima para mí, su único defecto es que es de plástico.
DIEGO ILLESCAS CALABOZO No me dejaba salir del cuarto. Me quería a su lado para alimentarlo. Porque conforme más lo alimentaba, más crecía, y mientras más aumentaba de tamaño, más empequeñecía yo. No sé cuando llegó, simplemente un día estaba ahí delante de la puerta. Estrujándome con su mirada y retándome como quien busca pelea, con su hocico abierto. Sus dientes puntiagudos y estrechos, se me antojaron hábiles para despedazar sin compasión alguna. No tenía intenciones de moverse. Siendo en su quietud más temible y despreciable. Y aunque parecía estar muerto, como disecado, sabía que estaba atestado de vida. Por que podía escuchar sus respiraciones en mi pulso, y sentir sus latidos en mi carne. Fue de esa manera que también supe que me tenía miedo. Un miedo infantil a que me revelara si se descuidaba. Arrancándole así las escamas. Dejándolo desnudo e indefenso. Haciéndolo ver débil. Por eso para que jamás se me ocurriera me torturaba con su mirada. Antes él era pequeño e insignificante, como una lagartija. Pero con el paso del tiempo se fue acercando a mi, creciendo y creciendo. Soltando alientos fétidos, como a cadáver en mi cara. A tal punto que me he visto forzado a arrinconarme en una esquina de mi habitación, de tenerme que aferrar a las paredes que han dejado de ser lisas. Dado que con su presencia ha convertido mi habitación en su hábitat: lóbrego, húmedo y musgoso. Que incrementa su confianza, y aplasta la mía que se hunde bajo este fango apestoso y visceral (que alguna vez fue mosaico) como mis piernas. Ningún grito podrá salvarme, lo sé, he intentado gritar, llorar, rasgarme la carne hasta morir, pero nada funciona. Él me quiere vivo, él me mantiene vivo. Se ha habituado a mí, como yo a él, así que solo es cuestión de esperar.
Dentro de los ásperos labios del tormento Roque A. Merchán Vi que la noche se acercaba, jamás con anterioridad le temí, sentí que algo cambiaba, y sin ningún lugar a donde ir. Había mucho más un silencio que al aire rasgaba, donde cada cosa se volvía mas denso y en desesperación me encontraba. Una presencia en las afueras sentía rondando a través de la noche oscura, y un estremecimiento que no toleraría me llevó hacia el borde de la locura. Un aullido de lobo a la distancia oí, sin poder creer lo que mis ojos veían, rápido volvióse en mi corazón su latir cuando los cuervos sus alas batían. Creí que mi mente necesitaba despejar, enfilé a mi cuarto a tomar un descanso y jamás imaginé lo que iba a encontrar, además de aquel estertor bien intenso. Una vez que en mi cama yacía, algo se arrastraba sobre mí.
Paralizado mi cabeza no se movía pero supe que alguien se posó en mí Su olor era el de la mismísima muerte, y en el aire solo sangre se respiraba, y la vi ahí; sus ojos rojos penetrantes, un cuerpo pálido que no imaginaba. Su húmedo y desnudo cuerpo con el mío jugaba, mientras en éxtasis excitado yo divagaba. Parecía todo perfecto pero algo iba mal, sentí hasta la medula la maldad de su mirar. La habitación inundada por el sonido de su gemir, y toda mi energía y fuerza ella me drenaba, cuando recién caí en cuenta que ya iba a morir, pude oír entre su alborozo qué susurraba: “Hacia las estúpidas vidas piedad no tengo,” ella musitó – “vana criatura, atiende a lo que digo, porque serás parte del mundo del lamento, has de entregar tu alma y tu orgullo será sometido”. Lo ultimo en ver fue su cara tan bella, Todo terminó junto a mi escaso aliento, se apartó lejos de mi, sin dejar huella, y este será mi último sueño sangriento. Aquella noche la súcubo aún me miraba mientras jadeante en la cama tendía mi cuerpo. A través de la niebla su poder se disipaba; Y al día siguiente me hallé a mi mismo MUERTO.
