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Pan y Vino en un tiempo de ayuno ¿De qué trata la Cuaresma? ¿Abstenerse de chocolate o cerveza? ¿No comer carne los viernes? ¿Ponerse ceniza en la frente? ¿Qué tal esto?: la Cuaresma es una renovación espiritual. Se trata de un camino que somos invitados a recorrer. En la lejanía está la gloria de la Pascua. En la cercanía, las cenizas, la mortalidad y las tentaciones en el desierto. Es el tiempo entre estos dos horizontes que es un tipo diferente de espacio, un pasaje, un andar. Es un tiempo de conversión, de cambio, de crecimiento y también de incertidumbre y de “no saber”. Cuaresma es la caminata anual de la Iglesia, cuando confiados nos dejamos guiar por el Espíritu al desierto de la purificación.
¿Qué tiene que ver la Eucaristía con la Cuaresma? ¿Cómo participamos en un festín con el “pan del cielo” durante una temporada de ayuno? Es bueno hacer esas preguntas básicas durante un tiempo de renovación. Debido a que participamos en la Eucaristía durante todo el año, ¿simplemente lo tomamos todo como algo ordinario? ¿Hemos puesto nuestra experiencia de la Eucaristía en piloto automático? Tal vez la Cuaresma sea el tiempo para frenar y replantearse lo que realmente ocurre en la Eucaristía. Tal vez sea un tiempo para redescubrir la forma en que nuestra vida puede cambiar. La misa nos da una visión de lo que somos y de lo que estamos llamados a ser. Renueva nuestra confianza en Dios y profundiza nuestro amor al prójimo. El culto auténtico nos ayuda a ser mejores testigos del Reino de Dios en nuestro mundo.
Para Hacer Una Alianza Este año, el hilo de oro que corre a través del tiempo de Cuaresma se encuentra en las primeras lecturas del Leccionario dominical. Su tema: la alianza y la renovación de la alianza. Cada domingo se escuchará una lectura del Antiguo Testamento, relativa a un pacto que Dios hizo.
Esta serie de lecturas nos lleva a la promesa de Dios de una nueva alianza, que se anuncia en el Quinto Domingo de Cuaresma: una promesa cumplida en Jesús. ¿Qué es una alianza? Es más que un pacto o un acuerdo. Una alianza es un compromiso de amor que da vida. Cuando Dios hace una alianza, como se describe en la Biblia, no es como un contrato entre dos partes iguales. Por el contrario, la iniciativa y la generosidad son todas de parte de Dios. Las alianzas que Dios hace son para siempre, son siempre fructíferas y requieren una respuesta fiel. Esta semana, el Primer Domingo de Cuaresma, la atención está puesta en el pacto con Noé. La historia bíblica de Noé, de la cual se saca la lectura de hoy, comienza con la narración de un desastre terrible provocado por el pecado humano. Sin embargo, una promesa de consuelo sigue a la devastación de las inundaciones, como proclama la lectura de hoy. Dios hace una alianza con Noé y su familia y, por extensión, con toda la Creación. Este momento es un nuevo comienzo de la Creación, bendecida por Dios.
Pan y Vino Así que tal vez la conexión entre la Eucaristía y la Cuaresma de este año comienza aquí, con los elementos del pan y del vino, frutos de la Creación, regalo del sol y el suelo y de la vida, que fielmente brotan de la tierra, año tras año. El pan y el vino son signos naturales del amor y de la fidelidad de Dios en la Creación. Sin embargo, también requieren de la habilidad y el trabajo humanos para que ser lo que son. La obra divina y la humana, en conjunto, producen el pan y el vino. La siembra,
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la cosecha, y muchas etapas de preparación se necesitan para convertir el trigo y las uvas en el pan y el vino. Uno de los grandes maestros en los primeros siglos de la Iglesia, San Agustín, reflexionaba en el proceso de formación de la comunidad cristiana comparándolo con la preparación del pan. “Acuérdense”, nos dijo, “que el pan no se hace con un solo grano, sino con muchos. Cuando recibieron los exorcismos, era como si se los moliese; cuando fueron bautizados, como si se los remojase; cuando recibieron el fuego del Espíritu Santo, fue como si se los cocinase. … Para que exista esta especie visible de pan se han unido muchos granos en una sola masa, como si sucediera lo mismo que la Sagrada Escritura dice refiriéndose a los fieles: “Tenían una sola alma y un solo corazón hacia Dios” (Hechos 4,32)”.
Primer Domingo de Cuaresma
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REFLEXIÓN Uno de los signos visibles de la alianza de Dios con nosotros en Cristo es nuestra unidad. ¿Cómo puedes ayudar a fomentar la unidad de sentimiento y pensamiento en tu parroquia? ¿Hay alguien que necesitas perdonar o cuyo perdón necesites recibir, con el fin de convertirte en este signo vivo?
ACCIÓN Toma en serio el ayuno antes de recibir la Eucaristía.
El Mejor regalo
La Iglesia pide que nos abstengamos de comer y beber
Antes de que Jesús diera su vida por nosotros en la Cruz, compartió una comida con sus discípulos. Bendijo el pan, lo partió y se los dio, diciendo: “Esto es mi cuerpo”. También bendijo la copa llena de vino y la compartió con ellos, diciendo: “Esta es mi sangre”.
durante una hora antes de recibir la Comunión. Trata
Por lo tanto el pan y el vino –ya objetos buenos y santos se han convertido en algo infinitamente más valioso. En la Eucaristía, como Jesús mismo nos dijo, se convierten en su propio Cuerpo y Sangre. La Eucaristía hace presente el misterio de la muerte y resurrección salvadora de Cristo: es el signo de la nueva alianza, realizada en la Sangre de Cristo.
