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P r i m e r D o m i n g o de C u a r e s m a

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La Palabra de Dios, nuestro deleite El primer hogar de la Escritura es la liturgia. Desde los primeros días de la historia cristiana, antes de que se decidiera, incluso, qué libros se incluirían en la Biblia como la conocemos actualmente, los creyentes se reunían en sus casas para celebrar la Eucaristía.

La primera parte de la reunión, el escritor del siglo II, Justino Mártir nos dice, se dedicaba a la lectura de las Escrituras hebreas y las memorias y escritos de los Apóstoles. Luego se celebraba la Eucaristía.

La Palabra está a nuestro alrededor En la misa, las oraciones, las instrucciones, aclamaciones y cantos utilizan constantemente nuestro tesoro de imágenes bíblicas, vocabulario, teología e historias. Cantamos salmos y cánticos bíblicos. Las palabras inspiradas de los profetas, evangelistas, apóstoles y otros resuenan en nuestras oraciones, himnos y cantos. Imágenes y palabras de las Escrituras adornan nuestro espacio sagrado. Desde el piso hasta las vigas, la Palabra está con nosotros. Incluso las puertas y ventanas hacen eco de la gran historia de la revelación divina, la historia sagrada y las promesas de Dios, que la Palabra contiene. Alabamos, rogamos, glorificamos y nos lamentamos en el mismo tono que nuestros antepasados en la fe, que hablaban a través de estos textos sagrados. Muchas de las acciones, posturas y gestos de la liturgia tienen sus raíces en la Biblia. Ya sea que nos arrodillemos o levantemos nuestras manos, partamos el pan o levantemos una copa de vino, prendamos lámparas o impongamos las manos, unjamos con óleo o lavemos con agua, puedes estar seguro que alguien en la Biblia lo hizo primero. Las Escrituras mismas reflejan la liturgia de los primeros cristianos, así como las oraciones litúrgicas y ritos que el pueblo de Dios ha practicado en el curso de la historia. Nosotros,

como creyentes católicos, estamos en una gran tradición de la Palabra y adoración, y lo hacemos nuestro en cada generación, al celebrar la liturgia de hoy.

El diálogo con la Palabra La Palabra de Dios nos envuelve en la liturgia, y los “materiales” de la Escritura hacen que nuestro templo sea noble y sencillo, hermoso y sólido. Y eso no es todo. La Palabra también se proclama en ese templo –bienvenida como huésped de honor– con integridad. El acto de leer, escuchar y responder a la Palabra constituye la primera parte importante de la misa: la Liturgia de la Palabra. La Liturgia de la Palabra es un encuentro y un diálogo: un encuentro y un diálogo con Cristo. Cuando las Escrituras se proclaman, respondemos a lo que oímos. Nuestra respuesta externa es por lo general en forma de canto y aclamación. Sin embargo, nuestra respuesta interior es lo que esos signos externos indican, nuestro “sí” a la revelación de Dios y la voluntad de vivir el mensaje que hemos oído. El Papa Juan Pablo II lo expresó muy bien cuando escribió: “La proclamación litúrgica de la Palabra de Dios, sobre todo en el contexto de la asamblea eucarística, no es tanto un momento de meditación y de catequesis, sino que es el diálogo de Dios con su pueblo, en el cual son proclamadas las maravillas de la salvación y propuestas siempre de nuevo las exigencias de la alianza. El Pueblo

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de Dios, por su parte, se siente llamado a responder a este diálogo de amor con la acción de gracias y la alabanza, pero verificando al mismo tiempo su fidelidad en el esfuerzo de una continua “conversión”. (Sobre la santificación del domingo, 41).