JOHANNA VILLAVICENCIO HABITACIÓN DE HOTEL En la habitación estamos tú, la noche y yo difamas mi nombre entre caricias astutas, un tocadiscos encendido y algunas velas por toda la habitación, la ropa tirada por el piso de madera y nuestros cuerpos muestran suficiente piel que se toca con el ritmo de alguna canción desconocida hay besos, hay susurros hay deseo lascivo de por medio y nuestros cuerpos se reconocen al primer acercamiento, se funden entre el calor y las miradas, ahora permanecemos abrazados, exhaustos entre silencios y secretos estoy tendida en la cama, que no es la mía te veo frente a mí vestirte con afán, vasos llenos de vodka en el velador y cenizas de cigarrillos en un recipiente roto me miras, me contemplas camino con mi cuerpo desnudo buscando cubrirlo me abrazas por la espalda mientras intento recoger la ropa nos besamos intensamente, entre risas recojo mi bolsa y guardo los cigarrillos, bajamos por una escalera estrecha dejamos una llave sobre el mostrador y abordamos la salida no hay acercamiento, no hay palabras detengo un taxi, y nos despedimos con un beso nos alejamos, volvemos a ser extraños
Alvar González Estatua Veíamos tanto al mar que la espuma salía de nuestras bocas pasaban las horas tan rápido que nuestras almas ya habían muerto| nos veíamos tanto tiempo que nos convertimos en una estatua nuestros sexos estaban desnudos nuestra espalda débil y ancha las personas nos sacaban al sol tomaban vino y festejaban nunca nos dejaban solos el verano nos convirtió en arte y el invierto en tristeza la gente se aburría y nos tomaban fotos después las vendían para acostarse con prostitutas miren esa estatua es una mierda no vale nada nos quitaron cada centímetro de piel llenaban botes de sangre para después beberla con cada cabello formaban una canción y con nuestros sexos encontraron el amor.
Luis Ángel Escobar Pérez LA CARCAJADA EN LA PENUMBRA Opción de vida Heme aquí en mi mundo solitario, y como único habitante me pierdo en mi soledad. El trino de los pájaros se torna para mis oídos algo vago y lejano, como un murmullo de gente, apenas audible. ¿Por qué? No sé realmente la respuesta a esa pregunta, pero me da la sensación de que al escuchar a las aves comunicarse con sus semejantes la melancolía y el recuerdo del pasado se arrastran como cadáveres en la sombra de mi memoria. Ante esta vida ermitaña que llevo sólo tengo una objeción, el anhelo perpetuo que me atormenta día y noche, la compañía de algún ser similar a mí. ¿Pero alguien estará en la misma sintonía que yo? Saberlo me llevaría inevitablemente a intentar un viaje a uno de los tantos planetas habitados por diversas especies de alimañas que algunos insisten en nombrar como seres racionales, cuando tal clasificación no es más que una quimera. Tomo la decisión de partir entonces. Reúno el poco equipaje que requiere la travesía espacial y me monto en mi pequeño cohete. El motor se enciende y da un pequeño rugido, el aparato empieza a elevarse por los aires y cada vez es más pequeño el lugar que me vio nacer. Programo mi aterrizaje en el planeta E5, que está ubicado a tan sólo dos sistemas solares del mío. Cuando aún prestaba atención a lo que los pájaros decían, pude enterarme de que dicho mundo había sido colonizado por una raza de pequeños