ORACIÓN
El arco iris en las nubes era el signo de la fidelidad de Dios en la alianza con Noé. Pero el mayor signo del amor y de la fidelidad de Dios de todos los tiempos es Jesús, que se convierte en nuestro alimento y nuestra bebida en la Eucaristía. Su Misterio Pascual, su muerte y resurrección, es nuestro pan y vino en una temporada de ayuno. Al poner otras cosas a un lado durante la Cuaresma, la Iglesia crea un tiempo y espacio para reflexionar sobre lo que Jesucristo nos ha dado–el regalo más grande–él mismo.
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de observar esta regla en un espíritu de reverencia y alegría. Prepárate para el festín con el ayuno.
Padre Celestial, diste a la Creación un nuevo comienzo después de la devastación de las inundaciones. Permíteme comenzar de nuevo en esta Cuaresma. Espíritu Santo, llevaste a nuestro Salvador al desierto. Guíame a donde mejor pueda escuchar tu voz. Señor Jesús, que instituiste la Eucaristía como signo vivo de la unidad de tu Iglesia, ayúdanos a ser ese signo para el mundo. Amén.
Rita Ferrone es escritora y conferencista sobre liturgia, catequesis y la renovación de la Iglesia Católica.
La cita de San Agustín es de su Sermón 272. Obras completas. Traducción de Federación Agustiniana Española y BAC. Copyright © 2011, de Paulist Evangelization Ministries. Todos los derechos reservados. Nihil obxtat: P. Christopher Begg, S.T.D., Ph.D., Censor Deputatus. Imprimatur: Reverendísimo Barry C. Knestaut, obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Washington, 7 de febrero de 2011. El Nihil obstat y el Imprimatur son declaraciones oficiales de que un libro o folleto está libre de errores doctrinales o de moral. No implican de forma alguna que quienes han otorgado el nihil obstat y el imprimatur están de acuerdo con el contenido, las opiniones o declaraciones expresadas. Publicado por Paulist Evangelization Ministries, 3031 Fourth St., NE, Washington, DC 20017, www.pemdc.org
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Un rostro en la multitud Imagínate que estás caminando por una calle muy transitada. Estás pensando en tus cosas. La gente que pasa no son más que caras desconocidas para ti, ni malas ni amenazantes, solo gente pasando. La gente común. Nada en especial.
De repente ves a alguien que conoces. Más que eso, ves a alguien que amas y que realmente estás feliz de ver: un viejo amigo perdido, una hija o hijo adulto, un familiar querido, alguien que nunca pensaste que ibas a ver en este día o lugar. Tu cara se ilumina. Llamas a esa persona o agitas la mano para saludarla. Hay un momento feliz de reconocimiento, sonrisas, abrazos. Hay un estrechón de manos y se dan unas palmadas en la espalda. “Eh, ¡es genial verte!”. Todo tipo de personas te ha pasado por el lado sin que te des cuenta ni que te detengas. Pero cuando ves a alguien que te importa, la cara de esa persona “sobresale en la multitud”. Él o ella brilla para ti, a la luz del amor. Utilizamos expre-siones como “se le iluminó la cara” o “estaba radiante” para describir la felicidad que sentimos en ese encuentro.
La resplandeciente mirada del amor Ahora imagínate cómo Dios Padre, la primera Persona de la Santísima Trinidad, “ve” a su Hijo encarnado. El amor entre el Padre y el Hijo, en última instancia, va más allá de la imaginación humana, por supuesto, pero podemos intentarlo. Considera esta analogía. Si tu corazón se anima con un encuentro sorpresivo con un amigo o familiar querido que se cruza en tu camino por casualidad, piensa cuánto más “sincero” y “lleno” debe ser el amor que siente Dios cuando ve a su Hijo amado, Jesucristo. ¿Cuánto más debe brillar el Hijo en los ojos de su Padre? ¿Cuánto más Dios se “ilumina” cuando ve a su propio Hijo?
Hasta ahora, todo bien. Pero, ¿qué tiene esto que ver con nosotros? ¿Qué tiene esto que ver con la Eucaristía? Simplemente esto: que el mismo resplandor, esa mirada brillante de amor, es lo que Dios nos prodiga cuando lo adoramos en la liturgia. ¿Por qué? Porque Dios reconoce a su Hijo en nosotros.
Cristo presente en la Asamblea de su pueblo Los obispos del mundo, reunidos en el Concilio Vaticano II, afirmaron solemnemente en la Constitución sobre la Sagrada Liturgia (artículo 7) que Cristo está presente en la asamblea de su pueblo. Su presencia en ellos cuando oran y cantan, es real. ¿Qué significa que Cristo está presente en la asamblea? Esto no quiere decir que perdemos nuestra individualidad, o que estamos ensimismados o que no reconocemos nuestros pecados y debilidades. Pero sí significa que cuando Dios nos ve en oración, Él ve a su Amado Hijo, a pesar de nuestras faltas y fracasos. Ve lo mejor de nuestra humanidad. Dios no es neutral para con nosotros cuando le rendimos culto. Su impulso es el amor más grande.