Jesucristo es la Palabra de Dios Luminosa a través de las muchas palabras de la Escritura es la palabra: Jesucristo, la Palabra encarnada de Dios. Como San Juan nos dice tan bellamente al principio de su Evangelio: “Y el Verbo se hizo carne, puso su tienda entre nosotros, y hemos visto su Gloria: la Gloria que recibe del Padre el Hijo único; en él todo era don amoroso y verdad. (Juan 1,14). En la Palabra, nos encontramos con Jesús. La Palabra de Dios, Jesús, nos habla en el Antiguo y el Nuevo Testamento, y dan unidad a su testimonio. Ambos dan testimonio de la sola revelación de Dios, y nos apoyan y nos instruyen en nuestro camino como discípulos. Cristo está totalmente presente en la Palabra. “Cristo sigue anunciando el Evangelio” hoy en día entre nosotros, como los Padres del Concilio Vaticano II afirmaron (Constitución sobre la Sagrada Liturgia, 33).

Escuchar: deleite y responsabilidad Seríamos malos anfitriones si invitamos a alguien a nuestra casa, les ofrecemos un lugar de honor, pero luego acaparamos toda la conversación. Pero esto es lo que sucede si nuestra mente está llena de distracciones y nuestro corazón no está preparado para recibir la Palabra de Dios. Por lo tanto, debemos practicar una disciplina de hospitalidad a la Palabra, brindando toda nuestra atención a Cristo presente en su Palabra. Tenemos que preparar el terreno de nuestro corazón para la “buena semilla” de la Palabra, por medio de la oración para que, recibiendo la Palabra en fe, nuestras vidas produzcan una cosecha abundante. Cuando nos preparamos para escuchar la Palabra, la experiencia de escuchar se convierte en deleite. La Liturgia de la Palabra es como una “mesa” en la que nos nutrimos. Nuestro diálogo interior se hace más rico.

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La Liturgia de la Palabra presupone un cierto conocimiento general de la Biblia, y la orientación básica para el contexto histórico y la forma literaria de las lecturas que escuchamos. Este conocimiento se puede adquirir en la catequesis, el estudio de la Biblia, los comentarios, los maestros y otros recursos. La buena predicación despierta nuestro apetito por la Palabra, y nos dispone a pasar tiempo con las Escrituras por nuestra cuenta. Si nuestra base personal en las Escrituras no ha sido sólida, sin embargo, tenemos que asumir la responsabilidad de fortalecerla.

REFLEXIÓN ¿Cuán sólida es mi base en la Escritura? Toma en cuenta las tres dimensiones de esta pregunta: la solidez intelectual (conocimiento, comprensión), la solidez espiritual (oración, virtud, contemplación), la solidez moral (toma de decisiones, guía para la vida). ¿Cuál de estas áreas me gustaría fortalecer durante este tiempo de renovación en Cuaresma?

ACCIÓN Haz un compromiso para leer las lecturas del domingo, ya sea antes o después de ir a misa. Dedica tiempo para “estar” con la Palabra. Permite que su propio diálogo interior con Dios continúe más allá de la celebración.

ORACIÓN Espíritu Santo, aliento de Dios, por la Sagrada Escritura revelas quién eres y lo que estamos llamados a ser. Sopla sobre nosotros. Entra al lugar de nuestro culto y habla con amor a cada uno de nosotros. Ayúdame a escuchar con todo mi corazón.

Rita Ferrone es una galardonada escritora y conferencista sobre liturgia, catequesis y la renovación de la Iglesia Católica.

Copyright © 2012 de Paulist Evangelization Ministries. Todos los derechos reservados. Nihil obstat: P. Christopher Begg, S.T.D., Ph.D., Censor Deputatus. Imprimatur: Reverendísimo Barry C. Knestout, obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Washington, 28 de marzo de 2012. El nihil obstat y el imprimatur son declaraciones oficiales de que un libro o folleto está libre de errores doctrinales o de moral. No implican de forma alguna que quienes han otorgado el nihil obstat e imprimatur están de acuerdo con el contenido, las opiniones o declaraciones expresadas. Publicado por Paulist Evangelization Ministries, 3031 Fourth St., NE, Washington, DC 20017, www.pemdc.org

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