hombres-perro verdes, los más hacendosos de la galaxia. El viaje tomará tres largas semanas, así que me pondré en hibernación hasta que el vehículo tenga sus cuatro patas en el suelo extraño. Tiempo suficiente para planear el regreso. Autodescubrimiento E5 ha sido devastado recientemente por una atroz guerra civil. El bando oficialista comenzó prohibiendo todo tipo de manifestación contra su gobierno. Tal acción no hizo más que despertar la ira de la población, que empezó a juntarse clandestinamente en las casas de algunos de los más prominentes intelectuales del planeta. Con el tiempo, los conspiradores comenzaron a aumentar en número y en audacia. Primero se conformaban con realizar pintas en los muros y destrozos en algunas de las principales oficinas del gobierno. Luego fueron algo más lejos al colocar artefactos explosivos en los autos oficiales del régimen. Ni uno solo estalló, pero se dio la alarma entre la élite dominadora. Fue entonces que la policía estableció un toque de queda y empezó a capturar a quien sorprendieran en los oscuros rincones del anochecer. Uno de los apresados cantó, y al día siguiente el señor K., profesor adjunto de una de las principales universidades de E5, fue hallado colgado en su departamento. Eso fue el principio del fin. La gente comenzó a organizarse en pequeñas guerrillas urbanas. La rebelión comenzó de forma dispareja, los combatientes de ambos bandos hacían planes para atacar tal o cual posición enemiga. Eventualmente ambos bandos detonaron sendas bombas atómicas. Para cuando llegué, E5 no estaba poblado más que por pequeñas aves doradas que batían sus alas en medio de la radioactividad y la putrefacción de los cuerpos insepultos. Di media vuelta y volví a mi cohete. Mi mundo será un lugar abandonado, pero nunca será un lugar donde el caos sea la norma. Sexo ardiente Nieva hoy. Los copos caen con sus formas exactas en el suelo cubierto de hojarasca. Las aves están en su época de apareamiento. Los machos frotan sus plumas contra las ramas de los árboles en un intento por darles un nuevo brillo. Las hembras revolotean de un lado a otro, esparciendo su perfume carnal en el aire gélido. Cae la noche. Baja la luz de las estrellas hasta el sitio en el que he aterrizado. Quedé bastante lejos de casa. Intento avanzar a través de la escarcha que me llega hasta las rodillas. Todo está en completa penumbra. De uno de mis bolsillos saco un encendedor y un cigarro. Pongo el tabaco entre mis labios y aproximo la llamarada para prenderlo. Doy unas cuantas caladas y soplo un ligero humo por mi nariz. Cuando termino tomo la colilla entre mis dedos huesudos y la apago con la suela de mi zapato.
Amanezco. Tirito de frío. Prosigo mi camino. El sol ha derretido la mayor parte de la nieve, por lo que a lo largo del camino puedo observar pequeños charcos con islotes blancos en el centro. Me percato de que hay unas huellas en el suelo. El rastro se pierde tras avanzar un rato. Falsa esperanza, o quizás los pájaros han evolucionado en lo que realizaba mi travesía. Conclusión Ahora presto atención a lo que las aves cuentan. Las alimento regularmente, en un intento por ganarme totalmente su confianza y que me revelen donde se oculta el habitante desconocido. Lo único que he logrado es que callen en mi presencia.