La Trinidad y los Sacramentos de Iniciación Nuestra adoración es trinitaria. Debido a que hemos sido bautizados en Cristo, tenemos el inmenso don de compartir
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en esa relación de amor que existe entre el Padre y el Hijo. Podemos compartir la oración de Jesús a su Padre celestial. También compartimos en su Espíritu de amor, que nos selló en el Sacramento de la Confirmación y que nos fortalece para la misión. Para entender las verdaderas implicaciones de la presencia de Jesús en la asamblea, hay que recordar esta cualidad trinitaria del culto.
En la esquina de las calles 4ª y Walnut El monje y escritor espiritual Thomas Merton (1915-1968) describió una vez una epifanía, una manifestación de Dios que le ocurrió mientras caminaba por la calle en Louisville, Kentucky. Estaba en la esquina de las calles 4ª y Walnut, en el centro del distrito comercial, cuando de pronto se sintió sobrecogido con amor para toda la gente a su alrededor. Se llenó de una sensación de haber despertado de un sueño en el que estaba separado de los demás, y darse cuenta de la verdad de ser uno con ellos. Vio la gloria del Hijo de Dios transfigurar a toda la gente a su alrededor. Esto es lo que escribió: “Es un glorioso destino ser parte de la raza humana, a pesar de que es una raza dedicada a muchas cosas absurdas y que comete muchos errores terribles: sin embargo, con todo eso, Dios se vanaglorió de ser miembro de la raza humana. ¡Un miembro de la raza humana!... ¡Y si todo el mundo solo pudiera darse cuenta de esto! Pero no se puede explicar. No hay manera de decirle a la gente que todos son brillantes como el sol”.
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REFLEXIÓN Reconocer la presencia de Cristo en la asamblea significa aceptar ciertas diferencias -diferencias de cultura, raza, idioma, ingresos, estilo, etc. ¿Qué diferencias son más difícil de aceptar en tu prójimo? ¿Puedes aprender a ver el rostro del amado Hijo de Dios en alguien muy diferente a ti?
ACCIÓN Al intercambiar el signo de la paz en la misa dominical, mira a los ojos de la otra persona, aunque sea brevemente, con respeto y afecto. Lleva el mismo espíritu de respeto a tus interacciones cotidianas, en especial con las personas que te sirven en cualquier capacidad. A veces las personas se sienten invisibles. Procura verlas. Trata a los demás como te gustaría ser tratado.
ORACIÓN Padre misericordioso, como Abraham confiaba en Ti y recibió tu bendición, ayúdame a confiar en Ti cuando paso por las pruebas y tribulaciones de mi vida. Jesucristo, Hijo amado de Dios, déjame ver tu rostro
Piensa en esto. Las personas en los bancos de la iglesia, sin importar su idiosincrasia, son las personas en quienes Cristo está presente, la mujer con ropa de moda, el hombre que canta desentonado, el adolescente inquieto, el anciano malhumorado -cada uno de ellos. Cristo está presente en ellos cuanto se convierten en la asamblea que rinde culto. Dios los mira con amor. ¡Si tan sólo pudiéramos vernos como Dios nos ve!.
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brillar en todos los que me rodean en la misa. Espíritu Santo, ayuda a nuestra parroquia para que sea lo que nos llamas a ser. Que nuestra fe brille para que todos la vean. Amén.
Rita Ferrone es escritora y conferencista sobre liturgia, catequesis y la renovación de la Iglesia Católica.
La cita de Thomas Merton es de su libro, Conjectures of a Guilty Bystander (Garden City, New York: Doubleday & Company, Inc., 1966), p. 141. Copyright © 2011, de Paulist Evangelization Ministries. Todos los derechos reservados. Nihil obxtat: P. Christopher Begg, S.T.D., Ph.D., Censor Deputatus. Imprimatur: Reverendísimo Barry C. Knestaut, obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Washington, 7 de febrero de 2011. El Nihil obstat y el Imprimatur son declaraciones oficiales de que un libro o folleto está libre de errores doctrinales o de moral. No implican de forma alguna que quienes han otorgado el nihil obstat y el imprimatur están de acuerdo con el contenido, las opiniones o declaraciones expresadas. Publicado por Paulist Evangelization Ministries, 3031 Fourth St., NE, Washington, DC 20017, www.pemdc.org
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Eucaristía: comida o sacrificio? En el período antes del Concilio Vaticano II (1962-1965), la misa católica a menudo se llamaba “el Santo Sacrificio de la Misa”. El altar se consideraba como un lugar de sacrificio. El vocabulario de la Iglesia para la Eucaristía estaba lleno de expresiones como “víctima sagrada”, “sacrificio incruento” y “Cristo Sacerdote” –las frases consagradas por el Concilio de Trento.
El Concilio Vaticano II recordó a los católicos que la misa es también una comida. En la Iglesia se comenzó a incluir expresiones como “la fiesta de la Eucaristía”, “se reúnen a la mesa del Señor” y “compartir el banquete pascual”. Tan populares se hicieron estas designaciones, de hecho, que la gente comenzó a preguntarse si la idea del sacrificio se estaba convirtiendo en obsoleta. Si la Eucaristía es un encuentro alrededor de una mesa de comedor, ¿cómo puede ser también un sacrificio en un altar? Estos dos temas –sacrificio y comida– evocan diferentes asociaciones. Sacrificio trae a la mente las cosas que son difíciles, aterradoras, distantes. Sangre, vísceras, miedo. Comida evoca asociaciones que son cálidas, de convivencia, normales. Alimentos, bebidas, familia. En el contexto de una comida, te imaginas a las mujeres en la cocina con rodillos para amasar. En el fondo de un sacrificio, ves a los hombres con cuchillos. Entonces, ¿cuál es? ¿Es la Eucaristía un sacrificio o una comida?
La pregunta equivocada El problema con estas alternativas, sin embargo, es que no son realmente alternativas. Lo que tenemos ante nosotros es lo uno y lo otro, no uno o lo otro. La Eucaristía es sacrificio y comida. Preocuparse por cuál tiene prioridad es no entender lo que importa. Necesitamos ambas cosas. Nuestro concepto de la Eucaristía debe mantener unidos a la idea de sacrificio y comida por tres razones. En primer lugar, el origen de la Eucaristía en la vida de Cristo exige ambas realidades.
En segundo lugar, las dos ideas van juntas en la vida humana y la historia sagrada. En tercer lugar, necesitamos ambas para plantarnos en la realidad de la obra de Dios aquí en la Tierra hoy. Echemos un vistazo a cada una de ellas.
Origen en la vida de Cristo En cada misa, recordamos lo que hizo Jesús en la Última Cena. Dio a sus discípulos su Cuerpo y su Sangre como comida y bebida. Sin embargo, la misa no es un memorial de la Última Cena. Es la muerte y Resurrección de Cristo que recordamos y que vivimos de nuevo en la misa. Si Jesús no hubiera muerto en el Calvario y resucitado de nuevo, nadie se acordaría de esa comida en el cenáculo. Del mismo modo, si Cristo murió por nosotros en la Cruz, pero nunca instituyó la Eucaristía, no tendríamos ningún rito con comida como el que en realidad tenemos. Jesús vinculó su sufrimiento con una comida. Es por eso que hacemos lo mismo, en memoria de él.
Vida humana e historia sagrada Sacrificio y comida también están vinculados en la naturaleza. No nos gusta que se nos recuerde eso en la mesa, pero cada asado delicioso fue una vez un animal vivo. Aun para las comidas vegetarianas hay que cortar o sacar algo vivo para que podamos comer. Hay muerte-para-que-haya-vida en el fondo de cada comida, no importa lo seguro y sereno que pueda ser el ambiente. 711
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Más allá, la historia sagrada del pueblo en el Antiguo Testamento reúne el sacrificio y la comida de una manera fundamental. Dios salvó a su pueblo de la décima plaga de Egipto pidiéndole que sacrificara un cordero y con su sangre pintara los dinteles de sus casas. El ángel de la muerte “pasó por alto” las casas marcadas con la sangre del cordero. Ninguno de los que se encontraran dentro sufriría daño alguno. Este mismo animal sacrificado se convirtió en el plato principal de la comida que comerían mientras se preparaban para el Éxodo.
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REFLEXIÓN ¿Estás dispuesto a hacer sacrificios en tu vida cotidiana, por amor a Dios y al prójimo? A veces un sacrificio significa esforzarse para ayudar a alguien, o asumir una actitud humilde, o hacer algo bueno cuando nos causa inconvenientes. Piensa en la
Las vidas del Pueblo Escogido se salvaron por la sangre del cordero. Su carne, para compartir como alimento, los nutría para el viaje que tenían por delante, el viaje de la esclavitud a la libertad. Tanto la comida y el sacrificio son partes necesarias de la historia.
semana que acaba de pasar. ¿Qué oportunidades se
La obra de Dios en la Tierra hoy
Dedica tiempo para compartir una comida con
Según sugiere la historia de la Pascua, los signos que Dios usa tienen su propósito en la relación con su pueblo. El sacrificio del cordero pascual, y el comer del mismo, forman parte de la gran historia del Éxodo. La gente iba a ser guiada hacia la libertad. Estaba en camino a la Tierra Prometida. Para los cristianos, el sacrificio de Jesús y el compartir el pan y el vino son también parte de una gran historia –la historia de nuestra redención. El sacrificio de Jesucristo lleva a la resurrección y la vida eterna. Comemos el pan de la vida y bebemos la copa de la salvación para fortalecernos para el viaje de la fe. Ni siquiera la muerte puede hacernos daño cuando hemos sido marcados con la cruz de Jesús.
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te presentaron? ¿Cómo respondiste?
ACCIÓN alguien. Podrías invitar a un miembro de la familia a quien no ves a menudo, o un amigo o colega que hayas descuidado debido a tu ocupada agenda. Que sea agradable. Haz que el espíritu de “Vive la Eucaristía” sea la agenda oculta de la comida.
ORACIÓN Jesús, tú eres el verdadero Cordero, cuya sangre consagra las casas de todos los creyentes. Gracias por dar tu vida por mí. Tú eres el Buen Pastor, que
Y eso no es todo. Vivir para los demás, como Cristo nos enseñó –fuera de la misa– es un sacrificio y también una fiesta. Nos entregamos en sacrificio cuando amamos, trabajamos y sufrimos para hacer lo que es correcto y bueno todos los días. Preparamos una comida de justicia y paz cuando damos de comer al hambriento, vestimos al desnudo y compartimos la Buena Nueva de la salvación en Jesucristo con nuestro mundo.
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extiende un banquete ante nosotros. Gracias por darme de comer. ¿Cómo puedo llevarte a este mundo hambriento? ¡Muéstrame el camino! Amén.
Rita Ferrone es escritora y conferencista sobre liturgia, catequesis y la renovación de la Iglesia Católica.