María José Bozzo Temores
“Tú no puedes” era su frase favorita, se la repetían incansablemente, en todas las ocasiones posibles. La insinuaban, la susurraban, la gritaban, se la hacían sentir en todo su ser. Tres simples y determinantes palabras, que calaban hondo, hasta tocar sus huesos… Eran arbitrarias , se aplicaban a las màs variadas situaciones…desde ir a trabajar, hasta entablar una conversación con alguien… De tanto escucharlos, ella terminó creyéndoles. Y comenzó a actuar en consecuencia…su mundo se redujo de un modo estremecedor…se sentía aplastada, saboteada, sometida, como una marioneta que no tenia otra opción que dejarse manejar por las manos caprichosas de otros… En ínfimos momentos, bebía varias tazas de coraje e intentaba desoírlos. Y justamente ahí es donde ellos se volvían màs poderosos, alzaban su voz, se hacían omnipresentes, en su mente, en su cuerpo…lo hacían temblar, sudar, lo inquietaban…entonces ella emprendía la retirada, creía que no tenia recursos para luchar con semejantes gigantes…se percibía exactamente igual que una hormiga a punto de ser pisoteada… Y así vivió varios años, como un pájaro en su jaula, viendo pasar la vida detrás de las rejas, sin poder desplegar sus alas y volar…y acostumbrándose, al igual que el pájaro, a moverse en un pequeño, diminuto cosmos, donde primaba el encierro y abundaba la seguridad… Hasta que un día, intolerante y cansada, se puso de pie frente a ellos, los observò de forma minuciosa durante varios minutos, como si los estuviera analizando con su mirada… finalmente los sujetó fuertemente entre sus manos y los llevó al viejo baúl, ese en el que guardaba las cosas sin importancia, aquellas que ya no usaba, las que ya no le eran necesarias. Tuvo que forcejear para lograr bajar la tapa, ¡¡¡eran tan grandes!!!... Recién en ese instante comprendió lo mucho que los había alimentado. Cerró el baúl con doble candado, se dirigió hacia la ventana y arrojó la llave lo màs lejos que sus fuerzas se lo permitieron. Era un acto de valentía y liberación. Su cuerpo se hizo màs liviano, como si flotara. Se percató rápidamente de cuánto le pesaban. Se dio la vuelta, y con una mueca de satisfacción en sus labios, fue hacia su escritorio y se dispuso a continuar leyendo. No recordaba en que punto había dejado su lectura, y eligió continuar por aquellas páginas que le producían mayor placer, “igualmente voy a llegar al final, no importa demasiado la secuencia”, pensó mientras encendía un cigarrillo. No sabia muy bien a qué final se estaba refiriendo. Y así siguió su vida, entre lecturas, escrituras, amores y alegría.
Aún, de vez en cuando, los escuchaba a lo lejos. Aullaban, se quejaban, sufrían, intentaban salir…y no podían, lo intentaban una y otra vez, de a uno, unidos…y no lo lograban. “Ahora los que no pueden, son ellos”, murmuró, con los ojos brillantes de ironía. Con el transcurrir del tiempo, sus gritos se fueron transformando en un suave susurro, o al menos así los escuchaba ella, como una melodía tenue y constante, que envolvía el ambiente de un modo agradable. Estaban agonizando, no obstante, con el mínimo vigor que les quedaba, insistían en escapar de su prisión, estaban seguros de que si no eran alimentados, pronto iban a morir. Insistían…y no podían…y nunca màs iban a poder… …porque ella les había obsequiado exactamente la misma dosis de impotencia que tantas veces le habían hecho padecer, en su mente, en su cuerpo y en su alma… Los escuchó una vez màs y con cierto aire triunfal resolvió salir de compras, mucho tiempo atràs solìa hacerlo con frecuencia, porque a ella le encantaba tener: objetos de decoración, amores, zapatos, deseos, carteras, proyectos, vestidos…disfrutaba de tener todo lo que pudiera… …sólo una cosa ya no iba a querer tener nunca màs, como consecuencia de aquel acto de valentía. Había decidido sacárselos de encima, literalmente. Y tenia la certeza de que no había posibilidades de dar marcha atrás. Mientras caminaba, recordó una frase, y se la apropió instantáneamente “Si el poder lo poseen los otros es porque tú no lo posees” …”y viceversa”, agregó sonriendo, al tiempo que miraba maravillada aquella cartera roja que siempre le había gustado. “Será hermoso lucirla esta noche”, susurrò. Ingresó a la tienda y también compró un par de zapatos y un cinturón al tono. “Hacia demasiado tiempo que no me permitía tener” se dijo a sí misma, cargando con sus bolsas repletas de objetos, esperanzas, entusiasmo, tranquilidad… … aquella llave expulsada, fue la misma que abrió las puertas de su nueva forma de andar por el mundo, màs autèntica, màs alegre, màs radiante…sin ellos…al fin sin ellos… sin esos gigantescos, monstruosos y apabullantes miedos…
editorial amalando el noema