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La increíble obra del Espíritu Santo en la liturgia ¿Quién hace posible nuestro nacimiento, y crea todo? ¿Quién rompe la tierra, quién agita el mar? ¿Establece el deseo del corazón donde el viento tiene que ir? ¿Quién llama el fuego? Nadie lo sabe. *
De todas las personas de la Trinidad, el Espíritu Santo es quizás el más misterioso. ¿El viento, el aliento, el fuego, la paloma? Muchas imágenes del Espíritu sugieren movimiento, libertad y vida. Nos ayudan a captar el sentido del Espíritu como amable y gentil, pero de impresionante poder. El viento puede ser un ligero soplo de aire fresco o un viento feroz. El fuego aporta la seguridad del calor y la luz, pero también puede quemar una casa y derribarla. ¡No se juega con fuego! La Iglesia en los primeros siglos definió formalmente al Espíritu Santo como la Tercera Persona de la Santísima Trinidad. El Espíritu Santo no es una fuerza sino una Persona. Igual en majestad con el Padre y el Hijo, el Espíritu es digno de adoración. Aunque las huellas del Espíritu Santo se ven en la Biblia desde el principio, no es hasta el Nuevo Testamento que el Espíritu Santo se revela más plenamente. En Juan 16:7-15. Jesús promete enviar el Espíritu para ser nuestro intercesor y guía. El Espíritu continúa la misión de Cristo en la tierra. El Espíritu Santo está con nosotros aún ahora, guiándonos y dándonos poder. La misión conjunta del Hijo y el Espíritu es ahora nuestra misión, la misión de la Iglesia. El Catecismo de la Iglesia Católica lo describe así: “La misión de la Iglesia no se añade a la de Cristo y del Espíritu Santo, sino que es su sacramento: con todo su ser y en todos sus miembros ha sido enviada para anunciar y dar testimonio, para actualizar y extender el misterio de la comunión de la Santísima Trinidad “(CIC, 738).
El Espíritu Santo siempre nos conduce hacia el futuro. La escatología, o los “últimos días”, cuando Cristo vendrá de nuevo, es el puesto de observación especial del Espíritu Santo. Así como el Espíritu se cernía sobre las aguas en la creación, y ungió a Jesús para su obra de la redención, así el Espíritu Santo guía la Iglesia hacia el futuro con esperanza. Con razón nos presentamos sobrecogidos ante la libertad de Dios. Y sabemos que el Espíritu “sopla donde quiere” (una verdad ampliamente demostrada en los Hechos de los Apóstoles). Sin embargo, también sabemos que el Espíritu Santo es digno de confianza. El Espíritu no contradice la revelación dada en Jesucristo. En efecto, el Espíritu nos lleva más profundamente a esa verdad. Nuestra vida como cristianos, en la Iglesia, es la vida en el Espíritu. De hecho, la presencia del Espíritu es especialmente intensa en los sacramentos de nuestra salvación. El Espíritu Santo está activo en todos los sacramentos. Los tres sacramentos de la iniciación, el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía, nos hacen ser quienes somos por medio del Espíritu.
De la pila a la mesa Comienza con el agua. El más puro y más claro de los líquidos, el agua se presta muy bien por naturaleza para ser el signo sacramental del Espíritu de Dios –limpia, restaura, da y sostiene la vida. Desde las aguas de la Creación a las aguas de la pila bautismal, el increíble trabajo vivificador del Espíritu Santo ocurre por medio del agua.
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La unción con aceite, también un signo del Espíritu Santo, sigue al Bautismo, cuando recibimos el Sacramento de la Confirmación. El don del Espíritu Santo en este sacramento nos fortalece para la misión, y sella el Bautismo que hemos recibido. Y también el Espíritu Santo es el agente de transformación que, por las palabras de Jesús que el sacerdote pronuncia, convierte el pan y el vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. En la Eucaristía, el Espíritu Santo nos transforma también y nos hace santos.
De la celebración eucarística a la vida cotidiana El Espíritu está trabajando constantemente dentro de nosotros para hacer la misa fructífera para nosotros y para el mundo. El Espíritu Santo nos prepara para recibir la Palabra de Dios con fe. El Espíritu Santo llena nuestro corazón al rezar y cantar, intercediendo con y para nosotros en todo momento. El Espíritu Santo nos teje en la unidad, especialmente durante el Rito de la Comunión, sino también en la celebración en su totalidad. Por último, el Espíritu Santo nos fortalece a medida que somos enviados a vivir la misión de la Iglesia. Profesamos la fe en el Espíritu Santo en el Credo durante la misa, sin embargo, nuestra fe en el Espíritu Santo quizá no se puede expresar mejor que cuando somos obedientes a sus impulsos en nuestra vida cotidiana. Discernir el Espíritu, responder al Espíritu y regocijarnos en el Espíritu son los movimientos indispensables de la vida cristiana.
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REFLEXIÓN ¿Alguna vez piensas que tu corazón necesita estar “preparado para recibir la Palabra de Dios” en la misa dominical? El aburrimiento, la inquietud y las distracciones no son algo que simplemente podemos eliminar o desaparecer por la fuerza de voluntad, y solo por nuestra cuenta. Necesitamos el Espíritu Santo.
ACCIÓN Presta atención a los susurros del Espíritu Santo dentro de ti esta semana. Puede ser que te enfrentes a una decisión moral, una inesperada oportunidad para hacer el bien o una crisis que necesitas resolver. Escucha y luego actúa, según el Espíritu te inspire. Observa el resultado, para ti y para otros. El próximo domingo, cuando vuelvas a la Eucaristía, lleva tu gratitud.
ORACIÓN Espíritu de Dios, gracias por tu increíble trabajo en todos los sacramentos, pero sobre todo en la Eucaristía. Nos permites rezar, adorar y aceptar la verdad de
Aprendemos a discernir y responder al Espíritu por medio de la evangelización y la catequesis, pero también desarrollamos el gusto por hacerlo, de hecho, –el arte para hacerlo– por la forma en que participamos en el culto. ¿Cómo sabemos lo que es bueno? ¿Por qué debemos rezar? ¿Cómo agradecer a Dios? ¿Cómo alabarlo? El Espíritu nos enseña estas cosas por medio de la oración de la Iglesia.
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Jesucristo. Abre nuestros corazones para el trabajo continuo que deseas realizar en nosotros, y danos el poder para nuestra misión en el mundo. Amén.
Rita Ferrone es escritora y conferencista sobre liturgia, catequesis y la renovación de la Iglesia Católica.
La cita en la primera pág. es de Still Must We Walk, canción de Tom Conry. Se usa con permiso del autor. Todos los derechos reservados. Copyright © 2011, de Paulist Evangelization Ministries. Todos los derechos reservados. Nihil obxtat: P. Christopher Begg, S.T.D., Ph.D., Censor Deputatus. Imprimatur: Reverendísimo Barry C. Knestaut, obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Washington, 7 de febrero de 2011. El Nihil obstat y el Imprimatur son declaraciones oficiales de que un libro o folleto está libre de errores doctrinales o de moral. No implican de forma alguna que quienes han otorgado el nihil obstat y el imprimatur están de acuerdo con el contenido, las opiniones o declaraciones expresadas. Publicado por Paulist Evangelization Ministries, 3031 Fourth St., NE, Washington, DC 20017, www.pemdc.org
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Participación plena, consciente, activa “Yo no canto en Misa”, “Si oyes mi voz, ¡te taparías los oídos!”, “¿Por qué toda esa gente allí en el altar? Me gustaba más cuando era sólo el sacerdote”, “El hecho de que los jóvenes siguen viniendo es un milagro”.
¿Has escuchado este tipo de comentarios? Las personas que van a la iglesia varían en sus opiniones sobre el valor e incluso la posibilidad de participación activa en la liturgia. Es triste decirlo, no todo el mundo está convencido de que su propia participación plena y activa –o la de los demás– son posibles. Sin embargo, la participación plena, consciente, activa es la visión de la Iglesia para todo el mundo. No sólo para los más devotos, o aquellos con las mejores voces para cantar o para los adultos, o algún grupo selecto de iniciados. La participación es para todos.
Espectadores y participantes Imagínate que estás en un juego de pelota de tu equipo. ¿Te sería posible no mostrar entusiasmo y algarabía cuando anotan? Incluso los espectadores pueden estar activos con porras (que son como una aclamación o un canto), prestando atención a lo que ocurre (igual que cuando escuchamos las lecturas o seguimos las acciones de la misa), y sintiéndonos que el resultado nos importa (igual que cuando recordamos que la misa es para nuestro bien y por la salvación del mundo). Espera, ¡sin embargo! Ser un espectador, hasta un espectador entusiasta, no es la mejor analogía para lo que hacemos en la Eucaristía. La participación en la misa nos se parece tanto como al estar en las gradas mirando, sino como el ser parte del equipo. Es cierto. Cada persona en la liturgia es un “jugador” de una manera u otra. n La asamblea reza, canta, escucha y se suma a las acciones y gestos que le corresponde.
n Los ministros: acomodadores, lectores, servidores, músicos,
cantores y ministros extraordinarios de la Sagrada Comunión, desempeñan un papel especial al servir a la asamblea. n El sacerdote y el diácono tienen funciones específicas en la
liturgia, tales como dirigir, proclamar el Evangelio, predicar, rezar y así sucesivamente. Todas estas funciones interactúan. Aunque diferentes, forman un todo orgánico y ordenado. Esto contribuye a la belleza y la riqueza de la liturgia. Cuando el sacerdote dice: “El Señor esté con ustedes”, es como “tirar la pelota” a la asamblea. ¡No pueden dejar caer la pelota! Sus respuestas son importantes.
Una visión de la Iglesia Manifestamos la verdadera naturaleza de la Iglesia con nuestra participación activa en la liturgia. Cuando todos hacemos nuestra parte, en concierto con otros, apoyamos a otros y al mismo tiempo fortalecemos nuestra propia experiencia. Al igual que un buen equipo, llevamos a cabo la acción litúrgica juntos, cada uno de nosotros, teniendo cuidado de hacer nuestra parte en su forma correcta. San Pablo dijo: “Hay diversidad de dones espirituales, pero el mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor“(1 Corintios 12,4-5). La participación en diferentes funciones es un esfuerzo unificado. También, como un buen equipo, no podemos salir al terreno de juego así como así. Necesitamos entrenarnos. La catequesis es una forma de entrenamiento. Tener una vida de oración fuera de la misa, es otra. Vivir nuestra fe activamente en la vida
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cotidiana es una tercera. Algunas personas se benefician leyendo las lecturas del domingo antes de ir a la iglesia, o llegando a la iglesia unos minutos antes, o alguna otra disciplina sencilla. Algunos necesitan descanso y relajamiento. Lo que sea necesario, vale la pena considerar cómo nos preparamos.
Formada por la participación Cuando participamos activamente en la liturgia, nos formamos por lo que hacemos. Hacemos la señal de la cruz; nos paramos, sentamos o arrodillamos, respondemos, cantamos himnos y aclamaciones. Donamos a la recolecta; comulgamos, nos unimos a la música, en los silencios, en las oraciones. Estas acciones, realizadas con fidelidad, están grabadas en nuestra mente y corazón. Se convierten en parte de lo que somos.
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REFLEXIÓN Recuerda un ejemplo cuando participaste plena, activa y conscientemente en la liturgia. ¿Qué te ayudó a participar? ¿Qué dificulta tu participación? ¿Cómo podrías prepararte mejor la semana que viene para participar más plenamente en la Eucaristía el próximo domingo?
ACCIÓN Invita a un amigo, vecino o compañero de trabajo
También vuelven a nosotros en momentos en los que los necesitamos. Un fragmento de música, una oración, una actitud o un gesto nos pueden ayudar a encontrar el camino y recordar la presencia de Dios, mucho después de que la liturgia haya terminado. Es una experiencia común, por ejemplo, el ver que un fragmento de la canción de la liturgia viene a la mente durante una “noche oscura” de dolor o pérdida. Es como si el soplo del Espíritu ha sido enviado para revivirnos. Pero ¿y si nunca cantamos esa canción? Debemos participar en primer lugar, para que la experiencia pueda continuar haciendo eco en nuestra vida. Debajo de las expresiones externas de la liturgia hay otro nivel de participación que se podría llamar interior o espiritual. Deseo y aceptación sinceros –decir “Sí” a Dios– es participar. Así el Espíritu lucha en nosotros para llevarnos a la conversión continua. La participación incluye la voluntad de vivir la vida compartida –con todas sus alegrías y sus luchas– en comunión los unos con los otros. Estos son los movimientos hacia el interior de la fe, las disposiciones del corazón. La participación hacia fuera y también hacia adentro son importantes. Necesitamos los signos externos de la liturgia que nos comprometen por medio de nuestros sentidos. Pero es la disposición del corazón la que permite que la liturgia dé sus frutos a largo plazo.
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para que te acompañe a la misa. Presta atención a sus necesidades, especialmente si no está familiarizado con la comunidad. O podrías ofrecer transporte para alguien que tiene dificultades para llegar a la iglesia. La participación comienza estando presente allí.
ORACIÓN Oh Dios de amor, que nos invitas a participar en la vida de Jesús, tu Hijo, al compartir la Sagrada Eucaristía. Ayúdanos a participar plena, consciente y activamente en este admirable sacramento de tu Iglesia. Bendice nuestros esfuerzos en conjunto y ¡hazlos fructíferos! Amén.
Rita Ferrone es escritora y conferencista sobre liturgia, catequesis y la renovación de la Iglesia Católica.
Copyright © 2011, de Paulist Evangelization Ministries. Todos los derechos reservados. Nihil obxtat: P. Christopher Begg, S.T.D., Ph.D., Censor Deputatus. Imprimatur: Reverendísimo Barry C. Knestaut, obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Washington, 7 de febrero de 2011. El Nihil obstat y el Imprimatur son declaraciones oficiales de que un libro o folleto está libre de errores doctrinales o de moral. No implican de forma alguna que quienes han otorgado el nihil obstat y el imprimatur están de acuerdo con el contenido, las opiniones o declaraciones expresadas. Publicado por Paulist Evangelization Ministries, 3031 Fourth St., NE, Washington, DC 20017, www.pemdc.org
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En el camino a la santidad “La Vigilia Pascual es el centro y meta de nuestra liturgia. Vivimos para esa Noche”. Con estas palabras, el beato Carlos Manuel Rodríguez Santiago (1918-1963) expresó su gran pasión por la liturgia, por el misterio pascual, y por el Cristo resucitado.
Carlos Manuel (“Chali” para sus amigos) trabajaba como empleado en una oficina. Sufría enfermedades crónicas. Nunca terminó su educación. Murió joven. Sin embargo, compartió su fe. Fundó varias publicaciones religiosas. Enseñaba religión, aconsejaba, y escribía. Tocó tantas vidas tan generosamente que en 2001 fue declarado beato, el tercer paso en el camino a la santidad. Es el primer puertorriqueño que ha recibido este honor. Chali formaba parte del movimiento litúrgico de inicios del siglo XX. Trabajó arduamente para llevar la liturgia al pueblo, y el pueblo a la liturgia. Incluso antes del Concilio Vaticano II, la reforma de la liturgia estaba en marcha. Se inició con la Semana Santa. En 1951 el Papa Pío XII restauró la Vigilia Pascual a su antiguo esplendor como un servicio nocturno de bienvenida a la Resurrección. Más tarde (en 1955) restauró el resto de las liturgias de Semana Santa. Chali transmitió el significado de estas liturgias a los feligreses regulares para que pudieran llegar a conocerlas y apreciarlas. Con el inicio de la Semana Santa, es bueno recordar lo mucho que todos le debemos a la gente como él.
(que comienza con la Misa de la Cena del Señor el Jueves Santo, y continúa con las Vísperas de Pascua por la tarde) es el centro de todo el año de la Iglesia. Por supuesto, recordamos la Muerte redentora y la Resurrección de Jesús durante todo el año, cada vez que celebramos la Eucaristía. Sin embargo, nuestra celebración anual del misterio pascual, la Pascua de Cristo nos ayuda a ver lo que él logró. Satanás es derrotado. La muerte no tiene poder sobre nosotros. Se nos ha dado una nueva vida. El punto culminante del Triduo Pascual es la Vigilia Pascual. Esta es la noche en que Cristo resucitó de entre los muertos. Es nuestra fiesta del “paso” o Pascua. Esto es cuando bautizamos y confirmamos y llevamos a los nuevos miembros a la mesa. Es cuando cantamos el aleluya, que no se había escuchado en toda la Cuaresma. Esto es el comienzo de la fiesta de la Pascua. Las misas del domingo de Pascua se desbordan con la alegría que sentimos por primera vez en la Vigilia.
Comienza la Semana Santa
Tres días de maravillas
Con el Domingo de Ramos en la Pasión del Señor, se inicia otra Semana Santa. Las iglesias están adornadas en rojo, el color de los mártires. Se llenan hasta rebosar con gente y ramas de palma. Hoy recordamos la entrada triunfal del Señor en Jerusalén y su viaje a la Cruz por nuestra salvación.
A lo largo de la Cuaresma, por medio del programa Vive la Eucaristía, hemos estado reflexionando sobre la misa dominical. Durante esta Semana Santa, tiempo para el recogimiento, la oración y las celebraciones litúrgicas, tenemos la oportunidad de profundizar en el misterio de la Eucaristía con toda la Iglesia.
A lo largo de esta Semana Santa continuaremos meditando en la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo. El Triduo Pascual
El Jueves Santo, meditamos acerca de cómo Jesús instituyó la Eucaristía en la Última Cena. También sentimos gratitud por
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el sacerdocio, establecido en esa comida. El lavatorio de los pies, en recuerdo del acto de Jesús para enseñarnos el servicio humilde, nos da la oportunidad de reflexionar sobre cómo servir a los demás. El emblema de la vida eucarística es la forma en que cuidamos de los más pequeños y humildes. El Viernes Santo, la lectura de la Pasión y la veneración de la Cruz nos invitan a ver la profundidad del amor de Dios por nosotros, que se desbordó en Jesús y su amor de entrega hasta morir. Este es el amor que se celebra en la Eucaristía. La salvación que Cristo ganó para nosotros en la Cruz está en el corazón de la misa. Por último, en la Vigilia Pascual recordamos la historia de nuestra salvación, desde la Creación hasta la Resurrección. Cuando los elegidos son bautizados, confirmados y se acercan a comulgar, vemos en la Eucaristía la corona de la iniciación cristiana. La Eucaristía es el sacramento de quiénes somos en Cristo.
¿Qué cambia? Nuestra comprensión católica de la Eucaristía se centra en el cambio del pan y el vino que se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Este cambio es real, imponente e importante. Sin embargo, cuando nos abrimos a la fuerza del Espíritu Santo en la Eucaristía, el cambio o transformación que se lleva a cabo va más allá de lo que ocurre con el pan y el vino. Algo también ocurre a los que participan.
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REFLEXIÓN La Pasión de Cristo fue un sufrimiento redentor. Cuando unimos nuestros sufrimientos con el suyo, ellos también pueden formar parte del misterio del amor de Dios. Pregúntate a ti mismo: ¿dónde tengo sufrimiento en mi vida? ¿Puedo ofrecer mi dolor a Dios, unido al sufrimiento fiel de Jesús?
ACCIÓN Asiste a las tres liturgias del Triduo Sagrado este año, si es posible. La Misa de la Cena del Señor, la Celebración de la Pasión del Señor y la Vigilia de Pascua son en realidad una gran liturgia repartidas en tres días. Disfruta de la experiencia completa.
ORACIÓN Señor Jesús, al morir en la Cruz y resucitar a una nueva vida, trajiste esperanza al mundo. Ayúdanos a aferrarnos a esa esperanza. Por tu decisión de sufrir
Cambiamos. La participación en la Eucaristía nos hace uno con el Cuerpo y la Sangre de Cristo, para que podamos ser derramados y entregados para la vida del mundo. La Iglesia está llamada a participar en la misión de Cristo y el Espíritu Santo. Al igual que Carlos Manuel, estamos llamados a compartir la luz de Cristo con los demás. Como un efecto de las ondas en el agua, el don del amor salvífico de Dios fluye de la Eucaristía, a través de nosotros, a los que nos encontramos en el mundo.
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por nosotros, nos mostraste el significado del amor. Ayúdanos a amar como tú amas. Por tu don de la Eucaristía, alimentas nuestra fe. Concédenos la alegría de compartir esa fe con los demás. Amén.
Rita Ferrone es escritora y conferencista sobre liturgia, catequesis y la renovación de la Iglesia Católica.
La cita inicial del beato Carlos Manuel Rodríguez Santiago es de un artículo por la Hna. Dominga M. Zapata, SH, en Misa, Mesa, y Musa: Liturgy in the U.S. Hispanic Church, compilado y editado por Kenneth G. Davis, O.F.M. Conv. (Franklin Park, IL: World Library Publications, 2008), p. 45. Se usa con permiso. Todos los derechos reservados. Copyright © 2011, de Paulist Evangelization Ministries. Todos los derechos reservados. Nihil obxtat: P. Christopher Begg, S.T.D., Ph.D., Censor Deputatus. Imprimatur: Reverendísimo Barry C. Knestaut, obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Washington, 7 de febrero de 2011. El Nihil obstat y el Imprimatur son declaraciones oficiales de que un libro o folleto está libre de errores doctrinales o de moral. No implican de forma alguna que quienes han otorgado el nihil obstat y el imprimatur están de acuerdo con el contenido, las opiniones o declaraciones expresadas. Publicado por Paulist Evangelization Ministries, 3031 Fourth St., NE, Washington, DC 20017, www.pemdc.org
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